Por Silvia Morelli
Profesora de la Carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Humanidades y Artes. UNR.
Secretaria Técnica de la Escuela de Ciencias de la Educación
Alumna de la Maestría
Diseño de Estrategias de Comunicación
E-mail: smorelli@ciudad.com.ar
Sumario:
Este trabajo analiza la relación entre la escuela y el currículum considerando a éste último un artefacto
educativo surgido en el contexto de valoración de la técnica de principio del siglo xx. En tanto invento, no ha
sido neutral y se demuestran algunas razones sociológicas y políticas que dieron origen al currículum como
una creación propuesta para el control y la racionalización de la sociedad industrial. Para ello se realiza un
análisis de las transformaciones que permitieron la creación de la
escuela y la posterior aparición del
currículum y se profundiza el estudio de la racionalidad curricular técnica, a través de las obras de Franklin
Bobbit
y Ralph Tyler.
También se intenta establecer relaciones entre el contexto de surgimiento
del
curriculum y la expansión de redes para la comunicación masiva, cuestión que también ayuda a entenderlo como dispositivo
comunicacional, aunque esta idea no constituya las nociones básicas del currículum.
Summary:
This paper is about the relationship between the school and the curriculum considering
the
last one as an
educational
artifact that emerged in a context of increased technique valuation at the beginning of the twenty
century. As an invention, it wasn’t neutral and many sociological and policies are demonstrated to have given birth
to the curriculum as a creation for the control and rationalization of the industrial society.
To demonstrate that, there is an analysis of the transformations that permitted the creation of the school and the posterior appearance of the curriculum and
deepens in the study of
the
technique curriculum rationality through Franklin
Bobbit and Ralph Tyler’s books.
There
is also an intent to found
relationships between the emerging context of the curriculum and the massive communication networks expansion, which helps to understand the curriculum as a communicational device,
although it’s not constitutive as a basic notion of the curriculum.
Descriptores: escolarización, invento técnico, currículum, racionalidad curricular técnica. Descriptors: schooling, technique invention, curriculum, curriculum technical rationality .
1. Introducción
En el intento por reflexionar sobre el papel de la técnica en la escolarización, comenzaré destacando la aparente neutralidad de los inventos técnicos. En las interpretaciones de los acontecimientos
de la vida
cotidiana, se considera a la aparición, el uso y los cambios en cada invento como producciones naturalizadas cuyo origen se separa de las razones sociológicas
y políticas que impulsaron su creación, considerándolos artefactos instalados en la cotidianeidad. Con
frecuencia se desconocen sus orígenes y las lógicas de su creación, aunque con marcada intención también se ocultan y, en el mejor de los casos, se banalizan.
Le atribuyo a los inventos un sentido auténticamente político que puede comprenderse solamente en el
estudio del contexto del que deviene (“proviene” es mas adecuado). En el escenario moderno encontramos
inventos que aún hoy perduran surgidos en el marco de transformaciones sociales, culturales y políticas que configuraron nuevos modos de producción, la racionalización de la agricultura, la creación de las grandes
ciudades, la creación de las fábricas y la
institucionalización de la educación, entre otras.
En este trabajo, me abocaré a considerar el surgimiento
de la
escuela como una invención del siglo XIX, necesaria para la moralización de los incipientes estados nacionales y la educación en la ciudadanía1 . Dentro de la escuela me abocaré a un objeto asimilable al campo tecnológico llamado currículum cuya aparición se
legitima en el segundo decenio del siglo XX. Escuela y curriculum no se hubieran podido poner en acto si no
hubiera habido intervención de la técnica, de este modo es posible considerarlos inventos técnicos. Según
Galimberti (1999) la técnica se refiere al universo de
los medios, a las
tecnologías que remedian la insuficiencia biológica. La particularidad de la técnica es que no ofrece opción para vivir o no mediados por ella y que transforma
considerablemente los hábitos de vida.
La técnica está ligada a la materialidad de los artefactos, así por nombrar algunos se encuentran
el reloj mecánico, telégrafos, teléfonos, ferrocarriles,
puentes, y la infinidad de
inventos técnicos que
cohabitan con el
hombre. Además necesita de otro tipo de tarea, no
material, invisible, destinada tanto a la administración y la gestión como a la moralización. Allí se hallan por ejemplo, la constitución de la infancia, la gestión de las
poblaciones y la diferenciación educativa entre grupos sociales.
Desde este posicionamiento la escuela y el
curriculum constituyen
inventos que se manifiestan
a través del edificio en el caso de la primera y de la redacción de un documento en el caso del segundo, aunque también en la invisibilidad
técnica de la
administración y la gestión que se ponen en marcha en la vida escolar. Estos inventos técnicos condicionan
de tal manera la educación
de las personas que ya nadie cuestiona
su existencia ni tampoco que en otras épocas la vida se haya organizado sin escuelas ni curriculum.
Numerosos son los casos en los que se ha demostrado que los inventos no son neutrales habiendo sido creados y puestos en uso bajo determinadas
ideologías y para beneficio de ciertos sectores sociales y
perjuicio de otros. Otorgarle atribuciones políticas a los inventos técnicos permite pensar que pueden ser
juzgados, por su eficacia y productividad, por los efectos ambientales y sobre todo por las formas en las que se encarna el poder y la autoridad
en
las decisiones y en los efectos de cada invento (Winner, 1983). Vale pensar que detrás de cada invento existen condiciones sociales para su creación y uso al punto que produce
transformaciones
considerables en la vida de las sociedades. Winner sostiene que aquello que llamamos
tecnologías son los determinados modos de ordenar el mundo y la actividad humana, estén advertidos o no
por las sociedades. El diseño es una fase necesaria para la tecnología porque es el momento en el que se
proyecta el impacto del invento sobre las personas: cómo irán éstas a trabajar, cómo organizarán su vida cotidiana,
cómo
se comunicarán, como viajarán, cómo consumirán.
Cada
sistema tecnológico plantea modos
de organizar y distribuir el poder que las sociedades incorporan de manera naturalizada a las características del invento técnico. La historia de cada invento trae consigo los beneficios e inconvenientes
que
los grupos
sociales disfrutarán según su condición.
2. La maquinaria escolar
La escuela tal como hoy se la conoce, ésta que instruyó a generaciones y que por lo pronto seguirá haciéndolo, no existió siempre. No es un fenómeno natural que haya estado desde siempre. En tanto
institución, cuenta con su propia historia, con políticas que permiten su creación y con un conjunto de
antecedentes que favorecieron la necesidad de su
aparición. Varela y Álvarez Uría (1995) mencionan la serie
de condiciones que antecedieron y permitieron ya en el siglo XIX, la aparición de la escuela obligatoria y
gratuita, a cargo de los estados nacionales. Entre
ellas se menciona: la definición de un estatuto de la
infancia, la emergencia
de un espacio específico destinado a la educación, la aparición de un cuerpo de especialistas
de la infancia dotados de tecnologías específicas y el rechazo a otros modos de educación
vigentes hasta entonces.
Desde el siglo XVI el gobierno de la infancia comienza a ser una preocupación,
al tiempo que se instala el propio concepto de infancia. Así se puede pensar en diferentes infancias: la infancia angelical y noble del
príncipe, la infancia de calidad de las clases distinguidas, la infancia ruda de las clases populares. Es la
iglesia (católica y protestante) quien
comienza a ocuparse de la educación de los niños, con sus distinciones sociales. La infancia es el estado necesario para moldear a las personas, por su debilidad, inmadurez,
flaqueza de juicio que justifica el
disciplinamiento para el logro de la civilización.
Lejos de ser igualitaria existían fuertes
diferenciaciones entre la educación de las clases hegemónicas y la de
las clases populares. Las primeras se educaban en escuelas y seminarios mientras que las segundas en
hospicios, hospitales, albergues, casas de doctrinas, que tenían por objeto la moralización a través de la
enseñanza de la fe religiosa y
las buenas costumbres.
El cambio en las prácticas educativas familiares no se hizo esperar y también contribuyó con la infancia. La
reclusión y entrega de la madre al hogar y a sus hijos fue el ideal al que adhirió la burguesía, instituyéndose
como
modelo de maternidad.
“A estas prácticas educativas familiares e institucionales
se añade una política multiforme de los jóvenes:
dirección espiritual, imposición de un lenguaje puro y casto, prohibición de cantares y juegos deshonestos y
de azar, prohibición
de dormir en el mismo lecho con otros niños o adultos (costumbre entonces frecuente),
alejamiento del vulgo, empleo de libros expurgados,
impresión de estampas, catecismos,
instrucciones, tratados de urbanidad... multiplicación y generalización de temas relacionados con la infancia:
el niño Jesús, el ángel de la guarda,
los niños modelo, los niños inocentes,
los niños santos, el limbo de los niños, y la
creación de fiestas religiosas entre las que sobresale la
primera comunión.” 2
Son tres los acontecimientos que intervienen en la constitución de la infancia de calidad (Ariès, 1976): el reconocimiento de diferentes clases sociales, la emergencia de la familia moderna y el traspaso de prácticas educativas familiares a otras instituciones.
Así
la infancia forma parte de un programa político de dominación
que
permitió establecer prácticas sociales y educativas hegemónicas.
La creación de un espacio encerrado fue una de las primeras materialidades para poder pensar la escuela. En
el siglo XVII la socialización familiar deja de ser considerada un medio para el aprendizaje y comienza a
aceptarse la separación de niños y adultos con fines educativos. Ariès compara ese aislamiento con una
cuarentena física y moral necesaria
antes de hacer la aparición
en el mundo y permite la futura visualización
de la escuela como dispositivo de transformación a través de la aplicación de una ortopedia formativa. Así
comienza a ser
vista como modalidad para el control
social que en el siglo XVIII se sentía
necesario debido
a
la racionalización
de la agricultura que permitió
las populosas migraciones del campo a las incipientes ciudades industriales.
Recién en el siglo XIX, en la década de 1830, la mayoría de los países europeos introducen leyes de
educación obligatoria para todas las clases sociales. En nuestro país, se institucionaliza en 1885 con la sanción de la ley Nº 1420. Este acontecimiento se conoce como la institucionalización de la educación que
establece educación de masas mediante la sanción de leyes que contemplan la obligatoriedad, gratuidad y
laicismo de la escolaridad. Tuvo dos intencionalidades:
la más explícita fue la formación del ciudadano, necesaria para el sostenimiento de los estados nacionales. La segunda, más sutil, vinculada a la
segmentación y el control
social. Un dispositivo necesario para la implementación
de este tipo de educación
escolarizada es el curriculum que hará su aparición en los comienzos del siglo XX.
3. La técnica
del curriculum, elaboración de un
artefacto pedagógico
En los aspectos
formales, el curriculum es una creación
con
claros intereses políticos
de
control, segmentación y cualificación social utilizado por la escuela a partir del siglo XX para la transmisión de saberes. Aunque esta idea esté consolidada en el campo teórico del curriculum, existen indicios que destacan que siglos antes ya se utilizaba el término para referirse a cuestiones educativas.
En latín significa pista de carrera de carros. Los términos primitivamente
empleados para describir cursos académicos fueron disciplina (utilizado por los jesuitas desde fines del siglo XVI para manifestar orden estructural más que secuencial) y ratio studium (que se refiere al esquema de estudios). La palabra curriculum
acaparó ambas connotaciones, combinándolas para producir la noción de totalidad y secuencia ordenada de
estudios, utilizando para ello la metáfora del progreso en la carrera de atletismo (Kemmis, 1989).
Como dispositivo de
la maquinaria escolar, deviene de acontecimientos gestados, por lo menos desde el siglo XVI. Lundgren (1991) sostiene que su origen se instala ante la necesidad
que tiene el estado de resolver el
problema de la representación del discurso educativo. Cuando los contextos de producción y reproducción
social se encuentran unidos
no existe mayor problema para la definición de ideas
y
conocimientos a transmitir. Cada grupo social (artesanos, campesinos, nobles, terratenientes) establece sus prioridades,
intereses y necesidades de acuerdo a sus
tradiciones. En la época
moderna, la división del trabajo separa los contextos de producción y reproducción social, estableciendo relaciones más complejas entre ellos. La
creación de un texto pedagógico se hace imprescindible para la organización de este nuevo orden. La
comunicación entre ambos
contextos dependerá de
los textos
pedagógicos, que determinan qué
debe enseñarse, a través de qué métodos y a quiénes.
Por otra parte, David
Hamilton (1993) destaca las primeras marcas del uso de esta palabra en la Universidad
de Leiden en 1582 y en la Universidad de Glasgow en 1633, ambas bajo la influencia del calvinismo. El
término aparece en un documento de graduación de un maestro –redactado poco después de la reforma que
el protestantismo hiciera a la universidad en 1577.
“¿Por qué Leiden?, ¿Por qué
Glasgow?. La conexión más
evidente entre estas dos instituciones se encuentra en que, durante la última etapa del siglo XVI, ambas estaban sumamente
influidas por las ideas calvinistas.
Leiden fue fundada en 1575 con el propósito específico de formar predicadores
protestantes y la reorganización de Glasgow en la misma época, obedecía
a unos propósitos similares. Así pues, ¿cuál podría ser la conexión entre el protestantismo, el calvinismo y el curriculum?” 3
Desde su origen más remoto descubierto hasta el momento, se demuestra que el curriculum, este artefacto
surgido de la
metáfora de
la
carrera
de
carros,
fue
pensado como dispositivo para conducir
hacia determinada formación educativa.
Es en el siglo XX donde el curriculum
alcanza su validación social y logra imponerse
como
programa de estudios, siendo reconocido y utilizado por la escolaridad obligatoria. En 1918, después de la primera guerra
mundial, Franklin Bobbit
introduce en Estados Unidos,
el término ligado a la eficiencia social.
Inspirado en el
modelo de
gestión y funcionamiento de la industria del ingeniero norteamericano Frederick Taylor y en la
Psicología conductista de Thorndike, se
refiere al curriculum como instrumento para la administración escolar, como “la serie de experiencias que la infancia y la juventud deben tener como medio para conseguir dichos objetivos”4 . Bobbit escribe en 1918 “The curriculum” y en 1924 “How to make the curriculum”. En la primera
producción se ocupa de identificar cuidadosamente las necesidades de los niños y jóvenes, con miras a la sociedad industrial y proporcionar habilidades y conocimientos que atiendan a su buen desempeño en ella. En
una
sofisticación técnica, propone dividir los conocimientos en
unidades específicas y éstas a su vez en
experiencias para los niños. Este es el comienzo institucionalizado del curriculum, que consiste en ordenar las actividades de la vida humana para
proporcionar una preparación en actividades específicas coherente con la
división social del trabajo.
Siguiendo las preocupaciones
de la época en lo que se refiere al manejo
de la información, no tardará en
demostrar en su segunda obra cómo se formulan los componentes del curriculum, dándole un tratamiento
especial a los objetivos educativos. En ella, Bobbit presenta nueve áreas disciplinares de especificación de los objetivos que derivan en un listado de ciento sesenta objetivos fundamentales que van desde “la capacidad
de usar el lenguaje en todas las formas requeridas para una adecuada y eficaz
participación en la vida” hasta
“la capacidad de mantener los amigos y
de
corresponder a los mismos”.
5 Esta técnica del curriculum consiste
en
la elaboración de extensas listas de objetivos que contribuyen
al
logro de conductas específicas
en
el desarrollo
escolar.
Eisner (1966)
agrega que
Pendleton llegó a escribir unos
1581 objetivos para
la
enseñanza de Inglés, mientras que Guiler registró más de 300 para Aritmética (de primero a sexto grado) y
Billings 800 para las Ciencias Sociales. El diseño de objetivos permitía el armado de perfiles escolares que
contribuirían
con
el modo de producción industrial imperante. Esta fascinación por los objetivos y perfiles venía ensayándose en el mundo de la publicidad en Estados Unidos desde 1840, creciendo considerablemente hacia el siglo XX.
La formación de una mano de obra capacitada para el
desarrollo de la sociedad industrial fue el
megaobjetivo que facilita la presencia del curriculum
en la escuela.
Como dispositivo
pedagógico, el curriculum encamina a
la educación institucionalizada hacia un eficaz aporte al mundo productivo, convirtiéndola en una empresa
rentable. Si en la maquinaria escolar un punto clave fue la construcción de un espacio encerrado propicio para
la transmisión de valores de la civilización burguesa, en el curriculum de principios de siglo el tiempo fue la
clave de la eficiencia escolar. Tomando la medición del tiempo como una variable que se impone en la época se establecen tiempos promedio para el logro de
los
aprendizajes y
la
organización de
una jornada escolar. El
cumplimiento de estos plazos confirmaba eficacia al curriculum como organizador del sistema educativo y la idea de organización social a través de la división del trabajo constituye un imperativo del curriculum al
amparo de la sociología funcionalista.
“Su reflexión se basa en la idea de que la organización
social sólo consigue encontrar armonía y estabilidad gracias a la división de trabajo. Cuanto más crece una sociedad, más se diferencian sus distintas partes. Esta
división de las funciones, realizadas por órganos cada vez más diferenciados, aunque interconectados, unidos
en cuanto a los objetivos, pero diversificados
respecto a los medios empleados, es la regla de oro de la estabilidad de la sociedad a la vez que una fuente de desorganización.”6
Aún se desconoce
qué
es lo que le da el nombre de curriculum a este artefacto educativo en el siglo XX. Tampoco se encuentran certezas acerca del enlace entre el uso del término realizado primero por los Jesuitas, las Universidades
de
Glasgow y Leiden luego, con el que le atribuye Bobbit. Una remota hipótesis
aventuraría a suponer que Bobbit lo haya rescatado de las anteriores prácticas educativas descuidando, al
mejor estilo de la técnica, la tradición e
historia que le
dieran origen. Resulta demasiado casual que la
idea del ratio studium haciendo
referencia al esquema de estudios y el mismo término aludiendo a la pista de carrera haya sido una creación que pertenezca al siglo XX.
Ahora bien, así como la publicidad tiene por objetivo la construcción y posterior control de públicos masivos,
existen relaciones que pueden establecerse entre ésta y el
surgimiento de la escuela y el curriculum.
Mientras en 1830 comienza a institucionalizarse la
educación en Europa y Estados Unidos, en 1840 nace la
primer agencia de publicidad en Philadelphia y sobre 1865 se constituye, aunque de manera embrionaria según Mattelart, el concepto de objetivos que permitirá el diseño de perfiles del consumidor. Esta categoría puede ser trasladada al perfil del estudiante que inspira a Bobbit en el logro de la
eficacia escolar.
La primera reflexión sobre objetivos tiene lugar en 1870 con motivo de la introducción
de la publicidad en revistas femeninas.
Tampoco por casualidad
el
modelo fordista en 1920 pretende racionalizar
la masividad a través
de la elaboración de segmentos de consumidores. Acontecimiento similar instituye el curriculum, que
comienza a ser pensado desde la declaración de objetivos para la formación cualificada en el mundo del trabajo. Tanto en la publicidad como en el curriculum el brazo aliado por el que se extiende la idea de racionalización proviene de Estados Unidos e Inglaterra.
Cuando Bobbit presenta en sociedad al curriculum lo hace en un contexto que venía preparándose desde
1830 en la captación de públicos masivos, ya sea tanto para la escuela, como para la publicidad, como para
la producción en las fábricas, atrayendo a los alumnos, a los consumidores, a los trabajadores. Por ello fue
necesario el reconocimiento
de
perfiles para
estos
grupos
considerados el
motor
del
sistema
socio–
económico nucleados en torno al concepto de objetivos.
4. La racionalización
de la técnica curricular
Después de la
finalización de la
segunda guerra
mundial, en 1949 el
curriculum tiene un
nuevo giro confirmándose en la perspectiva técnica. El
psicólogo Ralph Tyler de
la Universidad de
Chicago, inspirado en
su antecesor Bobbit, instala el modelo curricular que extiende
las fronteras
anglosajonas de la concepción de
curriculum. Cuando el estado industrial moderno comienza a pulir sus mecanismos de producción ordenada y
la reproducción de las relaciones sociales acentuando la diferenciación de la fuerza de trabajo, Tyler presenta
un curriculum basado en una lógica más pragmática e instrumental que el anterior. Es ésta y no la propuesta
de Bobbit la que instala la teoría técnica
del curriculum, estableciendo una noción más refinada de tecnología
educativa necesaria para el desarrollo curricular. Regida por el principio de la meritocracia,
en
el cual las
personas logran sus éxitos de acuerdo a sus méritos, la escuela es el espacio elegido para forjar y probar la capacidad que será distribuida de manera selectiva y diferenciada como fuerza de trabajo en el contexto social más amplio.
Un teórico del curriculum como Kemmis (1988) permite profundizar la consideración técnica del curriculum en Tyler. Como primera apreciación,
confirma que es la escolaridad la pieza fundamental para la institucionalización
de la reproducción social y cultural a través de las explícitas decisiones del estado. De este modo, la educación de masas del
siglo XIX naturaliza al estado como su administrador. El significado moderno de educación
es
entendido como significado
moderno de escolaridad.
La concepción de curriculum
como instrumento de
las políticas educativas distorsiona ideológicamente la concepción de educación adoptando la ideología impuesta por la maquinaria escolar.
La preocupación
en la elaboración del curriculum
se convierte en un problema tecnológico:
la elaboración
de
textos y dispositivos
educativos que confirmen la
posesión y control estatal sobre la educación. El modelo curricular de Tyler se autodefine
como un método racional y acude a la disciplinas como psicología, sociología, filosofía, economía y la organización
en la
búsqueda de fundamentos
de
las ciencias básicas como aporte a la considerada ciencia aplicada de la educación. La
teoría técnica del
curriculum depende de la lectura que estas disciplinas hacen de las
demandas sociales.
Oscilando entre el conservadurismo y el progresismo propio de la sociedad norteamericana de la posguerra, este
modelo adopta la visión tecnocrática de la sociedad, convirtiendo al curriculum en un artefacto de ella.
“El liberalismo de la primera parte del siglo había sido transformado: la perspectiva liberal de la meritocracia, que abría sus puertas a todos sobre la base de la “capacidad”, había destilado
la visión conservadora de la tecnocracia.
Las nuevas formas de elaboración teórica de
la
educación no aparecen de
modo
repentino. La perspectiva de
ciencia aplicada de la educación se va estableciendo lentamente, emanando de la visión más liberal,
primero, como una de sus variantes y sólo más tarde en forma capaz de suplantarla”.
7
Tyler manifiesta su teoría curricular a través de un pequeño libro titulado “Basic principles of curriculum and instruction” publicado por University
of Chicago en 1949, que fuera traducido
al
español como “Principios básicos del currículo”
y llega al país editado por Troquel en noviembre
de
1973 llegando a extenderse
hasta
una cuarta edición en junio de 1982. Es un libro pequeño
en tamaño. De lectura simple, sencilla, sin complicaciones retóricas. Sus 136 páginas constituyen pasos secuenciados para la elaboración del
curriculum en la escuela. Aunque el autor declara que no es una técnica para la
elaboración del curriculum, el
modo
en el que se presenta la propuesta acaba siéndolo. La introducción del libro se convierte en una buena manera de
condicionarse a la técnica del curriculum:
“Este pequeño libro intenta exponer un método racional para encarar, analizar e interpretar el currículo y el sistema de enseñanza de cualquier institución educativa. No es un libro de texto, pues no contiene las lecciones ni la orientación amplia necesarias para un curso. No es un manual para preparar el currículo, pues
no describe ni bosqueja los pasos que debe dar una escuela o un college interesados
en hacerlo. Esta obra
esboza una forma de encarar el programa de estudios como instrumento funcional de la educación, al tiempo
que
estimula al lector a examinar otras exposiciones y elaborar su propia concepción de los elementos y
relaciones propias de un currículo eficaz.
La exposición empieza por formular cuatro preguntas fundamentales
que
es preciso contestar antes de
elaborar cualquier currículo y
sistema de enseñanza.
1. ¿Qué fines desea alcanzar la
escuela?
2. De todas las
experiencias educativas que pueden brindarse, ¿cuáles ofrecen
mayores probabilidades de alcanzar esos fines?
3. ¿Cómo se pueden organizar de manera eficaz esas experiencias?
4. ¿Cómo podemos
comprobar si se han alcanzado los objetivos propuestos?
El presente volumen sugiere métodos para estudiar esos interrogantes. No intenta responderlos, pues las respuestas variarán bastante de acuerdo con los distintos niveles de enseñanza y los diferentes
establecimientos.
En lugar de hacerlo ofrece procedimientos
mediante los cuales será posible encontrarlas.
Brinda, en suma, un método racional para examinar los problemas del currículo y la enseñanza.” 8
Las críticas que diversos autores han realizado a Tyler (Gimeno Sacristán, 1986; Kemmis, 1989; Díaz Barriga,
1988, 1990, 1993 y Parra y Pasillas, 1991) coinciden en que este libro logra convertirse en todo aquello que en su introducción niega ser. Es un libro de texto porque contiene lecciones para un curso, es un manual
porque aunque breve, compendia pasos para la elaboración
de curricula que pretenden ser diferentes, de acuerdo a las instituciones, pero que acaban siendo producciones
idénticas que controlarán las diversas prácticas. Más que un esbozo para encarar el programa de estudios es una determinación del curriculum como instrumento escolar. A juzgar por lo que el autor entiende por estímulo (como una de las claves de la psicología conductista)
dudo que el lector se sienta estimulado a examinar otras posiciones ya que la
operatividad y eficacia de esta propuesta no
reservan
interés para indagar otro modo
de concebir la elaboración del curriculum, ni siquiera como variantes de una misma oferta
técnica. La eficacia que plantea el autor tiene escasos caminos. La obsesión por conseguirla
(Gimeno Sacristán, 1982) se convierte en un
problema técnico que despeja de
su objeto a la diferencia y a la imprevisibilidad. Tyler pretende mostrar cómo
la elaboración eficaz de un curriculum según sus pasos lo convierte en instrumento tecnológico idéntico en
sus características sustanciales utilizado por las políticas educativas para dar cumplimiento a las demandas sociales de la
década del 50.
Contradiciéndose cuando expresa que no intenta dar respuesta a los interrogantes que plantea, organiza el índice de su libro de acuerdo a ellos:
Capítulo 1: ¿Qué fines desea alcanzar la escuela?
Capítulo 2: ¿Cómo se pueden seleccionar actividades de
aprendizaje con
mayores
probabilidades de alcanzar esos fines?
Capítulo 3: ¿Cómo organizar las actividades para un aprendizaje efectivo?
Capítulo 4: ¿Cómo evaluar la eficacia de las actividades de aprendizaje?
Capítulo 5: Cómo debe trabajar el personal docente superior en la
elaboración del currículo. 9
El primer capítulo es clave en la elaboración del curriculum. Una ciega confianza en la psicología conductista,
la filosofía positivista
y la sociología
funcionalista proporcionan un fundamento racional para la determinación de los objetivos, ésta vez más concisos y en un listado mucho más reducido que el planteado por Bobbit. Es
el modelo de Tyler el que instala a los objetivos como el elemento curricular destacado, que vertebra el diseño y desarrollo curricular. De allí que Gimeno Sacristán lo llame pedagogía por objetivos,
perteneciendo al paradigma tecnicista, debido a la importancia otorgada a la técnica. Para realizar una eficiente selección de los objetivos del curriculum es necesario acudir a las fuentes que los proporcionan:
los intereses de los estudiantes, las demandas de la sociedad moderna y el aporte de los especialistas en disciplinas. Para lograr efectividad en la selección realizada, Tyler propone que la psicología y la filosofía oficien de filtros donde se
tamicen todos aquellos cuyo logro se ponga en duda por su complejidad
o poca efectividad y deje así un listado reducido de
objetivos posibles a
ser logrados. Los
capítulos siguientes proporcionan los pasos
necesarios
para
completar esta operación curricular, que culmina con la evaluación –en términos conductuales- de las habilidades logradas a través
de los objetivos. El lugar que otorga al conocimiento dentro
del
desarrollo curricular es secundario,
ubicándolo como medio
para el logro de los fines. Su concepción pragmática elimina del curriculum a los saberes innecesarios por su caducidad u obsolescencia.
“Actualmente dos son los argumentos que se esgrimen a favor del análisis de la vida contemporánea como
fuente de sugerencias de objetivos educacionales. El primero de ellos sostiene, que siendo la vida contemporánea tan compleja y cambiante, debemos centrar el esfuerzo educativo en sus aspectos más
espinosos y más importantes, para no malgastar el tiempo de los estudiantes en aprender cosas que tuvieron validez hace 50 años pero ya no, mientras se dejan de lado aspectos de la vida hoy esenciales y que la escuela no contempla”. 10
Con su obra, Tyler proporciona un resumen útil de técnicas buscadas
por muchos profesores para el desarrollo de la enseñanza logrando rescatar las ideas que predominaron en la primera parte del siglo y ofreciendo un modelo de fácil aplicación para su logro. Aunque haya sido una obra más breve que la de Bobbit, es Tyler quien instala la idea de producción eficiente en la escuela junto a una concepción técnica de
curriculum, entendido como programa de estudios.
Por fortuna para los educadores, el
agotamiento de
este
modelo marca el
declive hegemónico de
la
tecnocracia curricular con una fuerte crítica social en la
década de 1960. Bastó que la Unión Soviética le
ganara de mano a Estados Unidos en la carrera por la conquista del espacio y lanzara en 1957 el primer
satélite artificial Sputnik para que la escolarización norteamericana asumiera su derrota educativa.
5. Curriculum, técnica y
comunicación
He insistido a lo largo
de este trabajo acerca de las relaciones entre
el desarrollo de la técnica, la escuela y el curriculum como aquellas que fueron necesarias para dar lugar al control social de principios de siglo XX.
Cabe destacar como otra de las preocupaciones de la época al problema de la comunicación masiva y la
extensión de grandes redes comunicacionales. ¿Cómo fue posible para el curriculum
resolver el problema de la representación social
(Lundgren) comunicando saberes que formaban parte de la cultura legitimada, sin
necesidad de acudir a los artefactos comunicacionales?.
Aún
así, ni siquiera habiéndolo planteado como un
problema comunicacional, ¿por
qué razones el curriculum se autoabasteció prescindiendo
de
la comunicación? ¿Cómo ha sido la enunciación de este texto que se bastó a sí mismo para lograr el orden
social? La necesidad de comunicar masivamente ideas educativas en el espacio encerrado de la escuela
(Ariés) surge para garantizar la transmisión homogénea de principios educativos
que permitieran organizar
cada
rincón de cada aula. Éste fue el modo en que el curriculum
legitima la acción de la escuela, es por ello que le atribuye al curriculum la noción de texto pedagógico, creado como dispositivo para la gestión del
control y la cualificación social. Al constituirse en ambas dimensiones de la técnica;
su invisibilidad, referida a
la administración y su materialidad determinada por textos impresos, es presentado tan neutral como independiente del contexto que le diera creación.
Imposible negar la vinculación del curriculum
con las políticas educacionales, imposible pensarlo en la
neutralidad y transparencia.
Si se recupera la idea de Mattelart acerca del triángulo de la comunicación que se establece entre los lazos
de la guerra, el progreso y la cultura, justificando el enriquecimiento muto entre comunicación y guerra porque la comunicación sirve para hacer guerra, existe otra relación posible entre el curriculum y la comunicación. No
por casualidad los momentos de afianzamiento
del curriculum como un dispositivo para favorecer el
ordenamiento y control en la escuela se produce, al amparo de una concepción que destaca su relación con la
técnica, después de las
dos
guerras mundiales: en 1918 y en 1949. En
este sentido el curriculum puede ser
entendido como un objeto comunicacional que nunca se reconoció como tal.
El desarrollo de las tecnologías
de la comunicación, que tanto influyeron en otras situaciones educativas no escolarizadas, como la educación
de adultos o la educación a distancia, parecen no haber impactado
lo suficiente en la escuela.
Qué le queda a la escuela y el currículo, aún no se
sabe. Por lo pronto escuela y curriculum
continúan reconociéndose como inventos necesarios para la educación formalizada. En la
actualidad los impactos de las tecnologías de la comunicación no esperaron ni guiaron el camino a
seguir por la
escuela, cuya tropa quedó en
la retaguardia,
alejada de la
comunicación. Curriculum, técnica y
escuela han sabido ser aliados en la travesía que
llevara a la moralización y control de las multitudes. La exacerbación de la
técnica y sus inventos resquebrajó sus afinidades dejando a la escuela y al curriculum en una incesante supervivencia
dentro de los escombros del edificio en el que habitara la modernidad.
Notas y referencias
1.
Aunque correspondan también
al contexto de la modernidad, las categorías de estado nacional
y ciudadanía no serán tratadas
en el presente trabajo.
2. VARELA, J y ALVAREZ URÍA, F “Arqueología de la escuela”, La Piqueta, Madrid.
1996. p 22.
3.
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