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miércoles, 21 de agosto de 2013

La familia desde la perspectiva de Pierre Bourdieu



La familia desde la perspectiva de Pierre Bourdieu

Silvia Anguiano de Campero

W. Goode afirma en Sociology Today- 1977, "...que aún hoy la producción teórica sobre familia no suele ser uno de los temas predilectos de los sociólogos. En Argentina, la situación no es diferente a la de otros países". Así lo afirma Catalina Wainerman: "La familia es una institución que ha estado notablemente ausente de los programas de investigación de los científicos sociales en la Argentina... la Cepal afirma que su estudio fue relegado por otros temas que aparecen como más acuciantes ... y por otra parte a las dificultades que opone la captación de su estructura y su dinámica" [1]. Sin embargo, los problemas que atraviesa la sociedad hoy, y después de un período donde se ha sometido a la familia a duras críticas ya sea como reproductora de la estructura social o como perpetuadora de las desigualdades e injusticias sociales, parecen colocar a la familia en un nuevo lugar en la mira de los sociólogos. 

La situación de vastos sectores de la población bajo la línea de pobreza y con necesidades básicas insatisfechas, el aumento de la desocupación que afecta fundamentalmente a jefes de hogares, la indefención de los sectores populares por el retiro y desguace del Estado de Bienestar, ha generado una preocupación pública creciente en torno de esta institución. 

Conforme a este interés, la investigación sobre familia se dirige especialmente a la indagación de problemas familiares con el objetivo de propender a su solución y de mejorar las políticas estatales encaminadas en esa dirección. En este sentido es meritorio el esfuerzo de la Unicef en esta temática, en especial los trabajos de Elizabeth Jelin, Catalina Wainerman, Eva Giberti, Ricardo Cicerchia, Rosa Geldstein entre otros. 

Este interés se ve dificultado por la escasa producción teórica sobre este tema que descansa fundamentalmente en la creencia sobre la poca relevancia del tema familiar en relación al aporte que desde él puede hacerse a la teoría sociológica. 

Esta creencia se basa en la hipótesis, que ha dominado un largo período en la sociología, que afirma el carácter dependiente de la variable familiar, por lo cual es posible explicar la familia por el sistema económico, político y social dominante, pero no es posible explicar otras instituciones o la sociedad a partir del estudio de la familia. Esta hipótesis surgida alrededor del siglo pasado está presente en los trabajos pioneros de Le Play (1871), para quien la familia precapitalista de tipo extensa es suplantada por la familia nuclear porque es la que mejor se adapta al proceso de industrialización en la sociedad capitalista o en Engels cuando afirmaba que el orden social se halla subordinado a los vínculos familiares cuando menos desarrollados están el trabajo y los medios de producción, no siendo posible por lo tanto, entender hoy el orden social a partir de los vínculos familiares sino a través de las relaciones económicas. 

Nuestra convicción es que no hay objetos privilegiados epistemológicamente para indagar en lo social, y lo que señala la relevancia de un tema es el marco teórico en que se lo incluye. En este sentido la obra de Pierre Bourdieu proporciona un aporte sustancial, desde la teoría sociológica, porque construye una teoría sistemática que permite construir el objeto familia tanto con pertinencia teórica como con relevancia empírica. 

En efecto, los aportes de antropólogos y sociólogos han delimitado un uso empírico que implica una definición clásica de familia. En este uso clásico se concibe a la Estructura familiar como relacionada fundamentalmente a un sustrato biológico: la relación entre los géneros, la procreación, la ligazón por la consanguinidad, el parentesco o mas excepcionalmente por la adopción, a los que se agrega la convivencia bajo un mismo techo, economía compartida, el sustento cotidiano, la reproducción material de la vida y del hombre: "el reino de lo doméstico". 

En relación a su dinámica, el concepto de Organización da cuenta de los mecanismos de conservación de la unidad para la acción, distribución del poder, componentes ideológicos y afectivos que preservan la integración, que permiten su persistencia en el tiempo y su reproducción. [2] En este sentido Bourdieu aborda el tema desde una teoría general de las instituciones incluida en una teoría sistemática de lo social, poniendo en conexión teórica y empírica el tema de la estructura y dinámica de la familia, dándole así relevancia a su estudio. 

Nuestro objetivo en el presente trabajo es analizar el artículo de Bourdieu "L’esprit de famille" incluído en el Anexo el libro Raison Practiques: sur la theorie de la action (Seuil-Paris-1994)
En este trabajo, hay 
dos conceptos fundamentales que se relacionan con este tema:el de lo familiar como "campo" en especial como campo doméstico, y el de la familia como "cuerpo". Para acceder a ellos, sin embargo, es preciso proceder a una breve introducción al sistema teórico del autor para entender el lugar que dichos conceptos tienen en él. [3] En su perspectiva este autor considera a la sociedad como un todo estructurado en clases sociales que se encuentran en lucha. La idea de espacio social es la que da cuenta del carácter estructural de este todo. Este espacio Social se extiende como una red constituida por las relaciones entre las diferentes posiciones que los agentes ocupan en la distribución o posesión diferencial de ciertos bienes que dan poder en el mundo social de los agentes. Alrededor de estos bienes se generan espacios de juego "históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias". Por lo que, el espacio social se nos presenta como un conjunto abierto de "campos" relativamente autónomos y más o menos subordinados en su funcionamiento y en sus transformaciones, al campo de la producción económica. El elemento central que delimita un campus es " que hay algo en juego (el Capital) y gente dispuesta a jugar" a realizar las "apuestas necesarias"; a " aceptar las reglas de juego o luchar por cambiarlas, definir las "cartas de triunfo" o luchar por " la definición misma de lo que está en juego". Esta es la lógica de la lucha por el poder que define y delimita un campo. El capital, como poder vigente en cada campo, actúa como principio de construcción de la diferenciación social entre posiciones que delimitan el espacio social. Este capital es el que está en juego en cada campo y lo que permite, a su vez, distinguir diferentes campos, fuertemente interdependientes, conforme al tipo de capital en juego (capital económico, cultural simbólico y social). 

Las diferencias sociales se objetivan en tipos de bienes, casas, vestidos, modos de hablar de relacionarse, y se subjetivizan , en modos de ver, de pensar propios de la posición social del agente. El espacio social se convierte así en espacio social simbólico, constituído por grupos de "Status" con diferentes estilos de vida. Esta estructuración objetiva no privilegia el factor económico aunque reconoce su fuerza, ya que según este autor, las clases sociales dibujadas en el papel, construidas por el investigador (siempre en contacto con los datos) no se construyen por la consideración de un sólo factor ni una suma de factores, sino por la estructura de todas las relaciones entre todas las propiedades pertinentes que confieren a cada una de ellas su valor propio. 

Condiciones objetivas y objetivaciones simbólicas contribuyen a la diferenciación social y la distinción simbólica entre las clases sociales. 

Ahora bien, el mundo social está estructurado objetivamente, pero la posición que se ocupa en este espacio somete a los agentes a un condicionamiento semejante y por ello es probable que se adquieran disposiciones (formas de pensar, de percibir, de ver, de dividir y de evaluar, necesidades, capacidades, etc.) semejantes (habitus) que a su vez determinan una fuerte probabilidad de producir prácticas semejantes. Las estructuras objetivas son incorporadas por un trabajo de inculcación (instituyente) como estructuras subjetivas, ésto es, como criterios clasificatorios, modos de ver, percibir y decir que lo dejan dispuesto al agente para producir prácticas igualmente enclasables. Por ello el habitus es principio generador de prácticas y sistema de enclasamiento de esas prácticas que permite construir el "mundo social representado", dando las bases para la comprensión del "sentido común". 

Las representaciones que los agentes se hacen del mundo social, contribuyen a la construcción de ese mundo. 

Los sistemas simbólicos son instrumento de conocimiento y construcción de lo real. Estas representaciones constituyen un "punto de vista" o "vista tomada desde un punto" (desde la posición social que el agente ocupa). 

El conocimiento de lo social y de las categorías que lo posibilitan es lo que está en juego en la lucha política. Lucha a la vez teórica y práctica por conservar o transformar el mundo social conservando o transformando las categorías de percepción del mundo social. Es posible por lo tanto, cambiar el mundo social, cambiando su representación. 

La lucha política se lleva a cabo por un "trabajo de categorización, de explicitación y clasificación que representa un " formidable poder social, el poder de hacer los grupos haciendo el sentido común", que consiste en hacer existir, en objetivar, hacer visible y decible aquello que estaba en estado de experiencia individual (como malestar o inquietud) y que de esta manera se hace público. Lucha que se verifica sin cesar en el campo de la producción cultural mediante las luchas de producción cultural, en especial en el subcampo político. Lo que está en juego en la lucha política es, por lo tanto, la definición misma de lo que es " legítimo", en especial, de la "legitimidad " de los principios de división del campo social. 

El poder que cada agente posee en esta lucha es proporcional al capital simbólico que ha acumulado, esto es, al reconocimiento que recibe de un grupo que le permite imponer un "percipere", una visión de las cosas, esto es, se le reconoce como autoridad o con autoridad para hablar. [4] Por una ficción social, una persona se transforma en símbolo del grupo, cerrando el círculo sobre sí mismo: "el mandatario recibe del grupo el poder de hacer el grupo". El grupo hace existir al portavoz y el portavoz es lo que permite al grupo existir. 

Estas ficciones sociales son el producto de las luchas históricas que se verifican en cada campo y que se objetivan, se materializan en instituciones y se incorporan, por un trabajo instituyente, en las disposiciones de los agentes que las hacen funcionar o las combaten. 

Las instituciones son así "invenciones sociales" cuya función es representar, hacer actuar y hablar a los "cuerpos". 

Los "cuerpos" son otras invencio

nes históricas que dotan de una integración duradera a los grupos, afirmándolos como grupos, con una "identidad social", recreados continuamente por la acción de los portavoces permanentes, y las instituciones encargadas de reproducir la creencia en su existencia. Esta creencia, que está en la base de lo instituido, se logra por un trabajo instituyente(donde se destacan los rituales sociales) que tiende a la "naturalización" del grupo para justificar plenamente su existencia, que oculta lo que tiene de creación, de invención social e histórica. 

Desde esta perspectiva, por fuerza expuesta en forma demasiado sintética, Bourdieu aborda el tema familia en tanto que ficción social, no totalmente artificial, ya que de otro modo la empresa de constitución no habría tenido éxito, como producto histórico de una larga elaboración colectiva. 

En este sentido, creemos que la perspectiva teórica de este autor nos proporciona un marco adecuado para sistematizar tanto el aporte de autores claves del pensamiento sociológico, como también la sistematización de perspectivas provenientes de disciplinas como la sociología, antropología y psicología social, etc.
En efecto, ya se ha señalado con anterioridad la influencia que han tenido en su construcción teórica autores como Marx, Weber y Durkheim, para recordar los más significativos, y que muy sucintamente podemos distinguir: el aporte de Marx, en su concepción de la sociedad como un todo estructurado en clases sociales que se encuentran en lucha; el de Weber, en su distinción entre el mundo social objetivo y el mundo social representado y el reconocimiento de la dimensión simbólica como uno de los estructurantes de la sociedad en clases sociales, transformando el tema de la conciencia de clase (de Marx) en un problema político y de acción política y de lucha cultural (que recepta aportes de Gramsci); y finalmente, el aporte de Durkheim a su concepción del proceso de diferenciación social, institucionalización, proceso instituyente y de lo instituido como ficciones sociales creadas colectivamente. 

En segundo lugar, al ser la realidad social, según Bourdieu, "objetiva y subjetiva a la vez", decantada en los cuerpo y en las cosas, permite considerar conjuntamente los dos paradigmas vigentes en las ciencias sociales: el objetivista que suelen privilegiar ciertos sociólogos, para los que el mundo social se componen de objetos independientes de la conciencia del individuo y de la voluntad de los agentes, que son capaces de coaccionar sus prácticas y representaciones, y por otra parte, el subjetivismo preponderante en otras disciplinas sociales que privilegian aquellos que toman por objeto la percepción, las perspectivas, los punto de vista que los agentes tienen de esa realidad. 

Nos resta solamente efectuar una última consideración. 

La teoría de este autor es una construcción sistemática constituida por conceptos construidos por el investigador en función de un problema de investigación. Estos conceptos se construyen en una relación constante y sistemática con los datos, que le permite, a su vez, relacionar sistemáticamente los hechos. Por lo tanto los conceptos tienen "significado" dentro del sistema teórico que los articula, por lo cual son válidos como instrumentos de análisis en la medida que son considerados empíricamente de modo conjunto y dentro del sistema que les confiere sentido. 

El artículo sobre el L’esprit de famille está dedicado a analizar como "la familia", en tanto ficción nominal (categoría) deviene en grupo dotado de una identidad social, conocida y reconocida, esto es, se constituye en "cuerpo", que pone los límites dentro de los cuales la familia funciona como "campo". 

La construcción de un "espíritu de familia", del "sentimiento familiar" como principio afectivo de cohesión social es un principio construido socialmente que instituye el funcionamiento como "cuerpo" a un grupo que, de otro modo, tiende a funcionar como "campo". Gracias a este espíritu de familia que le permite constituirse en cuerpo, la familia cumple un rol determinante en el mantenimiento y reproducción del orden social, constituyéndose de este modo en una "ficción social bien fundada" y garantizada por el Estado. 

La familia como principio de construcción y evaluación social socialmente construido. 

En el discurso sobre la familia, lo que los agentes dicen de la familia, que los etnometodólogos califican cono ideología política, Bourdieu descubre un mandato social: el mandato de vivir en familia, el mandato de construcción del orden social estableciendo un agrupamiento en familias. 

¿Cuál es el contenido de este mandato? Tomando por base el análisis etnometodológico sobre el discurso familiar, Bourdieu distingue las siguientes propiedades: 

En primer lugar, se concibe a la familia "como una realidad trascendente a sus miembros, un personaje transpersonal dotado de una vida y un espíritu común y una visión particular del mundo". [5] 

En segundo lugar se considera a la familia como "un universo separado en donde sus integrantes están comprometidos a respetar y perpetuar las fronteras" que lo separan de los demás, "idealizando su interior como sagrado, sanctum, secreto de puertas cerradas sobre su intimidad, separado del exterior por la barrera simbólica del umbral,lugar secreto de asuntos privados", privado en tanto propio y oculto a lo público, oculto a la mirada del extraño. [6] 

En tercer lugar, agrega Bourdieu , el significado de morada:lugar estable donde vive la familia, asociado al de "maisonne: casa y todo lo que ella contiene como conjunto indefinidamente transmisible. 

De esta manera concebimos la familia como agente activo, como sujeto de prácticas sociales, como sujeto capaz de pensar, capaz de sentimientos y acción, lugar secreto y sagrado y base de la transmisión patrimonial entre las generaciones.
Como mandato social, implica una serie de prescripciones normativas relativas a la buena manera de vivir las relaciones domésticas: la familia debe ser el lugar donde está suspendidas las leyes del mundo económico ya que es el lugar de la confianza y de los regalos (por oposición a mercado e intercambio económico), la familia debe representar la refutación del espíritu de cálculo, del interés económico (que requiere la equivalencia en el intercambio); la familia debe ser el lugar de los afectos y la confianza. 

Como toda categoría la familia además de ser principio de construcción es principio de evaluación de la realidad social.En este sentido la familia se erige en modelo universal para evaluar todas las relaciones sociales, por oposición o cercanía, como por ejemplo cuando calificamos una relación de "fraternal" estamos significando que en dicha relación está suprimido el sexo y todo interés económico, como una relación entre hermanos. 

Pero además, este principio de construcción social está, él mismo, socialmente construido y compartido. 

Sostiene Bourdieu que "la familia normal" es un principio de visión y de división común, ya que está en todos nuestros espíritus porque "él nos es inculcado a través de un trabajo de socialización que opera en un universo que él mismo está organizado según la división en familias". [7] 

Por el proceso de socialización, las estructuras objetivas son incorporadas a la psiquis como estructuras subjetivas, esto es, como principio constitutivos de nuestros habitus, como estructura mental, que al ser producto de la estructura objetiva se incorpora como estructura estructurada dispuesta a funcionar como estructura estructurante de nuestras prácticas (mas próxima al inconsciente que a la conciencia. Por eso está presente en todos los cerebros como "ley tácita de la percepción y de las prácticas" [8], "como principio generador de prácticas y representaciones".

La familia normal es un principio de construcción "inmanente al individuo (en tanto colectivo incorporado) y transcendente en relación a ellos puesto que se encuentra bajo la forma de la objetividad dentro de todos los otros, esto es trascendental en el sentido de Kant, porque al estar inmanente en los hábitus, se impone como trascendente", y agrega "Este es el fundamento de la ontología especial de grupos sociales (familias, etnias, naciones): inscritas a la vez en la objetividad de las estructuras sociales y en la subjetividad de las estructuras mentales, objetivamente orquestadas, ellas se presentan con la opacidad y la resistencia de las cosas a pesar de que son el producto de actos de construcción". [9] 

Esta orquestación objetiva es la que funda la creencia de que la familia es lo más natural y universal de la experiencia humana. Esta "naturalización de la familia" oculta lo que tiene de creación arbitraria. 

La familia como "cuerpo" y como "campo" 

¿Por qué la familia a pesar de ser una creación arbitraria que no tiene más fundamento que la creación social nos parece la más natural de las categorías sociales y nos proporciona el modelo de todos los cuerpos sociales? 

Porque ella se incorpora como habitus en el "seno mismo de una familia como ficción social realizada. 

¿Cómo la familia en tanto ficción nominal deviene grupo real ? 

Su hipótesis es que por un verdadero trabajo de institución la familia se constituye en grupo real, integrado y dotado de una identidad social conocida y reconocida. 

El trabajo de institución consiste en un trabajo ritual y técnico que instituye los sentimientos, en cada uno de sus miembros,que aseguren la integración. Transforma a los miembros en "integrantes" de una unidad, hace nacer la unidad, la integra y la corporiza. La familia como cuerpo es un grupo integrado en un "nosotros" capaz de pensar y actuar en función de ese "nosotros". Este sentimiento de ser integrantes es la condición para que se efectivice la integración y se presente a los demás como unidad dotada de una identidad conocida y reconocida. 

Las técnicas y rituales que componen este trabajo de institución viabilizan el mandato integrador, cierran al agrupo hacia adentro y lo presentan como unidad frente a los demás.(Se puede consultar Qué es hablar? de P. Bourdieu para una mejor comprensión de los ritos instituyentes).

Estas técnicas y rituales están presentes desde el momento mismo de la creación del grupo como cuerpo: casamiento, imposición de un nombre de familia, y se prolonga durante toda su existencia en celebraciones que consolidan la unidad familiar (que solemos eternizar en fotografías que conmemoran las celebraciones) 

Este trabajo instituyente produce los "afectos obligados y las obligaciones afectivas" que nos sacan de nuestra disposición a actuar como individuos separados, incorporando en nosotros una disposición a actuar para el grupo, a través del mantenimiento del sentimiento familiar: el mandato de amor conyugal, amor filial, amor maternal, amor fraternal, obligación de amar que se transforma por este trabajo simbólico y práctico en "disposición amante", y dota a cada uno de los miembros del "espíritu de familia" generador de afectos, sacrificios, generosidad y solidaridad. 

[10]Este principio está en la base de miles de actos cotidianos como atenciones, servicios, visitas, regalos y gentilezas que afectan principalmente a las mujeres quienes son las encargadas de mantener las relaciones por medio de intercambios rituales, 

Este "espíritu de familia" es el precio que hay que pagar para que la familia funcione como cuerpo, es principio de cohesión, de adhesión vital al grupo familiar. 

La institución familia se materializa así en grupos reales, se objetiviza en grupos dotados de una identidad social conocida y reconocida 

La creencia en su existencia es así creada y renovada mediante ritos y técnicas instituyentes. 

Este trabajo instituyente pone los límites de funcionamiento como "campo" al grupo familiar. La naturalización de la arbitrariedad social encubre el funcionamiento como "campo" de esto grupo social.En tanto campo la familia es un complejo interrelacionado de posiciones sociales que luchan, y donde la estructura del campo es un estado de esas relaciones de fuerza en el tiempo. Estas relaciones de fuerza física, económica, y sobre todo simbólica están ligadas al volumen y a la estructura del capital poseído por los diferentes miembros y a sus luchas por conservar o transformar esas relaciones de fuerza. 

No todos los miembros internalizan del mismo modo la disposición a actuar como unidad, a conformarse con la visión dominante, por ello debe contarse siempre con el potencial de ruptura que tiene la familia funcionando como campo. 

La dominación masculina orienta hacia la lógica de cuerpo, considerando Bourdieu que la integración sea probablemente un efecto de la dominación.De este modo, si bien la madre es en general la responsable de los rituales de integración provocando en sus miembros una afinidad de hábitus, la dominación masculina impone los límites a las luchas del campo doméstico. Este reforzamiento de la dominación masculina contribuye al funcionamiento como cuerpo de la familia. 

La familia como agente de prácticas sociales y como reproductora del orden social
Garantizada su existencia como cuerpo, la familia se constituye así en sujeto de prácticas sociales, y de este modo se transforma en un elemento indispensable en la reproducción del orden social, no sólo en relación a la reproducción biológica de la sociedad, sino fundamentalmente en la reproducción social en general y en particular, en la reproducción del espacio social y de las relaciones sociales. 

La familia es el lugar por excelencia de la acumulación de capital de diferentes especies y de la transmisión entre generaciones: "ella salvaguarda su unidad por la transmisión y para la transmisión a fin de poder transmitir y porque ella es la unidad de medida para transmitir. Ella es el sujeto principal de las estrategias de reproducción". [11] 

Esto es posible verificarlo en la transmisión del nombre de familia, el apellido, elemento principal del capital simbólico hereditario; la transmisión del patrimonio, elemento central del capital económico y simbólico. 

De este modo el grupo perpetúa o mejora o pierde su posición de clase, de acuerdo con el resultado de una gestión colectiva del capital familiar. La unidad familiar es la condición para una adecuación entre el interés egoísta que siempre amenaza con la dilapidación del capital poseído colectivamente por los miembros de la comunidad doméstica. 

De este modo, la familia bajo la definición de "familia legítima" es un privilegio instituido en norma universal. El trabajo de institucionalización universaliza la norma hace exigible la norma universalmente, sin tener en cuenta que las condiciones para acceder a lo que se exige, no son para nada universales. Este privilegio, es además un privilegio simbólico: el tener una "familia normal" da una ganancia simbólica de normalidad. Como toda consagración social, es una consagración de diferencias y así como todo lo sagrado tiene su profano, toda familia normal tiene como contrapartida la familia que no es normal que queda diferenciada negativamente. En todo grupo institucionalizado hay un grupo oculto. 

El Estado como instituyente de las categorías oficiales y de la vida familiar 

¿Quienes construyen las categorías oficiales como instituciones existentes con la objetividad del mundo social, bajo la forma de cuerpos sociales con espíritu socializado bajo la forma de principios clasificatorios? 

"Está claro, en efecto, que en las sociedades modernas el principal responsable de la construcción de categorías oficiales, según las cuales son estructuradas la población y los espíritus es el Estado, que a través de un trabajo de codificación combinando efectos económicos y sociales bien reales (como los subsidios familiares) viene a favorecer una cierta forma de organización familiar reforzando a quienes están en condiciones de conformarse a esta forma de organización y alentar por todos los medios, materiales y simbólicos el conformismo lógico y el conformismo moral como sistema de aprehensión y construcción del mundo, de la cual esta forma de organización, esta categoría es la clave". [12] 

Los magistrados, los funcionarios estatales, los jueces pero también los agentes sociales, los trabajadores sociales y los sociólogos contribuyen a reproducir el pensamiento estatal cuando procediendo acriticamente hacen uso de las categorías de sentido común. Bajo la apariencia de describir una realidad social prescriben e imponen un modo de existencia: la vida en familia. 

Los funcionarios, agentes sociales, demógrafos y sociólogos estas investidos para consagrar y trazar las diferencias. 

La división entre lo público y lo privado encubre, que lo público está presente en lo privado ya que lo privado mismo depende de acciones públicas. Por un largo trabajo de construcción jurídico-político concretado en leyes la familia moderna y lo que entendemos por ella depende para existir de acciones públicas. El Estado interviene a través de todas las cuestiones sobre "el estado civil", a través de la justicia no solo cuando resuelve cuestiones de familia sino cuando para adecuar la pena tiene en cuenta de indicadores en conformidad con la definición oficial de familia; a través de la acción política como la política de vivienda, etc. 

De este modo, concluye Bourdieu la familia es una ficción, un artefacto social, una ilusión de los sentidos en el sentido más ordinario del término, pero una ilusión bien fundada porque se produce y reproduce con la garantía del Estado, ella recibe del Estado los medios de asistencia y subsistencia.

Esto nos conduce a repensar la definición misma de familia, el punto de vista del estudioso que al tomar por base el discurso oficial contribuye a construir la realidad que pretende verificar. 

Notas 

[1] - Catalina Wainerman.:Vivir en Familia, Losada. 1994. Bs. As. Ed. Unicef.
 [2] - Jelin, E.: Vivir en familia. Ed. Unicef- Losada. 1994. Pag. 24 a 31
[3] - Estos temas pueden consultarse en la bibliografía editada en castellano de Bourdieu, P., que se señala al final del presente artículo.
[4] - Bourdieu, P: Espacio social y génesis de las clases. Pag. 306
[5] - Bourdieu, P: Op. cit. Pag. 136
[6] - Bourdieu, P:Op. cit. Pag. 136.
[7] - Bourdieu, P: Op. Cit.pag. 137).
[8] - Bourdieu, P: (pag. 137).
[9] - Bourdieu, P: (pag. 138).
[10] - Bourdieu, P: Op. cit. pág.140
[11] - Bourdieu, P: Op,cit.pág 140
[12] - Bourdieu, P: Op.cit. pag. 143-144

Bibliografía

BOURDIEU, Pierre: "Sociología y cultura" Ed. Grijalbo. México. 1990. (En especial los capítulos: "Algunas propiedades de los campos" y "Espacio social y génesis de las clases" )
BOURDIEU, Pierre: "La Distinción" Ed. Taurus. Madrid. 1988 (En especial los capítulos " El espacio social y sus transformaciones" y "El habitus y el espacio de los estilos de vida" )
BOURDIEU, Pierre: "Cosas Dichas" Ed. Gedisa. Bs. As. 1988. (El capítulo "Espacio social y poder simbólico" )
BOURDIEU, Pierre: "L'esprit de famille" Anexe "Raison pratique sur la theorie de l'action" Seuil - Paris. 1994.
GUTIERREZ, Alicia: "Pierre Bourdieu. Las prácticas sociales" Ed. Universitaria. U.N.Misiones - Dirección General de publicaciones. U.N.Cba. 1995.
JELIN, E., WAINERMAN y otros: "Vivir en familia" Ed. Losada. UNICEF. Bs. As. 1994.
WOOD, W y GROSS, N: "Sociology today" Traducción al castellano: S. Costa y E. Masullo. Cap. 5 y 7 "Sociología de la educación y de la familia". Ed. Paidós. Bs. As. 1977.
Fuente:  www.fices.unsl.edu.ar

VIOLENCIA SIMBÓLICA Y SISTEMA ESCOLAR EN BOURDIEU



VIOLENCIA SIMBÓLICA Y SISTEMA ESCOLAR EN BOURDIEU
Lucía Acosta Martín
lucacosmar@gmail.com
                                              
Resumen
Los análisis realizados por el sociólogo francés Pierre Bourdieu sobre la producción, el consumo y la circulación de los bienes simbólicos nos alerta sobre las desigualdades existentes en el sistema escolar. El éxito o fracaso de los niños en la escuela se encuentran determinados por los rasgos culturales heredados en cada seno familiar; además, esta situación se extiende a todas las demás esferas de la sociedad, siendo así que incluso la capacidad de los individuos para disfrutar y apreciar las obras de arte aparece como consecuencia de la acumulación de capital cultural por los mismos a través de una distribución social desigual que les dota de los mecanismos simbólicos necesarios para ello. Bourdieu destaca la importancia del capital simbólico, analizado con profundidad en sus trabajos sobre la Cabilia argelina y recogidos posteriormente en Esquisse d’une théorie de la pratique. Afirmaba entonces que las prácticas persiguen siempre una lógica económica. La reconversión del capital económico en capital simbólico tendría, así, por objeto, producir relaciones de dependencia económicas ocultas bajo la apariencia de relaciones morales, reconversión que se oficializará con la aparición del título escolar.
Tras los estudios de la Cabilia Bourdieu dispondrá de todo el material necesario para comenzar a dar forma a su Teoría de la Violencia Simbólica. Junto a Passeron declara que la violencia simbólica es el arma con mayor alcance en el mantenimiento del orden social. La describen como un tipo de violencia que consigue la sumisión de aquellos sobre los que se ejerce sin que éstos la perciban como tal violencia, y su ejercicio supone unos costes elevadísimos. El título escolar se presenta entonces como institución oficializada que sustituye a las anteriores relaciones de poder, anteriormente instauradas de tú a tú, implantando así la legitimación y perpetuación del orden social.

Palabras clave: Bourdieu, capital simbólico, violencia simbólica, habitus, campo, Teoría de la Práctica.



Abstract
Studies undertaken by French sociologist Pierre Bourdieu on the production, consumption and circulation of symbolic goods alert us to the inequalities that exist in the school system. Success or failure of children at primary school is found to be determined by inherited cultural characteristics in each family unit. This extends to all other areas of society including an individual’s ability to enjoy and appreciate works of art which is a consequence of accumulated cultural capital, distributed unevenly socially equipping them with the necessary symbolic mechanisms for their appreciation. Bourdieu emphasizes the importance of symbolic capital, analyzed it in depth in his works on the Algerian Cabilia and described later in Esquisse d’une théorie de la pratique. It states that these practices always pursue economic logic. Reconversion of economic capital into symbolic capital would thus aim to produce hidden economic relations of dependency under the appearance of moral relations, reconversion made official with academic qualifications.
After his studies of the Cabilia, Bourdieu will have all the necessary material to begin form to his Theory of Symbolic Violence. Alongside Passeron he declares that symbolic violence is the weapon with the greatest significance in maintaining social order. They describe it as a type of violence that obtains the submission of those on which it is exerted without being perceived as such. That’s how power relations are legitimized through academic qualifications, which were previously established as equals, thereby introducing the legitimation and perpetuation of social order.

Keywords: Bourdieu, symbolic capital, symbolic violence, habitus, field, Theory of Practice.


La Teoría de la violencia simbólica en la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu es el tema que va a ocupar la presente ponencia. En concreto, la aplicación  de dicha teoría a sus estudios sobre sociología de la educación. Lejos de exponer aquí toda la larga serie de trabajos realizados por el autor en el transcurso de su carrera académica, quisiera centrarme en aquellos más directamente relacionados con la problemática en torno a las desigualdades existentes en el sistema escolar. Y es que lejos de asumir el punto de vista de la teoría funcionalista de la igualdad de oportunidades en el seno educativo, Bourdieu alude más bien a un funcionalismo crítico que descubre otros factores decisivos a la hora de obtener buenos resultados académicos, factores tales como los sociales o los familiares[1]. No basta, entonces, con reducir las causas del éxito o fracaso escolares a factores individuales como el esfuerzo. Elementos como la clase social y el capital cultural heredados en el seno familiar, van a imponerse con fuerza constituyendo lo que Bourdieu planteará más tarde como los cimientos de la reproducción social de la cultura dominante.
El capital simbólico juega un papel crucial en la formulación de su teoría de la reproducción. Para un correcto tratamiento del término es necesario aludir por un momento a los tempranos estudios en torno a la Cabilia argelina. Es entonces cuando, a partir del caso práctico del contrato matrimonial -en el cual nos detendremos un momento- establece Bourdieu que las prácticas persiguen siempre una lógica económica. Afirma que la reconversión del capital económico en capital simbólico tiene como objeto producir relaciones de dependencia económica ocultas bajo la apariencia de relaciones morales. En los estudios que realiza destaca la importancia de la posesión, por parte de los intermediarios del contrato matrimonial, de capital simbólico, un capital que en este caso se traduce en prestigio y fama de desinteresados, de “hombres de buena fe”. Sólo con ese capital simbólico se llevará a buen término el contrato, siendo así necesario invertir grandes dosis de capital económico, cultural o social para obtener a cambio este tipo de capital intangible pero tremendamente efectivo. En Esquisse d’une théorie de la pratique (1972), traducido al español como Esbozo de una teoría de la práctica[2], así como en La Reproducción,[3] Bourdieu lleva a cabo un análisis detallado de estas cuestiones. Los hombres luchan y ponen en marcha una serie de estrategias para obtener la mayor cantidad posible de capital simbólico, pues con él, ya vemos, se asegura la buena marcha del contrato matrimonial. Pero obtener dicho capital conlleva, como decimos, todo un trabajo constante de inversión y exhibición de capital económico, social y cultural. Se trata de exhibirse públicamente como poseedores de los citados tipos de capital, pues en la sociedad Cabilia prevalece el “qué dirán”, la opinión general tiene el poder de enaltecer o humillar la reputación de sus habitantes, reputación que de resultar perjudicada puede llevar a la afrenta pública, considerada el peor de los castigos en una sociedad donde el control se ejerce por medio de la opinión. Este trabajo constante para reconvertir el capital económico en el capital simbólico que posibilite la plena inclusión en el sistema, no verá su fin hasta la aparición del título escolar, el cual, en tanto que instancia oficializada, concentra en sí mismo una importante carga de capital simbólico que hará de quienes lo posean ostentadores de prestigio por todos reconocido sin tener que invertir capital económico o promover determinadas estrategias incesantemente.
La escuela, entonces, como institución encargada de otorgar el título, va a ser una pieza fundamental en el sistema reproductor de la estructura social. Muy al contrario de aquellas teorías que defienden que la escuela enseña la cultura general de la sociedad, Bourdieu sostiene la idea de que se trata de una institución consagrada a la enseñanza de la cultura concreta del grupo o la clase dominante. Al enseñar una arbitrariedad cultural, esta institución se vuelve un instrumento de reproducción de la dominación, o lo que es lo mismo, la escuela ejerce violencia simbólica. Selecciona un sistema de prácticas sociales propias de una clase social determinada y presenta los valores y reglas propios de esa clase concreta como universales.
Es conveniente, antes de continuar, aclarar lo que el autor va a entender como violencia simbólica. Al igual que la violencia explícita o declarada, la violencia simbólica consigue retener indefinidamente al otro. Se trata de un tipo de violencia que resulta tan efectiva como la manifiesta pero que, sin embargo, resulta irreconocible, pasa desapercibida por aquellos sobre los que es ejercida. Hablamos, pues, de un tipo de violencia censurada y eufemizada, irreconocible aunque reconocida (acatada), pero perfectamente efectiva en la práctica. El paso de un tipo de violencia declarada o abierta a esta otra forma más solapada o velada es simple en sus principios. Y es que la manifestación abierta de la violencia, de la intención de dominio de uno sobre otro, se encuentra censurada socialmente, de tal suerte que la única forma en la que puede actuar sin ser reprobada es disfrazándose, enmascarándose, dejando de ser declarada para pasar a ser encubierta. Así pues, tenemos el paso de una violencia manifiesta a otra oculta e invisible cuyas posibilidades de éxito son infinitamente mayores, inversamente proporcionales, si se quiere, al rechazo y denuncia social de la primera. En Raisons pratiques Bourdieu la define como una “violencia que apoyándose en <<expectativas colectivas>>, creencias inculcadas socialmente, extorsiona y somete a los sujetos a sumisiones que no son percibidas como tales. Al igual que la teoría de la magia, la teoría de la violencia simbólica reposa sobe una teoría de la creencia o, mejor dicho, sobre una teoría de la producción de la creencia, del trabajo de socialización necesario para producir a agentes dotados de esquemas de percepción y de apreciación que son los que permiten percibir y obedecer las conminaciones inscritas en una situación o en un discurso”.[4]
En los estudios realizados junto a Jean Claude Passeron[5], Bourdieu va a declarar que la violencia simbólica constituye el arma con mayor alcance en el mantenimiento del orden social. Los autores la definen como un tipo de violencia que consigue la sumisión de aquellos sobre los que se ejerce sin que éstos la perciban como tal violencia. Su realización tiene lugar sobre los agentes con el consentimiento de éstos, un consentimiento inconsciente, ya que obra sobre ellos con su propio beneplácito. Es así como los actores sociales pasan a ser cómplices de la situación de subordinación en la que se encuentran. Al tratar de justificar su propia existencia social, favorecen el ejercicio de la violencia simbólica. Bourdieu lo ejemplifica con la carrera por la obtención del título, donde los agentes entran a formar parte en la competición por el título escolar sin percatarse de que se trata de un juego puesto en marcha por el mismo sistema de dominación que persigue su propio mantenimiento, reproducción y perpetuación. Así las cosas, las relaciones de poder que antes se instauraban entre personas (de tú a tú), pasan, a través de un proceso de oficialización y de institucionalización, a instaurarse en la objetividad misma, esto es, en el título.
La violencia simbólica no hace referencia a una violencia psicológica en oposición a un tipo de violencia física. Se trata más bien de una violencia que afecta igualmente al cuerpo, que va dirigida hacia éste. Su característica principal es la invisibilidad que la hacer ser acatada sin más; al no ser reconocida como violencia, la acción que ejerce pasa desapercibida y, así, legitimada. Podemos decir entonces que la institución escolar ejerce violencia, propiciando el éxito de unos y dando al traste con el de otros. Y la forma en que lo hace es implícita, si bien ya no lo hace mediante la violencia explícita, la violencia física propiamente dicha. Tiene lugar en la Escuela un difícil proceso por el que esa violencia explícita acaba metamorfoseándose en violencia simbólica, implícita, invisible pero igualmente contundente y efectiva. Un proceso costoso que exige mucho tiempo, trabajo y esfuerzo, pero que finalmente da sus frutos manteniendo a los dominados o clases sociales desaventajadas en esa posición inferior como por arte de magia. Los de arriba continuarán arriba dejando a los de abajo donde están y todo aceptado como un orden natural.
Lo que esta constatación pone de manifiesto es que el fin de la violencia en la escuela predicado por los seguidores de la Nueva Pedagogía anti-autoritarista aún está muy lejos. Y es que hablamos de que el éxito o fracaso de los niños en el ámbito escolar no depende exclusivamente de las capacidades intelectuales y de mérito, sino de la posesión o no, de partida, de un capital simbólico heredado. La promulgada igualdad formal encierra grandes dosis de violencia difícilmente perceptible al encontrarse naturalizada bajo la forma de un saber objetivo.
La Escuela es, dice Bourdieu, la Institución por excelencia encargada de la internalización de la historia colectiva o historia oficial, historia ésta que ha sido conformada en última instancia por un conjunto de supuestas verdades o de dogmas filosóficos que habrían pasado a formar parte de la sociedad a través de creencias culturales fuertemente arraigadas. En efecto, Bourdieu achaca a la tradición filosófica el haber impuesto una serie de mitos que han provocado la aparición de dicotomías sociales que han acabado por dividir el mundo en dos: blanco/negro, arriba/abajo, luz/oscuridad… otorgando significación positiva los primeros y negativa los segundos, y que vendrían a asegurar la perpetuación de las desigualdades sociales: ricos/pobres, inteligentes/no inteligentes, aptos/no aptos, dominantes/dominados.... Lo que el autor califica de ficciones de la tradición filosófica aparece entonces como la causa de la legitimación de la dominación. Y es en la Escuela, dice Bourdieu, donde el proceso de internalización de esa historia colectiva, oficial, basada en esas “verdades” que dividen el mundo, alcanza su mayor eficacia.

RACISMO DE LA INTELIGENCIA
Entra en juego el arma más contundente cuando de ejercer violencia se trata: la razón. Ésta, al servicio del poder, constituye el mayor y más eficaz instrumento de dominación. Su contundencia procede precisamente del hecho de que se manifiesta como capital simbólico. El poder ejercido por medio de la racionalidad es, dice Bourdieu, la forma suprema de la violencia simbólica. En la escuela podemos ver claramente cómo el mito del <<don natural>> y el racismo de la inteligencia funcionan veladamente como ejes activos puestos en marcha en nombre de la racionalidad y universalidad, ejes que van a determinar quiénes serán incluidos y quiénes excluidos del ámbito escolar, proceso por excelencia de selección que persigue la continuidad de la propia clase dominante. El fracaso escolar se relaciona directamente con la carencia de capacidades para el estudio y más concretamente con la carencia de facultades intelectuales, la no inteligencia. Por el contrario, el éxito es sinónimo de inteligencia. No cuentan las condiciones sociales de acceso al terreno académico, sólo importa cuáles sean los resultados.
En Cuestiones de sociología Bourdieu hace referencia al racismo de la inteligencia como uno de los tipos de racismo más imperceptibles. Por su invisibilidad pertenece al tipo de los desapercibidos, pero su efectividad es muy alta. Es, como señala Bourdieu, un racismo de la clase ostentadora de poder, o racismo pequeño burgués, que utiliza como método de reproducción la transmisión del capital cultural. Por medio de la naturalización de ese capital heredado las clases dominantes justifican su dominio. El título escolar entra en juego como una pieza fundamental a la hora de asegurar la inteligencia de esa clase dominante. Éste garantiza su superioridad, pues sólo los más capacitados pueden acceder a los títulos que funcionan como “garantía de inteligencia”. La misma clase dominante pone en marcha este mecanismo por  el cual se auto-justifica como superior. Concede títulos a los más privilegiados, que no son otros que ellos mismos. Este racismo se hace “irreconocible”, invisible o implícito, por medio de un proceso de eufemización, de atenuación a través de un discurso científico que lo justifica y fundamenta su poder. Y es que el discurso científico, además de ser el discurso dominante legitimado, encuentra su fundamento en la ciencia: “cuando la inteligencia es lo que legitima para gobernar, el gobierno se pretende fundamentado en la ciencia y en la competencia <<científica>> de los gobernantes”[6]. Privilegio de los estratos más altos de la sociedad, la ciencia legitima el ejercicio del poder de estas clases favorecidas relegando a la exclusión a los individuos de los estratos sociales más bajos. Los gobernantes serán, pues, quienes se encuentren entre las clases altas.

TEORÍA DE LA PRÁCTICA
Es el predominio del discurso teórico que rompe con la acción histórica el que impone la separación tajante entre la teoría y la práctica estableciendo una distancia insalvable entre ambos y dando al traste con toda posibilidad de realización de un racionalismo, dice Bourdieu, realista, esto es, acorde con la realidad práctica.
Bourdieu construye, así,  su teoría de la práctica para arrojar una nueva luz sobre la teoría de la acción.[7] Para ello partirá de los conceptos de habitus, campo y capital. El habitus hace referencia a las disposiciones fruto del condicionamiento social que se encuentra relacionado, a su vez, con la posición ocupada en el entramado social. Tal y como señala Véronique Mottier en su artículo “Masculine Domination. Gender and power in Bourdieu’s Writings”,[8] las prácticas sociales generan pensamientos, acciones y percepciones cuya libertad se encuentra limitada por aquellas condiciones históricas y sociales de su producción. De este modo, hablamos del habitus como de un sistema de disposiciones perdurables, de “estructuras estructuradas” y “estructuras estructurantes”. Los individuos ponen en juego estrategias profundamente arraigadas en la estructura buscando maximizar los bienes materiales y simbólicos. La interacción entre los habitus de los agentes y la relación que éstos mantengan con las diferentes formas de capital es lo que va a determinar el lugar que ocupen dentro de los diferentes campos. La manera en que Bourdieu entiende la sociedad es, pues, como un conjunto de campos semi- autónomos, como pueden ser el académico, el religioso o el de la producción cultural, regulados cada uno por unas leyes específicas, diferentes a las de los demás, en el que tienen lugar luchas por alcanzar el capital ya sea económico, cultural, social o simbólico. Los agentes actúan reproduciendo las reglas de cada campo. No obstante, Bourdieu niega que esto pueda volver previsibles las acciones de los mismos. Existe, dice, un espacio para la imprevisibilidad, para la incertidumbre. Y es la imposibilidad de conocer la reacción ante una acción concreta la que va a permitir a los agentes desarrollar, poner en práctica, sus propias estrategias. Esto es lo que denomina la imprevisibilidad relativa de respuestas posibles.[9]
Así pues, las disposiciones del habitus se encuentran encarnadas en los cuerpos concretos, situados, a su vez, en campos sociales específicos y temporales. Pero los sujetos de la concepción bourdieusiana, señala Mottier, no son ni agentes autónomos ni agentes determinados. En esta situación, los agentes son parcialmente cómplices de la dominación simbólica a la que se ven sometidos.
Bourdieu lleva a cabo un análisis de las relaciones existentes entre la estructura y la agencia donde las prácticas simbólicas adquieren una cada vez mayor relevancia para la comprensión del entramado social. Trata de sobrepasar la oposición objetivismo/subjetivismo a través de una perspectiva praxeológica ofreciendo así una nueva caracterización de la teoría de la acción. Una estructura conceptual que pone de relieve importantes aspectos para abordar la dominación.
El autor va a confiar en el carácter científico de la sociología para desentrañar la compleja red de relaciones del mundo social, donde la lógica del poder ocupa, como vemos, un lugar destacado. La sociología tiene según él la capacidad de desnaturalizar las desigualdades, de indagar en el origen de éstas destapando una realidad marcada por la imposición de una cultura concreta, de unos valores y parámetros sociales determinados sobre el resto, con la consecuente dosis de violencia que esto supone. La cultura que ostenta el poder se impone sobre las demás culturas acallando cualquier sospecha mediante el proceso de naturalización de las desigualdades consecuentes de esa imposición. Así pues, la tarea primordial de la sociología será la de esclarecer las relaciones sociales, tratar de dilucidar cómo funcionan las relaciones de dominio para poder derribarlas, acceder al conocimiento de la sociedad con el objetivo de desnaturalizar las injusticias que se suponen inevitables cuando en realidad son el producto de un proceso histórico determinado y, sobre todo, interrogarse a sí misma, lo que el autor denomina el socioanálisis. Éste consiste, entonces, en que el sociólogo o investigador que va a investigar el mundo social debe comenzar por investigarse a sí mismo, preguntarse cómo construye el objeto que estudia y preguntarse también sobre el lugar que ocupa tanto en el campo académico como en el campo social de los que procede, puesto que ambos son claves en la visión que va a adoptar a la hora de analizar cualesquiera sociedades.
Frente al dualismo objetivismo/subjetivismo Bourdieu propone, así, como método de análisis una teoría que sintetice ambas posturas. No considera que se trate de teorías tan opuestas, ambas participan de una fuerte dosis intelectualista que impide ver la situación real y que sustenta los mitos que garantizan la dominación. Mantener semejante distinción no hace más que poner trabas al trabajo sociológico de derribar tales mitos y, por lo tanto, impedir el conocimiento de la sociedad. Bourdieu coge algo de ambas teorías, considera que hay algo en cada una de ellas que es aprovechable: existen estructuras objetivas que son las que organizan las prácticas y las representaciones sociales al margen de los agentes y, por otro lado, la subjetividad de esos agentes, sus esquemas de pensamiento y acción, son construidos socialmente. El agente, además, es activo, pues a través de sus prácticas construye el mundo social.
Asimismo son centrales en Bourdieu las dimensiones relacional e histórica. Concibe la realidad social como un entramado de relaciones objetivas invisibles e independientes de la conciencia y la voluntad de los agentes. Y se distancia del estructuralismo al entender que son las luchas históricas las que han hecho que los agentes ocupen las diferentes posiciones dentro de cada uno de los campos, luchas históricas que se hallan inscritas en los cuerpos y que forman parte del habitus de los agentes. Bourdieu no concibe la sociología separada de la historia y viceversa, ambas han de ir unidas.
Bourdieu va a conceder, así, especial relevancia a la investigación empírica. No concibe una investigación sin un contenido empírico. Y aspira a la construcción de una sociología científica que no deje de lado cuáles son aquellas condiciones sociales en las que se produce el conocimiento. El investigador ha de tener en cuenta que sus análisis van a estar condicionados por factores tales como su origen: la clase social de la que procede, el sexo o la etnia a los que pertenece, etc.; el puesto que ocupa dentro del campo académico concreto en el que se sitúa; y, además, cuáles son las categorías que utiliza para pensar la realidad, fundamentales a la hora de determinar su grado de imparcialidad ante según qué cuestiones. Todo esto permitirá un análisis atento que aspire a desvelar las desigualdades que permanecen ocultas en la sociedad, esto es, las condiciones históricas que son las que permiten al grupo dominante establecer sus intereses como si fuesen los intereses generales o universales de la razón. Es así que  hablar de universales, ya sea éticos, políticos, estéticos o de otro tipo es hablar de conquistas históricas que han visto la luz tras numerosas luchas y conflictos entre los seres humanos y no de estructuras universales, absolutas y atemporales. De lo que se trata, entonces, es de que de las conquistas históricas se beneficien todos los seres humanos y no sólo unos cuántos privilegiados que ostentan el poder.

BIBLIOGRAFÍA

BOURDIEU, P. (2000): Cuestiones de sociología, Istmo, Madrid.
BOURDIEU, P (1980): Le sens pratique, Éditions de Minuit, Paris.
BOURDIEU, P. (1979): La distinction, critique sociale du judgement, Les éditions de Minuit, Paris.
BOURDIEU, P., PASSERON, J.C (1970) : La reproduction, Éditions de Minuit, Paris.
FLACHSLAND, C. (2003): Pierre Bourdieu y el capital simbólico, Campo de Ideas, Madrid.
MOTTIER, V. (2002): <<Masculine domination. Gender and power in Bourdieu’s writings>>, Feminist Theory, vol. 3(3): 345-359.
VÁZQUEZ GARCÍA, F. (2002) : Pierre Bourdieu. La sociología como crítica de la razón, Montesinos.


[1] Bourdieu, P, Passeron, J. C (1985): Les héritiers, les étudiants et la culture, Éditions de Minuit, Paris.
[2] Bourdieu, P (1972): Esquisse d’une théorie de la pratique, Éditions du Seuil, Paris.
[3] Bourdieu, P, Passeron, J. C (1970): La reproduction, éléments pour une théorie du système d’enseignement, Éditions de Minuit, Paris.
[4] Bourdieu, P (1994): Raisons pratiques, sur la théorie de l’action, Éditions du Seuil, Paris, p. 188.
[5] Bourdieu, P, Passeron, J. C (1970): La reproduction, éléments pour une théorie du système d’enseignement, Éditions de Minuit, Paris.
[6] Bourdieu, P. (2000): Cuestiones de sociología, Istmo, Madrid, p. 263.
[7] Bourdieu, P (1977): Outline of a Theory of Practice, Cambridge University Press.
Bourdieu, P (1990): The logic of Practice, Cambridge University Press.
[8] Mottier, V (2002), “Masculine Domination. Gender and power in Bourdieu’s Writings”, Feminist Theory, vol. 3(3): 345-359.
[9] La Sociología bourdieusiana ha sido frecuentemente criticada de determinista. Según esta postura, los sujetos están abocados a poner en práctica aquello que dicta su habitus. No obstante, Bourdieu afirma lo contrario: a pesar de lo que dicta nuestro habitus, los actores sociales podemos modificar las estructuras. Hay, pues, lugar para lo nuevo, idea de originalidad.