Capítulo 5
La evaluación auténtica centrada en el desempeño: Una alternativa para evaluar el aprendizaje y la enseñanza
Díaz Barriga, Frida. (2005). Enseñanza
situada: Vínculo entre la escuela y
la vida. México: McGraw Hill
Las
“cosas” que se evalúan son útiles como soportes dinámicos para la reflexión y
la acción, más que como productos estáticos con valor por sí mismos
Linda Darling-Hammond
En
los capítulos precedentes vimos que,
desde el punto de vista de las
perspectivas experiencial y situada, es crucial que los educandos aprendan al participar en el mismo
tipo de actividades que realizan los expertos en diferentes campos del conocimiento,
así como en situaciones lo más reales y cercanas
posible a las que enfrentarán en la vida y para las cuales
tienen que desarrollar competencias
sociofuncionales y profesionales apropiadas.
Asimismo, se argumentó que la realización de
proyectos, la resolución de problemas,
el análisis de casos y el aprendizaje basado en el servicio
son metodologías con un gran
potencial siempre y cuando aborden
de manera estratégica cuestiones reales,
de verdadera relevancia social,
académica y práctica para el alumno.
A lo largo de estos capítulos se exploró la necesidad de un cambio de visión no sólo en la enseñanza y el aprendizaje, sino también en la evaluación de ambos procesos. Es por ello que en este capítulo se revisará una perspectiva
que resulta acorde
con los postulados de
los enfoques experiencial
y situado: la evaluación auténtica.
5.1 Hacia una evaluación auténtica de aprendizajes situados
Como bien sabemos, la aproximación
constructivista plantea que no
debe haber una ruptura ni un desfase entre los episodios
de enseñanza y los de evaluación. Una de las principales críticas posibles a la evaluación que por lo común se realiza en las instituciones educativas es que no hay
congruencia entre evaluación y enseñanza, es decir, se enseña una cosa y se
evalúa otra. En alguna medida, éste
sería uno de los peligros de adoptar los enfoques revisados a lo largo
de este libro, al dejar sin modificación la forma en que se
piensa y se practica la evaluación. Por ejemplo,
supongamos que el docente adopta en su clase la enseñanza
basada en la realización de proyectos de indagación científica con equipos de trabajo
cooperativo, pero, en el momento de evaluar, se circunscribe a calificar el reporte
escrito en términos de su presentación y ajuste a los rubros del
protocolo convencional, y otorga a todos los integrantes la misma calificación sin distinción ninguna
y deja de lado cuestiones como el proceso de grupo y la cooperación, la adquisición de competencias comunicativas orales y escritas, las habilidades metodológicas requeridas para la realización de la investigación, e incluso los que serían los aprendizajes meta en este caso:
el razonamiento científico, la rigurosidad en la investigación, y la creatividad o curiosidad
científica en la conducción del
experimento.
En la perspectiva
situada, la enseñanza se organiza en torno a actividades auténticas,
y la evaluación requiere guardar
congruencia con ellas,
de tal manera que también exista
una evaluación auténtica. La premisa
central de una evaluación auténtica es que hay que evaluar aprendizajes contextualizados (Díaz Barriga y Hernández, 2002). En palabras de Herman, Aschbacher
y Winters (1992, p. 2), este
tipo de evaluación se caracteriza por “demandar que los aprendices resuelvan activamente tareas complejas y auténticas mientras usan sus conocimientos previos, el aprendizaje reciente y
las habilidades relevantes para la
solución de problemas reales”. Por lo anterior,
la evaluación auténtica se enfoca en el desempeño del aprendiz e incluye una diversidad de estrategias de instrucción-evaluación
no sólo holistas, sino rigurosas.
La evaluación centrada en el
desempeño demanda a los estudiantes demostrar
que poseen ciertas
conductas o habilidades en situaciones de prueba ex profeso. La evaluación auténtica va un paso más allá en el sentido de que destaca
la importancia de la aplicación
de la habilidad en el contexto de una situación de la vida real. Recordemos, no obstante,
que “situación de la vida real” no se refiere
tan sólo a “saber hacer algo
en la calle, fuera de la escuela”; más bien se refiere a mostrar un desempeño significativo en el mundo real,
en situaciones y escenarios que
permitan capturar la riqueza
de lo que los alumnos
han logrado comprender, solucionar o intervenir en relación con asuntos de verdadera pertinencia y trascendencia tanto
personal como social. Así, encontramos ejemplos de evaluaciones auténticas
en el seno de una comunidad educativa:
la demostración del proyecto realizado por los estudiantes
en una feria de las ciencias, en una presentación
artística, en una colección de trabajos integrada en un portafolios, en la ejecución
en un recital de danza,
música o teatro, en la participación en debates sobre asuntos sociales
o en la presentación de escritos originales
(Arends, 2004). Pero al mismo tiempo encontramos otros ejemplos referidos a las prácticas
auténticas de intervención o investigación que se realizan in situ, es
decir, en talleres
profesionales de diseño
o arquitectura, en
centros comunitarios de atención a
adultos mayores, en clínicas de salud mental,
en hospitales, empresas, despachos contables y
jurídicos, etc., en los cuales
los alumnos desarrollaron o perfeccionaron las competencias propias
de dicha comunidad de
práctica profesional. El Cuadro 5.1 muestra
una comparación entre los tipos
de evaluación del aprendizaje más comunes entre los
docentes (Airasian, 2001, p. 230).
Cuadro 5.1 Comparación de varios
tipos de evaluación del aprendizaje
Tipos
Dimensiones
|
Pruebas
objetivas
|
Preguntas
orales
|
Pruebas de ensayo
|
Evaluaciones centradas en el
desempeño o ejecución
|
Propósito
|
Obtener una
muestra del conocimiento logrado con un máximo de eficencia y confiabilidad.
|
Evaluar el
conocimiento durante la instrucción
misma.
|
Evaluar las
habilidades de pensamiento
y/o el dominio alcanzado en la organización, estructuración
|
Evaluar la
habilidad de
trasladar el conocimiento y
la comprensión a la acción.
|
o
composición
de un cuerpo
determinado de conocimiento.
|
||||
Respuesta del alumno
|
Leer, recordar,
seleccionar.
|
Responder
oralmente.
|
Organizar,
componer.
|
Planear,
construir y proporcionar una respuesta
original.
|
Ventaja
principal
|
Eficiencia: se
pueden administrar
muchos
reactivos por
unidad de tiempo de prueba.
|
Vincula la
evaluación a la
instrucción de manera sincrónica.
|
Puede medir
resultados
cognitivos complejos.
|
Proporciona
evidencia
abundante de la posesión de las habilidades de desempeño en cuestión.
|
Influencia
en el aprendizaje
|
Énfasis en el
recuerdo,
fomentan la
memorización;
aunque también
pueden
fomentar ciertas habilidades del pensamiento
si se construyen apropiadamente.
|
Estimulan la
participación
durante la instrucción;
proporcionan al docente realimentación
inmediata acerca de la
efectividad de la enseñanza.
|
Fomentan las habilidades de
pensamiento
y el desarrollo de habilidades de composición escrita.
|
Destacan el empleo del
conocimiento
y habilidades disponibles en
contextos de solución de problemas importantes.
|
La evaluación auténtica se considera alternativa en el sentido de que busca un
cambio en la cultura
de la evaluación imperante,
centrada en instrumentos estáticos de lápiz
y papel que exploran sólo la esfera del conocimiento declarativo, más que nada de tipo
factual. En congruencia con los postulados
del constructivismo,
una evaluación auténtica centrada en el desempeño busca evaluar lo que se hace, así como identificar el vínculo de coherencia entre lo conceptual
y lo
procedural, entender cómo ocurre el desempeño en un contexto y situación determinados,
o seguir el proceso de adquisición
y perfeccionamiento de determinados
saberes o formas de actuación. Asimismo,
implica un la autoevaluación
por parte del alumno, pues la meta es la promoción explícita de sus capacidades de autorregulación y reflexión sobre su propio aprendizaje. En este sentido es una evaluación de proceso y formativa, donde son prácticas relevantes la evaluación
mutua,
la
coevaluación y la autoevaluación (Díaz Barriga y Hernández, 2002).
Tal como sostuvimos en los capítulos
precedentes, sería
un error plantear que
la evaluación centrada en el desempeño es algo nuevo o que antes no se habían hecho ya
intentos por plantear lo que hoy llamamos evaluación alternativa y auténtica. Al respecto, Airasian (2001)
describe cinco dominios de evaluación del aprendizaje basados
en el desempeño, que desde su punto de vista se han empleado ampliamente en las escuelas desde mucho tiempo atrás:
• Habilidades de comunicación (ensayos escritos, presentaciones orales, seguimiento de instrucciones, pronunciación de un lenguaje extranjero, etcétera).
• Habilidades psicomotrices (manejo de instrumentos de dibujo geométrico, montaje
de equipo de laboratorio, disección
de una rana, etcétera).
• Actividades atléticas (cachar una pelota, saltar
una
valla, nadar
estilo crawl, etcétera)
• Adquisición-aplicación de conceptos (construir
circuitos abiertos y cerrados, identificar sustancias químicas
desconocidas, generalizar a partir de datos experimentales, etcétera).
• Habilidades afectivas
y sociales (compartir
juguetes o instrumentos para el trabajo
escolar, trabajar en grupos
cooperativos, mantener el autocontrol, etcétera).
Este autor considera
que los docentes están constantemente atentos a los
sentimientos, valores, actitudes o habilidades diversas
de sus estudiantes, y que llegan a “checar” si éstos
son satisfactorios en términos generales, al plasmar en los reportes de los estudiantes
valoraciones del tipo “trabaja arduamente”, “obedece
las reglas”, “coopera con sus compañeros”, o incluso disponen de formatos de observación y escalas de puntaje
para calificar ciertos desempeños
académicos.
No
obstante, a pesar del eventual reconocimiento por parte de los docentes de dominios como los anteriores, la evaluación
de éstos ha sido más bien asistemática, poco clara e imprecisa,
y sobre todo, ubicada en un segundo plano en comparación con las evaluaciones
objetivas centradas en información declarativa. Por otra parte, en nuestro medio educativo, las evaluaciones
centradas en el
desempeño, y sobre
todo las auténticas,
son poco frecuentes. Desde
nuestra perspectiva, el gran problema
que los ámbitos de desempeño
referidos plantean a los docentes es
qué evaluar y cómo, y sobre todo, cómo traducir
dicha evaluación en una calificación
adecuada y justa.
A nuestro
juicio, es hasta fechas recientes que se da una mayor atención a la evaluación alternativa, del desempeño y/o auténtica. Y esto es resultado no sólo de las
críticas e insatisfacción con las pruebas objetivas, sino por
el auge de la enseñanza que destaca la solución de problemas
o el pensamiento de alto nivel, y sobre todo, por la intención
renovada de desarrollar capacidades o competencias
complejas demostrables en “el mundo real”.
En la bibliografía reciente se reportan diversas estrategias para la evaluación auténtica centradas en el desempeño, entre otras: los portafolios, las pautas de observación y/o autoevaluación de
una ejecución, las pruebas situacionales,
los registros observacionales y anecdóticos,
los diarios de clase y las rúbricas o matrices
de valoración. Es interesante notar que para algunos
autores, los proyectos, el ABP y el análisis
de casos constituyen una suerte de binomio enseñanza-evaluación auténtica centrada en el desempeño, donde ambos
procesos son indisociables, pues, a la par que se enseña,
se evalúa formativamente y laevaluación en sí misma es una oportunidad de aprender mediante la realimentación y la
práctica correctiva. Hay que recalcar
que dichas estrategias e instrumentos no son fines en sí mismos y que pierden todo sentido si quedan
al margen del análisis de los contextos
y prácticas que posibilitaron
los aprendizajes.
Así, todas
las estrategias mencionadas tienen en común que su importancia
estriba en que permiten a los alumnos
practicar reflexivamente, pensar y aprender
significativamente. También
permiten explorar el aprendizaje de distintos tipos de
contenido, incluso el conceptual, procedimental
y estratégico, sin dejar de lado el componente
actitudinal. Y sobre todo, conducen a establecer el deseado vínculo de coherencia entre la instrucción y la evaluación en
distintos contextos de aplicación. Pero
estas estrategias serán auténticas
sólo en la medida que se conecte la experiencia educativa y la evaluación
con asuntos relevantes
de la vida real, es decir, si se vinculan la escuela con la vida.
En
la práctica suele darse el
uso combinado de una diversidad de estrategias de enseñanza y evaluación auténticas, las cuales no deben verse como opciones
únicas ni excluyentes. También es importante no perder de vista que un uso meramente
técnico de las mismas en contextos de evaluación –y de enseñanza-
por demás tradicionales aportará poco
en la
dirección de cambiar la cultura de la evaluación del aprendizaje en nuestros centros escolares. La
evaluación auténtica sólo tiene
sentido si representa una verdadera motivación
para el cambio: los estudiantes necesitan desarrollarse y sentirse capaces
en el mundo, dentro y fuera de la escuela, por lo que requieren trabajar cooperativamente en equipos, y esforzarse para alcanzar
metas grupales y sociales
en un ambiente de realimentación continua y autorreflexión (Díaz
Barriga, 2004a).
Por lo antes
dicho es que la resolución de pruebas de opción múltiple en donde el alumno
tiene ante todo que reconocer información declarativa o mostrar niveles de memorización o comprensión elementales resulta inapropiada para determinar el logro y
calidad de habilidades del más alto nivel
como las que se demandan hoy en día a los alumnos.
Sobre todo por la forma en que se diseñan, administran y emplean dichas pruebas.
Conforme avanzan en escolaridad, se pide
a niños y jóvenes que participen en la
realización de proyectos académicos
cada vez más complejos e interdisciplinarios, sustentados en conocimiento de punta, apoyados en multimedia y en nuevas tecnologías,
acompañados de reportes de
investigación y presentaciones
orales ante audiencias cada vez más informadas y críticas. Se espera que demuestren la capacidad
de ver múltiples puntos de
vista ante un problema, de sopesar afirmaciones conflictivas, y de argumentar y defender sus puntos de vista apoyados en evidencia válida y confiable. Pero ante
todo, hoy el ideal
pedagógico apunta a que estén facultados para participar de forma responsable en los asuntos éticos,
sociales y profesionales del mundo que les tocó vivir. Visto así, el asunto de la evaluación y las estrategias que la acompañan
no puede resolverse de forma aislada,
centrando el problema en el diseño o administración de instrumentos estáticos, valiosos sólo por su potencial técnico, por las facilidades en su
aplicación y calificación o por su
economía.
Ante
todo, debemos arribar a la comprensión
de las relaciones, propósitos y oportunidades
educativas que ofrecen
diversos contextos a los
educandos, y en ellos enmarcar las
evaluaciones. En esta dirección, retomamos
una cita de Darling-Hammond, Ancess y Falk, (1995, p. 18), donde se recoge el verdadero sentido de la evaluación -y enseñanza- auténtica y situada:
[…]
estas estrategias de evaluación están vivas y en constante evolución […] Es la
acción en torno a las evaluaciones –las
discusiones, reuniones, revisiones,
argumentos y oportunidades que permiten crear
continuamente nuevas direcciones a la enseñanza, el currículo, el aprendizaje y la evaluación- las que a fin de cuentas tienen consecuencias. Las cosas que se evalúan son útiles como
soportes dinámicos para la reflexión
y la acción, más que como productos estáticos con valor por sí
mismos.
Hay
que reconocer que las evaluaciones centradas
en el desempeño y las habilidades de alto nivel que pretenden un carácter situado y responden a un contexto y propósitos determinados
salen de la lógica de las evaluaciones estandarizadas, masivas o de gran escala. Tampoco satisfacen el ideal de la prueba masiva o “rápida y fácil” de administrar y calificar, donde el docente sólo aplica la plantilla de opciones correctas
y suma el puntaje para obtener la calificación final, o en el “mejor” de los casos ni
siquiera tiene que leer las evaluaciones de los alumnos porque se procesan por
computadora.
Es otra la filosofía de la
construcción y administración de las pruebas
de desempeño y de la evaluación auténtica.
Se considera de lo más valioso
el tiempo y esfuerzo
que los docentes dedican a
construir y administrar estas evaluaciones, y más
aún, la posibilidad de compartirlas
con los alumnos y de reflexionar
con ellos sobre los procesos
y resultados que dichas pruebas revelan con miras a replantear y mejorar la enseñanza misma. Por otro lado,
la construcción de instrumentos de
evaluación centrados en el desempeño
requiere tanto de los conocimientos de diseño técnico apropiados como de
la existencia de criterios claros, de
empleo riguroso y de una mirada
imparcial y ética por parte del profesor.
En atención
a lo anterior, algunos principios para el diseño de este tipo de
evaluaciones son los siguientes:
• El énfasis de este tipo
de evaluaciones debe residir en explorar
los aprendizajes que requieren habilidades cognitivas y ejecuciones complejas,
no el simple recuerdo de información
o la ejercitación rutinaria.
• Seleccionar o desarrollar tareas
auténticas que representen tanto el contenido
como las habilidades centrales en términos de los aprendizajes más importantes; de esta manera, conjugar la instrucción con la
evaluación.
• Proporcionar a los alumnos
los apoyos necesarios para que comprendan
y realicen la actividad,
así como para entender
las expectativas existentes en torno al nivel de logro esperado.
• Comunicar con claridad las expectativas de ejecución en términos de criterios
consensados con el grupo, mediante
los cuales se juzgará dicha ejecución,
y generar las condiciones y dispositivos
que permitan registrar el avance de
los alumnos.
• Incluir espacios
de reflexión en torno a los aprendizajes logrados, a la enseñanza
que los posibilitó y a los mecanismos
de evaluación que se emplearon;
recuperar dichas reflexiones como elementos
de realimentación y propuestas
para la mejora.
Para que la evaluación auténtica sea efectiva, se requiere que los criterios
y los estándares que se asocien
se vinculen directamente
al tipo y nivel de trabajo que pueden
desarrollar los alumnos. Ambos, criterios y estándares, tienen que ser claros, conocidos y no
arbitrarios.
Arends
(2004, p. 248) traduce lo anterior en la siguiente analogía: “Los estudiantes
que realizan tareas académicas tienen que saber cómo se va a juzgar su
propio trabajo, de la misma manera en que los clavadistas y
los gimnastas que compiten
en las olimpiadas saben
cómo se va a juzgar su ejecución”. Esta analogía es válida en el sentido de que a los deportistas se les evalúa en las
competencias mediante rúbricas de puntuación (scoring rubrics), que consisten en la ponderación de descripciones detalladas de cierto tipo de
ejecución. Los criterios son
explícitos y los niveles de ejecución o estándares
son precisos, de manera que los
jueces pueden juzgar apropiadamente el desempeño de cada participante.
Dichas rúbricas de puntuación se basan en la descripción del desempeño que tendría un atleta o ejecutante del más alto nivel dentro del área o especialidad deportiva que se evalúa.
Es importante notar dos cosas: la primera es que los participantes
conocen de antemano y muy bien los criterios y estándares con los que se les evalúa, y de hecho se entrenan concienzudamente para alcanzarlos. Tal entrenamiento
in situ suele incluir videograbaciones y otros ejemplos que muestran (y modelan) el desempeño del más alto nivel. En segundo lugar, más allá
de la existencia de la rúbrica de puntuación, lo que define en
último término la calificación del ejecutante
es la
decisión o juicio calificado
del propio juez o equipo
de jueces, quienes, en su calidad de expertos en la materia en cuestión,
representan una “mirada” más que apropiada para valorar el desempeño y resolver las posibles controversias.
En este punto es conveniente preguntar: ¿qué hace a una evaluación en verdad
auténtica? Darling-Hammond,
Ancess y Falk (1995) plantean cuatro características:
1. Las evaluaciones auténticas están diseñadas para representar el desempeño real en
el campo en cuestión. Por ejemplo,
los alumnos escriben para audiencias reales, en vez de resolver una prueba
de ortografía o de responder
preguntas acerca de las reglas aplicables a la forma correcta de escribir.
Los alumnos conducen un experimento
científico en vez de reproducir de memoria las definiciones de determinados conceptos científicos. Es decir, las
tareas que permiten evaluar están contextualizadas, plantean al alumno desafíos intelectuales complejos que lo llevan a realizar un trabajo investigativo
propio y a emplear su conocimiento en tareas abiertas, poco estructuradas, de manera que
se hace indispensable
el desarrollo de habilidades metacognitivas y de solución de problemas. Al mismo tiempo, son tareas
con la suficiente
flexibilidad
para
dar
espacio a distintos estilos
de
aprendizaje, aptitudes e intereses, así como para identificar
fortalezas o talentos personales.
2. Los criterios de la evaluación permiten valorar los aspectos esenciales en distintos niveles, en vez de centrarse
en estándares rígidos
basados en una única respuesta correcta. Por otro lado, dichos
criterios se expresan abiertamente ante los sujetos de la evaluación, no se guardan en secreto
como en las pruebas centradas en conocimiento factual.
Así, conocer de antemano las tareas y los criterios
de evaluación y practicarlos con
antelación al episodio de evaluación, en vez de considerarse una
forma
de “hacer trampa”, es algo valioso y
deseable.
3. La autoevaluación representa un papel muy importante
en las tareas de evaluación
auténtica; su meta principal
es ayudar a los estudiantes a desarrollar
la capacidad de evaluar su propio trabajo al contrastarlo
con estándares públicos y consensados, al poder revisar, modificar
y redirigir su aprendizaje. Por
consiguiente, el concepto de progreso académico, entendido como el refinamiento y mejora de lo aprendido,
constituye la base del trabajo autodirigido y automotivado.
4. Puesto que la construcción del conocimiento se entiende como una empresa humana de interés para la sociedad, en una
evaluación auténtica se espera que lo que los alumnos aprendieron y generaron se comparta y discuta públicamente en la comunidad de aprendizaje
pertinente.
La
evaluación auténtica centrada en el desempeño resulta una opción excelente para
valorar las llamadas competencias, sean de índole académica, sociofuncional o profesional, según la acepción que da Perrenoud
al término, tal como se planteó
en el segundo capítulo de este libro. Asimismo, la evaluación
auténtica focaliza la evaluación de la calidad de la ejecución, recurso por lo general de
evaluación cualitativa, aunque, como veremos
más
adelante, no está reñida con la
cuantificación que conduce a obtener
una calificación numérica.
Algunas ventajas y alcances de
este tipo de evaluación son los
siguientes:
• Permite confrontar con “criterios del mundo real” el aprendizaje en relación con cuestiones como manejo y solución de
problemas intelectuales y sociales; roles desempeñados; situaciones diversas; actitudes y valores mostrados; formas de interacción y cooperación
entre participantes;
habilidades profesionales o académicas
adquiridas o perfeccionadas.
• Permite mostrar y compartir modelos de “trabajo
de excelencia” que ejemplifican los estándares deseados.
• Conduce a
“transparentar” y aplicar consistentemente los criterios desarrollados por el docente y obtener
consenso con los alumnos, con otros docentes e incluso con los
padres u otros participantes en la experiencia
educativa.
• Amplía las oportunidades en el currículo
y la instrucción de supervisar, autoevaluar y perfeccionar
el propio trabajo.
• No se reduce a la “aplicación y calificación de pruebas”, sino que consiste en una
evaluación en sentido amplio, pues ofrece oportunidades variadas y múltiples de
exponer y documentar lo aprendido,
así como de buscar opciones para mejorar el
desempeño mostrado por los alumnos (y los docentes).
• Desarrolla en los alumnos la autorregulación del aprendizaje,
les permite reflexionar
sobre sus fortalezas y deficiencias, así como fijar metas y áreas en las que tienen que recurrir a diversos apoyos.
• Proporciona una realimentación
genuina tanto a los alumnos sobre sus logros de
aprendizaje como a los profesores respecto de su enseñanza y de las
situaciones didácticas que plantean.
• Faculta
a los alumnos a actuar y a autoevaluarse de la manera en que tendrán que hacerlo en contextos situados
de la vida real.
Puesto
que es imposible incluir en un solo
capítulo la diversidad de
estrategias posibles para una evaluación auténtica centrada en el desempeño, destacaremos las rúbricas y los
portafolios, así como algunos
otros recursos de interés para la reflexión y autoevaluación
del alumno y el profesor.
5.2 Las rúbricas
Las rúbricas son guías o escalas de evaluación
donde se establecen niveles progresivos
de dominio o pericia
relativos al desempeño que una persona
muestra respecto de un proceso o producción determinada. Las rúbricas integran un amplio
rango de criterios que cualifican de modo
progresivo el tránsito de un desempeño
incipiente o novato al grado del experto. Son
escalas ordinales que destacan una
evaluación del desempeño centrada en aspectos
cualitativos, aunque es posible el establecimiento de puntuaciones numéricas. En todo caso, representan una evaluación
basada en un amplio rango de criterios más
que en una puntuación numérica única.
Son instrumentos de
evaluación auténtica sobre
todo porque sirven para medir el trabajo
de los alumnos de acuerdo con “criterios
de la vida real”. Implican una evaluación
progresiva, y el
ejercicio de la reflexión y autoevaluación (Díaz Barriga, 2004a) (ver Figura 5.1).
INSERTAR FIGURA 5.1 RÚBRICAS
De acuerdo
con Airasian (2001),
las rúbricas son estrategias que apoyan al docente
tanto en la evaluación como en la enseñanza
de actividades generativas, en la elaboración
de proyectos, la producción oral y escrita, así como en las investigaciones
y el trabajo práctico de los estudiantes. Resultan apropiadas no sólo en el campo del aprendizaje
científico, sino en la evaluación de procesos y
productos relacionados con arte, diseño e intervención profesional,
entre otras. En este
sentido, son estrategias
apropiadas para evaluar tareas
o
actividades
auténticas, en particular las referentes a procesos y
producciones ligadas con simulaciones
situadas y aprendizaje in situ. Así, una rúbrica es una
buena opción para evaluar un informe de laboratorio, un ensayo original, un prototipo o modelo,
una producción artística
o el análisis de una obra literaria; pero incluso más allá de
las producciones de los alumnos, permiten evaluar (y autoevaluar) los procesos
y las habilidades; por ejemplo, la manera en que se
resolvió un problema complejo y
abierto, el proceso de interacción cooperativa
al interior de un grupo de trabajo; las competencias
comunicativas de los alumnos cuando
realizan una exposición oral frente
a una audiencia o la calidad
en el manejo
de
medios audiovisuales e informáticos
en
un
proyecto
determinado.
Hay
que destacar que las rúbricas son
pertinentes para evaluar tareas que
no implican
respuestas correctas o incorrectas en el sentido tradicional del término, sino más bien aquéllas donde lo importante
es
decidir
el
grado en que
ciertos atributos están o no resentes en el desempeño del alumno. De esta manera, la rúbrica
necesariamente implica
un juicio de valor acerca de la calidad del trabajo realizado por los alumnos, y ante el problema de que dicho juicio conduzca a un
sesgo subjetivo es como se define y consensa
una pauta que orienta la evaluación. Dicha pauta
define los atributos y el grado en
que los atributos deseados están presentes en un rango de ejecución que establece
lo aceptable e inaceptable.
Ahumada (2003) emplea el término
"matrices de
valoración" para denominar a las
rúbricas, pues están construidas a partir de la intersección de dos dimensiones: los criterios
o indicadores de calidad (se enlistan en la columna a la izquierda en la matriz) y la
definición cualitativa y de manera progresiva de los mismos (columnas a la derecha). La escala ordenada así construida debe mostrar
una variación o gradación del rango
de desempeños posibles, desde los desempeños o ejecuciones más pobres o incipientes (desempeño
del novato) hasta los excelentes (desempeño
del experto).
A
manera de ilustración, en el Cuadro
5.2 se reproduce una rúbrica diseñada para la evaluación de las presentaciones orales realizadas en clase por estudiantes de bachillerato
(Pearson Education, 2002). Observe
que la valoración en este caso es
por completo cualitativa y considera
los niveles progresivos de desempeño amateur
> aceptable > admirable > excepcional. En la elaboración de los criterios de desempeño se consideraron
indicadores referentes al manejo del contenido, la coherencia y organización de la información presentada, la creatividad de la
presentación, los materiales empleados, las habilidades expositivas de
los alumnos, la respuesta de la
audiencia y la duración de la presentación.
En este caso se espera que los alumnos que realizan la presentación oral expongan
consistentemente una tesis o argumentación principal,
que la desarrollen y sustenten de modo apropiado, y ante todo, que logren entablar un proceso de comunicación
fluido, motivador y significativo con sus interlocutores. Así que,
de entrada, resulta evidente para todos
que será del todo inapropiada una presentación en la que el o los expositores se limiten a reproducir fragmentos literales de
textos académicos o información inconexa y sin sustento, o que no conduzca al empleo del discurso como un medio y producto
de la comunicación social.
Por
lo
anterior,
y
de
acuerdo
con
Montecinos
(2003), una
rúbrica responde las siguientes preguntas:
• ¿Qué aspectos caracterizan la ejecución de un especialista o experto?
• ¿Cuáles son las características que distinguen entre una ejecución excelente, buena, promedio y
deficiente?
Cuadro 5.2
Rúbrica para la evaluación de presentaciones
orales (Pearson Education,
2002).
Admirable
|
Aceptable
|
Amateur
|
|||
Excepcional
|
|||||
Contenido
|
Abundancia de material
claramente relacionado
con la tesis que se expone;
los puntos
principales se desarrollan con
claridad y toda
la evidencia da sustento a la tesis; empleo variado de materiales,
fuentes.
|
Información suficiente que se relaciona con la tesis expuesta; muchos
puntos están bien desarrollados, pero hay
un equilibrio irregular entre ellos
y poca variación.
|
Hay una gran
cantidad de información que no se conecta claramente con la tesis principal que se
expone.
|
La tesis o argumentación principal que
se expone no está clara. Se incluye información que no
da soporte de ninguna manera a dicha tesis.
|
|
Coherencia y
organización
|
La tesis se desarrolla
y especifica claramente; los ejemplos específicos
son apropiados y permiten
desarrollar la tesis; las conclusiones son
claras; muestra control del
contenido; la presentación
es fluida; se hacen
transiciones apropiadas;
es suscinta pero
no fragmentada; está bien organizada.
|
La mayor parte
de la información se presenta
en una secuencia
lógica; generalmente bien organizada, pero necesita mejorar las transiciones entre
las
ideas expuestas y entre los
medios empleados.
|
Los conceptos y
las ideas se encuentran estrechamente conectados; carece de transiciones claras;
el flujo de la información y la
organización aparecen fragmentados.
|
La presentación es fragmentada e
incoherente; no es fluida;
el desarrollo de la tesis central es vago; no aparece un orden lógico de
presentación.
|
|
Creatividad
|
Presentación de material
muy
original;
aprovecha
lo inesperado para lograr un avance superior;
captura la atención de la audiencia.
|
Hay algo de originalidad en
la presentación; variedad
y combinación apropiadas de
materiales y medios.
|
Poca o
ninguna variedad; el
material se presenta con poca
originalidad o
interpretación propia.
|
La presentación es repetitiva
con poca
o ninguna variación; empleo insuficiente de
medios y materiales.
|
|
Material
|
Empleo balanceado de materiales y multimedia;
se usan apropiadamente para desarrollar la tesis central expuesta; el empleo de medios es
variado y apropiado.
|
El empleo de multimedia
no es muy variado
y no se conecta bien con
la tesis.
|
Empleo desigual
de multimedia
y materiales; carece de una transición
suave de un medio
a otro; el empleo
de multimedia
no se vincula claramente
a la tesis.
|
Empleo pobre
o ausente de multimedia, o uso no
efectivo de ésta; desequilibro
en el empleo de materiales:
demasiado de alguno, no suficiente de otro.
|
|
Habilidades
expositivas
|
Articulación pausada, clara; volumen apropiado; ritmo constante; buena
postura;contacto visual; entusiasmo; seguridad.
|
Articulación clara pero
no pulida.
|
Se habla entre dientes, farfullando; poco
contacto visual;
ritmo irregular; poca o ninguna
expresividad.
|
Voz inaudible o muy alta;
no hay contacto visual; el ritmo de la
presentación es muy lento o muy
rápido; el expositor
(es) parece poco involucrado y es
monótono.
|
Respuesta de
la audiencia
|
Involucra a la
audiencia en
la presentación; se exponen los puntos principales
de manera creativa; mantiene todo el tiempo la atención
de la audiencia.
|
Presenta los hechos con algunos giros
interesantes; mantiene la atención de
la audiencia la mayor
parte del tiempo.
|
Algunos hechos
están relacionados, pero se sale del tema
y la audiencia se pierde; en su
mayoría, se presentan
hechos con poca o ninguna imaginación.
|
Presentación incoherente; la
audiencia pierde el interés
u podría no entender el
punto central de la presentación.
|
Duración
de la presentación
|
+/– dos minutos
del tiempo asignado.
|
+/– cuatro minutos del
tiempo asignado.
|
+/– seis minutos
del tiempo asignado.
|
Demasiado extensa o
demasiado breve; diez
o más minutos por arriba o por
abajo del tiempo asignado.
|
La rúbrica anterior
puede ser útil para el profesor
y sus alumnos en la evaluación de la presentación oral ante una audiencia de trabajos de investigación documental, de
análisis de textos
y materiales
literarios o científicos, así como
de
proyectos
muy diversos generados por los estudiantes, de propuestas para la intervención en determinados ámbitos, de resultados de trabajos de
discusión colaborativa al interior
de un equipo, entre otras producciones relevantes.
Otra competencia comunicativa de suma importancia es la que se refiere a la composición
escrita, relativa a situaciones donde se
solicita a los alumnos que desarrollen ensayos originales, análisis de documentos, narración de historias, reportes escritos de observaciones y experimentos, estudios biográficos, entre otros. Desafortunadamente en la literatura se reporta que tanto profesores como alumnos se centran,
tanto al redactar como al calificar una producción escrita, en los aspectos
gramaticales, ortográficos y en la presentación, y en mucho menor
medida
en juzgar el contenido, en términos de la calidad y originalidad de
las ideas que plasma
el alumno, en
los argumentos que ofrece,
en la coherencia y claridad de lo que escribe (Díaz Barriga y Hernández, 2002). Pero asimismo
encontramos algunos esfuerzos por establecer
criterios más amplios para evaluar una
competencia comunicativa de tal complejidad, algunos de los cuales proceden precisamente
del campo del diseño de rúbricas
que permiten modelar y evaluar la composición escrita. En el Cuadro 5.3 se encuentra una
rúbrica denominada Guía para la evaluación holista de la escritura, desarrollada
por
el
Departamento
de
Educación
de
Frankfort,
Kentucky
(en
Arends, 2004, p. 273). Conviene hacer notar las variaciones en el
formato de la misma en
relación con la rúbrica anterior sobre presentaciones
orales, aunque en ambos casos está presente la definición de
criterios de evaluación y el
desarrollo de niveles de desempeño.
Cuadro 5.3 Guía para la
evaluación holista de la escritura (Arends, 2004).
Criterios de
calificación
|
Niveles de desempeño
|
Propósito/Audiencia
El grado en
que el escritor:
• Establece y mantiene un propósito
• Se comunica
con la audiencia
• Emplea
un tono apropiado
Desarrollo de
las ideas/Estructura
El grado en que
el escritor proporciona una
estructura detallada y bien pensada que le permite el desarrollo de
las ideas principales contenidas
en el escrito
Organización
Grado en que
el escritor demuestra:
• Un orden lógico
• Coherencia
• Transiciones/señales de organización
Oraciones
El grado en
que el escritor incluye oraciones que son:
• Variadas en su estructura y organización
• Construidas de manera efectiva
• Completas
y correctas
Lenguaje
El grado en
que el escritor exhibe de forma correcta y efectiva:
• Selección de términos, vocabulario
• Empleo
de los mismos
Corrección
El grado en que el escritor demuestra un empleo correcto de:
• Ortografía
• Puntuación
• Sintaxis
• Manejo de mayúsculas
y minúsculas
|
Novato
• Conciencia limitada de la audiencia y/o del propósito
• Desarrollo mínimo
de las ideas;
pocos
detalles o no relacionados
• Organización azarosa o
endeble
• Estructura de las oraciones incorrecta o
poco efectiva
• Uso del lenguaje incorrecto o poco
efectivo
• Errores en ortografía, puntuación,
sintaxis, etc. que son desproporcionados en cuanto a la longitud y complejidad del escrito
Aprendiz
• Alguna evidencia de comunicación
con una audiencia y con un propósito específico; algunos lapsus (equivocaciones u omisiones)
en el enfoque del escrito
• Desarrollo poco
elaborado de las ideas; detalles repetitivos o poco
elaborados
• Lapsus en la organización y la coherencia
• Estructura de oraciones demasiado simple, torpe
• Lenguaje muy simple, impreciso
• Algunos errores de ortografía,
puntuación, redacción, etc. que no interfieren con la comunicación
Proficiente o competente
• Se enfoca en un propósito, se comunica con una audiencia; evidencia
de un tono o tratamiento apropiado
• Profundidad en el desarrollo de las
ideas, con apoyo en detalles relevantes y elaborados
• Organización coherente y lógica
• Estructura de las oraciones:
controlada y
variada
• Lenguaje efectivo y aceptable
• Pocos
errores de ortografía, puntuación, etc. en comparación a la longitud
y complejidad del escrito
Distinguido
• Establece un propósito y mantiene claro el foco o asunto central del escrito; fuerte conciencia de la audiencia, evidencia de un tono o tratamiento apropiado, distintivo • Profundidad y complejidad en las ideas, con apoyo en detalles pertinentes, atractivos, enriquecedores • Evidencia de análisis, reflexión, insight • Organización cuidadosa, ingeniosa, sutil • Variedad en la estructura de las oraciones y en su longitud que aumenta la efectividad de la comunicación • Lenguaje preciso y rico • Control de la ortografía, puntuación, sintaxis, mayúsculas |
Por
supuesto que se deben hacer las adecuaciones
necesarias para que rúbricas como
las anteriores sean pertinentes y útiles a un determinado
contexto
y
situación.
Pero
lo
interesante es que puedan compartirse en la clase
y permitan al docente
enseñar al grupo los
atributos deseables de una buena presentación oral o de un buen trabajo
escrito. Empleada de esta manera, la rúbrica permitirá al docente tanto
modelar como realimentar
los desempeños esperados, y en el caso
del alumno ofrecerá elementos para la
autoevaluación y la regulación
personal del aprendizaje. No está
de menos enfatizar que el nivel de desempeño esperado en estos dos ejemplos es alto y que el docente
tendrá que hacer las adecuaciones pertinentes para el nivel educativo
y contenido que enseña,
pero sobre todo, en función de los alumnos concretos con los que trabaja y el avance que reportan.
En atención
a lo anterior, Goodrich (1997) menciona las razones por las cuales
las rúbricas son herramientas poderosas para la enseñanza y la
evaluación:
• Permiten mejorar y supervisar el desempeño del alumno, al establecer
expectativas claras y criterios concisos para lograr dichas expectativas.
• Ayudan a definir en qué consiste la “calidad” de los aprendizajes,
lo que permite que
alumnos y profesores realicen
juicios reflexivos sobre su trabajo y el de los
demás.
• Ayudan a los profesores a incrementar la propia calidad de su enseñanza, pues les
permiten focalizar y destacar los aspectos
particulares que desean modelar en sus alumnos,
ya que abarcan tanto procesos como
productos del aprendizaje.
• Incrementan el sentido
de responsabilidad y la autodirección de los alumnos.
• Consolidan estrategias para la autoevaluación y la evaluación de
pares.
• Realimentan a los alumnos acerca
de sus fortalezas y de las áreas
que requieren mejorar.
• Debido a que por lo general
se presentan tres,
cuatro o hasta
cinco niveles de calidad del desempeño (novato, principiante, competente, proficiente y experto), el profesor puede ajustar las rúbricas a las características de clases muy heterogéneas,
considerando tanto a los alumnos con necesidades educativas especiales como a los
sobresalientes.
5.3 Elaboración y calificación de
rúbricas
En relación
con la elaboración de rúbricas, a continuación se ofrece una integración propia de las propuestas de los
diversos autores que hemos citado, tomando en cuenta que dichos pasos no son rígidos y que la secuencia
no tiene que ser lineal.
1. Determinar las capacidades
o
competencias
que
se
pretende
desarrollar
en
los
alumnos. Precisar los contenidos y aprendizajes
específicos deseados, e indicar las tareas y prácticas educativas
pertinentes.
2. Examinar
modelos. Recopilar y analizar ejemplos de trabajos y desempeños buenos
y no tan buenos; identificar las características de los mismos así como las de los alumnos
que los elaboraron, clarificar los apoyos a la
enseñanza necesarios por parte del propio
docente.
3. Seleccionar los criterios de evaluación. Tomar en cuenta el análisis de los modelos
revisados para iniciar una lista de lo que define
la calidad del desempeño en un
trabajo escolar determinado.
Identificar la evidencia que debe
producirse en relación con los procesos y/o productos que se busca enseñar y
evaluar.
4. Articular
los
distintos
grados
de
calidad.
Desarrollar una
matriz o parrilla
de verificación. Conectar en ella los criterios y los niveles de desempeño progresivos. Se puede iniciar con los desempeños
extremos: los niveles de calidad más
altos y bajos, y después llenar en el medio
los desempeños intermedios.
5. Compartir y validar la rúbrica con los estudiantes. Discutir con ellos su sentido y contenido, practicar la evaluación con algunos ejemplos del trabajo que se realiza
en clase o con algunos modelos. Ajustar la rúbrica.
6. Utilizar la rúbrica como recurso de autoevaluación y evaluación por pares. Enseñar a
los alumnos su empleo en situaciones auténticas de
enseñanza-aprendizaje, dar a los alumnos
la oportunidad de detenerse a revisar su trabajo, así como a reflexionar
sobre la utilidad y forma de uso de la rúbrica misma.
7. Evaluar
la producción final. Comparar el trabajo individual/por equipos de los alumnos
según sea el caso, con la rúbrica para determinar
si se logró el dominio esperado del
contenido.
8. Conducir
la evaluación del docente y comunicar lo procedente, con la misma rúbrica
que han venido trabajando los estudiantes. Prever de manera realista los cambios
requeridos en la enseñanza y los apoyos a los alumnos como consecuencia
de la evaluación realizada.
El manejo propuesto
en los puntos anteriores nos acerca al empleo de las rúbricas como verdaderas estrategias de enseñanza
o estrategias docentes, en el sentido de procedimientos y ayudas que el profesor o agente de enseñanza utiliza de manera flexible, adaptativa, autorregulada
y reflexiva para promover el logro de aprendizajes significativos en los alumnos
(Díaz Barriga y Hernández, 2002). Por lo anterior, resulta evidente que la
manera más inapropiada de trabajar una rúbrica sería que sólo el docente la elaborara y la
presentara a los alumnos el día de la
evaluación final, y en ese momento
les anunciara que ésos son los criterios que va a aplicar para calificar sus trabajos.
En una
dirección similar,
Airasian (2001) plantea
algunas notas
precautorias respecto del
diseño y empleo de rúbricas y otras
estrategias de evaluación del desempeño:
• Es importante
entender que los criterios que en un momento dado se identifican y definen no son los únicos posibles ni tienen un carácter absoluto.
Diferentes profesores pueden identificar ya sea distintos
criterios o bien niveles de ejecución
o desempeño más o menos
complejos en función
de las características de sus
alumnos, del avance logrado respecto
del programa curricular, y del tipo
de tareas o proyectos solicitados. En todo caso, lo importante es
desarrollar criterios significativos,
adecuados y comprensibles
para los alumnos
en un contexto educativo determinado.
• Sería un error
confundir la identificación de
criterios y niveles de desempeño
con la elaboración de largas listas de cotejo
con criterios o comportamientos superficiales,
fragmentarios y triviales, o que conduzcan a observaciones inoperantes
e intrusivas.
• La identificación de criterios de desempeño es un proceso continuo, que pocas veces concluye
al primer intento. La lista
inicial de criterios se debe revisar
y replantear de cara a las producciones y desempeños que manifiestan
los alumnos a lo largo de la unidad de trabajo, del ciclo o curso de enseñanza-aprendizaje. En este sentido, es
importante asegurar la validez y
confiabilidad de la evaluación.
El error más común al definir un
criterio de desempeño es su carencia de especificidad. Por ejemplo, en la evaluación de una presentación oral, supongamos que el docente establece como criterio “expresión verbal apropiada”. Planteado así, el criterio resulta ambiguo para
los estudiantes, incluso el profesor
puede ser inconsistente o sesgar la evaluación ante la carencia de mayor
especificidad. Sería más específico si desglosa lo que considera
apropiado en relación con el criterio de “expresión verbal” con
indicadores como los siguientes:
Expresión verbal “apropiada”
• Emplea palabras precisas que transmiten significados.
• Evita repeticiones innecesarias.
• Destaca los puntos principales.
• Construye oraciones con pensamientos o ideas completas.
• Organiza la información de manera lógica.
• Sintetiza los puntos principales en una conclusión.
Por lo anterior, resulta obvio que se debe evitar una adjetivación ambigua y que es más
apropiada una descripción detallada del
desempeño. También es evidente que un lenguaje comparativo en términos negativos puede resultar peyorativo para los alumnos,
que podrían recibir un mensaje de descalificación personal en vez de una realimentación que les ofrezca pistas para pensar
y mejorar.
El
establecimiento de niveles de desempeño progresivos, de menor a mayor
complejidad y calidad de la ejecución, se puede generar y jerarquizar tomando en consideración los objetivos
curriculares y la meta establecida en términos de lo que los
alumnos podrán lograr en una
secuencia o ciclo de enseñanza determinado.
A manera
de ejemplo, véanse los niveles
de desempeño progresivos
planteados en una aproximación
holista a la evaluación de la competencia
comunicativa básica de los alumnos (basado en Arends, 2004). A partir de la identificación de estos niveles
de desempeño o competencia
progresivos, será posible
desarrollar estándares apropiados y precisos
aplicables a tareas académicas específicas donde sea relevante la manifestación de dicha competencia comunicativa (Figura 5.2).
Figura 5.2 Niveles de desempeño: competencia comunicativa
general
EXPERTO
Puede
fundamentar y comunicar sus opiniones, discutir tópicos
abstractos, manejar lingüísticamente
situaciones que no le son familiares; elaboración
propia y original de ideas
AVANZADO
Puede
narrar y describir situaciones pasadas, presentes y futuras; maneja situaciones
complejas y realiza elaboraciones propias
INTERMEDIO
Puede
crear a través del lenguaje,
preguntar y responder cuestiones simples sobre tópicos familiares;
maneja bien situaciones simples
NOVATO
No
ha desarrollado la competencia comunicativa; su expresión oral y escrita se
limitan a reproducir material que ha logrado memorizar
Debido
a que las rúbricas se fundamentan en
juicios de valor, y para evitar un sesgo subjetivo por demás inapropiado, es importante establecer algunos controles en el sentido de
la validez y
consistencia de la
evaluación. Montecinos
(2003) plantea al
respecto algunos requisitos de los descriptores contenidos en la rúbrica:
• Los descriptores deben ser sensibles a los objetivos educacionales perseguidos.
• Tienen que ser apropiados para la etapa de desarrollo de los alumnos.
• Requieren credibilidad ante los diversos
agentes involucrados en la
evaluación.
• Necesitan ser claramente comunicables.
• Implican hacer explícita la dimensión ética de la evaluación: tienen que ser justos y
libres de sesgos.
La
autora recomienda someter a prueba
las rúbricas con muestras de
trabajos realizados por los alumnos
de manera que se dé respuesta
a dos cuestiones clave: ¿son adecuadas las descripciones para ordenar los
trabajos del mejor al peor desempeño? y
¿diferentes evaluadores llegan
a una misma conclusión?
Por otra parte, el énfasis
en la evaluación mediante rúbricas
es eminentemente cualitativo, pero es posible cuantificar los diversos niveles de desempeño para generar una calificación; no obstante, ésta no será nunca el fin último de este tipo de evaluaciones. En caso de trabajar
con rúbricas ponderadas, la
calificación puede otorgarse al dar el mismo peso o calificación a los diferentes y criterios,
o bien, más peso a unos en comparación con otros
según su importancia. En el Cuadro 5.4 se ejemplifica una rúbrica
para la autoevaluación del
alumno relativa a la elaboración de un trabajo de investigación de nivel
secundaria. Por razones
de espacio, se ejemplifica sólo lo relativo
al criterio de desarrollo
de la pregunta de investigación en términos de
la selección y manejo de la información
recabada y se incluye
el criterio de calificación en términos de puntos que el propio
alumno puede adjudicarse en cada
nivel de respuesta.
Cuadro
5.4 Autoevaluación del alumno mediante
rúbricas. Ejemplo: Criterio de selección y manejo de información para responder una pregunta de investigación.
Puntaje
|
Criterio/Niveles
de desempeño
|
4
|
Seleccioné y
organicé información
que me permitió dar respuesta
a mi
pregunta de investigación de manera organizada. Seleccioné información
apropiada.
|
3
|
Seleccioné y
organicé información que respondió
a mi pregunta de
investigación sin cometer
demasiados errores.
|
2
|
Traté de
organizar la información que encontré, pero cometí varios errores.
No pude mantenerme enfocado en información
que me ayudara a responder mi
pregunta de investigación.
|
1
|
No fui capaz
de seleccionar y organizar la información que encontré para
responder a mi pregunta de investigación.
|
Hemos argumentado
que las
rúbricas son de utilidad
no
sólo
con
fines
de
evaluación, sino de enseñanza. Ahora pretendemos ilustrar
su empleo con fines tanto de diseño instruccional como de evaluación
de la enseñanza misma,
por lo que a continuación (véase el Cuadro 5.5) se reproduce
una rúbrica que puede ser útil al docente para evaluar situaciones de
aprendizaje basado en problemas (ABP).
Ya mencionamos en el tercer
capítulo de este libro que el ABP es una metodología propia de los modelos de enseñanza
situada y experiencial, que ha cobrado un interés renovado
en el diseño curricular e instruccional. En el caso de este ejemplo, el
establecimiento de una tarea de aprendizaje basado en problemas tiene como criterios
de desempeño la autenticidad de dicha tarea, la
apertura del problema, su complejidad
y su vínculo con el currículo (adaptado de IDE Corp., 2002). Se incluye
un ejemplo de cómo
ponderar la rúbrica con una calificación
máxima posible
de 40 puntos, con la metodología de Teacher Vision (2003).
Cuadro No. 5.5.
Rúbrica para evaluar una situación instruccional del aprendizaje
basado en problemas (ABP).
Criterios
|
Novato
|
Aprendiz
|
Profesional
|
Experto
|
Autenticidad
30%
|
El contenido y las
habilidades por
aprender en esta
tarea permiten su
empleo ulterior sólo
en contextos escolares.
(.30 x 1 ) 3 pts
|
El contenido y las
habilidades
se encuentran de
alguna manera
conectadas con la vida en entornos
que van más allá
de la escuela.
(.30
x 2) 6 pts
|
El contenido y las
habilidades
se encuentran
claramente
conectadas con la vida
más allá de la escuela, así como
con el ámbito laboral.
(.30
x 3) 9 pts
|
El contenido y las
habilidades de esta tarea tienen una
alta relevancia
social y se conectan de inmediato
con la vida actual de los
alumnos.
(.30
x 4) 12 pts
|
Apertura del problema
20%
|
La tarea tiene sólo
una respuesta correcta posible.
(.20
x 1) 2 pts
|
La tarea permite
un espacio limitado
para diferentes enfoques.
(.20 x 2 ) 4 pts
|
La tarea permite
diferentes enfoques basados
en el mismo
contenido y habilidades.
(.20
x 3) 6 pts
|
La tarea permite
a
los estudiantes
seleccionar diferentes
formas de resolverla.
(.20
x 4) 8 pts
|
Complejidad
25%
|
La tarea promueve
diferentes habilidades,
la mayoría de bajo
nivel.
(.25 x 1)
2.5 pts
|
La tarea promueve
muchos
contenidos y habilidades diversas.
(.25
x 2) 5 pts
|
La tarea promueve
muchas
habilidades y contenidos diversos, incluso pensamiento
de alto nivel.
(.25 x 3)
7.5 pts
|
La tarea promueve
muchas
habilidades y contenidos diversos, incluso pensamiento
de alto nivel.
La tarea ofrece a los alumnos la oportunidad de
seleccionar algunos contenidos y habilidades.
(.25
x 4) 10 pts
|
Relación con el
|
La tarea sólo se
relaciona
cercanamente con
|
La tarea se
relaciona
estrechamente con
|
La tarea se
relaciona
estrechamente con
|
Además de los
estándares
establecidos en el
|
currículo
25%
|
las habilidades
clave y los
contenidos principales del
currículo.
(.25 x 1) 2.5 pts
|
las habilidades
clave y los
contenidos principales del
currículo.
(.25
x 2) 5 pts
|
las habilidades
clave y los
contenidos principales del
currículo.
La estructura, tiempo
y alcance de la tarea son equiparables a los
del currículo.
(.25 x 3) 7.5 pts
|
currículo, se
consideran los
estándares profesionales y/o
los relativos a la
preparación para
el campo laboral.
(.25 x 4) 10
pts
|
5.4 El
portafolios como instrumento de evaluación
del aprendizaje y la enseñanza
La
evaluación del aprendizaje y la
enseñanza basada en el portafolios adquiere
una presencia creciente en el campo de la evaluación educativa, y tal vez es hoy en día la
estrategia de evaluación alternativa y auténtica más socorrida.
Su éxito creciente se debe a que permite evaluar lo que las personas hacen, no sólo lo que dicen que hacen o lo que
creen saber. Puesto que se centran en el desempeño mostrado en una tarea auténtica,
los portafolios permiten identificar el vínculo de coherencia entre los saberes conceptual y procedimental, entender cómo ocurre
el
desempeño en un contexto y
situación determinada, o seguir el proceso de adquisición y perfeccionamiento de determinados saberes o formas
de actuación. De esta manera, la evaluación mediante portafolios suele contraponerse directamente a las evaluaciones centradas en instrumentos estáticos de lápiz
y papel, que sólo permiten explorar
la esfera del conocimiento
declarativo, sobre todo de tipo factual, o a las escalas e instrumentos de
opinión e instrumentos de autorreporte, en donde
los alumnos dicen que saben hacer o mencionan lo que creen saber, pero no ofrecen evidencia de su desempeño
real (Díaz Barriga, 2004b).
¿Qué es un portafolios? Autores
como Airasian (2001), Arends (2004) o McKeachie
(1999) definen al portafolios como una selección o colección de trabajos académicos
que los alumnos realizan en el transcurso de un ciclo o curso escolar (o con base en alguna dimensión temporal
determinada) y se ajustan a un
proyecto de trabajo dado. El término "portafolios" deriva de las
colecciones de modelos, fotógrafos,
arquitectos, diseñadores o artistas, donde
se demuestra la calidad o nivel
alcanzado en su trabajo. No es una
colección al azar o de trabajos sin relación,
por el contrario, muestra el crecimiento gradual y los aprendizajes logrados
por los autores en relación con el currículo
o actividad profesional
en cuestión. En el contexto escolar, la evaluación
mediante portafolios también recibe
el nombre de “método de carpeta”.
Se ha dicho que
la evaluación mediante portafolios es de carácter semiformal
y eminentemente cualitativa,
aunque es muy posible integrar criterios cuantitativos. Permite dilucidar el progreso del alumno en términos
procesuales, al destacar el
aprendizaje de habilidades complejas
que se evalúan de manera longitudinal
e integral (Herman, Aschbacher y Winters, 1992).
La evaluación mediante portafolios es
una evaluación del
desempeño, y
en determinadas situaciones se convierte en una evaluación auténtica (Arends, 2004). Es una
evaluación del desempeño porque los estudiantes tienen que demostrar que son capaces de
ejecutar determinadas tareas (escribir un ensayo, resolver
un problema, conducir una
indagación) y porque se evalúa el conocimiento procedural, no sólo el declarativo,
al incursionar incluso en la actitud
y disposición hacia el trabajo
realizado. Puede convertirse en una evaluación auténtica si la demostración de los aprendizajes buscados ocurre en escenarios de la vida real, en
situaciones de probada relevancia
social o profesional.
Los
trabajos que pueden integrar un portafolios
son de muy diversa índole: ensayos, series de problemas resueltos,
trabajos artísticos, exámenes, tareas extraclase, proyectos
específicos, trabajos colectivos, comentarios a lecturas realizadas, autorreflexiones, reportes de laboratorio, hojas de trabajo,
videos, cintas de audio y planes, entre otros.
Es decir, suelen integrar
la diversidad de trabajos que en este texto caracterizamos en el ámbito del aprendizaje experiencial y vinculados
a actividades generativas enfocadas a proyectos situados en contextos reales (véase los capítulos
respectivos). De esta manera, la evaluación por portafolios es una opción
viable cuando se tienen que resolver problemas,
generar proyectos o analizar
casos, y sobre todo, cuando
los alumnos realizan propuestas originales. Por otro lado, la evaluación mediante portafolios resulta compatible y se complementa con
otras evaluaciones centradas
en el desempeño, por ejemplo, con las rúbricas antes descritas
y con otros instrumentos de
autoevaluación, observación y reporte del desempeño.
Según Cooper
(1999), los dos tipos más comunes
de portafolios son el que se conforma
con “los mejores trabajos” del alumno y el que demuestra “el crecimiento
y progreso en el aprendizaje”, que incluye un muestrario
de los trabajos “típicos” realizados
a lo largo del tiempo. En el primer caso, el interés se centra en valorar
el nivel de dominio, la”maestría” en el aprendizaje, y en el
segundo, el proceso de crecimiento gradual o el contraste entre el desempeño del alumno en los estados inicial y final.
Pero en ningún caso la integración de un portafolios se reduce a una agrupación
indiferenciada de todo lo hecho, sin
otra lógica que reunir los productos del alumno.
Por el contrario, la metodología de evaluación del aprendizaje
basada en portafolios implica delimitar sus propósitos, los criterios de
selección y desempeño pertinentes así como
una serie de formatos claros y consensados para asignar una
calificación o ponderar su calidad. En este sentido, la precaución que hay que tomar es que el portafolios no sea una mera “acumulación
de papeles” que recopile las
desgastadas tareas rutinarias y los ejercicios triviales y mecánicos,
productos de aprendizajes sin sentido y de una enseñanza transmisivo-reproductiva (Díaz Barriga,
2004b).
El portafolios del alumno puede ser útil como estrategia de evaluación del aprendizaje
debido a que permite lo siguiente:
• Supervisar el avance de los alumnos a lo
largo del ciclo educativo en cuestión.
• Ayudar a los alumnos a evaluar su propio trabajo
y a identificar sus logros y problemas.
• Dar información a los profesores acerca de lo apropiado del currículo y de la enseñanza
conducida, a fin de planear los cambios
pertinentes.
• Establecer criterios y estándares, así como construir instrumentos múltiples para la evaluación del aprendizaje en diferentes esferas
(p.
ej.,
manejo de conceptos, uso
apropiado del lenguaje, presentación, originalidad, capacidad de toma de decisiones y solución de problemas, pensamiento
crítico y reflexión).
• Ponderar el aspecto cualitativo de la
evaluación con el cuantitativo.
Desde el punto de vista del aprendizaje, resalta la importancia que otorga a los procesos y productos del mismo así
como la posibilidad de supervisión
gradual del progreso de los alumnos.
Pero para algunos autores, su principal
virtud estriba en que integra el elemento autoevaluativo del aprendizaje y permite desarrollar
en el
alumno procesos de reflexión personal y autocrítica, o, en
otros términos, fomentar las
habilidades metacognitivas y apoyar la autorregulación. Según McKeachie (1999, p. 108), “un portafolios ayuda tanto al estudiante como a mí como
profesor a apreciar el progreso de
los alumnos; los estudiantes reportan un incremento
en su autoconciencia, y a menudo
descubro evidencias de aprendizajes que de otra manera se perderían”.
Pero el portafolios del alumno que permite evaluar su aprendizaje es al mismo tiempo un
instrumento muy útil para evaluar la docencia impartida. Es decir,
el portafolios del
alumno proporciona al docente elementos para evaluar tanto a sus estudiantes como la enseñanza misma. De esta manera, una de las principales ventajas del portafolios es su poder de realimentación
del enfoque de enseñanza
y de la actuación del profesor,
porque permite valorar
los aprendizajes logrados
por sus estudiantes en relación con su actividad
docente y con el programa del curso. De acuerdo
con McKeachie (1999), el portafolios
del alumno no sólo es útil en el ámbito de la evaluación, sino que apoya
al docente en el
proceso de diseño de la instrucción y es al mismo tiempo un importante
recurso en el proceso enseñanza-aprendizaje, pues facilita a
los profesores juzgar lo apropiado
del currículo, les permite organizar reuniones tanto con los alumnos como
con sus padres o con el claustro docente, y proporciona información que conduce
a detectar a los alumnos
en situación de riesgo académico, así como a replantear la enseñanza y los apoyos didácticos
requeridos. Por lo anterior, puede afirmarse
que el portafolios del alumno no es sólo una forma de evaluación del
aprendizaje, sino que puede emplearse como
un instrumento de reflexión de la
propia práctica docente y como pauta
que permite planear cambios para mejorar la enseñanza y subsanar deficiencias en los alumnos.
Sin
embargo, además del portafolios del
alumno, también puede elaborarse un portafolios del profesor. En este caso, la idea del
portafolios del alumno (que de por sí ya integra
la posibilidad de evaluar
la docencia) puede extenderse a la
idea de elaborar un portafolios del profesor que dé cuenta
de su desempeño y producción como
enseñante. En gran medida, los principios expuestos en relación
con el portafolios del alumno pueden
extenderse para el caso de los profesores. Una revisión del diseño y empleo
del portafolios del docente se encuentra en Díaz
Barriga (2004b). Aquí sólo retomaremos la definición que por extensión se hace en dicho artículo del portafolios del profesor, el cual consiste en una selección o colección de
trabajos o producciones elaborados por los
profesores de manera
individual o colectiva, enfocados a la planeación, conducción o evaluación
del proceso
enseñanza-aprendizaje de los alumnos,
realizados en el transcurso de un
ciclo o curso escolar, con base en alguna dimensión
temporal o de acuerdo con un
proyecto de trabajo dado. La citada colección puede abarcar una diversidad
de cosas hechas por el profesor
tanto en el aula como
en algún otro espacio relacionado, que demuestren
el conocimiento, habilidades, talento o competencias docentes. El portafolios del docente
es una alternativa
innovadora y
cada vez más común en el
terreno de la evaluación de las competencias
del docente frente al grupo, pero también hay reportes de su empleo en la formación, selección y promoción del profesorado.
Al
respecto, si consideramos que el profesor que
participa en un proceso de formación o actualización determinado asume
el rol de alumno o aprendiz de la profesión docente, la construcción del portafolios del
profesor es una buena opción para evaluar de forma
auténtica, in situ, su avance en logro de las competencias docentes deseadas.
5.5 La “cultura
del portafolios” y las estrategias para su diseño y empleo
La
adopción de los portafolios del docente
o del alumno como estrategia
de evaluación requiere, para ser en verdad efectiva y congruente, que se produzca
un cambio en la cultura de la evaluación de una institución educativa.
Al respecto, Wolf (2001) considera que la
“cultura del portafolios” requiere y apoya a la
vez una comunidad de aprendices -docentes y alumnos- que asuman la responsabilidad de demostrar lo que saben y pueden hacer, de manera que:
• La colaboración sea una práctica común en
el aula.
• Los participantes revisen y puedan
replantear su trabajo.
• Estudiantes y profesores reflexionen sobre el trabajo
en el nivel individual y en el del grupo en su conjunto.
• Los involucrados
y responsables del proceso de evaluación puedan generar, comprender
y emplear estándares explícitos apropiados y justos para juzgar la calidad del propio
trabajo y del de los demás.
• Estudiantes y profesores se sientan comprometidos y orgullosos de su trabajo,
se fijen metas más
altas y se
esfuercen en mejorar
su desempeño, y les
interese difundir sus producciones, publicarlas o exhibirlas ante la
comunidad educativa.
Como el lector habrá notado,
en el discurso anterior
quedan plasmados los principios de la evaluación alternativa y auténtica que se revisaron
al principio del capítulo. Por lo
mismo, no es suficiente ni apropiado
introducir el portafolios como “una
técnica más” para evaluar a los alumnos en un contexto donde no haya un replanteamiento de la filosofía y prácticas implícitas en la cultura tradicional de la evaluación educativa. Como es bien
sabido, dicha “cultura” se
caracteriza por
su
orientación al control, su
carácter unidireccional y su énfasis en la exploración
de aprendizajes inertes y descontextualizados, así como por la resistencia y tensión que genera en el sujeto de la
evaluación. Pero lo más preocupante es que deja de lado el
fin último de la evaluación educativa: la comprensión
y mejora del aprendizaje y de
la enseñanza. En esta dirección, es importante
que el docente revise críticamente
sus creencias y concepciones respecto
del sentido y papel de la
evaluación del aprendizaje de sus alumnos, así
como su enfoque práctico en el aula.
En relación
con los aspectos que debe planear
el profesor respecto a un portafolios orientado a la evaluación
del aprendizaje de sus alumnos, las tareas básicas son las
siguientes:
• Establecer
el propósito y contenido del portafolios en estrecha relación con el curso
y los aprendizajes deseados.
• Acordar con los alumnos el tipo y calidad
de trabajos por incluir, así como los
criterios y escalas de calificación que empleará en la evaluación.
• Definir el sistema de supervisión o realimentación que empleará, así como el tipo de participación de los alumnos en la
(auto)evaluación de su propio trabajo.
Son factores
importantes en el diseño del portafolios la edad y el grado escolar de los alumnos, porque determinan en gran medida sus usos
y propósitos. En los niveles iniciales
es por lo general el docente quien inicia el programa de evaluación por
portafolios y los estudiantes necesitan más apoyo para decidir qué trabajos
incluir. Los alumnos
preadolescentes y de mayor edad pueden
entender mejor y generar criterios de selección y
evaluación apropiados, sobre todo si el docente y otros compañeros participan con ellos en sesiones de “lluvia de ideas” o discusiones grupales
para llegar a acuerdos. Por supuesto
que la experiencia continua y satisfactoria de los alumnos con este tipo de evaluaciones los hará cada vez más competentes.
En relación
con su propósito, de acuerdo con Mills (2003),
los profesores emplean los portafolios más que nada para involucrar y motivar a los alumnos en el trabajo académico,
para impartir una buena enseñanza y
para mejorar el aprendizaje. Pero
con frecuencia se tienen propósitos adicionales: lograr
un reporte más profundo del progreso
individual e involucrar a los padres en el aprendizaje de sus hijos. Sin
embargo, este autor comenta que
se requiere trabajar
con los padres
para que
entiendan la filosofía educativa y la metodología
de
la
evaluación
por
portafolios,
y
encuentra
que los padres son más receptivos cuando no se eliminan por completo
las pruebas tradicionales a las que están acostumbrados. Asimismo, los padres participan con entusiasmo cuando observan y
apoyan en la práctica el trabajo de sus
hijos mediante portafolios.
Por último, es la interacción entre el currículo, la población estudiantil y el contexto y soporte que ofrece la administración
escolar lo que permite al docente un manejo exitoso del portafolios.
En
el
reporte
de
King
y
Campbell-Allan (2000)
se
presenta
una
experiencia
de
replanteo del sistema de evaluación en una escuela primaria, en la cual durante el primer año se condujo una prueba piloto donde
los profesores de los diferentes
grados, reunidos como claustro, diseñaron y probaron un sistema
de evaluación mediante portafolios
del alumno. Se realizaban reuniones mensuales en las que los profesores revisaban muestras
de los trabajos de los alumnos y desarrollaban los criterios y sistema de evaluación. Resulta interesante que
los autores hayan encontrado que “los docentes se asombraron al ver lo que podían realizar los alumnos, sobre todo en
los grados inferiores”, que “la práctica
de exhibir trabajos de sus alumnos los obligó [a los docentes] a reflexionar más sobre cómo enseñar”
y que
fue muy provechoso que “los colegas
de otros grados explicaran estrategias que ellos podrían emplear en sus clases” (op. cit.,
p. 228). Se enseñó a los alumnos
a seleccionar sus trabajos, eligiendo dos o tres ejemplos que a su juicio fueran
los más representativos de su proceso de
aprendizaje; entre éstos, seleccionaban uno para reflexionar sobre él. Según comprobaron los maestros, la destreza de reflexionar
era la más difícil de enseñar, pero
también la más provechosa para sus alumnos. Los debates más importantes entre los
profesores se
referían al porqué los alumnos
seleccionaban determinados trabajos,
pues, desde su punto vista, no eran los mejores que habían hecho. Por considerarlo de
interés para el lector, en el Cuadro 5.6 se incluye el tipo
de reflexiones que se solicitaba a los alumnos y algunos ejemplos de ellas en relación con sus trabajos escritos.
Cuadro
5.6 Preguntas para la reflexión de los alumnos sobre sus portafolios (King y
Campbell-Allan, 2000)
Los alumnos
responden por escrito a las siguientes preguntas:
|
• Seleccioné este trabajo para mi portafolios porque…
• ¿De cuál objetivo da pruebas este trabajo?
• Explica lo que prueba el trabajo con ejemplos
concretos (por ejemplo, “apliqué correctamente las reglas de puntuación y de
ortografía”).
• Describe qué otra cosa podrías haber hecho para que este trabajo fuera aún mejor (por ejemplo, “cumplí mis
objetivos en ortografía, pero
debería haber prestado más atención
a la puntuación”).
|
Ejemplos de reflexiones de los alumnos:
|
B: Mi cuento estaba bien detallado y contenía una
variedad de oraciones. Utilicé bien
los detalles, pero tendría que
haber escrito con más prolijidad.
R:
Me pareció un trabajo
divertido y me gustó
transmitir por carta el relato. Lo dividí en párrafos, pero creo que
no anduve bien con
la puntuación.
S:
Me gustó este trabajo porque me
interesó aprender sobre la inmigración. Cumplí mis objetivos en ortografía, puntuación
y mayúsculas, pero tendría que
haber incluido más detalles
en el relato.
|
5.6 El portafolios electrónico
Es importante que los alumnos logren expandir su experiencia con los
portafolios más
allá de los materiales escritos
e incursionen en el empleo de materiales
y equipo audiovisual y multimedia (fotografía, video y audiograbación, programas informáticos, etc.) como
apoyos tanto al proceso de construcción como de edición y exhibición de sus trabajos. Lo anterior ha generado
un interés creciente por los llamados portafolios
electrónicos o digitales, mediante los cuales la información se almacena digitalmente en el disco duro de la computadora,
en una unidad removible o se
encuentra a disposición de una audiencia amplia en un sitio
o página WEB. De esta manera,
la información no sólo será más
accesible y atractiva, sino que el
profesor y los alumnos podrán aprovechar el potencial de
las nuevas tecnologías de la información
y comunicación.
Una gran ventaja del portafolios electrónico
es que se pueden adicionar imágenes, fotografía, video, sonido y música, entre otros
recursos. Por otro lado, para los alumnos ofrece la oportunidad de aprender de manera
situada diversas
habilidades informáticas, artísticas y electrónicas. Por su interés creciente, el lector puede encontrar en Internet
diversas organizaciones abocadas al diseño y evaluación educativa
mediante
portafolios, abarcando los portafolios del alumno y del docente con propósitos formativos,
de selección, acreditación y promoción. Asimismo, se ofrece software, plataformas informáticas y
recursos multimedia
para “armar” un sistema
de evaluación por portafolios en la propia escuela y con las producciones
académicas de los alumnos. Por lo general,
el equipo mínimo
consiste en computadoras, escáneres,
cámaras digitales y algún programa de software multimedia (HyperCard,
HyperStudio o Digital Chisel, entre otros
multimedia disponibles), o bien, un programa de autor diseñado
ex profeso mediante formatos
o plantillas preestablecidas para crear el portafolios
electrónico (véase Electronic Portfolio HomePage).
Los elementos o tarjetas (cards) mínimas
que
deben
incluirse en un portafolios electrónico son los siguientes (de acuerdo con www.essdack.org, 2003):
1. Título/identificación: Muestra
el nombre del estudiante,
curso, profesor, tema, proyecto o problema abordado en el portafolios. Puede incluir una fotografía o video del propio alumno con la finalidad de reflejar su identidad
y/o
su
participación en el asunto
central
desarrollado en el portafolios. Es importante
incluir botones (buttons) que
permitan
entrar a los diferentes apartados de dicho menú. El espectador puede
seleccionar la información y el orden
en que la quiere ver.
2. Contenido: Incluye el menú
o índice de contenido del portafolios
3. Información: Consiste básicamente en el trabajo o los trabajos
realizados por el alumno
o equipo de trabajo, sus producciones y autorreflexiones, así
como la explicación del porqué y el
cómo de dichos trabajos. Algunos ejemplos:
• Composiciones escritas y ensayos que pueden mecanografiarse directamente mediante un
procesador de texto o escanearse.
• Discurso oral del alumno,
lectura, oratoria, explicaciones frente al grupo, entrevistas,
que es posible
recuperar de una
grabación en audio o en video.
• Trabajo artístico
diverso generado gracias
a los mismos recursos
informáticos que
proporciona la computadora
o
recuperable mediante escáner o video.
• Problemas matemáticos y científicos resueltos.
• Diarios y registros que
den cuenta de los aprendizajes
logrados.
• Proyectos diversos:
sociales,
científicos, artísticos
e informáticos, entre otros.
4. Texto dirigido al observador del portafolios: El
estudiante, o el equipo de trabajo en
su caso, pueden escribir un texto o carta
dirigido a las personas que revisan su portafolios electrónico, para compartir con ellos
su perspectiva, motivos, logros, inquietudes o cualquier información
adicional que deseen ofrecer a su audiencia.
5. Respuesta del observador: Después de revisar el
portafolios, el observador (profesores, padres, compañeros de clase, estudiantes de otras escuelas, miembros
de la comunidad o público interesado) puede escribir comentarios o sugerencias a los autores del mismo o incluso
iniciar un intercambio
de
ideas por correo electrónico o chat. En ocasiones, los docentes o los alumnos mismos propician foros de discusión respecto de los asuntos
abordados y de la construcción misma de sus portafolios. Éstos pueden subirse en Internet y de esa manera tener acceso a contactos con personas de prácticamente todo el mundo.
Como ejemplo
de lo anterior están los portafolios
elaborados en la clase de informática por un grupo de alumnos de bachillerato
de la escuela Mt. Edgecumbe situada en una pequeña comunidad en Alaska.
En estos portafolios electrónicos, los alumnos aplican
lo que han aprendido
del manejo de programas informáticos en una tarea auténtica:
el diseño de un sitio personal
con fines de comunicación global,
donde la finalidad es expresar quiénes son ellos como personas
y como estudiantes. Los jóvenes suelen reflexionar en sus portafolios
sobre su trayectoria como estudiantes de bachillerato,
pero también respecto a la comunidad y familia
a qué pertenecen, a la construcción de su identidad
y proyecto de vida. En el menú se ofrece el acceso a distintos proyectos estudiantiles y trabajos académicos desarrollados por los estudiantes,
que incursionan en prácticamente todas las áreas curriculares. En dichos trabajos
se incluyen imágenes, producciones artísticas, proyectos escolares, experimentos, resolución
de problemas, diapositivas con animación donde explican conceptos científicos, ensayos originales, reportes
de trabajo comunitario y ambiental, entre otros. Se incluyen
reflexiones sobre los intereses
personales plasmados en
dichos trabajos, las estrategias empleadas en su desarrollo y la relevancia
percibida en los mismos para su formación presente y
futura. Estos portafolios se pueden consultar en: http://www.mehs.educ.state.ak.us/portfolios/portfolio.html.
Ya mencionamos que la combinación rúbricas-portafolios es una posibilidad interesante en este esfuerzo de evaluación
alternativa y auténtica, ya sea mediante
entornos de aprendizaje presencial o virtual. En el
Cuadro 5.7 el lector encontrará una propuesta de rúbrica para la evaluación de
un portafolios electrónico. Insistimos en la necesidad de tomar estas
pautas de evaluación
como instrumentos flexibles,
que requieren adecuarse
al contexto de interés y a sus actores. En este ejemplo, la rúbrica
fue diseñada por un docente de nivel medio superior que pide a los estudiantes que tomen parte activa en el diseño, edición y mantenimiento de su portafolio electrónico, en el cual integran sus proyectos y
trabajos académicos más relevantes. El docente proporciona a
éstos una copia de la rúbrica al principio del curso, y toma acuerdos
con ellos respecto de los criterios, de manera
que los alumnos toman conciencia de lo que se espera de su portafolios
electrónico, cuya elaboración se
convierte en un proyecto de trabajo en sí mismo. La tercera
columna representa el estándar
esperado por el profesor para
cada estudiante (nivel “bien ubicado
en la finalidad de la tarea”), pero los
alumnos pueden sobrepasarlo o no llegar a él. Es
importante notar que este profesor
le da
importancia tanto a la selección o colección de los
trabajos académicos de los alumnos como a la
reflexión sobre ellos. Asimismo,
pondera en la evaluación el uso de la tecnología
y logística por parte del estudiante.
Cuadro 5.7 Rúbrica para
evaluar un portafolios electrónico.
Fuente: www.essdack.org, 2003.
Nivel de
logro
Criterios
|
Por debajo del
nivel
esperado:
5
puntos
|
Cerca del nivel
esperado:
10
puntos
|
Bien ubicado
en
la finalidad de la tarea:
15 puntos
|
Excelente trabajo,
logra
su cometido:
17
puntos
|
Tarjeta de
título
|
El diseño es
inapropiado, no da cuenta del
|
Aunque es
apropiado al proyecto del
|
El diseño es
apropiado, atractivo y
|
El diseño es
apropiado, atractivo, colorido
|
Manejo
de lenguaje
Botones
Sonido/
Imagen
Contenido
de las reflexiones sobre el proyecto
|
proyecto de
trabajo realizado por el alumno.
Muchos errores de ortografía,
sintaxis o puntuación que resultan
distractores.
La tarjeta que da cuenta del
proyecto desarrollado por el estudiante contiene 4 o menos botones de vínculo a sus proyectos o trabajos académicos específicos. Muchos
sonidos/imágenes
son inapropiados o distractores.
Pocas reflexiones acerca del
trabajo, del empleo del portafolios y de las principales
habilidades aprendidas.
|
alumno, el diseño
debería ser más cuidadoso y pertinente.
Son evidentes los errores en
ortografía, sintaxis o puntación.
La tarjeta del proyecto realizado por el estudiante contiene 5 o 6 botones
que vinculan a sus proyectos o trabajos específicos.
Algunos sonidos/imágenes
resultan distractores o inapropiados.
Algunas reflexiones acerca de
su trabajo, del empleo del
portafolios y de las principales habilidades aprendidas.
|
colorido.
Los errores de ortografía y
puntuación
son menores y pocos.
La tarjeta del proyecto del estudiante contiene 7
botones de vínculo a sus proyectos o trabajos específicos.
Los sonidos e
imágenes son de alta calidad y apropiados
al proyecto.
Incluye una variedad de
reflexiones pertinentes acerca de
su trabajo, del empleo del portafolios
y de las principales habilidades aprendidas.
|
y muestra
creatividad.
No hay errores de ortografía ni
puntuación, excelente manejo del
lenguaje.
La tarjeta del proyecto del estudiante
contiene 8 botones de vínculo a
sus proyectos o trabajos específicos.
Los sonidos e imágenes aumentan
considerablemente
la calidad del trabajo.
Incluye una variedad de
reflexiones pertinentes,
detalladas y bien argumentadas acerca de su trabajo, del empleo del portafolios y de las principales
habilidades aprendidas.
|
Reacciones
personales
ante los proyectos o trabajos
|
Pocas reflexiones
incluyen reacciones personales.
Dichas
|
Algunas
reflexiones incluyen reacciones
personales. Las
|
Las
reflexiones incluyen reacciones
personales
|
Todas las
reflexiones incluyen reacciones
personales
|
realizados
|
reacciones son
vagas, repetitivas.
|
reacciones
tienden a ser vagas o repetitivas.
|
que
claramente reflejan los
sentimientos de los estudiantes.
|
descriptivas,
ingeniosas y lúcidas.
|
5.7 La autoevaluación como
práctica reflexiva y autorreguladora
En repetidas
ocasiones a lo largo de este texto destacamos la importancia
que tiene el desarrollo del pensamiento reflexivo y de
los procesos de autorregulación en los
estudiantes. También argumentamos en favor
de la
autoevaluación como uno de los
mecanismos que conduce a dicho desarrollo. En esta sección
nos restan algunas
palabras en torno a la importancia de la autoevaluación en el contexto de la evaluación del desempeño y auténtica.
Desde
esta perspectiva, y sin soslayar la mediación que ejerce el docente, la
autoevaluación puede tomar la forma de una realimentación autogenerada que conduzca al alumno a
valorar su propio
trabajo de manera
lúcida, honesta y
con un nivel
de introspección y reflexión lo bastante profundo. Dicha valoración, por supuesto, tiene como cometido principal la comprensión y mejora de
los procesos y producciones de
aprendizaje personales y compartidos. En el marco de la enseñanza situada que hemos venido
exponiendo a lo
largo de varios
capítulos, la
autoevaluación representa no
sólo la posibilidad de que el alumno se valore en relación con determinados estándares de desempeño, sino, ante todo, permite el cambio del locus de la evaluación y de la responsabilidad y autonomía
en la realización de las tareas.
No
obstante, en nuestras instituciones educativas
existe suspicacia, por no
decir desconfianza, en torno a las posibilidades de la autoevaluación del aprendizaje por parte del alumnado. Al parecer, los profesores consideran que no es un procedimiento fiable, y que los alumnos se aprovechan del mismo para “inflar” sus éxitos y cubrir sus deficiencias
o incumplimiento, pues lo único que buscan es “la calificación” (véase los estudios de Monroy, 1998, y Mendoza, 2004, con
profesores y alumnos de bachillerato). La cuestión es qué
se entiende por
autoevaluación y cómo
se plantea su práctica
en el aula. Autoevaluación del aprendizaje no es
pedir al alumno que al final del curso, sin prácticamente evidencia ni argumentación,
se asigne a sí mismo -o al compañero de al lado- “la calificación que cree merecer”.
La autoevaluación que propugnamos sigue los
principios de la evaluación que
analizamos en este capítulo, e implica ante
todo el seguimiento longitudinal y procesual del trabajo realizado, la elaboración de
juicios sustentados y la toma de
decisiones con ética y
responsabilidad.
Por otra parte, la diversidad de habilidades y actitudes requeridas para ejercer la autoevaluación por necesidad deben ser objeto
de una enseñanza explícita
y del establecimiento
de
un
clima de aula propicio. En otras secciones se estableció la
importancia
de captar los sentimientos, motivaciones y opiniones de los alumnos, los cuales
son importantes en el ejercicio de la autoevaluación, pero no suficientes. Es decir, no basta
con pedir al alumno que exprese
abiertamente qué opina de su crecimiento en el curso o sobre los aprendizajes puntuales
logrados, tiene que contarse con evidencia explícita y argumentos razonados. Es un error pensar que por la carga interpretativa,
la apertura a la
subjetividad o el carácter cualitativo del juicio
experto que se tiene que emitir se puede
dejar de lado un manejo riguroso,
sistemático y transparente de la información que se toma como
base para emitir dicho juicio.
Con el propósito
de ilustrar una pauta para la autoevaluación de los alumnos, reproducimos la
propuesta de Wassermann (1994) que se aplica en contextos de educación secundaria y
profesional y que la autora juzga en
particular apropiada en la enseñanza
basada en el método de casos y proyectos (véase el Cuadro 5.8).
Cuadro No. 5.8
Reporte de autoevaluación del
estudiante (Wassermann, 1994)
Nombre Curso Fecha
Este reporte de autoevaluación te proporciona la oportunidad
de reflexionar y valorar tu cumplimiento
en relación con los requerimientos
del curso.
I. Cumplimiento de los requerimientos
del curso
Por favor,
reflexiona en qué medida has cumplido los requerimientos de este curso.
Puedes calificarte con la siguiente
escala o puedes hacer un comentario,
o ambas
cosas.
Escala de puntuación:
1 Si consideras
que la afirmación es verdadera en tu
caso en la mayoría de las ocasiones.
2 Si consideras
que la afirmación es generalmente verdadera en tu caso.
3 Si consideras
que la afirmación es poco verdadera
en tu caso.
A. Asistencia
y participación
1. Mi asistencia
a clases fue perfecta (no perdí
clases por cualquier motivo) y siempre llegué
a tiempo.
2. Fui un participante muy activo en los
equipos y grupos de estudio, y mis
aportaciones consistentemente
contribuyeron a enriquecer el pensamiento de los
demás integrantes del equipo.
3. Fui un participante activo de las
discusiones con todo el grupo y fui capaz de utilizar dichas discusiones para
examinar mi propio pensamiento acerca de los asuntos tratados.
4. Completé
todas las lecturas
requeridas en el curso.
5. Fui responsable de establecer y respetar los plazos de entrega de mis trabajos.
Terminé todas mis tareas y trabajos y los entregué a tiempo.
B. Comprensión
1. Logré avanzar en la comprensión de los temas y asuntos estudiados en este curso. Soy
capaz de determinar los factores más significativos y de entender su importancia más allá de los límites
del aula.
2. Mi trabajo en los equipos y en las discusiones con todo el grupo demostró una valoración genuina de los pensamientos e ideas de los demás.
3. Aprendí a apreciar el valor de la
autoevaluación. Soy capaz de analizar críticamente mis fortalezas y debilidades. Pienso que la autoevaluación es un
factor muy importante en mi desarrollo personal.
II. Autoevaluación y calificación
1. Considerando
todo el trabajo que realizaste, tu
portafolios, la realimentación del profesor y tus propias
respuestas evaluativas en este
reporte, indica la calificación final que refleja tu trabajo en este
curso. Argumenta tu respuesta.
III. Pregunta abierta
Incluye
cualquier comentario adicional o sugerencia
que desees incluir y que no hayas expresado en tus respuestas anteriores.
El ejemplo anterior se ofrece sólo como un prototipo.
La asignación de la calificación
requiere el seguimiento de una serie de principios, los cuales se desprenden de los
principios de la evaluación auténtica
que se analizaron en el capítulo:
1. Los requerimientos –tareas, trabajos, participación, proyectos- del curso deben
quedar claros y acordarse desde el inicio.
2. Los procedimientos
y criterios de calificación también
deben ser explícitos y transparentes. Ante todo, habrá que anteponer la calidad,
sentido y funcionalidad de los
aprendizajes logrados por los alumnos, más allá de la sola satisfacción o entrega
de los requerimientos pedidos o de la
cualificación de los productos de
trabajo.
3. También
deben quedar claros los pesos relativos de las dimensiones por evaluar;
por ejemplo, ¿qué peso tiene la
participación en clase en la
calificación final y qué tipo de participación se va a solicitar, con qué criterios se va a valorar?,
¿se van a incluir exámenes formales
y de qué tipo, qué sentido tiene su empleo,
cuándo se van a aplicar y qué peso
tendrán en la calificación?; si se da el caso, ¿cómo se van a ponderar los exámenes, las participaciones y las pruebas de
desempeño?
4. Los profesores necesitan crear los medios
e instrumentos apropiados para llevar un registro
del desempeño de los alumnos.
Wassermann (1994) plantea que cuando la
evaluación auténtica reemplaza a las
pruebas formales y escritas se tiene que hacer acopio de mucha más información sobre el
aprendizaje de
los alumnos para otorgar una calificación
final. De la misma manera, se tiene que documentar y registrar la extensión con que los alumnos cumplieron
los requerimientos del curso en función de la calidad del trabajo
realizado. Por ello, se otorga un gran valor al tiempo y dedicación
del docente en el diseño y puesta en práctica de su aproximación a la evaluación del aprendizaje y la enseñanza. La construcción de
instrumentos de evaluación como los que hemos venido mencionando también requieren un importante esfuerzo además de un conocimiento que
trasciende el de la técnica misma.
Por otro lado,
el ejercicio de la autorreflexión y
la observación crítica de las actividades referidas al proceso
de enseñanza y aprendizaje no es exclusivo del alumno. Ya en el
primer capítulo del libro se analizaron el enfoque de la enseñanza
reflexiva y la importancia
de los procesos de autorreflexión
sobre la propia actuación por parte
del docente. En esta dirección, Reed
y Bergemann (2001) diseñaron diversos
de instrumentos de reflexión
dirigidos al profesor en servicio y en
formación,
los cuales abarcan cuestiones como
las actividades de planeación y preparación de la enseñanza,
el currículo, la observación del aula y de los alumnos, la tutoría, la enseñanza en grupos pequeños y la evaluación mediante portafolios. Dichos instrumentos
son congruentes con los principios de
la evaluación auténtica aquí descritos,
y siguen las fases de la enseñanza
reflexiva que expusimos en el primer capítulo: selección, descripción, análisis, valoración y reconstrucción de la actividad docente.
Consisten básicamente en series de preguntas abiertas referidas a las fases
del
ciclo reflexivo en cuestión,
cuyas respuestas pueden registrarse
en un diario o bitácora del docente, o bien en un formato de respuesta abierta tipo ensayo. Las respuestas pueden
registrarse por escrito o bien audiograbarse
o videograbarse. Por razones
de espacio es imposible reproducir la
serie completa de materiales
para la evaluación de estas autoras, por lo que seleccionamos y adaptamos, sólo con fines de
ejemplificación, la pauta de reflexión para las actividades de tutoría
(véase el Cuadro 5.9).
Cuadro 5.9 Reflexiones del docente sobre
las actividades de tutoría (adaptado de Reed y Bergemann, 2001).
Nombre del tutor:
Fecha y duración de la tutoría
Tutorado(s) Grado/Curso/Escuela
Objetivo de la
observación/intervención
|
1. Selección
a. ¿Qué
tipo de actividades de tutoría realizó?
b. ¿Por qué decidió realizarlas?, ¿qué
finalidad perseguía?
c. ¿Cómo se relacionaron las actividades de tutoría con las características y
necesidades del alumno o alumnos tutorados?
|
2. Descripción
a. Brevemente, describa al alumno
o alumnos tutorados (edad, género, antecedentes,
características, problemática…)
b. ¿Qué necesidades e intereses especiales tomó
en cuenta cuando planeó y realizó la tutoría?
c. ¿Qué recursos empleó?
d. ¿Quiénes más participaron en la planeación o desarrollo de la tutoría?
e. ¿Cómo supervisó el progreso del
alumno en tutoría?
|
3. Análisis
a. ¿De qué manera afectaron las características del estudiante
su plan de acción tutorial y su ejecución?
b. ¿Cómo se desarrolló la sesión de
tutoría? ¿Se realizaron modificaciones
no anticipadas, cómo y por qué?
c. ¿Por qué seleccionó las estrategias docentes
que incorporó en la sesión tutorial?
|
4. Valoración
a. ¿Qué resultados o efecto tuvo la
sesión en el o los alumnos
tutorados?
¿Qué objetivos o avances se
lograron?
|
b. ¿Qué tan efectivo sintió su desempeño como
tutor?
5. Reconstrucción
a. ¿Qué cambios requiere realizar en el plan de acción tutorial como
resultado de los avances mostrados por
el o los alumnos?
b. ¿Cómo tiene que ajustar su enfoque personal en la tutoría y su actuación como tutor?
c. ¿Qué nuevas metas u objetivos puede establecer
como resultado de esta sesión, y cómo puede alcanzarlos?
5.8 Notas precautorias sobre el
empleo de los instrumentos de evaluación auténtica
Los hallazgos de la psicología
cognitiva acerca de la naturaleza
del aprendizaje
significativo
apoyan el empleo de las evaluaciones alternativas que se vinculan al currículo
y la instrucción, y que resaltan las habilidades de
pensamiento de alto nivel
y la calidad del desempeño en tareas auténticas. Dichas alternativas
de evaluación son consistentes con
los objetivos educativos vigentes: promover en
los alumnos la solución de
problemas
complejos y de la vida real. Por otro lado, dichas evaluaciones motivan a los estudiantes a mostrar y cultivar
sus talentos o inteligencias múltiples.
No obstante, los especialistas en el campo de la evaluación consideran que se cometería un
gran error si las instituciones educativas se
limitasen a intercambiar las
evaluaciones mediante pruebas
estandarizadas de respuesta fija por las evaluaciones
alternativas o auténticas con fines de retención, promoción o graduación de
los estudiantes. Puesto que las evaluaciones alternativas como las que hemos explicado pueden
incluso revelar mayores disparidades
o lagunas en las competencias de los alumnos que sus contrapartes enfocadas en explorar el conocimiento declarativo,
dichas evaluaciones se tienen que desarrollar y emplear con cuidado y pertinencia.
De acuerdo con expertas como Linda
Darling-Hammond, se requiere asegurar la equidad en la evaluación, y
entender que las
llamadas evaluaciones alternativas o auténticas, basadas en el desempeño, son instrumentos que operan mediante
estándares referidos al criterio, y
no pruebas referentes a la norma.
Esta situación cobra particular importancia porque en este caso el concepto
de equidad se relaciona con el del reconocimiento
del derecho a la diversidad, y nos
confronta con situaciones por lo menos
delicadas cuando se evalúa a
estudiantes provenientes de distintas culturas, lenguas maternas, géneros, grupos étnicos,
entornos socioeconómicos, talentos y necesidades educativas especiales.
Algunas de las opciones
planteadas consisten en la creación de sistemas
de evaluación múltiples, la práctica de la evaluación desde diversas perspectivas y actores, incluso la
autoevaluación y la evaluación por pares, así
como el establecimiento de regulaciones de tipo ético que permitan asegurar la credibilidad y
transparencia de la evaluación. Sin embargo,
se debe resaltar que la equidad en la
evaluación no sólo se asegura mediante
los instrumentos o pruebas, sino que
abarca en su conjunto las creencias y
prácticas educativas vinculadas al currículo, la instrucción y la profesionalización del docente.
Hay que destacar que el margen de flexibilidad y el reconocimiento
del papel que desempeña la relativa subjetividad
del juicio del experto en
la evaluación auténtica centrada en
la calidad del desempeño, así como la variabilidad de contenidos y opciones
de construcción de los instrumentos,
representan a la vez tanto
ventajas como restricciones.
Esto ha generado una serie de controversias y
notas precautorias. Por ejemplo, en el plano de la discusión actual sobre el empleo
del portafolios se argumenta en favor y en contra dela manera en que puede “calificarse”,
y respecto del tipo de juicios y decisiones que permite tomar, sobre todo
en relación con el manejo y peso que
puede tener la autoevaluación por parte del alumnado.
Tanto en el caso del portafolios como en el de las rúbricas o de
otros instrumentos de evaluación
auténtica, se afirma que lo que se pretende es proponer indicadores
contextuados y lo más precisos
posible del desempeño del aprendiz, que el enfoque de la evaluación que
propugnan es más cualitativo que cuantitativo, que interesa explorar los
procesos de crecimiento y avance de
alumnos y/o docentes y que necesariamente
integran elementos de autoevaluación
y reflexión. Sin embargo, la tarea no
es sencilla; el evaluador tiene que tomar conciencia de lo que implica emitir un juicio acerca de las producciones generadas por alguien (incluso por él mismo) en
torno a lo que aconteció en un proceso formativo dado. Se requiere un conocimiento amplio –y en ese sentido “experto”- para
especificar estándares de desempeño
apropiados.
Planteamos
ya (Díaz Barriga, 2004b) que en la aproximación a la evaluación educativa que
elabora el docente, éste hace un importante recorte de lo que ocurre en su aula,
pues en su enfoque e instrumentos quedan plasmadas sus concepciones acerca de lo que vale la pena enseñar y aprender, y por ende, evaluar. Desde
nuestro punto de vista, siempre está presente el qué y el cómo se evalúa, quién lo hace y para qué se emite un juicio o calificación sobre el otro. Si se parte de que la construcción de un portafolios, de una
rúbrica o de otro tipo de pauta de evaluación es un reflejo de la docencia de un profesor particular, ante un grupo de alumnos y en un contexto educativo singular,
debe concluirse que éstos son únicos y que deben juzgarse como una producción situada en un contexto particular. Lo anterior es muy apropiado cuando la evaluación se emplea con fines formativos,
de realimentación para el alumno o como instrumento de desarrollo profesional
del docente, pero la falta de estandarización y la dificultad de conducir
evaluaciones en “gran escala”
plantea importantes problemas si lo que interesa al profesor o escuela es sólo calificar al alumnado para decidir si merece o no aprobar el grado. De nuevo, la cultura de la evaluación educativa que
prolifera en nuestro medio tiene como supuesto que aquello que puede
medirse y cuantificarse en gran
escala es lo valioso y lo que hay que evaluar; mucho mejor si es lo que
las “agencias” internacionales
o los organismos nacionales
estipulan como conocimiento nuclear o básico.
Creemos
importante
que el evaluador tenga claros los alcances y límites de la evaluación auténtica centrada en el desempeño, para aprovecharla y situarla
convenientemente. No puede perder de
vista que en este caso se emplean instrumentos que establecen con amplitud
y precisión una serie de estándares cualitativos mínimos por cumplir, y que son susceptibles de calificarse en una escala ordinal o tipo Likert, que permite
la asignación de puntajes categoriales o globales. Una vez más, su
empleo exitoso ha sido en la lógica
de evaluaciones referentes al criterio, no a la norma.
Las tareas que implican un desempeño son complejas,
por lo cual requieren que se proporcione a los estudiantes una instrucción acorde a dicha complejidad. Esto implica ofrecer a los alumnos
los apoyos o andamiaje
pertinente para que construyan una base común de conocimientos y
habilidades a partir de la cual incrementen
su motivación y ejecución.
En el caso concreto de la
evaluación por portafolios, las ideas de Doolittle (1994) resultan de interés
cuando se desea aplicar un programa de evaluación educativa por portafolios, ya sea del profesor o del alumno.
Retomamos algunos de los pasos que propone:
1. Comenzar despacio, pues los cambios requeridos llevan tiempo, por lo que se necesitan uno o dos años para diseñar,
aplicar y regular este tipo de
programas.
2. Lograr aceptación: es en extremo importante
que tanto administradores como
educadores y alumnos, e incluso los
padres, acepten el uso de los
portafolios y no sólo estén convencidos de su utilidad, sino que asuman la responsabilidad que representa su
construcción y sepan cómo hacerlo.
3. Promover la apropiación de la estrategia,
pues los profesores tienen que participar desde el principio, sentir que
pertenecen al programa y que
colaboran en su dirección y uso.
4. Comunicar su aplicación y explicarla con
detalle, pues es crucial (y ético) que los profesores y los alumnos entiendan cómo y para qué se va a
emplear el portafolios, su estructura y métodos
de evaluación y calificación.
5. Utilizar
modelos que puedan adaptarse al contexto
propio de la institución y proporcionen ejemplos
claros a alumnos y docentes de cómo desarrollar sus propios portafolios.
6. Ser selectivo: ya se ha dicho que no es conveniente incluir todo lo que hace o ha producido el individuo o el
equipo evaluado, sino que se requiere una selección de elementos que reflejen sustancialmente los
logros y ámbitos de dominio que interesa evaluar.
7. Ser realista: el portafolios es una forma
de evaluación auténtica, no una panacea, por lo cual es deseable que no
sea la única opción, sino que forme
parte de un conjunto de estrategias de evaluación educativa que abarquen
tanto el plano de la enseñanza como
el del aprendizaje.
Por otro lado, si no hay acuerdos y estándares apropiados, o si no se capacita
apropiadamente a los profesores para diseñar y calificar este tipo de instrumentos, o a los alumnos
a autoevaluarse, es muy probable que
se genere ambigüedad, controversia y
conflicto en el proceso de evaluación. Estos problemas pueden ser incluso mayores
cuando se tiene que emitir una calificación numérica
con base en un portafolios,
una rúbrica o una pauta de autorreflexión que cuando se califica una prueba objetiva de opción múltiple.
Lo anterior nos indica que es
necesario conducir investigación de
diversa índole acerca del diseño y empleo de los instrumentos de evaluación educativa auténtica y basados en el desempeño, para asegurar que su aplicación y eventual calificación sea justa, eficiente
y efectiva, para que no exista duda de que es
tan fiable como otros instrumentos de evaluación y para que su empleo se inserte en políticas y prácticas éticas apropiadas.
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