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sábado, 12 de noviembre de 2011

SERIE "12 TESIS PARA EL CAMBIO EDUCATIVO": ¿EDUCACIÓN PARA TODOS?


¿EDUCACIÓN PARA TODOS?


12  tesis para el cambio educativo
Rosa María Torres
Fe y Alegría. 2005



Objetivos que  se achican, brechas que  se agrandan

El mundo que viene perfilándose en  los últimos veinte años es un  mundo de  bienestar y posibilidades ilimitadas para pocos y de  penuria y privación para muchos, en  el que se expanden con  la misma celeridad las nuevas tecnologías y las viejas  y nuevas formas de  la pobreza y la exclusión social.  “Sociedad de  la información” y “sociedad del  conocimiento” para una minoría, mientras la mayoría de la humanidad ve alejarse el viejo y modesto objetivo de la alfabetización universal y de una “educación básica de  calidad para todos”.

Los reiterados compromisos internacionales abultan  en  el  papel. En  la  realidad se  agudizan la pobreza, el  desempleo, el  trabajo infantil, el  problema educativo, la  brecha Norte-Sur así  como entre ricos y pobres dentro de cada país, el deterioro del medioambiente, los conflictos y las guerras, las migraciones, los desastres naturales que podrían haberse prevenido o minimizado sus efectos para los s pobres. La década de  1980,  la llamada “década perdida”, fue  perdida para el objetivo del desarrollo. La década de 1990,  que marca un antes y un después en la historia de la humanidad (Hobsbawm 1994) por  la magnitud, complejidad y velocidad de los cambios introducidos en el reordenamiento del sistema mundial, dejó instalada la globalización y dio un avance espectacular a las modernas tecnologías de  la información y la comunicación (TIC), pero significó importantes retrocesos  en  el  desarrollo humano en  muchos países en  el  Sur.  Más  de  50  países se  empobrecieron (PNUD 2003).  Para  el 2000,  se estimaba que había en el mundo alrededor de 211 millones de niños y niñas trabajadores (ILO 2002), buena parte de ellos sin duda engrosando las filas de los 113 millones  de  niños y niñas que, según estimaciones para ese  mismo año, estaban fuera de  la  escuela (UNESCO 2000a).

Paradójicamente, la Agenda del  Milenio (2000-2015), suscrita en  el 2000,  con  el impulso y monito- reo  de  Naciones Unidas (NU), el Banco  Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los países de  la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)4  sitúa el “alivio de  la pobreza” en  el centro de  la cooperación del  Norte con  el Sur hasta el 2015.
En el ámbito de  la educación, la investigación, la ciencia y la tecnología, lo que se está produciendo es una agenda dual e inaceptable: mientras que el discurso habla de “reducir las brechas” entre el  Norte y el  Sur,  en  la  práctica éstas se  vienen agrandando.  En  1990,  la  agenda mundial de Educación para Todos  (1990-2015), se comprometía con  una visión  amplia de  educación plasmada en  6 Objetivos (Ver en  el Anexo 4 los compromisos de  Jomtien y Dakar). En el 2000,  la Agenda del Milenio (2000-2015) estableció 8 Objetivos de  mínimos. Los dos  objetivos en  educación incluidos–universalizar la  educación primaria (cuatro años de  escolaridad/”supervivencia hasta el  quinto grado”) y promover la igualdad entre géneros (matrícula y culminación de  la escuela primaria)– son  mucho más  restringidos que los acordados una década antes en  la iniciativa Educación para Todos  por  las mismas agencias (Naciones Unidas y Banco  Mundial). En el caso  de  América Latina y Caribe, además, los Objetivos del  Milenio están muy  por  debajo no  sólo  de  las aspiraciones históricas de  nuestros pueblos, sino  del  desarrollo educativo y social  ya alcanzados.

4 El Anexo 4 incluye los diversos proyectos e iniciativas internacionales para  la educación (o que incluyen a la educación) que vienen cruzando a América Latina  desde fines de la década de 1970. Entre  estos se encuentra un cuadro completo de la Agenda del  Milenio con  sus objetivos, metas e indicadores. El Anexo 2 incluye información (2000-2001) sobre la situación en  los países de  los indicadores considerados en  el monitoreo global de  los Objetivos del  Milenio vinculados a la educación.

Entretanto, el Norte adopta el paradigma del  aprendizaje a lo largo  de  toda la vida  y aprovecha al máximo los desarrollos y las posibilidades que abren las TIC para el aprendizaje permanente y personalizado. Algo  hoy  inimaginable para un  Sur que continúa atascado en  viejas  batallas educativas no  resueltas como son  el analfabetismo, la desnutrición y el trabajo infantil, la falta de acceso a la escuela, las altas tasas de  deserción y repetición en  todos los niveles, la precariedad de  la infraestructura escolar, el débil aprendizaje en  las aulas, la mala preparación, la insatisfacción  laboral, el paro y el éxodo docentes, la falta de  presupuesto para investigación, ciencia y tecnología.

R2  Recuadro 2

El “encogimiento” de la Educación para Todos-EPT (1990-2000-2015)

1. De la educación  para todos  a la educación  de los niños (niños y niñas).
2. De la educación  de los niños y niñas a la educación  de las niñas.
3. De la educación  para todos  a la educación  de los más pobres.
4. De la educación  básica a la educación  escolar.
5. De la educación  escolar a la educación  primaria.
6. De la educación  primaria a cuatro  años de escolaridad (Iniciativa Acelerada de EPT).
7. De universalizar la educación  básica a universalizar el acceso a la educación  primaria.
8. De necesidades básicas de aprendizaje  a necesidades mínimas de aprendizaje.
9. De concentrar  la atención  en el aprendizaje a mejorar y evaluar el rendimiento escolar de los alumnos.
10. De la educación  básica como piso para aprendizajes posteriores  a la educación  básica como techo.

Elaboración: R.M.  Torres, en base a Torres 2000b.


Pobreza, educación y reforma educativa en América Latina y el Caribe5

América Latina y el Caribe ostenta hoy  el triste título de  la región más  desigual del  mundo, una región con  512  millones de  habitantes, de  los cuales casi la mitad (222  millones) son  pobres y de éstos, 96  millones sobreviven en  la  indigencia. La desigualdad del  ingreso (coeficiente de  Gini) tiene un  promedio de  52 en  los países de  América Latina, en  comparación con  31 en  los países de la  OCDE (Organización para la  Cooperación y el  Desarrollo Económico), los  países más  ricos  del mundo. En esta región, México  y Argentina están hoy  entre los países con  mayor desigualdad de ingresos y desigualdad educativa y Cuba  y Uruguay entre los más  equitativos: en  este último, el 10%  más  rico de  la población tiene en  promedio 12 años de  estudio y el decil  más  pobre tiene 6 años de  estudio (PRIE 2002;  CEPAL 2004).

Ésta es también la más endeudada entre las regiones del Sur (un tercio de la deuda mundial de los países en  desarrollo), un  laboratorio en  el que se han ensayado –sin obtener los resultados pro- metidos– las recomendaciones del  FMI y la banca multilateral, la falacia del  crecimiento económico como garante de una mejor distribución de la riqueza e incluso del alivio de la pobreza, la falta de conexión entre los préstamos internacionales y la mejoría de las condiciones de vida  de los sectores  en  cuyo  nombre se hacen dichos préstamos (los pobres) y los efectos perversos del  endeuda- miento externo.

                              5 Algunos datos sobre la actual situación socio-económica de  la región pueden encontrarse en  el Anexo 1.


El gasto social  (educación, salud, seguridad, asistencia social,  vivienda y servicios  básicos) creció notablemente en  la mayoría de  países de  esta región entre 1990  y 1999  –de  US$360 a US$540 per cápita (CEPAL/UNICEF 2002b)– con  una tendencia al alza  hasta el 2001  y una desaceleración a par- tir de entonces –a pesar de la pronunciada reducción del Producto Interno Bruto (PIB) en ese mismo período–. No obstante, el incremento en  el gasto social se dirigió solamente a compensar los efectos  de  la política económica y los ajustes estructurales, a “proteger a los pobres” en  una coyuntura particularmente adversa. De hecho, dicho incremento no se tradujo en una reducción de las disparidades sociales en el interior de cada país ni tampoco en una reducción de las disparidades entre países (CEPAL 2004).  Por el contrario, la pobreza creció  en  la década de  1990  –década del  desmantelamiento del  Estado, las  privatizaciones, los  grandes préstamos internacionales y la  asesoría externa adosada a éstos– y ha  seguido creciendo, incluso en  países donde los estudios econométricos  muestran, orgullosos, crecimiento económico. El PIB per  cápita en  el 2003  era  el mismo que en  1980  en  casi todos los países de  América Latina, con  excepción de  Chile  y Costa  Rica. Entre el 2000 y el 2002 aumentó en 15 millones el número de pobres en la región y la pobreza avanza sobre la clase  media, otrora fuerte en  muchos países sobre todo del  Cono  Sur y hoy  cantera de  los llama- dos “nuevos pobres”. Cuatro países de Centroamérica –Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala “muy probablemente no  lograrán alcanzar para  el 2015  la meta relativa al hambre de  la Declaración  del  Milenio”, es decir, reducir a la mitad el número de  personas hambrientas (CEPAL 2004).

Las evaluaciones realizadas en  la mayoría de  países de  la región desde la década de  1990,  muestran que los aprendizajes son,  en general, bajos y no sólo no mejoran, sino que en ocasiones empeoran año tras  año en  muchos países. El primer estudio del  Laboratorio Latinoamericano de  Evaluación de  la  Calidad de  la  Educación (LLECE) mostró resultados muy  bajos en  las  dos  áreas que midió: Lenguaje y Matemáticas (LLECE 1998).  Siete  años después, una nueva aplicación de  la prueba en varios  países que participaron en  el primer estudio reveló “estancamiento en  los logros de  lectura y escritura, a pesar de los esfuerzos y las innovaciones introducidas en estos años y del énfasis dado precisamente a la alfabetización en el medio escolar. Asimismo, los resultados de aprendizaje obtenidos por  los países latinoamericanos que han participado en  evaluaciones internacionales tales como PISA y TIMMS, han sido devastadores; los países latinoamericanos se han ubicado en  los últimos  lugares.6

Todos  los  estudios y evaluaciones sugieren que las  disparidades económicas son  las  que tienen mayor impacto sobre el acceso, la retención y el aprendizaje en el medio escolar. En esta región, la zona de  residencia (urbano/rural), la pertenencia étnica-lingüística y el género (hombres/mujeres) son  factores que se agregan a la principal fuente de  discriminación, que es llanamente ser pobre (UNESCO-OREALC 2004b). Así pues, la injusticia económica y social es el principal obstáculo para el desarrollo educativo y la democratización de  la educación y de  los aprendizajes. Luchar  contra la pobreza y por   otro modelo político y socio-económico se  ha  convertido en  un  requisito para –mucho más  que un  potencial resultado de–  la educación.

                            6 El Anexo 3, sobre evaluación escolar,  tiene información sobre los sistemas nacionales de  evaluación, el LLECE, PISA y TIMSS, así como síntesis de diversos estudios sobre factores asociados al rendimiento escolar.  La prueba PISA mide alfabetización mate- mática, lectura, lectura de  textos científicos y resolución de  problemas (a través del  currículo, aplicada a situaciones reales);  la prueba TIMSS mide conocimientos en  matemáticas y ciencias.  Ver  PISA en:  http://www.pisa.oecd.org/ y TIMSS en http://www.timss.org/


La educación, especialmente la educación pública, se encuentra en  estado calamitoso en  la mayoría de  nuestros países. La pobreza y la lógica de  la supervivencia invadieron la escuela, forzándola a asumir muchos de  los problemas sociales no  resueltos por  el Estado, las comunidades y las familias, convirtiéndola en  guardería de  niños mientras sus padres se ganan la vida  de  algún modo, en refugio de  adolescentes y jóvenes incómodos en  la familia y sin esperanza de  encontrar empleo, en  comedor escolar y comunitario en  muchos casos,  en  centro de  contención, encuentro y espera. Defender la  educación pública hoy  implica, por  eso,  defender la  posibilidad de  otra  educación pública.

Las reformas escolares, en  especial las iniciadas en  la década de  1990,  fueron homogeneizantes y tecnocráticas, reformas de  cúpula hechas con  asesoría y préstamos internacionales pero con  débil consulta y participación social,  ocupadas más  en  el diseño de  las políticas que en  su implementación,  por  lo general centradas en  los temas y problemas de  la gestión antes que en  la pedagogía y los contenidos de  aprendizaje. Dichas  reformas no  sólo  no  han logrado los objetivos que se plantearon en  términos de  cobertura y calidad, sino  que más  bien desandaron camino y, en  muchos casos,  tuvieron el efecto de  desestructurar el sistema escolar público, de  tirar abajo lo mucho o poco bueno que había en  pie.

En este marco, cada vez se acepta más el argumento de la privatización como la “solución” al problema de  la educación pública o como complemento indispensable. Esto se traduce en  programas y políticas surgidas y ensayadas por  lo general en países del Norte, tales como: financiamiento compartido (Estado-padres de familia), tercerización de diversos servicios antes realizados por  el Estado (incluidas la planificación, la formulación de  políticas, la investigación, la evaluación, la consulta social,  etc.),  creciente “participación del  sector privado” con  y sin fines  de  lucro  (empresas priva- das,  fundaciones empresarias, ONGs, etc.),  escuelas charter, bonos o  vouchers escolares para las familias, etc.7

¿Más y mejor educación para  “aliviar la pobreza”?

En los últimos años, la educación, el mejoramiento de  su calidad y una distribución más igualitaria de  la misma ha  pasado a verse  como estrategia fundamental para “aliviar la pobreza”. En verdad, no  obstante, no  basta con  una educación mejor y más  igualitaria para superar la pobreza; la pro- pia  pobreza dificulta o impide el acceso a la educación, empobrece su calidad y dificulta su distribución equitativa. Está probado que hay  una relación directa entre desigualdad en  la distribución de  los ingresos dentro de  cada país (coeficiente de  Gini) y desigualdad educativa: a mayor desigual- dad en  los ingresos, mayor es la diferencia en  la cantidad de  educación (años de  escolaridad) a la que acceden ricos y pobres y en  la calidad de  la educación a la que acceden unos y otros.

Aunque persiste la discusión académica sobre la relación educación-pobreza, hay un punto en que resulta irrelevante determinar con exactitud qué porción de la mala oferta educativa y de los bajos aprendizajes escolares es atribuible al “afuera” de  la escuela (las condiciones socio-económicas y culturales de  la familia, la comunidad, el país) y qué porción es atribuible al “adentro de  la escuela (nivel  de  plantel y de  aula, infraestructura, equipamiento, contenidos y métodos de  enseñanza, calidad docente, clima escolar, gestión institucional, etc.): lo importante y lo que ya sabemos es que ambos –“afuera” y “adentro– cuentan, interactúan dinámicamente y se refuerzan mutuamente.

7 Las “escuelas charter” se consideran un  híbrido entre escuela pública y privada. Hay una  amplia y polémica literatura sobre el tema, con  evidencia y posiciones muy diversas.
Para una  información general ver el Eric Clearinghouse http://www.ericdigests.org/2003-3/sobre.htm


Esto implica que hay  que trabajar desde ambos lados al mismo tiempo: desde la política educativa y desde la política económico-social.

Es importante continuar identificando, destacando y apoyando a los buenos procesos educativos, las  buenas escuelas y los  buenos docentes en  contextos de  pobreza y siempre será  importante recordar que hay márgenes importantes que pueden ser aprovechados en cada aula, en cada centro educativo, en  cada barrio y comunidad, por  alumnos, docentes, padres de  familia y autoridades, para empujar la educación como una prioridad de todos, logrando cada vez mejores resultados. La amplia investigación empírica disponible muestra que la escuela puede elevarse y triunfar sobre las dificultades de  un  contexto social  y familiar adverso. Entre otros:

Un estudio pionero realizado en Uruguay a fines  de 1980 calificó  de “mutantes a aquellos alum- nos  que –contrariando todas las expectativas y gracias a un  clima  escolar favorable y estimulante– logran resultados que desafían a su entorno y a su propia herencia familiar y cultural (CEPAL 1991).

Una década s tarde, el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) llamó “escuelas destacables” a las que logran resultados en  matemáticas “por encima del que era  posible esperar según el nivel  educacional de  sus padres” (LLECE 2002:8).

–– En Colombia, el primer estudio del LLECE encontró que las escuelas rurales –muchas de ellas graduadas y multigrado– obtenían mejores resultados que las escuelas del medio urbano (LLECE 1998).

–– En México,  las  escuelitas rurales del  CONAFE, ubicadas en  lugares apartados y atendidas por jóvenes capacitados de  las propias comunidades, muestran a menudo iguales o mejores resultados que las  escuelas rurales atendidas por  docentes titulados de  la  Secretaría de  Educación Pública (Torres  y Tenti  2000).

–– En Perú,  un  estudio mostró que las Escuelas  de  Fe y Alegría, ubicadas todas ellas  en  sectores pobres, tienen mejores indicadores de  eficiencia interna (retención, aprobación) y mejores rendimientos en  Comunicación Integral y Lógica  Matemática no  sólo  que las escuelas del  Estado, sino que muchas escuelas privadas (Alcázar y Cieza  2002).

En Chile, UNICEF realizó un  estudio cualitativo y en  profundidad en  una muestra de  14 “escuelas efectivas en  contexto de  pobreza, que logran resultados de  excelencia, equiparables a las mejores escuelas del  país  (Bellei 2004).

Ciertamente, es importante saber que la buena educación es posible incluso en las condiciones más desfavorables, allí donde no hay siquiera una construcción estable a la que pueda llamarse escuela, un  maestro o maestra titulado y con  experiencia y a menudo ni materiales en  los cuales apoyarse para enseñar y para aprender. No obstante, saberlo no  nos  libera, sino  que más  bien nos  compromete a seguir luchando no sólo por  una buena escuela, sino por  condiciones igualitarias que eximan a los pobres de  tener que seguir mostrando que pueden no  gracias a, sino  a pesar de  la penuria y la desventaja en  las que son  puestos por  un  modelo económico injusto y por  la apatía social  frente a éste.

“Estar en  capacidad de  leer  y escribir un  enunciado simple de  la vida  cotidiana” pudo haber sido suficiente hace medio siglo,  cuando la UNESCO propuso esta definición de  alfabetización, pero ya no  es suficiente para asegurar las competencias de  lectura y escritura que exige el mundo actual. Cuatro años de escolaridad, o un corto programa de alfabetización para jóvenes y adultos no bastan.
Un estudio regional sobre analfabetismo funcional conducido por  la UNESCO-OREALC en siete países de  la región (Infante 2000)  concluyó que se requieren al menos 6 ó 7 años de  escolaridad para manejar la lectura y escritura y 12 para un  dominio pleno, si éstas se usan en  diferentes contextos (familiar, laboral, social,  etc.).  Por  su parte, no  desde consideraciones pedagógicas, sino  económicas y sociales, la CEPAL (2000)  afirma que hoy  se requiere al menos la secundaria completa para romper el círculo  vicioso  de  la pobreza y tener posibilidades de  conseguir un  empleo.

La educación ya no  es el factor de  movilidad social que fue  dos,  tres  décadas atrás, cuando el salto generacional en  muchos de  nuestros países pasó de  abuelos o padres analfabetos a hijos  e hijas universitarios. Entonces, el estudio era  valorado y tenía una recompensa moral, social y económica. Hoy, la promesa de  mayor educación = mayor posibilidad de  superar el propio entorno, conseguir trabajo, asegurar un  ingreso y mejorar la calidad de  vida,  dejó de  ser cierta.

La expansión de  la Pobreza y sus secuelas sobre niños, jóvenes y adultos, obliga a replantear  las relaciones entre Educación y Pobreza. ¿Educar  para  aliviar  la pobreza o  aliviar  la pobreza para poder enseñar y para poder aprender? (Torres  2000a). Es ya insoslayable que la pobreza no es sola- mente el  resultado de  la  falta de  crecimiento económico, sino  de  una injusta distribución de  la riqueza a escala local  y mundial. La pobreza se ha  ganado su lugar propio como predictor de  la falta de  acceso a la educación en  todos sus niveles, de  la mala calidad e irrelevancia de  la educación,  de  la repetición y la deserción, de  la falta de  oportunidades para continuar aprendiendo a lo largo de  toda la vida  y de  aspirar a un  trabajo y una vida  digna, todas ellas  dimensiones constitutivas  del  derecho a la educación.

El perverso círculo  vicioso  entre Pobreza y Educación invita precisamente  a  analizar mejor esta intersección. La exclusión educativa está vinculada no  únicamente a la falta de  acceso a la educación,  sino  también al acceso a la mala educación y ninguna de  ellas  se resuelve sólo  desde la polí- tica  educativa, sino  con  otra política económica y con  otra política social.  Por  ello,  luchar por  el derecho a una educación gratuita y de  calidad para todos implica no  sólo  exigir  más  presupuesto para la educación, sino también más presupuesto para la salud, la vivienda, el trabajo, la seguridad social,  y mejores condiciones de  vida  de  la población en  general.  El derecho a la educación impli- ca asegurar los derechos económicos y sociales que permiten liberar tiempo y asegurar condiciones esenciales para aprender, disfrutar del  aprendizaje y aprovecharlo para mejorar la propia calidad de  vida  (Tomasevsky 2004a,b).

¿La Economía para  los economistas y la Educación para  los educadores?

La Economía se nos  presenta como un  saber científico, encargado de  la difícil  tarea de  “asignar recursos escasos a fines  múltiples”, respondiendo a leyes  naturales del  mercado. No obstante, otra definición de Economía, inspirada no en las leyes del mercado, sino en las necesidades de la gente, nos dice que “la economía, en su expresión más profunda y abarcativa, es el sistema que se da una comunidad o una sociedad de  comunidades e individuos para definir, generar y administrar recursos a fin  de  determinar y satisfacer las necesidades legítimas de  todos sus miembros” (Coraggio 2004a: 169). La propia “escasez de recursos no es un dato de la realidad, sino una decisión política: alguien decide cómo se generan y distribuyen los recursos. Pero  ese  proceso no  es transparente ni visible  a la conciencia ciudadana.

El tema de  la Pobreza se ha  dejado en  manos de  economistas y de  los organismos internacionales, quienes son  los encargados de  definir y medir la pobreza, establecer los objetivos y plazos, calcular los costos y decidir las fuentes y modalidades de financiamiento. Los pobres aparecen solamente como sujetos con carencias, poseedores de un mal  que requiere ser “aliviado”, y no también como sujetos con talentos, capacidades y potencialidades que requieren ser aprovechados y desarrollados, sujetos que piensan, sienten, aprenden, son  creativos y expertos en  resolver problemas y en  apreciar  los momentos de  felicidad, en  sortear las mil y un  dificultades que les pone la vida  cada día. La “Estrategia Nacional para Aliviar la Pobreza”, requisito establecido por  el FMI y el Banco  Mundial en  sus negociaciones con  cada gobierno nacional, es un  documento técnico, lleno de  cifras  y gráficos, que elaboran los Ministerios de  Economía de  cada país junto con  las agencias internacionales pero con  escasa o nula información y participación social,  e incluso de  otros ministerios.8

No obstante, la Economía, la Pobreza, el Presupuesto, no  deberían ser  vistos  como temas de  los economistas, sino como temas y problemas ciudadanos, pues nos afectan a todos. Es deber y derecho de todo ciudadano interesarse, comprender y participar en la definición de la política económica y social,  en  la  asignación de  los  recursos públicos y rendición de  cuentas en  torno al  presupuesto nacional, al presupuesto de  cada gobierno local,  del  sistema educativo y de  la institución escolar a la que asisten nuestros hijos,  ya sea  pública o privada.9  A su vez,  es hoy  deber de  todo gobierno democrático poner toda esa  información a disposición pública, a través de  los medios de  comunicación, boletines informativos, sitios web institucionales, etc.  Los planes de desarrollo, las estrategias nacionales de  alivio  de  la pobreza, las Cartas de  Intención firmadas con  el FMI, las negociaciones en torno a los tratados de comercio internacional, la necesidad o no de nuevos préstamos, el manejo de  la deuda externa, etc.  Deberían ser materia de  consulta y debate público, no  negociaciones en  nombre del  pueblo pero a sus espaldas.

Es fundamental acercar Economía y Sociedad, Economía y Educación y comprender mejor sus interrelaciones. Si antes la Economía podía parecer ajena a la educación y la Pobreza una condición externa al sistema escolar, hoy  su imbricación está a la vista,  desafiando las visiones sectoriales y las especializaciones estrechas, convocando al pensamiento complejo y a la acción convergente, transdisciplinaria y multisectorial, desde el nivel  micro  hasta el macro. (Morin 1999,  2004).

                              8 Así lo corrobora un estudio elaborado por el IIPE-UNESCO París acerca de estos documentos. Ver en la bibliografía IIPE-UNES- CO 2003a.
9 Una experiencia destacable en este sentido es el Presupuesto Participativo de Brasil, iniciado por el Partido de los Trabajadores
(PT) en  Porto  Alegre y luego extendido a Sao Paulo  y otras  ciudades brasileñas. Ver: http://portal.prefeitura.sp.gov.br/cidadania/orcamento_participativo

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