EL RENDIMIENTO ACADÉMICO:
CONCEPTO, INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
Rubén Edel Navarro
Revista Electrónica Iberoamericana sobre Calidad,
Eficacia y Cambio
en Educación, julio-diciembre, año/vol.
1, número 002
INTRODUCCIÓN
En la vida académica, habilidad y esfuerzo no son sinónimos; el esfuerzo
no garantiza un éxito, y la habilidad empieza a cobrar mayor importancia. Esto se debe a cierta
capacidad cognitiva que le permite al alumno hacer una elaboración
mental de las implicaciones causales que tiene el manejo de las
autopercepciones de habilidad y esfuerzo. Dichas autopercepciones, si bien son complementarias, no presentan el mismo peso para
el estudiante; de acuerdo con el modelo, percibirse como hábil (capaz) es el
elemento central.
En este sentido, en el contexto
escolar los profesores valoran
más el esfuerzo que la habilidad.
En otras palabras, mientras un estudiante espera ser reconocido
por su capacidad (lo cual resulta
importante para su estima), en el
salón de clases se reconoce
su esfuerzo.
De acuerdo con lo anterior
se derivan tres tipos de estudiantes según
Covington (1984 ):
à “Los orientados al dominio. Sujetos que tienen éxito escolar, se consideran capaces, presentan alta motivación de logro y muestran confianza
en sí mismos.
à Los que aceptan
el
fracaso.
Sujetos derrotistas
que presentan una imagen propia deteriorada y manifiestan un sentimiento de desesperanza
aprendido, es decir que han aprendido que el control sobre el ambiente es sumamente
difícil o imposible, y por lo tanto renuncian al esfuerzo.
à Los
que evitan el fracaso. Aquellos estudiantes
que carecen de un firme sentido de aptitud y autoestima
y ponen poco esfuerzo en su desempeño;
para “proteger” su imagen ante un
posible fracaso, recurren
a estrategias como la
participación mínima en el salón de clases, retraso e la realización de una tarea, trampas en los exámenes, etc. “
En éste orden de ideas, el juego de valores habilidad-esfuerzo se torna riesgoso para los
alumnos, ya que si tienen éxito, decir que se invirtió poco o nada de esfuerzo
implica brillantez, esto
es, se es muy
hábil. Cuando se invierte mucho esfuerzo no se ve el verdadero
nivel de habilidad, de tal forma que esto no amenaza la estima o valor como estudiante, y
en tal caso, el sentimiento
de orgullo y la satisfacción son grandes.
Lo anterior significa
que en una situación de éxito, las autopercepciones de habilidad y esfuerzo no perjudican ni dañan la estima ni el valor que el profesor
otorga. Sin embargo, cuando la
situación es de fracaso, las cosas cambian. Decir que se invirtió gran esfuerzo implica poseer poca habilidad, lo que genera un sentimiento
de humillación. Así el esfuerzo empieza a convertirse
en un arma de doble filo y en una amenaza para los estudiantes, ya que éstos deben esforzarse para evitar la desaprobación
del profesor, pero no demasiado, porque en caso de fracaso, sufren un sentimiento de humillación e inhabilidad.
Dado que una situación
de fracaso pone en duda su capacidad,
es decir, su autovaloración,
algunos estudiantes evitan
este riesgo, y para ello emplean ciertas estrategias como la excusa
y manipulación del esfuerzo, con el propósito de desviar la implicación
de inhabilidad (Covington yOmelich, 1979).
Como se menciona, algunas de las estrategias pueden ser: tener una participación mínima en el salón de clases (no se fracasa pero tampoco se sobresale), demorar la realización de una tarea (el sujeto que estudia una noche antes del
examen: en caso de fracaso,
este se atribuye a la falta de tiempo y no de capacidad), no hacer ni el intento de realizar la tarea (el fracaso produce menos pena porque
esto no es sinónimo de incapacidad), el sobreesfuerzo, el copiar en los exámenes y la preferencia de tareas muy difíciles (si se fracasa, no estuvo bajo el control del sujeto), o muy fáciles (de tal manera que aseguren el éxito). En otras palabras,
se fracasa con ` honor
´ por la ley
del mínimo esfuerzo.
El empleo desmedido de estas estrategias trae como consecuencia un deterioro en el aprendizaje, se está propenso
a fracasar y se terminará
haciéndolo tarde o temprano (Covington,
1984),
lo que en forma análoga nos recuerda el `efecto pigmalión´ en el proceso educativo, es decir,
una profecía de fracaso escolar que es autocumplida.
Resulta evidente,
que el abordaje del rendimiento
académico no podría agotarse a través del estudio de las percepciones de los alumnos sobre las variables habilidad y esfuerzo, así como tampoco
podría ser reducida a la simple comprensión
entre actitud y aptitud del estudiante. La demanda de análisis y evaluación de otros factores permiten infiltrarnos más en el rendimiento
académico como fenómeno de estudio,
es por ello que en los siguientes apartados se abordarán variables, que van desde
su conceptualización, predicción y evaluación hasta la investigación desarrollada en diferentes
niveles educativos, refiriéndose también,
aunque
sólo en
forma descriptiva, algunos
programas
compensatorios implementados en Iberoamérica y que el autor presenta
con la intención
de brindar un punto de partida para aquellos
alumnos, docentes
e investigadores que su interés sea incursionar en el estudio del desarrollo académico.
1. ALGUNAS VARIABLES
RELACIONADAS CON EL RENDIMIENTO Y
FRACASO ESCOLAR.
Probablemente una de las dimensiones más importantes
en
el
proceso
de
enseñanza
aprendizaje lo constituye el rendimiento académico del alumno.
Cuando
se
trata de evaluar el rendimiento académico y cómo mejorarlo, se analizan en mayor ó menor grado los factores que pueden influir en él, generalmente se consideran, entre otros, factores
socioeconómicos , la amplitud
de los programas de estudio, las metodologías
de enseñanza utilizadas, la dificultad de emplear una enseñanza personalizada, los conceptos previos que tienen los alumnos, así como el nivel de
pensamiento formal de los mismos (Benitez, Gimenez y Osicka, 2000), sin embargo, Jiménez (2000)
refiere que “se puede tener una buena capacidad
intelectual y una buenas aptitudes y sin embargo no estar
obteniendo un rendimiento adecuado
”, ante
la disyuntiva y con
la perspectiva de que el rendimiento académico es un fenómeno multifactorial es como iniciamos su abordaje.
La complejidad del rendimiento académico
inicia desde su conceptualización, en ocasiones
se le denomina como aptitud escolar,
desempeño académico ó rendimiento escolar, pero generalmente las
diferencias de concepto sólo se explican por cuestiones semánticas, ya que generalmente, en los textos. la vida escolar y la
experiencia docente, son utilizadas
como sinónimos.
Si partimos de la definición de Jiménez (2000) la cual postula que el rendimiento escolar es un “nivel de conocimientos
demostrado en un área ó materia comparado con la norma de edad y nivel
académico ”, encontramos que el rendimiento del alumno debería
ser entendido
a partir
de sus procesos de evaluación, sin embargo. la simple
medición
y/o
evaluación
de
los
rendimientos alcanzados por los alumnos no provee por sí
misma todas las pautas necesarias para la acción
destinada al mejoramiento de la calidad educativa.
En el mejor de los casos, si pretendemos conceptualizar el rendimiento académico a partir de su evaluación,
es necesario considerar
no solamente el desempeño
individual del estudiante sino la manera como es influido
por el grupo de pares, el aula ó el propio contexto educativo. En este sentido Cominetti y Ruiz (1997) en su estudio denominado
` Algunos factores del rendimiento:
las
expectativas y el género
´ refieren que se necesita
conocer qué variables inciden ó
explican el nivel de distribución de los aprendizajes, los resultados de su investigación plantean que:
“las expectativas
de familia, docentes y los mismos alumnos
con relación a los logros en el aprendizaje reviste especial interés porque pone al descubierto el efecto de un conjunto de
prejuicios, actitudes y conductas que pueden
resultar beneficiosos ó desventajosos en la tarea escolar y sus resultados”, asimismo que: “el rendimiento de los alumnos es mejor, cuando
los maestros manifiestan que el nivel de desempeño y de comportamientos escolares del grupo es adecuado ”.
Probablemente una de las variables más empleadas ó consideradas por los docentes e investigadores para aproximarse al rendimiento académico son: las calificaciones escolares
; razón de ello que existan estudios
que pretendan calcular algunos índices de fiabilidad
y validez de éste criterio
considerado como `predictivo´ del rendimiento académico (no alcanzamos una puesta
en común
de su definición y sin embargo pretendemos
predecirlo), aunque en la realidad
del aula, el investigador
incipiente podría anticipar
sin complicaciones, teóricas ó metodológicas, los alcances de predecir la dimensión cualitativa del rendimiento académico a partir
de datos cuantitativos.
Sin embargo, en su estudio `análisis de las calificaciones escolares como criterio de
rendimiento académico´, Cascón (2000)
atribuye la importancia del tema a dos
razones principales:
“1) uno de los problemas sociales,
y no sólo académicos,
que están ocupando a los
responsables políticos, profesionales
de la
educación, padres y madres de alumnos; y a la
ciudadanía, en general,
es la consecución de un sistema educativo efectivo
y eficaz que proporcione a los alumnos el marco idóneo donde desarrollar sus potencialidades; 2) por
otro lado, el indicador del nivel educativo
adquirido, en este estado y en la práctica
totalidad de los países desarrollados y en vías de desarrollo, ha sido, sigue y probablemente seguirán siendo las calificaciones escolares. A su vez, éstas son reflejo de las evaluaciones y/o
exámenes donde el alumno ha de demostrar
sus conocimientos sobre las distintas áreas ó
materias, que el sistema considera necesarias y
suficientes para su desarrollo como miembro activo de la sociedad” (Cascón, 2000: 1–11).
En contraste, el citado autor, en su estudio denominado
‘predictores del rendimiento académico’ concluye que “el factor psicopedagógico que más peso tiene en la predicción del rendimiento académico es la inteligencia y por tanto, parece razonable hacer uso de instrumentos
de inteligencia estandarizados (test) con el propósito
de detectar posibles
grupos de riesgo de fracaso
escolar”.
La cantidad de variables se incrementa,
la evaluación escolar, las calificaciones del alumno y ahora
el factor intelectual.
Al mencionar la variable inteligencia en relación al rendimiento
académico cabe destacar
la investigación reciente de Pizarro y Crespo (2000) sobre inteligencias
múltiples
y
aprendizajes
escolares, en donde expresan que
“la inteligencia humana no es una realidad
fácilmente identificable, es un constructo utilizado para estimar , explicar ó evaluar
algunas diferencias conductuales entre las personas: éxitos / fracasos académicos, modos de relacionarse con los demás, proyecciones de proyectos de vida, desarrollo de talentos, notas
educativas,
resultados de test cognitivos, etc. Los
científicos, empero, no han podido ponerse muy de acuerdo respecto a qué denominar
una conducta inteligente “.
Resulta importante considerar otro tipo de variables, al margen de las calificaciones y el nivel
de inteligencia de los estudiantes, que aparentemente inciden en el rendimiento académico y que
valdría la pena mencionar.
En su investigación sobre ‘Los insumos
escolares en la educación
secundaria y su efecto
sobre el rendimiento académico de los estudiantes’, Piñero y Rodríguez (1998)
postulan que:
“la riqueza del contexto
del estudiante (medida como nivel socioeconómico) tiene efectos
positivos sobre el rendimiento
académico del mismo. Este resultado
confirma que la riqueza
sociocultural del contexto (correlacionada con el nivel socioeconómico, mas no limitada
a él) incide positivamente
sobre el desempeño escolar de los estudiantes. Ello recalca la importancia de la responsabilidad compartida entre la familia, la comunidad
y la escuela en el proceso educativo”.
Un estudio reciente titulado ‘Crosscultural
attribution of academic performance: a study among Argentina, Brazil
and México’ (Omar y Colbs., 2002) se abordaron
la exploración de las causas
más comúnmente empleadas por los estudiantes secundarios para explicar su éxito y/o su fracaso escolar. El marco teórico fue provisto por las formulaciones
de Weiner y Osgood. La verificación se realizó
sobre muestras de estudiantes brasileños (N = 492), argentinos (N = 541) y mexicanos (N =
561); alumnos de los tres últimos años del ciclo secundario de escuelas públicas y privadas. Cada alumno fue seleccionado por sus propios
profesores de matemáticas y ciencias
sociales en función de
su rendimiento escolar. En primer lugar se les solicitó a los alumnos que ordenaran
diez causas típicamente adscriptas al rendimiento
escolar según la importancia que le atribuían
y, posteriormente,
que completaran una
adaptación del
diferencial semántico
integrada por tres
conceptos-estímulo
(dimensiones de estabilidad, controlabilidad y externalidad)
y las
diez causas específicas. Se verificó
que los alumnos de los tres países consideran
al esfuerzo, la capacidad para estudiar y la inteligencia como las causas más importantes sobre su rendimiento
escolar. En lo referente
al significado dimensional de las causas específicas, los resultados obtenidos indican que los alumnos exitosos, tanto argentinos, brasileños
como mexicanos, coinciden
en
percibir al esfuerzo, la inteligencia y la capacidad para estudiar como causas internas y estables, brasileños y mexicanos
pero no argentinos, también consideran al estado de ánimo como una causa interna y estable. La dificultad de la prueba,
la ayuda de la familia y el juicio de los profesores, fueron evaluadas como causas incontrolables
por argentinos y brasileños, aunque no por mexicanos. Frente al fracaso, emergieron esquemas de respuestas singulares. Los hallazgos
se discutieron a la luz de los valores socio-culturales y las peculiaridades educacionales de cada país interviniente.
Como se puede
observar a lo largo
de las diferentes investigaciones citadas,
el análisis sobre el
rendimiento académico muestra una gran diversidad
de líneas de estudio, lo que permite no solo comprender su complejidad sino su importancia dentro
del acto educativo.
Con el propósito de no experimentar un `agobio epistemológico´
ante la naturaleza multifactorial de nuestro fenómeno de estudio y de manera intencional, fueron seleccionados tres factores: la motivación
escolar, el autocontrol del alumno y las habilidades sociales,
las cuales, de acuerdo con la perspectiva del autor, encuentran una vinculación significativa
con el rendimiento académico
y que
en forma paralela podrían ser analizados en los diferentes niveles educativos con la
intención de poder evaluar sus implicaciones en el
rendimiento escolar.
1.1. La motivación escolar
La motivación
escolar es un proceso
general por el cual se inicia
y dirige una conducta hacia el logro
de una meta. “Este
proceso involucra variables
tanto cognitivas como afectivas: cognitivas, en cuanto a habilidades
de pensamiento y conductas instrumentales para alcanzar las metas propuestas;
afectivas, en tanto comprende elementos como la autovaloración, autoconcepto, etc.“
(Alcalay y Antonijevic, 1987: 29-32).
Ambas variables
actúan
en
interacción
a
fin
de
complementarse
y hacer eficiente la motivación, proceso que va de la
mano de otro, esencial dentro del ámbito escolar: el aprendizaje.
En su obra
`
Psicología Educativa ´ Woolfolk
(1995), establece
cuatro
planteamientos generales para la motivación escolar, los cuales se describen a continuación.
Los adeptos
de
los
planteamientos conductuales explican la motivación con
conceptos
como
`recompensa´ e `incentivo´. Una recompensa es un objeto o evento atractivo
que se proporciona como consecuencia de una
conducta particular. Un
incentivo es un objeto que alienta
o
desalienta la conducta, la promesa de una calificación alta es un incentivo,
recibir
la calificación es una recompensa. Por tanto, de acuerdo
con la perspectiva conductual, una comprensión de la motivación
del estudiante comienza con un análisis cuidadoso
de los incentivos y recompensas
presentes en la clase.
La perspectiva humanista enfatiza fuentes
intrínsecas de motivación como las necesidades que
la persona tiene de “autorealización” (Maslow;
citado por Woolfolk, et al),
la “tendencia de actualización” innata (Rogers y Freiberg; citado por Woolfolk, et al), o la necesidad
de “autodeterminación” (Deci, Vallerand, Pelletier y Ryan; citado por Woolfolk, et al). Lo que estas teorías tienen en común es la creencia
de que las personas están motivadas
de modo continuo
por la necesidad innata de explotar su potencial. Así, desde la
perspectiva
humanista, motivar a los estudiantes implica fomentar sus recursos internos,
su sentido de competencia,
autoestima, autonomía
y realización.
Las teorías
del aprendizaje social son integraciones de los planteamientos conductuales y cognoscitivo:
consideran tanto el interés de los teóricos
conductuales con los efectos y resultados o resultados de la conducta, como el interés de los teóricos cognoscitivos en el impacto de las creencias
y expectativas individuales. Muchas explicaciones de la motivación de influencia del aprendizaje
social pueden caracterizarse como expectativa de valor teórico.
Al respecto, Bandura (1993), en su teoría cognoscitiva social, refiere que la motivación se considera como el producto de dos fuerzas principales, la expectativa del individuo de alcanzar una
meta y el valor de esa meta para él mismo.
En otras palabras,
los aspectos importantes
para la persona son, ¿ si me esfuerzo
puedo tener éxito ? y ¿ si tengo éxito, el resultado será valioso o recompensante
?, la motivación
es producto de estas dos fuerzas, puesto que si cualquier
factor tiene valor cero, no
hay motivación para trabajar hacia
el objetivo.
Este breve panorama de la implicación de la motivación en el rendimiento académico nos
lleva a la reflexión
inicial, considerando las diferentes perspectivas teóricas, de que el motor
psicológico del alumno durante el proceso de enseñanza
aprendizaje
presenta
una
relación
significativa con su desarrollo cognitivo y por ende en su desempeño escolar, sin embargo no deja de ser genérica
la aproximación inicial
hacia el objeto de estudio, lo que nos demanda penetrar más en el factor
motivacional para desentrañar su significado e influencia,
es así que, se destaca la necesidad de encontrar algún hilo conductor para continuar
en la investigación y comprensión
del fenómeno, razón por
la cual el autor aborda
` el autocontrol del alumno ´ como la siguiente variable de estudio.
1.2. El autocontrol
Las teorías
de atribución del aprendizaje relacionan el ` locus
de control ´ , es decir,
el lugar de control donde la persona ubica el origen de los resultados obtenidos, con el éxito
escolar.
De acuerdo con Almaguer
(1998) si el éxito ó fracaso se atribuye a factores internos, el éxito provoca orgullo, aumento de la autoestima y expectativas
optimistas sobre el futuro. Si las causas del
éxito o fracaso son vistas como externas, la persona se sentirá ` afortunada ´ por su buena suerte
cuando tenga éxito y amargada por su destino cruel cuando fracase.
En este último caso, el individuo no asume el control o la participación en los resultados de su tarea y cree que es la suerte la que
determina lo que sucede
(Woolfolk, 1995).
Se ha encontrado que los individuos con más altas calificaciones
poseen un locus de control interno (Almaguer, 1998). Para comprender la inteligencia, sostiene Goodnow (1976,
en Sternberg,
1992), no debemos tener en
cuenta los tests mentales,
las tareas cognitivas o las medidas
basadas en la fisiología, sino más bien las atribuciones que hacen las personas
sobre sí mismas y sobre
los demás
en lo referente a la
inteligencia.
Por otra parte, existen autores
como Goleman
(1996), quien
en
su
libro Emotional Intelligence: Why it can matter more
than
IQ, relacionan el rendimiento académico con la inteligencia
emocional y destacan el papel del autocontrol
como
uno de los componentes
a reeducar en los estudiantes:
“La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en
cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de impulsos,
la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Ellas configuran rasgos de carácter
como la autodisciplina, la compasión ó el altruismo, que resultan indispensables para una buena y
creativa adaptación social.
1. El rendimiento escolar del estudiante depende del más fundamental de todos los conocimientos: aprender a apreender. Los objetivos a reeducar como clave
fundamental son los siguientes:
2. Confianza. La sensación
de controlar y dominar el propio cuerpo,
la propia conducta y el propio mundo. La sensación de que tiene muchas posibilidades de éxito en lo que emprenda y que los adultos pueden
ayudarle en esa tarea.
3.
Curiosidad. La sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.
4.
Intencionalidad. El deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia.
Esta habilidad está ligada a la sensación
y a
la capacidad de sentirse
competente, de ser
eficaz.
5. Autocontrol. La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada a su edad; sensación de control interno.
6. Relación. La capacidad de relacionarse con los demás,
una capacidad que se basa en
el hecho de comprenderles y de ser comprendidos
por ellos.
7. Capacidad de comunicar. El deseo y la
capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos
con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás (incluyendo a los adultos) y el placer de relacionarse con ellos.
8. Cooperación. La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los
demás en las actividades grupales ”. (Goleman, 1996: 220 y 221).
En virtud de lo anterior,
la síntesis reflexiva gira en torno a
educar en el autocontrol, ya que la
capacidad de controlar los impulsos aprendida con naturalidad desde la primera infancia constituiría una facultad fundamental en el ser humano, lo que nos lleva a pensar que dicha habilidad debe potenciarse en el proceso de enseñanza aprendizaje con los alumnos, si el propósito
es que lleguen a ser personas
con una voluntad sólida y
capaces de autogobernarse.
Sin embargo, desde la perspectiva del autor, considerar la dimensión
motivacional del rendimiento académico a través del autocontrol del alumno y destacar
su importancia en los procesos de enseñanza aprendizaje, no es suficiente para impactar de manera significativa
en el desempeño
escolar, también debe considerarse
el desarrollo de las habilidades sociales para el logro del éxito académico.
1.3.
Las habilidades sociales
Al hacer mención a la educación, necesariamente hay que referirse a la entidad educativa y a
los diferentes elementos que están involucrados
en el proceso de enseñanza
aprendizaje como los
estudiantes, la familia y el ambiente social que lo rodea. La escuela según Levinger (1994), brinda al
estudiante la oportunidad de adquirir técnicas,
conocimientos, actitudes y hábitos que promuevan
el máximo aprovechamiento de
sus capacidades y contribuye a neutralizar los efectos nocivos de un
ambiente familiar y social desfavorables.
En su
estudio sobre el ` clima escolar: percepción
del estudiante ´ De Giraldo y Mera (2000) concluyen que si las normas son flexibles y adaptables,
tienen una mayor aceptación, contribuyen a la socialización, a la autodeterminación
y a
la adquisición de responsabilidad por parte del estudiante, favoreciendo así la convivencia en el colegio y por tanto el desarrollo de la personalidad; por el contrario si éstas son rígidas,
repercuten
negativamente,
generando rebeldía, inconformidad, sentimientos de
inferioridad o facilitando la actuación de la persona en forma diferente
a lo que quisiera
expresar.
Mientras que las relaciones entre los compañeros de grupo son sólo uno de los muchos tipos
de relaciones sociales que un alumno debe aprender,
no es de sorprenderse saber que los estudios que analizan el estilo en que los padres educan a sus hijos nos permitan tener algunos indicios que ayudan
entender el desarrollo de capacidades sociales dentro de un grupo social de niños.
En su investigación
sobre el papel de los padres en el desarrollo
de la competencia social,
Moore (1997) refiere que los padres se interesan
por las interacciones más tempranas de sus hijos con
sus compañeros,
pero con el paso del tiempo, se preocupan más por la habilidad
de sus hijos a llevare
bien con sus compañeros
de juego, asimismo Moore (1997) postula que en la crianza
de un niño, como en toda tarea, nada funciona
siempre. Se puede decir con seguridad,
sin embargo, que el modo autoritario de crianza funciona
mejor que los otros estilos
paternos (pasivo y autoritativo) en lo que es
facilitar el desarrollo de la competencia
social del niño tanto en casa como en su grupo social. Los altos niveles de afecto, combinados con niveles moderados de control paterno, ayudan a que los padres sean agentes responsables en la crianza de sus hijos y que los niños se vuelvan miembros maduros
y competentes de la sociedad. Probablemente, los niños de padres autoritativos, es decir, aquellos cuyos padres intentan evitar las formas de castigo más extremas (ridiculización y/o comparación social
negativa) al criarlos, puedan
disfrutar de éxito
dentro de su grupo social.
De acuerdo con McClellan y Katz (1996) durante las últimas dos décadas
se han acumulado
un convincente cuerpo de evidencia que indica que los niños alrededor
de los seis años de edad al
alcanzar un mínimo de habilidad social, tienen una alta probabilidad de estar en riesgo durante su vida.
Hartup (1992) sugiere que las relaciones
entre iguales contribuye en gran medida no sólo al desarrollo cognitivo y social
sino, además, a la eficacia con la cual funcionamos como adultos, asimismo postula
que el mejor predictor
infantil de la adaptación adulta no es el cociente de inteligencia (CI), ni las calificaciones
de la escuela, ni la conducta
en clase, sino la habilidad con que el niño se lleve con otros. Los niños que generalmente son rechazados, agresivos, problemáticos, incapaces de mantener una relación
cercana con otros niños y que no pueden establecer un lugar para ellos mismos en la
cultura de sus iguales, están
en condiciones de alto riesgo (Hartup,
1992).
Los riesgos son diversos: salud mental pobre, abandono escolar, bajo rendimiento y
otras dificultades escolares, historial
laboral pobre y otros (Katz y McClellan, 1991). Dadas las consecuencias a lo largo de la vida, las relaciones deberían considerarse como la primera de las cuatro asignaturas básicas de la educación,
es decir, aunada a la lectura, escritura
y aritmética. En virtud de que el desarrollo
social comienza en los primeros años, es apropiado que todos los programas para la
niñez incluyan evaluaciones periódicas, formales
e
informales,
del progreso de los niños en la
adquisición de habilidades sociales (Katz
y McClellan, 1991).
Asimismo en las instituciones educativas es una práctica común los exámenes
de ingreso ó admisión, diferentes escuelas
secundarias, preparatorias y universidades en México evalúan
las habilidades de razonamiento
verbal y matemático estimándolos como factores predictivos del futuro rendimiento
académico de sus aspirantes, quedando la evaluación de sus habilidades sociales en el olvido (Edel,
2003).
2. LA INVESTIGACIÓN
SOBRE EL RENDIMIENTO ACADÉMICO.
En la actualidad existen diversas investigaciones que se dirigen a encontrar
explicaciones del bajo rendimiento académico, las
cuales van
desde
estudios exploratorios, descriptivos
y correlacionales hasta estudios
explicativos; si bien es cierto que resulta una tarea ardua localizar
investigaciones específicas que describan ó expliquen
la naturaleza de las variables asociadas
al éxito o fracaso académico, también es verdad que el acervo teórico y bibliográfico para sustentar una investigación de ésta naturaleza resulta enriquecedor; por lo cual se describen
a continuación algunas
de ellas.
Bricklin y Bricklin (1988) realizaron investigación con alumnos de escuela elemental y encontraron que el grado de cooperación y la apariencia física son factores de influencia
en los maestros para considerar a los alumnos como más inteligentes
y mejores estudiantes y por ende afectar su
rendimiento escolar.
Por otra parte, Maclure y Davies
(1994),
en
sus
estudios sobre capacidad cognitiva en
estudiantes, postulan que el desempeño retrasado (escolar) es sólo la capacidad cognitiva
manifiesta del alumno en un momento dado, no es una etiqueta
para cualquier característica supuestamente estable o inmutable
del potencial definitivo del individuo. Asimismo concluyen que el funcionamiento cognitivo deficiente no está ligado
a la cultura ni limitado al
aula.
Glasser (1985) en su trabajo con jóvenes que manifestaron conductas antisociales y que fracasaron en sus estudios
expone: “no acepto
la explicación del fracaso
comúnmente reconocida
ahora, de que esos jóvenes son producto
de una situación social que les impide el éxito. Culpar del fracaso a sus hogares,
sus
localidades, su cultura, sus antecedentes, su raza o su pobreza, es improcedente, por dos razones:
a) exime de responsabilidad
personal por el fracaso y b) no reconoce
que el éxito en la escuela es potencialmente accesible a todos los jóvenes. Si los jóvenes pueden
adquirir un sentido de responsabilidad
suficiente para trabajar de firme en la escuela y si las barreras
que se interponen al éxito son retiradas
de todas las escuelas, muchas de las condiciones
desventajosas pueden ser contrarestadas ”. Finalmente el autor concluye con una frase para la reflexión
de todas aquellas personas
involucradas en la educación: “es responsabilidad de la sociedad proporcionar un sistema escolar en el que
el éxito sea no sólo posible,
sino probable” (Glasser,
1985).
Carbo, Dunn R. y Dunn K. (citados por Markowa y Powell, 1997) han investigado sobre las diferencias en los estilos de aprendizaje
desde finales de la década de los 70´s y han demostrado
categóricamente que los niños aprenden
de distinta manera, y que su rendimiento escolar depende, de que se les enseñe en un estilo que corresponda a su estilo de aprendizaje. De acuerdo con éstos
investigadores no existe
un estilo que sea mejor que otro; hay muchas aproximaciones distintas, algunas de las cuales
son efectivas con ciertos niños e inútiles
con otros.
Cabe destacar tres estudios realizados en la Universidad Iberoamericana (U.I.A.) en México y
que se relacionan con el rendimiento
académico y algunas de sus variables
predictivas, en primera instancia, destaca el realizado
por Celis (1986) quien abordó la investigación sobre los subtest de
razonamiento abstracto, razonamiento
verbal y relaciones especiales del D.A.T., como elementos predictivos de rendimiento académico de la U.I.A., en alumnos que ingresaron en otoño de 1981 y primavera de 1982. Para el estudio de la validez predictiva del éxito académico que presentaron los subtest del D.A.T., utilizados
en la Universidad Iberoamericana
como parámetros de selección de alumnos, se obtuvieron los coeficientes de correlación de Pearson,
entre cada uno de los subtest (razonamiento abstracto, razonamiento verbal y relaciones
espaciales) y los criterios
de rendimiento académico (considerado como el puntaje
de materias significativas de la licenciatura y el puntaje global de la Universidad), lo anterior para muestras fraccionadas por
edad,
sexo, edad – sexo, licenciatura, división
y toda la Universidad. El supuesto de que mayores puntajes obtenidos
en los subtest del D.A.T., corresponderán a mejores puntajes académicos, se revisó para los 2145 alumnos que ingresaron a la U.I.A. en 1981 y 1982, comparándose también, con la validez
predictiva del examen de conocimientos utilizados con el mismo propósito.
Algunas
de las conclusiones del estudio
anterior fueron:
1. Entre
los candidatos a ingresar
a la U.I.A., con 20 años ó más, que presentaron el examen de admisión, apareció
una disminución
significativa en el puntaje bruto obtenido en la prueba
de razonamiento abstracto.
2. El puntaje
bruto promedio,
obtenido por los aspirantes a las licenciaturas de la División
de Arte, en el test de relaciones espaciales, es significativamente superior al que obtuvieron los alumnos de las carreras de la División de Ciencias e Ingeniería.
3. En los tres subtest del D.A.T.,
los hombres obtuvieron puntajes promedio más altos
que las mujeres, pero sólo en el caso de la prueba de razonamiento
abstracto, ésta diferencia fue
significativa.
4. En contraposición del fenómeno observado
de que los hombres obtienen puntajes brutos promedio más altos en los subtest
del D.A.T., las mujeres obtienen puntajes académicos
significativamente mayores que los hombres.
5. Ninguno de los parámetros utilizados para la selección y admisión de alumnos a la U.I.A., tiene una validez predictiva confiable o generalizable, presentándose correlación sólo en
casos sumamente aislados, que pueden atribuirse, más a errores en la distribución
probabilística y estadística de la muestra, que a patrones de comportamiento factibles de ser
extrapolados.
6. A mayor edad de ingreso a la U.I.A., disminuye el puntaje global académico obtenido por el alumno.
Por su parte, Muñoz (1993) llevó a cabo un estudio comparativo
de algunos factores que inciden en el rendimiento académico en una población de estudiantes
de niveles medio superior y superior, el objetivo general de la investigación fue conocer la correlación entre algunos factores
de naturaleza psicológica y el rendimiento académico en una población de alumnos becados. Con el
propósito de conocer algunos de estos factores
se eligieron 3 áreas: intelectual, rasgos de personalidad e integración familiar.
Dentro del área intelectual se trabajaron 10 indicadores, el
1º fue el cociente intelectual del test de
Raven y los nueve restantes
se extrayeron del
cuestionario de habilidades
para el estudio que comprendió:
la actitud ante el estudio, aceptación
alumno – maestro, organización para el estudio,
concentración, memoria, toma de apuntes, manejo de libros de texto, realización de trabajos escritos
y la presentación de exámenes.
Respecto a los rasgos
de personalidad, los indicadores estudiados fueron las 10 escalas clínicas
del Inventario Multifásico de la Personalidad (MMPI).
El área
familiar constó de un solo indicador que fue el
de la integración familiar.
Del análisis
estadístico de los indicadores,
Muñoz (1993) encontró que 6 de ellos fueron
significativos: 1. actitud ante el estudio
del cuestionario de habilidades para el estudio, 2, 3 y 4. La
triada neurótica formada por las escalas Hs., D, Hi. junto con la escala Pt., 5. la escala MF y 6. la
escala Ma. del inventario de personalidad.
Asimismo encontró que la integración familiar
no
tuvo
incidencia en el rendimiento académico por lo cual se concluyó que no existieron
diferencias estadísticamente significativas en la integración familiar entre los alumnos becados de alto rendimiento académico y los alumnos becados
de bajo rendimiento académico, así como que si existen
diferencias estadísticamente significativas tanto en los factores
intelectuales como en los rasgos de personalidad entre los alumnos de alto y bajo
rendimiento académico. Dichos resultados apoyaron la postura teórica
que sustentó el estudio respecto a la participación
simultánea de factores cognitivos y emocionales
en el aprendizaje de contenidos
intelectuales que se modifican
en un determinado nivel de rendimiento académico.
Finalmente la principal aportación de Frutos (1997) en su estudio ` El examen de admisión de
nivel superior como predictor
del éxito escolar: el caso
de la
U.I.A. ´ consistió
en la
realización de un estudio sistemático global de la validez
predictiva de los dos criterios que sustentan el proceso de selección estudiantil en la U.I.A., es decir, se analizó estadísticamente el instrumento completo, junto con el promedio
de preparatoria considerando todas la licenciaturas que se imparten en la
U.I.A.
Algunas
de las conclusiones de Frutos (1997) fueron:
1. Se infirió
que aunque la variable
más predictiva fuera
el promedio de preparatoria, en muchos casos (no se precisa
cantidad), alguna sección del examen aumenta ésta validez,
como
sucedió
con
las
secciones
de
filosofía, matemáticas (con y sin cálculo) y razonamiento
numérico.
2. En algunas carreras, aunque se haya obtenido
un modelo significativo al 0.01, el valor de
R2, es tan pequeño que prácticamente
la variable explicativa – secciones del examen y promedio de preparatoria – no
tienen ningún impacto en la variable explicada (promedio en la U.I.A.).
3. Los exámenes de razonamiento matemático, matemáticas A y B, y filosofía
tienen un buen grado
de validez predictiva.
4. Se expuso la conveniencia de reducir el número de secciones
del examen, ó reformular
los exámenes existentes para medir un tipo de habilidad
o de conocimiento diferente con cada
uno, así como la importancia de continuar
realizando estudios
en ésta línea a fin de generar
un instrumento depurado con una cantidad mínima de secciones que pudiera tener una validez predictiva aceptable.
3. EL DESARROLLO
ACADÉMICO
Probablemente pueda entenderse la situación actual del desempeño académico en los niveles superiores de educación, si se hace un análisis
retrospectivo de las acciones emprendidas en el sector
de la educación elemental de nuestro país.
Desde 1991 el gobierno
mexicano ha diseñado y aplicado varios programas
compensatorios para revertir
los efectos del rezago
educativo, principalmente en el medio rural e
indígena:
à El programa para abatir el rezago educativo (PARE, 1991 – 1996).
à El programa de apoyo a
escuelas en desventaja (PAED, 1992 –1996).
à El proyecto para el
desarrollo de la educación inicial
(PRODEI, 1993 – 1997).
à El programa para abatir el rezago en la
educación básica (PAREB, 1994 – 1999).
à El programa integral para abatir el rezago educativo
(PIARE, 1995 – 2000).
à El programa para abatir el rezago en la
educación inicial y básica (PAREIB, 1998 – 2006),
(Gajardo, 2001).
Tal parece que la lista podría continuar cambiando lemas y fechas, sin embargo ¿ cuáles son los efectos de su implementación
?, en los niveles educativos medio y medio superior siguen los
estudiantes acusando carencias
en los fundamentos de su formación
y por ende manifestando
dificultades académicas,
las
cuales pueden observarse
desde una mala ortografía hasta la incapacidad para llevar a cabo procesos de pensamiento elementales, tales
como el análisis, la síntesis ó un
proceso de evaluación, por citar
algunos.
Al igual que en la educación básica, en los niveles de educación secundaria
y preparatoria, se trata de compensar las
carencias citadas a través de programas
de apoyo para alumnos que presentan
dificultades escolares. Lo anterior no sólo es característico en las instituciones oficiales, sino que
podría probablemente reconocerse, desde
el punto de vista del autor, como un evento social que
permea con la misma intensidad a las instituciones educativas particulares.
Contrariamente
a la
tendencia tradicional de explicar el rezago educativo
por los factores extraescolares pobreza,
regímenes políticos desinteresados en la educación, en estos casos las acciones
buscan mejorar principalmente los factores intraescolares, para ello, han diseñado
programas concebidos en forma integral, que abordan
desde los materiales
y
textos
escolares, hasta la
capacitación y estímulos para los docentes, pasando
por inversiones en infraestructura,
fortalecimiento institucional y mayor compromiso de la comunidad y de las familias con el
proceso educativo
(Gajardo, 2001).
Los programas de apoyo académico ó escolar se extienden
desde América Latina y el Caribe hasta Europa, sin pretender
ser exhaustivos ó discriminar los de mayor significancia, es que se describen a continuación las experiencias de tres países: Puerto Rico,
México y España, como un
marco referencial sobre
sus características y alcances.
ASPIRA Inc., de Puerto
Rico ayuda a más de 20,000 niños, estudiantes y jóvenes adultos
cada año en las escuelas y
comunidades localizadas en más de 40 municipios
en Puerto Rico, con una serie
de programas de desarrollo en educación, liderato
y familia (ASPIRA Inc., 2001).
Dentro de los programas
que se ofrecen en Puerto Rico destaca el Programa de búsqueda
de talento y consejería educativa (talent search), éste programa estimula a la juventud
de escasos ingresos
a resumir y/o terminar sus estudios
de escuela superior y aspirar a una educación
postsecundaria. Los
consejeros educativos proveen incentivos a los estudiantes para permanecer en la escuela,
lograr un mejor aprovechamiento de su experiencia
educativa,
definirse
vocacionalmente
y mejorar su desarrollo personal (ASPIRA Inc., 2001).
En las últimas décadas, en México se han implementado
dos generaciones de programas
compensatorios; los que pertenecen a la primera generación son administrados por organismos pertenecientes al sector
educativo,
y pretenden mejorar
la
calidad
de
la
educación mediante el ofrecimiento de determinados
apoyos destinados a las escuelas y a sus respectivos maestros. En
cambio, el que pertenece
a la segunda generación, conocido
como el PROGRESA (Programa de
Educación, Salud y Alimentación;
a cardo de la SEDESOL), pretende mejorar los resultados de la escolaridad mediante la canalización de determinados
apoyos destinados a los niños y a sus familias (SEP, 2001).
Otro ejemplo es el Programa de Educación Compensatoria
que existe en Madrid, el cual destina recursos específicos, materiales y
humanos, a
garantizar el acceso, la permanencia y la promoción en el sistema
educativo del alumnado en
situación de desventaja social. Dentro
del
programa de educación compensatoria existen grupos
específicos de compensación educativa y también aulas de compensación educativa, en el primero de ellos la finalidad
es prevenir el abandono
prematuro del sistema educativo y favorecer la integración al centro educativo, por lo que respecta a las aulas de compensación educativa, el alumnado es aquel que está en el segundo
ciclo de Educación Secundaria Obligatoria y que además de acumular desfase
curricular significativo en la mayoría de las
áreas, valora negativamente el marco escolar y presenta serias dificultades de adaptación o ha seguido un proceso de escolarización tardía o muy irregular,
que
hace
muy
difícil
su
incorporación y promoción en la
etapa.
4. CONCLUSIONES
Haciendo hincapié
en
lo
expresado
en
párrafos anteriores, la investigación sobre el rendimiento académico muestra una gran riqueza en cuanto a líneas de estudio se refiere, lo cual nos permite aproximarnos
a su
complejidad en vías de comprender su significado, dentro y fuera del acto
educativo. Es por ello que las consideraciones finales del presente artículo, en vías no sólo de su
congruencia discursiva sino de su interés
de aportación, se enmarcan dentro de las tres vertientes abordadas en su contenido.
En primera instancia, y considerando
las distintas perspectivas téorico-
metodológicas sobre el fenómeno de estudio, el autor conceptualiza al rendimiento académico como
un constructo susceptible de adoptar valores cuantitativos y cualitativos, a través de los cuales existe una aproximación a la evidencia
y dimensión del perfil de habilidades, conocimientos, actitudes y valores desarrollados
por el alumno en el proceso de enseñanza aprendizaje. Lo anterior en virtud de
destacar que el rendimiento académico es una intrincada red de articulaciones cognitivas generadas
por el
hombre que
sintetiza las variables de cantidad y cualidad como
factores de medición
y predicción de la
experiencia educativa y que contrariamente de reducirlo como un indicador de desempeño escolar,
se considera una constelación dinámica de atributos
cuyos rasgos característicos
distinguen los resultados de cualquier proceso
de enseñanza aprendizaje.
Por otra parte, la investigación sobre rendimiento académico, nuestra segunda vertiente
y la que evidentemente
alimenta al cuerpo de conocimiento sobre el objeto de estudio,
se relaciona con
todas aquellas acciones dirigidas a la explicación
del fenómeno, en este sentido,
el aporte del autor es la reflexión sobre los hilos conductores propuestos para aproximarse a su investigación a través del análisis específico de las variables
habilidad social y autocontrol, con los cuales abre un espacio para
la reflexión en materia de evaluación y diseño curricular para las instituciones educativas, así como
una oportunidad de llevar acabo estudios
en el área de construcción de técnica e instrumentos para su
predicción . Lejos de pugnar
que su práctica se convierta
sólo en el aislamiento permanente de variables para su comprensión, el
autor plantea la investigación del rendimiento académico como
comprensión
integrada de manera inductiva y deductiva a
través de una perspectiva holista.
Con respecto a la última vertiente
de estudio, el reconocer
la existencia de programas compensatorios
en el
marco mundial de las instituciones educativas públicas
ó privadas, resulta una
antítesis a la tan anhelada,
argumentada y pretendida calidad educativa.
Los indicadores del rezago,
deserción escolar y eficiencia terminal, al menos en nuestro país, México, dan cuenta de un panorama que acusa niveles de rendimiento académico deficientes como una de sus principales variables explicativas, lo que conduce a la reflexión final acerca de la necesidad imperante
de la
transformación en el liderazgo
educativo de México, y de manera específica en relación con sus políticas
de administración, planeación, diseño, implementación e investigación en el ámbito educativo.
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