HABLANDO
SOBRE SUMMERHILL
A.
S. NEILL.
CAPÍTULO I
AUTORREGULACION
HE ESCRITO tantos libros
sobre educación que posiblemente ya no encuentre nada nuevo que añadir. Leer
los libros que uno mismo escribe es muy penoso, y es por eso que yo no suelo
releer los míos; así que tal vez en las páginas que siguen me repita con
frecuencia. Aunque no creo que esto importe mucho, pues el lector olvida pronto
lo que lee. Pero el motivo de este libro es, sin embargo, muy claro: deseo
responder a los cientos de preguntas que tantos visitantes me han formulado. Y
la primera cuestión que encabeza la lista es la siguiente:
¿CÓMO SE PUEDE DISTINGUIR
LA LIBERTAD DEL LIBERTINAJE?
UN AMIGO me pidió que
escribiera un libro acerca de esto mismo y me decía: "Habiendo leído
tantos padres tu libro Summerhill, debes sentirte culpable, considerando
que ellos han tratado hasta entonces a sus hijos con disciplina, y que tú les
dices que a partir de ahora son libres. La consecuencia viene a ser que haya
un sinfín de niños consentidos, ya que los padres no tienen noción de lo que
es la libertad. Ellos no se dan cuenta de que libertad es igual a tomar y dar,
puesto que implica libertad tanto para los padres como para los hijos. Esa
clase de padres piensan que libertad viene a ser lo mismo que hacer lo que a
uno le da la gana."
En América tuve la
impresión de que allí los niños confunden bastante la libertad. Por ejemplo,
si voy a visitar a alguien con quien me gusta sostener una charla interesante,
es corriente que con esa persona se encuentren su esposa y sus dos niños, cuya
consecuencia viene a ser que los niños son los que monopolizan toda la
conversación. Hoy mismo vino una visita a mi habitación, y a tres niños que
había dentro, les dije: "Vamos, muchachos, despejen el campo, tengo que
hablar con este señor." Y se marcharon. Pero también puede suceder a la
inversa, es decir, que sean ellos los que me pidan que yo me largue, por
ejemplo cuando quieren estar solos para hacer cualquier cosa.
Pero téngase en cuenta que
eso es para mí más fácil que para los padres, pues yo muy pocas veces tengo que
negar algo a un niño, porque en la escuela quien manda es la comunidad misma y
no yo. Comprendo, sin embargo, que esto resultaría muy difícil a la madre que
mientras cocina tiene a su alrededor a tres niños que la están molestando. El
remedio debiera ser que los niños no se encontraran en el mismo ambiente de
los adultos. Porque, en realidad, ninguna de las cosas que tenemos en casa
-estanterías de libros, adornos, relojes de pared, etc.-, le dice al niño
absolutamente nada. Los niños, claro, necesitan otro ambiente, pero sabemos
que únicamente mansiones muy ricas pueden disponer de cuartos especialmente
configurados para ellos; pero, en ese caso, el niño suele estar rodeado de
niñeras que no saben nada de la naturaleza infantil. Por lo tanto, los niños no
deberían pisar ni la cocina, ni la sala de visitas, sino tener sus
propios cuartos, sus dominios, por decirlo así; mas la realidad es que no los
tienen. Pero, no obstante, si una madre mantiene contacto con su hijo, y si
éste no siente miedo ante ella, entonces al niño se le puede decir no sin
hacerle ningún daño.
Por desgracia, muchos
lectores tienen una idea de Summerhill muy vaga. Krishnamurti diría que la
tienen a un nivel verbal; idea que debería ser más vívida, completa, y, al fin,
emocional
USTED MENCIONA MUY A
MENUDO LA AUTORREGULACION. ¿QUE QUIERE DECIR EXACTAMENTE AUTORREGULACION?
¿PODRIA DARNOS A NOSOTRAS LAS MADRES ALGUNOS CONSEJOS ACERCA DE ESTO?
ME TEMO QUE NO PUEDO. La
autorregulación está muy relacionada con la propia psicología de la madre, con
su modo de pensar, con su sistema de valores, es decir, de valorar las cosas y
los hechos relacionados con la vida de sus hijos y de cuanto les rodea. En consecuencia,
ningún niño puede ser autorregulado si tiene una madre que pone más interés en
otros asuntos que en su hijo; por ejemplo la madre que pone el grito en el
cielo si se le quiebra algún cacharro, o la que, teniendo al lado a un hijo
modosito y bueno, ansía impresionar a sus vecinos con la conducta del niño.
Tampoco, pues, la madre con complejos sobre el sexo o el excremento puede
tener un niño autorregulado. Para ello tiene que ser una mujer equilibrada,
relajada en cuanto a severidad, una mujer que valore sólo lo que es digno de
valorarse, aunque ya sé que estoy describiendo la imagen de una mujer ideal
que nunca ha existido... ¡ gracias a Dios! En otras palabras, lo que quiero
decir es que un niño no puede ser más autorregulado que su madre. Así, pues,
tomando un caso extremo cabe preguntar: ¿ Cómo puede sentirse un niño con una
mamá infeliz, que le pega y le hace la vida insoportable? La respuesta a todas
las madres sería: Intenten equilibrarse ustedes primero. Para ello, olvídense
de todas las ideas convencionales acerca de la pulcritud; de los ruidos que
provoca el niño; de las palabras que ustedes piensan que no debe emplear; de
cómo se comporta respecto al sexo; del continuo destrozo de juguetes... puesto
que deberían ser muchos los juguetes que un niño sano habría de romper conscientemente.
Bueno, al respecto
algunos van a pensar que hago como Krishnamurti, que contesta interrogando a
su vez al que le pregunta; pero en este caso es necesario. La conducta del
padre y de la madre condiciona la del niño. Ningún moralista, ninguna persona
de una religiosidad estrecha o de una disciplina rígida pueden tener a su cargo
niños autorregulados. Autorregulación quiere decir comportarse por
voluntad de uno mismo, no en virtud de una fuerza externa; el niño moldeado,
por el contrario, carece de voluntad en sí mismo: es una réplica de sus padres.
A mayor abundamiento y
refiriéndonos a un caso concreto, diremos que no se necesita poseer una cultura
o una educación de mayor grado. María, por ejemplo, debe ser ahora una señora
ya mayor que vive en cualquier pueblo de Escocia. María poseía una serenidad
admirable; nunca se encaprichaba, nunca se encolerizaba, sino que instintivamente
se colocaba del lado de los niños, y éstos sabían que ella aprobaría cualquier
cosa que hiciesen. María era en realidad una verdadera madre: una gallina
tranquila con los polluelos a su alrededor. Tenía el don natural de irradiar
amor, un amor que no era posesivo. De suerte que lo que yo ahora siento es que
de niños abusábamos de la tendencia que tenía María a cargar con nuestras
culpas.
Vean, pues, que se
trataba de una mujer que nunca oyó hablar de psicología, ni de autorregulación,
y que, sin embargo, practicaba esto último hace ya setenta años.
Puedo decir, en efecto,
que he observado a muchas esposas de campesinos semejantes a María; que todas
ellas obedecían a sus emociones en el trato con la familia, y que no actuaban
según unas reglas preestablecidas. En una de aquellas granjas, diríase mejor
que hasta los animales parecían estar autorregulados: el perro no era un
salvaje, el toro no era fiero, el caballo semental era manso. Reconozcan, pues,
que estas madres poseían mejores condiciones que las madres que habitan en los
apartamentos de las ciudades. Los niños, por otra parte, se pasaban el día
fuera de casa, y cuando estaban dentro, no había tantos cacharros valiosos
que proteger de las manos infantiles, es decir, no había ni radios, ni
magnetófonos, ni cables... La familia tampoco poseía ropas costosas que no había
que ensuciar. Vale decir, pues, que el hogar ideal para la autorregulación se
encontraría en el campo.
Todo esto está muy bien,
puede pensar una madre, pero yo no vivo en el campo. Bien, pero a una
madre que tal piensa, se le puede contestar: Lo primero que hay que considerar
es cuánto ama usted a su hijo. Porque su niño de dos años se portará mal si él
se siente en un ambiente hostil, en un ambiente en el que se emplea mucho esa
frase de: "Ve a ver lo que está haciendo el bebé, pero que no llore más."
En la práctica usted no debe obstinarse en que su hijo tenga siempre la ropa interior
limpia; con esto quiero decir que no está bien estar diciendo al niño psht,
psht y señalarle el orinal. Si el orinal está ahí, ya vendrá a usarlo él mismo.
Y si a él no le gusta alguna comida, no le fuerce, ni siquiera le incite a que
coma ese alimento que le desagrada. Y cada vez que se lleva la mano a sus
genitales, usted sonría aprobatoriamente. Todo esto, como usted puede ver, es
muy simple; pero, ¿qué pasa cuando al niño le dan rabietas?, ¿o cuando pega a
su hermanita?, ¿o quiebra las cosas? Es inútil intentar razonar con un niño de
dos años, por cuanto él es incapaz de comprender la causa y el efecto. De ahí
que decirle, cuando tira de la cola del gato: "¿Te gustaría que a ti te
jalaran de la nariz?", y acto seguido el pescozón, no tiene sentido.
Hay veces en que, por
supuesto, se debe decir no; otras veces hay que retirar al niño -por ejemplo,
alejarle de la hermana que está llorando-, y otras en que usted debe decirle:
"Déjame sola." De otro modo, corre el peligro de mimarlo. En este
sentido, pues, resulta imposible dogmatizar acerca del comportamiento de la
madre. No obstante, una madre tranquila siempre sabrá qué debe hacer y qué
decir; pero la madre cuya voz y mano atemorizan al niño, sólo conseguirá que
su hijo se vaya haciendo cada vez más "malo". En otras palabras, la
autorregulación es intangible, es algo que no se puede enseñar. Y, en efecto,
existen tan pocos jóvenes que en su infancia tuvieron autorregulación, que no
se puede dogmatizar acerca de ellos. Creo, sin embargo, que en ellos se puede
observar menos agresión, mas tolerancia, los cuerpos más relajados y los
espíritus más libres. Por lo tanto, no es fácil que sean presa de los
moralistas anti-vida.
La autorregulación,
empero, no significa que el niño no necesite ser protegido. Yo suspiro cada vez
que algunas madres me escriben preguntándome si va contra la autorregulación
el que pongan ante la chimenea una protección para que sus hijos no puedan
quemarse. Una de las ocasiones en que la madre se puede alterar más es cuando
tiene a su hijo de cuatro años en una calle transitada o en la carretera. En
tales situaciones es lógico olvidarse de todo lo referente a la autorregulación
y que la madre aferre la mano de su hijo en peligro. Carros, bicicletas,
enchufes eléctricos, gases inflamables, canales, hoyos, todo eso contribuye a
que la autorregulación no sea nada fácil para muchas madres nerviosas.
UNA VEZ FUERA DE LA
ESCUELA ¿CÓMO PUEDE UN NIÑO LIBRE ENFRENTARSE A LA VIDA?
ESTA ES UNA cuestión
eterna -me ha sido planteada miles de veces- y muy difícil de contestar de un
modo total, es decir, sin generalizar. Porque, ¿cómo puedo yo decir si Juan,
que a los diez años estuvo en Summerhill, hoy con cincuenta y cinco y -digamos-
catedrático, es dichoso en su matrimonio, en su trabajo, en sus relaciones
sociales o en sus aspiraciones? No podría; a lo sumo, generalizaría.
Los pupilos de Summerhill
pasan ocho meses en la escuela y cuatro en sus casas, de modo que no pierden
contacto con el mundo exterior. Cierto que el mundo exterior no puede ser
llamado libre, pero cuando los muchachos salen de la escuela acaban
adaptándose a él. De ahí que a menudo han de ser unos hipócritas conscientes,
pero ¿ quién no lo tiene que ser? Descubrirse la cabeza ante una señora es un
acto insignificante, pero en realidad encubre el hecho de la inferioridad de la
mujer en nuestra civilización patriarcal. El respeto que se le tributa a la
mujer evidencia una compensación ante ese hecho; no obstante, yo me descubro
siempre, como es de rigor, aun consciente de la poca importancia del gesto.
Este ejemplo quizá habrá podido ilustrar la conducta post-escolar de nuestros
ex pupilos. Sin embargo, a algunos se les dificulta encontrar amigos que
piensen y sientan como ellos.
Uno no puede preparar a
propósito una vida y unas profesiones para los niños libres. Nuestros pupilos,
como los de todas las escuelas, sencillamente siguen la dirección que sus
cualidades y sus aficiones les dictan. Uno de nuestros muchachos es albañil, y
muy bueno; otro es catedrático; otro peluquero. Cuatro son profesores en
universidades, y uno, al cual le fue ofrecida una cátedra, la rechazó,
prefiriendo dedicarse a la investigación. Bastantes son médicos, abogados,
dentistas, ingenieros y artistas. Respecto a las muchachas, algunas se dedican
a cuidar niños, otras se han hecho secretarias, una o dos se han convertido en
pintoras con sus propios negocios, y algunas se dedican a la enseñanza.
Hace algunos años me
preguntaron si alguno de nuestros pupilos se hacía maestro; yo, honradamente,
contesté: "Tan sólo una chica quiso ser maestra y era retrasada
mental." Pero eso ya no lo puedo decir ahora que hay como tres que se han
dedicado a la docencia. El motivo fundamental que tienen para no hacerse
maestros es que saben que sólo hay un Summerhill y que enseñar equivaldría a
estar sentado tras de una mesa frente a niños medio aburridos. Creo que la
escasez de maestros tiene una significación más honda, no obstante. Las
personas libres no desean enseñar, quieren hacer, o, como decía Shaw:
"Quién hace más y mejor es el que no enseña." ¿Cuántos maestros
hacen algo? ¿Cuántos profesores de gramática llegan a escribir un libro?
¿Cuántos profesores de arte tienen sus propias pinturas expuestas en las
galerías? Igual que el detective puede ser el ladrón que transfiere su
culpabilidad sobre el prójimo, el profesor puede, del mismo modo, ser una
persona insatisfecha que transfiere su ignorancia de la vida sobre los
asistentes a sus clases; y en lugar de desarrollarse a sí mismo, busca
desarrollar a otros. Quizás sea ésta la razón de por qué tantos profesores
nunca exteriorizan sentido del humor. En conferencias sobre educación, me doy
cuenta de que raramente ríen. Y es que el hombre, que es un diosecillo de
hojalata en un pequeño reinado, no gusta mucho de la comicidad.
Creo, sin embargo, que
mis ex pupilos no quieren enseñar porque se sienten demasiado equilibrados,
demasiado conscientes de que les exigirán demandar respeto, obediencia,
deferencia, etcétera.
Hay, por otra parte, un
detalle interesante. Y es, que a nuestros ex pupilos raramente les da por
emprender negocios; parece como si no les interesara hacer dinero mediante la
compraventa. Alguna vez he soñado con que alguno se hiciera un potentado y
pudiera donar algo a la escuela, pero siempre estuve persuadido de que si
alguno se hiciera rico, sería bastante duro para no donar nada a nadie. Mi
opinión es que nuestros muchachos salen demasiado honrados para andar buscando
beneficios a costa de otros.
¿Que si se meten a
políticos? No, normalmente. Quizá también porque son demasiado honrados para
ello y la política, como todos sabemos, es un juego muy sucio en todas partes.
Los niños libres tampoco
suelen hacerse propagandistas; a menudo llevan insignias de protesta
antinuclear, pero hasta ahora ninguno ha sido arrestado por protestar con
Bertrand Russell sentado en la plaza de Trafalgar. En realidad, creo que en
todo Summerhill soy yo el único que ha intentado hacer sentada en
calidad de protesta. En Escocia, en cambio, por hacer sentada en Polaris
Base me castigaron a sesenta días en la cárcel o diez libras de multa. No lo
volví a hacer otra vez, pues siempre resultaba infructuoso.
No; la libertad no hace
rebeldes, y de aquí me viene esta pregunta: ¿Para rebelarse contra el Sistema
es preciso haber padecido antes por su causa? Aquí es Shelley el que contesta:
"Casi todos los hombres miserables que escriben poesía sobre la maldad,
enseñan en un poema lo que han aprendido en el padecimiento." ¿El pionero
es siempre una persona insatisfecha que se rebela contra una propia experiencia
temprana? Pero, ¿qué importa esto? Lo importante en todo caso es que cierto
psicoanalista dijo que yo fundé la escuela a causa del odio que sentía contra
la tiranía de mi maestro de escuela. Puede que así fuese, pero aun así yo,
descortés, preguntó: ¿qué demonios importaría si así fuese?
Es evidente, pues, que
mis pupilos no tienen intención de rebelarse contra la enseñanza escolar que
reciben de niños. Quizá por eso mismo un ex pupilo me decía: "Yo no voy
por ahí predicando la libertad. Creo que mi modo de vivir tal vez tenga algún
efecto en las personas que me rodean, sobre todo en mis hijos. No me puedo
permitir el lujo de mandarlos a Summerhill, pero incluso si pudiera, dudo que
lo hiciera, pues creo que saqué tantas cosas buenas de la escuela, que yo mismo
puedo tratar a mis hijos como lo harían allí." Y un padre me dijo:
"Los ex productos de Summerhill piensan que ya no necesitan de la ayuda
de ninguna escuela, ni siquiera de Summerhill, para educar a sus propios hijos.
Mi generación les mandó nuestros hijos porque sabíamos que el tratamiento que
a nosotros nos dieron había sido inadecuado."
Según eso, ¿qué clase de
personas produce nuestra escuela? Expresándome de un modo negativo, diría que
nuestra escuela no podría producir a nadie que odiase a los judíos o a los
negros, o a alguien que llegara a pegar a un niño, o a padres moralistas que
se pusieran a moldear a sus hijos a su imagen y semejanza.
La libertad, en mi
opinión, otorga una gran dosis de tolerancia, hasta el punto de que al menos
tres matrimonios han venido a quejarse de que Summerhill daba a sus hijos
excesiva tolerancia. Y, en efecto, he aquí un ejemplo de su tolerancia: en
cuarenta y cinco años jamás he visto a un niño que, haciendo de juez, haya
castigado a un ladrón; todo lo que le exigía es que devolviese lo robado.
Ustedes, jueces adultos, por favor, tomen nota.
A menudo se me pregunta:
"¿Cómo los niños que no son obligados a asistir a clases pueden, en la
vida práctica, competir con la mayoría que ha sido obligada a ello?" La
respuesta es muy simple: mis pupilos estudian voluntariamente y, por tanto,
con gusto; mientras que miles de alumnos de escuelas oficiales han de estudiar
aunque odien la materia. A mí, por ejemplo, me llevó siete años aprender el
latín que me permitiese ingresar en la universidad. Uno de mis muchachos, en
cambio, lo consiguió en quince meses. Debemos, pues, tener presente que muchas
asignaturas son aburridas, muy aburridas, por lo que cabe preguntar: ¿cuántos
de mis lectores sabrían resolver una raíz cuadrada?
El sistema de exámenes,
pese a todo, existe, y constituye un hecho que no puede ser eludido; si no
existiera, los profesores en mi escuela se convertirían en verdaderos
creadores, en profesores de arte, baile, drama, cocina, artes manuales, y, para
aquellos que lo desearan, en profesores, en introductores a la física, química
o matemáticas.
La libertad hace del niño
una persona con la resistencia necesaria para enfrentarse a las dificultades
que se le presenten en su futuro. Tal vez no los haga sobresalir en el aspecto
académico, pero cuando uno de ellos decide entrar en la Universidad, es
perfectamente capaz de superar los exámenes de admisión. Por lo tanto, los
objetivos que busca nuestra escuela tienden a otorgar al niño felicidad,
valentía y bondad. En suma, apuntamos a producir un adulto equilibrado que no
llegue a estar a merced de los presupuestos del Sistema, ni de la demagogia.
¿POR QUÉ EL NIÑO HA DE
HACER SOLAMENTE LAS COSAS QUE LE GUSTAN?
¿POR QUÉ, SI LA VIDA LE
EXIGIRÁ MAS TARDE MILES DE DEBERES DESAGRADADABLES?
LA RESPUESTA a esta
pregunta requeriría un libro muy grueso. Diremos, sin embargo, que ser niño no
es lo mismo que ser adulto; infancia quiere decir deseos de jugar y ningún
niño juega lo que debería jugar, es decir, bastante. En Summerhill pensamos
que sólo cuando un niño ha jugado lo suficiente puede empezar a trabajar y a
encarar problemas; lo cual ha sido corroborado por nuestros ex pupilos,
perfectamente capaces de efectuar un trabajo que reúna muchas dificultades.
Y como tengo para mí que
casi todas las personas aborrecen sus trabajos, suelo preguntar a la gente:
"Si usted ganara una fortuna, ¿conservaría su empleo?" Artistas,
médicos, algunos maestros, músicos, granjeros, contestan que si; pero muchos
responden negativamente, entre ellos los campesinos, dependientes,
oficinistas, mecánicos, choferes, todos los que son, en fin, piezas de
engranaje de un aparato de trabajo y que no pueden ver el producto completo de
su esfuerzo. Es obvio, pues, que la mayor parte de los empleos carecen de
auténtico interés, y a los jóvenes especialmente les disgustan. Al respecto
hace cincuenta años que William Osler dijo que un hombre ya es viejo a los
cuarenta. Y yo digo que a esa edad es todavía joven, pues he observado que los
hombres que en mi plantilla aceptan un trabajo pesado ----como transportar ladrillos----
suelen ser los que ya han sobrepasado los cuarenta. También los he tenido
----son las excepciones---- más jóvenes; pero los que estaban por debajo de
los cuarenta, sólo hubieran hecho ese trabajo si les hubiera sido ordenado. En
general, el trabajo es una pesadez odiosa, y la pronta automatización va a
librar a muchas personas de su monotonía; pero entonces el problema de paz se
plantea de este modo: ¿Cómo la futura sociedad modelada, estandarizada podrá
sobrevivir bajo la automatización? El hogar y la escuela, ahogan la libertad,
la iniciativa, la creatividad; ambas ----hogar y escuela---- enseñan al joven
cómo pensar y vivir; para lo que le cargan con un bagaje de tabúes. Mucho me
temo, pues, que cuando el ocio sea la norma general en nuestra sociedad, los
obreros ----y por eso mismo, los patronos---- serán incapaces de utilizar tal
ocio. La prueba de ello está en la comprobación de lo que sucede actualmente:
el ocio de que poco a poco el hombre va gozando está empleado en juegos de
mesa, en música pop, en mirar a una pantalla de televisión, o a un
grupo de individuos que dan patadas a un balón; ocupaciones todas ellas que ni
en lo más mínimo tienen algo de creativas o culturales.
Pero en este punto, uno
ha de estar alerta, porque ¿qué es cultura? Para ustedes, para mí eso puede ser
poesía, música, teatro; pero para el joven es algo muy diferente. Mis
discípulos disfrutan tanto oyendo un disco de los Beatles como yo con mi ópera
favorita, "Die Meistersinger"; pero en cambio no resisten la lectura
de los libros que yo leía en mi juventud..., Conan Doyle, Anthony Hope,
Kipling, por ejemplo, y se entusiasman con las historietas del espacio. Y,
¿quién de nosotros se atreve a afirmar que nuestra cultura es superior a la de
ellos? Después de todo, la cultura es un movimiento minoritario. ¿Cuántos de
nosotros hemos leído a Keats o a Shelley, Tennyson, Browining? ¿Quién lee a
Samuel Johnson o a Dryden? Lo más popularizado es tal vez la música; todo el
mundo ha escuchado a Beethoven o a Chopin. Sin embargo, cuando hace sesenta
años solía asistir a los conciertos del sábado ---obras de Paderewski,
Pachmann, Elman, Siloti, Lamond--- la sala siempre se encontraba abarrotada.
La televisión ha llevado
a la gente cierta clase de teatro y también el ballet. El cine, por otra parte,
ha dado mucha cultura a muchos. El problema, empero, es que casi todo lo
exhibido es efímero; de suerte que un filme de verdad bueno raramente es
proyectado más de una vez. Yo daría cualquier cosa por ver una película con
Greta Garbo; pero el cine hace que todo pase. ¡Oh, volver a ver otra vez a
Buster Keaton con su cara de bufón!
Como siempre, me he
desviado del tema. Esto es uno de mis mayores encantos, me dicen algunos. Y yo
digo que un escritor aburrido es aquel que nos amartillea sobre el mismo tema.
Bien, volvamos con los
deberes a los que se tiene que enfrentar el niño. Pero qué palabra tan fea es
ésa de deber; hace recordar a las mujeres que nunca pudieron casarse porque
tuvieron que cuidar de sus madres inválidas. El mismo Freud se espantaría si
viese aflorar el odio de esas mujeres.
Sin embargo, el deber
existe. Yo no puedo quedarme en la cama cuando una clase de matemáticas me
está esperando, mis ex pupilos han de enfrentarse con ciertos deberes hacia sus
familias, sus trabajos, sus vecinos. En cuanto a los niños criados en un
ambiente de libertad, también aceptan sus deberes con facilidad, pero sin
hacer de ellos nunca una obsesión. Es decir, se mantienen equilibrados, no se
obcecan contra aquellos de quienes parten los deberes, que les ordenan. Si una
persona tiene libertad interior, el deber, la obligación, se simplifican. Sí,
la palabra deber es fea. Deber significa para la mayoría que un muchacho de
diecinueve años esté presto a luchar y a morir por su patria; pero esto se
olvida cuando el deber se refiere a uno mismo... Si se quiere gozar de una vida
sexual sin trabas (valga el ejemplo?, todos los pensamientos anti-vida se
revuelven contra uno. Y es que nuestra sociedad exige el deber de morir, pero
no el de vivir.
¿QUE SIGNIFICACION TIENE
SUMMERHILL EN UN MUNDO CON TANTA DELINCUENCIA JUVENIL?
CREO QUE MUCHA, pero no
Summerhill en si, sino los principios en que Summerhill se basa: la creencia de
que ni el odio ni el castigo curan, la creencia de que tan sólo el amor es
capaz de curar. Esto lo demostró Homer Lane hace cincuenta años con su pequeña
"Commonwealth" para delincuentes. Summerhill nunca ha sido una
escuela para "niños difíciles", pero en sus comienzos tuvo pupilos
que habían sido expulsados de escuelas convencionales. Y hace treinta y cinco
años tenía un cierto número de ladronzuelos, de embusteros y de vándalos.
Recuerdo sólo de un pupilo que, habiendo pasado con nosotros al menos tres
años, acabó yendo a la cárcel. Durante la última Guerra Mundial, fue acusado
de traficar con gasolina en el mercado negro. La lástima fue que, estando yo
entonces necesitado de gasolina, su almacén estaba situado a más de trescientos
kilómetros...
En aquellos días tuve
bastantes problemas. Merece la pena que vuelva a repetir que yo pensaba
entonces que a través del análisis los estaba curando, pero al ser curados
también los que se negaban a acudir a analizarse, concluí que no era la
psicología la que les curaba, sino la libertad; la libertad de ser ellos
mismos.
Lo bueno suele comenzar
donde acaba lo malo. El objetivo es prevenir que los niños no devengan
delincuentes, y esto es algo extremadamente complicado. Estoy convencido de que
la delincuencia se inicia en la más tierna infancia. Si se cría un niño al
modo anti-vida; se le riñe o se le pega por masturbarse o por ensuciarse los
pantalones; si se le enseña a ser "buenecito"; a aspirar a la
moralidad del adulto; en suma, que se le perviertan sus instintos naturales,
posiblemente se obtendrá un "niño difícil". ¿Motivos? Los enumerados.
Contra esto se puede
argumentar sobre el porqué de que sólo unos muchachos acaban en delincuentes
siendo todos moldeados y moralizados, lo cual resulta una pregunta muy delicada
que no puedo contestar. ¿Quién es el que puede? En todo caso tan sólo se
podrían apuntar algunas explicaciones. Está de por medio el factor económico;
las escuelas de Eton y Summerhill no producen ladrones...; pero reconozco que
los British Cabinets han sido formados en gran parte por hombres de las
antiguas escuelas públicas. El muchacho nacía, entonces, en cualquier
callejuela. En su casa se adolecía de cultura, de libros, de conversaciones
serias. Sus padres eran unos ignorantes, le golpeaban y le gritaban
continuamente. Después ingresó en una escuela en que la disciplina estricta y
materias aburridas le continuaron pervirtiendo; su lugar de recreo sigue
siendo el arroyo; sus ideas acerca del sexo son sucias y pornográficas. Sin
embargo, pese a todo él vive en un país opulento y ve a gente bien, con coches
y objetos lujosos. Ya de adolescente ingresa en una pandilla cuya meta es
hacer dinero a costa de lo que sea. ¿Cómo podríamos curar a un muchacho con
tales antecedentes? Todo el mundo le seguirá tratando del mismo modo que fue
tratado en su casa y en la escuela; todo lo cual redundará en un aumento de su
odio hacia la vida y hacia la humanidad. Sin embargo, Homer Lane demostró que
se podía curar a cualquier niño, incluso a uno de este tipo; pero los Homer
Lanes escasean. Ya hace más de cuarenta años que falleció Lane y aún no sé de
ningún organismo que se haya beneficiado de su enseñanza. Lo corriente sigue
siendo tratar de curar a base de la autoridad, del miedo a veces. Y el
resultado terrible es que la criminalidad juvenil aumenta de año en año.
Finalmente quiero acabar
diciendo que si todos los niños fueran educados al estilo de Summerhill, el
porcentaje de criminalidad juvenil disminuiría en proporciones muy estimables.
La libertad, pues, debiera empezar en el hogar, en los primeros años, pero
sucede que la inmensa mayoría de los padres carecen de conocimientos, de paciencia
y confianza en la naturaleza humana, para hacer de sus hogares casas libres
para sus hijos. Y esto es válido para todas las clases de sociedad. Muy poco es
lo que pueden hacer los maestros al respecto: practicando la docencia en
escuelas-cuarteles, teniendo que imponer una disciplina y una conducta a base
de restricciones aunque ellos no sean partidarios de eso. El sistema común en
todos los países les incita a desquiciar la naturaleza infantil, para no
mencionar las asignaturas sin interés para la mayoría de los niños. No se
puede, por tanto, dar una solución inmediata a la delincuencia, en una
sociedad en la que aproximadamente el 95% de los individuos jamás han desafiado,
ni siquiera puesto en entredicho, los principios en que se basa el Sistema.
.He aquí precisamente, por qué una sola oveja negra dentro de un gran rebaño
tiene un balido muy insignificante. La solución definitiva, pues, sería un
mundo que buscara amor y no poder, ni odio ni estrictas reglas morales.
Aquí debo hacer un alto y
preguntar por qué los cristianos no han seguido las huellas de su Maestro. Las
escuelas católicas y protestantes tratan a los niños como si Cristo hubiera
dicho: "Pegad a los niños de modo que no puedan llegar hasta mí."
¿Se puede imaginar alguien a Cristo golpeando a un niño? Católicos y
protestantes otorgan un apoyo implícito a nuestras prisiones inhumanas y a
nuestras leyes crueles. Sería interesante saber qué porcentaje de criminalidad
juvenil deriva de la desilusión que reciben los niños de la enseñanza de la
religión en sus casas y en la escuela. Se les dice que mentir, que robar, que
fornicar son pecados; y ellos llegan a descubrir que sus padres mienten y
evaden el pago de sus impuestos, y que su padre se va con otras mujeres. Sin
saberlo con certeza, sienten que la religión es sólo un montón de palabras,
puras palabras.
¿POR QUÉ APARECE LA
ESCUELA TAN POCO LIMPIA? ¿POR QUE NO CUELGAN DE LAS PÁREDES BUENOS CUADROS?
CIERTO PSICÓLOGO escribió
una vez que quien valora la limpieza tiene una mente desaseada. Summerhill
puede aparecer desaseado. El mueblaje no es suntuoso, las sillas son más bien
duras, hay tiras de papel por los suelos... y nadie, excepto el pulido
visitante, se preocupa de ello. Aunque no soy yo precisamente el más indicado
para contestar su pregunta, pues yo mismo soy una persona poco ordenada; de
suerte que a menos que haya perdido algo, nunca hago limpieza en mi escritorio;
pero me cansuelo pensando que el estudio de Van Gogh no era nada limpio.
Imagino que las personas más pulcras son los burócratas que siempre tienen cada
cosa puesta ordenadamente en su lugar. Esto me hace pensar que ningún creador
ha sido una persona pulcra.
Los niños son desaseados
porque todo lo que hacen, lo hacen casi siempre con una intención determinada.
Nuestras muchachas, por ejemplo, en sus recámaras confeccionan vestidos o
muñecas y nunca se dan cuenta de que el suelo está lleno de hilos. En cuanto a
mí, cuando era maestro de escuela en Escocia aprendí mi primera lección cuando
la mujer de la limpieza se me acercó un día toda enojada: "¿ Cómo voy a
poder limpiar toda la porquería que dejan estos muchachos?
"Déjalo ----le
dije-, pronto se darán cuenta del desorden y ellos mismos limpiarán todo."
Los dos ----ella y yo----
esperamos dos semanas, al cabo de las cuales... tuvimos que echar mano de los
cepillos y limpiar todo. Los pupilos no se dieron cuenta del desorden.
Claro, alguien puede
objetar que eso los puede hacer desaseados por toda su vida; pero no lo creo.
Por lo que respecta a los
cuadros que me dicen debiera colgar de las paredes, solamente tengo una
reproducción de Munch, a la que tan sólo un niño ha contemplado. Las paredes
están recubiertas de pinturas y dibujos que hacen ellos mismos.
En el asunto del vestido,
normalmente la gente de ideas más convencionales es la que mejor viste;
nuestro hombre de ciudad con sus pantalones rayados, su bombín y su paraguas.
Imagino ----y creo no equivocarme---- que las personas más creadoras son las
que menos se preocupan del vestido: músicos, artistas con sus camisas a cuello
abierto y sus jeans. La manía del adolescente por el cabello largo y
los pantalones ajustados puede estar relacionada con la indiferencia actual del
joven hacia las cosas impertinentes, como las corbatas y los cuellos. El
carácter de una persona puede ser juzgado por la ropa que viste. El hombre bien
vestido necesita de la elegancia de su ropa para exteriorizar de ese modo su
personalidad, personalidad que suele ser anodina. ¿Cuántos artistas son
modelos para revistas de modas? Pues lo mismo ocurre con los niños; su mundo
interno tiene para ellos infinitamente más importancia que los trapos que
llevan encima, lo cual no impide que muchachos y muchachas ----sobre todo
estas últimas---- se acicalen en sus fiestas de fin de trimestre.
SUMMERHILL OFRECE A TODOS
LOS NIÑOS LIBERTAD, PERO ¿SON TODOS LIBRES?
¿QUIÉN PUEDE ser libre,
siendo moldeado desde que estaba en la cuna? La palabra libertad es relativa. A
menudo se la emplea en un contexto político: "libertad para los
irlandeses católicos, para los negros"; pero la libertad a que en
Summerhill nos referimos es la libertad interior, la individual. Algo parecido
a la libertad que podrían experimentar un Gandhi o un Nehru cuando se encontraban
en la prisión. Muy pocos de nosotros poseemos esa clase de libertad interior.
En nuestra escuela libertad quiere decir poder hacer todo lo que uno quiera en
tanto no se interfiera en la libertad del prójimo. Esa podría ser la
implicación más externa del concepto libertad; pero en un sentido más profundo
nosotros procuramos que los niños aprendan a ser libres en su interior, libres
de todo miedo, de toda hipocresía, del odio, de la intolerancia. Como ven, se
trata de una libertad -la nuestra- que en sí es repelida por la sociedad actual.
Sin embargo, todo el mundo busca libertad, pero al mismo tiempo la teme. El
libro de Erich Fromm, Miedo a la Libertad, pone en evidencia esto mismo.
Y como la libertad de una comunidad a menudo se obtiene por medio de luchas
sangrientas, la libertad individual acaba casi siempre en tragedia. Como
ejemplo, pongamos a Wilhelm Reich en su tiempo y a otros muchos mártires en
tiempos pasados. Y a propósito de lo mismo, Reich en su libro The Murder of
Christ postula que Cristo fue crucificado porque estaba a favor de la
vida, a favor de la libertad. Frente a tal creencia yo me pregunto si el
fallecido Lenny Bruce fue condenado no porque pronunciara esas cuatro últimas
palabras, sino a causa de su furiosa crítica al Sistema.
Cierta es la frase de
Ibsen que dice: "El hombre más fuerte es aquel que puede permanecer más
tiempo solo." La persona que busca la libertad para la humanidad está
sola, pues se supone que es un peligro para la sociedad salvaguardada. Cierto
que ninguna autoridad se ha metido con Summerhill, pero si surgieran otras
tantas escuelas libres y, en consecuencia, el Sistema se viera amenazado en
sus bases, bien pudiera ocurrir que Summerhill llegara a ser clausurado.
Lo primero que cualquier
agrupación busca es preservar su homogeneidad; sin embargo, siempre hay
descontentos que, sutilmente, se las arreglan para ir permeando la corteza que
recubre a tal agrupación; de suerte que a la larga aquella pretendida
homogeneidad siempre es imposibilitada. Por lo tanto, aunque no recordamos
dónde, sabemos que Ibsen vuelve a decir que una verdad es verdad durante veinte
años, pero que entonces el vulgo se la apropia y se torna mentira. En definitiva,
ninguno de nosotros es libre, todo lo que podemos hacer, es intentar buenamente
libertarnos, en lo que podamos, de lo falso, del prejuicio, de toda opinión y
acto anti-vida.
CAPÍTULO II
SEXO
¿COMO TRATA SUMMERHILL EL
PROBLEMA DEL SEXO?
HAY DOS MODOS de hacerlo:
uno es el modo religioso o moralista, según el cual lo sexual es pecaminoso,
malo o sucio. El otro modo consiste en ser realistas acerca de ello. Nos será
ilustrativo al respecto el caso de dos adolescentes de quince años que se
enamoraron. Ambos acuden a mí y me preguntan si pueden tener una recámara para
ellos dos. Yo les digo: "Me gustaría darles una, pero no me atrevo."
----"¿Por qué no?
Estamos en una escuela libre."
----"Cierto, pero no
en una civilización libre. Supongan que les doy lo que me piden, se enteran en
el Ministerio de Educación y cierran la escuela."
A la muchacha le dije
además: "Ya sabes lo que piensa tu madre del sexo. ¿Te puedes imaginar el
alboroto que se armaría si quedases embarazada? Además, tú no puedes comprar
anticonceptivos y yo tampoco me atrevo a ofrecértelos."
Comprendieron la
situación y la aceptaron. Mas no veo qué otra actitud podía yo haber tomado,
pues no considero que el sexo sea ni pecaminoso, ni malo, ni sucio. Una cosa
buena en la actitud que tomé fue que pude dormir tranquilamente aquella noche,
mientras que otro maestro de escuela, que hubiera tomado una postura moralista
al respecto, en toda la noche no hubiera podido dormir, imaginándose lo que
podría ocurrir esa misma noche.
La mayor parte de mis
pupilos han tenido un buen inicio en la vida. Ninguno de ellos fue amonestado,
ni castigado por masturbarse. Por lo contrario, muchos llegaron a habituarse a
andar desnudos en sus casas. En general, su postura acerca del sexo es natural
y sana. El problema en todo caso se plantea para la escuela, sobre todo cuando
los padres no eligen una escuela determinada para sus hijos. Miles de niños
que están en escuelas oficiales ignoran el papel de una educación sexual o
bien fruncen el entrecejo al oír hablar de ello. La otra noche, en la
televisión, hubo un programa acerca del nacimiento de un niño. Poco más tarde,
se dio lectura a la carta de una madre que protestaba contra tales programas; y
creo que hay otras muchas madres que son del mismo parecer. Por lo visto, dicha
madre considera que en la escuela la instrucción sexual habría de ser casi
insignificante, que no se dijera nada a los niños de la importancia emocional
que tiene el sexo o del orgasmo que ocasiona el coito. Así, pues, toda
instrucción sexual ha de ser puramente física, pues la opinión paterna no
toleraría ninguna otra.
Personalmente, no veo el
motivo de por qué se ha de enseñar acerca del sexo. Desde el punto de vista de
la seguridad, la muchacha sólo tiene que aprender que cópula sin anticonceptivo
puede significar embarazo y que para ambos sexos las enfermedades venéreas son
reales y peligrosas. Por lo general, casi todos los niños adquieren la
información sexual de otros niños, lo cual motiva el carácter pornográfico y a
menudo sádico de tal información. De donde resulta que muchas lunas de miel son
experiencias de violaciones cuyas consecuencias motivan que muchas mujeres casadas
desde su primera noche son poseídas por el temor al sexo. En cuanto al problema
de las enfermedades venéreas, éste debiera ser asumido por el servicio de
Salud Pública.
Por supuesto que hay
clínicas que ayudan al matrimonio en este sentido. Pero, ¿cuántas de ellas no
son moralistas? ¿Cuántas ayudan, o mejor dicho, ayudarían a proporcionar a la
mujer soltera anticonceptivos? He oído decir que algunas ni siquiera informan
a la mujer que no tenga anillo nupcial. Afortunadamente para las que no poseen
anillo, pueden obtener uno en cualquier momento a bajo precio. La parte más
difícil está en que la profesión médica sea moralista. Si un hombre acude al
médico con sífilis no es sermoneado como si se tratara de un ser inmoral, pero
¿qué le ocurre a la madre soltera o a una virgen cuando llegan a una clínica?
Yo no lo sé; es sólo una pregunta. Cualquier clínica que tome una postura
moralista o religiosa acerca del sexo está haciendo más daño que bien.
MIS HIJOS PEQUEÑOS HAN
EMPEZADO A TENER JUEGOS SEXUALES ENTRE ELLOS MISMOS Y CON LOS NIÑOS VECINOS. YO
LES HE REGAÑADO Y PEGADO. ¿CÓMO PODRE HACER QUE CESEN?
TARDE o TEMPRANO todos
los niños tienen juegos sexuales, y normalmente lo hacen sintiéndose culpables
porque los padres interpretan este juego como un pecado a causa, naturalmente,
de su propia culpabilidad acerca del sexo; culpabilidad que probablemente se
inició cuando ellos mismos eran castigados en su infancia por la misma
costumbre. Los isleños erobriand aprobaban el juego sexual, y Malinowski no
encontró huellas de criminalidad sexual en las islas. Sin embargo, es importante
señalar que desconocemos el daño que ocasionamos cuando prohibimos o
castigamos por ello; y yo me pregunto cuántos hombres impotentes y mujeres
frígidas deben su desgracia a que durante la infancia fueron castigados por
juegos sexuales o por masturbarse. Los padres prudentes no se preocupan por
ello; y los padres aún más prudentes sonríen y lo aprueban. Si los niños se
tocaran unos a otros las narices los padres sonreirían. ¿Por qué no entonces si
se tocan los genitales? ¿Qué es lo que pasa con los órganos sexuales?
Simplemente, que están ahí y nos dan placer. Pero lo interesante del caso es
que cuando el juego sexual es aprobado por los padres, el niño no se fija en
ello como única fuente de placer. Por otro lado, sin embargo, el modo más
efectivo de provocar complejos de culpabilidad -complejos que seguirán existiendo
cuando se sea adulto-, es hacer de ello algo sucio y pecaminoso. Creo, pues, en
fin, que es exacta la afirmación de que los niños que se masturban o tienen
juegos sexuales con la aprobación paterna, gozan de una gran ventaja para
llegar a ser capaces de dar y recibir el auténtico amor, tierno y profundo.
La tragedia del sexo, en
efecto, estriba en que los padres imponen su propia culpabilidad sexual a sus
niños. No cabe duda que se trata de un círculo vicioso.
¿POR QUE SE MUESTRA USTED
ORGULLOSO DE QUE SUMMERHILL NUNCA HAYA PRODUCIDO UN HOMOSEXUAL? ¿CREE ENTONCES
QUE LA HOMOSEXUALIDAD ES ALGO MALO O PECAMINOSO?
DESDE LUEGO que la
homosexualidad no constituye un pecado, precisamente porque no tiene remedio
ser homosexual. En cuanto a que la ley manda a prisión a una persona por el
solo e irremediable hecho de sentir afinidad carnal con personas de su mismo
sexo, comete un brutal atropello contra la naturaleza. Departiendo sobre este
asunto más de una vez me han preguntado si contrataría como profesor a un
homosexual o como profesora a una lesbiana, y la respuesta siempre ha sido que
no, porque todos nosotros somos bisexuales, todos somos hombres y mujeres.
Quiero decir que en una escuela conjunta el equilibrio puede ser mantenido,
pero en una escuela segregacionista, como nuestras escuelas públicas, donde el
sexo ha de encontrar un escape, hay posibilidad de que el lado homosexual de un
muchacho se desarrolle por contacto carnal de él con otros muchachos. Y esto,
sin embargo, no es decir que la homosexualidad sea mala, sino que es inconveniente.
Inconveniente porque en el sistema social actual, un homosexual es una especie
de paria que ha de vivir ocultando su condición, y que raramente se encuentra
dichoso a causa de la actitud que hacia él mantiene la sociedad. Su vida
sexual ha de satisfacerla buscando su suerte en una esquina; y cuando posee dinero, tiene sobre sí el riesgo
de ser chantajeado. Un homosexual, hoy, ha de sentirse como un hombre extraño,
singular, y ésta es la razón por la que no quiero que los muchachos sean
estimulados a hacerse homosexuales.
Antes de poner punto
final a estas disquisiciones, considero oportuno decir que hace tiempo recibí
un libro de América ----Amor griego- en el cual el autor abogaba
porque todos los adolescentes tuvieran una persona del mismo sexo y de más
edad que como: compañero sexual. Se basaba el autor en que esto era un buen
medio para introducir al joven en la posterior heterosexualidad. El libro, por
otra parte, estaba lleno de brillantes razonamientos, pero ni me convencieron
ni me hicieron cambiar de opinión. La heterosexualidad, estimo, es lo
normativo, el presupuesto biológico de la vida; la homosexualidad, en cambio
continuará siendo considerada por algunos como una especie de masturbación en
promoción. Sin embargo, nadie que tenga una actitud sana acerca del sexo podrá
condenar la homosexualidad, pero tampoco ser impresionado por ella.
MI HIJO DE CUATRO AÑOS SE
MASTURBA MUCHO. CUANDO JUEGA CON OTROS NIÑOS LAS MADRES SE APRESURAN A ALEJAR
A SUS HIJOS DEL MIO. ¿QUÉ PUEDO HACER?
Es DIFÍCIL razonar con un
niño de cuatro años, pero creo que usted debiera decirle: "Juanito, a nosotros
nos gusta que juegues con tu 'pajarito' (pene), pero procura no hacerlo cuando
juegues con tus amiguitos, porque a sus padres no les gusta." No cabe duda
que hasta los niños pequeños pueden estar sofisticados.
MI HIJA ADOLESCENTE
QUIERE TENER VIDA SEXUAL. ¿SE LO DEBO PERMITIR O NO?
Mi QUERIDA señora, como
usted debe saber no suelo aconsejar; todo lo que intento hacer es poner en
claro los varios aspectos de las preguntas, en el caso de que se eluda alguno
de ellos. Supongamos, pues, que usted dice a su hija que no, en cuyo caso
cada vez que ella salga con un amigo, a usted le dolerá la cabeza imaginándose
un posible embarazo; y cada vez que ella vaya a una fiesta, usted se la podrá
imaginar bebiendo demasiado y dejándose caer en una cama con un muchacho que
también haya bebido. Cierto que todo podría suceder asimismo si usted se lo
permitiera, ya que ella no siempre podría tener consigo los anticonceptivos.
Se le podría permitir que
usase la píldora, pero ¿sería usted entonces feliz? Puede sobrevenirle el
informe del médico diciendo que existe la sospecha de que la píldora esté
causando trombosis coronaria en su hija; sospecha que puede no ser cierta,
pero hasta ahora nadie sabe cuáles podrán ser los efectos posteriores de la
píldora. Por tanto, su supuesta actitud negativa le preocuparía mucho y, lo que
es más importante, daría usted a su hija un sentimiento de frustración motivado
por un deseo sexual truncado. Y al afirmar esto, señora, asumo la creencia de
que su hija no tiene ni el miedo ni el odio al sexo que se deriva de una educación
moralista.
Ahora veamos el otro
aspecto. Supongamos que usted no le dice que sí. El sexo entonces debe
exteriorizarse por algún otro sitio, es decir, de otro modo. Porque si se le
impide su satisfacción natural, podrá tomar el modo de la masturbación, el
cual nunca satisface por que el contento sexual natural implica dar y recibir.
Podría suceder también que el sexo de su hija fuera sublimado, pero la
sublimación suele ser muy engañosa. Dicho esto se supone que yo debo mostrarme
imparcial, pero quizá me sitúo del lado de la muchacha.
Y aquí creo que debo mencionar
el caso en su acción inversa, por decirlo así, manifestando que más de una vez
he visto madres que intentan convencer a sus hijas de que tengan vida sexual.
Y, por extensión de la misma causa, he oído gritar a una muchacha de dieciséis
años: "Madre, te repito que no quiero tener todavía vida sexual con
nadie." Claro está que, generalmente, tales madres son mujeres que de
repente han oído hablar de autorregulación y piensan que compensan el anterior
trato de inhibiciones constantes a que sometieron a sus hijos con un nuevo
remedio de libertad sexual, lo cual quizá podría ----piensan ellas----
tranquilizar su conciencia. La libertad que repentinamente ofrecen a sus hijos
estas madres no siempre es aceptada, a causa de las enseñanzas anteriormente inculcadas.
Esa conducta tardíamente enmendada, puede ser igualmente dañina para las
hijas.
UNA MUCHACHA DE VEINTE
AÑOS CONFESO A SU MADRE: "TODAS MIS AMIGAS SE ACUESTAN SIN NINGUN
ESCRUPULO CON EL QUE LES VIENE EN GANA. A MÍ ME CRITICAN PORQUE YO SENCILLAMENTE
NO DESEO HACERLO. PERO AHORA ME PARECE QUE DEBIERA HACERLO, PUES NO QUIERO
QUEDARME FUERA DE ONDA."
ESA ES UNA situación
triste, situación que nos lleva a considerar la promiscuidad sexual o sexo sin
amor. Pero vamos a intentar no ser moralistas. Es decir, que una pareja de
jóvenes puede realizar su ayuntamiento carnal con mucho placer, aunque no
estén enamorados; pero si toman eso como norma, si buscan el coito por el
simple placer que les reporta, a la larga sus vidas sexuales carecerán de algo
que signifique un verdadero amor, afecto o como se quiera llamar. Digamos,
pues, categóricamente, que no puede haber un placer permanente en la
promiscuidad. Y las chicas son las primeras que se dan cuenta de esto, cuando
hablan de tener vida sexual "regular", ya que "regular"
viene a significar lo mismo que matrimonial. No se me oculta que con la edad se
hace difícil ver las cosas desde el punto de vista de los jóvenes; Pero estimo
que las situaciones más felices que he visto son precisamente aquellas que se
prolongan en el transcurso del tiempo. Los Don Juanes y los Casanovas no
suelen dar a la "victima" casi nunca un goce completo.
Volviendo al punto de
partida, vale decir que un chico o una chica debieran ser libres para emprender
una vida sexual cuando así lo quisieran. Porque sin la aprobación paterna, es
lógico que puedan sentirse culpables, y, sin anticonceptivos, los resultados
pueden ser peligrosos. Por otro lado, los padres no debieran, cediendo a sus
propias frustraciones, aconsejar a sus hijas que tengan relaciones sexuales,
si éstas no lo desean.
¿DEBO DECIR A MI MADRE DE
DONDE PROCEDEN LOS BEBES?
ESTA PREGUNTA me llegó de
una niña de ocho años. Le contesté diciéndole que no debe hacerlo en el
supuesto caso de que su madre no esté preparada para recibir tal clase de
información. Sin embargo, es encantador constatar que los niños tienen sentido
del humor; de suerte que una de mis alumnas, con sólo once años de edad, en
clase de redacción escribía sobre la historia de su vida: "Nací en
Londres, mientras mis padres se encontraban en viaje de crucero alrededor del
mundo."
Yo, con once años, lo
hubiera creído. Y la verdad es que no me parece raro, pues me he encontrado
con más de un niño que cree que sus padres no saben nada relativo a cuestiones
de sexo; y, por lo general, son aquellos que inicialmente dieron gran crédito
a la historia de la cigüeña. Esto me recuerda el cuento del soldado que regresa
del frente cargado de condecoraciones, y que, al llegar a su casa, su esposa,
llena de orgullo, le señala una fila de niños: Mira, yo también he estado
ocupada mientras tú estabas fuera."
Creo que debería haber
dicho a la niña que me preguntó esto, que empezara educando sexualmente a su
mamá con la historia de las abejitas que transportan el polen. Sí, porque
conocí a un joven: que confesaba ruborizarse cada vez que alguien mencionaba
la palabra polen.
CAPÍTULO III
PUPILOS
¿ENCUENTRA USTED ALGUNA
DIFERENCIA ENTRE LOS NIÑOS INGLESES Y LOS AMERICANOS?
Sí y NO. Pero
digamos primero que los niños son fundamentalmente iguales en todo el mundo. Todos
buscan felicidad, cariño, libertad; todos quieren jugar y jugar. Siempre están
ávidos de aprender cosas que les interesan. .. y a los pobrecitos les dan
aburridas clases de historia, de matemáticas o de geografía. Encuentro, sin
embargo, que sí hay diferencia en la educación dada en Norteamérica con
respecto a la de Gran Bretaña. El 60% de mis pupilos son americanos; casi todos
ellos leyeron el libro Summerhill y solicitaron ingreso. Al principio
empezamos a encontrar dificultades, especialmente con los mayores. Estos pensaban
que como nuestra escuela se llamaba libre podían hacer lo que quisieran. Nos
llevó nuestro tiempo meterles en la cabeza la idea de que libertad no significa
hacer lo que a uno le viene en gana. Entonces se dieron cuenta de que
autogobierno significa obedecer las reglas que han sido impuestas por toda la
comunidad; y, esto a algunos les resultaba difícil de aceptar. Es por eso que
ahora la edad límite de ingreso es de doce años, en virtud de que casi todos
los pupilos de más de catorce años, anteriormente admitidos, se adaptaron
demasiado tarde a nuestro sistema de libertad; estuvieron demasiado tiempo
bajo un período de represión y a menudo exteriorizaban la libertad que habían
encontrado con una conducta antisocial, con apatía, con pereza. Por lo tanto,
frecuentemente he dicho que si fuéramos lo suficientemente ricos no
aceptaríamos a nadie de más de siete años.
El contraste más acusado
entre el pupilo americano y el inglés radica en que aquél tiene mucho dinero,
lo cual provoca una división en la escuela. Una muchacha inglesa de doce años,
por ejemplo, suele tener siete veces menos dinero en el bolsillo que su
compañera americana. Por este motivo en algunas escuelas se ha vedado el envío
de dinero.
Los adolescentes
americanos dan la impresión de enfrentar una reacción más notoria hacia sus
hogares. Algunos me dicen que no se encuentran felices en sus casas, que sus
padres no los comprenden. Yo pienso que todo esto es debido, en bastantes
casos, al horroroso sistema americano que fuerza a los jóvenes a que emprendan
una carrera universitaria como condición sine qua non. Los padres
suelen alarmarse con el futuro de sus hijos y en algunos casos este alarmarse
ha impedido que esos hijos obtengan de Summerhill todo el provecho que debieran
alcanzar. Así, el niño se halla poseído de un conflicto dilemático. La escuela
le dice: "Eres libre de ir a clase; el deseo de aprender debe venir de ti
mismo”; pero si los padres escriben a la escuela presionando sistemáticamente
al hijo para que aprenda mucho, entonces sobreviene una infelicidad que se
traduce en deseo de no asistir a ninguna clase. Entendiéndolo así, hace poco le
dije a un padre que o dejaba de decirle a su hijo que asistiera a las clases o
lo sacara de la escuela. Al final lo sacó.
Con relación a
diferencias, creo que los niños americanos son mucho más aficionados a los juegos
mecánicos que los niños ingleses. Pero esta opinión podría ser producto de un
complejo mío asociado a la idea de que en mis días de infancia no poseíamos
para jugar más que algunas canicas y pelotas de trapo. Tan era así que para
comprar mi primera bicicleta tuve que estar ahorrando durante años; y en
aquellos días no había radios, cine, autos, magnetofónicos ni tocadiscos. Así
crecimos, y quizá sea por ello que no puedo superar un sentimiento de
disgustillo cuando veo que los niños reciben tantas cosas sin siquiera levantar
la mano. Y una consecuencia de esta prodigalidad es que muchas veces los
juguetes carecen de valor para los niños. Creo, además, que no es prudente
darle a un muchacho de once años una bicicleta muy cara, porque antes que pasen
tres semanas habrá olvidado dónde la ha puesto.
Los regalos costosos, a
la larga raramente son apreciados. ¿Cuántas guitarras habrá, pongamos por caso,
de esas que piden los fanáticos de los Beatles, medio olvidadas en las casas y
en las escuelas? Creo que podría encontrar dos o tres en mi propia escuela.
Otra consecuencia inconveniente es que los niños conceden demasiada importancia
al dinero y a lo que éste puede comprar.
No estoy diciendo que los
padres británicos no den a sus hijos más cosas de las que realmente necesitan,
sólo digo que los ingleses son en general más pobres que sus primos los
estadounidenses. Por regla general, entre la juventud de ambos países hay muy
poca afición al ahorro. Esto se puede deber, más o menos inconscientemente, a
la idea de que la vida es demasiado precaria. En consecuencia con esto,
presiento que la aparición de la bomba "H" ha operado un profundo
efecto en la juventud mundial, y, en gran parte, la actual rebeldía del joven,
o sea el presente aumento de la delincuencia, puede provenir de esa misma idea,
es decir de que la vida quizá sea para ellos muy precaria y muy corta.
En efecto, en un caso que
voy a contar ahora esta idea de brevedad vital era consciente. De suerte, que
a una muchacha de 17 años le dije: "Estás fumando demasiado. ¿No temes un
cáncer de pulmón?" Su contestación: "En absoluto; de todos modos si
me abstuviera tampoco viviría mucho; ni nadie vivirá bastante." Otro
detalle importante es que durante la última crisis en Cuba mis pupilos
americanos mostraban más recelo que los ingleses, lo cual ya significa una
diferencia bastante notable.
Creo que los niños
reflejan el modo de vivir de su propio país. Y pienso también que en cierto sentido
Gran Bretaña es más libre que los Estados Unidos. Con Summerhill en Inglaterra
durante 42 años jamás tuve problemas con el Gobierno ni con la Iglesia. Pero si
en los Estados Unidos hubiera intentado abrir una escuela libre, mucho me temo
que hubiera tenido líos con los Católicos o los Batistas o con Las Hijas de la
Revolución Americana. Además, esa potencial escuela no hubiera podido evitar
problemas con los racistas, precisamente porque una escuela libre debe aceptar
cualquier raza o color. Por supuesto que ninguno de mis pupilos americanos
procede de hogares racistas; sin embargo, en base de mi experiencia con ellos
no podría juzgar al niño-tipo americano.
Considero que en los
pupilos americanos existe una evidente intranquilidad respecto al futuro;
porque con la excepción de los más pequeños, todos tienen experiencia de los
apremios que hay en las escuelas americanas; todos saben que su porvenir
depende de la enseñanza y títulos universitarios. Y, así las cosas, tal vez
suceda muy pronto que a un Picasso no le permitan ingresar en una escuela de
arte por no tener hecha la preparatoria. Y lo que pasa en América se está propagando
en todas partes. Digamos finalmente que recibo muchas cartas tristes, cartas de
niños que están en escuelas americanas, de niños que me dicen: .... . ¿puedo
ir a Summerhill? Aborrezco mi escuela y sus aburridas clases; me repugna esta
enseñanza mecanizada que trunca cualquier intento de pensar o hacer algo
original". Algunos añaden: .... . mis profesores son demasiado sarcásticos".
Se puede hacer una carrera aquí sin que todavía se necesite pasar muchos
exámenes, pero como digo, lo malo se está extendiendo.
¿CREE USTED QUE, POR
NATURALEZA, LOS INTERESES DE LOS CHICOS Y DE LAS CHICAS SON DIFERENTES?
Sí. ANTES PENSABA que los
intereses de unos y otros estaban determinados por la costumbre y por el
ambiente. Veía que las muchachas eran aseadas y atendían al arreglo de sus
camas, pero me daba cuenta de que los muchachos no suelen hacer nada de lo que
se refiere a cualquier tarea doméstica. Al menos siendo muchacho esto era la
norma. Ellos suelen estar siempre con sus bicicletas, ellas no. Las muchachas
cosen o bordan; ellos juegan a las canicas.
Imaginaba entonces, que
con la libertad estas diferencias desaparecerían; pero estaba equivocado. Los
muchachos de Summerhill arreglan sus bicicletas, desarman aparatos de radio,
hacen cantidad de objetos en el taller: pistolas, espadas, barcos, aviones,
etc. Pero aun así, es muy raro ver una muchacha entrar en el taller, y más raro
todavía, que un muchacho asista a clases de corte y confección. Ambos sexos,
sin embargo, coinciden en la afición a modelar cacharros de cerámica o de
latón. Y por lo que respecta al asunto académico, no hay muchas diferencias que
hacer notar, si no es la poquísima afición entre las chicas por las matemáticas.
Todavía hay algunas que gustan del álgebra, pero lo que es la geometría... Bueno,
esto tal vez sea debido a lo mal que yo enseño esa materia. Lo realmente común
a ambos sexos es la danza, la pintura, la interpretación escénica y los juegos
propios a la comunidad de ambos sexos. Muchos muchachos y algunas muchachas
construyen cobijos en los troncos de los árboles. Una cosa que ellas nunca
practican es la manía que tienen los chicos de cavar agujeros. Diríase mejor
que cuando abandonan la escuela parece como si, en virtud del sexo, estuvieran
predestinados ya para sus futuros empleos, de suerte que hemos tenido
médicos, pero no doctoras; profesores de universidad, abogados e ingenieros,
pero ninguna chica puso atención en alguna de estas profesiones. Ambos sexos,
sin embargo, coinciden en dedicarse al arte como ocupación. Y si bien algunas
ex pupilas se llegaron a especializar en cocina, nunca nos salió ningún alumno
que quisiera ser cheff.
Por tanto, se puede
concluir que la libertad no ha podido alterar lo que ya es innato en la persona,
lo cual, por otra parte, quiere decir que ningún sistema escolar es capaz de
cambiar los hábitos del mundo exterior.
SE SUPONE QUE POR
SUMMERHILL PASAN MUCHOS VISITANTES. ¿CÓMO REACCIONAN LOS PUPILOS ANTE ELLOS?
CADA VEZ más en contra. Y
lo cierto es que yo ya no sé qué hacer con tanto visitante. Claro que, por un
lado, tampoco me gusta la idea de que Summerhill sea como una isla que no
acepta visitas, pero también creo que no fanfarroneo si afirmo que Summerhill
ha llegado a ser como una especie de Meca para el creyente. Ahora ya no acuden
como simples observadores, sino en batallones. Y, por otra parte, los niños se
quejan de que muy pocos visitantes tienen algo que ofrecerles, aunque cuando
hay alguno -viajante por África, un
músico- que se aparta de lo común, se alegran. Tan es así que cuando hace poco
Joan Báez nos obsequió con un concierto, todo el mundo estaba encantado...
hasta la misma Joan. Pero los Beatles aún no nos han visitado.
Puedo decir que me
considero una persona sociable, pero cuando acaba el trimestre de verano me
siento rendido; siempre las mismas preguntas, una y otra vez..., de aquí este
libro.
Raramente, nos llega un
visitante que esté en contra de la libertad, al menos que se manifieste como
tal; la mayoría de ellos están vivamente interesados en observar cómo los niños
se pueden gobernar a sí mismos mediante reuniones comunitarias. Y para ello,
después de la reunión nocturna del sábado, siempre llevo a los visitantes a un
aula y contesto sus preguntas. Algunos llevan hasta papel de escribir. Una
señora hindú que me llegó a someter a un prolongado interrogatorio, consultando
lo que ya había escrito me contestó: "Mr. Neill, hace diez minutos nos dio
una respuesta contraria." Contesté: "¿Esperaba usted que estuviera
callado?" Ni siquiera sonrió.
La verdad es que debiera
prohibir las visitas de maestros. Muchos de ellos vienen de escuelas
disciplinadas en las que no hay ni siquiera libertad para poder vestir unos
jeans. Observan lo felices y lo libres que se comportan nuestros niños y
acaban volviendo a su horrible faena de meter en cabezas disciplinadas
tonterías obligatorias. Pero lo sorprendente del caso es que tales profesores
no exigen cambios en el Sistema.
Cada vez que doy una
conferencia en una escuela para futuros maestros, pregunto a la audiencia:
"¿Van a oponerse activamente al Sistema o bien van a aceptarlo y a
continuar pensando que educación es sinónimo de enseñanza, de disciplina, y de
sueldos?" Tan sólo una vez un estudiante fue capaz de darme una respuesta
realista: "Me gustaría desafiar al Sistema, pero no me atrevo; tengo
esposa y tres hijos." Y es que un profesor o profesora joven, desafiando
al Sistema se ponen en peligro; las razones para aceptarlo son, por tanto,
comprensibles. En todo caso, son muy pocos los que se pueden sobreponer a los
condicionamientos sociales y, claro está, de ese modo la tarea de Summerhill
se agiganta.
¿HAY INCENTIVOS PARA LOS
JUEGOS EN SUMMERHILL?
LA VERDAD es que no hay
incentivos para nada. Nos gusta ver a los niños entretenerse con juegos
fantásticos o de aventuras; y cuando lo desean pueden organizar juegos en
equipos, aunque quizás no sientan el ansia de ganar que tienen los otros
niños, pues aquí la competición en el aula o en el juego está suprimida. Claro
que cuando juegan al tenis intentan ganar, pero no les importa mucho perder.
Por tanto, los que jueguen golf convendrán conmigo en que causa más placer
colocar a treinta centímetros del hoyo un tercer golpe que ganar una vuelta.
Creo asimismo que el profesional vibra en el juego menos que un pobre
aficionado como yo, porque cuando un juego se convierte en trabajo cesa de ser
un juego.
Hay que distinguir el
juego en sí y los juegos. Para mí el fútbol, jockey, rugby, béisbol no son
juegos; adolecen de la imaginación que requiere el juego en sí aunque supongo
que un futbolista como Pelé demuestra mucha imaginación. Cuando los niños son
libres tienden a sustituir esos juegos por -a falta de otro término- juegos
fantásticos. En consecuencia, creo estar seguro de que pocos de nuestros ex
pupilos acuden a los partidos; tal vez vean en televisión el torneo de tenis de
Wimbledon, pero estoy seguro de que no llevan matracas ni gritan en una final.
Obligando a los niños a que vean partidos, me pregunto a quién de los dos, si a
la escuela pública o al mismo partido, terminan por odiar.
Nuestros juegos en equipo
están sujetos a las edades de los pupilos. Con niños de cinco a diecisiete
años no es fácil formar un equipo de fútbol, porque de entre sesenta y cinco
muchachos tenemos que recurrir a poner en la portería a uno de siete años.
Supongo, además, que la
razón por la cual se estimulan los juegos en equipo, es cultivar el espíritu de
equipo... o, en algunos casos, para sublimar el sexo (por fortuna esto último
nunca se logra). En nuestra escuela, pues, el espíritu en equipo se desarrolla
a través del autogobierno en convivencia comunitaria. De aquí precisamente que
entre nosotros no afloren los héroes o las heroínas. Las proezas en los
juegos, así como las proezas en los estudios, no tienen para nosotros ninguna
significación. Los niños que son libres no idolatran.
El espíritu competitivo
es de por sí condenable. Jamás un artista compitió. Shakespeare, por ejemplo,
no escribió "Hamlet" a fin de oscurecer a Marlowe. Diríase mejor que
sólo en asuntos mediocres, vulgares, surge la competencia. En las escuelas
competir es una iniquidad..., como lo son esos espantosos concursos que sacan
en la TV entre dos escuelas, contestando preguntitas que no requieren ninguna
imaginación: nada más que hechos, hechos y hechos. Reconozco, sin embargo, que
yo mismo no podría responder ni a la mitad de tales preguntas, pero me consuelo
sabiendo que mi coeficiente intelectual es de 90. Vale la pena que se considere
un momento acerca de esas peleas por conseguir premios o trofeos y todas esas
tonterías que hay en la educación. Bueno, tal vez yo estoy hablando con un poco
de prejuicio, quizá porque en toda mi vida nunca gané una medalla, ni nunca
estuve en el primer lugar de la clase.
Se supone que los juegos
son saludables para los niños. Así debiera ser; pero sé de muchos ex pupilos
que habiéndose pasado diez años sin jugar a nada, se ven tan sanos a los
cuarenta y cinco como sus vecinos, de los cuales muchos de ellos se dieron
grandes palizas nadando y pedaleando. Creo, sin embargo, que millones de
personas que devoran partidos de fútbol, en toda su vida no dieron una patada
al balón. Por el contrario, los espectadores de Wimbledon, estoy seguro,
practican el tenis o acuden a los campeonatos abiertos de golf; por todo ello
deduzco que los mejores juegos no son los de entre equipo, sino los sostenidos
entre individuos.
Ahora vamos a construir
una alberca, y espero o, más bien, estoy seguro de que no habrá competencias en
clavados o en carreras. Después de todo, Summerhill no tiene ninguna intención
de competir con las escuelas de Eton o Roedean. Las personas que conocen sus
aspiraciones no tienen ni el tiempo ni el deseo de competir con nadie.
EN SUMMERHILL ME HA
SORPRENDIDO NO VER NINGUN NIÑO INSOLENTE. ¿ES ESTO NORMAL EN SU ESCUELA?
BASTANTE normal. Y cuando
hay un niño o niña insolente, se trata de un recién llegado de alguna escuela
disciplinaria. Diríase mejor que nadie puede ser insolente si no es provocado
con otra insolencia. Así, si un niño me saca la lengua, voy yo y se la saco
también; la mía es más larga. Pero las insolencias en Summerhill son
inexistentes. Y es que la insolencia es, al fin, producto del miedo, del
respeto y de la presunción. Si abolimos de cualquier escuela estas tres cosas,
la insolencia no volverá a levantar cabeza. Nuestros pupilos, por otra parte,
se divierten al observar cómo los nuevos contestan con insolencia a la
libertad. Además, el niño insolente, al ver que ningún maestro reacciona
sintiéndose irritado como él esperaba, pronto descubre que está perdiendo su
energía y su tiempo.
¿NO ES ALGO HUECO Y FALSO
ESO DE AUTOGOBIERNO? A DAVID HOLBROOK PARECE NO GUSTARLE
DAVID HOLBROOK en un
artículo en "Id", órgano de la Sociedad Summerhill, escribe: "Al
imaginarme a los niños sentados en un aula de la escuela de Neill haciéndose su
propio reglamento, pienso en que se exige a los niños que hagan lo que se supone
que los adultos deberían hacer por ellos." Aclaremos de paso, que cuando
David asistió a una reunión de las que habla, tenía dieciséis años.
No sé por donde comenzar
con esta crítica que se me hace, pues atañe a la misma base de la escuela. Se
trata del problema de la autorregulación en general, pero ahora yo pregunto:
¿hasta qué punto un niño puede opinar en asuntos sociales? Todos nosotros
sabemos bien esa frase de "Tus papás lo sabrán mejor." ¿Seguro que
ellos lo saben mejor? En Summerhill, yo sé más respecto a algunas cosas y por
eso nunca consulto a los pupilos a la hora de contratar un profesor, ni mi
esposa tampoco les pregunta la comida que quieren; yo soy el que decido acerca
de los escapes de gas; nosotros mismos somos los que compramos los muebles y
los reparamos, o elegimos los libros de texto que han de usarse. Ninguno de
estos menesteres se trata en las reuniones de autogobierno; tampoco a los
pupilos les interesa. Para ellos, autogobierno es decidir sobre cuestiones
derivadas de la vida comunal que llevan. Por lo tanto, en las reuniones pueden
decir lo que les dé la gana, y votar lo que deseen. Nunca se esperan a ver lo
que deciden los profesores, aunque, por supuesto, se admiten las sugerencias de
éstos; pero se las somete a juicio. Muchísimas proposiciones que yo les he
hecho, han sido desatendidas. Pero, repito, jamás pido a los niños que opinen
sobre asuntos que se encuentran fuera de su incumbencia.
El autogobierno es de
verdad bueno cuando disponemos de un buen número de pupilos ya mayores, pero
que han sido criados en la escuela, que llevan en ella siete u ocho años. Pues
sucede que si admitimos niños o niñas de quince o más años no cooperan en el
autogobierno: les pesan demasiado las represiones, no aprehenden bien la
libertad. Por eso, a veces, algún profesor tiene que inmiscuirse un poco en
las reuniones para proponer temas a considerar. Por ejemplo, si alguien tira
la comida contra las paredes del comedor, un pupilo mayor, en la próxima
reunión, insta a sus compañeros a que se considere ese asunto; pero como
recientemente teníamos un gran influjo de adolescentes que carecían de
sentimiento social por la comida desperdiciada, tenía que ser un profesor el
que se levantara en la reunión y sacara el tema a colación. Esto no es lo
ideal, naturalmente, pero a veces se hace inevitable.
Cuando sólo hay niños
pequeños tal vez el autogobierno dé la sensación de algo hueco, pues sabemos,
por propia experiencia, que los niños pequeños no son capaces de ser
imparciales al establecerse reglas para sí mismos. De ahí que resulte
contradictorio que en los kindergarten puedan votar e hilvanar sus buenos
discursitos antes de que sepan leer y escribir.
Respecto al papel que los
adultos desempeñan en el autogobierno, lo ideal sería que no intervinieran,
que permanecieran más o menos al margen. Pero aunque en algunas ocasiones no
puedo dejar de intervenir, cuando a un niño se le culpa de haber quebrantado el
reglamento y procuro que no se vote en pro o en contra de que sea multado con,
por ejemplo, el pago de algunas monedas, o bien que no se multe a nadie por
haber usado la bicicleta de un compañero, raramente lo logro.
La prueba más evidente
del valor del autogobierno, creo que está en la misma determinación de los
pupilos a seguir con su autogobierno. Cualquier sugerencia a suprimirlo o a
limitar sus atribuciones es acogida con un "no" muy ruidoso. Dos
veces he sugerido que sea abolido, pero ya no me atrevo a hacerlo más.
Ciertamente aseguro que
nuestra democracia está bien lejos de ser perfecta. La mayoría es la que impone
su voluntad, y, por lo tanto, a la minoría le toca siempre sufrir. Pero lo que
invariablemente me ha sorprendido es que, en todo caso, el veredicto de la
mayoría siempre es aceptado por la minoría; y si alguien se muestra reticente a
aceptarlo suele ser un muchacho de quince años recién llegado, que no ve la
razón por la que él ha de aceptar "lo que dice el rebaño".
¿Es anormal que los niños
infrinjan las reglas que ellos mismos se imponen? Estoy seguro de que si fuera
yo el que estableciera las reglas, las infracciones serían mucho más numerosas:
la natural rebeldía contra la autoridad paterna aparecería. En general, en
Summerhill el reglamento es bastante bien observado, debido principalmente a
que los niños son honestos unos con otros. A lo largo de 45 años no he dejado
de maravillarme por el sentido de justicia que muestran. Si un muchacho es
inculpado de pendenciero, en la reunión se le reprende por ello. Y si sucede
que en la reunión siguiente ese mismo muchacho trata de culpar, demasiado
airadamente, a compañeros suyos de lo que él ya había sido culpado, entonces la
reunión considera que eso puede ser un desquite y así se lo dicen.
Alguien escribió que
nuestro autogobierno es un timo, que es la plantilla docente la que realmente
establece las reglas y no los pupilos. Esto es sencillamente una difamación,
como cualquier pupilo, pasado o presente, sabe. Yo, por ejemplo, les he
propuesto varias veces que usen el tocadiscos sólo en las tardes, y mi
proposición siempre ha sido desoída. Otro ejemplo: alguien de la plantilla los
ha amonestado por el despilfarro de comida; pues quizá porque a la entrada de
la escuela hay puestos de venta de helados, a menudo los niños se atiborran de
paletas, y cuando a continuación acuden al comedor no prueban la comida. La
proposición del profesor que hizo notar esto era que, al niño que dejara su
comida, se le privara de ella al día siguiente. Pues bien, también esta moción
fue desestimada. Otro ejemplo más es que repetidamente les he propuesto que el
dinero que se les mande sea compartido equitativamente por todos. Y también esto
es denegado. Los que tienen menos dinero votan en contra del reparto
equitativo. Creo que con esto habré podido demostrar que nuestra democracia no
es un timo.
¿TIENE USTED ARCHIVOS DE
SUS EXPUPILOS?
No. SIN EMBARGO,
últimamente, Man Bernstain publicó en "Id" un estudio estadístico de
antiguos pupilos. Al respecto voy a transcribir la opinión de estos pupilos, es
decir, las de los que dijeron que no sacaron mucho de nuestro sistema. Veamos:
cuatro dijeron que no había suficiente protección contra los pendencieros; tres
hablaron de que el personal docente era cambiado con demasiada frecuencia, y
hubo uno que dijo que había sido muy influenciado por los compañeros
irresponsables respecto de las tareas académicas.
Bernstain añade:
"Estas personas suelen ser las más explícitas y las menos, antes y después
de que pasaran por Summerhill."
No sabiendo quiénes son
éstos, no me puedo imaginar ni juzgar los condicionamientos de su infancia, ni
sus capacidades mentales. Tampoco puedo decir el tiempo que ellos estuvieron en
la escuela. Lo que sí haré será contestar a sus críticas.
Respecto al primer punto,
todos saben que el muchacho pendenciero es fácilmente tratado bajo un sistema
disciplinario y de miedo, y que con la libertad se convierte en un problema.
Muy seguro de ello, con frecuencia se me ha ocurrido que el muchacho que mete
miedo a niños más pequeños no debería estar en la escuela, pero jamás tomé una
resolución al respecto, principalmente porque no me podía imaginar que él fuera
a otra escuela sin ser tratado ásperamente. Ya sé que hay infinidad de
internados que tratan a los niños sin aspereza, pero no suelen admitir a niños
expulsados. Otto Shaw y George Lyward se encargan de estos niños-problema, pero
nunca suelen tener plazas, y, además, sólo admiten a muchachos con un alto índice
intelectual. Por lo demás, normalmente el pendenciero no tiene un grado de
inteligencia muy elevado.
Por nuestra parte hacemos
todo lo que podemos para controlar al muchacho pendenciero, culpándole en las
reuniones o en nuestros tribunales, haciéndole ver lo que la opinión pública
piensa de él. Sin embargo, en un par de ocasiones algo serias tuvimos que
expulsar ese tipo de muchachos. Esa afición a intimidar es uno de los
principales problemas en nuestra escuela; pero actualmente, ya no se le
permite la permanencia entre nosotros a ningún muchacho pendenciero.
El cambio frecuente de
personal, por otra parte, ha sido perjudicial para los pupilos. Pero es
comprensible, pues hace algunos años, muchos profesores no podían permanecer
mucho tiempo en la escuela por razones económicas; hoy día, sin embargo, la
situación ha mejorado, y ya podemos pagarles un sueldo razonable.
La última objeción que me
presentan es la de ese ex pupilo que afirma haber sido influenciado por
compañeros que eran irresponsables con respecto a la labor académica. Sobre
esto puedo decir que eso sí puede ocurrir a veces. Cuando hay un muchacho o
muchacha sobresaliente que, con toda su energía, aborrece las clases, a causa,
normalmente, de pasadas experiencias, puede mantener a otros niños alejados
de las clases.
Pero esto me mueve a
preguntar algo que hasta ahora no me he atrevido a hacer: ¿Es Summerhill una
escuela principalmente para niños inteligentes? El niño que se deja conducir o
influenciar no suele ser muy brillante. Los que no asisten a las clases suelen
ser por lo general, aquellos que sienten que no son buenos en ellas. Y se me
antoja pensar que estas personas que Bernstein entrevistó fueron precisamente
las que protestaban por la falta de educación en Summerhill. Añádase a esto que
hace años acudió a verme una chica, ex pupila, una vez que se había ya casado.
Se quejó de que Summerhill había arruinado su vida, de que ella no había
recibido ninguna educación. Le pregunté quiénes había en su clase, y resultó
que de entre ellos salieron dos médicos, dos conferenciantes y dos artistas.
Entonces le dije: "¿Por qué ellos recibieron educación en Summerhill y tú
no?" Y no era una chica torpe, más bien era inteligente, pero,
seguramente, no fue muy asidua a las clases.
No nos cruzamos de brazos
ante los pupilos que persuaden a otros para que no asistan a las clases. A
veces en las reuniones, algún profesor o pupilo los culpa de infringir la regla
de que la asistencia a las clases ha de ser totalmente voluntaria. Por tanto,
del mismo modo que ningún profesor exige al niño que asista a clase,
igualmente ningún pupilo debe instar a otro a que no vaya.
Por otro lado ---y esto
es algo más positivo--- Bernstein descubrió que la mayoría de los ex alumnos
se encontraban satisfechos de la educación que recibieron. He aquí algunos de
sus hallazgos: ocho afirmaron que la escuela les había dado una postura sana
respecto al sexo; siete dijeron que habían perdido el miedo a la autoridad
(cinco se referían a la autoridad de los maestros en posteriores escuelas que
frecuentaron). Otros siete opinaron que Summerhill los había rodeado de un
ambiente en el que pudieron desenvolverse de acuerdo con su naturaleza; cinco
que la escuela les ayudó a comprender mejor a sus propios hijos y a educarlos
de un modo sano. También hubo cinco que dijeron que gracias a la escuela se habían
liberado del deseo continuo de estar jugando y así asentar la cabeza; tres
manifestaron que Summerhill les había hecho poner un interés activo en todas
las cosas que ocurrían en el mundo dos pensaban que el contacto con la escuela
les había permitido trabajar exentos de toda hostilidad y de otros
sentimientos antisociales; y uno de nuestros antiguos pupilos, Karl Kruytbosch,
residente ahora en California, está reuniendo material para iniciar un
estudio exhaustivo de todos los ex pupilos y de sus vidas. Sólo espero vivir lo
suficiente para poderlo leer.
¿LA FANTASÍA ES
PERJUDICIAL PARA EL NIÑO?
RECUERDO que en una
entrevista que sostuve con el hijo de Montessori, publicada más tarde en la
Redbook Magazine americana, Montessori me dio a entender que para él la
fantasía era algo objetivamente perjudicial. Es cierto que el niño suele
refugiarse en su fantasía cuando no tiene nada que hacer, y me imagino que
Montessori opinaría que la masturbación no era más que un resultado del
aburrimiento; pero, en ese caso, todos los niños del mundo están aburridos.
Mas ¿qué es la fantasía?
Puede ser un soñar despierto, un divagar caprichoso del pensamiento, una válvula
de escape, si se quiere. Sin embargo, ¿quién no adopta alguna vez una postura
escapista al identificarse con los héroes o heroínas que vemos en el cine? La
fantasía nos domina a todos y a todas las edades. Yo mismo me dejo llevar por
mi fantasía pensando que alguien llamado algo así como Rockefeller lea mis
libros y nos dé un millón de dólares; pero esta ilusión no me hace olvidar la
realidad de mi trabajo. La persona que construyó el monasterio de El Escorial
debió representárselo en su fantasía antes de comenzar su obra. Yo también
soñé escribir este libro. Yo sé que casi todas las fantasías no llegan a
realizarse. Para mí el cielo de los cristianos es una fantasía que conforta a
muchas personas, especialmente a los que viven miserablemente en la tierra. En
cuanto a los humanistas bien pueden tener la fantasía de un paraíso terrenal
que ni existe ni es probable que exista en nuestra época. Por tanto, si todos
nosotros fantaseamos, ¿por qué los niños no han de poder. No creo que llegue a
enterarme algún día de que los niños no se masturban, y eso que creo saber
bastante de niños. En cualquier caso, si usted cree que la fantasía perjudica
al niño, ¿qué podría hacer para remediarlo? Suprimirla; pero si tal se hace yo
me voy a encontrar con unas clases de redacción muy aburridas, pues la imaginación
es la fantasía.
¿NO ES REPROBABLE QUE SUS
PUPILOS EMPLEEN TAN MALAS PALABRAS? ¿IMPLICA EL USO FRECUENTE DE ELLAS UNA
CARENCIA DE VOCABULARIO?
EL EMPLEO de malas
palabras no tiene nada que ver con el vocabulario. Yo digo infiernos, en lugar
de decir Hades; y mis pupilos dicen mierda en lugar de decir excremento. En
todos los idiomas hay palabras calificadas de indecentes, pero sospecho que
prohibirlas sería hacer el tonto. Una persona cultivada puede referirse al acto
sexual con tal expresión, pero un albañil dice joder. Sin embargo, hay muchas
personas cultas que también prefieren las palabras corrientes. El empleo de
malas palabras es totalmente debido a la represión. La numerosa familia de
"malas palabras" referentes al sexo constituye una saludable
protesta contra la actitud de nuestra generación respecto a todas las cosas
sexuales; del mismo modo que todas las blasfemias son una protesta contra la
perversión del Cristianismo. Nuestros pupilos, sin estar inhibidos acerca del
sexo, emplean palabras sexuales. Asimismo profieren vocablos blasfematorios
pese a no haber recibido instrucción religiosa. Por cierto que resulta extraño
considerar de no buen gusto la expresión "¡Dios mío!" en inglés; en
Alemania, sin embargo, se dice tranquilamente "Mein Gott!", y en
Francia: "¡Mon Dieu!"
El empleo de malas
palabras no tiene ninguna importancia, pues tales palabras no son inmorales.
Aunque sí representan la válvula de escape de una educación que hace del sexo
algo obsceno. No creo, sin embargo, que un pupilo de Summerhill encuentre
graciosas las frases escritas en las paredes de los escusados. He reparado, que
si en una película aparece una bacinica nuestros muchachos, en contra de la
generalidad, nunca se ríen. Digamos también que muy pocas historietas sexuales
son graciosas; la mayoría son sucias. A mí me han contado y yo he contado
cientos de ellas, pero apenas si soy capaz ahora de recordar sólo una que sea
graciosa. Aunque... es una lástima que no me permitan imprimirla, pues no es
nada pornográfica. Tampoco quisiera que mis lectores me escriban pidiéndome que
se la cuente.
AFIRMA USTED QUE LOS
PUPILOS DE SUMMERHILL TIENDEN A OCUPAR PROFESIONES CREADORAS. PERO SI TODAS
LAS ESCUELAS FUERAN COMO SUMMERHILL ¿QUIEN SE OCUPARÍA DE BARRER LAS CALLES Y
DE SACAR EL CARBON DE LAS MINAS?
BUENA PREGUNTA, y difícil
de contestar. La automatización podría ser la solución, pero incluso sin
automatización se podría aspirar a un mundo que repartiera los trabajos. A mí
muchas veces me ha tocado hacer trabajos sucios y nunca me quejaba. Malcolm
Muggeridge era capaz de barrer las calles durante una hora con tal que le
permitieran dedicarse el resto del día a hacer entrevistas para TV. Esto no
pasará, por desgracia; y los hombres continuarán estando sujetos a profesiones
aburridas. Una solución sería pagarles más que a un ---por ejemplo-- médico o
profesor. Shaw abogaba porque todos los hombres recibieran idénticos sueldos.
Claro que si esto se hiciera todo el sistema social sería alterado. Pero
habiendo como hay muchos más trabajadores no especializados que especializados,
o muchos más albañiles que médicos, aquello significaría cambiar todo nuestro
sistema de valores. Hace ya muchos años, estuve hablando en la TV acerca de la
educación durante veinte minutos; me pagaron por ello cuatro libras. A la
semana siguiente Sir Harry Lauder, cantando durante el mismo tiempo, cobró,
según me dijeron, ochocientas libras. Al parecer un cantante pop puede ganar en
una sola actuación miles de libras, mientras que yo, a lo sumo, cobraría
veinticinco. Es decir, uno tiene valor cuando tiene popularidad. La prueba
está en que también en Rusia un escritor, director de orquesta o un actor cobra
mucho más que el mecánico de una fábrica. Y es que tanto en el capitalismo
como en el comunismo, ser popular equivale a poder económico.
La gente del pueblo,
trabajadora en los empleos bajos, al no tener popularidad, no tiene retribuciones
económicas altas; de modo que tendríamos que volver al argumento de Shaw y darles
a todos los trabajadores la misma paga. Pero véase cómo suele ocurrir que si
uno tiene una filosofía de la vida sana y buena ocupa un puesto social más
bien bajo. Uno de nuestros ex pupilos por ejemplo, que era conductor de
autobús, se sintió muy desgraciado cuando su salud se debilitó y le forzó a
abandonar el trabajo; pues decía qué era feliz, ya que por ese trabajo conocía
a mucha gente. Otro ex pupilo, un albañil, también se encuentra dichoso con
su trabajo... Tenemos además, otros ex pupilos que son granjeros; cierto que
son independientes, sus propios jefes, pero el trabajo del campo no es
precisamente fácil.
He de admitir, de todos
modos, que esta cuestión no es de solución simplista. Naturalmente que yo
abogo por una reducción de la jornada laboral y por un aumento salarial.
¿CÓMO REACCIONAN SUS
PUPILOS BLANCOS ANTE LOS PUPILOS DE COLOR?
No SUELEN mostrar ninguna
reacción; hasta a los niños mas pequeños parece pasarles inadvertida la
diferencia de color. Y si manifestaran odio hacia los niños negros, yo lo
achacaría inmediatamente a que los padres, desde muy niños, les inculcaron
ese odio.
A propósito de eso, un
visitante me preguntó qué me parecería si una muchacha blanca deseara casarse
con un negro. Imagino que, si dependiese de mí, me preocuparía algo, no por el
hecho de casarse en sí, sino por los niños, pues en nuestra sociedad el que no
pertenece a un grupo étnico bien diferenciado, sea mulato, mestizo o zambo, se
siente acomplejado, inferior. Sé, sin embargo, que en nuestras aulas a nadie
le preocupa que su compañero de mesa sea mulato o no. Esto es válido también
respecto al antisemitismo. En Summerhill tenemos varios niños judíos y a todo
el mundo le tiene sin cuidado. Este caso me recuerda que después de una
conferencia que di en Nueva York se me acusó de antisemitismo; unos oyentes
judíos se molestaron conmigo; yo les pregunté la razón y me dijeron:
"Porque usted mencionó en su conferencia que tenía en su escuela una niña
judía de Viena."
---"Pero, contesté,
también hablé de una chica española de Madrid."
-"Eso es distinto.
Los españoles constituyen una nacionalidad; pero los judíos no; por eso usted
es un antisemita."
---"Entonces, dije
yo, ¿no voy a poder decir que Freud fue un gran judío?"
---"No, no puede.
Únicamente podría decir que Freud fue un gran hombre."
Esa reacción me
desconcertó; y, después de veinte años, aún sigo sin explicármela.
¿CÓMO SE TRATA EN
SUMMERHILL AL NIÑO QUE CAE ENFERMO?
ENA, mi esposa, es la que
se encarga de eso. Si un niño se encuentra con fiebre, ella lo lleva a la cama
y en las veinticuatro horas siguientes sólo le da jugo de limón, de naranja o
agua; si la temperatura no baja llama al médico. El porcentaje de los que caen
enfermos es muy bajo en nuestra escuela. Hace más de treinta años construimos
una enfermería, pero, afortunadamente, nunca ha sido usada como tal. Hoy hace
las veces de dormitorio para los pupilos mayores.
Por supuesto que
dispensamos al enfermo solicitud y cariño especiales; y nos esforzamos en
tratar a los niños con el cuidado y el tipo de tratamiento que ellos prefieren
y que sus padres esperan de nosotros.
Los cuidados que un
profano en medicina administra al enfermo pueden ser muy peligrosos, por estar
desligados de todo fundamento científico. Personalmente, soy partidario de la
cura natural; es decir, no del tratamiento a base de medicinas, sino de un
régimen alimenticio, de que se diga a la gente cómo vivir de modo que no se
caiga enfermo. Pero según esto forzosamente habría que suprimir el tabaco, el
alcohol, el azúcar, los pasteles y muchas cosas más. Y, por otro lado, habría
que considerar el daño que pueden causar ciertos narcóticos de uso frecuente.
La talidomida es un ejemplo de ello, y la cortisona, de la que se dice que afecta
al corazón. Frente a esta circunstancia ¿qué puede saber el enfermero que
suele haber en las escuelas acerca del uso de estos narcóticos si hasta los
especialistas acaban siendo ignorantes? La prueba está en que durante años se
ha estado usando la fenacetina y ahora se nos dice que se trata de un veneno.
¿Quién sabe qué se dirá dentro de algunos años respecto a la aspirina, que
ahora se toma como el pan? Todo esto indica que hay que ser muy prudentes a la
hora de administrar a los niños algún narcótico, pues me he dado cuenta de que
los amigos médicos que tengo son muy recalcitrantes en dar a sus propios hijos
cualquier narcótico.
Vamos a dar el ejemplo de
la leche. Durante muchos años ---en Alemania, en Austria, Gales, Dorset,
Suffolk--- nuestros pupilos bebían la leche directamente de la vaca, mientras
que ahora no es posible más que tomar leche pasteurizada. No soy un experto,
pero lo que sí sé es que la leche pasteurizada apenas tiene sabor, y que no
puede ser fermentada. Pero no cabe duda que constantemente estamos en las manos
de los especialistas. También sabemos que se han elevado muchas protestas en
contra de la carga de cloro a que se somete el agua que bebemos. Al respecto
dicen que lo hacen con la idea de evitar la caída de los dientes en el niño.
Sin embargo, he oído decir que en cierto pueblo de Escocia, al cabo de cinco
años de ponerle cloro al agua, entre los niños de cinco años la caída de los
dientes ha sido más frecuente que en cualquier otro pueblo cuyas reservas de
agua no hayan sido clorificadas.
Todo esto viene a
justificar nuestra importancia en obtener alimentos o agua puros, pues nosotros,
en Summerhill, no controlamos el proceso de los alimentos. Si yo deseara hacer
negocio abriría una tienda de abarrotes y vendería, con gran beneficio,
todo ese excelente material que es desechado en el proceso comercial del
alimento: digamos las cáscaras de los granos de trigo o de arroz, el azúcar no
refinado, etcétera.
COMUNMENTE SE LE CRITICA
A SU ESCUELA QUE EL NIÑO CAREZCA DE LOS ELEMENTOS NECESARIOS PARA DESARROLLAR
SU CULTURA, SOBRE TODO EN EL CONOCIMIENTO DE LIBROS. ¿POR QUÉ NO DISPONE EL
NIÑO DE UNA BUENA BIBLIOTECA?
ESTO ME LO PREGUNTÓ una
profesora visitante. Yo la conduje a la biblioteca de la escuela y después de
dos minutos me dijo: "Retiro la acusación, su biblioteca es buena."
Sin embargo, yo fui un poco malicioso al indicarle que muchos de aquellos
libros nunca eran leídos, pero que los libros de ciencia-ficción gozaban de una
gran demanda, también los de viajes y de ciencia.
Las enciclopedias
infantiles, son muy releídas. Esto viene a ser como el cuento del caballo que,
aunque conducido al río, no se logra hacerle beber. Pero, siendo un poco
consecuente, ¿cuántos de nosotros tenemos libros en nuestras estanterías que
nunca hemos leído? Yo no pienso releer ni a Freud, ni a Jung, ni Adler, ni
Stekel, ni por lo mismo a Domon Runyon. Casi el 80% de las bibliotecas
privadas podían ser en buena parte destruidas, sin que sus propietarios las
echaran de menos. Este mismo libro, después de corregir las pruebas finales, no
pienso leerlo. Tal vez pueda contar por los dedos de la mano los autores que
leen sus propias obras.
En cierta ocasión,
reunido con unos cuantos de los mejores artistas noruegos, les pregunté si podían
volver a considerar sus propias obras. Casi todos coincidieron en que eran
incapaces de mirar a sus pinturas recientes, pero que gustaban de contemplar
las que habían ejecutado en años anteriores.
Todo lo más que una
escuela puede hacer es instalar una selección de libros tan amplia como pueda,
considerando, naturalmente, las opiniones de los pupilos; y esto es lo que
hacemos en Summerhill. Creo, además, que los libros "somníferos" son
en su mayoría obsequios de padres y visitantes que nos envían los que ellos
son incapaces de leer, pero que lucen bonitos. Ya sé que me van a llamar
hereje, pero ¿es la lectura tan importante? Me parece que uno puede vivir muy
tranquilo y feliz sin haber tocado un libro de Prouts, o Milton, u Ortega,
o... ---no me atrevo a decirlo--- o de
Shakespeare. Cierto que Bacon dijo que la lectura llena al hombre, pero ¿de qué
le llena? Lo que quiero decir en todo caso es que somos una especie de
impostores cuando nos preocupamos de lo que el niño lee o deja de leer. No
obstante, sé de una novelista, cuyas obras pueden ser inmortales, que lee
absolutamente todo lo que cae en sus manos: clásicos, historia, biografías y...
fotonovelas. Según me dijo todo le gustaba por igual. La cultura, claro está,
no se da, hay que buscarla; por eso en nuestra biblioteca se puede encontrar
desde la quintaesencia de Ibsen hasta la última novela policiaca.
¿CÓMO REACCIONAN SUS
PUPILOS ANTE LA TELEVISION?
HACE ALGÚN TIEMPO la
Sociedad Summerhill ofreció regalar a la escuela un televisor. El ofrecimiento
se discutió en una reunión general y, ante mi sorpresa, en le reunión se acordó
por gran mayoría rechazar el ofrecimiento. Los niños mayores alegaban que
podría perjudicar nuestro programa social..., juegos, debates, bailes
regionales, etc. Los más jóvenes decían que con un televisor podrían sobrevenir
constantes líos, pues cada uno querría sintonizar un canal distinto. La verdad
es que me alegré de su resolución, pues no me hubiera gustado tener una
escuela de mirones inactivos. En esa reunión la plantilla docente no se pronunció
por nada.
No deja de ser extraño
que los niños rechazaran un televisor, pero aún es más extraño el que no les
guste ver la televisión. Cómo a mí, les fatiga tanto aparato técnico. Quizá se
dan cuenta de que la disposición de las cámaras no es todavía correcta, que la
luz no es suficiente, que hay demasiadas sombras. Se puede suponer que a todos
los niños les gustaría verse a sí mismos en la pantalla, y yo debo admitir que
el único programa que le puede gustar a un niño es aquel en que sale él mismo.
Pero la creencia de que todos los niños son exhibicionistas es bastante
discutible: en la clase de arte raro es el niño que firma sus dibujos.
Simpatizo con la molestia
que sienten de salir en televisión. Las pocas veces que yo he estado en
televisión lo he encontrado de lo más aburrido. Llegaba al estudio a las seis y
no salía hasta medianoche; era como si nada estuviera a punto.
Los comerciales es lo que
más dinero deja a la TV. Hace unos años, a la hora de filmar mi programa, el
productor me dijo: "Va a ocupar el tiempo que podría valer 7 000 libras, y
sin pagar nada." El programa fue visto por millones... y a nadie se le
ocurrió pedir un prospecto de la escuela; antes bien, tal vez hubiera más de
uno que protestara en contra del programa.
La televisión se ha
instalado en nuestros hogares y ya no hay por qué lamentarlo. Sin embargo, le
temo desde el punto de vista educativo: alimenta la pasividad, la absorción de
los hechos, el sensacionalismo y, con demasiada frecuencia, la brutalidad.
Incluso las películas que muestran a la policía en acción contra perturbadores
o negros perjudican a los niños pequeños, incapaces de disimular el miedo
cuando las están viendo. Estimo, por lo tanto, que nuestros jueces se equivocan
al achacar esta ola de violencia criminal al efecto de la pantalla. La
violencia exhibida en la pantalla a lo sumo puede sugerir el método de cometer
un crimen, pero nunca hace de un niño un sádico o un asesino. Ciertamente que
después de verlo en la pantalla, la responsabilidad a la hora de cometer un
crimen es algo mejor, pero dígase lo mismo de las novelas policiacas o de
suspenso que pululan en el mercado. Al respecto, un visitante ruso me dijo que
en su país la violencia en la pantalla o en los best-sellers estaba
prohibida. En Gran Bretaña se es algo contradictorio acerca de la violencia, de
suerte que se permite que en la pantalla aparezcan hombres rompiéndose la cara,
mujeres golpeadas, personas acuchilladas; sin embargo, una corrida de toros
creo que todavía no está autorizada por la censura.
Naturalmente que hay
cosas en la televisión que no son violentas ni brutales. Un buen Filme del
Oeste, pese a tantas balaceras, puede no ser brutal; la razón tal vez sea que
en una película del Oeste, al ser los protagonistas hombres tan exageradamente
fantásticos, ningún niño es capaz de ligarse emocionalmente a ellos. Cuando
muere el "malo", nadie vierte una sola lágrima; sin embargo, muchas
han sido las vertidas en la muerte de un Hamlet, de un Lear, Otelo, o de Garbo
en "La dama de las Camelias". Yo mismo siempre lloro un poquito al
final de "Luces de la Ciudad", aunque no me gusta esa observación
que hace en su autobiografía Charlie Chaplin de que los científicos son unos
señores muy sentimentales porque él vio a Einstein enjugarse los ojos cuando
terminó de ver dicho filme.
Bueno, de todos modos, la
televisión no puede hacer mucho daño a los niños en tanto los personajes de
las películas sean irreales. Además, no deja de haber producciones positivamente
buenas.
Para las escuelas en
particular, las clases por TV tienen un valor dudoso, pues a menudo -no
siempre-, tienden a hacer de los niños meras máquinas de memorizar. Poseen todo
lo malo que tiene el profesor: demasiadas informaciones, demasiado a estilo de
conferencia, y, sobre todo, demasiados actuantes en el cerebro y no en el
corazón. Después de las horas que el niño dedica a las clases, hay, sin
embargo, buenos programas: películas de viajes, reportajes de exploración
submarina, deportivos, etcétera.
CAPÍTULO IV
PADRES
¿CUAL ES SU EXPERIENCIA
ACERCA DE LOS NIÑOS ADOPTADOS?
HE TENIDO bastantes, de
ellos en la escuela. Había más de uno que, aun sabiendo desde la infancia que
sus padres lo eran sólo por adopción, actuaban como si llevaran una espina
clavada. Eso me desconcertó por algún tiempo; y sigue desconcertándome ahora
que me he formado una opinión al respecto.
No se puede saber la
influencia que la situación de la madre pudiera tener sobre el niño. Es
probable que una mujer, enervada, infeliz, pueda influenciar al niño en su
vientre. Eso no lo sabemos bien, pero sabemos que casi todos los niños
adoptados han sido indeseables para sus verdaderas madres. Actualmente, los
psicólogos saben de las tristes consecuencias para aquel niño que no ha
recibido amor. Durante mi larga carrera, me he ido percatando de que no se
puede hacer mucho por aquellos niños que de bebés no han sido amados. Ellos
caminan por la vida recelosos, con un profundo sentimiento de inferioridad, con
temor al contacto emocional. Por tanto, no creo que este problema de los niños
adoptados haya de enfocarse partiendo de una crítica contra los padres
adoptivos. En tales niños es incesante el sentimiento -no el pensamiento- de
que al no ser deseado por su verdadera madre, ha de odiarla por siempre.
Algunos han ensayado de reencontrar a sus madres; pero tal experimento, por lo
que respecta a mis pupilos, siempre fue infructuoso. Y es que veían en sus
madres a una extraña, y no a esa otra madre cariñosa con que soñaban de niños.
La adopción, pues, me produce cierta reticencia.
Yo creo que a cualquier
edad que sea adoptado un niño, le ha de ser dicha la verdad. Porque si se le
dice a un niño de seis años, por ejemplo, que es hijo adoptivo, éste tiende a
reprimir el hecho y a olvidarlo. Por lo tanto, hay que repetírselo
constantemente para que no se le olvide, como me ocurrió a mí con una joven de
14 años, a quien año con año tenía que repetírselo. Hay algunos padres
adoptivos que, piensan que si el bebé es adoptado cuando tiene seis semanas, no
hay necesidad de decirle nada, pues el niño no podrá saber la
verdad. Pero esto puede ser peligroso, ya que los niños encuentran siempre el
camino de descifrar secretos. En efecto, conocí a un muchacho que descubrió la
verdad a los dieciséis años. Eso le produjo una gran convulsión, y sus padres
me dijeron que, desde entonces, se había vuelto frío y reservado en sus
relaciones con ellos. Por lo tanto, es más seguro y mejor decir la verdad.
Y precisamente porque sé
el infeliz futuro que les espera a los niños no deseados, es por lo que estoy a
favor del aborto legal. El aborto es preferible al odio de un niño. Y es un
escándalo que nuestras leyes en contra del aborto estén confeccionadas por
hombres. Un plebiscito de mujeres, casadas y solteras, debería decidir si el
aborto va a continuar siendo un crimen punitivo o no. Aunque habiendo sido las
mujeres también moldeadas por su educación, la mayoría tal vez se decidiera
en contra del aborto.
También puede haber
cierto peligro cuando los padres que ya tienen sus propios hijos, adoptan a
otros. Todos sabemos de los intensos celos que existen en una familia normal.
Por tanto, si un niño de cinco años es repentinamente introducido en una
familia donde hay niños de siete a once años, pueden surgir situaciones
conflictivas entre los niños. Tan es así, que más de una vez ha ocurrido que
los profesores casados han tenido que abandonar mi escuela. La razón, sus
propios hijos:
"Si mi mamá y mi
papá son para mí, ¿por qué entonces tienen que dedicarse a otros cincuenta
niños...?" Mi consejo a los maestros y maestras es que nunca metan a sus
propios hijos en la misma escuela donde ellos trabajan.
Debemos confesar que hay
algo misterioso en los niños; es como si tuvieran un sexto sentido. Un hijo
ilegítimo ignora que es un bastardo, pero siente alrededor de sí como un
misterio. Los padres a menudo ocultan ciertas cosas a sus hijos, sobre todo el
hecho de su amor carnal. El niño, entonces, reacciona sintiéndose inseguro y
desdichado. En verdad hay muy poco que se pueda ocultar a un niño. Y la moral,
¿qué? No es suficiente decir la verdad: hay que amarla.
SE DICE QUE ESTA USTED EN
CONTRA DE LOS PADRES, E INCLUSO QUE TRATA DE INDISPONER A LOS PUPILOS CONTRA
SUS PADRES
HACE poco, una muchacha
de quince años me dijo: "Si uno tiene buenos padres, Summerhill hace que
se les ame más; pero si los padres son malos, Summerhill hace que uno se vea a
través de ellos y entonces ya no se les puede amar mas. Ella tenía padres
"malos". Yo le pregunté por qué creía que eran malos y ella me dijo:
"Por que ellos sólo creen en la libertad según sus conveniencias. Me
enviaron aquí para que me liberara, pero cuando vieron que yo estaba siendo
demasiado independiente, se rebelaron contra la escuela. Ellos sabían que aquí
se va a clase cuando se quiere, y que ni siquiera se aconseja ir, pero ellos
continuaban fastidiándome con las clases. Ya sé por qué ellos están
preocupados: temen que no seré nadie sin el certificado de secundaria. Eso está
bien, pero entonces, ¿por qué me mandaron a esta escuela? Además, creo que soy
bastante lista para aprobar un examen, cuando éste me interese, si me
preparo."
Lo que ha dicho esta
muchacha casi contesta la pregunta acerca de mi actitud hacia los padres.
Padres ideales... he tenido muchos... Suelen ser aquellos que apoyan a la
escuela con todo su corazón. Jamás se preocupan del progreso en las clases, o
de la falta de aseo en las habitaciones; tampoco preguntan por qué no
incitamos a los niños a que cuelguen de las paredes cuadros de Cezanne o
Rembrandt; ni tampoco nos piden que condenemos la música pop y que los
estimulemos a que oigan a Bach y a Beethoven. En suma, tales padres creen en
nosotros y en que los niños deben ir creciendo a su tiempo. Esa es la clase de padres
que da gusto tratar, mientras que la otra clase nos cansa; se preocupan por
todo aquello que no es esencial. Que por qué no enseñamos a los niños a
comportarse; que si la etiqueta, que si el tenedor con la mano derecha, que hay
que decir "gracias" y por "favor". Ellos creen que los
niños libres no pueden tener urbanidad. Ningún pupilo de Summerhill hablaría de
la cuerda que hay en la casa de una viuda, con la que el marido ha sido
ahorcado. Nadie de nuestros muchachos podría ser rudo con un judío o con un
negro; a nadie se le ocurriría burlarse de una vieja que sea excéntrica.
De todos modos, estoy en
contra de los padres cuando veo que están demasiado apegados a sus hijos.
Además me he percatado de un hecho algo desagradable: cuando a un hijo le gusta
mucho Summerhill, algunos padres se ponen celosos. Cierto que los nuevos
pupilos carecen frecuentemente de tacto cuando están en casa; de suerte que a
menudo recibo quejas de los padres de que sus hijos se aburren en casa durante
las vacaciones, y tienen la poca delicadeza de confesármelo así. Claro que
muchos se aburren en casa; están confinados en un piso, recién llegados del
internado, y se encuentran todavía sin amigos. Muchos han de tener forzosamente
restricciones en sus casas... El médico, por ejemplo, tiene que decir a sus hijos
que no armen lío en su clínica. Los niños aceptan todas esas limitaciones,
pues saben que son necesarias. Por otro lado, algunos padres son demasiado
intranquilos. Si, por ejemplo, Mary, de quince años, un día se retrasa del
baile, sus padres pueden imaginársela ya violada o flirteando en el camino de
regreso a casa. En realidad, el gran obstáculo para la libertad del niño es la
excesiva intranquilidad de los padres. No sólo por lo que se refiere al sexo,
sino también respecto a la enseñanza. Sé muy bien que no se puede juzgar a los
padres por sus actitudes acerca de ciertos aspectos de la vida. Sin embargo,
se tiende a creer que si alguien se mantiene desafiante en algo, ya lo tiene
que ser en todo. Por ejemplo, los humanistas que cuestionan la existencia de
Dios. Yo conozco humanistas que, no obstante, están tan en contra del sexo
como los cristianos. Conozco también comunistas que veneran a los diosecillos
marxistas con tanto fervor y ceguera como los católicos lo hacen con la Virgen
María.
Es verdad que todos somos
capaces de pensar y de vivir por compartimentos. Todos somos culpables de esta
especie de desdoblamiento de la personalidad en la conducta. Todos tenemos nuestros
complejos. Recuerdo haber leído en Erich Fromm que el mismo Freud solía estar
con una hora de anticipación en la estación cuando iba a abordar el tren, lo
cual demuestra que ni Freud se salvó de los complejos.
Los padres a menudo me
desconciertan. No sé cuanto he perdido en deudas en los últimos cuarenta y
cinco años, pero debe sumar miles el importe de las cuotas que los padres no
pagaron. Tal vez sea porque hay muchos niños que son odiados... ¿Por qué pagar
por un niño que no es amado? Y el término "escuela libre", además,
quizá haya tenido algo que ver para ellos con "libre de pagos".
Summerhill jamás
indispuso a un niño en contra de sus padres; tal indisposición, si la hubo, tuvo
lugar bastante antes de que el niño ingresara en la escuela; lo que tal vez
haría nuestra escuela sería hacer consciente aquella indisposición. Los padres
nunca se dan cuenta de que son ellos mismos los que pierden el amor de sus
hijos; y eso por los métodos con que los tratan: castigo, mimos,
prohibiciones, restricción sexual, y el ocultarles las verdades. La institución
familiar, pues, viene a ser una abominación cuando se torna paternalista,
restrictiva, incapaz de emanar amor. Los pupilos que han gozado de un hogar
libre no parecen sufrir ese desgarramiento que siempre sobreviene a los niños
que han estado psicológicamente atados. Los padres que han perdido el amor de
sus hijos es porque ellos mismos se lo han buscado.
CUANDO MI HIJA HACE
TRAVESURAS SUELO DARLE UN PAR DE AZOTES. ¿ESTA BIEN O NO AZOTAR A UN NIÑO?
No SE TRATA de que esté
bien o mal; en cierto modo, puede ser algo de cobardía, pues se está
castigando a alguien más pequeño. No creo que usted pegue a su marido cuando él
hace alguna tontería. Azotar no es algo que ayude a educar al niño; antes bien,
actúa como un escape de la ira del adulto, o de su odio o de su frustración.
Sería interesante averiguar cuántas de las madres que acostumbran azotar
tienen una vida sexualmente insatisfecha, o son frígidas. Una madre feliz no
azota; y es que no tiene necesidad de ello, pues mantiene una estabilidad de
bienestar que trasmite al niño. La opinión general y la tradición aseguran
que los niños son instantáneamente amados por sus padres desde que nacen; pero
si esposo y esposa han cesado de amarse mutuamente, los niños pueden devenir
infelices o antisociales. Muchas veces un niño es travieso de un modo deliberado,
aunque subconsciente. "Mi madre -piensa- no me ama, y si no puedo obtener
su amor, voy a obtener su odio, porque ella debe reaccionar de algún
modo." Así, una madre, en lugar de azotar, debería reflexionar sobre su
propia vida:
"¿Es mi vida un mero
vegetar? ¿He sacrificado mi posible vocación en las artes o en el escenario por
estos diablillos que están haciendo mi vida imposible?" "Las mujeres
envejecen antes que los hombres; voy a llegar a los cincuenta y mi marido,
bien lo sé, mira a las chicas..." Y la reacción ante estas frustraciones,
este malestar, es pegarle a los pequeños. En fin, la madre que no penetra con
amorosa indulgencia en la mente infantil de sus hijos, puede desarrollar
físicamente una familia, pero en un hogar donde reine el miedo no entra el
amor.
¿Qué pasa cuando se le
pega a un niño? Golpear a un niño no es una medida adecuada. Antes bien, se le
infunde miedo y esto es algo cuyo derecho de hacerlo nadie tiene. Además, se
pierde el amor del niño y la contrición que él manifiesta después de ser
flagelado es falsa, insincera al estar motivada por el miedo. La peor madre es
la que grita: "¡Ya no te quiero!" Esto es un pecado contra el
Espíritu Santo del niño. Todo niño busca amor y seguridad y cualquier azotina
es una convulsión psicológica profunda; el pobre niño no sabe lo que es
suplantación, y, además, ignora que posiblemente el papá ha tenido un mal día
con el jefe y descarga su malestar en él; malestar que el padre es incapaz de
manifestar en la oficina. Del mismo modo, el niño desconoce que su madre está
ávida de sexo o que tal vez mantiene una fijación sexual en alguien que
conociera en su infancia y que es, por lo tanto, incapaz de sostener con su marido
una relación sexual normal. Tampoco sabe que cuando es azotado por llegar a
casa manchado de barro, la causa estriba casi siempre en que su madre teme el
qué dirán de los vecinos. Diríase mejor que muchos niños son castigados
simplemente para satisfacer la posible opinión de los vecinos.
Pero, aun así, no olvido
que los niños pueden resultar un fastidio incluso para la madre equilibrada.
Sus disputas continuas, el manoseo de las cosas que más valora la madre; las
riñas originadas por celos, sobre todo cuando los celos en la familia están a
la orden del día. Por desgracia no pudimos elegir nuestros parientes, pero afortunadamente
podemos elegir los amigos. Esta es la razón por la que frecuentemente he tenido
que mantener separados a dos hermanos o hermanas. Y los padres, como ellos
dicen, no pueden querer con igual intensidad a todos. Pero los niños, aunque
no sean conscientes de esto, lo sienten.
Sí hay un remedio para
evitar los azotes: hay que buscarlo en el hecho de que los padres examinen sus
puntos más irritables. En cuanto a mí, desde hace cincuenta años, he venido
diciéndome: "La falla, querido bruto, no está en nuestro destino sino en
nosotros mismos”; sólo que en lugar de "nuestro destino, léase 'nuestros
hijos'." Pegar equivale simbólicamente a una castración; debilita la
voluntad, induce al odio, puede arruinar una vida, pues millones de personas
que de niños fueron golpeados, más tarde, de mayores, continúan pegando a sus
hijos.
Estos argumentos también
son válidos para el sistema de "palos" usado aún en las escuelas. La
defensa normal que suele tener el sistema punitivo son las grandes clases,
niños no disciplinados en sus casas. Pero también hay grandes clases en Rusia,
Estados Unidos y en los países escandinavos, y, sin embargo, ahí no existe el
castigo corporal. Considero espantoso que en las escuelas públicas inglesas se
consienta a los muchachos más grandes, en funciones de inspectores, pegar a los
más pequeños y a los afeminados. En un periódico leí, hace poco, lo mucho que
se vendían las cañas en Inglaterra, y el "tawse" (tira de
cuero) en Escocia. Pero a pesar de estos abominables instrumentos de castigo
ningún ministro de educación ha tenido todavía las agallas y la humanidad necesarias
para suprimir el castigo corporal. Tal vez sea porque estamos en un país
cristiano: si se peca, nos espera el infierno... en la clase y en el futuro.
Los padres y los maestros que pegan son gente mediocre, llena de odio, gente
cobarde. ¿Habría algún maestro director capaz de golpear al portero ex
sargento por estar medio borracho? Seguramente no; pero si cualquier muchacho
huele a tabaco puede recibir seis o más azotes, y bien dados. Yo desearía que
los maestros y los padres adquirieran algo de conciencia de que ellos son, de
verdad..., unas pobres personas que no han logrado madurez emocional; unos
infelices, que revestidos de una estúpida autoridad, son incapaces de usarla
adecuadamente.
Es evidente, que dichas
personas no pueden soportar ser como realmente son, porque, en el fondo, son
las víctimas, los productos de una educación que no sabía nada de la
naturaleza; y, por tanto, ellos representan dicho Sistema.
¿ES JUSTIFICABLE QUE YO
MIENTA A MI HIJA ALGUNAS VECES?
SE SUPONE que hay
ocasiones en que se le debe mentir. Por ejemplo, si ella se encuentra seriamente
herida en el mismo accidente de automóvil en que su padre acaba de fallecer, y
pregunta por el estado de papá, usted le deberá contestar que él está bien.
Claro que no es fácil que tal ocasión se presente, pero no puedo pensar en
ninguna otra en que se deba mentir. Por lo demás, sabido es que todos decimos
mentiras piadosas. Si Miss Brown canta, pongamos por caso, y su voz me parece
horrible, yo sonrío y hasta puedo elogiaría. Pero tales mentiras se dicen con
la sana intención de no herir. Y si a un marido se le pregunta qué le parece
el nuevo sombrero que se ha comprado su esposa, ¿seria capaz de decir que es
horrible? Es muy posible, sin embargo, tener hijos y no mentirles. Si usted
dice: "Contesta el teléfono, querido, y si es Mrs. Jones, dile que no
estoy", está haciendo tanto daño como le hará el saber que usted está
viviendo engañosamente, pretendiendo que todo es armonía en su matrimonio
mientras que su marido y usted se odian. Esta es la razón por la cual he repetido
que es preferible divorciarse que vivir en una mentira, y más de una vez he
observado que los niños, después del divorcio, crecen más felices, al
desentenderse de un ambiente falso.
Ya sé que hay padres que
anhelan ser modelos para sus hijos. Muchos se molestan cuando sus hijos
descubren algo acerca de su pasado... Que a papá, por ejemplo, en la escuela le
llamaban "el mocoso", a causa de su nariz siempre chorreando; que
mamá estaba en el último lugar de la clase. También he conocido muchas madres que
nunca dirían su edad a su familia, padres que ni siquiera a sus esposas decían
sus ingresos. Posiblemente, la mayoría de las mentiras paternas sean
defensivas, preservativas de la imagen del padre perfecto, de la madre
perfecta. Pero todo esto está mal. Sus hijos deberían saber sus virtudes y
debilidades. El niño, de pequeño, piensa que su padre es capaz de vencer a
media docena de hombres, mientras que él, el padre, tiene que ser muy valiente
para confesar que no podría ni con uno. Tal vez, la peor frase sea:
"Cuando yo era como tú, no hurtaba." A partir de entonces, el niño
sabrá por siempre que su padre es un mentiroso.
Casi todas las mentiras
de los padres surgen como consecuencia de la creencia insensata de que los
padres nunca deben dar a entender que son humanos. ¿Cuántos padres pueden dar
una respuesta sincera al niño que les pregunta si ellos se han masturbado? Creo
que no muchos. ¿Cuántas madres confesarían haber tenido vida sexual antes del
matrimonio? Muy pocas; y, sin embargo, el niño actual tiende a preguntar cosas
embarazosas. Es en torno a la esfera sexual, donde tantos padres mienten. ¿De
dónde vienen los bebés? ¿Cómo se hacen? Todas las preguntas son innecesarias,
incluso mentir acerca de los Reyes Magos.
Decididamente, creo que es
posible convivir con niños sin mentirles. Mas confieso que surgen ocasiones en
que en Summerhill hemos de mostrarnos evasivos por razones psicológicas. En
efecto, ya di, en otro libro, el ejemplo de una muchacha que en una de nuestras
reuniones fue acusada de haber robado una lira. Ella contestó que Neill se la
había dado. El encargado me preguntó a mí y yo dije que era cierto, pues sabía
que, de decir no, hubiera perdido su confianza. Felizmente la muchacha se
convirtió en una persona honrada; aunque tal vez esto también hubiera podido
suceder si yo no hubiese mentido. Quién sabe.
Cuando me preguntó si su
hijo se masturbaba, llegué a mentirle a un coronel, pues sabía que era capaz de
darle a su hijo una buena zurra. Pero fuera de razones que beneficien
psicológicamente al niño, no veo el motivo de mentirles a mis pupilos; tampoco
mi plantilla lo hace. Y es que los pupilos jamás esperan que nosotros les
mintamos.
Con todo, no pretendo que
se deba responder con la verdad a cada pregunta que el niño le hace a uno. En
efecto, es difícil adivinar la respuesta a esta pregunta: "Papá, ¿quieres
a Granny?" (Granny es la madre de mamá); o a esta otra:
"Mamá, ¿por qué
bebes tanta ginebra?" Son preguntas que carecen de respuesta sencilla.
Pero, a gran escala, sean honrados con sus hijos, y ellos serán honrados con
ustedes.
TENGO DOS HIJOS: UNA NIÑA
DE QUINCE AÑOS Y UN NIÑO DE TRECE. ME SIENTO TOTALMENTE ALEJADO DE ELLOS;
VIVIMOS EN MUNDOS
DIFERENTES. ¿PUEDE EXISTIR ALGUN PUENTE ENTRE ELLOS Y YO?
POR LO QUE RESPECTA a
gustos, posiblemente no. Mis pupilos ponen discos que a mí me ponen nervioso,
música pop, canciones malas. Leen libros que para mí resultan infantiles. Ven
programas de TV mas que a mí me parecen preadolescentes. Desde los días del
tango y del fox trot, no soporto sus contorsiones.
Hay, a veces, un abismo
demasiado amplio, sobre el que no puede tenderse ningún puente. Pero la vida
no es sólo música pop; y, por tanto, existen muchos modos de relacionarse con
la gente joven; por ejemplo, acerca de la vida, del amor, de problemas
sociales. Naturalmente que no puede haber ningún puente si el viejo se obstina
en imponer al joven los valores de su generación. Pero si decimos: "A ti
te gusta lo pop; a mí me gusta Ravel", ya estamos de acuerdo aunque
diferimos de opinión. Tal vez los hogares desunidos en este sentido, se
encuentran bloqueados por una barrera moral. Los padres saben lo que es bueno,
pero los niños sienten lo que es bueno para ellos. Sin embargo, también es
cierto que siempre existe un vínculo natural en una familia en la que reina una
simpatía mutua entre el mayor y el menor; en una familia en la que los padres y
los hijos no tienen necesidad de mentirse mutuamente en una familia con
confianza y comprensión. Me temo, por tanto, que son los padres los que, sobre
todo, pueden sentir el abismo. Pero los padres que escapan de la habitación en
la que retumba música de los Beatles, no tienen por qué sentirse desligados de
la familia, ni tampoco cuando ellos se quedan en casa escuchando a Bach,
mientras los hijos están paseando fuera. "A mí me gusta Wagner; a mi
esposa, no. Y yo escucho mi 'Meistersinger', mientras ella está en otra
habitación. A mi hijastro le gusta Bach; y a mi no. Entonces me toca a mi salir
de la habitación."
Convivir en familia
significa aceptar y ceder. Si surge un abismo, no es causado por la música o
por otros gustos; está motivado por la incapacidad del mayor de comprender al
menor. Y esto se motiva muchas veces a través del miedo; miedo de que el joven
se descarríe; miedo porque no está estudiando lo suficiente; recelo de que no
triunfe en la vida. Podemos, pues, desaprobar ciertas cosas que los jóvenes
hacen, pero no podemos desaprobar a los jóvenes en sí mismos.
Lo padres no deben
pretender que sus hijos compartan sus aficiones. Un padre que sea entusiasta
del fútbol, no debería intentar hacerse acompañar a los encuentros por su hijo
aficionado a los libros. La madre que gusta de oír ópera no debería pedir a su
hija que la acompañe, si ésta prefiere mejor una banda de jazz. Entretanto,
vemos cómo muchos padres cargan con sus hijos por toda Europa, sin darse
cuenta de que para los niños de diez años, el Forum o el Louvre no quiere decir
nada, si no una... sesión de aburrimiento.
EN UNO DE SUS LIBROS USTED
AFIRMA QUE UN NIÑO QUE AÑORA EL HOGAR SUELE PROCEDER DE UNA CASA DE HOGAR
INFELIZ. ¿SIGUE PENSANDO ASí?
Sí. AUNQUE pienso que lo
que el niño añora es el hogar ideal que nunca ha tenido. Un hogar infeliz hace
infeliz a un niño; infelicidad que trae consigo cuando ingresa en Summerhill.
Por lo demás, yo sólo puedo conjeturar sobre la psicología del fenómeno. Es
decir, que en cualquier casa en la que los padres se pasen el día peleándose,
el niño se sentirá terriblemente inseguro, intranquilo y distante,
interrogándose qué es lo que está sucediendo allí. La inseguridad se hará su
patrón de vida. Hasta tal punto que esto puede ser el motivo esencial de su
miedo ante la vida; fue rechazado en su casa y, lógicamente, tiene la impresión
de que en la escuela es rechazado también.
No estoy diciendo que
esto sea todo. Pero estoy seguro de que si cualquier pupilo mío hubiera de
abandonar esta escuela para ir a otra más estricta, él sentiría añoranza de
casa o, más probablemente, añoranza de Summerhill. Convengo en que es muy
común la nostalgia de sus hogares entre los escolares que regresan al
internado después de las vacaciones. Pero aun así, no fanfarroneo si digo que
nuestros pupilos se llenan de alegría tan pronto como el curso coge su marcha
habitual; ésta es la observación de un simple hecho que debiera darse en todas
las escuelas.
CAPÍTULO V
ENSEÑANZA
¿USA USTED EN LA
ENSEÑANZA TECNICAS MODERNAS?
No SÉ, porque nunca
pregunto a un profesor qué método emplea. Ya sé que hay métodos nuevos en la
enseñanza, y algunos de ellos excelentes, sobre todo en los primeros grados.
Sin embargo, yo no puedo imaginar algún modo de enseñar ecuaciones cuadradas o
quebrados; tampoco sé si existe la posibilidad de dibujarle una tangente a un
círculo desde un punto exterior al mismo. El problema en la enseñanza es que
está regida por los exámenes de selección en la universidad, y los impresos de
los exámenes parecen los mismos que había cuando yo era joven. Se supone que
los pupilos aprenden cómo hacer una raíz cuadrada; que aprenden las tablas de
las medidas; y, finalmente, se sientan, aguantan las clases de gramática y
memorizan todo lo que hizo Cromwell. Y todo, todo esto, es olvidado el día siguiente
del examen. Yo, por ejemplo, aparte de mi trabajo, nunca he sacado una raíz
cuadrada; ni he utilizado las medidas; y si puedo analizar una frase es porque
tengo que enseñar análisis. Dickens,
Hardy, Shaw, Hemingway... Probablemente ninguno de estos hombres sabía
distinguir una cláusula nominal de una adverbial de tiempo. Por todo lo
expuesto precisamente, no estoy realmente interesado en hacer atractivas, por
nuevos métodos, las materias que explicamos; antes bien, me gustaría echar por
la borda el montón de materia inútil y aburrida. Porque es asunto probado que
el niño de más de ocho años que ingresa en Summerhill, aborrece tanto las
clases que se puede pasar sin asistir a una de ellas a veces durante meses,
ocasionalmente años; pero aun así es muy corriente que asista a clases de
trabajos manuales, por ser esto lo que más estimula el instinto creativo del
niño.
¿Que cuánto valor tiene
una educación universitaria? Voy a tomar el ejemplo de mi propio caso: tres
años de especialización en Inglés, y, todavía, cuando en alguna reunión la
conversación gira en torno a música, arte o filosofía, yo tengo que permanecer
mudo. Por lo tanto, considero que cualquier educación universitaria es
estrecha; y tal vez sea ésta la razón por la que mi título universitario no
figura en el prospecto de la escuela. Desde luego que estoy a favor de los profesores
que hacen sus clases interesantes; aunque no llego a imaginarme que un profesor
de historia logre siempre hacer su clase estimulante. Y, por otra parte, aún no
sé por qué ciertas materias se han estandarizado. ¿Por qué se enseña historia y
no botánica?, ¿geografía y no geología? Creo que la contestación está en las
palabras de cierto maestro de una escuela pública: "No importa lo que se
le enseñe al niño, en tanto que no le guste."
Mucho se puede conjeturar
acerca de los métodos modernos. ¿ Importa algo, cuando uno tiene ya cincuenta
años, si aprendió a leer según el método fonético o repitiendo las letras que
pronunciaba el maestro? Bien hubiera podido decir Polonius que en los métodos
de los educadores hay cierta locura.
¿SE ATRIBUYE EN
SUMMERHILL MUCHA IMPORTANCIA A LA ENSEÑANZA DE LAS LENGUAS EXTRANJERAS?
PARA LOS INTERESADOS
enseñamos francés y alemán; pero el problema está en que esta enseñanza suele
interrumpirse demasiado pronto. Yo empezaba a interesarme por la lengua de
"La Eneida" cuando estudiaba latín, pero una vez aprobado mi examen
no volví a mirar más un libro de latín. Son centenares los que aprueban el
francés en secundaria y no van nunca a Francia, ni leen un libro en francés; y
si, por casualidad, dos años después van a París, tal vez puedan preguntar al
gendarme por una calle, pero es muy posible que no entiendan lo que él les
responda.
El modo ideal de aprender
una lengua es vivir de joven en el país en cuestión. Mis pupilos extranjeros, en
la tercera semana ya hablan "su" inglés: lo primero que aprenden son
malas palabras. Y es que el niño no percibe una meta inmediata, la lengua se
hace pesada y aburrida. En nuestro grupo de maestros a veces se decían cosas
personales en alemán; la afición por aprender esta lengua creció tanto que
llegó a no resultar prudente conversar en alemán.
No enseñamos ni latín ni
griego. Claro que hay quien opina lo contrario. Graves por ejemplo, me decía
que nadie puede escribir buen inglés si carece de una educación clásica. Lo
cual puede no ser verdad. Shakespeare sabia muy poco latín, y menos griego. Mi
amigo Edwin Muir, ya fallecido, escribía en un inglés muy bueno. El inglés de
Bernard Shaw es extremadamente bueno. Yo no veo, pues, la necesidad de enseñar
con los clásicos, aunque algunos profesores afirman que un conocimiento de
ellos ayuda a entender mejor el inglés. ¿Es esto cierto? ¿Ayuda realmente a Saber
que estos o aquellos artículos de fábrica no se han hecho a mano, sino a
máquina? ¿O que comité proviene del latín cum: con y mitto: yo envío?
¿Dónde hay aquí una semejanza entre el latín y el inglés? Supongo que los que
abogan por una educación basada en los clásicos están pensando en la
construcción de la frase; pero, ¿quién escribe hoy en día según el preciosismo
oracional de Milton o de Thomas Browne? El argumento más válido en contra de
las lenguas clásicas es que hay que pasarse años con una gramática muy
aburrida; y que de los pocos que en la universidad estudian lenguas clásicas
sólo unos cuantos apenas llegan, al final, a dominar a Homero, Ovidio o
Cicerón. Hace unas cuantas generaciones, los alumnos disponían de más tiempo.
Querámoslo o no, la generación actual no se vuelve hacia el pasado, tal vez
porque está más preocupada respecto del futuro.
¿LE GUSTA A USTED ENSEÑAR
INGLES?
PERSONALMENTE pienso que
el inglés no debería ser una materia escolar. Lo aprendemos leyendo,
escribiendo, hablando, pero la autoridad nos insta a estudiar la gramática.
Como decía Henry Ford, la gramática es una futilidad. Claro que hay que evitar
las incorrecciones al hablar, pero, ¿por qué romperse la cabeza tratando de
averiguar si la forma correcta es un gerundio o un participio, por ejemplo?
Bien, se puede argüir que
el niño tiene que aprender a deletrear. Tras una larga carrera corno profesor,
puedo afirmar que no es necesario enseñar deletreo. Se puede obtener
simplemente leyendo, es decir, por la vía visual. La prueba de ello está en
que, escribiendo las letras con las que la palabra en cuestión sea confundible,
al momento se deduce el deletreo correcto de la palabra antes dudosa. Además
de que el deletreo, en inglés, no sigue reglas uniformes en todos los lugares.
Así, los americanos omiten o alteran letras que a nosotros nos pueden
desconcertar. Otra cosa seria si existiera el deletreo fonético; aunque, ¿qué
importa si no existe? Cada idioma tiene problemas inherentes a su propia
naturaleza. La pronunciación del inglés es áspera, irregular, lo cual
desconcierta a los extranjeros; del mismo modo que el alemán presenta el
rompecabezas de la diferenciación de géneros. Pasé tres años en Alemania y
Austria y, a no ser que se tratara de nombres muy comunes, no conseguí aplicar
correctamente el artículo der, die o das.
Algunos creen que el
profesor puede inculcar al alumno la afición por la literatura. Puede que sea
así, pero yo nunca lo he logrado. Siendo mi novela favorita "The house
with the green shutters" (La casa de las contraventanas verdes), jamás
conseguí interesar al alumnado en George Douglas Brown. James Cameron, por su
parte, la califica de tremenda. En cuanto a teatro, mi dramaturgo favorito es
Ibsen, y nunca pude encontrar en la clase alguien que le gustara. Durante muchos
años, solía contar a los niños algunas aventuras, y aunque tardaron bastante
en imprimirse, publiqué dos de ellas: "A Dominie's Five" y "The
Last Man Alive". A ellos les gustaba mucho que se las leyera; sin embargo,
ahora no se me ocurriría leerles una aventura de caníbales y de jungla: hoy en
día prefieren cuentos de exploración espacial, en lo que no les puedo
complacer, pues no sé nada de ciencia. Espero que los profesores de inglés que
tratan de avivar en los alumnos el interés por la lectura, tengan más éxito que
yo.
El maestro puede ser una
ayuda en los trabajos que los alumnos componen, si bien todo maestro es
molestado por la psicosis que crean los exámenes de redacción. Sería bueno que
en los artículos que han de escribir los niños se dejara más campo a la
comicidad, dejando volar la imaginación. En cierta ocasión, dije en clase:
"Esta va a ser la primera frase de un artículo que ustedes me tienen que
componer: '¡Maldita sea!, gritó el obispo.”
Utilizando
encabezamientos de temas como éstos he obtenido excelentes resultados, a
Saber: "Mi diente postizo se cayó al plato", o "No tenía dinero
para pagar la cuenta." También resultó muy provechoso que escribieran una
conversación telefónica, diciendo solamente lo que hablaría una sola persona:
"A.----Aló, Brown,
¿cómo estás?
“B.----...
"A.----Siento oírte
decir eso. ¿ Consultaste al médico?
“B.-...
"A.----Pon la basura
debajo del fregadero..."
Una muchacha se quejó de
que esto era demasiado sencillo; de modo que intenté que lo hicieran sin
pensar, y ella escribió:
"A.---Aló, Brown,
¿cómo te va?
“B.---...
"A.---Yo recomendé
salchichas y papas.
“B.---...
"A.----Igual que la
Gestapo."
Les puedo asegurar que
todo esto requiere mucha, mucha imaginación. Los niños responden siempre al
humor y a la alegría... cuando el profesor se desprende de esa dignidad y respeto
que caracteriza a la mayoría de ellos; respeto que para el niño sólo significa
miedo. Claro que el idioma inglés puede ser una materia incitante, siempre que
de la gramática y sus definiciones se eliminen todas esas palabras como
oxítona, lítotes, prolepsis, adjunción, silepsis, etc., que no tengo la menor
idea de lo que significan, y me pregunto si ustedes, respetables lectores, que
poseen un título académico, lo saben. Cualquier aprendizaje con perspectivas
de examen arruina el interés de cualquier materia. El único examen provechoso
en inglés se podría resumir en esta tarea: "Tienen ustedes dos horas para
escribir acerca de lo que se les ocurra."
¿SE HACE GIMNASIA EN
SUMMERHILL?
No. ANTES sí realizábamos
ejercicios gimnásticos, pero los pupilos prefieren trepar a los árboles, cavar
hoyos, montar en bicicleta, nadar. Por lo general, ni a los niños ni a los
adultos les gusta el ejercicio físico organizado, mecanizado. ¿Cuántos de
ustedes se han comprado pesas o extensores y, cada mañana, se han plantado
delante del espejo para imaginar cómo se van desarrollando sus bíceps? ¿Cuánto
tiempo se mantuvieron haciéndolo? Nosotros nos contentamos viendo a los
pupilos trepar a los árboles, corretear, bailar. El mejor ejercicio físico es
aquel que se efectúa inconscientemente, como cavar, pasear o correr.
Llegamos una vez a tener
un boxeador en la plantilla, pero no consiguió hacer muy popular el boxeo.
¿ES POSIBLE ENSEÑAR UN
ESTILO LITERARIO?
No TENGO IDEA, o, más
bien, no estoy del todo seguro qué es lo que significa la palabra estilo. El
profesor Saintsbury nos machacó la cabeza con la diferencia del estilo sencillo
y del estilo adornado, dándonos ejemplos de uno y otro. Saintsbury se
pronunciaba decididamente por el estilo sencillo. Yo ahora, nunca suelo leer
ninguna reseña de libros que diga algo acerca de estilos; el interés está en
el asunto, no en el modo. Sin embargo, a un escritor se le puede decir que su
estilo es demasiado hermético... Tan es así que una vez escribí a Paul Goodman
diciéndole que lo que escribía era muy bueno, pero que tuve que leer sus frases
unas tres veces para enterarme de lo que significaban.
¿Se puede juzgar el
estilo de un escritor? Nadie lee un libro acerca de jardinería, de mecánica o
de aviación a causa del estilo. Por lo que respecta a las novelas, yo leo y
releo "The house with the greens shutters", pero por el modo
de expresión tan descriptivo: "... era un buen muchacho mi amigo Will: la
huella del dedo del Hacedor aún estaba reciente en la arcilla de su
cuerpo". George Douglas Brown hacia escribiendo lo que Van Gogh hacía
pintando. Sí, el estilo en un novelista tiene gran importancia, pero ¿vamos a
buscar estilo en un libro de psicología? Yo no tengo estilo literario, escribo
como hablo. Jamás podría emular el estilo de un Edwin Muir o de un Henry Handel
Richardson, por lo cual concluyo que el estilo no puede ser enseñado. El estilo
es uno mismo. Claro está que un profesor puede enseñar la puntuación, indicar
al niño cuándo usar el punto o el punto y coma, pero no existen reglas fijas
acerca de la puntuación. Yo suelo poner los dos puntos al encabezar una
citación; así... Smith dijo: "Márchate"; pero después viene el
impresor y cambia los dos puntos en una coma. (Ningún profesor puede enseñar a
traducir de este modo: "Horacio, eres un buen chaval, no te atormentes;
mantente fuera del cielo por un momento.")
¿Importa tanto el estilo?
Un londinense en su gracejo, ante las cataratas del Niágara, puede exclamar:
"¿No son bonitas?"; no obstante tendría la misma emoción que la que
tuviera el estudioso que las calificara de magníficas, o de inspiradoras. No
son las palabras lo que importa; sino lo que encubren.
¿POR QUE DICE USTED QUE
UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS NECESARIAS DEL PROFESOR ES EL SENTIDO DEL HUMOR?
PUES NO SÉ por qué; sólo
sé que sin humor se es un peligro para el niño. Para el niño humor quiere decir
amistad, eliminación de respeto y de miedo; equivale a afección por parte del
adulto. En la escuela, los niños están tan poco acostumbrados al humor, que
cuando yo digo a un niño de diez años, novel: "Estoy buscando a Neill,
¿sabes dónde está?", se me queda mirando a mí como si yo estuviera loco.
Pero recuerdo que al decirle esto mismo a una muchacha de once años, que ya
llevaba tres años con nosotros, contestó: "Hace dos minutos que acaba de
doblar aquella esquina." El humor es una de las cosas más preciosas y que,
por desgracia, está completamente descartado en la educación de un niño.
Aquellos que gritan al niño lo único que hacen es poner en evidencia la
inocencia o la estupidez del niño. Mas si ningún muchacho define al polígono
como cacatúa, tampoco a ningún matemático se le ocurre resolver un problema
como si se tratase de un cuento: un hombre camina "X" millas durante
"Y" horas, y maneja "A" millas durante "C" horas,
¿cuál es la diferencia? La respuesta: "b, d, g, h, k, 1, milla. La
inocencia infantil aflora en muchos ejemplos, como cuando el profesor habla de
que los alumnos le escriban un pequeño artículo sobre Alfredo el Grande;
"pero, por favor, no me repitan esa historia un tanto infantil de cuando
deja quemar los pasteles". Una niña que escribió un buen artículo sobre
cómo Alfredo había unido a la nación y establecido la marina, al final
escribió: "Hay también una historia acerca del rey Alfredo y de cierta
mujer, pero la dejaremos para otra ocasión.
La función de los niños
viene a ser abastecer de risas a los profesores, aunque su verdadera función es
reírse ellos mismos. Los niños pequeños, más que sentido del humor tienen sentido
de la diversión Pregúntese a una niña de diez años cuántos pies hay en una
yarda y contestará. Pregúntesele a continuación cuantos pies hay en Scotland
Yard, y se quedará mirándole a uno. Sin embargo, uno de mis pupilos, ya
acostumbrado, replicó inmediatamente: "Depende del número de guardias y de
oficinistas que haya en el edificio."
El humor denota igualdad,
sociabilidad, amistad; y todo esto viene a ser incompatible con que el niño se
dirija al profesor con el "señor" por delante. El humor se guarda una
vez acabada la clase, pues actúa como nivelador. La autoridad que el profesor
exige se vendría abajo, pues le ha ría demasiado humano el estar continuamente
riéndose con sus alumnos. El mejor profesor es, pues, aquel que se ríe con sus
alumnos, y el peor el que se ríe de sus alumnos. Todos sabemos lo
desagradable que resulta el profesor que hace de la clase una burla de uno de
los alumnos, normalmente del más torpe. Esto lo sé muy bien, pues a mí. .. me
tocó ser el torpe.
Me pregunto por qué se
mira con recelo al humor en tantos aspectos de la vida. Dicen que el ya
fallecido Adlai Stevenson no pudo llegar a ser presidente de los Estados Unidos
porque era muy propenso a las bromas. Sin embargo, pudiera ser que hubiera
algún ministro británico que repasara sus discursos para ver que no hubiera
nada por lo cual le pudieran acusar de ser un tipo divertido. Pero también
puede suceder lo contrario. Tan es así que cuando yo era periodista se me envió
para entrevistar a George Robey, que me había hecho reír muchas veces. Pues
bien, nunca he visto un hombre tan tieso y tan pesimista en mi vida. Esto me
recuerda ahora la anécdota de un señor tan pesimista que tiene que ir a
consultar al psiquiatra, cuyo doctor, dándole una palmadita en el hombro, le
dice: "Usted necesita animarse; vaya y diviértase viendo al gran payaso
ése, a Grimaldi." "Yo soy Grimaldi", suspiró el paciente.
En efecto, un profesor
sin humor es un peligro. El humor es una especie de válvula de seguridad. Si
una persona no Sabe reírse de sí misma, es que ya, antes de morir, está muerta.
De ahí que alguien escribiera que la mayor parte de los hombres mueren cuando
llegan a la cuarentena, pero que sólo son enterrados al ir llegando a los
setenta. Pero, de todos modos, el que lo escribiera era una persona sin humor.
Ni en la Biblia, ni en los textos escolares hay una sola risa. "El
dictador" de Charlie Chaplin podría ser más saludable que un texto sobre
Hitler o Mussolini. Y ahora acabo de recordar que Charlie cree en la autoridad
paterna. Y yo que estaba poniendo continuamente ejemplos sobre él; todo para
nada; ¡ ¡ maldito Charlie!!
¿SE USAN EN SUMMERHILL
"TEST" DE INTELIGENCIA?
No, PUES SU VALOR ES
LIMITADO. No pueden testimoniar ni la imaginación, ni el humor, ni la
creatividad; no son más que asuntos del intelecto, y en Summerhill no damos
demasiada importancia al trabajo intelectual. Bueno, tal vez hable yo con
algunos prejuicios. En TV, la B.B.C. tenía una especie de concurso para probar
el grado de inteligencia. En uno de ellos resultó que mi índice de
inteligencia era de 75. Cuando años más tarde, en la escuela hubo la misma
prueba, resultó que dos muchachos y una muchacha lo habían tenido más alto que
el mío. No, no quiero "Los Test" de inteligencia en Summerhill.
¿ES DIFÍCIL ENSEÑAR EN
SUMMERHILL?
MUY DIFÍCIL. Cuando las
clases no son obligatorias hay que ser muy buen profesor para tener alumnos
que asistan a las clases de uno. También es difícil del otro modo. Precisamente
he tenido profesores que conscientemente vinieron a Summerhill porque creían
en la libertad para los niños; pero al cabo de unas semanas parecía que ellos
eran tan "libertinos" como los niños que acaban de llegar a la
escuela. Y es que ni para el adulto ni para el niño es tan fácil vivir en libertad.
En cierta ocasión observé
que ante el cuarto de baño de la planta baja, había una gran cola y en el piso
de arriba había otra cola. Un muchacho que había saltado dentro, vio que
alguien había echado el cerrojo y después salido por la ventana. Entonces me
dirigí a donde estaba reunida la plantilla docente y dije lo que había
sucedido.
-"Oh, yo lo
hice", dijo un profesor joven.
-"Por que", le
pregunté.
Sonriendo, ésta fue su
respuesta: "Toda mi vida he estado deseando hacer eso; y ésa fue la primera
oportunidad que he tenido de hacerlo." Por supuesto, que no todos los
profesores nuevos tienen reacciones como ésa. Pero aún así yo he tenido
suerte con mi plantilla en todos estos años. Sólo recuerdo una ocasión en la
que tuve que advertir a un profesor de cómo tenía que tratar a los niños.
Podría decir en definitiva que nunca he contratado maestros que no se pudieran
acomodar al sistema, tipos con más músculos que sesos, o con opiniones sobre
la religión demasiado cerradas. Tal vez sea a causa de cierta cobardía moral,
pero para mí el trabajo más doloroso es despedir a un profesor; y es que yo me
identifico con él y pienso: "¿Cómo me sentiría yo si me dijeran que no soy
un buen maestro?" Mi primera esposa, en cambio, poseía en tales casos una
habilidad casi genial: era capaz de cesar a la cocinera, dando la impresión de
que le estaba haciendo un favor.
En Summerhill no podría
enseñar nadie que tuviera un sentido exagerado de la dignidad, y menos aún si
no tuviera el del humor. Tan lo creo así que en la prueba de aptitud que alguna
vez he hecho a algún profesor, he preguntado: "¿Reaccionaría usted
indignado si cualquier muchacho le llamase tonto?"
Los profesores no tienen
más obligación que la de enseñar. Aquí un profesor puede estar en clase desde
las 9.30 hasta el mediodía y después acostarse si eso le place. Naturalmente
que nadie hace eso, pues todos tienen un elevado sentido de la convivencia y
saben que aparte de la enseñanza, su interés fundamental es convivir con la
comunidad.
Personalmente, prefiero a
los maestros que saben usar las manos, pues he tenido maestros que, habiendo
sido educados en escuelas públicas, apenas sabían clavar una púa. Por lo
tanto, me gusta la gente joven que si ven algo roto o dañado son capaces de
ponerse inmediatamente a repararlo, gente que si ven un agujero o un bache en
la calzada central, se ponen a rellenarlo con piedras... aunque casi toda mi
plantilla parece tener cierto complejo hacia la calzada central, de suerte que
durante muchos años, he sido yo el que he tenido que rellenar los agujeros.
¿Que por qué? Quizá porque ellos no tengan coche y yo sí. Sí, me gustan los
tipos que pueden usar herramientas, aunque también los pongo verdes cuando me
las piden y no me las devuelven. Las herramientas nunca deben ser comunales.
Y si no, que se lo pregunten al encargado de algún garaje.
Convivir en Summerhill es
fácil y a la vez difícil; normalmente lo hacemos sin riñas, ni rivalidades.
He observado cómo en muchas otras plantillas dominan los celos: "El de
geografía, dicen, tiene siete descansos a la semana y yo, que doy matemáticas,
sólo cinco." Es decir que se comportan igual que los perros sobre los
huesos... huesos secos en este caso. No, entre nosotros ese tipo de
rivalidades no existe; la libertad nos da paz para todos. Creo que ésa puede
ser la razón de que tantos visitantes pregunten: "¿Quiénes son los pupilos
y quiénes los profesores?"
Hay muchos profesores que
solicitan ingresar en Summerhill. El solicitante más peligroso es aquel que nos
escribe: "Yo debo entrar en Summerhill a trabajar. Es mi ideal. Daría
cualquier cosa por ser profesor en su maravillosa escuela." Tal profesor,
a las pocas semanas, dará muestras de descontento, por regla general. El sueño
era demasiado fogoso, demasiado dorado. Sucede lo mismo con el pupilo que lee
mi libro "Summerhill" y piensa que esto es jauja. Siempre sobreviene
la desilusión. De hecho, dos de nuestros mejores profesores llegaron a
Summerhill sin haber oído hablar de la escuela. Mas téngase presente que los
pies de Summerhill radican también en la tierra. Sin embargo, en treinta y
nueve años ningún visitante ha sido lo bastante curioso como para preguntar
la razón del nombre Summerhill, nombre que procede de una casa que teníamos en
Lyme Regis, una pequeña ciudad situada en una colina, en Dorset, casa que
abandonamos en 1927.
CAPÍTULO VI
RELIGION
¿ESTA BIEN QUE LOS NIÑOS
NO CONOZCAN NADA ACERCA DE DIOS?
ESTA PREGUNTA
generalmente procede de una señora que ha pasado ya los cuarenta. Y yo pregunto:
¿De qué Dios habla?, ¿del que dijo que la masturbación era pecado o del que
creó el universo? Mis pupilos no proceden de hogares religiosos y, en
consecuencia, no muestran interés en la religión. En contra de mi mejor
juicio, acogí a un muchacho católico. La prueba fracasó. No obstante que el
chico vivía en una escuela en la que no se creía ni en el pecado ni en el
castigo, él iba regularmente a confesar sus pecados, de modo que el muchacho
sencillamente no sabia dónde estaba.
En una conferencia
reciente se me dijo: "Si usted es un humanista, ¿por qué no enseña humanismo?"
Yo contesté que tan malo era enseñar humanismo como enseñar cristianismo. En
Summerhill no se modela a los niños; no tratamos de convertirlos en nada. Si
hay algo que se pueda llamar pecado, es la tendencia que tienen los adultos de
decir a los niños cómo han de vivir, tendencia absurda si consideramos que los
mismos adultos tampoco saben cómo vivir.
No me voy a poner a
discutir acerca de religión. Podría tolerarla silos que la observan dieran
vivencia a su religión, fueran capaces de presentar su otra mejilla, de vender
sus bienes y dárselos a los pobres. Incluso la admiraría si la Iglesia
Católica o la Anglicana simbolizaran la vida de pobreza de Cristo, en lugar de
exhibir sus imágenes de oro y sus inversiones financieras. Además me detengo
un momento y me pregunto por qué los seguidores de Cristo se oponían a la vida,
pues se supone que ellos son los discípulos de un hombre que dijo que si había
alguien limpio de culpa que arrojara la primera piedra contra una mujer de
mala conducta. Cristo irradió mucho amor y caridad y mucha comprensión, pero
entre sus seguidores se encontraban un tal Calvino que, a fuego lento, asó á
su rival Miguel Servet, un San Pablo que odiaba a las mujeres, una Iglesia
calvinista que, en Sudáfrica, apoyaba el apartheid contra los negros. Forzoso
es reconocer también que muchas veces un cristiano ha dispensado amor y
caridad. El periódico de hoy habla de una joven que fue rechazada como
enfermera porque "tan sólo los cristianos pueden dar a los pacientes amor
y paciencia”. Ella había señalado en la solicitud, que era humanista.
Para hacer un buen
trabajo humano, uno no precisa ninguna fuerza o poder exterior. Un pensamiento
gracioso acerca de la religión es que, según los creyentes, Bertrand Russell
se asará eternamente en el infierno, mientras que Billy Graham estará sentado
a la derecha de Dios. Yo lo sentiría por el diablo que tuviera a su cargo
atormentar a Russell; me imagino que tal vez aquél tuviera que rogarle a éste
cortésmente que se fuera arriba.
DA LA IMPRESION DE QUE
USTED DESCUIDA LO ESPIRITUAL EN SUMMERHILL
ESTA CRÍTICA me llega con
frecuencia, proviniendo casi siempre de las directoras. Esto resulta difícil de
contestar, pues no tengo más que una noción muy confusa de lo que la palabra
espiritual significa. El diccionario nos dice que se trata de lo relacionado
con el espíritu; de lo que tiene naturaleza de un espíritu; de lo inmaterial;
de lo relacionado con la mente; de lo relacionado con el alma; de lo santo; de
lo divino; de lo relacionado con las cosas sagradas; de lo que no es secular ni
temporal. Se puede decir que esto es un trabalenguas. Creo que casi todos los
que me lo preguntan han querido decir religión; uno o dos, a modo de ilustración,
han mencionado el arte. ¿Por qué no inspiramos a los niños, teniendo colgadas
de las paredes obras maestras de pintura? A mí me gusta la obra del pintor
noruego Edvard Munch. En la pared de mi recámara tengo una copia de sus cuatro
muchachas en un puente. Pero durante todo un año, sólo recuerdo a una única
muchacha que haya reparado en el cuadro. Y que no sólo los niños tienen ángulos
ciegos, pues si algún visitante señala que una de mis muchachas es muy bonita,
alzo la vista y confirmo que sí, que es muy bonita, ya que no había reparado
antes en su belleza. Además yo he llevado a los muchachos a dos puntos
preciosos: a la cumbre de una montaña austriaca y, en la guerra de Festiniog,
al norte del país de Gales. Un paisaje hermoso... en el que no reparamos las
primeras semanas.
No, no creo que estas
buenas señoras hayan querido decir arte. Más bien creo que ellas piensan que el
hombre es, por nacimiento, impuro y pecador, y que ha de ser elevado a las
alturas de la perfección, porque de otro modo se precipitará donde esos
"horribles" comunistas, que todo lo ven desde el punto de vista
material. Después de todo, la religión implica elevarse sobre las cosas
terrenales. Mas no acabo de entender lo que estas señoras me preguntan. Cuando
como un Forfar Bridie soy un materialista, pero ¿qué soy cuando estoy
oyendo la "Preislied" o el "Der Rosenkavalier"? ¿Qué es un
niño cuando construye un aeroplano y lo ve volar? Se puede afirmar que la vida
sea simultáneamente espiritual y material, pero nadie puede precisar dónde
comienza lo espiritual y acaba lo material. Si me paseo por la Princess Street
de Edimburgo, una de las ciudades más hermosas que he visto, la alegría que yo
siento admirando esa calle, ¿es espiritual o terrenal? Y si esas mismas señoras
me preguntaran que si la belleza es necesaria en la vida, yo les gritaría con
todos mis pulmones que sí. Pero no creo que se pueda hacer belleza para otros.
Nadie puede vivir y permanecer completamente al margen de la belleza. Palpamos
la belleza inconscientemente, aunque lo que es bello para una persona no lo es
para otra, porque de otro modo cada joven se iría detrás de la misma chica. Sin
embargo, muchos de nuestros ex pupilos gustan de la música clásica, y pese a
que nosotros no los estimulamos a oír a Mozart o a Beethoven, muchos de ellos
son artistas.
Estas señoras no acaban
de comprender que nosotros no podemos trasmitir a otros nuestras propias
experiencias; aunque sí en cosas técnicas, como en la fabricación de un
carburador por ejemplo, pero de ningún modo en cosas emocionales. Otro ejemplo
es que Jimmy tiene veintiséis años. Sus padres, acongojados, acuden a mí:
"Ama a una muchacha que no nos gusta, y estamos muy preocupados. ¿Qué
debemos hacer?"
Les aconsejé que no
hicieran nada y, sobre todo, que no intentaran influenciarlo, pues eso le haría
aferrarse a la muchacha más que nunca. Ignoro lo que pasaría al final; tal vez
se casase con esa muchacha y más tarde descubriera que estaba hecha de barro
común y corriente. Ahora se trata de un amigo que falleció de cáncer de pulmón:
fumaba como sesenta cigarrillos diarios. No obstante ninguno de sus amigos
dijo: "A mí me puede pasar lo mismo; voy a dejar de fumar o hacerlo en
pipa." También se pensó que con la Primera Gran Guerra Mundial ya no
habría más guerras. ¡Y todavía se sigue diciendo que se aprende de la
experiencia!
La respuesta a la
pregunta acerca de la espiritualidad no es satisfactoria. Esa palabra
tiene tantas acepciones que se la define de modos muy diferentes. De todos
modos, yo estoy satisfecho pensando que nosotros no hacemos conscientemente
nada en Summerhill que pueda colocar a los niños en un plano más alto. Cuando
tenía mi escuela en Alemania, vi bastante acerca de todo eso. Allí había una
escuela en la que cada pupilo tenía que oír media hora de Bach antes del
desayuno. Todo ello puede explicar la existencia en Alemania de un Hitler o de
un Goering tanto como la frase aquella de que “... cada vez que oigo la palabra
Kultur tomo la pistola". Sabido es, pues, que alguien escribió que
para apreciar la quintaesencia de las rosas se debe caminar por encima del estiércol,
y en Alemania, ¿fueron los nazis los que tuvieron que caminar por encima del
estiércol porque habían tenido sobreabundancia de quintaesencia -Goethe,
Wagner, Beethoven, etcétera?
CAPÍTULO VII
PSICOLOGÍA
¿ES USTED UN SEGUIDOR DE
WILHELM REICH?
ESPERO no ser seguidor de
nadie. Nadie debería quedarse en discípulo. Está bien que se tome de otros lo
que se cree que tiene valor. Pero permanecer demasiado fiel a algún teórico es
como quedarse varado. En el campo del psicoanálisis, permanecer discípulo de
alguien resulta sacrificar puntos de vista importantes; es decir, si se sigue
a Jung o a Melaine Klein, lo que postula Adler o Reich ni siquiera puede ser
considerado. Me apresuro a decir por tanto que, entre nosotros, nadie está
exento de cierta estrechez de miras; y tan es así que si el director de una
escuela pública inglesa publicara un libro sobre educación, probablemente yo
no encontraría en él nada que tuviera algo de valor para mí.
Conocí a Reich en 1937,
en Noruega. Me fascinó su teoría de que la neurosis está ligada a las
tensiones corporales. Me hice su paciente y aprendí la técnica de su terapia.
Relajando las tensiones musculares se relajan las emociones liberándolas, a
veces violentamente; y así tuve una contra reacción emocional más intensa en
seis semanas con Reich que en años de análisis. Aparte de esto, encontré sus
escritos excelentes y profundos y, para mí, ciertos. Mi asociación, sin
embargo, con la obra de Reich no tuvo efecto en el funcionamiento de mi
escuela... Ya había dirigido la escuela veintiséis años antes de que me
encontrara con él y el conocimiento que tuve de su obra no afluyó a la escuela
de un modo directo. Indirectamente tal vez sí, pues la terapia de Reich
personalmente me ha ayudado muchísimo.
Nunca comprendí su obra
posterior acerca de la energía, tal vez porque carezco de preparación o de
experiencia en el campo científico. Tampoco he visto su aparato para producir
lluvia, pero un amigo, el doctor Walter Hoppe de Tel Aviv, me dice que produce
unos resultados asombrosos, haciendo descargar a las nubes.
Reich falleció de un
ataque cardíaco, estando en la prisión. En América era muy envidiado; tenía muchos
enemigos, un hecho que de por sí habla ya de su grandeza como hombre. Los
médicos y los científicos se levantaron contra la teoría del
"ORGANE", lo cual evidencia que no se trataba de una teoría
disparatada. El público en general no odia a nadie que piense que la Tierra es
plana, simplemente se ríen de él. No es que la gente se riera de Reich;
simplemente le consideraban un paranoico. Todo lo que puedo decir es que si
Reich fue un loco y los individuos que nos gobiernan, los del Pentágono y
Westminster, están cuerdos, el mundo es un lugar bastante extraño.
No soy seguidor de Reich;
tan sólo soy un humilde individuo que ve en Reich un genio, un hombre de gran
percepción y de infinita humanidad, un hombre que, con decisión, se puso del
lado de la juventud, de la vida, de la libertad. Pienso que es el más grande
psicólogo desde Freud.
¿ATRIBUYE USTED A LA
AGRESION LA MISMA IMPORTANCIA QUE LOS FREUDIANOS?
CREO QUE los freudianos
no trataron con niños apropiados, sino con niños que tenían el carácter modelado
por influencias externas, con instintos, por tanto, desquiciados o insociables.
No he visto suficientes niños autoeducados como para dogmatizar sobre sus
conductas; sin embargo, parece que son menos agresivos que la mayoría de los
niños: no los suelo ver ni riñendo, ni destruyendo, ni peleándose.
La palabra agresión es
indefinida. Los hay que llaman agresivo al muchacho de ochos años que grita.
Pienso que la agresión es como el sobresalir uno mismo sin cuidarse de los
otros; eso es lo que hace un niño de siete años, el cual dice: yo, el primero.
El tiempo, sin embargo, cura ese tipo de agresión, siempre que el niño se
sienta libre. La agresión en el adulto es infantil y, en general, estúpida.
Homer Lane solía poner este ejemplo: Un niño quiere comer una manzana entera,
si le dicen que la comparta con su hermana, lógicamente odiará a su hermana.
De mayor, añadía Lane, le ocasionará más gusto compartir la manzana con su
hermana que comérsela él sólo. Aquí, Lane quizá fuera demasiado idealista: yo
tengo ochenta y tres años y no me gusta compartir ni mis herramientas ni mi
auto, sólo me consuela un poco pensar que de vez en cuando subo a gente en el
coche y la encamino hacia donde se dirige.
Frecuentemente, en
Summerhill nos encontramos con conductas agresivas, sobre todo alrededor de
lo que yo llamo la edad-gangster, de los ocho a los catorce años. Los muchachos
suelen reñir y romper las cosas, y las muchachas son agresivas bajo la forma
de sus pequeños chismes con que se molestan unas a otras. Después de esa etapa
de conducta agresiva, los niños se hacen más bien pacíficos; pero lo peor del
caso es que después los beneficiados vienen a ser otros... Los más pendencieros
suelen ser los muchachos que en casa tienen hermanos más jóvenes. Lo hacen de
un modo inconsciente, aunque algunos si se les pregunta por qué le pegan a una
niña de seis años, responderán que lo hacen porque se parece a su hermana.
Creo que nuestros
muchachos son menos agresivos que los que han sido educados en un sistema
estricto. Se percibe la diferencia cuando, por ejemplo, los muchachos van a
sus casas en el tren: nuestros pupilos están sentados tranquilamente, pero si
uno de los nuestros entra en el compartimento donde están los muchachos mayores
de preparatoria, inmediatamente lo tratan con aspereza. Si el profesor es
agresivo el alumno forzosamente se hace agresivo también. Lo mismo sucede cuando
los padres castigan a sus hijos: los están haciendo agresivos. El remedio para
la agresión es colocarlos al lado del niño, aun a pesar de que se admita la
creencia de que el hombre es por naturaleza agresivo, pero que lo oculta bajo
un aire de amable camaradería. Si se pone ebrio, se dice que sus inhibiciones
desaparecen, no valiendo para él ningún razonamiento. Pero, ¿es la agresividad
debida a frustraciones? Lo pregunto porque los pupilos más agresivos que he
tenido son aquellos que se han mostrado como más indisciplinados en sus casas y
en la escuela. Si se me pidiera que nombrara un ex pupilo que hubiera sido
agresivo tendría dificultades para hacerlo. Ninguno de ellos toma un trabajo
que requiera agresividad; además, parece que evitan los trabajos en los que
tengan jefes que les impartan órdenes.
Siendo yo muchacho, en
Escocia, los más peleadores en nuestro pueblo solían ser aquellos que eran
menos inteligentes. El muchacho listo era capaz de herir con una réplica aguda,
sólo el tonto hería con el puño; tan es así, que cada vez que reflexiono sobre
ello, caigo en la cuenta de que los más pendencieros, tipo sargento, acostumbran
ser las personas más imbéciles. Me he dado cuenta de que en mi escuela, los
muchachos que se mantienen al margen de toda riña, por el mero hecho de
mantenerse así, son los más inteligentes. Por eso precisamente siento tendencia
a desestimar la agresividad. En si es un sentimiento incapaz de escribir un
libro, o de pintar un cuadro, o de construir un puente. Soldados, policías o
profesores agresivos no saben crear nada; únicamente fomentan odio y
recelo.
Ahora bien, si en la
libertad la agresividad de un niño emerge pujante cuando se encuentra bajo una
rígida disciplina, ¿adónde se dirige esa agresividad? Tal vez se quede allá,
en el fondo de su personalidad, dispuesta para aflorar en la conducta
insocial, en la represión sexual, en la disponibilidad para buscar pendencias.
Está claro, pues, que sólo hay una cura para la agresividad: que el niño goce
de libertad para desarrollarse a su modo y a su tiempo.
CUANDO USTED ESCRIBE
PARECE QUE NUNCA USA TERMINOS PSICOLÓGICOS COMO "SUPEREGO"
ASÍ ES. Y es que no me
interesa mucho la semántica. Definir es a menudo complicar las cosas. Los
psiquiatras hablan de maniaco depresivo, de paranoico, esquizofrénico y de un
montón de cosas con otras palabras, pero no tengo idea de cómo distinguen una
cosa de otra. Lo mismo me pasa con los términos psicológicos. ¿Qué es, pues, el
superego? Creo que es la personalidad formada a partir de una influencia
exterior, la conciencia que nos ha sido formada por las correcciones y los
castigos por los que hemos pasado en nuestra juventud; pero lo que ya no sé es
en qué difiere esto del ego. Me gusta pensar en términos sencillos, y, por
tanto, no soy ni un gran pensador, ni un gran filósofo. Me gusta imaginar que
todos tenemos como un triple desdoblamiento. En primer lugar, tenemos un
"id" o inconsciente profundo que nos fuerza a comer, a respirar y a
tener impulsos sexuales. Después tenemos lo que podemos denominar el inconsciente
freudiano o el espectáculo para las represiones. Nuestra mente consciente está
en una especie de mezcla entre ambos inconscientes, aparte de cierta capacidad
de pensar añadida. La neurosis, se produce cuando se ponen en conflicto el
"id" y el ser consciente; de tal modo que yo no puedo creer en
voluntad libre. Desde luego que yo, si quiero, puedo dejar de fumar; como
también decidir ir a Francia en vez de ir a Suecia, pero en aspectos más
profundos no puedo usar mi voluntad. Por ejemplo, un muchacho que se educa en
el arroyo, que tenga un padre que sea una bestia y una arpía como madre, que
no se le dé nada de cultura, que no sea más que uno más de una pandilla de
tipos semejantes, ¿cómo puede en estas condiciones, tener una voluntad libre?
Si a un niño se le hace católico y se le amolda a esa religión, ¿cómo puede ese
niño tener una voluntad libre como para que más tarde llegue a ser bautista o
ateo? ¿O cómo puede alguien que ha estudiado en Eton tener voluntad como para
hacerse del partido comunista? Nuestras voluntades son arruinadas a causa de
una modelación temprana del carácter y lo que llamamos superego no es más que
el producto de esa modelación. Y, desde luego, yo nunca llegaría a ser
miembro del partido comunista o del fascista. Estimo, pues, que ningún joven,
mediante un acto volitivo, puede enamorarse.
Entonces, ¿está todo
predeterminado? Desde luego que no si se trata de sí Jorge fuma tal o cual
marca de cigarrillos, sino de algo de algún arraigo psíquico. Es decir, que aun
habiendo modelación de carácter, puede no haber una voluntad libre, y, en este
sentido, Summerhill viene a ser un lugar en que nos esforzamos por hallar lo
libre que puede ser una voluntad estando eliminada la formación de carácter.
Querer ser libre implica tener voluntad de serlo, pero ¿quién puede serlo? Los
pupilos, en Summerhill, como en todos los sitios, nos llegan con inclinaciones
de disgusto hacia la vida. La misma creencia que tienen de que las malas palabras
se pueden decir en la escuela, pero no fuera de ella, evidencia que son
conscientes de la opinión pública y de que la temen.
Evito toda terminología
psicológica en tanto puedo porque creo que yo no soy más que una persona
sencilla. Por consiguiente, me disgusta catalogar a las personas o a las
cosas. Catalogar equivale a generalizar. Pienso, pues, que no existe nadie
que sea un absolutamente sádico, masoquista u homosexual. Oscar Wilde, por
ejemplo, tuvo una familia y todas las lesbianas han tenido familia. ¿Y qué
queremos decir al denominar a alguien neurótico? ¿O, por lo mismo, llamarle
loco, como se le llamaba al genial W. Reich? Todos en mi opinión, tenemos
síntomas neuróticos, o de locura, de un modo u otro. Por esto rehuyo etiquetar
algo incluso con la etiqueta de "Summmerhilliano”
¿DEBE UN PROFESOR SER
PSICOANALIZADO?
Es UNA PREGUNTA
intrincada. La verdad es que no tengo idea de lo que el análisis puede contribuir
a que un profesor explique mejor su clase de historia. Sin embargo, a un
pedagogo le podría beneficiar mucho. Fíjense en este ejemplo: si uno de ustedes
tiene un complejo materno, del que es inconsciente, observar ese mismo complejo
en un niño es muy difícil. Es decir, que si usted padece represiones sexuales
profundas no será capaz de formular un dictamen objetivo de la conducta sexual
del niño. Claro que el análisis no es una panacea donde se conjugan todos los
espíritus benéficos, pero ayuda a ser más tolerante, bondadoso, comprensivo.
Podría decir que una persona analizada puede llegar a no enojarse nunca, aunque
Reich, de vivir, me hubiera contradicho, como también Wilhelm Stekel.
Es éste un tema muy
discutido; de donde resulta extremadamente difícil ser objetivo. Hay muchos
pros y contras... Entre los últimos, el más obvio es que muchos se prestan al
análisis o a la terapia como si se tratara de apoyarse en un par de muletas,
hasta el punto que uno se puede encontrar a personas que se han pasado años con
la terapia. Por tanto, antes de nada debemos definir lo que es psicoanálisis.
Quiero decir análisis freudiano, por lo cual es mejor usar la palabra terapia,
que no es tan fácil de definir. Según Freud, significa, ahondándose en lo más
profundo, intentar hallar el trauma infantil causante de la neurosis; y en la
mayoría de los casos se trata de un trauma de sexo. Pero ya la terapia no es
eso. La terapia de las relaciones interpersonales, tan prevaleciente en
América, no trata de indagar en los recuerdos infantiles. Pues recientemente he
leído, en libros americanos, algunos casos clínicos, y ninguno de ellos parece
tener sexo. De modo que cuando alguien pregunta si un profesor debe ser psicoanalizado,
hay que preguntar a la vez: ¿analizado de qué modo?, ¿en qué escuela?
¿Es necesario ahondar a
fin de hallar algo de homosexualidad latente, o el complejo de Edipo, o todas
las cosas, en fin, que Melanie Klein encontró en sus pacientes niños? No
podría juzgar; pues, en esencia, estoy interesado en hallar un modo de aclarar
la causa de las represiones y fijaciones infantiles. ¿Acaso los grandes
hombres han sido analizados? El mismo Freud nunca fue analizado, ni los
grandes escritores, ni los artistas, ni los músicos. Claro que, en cierto
modo, su arte venía a ser como un auto análisis.
Se me pregunta a menudo
si una persona puede autoanalizarse. La respuesta es que no. El carácter
principal de cualquier análisis es la resistencia que existe a descubrir lo
más hondo de la psique; de parecida importancia es la transferencia, es decir,
el descargar sobre el analista las emociones infantiles, originariamente
dirigidas sobre el padre o la madre. Analizar es un trabajo paciente consistente
en sobreponerse a las resistencias que obstaculizan la verdad. Y en el auto
análisis esto difícilmente ocurre; uno es incapaz de encararse con recuerdos
desagradables; los auto análisis, por tanto, suelen ser superficiales. Una
persona se puede preguntar a si misma: "¿Por qué me mantengo irritado
estos días? Ya lo sé: porque mi esposa ha devenido frígida y no desea trato
sexual." Sí, eso es auto análisis, pero en tales casos ¿con cuánta frecuencia,
pese a tomar conciencia de la verdad, hay alguna mejora? No estoy afirmando que
tales tentativas de auto análisis sean del todo infructuosas. Si un profesor
fuera capaz de pensar: "Ahora mismo estoy pegando a este muchacho porque
estoy molesto por algo que me hizo otro", tal vez le pegara menos fuerte,
o bien se reiría de sí mismo y haría una caricia al muchacho. El problema es
que las cosas no se presentan nunca sencillas, pues mucho está ya
predeterminado. "Odiamos en los otros lo que odiamos en nosotros
mismos"; y esto que alguien dijo, pudiera tener aplicación en el caso del
profesor que pega, pudiendo representar el niño aquello que odia de si mismo;
pero tal explicación no es siempre sólida. La introspección no es muy
efectiva, aunque un optimista, de todos modos, continuaría practicándola.
Hay algo que nadie
debería hacer..., aconsejar a un pariente que acuda al psicoanalista, sobre
todo si ese pariente es el marido o la esposa. Pues tal consejo, la persona
aconsejada lo acepta como diciéndose: "El o ella piensa que no estoy bien,
cree que ando mal; al diablo con el análisis." Mas si, finalmente, el
paciente es convencido de someterse a tratamiento, entonces compadezco al terapeuta,
pues habrá de vencer muchos obstáculos para llegar a la verdad. Las personas
casadas no deben, además, analizarse mutuamente; puede ser muy peligroso, a
veces fatal.
Ahora quisiera decir algo
acerca del análisis de Reich. Especialmente para los que, habiendo leído sus
libros, lo toman a la ligera, o sea, que todo lo que hay que hacer es tumbarse
desnudo en una especie de sofá, relajar todos los músculos... y esperar a que
los complejos y los recuerdos infantiles emerjan. Y piensan, por tanto,
"¿por qué no puedo ser yo mismo un terapeuta del resabiado?"
Pensar de ese modo es muy
peligroso. Por experiencia personal, puedo decir que el tratamiento de Reich
provoca emociones violentas, y a menos que el terapeuta sea experto en tal
tratamiento, el paciente puede estar en un peligro de suicidio o de algo grave.
De aquí que Reich insista en que tan sólo doctores con experiencia pueden
practicar sus métodos. Y tenía en esto razón. Un terapeuta novato puede
encontrar lo que él piensa que es una tensión muscular del cuello o del abdomen
e intentar aliviarla, mientras que se puede tratar de una lesión de
tuberculosis o de una protuberancia. Repito que Reich tenía razón, pero lo que
nunca he comprendido es la razón de que la psicología esté monopolizada por los
médicos. A menos que sean especialistas, los médicos no están familiarizados
con la psicología o con la psiquiatría; es decir, que vienen a ser tan
cualificados para tratar con la psique como lo puede ser un profesor o un
fontanero. Si yo estuviera tratando por medio del análisis a algún niño, algún
pesquisidor me preguntaría con aspereza en virtud de qué título puedo yo tratar
pacientes; pero si cualquier médico, con unos cuantos libros sobre análisis
encima, hiciera lo mismo, nadie tendría derecho a reclamarle nada.
Profesor ¿debes ser
analizado? Es un problema tuyo, compañero.
LA ACTIVIDAD CREATIVA
-MUSICA, PINTURA, DANZA SOBRE TODO- ¿RESULTA POSITIVA - COMO MEDIO PARA TRATAR
AL JOVEN QUE PADECE NEUROSIS?
TENGO UNA VAGA noción de
que en uno de mis libros, describo mi experiencia acerca de la danza en
Alemania. En nuestra Escuela Internacional, en Hellerau, Dresde (1921-23),
disponíamos de un grupo que sólo se dedicaba a la danza y a la euritmia; eran
chicas de dieciséis años en adelante. A menudo toda la tarde la ocupábamos en
la danza. Muchas eligieron para bailar el "Totentanz"; ya entonces
empecé a interrogarme por qué, muchachas que a la largo del día expresaban sus
emociones a través del movimiento, escogieron esa Danza de los Muertos. Esta
experiencia me aferró a una creencia que ya anteriormente había considerado, o
sea, que el movimiento posee propiedades curativas.
No es que la danza o la
música en sí mismas tengan propiedades curativas. Pues, francamente, no creo
que haya muchas muchachas con completa laxitud en el coro de una ópera, o en
una academia de música. Hay que considerar que no existe auténtica libertad en
la mayor parte de las escuelas de música; de arte o de baile. Y es que las muchachas
se encuentran bajo una disciplina demasiado rígida. Imagino, por tanto, que los extraordinarios
bailarines rusos deben ser instruidos como soldados. Y pienso además que tal
vez los alumnos menos disciplinados sean los que, moviendo tan sólo una mano,
se dedican a la pintura.
Movimiento y ritmo son
dos factores que contribuyen a que todos los niños puedan vivir en total
libertad. Desde hace mucho tiempo, he venido observando que nuestros pupilos no
aprenden a bailar tomando lecciones de fox trot, de tango, etc.. sino
que lo aprenden sobre la marcha.
Pues bien; supongamos que
damos a los niños toda la danza y música que podemos, aunque sin instrucción, sin
formalidad y sin disciplina. Pero, ¿qué pasa con el teatro?, ¿en qué proporción
relaja? Nosotros tuvimos al respecto un resultado sorprendente. Se trata de que
he tenido bastantes tartamudos en la escuela, y cada vez que uno de ellos
actuaba en algún drama o comedia, era capaz de hablar con soltura. Creo que la
razón está en que, al adoptar otra personalidad, se convertía en un niño
normal, en el aspecto vocal, naturalmente. Esto sugiere que el actor es una
persona que escapa de su propia personalidad; y contra esto creo que no hay
nada que oponer. Todos nos evadimos de la vida a modo de escape, viendo una
película o una obra de teatro, tomando alcohol en demasía, participando en
conversaciones de por sí banales, etcétera.
No soy ningún enamorado
de las representaciones escolares, sobre todo de historias morales o
sentimentales llenas de angelitos con alas, o de hadas madrinas. Antes bien, me
opongo a que los niños representen a Shakespeare. En nuestra escuela, ellos
mismos escriben sus obras, las adaptan y las realizan; pero, sobre todo, la
mejor actuación es la de la noche de los domingos; actuación en la que domina
la espontaneidad. Esto puede ser hecho en cualquier escuela, comenzando con
situaciones sencillas como: recogiendo flores, llevar una pesada carretilla,
hacer de ciego. Entonces, acto seguido, se inicia el diálogo: una niña, por
ejemplo, pregunta una dirección a un guardia; otra niña -o niño- pregunta por
la estación; se telefonea al médico y por equivocación se habla con el
carnicero, etc. Quizá sea la comicidad, y no tanto la representación, lo que
tenga más valor para los niños. Uno de los muchos resultados de este tipo de
representación es la total ausencia de nerviosidad: no hay nada que olvidar,
no importan las equivocaciones. Creo que esto es lo mejor que pueden hacer los
niños que son libres. Bueno, algunos profesores de escuelas oficiales me han
dicho que les resulta difícil hacer perder al niño la autoconciencia y el
miedo al fracaso, al fallo. Pero lo esencial es que produce mucha diversión y
esto tiene un efecto mucho más relajante y liberador qué la danza.
¿AYUDARÍA A MIS ALUMNOS
PSICOLOGICAMENTE, SI LES DIJERA LO QUE SIGNIFICA EL SIMBOLISMO DE SUS CUENTOS
Y DIBUJOS?
ESTA PREGUNTA me llega de
algún joven profesor que se está sometiendo a análisis. Mi respuesta es un no
rotundo. Por propia experiencia sé que lo que a un profesor joven le gustaría
experimentar es lo poco que a esas alturas sabe. De mí sé decir que hace
cincuenta años, después de leer un libro sobre hipnotismo, me decidí a
probarlo. Hipnoticé a una señora joven, y cuando estaba dormida le dije:
"Dentro de dos minutos, usted va a despertar y me va a preguntar el precio
de las botas que yo calzo." En dos minutos se despertó, con la cara un
poco asustada; parecía como si hubiera olvidado ya lo que le dije. "Lo
siento -dijo- creo que me he quedado dormida." Permaneció un rato sin
decir nada; pero de repente gritó
-"¡Dios mío!, esta
mañana, cuando fui a la ciudad, casi olvidé las aspirinas para mamá, y yo también
tenía puestas las botas."
Botas, ¡eureka!; su
mirada se deslizó hasta mis pies y preguntó:
----"Me gustaría
saber dónde consiguió usted esas botas de punta ancha; ¿cuánto le
costaron?"
Creí que fue todo un
éxito, de modo que la vez siguiente, cuando la tenía dormida, le ordené:
"Multiplica 3576856
por 568."
Al rato se despertó con
un aspecto horrible:
----"Oh, Dios, qué
terrible dolor de cabeza tengo."
Jamás me dio por
hipnotizar a nadie más. Sólo al que es joven le gusta jugar con fuego. Y la pregunta
de este joven plantea un problema peligroso, con relación al significado de
los simbolismos de cuentos y dibujos. Supongamos, pues, que una niña dibuja un
paisaje: un par de árboles, distanciados uno de otro; uno es un pino o símbolo
del padre, el otro un castaño frondoso o símbolo materno, y entre ambos hay un
arbolito medio raquítico... que es la niña. El dibujo representa una
situación: los padres que han dejado de amarse, padres infelices que son
incapaces de darle amor al niño. Todo está claro; ¿pero qué razón hay para
decirle a la niña que ese dibujo está simbolizando la situación de su casa? De
nada serviría; por el contrario, tal vez podría destruir el interés de esa niña
por el arte. Con lo que acabo de explicar no pretendo decir que si un psicoanalista
descifrara a Picasso el simbolismo de sus cuadros, éste dejaría el arte. Pero
la verdad es que nunca se sabe lo que se está haciendo.
Hace cincuenta años, un
camarada de estudios que era un buen boxeador, cuando le tocaba boxear por la
noche yo debía acompañarle, pues tenía miedo de andar por las calles de
Londres entrada la noche. Acudió al psicoanalista y descubrió que el boxeo,
para él, era un complejo. Padecía el típico complejo de castración: cada vez
que dejaba caer sus manos, estaba realmente protegiendo sus genitales. Nunca
volvió a boxear.
En cierta ocasión, una de
nuestras niñas más pequeñas escribió un cuento que venia a ser como el cuento
de un complejo de Edipo, bien palmario: un padre, una bruja (la madre), una
joven y bella princesa (ella misma). El padre acabó casándose con la princesa.
¿Quién podría atreverse a revelarle este cuento a ella?
Aún persiste la vieja
ilusión de que analizando a conciencia un complejo, por la explicación de sus
orígenes se cura el complejo. No es cierto. Yo me opongo a que se les diga a
los niños el simbolismo de lo que dicen o hacen. La revelación de lo simbólico
es siempre arbitraria. ¿ Simboliza una culebra al pene?, ¿un toro al padre?,
¿una corbata al símbolo fálico? ¿Quién puede asegurarlo? Por supuesto que
-según hace notar Karl Jung---- la lámpara de Aladino parece como si fuera
fálica, porque basta frotarla para recibir todas las dichas del mundo. Una vez
me sometí a un análisis breve con Wilhelm Stekel, una de las mayores autoridades
en simbología; sus interpretaciones eran fascinantes, pero ¿beneficiaba esto en
mucho al paciente?
Stekel acostumbraba
hablarnos de una fiesta a la que él había asistido, en el apartamento de un
artista. La conversación giraba acerca del simbolismo y Stekel emitió su
opinión al respecto; su anfitrión no tomó en serie lo que dijo el
psicoanalista y expresó: "Tonterías, Stekel, no puedo aceptar ni una
palabra de eso." Y señalando a un cuadro que colgaba de la pared,
prosiguió: ¿ Pretendes decir que en aquella naturaleza muerta que he pintado
hay algo de simbolismo?"
Stekel, después de
ponerse sus lentes y observar el cuadro, contestó: "Sí, si que lo
hay."
----"¿ Qué clase de
simbolismo?"
----"Ah, no te lo
podría decir en público", dijo Stekel.
----"No digas esas
cosas ----se quejó el artista----, todos somos amigos aquí. Dilo, anda."
----"Como quieras.
Cuando pintaste ese cuadro, acababas de seducir a una criada, que, más tarde,
quedó embarazada, por lo que tú buscabas alguien que le hiciera abortar."
Su amigo se quedó pálido.
"¡Caramba!", gritó.
----"El cuadro
representaba una mesa. El líquido ----la sangre (el aborto)---- de una botella
de oporto estaba derramado; una salchicha en un plato tenía la forma exacta de
un feto." Lo que no puedo recordar es cómo pudo encontrar la criada.
Interpretar símbolos es
como hacer un crucigrama, un juego entretenido. Estoy seguro de que jamás se
consiguió ayudar con ello a un paciente, y pienso que muchos analistas han
renunciado a continuar usándolo. Se dice que la materia principal de los
psicoanalistas freudianos ya no es la interpretación de los sueños... el camino
sagrado del inconsciente según decía Freud. De todos modos, el profesor no
debería nunca meterse con los símbolos; y, si quiere usar la psicología, mejor
sería que además de palabras, se sirviera de la acción. Acariciar a un niño
suele ser más efectivo que interpretarle los sueños. El profesor debe dar,
siempre dar, sin deliberada intención de recibir. He trabajado con profesores
que nunca criticaban a los niños, para no ser mal considerados en la escuela,
no eran profesores muy populares; los pupilos veían a través de ellos y creo
que los despreciaban.
No pretendo decir con
esto que los profesores no deberían estudiar psicología. Creo, por el contrario,
que son muy pocos los que lo hacen. Buena prueba de ello es que cada vez que
escribo un artículo algo polémico en una revista educacional, raramente se
obtiene crítica; pero si se escribe cómo debe enseñarse historia, entonces se
recibe un montón de cartas. Y es que los profesores se muestran aún demasiado
indecisos respecto a cómo hay que tratar las emociones; y, obviamente, la psicología
es estudio de las emociones.
A veces recibo cartas
preguntando si puedo dar un catálogo de libros a leer acerca de psicología
infantil, pero no puedo, principalmente por-que no residiendo cerca de una
ciudad, no me puedo familiarizar con la bibliografía de reciente aparición, a
menos que comprara todos los libros que se publican sobre la materia... y
ningún escocés va a pagar dos libras por un libro que va a leer sólo una vez.
Sin embargo, puedo decir que hay un libro reciente -Crimen, castigo, curación,
de Sington y Playfair- que, sin ser un tratado de psicología infantil, el
examen exhaustivo que se hace en él del crimen y sus causas, obliga a
recapacitar sobre nuestros valores en educación. Se trata de un libro verídico,
brillante, imparcial y avanzado. Por lo demás yo jamás recomiendo libros sobre
psicología experimental, que son los que suelen usarse a un nivel universitario.
Prácticamente yo no sé nada acerca de ellos, y lo poco que sé, me parece
insignificante a la hora en que, ya con un título en psicología, hay que tratar
con los niños. Y la verdad, la mía, es que no veo ninguna relación entre lo
que hace una rata en ciertas circunstancias y el comportamiento de un niño. Las
ratas, en ciertas condiciones, pueden comportarse anormalmente; pero todos
sabemos que cuando los niños se encuentran condicionados dejan de comportarse
con naturalidad; es decir, que el estudio de las ratas puede conllevar a
fijarse solamente en la parte mala del niño, con grave peligro de que el niño
en cuestión se quede neurótico. Resumiendo: yo no valoro a ningún profesor en
virtud de su título en psicología, pues puede poseer tal título y saber muy
poco de la naturaleza infantil. Además, un titulo no implica sentido común. En
cierta ocasión llevé a un psiquiatra de Harley Street un niño con un grave
problema. Y después de dar al psiquiatra un breve historial del comportamiento
del niño, éste entró y fue saludado por el especialista en estos términos:
"Mr. Neill me dice que eres un niño muy malo."
Creo que todo profesor
debería leer "Charlas a padres y maestros", de Homer Lane. Y
los maestros de las escuelas públicas se beneficiarían mucho leyendo el libro
de David Wills, "Throw away thy Rod". Resulta, pues, imposible
dar una lista de libros buenos. Pero creo que sí se deberían leer las obras de
cada sistema que haya formado escuela; así, por ejemplo, Anna Freud y Susan
Isaacs nos dan el punto de vista freudiano; y en un libro que tengo de un autor
adleriano se dan detalles sobre todos los casos imaginables de problemas en el
niño, pero en cambio, no se hace ninguna mención sobre el sexo. Creo también
que se deberían considerar todos los puntos de vista, todas las escuelas de
psicología; lo cual, ciertamente, es una tarea difícil, si se piensa en el
gran número de libros que hay sobre educación y psicología con un estilo y
una terminología tan complicados.
Confieso, pues, que no me
explico por qué la enseñanza tiene que estar reñida con la sencillez. Pongamos
por ejemplo una persona sin instrucción que escribe al periódico local
protestando por el ruido que en la noche hace una pandilla de gatos en el
tejado, diciéndolo con estas mismas palabras, mientras que un profesor pedante,
por la misma razón, escribiría protestando contra la "concatenación de
penetrantes ruidos que, emanando de gargantas felinas, obstaculizan el reposo
nocturno." Lo que es sencillo ha de ser, sin duda alguna, expresado con
sencillez.
MI HIJO DE NUEVE AÑOS
ROBA EN LAS TIENDAS. ¿QUE DEBO HACER?
CONTINUAMENTE, a lo largo
de los últimos cincuenta años, se me ha venido planteando esta cuestión. No
puede haber una respuesta fundamentalmente omnisciente, cada caso es distinto.
Estoy convencido de que, en los niños, el robo se debe a la falta de amor en
sus hogares. Si usted, durante los nueve años de su hijo, no le ha dispensado
amor, será difícil saber cómo remediar esa deficiencia. Tarde o temprano al niño
se le ocurre robar, por lo mismo que el adulto haría contrabando si
pudiera... Un buen padre no arma escándalo cuando el niño roba de la bolsa de
mamá; el peligro, pues, está en el padre moralista: "Niño malo, ¿es que
no sabías que estabas haciendo mal?" ¿Cuántos delincuentes habrá habido
con padres moralistas?
Es sumamente peligroso
dar al niño sentimiento de culpabilidad. En efecto, es más positivo decir:
"Niño, has tomado un peso que creo era mío", que hacer que el niño se
sienta culpable.
Nosotros, los adultos,
somos unos tramposos acerca de la honradez. ¿Cuántos habrá entre nosotros que
sólo somos honrados por miedo a la policía? No existe nadie que sea
completamente honrado. En el teléfono público, al estar la línea ocupada, a
veces nos son devueltos dos monedas en lugar de una; ¿cuántos hay que meten la
moneda que no les pertenece en la caja otra vez? No hay duda de que padres que
pasan por alto el impuesto de Hacienda pegarán al hijo que roba. En el tren,
por ejemplo, uno se pasa al coche de primera clase, porque los de segunda
están totalmente llenos, pensando en, más tarde, pagar la diferencia. Pero
como durante el trayecto no se acercó ningún inspector, uno no paga y se va
pensando: "Si la compañía ferroviaria quiere perder dinero por no tener
suficientes inspectores, no voy a ser tan tonto de dárselo."
Evidentemente, esto es más fácil de pensar que, al final, acercarse a la
oficina de la terminal y declarar: "Con un boleto de segunda he viajado
en primera clase; quisiera pagar la diferencia."
Hasta que, nosotros, los
adultos, no seamos capaces de ser honrados, íntegros en palabras y en hechos,
no tenemos derecho a exigir que los niños sigan unas normas que nosotros somos
incapaces de seguir. No obstante, esto no va a servir de mucho a la señora que
con tanta inquietud ha preguntado acerca de su hijo de nueve años. Tan sólo
puedo aconsejarle que manifieste tanto amor por él como pueda, que nunca le
castigue, que nunca le sermonee ni le regañe. Y que, tranquilamente, se ponga a
reflexionar acerca de su hogar, de su marido, de sí misma. He visto cómo muchos
jóvenes ladronzuelos han sido curados simplemente con amor y confianza.
Precisamente ayer uno de éstos me visitó, un ex pupilo ya con más de cincuenta
años, con una buena profesión y familia. Me dijo: "Sé muy bien que si
hubiera continuado siendo golpeado en casa y en la escuela, posiblemente ahora
aún estaría en la cárcel."
No veo otra solución que
el cariño, la confianza y el respeto por la individualidad del niño. Aunque,
en verdad, me siento algo descorazonado, porque esta respuesta tal vez no sirva
de mucha ayuda a esta buena señora.
ME ACABO DE HACER MIEMBRO
DE UNA SOCIEDAD PROTECTORA DE ANIMALES, PERO MI HERMANO, QUE ES AFICIONADO A
LA PSICOLOGÍA, ME DICE QUE ESTOY "SOBRECOMPENSANDO" UN DESEO
INCONSCIENTE DE SER CRUEL CON LOS ANIMALES.
ESTO ES LO QUE Freud
denominaba psicoanálisis extravagante. Si su hermano tuviera razón, entonces yo
estaría al frente de Summerhill por mi deseo inconsciente de golpear niños; y
Yehudi Menuhin habría sido un violinista excelente porque compensaba su odio a
la música; y la brutalidad de un padre se explicaría por la ternura reprimida
que haya compensado. Todo esto resulta una estupidez; y aunque fuera cierto,
¿qué se le podría hacer? ¿Dejaría de tocar el violín Yehudi?, ¿el padre cesaría
de pegar al hijo? De todos modos, puede haber cierta verdad en ello, pero,
naturalmente, en algunos casos patológicos. Digo patológicos porque se ha
hecho proverbial lo de aquella solterona que un día fue a quejarse a la policía
de que un joven, todas las mañanas, se ponía a hacer ejercicios de gimnasia
estando desnudo. En efecto, fue enviado un oficial a investigar, y tras un ojeo
acucioso se dirigió a la denunciante:
-"Pero, señora, yo
no puedo ver nada."
-"Bueno, es que para
verlo hay que subirse encima de la mesa."
Por otra parte. Hubo en
la B.B.C. unos documentales televisivos acerca de todo el proceso del parto,
que no agradaron a ciertas señoras poseedoras de toda una gama de prejuicios.
Pues bien, de acuerdo con lo ya expresado, se podría decir que las madres que
entonces escribieron protestando contra tales documentales, tenían un
inconsciente interés en el sexo. Y esto es todo lo que se podría decir sobre
las compensaciones inconscientes.
El psicólogo aficionado
es siempre un grave peligro...; todos hemos pasado por ello, y es una etapa con
la que hay que contar. Se dice también que la araña es un símbolo materno. Sin
embargo, mi esposa tiene miedo de las arañas simplemente porque pasó su infancia
en Australia, donde las arañas, al picar, matan. Pensando del mismo modo, y no
porque se tenga miedo de un toro, habría que decir: Ah, es que el toro es un
símbolo paterno. Yo sé decir que más de una vez, en mi juventud, he tenido
que salir corriendo de un toro, y puedo asegurarles que no corría de un
símbolo.
En contra de lo que se
suele pensar, el psicólogo aficionado a menudo hace daño. Los adolescentes,
en particular las muchachas, son propensos a creer lo que sus mayores les dicen
acerca de ellos mismos. A una de mis pupilas, que acostumbraba robar plumas y
lápices, otra joven mayor que ella, de veinte años, le dijo que robando eso, se
estaba compensando por no haber nacido niño y no tener pene. La pobre muchacha
anduvo preocupada por eso durante varias semanas. Conocido el caso la
tranquilicé diciéndole que otra explicación igualmente plausible sería que
deseaba ser escritora.
Hay que tomar como norma
no explicar nada a nadie, a menos que sea un paciente bajo tratamiento. De ese
modo se podría eliminar el temor que acomete a tantos al encararse con el
psicólogo o el psicoanalista. Porque con frecuencia se oye a alguna señora
decir: "Me sentí molesta cuando me presentaron al psicoanalista. Me sentía
como si estuviera leyendo mis pensamientos." Empero, no creo que sea muy
útil aclarar a tal señora que nadie puede leer sus pensamientos; y, aun en el
caso de que ese psicoanalista pudiera, él preferiría encontrarse en una fiesta
en la que tuviera que preocuparse sólo de las bebidas y no leer el pensamiento
a nadie.
"¿Y la ética? La
psicología se debe dejar si no se practica con obligación profesional." Ni
siquiera Freud podía saber mucho en este sentido, ni nadie puede saber por qué
una persona muere de cáncer y su hermano de diabetes; tampoco la psicología es
capaz de dar cuenta de la personalidad de un Wagner, de un Einstein, ni
siquiera de la de un Hitler.
Ojalá que el muchacho que
me ha formulado esta pregunta no haga demasiado caso a su hermano y continúe
en su sociedad protectora de animales, que en sí es una cosa muy buena. Claro
que, con sólo una firma, el Papa podría suspender el toreo en España; pero no
lo hace. Y ahora, quieras que no, he de confesar que soy un impostor, pues,
lógicamente, yo debiera cesar de comer animales, animales que son degollados
para satisfacer mi apetito. ¿Cuántos de nosotros dejarían de comer carne, si
tuvieran que matar ellos mismos su propio alimento? Hasta a Bernard Shaw no le
quedaba más remedio que usar zapatos de cuero. Creo, por tanto, que todos tenemos
algo de impostor y debiéramos aplicarnos eso que dice Macaulay: "Los
puritanos detestaban las peleas entre osos, no porque sufriera el oso, sino
porque agradaban a los espectadores."
Sí; impostores casi todos
lo somos. Pero seámoslo conscientes de ello; de modo que no andemos juzgando
la conducta del prójimo tan desconsideradamente. En suma, no seamos tan ilusos
en lo que se refiere a la psicología.
¿POR QUE NO DA VALOR A
LAS LEYES DE LA HERENCIA?
Y SI LO DIERA, ¿de qué
serviría? Si Juan es un ladrón porque sus padres y todos sus abuelos han sido
unos ladrones, ¿de qué le aprovecharía que yo lo supiera? No tengo conocimiento
científico acerca de la herencia. Creo que la mayor parte de los muchachos más
inteligentes en Summerhill, han tenido padres a su vez inteligentes, pero esto
sólo pudiera indicar la fuerza que tiene el ambiente. El último caso que
recuerdo de un joven ladronzuelo que pudiera haber heredado su afición a robar
es el de un muchacho de quince años, que nos fue enviado a la escuela por su
padre. El muchacho llegó con un boleto de mitad de precio, que sólo se
adquiere para los que no tienen más de catorce años. El boleto había sido
comprado por su padre. Todo lo que sé de la herencia es que ignoro cualquier
terapia que pueda curar la delincuencia causada por aquélla. Por lo tanto, no,
no le doy ningún valor. Mi pragmatismo no se re-monta a la generación anterior,
ni a las precedentes.
DICE USTED QUE LOS NIÑOS
EN SUMMERHILL SON FELICES. ¿QUE ENTIENDE USTED POR FELICIDAD?
PUEDE ser continuamente
feliz. Yo no me siento muy feliz cuando me acomete la ciática; y tampoco se es
feliz cuando la persona que ama uno lo deja para irse con otro. No resulta tan
fácil definir lo que es felicidad. Es un estado de bienestar, de equilibrio,
de ecuanimidad. Feliz se puede llamar al que está todo lo libre que se puede
de neurosis, libre de arrastrar una duplicidad en conflicto con su vida. Para
mí la felicidad es indefinible, pero uno puede ver lo que es felicidad si mira
a los ojos de un niño libre: se ve franqueza, ausencia de todo miedo. Ser uno
mismo también es ser feliz, porque ser uno mismo es ser sincero, y la
sinceridad y la infelicidad son incompatibles. En ciertos instantes cualquiera
puede sentirse feliz... en un baile, en una fiesta, etc. Los actores o actrices
célebres pueden ser felices cuando son aplaudidos; pero se trata de una
felicidad efímera. Creo, sin embargo, que puede haberla, pese al infortunio,
al dolor y a la muerte. Y podría ser identificada con el valor moral, con el
enfrentarse a la vida con una creencia optimista de que la vida es digna de
vivirse.
Yo dudo que la felicidad
tenga algo que ver con la moral. La religión dice: sé bueno y serás feliz; pero
esta máxima resultaría más verídica si le damos la vuelta: sé feliz y serás
bueno. Cuarenta y cinco años de Summerhill me han convencido de que es más
exacto decir esto último. En cuanto a la felicidad es lo bueno que tienen
todos los niños; por ello, es perverso hacerles sufrir sólo para prepararlos
para una vida que muy posiblemente esté vacía de felicidad. Y precisamente
todas las escuelas que castigan y atemorizan al niño se escudan en la creencia
de que no se tiene derecho a ser feliz, de que la felicidad ha de ser
sacrificada por el deber, por la ambición, por el orgullo de los padres o de
los maestros. La educación actual podría ser definida como el sistema que
destruye la felicidad del niño, con sus despechos, con sus materias, con su
recelo, con sus castigos. Todavía existen muchos, muchos padres que piensan que
el niño es algo nacido en pecado y que no tiene derecho a la felicidad, sino
tan sólo a dar gracias por ésta cuando... se arrepiente. Es imposible vivir
atado y feliz a la vez. La necesidad de la felicidad del niño debería ser la
meta en todos los sistemas educacionales. En cuanto a la escuela, ésta debiera
de ser juzgada por los rostros de los pupilos, y no por los resultados
académicos.
Los gangsters jóvenes de
todo el mundo anhelan felicidad; y yo me permito adivinar que la infelicidad en
sus casas o en las escuelas es la causa radical que explica su condición
antisocial. La felicidad que ellos debieran haber disfrutado en su infancia
correspondería a la falsa felicidad que encuentran en dañar; lo que debería
haber sido gozo ha venido a trastocarse en odio y en frustración. Estoy
convencido, por tanto, de que el remedio para la delincuencia juvenil se
encuentra en la felicidad de la infancia; y ya es hora de que esas buenas
personas que siempre han intentado aminorar la criminalidad juvenil concentren
sus esfuerzos en los comienzos, en esos comienzos que a base del castigo, del
miedo y de la carencia de amor tendrán consecuencias nefastas. Y lo que digo
tiene un apoyo práctico: desde sus primeros días Summerhill se encontró con
muchos casos de niños difíciles, y casi todos salieron siendo personas
sinceras simplemente porque fueron amados, porque la libertad les hizo sentirse
felices.
UN RATERO JOVEN ¿ES
SIEMPRE UN NIÑO QUE NO HA SIDO AMADO SUFICIENTEMENTE?
SIN QUERER generalizar,
la experiencia me ha demostrado que eso es lo normal. A todo niño, sobre todo
si se encuentra en una pandilla, se le ha ocurrido robar. ¿Quién de nosotros no
ha estado en un huerto y robado algunas manzanas? Cuando empleo la palabra
ladrón, me refiero al ladrón "crónico", al que prosigue robando
durante años. Mi opinión creo que tiene un fundamento práctico, y es, que
cuando yo daba unos centavos al niño que había robado, le estaba dando un
cariño simbólico; me estaba poniendo de su parte. De suerte que en los días en
que teníamos muchos rateros, esa actitud mía servía de paliativo. Por supuesto
que no había curas dramáticas ni espectaculares; ni nunca hubo curas de este
tipo. Pero sí el inicio de una cura, y no por el mero acto mío, sino por la
certeza de que la escuela en general los acepta tal como son, sin ninguna
censura.
Una señora me escribió
que su hijo pequeño había robado en una tienda y que, siguiendo mi método, le
había recompensado dándole dinero. Me decía que eso le había hecho peor. Le contesté
que a mí me iba bien dar cariño simbólico en forma de monedas; pero que tal
vez el niño lo que deseaba, en lugar de monedas, era cariño. Le aconsejé que
le abrazara cada vez que robase. No llegué a saber lo que pasó al final.
Naturalmente que este
método no siempre es recomendable. Una vez leí esta historia en un libro
americano: El director de cierta prisión envió al presidiario encargado de la
zapatería a varias ciudades a fin de que observara el funcionamiento de
algunas máquinas para fabricar calzado. Este hombre había sido un asesino y un
vividor. Volvió con un informe excelente sobre las máquinas. El director le
dijo:
----"¿Por qué no se
escapó?"
----"No sé; quizá
porque usted confió en mí.”
Creo yo que si el
director, al dejarle salir, le hubiera dicho: "Confío en que
regresará", el presidiario se hubiera evadido; pues por el mero hecho de
decírselo le hubiera estado dando a entender que no confiaba del todo en él.
Usar la ley del talión
con los ladrones viene a ser también una mala cosa. Pues todos los castigos
que el ladrón recibe son totalmente infructuosos; no sirven de nada; no llegan
a las causas a lo único que contribuyen es a atemorizar al niño que ya era
infeliz y temeroso. Y es que el robo carece de lógica, está condicionado por el
inconsciente; sus causas están soterradas, no se manifiestan.
No me parece que sea muy
adecuado para nuestros muchachos delincuentes el tratamiento de "se les
está vigilando". Se les fuerza a adoptar una conducta doble. Se piensa que
si se es sereno con ellos, acabarán siendo buenos muchachos. Y algunos puede
ser que se hagan "buenos", por miedo a la repetición de una
disciplina rígida; pero será imposible que pueda curar a la mayoría, pues no se
tiene en cuenta las causas ocultas, los miedos, las miserias escondidas. Para
los muchachos todo eso equivale a odio; un odio que con ello se va
incrementando. El odio nunca cura.
Una última advertencia a
los padres. Si su hijo roba y usted, por ello, le pega o le manda que se
acueste sin cenar, o le sermonea, corre usted el peligro de convertir a su
hijo, no voy a decir en delincuente, pero sí en un muchacho que sentirá el
efecto de no ser amado. Y es que en realidad no es amado, ya que es imposible
pegar y amar al mismo tiempo.
Ignoro a qué edad el niño
adquiere la idea de lo "tuyo y lo mío". Creo que varía según el desarrollo
del niño. He visto casos en que el desarrollo emocional del niño era posterior
al intelectual. En este caso, por regla general, el niño no procurará ocultar
el robo, pues no hay sentimiento de culpabilidad. "Voy a agarrar la muñeca
que tiene María, porque me gusta." He aquí su única razón: "me
gusta". En tales casos hay que esperar pacientemente a que, por el
crecimiento natural, se desarrolle cierta conciencia social. Castigar sería muy
peligroso en tales casos.
En fin, si ustedes no
quieren que sus hijos roben, denles todo el amor, todo el aprecio y todo el
cariño de que sean capaces.
¿SE DEBE APLICAR A LOS
NIÑOS LA PSICOTERAPIA?
ESTE ES UN PROBLEMA
acerca del cual los expertos difieren profundamente. Yo sólo puedo dar mi
opinión personal. Practiqué el análisis con los niños durante muchos años, pero
más tarde comencé a dudar de su utilidad. Si una persona adulta se siente
neurótica acude voluntariamente al terapeuta; el niño no. Sin embargo, aunque
no niego que los niños que yo traté mejoraron algo, creo que la clave reside en
la libertad. Todo el mundo gusta de platicar con alguien acerca de sí mismo; y,
en mi caso, los pupilos sabían que cualquier cosa que me confesaran era acogida
con comprensión y simpatía. El mero hecho de escucharlos, siendo un acto de
amor, podía ser la razón, de que la terapia los mejorase. Lo que no me explico
es por qué una persona consiente en dejarse analizar por un freudiano, otra
por un jungniano, y otra por un adleriano; todos ellos psicoanalistas, pero con
una interpretación onírica diferente. Lo raro es que suelen mejorar; tal vez
esto se pueda explicar en virtud de cierta transferencia: el sentimiento de
que el terapeuta les está dando el amor que les faltó en sus respectivas
infancias.
Pongo en duda que el
revelar recuerdos dc la infancia sea tan importante como pretende el
psicoanálisis. Pues el hacer consciente la causa de un complejo, no cura, a no
ser que ese descubrir el recuerdo de la infancia implique la misma reacción
emocional que tuvo cuando se produjo el trauma primitivo. La terapia de Reich
implica tal reacción. Aunque demasiado a menudo, la explicación sólo consigue
cambiar el síntoma. Un hombre que padece de jaquecas, a causa de que su padre
acostumbraba golpearle en la cabeza, al serle revelada esta causa le puede
resultar un lumbago. Curioso, pero con mucho de verdad.
Actualmente toda mi
confianza está puesta en la libertad. Esta funciona en casi todos los casos...
y ya aclaré que no puede darse un éxito total con niños que de bebés no han
sido amados. La libertad, no obstante, funciona mejor cuando el paciente es un
niño que ha sido educado en su casa como se le conduce en Summerhill. Pero, por
favor, no me pregunte cómo funciona, pues no sabría responderle. Tuvimos una
muchacha de catorce años, que más de una vez había intentado el suicidio.
Ingresó en la escuela con un rostro duro, voz amarga, mirada recelosa. En nuestras
reuniones de autogobierno, ella siempre votaba por los culpables antisociales.
Al cabo de dos años, salió de la escuela con un cuerpo relajado y un rostro
feliz. No sé la razón. Tan sólo puedo apuntar que cuando un niño se encuentra
en un ambiente en el que nadie le está repitiendo cómo comportarse, todas sus
actitudes positivas instantáneamente empiezan a aflorar. Pudiera dar otros
ejemplos con resultados parecidos.
Reconozco, sin embargo,
que la libertad puede ser más efectiva estando acompañada por la acción -nada
de teoría- del maestro. El mejor modo de ayudar a un niño con complejo de romper
ventanas, es no darle importancia y hasta ayudarle a quebrar más vidrios... lo
cual no es fácil si los padres del niño son pobres. Por fortuna, ese problema
no se presenta a menudo. He tenido en ocasiones -cruzándome de brazos- que
limitarme a observar cómo un niño rompía mi torno de precisión, sabiendo que si
me oponía el niño podía identificarme con su padre, el cual no le permitía
entrar en su tienda. Sacar por otro las castañas del fuego es muchas veces un
trabajo bastante caro.
En cierto modo, todo el
cuerpo de maestros y yo mismo continuamente estamos efectuando terapia, al
estar situados a favor del niño, lo cual es una de las mayores ventajas en la
terapia. Confieso mi ignorancia respecto al uso de las clínicas infantiles,
que por cierto hacen un buen trabajo, pero no veo la causa de que Melaine Klein
abogue porque el niño sea analizado a los cuatro años de edad. El niño que
crece con libertad no requiere ningún análisis. Por cierto que sólo sé de dos
ex alumnos que hayan acudido al psicoanalista; tal vez haya más, pero he
perdido contacto con ellos. Ahora estoy intentando comprobar si los niños que
crecen sin necesidad de ser analizados, serán capaces, a su vez, de criar a sus
propios hijos evitándoles el usual complejo paterno o materno, la culpabilidad
sobre el sexo o el miedo a la libertad. Para mí la terapia es como las drogas
respecto del cuerpo: igual que nuestros cuerpos padecen los males causados por
el pan o el alimento condimentado, abonos artificiales, rayos atómicos,
insecticidas, gases, etc., del mismo modo nuestros estados anímicos padecen de
resabios paternales o maternales, de restricciones y recelos originados en la
terapia analítica que trató de curarnos de las presiones y trastornos originados
en nuestra infancia. La solución en ambos aspectos -el físico y el somático-
está en prevenir los complejos, espirituales o corporales, evitando que se
originen.
CAPÍTULO VIII
OTRAS ESCUELAS
¿QUE INFLUENCIA HA TENIDO
SUMMERHILL EN LA EDUCACION EN GENERAL?
LA RESPUESTA a esta
pregunta va estar permeada por la modestia, y también por la ignorancia. ¿Cómo
podría decir yo el efecto que mis libros han promovido en U.S.A., Japón, Suecia
o Israel? De todos modos diré que no tanto como algunos creen. Porque la idea
en la persona no es estrictamente individual, el Zeitgeist impregna a muchos
individuos de una época. Si Freud no hubiera vivido, quizá algún otro hubiera
hecho sus descubrimientos. Además "Ningún hombre es una isla"; lo
individual sólo es la porción de un todo, y ese todo es el espíritu de una
época. Por otro lado, los descubrimientos son continuamente alterados o
cambiados. En América, el freudianismo ha traído la psicología de Fromm, de
Sullivan, de Horney. ¿Cuántos científicos actuales aceptan lo que un día
propuso Darwin? No hay nada ni nadie que tenga la última palabra, ni siquiera
Summerhill..., modestia aparte. Así, preguntarme la influencia que tiene
Summerhill, equivale a preguntar qué es lo que han hecho por cambiar la
sociedad los apóstoles de la libertad. ¿Quién puede precisar la influencia que
John Dewey tuvo en la educación, en Estados Unidos? L.B. Johnson, ¿era el
caudillo de una lucha por la libertad racial o simplemente seguía a un
movimiento general? Hitler no hizo el fascismo. Pero de no haber existido él,
otro se hubiera afirmado como "Führer". Los caudillos no son más que
tipos como todo el mundo, pero con una cabeza sobresaliente... Un ejemplo muy
concreto de esto fue el caso de De Gaulle.
Con gran frecuencia, me
dicen que Summerhill ha hecho mucho para que otras escuelas sean menos
autoritarias y más humanas. ¿Sólo Summerhill? Me vienen a la mente los nombres
de muchos pioneros: Billy Currey con el Dartington Hall, E. F. O'Neill, Cadwell
Cook con su Plaway, Edmond Holmes, Homer Lane, y, remontándome aún más,
Froebel, Pestalozzi, Rousseau. Y bien, ¿quién puede precisar el grado de
contribución a la educación de Freud, de Jung, de Adler, Reich, Rank, Stekel,
etc.? Summerhill no es más que un pequeño navío en la corriente, navío que,
curiosamente, flota en contra de la corriente. No, no; la influencia no puede
ser medida, a no ser que sea una influencia nefasta: las víctimas de Hitler,
por ejemplo, ascendieron a seis millones de judíos.
Si hay que reconocerle
alguna influencia a Summerhill, me imagino que ésta ha sido casi siempre
modificada. Por ejemplo, muchas escuelas admitieron la libertad, pero ellas la
llamaron libertad controlada, lo que para mí es una contradicción, porque
¿que forma de libertad puede introducir un profesor en una clase estilo
cuartel de cincuenta muchachos? No obstante, incluso bajo circunstancias
adversas, se puede hacer mucho. La incipiente Hill School es una muestra de
ello. Michael Duane se encargó de una escuela a nivel amplio en una zona de
Londres muy dura. Como doscientos muchachos y muchachas estuvieron a prueba;
pero Duane rechazó el uso del palo cuando era instado por los inspectores
oficiales a que lo empleara. En dos años el número de los sometidos a prueba
fue reducido a seis. Esto evidencia que se puede dar amor y no odio incluso en
una escuela oficial; también puede servir como respuesta a aquellos que dicen
que la libertad sólo es factible en internados y entre muchachos de la clase
media.
Es triste considerar que
mucho de lo bueno que se ha hecho por la libertad, ha sido efectuado fuera del
sistema oficial. Al decir esto pienso en los que se han preocupado por los
niños: George Lyward, Otto Shaw, David Wills y otros. Estos hombres están muy
por encima de los que siguen el sistema legal, oficial, que continúa creyendo
que la cura de la delincuencia está en un régimen de vida duro, disciplinado.
Está perfectamente claro que esos hombres que he mencionado no se han inspirado
en Summerhill, excepción hecha de Otto Shaw, quien, hace años, después de
frecuentes visitas a nuestra escuela, decidió establecer una a su modo.
Dudo igualmente que
Summerhill haya tenido algún efecto sobre las escuelas públicas inglesas. Sólo
quisiera que mis libros hubieran ayudado a que algunos profesores eliminaran de
sí mismos esa dignidad tonta y su falsa autoridad. Quisiera haber demostrado
que es mejor para un profesor obtener el amor de sus discípulos que ese respeto
y obediencia insinceros. Me daría por muy satisfecho si hubiera logrado esas
dos cosas.
¿QUÉ OPINION TIENE USTED
DE LAS ESCUELAS "COMPREHENSIVE"?
SÉ MUY poco acerca de
ellas; sin embargo se me ocurre una objeción, y es que son demasiado grandes.
En un pueblo todo el mundo tiene personalidad; todo el mundo es conocido por
sus vecinos, mientras que en una ciudad grande se es parte de una masa
impersonal. Lo mismo sucede con las escuelas grandes, pues en ellas los niños
vienen a ser números. Es imposible en esas condiciones, garantizar un contacto
entre el profesor y el discípulo. En una escuela de 1200 pupilos ¿cómo puede
el director conocer los nombres de todos ellos? Por supuesto que las grandes
escuelas estilo cuartel satisfacen a muchos educadores; son como fábricas
perfectas en las que se rellena la cabeza del niño con tonterías, pese a que
tengan campos de deportes y gimnasios. Es incuestionable que a cualquier niño
le gusta tener una personalidad, ser alguien conocido, tenido en cuenta; y
esto no se puede dar en una escuela grande. Me gustaría ver un plan a nivel
ministerial que echara abajo todas las escuelas grandes de..., digamos de
Londres, y que construyera escuelas fraccionadas en el campo, con algunas
hectáreas de bosques y campos y que llevara a los niños desde la ciudad a la
escuela diariamente en autobús. Esto se podría hacer con facilidad. En Ewell,
Surrey, se han hecho grandes campos de recreo y he visto llegar a ese lugar
cantidad de autobuses cargados de niños que acudían desde Londres a jugar allí.
Sería bastante más fácil
practicar con niños pequeños, aunque se presenta el problema de poder enseñar
a los pupilos ya mayores matemáticas y química a un nivel avanzado en escuelas
pequeñas situadas en el campo. Pero esto no tendría mayor dificultad
disponiéndose de una plantilla completa como en Summerhill, que es, en cierto
modo, una escuela rural con sesenta pupilos entre cinco y dieciséis años. En
nuestra escuela los mayores pueden, si lo desean, efectuar trabajos a un nivel
adelantado, pues disponemos de ocho profesores. Cada niño o niña de nuestro
plantel se siente en sí mismo, parte viviente de una sociedad acogedora. Y yo
me pregunto si este sentimiento de pertenencia puede estar relacionado con el
hecho de que hay más criminalidad juvenil en una ciudad que en un pueblo. En cualquier
ciudad pequeña hasta me aventuro a dejar mi coche abierto, cosa que no haría en
Londres. Claro que puede haber aspectos negativos; pero, en general, los
muchachos de un pueblo son amables con todo el mundo, mientras que los de una
ciudad sólo lo son con los de su barrio.
Me gustaría mucho que
hubiera personas capaces de comprender que cualquier niño de diez años, no es
simplemente un muchacho pequeño que ha de ser disciplinado y modelado por los
maestros y los padres. No; ese niño de diez años posee una personalidad que
busca aprobación, cariño, diversión, juegos. En una escuela pequeña se siente
estimado como persona que es, pero dentro de una multitud se sentirá como un
soldado raso en el ejercito: una unidad, un número. Sugiero por tanto, que un
medio de curar a los delincuentes juveniles, o, más bien, evitar que los niños
se hagan delincuentes, será desglosar las grandes escuelas en pequeñas.
Mencioné el éxito de Michael Duane en una escuela "comprehensive",
pero pienso que el éxito hubiera sido aún mayor si lo que allá hizo lo hubiese
hecho en una escuela pequeña.
Detesto cualquier tipo de
centralismo. Las credenciales locales pierden su carácter al ser reguladas por
un gran sindicato. Del mismo modo pierden su peculiaridad y su valor social los
negocios pequeños al ser absorbidos por los grandes. En un comercio pequeño,
el jefe conoce a Juan y a Pedro y a sus familias; hay un clima de relación
interpersonal, de cordialidad. Pero en los grandes comercios de dependencias
múltiples el contacto entre el patrono y empleado está perdido. ¿Se imagina
alguien al joven dependiente del Woolworth? El centralismo mata lo individual
del mismo modo que la producción masificada mata la artesanía. ¿En qué parte
de Europa o Norteamérica hay un zapatero que se fabrique sus propios zapatos?
El hombre personal está cediendo ante el hombre masa, u hombre con escasa
identidad individual, con escasa iniciativa, porque ¿qué iniciativa se
requiere para pulsar el botón del elevador que nos lleva todos los días a la
oficina? De aquí que sienta recelo ante cualquier escuela grande, sea
"comprehensive" o sea como sea.
LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN
EN SUMMERHILL. ¿PUEDEN SER APLICADOS EN LAS ESCUELAS OFICIALES?
CENTENARES de profesores
me han preguntado eso mismo Normalmente lo preguntan profesores jóvenes. La
respuesta es que, por desgracia, el profesor asistente no puede introducir más
libertad de la que es permitida por el director. Y hablo por experiencia. Ya
hace mucho yo era asistente en la escuela King Alfred de Hampstead; me encontraba
entonces bajo la influencia de Homer Lane y estaba entusiasmado con el
autogobierno. En las reuniones de profesores continuamente abogaba por él,
hasta que por fin el director acabó diciendo: "Está bien, Neill puede
tener autogobierno en sus clases." Yo, entonces joven e ingenuo, acepté.
La consecuencia, naturalmente, fue que el grupo que llegaba de la clase de
matemáticas con disciplina a mi clase de geografía..., bueno, armaba el gran
alboroto. Los profesores de las aulas vecinas protestaron, y, total, que el
experimento y el experimentador fallaron: me marché de allá, ¿o me
despidieron? No recuerdo.
Dentro de una escuela
grande, un profesor joven hallará que es imposible poder cambiar la tradición
y las costumbres de esa escuela; pero esto no quiere decir que tal profesor no
pueda usar la libertad de que sea capaz. Para ello, que empiece poniéndose del
lado del niño; renunciando a imponer cualquier castigo; siendo humano y
alegre. Sin duda que tropezará con muchas dificultades. Tal el caso de uno de
nuestros ex pupilos que, más tarde, llegó a ser profesor en una escuela llena
de muchachos difíciles, el cual me confesó: "Al principio, empecé con las
ideas de Summerhill, pero ya he tenido que dejarlas. Si me muestro amable,
piensan que soy un blando y mi clase se convierte en una especie de
manicomio." Pero este profesor tenía en su clase más de cincuenta muchachos.
Un obstáculo en la
concesión de libertad en una escuela oficial es que casi todos los padres desconfían
de la libertad. Muchos de ellos piensan en la escuela como en un reformatorio.
Me di cuenta de esto hace cincuenta anos, en un pueblo de Escocia, donde tuve
que aguantar una lista de padres enojados: "Mandé a mi muchacho a la
escuela para que aprendiera, no para que estuviera jugando todo el día."
Y así por el estilo...
En Summerhill, en cambio,
todo es más fácil porque los padres están de nuestro lado. En las escuelas
oficiales la tarea principal es aprender materias. La asistencia a clases es
obligatoria; un niño que sea retrasado en matemáticas ha de sentarse allí y
hacerlo lo mejor que pueda. Tiene que haber disciplina y ausencia de ruidos, y
los niños libres hacen un ruido terrible.
En las escuelas
disciplinadas todo está en contra del profesor: el mismo edificio, la falta de
espacio para jugar, el alinearse, en fin, todo el sistema educativo. En algunas
escuelas el profesor que no tiene religión ha de someterse a un período de
instrucción religiosa, aunque en casi todas las grandes escuelas, un profesor
no creyente puede evadirlo. Yo solía hacerlo al convertir el período de
religión en período de canto. Tan es así, que para salvar las apariencias, o
tal vez para salvar mi conciencia, ponía empeño en la canción "Adelante,
soldados de Cristo".
Es algo penoso
confesarlo, pero en una escuela oficial no puede haber auténtica libertad si el
director no está de parte de uno. Infinidad de jóvenes profesores estarían
encantados si pudieran tener más libertad en sus clases; pero como no la
pueden conseguir, se vuelven cínicos y conformistas. La realidad nos demuestra
que no puede haber libertad mientras el sistema educacional disponga cosas
que no deberían implantarse.
¿POSTULARÍA USTED
INTERNADOS PARA TODOS LOS NIÑOS?
AL CONTESTAR esa pregunta
tal vez lo haga con algún prejuicio. El internado es hoy más necesario que
antaño en que las familias numerosas se convertían en una especie de
comunidad. Hoy, dentro de familias reducidas se corre el peligro de que el
niño, careciendo de suficientes compañeros, se sature del ambiente de los
adultos. No está bien que un hijo único se mantenga en un ambiente en el que
sólo toma como puntos de referencia a sus padres, porque podría estar propenso
a envejecerse antes de tiempo. En tales casos, los kindergarten son muy
útiles, si bien no todas las madres que hacen jornada laboral disponen de
tiempo para recoger a sus niños del kinder y volverlos a llevar.
Por supuesto que tengo en
cuenta el punto de vista de los padres y comprendo que es doloroso, durante
ocho meses seguidos, desprenderse de un hijo pequeño. Precisamente ayer una ex
pupila me decía: "Me mandaron a Summerhill siendo demasiado pequeña, sólo
tenía cuatro años. Creo que a esa edad, y todavía unos años después, debería
haber permanecido en casa de mis padres."
Cuando la situación del
hogar lo exige tomamos los niños a la edad de cinco años, siempre que se trate
de niños británicos. No siendo así, aunque ambos padres hagan jornada laboral,
a esa edad evitamos admitir niños de América, ya que consideramos que un niño,
por lo menos hasta los siete años, no debe estar a miles de kilómetros de sus
padres.
No podría yo asegurar si
el futuro está en los internados. Claro que si todos los internados fueran
lugares tan felices como Summerhill, muchísimos niños se beneficiarían de
ello, porque, repito, comprendo los sentimientos de los padres que desean que
toda su familia vaya creciendo dentro del hogar. Un inconveniente que nuestros
ex pupilos encuentran a veces, es la imposibilidad de hallar para sus niños una
escuela local que ni los adoctrine ni trate de moldearlos; ésta es una
dificultad que, no obstante, se debería solucionar poco a poco por sí misma.
Mas por lo que respecta al niño, muchos kinder son excelentes; lo malo estriba
en saber cómo se han de sentir los profesores cuando esos niños se marchan de
ese kinder y los ponen en grados superiores a estudiar en silencio y a estar
sentaditos sin moverse.
Una ventaja que tiene el
internado sobre la escuela de estudio de tiempo completo, es que aquél puede
disponer de su propio reglamento, confeccionado por los mismos niños, mientras
que en las otra no hay nada que reglamentar, pues se pasan todo el día en
clase. Hay que destacar que en las reuniones que periódicamente mantenemos en
Summerhill raramente se mencionan las clases; casi todos los puntos que
tratamos son indiferentes al plano académico y se refieren a: quebrantamiento
de reglas durante la noche, riñas, tomar la bicicleta de otro, tirar alimentos,
meter ruido en períodos de silencio, etcétera. Para mí, el modo de vivir de
esta comunidad es infinitamente de más importancia para la educación del niño
que todo lo que dicen los libros de texto que hay en todo el mundo.
Si realmente tenemos
democracia no se debería esperar hasta los veintiún años para votar, aunque
eso no implica democracia, puesto que ser uno de los miles que dan su voto para
elegir a un candidato no es democracia. Por muchas de estas razones, yo nunca
me comprometería a dirigir una escuela de más de sesenta pupilos. En Summerhill,
ejemplo vivo de lo precedentemente dicho, todos podemos reunirnos en una misma
sala, todos dialogamos, todos votamos; en un gran internado, por el contrario,
no puede darse una reunión con participación conjunta; los votantes y los
delegados pierden el interés y hay el peligro de que los elegidos se conviertan
en un grupo de intrigantes.
Pese a todo, yo doy mi
voto a favor del internado en sí mismo. Que el niño posea su propio ambiente
es algo a que el niño tiene derecho.
¿SE PUEDE COMPARAR EL PROGRESISMO
DE LAS ESCUELAS COEDUCACIONALES DE INGLATERRA CON EL DE SUMMERHILL?
ESTA ES una pregunta a la
cual me niego a responder. Sólo diré que nos reunimos en conferencias
amistosamente y discutimos. Cada uno piensa de sí mismo que es el mejor. Yo pienso
que nosotros tenemos más libertad que ellos; Summerhill es, probablemente, la
única escuela que no tiene clases obligatorias. No, no me voy a poner a
criticar a esas otras escuelas. Al fin y al cabo, si existe honor entre
ladrones, también lo hay entre los asesinos. La mayor parte de ellas están
haciendo una labor muy buena, e incluso la peor está muy por encima de las
escuelas públicas o preparatorias, ya que éstas incluyen en su reglamento el
castigo, el miedo y la modelación del carácter. Al que me ha preguntado esto,
le recomiendo leer "The Independent Progresive School", publicado
por H. A.. T. Child
of Dartington Hall (Hutchinson). En ese libro, quince de
nosotros escribimos acerca nuestras escuelas. Cuando este libro esté a punto de
aparecer, W.A.C. Stewart, catedrático de la universidad de Keele, ha de tener
ya a la venta su libro acerca de las escuelas progresistas. De paso quiero
añadir que no soporto la palabra progresista; prefiero la palabra
avanzada, pues asocio esta palabra de avanzada con un grupo de
seguidores que, machete en mano, se abren paso a través de la jungla para que,
más tarde, unos cuantos aprovechados y explotadores se beneficien del camino
que uno, a duras penas, ha podido abrir... Paralelamente, puedo citar a un avanzado,
a un pionero de Nazareth, que predicó y difundió amor y humanidad; sin embargo,
su doctrina... Bueno, para no ser partidista diremos que todas las religiones
han tenido pioneros, pioneros que al morir dejaron una doctrina que ha acabado
siendo corrompida.
CAPÍTULO IX
MISCELANEA
¿HA TENIDO SUMMERHILL QUE
COMPROMETERSE ALGUNA VEZ?
NATURALMENTE QUE SÍ.
Porque se puede ir un paso por delante del Sistema, pero si se va dos pasos,
puede ser desastroso. Summerhill tiene que atenerse a las leyes del país. Por
fortuna, eso nos resulta fácil. Dudo mucho, pues, que otro Ministerio de
Educación hubiera tolerado que los niños en una escuela se pasen jugando el día
entero. Ya mencionó cómo nos tuvimos que comprometer con respecto al sexo.
Digamos ahora que todas las escuelas oficiales en Gran Bretaña asignan instrucción
religiosa, y, sin embargo, en el ministerio se debe saber que nosotros no
incluimos ninguna enseñanza en ese sentido. Aquí existe un remedio y es, que
cualquier padre, con un hijo en una escuela oficial, puede demandar, si
quiere, que su hijo no asista a la clase de religión. Recibo a veces cartas de
padres que me piden consejo acerca de eso: "¿Debe mi hijo asistir a tales
clases?" Yo les contesto que hagan lo que quieran, pero si consideran que
las clases de religión son nocivas para su hijo, puede contrarrestar esa
influencia cuando el niño se encuentre en casa. Es mejor eso que dar al niño el
sentimiento de un paria; pues a ningún niño le gusta encerrarse en su cuarto
haciendo cuentas mientras que todos los demás están en clase de religión
escuchando la parábola del Hijo Pródigo; eso le haría sentirse demasiado
extraño.
Nuestros pupilos, a causa
de su autogobierno, manifiestan una postura muy sana con respecto al mundo
exterior. Saben que se pueden emplear malas palabras dentro de la escuela, pero
no en el cine o en el café del pueblo; que hay que estar limpio y aseado cuando
se sale al pueblo; y obedecer al código teniendo dos buenos frenos en la bicicleta;
y detenerse cuando el semáforo está rojo. En estas cosas pequeñas nos
comprometemos a demostrar ante el público nuestra urbanidad. Tan es así, que
un profesor muy de izquierda solía no pararse cuando en el cine se tocaba el
himno nacional, actitud que le fue censurada por los muchachos en una de
nuestras reuniones, lo cual no le hizo cambiar de opinión. Pero es una gran
verdad que los niños se sienten incómodos si hacen algo que dé motivo a que
sobrevengan críticas de fuera en contra de Summerhill.
Me complace pensar que no
nos comprometemos en asuntos importantes. Y sobre todo, nunca arriesgando el
derecho que el niño tiene de ser tan libre como la convivencia en una comunidad
lo permita.
A MENUDO MENCIONA USTED
EL SISTEMA. ¿QUE ES EL SISTEMA?
CREO que el nombre fue originalmente
dado a unas cuantas personas encumbradas que controlaban el destino de la
mayoría..., los lores, el primer ministro, los dos arzobispos, los nobles,
etc. Hoy, la significación de esa palabra ha cambiado. Actualmente designa a -grosso modo- a aquellos que
sostienen el status, a aquellos
-no tienen por qué ser políticos- que están anclados en ideas
convencionales de las que no pueden salir.
Nadie que sea
inconformista puede pertenecer al Sistema. Ningún ateo podría ser presidente
de los Estados Unidos; ningún miembro de un partido comunista podría ser
director de alguna escuela pública. La política distinta no cuenta: dudo que la
opinión sobre educación de dos presidentes de partidos políticos opuestos sea
diferente, pues imagino que para ambos educación equivaldría a mejores
escuelas, mejores universidades, mejores laboratorios. Sistema, en fin, no se
identifica con un reducido grupo de personajes, se identifica con cada uno, con
cada persona, pues todo el mundo acaba amoldándose a la generalidad de un modo
o de otro. Por lo que respecta al lenguaje yo mismo soy un miembro más del
Sistema; de suerte que me echo a temblar cada vez que oigo una incorrección
idiomática en un locutor de la televisión.
Por otro lado, el Sistema
es vulnerable; teme cualquier nueva idea que amenace su estabilidad
conformista. Por eso se opuso cuando se exigió la abolición de la pena de
muerte a los que robaban ovejas y cuando se reclamó el derecho de votación para
las mujeres. El Sistema hubiera preferido que continuara en vigor la pena de
muerte, que al criminal se le castigara y no que se le tratara como a una
persona enferma. De todos modos, puedo tener la satisfacción de decir que en
Gran Bretaña el Sistema es más bien tolerante; de otro modo, una institución de
por sí rebelde como Summerhill hubiera tenido que ser clausurada desde hace
tiempo. Creo, en fin, que los sistemas más intolerantes se pueden encontrar en
Rusia, Sudáfrica y España.
¿QUE SE HACE EN
SUMMERHILL CON RESPECTO AL USO DEL TABACO?
DURANTE muchos años
concedí plena libertad al respecto: cualquier niño podía fumar. Sin embargo,
me atrevería a precisar que no llegaba al 40% el porcentaje de ex pupilos que
fueron fumadores. Después, más tarde, cuando sobrevino el rumor de contraer
cáncer, consideré que había que imponerse y lo prohibí a los menores de
dieciséis años, siendo naturalmente consciente de que a escondidas se fumaba en
el baño y dormitorios. En el autogobierno, mi esposa y yo hemos tenido que
erigirnos en autoridades en asuntos de salubridad; nunca hemos permitido que
un niño con algo de fiebre saliera a la calle en un día frío. Un inconveniente
en esto del tabaco, consiste en que a algunos niños les permiten fumar en su
casa. Por eso resulta difícil fijar reglas al respecto. Las reglas rígidas
siempre hacen más apetecible lo prohibido. Tan inútil es apelar a la razón del
niño, como insistir diciéndole que si fuma puede contraer más tarde cáncer
pulmonar; y es que el niño no puede ver más allá del mañana, aunque, a juzgar
por la elevada venta de cigarrillos, muy pocos adultos pueden hacerlo. Algunas
escuelas tienen prohibido terminantemente el uso del tabaco, por lo que los
profesores que fuman han de hacerlo en sus habitaciones, no ante los niños.
Pero sé, sin embargo, que no menos de las tres cuartas partes de mi plantilla
fuma, incluyéndome yo mismo con mi pipa. También recuerdo que después de un
viaje a Rusia que hizo un antiguo profesor mío, me decía: "Estuve a punto
de ser linchado por ofrecer unos cigarrillos a adolescentes; después me dijeron
que hasta los veintiún años no podían fumar." Eso era en Moscú, tal vez
en el resto de la nación esa ley no escrita no era observada.
Respecto al alcohol no
solemos tener problemas; la bebida carece para los niños de la atracción que
tiene el tabaco. El problema suele presentarse, cuando un visitante, abusando
del hecho de encontrarse en una escuela "libre", trae alguna botella
de whisky o de ginebra y se la entrega a los niños. Por eso precisamente he
prohibido a dos de estos seductores que vuelvan otra vez. Pues sé de muchos
alcohólicos cuyo vicio se remontaba a su infancia.
El problema del uso del
tabaco en los niños se acrecienta si consideramos la gran propaganda de
cigarrillos que existe en todos los medios de difusión, problema a considerar,
aunque en verdad yo no sé el efecto que el cese de los anuncios de cigarrillos
en TV podría tener, quizá fuera mínimo. Porque si millones de padres fuman,
siempre será muy difícil persuadir a los niños de que el tabaco es dañino.
Pero, en consecuencia, también debiera prohibir que mis pupilos consumieran
todos los productos que compran en las dulcerías. Pues por lo que yo sé, una
paleta puede contribuir tanto como un cigarrillo a la formación del cáncer. La
lista de prohibiciones podría ser interminable: el pan blanco es perjudicial
para la salud, los refrescos pueden ser dañinos y... El problema viene a ser
de lo más difícil.
MI ESPOSA SUFRE DE UN
CANCER FATAL MUY AVANZADO. ¿DEBERÍA ESCRIBIR Y DECIRSELO A MI HIJA?
Su HIJA TIENE trece años.
Mi esposa ya la ha ido preparando para ese golpe, diciéndole que su mamá está
gravemente enferma y que cuando la noticia de su muerte llegue, la reciba con
tranquilidad. Muchos padres se ponen nerviosos, no sabiendo cómo explicar a
sus hijos alguna muerte. Los profesores míos, como no tienen ninguna religión,
son incapaces de decir a los niños que papá se ha ido al cielo y que allí los
va a estar esperando. Creo que muchos padres sobre valoran la ignorancia
infantil. Cualquier niño ha visto en la carnicería animales muertos. La muerte
les inspira más curiosidad que impresión. Siendo yo director de una escuela
rural en Escocia, en una ocasión, al tocar la campana no acudió ni un solo
niño; busqué por todo el edificio y no encontré a nadie; estaban todos fuera
viendo cómo un campesino mataba un caballo enfermo. Añadamos que de pequeños,
mi hermana y yo acostumbrábamos vagar a lo largo de la orilla del mar para ver
si el reflujo dejaba al descubierto el cadáver de algún marinero ahogado. Creo
que aún hoy, si tuviera lugar una ejecución en público, las personas que se
congregarían serían quizá incontables.
Pienso además, que la
mayoría de los niños no sienten un miedo real por la muerte. Al respecto, una
niña de quince años expresó: .... . de lo que tengo miedo es de no vivir;
quiero ver y hacer tantas cosas...". Esta es una actitud saludable. Aunque
todos sabemos que vamos a morir, todos nos resistimos a pensar en ello, incluso
cuando sabemos que no nos quedan más que unos cuantos años más. El terror
mundial por una guerra nuclear se basa en el miedo a no seguir viviendo, no en
el miedo a la muerte.
En mi concepto, pues,
creo que no hay necesidad de preocuparse acerca del conocimiento que el niño
pueda tener de la muerte. Ni sé de ningún libro que trate de la relación entre
el niño y la muerte. Bueno, sí; mi amigo Budda Leunbach publicó en Copenhague
un folleto: "Mor hvor er de döde henne?" (Mamá, ¿qué
les ocurre a las personas que se mueren?) Es un buen estudio, que dudo se haya
traducido al español.
¿QUE ES LA SOCIEDAD
SUMMERHILL Y QUE ACTIVIDADES TIENE?
LA SOCIEDAD fue fundada
hace algunos años por algunos padres y ex pupilos. Su objetivo es
fundamentalmente financiero, pues cuando fue fundada la escuela se encontraba
sin un centavo; sólo salió del apuro cuando empezaron a invadirnos pupilos
americanos, en 1960. La Sociedad ha hecho mucho por la escuela. Sin haber
cooperado con grandes sumas de dinero -los que creen en la libertad no suelen
ser muy ricos-, han contribuido lo suficiente como para pagar cosas de necesidad...
Ayudaron a instalar calefacción central, máquinas para la limpieza, repuestos,
etc. Y en mi octogésimo aniversario, emprendieron una subscripción y me
regalaron un automóvil nuevecito..., un Vauxhall Viva, un coche excelente, el
primero que he estrenado. La Sociedad publica una revista mensual,
"Id", que con cada número mejora. Organiza subastas de objetos,
bailes, conferencias; en suma, se trata de una buena institución a la que toda
mi plantilla, mis pupilos y yo estamos profundamente agradecidos. El secretario es N.P.
Catchpole, Solicitor, 53 Stratton Street, Piccadilly, London, W.1. Me gustaría nombrar aquí a varias personas que con su trabajo han
contribuido a que la Sociedad haya triunfado, pero nombrar suele equivaler a
hacer distinciones insidiosas; pero, de todos modos, me siento obligado a citar
a Josie y David Caryll que tantas colectas y bailes han organizado.
¿TIENE LA VIDA ALGUNA
META?
OH, ¿QUIÉN puede
contestar a una pregunta de este calibre? ¿Quién sabe? Creo que no tiene
ninguna respuesta. Las personas se proponen fines: ser mejor en el golf, llegar
a ser una actriz, pero ¿qué fin se puede proponer un perro? Sólo subsistir y
reproducirse, y éstos son objetivos inconscientes. Ya se ha pasado el tiempo en
que creíamos que la Divina Providencia era la que había dotado al tigre con
rayas en su cuerpo para pasar desapercibido en la selva, o que Dios era el que
había pintado las flores con bonitos colores para que las abejitas vinieran a
posarse en ellas. El único objetivo de la vida es subsistir. Yo no veo la
razón -y creo que nadie la verá- de que un cristiano o un mahometano devotos
puedan creer en una finalidad divina, después de saber que seis millones de
judíos fueron asesinados. Sin embargo, es curioso destacar que oí hablar de un
hombre al que le preguntaron si él firmaría una protesta contra las bombas
nucleares, el cual replicó: "No. Si Dios ha dispuesto que el mundo sea
destruido, ¿qué puedo hacer yo contra Él?" Francamente, estaría dispuesto
a creer que el destino del hombre está determinado por una fuerza exterior
antes que creer que el hombre no es dueño único de su alma. El que Dios tal vez
esté en los cielos no implica que todo tenga que estar bien en este mundo. La
cuestión, en fin, es ésta otra: ¿cómo empezó el mundo? Ambas cuestiones son
imposibles de responder con convicción y conocimiento. Pero, bueno, yo no soy
un filósofo, sino tan sólo un maestro de escuela.
¿QUE PUEDO HACER PARA QUE
MIS PUPILOS TENGAN UNA MENTALIDAD INTERNACIONAL?
(De un profesor
americano)
DUDO MUCHO que se pueda
hacer algo, sobre todo en Norteamérica. Este país, no obstante la
conglomeración de razas que lo ha constituido, es un país provinciano. Hay
norteamericanos que, escribiéndome regularmente -con muy buena intención-, me
remiten dentro del sobre otro sobre dirigido y sellado con timbres americanos,
creyendo que tales timbres valen en todos los países. De mí puedo decir, en
efecto, que, desorientado, me pase como dos horas desde Jersey City a Forest
Hill en Long Island; no había ni un indicador en todo el trayecto. Por el
contrario, en el metro de Londres si uno sabe leer resulta imposible
extraviarse. El caso, pues, resulta al fin bastante comprensible: Gran Bretaña
forma parte de un continente plurilingüe, y los Estados Unidos no.
Mas aun así, todavía sigo
dudando si Gran Bretaña puede desarrollar una mentalidad internacional en sus
escuelas. Summerhill ha tenido americanos, suecos, daneses, alemanes,
holandeses, franceses; todos ellos aprendían el inglés y se adaptaban a
nuestro régimen de vida; pero ninguno de nosotros intentó aprender sus idiomas
o adecuarse a su manera de vivir... o a sus comidas. Cuando nosotros estuvimos
en la Escuela Internacional de Hellerau, Dresde, desde 1921 hasta 1923, y más
tarde en Austria, no nos quedó más remedio que aprender alemán y adaptarnos a
la dieta y a las costumbres de los alemanes..., de suerte que durante el
verano, tenía que dar clase a las siete de la mañana, lo cual me resultaba muy
molesto.
La experiencia de
Hellerau constituye quizá la época más fascinante de mi vida. En la Escuela
teníamos pupilos de todas las nacionalidades. excepto de la española. Había
tres departamentos: la escuela de baile. .. con el edificio especialmente
construido por Jacques Dalcroze; el departamento de alemán, en parte
internado; y el departamento internacional, a cuyo frente estaba yo. Recuerdo
aquellos días con tristeza, pues muchos de nuestros pupilos eran judíos y deben
haber acabado todos en la cámara de gas.
Había asimismo
divergencias de opinión bastante... ruidosas. Los alemanes y yo diferíamos
profundamente acerca de la educación. Ellos apuntaban a una elevación
espiritual. Los profesores tenían que ser modelos para los pupilos; hasta tal
punto que si un profesor estaba fumando, escondía rápidamente la pipa al ver
acercarse a un pupilo. Entonces eran los días dorados de los
"Wandervögel", grupos de jóvenes, así llamados, que cantaban viejas
canciones e interpretaban danzas populares, que rechazaban el tabaco y el
alcohol, pero que mantenían una postura libre ante el sexo. Todos eran
idealistas y posiblemente muchos de ellos, cifraron su idealismo en Hitler.
También allí
practicábamos el autogobierno; pero era más teórico que práctico, motivo por el
cual entonces no me convenció. Me acuerdo que al terminarse una reunión en la
que el caballo de batalla era la limpieza en las aulas, yo agarré una escoba y
me puse a barrerlas, mientras que tres de los pupilos que con mayor energía se
habían pronunciado a favor de la limpieza en la reunión, se sentaron mirando
como yo trabajaba. Lo que no me impide reconocer que situaciones parecidas las
he tenido que ver en Summerhill.
Existía en Hellerau una
mentalidad cosmopolita y abierta. No había antisemitismo; fuéramos rusos,
polacos o ingleses éramos uno para el otro: hombres. No podría precisar el
efecto que la Escuela tuvo en los pupilos; tan sólo puedo hablar del efecto
que ejerció sobre mí: me hizo internacional en mi modo de pensar, de sentir; y
eso sin disminuir mi apego a Escocia o a Inglaterra. Tal vez lo que yo
adquiriera fuese algo intangible, un sentimiento de fraternidad universal, que
es imposible de concebir permaneciendo siempre en casa. Y más tarde, cuando en
Tempelhof, Berlín, soportaba los discursos de Hitler, no experimentaba ningún
resentimiento contra los alemanes, ni tampoco cuando supe de las barbaridades
de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero no me ilusiono con
el internacionalismo. No creo que sea nunca firmada una paz mundial en virtud
de un centenar de escuelas internacionales. Los factores que provocan las
guerras son muy independientes; y aquellos que se esfuerzan por una paz mundial
nada pueden hacer para dominarlos. Pensando en ello me viene a la memoria lo
que dije en una conferencia en Estocolmo: "Ustedes los suecos acuden a
oír lo que se dice acerca de la libertad en las escuelas, pero jamás hacen algo
positivo al respecto. Sus escuelas son como fábricas, en las que se prepara a
los niños para aprobar los exámenes. ¿Por qué no tratan de remediarlo?"
Un profesor se levantó:
-"Los hombres que controlan nuestro sistema de educación no acuden a
escuchar sus conferencias."
Lo mismo ocurre en los
asuntos internacionales. Hoy el mundo es un conglomerado de odio, de matanzas...
Vietnam, Cercano Oriente, India, Pakistán, Sudáfrica, Irlanda, etc., y en todo
el mundo se quiere la paz. ¿Por qué millones de personas trabajadoras
-fontaneros, albañiles, maestros- matan a sus semejantes en guerras? Ninguno
de ellos quiere ser asesino, nadie desea las guerras. La paz sólo sobrevendrá
cuando sea abolido todo nacionalismo y toda codicia por petróleo o por oro. Los
hombres que perecieron en la guerra de los Boers, ¿murieron por el honor de
Gran Bretaña o por una serie de beneficios en oro y diamantes? Quizá uno de
los rasgos más desconcertantes de la persona humana es su capacidad para sacrificarse
por objetivos de los cuales no está consciente o desconoce. Sesenta millones
de alemanes secundaron a un demente. Miles de ciudadanos norteamericanos
serían capaces de gritar: "Antes la muerte que el comunismo..." Si
alguien ataca al comunismo, lo menos que tiene que hacer es probar que el
capitalismo es mejor, que da más bienestar a mayor número de personas. La
verdad es que no puedo entender la alarma y la ira que la sola palabra
comunismo provoca en Norteamérica. La diferencia esencial entre ambos sistemas
estriba en que uno permite la ganancia y el otro no. Ambos sistemas, sin
embargo, moldean a sus niños en la escuela y en el hogar; ambos fomentan el
nacionalismo; ambos creen que la paz depende de la bomba H. Ambos inhiben a la
persona; un ruso no puede comprar un diario occidental; y un norteamericano no
se puede llamar a sí mismo comunista. Uno no puede plantarse en medio de la
Plaza Roja y gritar contra el sistema comunista; ni tampoco un negro de
Alabama puede entrar en una escuela de blancos. Y las jerarquías que detentan
el poder no es probable que se dejen influenciar por los éxitos de Pestalozzi,
con sus escuelas en Suiza.
Por tanto, y contestando
en lo que puedo a su pregunta, joven profesor americano, inténtelo y haga lo
que pueda; lo otro sería apatía, dejar que continúe el proceso de una
civilización enferma.
¿QUE PIENSA USTED DEL
DINERO?
¿QUÉ ES lo que piensa todo
el mundo del dinero? Depende de la edad. Cuando uno va envejeciendo, el dinero
significa cada vez menos. Yo nunca deseo comprar nada, ni siquiera mirar a los
escaparates. El dinero conlleva las comodidades, pero no siempre la felicidad.
¿Quién ha visto que el propietario de un Rolls-Royce tenga una cara más feliz
que el que nos pide que lo llevemos en nuestro coche? El dinero quiere decir
mucho para el joven. Al muchacho el dinero le quema en el bolsillo; por eso
resulta inútil recomendar a un niño que ahorre; él nunca piensa en el mañana,
lo cual no deja de tener su sentido práctico en estos tiempos en que se habla
de bombas nucleares.
Generalizando, siempre se
puede decir que existen dos posiciones de interés respecto al dinero. Siendo
yo estudiante, gané 40 libras, que entonces era mucho dinero, en un concurso
periodístico. Pues bien, lo metí en el banco, y me pasé los días restantes de
escuela sin tener que trabajar. Por el mismo tiempo, un compañero heredó 150
libras de una tía. Celebró una fiesta y entre champaña y otras cosas, se gastó
todo el dinero en una noche. Así, pues, cabe afirmar que casi todos los niños
toman una actitud respecto al dinero, incluso los niños escoceses. ¿Pero, por
qué hemos de hablar de ello? Al fin no es más que dinero.
Hace poco, un visitante
me preguntó si yo escribía mis libros por dinero. Mas yo no creo que haya
alguien que haga algo creativo por dinero. Cuando un pintor, por ejemplo, pinta
un cuadro no piensa en el dinero. Yo nunca pienso en el dinero cuando escribo;
se escribe porque uno se siente impulsado a ello, pero el motivo nunca aparece
definido. Pues en mi caso particular, ni pretendo que los demás piensen como
yo acerca de los niños, ni tengo interés en ver mi nombre impreso. (Barrie
llegó a decir que la obra maestra de la literatura era el nombre impreso de
uno; pero Barrie tenía un complejo de inferioridad muy marcado). Sean cuales
sean los motivos por los que escribe uno, el dinero no es uno de ellos. En los
cincuenta años que llevo escribiendo, raramente he preguntado al editor cómo
iba la venta de algún libro mío.
No quiero dar a entender
que soy indiferente al asunto financiero, pero quiero hacer constar que
cualquier pensamiento de dinero es posterior a la realización de una obra. Me
imagino que esto puede ser válido hasta para los escritores de fotonovelas.
EN SUMMERHILL, ¿SON
CAPRICHOSOS CON LA COMIDA?
Si SER CAPRICHOSO quiere
decir ser vegetariano o estar masticando un bocado sesenta veces antes de
tragarlo, no somos caprichosos. Nos esforzamos por dar una dieta completa y
variada. Ya dije antes que en Summerhill siempre se ha usado el pan integral,
pero que ahora algunos niños prefieren el pan blanco. A veces tardan en
acostumbrarse a algunas de nuestras comidas; todo depende de aquello a que ha
sido habituado el niño en su casa. La comida debe ser algo importante. Tomemos
como ejemplo que el propietario de un Rolls-Royce no emplea combustible
corriente. Pero de todos modos, creo que yo no soy la persona adecuada para
hablar acerca de comidas. Mi padre murió a los ochenta años, habiendo comido
durante toda su vida alimentos perjudiciales: mucho pan blanco, muchas papas,
muy poca fruta fresca. Hasta que se encontró en el lecho de muerte no había
necesitado un médico. Creo, sin embargo, que hemos de dar a nuestros pupilos
alimentos con el mayor contenido de vitaminas posible. En Summerhill, en fin,
nunca son frecuentes los catarros o las diarreas. La respuesta más ilustrativa,
para acabar, es que los visitantes y los pupilos elogian la dieta que seguimos
en Summerhill.
¿LOS PROFESORES DE LA
PLANTILLA SON ALGO EXCENTRICOS? ES DECIR, ¿LLEVAN SANDALIAS Y SE DEJAN CRECER
LA BARBA Y EL PELO?
ESTA PREGUNTA viene de
una alumna, tal vez de una fan de los Beatles. No sé exactamente lo que es un
excéntrico. Ninguno de nosotros es modelo; los hombres usan pantalones jeans
y suéteres, y, muy raramente, camisa y corbata. Las mujeres suelen... un
momento, no sé lo que ellas lleven puesto, pues no soy muy buen observador.
Sólo me fijo en las caras y en los ojos; pero creo que las profesoras van
mejor vestidas que los hombres. Algunas se pintan los labios, y otras, las de
más edad, si usan cosméticos lo hacen de tal modo que un hombre en situación
normal no repara en ello. No, no somos excéntricos en el vestido, somos tan
sólo un grupo de personas que no cifran lo más importante en el modo de
vestir, o en el porte. Eso contribuiría a llevar una vida pobre. Si yo compro
un traje de vestir por 8 libras, otro profesor de una escuela oficial lo puede
comprar, para el mismo uso, cuatro veces más caro. En este momento se me
ocurre que un excéntrico en la ropa puede ser aquel que lleva bordada una
mariposa en el sombrero, pero como en Summerhill nadie lleva sombrero, concluyo
que la palabra de estrafalarios o excéntricos en el vestir no nos va.
EL LIBRO DE WILLIAM
GOLDING, "EL SEÑOR DE LAS MOSCAS", ¿NO EVIDENCIA QUE LAS OPINIONES
DE USTED ESTAN EQUIVOCADAS?
AL CONTRARIO, demuestra que todos los
postulados del Sistema son falsos. Permítame citar unas líneas que yo mismo ya
había escrito en "El Maestro": "Muchos clamarán: 'Lo sabía,
sabía que los niños nacen en pecado y que sólo se civilizan median te la
disciplina y la aspiración a cosas elevadas'." Tome unos cuantos muchachos
y moldéelos desde que llegan a la cuna; suprima su energía natural, su
curiosidad y cárguelos con el peso de las asignaturas imbéciles, de charlas
moralizantes, con la práctica de la religión, con el castigo, etc.; en suma,
trunque sus vidas jóvenes; ¿y qué pasará? Pasará que cuando se encuentren
libres de la vigilancia del adulto, se pintarán los rostros en señal de guerra
y se pelearán unos con otros. Es significativo, por tanto, hacer notar que los
gangsters más sobresalientes fueron seminaristas. De igual manera, o en razón
de lo mismo, si a un perro se le tiene encadenado, al soltarlo se vuelve
rabioso.
Personalmente, considero
que ese libro demuestra que el modo de educar a los niños en Gran Bretaña está
equivocado y es peligroso. La isla enferma, representada en el libro, viene a
ser Gran Bretaña. El odio que hay en los niños blancos de los Estados del Sur,
en Norteamérica, o el odio de los surafricanos hacia el indígena, es comparable
al odio que hay en los pequeños niños de que nos habla el autor del libro, odio
nacido de la represión a que se les somete. Golding -ignoro si estaría
consciente de ello- condena en su libro todo el sistema educativo actual; y
esto no es pura teoría, es una creencia basada en la experiencia de medio
siglo. Pudiera muy bien haber introducido Golding en su libro alguna muchacha
para que dulcificara esos corazones tan llenos de odio, pero quizá una muchacha
hubiera podido estropear la tesis del libro, o sea: que los niños llegan al mundo
en pecado y sólo pueden ser redimidos por la disciplina. Aunque no hubiera
estado mal que alguna muchacha se hubiese incorporado a la pandilla.
Golding ha centrado su
tesis en los niños con problemas. Al parecer, él nunca ha visto niños libres
de toda modelación de carácter, niños que lograron cariño en lugar de odio,
niños que fueron rodeados de bondad, de tolerancia. Los muchachos Que él
describe son los que salen de escuelas-cuarteles. Muchachos que al salir de
allí, se sienten libres de las aburridas asignaturas, libres de las odiosas
restricciones de la escuela. Muchachos que creen que al fin van a poder ser
ellos mismos y que, de hecho, son ellos mismos: pobres criaturas con emociones
truncadas, con la fantasía pervertida, sin cultura.
Cierto que -siguiendo el
esquema de Golding- los isleños bajo la jefatura de Ralph y Piggy intentan
establecer una comunidad con autogobierno, pero Jack, el gallito, el Hitler,
ansía el poder, circunstancia que no se suele presentar entre niños libres de
la disciplina. En mi escuela, el líder no es secundado; y me atrevo a
conjeturar que si Summerhill fuera trasplantada a una isla, el gobierno
comunitario subsistiría, aunque no hubiera ningún adulto entre ellos.
Una diferencia entre los
muchachos que presenta Golding y los míos es que aquellos parecen no poseer mucho
sentido comunitario; ni siquiera conocen sus nombres, mientras que los pupilos
más veteranos de Summerhill toman siempre una actitud de protección con los
niños mas pequeños. Jack, el dictador, es el cabecilla del grupo coral, el
cabecilla de los muchachos que acostumbran rezar, la súper-autoridad sobre
todas las pequeñas autoridades. La isla de Golding está llena de "ruidos
huecos", llena de odio y de miedo. Cualquier niño, cualquier adulto, puede
sentir miedo en una isla, pero yo estoy seguro de que únicamente aquellos que
han sido enseñados a odiar y a temer a la vida, son capaces de manifestar su
temor con sangre, con el crimen. A los muchachos nunca se les ha dejado jugar,
manifestar sus fantasías en forma de juego. Los miles de individuos que gritan,
líenos de odio, en los encuentros de fútbol o de boxeo se pueden encuadrar en
la misma categoría.
Es interesante destacar
que Piggy, procedente de la clase obrera, que tal vez en su vida nunca había
jugado en equipo, es el único que demuestra inteligencia e iniciativa. Y a
propósito, si todos los muchachos se vuelven salvajes, ¿por qué no ni Peggy ni
Ralph? Esa obra bien podía haber sido escrita décadas antes de que aparecieran
Freud, Lane o Aichhorn. Es un libro que no deja entrever la esperanza. Pensar
que lo que dice Golding es cierto equivale a pensar que todos somos unos
miembros potenciales de la Gestapo, que todos somos unos verdugos de judíos,
linchadores de negros; y, en efecto, se habría de pensar, en ese caso, que
todos somos unos criminales reprimidos por la presencia de la policía, de los
profesores, de los padres. La moraleja sería que, al fin, lo que todos
necesitamos es una especie de Billy Graham para que redima nuestras almas
corrompidas.
No, ninguna persona nace
perversa; son los otros, los mayores, quienes le pervierten. Disciplinar al
niño, moldearlo, ¿no es una perversión? La debilidad de la persona humana es su
propensión a enseñar; el hombre hizo a Dios a su propia imagen, porque él
piensa que es un dios, sabio, poderoso, omnipotente. A los niños, pues, les
toca ser las víctimas, que han de ser formadas a su propia imagen. Y a causa de
que el niño tiene una naturaleza sumisa, casi todos prestan oídos a ese dios
terrenal y acaban siendo ciudadanos respetables. El reformador, el pionero que
se revuelve contra el viejo Sistema educacional es un gusano, un gusano que si
tiene vértebras le llaman anormal; es decir, hay que ser un gusano invertebrado
para no protestar contra la destrucción, contra el odio. La criminalidad juvenil
no es, por tanto, más que un intento de reforma fracasado.
El libro "El Señor
de las Moscas", hace palmario el hecho de que una moralidad impuesta
tiene efectos contraproducentes. De forma dramática, muestra que un mundo
moldeado viene a ser un mundo enfermo. Niños libres, no moldeados jamás, no
hubieran podido tener el odio necesario como para volverse salvajes.
ESTOY EN MI SEGUNDO AÑO
DE UNIVERSIDAD; PERO ESTOY TAN HARTO DE LA ESTUPIDA DOCENCIA Y DE LA DISCIPLINA
A QUE ME SOMETEN, QUE LO VOY A DEJAR. QUIERO SER PSICOLOGO DE NIÑOS. ¿CREE
USTED QUE HAGO BIEN?
ESTA MISMA pregunta,
aunque con formas diversas, ya me ha sido planteada docenas de veces. Cuando
la contesto, en lugar de aconsejar, me limito a dar los pros y los contras.
Los contras aparecen muy claros. Porque si usted no obtiene su título ¿cómo va
a poder llegar a relacionarse con niños? Nos guste o no nos guste estamos en
las manos de las autoridades, que son las que disponen, y si no aceptamos sus
disposiciones nos arriesgamos a que nos prohíban la práctica del trabajo que
deseamos hacer algún día. Es ilógico que un estudiante de medicina diga:
"Quiero ser médico, pero la clase de anatomía la tengo por una pérdida de
tiempo." Si uno desea de verdad hacer algo, antes ha de soportar lo mejor
que pueda aquello que aparentemente tenga por innecesario. Yo, por ejemplo,
estudiaba en la Universidad materias aburridas, inoperantes y mal definidas, pero
sabía que sin ello no podría obtener el título que necesitaba.
Frecuentemente he admitido
a profesores que no estaban cualificados de modo oficial; siempre les
recomendaba que fueran por un tiempo a alguna universidad para que obtuvieran
algún título, en razón de que es necesario conocer el Sistema para poder
combatirlo. Sólo en calidad de consejo, a tales estudiantes suelo decirles:
"Si quieren subir muy alto, tengan las agallas suficientes para no tener
que agacharse." He conocido buenos artesanos que por no poseer
certificados oficiales, no pudieron obtener buenos empleos. Muchos jóvenes de
hoy suelen adoptar una postura de desafío bastante falsa. Tan falsa que ponen
en peligro sus propias carreras. Conozco a un muchacho que perdía todos los
empleos porque a todas partes iba diciendo que era comunista. Naturalmente que
no le cesaban por sus ideas políticas sino por su exagerada jactancia
ideológica. Le advertí que no fuera tan tonto como para continuar proclamando
sus ideas políticas. Se trataba de un ingeniero excelente, y, sin embargo, he
oído decir que ahora es un obrero. El no fue pupilo en Summerhill. La realidad
nos lleva a que no deberíamos ni mentir, ni espetar verdades como puños. Me imagino,
por tanto, una entrevista para una solicitud de trabajo, cuyo solicitante es un
apasionado partidario de la verdad:
-Y bien, ¿cuáles son sus
hobis, señor Pérez?
-Espiar los cuartos de
baño a través del agujero de las cerraduras, escribir cosas feas en las
paredes de los baños, etcétera.
¿Cuántos de nosotros
encontraríamos empleo si dijésemos toda la verdad acerca de nosotros mismos?
Por tanto, aconsejo a la
juventud: Sé un hipócrita consciente respecto a los asuntos sin importancia.
Los asuntos importantes... tu ambición, tus ideales, mantenlos guardados hasta
que se presente la oportunidad para hacerlos públicos. En la escuela, en la
universidad, procura que todas esas cosas que no te gustan, no te hagan apartar
de tus fines. Si no eres capaz de encararlas, ¿por qué vas a ser tan iluso que
llegues a pensar que podrás con las cosas más grandes que se presenten? Pero
tengan en cuenta también esto: No caigan, es decir, no trastoquen los valores.
En resumen, espiritualmente jamás se unan al Sistema.
¿TIENEN LOS PUPILOS DE
SUMMERHILL SUFICIENTE EXTENSION DE CAMPO, PARA PODER SATISFACER SUS ANSIAS DE
AVENTURA?
SÍ y NO. Eso depende
del niño. He tenido muchachos que encontraron los alrededores demasiado
estrechos para ellos, incluso el caso de un muchacho aventurero que enviamos a
Texas para que cabalgara todo lo que quisiera; remedio mediante el cual volvió
convertido en un buen jinete y en muchacho más calmado. El clima, por otra
parte, nos impone muchas limitaciones. En Austria, por ejemplo, dependíamos de
los "skis" -nosotros pronunciábamos "shees"- durante todo
el invierno. Muchos, por supuesto, hubieran preferido tener facilidades para
remar o escalar, esquiar o patinar; pero en Suffolk no había rocas para escalar,
e incluso cuando había nieve, no era posible esquiar en una tierra llana. Claro
que podíamos haber remado en el mar, que se encontraba a dos millas, pero, a no
ser que estuviéramos organizados por marinos expertos, hubiera resultado difícil
dormir por la noche.
Con frecuencia, he soñado
con una isla a lo Robinsón Crusoe, en donde los muchachos pudieran tener
aventuras a su gusto; pero, a la vez, me parece que se morirían de
aburrimiento. Considero que organizaciones como los Boy Scouts o el Outward
Bound son teóricamente buenas, pero las puede limitar el hecho de que
tengan un jefe, un Scout Master. Una vez tuve uno de ellos, era un tipo
lleno de energía: "Vamos, chicos, construyamos un barco" -les dijo
una vez-. Mis muchachos, empero, no obedecieron su sugerencia, sencillamente
porque están acostumbrados a decidir por ellos mismos lo que quieren hacer. A
los niños libres no les gusta estar bajo el mando de jefes. Naturalmente que
nadie piensa en quitarles valor a estas organizaciones, pues lo tienen, y
grande, sobre todo cuando sacan al campo a los muchachos de la ciudad. Tampoco
tengo idea respecto a si ellos tienen alguna especie de autogobierno. Pero sí
estoy seguro de que si alguien ha exigido cierta actividad al día en tales
organizaciones, esa exigencia no procedió de ningún muchacho.
Hablando de este tipo de
organizaciones, contaré una anécdota:
Hace casi cincuenta años,
mientras almorzaba con Sir Robert Baden-Powell, le pregunté si había oído lo
que se contaba acerca de él... Se decía que cierta medianoche se dio cuenta de
que no había hecho durante el día ninguna buena acción; de repente le vino una
idea..., abrió la jaula y favoreció al gato con un sabroso bocado: el canario.
Recuerdo vagamente que, al decirle esto, su cortés sonrisa fue bastante fría.
Una aventura libre, sin
caudillaje, sin coacción, puede estar bien. En Summerhill no hemos tenido
ninguna de este tipo, pero sí ciertas cosas bastante aventuradas. Todo lo que
tenemos son árboles para trepar, un mar para nadar en los tres días de verano
que parece haber sol, paseos en bicicleta, cavamos hoyos y construimos
cabañas. Sin embargo, estamos infinitamente mejor preparados para la aventura
que las miles de escuelas oficiales, especies de barracas, que hay en las ciudades.
Esta mañana ha llegado
una carta de América en la que un profesor nos dice el mal uso que puede tener
una aventura para el niño. Se refiere a unas vacaciones de tres semanas en el
campo para muchachos procedentes de barrios bajos, y dice: "Los que
dirigen una escuela tienen la convicción de que el niño debería ser estimulado
a hacer nuevas cosas, ya que si se le deja solo podría dedicarse todo el día a
jugar al béisbol y a leer 'tiras cómicas', pongamos por caso. Por estimarlo
así, todo el verano he combatido semejante administración y -aunque esto ha
sido muy difícil- he dejado que mi grupo sea tan libre como pueda o quiera,
dando por resultado que con ese sistema de libertad los muchachos vivieran en
constante conflicto con los otros grupos. En punto a este problema, mi grupo
ha sido repetidamente sorprendido tirando piedras a los otros, y como yo no
les hago que paren llegan hasta a emplear un lenguaje sucio.
"Estoy cansado y
deprimido porque se que en tres semanas no he podido hacer nada por ellos y que
regresarán a sus casas en donde se les exigirá una disciplina que deberán
seguir. Aquí han llegado atemorizados casi de todo..., de la oscuridad, de las
polillas, de la natación. Son destructivos, maliciosos, crueles, infelices; y
esta experiencia de libertad, llevada a cabo por profesores ignorantes pero
bien intencionados, no ha hecho sino fomentar todas las cosas malas que ellos
ya hacían en sus casas. Por tanto, deben respetar la autoridad, no andar por
ahí solos, no se les debe dejar sin vigilancia. La pedagogía, que normalmente
se explica en las escuelas, es que ellos deben trabajar en equipo, antes de
hacerlo como individuos."
Todo esto está mal; pero yo
me pregunto si incluso un Homer Lane pudiera haber hecho algo mejor con tales
muchachos y en tres semanas. Creo que él se hubiera puesto a jugar en el equipo
de béisbol y a tirar piedras con más ganas que ellos. La moraleja de esta
triste historia es que resulta inútil combinar la aventura con la disciplina escolar.
Las personas bien intencionadas deberían saber mejor qué es lo que tratan de
hacer; pues, ciertamente, el infierno está lleno de buenas intenciones.
CREO QUE NO ESTA BIEN QUE
NO SE ME PERMITA INGRESAR EN SUMMERHILL, SIMPLEMENTE PORQUE TENGO QUINCE AÑOS.
NO SOY NINGUNA CHICA-PROBLEMA Y SE QUE PODRÍA MUY BIEN ACOMODARME AL SISTEMA
PARA LOS NUEVOS pupilos,
hemos fijado la edad límite en doce años, aunque si yo fuera lo suficientemente
rico, no tomaría a nadie mayor de siete años. No se trata de que esté bien o no
esté bien, simplemente es una medida exigida por la experiencia. Casi todos los
niños que ingresan en la escuela presentan una reacción problemática, y es que
tienen una carga de represiones que hay que eliminar, represiones que se
originan en su hogar y en la escuela. Tratándose de niños pequeños no es tan
difícil el asunto como con un -o una- adolescente y, en consecuencia, retardarse
con él, supondría un grave retardo para toda la comunidad. Un caso típico: Jim,
de quince años, viene de una escuela severa. Nunca gozó de verdadera libertad
en su vida; siempre ha tenido que actuar como un niño bueno, como un pequeño
hipócrita que habla con voz falsa a los profesores. Cualquier iniciativa que
haya tenido, la han rechazado. En una escuela donde las clases son voluntarias,
él está perdido. Quiere que se le diga el cómo y el cuándo de cada una de las
cosas que tiene que hacer. Se dirige a los profesores con un tono de voz
conciliatorio, de falsete, y a las pocas semanas con una voz descarada. Es incapaz
de figurarse lo que es autogobierno; se burla de ello y no comprende por qué
él tiene que obedecer. Y cuando está lejos del maestro y no ve posibilidad de
castigo, fanfarronea e intimida a sus compañeros. Estropea los muebles, roba.
Estoy describiendo un
caso prototipo, pero se trata de una descripción auténtica de cierto muchacho
en el que estoy pensando. Recuerdo que tuve que escribir al padre: "Está
usted malgastando su dinero. Su hijo come y duerme en la escuela, pero se
pasa el resto del día y de la noche con las pandillas de muchachos de la
ciudad. Ni siquiera acude a la reunión de autogobierno que mantenemos la noche
del sábado."
Confieso que mi avanzada
edad es a veces la culpable de mi actitud cambiante. Hace cuarenta años, la
mayor parte de mis pupilos venían expulsados de otras escuelas, algunos
incluso de correccionales masculinos o femeninos. Muchos eran ladrones,
destructores. Yo entonces era más joven y el tratarlos me enseñó mucho. El niño
normal, el más pequeño, sufría al ser intimidado por la conducta antisocial que
reinaba; pero por otro lado aprendía a ser tolerante. Estos niños normales no
llegaron a ser ladrones. Por tanto, me parece no ser cierto que los niños
antisociales puedan pervertir a otros. No se me oculta que un muchacho nuevo,
de quince años, es capaz de reunir a su alrededor unos cuantos muchachos más
jóvenes que él y formar una pandilla, pero estoy seguro de que no consigue una
influencia duradera sobre ellos.
El adolescente nuevo,
chico o chica, llega con una errónea actitud respecto al sexo. Hace años por
ejemplo, solíamos, por la mañana temprano, darnos un chapuzón en nuestro
estanque, y nadie vestía traje de baño. Pero una mañana, tres chicas
aparecieron con trajes de baño. Al preguntarles la razón respondieron:
"Aquellos dos muchachos, los que vienen de una escuela pública, ayer se
quedaron mirándonos lascivamente. Me apresuro a decir, en efecto, que lo
nuestro no es ni se trata de ninguna colonia nudista. En punto a este caso,
hay que agregar que hace treinta años, nadie echaba el cerrojo a la puerta del
cuarto de baño, y, a menudo, se oía que un chico y una chica estaban hablando
mientras uno de ellos se encontraba en el baño. Ahora me figuro que la conducta
de los adolescentes, desde hace unos cuantos años, ha alterado nuestra natural
actitud hacia la desnudez.
Recuerdo también que hace
unos años teníamos una profesora que había sido católica, pero que se había
separado de la Iglesia. Me pidió que colocara un cerrojo en la puerta del baño,
pues, por reminiscencias de su educación, no quería ser sorprendida desnuda. Yo
puse el cerrojo; y dos horas más tarde, tres muchachas lo arrancaron y me
reprendieron por mi interferencia. Después de este sucedido, a la profesora ya
no le importaba que la vieran tomar un baño.
Resumiendo: encontramos
demasiado difícil convivir con los nuevos adolescentes y con los complejos que
les han formado. No es que todos los tengan, pero nosotros no sabemos eso hasta
que vienen, y en caso de pupilos americanos, no los vemos hasta que llegan. Por
tanto, lo siento mucho, señorita.
¿TIENE FALLOS SUMMERHILL?
CUALQUIER escuela los
tiene. Aún recuerdo de un pupilo -el único- ya veterano que fue incapaz de
mantenerse en un trabajo; y por veterano ha de entenderse que pasó más de siete
años en la escuela. Hemos tenido más de un muchacho o muchacha que, a los
catorce años, aún no sabían leer. No sé nada relativo a la psicología del
hecho. Sin embargo, todos los días hay clases para aquellos que las desean. Un
muchacho puede asistir durante años regularmente a clase y obtener al final
el G.C.E. (certificado de educación general), otro muchacho de la misma edad,
haciendo caso omiso de las clases, puede tranquilamente permanecer iletrado.
Pero se da el caso de que dos muchachos que dejaron la escuela a los dieciséis
años, sabiendo escasamente leer y escribir, están ahora, en sus cincuenta años
de edad, ocupando buenos empleos. Esta es la razón por la cual yo nunca pierdo
las esperanzas en un alumno retrasado, si bien esto tal vez tenga algo de
personal, pues en la escuela yo siempre estaba en el último lugar de la clase.
Algunos de estos casos
pueden muy bien ser deducidos a través de sus causas. Tomemos el ejemplo de una
chica adoptada, que obsesionada con su origen, no podía concentrarse ni en la
lectura ni en la escritura. Otro caso es el hijo de un maestro ambicioso, que
mantenía enérgicamente una actitud tan negativa que se consideraba condenado
si hiciera algo que su padre no quería. Y otro más, el de un muchacho que tenía
a su padre constantemente encima: -"No haces nada bien. Yo a tu
edad..." El muchacho estaba convencido de que no podía hacer nada bien,
y, por tanto, ¿para qué intentarlo? Parece a veces como si un profundo sentido
de inferioridad impidiera a los niños aprender incluso lo más elemental. Los
padres, pues, deben tener cuidado de no dar a entender a sus hijos que no
hacen las cosas bien. Aunque en algunos casos pasa de otro modo: "Mi padre
piensa que soy una calamidad; le voy a demostrar que no lo soy." Pero
estos casos son los menos.
Y ahora debemos
considerar también la capacidad. Pues así como hay personas que piensan que
todo el mundo posee el mismo grado de inteligencia, también hay algunos
músicos que creen que todos somos igualmente hábiles para la música, por
ejemplo, pero yo no lo creo así. Hay pupilos que son Obtusos, tardos en pensar
y en aprender, y, sin embargo, son a veces muy hábiles en trabajos manuales, o
tienen unas manos muy ágiles para labrar la madera o el metal. Algunos de ellos
son ahora brillantes ingenieros.
Es relativamente difícil
encontrar muchachas que permanezcan incapaces de leer y escribir, al menos tal
es nuestra experiencia en Summerhill. Tampoco sé cuál pueda ser la razón; pues
no creo se deba a que ellas están menos absorbidas por la multiplicidad de
juegos que los muchachos.
¿Tenemos fallos
psicológicos? Después de unos años en la escuela ¿continúa robando un joven
ladrón? No, si ingresa a tiempo, es decir, a los once años. Y un camorrista ¿continúa siendo camorrista?
Bueno, hay algunos, pocos por cierto, que siguen siéndolo cuando nos dejan, a
los quince o dieciséis anos. Un muchacho que ingresa lleno de odio ¿continúa
odiando a lo largo de su vida escolar en Summerhill? Difícilmente. Repito lo
que tantas veces he dicho: nuestra libertad cura casi todas las cosas. Pero,
como he observado antes, no puede curar completamente al niño que, de bebé, no
ha sido amado; sin embargo, cura a aquellos niños que han sido condicionados
por el odio y el miedo padecidos en unos cuantos años de disciplina severa en
su casa o en la escuela.
¿Quién puede juzgar los
fallos? Cualquier chico o chica está expuesto a ser un fracasado en la escuela
y, más tarde, brillar en la vida. La historia da al respecto ejemplos; aunque
yo ahora sólo puedo recordar los de Einstein, Conan Doyle, Churchill.
Deberíamos también preguntarnos a nosotros mismos cuánto influye el curriculum
en los posteriores fallos académicos. Yo puedo ser optimista respecto a mis
pupilos, en parte a causa de que no estoy interesado en sus carreras profesionales
como tales; pero complace ver a niños infelices rebosantes de odio y de temor,
convertirse en niños felices que llevan la cabeza bien alta. El hecho de que
lleguen a ser catedráticos o camareros me tiene sin cuidado, porque sea cual
fuere el trabajo que ejecuten, habrán adquirido cierto equilibrio y entusiasmo.
DESPUES DE LAS HORAS DE
CLASE ¿HAY ALGUN OTRO TRABAJO ESCOLAR EN SUMMERHILL? Y SI NO, ¿CÓMO PUEDEN LOS
NIÑOS APROBAR LOS EXAMENES?
No, NO LO TENEMOS;
aunque, ocasionalmente, el pupilo se lo pide al profesor. Pero, en rigor de lo
mismo, digamos también que yo recibo montones de cartas de niños de otras
escuelas, quejándose de las tareas escolares. Una chica me decía que le
llevaba cuatro horas cada tarde; y, para un niño, este sacrificio es
sencillamente criminal. Porque en la vida y en la felicidad del niño, los
amenazantes exámenes, en final de cuentas, no significan nada, a no ser miseria
e indisposición contra toda enseñanza.
Pero los exámenes están
ahí y nada podemos contra ellos. Es más, controlan a la juventud. Pues así como
los sacerdotes, que son solteros, son los que dictaminan respecto al uso de la
píldora, los Pero los exámenes están ahí y nada podemos contra ellos. Es más,
controlan a la juventud. Pues así como los sacerdotes, que son solteros, son
los que dictaminan respecto al uso de la píldora, los profesores -ignorantes
por completo de la naturaleza infantil- controlan a los niños. Si el niño
fuera libre sería capaz de aprobar los exámenes sin sentirlo, sin necesidad de
sacrificar sus tareas al estudio. Pues seis horas de estudio al día en la
escuela es tiempo más que suficiente para un niño. Algunos escritores, pintores
o músicos, trabajan sólo seis horas al día. Por otra parte anotamos también que
cierto autor célebre confesaba que solía escribir como mil palabras al día.
Cuestión de competencia y energía. El artista pinta, escribe o compone porque
es capaz de crear, porque él debe expresarse a sí mismo; pero el pobre niño,
en la escuela sobre un triste libro de historia o de matemáticas, está bien
lejos de toda creación, de toda alegría; siente que está efectuando una labor
odiosa, como, en efecto, lo está haciendo.
Cuando los niños son
libres, pueden abordar cualquier trabajo exigido por los que examinan, sin
necesidad de sentarse hasta altas horas de la noche a digerir la materia. Hace
casi cincuenta años, yo enseñaba en la King Alfred School de Hampstead;
nunca se encargaban tareas para casa y, sin embargo, bastantes pupilos
llegaron a hacerlo posteriormente en las universidades y en las escuelas de
artes. Pero el hecho es que ahora se ha introducido en la escuela el trabajo
doméstico. Yo estoy enteramente a favor de tal trabajo, siempre que sea
reclamado por el alumno; pero estoy enérgicamente en contra del mismo, cuando
es impuesto por los profesores o por los padres. Y me gustaría saber cuántas
neurosis se han originado en la obligatoria realización de las tareas escolares.
Cualquiera podría figurarse que los niños cuando están fuera de la escuela no
habrían de estar jugando, gritando, saltando, en suma, viviendo, en lugar de
aprender. ¿Aprender, qué? ¿Por qué? Para aprobar un examen, eso es todo.
Después de la escuela, la vida escolar pierde casi todo su interés. Y todos
sabemos bien que nuestra educación se inicia cuando abandonamos la escuela y
que olvidamos casi todo lo que habíamos aprendido en las clases.
Mi libro Hearst not Heads
in the Schooll ("En la escuela, corazones y no cabezas") acarreó
algunas censuras fundadas en que el título estaba mal, pues, según los
censores, debía haber dicho: "En la escuela, corazones y cabezas".
Sí, éste hubiera podido ser el título si nuestra educación fuera como un
equilibrio entre el corazón y la cabeza, pero tal equilibrio es inexistente.
Estadísticamente, tenemos medio kilo de corazón en un platillo, y cinco kilos
de masa encefálica en el otro platillo. Pienso que la solución acorde debería
ser escribir otro libro con el título: "Cabezas, sólo cabezas en la
escuela, y un cuarto para el trabajo doméstico."
CAPÍTULO X
INSTANTANEAS PERSONALES
EL HECHO DE QUE SUS
CUATRO LIBROS ALCANZARAN UNA GRAN VENTA ¿LE HIZO SENTIRSE VANIDOSO?
REALMENTE no sé lo que
esa palabra significa. El diccionario la define como una sobrestimación del
"yo", definición que me hace pensar que si alguien se siente
vanidoso será únicamente con respecto a las cosas que él hace con mucha
dificultad y no muy bien. Quizá fuese ésa la razón por la cual yo solía sentir
vanidad por mi forma de bailar y de trabajar el metal; pero puedo afirmar que
nunca me he sentido vanidoso de mis labores docentes. No obstante, confieso que
sí me siento orgulloso de mis pupilos, tanto de los que actualmente tengo como
de los que he tenido. Sin embargo, no tengo la pretensión de haber hecho algo
extraordinario, modestia aparte, porque, en sentido más preciso, pienso que
toda persona es un conjunto de influencias externas, y, desde luego, con un
algo personal. En mí, por ejemplo, han influido muchos: H. G. Wells, B. Shaw,
S. Freud, H. Lane, W. Reich..., pero muy pocos los pedagogos. De suerte, que si
con frecuencia se me ha llamado discípulo de Rosseau, lo único cierto es que
jamás he leído algo de él. A esto hay que añadir que emprendí la lectura de
John Dewey con muy poco éxito y que menos aún me enseñó Montessori con su
pretensión de adaptar al niño dentro del Sistema. Tampoco he tenido en mi
carrera la pretensión de que Summerhill fuese algo esplendoroso. Pero como la
psicología infantil me mostró que las emociones son infinitamente más
positivas que el intelecto, yo decidí introducir un plan en el que las
emociones pudieran gozar de un puesto primordial. Por tanto, y sin que esto
signifique engreimiento, pienso que cualquiera con conocimiento de la
naturaleza infantil habría hecho lo mismo. Creo además, que en toda
circunstancia he mantenido al margen mi propia personalidad, hasta tal punto,
que si usted le preguntase a alguno de mis pupilos algo relativo a mí, no
sabría qué responder acerca de mi ideología política o religiosa, y mucho menos
de lo que yo pienso respecto a los médicos o las drogas. Ellos no saben nada de
esto y, en consecuencia, y afortunadamente también, tampoco les causa ninguna
preocupación, ni influencia, teniéndoles sin cuidado este aspecto.
Por otra parte, creo
estar en lo cierto al afirmar que el mayor peligro -me refiero a la íntima
vanidad- está en que la personalidad del educador impresione a los educandos;
sin embargo, muchos profesores caen en este defecto al mostrarse inaccesibles,
altaneros, inflexibles. En fin, que quien inspire temor en un niño no debe ser
educador.
No, no siento ninguna
vanidad por mi labor, pero comprendo muy bien que la edad es quien se encarga
de eliminar todo sentimiento de vanidad. Hace cincuenta años, cuando apareció
mi primer libro y llegaban las primeras críticas, me apresuraba a leerlas antes
de abrir mis cartas personales, mientras que hoy, dejo para el final lo que
dicen de mí los periódicos. Claro que se precisan años para percatarse de que
uno no es tan importante como cree; pero en todo caso, yo dudo mucho que
algún anciano se sienta extraordinariamente encantado si se le ofrece
cualquier título honorífico. Yo mismo, si me convirtiera en Lord Summerhill
enrojecería de vergüenza, y cada vez que un librero me llamara "My
Lord", me sentiría un perfecto patán. Además, por regla general, los
honores carecen de valor. El único galardón honorífico que valdría la pena
recibir en Gran Bretaña, sería la orden del mérito, por ser el único título
que se otorga por un logro. Claro que no ignoro que escritores célebres,
artistas y médicos obtienen el título de "señoría"; pero también es
cierto que la mayor parte de los honores se los reparten los que simplemente
han hecho dinero; y de tal modo es así, que en nuestra Cámara de Lores el que
más galardones tiene es el que más dinero ha conseguido, ya sea por medio de
negocios de cerveza, de whiskey, de coches o de lo que sea. Y lo que más me
desconcierta es que sean los artistas precisamente quienes consienten en aceptar
los títulos de menos categoría. En mi opinión, el único honor realmente
valioso, es tener conciencia de haber hecho bien y honradamente un trabajo.
Pero, me he alejado algo del tema inicial.
ESE MUCHACHO SE ACABA DE
DIRIGIR A USTED COMO NEILL, SIN EL "SEÑOR". ¿QUIERE ESTO DECIR QUE LE
FALTA AL RESPETO?
ESPERO QUE NO. Los
niños son más sinceros que nosotros; no le dan importancia a todo aquello que
les resulta meramente convencional o formal, o que no les dice nada. De ahí
que, en mi concepto, la B.B.C. hiciera una buena cosa cuando por fin omitió el
título de "señor": ya no habla de un señor Derek Hart o señorita
Catherine Boyle. Dicho en puridad, yo no me explico por qué hay quien desea ser
llamado señor, palabra que raramente empleo en las cartas o sobres. Generalmente
me refiero a "querido John Brown", pero confieso que aún no he sido
capaz de suprimir la insípida palabra "querido", como tampoco el protocolario
final: "afectuosamente".
Mi propósito y el de mis
pupilos es el de ser siempre sinceros. Claro que hay personas que se enojan
cuando son llamados por su primer nombre; y aunque es evidente que nadie puede
llamar "Pedrito" a su jefe, sé que Henry Ford era designado solamente
Henry por sus obreros; y, no obstante, cada empleado sabía que Henry era el
jefe y que como tal, podía cesarlos en cualquier momento. Esto, sin embargo,
no me impide considerar que en Summerhill nuestra jerarquía es muy diferente:
yo soy Neill para la plantilla de profesores, para los pupilos y para los
bedeles; mi esposa es Ena, y a cada uno de los profesores se le conoce por su
nombre de pila. Por tanto, no me parece raro que otros internados empleen el
mismo sistema.
Algunas personas, al escribirme,
me envían sobres ya sellados, dirigidos a James Smith Esq. (Me apresuro a
aclarar que tan sólo un 2% de las cartas que recibo contiene un sobre ya
sellado y dirigido; y si proceden del extranjero, un cupón internacional; pero
también es cierto que todas las que así vienen dirigidas, son cartas
"pedigüeñas".) Esquire era un título que anteriormente se otorgaba a
los terratenientes, aunque hoy en día, cualquiera puede ser llamado Esquire. De suerte que hace años, estando ayudando
a un concejal en la distribución de circulares a los votantes para una
asamblea rural, él me aconsejo que me dirigiera hasta el más humilde campesino
como Esq.; yo lo hice así, y el resultado fue que el otro candidato ganó la
elección. Ahora supongo que el "otro" tal vez se dirigió a ellos
tratándoles de "Lord".
SIENDO USTED ESCOCES,
¿POR QUÉ NO ESTABLECIO SU ESCUELA EN ESCOCIA?
PUES sí, yo vengo
a ser como una de esas ratas que abandonan el barco antes de que se hunda.
Claro que quiero a mi tierra natal, pero no deseo vivir allí; pienso que se
debe vivir allí donde se trabaja. Además, el hecho de que a lo largo de todos
estos años, tan sólo haya tenido cinco alumnos escoceses, bien puede indicar
que a Escocia no le gusta Summerhill. También sabemos que, durante años,
Escocia ha mantenido su rango de buen centro docente mediante sus certificados
de Licenciatura y sus certificados M. A. Eso pareció bastarles, y Escocia es
todavía un país con un elevado nivel de enseñanza; aunque, por supuesto,
enseñanza no es educación. Además, si exceptuamos la escuela de John Aikenhead
en Kilquhanity, ¿cuántas escuelas sobresalientes hay en Escocia?
Me da vergüenza
confesarlo, pero mi país es célebre por el castigo corporal que rige en sus
escuelas. El castigo de las "bolillas" se emplea con demasiada
frecuencia, y no hace mucho, cuando pronunciaba una conferencia en mi ex
universidad fui atacado por los maestros a causa de que yo condenaba el
castigo corporal. Caso extraño en verdad, porque los escoceses son mucho más
amistosos y considerados que los ingleses. Tan es así que cualquiera que se
dirija al Norte y se detenga a tomar un té en Kelso o Jedburgh, se sorprenderá
del trato igualitario y cordial que emana de la actitud y el gracejo de la
misma mesera que le sirve. Es más, cualquiera que pregunte por una calle en
Glasgow, muy probablemente será guiado hasta la misma puerta de la casa que ha
estado buscando. Y lo digo porque siendo yo estudiante, me metí en una tienda
de la calle Princes dispuesto a comprar unos pantalones, y como dijera que me
parecían muy caros, el dependiente tuvo esta sorprendente réplica: "En
ese caso, si usted se acerca a la calle Leith, puede obtener estos mismos pantalones
por menos precio." En Inglaterra este dependiente habría sido despedido
el mismo día.
Los escoceses son gente
amable; pero si uno se encuentra allí manejando un automóvil y se detiene en un
pasaje angosto cediéndole el paso al que viene de frente, quizá tenga la
sorpresa de no recibir ni un solo gesto de agradecimiento. El automovilista
británico es, por el contrario, el más cortés del mundo. Pero, en definitiva,
creo que no se puede juzgar a un país por algunas de sus características.
Proverbialmente los
escoceses son de cabeza y puño duros, capaces incluso de aventajar a los judíos.
De tal modo que no fue un judío quien, en la boda de su segunda hija, dijo:
"Vamos a tener que comprar algunos confeti (papelillos de colores) más,
porque cuando se casó Maggie estaba lloviendo." Desde luego, tampoco era
escocés. Pero, desgraciadamente, he oído decir que cierto club, en Aberdeen,
se dedica a inventar historietas para desprestigiar a los escoceses.
Esta testarudez se
manifiesta en el mucho empeño que ponen los escoceses en los negocios y en las
ciencias. Pero, a pesar de todo, aún se advierten las reminiscencias de un
pasado que induce a pensar en el Sabbath de los escoceses con sus cantinas
cerradas, su renuencia a abrir los cines y a celebrar los torneos de golf.
Sólo así se puede caer en la cuenta de que ese vestigio del calvinismo es lo
que impide que el país de los escoceses se ponga al día en asunto tan
importante como es la educación. El Calvinismo fomentó el individualismo, y
según esta religión, uno tiene que arreglárselas por su propia cuenta; es
decir, prescindiendo de toda ayuda exterior, a fin de salvar el alma, mientras
que en la escuela, para salvar el pellejo, tiene que aprender a comportarse según
las normas tradicionalmente establecidas.
Evidentemente, el inglés
teme expresar sus emociones, el escocés teme... tenerlas. Lo que nos lleva a
considerar, que Summerhill, basamentado en las emociones, no podría ser
establecido en Escocia. Naturalmente, no voy a decir que Escocia se ha anclado
en el tiempo, pero en mi país experimento el extraño sentimiento de actuar como
un cosmonauta.
¿POR QUE FUNDÓ LA ESCUELA
"SUMMERHILL"?
No TENGO IDEA. ¿Cómo
se puede saber el porqué de todas las cosas que hacemos en la vida? En mi casa
éramos ocho hermanos; yo me mantuve firme contra la disciplina, rebelde, si
usted quiere; pero todos mis hermanos siempre permanecieron dentro del Sistema.
¿La razón de ello? Pues no la sé. Sin embargo, supe lo que es oponerse al Sistema
cuando yo era maestro de una escuela de pueblo; sobre todo cuando empecé a
preguntarme la razón de que un niño estuviera destinado a ser campesino o
herrero, por ejemplo, tan sólo por el capricho de fuerzas ajenas. Desde
entonces me opuse al Sistema.
En aquellos días nada
sabía de Freud; tan sólo cuando conocí a Homer Lane empecé a saber algo sobre
el inconsciente y las emociones en la educación. Desde entonces he luchado por
suprimir una educación absurda y he mantenido mi actual empeño por el derecho
que todo niño tiene a desenvolverse y crecer sin estorbos ni trabas.
Por lo demás, ¿qué
importa el porqué de que yo haya fundado Summerhill? ¿Acaso le preocupa a
alguien por qué Charles Chaplin fue un gran actor, o Y. Menuhin, un gran
violinista? ¿Por qué mirar al pasado para buscar los orígenes? Yo prefiero
mirar adelante, no atrás.
¿A QUE ATRIBUYE USTED LOS
EXITOS Y LOS FRACASOS POSTERIORES DE SUS ANTIGUOS PUPILOS?
ESO ES MUY SENCILLO. La
escuela fue la que acondicionó los éxitos, y el hogar los fracasos. Aunque
esto suene a chiste, quizás haya algo de verdad.
¿QUIÉN ES USTED PARA
IMPONER LA LEY ACERCA DE LA EDUCACION?
ESTA PREGUNTA procede
de una profesora. ¿Impone la ley quien es simplemente portador de una opinión?
Muchas de mis opiniones puede que sean un simple montón de tonterías, sobre
todo en materia como el matrimonio, pongamos por caso pero aunque teorizo
acerca de otras materias, me limito a escribir sobre aquello que he observado.
Rousseau, que poseía unas admirables teorías acerca de la educación, envió a
sus propios hijos a un orfanato. Lo que quiere decir que nadie puede escribir
con acierto sobre algo que no ha experimentado. En conclusión, creo que
debemos ser siempre consecuentes con nuestras tareas. La mía es la educación, y
si yo en estas páginas divago no es más que porque soy humano.
He oído decir que Bernard
Shaw, mientras visitaba una escuela tuvo que taparse los oídos porque no
soportaba la molestia del ruido que hacían los muchachos. Huelga decir que Shaw
dijo cosas muy buenas acerca de la educación, pero por lo que se deduce de este
detalle, su conocimiento acerca de los niños debió de haber sido más teórico
que práctico; y creo además que durante todos los años de mi labor docente he
sabido descartar el aspecto teórico cuando ha resultado inoperante. En
efecto, ya afirmé en uno de mis libros que el trabajo manual en los niños es
conveniente solamente cuando ellos, a través de esta clase de labores, pueden
desarrollar su fantasía. Y, además, apunté el ejemplo de los niños que se entretienen
haciendo espadas, aviones o barquitos y que, lógicamente, no muestran interés en
divertirse con mi "hobby": trabajos de latón o cobre. Dije también
que ningún muchacho puede desarrollar su fantasía haciendo un cenicero; pero
se demostró que estaba equivocado, pues cuando mi hijastro Peter Wood,
principió a dedicarse a la enseñanza de la cerámica, ya tenía su tienda llena
de aficionados a este arte. Ahora me doy cuenta de que, efectivamente, un
muchacho o una muchacha pueden fácilmente ligar su fantasía a un cenicero o a
una tetera. He aquí cómo una teoría se me vino abajo, cuya confirmación se
repite en el caso siguiente, aunque con resultados contrarios, por supuesto es
decir, que en una escuela local cierta tarde muy agradable, saqué a los alumnos
al jardín y todos nos pusimos a cavar y plantar; de ahí deduje que a los niños
les gustaban las labores del jardín, y no se me ocurrió que tales labores
fueran algo como un recurso que los distrajera del tiempo que pasaban sentados
mirando la pizarra en clase. Lo cierto es que en cincuenta y cinco años no he
tenido ni siquiera el recuerdo de que un niño haya puesto el más mínimo interés
en el jardín. Si desyerban, es sólo por la paga.
Ya expliqué en otro
lugar, cómo llegué a verificar que la mayor parte de un tratamiento psicológico
es inútil. En efecto, hace cuarenta años, pensaba que la psicología era capaz
de resolver cualquier problema de salud, desde la enfermedad del sueño hasta el
retraso mental, pasando por incorrecciones de nacimiento. Al respecto hice
ensayos con niños aquejados de tales dolencias, y los resultados me demostraron
que estaba equivocado al pensar que la libertad o la psicología los pudiera
curar.
¿Que quién soy yo para
opinar acerca de los niños? Sencillamente, un individuo que intenta comunicar a
otros lo que mis experiencias me han demostrado. Tengo, sin embargo, plena
conciencia de mis limitaciones, pues si bien a duras penas he logrado curar de
neuritis a un niño, confieso que nunca he curado a un tartamudo... Pero, pese
a todo, creo que la libertad no se acaba allí donde hay una mejora, sino que
puede ser llevada más adelante.
Cualquier persona puede
tener una visión parcial de las cosas, y esto puede ser algo muy bueno, ya que
a veces, las personas que dicen ver los dos lados de las cosas, es muy fácil
que se queden sin ver nada. Me parece que es esto lo que pasa con muchos
conferenciantes cuando disertan sobre... educación. Se puede decir que su
profesión los obliga a decir: "Sí, pero...", cada vez que mencionan
si es que alguna vez lo
hacen a Summerhill. Su tarea es dar los
pros y los contras, con cierta razón. Sin embargo, yo no tengo que
señalar los pros, pues el maestro, dentro del Sistema ya tiene
suficientes pros, como todo el mundo sabe. Y si bien es cierto que
"todos tenemos algún derecho", como dijo Reich, un tipo como Hitler
lo pondría en duda, supongo yo. Todas las escuelas tienen razón, pero sólo
dentro de sus marcos de referencia. Y si un profesor cree en la disciplina, en
la formación del carácter o en las materias docentes, eso no significa que él
pueda ser llamado visionario, ni ignorante, ni siquiera partidario de Felipe
II; incluso él puede ser más inteligente que yo y hasta podría ridiculizarme en
un debate público. Sin embargo, bien podríamos coincidir en muchas cosas.
La B.B.C. de Londres
trató de fijar una discusión acerca de problemas educacionales entre Sir Brian
Horrocks y yo, con la esperanza de que se produjera un acalorado encuentro de
opiniones: el díscolo maestro de escuela contra el viejo general; pero no
resultó lo que se esperaba. Yo no me preocupé, pues sabía que podía pasarme un
par de horas discutiendo tranquilamente sobre cualquier cosa con el gran
maestro de Eton, y que lo pasaríamos espléndidamente. Pero por otra parte, creo
que se debería evitar el confrontamiento de las personalidades, es decir, que
se debería odiar al nazismo, pero no a Hitler, aunque... después de haber oído
a Julius Streicher espetar su veneno contra los judíos resulta francamente
difícil no odiarle.
Si yo levanto mi voz en
contra del sistema educacional, lo hago consciente de que el personal docente
está compuesto de hombres y mujeres entregados a una tarea difícil, que
requiere la paciencia y el buen trabajo que ellos hacen. Pero como son pocos
los que en materia de educación quieren y están trabajando por reformas
radicales; y como no existen muchas experiencias al respecto, quizá un día
pueda demostrarse que yo estoy equivocado. Mas como aún no nos ha sucedido,
preferimos seguir con la bandera bien alta e ilusionarnos pensando que somos
los precursores de una Tierra Prometida. A fin de cuentas, dejar de soñar, es
morir.
SE TIENE LA IMPRESION DE
QUE CUANDO USTED HABLA LO HACE CON UN SENTIMIENTO ANTIAMERICANISTA. ¿ES ESTO
CIERTO?
BUENO, siento
haber causado tal impresión. Pero en tal caso también podría ser acusado de ser
anglófogo cuando clamo contra la reserva de los ingleses, contra su esnobismo,
contra el sistema de clases, contra la escolaridad, contra el bestial sistema
correctivo. Todo esto es lo mismo que hago con los americanos: aborrezco su
sistema de clases basado en el dólar, su rígido sistema educativo, su
discriminación racial, su constante propensión a evaluar cualquier cosa. De
ahí que cuando he dado alguna conferencia en los EE. UU., siempre ha habido
alguno que se ha levantado a preguntarme: "¿A la edad de nueve años, qué
porcentaje de sus muchachos está interesado en las matemáticas?" Así, por
este criterio estadístico, por esta tendencia a encasillar a las gentes, por
este interés por las materias esenciales de las carreras más remunerativas,
cuando alguno de mis pupilos americanos vuelve a casa, e ingresa en una
escuela, tiene que rellenar un gran formulario con una gran cantidad de
preguntas que tratan de medir su responsabilidad, ingenio, confianza en sí
mismo, etc. Yo, en cambio, tacho todo eso y en el reverso del impreso doy la
opinión que me merece el alumno en cuestión. ¿Quiere esto decir que soy
antiamericano? Confieso, empero, que me crean más problemas los padres
americanos que los ingleses, si bien esto puede ser debido a que aquellos experimentan
la natural inquietud de estar a tres mil millas de sus hijos. Frente a esta
circunstancia, cabe suponer que los padres americanos se preocupan más
respecto al futuro económico de sus hijos y que también sienten más temores
acerca del aspecto sexual que los padres ingleses. Los lazos familiares, o
bien la presión familiar, se manifiestan más fuertes en América que en
Inglaterra, lo cual explica que mis pupilos de aquí estén más ansiosos de
regresar a su casa que sus compañeros americanos.
Hice una jira por los EE.UU. en el 47, en calidad
de conferenciante, y otra al año siguiente. La que había planeado para el 50,
tuvo que ser cancelada, pues me negaron el visado. ¿Es que era yo
comunista? Nunca lo he sido. ¿O es que he escrito algo a favor del comunismo?
Supuse entonces que habrían telefoneado al Home Office para preguntar por mis
antecedentes. Mi respuesta fue: "He escrito como diecisiete libros y jamás
los releí, pero creo que hace treinta años, alabé la educación en Rusia, pues
se parecía a mi propio método: era libre e independiente; hoy, sin embargo, se
parece más a la convencional... moldeación del carácter... Ya no me sirve. Por
lo visto, deberé tener un asiento entre los bienaventurados, puesto que soy la
única persona a la que se le ha negado visado para América y Rusia."
Difícilmente podría
considerar que un incidente como éste haga a alguien antiamericano. Por lo
contrario, he disfrutado charlando con sus gentes en los trenes, aviones o
autobuses; me agradaba la cordialidad de los paisanos que viven en las ciudades
pequeñas o en los pueblos; pero, por supuesto, no me gustaba el típico policía
neoyorquino, con su goma de mascar y su "Oh, yeah"; tampoco me
gustaba tanto alimento elaborado artificialmente. También pasé un fin de semana
con un granjero, en Nueva Jersey, que tenía miles de gallinas blancas Leghorn.
Y como le preguntara por qué no tenía algunas gallinas rojas, Rhode Island, me
contestó: "¡Dios santo, nadie de Nueva York compraría un solo huevo rojo!
Ellos quieren el color blanco, porque para ellos es símbolo de pureza, aunque
no sea más nutritivo."
Gran Bretaña tiene el
mismo complejo acerca de la pureza: pan blanco, arroz blanco, azúcar blanco y
"blanqueador", según dice cada anuncio de detergentes en la TV. Me
pregunto si la manía racial de EE.UU. no es la consecuencia de que el color
blanco significa, para la mayoría, calidad. Quienquiera que haya inventado eso
de la "oveja negra" de la familia, debió de tener ya una idea de la
"perversidad" de la negrura.
¿ Cómo puede estar
alguien en contra de una raza, de una nación? Para demostrar que no soy
antiamericanista diré que llego a lamentar el tener que rechazar invitaciones
para dar conferencias allí, a causa de mi edad. Hace más de un año pregunté a
la Embajada si su negativa de darme visado era definitiva o no. Tuve que
esperar a que ellos mandaran mis papeles a Washington. Hasta entonces nunca caí
en la cuenta del tipo tan peligroso que era yo. Por fin Washington contestó
que podía obtener visado cuando quisiera. Después de eso ¿cómo puedo ser
antiamericano?
CON FRECUENCIA HOJEO LAS
NUEVAS ADQUISICIONES QUE LA BIBLIOTECA LEWIS EN GOWER STREET, TIENE ACERCA DE
PSICOLOGÍA INFANTIL O DE EDUCACIÓN. EN ELLAS RARAMENTE SE LE MENCIONA A USTED
O A SUMMERHILL, LO CUAL PARECE EXTRAÑO. ¿ES PORQUE USTED ES DEMASIADO RADICAL?
LA MAYOR PARTE de los
libros están escritos por los miembros de las propias escuelas. Muy pocos
freudianos o discípulos de Jung mencionarían a Surnmerhill, además de que
muchos libros acerca de educación tratan primordialmente la mera docencia, y
no la convivencia. ¿Y cuántos libros de crianza menciono yo? Cada uno de
nosotros nos guiamos por nuestro propio método, dejando que nuestros colegas
expresen sus puntos de vista como quieran. Por lo que respecta a mi presunto
radicalismo, me parece que todos creemos ser radicales; el mero hecho de
escribir libros ya es una prueba de que pensamos que aquello que decimos es
importante para los demás. Sin embargo, reconozco que sí puedo llegar a sentir
cierta desazón si veo un libro, digamos progresista, que no me menciona; pero
esto es humano. Todos, naturalmente, buscamos reconocimiento, aunque esté
expresado en forma negativa. Creo que fue Arnold Bennett quien dijo que él
prefería que se le hiciera una revisión despiadada en seis líneas que una
página de panegíricos. Todos somos egoístas, incluso cuando no somos
egocentristas. Claro que es muy fácil calificarnos a nosotros mismos de incomprendidos
e iconoclastas precursores, seguros de que en cien años más seremos reconocidos
como tales. Eso resulta un lindo sueno que yo, a mi edad, no me atrevo ni a
pensarlo. No, realmente no me preocupa no ser mencionado en otros libros. Lo
que sí me molesta es el plagio. En tal sentido me interesa destacar que, en
cierto momento, recibí la visita de un señor que en unas semanas estudió el
método de auto educación que nosotros empleamos. Más tarde, en toda una
página, se dedicó a ponderar el excelente sistema de autogobierno que él había
establecido en su propia escuela, sin decir, ni una sola vez, que su idea había
sido tomada de Summerhill. Yo aprendí el autogobierno que empleo, de Homer
Lane y de algunos de sus discípulos, pero no he dejado de reconocer mi deuda a
través de mis libros y conferencias. El que plagia debería ser tenido por
mentiroso, a menos que fuese lo suficientemente listo para no ser descubierto.
USTED AFIRMA CON
FRECUENCIA QUE APRENDIO MUCHO DE HOMER LANE. ¿ACEPTABA SU ENSEÑANZA SIN ABRIGAR
NINGUNA DUDA?
SUS DISCÍPULOS solíamos
sentarnos a su alrededor y nos tragábamos todo lo que él decía, sin rechistar.
Él, a veces, solía hacer afirmaciones como esta: "Todos los futbolistas
tienen complejo de castración", afirmaciones que, naturalmente, no podían
ser probadas, y nosotros tranquilamente nos creíamos estas cosas. Pero, a
veces, en los seminarios le criticábamos su actitud con respecto al sexo,
preguntándole por qué estaba tan preocupado acerca del sexo. Su repuesta debió
haber sido que él no pudo gozar de una adolescencia con vida sexual a causa de
los condicionamientos sociales y del control oficial; sin embargo, se contentaba
con darnos contestaciones justificativas. No creo, por tanto, que Lane hubiera
superado el puritanismo de su temprana Nueva Inglaterra.
Lane simplificaba mucho
las cosas. Cuando él instó a Jabez a que rompiera las tazas y los platos, y
también su reloj de oro, Jabez tiró el hurgón y rompió en lágrimas. Lane
aseguraba que este incidente había liberado de inhibiciones al muchacho, ya que
se desplomaron con esto los influjos inhibitorios de la emoción. Yo no lo creí
así. Jamás acaece tal tipo de cura, pues una cura toma largo tiempo. Cierto
que la acción de Lane marcó el inicio de una cura, pero él no podía asegurar
que en sólo diez minutos Jabez fuera un muchacho nuevo. Claro que nosotros no
éramos ningunos tontos; entre nosotros se encontraba Lord Lytton, J. B.
Simpson, John Layard, Dr. David, el obispo de Liverpool. Pero globalmente considerábamos
a Lane como un dios, como un oráculo. No obstante, los que hayan leído la
biografía que David Will escribió de Lane, se darán cuenta de que no era un
dios ni un oráculo. Pero, sin embargo, sí era un genio de la intuición, un hombre
que sin ser muy culto, poseía la capacidad de infundir en los niños amor y
comprensión. El modo con que trataba a los niños perturbados es un ejemplo a
seguir por todos los que trabajan en ese campo, aunque pienso que la tónica
general está en tomar el camino opuesto, como se hace en Borstal, la
reconocida escuela que desconoce los más elementales principios de la
psicología infantil. Yo me pregunto -y creo que con razón- si él hubiera
aprobado el sistema que seguimos en Summerhill. Tal vez no. Quizá pudiera haber
pensado que carecía de espiritualidad. Tampoco puedo recordar haberle oído
decir si creía en Dios o no, aunque Lytton ve en él a un hombre muy religioso,
e incluso asegura que Lane admiraba a San Pablo. Al respecto también vienen a
mi memoria menciones que él hacía de San Pablo, pero siempre las hacía con
intenso disgusto.
Este hombre es un enigma;
era lo mismo un gran cuentista que nos contaba historias, por ejemplo de su
juventud, todas ficticias, que un amante de las buenas cosas de la vida.
Sencillamente y en final de cuentas: un tipo como usted y yo, pero poseyendo algo
que está más allá de la fragilidad humana; una gran capacidad para emanar
humanidad, llámelo genio, intuición o como quiera, pues se trataba de algo
intangible, inimitable. Pero, por otro lado, hay que decir que no todo lo que
él enseñaba debería ser tragado a ojos cerrados. Afortunadamente, también los
ídolos tienen pies de barro.
EN SU LIBRO "EL NIÑO
LIBRE", ESCRIBE USTED QUE NINGUNA UNIVERSIDAD LE OFRECERÍA UN TITULO
HONORÍFICO. PERO ¿QUE DICE AHORA QUE NEWCASTLE LE HA NOMBRADO MAESTRO DE EDUCACIÓN
POR LA UNIVERSIDAD DE TYNE?
(De un Estudiante de
Newcastle.)
ATENCIÓN: nunca hay que
profetizar. Mi primera reacción fue preguntarme si, pasado de moda, me había
vuelto parte del Sistema. La segunda fue considerar si Newcastle estaba al día
en materia de educación. Finalmente concluí que esto último era lo correcto.
Desde luego que estaba seguro de que no sé lo que es educación; solamente sé lo
que no lo es. Pero la realidad es que nunca fui complaciente con las
universidades. En Newcastle, el orador general dijo: "Es realmente irónico
ofrecer una distinción académica, cualquiera que sea, a un hombre que ha
destilado tal desdén (desdén que, hay que admitirlo, no es siempre inmerecido)
contra el academismo y el Sistema educacional en todas sus formas."
También quiero decir que
estuve encantado con el ingenio y el humor de que hizo gala el orador general
al describirnos: "Hemos de compartir el pesar de Neill, ya que esta
distinción tal vez implique que a partir de ahora deba empezar a usar corbata."
A todo el mundo le agrada
ser reconocido públicamente, pero cuando uno llega a los ochenta, no
experimenta el gustillo de que un joven pudiera gozar. Sin embargo, es
interesante saber que ahora soy alguien respetable. Al fin he sido estimulado
cariñosamente por una universidad. Ya algunos de los que ignoraban mis cuarenta
y cinco años en Summerhill, repentinamente descubrieron que yo tenía alguna
importancia, aunque dudo si alguno de aquellos que se opusieron al título
otorgado a los Beatles, no escribiría a Newcastle protestando contra mi
distinción, en procura del buen nombre de la universidad. Después de todo, la
misma universidad había concedido una distinción honorífica a un gran
humorista, Charles Chaplin.
No sé nada de las
universidades de Oxbridge, pero las que he visto en Redbrick, las de Newcastle
y York, me parecieron haberse impregnado de un nuevo espíritu, de una libertad
que quizá no se pudiese conseguir en las universidades más viejas. La
apariencia de la universidad de Newcastle es moderna, aunque, por lo que sé,
puede ser tan antigua como la de Oxford o Cambridge. La especialidad de
pedagogía en la universidad de York, donde conferencié, era admirablemente
libre. Me dijeron que los estudiantes podían asistir en cualquier momento (a
las tres de la madrugada si quisieran). No presencié el trabajo de Newcastle;
estaba demasiado ocupado viendo cómo me sentaba mi bata de graduado, pero la
mayor parte de los profesores y conferenciantes que conocí eran personas con
ideas adecuadas sobre la educación.
Las universidades tienen
importancia para todos los profesores de las escuelas privadas y oficiales;
de hecho ellas nos dan el patrón del sistema de calificación. De modo que la
universidad puede, y lo hará, acabar con todos los absurdos seculares que
siguen aquejando a muchas escuelas. Sí, tengo puesta mi esperanza en las
universidades modernas.
Lo que no puedo precisar
es cuántas de tales universidades están en contacto con escuelas. Cierto
pedagogo me dijo al respecto, que sus estudiantes salían de la escuela o de la
universidad con buenas ideas acerca de la educación, pero que después, en la
práctica, tenían que amoldarse a una disciplina lánguida, a grandes clases y
obligar a los alumnos a la memorización.
Me he desviado de la
cuestión. El honor me ha puesto nervioso. En cuanto al por qué, éste radica en
que alguien me pueda ofrecer ahora un título, aunque me tranquiliza el hecho de
que los profesores casi nunca figuran en el registro honorífico: los pobres ni
siquiera están en "Quién es quién".
Hace bastante tiempo que
sé cuál es la posición social de un profesor, pues cuando fui maestro
principal en la escuela de un pueblo, al celebrarse no sé qué acto
protocolario, el terrateniente ocupó el lugar principal, después el cura y después
el médico. Yo me encontraba abajo, junto al jardinero principal. Es decir, que
un profesor es casi un caballero. En fin, que este título honorífico me ha
convertido en uno de ellos. Creo que ya debo ir pensando en comprarme la
corbata.
¿HAN VARIADO SUS PUNTOS
DE VISTA DESDE QUE FUNDÓ SUMMERHILL?
EN ESENCIA creo que no.
Nunca dudé del sistema de autogobierno, ni del papel predominante que desempeña
la libertad en un niño para aprender lo que él desea. Por tanto, puedo asegurar
que nunca se me ocurrió moldear el carácter de un niño. Pero esto no me impide
reconocer que con el tiempo los niños han variado de un modo indefinible. Hace
treinta años, por ejemplo, que yo podía iniciar la cura de un ladronzuelo
dándole, cada vez que robaba, unos centavos, pero dudo que este método pueda
dar hoy buenos resultados. Los niños del presente padecen una sofisticación muy
sutil. Tal vez hayan oído demasiados vocablos psicológicos usados con bastante
liberalidad. Quizá también la actual preponderancia de los valores materiales
les ha hecho cambiar desorientándolos. La vida era más sencilla hace treinta
años. Entonces los niños no recibían juguetes tan costosos; ahora piden más.
La vieja muñeca de trapo ha sido sustituida por una muñeca que habla, aunque me
regocija saber que las niñas todavía prefieren aquéllas a éstas. El asunto, sin
embargo, permanece complicado. El avance de la tecnología ha creado ciertos
problemas sociales, siendo uno de ellos el que se puedan hacer muchas cosas con
el dinero. En este sentido, es oportuno señalar que cuando yo empezaba a
manejar, hace cuarenta años, había la posibilidad de cruzarse con uno o dos
coches a lo largo de una milla, mientras que ahora se pueden encontrar dos en
diez metros, lo cual es una gran molestia. En aquel tiempo raramente se oía
decir que un automóvil había sido robado, en tanto que ahora las pandillas de
jóvenes procedentes de nuevos ricos, no sólo roban todos los automóviles que
quieren, sino que además usan la violencia para asaltar a la gente. ¿Por qué
preocuparse, pues, cuando cualquiera puede vivir como un rey con sólo dejar que
el prójimo gane dinero y después asaltarle cuando salga del banco?
No estoy insinuando que
tales pandillas mantengan alguna relación con mis pupilos, los cuales están
dentro de la ley; estoy tratando de definir el efecto que nuestra sociedad de
consumo, la misma que propicia el pandillerismo, produce en la mentalidad de
los niños. En cualquier escuela, incluida Summerhill, no es siempre el muchacho
pobre el que escamotea los centavos para el encargo que nos hace a alguno de
los profesores. Es más bien el muchacho que siente que no es amado en su casa;
él hurta amor simbólico; y me imagino que tal vez nuestros jóvenes pandilleros
jamás sintieron en sus casas la fraternidad de un verdadero amor.
Pero no puede ser el
dinero la única razón que explique esta nueva sofisticación superficial. Contribuyen
a ello muchos factores: dos guerras mundiales han echado por tierra muchos de
los viejos tabúes de la hipocresía y del paternalismo. La gente joven se ha
enterado de muchas falsedades y amoralidades de sus mayores; se ha dado cuenta
de que ha sido engañada, timada. La juventud actual ha adoptado una actitud de
desafío más marcada aún que la de la anterior generación. Fue la gente de más
edad y no la juventud la que hizo la bomba H. La juventud, por otro lado, está
consciente de su impotencia. La mayoría de los manifestantes anti-bomba son
jóvenes; son ellos los que sienten que sus vidas están en manos de la gente de
mayor edad: los políticos, los militares, y, en suma, en manos de los ricos y
poderosos. Una explicación a la nueva sofisticación bien puede ser que el
joven, a causa del miedo y de los acontecimientos, se haya hecho adulto antes
de tiempo. La anterior generación aceptaba la adscripción a su statu, acogía
las directrices de sus padres y los símbolos de éstos. Hoy el joven se rebela,
aunque de un modo fútil, pues no son otra cosa que meros símbolos su pelo
largo, sus chamarras de cuero, los jeans azules y sus motocicletas.
Cualquier niño aborrece los libros de la escuela, pero todos los niños saben
bien que nada pueden hacer por cambiar el "Sistema". En esencia, la
juventud es aún dócil, sumisa, se siente impotente y repudia las cosas que
carecen de importancia: vestidos, hábito, peinados. En cuanto a la religión,
la desafía no acudiendo a la iglesia, a no ser por coacción.
Es inútil perorar sobre
perversidad en la adolescencia. Homer Lane solía decir que toda mala acción
siempre se emprende por un motivo bueno, aunque pervertido. Cualquier
adolescente no es más perverso que usted o yo. Ellos se limitan a buscar la
alegría de vivir en una época en que tal alegría es ignorada; todo lo que de
esta época conocen es música pop, TV, fútbol y prensa sensacionalista. Sus
ideales son automóviles veloces, todo lo que significa ostentación; ven cómo se
aclama a las estrellas del cine, de la radio, a la música contemporánea y a los
cantantes callejeros. Y, naturalmente, la juventud ve en todo eso una sociedad
adquisitiva, una sociedad del bienestar, vulgar, barata y cursi; y las
escuelas, desinteresadas en la vida post-escolar del alumno se cruzan de
brazos. Otro aspecto de suma importancia estriba en que leer viene a ser como
una degradación; y si algún lector tiene algo que objetarme, yo le
recomendaría que comparase la circulación del "Neow Statesman" o la
del "Observer" con la de la prensa sensacionalista del domingo. A la
juventud no le interesa nuestra cultura, y si no, ¿a cuántos jóvenes le son conocidos
los nombres de Ibsen, Proust, Strindberg o Dante?
No, no estoy diciendo que
esto sea totalmente negativo. Nuestra cultura era estática; absorbía libros e
ideas, mientras que la cultura del joven de ahora se orienta a la acción, al
movimiento; hasta tal punto, que uno tiene que preguntarse:' ¿Qué es mejor,
sentarse a leer a D. H. Lawrence o ir al baile y estar moviéndose toda la
noche? Considero que la afición actual por el movimiento es una compensación
por la falta de acción que forjaron las obligaciones patriarcales; afición que
no puede ser contenida por el anterior condicionamiento o mutilación
psicológica. Sin embargo, nosotros sonreímos escépticos cuando multitud de
muchachas chillan histéricamente a la vista de los Beatles, tipos que, en lo
físico, no se asemejan al hombre viril. Pero, ¿por qué gritan? Alguien ha
escrito recientemente, que esto es una forma de masturbación. Yo pienso que quizá no
sea muy ilógico decir que tales gritos actúan como una liberación del
aborrecimiento hacia la escuela insulsa, hacia la adecuación del carácter,
hacia la supresión de sus propias vidas. En mi opinión, el ritmo es un
excelente modo de descargar las emociones. Y, a propósito de este problema,
quiero recordar que hace poco un psicoanalista nigeriano, habló en TV de que en
su país no existían ni el crimen sexual ni el suicidio. Al preguntarle el
porqué de esto, contestó que para los nativos actuaba como liberación la
práctica de las danzas tribales. Por tanto, siendo la música pop esencialmente
rítmica, todos esos gritones liberan alguna emoción sexual; aunque me imagino
que lo hacen de un modo absolutamente inconsciente.
Bueno, creo que no he
dado una respuesta satisfactoria acerca de si el robo moderno corresponde a
un mecanismo de carácter psicológico. Y no la he dado porque no sé cuál pueda
ser, aunque, en realidad, es muy posible que no haya una respuesta única y
simple. Pero, no obstante, una respuesta atingente a este problema podría ser
que la juventud ha podido darse cuenta de que cualquier tratado de psicología
no es más que un amontonamiento de meras palabras. A veces, cuando me pongo
algo pesimista, me pregunto si la terapia psicológica está llegando a su fin.
Miles de psicoterapistas efectúan sesiones privadas, destinadas a personas que
disponen de tiempo y dinero. Pero si todos los terapistas del mundo se dedicaran
exclusivamente a educar a los padres, diciéndoles todo aquello que no deben
hacer a sus niños, seguramente que no habría necesidad de educar a los adultos
formados por estos padres. ¿Cuántos psicoanalistas han dicho esto?: "Corregir
a los padres, no da siempre buenos resultados, dedicaré mi trabajo a la
profilaxis, empezando con las madres y los niños." Desgraciadamente creo
que muy pocos.
A MENUDO HE OÍDO DECIR
QUE USTED ESTA EN CONTRA DEL INTELECTUALISMO. ¿ES CIERTO?
¡VAYA HOMBRE, ya no sé
cuántas veces he oído este comentario! Frecuentemente me dicen que yo denigro
el aprendizaje y que desprecio las universidades. Pero no, creo más bien que
las pongo en su lugar, pues para mí la educación es, primordialmente, un
asunto de emociones, sin que esto quiera decir que se intente educar a las
emociones. Lo menos que se puede hacer es crear un ambiente propicio en el que
las emociones se desarrollen y se expresen. Hace años que vengo diciendo que si
las emociones son libres, el intelecto se cuidará de sí mismo. Por lo tanto,
creo que la enseñanza académica tiene un valor intrínseco muy escaso. Un
profesor especialista, puede ser una persona aburrida. También lo puede ser un
labrador, claro está, pero nadie espera oír palabras sabias dichas por un
campesino.
En sentido más amplio,
refiriéndome solamente a un caso, estoy en contra del sistema académico
porque con frecuencia excluye a individuos brillantes. Esta es una pérdida que
aún se estaría sintiendo si Charles Chaplin hubiese tenido que aprobar el
inglés, las matemáticas, la historia y la biología antes de subir al escenario.
Y todavía hoy, ¿cuántas personas hay, que pudiendo hacer algo grande en la vida
son excluidas por los exámenes académicos? Yo puedo decir, en apoyo de mi
aserto, que una vez tuve un muchacho que podría haber llegado a ser un gran
matemático, pero, desgraciadamente, tenía en su contra que aborrecía el inglés
y no podía superar el examen del "London Matriculation". Su carrera,
pues, estaba coartada. Por desgracia falleció en un accidente automovilístico
en un momento en que su futuro era oscuramente incierto. ¿Qué significa, en
realidad, un grado académico? Teóricamente, yo soy un especialista en
literatura inglesa, pero mis opiniones sobre Keats, Peter o Marlowe no tienen
ningún valor. Únicamente me ilusiono pensando que sé algo de psicología
infantil, una materia que no aprendí en ninguna universidad.
También debo citar aquí
una visita que hace poco recibí de un joven que acababa de obtener su
licenciatura en psicología. Yo le pregunté:
-¿Qué te han dicho que
debes hacer con un niño que roba?
-Dios mío, allí nunca nos
hablaban de esas cosas; tan sólo nos explicaban el comportamiento de las ratas
amaestradas- me contestó.
También me gusta la
historia de J. M. Barrie. Cuando él regresó de la Universidad de Edimburgo,
una tía suya le preguntó qué quería ser: "Escultor", contestó él. Y
la tía sorprendida, le respondió: "¿Entonces para qué quieres tu
título?"
Ya va siendo hora de que
el académico sea puesto en su lugar. La cultura que representa no es más que
una cultura vieja, ya fuera de tiempo. Y si esto es así, ¿por qué motivo, un
hombre con un título ha de valer más que el hombre que se dedica a fabricar o a
reparar aparatos de televisión? Está claro, sin embargo, que aunque nuestro
gabinete ministerial no está compuesto de académicos, seguimos aún pensando
que las personas egresadas de la universidad son más inteligentes que quienes
no han cursado estudios especializados. Así, por ejemplo: un profesor de
historia, como secretario de Asuntos Exteriores; un profesor de matemáticas,
como secretario de Hacienda o presidente de la Unión Comercial; un profesor de
latín o griego, como...; no, éste estaría mejor en la Cámara de los Lores. ¿Y
qué grado de licenciatura podría tener el secretario del Interior? Ni siquiera
es posible adivinarlo, a no ser que sea un licenciado en leyes. Un gobierno
parecido a éste ya lo tuvimos durante la Primera Guerra Mundial, que por
cierto no fue nada brillante; y tal vez sea ésa la causa de que no hayamos
vuelto a tener otro parecido a aquél. Y bien, ¿quién se dejaría guiar por un
profesor de lógica? En suma, ¿cuál es el servicio de todos estos graduados de
toga y birrete cuyas profesiones ya pasaron de moda? El profesor James Walker,
por ejemplo, era jefe del Departamento de Química cuando todavía no era más que
un estudiante. Naturalmente, Walker se pasaba las horas mostrándonos lo que
pasaba cuando se añadía cinc al ácido sulfúrico, algo que el maestro más
humilde podía haber hecho. Estimo, pues, que el sistema de conferencias es una
reminiscencia de los días en que aún no existía la imprenta. Los profesores,
dicho sea de paso, no deberían sustentar conferencias, sino investigar
constantemente. Pues durante mis estudios universitarios, tuve el
presentimiento de que a los profesores se les hacía odiosa nuestra presencia; y
no había por qué culparlos a ellos de esa malquerencia.
Si fuese yo mago, con mi
varita mágica barrería todos los grados académicos. ¿Qué pasaría entonces?
¿Cómo seleccionaríamos sin exámenes a los maestros, a los médicos, a los
clérigos, a los obreros especialistas? Claro que deben haber algunos exámenes,
pues no me gustaría ser dirigido por cualquier improvisado; pero, por otro
lado, ¿por qué desperdiciar la energía y el tiempo de los estudiantes con los
temidos exámenes?
En mi tiempo, en la
universidad de Edimburgo, cualquier estudiante de medicina comenzaba con
química, física, botánica, zoología, etc.; casi todo lo memorizaba y todo lo
olvidaba en el acto. Un médico, profesionalmente regular, ¿cuánto recuerda de
anatomía, de medicina forense, de fisiología o de histología? Por supuesto que
nuestros profesores, de alguna manera deben estar cualificados. Tal vez así
llegásemos algún día a tener una especialidad terapéutica que en lugar de
repetirnos cómo combatir las enfermedades nos dijera como vivir saludablemente.
¿Los maestros? Otra vez
estos especialistas. Personalmente, no me interesa el hecho de que un maestro
tenga título o no, en tanto que pueda discurrir sobre una materia con verdadero
interés. Yo he tenido maestros con experiencia y sin ella. En ambas categorías
los había buenos y malos. Mi opinión al respecto es que enseñar es un arte. Y a
propósito de ello, voy a explicar el porqué de los juicios adversos que uno se
forma acerca de los centros de adiestramiento. Digo, pues, que cuando yo tenía
diecinueve años, pasé unas oposiciones para ingresar en la Escuela de Adiestramiento.
Éramos 104 personas, y yo fui de los últimos con el número 103. Desde entonces
mantengo, lógicamente, una opinión muy limitada de tales escuelas.
Sin embargo, parece que
no hay más alternativa que el sistema de exámenes; pero, aun así, pienso que
podríamos suprimir las calificaciones. Porque creo que a ningún patrón o jefe
le gusta arruinar el futuro de una persona, dándole unas malas referencias. De
ahí precisamente que cuando aconsejo a un maestro suelo decirle que no califique.
Una vez tuve un maestro del que deseaba deshacerme, pero cierta cobardía me
impedía decirle que se marchara. Al fin él solicitó otro trabajo, y cuando me
pidió referencias, le di unas tan buenas, que... él mismo canceló su solicitud.
Otro detalle que me gusta, es el de un individuo que solicitaba ser portero en
una escuela y cuyo anterior patrón había escrito que él era generalmente
honrado. Uno de los encargados de la sección de personal telefoneó al antiguo
patrón preguntándole lo que ese "generalmente" quena decir, y el
requerido contestó: Emplee la palabra "generalmente" en su exacto
contexto para significar: "No particularmente."
¿ES SUMMERHILL EL TRABAJO
DE UN SOLO HOMBRE?
Es UNA PREGUNTA difícil.
¿Es la "Commonwealth" la labor de un solo hombre? ¿El hospital de
Albert Schweitzer es el esfuerzo de un solo hombre? Me parece que las escuelas
de Eton y Harrow fueron fundadas con el trabajo y el esfuerzo de un solo
hombre, pero no continuaron siéndolo por mucho tiempo. El tiempo viene a
sustituir al fundador. Pongamos este ejemplo: ¿Importa mucho quién sea el
director de una gran escuela pública? Pienso que un mero director no puede
hacer ningún cambio fundamental; de hecho, nadie se puede imaginar que algún
maestro haga de Eton una escuela con sistema coeducacional no religioso o de
autogobierno. Sobre este particular me viene a la memoria la siguiente
anécdota: Un aprendiz de demonio en el infierno, se presenta ante su maestro
con gran agitación: "Maestro, ha sucedido algo terrible; allí, abajo, han
descubierto la verdad." El gran Diablo, sonriente, contesta: "De
acuerdo, muchacho, ya mandaré alguien para que arregle eso."
Con esto quiero
significar, que en tanto Summerhill no esté sistemáticamente organizado, la
tradición o la costumbre no lo invadirán. Sin embargo, no puedo negar que
Summerhill era yo, pero no podría asegurar que todavía lo sea. Ahora el
sistema se está imponiendo por sí mismo. De suerte que cuando durante tres
meses estuve al margen de la escuela, sabía que todo estaba funcionando, porque
Ena, mi esposa, estaba allí; y ella siente y sabe de la escuela tanto como yo.
Además toda la plantilla de profesores nos secunda. Lo que no puedo precisar
es cuánta relación con el éxito de la escuela han tenido (déjeme fanfarronear
ahora un poco) mi personalidad, mi paciencia, mi humor, mi falta de toda
gesticulación, y mi negativa a ser el guía de los niños. Nadie lo puede
precisar. Es como preguntarse cuánto tuvo que ver la sonrisa de Homer Lane con
la cura de sus jóvenes delincuentes; o lo que la reserva paternal de Freud
hizo por sus discípulos inmediatos.
Me disgusta esa especie
de veneración hacia un solo hombre, ya que no es el hombre quien lo hace todo,
cuenta mucho igualmente la idea. Es por eso que no me gustan mucho las biografías
de Ruskin, Carlyle o Wilde; en ellas constantemente, aparece la mediocridad,
la debilidad que todos tenemos, y esto carece de importancia comparado con la
grandeza de lo mucho y bueno que tales hombres hicieron en la vida. El culto a
la personalidad, ha sido legalmente condenado en Rusia. Y por lo que a mí se
refiere, no puedo entender por qué razón, centenares de maestros no pueden
tener escuelas libres y dichosas. No se necesita ser ningún genio para ello,
ni ningún superhombre, sino sencillamente ser un hombre o una mujer capaz de
no decir a otros cómo han de vivir. Después de todo, la filosofía no es sino
la contemplación de las cosas importantes que hay en la vida, y si esto lo
aplicamos a la educación, en seguida encontramos que lo único importante de la
misma no es otra cosa que el crecimiento natural y la felicidad de los niños.
En verdad, yo no se qué clase de filosofía de la vida puede tener un maestro
que expulsa a un alumno por llevar largo el pelo o pantalones acampanados, o a
una alumna por tener una cinta blanca sujetando su cabello en lugar de la
negra de rigor. Se trata de maestros que propagan esa fatal enfermedad que
nosotros denominamos: uniformidad.
Siguiendo con el tema. El
comunismo no es creación de Lenin y Stalin solamente J. F. Kennedy y L. B.
Johnson tampoco fueron los únicos actores en la escena de su tiempo y lugar,
respectivamente. Pareciera como si alrededor de un solo hombre se formara una
irradiación semi religiosa; de suerte que muchas personas desean un dios en
quien basarse y a quien seguir, así como la mayoría de los británicos desean
un monarca ante el cual inclinarse. La cuestión, vista así, viene a ser ésta:
¿Qué sería de la humanidad sin líderes? No creo que Summerhill fuera sacado
adelante por un comité, pues el progreso de un comité está con frecuencia
entorpecido por las ideas de los miembros más conservadores. Sin embargo, yo no
soy ningún líder, sino simplemente un miembro del gobierno de una comunidad.
Todo lo que aquí puedo decir es que no me gusta ningún líder. ¿Que si algún
gran hombre ha sido líder? Militarmente y en asuntos militares, sí...
Cromwell, Wellington, Nelson, por ejemplo; más en asuntos sociales... muchos
han sido los hombres que nos han proporcionado reformas en las prisiones, en la
educación, en la justicia social, pero no se trata, en este caso, naturalmente,
de líderes en el sentido que Hitler y Mussolini lo fueron. Los que han
inspirado reformas fueron inspiradores, orientaron a la ciencia y al progreso,
pero no acaudillaron. Yo definiría al líder como una persona primordialmente
egocentrista, ambiciosa de poder para sí mismo. Ni Darwin, ni Freud eran
líderes; en cierto modo, sus obras estaban desligadas de sus personas. Y estoy
seguro de que W. Churchill no era ningún líder porque se sintiera a sí mismo
muy importante o ambicioso, sino el hombre capacitado que ante una emergencia
nacional, se hallaba en el lugar y momento apropiados a su capacidad de
gobernante.
Aquí deberíamos
distinguir entre figuras nacionales e internacionales. Los grandes descubridores
o inventores en ciencia, psicología o medicina, son, en general, mucho más
importantes que las figuras nacionales. El nombre de Freud, por ejemplo, tendrá
un recuerdo más duradero que los nombres de Lloyd George o de Wilson.
Resumiendo. Ni soy líder,
ni quiero serlo. Además, ni la alabanza, ni un título, ni seguidores,
constituyen mi recompensa, sino la pura y simple alegría de haber hecho un
trabajo con todo mi entusiasmo y energía. Cualquier otra persona puede, en mi
caso, realizar el mismo trabajo, des-echando toda pretensión de convertirse en
autoridad. Tal vez yo tenga un mérito...: que me puedo reír de mí mismo, cosa
que Hitler o Stalin dudo que pudieran haber hecho.
¿ES USTED OPTIMISTA O
PESIMISTA?
CREO QUE LA MEJOR
definición de un tipo pesimista es: aquel que convive con un optimista. En
cuanto a mí, confieso que respecto al futuro inmediato no soy optimista.
Nuestras vidas están en las manos de personas sobre las cuales no tenemos
ningún control. Cuba hubiera podido ser el inicio de una tercera guerra mundial
si Kruschef no hubiera tenido inteligencia y valor suficientes para retroceder.
Soy pesimista porque los políticos no siempre son personas capaces; también me
siento pesimista respecto a la cantidad de odio que hay en el mundo: odio
racial, odio nacionalista, odio religioso, y, en fin, que ante la realidad de
un mundo bastante enfermo, dudo que haya alguien optimista. Desde luego la edad
tiene mucho que ver con el pesimismo. G. H. Well en su libro "Mind at the
End of its Tether", pierde las esperanzas en el futuro del hombre. Los
ancianos se han acostumbrado a volver la vista atrás con tristeza y, así,
añorar los sueños de sus juventudes, los cuales, en su mayoría, se han quedado
sin realizarse.
Sin embargo, con respecto
a los niños, soy optimista. Jamás pierdo las esperanzas en el niño, a pesar de
que no se produzca en él ningún progreso aparente. Lo que me desespera es que
no se dé a los niños oportunidades de vivir; que su amor a h vida sea ahogado por
el mundo del adulto; mundo que constriñe, que castra a la juventud. Cierto
también que la libertad se va amplificando, pero ¡qué despacio! La triste
verdad es que el pensamiento y la técnica del hombre han sobrepasado las
emociones reprimidas del mismo. Este es el verdadero peligro de la bomba H,
pues las guerras no son motivadas por el pensamiento, sino por la emoción. Una
multitud es capaz de enfurecerse si la bandera nacional es ultrajada.
Considérese la guerra fría en Irlanda entre protestantes y católicos. Luego
tenemos lo que podemos llamar factores de codicia: el "espacio
vital" de los alemanes, nuestras exacciones coloniales, las ambiciones
territoriales. Tales factores si bien no proceden de la masa, ésta secunda al
líder de un modo emocional. Los hombres que murieron en la guerra de los Boers,
¿murieron pensando en la patria o en las frustradas ganancias de oro y
diamantes? Nunca se sabrá. Sin embargo, murieron "por la reina y por la
patria.”
Soy pesimista acerca de
la libertad que en realidad gozamos. ¿Disponemos de tiempo para hacer crecer
a los niños emocionalmente libres? ¿Libres del odio y de la agresión? ¿Libres
para que puedan vivir y dejar vivir? La bomba H se encuentra en las manos de
hombres que, desde sus cunas, carecieron -pues así se lo enseñaron- de amor a
la vida. No tendrían que echar mano de la bomba H si tales hombres hubieran
crecido sin trabas, libremente. La cuestión se simplifica, a saber: ¿podrá la
humanidad evolucionar de tal forma que la persona se sienta interiormente libre,
libre de todo deseo de moldear al prójimo?
¿Alguien puede dar la
respuesta?
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