COMPETENCIAS Y SOCIOCONSTRUCTIVISMO
NUEVAS
REFERENCIAS PARA LOS PROGRAMAS DE ESTUDIOS1
Dr. Ph. Jonnaert2
Profesor titular
y director del CIRADE, UQÀM, Montreal, Quebec
Canadá
Palabras clave: competencia – socioconstructivismo ‐ programa de estudios
– paradigma epistemológico – transferencia – adaptación
Resumen: este texto muestra la necesidad de que un programa de estudios haga referencia
únicamente a un paradigma epistemológico
de construcción del conocimiento.
Después, aclara los conceptos de constructivismo y de competencia
y muestra cómo, desde las nuevas perspectivas
curriculares, entre ambos conceptos se establecen vínculos.
Dichos conceptos no son incompatibles. Uno de los efectos de esta correspondencia es la entrada a los aprendizajes
escolares por el lado de las situaciones.
Introducción
Los nuevos programas de estudios
en Quebec3 , pero también en Bélgica francófona4 y en varias otras regiones del mundo5 han adoptado referencias que actualmente los alejan
de las
1 Este texto
es más amplio que lo
dicho durante las conferencias y retoma
una serie de elementos formulados en
Jonnaert (2001 y 2002).
2 Texto de apoyo
a las conferencias del Dr. Ph. Jonnaert en la segunda conferencia anual
de Inspectores de
la enseñanza media los días 18 de diciembre de 2001 en Bobo Dioulasso, Burkina Faso.
3 Nos referimos
a la versión aprobada en 2001 del programa de
formación de la escuela quebequesa para la educación preescolar y primaria.
4 La reforma de la escuela belga francófona está prescrita por un decreto ministerial aprobado por el
Parlamento. Dicho decreto, que data de julio de 2000, define las misiones prioritarias de la enseñanza básica y
de la enseñanza secundaria y organiza
las estructuras propias para lograrlas en Bélgica francófona. En Bélgica francófona, la escuela
fundamental cubre los niveles preescolar y primario, organizados en
ciclos que permiten, entre otras cosas, una articulación sin rupturas de
los años del nivel maternal hasta los del nivel primaria.
perspectivas curriculares tradicionales. Elaborados según una lógica de competencias e inscritos
en una perspectiva socioconstructivista, estos
programas parecen volver la espalda a los
tradicionales enfoques comportamentalistas, ampliamente legitimados por una larga tradición
pedagógica por objetivos. Las escuelas que viven estas reformas
se encuentran así en la línea de
partida de transformaciones profundas
que rebasan el estricto
marco del aprendizaje escolar.
En este trabajo mostraremos cómo los conceptos de “socioconstructivismo” y de “competencia”
no son incompatibles, aunque es necesario situarlos en su nivel de referencia y establecer entre ellos los vínculos
lógicos pertinentes que se imponen. Muy brevemente, comenzaremos con una aclaración del concepto de “socioconstructivismo”,
para después establecer algunas bases para
una pedagogía por competencias que tomaría
como referencia al socioconstructivismo.
Cabe aclarar que si bien tomamos el socioconstructivismo como referencia, no hablamos ni de
pedagogía, ni de método, mucho menos aún de didáctica socioconstructivistas. ¡Eso simplemente
no existe! El socioconstructivismo no es ni un método de enseñanza, ni un método de aprendizaje, ni
un modelo pedagógico, menos una nueva moda en educación.
El socioconstructivismo no es
nada de eso y no pretende llegar a serlo de ninguna manera. Cuando mucho,
se permite servir de
marco general de referencia
a las reflexiones acerca de la elaboración de los conocimientos en
contexto escolar para quien acepte el socioconstructivismo como paradigma epistemológico de la
elaboración de los conocimientos. ¡El socioconstructivismo no se impone!
Y no es ni normativo, ni
prescriptivo, pues en tal caso dejaría de ser constructivista.
Pero entonces, ¿qué es el socioconstructivismo y por qué debería servir
de referencia a las reflexiones sobre la construcción
de los conocimientos en contexto escolar? ¿Por qué hoy, de repente, sería necesario tomar
distancia en relación con el comportamentalismo, que a fin de cuentas nunca levantó tantas olas en educación
como ahora ocurre con la introducción del socioconstructivismo en los nuevos
programas de estudios?
Comenzaremos este texto mostrando
la paradoja fundamental en la que se inscribe un programa
de estudios cuando es pluriparadigmático. Después, daremos el ejemplo de una noción
utilizada
en los programas de estudios y en los discursos
sobre la escuela
invariablemente según una óptica
conductista, o una constructivista: la noción de transferencia. Después presentaremos los
5 Se
revisan muchos programas
de estudios y los expertos se
interesan particularmente en las experiencias de hermanamiento de Quebec y Bélgica
francófona en regiones del mundo
tan alejadas como Chile, el
Grand Ducado de Luxemburgo, Guinea ecuatorial, Tunicia, etc.
conceptos de constructivismo y de competencia
y mostraremos los lazos que pueden establecerse
entre estos dos conceptos.
Paradojas
y confusiones que suscita un programa
pluriparadigmático
Los debates alrededor de las referencias epistemológicas de los programas de estudios
son complejos y desde
luego hacen referencia a cuestiones fundamentales que los diseñadores de los nuevos programas nos plantean en la actualidad
(Jonnaert, 2001).
Para la escuela es difícil liberarse de las contradicciones en las cuales
se encuentra inmersa desde hace varios
decenios.
Comencemos recordando brevemente que, desde la exposición de Lashley
en el simposio Hixon de 1948 en el California Institute of Technology, se admite
que las respuestas comportamentalistas
a las cuestiones de la construcción
y del desarrollo de los conocimientos ya no son aceptables
(Jeffres, 1951; Gardner,
1985). Sin embargo, en la misma época, o casi, Bloom (1956) hace su entrada
muy notoria en la
educación con sus taxonomías. Casi de
inmediato, de ahí se deriva una
concepción del aprendizaje escolar
particularmente impregnada de las teorías comportamentalistas: la pedagogía por objetivos. Se trata sin duda de la corriente pedagógica más tenaz y poderosa de los últimos cincuenta años. Durante ese mismo período
se difundieron los trabajos del constructivista Jean Piaget. Y también en la misma época vimos cómo los programas de formación de maestros ofrecían
a los futuros mentores cursos de psicología del desarrollo de los
conocimientos basados
en el modelo constructivista de Piaget. Al mismo
tiempo, esos programas entrenaban a esos mismos futuros
maestros a elaborar lecciones
respetando los principios comportamentalistas de una pedagogía por objetivos. En la actualidad seguimos viviendo de estas herencias, seguimos chocando
con estas paradojas y estas contradicciones que la escuela no logra sacudirse fácilmente. Analicemos rápidamente un extracto
del nuevo programa de
estudios de Quebec, que debería permitir a un maestro o maestra
quebequés(a) identificar el paradigma epistemológico que habría guiado
a los diseñadores del programa
y que le permitiría, sin ninguna ambigüedad, diseñar
procedimientos coherentes
de enseñanza y de aprendizaje.
Extracto de un programa de estudios contemporáneo: una concepción ambivalente del
aprendizaje escolar
“Las prácticas pedagógicas son tributarias de las ideas que nos hacemos de la forma en que
aprendemos. Dos grandes corrientes de pensamiento, el conductismo y el constructivismo, han marcado y aún marcan nuestras concepciones del aprendizaje. Algunos aprendizajes que la escuela
debe
desarrollar han aprovechado prácticas inspiradas del conductismo y centradas en particular
en la memorización de saberes mediante ejercicios que se repiten. Sin embargo, muchos
elementos del Programa
de formación, en especial
los que se refieren al desarrollo de competencias y de dominio de saberes complejos, recurren
a prácticas basadas en una concepción del aprendizaje inspirada en el constructivismo. Desde esta perspectiva, se considera al aprendizaje
como un proceso del cual el alumno es el primer artífice. De manera particular, se ve favorecido por situaciones que representan un desafío real para el alumno,
es decir, situaciones que provocan un cuestionamiento de sus conocimientos y de sus representaciones personales” (MEQ, 2001: 6
y 7)6 .
Esta concepción hace referencia por lo menos a dos paradigmas epistemológicos de elaboración del
conocimiento: uno conductista, el otro constructivista. Por lo tanto, es esencialmente
pluriparadigmático y presenta una contradicción interna
tal que es inevitable que suscite
incoherencia en las aulas quebequesas.
¿Por qué esta doble referencia epistemológica puede suscitar
incoherencias en las aulas?
Al interesarse en los procesos de elaboración de los conocimientos, el maestro
y la maestra ya no pueden hacer abstracción de la clarificación de su propia posición
epistemológica (Brun: 1994). Sus prácticas profesionales relacionadas con el aprendizaje escolar
las inscriben dentro de un paradigma claramente definido. Cualquier equívoco a este respecto sólo puede suscitar
incoherencia, tanto en sus propios
enfoques como en los que quisieran generar en sus alumnos.
La cuestión del paradigma epistemológico puede parecer puramente teórica,
y sin embargo es fundamental. Laflamme (1994: 6) nos recuerda
atinadamente que el investigador, pero también el maestro, conoce, piensa y analiza
utilizando las herramientas,
los conceptos y las categorías insertos en un paradigma. Según este autor, es imposible situarse
fuera de un paradigma, cualquiera que sea, para examinar y analizar una situación. Más, aún, nos dice Laflamme (1994), si sólo se puede analizar en el marco de un paradigma, éste impone necesariamente una selección,
una determinación y un control de la conceptualización y de la categorización.
Al yuxtaponer paradigmas contradictorios en su concepción del aprendizaje
escolar, el MEQ (2001)
no realizó un trabajo de selección que le hubiera permitido
controlar mejor su propia concepción
del aprendizaje escolar.
Un paradigma que debe servir como referencia para los maestros
y maestras en sus prácticas profesionales no puede ser ambiguo. Su función
consiste en definir una
tabla de lectura no ambivalente a través de la cual los maestros
y maestras puedan analizar
y elaborar procedimientos de enseñanza y aprendizaje. Para Fourez,
Englebert‐Lecomte y Mathy
(1997: 74), un paradigma evoca
todos los presupuestos teóricos, prácticos e ideológicos que una disciplina científica ha adoptado a lo largo de su historia. En otras palabras, un paradigma es la tabla de
lectura a través de la cual una disciplina
estudia el mundo
y mediante la cual selecciona lo que le interesa. Morin (1991: 213) aclara además que un paradigma contiene, para todo discurso
6 MEQ: Ministerio de Educación de Quebec.
elaborado
bajo sus cánones, los conceptos fundamentales,
las categorías maestras del entendimiento y el tipo de relaciones existentes
entre esos conceptos y esas categorías.
La concepción del aprendizaje definida por el MEQ (2001:
6 Y 7) y que evocamos en estas líneas
permite formular la hipótesis según
la cual este programa no se inscribe en un paradigma epistemológico claramente definido; así, los maestros y maestras quebequeses se ven confrontados a una concepción del aprendizaje “conductista y constructivista”. Así, esta
concepción del aprendizaje hace referencia simultáneamente a dos hipótesis que se contradicen
entre sí7 .
Dos hipótesis contradictorias
La hipótesis constructivista
El argumento inicial
de las epistemologías constructivistas es el de la primacía absoluta del sujeto
que conoce. Éste, además,
es capaz de atribuir algún valor al conocimiento que elabora.
Entonces,
el conocimiento implica a un sujeto que conoce
y no tiene sentido
o valor fuera de él. Dicho
en otras palabras, el sujeto no tiene que postular la existencia o la inexistencia de una realidad que le sería
ajena (ontológica). El postulado de esta
tesis constructivista consiste, pues, en que el conocimiento que un sujeto elabora
es necesariamente el de su propia
experiencia. Por lo tanto, el conocimiento no es independiente del sujeto. Además, el conocimiento que el sujeto tiene de su propia
experiencia sólo se convierte en conocimiento si él le atribuye
un valor propio,
el cual tampoco es independiente del sujeto que conoce.
La hipótesis ontológica
El conocimiento es el de la realidad
postulada independiente del sujeto
que conoce, es una realidad ontológica. Por lo tanto, el conocimiento es verificable en una realidad
localizada fuera del
sujeto que conoce. Se puede
comunicar y enseñar. Es anterior a lo que el sujeto puede hacer
7 Esta paradoja
fundamental no es específica del programa
de estudios quebequés. Lo encontramos en muchos otros programas de estudios, en
particular en el actualmente
prescrito en Bélgica
francófona. Todo pareciera indicar
que los diseñadores de los programas de estudios no han realizado, como preámbulo a
su trabajo en su conjunto, una reflexión profunda sobre
el paradigma epistemológico de elaboración del conocimiento que debía
servir de referencia a su trabajo de diseño del programa. En ningún momento encontramos huellas de una reflexión en tal sentido, la cual, sin embargo, nos parece indispensable para garantizar la coherencia de un edificio tan pesado como lo es un programa de estudios.
para aprehenderlo, pues le preexiste.
El conocimiento representa una porción de la realidad
que describe. Así, el conocimiento se subdivide en una serie de disciplinas científicas que,
yuxtapuestas, describen lo real. El conocimiento es independiente del sujeto que conoce. Por lo
tanto, el valor de la “verdad subjetiva” también
es independiente del sujeto que conoce.
Cada una de estas
dos hipótesis se refiere a una concepción distinta de la naturaleza misma de los
conocimientos y de los procesos
a través de los cuales se construye. En un caso, el conocimiento
no se puede disociar
del sujeto y entonces se construiría; en el otro, es exterior a él y
sólo se le
puede
transmitir. Para evitar cualquier incoherencia en las aulas, se impone una aclaración en este
sentido. De toda evidencia y en toda lógica, el conocimiento no puede referirse simultáneamente a
dos paradigmas antagónicos de construcción del conocimiento. Uno ubicaría el conocimiento
fuera del sujeto que conoce, mientras que el otro no lo separaría
del sujeto que conoce. Más que
incoherente, una posición biparadigmática es insostenible.
Pero ¿qué tipo de incoherencia generaría semejante posición? El caso de la noción de
transferencia es, a nuestro parecer, un buen
ejemplo de la incoherencia en la cual puede estar
inmerso(a) un maestro o una maestra.
Ejemplo
derivado de una paradoja
pluriparadigmática: el caso de la
noción de transferencia
Muchos textos actuales,
ya sean artículos, obras de divulgación, tesis o tesinas,
participan en un andamiaje teórico y empírico acerca de la noción de transferencia. Esta noción tan cortejada
está hoy más que nunca presente en los discursos
sobre la educación
y los programas de estudios.
¿Significa acaso que esta noción es pertinente o responde simplemente a
un efecto de la moda?
La noción es antigua, sus fundamentos remontan
a principios del siglo pasado. Más allá de un efecto
de la moda, se trata entonces
de una noción tenaz.
Pese a una falta
de definición clara y a la rareza de resultados de investigaciones que permitirían validarla, la transferencia está
efectivamente presente en muchos discursos actuales
sobre el aprendizaje y las finalidades de la escuela. La transferencia resiste a los efectos de la moda, pasa a través de las corrientes pedagógicas y es muy longeva. ¿Sería
parte acaso de la mitología escolar?
Los cimientos de la noción de transferencia están en los trabajos de comportamentalistas como Thorndike, que a principios del siglo XX planteaban la hipótesis de que mientras más grande es la similitud entre estas
dos tareas, más los comportamientos adquiridos en una se pueden transferir a la otra. Prácticamente un siglo más tarde, la hipótesis comportamentalista no se ha confirmado.
Antes al contrario, los resultados de trabajos actuales acerca
del isomorfismo de las situaciones
parecen
invalidarla. Los primeros trabajos se refieren
a la transferencia de “comportamientos”. Sin
otra forma de procedimiento, los trabajos actuales
de psicología cognitiva tratan más bien de “conocimientos”. ¿Puede el paso de los comportamientos a los conocimientos operarse
de esta forma, como si se tratara de problemáticas similares? Unas herramientas de análisis muy potentes,
como
las que utilizaron Jonnaert (1997), Jonnaert y Laveault (1994) y Baffrey‐Dumont (1996), permiten decodificar
la estructura de la situación que se propone a los estudiantes en aprendizaje. Los trabajos mencionados se han referido a aprendizajes matemáticos o de física
con estudiantes que concluyen estudios
medios o inician estudios universitarios. Hoy está claramente establecido que el isomorfismo de ambas situaciones no permite de ninguna manera predecir la transferencia de los conocimientos construidos en una situación hacia su utilización en otra situación, aunque ésta sea isomorfa
a la primera (Richard, 1990). Los investigadores han observado muy pocas transferencias de conocimientos, incluso la mayoría de las veces ninguna, entre situaciones
isomorfas o casi isomorfas (Richard, 1990; Jonnaert, Lauwaers y Pelletier, 1990; Mendelson, 1994,
1996; Baffrey‐Dumont, 1996). Si la noción
de transferencia es pertinente, incluso si
existe, se trataría
de trabajarla en una dirección
completamente distinta de la que consistiría en hacer corresponder una “tarea origen” con una “tarea
destino”. Sin embargo, existen definiciones
muy difundidas de la transferencia, como las de Tardif
(1999)8 o Presseau (1998),
que dejan entrever un vínculo con el enfoque conductista
que hemos evocado. Para estos
autores, la transferencia se refiere
a los mecanismos cognitivos que permiten utilizar, en una tarea destino, conocimientos que un sujeto
ha construido en una tarea origen.
Estos autores se refieren
fundamentalmente a esta correspondencia entre dos tipos de tarea: una sería aquélla en la cual el sujeto se habría construido conocimientos, la tarea origen, y la otra sería aquélla en la cual
operaría una transferencia de lo adquirido, la tarea destino.
En sus discursos, simplemente
sustituyeron la palabra
“comportamiento” de la hipótesis comportamentalista por
“conocimiento”.
Mendelson (1994, 1996) insiste
en el contexto. Para este autor, los conocimientos se inscriben en el
contexto en el cual encuentran su significado: están situados. La transferencia sería entonces
el mecanismo que permitiría la utilización,
en un nuevo contexto, de conocimientos construidos con anterioridad. Estos discursos hacen eco a la corriente de la inteligencia distribuida (Pea, 1993;
Perkins, 1991, 1995,
1996; Salomon, 1993; Wilson, 1996).
Desde esta perspectiva, la situación es sólo
uno de los elementos de este contexto, el cual está lleno de recursos y de imperativos que no
son
exclusivamente cognitivos ni el resultado
únicamente de un hipotético tratamiento de la información. Una simple y tecnicista puesta en correspondencia de una tarea origen con una tarea destino no basta, y una utilización
reductora de conocimientos codificados mecánicamente en la
memoria de largo plazo no puede explicar todo. Se trata más bien de hablar de una
ubicación en
8 Para Tardif
(1999: 58), la transferencia de un aprendizaje hace
referencia esencialmente al
mecanismo cognitivo que consiste en utilizar en una
tarea destino un conocimiento
construido o una competencia desarrollada en una tarea origen. En su modelo
secuencial de la transferencia, Tardif (1999: 75)
habla, para la etapa 4
del modelo, de una puesta en correspondencia de
los elementos de la tarea destino
con los de la tarea origen. El autor
no hace referencia a ninguna investigación
que permita validar su modelo, y se trata por lo tanto de un resurgimiento de la hipótesis conductista, ya
casi centenaria pero aún no
confirmada.
contexto de los conocimientos construidos (Jonnaert, 1996), que de evocar
el hipotético isomorfismo de las situaciones. La contextualización de los conocimientos
parece determinante
para comprender la manera en que un
sujeto utiliza lo que ha aprendido, porque ahí está la clave de la transferencia: “¿qué
haces con lo que has aprendido?” La transferencia, de existir, se inscribiría entonces dentro de un tríptico que los especialistas
en didáctica de las disciplinas aprecian particularmente: contextualización – descontextualización – recontextualización. La hipotética transferencia sería entonces el proceso que permitiría establecer un vínculo entre estas fases. Pero los modelos
más vulgarizados de la transferencia son modelos
lineales y rígidos, y los
investigadores observan más bien una serie de interacciones,
muy variables de un sujeto
a otro, que demuestran
vaivenes incesantes entre estas tres fases. Se trata menos de buscar una correspondencia entre una tarea origen
y una tarea destino
que de poner en perspectiva la recontextualización de los conocimientos construidos dentro de una clase de situaciones. Esta puesta en perspectiva permite al sujeto, de entrada,
establecer vínculos útiles entre los
conocimientos que se construye y su viabilidad potencial en otros contextos que se le presentan.
Si bien la cuestión del isomorfismo de las situaciones ya no parece pertinente en la actualidad, la
contextualización de los conocimientos se convierte en el primer concepto central en una
reflexión sobre la transferencia. La problemática de la contextualización de los conocimientos aniquilaría entonces a
la del isomorfismo de las situaciones. Más que evocar tareas
destino, se trataría, dentro de una misma clase de situaciones, de poner en perspectiva los conocimientos
para que el alumno pueda establecer los vínculos
útiles entre los diferentes contextos en los cuales esos conocimientos
pueden ser pertinentes y viables.
Varios autores han constatado que la transferencia está muy mal definida
en la literatura científica contemporánea, y que a través
de los resultados de la investigaciones en psicología cognitiva que tratan de aclararla, se manifiesta únicamente como un fenómeno marginal,
incluso muy poco
frecuente. Apoyados en ello, estos autores
ponen en duda la existencia misma de la transferencia (Detterman, 1993; Lave y Wenger, 1991). Por demás difusa,
la transposición de la noción de transferencia del comportamentalismo hacia
otro paradigma epistemológico no ha generado
hasta
hoy más que ambigüedad y
escepticismo acerca de esta noción. Más allá de la transferencia,
sería de utilidad
volver a un concepto menos circunscrito: la adaptación.
Antes de hablar de adaptación, se imponen
dos observaciones que se derivan de lo dicho en la sección anterior. La primera observación se refiere a la representación de la situación
y de su contexto. Todos los investigadores (Richard, 1990; Jonnaert
y Vander Borght, 1999) que se interesan en las cuestiones del aprendizaje admiten
hoy que el alumno nunca trabaja sobre la
situación que le propone el profesor, sino sobre la representación9 que él se ha construido de
9 Para Richard (1990: 10), las representaciones son “construcciones
circunstanciales hechas en un contexto
particular con fines específicos: en una situación dada y para hacer frente
a las exigencias de la tarea
que se está realizando, un texto que se está leyendo, una instrucción que se está escuchando, un problema que hay
dicha situación. ¡No importa que se trate de una tarea origen
o de una tarea destino! El sujeto trabaja sobre su representación de las situaciones, no sobre otra cosa. Así, es imposible predecir o desarrollar estrategias pedagógicas llamadas
de transferencia refiriéndose únicamente a la
estructura de las tareas que el profesor
elabora. En cuanto se proponen las situaciones
a los alumnos, éstos las destejen y
construyen su propia
representación de las mismas. ¿Por qué tendría que ser de otra manera? Todos están de acuerdo en afirmar que un texto sólo está acabado
cuando
encuentra lector. Mil y un debates, de Sartre a Yourcenar, son prueba
de ello. ¿Por qué
sería distinto cuando
hablamos de “situaciones de aprendizaje”? Las teorías
actuales de la transferencia hacen caso omiso de estas reconstrucciones por los alumnos
confrontados a las
situaciones que sus profesores cocinan.
Cuando mucho, Tardif
(1999) habla de la “representación
del problema” por el alumno,
pero ¿qué pasa con su representación de la tarea origen y
de la tarea destino?
La segunda observación se refiere
a la viabilidad
de los conocimientos que el alumno
se ha construido a partir
de su representación de estas situaciones y de su contexto (Pépin,
1994). Los conocimientos que un individuo se ha construido son viables
en la clase de situaciones en la cual inscribe su representación de la situación y del contexto en el cual ha creado dichos
conocimientos. Él es el único que puede juzgar esta viabilidad. Cada vez que se ve confrontado a
una nueva situación en un nuevo contexto, el sujeto adapta
sus conocimientos en función
de su grado de viabilidad en esas situaciones. La noción de viabilidad de los conocimientos contradice
todos los modelos lineales de la transferencia. Se trata menos de hablar
de codificación de conocimientos aprendidos en una tarea origen
que de evocar
la viabilidad de conocimientos
construidos o adaptados en un contexto particular. Pero el sujeto no trabaja
sobre los elementos del contexto que el profesor ha preparado, sino que transforma sus conocimientos a partir de la representación que se ha construido de ese contexto.
La adaptación de los conocimientos es el segundo concepto central en la reflexión que
desarrollamos brevemente en este párrafo. Esta adaptación se realiza en una dialéctica entre los
conocimientos de un sujeto y la representación que éste se hace de la nueva situación a la cual se ve confrontado y de su contexto. Este proceso
de adaptación es prácticamente permanente y
puede llevar a refutar conocimientos no viables, a modificarlos
o a reutilizarlos. Piaget describió
con detalle este complejo proceso. A nuestro parecer
es suficiente para responder a la pregunta: “¿qué haces con los conocimientos que has construido?”. En general, los especialistas
de la
que
resolver. La construcción de la representación se finaliza con la tarea
y la
naturaleza de las decisiones que hay que tomar.
Las representaciones tienen en
cuenta todos los elementos
de la situación y de la tarea; por lo tanto, son muy
particularizadas, ocasionales y por naturaleza precarias. Basta que la situación
cambie o que se tome en cuenta un elemento
no observado antes, para
que la representación se
modifique. Por naturaleza son
transitorias, ya que una vez que la
tarea se termina, son reemplazadas por otras representaciones vinculadas con otras tareas.”
construcción de los conocimientos
desde una perspectiva constructivista
admiten el proceso
de adaptación y las diferentes modalidades que Piaget le atribuye.
Contextualización y adaptación de los conocimientos más o menos viables
en estos contextos, son los procesos
dentro de los cuales intervendría una hipotética transferencia si, por ventura, ésta se definiera y rebasara su estatus
ya centenario de hipótesis.
A falta de ello, la transferencia
no es más que un residuo comportamentalista, mal definido y no validado.
Esta noción de transferencia, transpuesta de una hipótesis comportamentalista a una reflexión
constructivista sobre el aprendizaje
en contexto escolar, no resiste el análisis. Desde una
perspectiva constructivista, la hipótesis
relativa a la transferencia de comportamientos de una situación a otra, así sean isomorfas, sigue estando, después de un siglo de trabajos
e investigaciones, por validar.
Pero entonces, ¿qué hay que entender
por socioconstructivismo?
El socioconstructivismo es,
cuando más, una hipótesis
epistemológica según la cual un sujeto se construye conocimientos a partir
de lo que ya conoce. Este paradigma es difícilmente aceptable
para los profesores sin que haya por su parte un indispensable cuestionamiento. Por definición, los profesores enseñan y transmiten saberes a sus alumnos. Nadie
podría reprocharles eso. En la actualidad, la tesis constructivista está generalmente aceptada. Investigadores en educación y profesores admiten, casi unánimemente, la necesidad de que el alumno
participe activamente en
la construcción de sus conocimientos.
Entonces ¿en qué consiste esta tesis? Para Glaserfeld (1994), los conocimientos no se pueden transmitir. Por el contrario, quien aprende
los construye y después se mantienen mientras sean
viables para el alumno.
Esto significa que, articulados a otros recursos (afectivos, sociales, contextuales, etc.), estos
conocimientos viables permiten a su autor
ser competente en una serie
de situaciones. Estas situaciones deben entonces
ser significantes para el alumno, pero además ser pertinentes en lo que respecta
a las prácticas socialmente establecidas.
Efectivamente, estas prácticas son las que constantemente ponen en tela de juicio
los conocimientos
del alumno. Dicho con otras palabras, lo que es determinante para los aprendizajes ya no es tanto el contenido
disciplinario , sino las situaciones en las cuales
el alumno puede
utilizar dicho contenido
como “conocimiento viable”. Lo determinante
es más bien la situación, y no tanto la construcción que cada
alumno elabora acerca
de estas situaciones: la representación de la situación. Asegurarse de
la viabilidad de sus propios conocimientos requiere una práctica reflexiva por parte del sujeto que conoce.
Tras esta reflexión acerca
de la naturaleza de los conocimientos desde una perspectiva socioconstructivista, sugerimos
de ellos una caracterización
cuádruple:
(1) los
conocimientos se construyen (y no se transmiten);
(2) son temporalmente viables
(y no están definidos de una vez por todas);
(3) requieren una práctica reflexiva (no
se admiten como tales sin cuestionamientos);
(4) están situados en contextos y en situaciones pertinentes en relación con las prácticas sociales establecidas (y no están descontextualizados).
Sin embargo, es indispensable recordar,
en este punto de nuestra reflexión, que el sujeto que conoce se construye necesariamente una representación de la situación que se le sugiere.
La noción de representación es transversal a todo proceso de construcción
de conocimientos y de competencias en situación. Sería ingenuo imaginar que la situación que el profesor
propone se basta
a sí misma; los alumnos trabajan
en otro nivel: el de su representación
de la situación. Entonces, no es suficiente afirmar
que los conocimientos están situados,
sino que hay que aclarar que
están determinados por la representación que el sujeto que conoce tiene de la situación.
La dimensión socio
del socioconstructivismo, por su parte, hace referencia
no sólo a las interacciones sociales
con los iguales y el profesor, sino también a la naturaleza misma de los saberes10 . Los saberes codificados,
definidos en los contenidos de los programas escolares, no son gratuitos. Por ejemplo,
la introducción de nociones
de probabilidad en el nuevo programa de matemáticas en la escuela primaria
de Quebec proviene
de una intención de los redactores de los programas. Sin duda hacen referencia a expectativas sociales específicas en relación con este tipo
de contenido. De la misma manera,
todo el contenido de los programas escolares
se inscribe en finalidades claramente definidas.
Por otra parte, diferentes niveles de proyectos (proyectos de sociedad, de escuela, de clase, o bien proyecto
personal del alumno, proyectos de las familias, etc.), connotan la mayoría
de las actividades de aprendizaje. El carácter social de la escuela se reparte en varias escalas:
(1) la dimensión social determina el saber codificado que los programas proponen;
10 Cuando hablamos de “saber”, hacemos referencia a los contenidos de los programas y de los manuales escolares, los curricula,
la distribución de las materias, los planes de clase,
etc. En general se trata de contenidos disciplinarios instituidos por el propio sistema escolar y por la sociedad. A veces estos saberes
se designan con el vocablo “saberes codificados”. En cambio, cuando hablamos
de “conocimiento”, nos referimos al patrimonio cognitivo del alumno. En cuanto
un
alumno construye (o reconstruye)
un
saber, éste se convierte en un “conocimiento” para ese alumno.
No hay una correspondencia automática y estricta
entre los “saberes
que enseña” el profesor y los
“conocimientos que construye” el alumno.
(2) dicha dimensión se precisa a través
de los diferentes niveles de proyectos que habitan a los actores de la escuela;
(3) se traduce en interacciones entre los participantes de la clase (alumnos y maestros),
siendo estas interacciones necesarias a la construcción de los conocimientos y a su validación.
(4) se traduce en términos de
finalidades.
Esta dimensión “socio”
también se retoma en varias de las dimensiones que caracterizan los conocimientos. A través de las interacciones, hay un elemento que interviene tanto en la construcción de los conocimientos
como en la prueba de su viabilidad. Además,
el contexto y
las situaciones que ahí se proponen están fuertemente connotadas por esta dimensión socio del “socioconstructivismo”,
son las envolturas dentro de las cuales el alumno
podrá dar sentido a los
conocimientos que construye. La dimensión socio, a través del contexto y
de las situaciones, precisa
el significado de los conocimientos que el sujeto construye. A
través de las interacciones sociales,
la dimensión socio especifica condiciones de construcción y
de validación de los conocimientos. En esta
perspectiva, Bautier,
Charlot y Rochez (2000: 180 y 181) hablan
de relación con los saberes
como relación con el acto de aprender, relación
con los saberes construidos como objetos sociales
y culturales, relación
con situaciones de aprendizaje. La relación con el saber, para estos autores,
es una relación de sentido y de valor: el individuo valora o desvaloriza los saberes y las actividades que tienen que ver con ellos, en función
del sentido que les da.
¡Pero eso no basta! Para que haya construcción
de conocimientos, no basta que se sumerja
a una persona en un contexto y que dicha persona desarrolle interacciones sociales de diversas
naturalezas. El propio
sujeto que conoce debe estar
interactuando con el medio. Jonnaert y Vander
Borght (1999) retienen esta tercera característica del enfoque
socioconstructivista como
constitutiva incluso del proceso de construcción de los conocimientos. El sujeto
que conoce construye nuevos conocimientos haciendo interactuar sus conocimientos anteriores con elementos del medio en el que se desenvuelve. Mediante esta interacción,
que rápidamente se convierte en una dialéctica “anterior/nuevo”, el sujeto que conoce modifica tanto sus
conocimientos anteriores, que adapta algunas características de ese medio para adaptarse constantemente a él y
construir nuevos conocimientos. Entonces,
el enfoque es constructivista, social e interactivo,
y está sintetizado en el modelo
SCI de Jonnaert y Vander
Borght (1999), el modelo
Socio Constructivista e Interactivo.
¿Ha dicho competencias?
Existen varios
enfoques del concepto de competencia. Desde hace unos diez años, hemos seguido
su
evolución a través
de la literatura pedagógica
y didáctica. Aunque hay quienes afirman que el
concepto de competencia es demasiado
polisémico, algunos
autores han llegado a cierto consenso
(D’Hainaut, 1998; Meirieu, 1991; Jonnaert, Lauwaers y Peltier, 1990; Raynal y Rieunier, 1997; Perrenoud, 1997; Pallascio, 2000; Jonnaert, 2001 y 2002).
Una
competencia
|
D’Hainaut, 1988
|
Raynal y
Rieunier, 1997
|
Perrenoud,
1997
|
Jonnaert,
Lauwaers y
Peltier, 1990
|
Meirieu, 1991
|
Pallascio,
2000
|
hace
referencia a
un
conjunto de
elementos
|
saberes, know‐
how, saber ser
|
comportamien‐
tos
|
recursos
|
capacidades
|
un saber
identificado
|
disposiciones
de naturaleza cognitiva, afectiva,
reflexiva y contextual
|
que el sujeto
puede movilizar
|
(no se
especifica)
|
estos
comportamien‐ tos son potenciales
|
estos recursos
son movilizables
|
estas capacidades
deben seleccionarse y coordinarse
|
este saber
identificado
se debe poner en juego
|
la
movilización se
expresa a través del
concepto de disposición
|
para tatar
una situación
|
tratamiento de
las situaciones
|
una actividad
compleja
|
un tipo
definido de situación
|
la representación
de la
situación por el sujeto
|
una situación
determinada
|
situaciones‐
problemas
|
con éxito
|
“desempeñar
adecuadamente un papel, una función o
una actividad”
|
“desempeñar
eficazmente una actividad”
|
“actuar
eficazmente”
|
“responder más o
menos pertinentemente a la solicitación de la representación de la situación”
|
“una
combinación apropiada de
capacidades”
|
“una acción
responsable, es decir
diseñada, administrada
y aplicada con conocimiento de
causa”
|
Resumimos este conjunto de definiciones en seis puntos:
(1) Una competencia es una puesta en práctica,
por una persona
en particular o
un grupo de personas (una competencia puede ser colectiva) de saberes, saber
ser, know‐how, saber
devenir en una situación dada; una competencia
siempre se contextualiza en una
situación específica y siempre
depende de la representación que la persona o el grupo de
personas se hace de esta situación11 .
(2) Esta
puesta en práctica supone una movilización eficaz de una serie de recursos pertinentes para la situación; estos
recursos pueden ser de orden cognitivo (por ejemplo
conocimientos), de orden afectivo (por
ejemplo la inclusión de la situación en un proyecto
personal), de orden
social (por
ejemplo recurrir a
la ayuda del profesor
o de un
11 En este nivel nos parece importante precisar que
el sujeto moviliza un saber
“en
acción” porque
este
saber
está contextualizado en una situación en la cual
el sujeto lo utiliza realmente. Las
tipologías clásicas de los saberes no son entonces
suficientes para comprender el
“saber” movilizado para volver efectiva una competencia.
condiscípulo), de orden contextual (por ejemplo utilizar la computadora del aula o alguna referencia como como un diccionario o un archivo), u otro; no hay limitaciones a estos recursos, pueden ser muy diferentes de una situación a otra y
de una persona a otra o de
un grupo de personas a otro12 ; además, los recursos
cognitivos sólo son un recurso entre otros.
(3) Más allá de esta movilización y de esta puesta en práctica de recursos, la competencia también supone
una selección de los recursos movilizados que permitirán
ser lo más eficaz
posible en la situación.
(4) La competencia también supone una coordinación de los recursos
retenidos entre sí; aunque al principio
una persona o un grupo de personas movilice
muchos recursos, sólo deberá
utilizar los que son pertinentes para la situación
y no redundantes
entre sí; además de la movilización, las actividades de selección y de
coordinación de los recursos
son igualmente importantes.
(5) Con ayuda de estos recursos
movilizados, seleccionados y coordinados, la competencia supone un tratamiento exitoso de las tareas que requiere la situación: algunas de estas
tareas pueden tener relación con la resolución de un problema; la persona o el
grupo de personas deberá después
articular entre sí los resultados de los tratamientos; una competencia sólo se declara como tal si la situación
se trata con éxito.
(6) Por último,
una competencia implica que todos
estos resultados no sólo han permitido
tratar la situación
con éxito, sino también que estos resultados son socialmente
aceptables; esta doble caracterización del resultado, éxito versus aceptación social,
requiere integrar una dimensión ética
a la evaluación de los resultados.
¿Y concretamente…?
Tomemos
como ejemplo las primeras actividades de recubrimiento por el alumno en el primer
ciclo de la escuela primaria. A menudo estas actividades se realizan
desde una perspectiva artística de dibujo o de bricolaje. El alumno tiene que cubrir
una hoja de dibujo con hojas de árboles
que recoge en el patio de la escuela. Organiza las hojas de árbol
según criterios como su color
o su tamaño. Cuando termina de cubrir
la hoja de papel, mira su trabajo, que puede gustarle
o no. Pero estos primeros recubrimientos, que más tarde llamamos actividades de adoquinado13 , preparan
12 Un profesor debe
tomar conciencia de que de un alumno a otro, los recursos movilizados son
necesariamente diferentes, pues
cada uno hace referencia,
entre otras cosas, a sus propias representaciones de la situación
y de
sus diferentes componentes.
13 El adoquinado es una actividad de recubrimiento del plano sin traslapes
ni vacíos; distinguimos varios tipos
de adoquinado en
geometría (el adoquinado poligonal, el adoquinado uniforme, el adoquinado
periódico, el
adoquinado regular, el adoquinado
semirregular, el adoquinado dual).
Las primeras actividades de recubrimiento con patrones
informales (por ejemplo hojas de
maple) no permiten un adoquinado en el sentido estricto del término, pues
quedan “hoyos” entre las hojas, y algunas de ellas se
superponen; pero
directamente la noción de
cálculo del área de una superficie dada. La adaptación14 de las competencias del alumno del adoquinado al cálculo del área tiene lugar entre situaciones que pertenecen a
una misma “clase de situaciones”. Aunque parezcan muy alejadas, podemos
decir que las situaciones de recubrimiento, las situaciones de adoquinado y las situaciones de cálculo de áreas
se
inscriben todas
en la gran clase de las situaciones relacionadas con las superficies y su medición. Lo que cambia esencialmente es el contexto. Al principio, el alumno realiza recubrimientos en una perspectiva artística
de dibujo o bricolaje, después realiza
adoquinados en el sentido
estricto del término, para llegar por último al cálculo
de áreas desde una perspectiva matemática. Pero en todos
los casos, su actividad sobre las superficies está contextualizada en una situación dada. En estos
contextos particulares
desarrolla competencias
primero muy específicas que progresivamente se volverán competencias más amplias, integrando y articulando entre sí las que el alumno ha desarrollado en esos contextos
particulares.
Entonces se entiende que una competencia siempre
es función de la situación particular en la cual el
alumno la pone en práctica y
del conjunto de situaciones que posteriormente permite tratar.
Así, una de las principales características de estos aprendizajes es que son muy contextualizados.
Los aprendizajes ya no carecen de significado para los alumnos, porque la situación con la cual se ve confrontado aporta incesantemente el sentido
a los contenidos que va descubriendo. Más aún, la situación
actual lo pone en perspectiva hacia nuevas situaciones que podrá tratar. Aquí se trata de
una de las aportaciones esenciales del enfoque por competencias: “poner
los aprendizajes en
situación, pero también en perspectiva”.
El enfoque por competencias permite
a la vez inscribir los aprendizajes en situaciones particulares,
tomar en consideración los aprendizajes anteriores exitosos en otras situaciones y ponerlos en perspectiva hacia nuevas situaciones. Estos pasos
entre los diferentes niveles
de situaciones sólo son posibles
si el alumno establece constantemente vínculos con los aprendizajes anteriores y las
situaciones en las cuales ha trabajado y con otras situaciones más amplias en las cuales podrá trabajar con posterioridad. El alumno, en un enfoque
por competencias, debe tejer lazos entre situaciones anteriores, situaciones actuales
y los proyectos en los cuales
puede inscribir estas situaciones. Esta idea muy antigua (Ausubel 1963) es la base del enfoque por competencias. Si no
establecen vínculos, los aprendizajes no salen de la esfera escolar.
Así ocurrió, desafortunadamente, con muchos conceptos para los cuales el alumno
no encontró más utilidad
que hacer los ejercicios en
la escuela. Por ejemplo, las fracciones tienen este estatus de “saber
estrictamente escolar”, cuando en la vida cotidiana aparecen constantemente (cuando el alumno
estas actividades de recubrimiento permiten
al alumno acercarse a la idea del adoquinado y posteriormente a la de medición de superficies y áreas.
14 Los nuevos programas de estudios hablarían más
bien de “transferencia”.
de primaria dice su edad, a menos
que sea exactamente el día de
su
cumpleaños, nunca usa un
número entero natural, sino un número fraccionario. Así, cuando afirma que tiene seis años y siete
meses, esta cifra corresponde al número fraccionario 6 años y 7/12 de año. O bien, esta “cosa escolar” que fue el tradicional dictado de la mañana
¿permitió a los alumnos
que lo practicaron mejorar su ortografía espontánea en situaciones distintas de los famosos dictados? En el mismo
orden de ideas, un aprendizaje descontextualizado de la conjugación ¿permitió al alumno utilizar
con pertinencia la concordancia
de los tiempos como herramienta de armonización de un texto?
Un saber que no sale de la esfera
escolar rápidamente se vuelve obsoleto. Por el contrario, un saber
que el alumno logra utilizar fuera de su aula, se desarrolla y se vuelve
estable y utilizable con
pertinencia en un número cada vez más elevado de situaciones. Por ejemplo,
cuando un alumno
de primer ciclo, al principio de sus aprendizajes, reconoce en las tiendas los números que ha
aprendido
en la escuela, amplía el contexto en el cual ha aprendido
los conocimientos
que utiliza.
El programa también
describe capacidades15 y habilidades
Para construir una habilidad, a menudo es útil pasar por la etapa de aprendizaje de sus componentes. El proyecto o la situación
permiten contextualizar el aprendizaje en un ámbito global que le da sentido para el alumno. Sin embargo, se deben hacer pausas
con regularidad para que los
alumnos puedan asimilar las herramientas y capacidades que después tendrán
que desplegar en un contexto más amplio.
Por ejemplo, para que el alumno disponga correctamente los miembros de una operación aritmética en su calculadora al evaluar un precio
en el marco de
un proyecto, debe dominar las propiedades de esta operación
aritmética. O bien, cuando redacta
un texto para un fascículo que anuncia la apertura
de una exposición que los alumnos han realizado en clase, el alumno
debe utilizar correctamente la concordancia de los tiempos. Resumiendo, estos pequeños aprendizajes muy específicos permiten al alumno,
en un momento preciso de su recorrido, construir una serie
de cajas de herramientas (capacidades)
en diferentes campos. La calidad
de estas diferentes cajas de herramientas (capacidades) y
la
disponibilidad de las herramientas (habilidades) que ofrecen, permitirán al alumno
desplegar competencias en diferentes contextos. Por ejemplo, el aprendizaje de las propiedades de una operación
aritmética implica el desarrollo en el alumno
de habilidades y de capacidades muy específicas como el aprendizaje de la conmutatividad. Pero el resultado
de este aprendizaje le permitirá ser
competente en contextos tan diversos
como el de estimar
el costo de una excursión escolar, resolver un problema aritmético, identificar un error de cálculo
en una factura, organizar la contabilidad de la biblioteca escolar
o elaborar estados
pluviométricos. Estas competencias, sin embargo, están sujetas
a la disponibilidad en el alumno
de estas habilidades y de estas capacidades.
15 La
última versión del programa de
estudios en Quebec no retuvo
el concepto de “capacidad”. Sin embargo, lo conservamos
en estas líneas para permitir al lector comprender los diferentes niveles de construcción de
una competencia.
Si el dominio
de la conmutatividad es una habilidad, asociada al dominio
de las otras propiedades de
la adición se trata de la capacidad ligada
al dominio de esta operación aritmética y de sus propiedades. Pero dominar esta operación y sus propiedades no es suficiente. Para el alumno se trata de reconocer sus contextos de utilización
y de ser capaz
de movilizarlas con pertinencia. En
este caso, el aprendizaje se convierte en una espiral en la cual el alumno puede desplegar sus capacidades y sus habilidades en contextos cada vez más amplios
y así construir competencias.
Entonces, si bien es oportuno
que en algunos momentos el alumno realice
aprendizajes específicos de habilidades y de capacidades para construir
competencias, no hay que perder de
vista la necesidad de reubicar rápidamente estas
habilidades y capacidades
en contexto. De no ser
así, estos aprendizajes serían rápidamente obsoletos. Habilidades, capacidades, competencias,
funcionan entonces en espiral y en contexto. Pero son sólo una parte
de la competencia mucho más vasta
del alumno que trata una situación utilizando todos los recursos
pertinentes a los cuales tiene acceso. Una de las aportaciones de un enfoque
por competencia es que reduce la importancia de las competencias cognitivas y disciplinarias en los aprendizajes escolares, que reinan como amas absolutas hasta hoy en día, y dan
el lugar necesario a los demás aspectos del tratamiento
competente de una situación
contextualizada.
De lo anterior, debemos deducir
que un enfoque por competencia se inscribe en una lógica de aprendizajes en situación. En estas situaciones, el alumno construye en espiral competencias, articulando habilidades y capacidades, pero también los recursos cognitivos con los otros recursos afectivos, sociales
y contextuales que ha tenido
que movilizar para tratar exitosamente la situación
con la que se confronta.
Competencias y socioconstructivismo
Es compatible el concepto de competencia con un enfoque socioconstructivista de
construcción y de desarrollo de los conocimientos?
En todo caso, éste es el desafío que sugieren los redactores
de los programas de estudios actuales.
De entrada podemos decir que, desde una perspectiva socioconstructivista, los conocimientos se sitúan en cierto contexto, y que las competencias sólo pueden definirse
en función de situaciones.
El concepto de situación se convierte entonces en el elemento central del aprendizaje: en situación,
el alumno construye conocimientos situados y desarrolla competencias.
Ésta es una constatación determinante
para el desarrollo de los aprendizajes escolares. Si bien es cierto que los
contenidos disciplinarios enlistados en los programas escolares son importantes, no son suficientes. Las situaciones en las cuales los alumnos
pueden construir conocimientos acerca
de ellas y desarrollar competencias son por lo menos igual de importantes. Entonces, no se trata de
enseñar contenidos
disciplinarios descontextualizados (el área de
un trapecio, la suma de fracciones, un procedimiento de cálculo mental, etc.), sino realmente
de definir situaciones en las
cuales los alumnos pueden construir conocimientos y
desarrollar competencias. Es verdad que se trata de una
verdadera revolución copérnica, pero indudablemente también de uno de los mayores desafíos que se hayan lanzado a los profesores. La tarea es compleja.
Partiendo de un contenido disciplinario brevemente
descrito en un programa
de estudios, se trata de buscar situaciones en las cuales el alumno podrá construirse conocimientos acerca de esta noción. Más aún, también tendrá
que
utilizar estos conocimientos
(como recursos entre otros) para desarrollar competencias. En fin, desde esta perspectiva, la tarea del profesor
se vuelve compleja:
manejar situaciones para permitir
al alumno construir
conocimientos y
desarrollar habilidades.
Desde una perspectiva socioconstructivista, las competencias sólo se pueden construir en situación. Entonces, las situaciones son fuente
de competencias. Estas mismas situaciones justifican su viabilidad, y entonces son criterio de las competencias. Fuente y criterio de competencias, las situaciones son también fuente
y criterio de conocimientos. Las situaciones “fuente” de conocimientos
permiten al sujeto construir estos
últimos en ellas. Las situaciones “criterio” de
conocimientos prueban la viabilidad de éstos.
Entonces, el sujeto construye sus conocimientos en situación. Estos conocimientos,
si son viables en esas situaciones, también son uno de los recursos que permiten al sujeto
desarrollar competencias en esas mismas
situaciones. Si estos conocimientos participan en el
desarrollo de una competencia, esta competencia
se vuelve a su vez criterio de estos conocimientos que serán viables
en ese contexto, tanto y
mientras permitan a la competencia tratar
la situación exitosamente. Así se cierra el ciclo. Conocimientos y competencias se articulan estrechamente en situaciones, desde una perspectiva de construcción y de socioconstrucción.
Una breve conclusión
Concluiremos este trabajo afirmando que el concepto de competencia no es incompatible con un paradigma socioconstructivista de construcción
y de desarrollo de conocimientos y de
competencias. Se trata de desarrollarlo en situación. Competencias y conocimientos se construyen en
estrecha interacción y son temporalmente viables en situación. Además,
más allá de su carácter
más global que los conocimientos, puesto que las competencias
recurren a otros recursos, una competencia, desde una perspectiva socioconstructivista, admite las mismas
caracterizaciones
que los conocimientos: una competencia (1) se construye, (2) está
situada, (3) es reflexiva, y (4) es
temporalmente viable. Más allá de esta cuádruple caracterización, la competencia cumple funciones específicas: (1) movilizar y (2) coordinar una serie de recursos
variados, cognitivos,
afectivos, sociales, contextuales,
etc.; (3) tratar exitosamente las
diferentes tareas que solicita una
situación dada, y (4) verificar la pertinencia social de
los resultados de los tratamientos
efectuados en esta situación.
Pero en contexto escolar, ¿es posible, y de qué manera, crear
situaciones que puedan ser fuente y
criterio de conocimientos y de competencias para los alumnos? Éste es sin duda alguna el desafío
que los diseñadores de los nuevos programas plantean en la actualidad.
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