MARCOS PARA PENSAR
Thinking Frames
Por David Perkins[1]
Traducción al español Patricia León
Las escuelas pueden ayudar a los estudiantes a convertirse en mejores pensadores agregando a sus marcos ya establecidos: tácticas y estrategias que han sido inventadas por el hombre con el propósito de organizar el pensamiento.
En una época en la que hay tanto por conocer, pareciera que también hay muchas formas de pensamiento. Quienes nos preocupamos por el mejoramiento de las formas de pensamiento de los estudiantes enfrentamos un maremagno de recomendaciones provenientes de diversas fuentes. Se nos dice que debemos mejorar los cocientes intelectuales de nuestros estudiantes, enseñar diversos tipos de habilidades, motivar el desarrollo moral, mejorar el pensamiento crítico, nutrir nuestras prácticas tendiendo a la resolución de problemas, cultivar el razonamiento formal, inspirar para la creatividad, impartir estrategias para mejorar la lectura y la escritura… También se nos pide que llevemos a cabo esta misión de maneras diversas; con secuencias de ejercicios, entrenando la autorreflexión, haciendo evaluaciones diagnósticas, con tutorías individuales, trabajando en pequeños grupos diseñando cursos sobre habilidades de pensamiento, integrando esas habilidades con las áreas del conocimiento.
Existe una gran ironía en todo esto. El reconocimiento de los problemas contemporáneos del conocimiento y su rápida obsolescencia han provocado en gran parte la preocupación que existe acerca de la atención que se ha de prestar al desarrollo del pensamiento de los estudiantes. Se dice que ellos necesitan estas habilidades para manejar el gran flujo de información en el mundo moderno. Con todas las filosofías y curriculos que existen hoy, parece que esta solución se vuelve víctima del mismo problema que quiere resolver. La gran cantidad de opciones nos paraliza. ¿Cómo podemos hacer que toda esta confusión adquiera sentido? ¿Hay algunos principios que revelen algo de unidad entre tantos enfoques tan diversos? ¿Existen estándares a partir de los cuales podamos evaluar y elegir?
Por supuesto, es necesario advertir acerca del peligro de simplificar las cosas diseñando demasiado. De hecho, el pensamiento humano es complejo y tiene distintas facetas. La enseñanza para mejorar el pensamiento y las estrategias de aprendizaje deben tener en cuenta diferentes aspectos de habilidad. Sin embargo, existe algo de unidad y generalización que puede ayudar a los docentes y directivos a tomar las decisiones a que haya lugar, si hemos de aprovechar todas las oportunidades que tengamos para desarrollar el pensamiento en nuestros estudiantes. El marco que se presenta aquí parte de tres preguntas esenciales:
-¿De qué está “hecho” el pensamiento para poderlo mejorar?
-¿Con cuál proceso de aprendizaje puede la gente pensar mejor?
-¿Cómo podemos saber si un determinado enfoque para enseñar a pensar es bueno?
La Inteligencia como Poder, Tácticas y Contenido
Cualquier perspectiva acerca de la enseñanza del pensamiento debe enfrentar el problema de la inteligencia. Después de todo, muchos hemos tomado pruebas de inteligencia, hemos estado preocupados por nuestra propia inteligencia o preguntándonos acerca de la inteligencia de los demás, desde edades muy tempranas. ¿Están nuestros estudiantes operando al máximo nivel de su inteligencia? ¿La inteligencia se puede mejorar?
Un primer buen paso al confrontar estos interrogantes es evitar una concepción estrecha de inteligencia. Cuando algunas personas hablan de inteligencia se refieren a aquellas habilidades que se pueden medir con las pruebas de CI. Hay, sin embargo, un significado de inteligencia de mayor sentido común: aquél que intentamos invocar cuando decimos que fulano de tal es inteligente. Hacemos este tipo de comentarios acerca de alguien que aprende con rapidez, que sabe planear, que habla bien, que sabe tomar buenas decisiones, o que enfoca los problemas sistemática y eficazmente. Nótese que este sentido más informal de la inteligencia no implica que haya un CI excepcionalmente alto; si cabe la medida del CI es un asunto más bien de tipo empírico. Nótese también que la inteligencia, desde este punto de vista más informal y amplio, es justamente lo que queremos trabajar si queremos mejorar las estrategias de pensamiento.
La pregunta, entonces, se convierte en la siguiente: ¿Qué factores psicológicos contribuyen a la inteligencia en este sentido amplio? Diversos psicólogos contemporáneos nos ofrecen tres respuestas contrastantes, las cuales podríamos llamar teorías de “poder”, “táctica” y “contenido” con respecto al tema de la inteligencia. La primera de ellas, la del “poder”, sostiene que la inteligencia depende de la eficiencia neuronal del cerebro como un aparato que procesa información. Jensen (1984) presenta exactamente esta idea, argumentando que justamente lo que hacen las pruebas de CI es medir esa eficiencia de base. Muchos investigadores que se adhieren a la visión de “poder” de la inteligencia dicen que el aprendizaje no afecta mucho este proceso, si bien la nutrición y la estimulación mental, en un período más bien largo de tiempo, pueden tener algún impacto. En cierta medida, para estos psicólogos nuestra inteligencia está determinada por nuestro “equipo de fábrica”.
Otro enfoque contemporáneo argumenta que la inteligencia es un problema de repertorio de tácticas. Quienes piensan mejor saben más tácticas acerca de cómo utilizar bien su mente, (Baron 1978, 1985ª). Por ejemplo: personas a quienes se ha identificado como retardadas o como aprendices lentos, no solamente se desempeñan pobremente sino que tienen deficiencias en sus tácticas, no poseen las estrategias para memorizar y resolver problemas que han adquirido sus compañeros que se desempeñan mejor. Enseñar a estos individuos esas estrategias, tales como memorizar o leer puede mejorar su desempeño notablemente, a veces hasta el punto de eliminar sus problemas de manera definitiva (Palinscar y Brown, 1984). Estos resultados están en contra de la noción de inteligencia como determinada orgánicamente y a favor de la noción que ésta depende del aprendizaje.
Un tercer enfoque sostiene que la inteligencia depende principalmente de un conocimiento rico basado en la disciplina en cuestión. El conocimiento estratégico general no es tan definitivo. Es, más bien, la maestría que se puede alcanzar en áreas como las matemáticas, la física o las habilidades sociales lo que subyace al pensamiento efectivo en esas áreas. La evidencia en la que se apoya esta perspectiva de “contenido” acerca de la inteligencia proviene de varias fuentes que han estudiado el problema de qué tanto la resolución de problemas en un área específica depende de un rico conocimiento de base, (por ejemplo, Chase y Simon, 1973; Chi, Fetovich y Glaser, 1984; Schoenfeld y Herrman, 1982).
Al confrontar el dilema que existe entre estas tres teorías tan distintas sobre la inteligencia, debemos hacernos una pregunta muy natural: ¿Quién tiene la razón? La cuestión es difícil porque los defensores de cada enfoque poseen evidencias que deben tomarse en cuenta seriamente. La única solución posible, entonces, es reconocer que todos están en lo cierto: La inteligencia no es un asunto simple sino una serie de influencias. Estas circunstancias pueden resumirse en esta ecuación metafórica:
Inteligencia=Poder+Táctica+Contenido
Esto puede aclarar la naturaleza de la inteligencia al reconocer su multiplicidad, pero, cómo nos puede ayudar a pensar acerca de la pregunta con la cual comenzamos: ¿De qué está hecho el pensamiento y cómo podemos mejorarlo? Tal vez este análisis hace más confuso el problema.
Por el contrario, la comprensión de estos asuntos relacionados con la inteligencia se dirige en la dirección correcta: Hay que desarrollar las tácticas de los estudiantes. El enfoque de “poder” no concede mucha importancia al mejoramiento a través de la enseñanza, pero, como lo indica la ecuación, la inteligencia es mucho más que poder. Tal vez podamos mejorar la inteligencia enseñando contenidos, pero ya estamos haciéndolo en los colegios, con resultados poco satisfactorios. De hecho, muchos educadores se están planteando si no será que estamos enseñando demasiados contenidos. Esto deja el desarrollo del repertorio de tácticas de los estudiantes como la puerta natural a las oportunidades de mejoramiento del pensamiento.
Con este mensaje básico, es necesario ahora hacer algunas precisiones. ¿Cuál es la diferencia entre táctica y contenido? De hecho, no hay una línea clara que los separe, juntos son aprendidos, juntos son conocimiento; es mejor imaginárselos como un continuo. En el enfoque de la táctica hay principios muy generales que se aplican a muchos dominios. A su vez, en el de contenido hay trozos de conocimientos relevantes para disciplinas y asuntos particulares tales como la fecha en la que Colón descubrió América o las tablas de multiplicar. En el medio aparece el conocimiento intermedio de generalización: las tácticas para resolver problemas matemáticos, específicamente, por ejemplo. “Desarrollar las tácticas en los estudiantes” significa simplemente prestar atención por igual a los estados intermedios que a los estados finales en este continuo del que hablamos.
Lo antinatural del buen pensamiento
La inteligencia táctica no es un asunto natural. Es como un sombrero lleno de trucos: tácticas, estrategias, técnicas, métodos o como quieran llamarlos. Prefiero la expresión “marcos de pensamiento” para referirme a todos esos trucos que definen a la inteligencia táctica. La noción de que la inteligencia refleja en gran medida lo artificioso y que podemos mejorar el pensamiento de nuestros estudiantes enseñándoles trucos puede parecer falsa.
Consideremos estas situaciones. Los pensadores fluidos no tienen mucha conciencia acerca de un repertorio específico de marcos de pensamiento, simplemente piensan, de manera tan natural como caminan por la calle. Aún más, esta noción de repertorios pareciera sospechosamente moderna. Mucha gente a través de la historia de la humanidad ha elaborado excelentes formas de pensamiento. ¿Cómo han podido hacerlo sin marcos de pensamiento? Finalmente, en una era sobre tecnologizada, debemos estar muy concientes de que el pensamiento no es una actividad espontánea.
Estas preocupaciones son legítimas, pero ya tienen respuestas. Si los pensadores fluidos no son tan conscientes de sus formas de pensamiento, esto no debería arrojar dudas sobre la importancia de los marcos de pensamiento. Las tácticas para el pensamiento, como cualquier otro patrón de conducta humana se vuelven automáticas con la práctica. Los expertos tienen repertorios internalizados que funcionan espontáneamente, sin atención deliberada. Con respecto al asunto de cómo han podido trabajar hasta ahora los buenos pensadores sin necesidad de marcos, bueno, en realidad no han podido. Para que estemos seguros, el término “marco” es nuevo, pero la noción de tácticas para llevar a cabo varias tareas intelectuales o de otra índole no lo es. De hecho, las personas siempre han inventado tácticas para ayudar al pensamiento. Los marcos se convirtieron en parte de nuestra herencia intelectual e informan nuestro pensamiento. Aristóteles, por ejemplo, formalizó el razonamiento definiendo una serie de pensamientos silogísticos. Aunque la relevancia de las formas silogísticas para el razonamiento de la vida diaria es discutible, estos patrones pueden guiar nuestro pensamiento en ciertos contextos formales. Bacon y algunos otros después de él buscaron definir los patrones de pensamiento que se hallan involucrados en el razonamiento científico. Algunas ramificaciones de lo que se ha venido a llamar la filosofía de la ciencia se encuentran definidas hoy en día por parte de algunos científicos. En general, una visión muy particular de cada disciplina revela una gran cantidad de marcos que la tradición ha utilizado para guiar el pensamiento en esa disciplina.
Consideremos ahora el más amplio y vago de los asuntos mencionados: La artificialidad. ¿Viene al caso que el pensamiento humano resida en gran parte en el artificio? Definitivamente, sí. De hecho, el pensamiento humano natural, el cual sigue su propio curso sin una guía muy clara por parte de ningún enfoque, muchas veces se hace presa de las debilidades humanas que le afectan. El buen pensamiento es, en gran medida, un acto humano no-natural. Consideremos estos ejemplos.
- Pensamiento sesgado vs. Pensamiento imparcial. Las personas a menudo tienden a razonar muy egocéntricamente acerca de diversos asuntos, de forma que desdeñan otros puntos de vista. Lo que en ocasiones no se reconoce es la persistencia de esta tendencia. En mis investigaciones acerca del impacto de la educación en el razonamiento informal (Perkins, 1985) he encontrado que la educación convencional en la escuela secundaria y la educación superior apenas sí tienen un efecto notorio en el desarrollo general de las habilidades de razonamiento. La falta de exploración de algunas materias y el poco interés en la posición contraria que se nos presenta son problemas serios, sin importar el nivel de educación que se tenga. El problema del razonamiento sesgado se confirma en muchas otras fuentes, un ejemplo es la noción de egocentrismo en el procesamiento de las evidencias en el desarrollo humano, el cual tiende a desdeñar la contra evidencia. Otro es el fenómeno general de fijación funcional que evidencia la tendencia de los seres humanos a aferrarse tercamente a un determinado patrón. (Adamson, 1952; Luchins, 1942; Nisbett y Ross, 1980; Ross y Anderson, 1982).
Todos estos estudios nos dicen que el razonamiento imparcial sobre cualquier situación que nos presenta más de una alternativa no se da de manera natural. Por esta razón, un gran número de enfoques sobre el desarrollo del pensamiento ofrecen marcos de pensamiento que urgen la exploración balanceada de estos temas. Por ejemplo, el programa de Edward De Bono llamado CoRT (1973-1975: 1983) incluye operaciones como Considere Todos los Factores (CAF) y Otro Punto de Vista (OPV). El programa de estrategias de diseño guiado para la toma de decisiones presupone una fase de evaluación que hace énfasis en la evaluación imparcial, (Wales y Nardi, 1984; Wales y Stager, 1974). De la misma forma, la secuencia de toma de decisión en ODYSSEY hace énfasis en el estudio de una red objetiva de factores que deberían tenerse en cuenta. (Feehrer y Adams, 1986)
- Solución de problemas vs. búsqueda de problemas. La gente tiende a pensar con una mentalidad solucionadora. Cuando se les da un problema de sentido común comienzan a pensar en diversas soluciones inmediatamente, sin antes considerar la naturaleza misma del problema. A veces esto funciona, pero otras, debido a la urgencia que tenemos de encontrar la solución, nos lleva a caer en la trampa. Las soluciones que a uno se le ocurren reflejan presunciones tácitas acerca de la naturaleza del problema que excluyen otras soluciones, tal vez mejores. Algunas investigaciones que se han llevado a cabo acerca de la creatividad en artistas y científicos, sin embargo, revelan que éstos conocen los riesgos naturales del pensamiento humano. Tienden a encontrar y solucionar problemas, consideran cómo definirlos y representarlos de diversas formas, e incluso saben si vale la pena hacerlo o no. (Getzels y Czikszentmihalyi, 1976: Mansfield and Busse, 1981).
Por todo esto, la poca habilidad para solucionar problemas, como el pensamiento sesgado, ha sido estudiada con el objeto de enseñar habilidades de pensamiento. El programa IDEAL de Bransford y Stein con sus pasos para la solución de problemas(1984), por ejemplo, provee un marco de pensamiento que incluye estrategias como prestar atención muy especial a la identificación y definición de problemas.
El enfoque de Schoenfeld con relación al desarrollo de habilidades para la solución de problemas matemáticos les pide a sus estudiantes que exploren un problema de diversas formas antes de buscar las soluciones. Los enfoques de diseño guiado para la solución de problemas y la toma de decisiones presuponen varios pasos para la definición de un problema (Wales y Nardi, 1984; Wales y Stager, 1978). Los materiales de ODYSSEY para el pensamiento creativo enfoca a los estudiantes en propósitos del diseño que están tratando de crear, los questiona acerca de éstos antes de proceder a encontrar la solución (Perkins y Laserna, 1986).
- Conocimiento como información vs. Conocimiento como invención. Tanto estudiantes como profesores frecuentemente tratan al conocimiento abstracto como información. Las leyes de Newton o la constitución política se dan como hechos del mundo que deben ser aprendidos. Por ejemplo, esta actitud, aunque parezca directa y eficiente, esta actitud va en contra del sentimiento de quien aprende acerca de la naturaleza y el trabajo de construcción del conocimiento. Las leyes de Newton fueron definidas por él para explicar una serie de fenómenos naturales; la constitución, de otra parte, se hizo para controlar ciertas infracciones a la libertad que históricamente se estaba dando. Estos dos eventos pueden verse en términos de medios hacia un fin, como actos de invención muy motivados e influenciados por los contextos históricos.
Así como sucede con los problemas que mencionamos anteriormente, hay marcos de pensamiento que tratan acerca de la tendencia humana a relacionarse con el conocimiento como mera información. Por ejemplo, yo he desarrollado un marco de enseñanza y aprendizaje llamado “conocimiento como diseño” que trata al conocimiento y los productos de la mente como inventos diseñados para alcanzar propósitos, (Perkins, 1984, 1986). Uno podría preguntar a las leyes de Newton, por ejemplo: 1. qué trabajo se supone que deben hacer, 2. cómo están estructuradas y 3. cuáles argumentos muestran que su estructura sirve apropiadamente para sus propósitos. La misma clase de preguntas sobre propósitos y fines se aplica para la constitución política, la tabla periódica de los elementos, la ley de la oferta y la demanda y el teorema de Pitágoras, por ejemplo. La educación convencional corrientemente responde a la pregunta 2 acerca de la estructura, pero no tiene en cuenta la 1 y la 3, las cuales motivan y justifican la estructura.
En resumen, estos ejemplos nos recuerdan que el buen pensamiento muy a menudo no es natural. Nuestras tendencias a defender nuestras imágenes del mundo, a salirnos con la nuestra y a evitar la complejidad nos lleva a dar respuestas sesgadas, soluciones sin reflexionar y a tratar el conocimiento sólo como información, para mencionar tan solo tres tendencias del pensamiento humano. El buen pensamiento es, en gran medida, un asunto de defensa en contra de tales tendencias a través de marcos de pensamiento que redirijan nuestros enfoques hacia patrones más fructíferos.
La definición de marcos de pensamiento
Hasta ahora la noción de marcos de pensamiento se ha usado de manera informal y, más o menos en el mismo sentido que la noción de táctica o estrategia. Sin embargo, hay una razón para introducir este nuevo término: una concepción más amplia de inteligencia táctica que esté más de acuerdo con la complejidad de la realidad de la psicología humana.
Una definición es un buen lugar para comenzar: Un marco de pensamiento es una representación que intenta guiar el proceso de pensamiento, organizándolo, apoyándolo y catalizando ese proceso. Esta representación puede ser verbal, a través de imágenes e incluso kinestésica. Si se practica correctamente, no es necesariamente conciente. Para organizar nuestro pensamiento, un marco incluye información, no sólo acerca de cómo proceder sino de cuándo proceder de esa forma.
Por ejemplo, todos los programas que se han presentado en la sección previa corresponden a esta definición. Todos ofrecen guías verbales que nos aconsejan sobre cuándo y cómo llevar a cabo nuestro pensamiento para evitar problemas. El sentido metafórico de “marco” merece algunos comentarios también. Un marco de pensamiento nos provee de un enfoque que apoya nuestros pensamientos de la misma manera como la estructura de un edificio apoya sus paredes y pisos; organiza nuestro pensamiento en la misma forma en que un lente le da foco y dirección a las fotos que tomamos con nuestra cámara. Nótese que un marco de pensamiento no define con anterioridad la respuesta que obtendremos; es justamente nuestra labor el llenar de contenido a ese marco. Los marcos no son fórmulas como el algoritmo para las divisiones, son, más bien, catalizadores que nos estimulan para crear respuestas.
Pero, ¿Por qué hablamos de marcos de pensamiento en vez de tácticas o estrategias? En primera medida, para ampliar nuestro concepto de inteligencia táctica. Las “tácticas” y las “estrategias” tienden a comprenderse como acciones que van paso a paso en búsqueda de un fin determinado: Primero haces esto, luego esto, luego esto. Pero nosotros organizamos nuestro pensamiento en marcos que no tienen esta forma. He aquí algunos ejemplos.
Marcos de producto vs. Marcos de proceso. Muchos marcos de pensamiento organizan nuestros productos y sólo de forma indirecta los procesos que nos llevan a ellos. Considérese, por ejemplo, la elaboración de oraciones principales en la producción de párrafos, un enfoque que se enseña en la escuela elemental. Nos ayuda a escribir en una forma más organizada, pero no nos dice qué hacer primero. Podemos escribir la oración principal primero, pero después podemos devolvernos y agregar algo, luego que nos hemos dado cuenta, en la composición del párrafo, que queremos decir otra cosa. De la misma forma, los formatos para escribir ensayos (tesis-argumentación-contra argumentación-resumen), dan forma al género sin demandar que estas parte vayan siempre en ese orden. El soneto, la balada, el haiku, la sonata, la fuga y el rondó son formas de la literatura y la música que enfocan el proceso de la composición; dan organización y dirección a ese proceso, sin embargo no especifican cómo llevarlo a cabo paso a paso.
Marcos de estilo vs. Marcos de organización. Algunos marcos de pensamiento no tienen que ver con la organización de lo que hacemos, sino con su textura. Por ejemplo, cuando nos sentamos a escribir puede que nos digamos a nosotros mismos: “Sé preciso” o “Sé imaginativo”. Esto a menudo nos permite crear un ambiente mental que nos conduce a realizar la tarea de una forma determinada. Cuando nos decimos esto, no nos estamos dando una receta a seguir, paso a paso. Más bien intentamos proceder con cierto estilo momento a momento, siempre precisos, siempre imaginativos, con una forma que impregna todas nuestras acciones. De hecho, los marcos de estilo corresponden a lo que los psicólogos llaman estilo cognitivo, el cual, sostienen algunos, es un aspecto clave de la inteligencia (Cf. Baron, 1985b). Nuestro uso de prescripciones como “Sé preciso” muestra que el estilo cognitivo no es solamente un asunto de diferencias individuales. Podemos cambiar los estilos cognitivos hasta cierto grado para acomodarnos a la tarea a realizar, tal como nos vestimos para un día de campo o para un partido de pelota.
Marcos de analogía vs. Marcos literales. Cuando pensamos en tácticas, usualmente creemos que hay que dar consejos literales acerca de lo que hay que hacer. Sin embargo, en muchos contextos, las analogías nos proveen de una guía muy poderosa de comportamiento. Por ejemplo, Howard (1982) escribe acerca de las analogías que usan los profesores de canto para ayudar a sus estudiantes a comprender algunos aspectos sutiles en el manejo de su voz. Se nos puede decir que cantemos por encima de nuestra cabeza, por ejemplo, un acto imposible de llevar a cabo, para el cual una analogía puede servir para hacer que el joven aprendiz consiga cierto efecto deseado.
Los términos táctica y estrategia, en su interpretación generosa, abarcan toda esta variedad, la cual, en ocasiones no es tan evidente. Al hacer énfasis en la inteligencia táctica y en cómo mejorarla, debemos ser cuidadosos de no ser tan restrictivos como para pensar en que ésta no dé cuenta de las diversas formas en que los seres humanos organizan su pensamiento. De hecho, muchos de los programas para el desarrollo de destrezas de este tipo en los estudiantes se enfocan en tácticas concebidas desde un punto de vista muy estrecho. Pensando en esto, justamente, el término “marcos de pensamiento” nos sirve como una forma abarcadora de hablar acerca de la inteligencia táctica.
Cómo se aprenden los marcos de pensamiento
En una situación ideal, deberíamos tener que decir a los estudiantes que utilizaran un determinado marco para que lo usaran de ahí en adelante con confianza, potenciando así su pensamiento. Pero quien haya tenido algo que ver con la educación sabe lo poco realista que resulta esto. El aprendizaje en sí es un proceso lleno de tropiezos, aún más el aprendizaje de habilidades de orden superior. Si el objetivo es el desarrollo de los repertorios de marcos de pensamiento, entonces, debemos preguntarnos: ¿Qué proceso de aprendizaje debe ocurrir lugar?, ¿Dónde puede fallar y qué haremos al respecto?
Es muy útil identificar tres aspectos distintos del aprendizaje de marcos de pensamiento: la adquisición, la internalización y la transferencia. El primero se refiere a familiarizarse con un marco, el segundo a practicarlo suficientemente de manera que uno se vuelva espontáneo y fluido con él y el tercero a utilizarlo ampliamente más allá de su contexto inmediato. Nótese que estos se llaman aspectos y no pasos del aprendizaje. Aunque el comienzo de la adquisición debe, por supuesto, ir primero, debe prestarse atención a la internalización y a la transferencia desde el principio. Los tres merecen un examen por separado, no porque constituyan necesariamente pasos a seguir, sino porque sugieren diferentes problemas pedagógicos.
La adquisición. ¿Cómo adquiere un aprendiz un marco? Podríamos enseñar el marco directamente o permitir que el aprendiz lo invente autónomamente; hay también otro tipo de posibilidades entre estas dos. Un profesor podría, por ejemplo, poner un buen ejemplo a través del modelado de los comportamientos deseados y el estudiante inventar el marco apropiado guiado por las pautas del profesor. Este continuo desde la instrucción directa hasta la invención autónoma sugiere una oportunidad interesante: no siempre necesitamos enseñar los marcos directamente. De hecho, muchos educadores miran con desconfianza el concepto de llenar a los estudiantes de un repertorio de fórmulas; asimismo, es importante que los individuos aprendan por sí mismos los marcos que más les van a servir.
Desafortunadamente, junto con la oportunidad viene una desventaja. Los estudiantes que desarrollan una tarea que involucra habilidades superiores de pensamiento y que además cuentan con modelos de comportamiento apropiados, a menudo no inventan por sí mismos marcos que les resulten útiles y poderosos y, por lo tanto, no mejoran. (Ver Schoenfeld, 1979). Sería muy bueno que un ambiente intelectualmente rico guiara a estos estudiantes a descubrimientos, pero esto, sencillamente, no ocurre.
Una solución es enseñar de forma directa los marcos que uno desea que los estudiantes aprendan. Debido a que algunos marcos son muy sutiles y difíciles de descubrir por uno mismo es necesario con frecuencia la instrucción directa. Esta, sin embargo, no es el único recurso. Si esto no funciona, podemos también hacer que los estudiantes piensen estratégicamente acerca de su propia conducta y tratar de que inventen marcos apropiados. Podemos, por ejemplo, pedirles que investiguen acerca de su comportamiento y hacer listados de las estrategias que utilizan implícitamente en la solución de un problema y tratar de que las mejoren. Si queremos enseñar marcos por descubrimiento es necesario algo de provocación.
Internalización. La internalización implica la práctica de un marco hasta que se haga fluido y espontáneo y no requiera de mucha atención deliberada. El sentido común nos dice que un marco internalizado funciona mejor, pero hay explicaciones psicológicas para ello: Solamente podemos retener pequeños trozos de información en nuestra memoria a corto plazo, (ver: Brainerd, 1983; Case, 1984; Miller, 1956). Cuando aprendemos un marco, al principio, toma mucha de nuestra memoria; por ello no podemos aplicarlo a problemas complejos, simplemente no podemos retenerlo. Afortunadamente, la práctica lleva a la automatización del marco, el cual reduce drásticamente la demanda de la memoria a corto plazo. Por ejemplo, quienes han estudiado lenguas extranjeras recordarán cómo, al principio uno debe pensar en la gramática en la medida en que la va usando y luego, con la práctica, la memoria se va liberando del peso de ese marco, permitiéndole resolver problemas complejos con él. Un marco no adquiere su verdadera dimensión hasta tanto no se ha internalizado. (Brainerd, 1983: Case, 1984; Bloom, 1986).
El problema aquí reside en que muchos esfuerzos que se hacen por enseñar a los estudiantes a desarrollar su pensamiento no proveen la práctica necesaria para internalizar sus marcos. Otros sí lo hacen, pero pasan de largo por allí, muy rápidamente. Recuérdese que inicialmente el marco toma mucha de nuestra memoria; esto significa que los problemas prácticos pueden volverse complejos y el aprendiz no puede manejarlos, y por tanto no se beneficia de esa práctica.
Una solución es ofrecer oportunidades de practicar con los problemas que son más fáciles, pero que proveen al aprendiz con oportunidades para internalizar el marco. Otra es proporcionar apoyo a la memoria (colocar afiches en las paredes, por ejemplo), y motivar a los estudiantes para que los utilicen cada vez que puedan en su proceso de aprendizaje, para no tener que usar tanto la memoria. La precaución a tener en este caso es ir eliminando paulatinamente estos apoyos para que el marco se vaya internalizando con el paso del tiempo. Cualquiera que sea la solución, el punto principal es enfrentar el problema: el marco debe internalizarse para que sea efectivo y la enseñanza no siempre provee las oportunidades para que esto suceda.
Transferencia. La transferencia implica que el estudiante pueda utilizar el marco en otros contextos diferentes de aquel en el que tiene lugar el aprendizaje. Sería muy conveniente que las personas llevaran automáticamente a otros contextos lo que han aprendido. Desafortunadamente, un gran número de hallazgos hechos últimamente nos advierte en el sentido que la transferencia no tiene lugar espontáneamente (Por ejemplo: Belmont, Butterfield y Ferreti, 1982; Pea y Curland, 1984: Scribner y Cole, 1981). Por el contrario, el aprendizaje tiende a volverse dependiente de la situación en la que tiene lugar. En ocasiones, los estudiantes no hacen las transferencias más obvias a contextos muy próximos. Como no podemos confiar en que la transferencia tenga lugar por sí misma, debemos enseñarla.
¿Cómo hacerlo? Muchos marcos nos pueden ayudar. Uno es hacer concientes a los estudiantes acerca del problema que entraña la transferencia y motivarles a buscar aplicaciones para lo aprendido en contextos alejados de aquel en el que tiene lugar el aprendizaje. Esto puede hacerse directamente a través de tareas específicas. Otra estrategia relacionada con esta es pedir a los estudiantes que estén atentos a su propio proceso mental y que estén concientes y desarrollen estrategias que les permitan seleccionar marcos para solucionar los problemas. (Belmont y otros, 1982). También podríamos incluir de forma deliberada una gran variedad de ejemplos en la enseñanza, ejemplos que vayan siempre más allá de lo usual, que salgan del entorno del aula o que tengan que ver con otras asignaturas. Una exploración más profunda acerca de estos temas puede encontrarse en Salomon y Perkins (1984) y en Perkins y Salomon (en impresión). Al igual que como con la internalización, el punto central aquí es que la enseñanza debe enfrentar el problema de la transferencia y tratarlo de forma efectiva. Desgraciadamente, muchos de los esfuerzos por enseñar a pensar no enfatizan en la transferencia porque suponen que tendrá lugar espontáneamente.
Decisiones acerca de la enseñanza del pensamiento
Comenzamos con un problema: La gran variedad de oportunidades y opciones que tendrían quienes deban enfrentar el problema de ayudar a los estudiantes a desarrollar su pensamiento. Reconociendo que muchas facetas del pensamiento invitan a desarrollarlo, tratamos de encontrar un marco que organice y haga brotar el sentido de entre toda esta variedad y nos ayude a tomar decisiones.
Hasta aquí, se han ofrecido posibles respuestas a dos de las preguntas que propusimos al comenzar: ¿De qué está “hecho” el pensamiento para poderlo mejorar? En gran parte, el pensamiento está hecho de marcos que nos permiten pensar mejor, organizando, apoyando y catalizando el curso de nuestro pensamiento. El desarrollo de los repertorios de marcos de los aprendices es la ventana natural hacia oportunidades de enseñar a pensar; en vez de tratar de mejorar el poder de la inteligencia, que parece imposible, o el contenido, y lo tratamos de hacer sin estar muy satisfechos con los resultados que hasta ahora hemos alcanzado. En cuanto a ¿Con cuál proceso de aprendizaje puede la gente pensar mejor? El aprendizaje de marcos de pensamiento requiere que se preste atención a la adquisición, la internalización y la transferencia. Todos estos tres aspectos presentan problemas que pueden estar incidiendo en un aprendizaje efectivo.
La tercera pregunta nos lleva directamente hacia el dilema que tienen quienes deben tomar las decisiones en el área de la educación. -¿Cómo podemos saber si un determinado enfoque sobre la enseñanza de pensamiento es bueno? Por supuesto, la respuesta a esta pregunta reside en las respuestas a las dos primeras, se convierten así en principios básicos para la evaluación del marco que elijamos. Imagine que usted, como profesor o administrador se encuentra tratando de ponderar cómo desarrollar el pensamiento de sus estudiantes. Se encuentra estudiando varios programas y explorando la posibilidad de diseñar su programa en torno de áreas del conocimiento prestando a la vez atención a las habilidades avanzadas de pensamiento. ¿Qué preguntas podría hacerse con respecto a un programa, bien sea comercial o “hecho en casa”, que pudiera ser exitoso?
Primero que todo, puede considerar el asunto de la enseñanza.
- Marco de contenido. Recuerde que el poder de la inteligencia no lleva por sí solo al mejoramiento. Los marcos de “desarrollo de los músculos mentales” que enfatizan en el extenso ejercicio intelectual sin enseñar de forma directa o sin provocar que los estudiantes inventen sus propios marcos están llamados al fracaso. Apuéstele a los marcos.
Puede encontrarse información acerca de diferentes enfoques para enseñar a pensar en síntesis como las de Baron, 1985ª; Chipman, Segal y Glaser, 1985; Costa, 1985; Segal, Chipman y Glaser, 1985: Hayes, 1981 y Nickerson, Perkins y Smith, 1985.
Marcos variados. Anteriormente, puse énfasis en que hay varias clases de marcos, los cuales van más allá de estrategias paso a paso. ¿Incluye este enfoque una gran variedad de marcos tales como procesos y productos, organización y estilo, etc.?
Marcos efectivos y relevantes. Por supuesto, no todos los marcos son efectivos y relevantes, como tampoco lo son los aparatos que están bien diseñados y que son útiles. ¿Tiene usted razones a partir de la experiencia personal o de la investigación para creer que los marcos a utilizar serán efectivos? ¿Los marcos contienen información explícita o implícita acerca del cuándo y del cómo utilizarlos? ¿Están relacionados con problemas cruciales del pensamiento humano tales como el sesgo, la búsqueda de soluciones y el conocimiento como información?
Tan importante como el contenido es el método de enseñanza. Uno podría hacerse preguntas como estas:
- Adquisición. ¿Este enfoque enseña o directamente provoca la creación de marcos por parte de los estudiantes? Si no es así, si tan sólo involucra un contexto rico, puede ocurrir que muchos de los estudiantes no puedan descubrir los marcos por sí mismos.
Internalización. ¿Este enfoque ofrece la práctica suficiente y de maenra sencilla para ayudar a los estudiantes a internalizar el uso de marcos y evitar el cuello de botella del uso de la memoria a corto plazo?
Transferencia. ¿Este enfoque se dedica a resolver el problema de la transferencia, llamando la atención de los estudiantes hacia el gran potencial de aplicación y motivándoles a llevarlo más allá de sus propios límites?
Cualquier esfuerzo por desarrollar el pensamiento involucra una gran cantidad de decisiones y estos seis principios solamente se refieren a algunas de ellas. Sin embargo, son muy importantes. Muchos programas para el desarrollo del pensamiento, tanto comerciales como “hechos en casa” flagrantemente violan uno o más de estos principios. Además de servir como filtros, es posible utilizarlos para recomendar planes de mejoramiento al interior de un enfoque efectivo. Por ejemplo, si un marco no hace énfasis en la transferencia o pasa por encima de la práctica muy rápidamente, pueden hacerse ajustes y diseñar prácticas para subsanar estos vacíos.
Aplicar estos principios en un caso o en el otro implica, por supuesto, actuar con táctica. De hecho, la perspectiva del pensamiento y su desarrollo presentada aquí no puede traicionar la misma filosofía que recomienda. La fórmula Inteligencia = Poder+Táctica+Contenido, el concepto de marcos de pensamiento, el modelo de aprendizaje de un marco a través de la adquisición, la internalización y la transferencia, son principios claves que a su vez son marcos, marcos de pensamiento que puede ayudarnos a organizar y catalizar nuestro pensamiento en torno a la enseñanza de estrategias de pensamiento. Durante mucho tiempo, la creación, no sólo de herramientas, sino de herramientas para fabricar herramientas ha sido una táctica corriente utilizada por el ser humano. Al desarrollar marcos que nos permitan pensar en otros enfoques extendemos esas tácticas al dominio de la mente misma.
References
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[1] Tomado de: Perkins, D. N. (1986) Thinking Frames. Educational Leadership, 43(8), 4-10 Reprinted with permission.
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