TEORÍA CRÍTICA, ESTADO AUTORITARIO
Y SOCIEDAD GLOBAL
La heterodoxia marxista
y el reto de la globalización
Oscar Mejía Quintana*
Introducción.
En este escrito se tratará
de explorar la actualidad del pensamiento de Marx, revisando la vigencia que éste tiene para el
análisis de la actual sociedad
global. En ese orden,
el trabajo se centrara
en los análisis que realizó
la heterodoxia marxista de los
fenómenos sociales y políticos
que ocurren a partir de
la
segunda mitad del siglo XX;
especialmente el surgimiento y consolidación del autoritarismo. Para
eso se hará énfasis en los desarrollos
que desde la heterodoxia marxista realiza
la Primera Escuela de Frankfurt, también llamada Teoría Crítica
de la Sociedad (1), retomando los planteamientos que sobre
el mismo hicieran Max Horkheimer y Theodor Adorno (1.1), así como los que paralelamente desarrollan dos autores menos reconocidos en el ámbito intelectual propio, como Neumann
y Kirchheimer (1.2) también pertenecientes al
círculo inicial de la primera Teoría Crítica1.
Enseguida se abordarán los planteamientos de Jürgen Habermas(2), el miembro más representativo de la segunda Teoría Crítica, quien logra actualizar este pensamiento
a través de un riguroso
análisis del capitalismo tardío en la segunda mitad del siglo XX, con el estudio de
sus nuevos procesos políticos: las metamorfosis del
capitalismo, su inserción en las nuevas dinámicas
de la sociedad global y el surgimiento de una nueva serie de
fenómenos que caracterizan lo que se
ha dado a llamar la globalización. En Habermas vale la pena destacar
su intención de adelantar una reconstrucción del
materialismo histórico, para posibilitar una lectura de
la nueva sociedad globalizada, la propuesta de
nuevos modelos normativos y la consideración
de la opinión pública
como nuevo sujeto político.
Uno de los argumentos habermasianos sustanciales es la crítica al Estado Social,
el cual Habermas desmitifica y revela en su verdadera
naturaleza como un elemento más dentro del esquema de dominación capitalista, mostrando como este se ha constituido en un disfraz de la explotación y manipulación ideológica que cumple dos funciones claramente determinadas: por un lado, el ofrecer una apariencia de justicia material consagrada
formalmente por el estado
de derecho y, por otro, evitar con ello
el surgimiento de cualquier posibilidad
emancipatoria entre los actores dominados de
la sociedad.
1. El Estado Autoritario.
Una importante hipótesis que se quiere demostrar en este escrito es que el Estado y el sistema de gobierno
que predominan en la época actual pueden ser interpretados como un cierto tipo
de autoritarismo2. En este primer acápite
se indaga acerca de
los supuestos y principios sobre los cuales se edifica el estado autoritario, así como los métodos y formas a partir
de los cuales dicho proyecto
adquiere legitimidad y apoyo para
imponerse a todas las otras propuestas
que interactúan en el campo social.
* Profesor Asociado
de la
Facultad de Derecho,
Ciencias
Políticas
y Sociales de la
Universidad Nacional de Colombia.
Profesor Asociado
de la
Universidad de Los Andes. Filósofo
(U. Nacional), Maestría y Doctorado en
Filosofía
Política y Filosofía del Derecho (Pacific University,
Los Angeles). Autor,
entre otros, de
La Problemática Iusfilosófica de la Obediencia al Derecho y la Justificación Constitucional
de
la Desobediencia Civil (Bogotá,
Unibiblos, 2001); Derecho, Legitimidad y Democracia Deliberativa (Bogotá,
Témis, 1998); Justicia y Democracia
Consensual (Bogotá, Siglo
del
Hombre, 1997) y El
Humanismo Crítico Latinoamericano (Bogotá,
M&T Editores, 1993). Esta
ponencia
contó
con el apoyo,
como asistente
de investigación, de
la profesora
Paola Rodríguez. Correo electrónico: omejiaq@unal.edu.co.; omejia@uniandes.edu.co.
1 Consultar
William Scheuerman,
Between the Norm and the Exception,
Cambridge
(Ma): MIT Press,
1997.
2 Para tener una visión global de
esta escuela
de pensamiento consultase:
Martín Jay. La
Imaginación Dialéctica. Una
Historia de
la Escuela
de Frankfurt. Madrid: Taurus. 1974; H.
C. F.
Mansilla.
Introducción a la Teoría Crítica de la Sociedad.
Barcelona: Seix
Barral. 1970; Adela Cortina. Crítica y Utopía:
la Escuela de Frankfurt. Madrid:
Cincel.
1985; Enrico Rusconi
Gian. Teoría Crítica de
la Sociedad. Barcelona: Martinez
Roca. 1969; Rubén Jaramillo Vélez. Presentación de la Teoría
Crítica de la Sociedad.
Bogotá:
Argumentos (No. 2). 1982.
1.1.
Presupuestos del Estado autoritario.
El
Estado
autoritario fue
una
de las preocupaciones centrales de la Primera
Teoría
Crítica. Max Horkheimer, uno de sus principales exponentes,
entiende el estado autoritario como un fenómeno histórico
sociológico que no surge de la nada
sino que tiene su origen en una situación histórica clara: surge de la anarquía, el desorden y de la crisis, situación por la que se
presenta como una vía para la superación de los problemas existentes3. Irónicamente, la principal estrategia de legitimación de dicha forma de estado no se encuentra en el uso y
abuso de la fuerza, sino en el consentimiento de los gobernados, el cual encuentra manifiestaciones como la
marcha y la aclamación.4.
El
estado
autoritario logra lo que en principio
parecía imposible al unificar a toda una sociedad
fragmentada después de una larga crisis en torno a la consecución
de una idea: la construcción de
un futuro en donde se logre superar las causas que generaron
la crisis. En la búsqueda de este objetivo,
el estado autoritario atribuye el
surgimiento de la crisis a los periodos de amplia autonomía que lo precedieron, proponiendo la limitación de la autonomía como una
medida para superar la crisis. A partir de
esta premisa
se justifica el recorte de libertades y derechos que con el fin de combatir el libertinaje y la inmoralidad, enarbole
principios
como la Autoridad,
el Trabajo, la Disciplina y
el Orden como valores supremos.
La
fase final del autoritarismo se da cuando este sistema
de gobierno opta por determinar y dirigir la forma de
construcción del individuo
y del
ciudadano, argumentando que los individuos todavía son inmaduros y necesitan de la guía del Estado para su formación personal, social y política,
entonces se le comienza a decir a los individuos que
es lo que pueden conocer
o hacer, para garantizar el correcto desarrollo político del ciudadano.
1.2. El sustrato autoritario del liberalismo.
Otros dos destacados intelectuales de la Primera
Teoría Crítica, Neumann
y Kirchheimer, logran desarrollar
una teoría del Autoritarismo en el Estado Liberal a partir del estudio del Derecho5. Los autores coinciden con Horkheimer en su interés por explicar
el ascenso y
la
hegemonía fascista en diversos estados europeos a
mediados del siglo XX. En su opinión, “la experiencia del fascismo supuso, de hecho una involución en la lógica histórica tal y como venía siendo concebida desde el siglo XVIII”6, al mismo tiempo que constituyó uno de los contrasentidos y debilidades más claras de las modernas democracias. De esta suerte, “en los años treinta, la democracia liberal se vio privada ideológicamente de su hegemonía
para convertirse en victima de sus más acérrimos enemigos”7
Neumann comienza su investigación indagando
en las teorías del contrato social y las repercusiones que estas
pueden tener en las formas de construcción de los estados liberales, concluyendo
que el Liberalismo, en sus
tres versiones clásicas (el Leviatán hobbesiano, el Estado mínimo
de Locke y la democracia radical de Rousseau) tiene en
su interior un germen autoritario,
que aparece representado en la existencia de un
componente irracional dentro del contrato original, que no logra ser
superado ni explicado: el monopolio de la violencia por parte del Estado.8
3 El diagnostico
que sobre
este
fenómeno hizo
en
su momento Max Horkheimer resulta
ser lucido
y claro;
aunque
pensado
para el análisis
del
fascismo,
el experimento soviético y el
capitalismo de la segunda guerra mundial y la
etapa
de posguerra,
este planteamiento
todavía puede aportar
elementos para
el análisis de
la situación
actual
4 Max Horkheimer.
El Estado Autoritario. Bogotá:
Argumentos. 1983.
5 También puede
ser útil revisar los siguientes textos:
Albrecht Wellmer. Teoría
Crítica
de la Sociedad y Positivismo. Barcelona: Ariel. 1979; José E. Rodriguez. El
Sueño de la Razón,
la
Modernidad y sus Paradojas a la Luz de la Teoría Social.
Madrid: Taurus. 1982;
José
E. Rodriguez. Teoría Crítica
y Sociología. Madrid:
Siglo
XXI.
1978; J. M. Castellet. Lectura de Marcuse.
Barcelona: Seix
Barral.
1971.
6 Francisco Colom, Las caras del Leviatán,
Barcelona:
Anthropos, 1992.
7 Ibíd., p. 122.
8 En este punto resulta
claro
el mensaje
hobbesiano,
como
recuerda Crossman, cuando se
afirma que “en un
Estado moderno
no
existen derechos que
puedan ser
resguardados
satisfactoriamente por medios
constitucionales; todos
los
Estados modernos son
un leviatán, el monstruo que
puede
destruirnos en un
momento dado, o un instrumento
utilizable por cualquier
grupo
para conculcar los
derechos
de los
demás”.
R.H.S. Crossman.
Biografía del Estado moderno. Citado en
Ibíd. p. 122
Todos los pensadores liberales tienen que hacer frente
a esta
situación y anomalía, pero ninguno de ellos ha logrado
salir satisfactoriamente
de dicha aporía, que llega incluso hasta el pensamiento de Hans Kelsen, quien en su planteamiento del positivismo jurídico se encuentra con el problema
de cómo dirigir la acción política,
problema que nunca puede resolver9, lo que pone a los
positivistas ante el problema de la justificación de la
soberanía. Neumann describe la situación en los siguientes
términos:
La insistencia de la escuela jurídica
austriaca
en la validez exclusiva del derecho positivo y en la
total expulsión de su ámbito de consideraciones
morales de carácter sociológico o político hace imposible cubrir las demandas políticas
con el manto de la ley. En el fondo, la teoría es relativista
e incluso nihilista.
La noción de Kelsen de la democracia
como un mero marco organizativo para la toma de decisiones sin el recurso a valores universalmente aceptados
[...] ha constituido
precisamente el fundamento de los ataques decisonistas y socialistas.
La ciencia pura del derecho, aunque un instrumento útil
para
el análisis científico, no puede aportar las bases para la acción
política. Aún más, como todas las ciencias puras es virginal en su inocencia. Al ignorar todos los
problemas referidos al poder político y social le ha abierto el camino al decisionismo, a la
aceptación de las decisiones políticas independientemente de su origen y contenido
en la medida en que cuenten con un suficiente apoyo de
poder. La ciencia pura del derecho ha contribuido así
tanto como el decisionismo a minar
cualquier sistema
de valores universalmente aceptable10.
Para Neumann el culpable
del surgimiento y dominio del fascismo es el liberalismo toda vez que generó un
amplio grado de formalización y expulsó
cualquier tipo de componente valorativo al interior de su sistema, produciendo una racionalidad formal representada en una ansía de juridización que llegó a colonizar todos los
aspectos del actuar social y político.
Tal
juridización resultó ser completamente ciega y carente de mecanismos
capaces de corregir su proceso de
producción de reglas y normas y
aún más estéril a
la hora de responder a
la pregunta sobre “cómo
puede orientarse
el actuar político”.
Aquí es donde
toma relevancia el
núcleo autoritario del Estado Liberal, que si es capaz de dar respuesta a
tal
cuestión, al sostener que la figura del soberano viene a remplazar
la del Dios omnipotente asumiendo
la potestad para determinar la anormalidad
política y la responsabilidad de esta
ruptura del orden, esto es, determinado
la relación amigo- enemigo.
Este diagnostico permite al autor hacer una desmitificación del liberalismo: El Estado Moderno no surge de un contrato sino de un acuerdo entre grupos de intereses,
el derecho es identificado con la moral y pierde su capacidad ética mínima, la racionalidad
es remplazada
por una técnica de dominación; con lo
que se establece una noción totalitaria y
organizativa de la sociedad como un correlato ideológico del proceso de monopolización económica del capitalismo. Al final de este proceso el capitalismo logra
imponer su modelo económico al interior de lo social
y apoyado por los ambiguos
supuestos del liberalismo logra cambiar por
completo el significado original de la política. En adelante, esta debe entenderse
como “lucha por el
poder, no
jurisprudrencia. Por ello resulta imposible disolver las relaciones de poder en relaciones jurídicas”11.
De esta manera, se concluye que las relaciones
sociales demuestran estar regidas por componentes enteramente irracionales, con lo que se corrobora el
fracaso del proyecto del positivismo
jurídico12.
Paralelamente a este análisis y desmitificación de los supuestos constitutivos del liberalismo se adelanta una propuesta que busca generar una Teoría Política Emancipatoria. En este esfuerzo,
Neumann da un papel preponderante a las ciencias sociales a través de
la formación de una nueva
línea académica para su estudio y
desarrollo. Los objetivos de
este
proyecto fueron lograr determinar un sujeto emancipatorio partiendo de la
teoría económica y definir los ámbitos posibles de emancipación política tomando como punto de partida la construcción y desarrollo de una teoría sociológica del poder. La opinión del autor era que una vez se hallaran
9 Cfr,
Hans Kelsen, Teoría Pura del Derecho. También
resulta de
utilidad revisar la
polémica que
Kelsen sostiene
con
el teórico fascista
Carl Schmitt,
sobre quién es el intérprete de la constitución.
10 f.
Neumann. Behemoth. Citado en, F.
Colom.
Op. Cit., p. 128.
11 Ibíd., p. 163
12 Véase como complemento
Franz Neumann. El Estado Democrático y el Estado Autoritario. Buenos
Aires: Paidóss. 1968.
constituidos estos actores se podría empezar a constituir un nuevo tipo de política. El proyecto fracasa debido
a la
puesta en marcha, por parte del sistema capitalista, de nuevos medios de dominación que resultan
ser más
sutiles y más difíciles de determinar y combatir
que al final logran neutralizar
el potencial que tienen los actores sociales
para la emancipación13.
Contemporáneo de Neumann
y con una serie de trabajos adelantados en la misma dirección
aparece el pensamiento de Kirchheimer, cuya obra constituye un esfuerzo por comprender las nuevas formas de legitimación política presentes en el capitalismo tardío
y que
se manifiestan a mediados de los años 50 y
comienzos de los 60. Este análisis complementa el de Neumann y busca
comprender los nuevos medios de los
que hace uso el capitalismo para neutralizar el potencial revolucionario de los actores políticos.
Lo primero que evidencia Kirchheimer es que en las actuales sociedades existe una metamorfosis en la forma de hacer política, esto es, una redefinición de
la manera en que se desarrolla tal actividad. La primera preocupación del autor es precisamente comprender cómo se da este cambio y cuáles son las consecuencias que este acarrea
para la organización social. Para Kirchheimer la política en la actualidad no puede ser entendida
en su concepción clásica,
-como
actividad
inherente
al
ciudadano
que tenia
el
derecho y la obligación de participar en la toma
de decisiones que afectaran
el destino de la comunidad-, sino que requiere adecuarse a los patrones de modernidad: por un lado, la reivindicación del individuo como
sujeto libre y autónomo frente a la comunidad y por otro, las nuevas necesidades que el sistema capitalista impone a ese
sujeto y cuya satisfacción
de da en el ámbito privado.
En
la
actualidad
la
política se
entiende de una
forma más restringida, ya
no hace parte
de todo
el
conglomerado social, sino que pertenece a un grupo
restringido dentro de la sociedad
debido al cambio de los estatutos presentes en su
interior. Este cambio viene agenciado por lo que Kirchheimer denomina
Profesionalización de la Política, fenómeno por el cual
la política
opera de manera análoga a todas las profesiones
pasando a ser un campo de
especialización más donde sólo
pueden tener participación un cierto grupo de personas que manejan una serie
de presupuestos, principios
y métodos que permiten la consecución del
objetivo primordial de la política: dirigir el
actuar de las masas a
través de toda una
serie de estrategias de convencimiento y sugestión.
Este cambio en la concepción que se tiene de política trae aparejado un cambio en
la opinión que se tiene de
quien ejerce dicha profesión, el Político, quien pasa a
ser visto como un maestro
de la sugestión, que pretende dirigir e influenciar la voluntad de las masas para recibir de ellas el apoyo necesario
con miras a obtener sus objetivos particulares. Acorde con la dinámica de profesionalización, la política experimenta un cambio
aún más radical consistente en el ascenso
de un nuevo sujeto que ejerce la política y desplaza la figura del político a un segundo plano. Se trata
del partido político, entendido como un conglomerado unido en torno a la búsqueda de un determinado tipo
de intereses, que generalmente sólo pueden realizarse
por medio de la
obtención de cargos y posiciones en la estructura social. En esta nueva situación, los Partidos Políticos entran
a determinar e implementar una serie de estrategias
que les permitan conseguir el
mayor número posible de simpatizantes haciéndose a una base popular que sirva de respaldo a sus propuestas y proyectos. Esta base es
lo que da fuerza al partido dentro del ámbito de la lucha política y permite
garantizar la realización de los intereses de
los miembros del partido14.
Otro punto de análisis de Kirchheimer reside en la forma en que se configuran los idearios y propuestas partidistas. Frente a la necesidad de ganar adeptos, los partidos políticos matizan y acomodan
el grueso de sus propuestas ideológicas de manera permanente para poder garantizar la conformación de la base popular que
les
es necesaria. Como consecuencia de este proceso, los partidos políticos aparecen como los portadores de un discurso menos definido, sin una línea ideológica clara, que puede variar dependiendo
de la situación,
13Véase también Franz
Neumann.
“la lucha
contra el
liberalismo en
la
concepción totalitaria del
Estado” en:
Cultura y Sociedad. Buenos
Aires: Sur. 1970.
14 F.
Colom.
Op. Cit., pp. 169-170.
buscando dar cabida a la mayor cantidad
de intereses posibles. Se genera así un nuevo tipo de partido
conocido como Catch-all party o
partido atrápalo todo15, que termina
por desvirtuar
el
campo político dejándolo reducido a una lucha de estrategias por el reclutamiento
de las masas.
Esta dinámica
se respalda y complementa con el surgimiento de nuevos tipos de actores que intervienen
en el campo de lo político y permiten que se dé ese desarrollo. Dentro de estos nuevos actores, se rescata de manera
primordial el papel que están asumiendo los medios de comunicación- prensa, radio y televisión- en las nuevas sociedades, a través de la promoción de debates y
otros mecanismos de
influencia tendientes a aumentar la cobertura de los partidos políticos.
Gracias a los medios
de comunicación, las formaciones partidistas tienen la capacidad de llegar a todos los espacios
de la sociedad. Se pone así todo el acerbo cultural de la sociedad al alcance de cualquiera,
a riesgo de mercantilizarla por medio de aparatos
publicitarios y propagandísticos.
Basado
en el análisis anterior, Kisrchheimer concluye que el uso que los grupos de interés hacen de los
medios de comunicación es uno de
los nuevos mecanismos de legitimación utilizados en la sociedad
del capitalismo tardío
para perpetuar el esquema de dominación,
manteniendo a los sujetos políticos, en el sentido emancipatorio del término, en un letargo permanente que imposibilita
el surgimiento de cualquier
propuesta crítica16. En su análisis complementario, Kirchheimer sugiere la existencia de otro mecanismo de legitimación,
el Estado de Bienestar,
que es entendido como “un régimen capitalista de intervención estatal destinado a asegurar la
continuidad
del ciclo económico y una cierta redistribución social de los recursos”17. Desafortunadamente Kirchheimer no
logra profundizar
mucho en este aspecto de
su análisis.
2. Lectura Marxista de la Globalización.
Heredero
de los supuestos y voluntad crítica
de sus maestros de la Primera Teoría Crítica, Jürgen Habermas es el más conocido autor perteneciente a la Segunda Teoría Crítica, su pensamiento puede
interpretarse
como una
propuesta integral de filosofía práctica en tres direcciones que, a su
vez, constituyen tres etapas en el desarrollo del mismo. En
una primera etapa, Habermas propugna por redefinir los
nuevos términos de la
problemática filosófico-política en el capitalismo tardío, derivando de ello un proyecto de Reconstrucción del Materialismo Histórico. En una segunda
etapa, su reflexión se centra en la fundamentación de una Teoría de la Acción Comunicativa como
estrategia central
de relegitimación de la
sociedad capitalista, a partir de
un
agudo e implacable diagnóstico de la
colonización que sobre el mundo de la vida ha ejercido el derecho, generando un proceso de desintegración acelerada a su interior. Estrategia que Habermas complementa con la concepción de
su
ética discursiva, inmediatamente después.
Ante las críticas de
Robert Alexy en cuanto que la propuesta habermasiana no podía seguir ignorando en su estrategia de
solución el derecho como instrumento,
Habermas inicia lo que
puede denominarse el giro
iusfilosófico y teórico-jurídico hacia la reconsideración
proactiva del estado de derecho, que, en un primer
momento, lo lanza hacia
el
iuspositivismo y cuya tensión entre legalidad y legitimidad resuelve con la
procedimentalización de la soberanía popular. En el marco de este giro, Habermas desarrolla, en la tercera etapa de su monumental
reflexión, una teoría del
derecho y la democracia que, de
una parte, profundiza
sus reflexiones
tempranas sobre la legitimación en el capitalismo tardío que le permite replantear y complementar su propia Teoría de la Acción Comunicativa y, de otra, en diálogo con las principales corrientes iusfilosóficas contemporáneas, proponer un nuevo paradigma jurídico-político, el
discursivo-procedimental, cuyo objetivo
es superar la crisis de las sociedades contemporáneas a través de la reconstrucción normativa
de la
legitimidad
fracturada, conciliando la dicotomía entre el mundo de la vida y los subsistemas económico y político-
administrativo a través de un modelo de democracia deliberativa como expresión del poder comunicativo de la sociedad civil y la opinión pública.
15 Ibíd..., p. 171.
16 Ibíd..., p. 174.
En lo que sigue, se
quiere rescatar dos componentes importantes del pensamiento de Habermas, por un lado el proyecto de reconstrucción del materialismo histórico, con el cual el autor se incluye dentro de
la
tradición marxista, y
proporciona una serie de elementos para la lectura de los problemas presentes en la sociedad del
capitalismo tardío, de otra parte se estudiará el análisis este pensador realiza de la
sociedad del capitalismo tardío, revelando los problemas que existen en ellas, sus causas y a la vez explorar la propuesta de solución dada por
Habermas, contemplada en la figura de la democracia radical, que apunta a superar la colonización que el derecho ejerce sobre el mundo de la vida, por medio de la recuperación de este último.
2.1.
Reconstrucción del materialismo histórico.
El programa
de
investigación
habermasiano se consolida con su propuesta de una reconstrucción del
materialismo
histórico, ya no como un procedimiento heurístico, es decir, como un procedimiento de investigación, sino como una teoría de evolución social bajo una condición
de tipo reflexivo. Lo que entiende
por reconstrucción de
materialismo histórico no es
otra cosa que el desmonte de dicha teoría y una recomposición de la misma de manera que permita alcanzar
la meta fijada. Desde esta perspectiva se propone analizar los conceptos y supuestos fundamentales
del materialismo histórico para encontrar así sus dificultades más inmediatas18.
Habermas hace referencia a dos supuestos fundamentales del materialismo histórico: primero,
el teorema de la superestructura y, segundo, la dialéctica
entre fuerzas de producción y relaciones de producción. El
teorema habla de una
estructura fundamental
sobre las que se erigen unas superestructuras jurídico-políticas e ideológicas.
Tal
estructura está constituida por un sentido económico en el que se conjugan las relaciones de producción
con las fuerzas productivas,
condicionando las relaciones políticas,
sociales, legales y espirituales que
conforman el tejido derivado de las relaciones
superestructurales.
Una
versión económica del teorema plantea
una jerarquización social
a través de sistemas parciales (o locales) según el nivel de complejidad. De esta manera ''el sistema económico determina en última instancia, como dice Ëngels, el
ámbito de los procesos posibles de los otros sistemas parciales”19.
Sin embargo, para no caer en un reduccionismo, es importante reconocer que
el vínculo entre estructura y
superestructura le corresponde un carácter contextual
histórico. Eso quiere decir que la lectura que puede hacerse de
Marx no sólo se limita a lo económico sino que permite un reconocimiento
de la dinámica que se establece
en
cada
momento
histórico en donde
se representan de diferente manera ambos elementos.
En segundo lugar,
la crisis en la que entra el
sistema se halla en la contradicción
entre fuerzas de
producción y relaciones de producción. Estas últimas son obstáculos para las fuerzas de producción,
que se superan en la
revolución social, buscando el cambio de la base económica y que afectan consecuentemente toda la superestructura derivada de aquella. La dialéctica entre fuerzas de producción y relaciones de producción
puede tener un sentido tecnicista que el teorema
supera
al plantear las técnicas
de producción no sólo en un
ámbito de
fuerzas de producción
organizadas
y
movilizadas,
sino en términos de unas relaciones de producción coherentes con un
sentido social del trabajo.
Habermas propone separar la
esfera de la acción comunicativa de la esfera
de la acción instrumental.
Con esta distinción el teorema puede entenderse como el reconocimiento de un proceso endógeno de aprendizaje que cuida del desarrollo del conocimiento,
técnica y organizativamente, y permite la
transformación de tal conocimiento en
fuerzas productivas. Esto llevaría, según Godelier, a un modo de producción que podría equilibrarse si existiera correspondencia
estructural entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. En ese contexto, las formas de integración que surgen de los procesos revolucionarios tienen un
18 Jürgen
Habermas, “La reconstrucción del materialismo histórico” en La Reconstrucción del Materialismo Histórico,
Madrid: Taurus, 1992 (1976), pp. 131-167.
19 Ibid., p.145.
carácter práctico-moral más
que
técnico-valorativo, determinado por
reglas de
acción
instrumental y estratégica que se materializan
en la interacción social.
En este orden, los
problemas sistémicos se
resolverían directamente desde la base económica de la sociedad, originándose las soluciones
desde allí y materializando, en un núcleo institucional nuevo, la acumulación de potenciales cognoscitivos que posibilitarían la superación de los problemas críticos del sistema, apoyados en la
expansión de fuerzas productivas y un nuevo
contexto de integración social e institucional. La pregunta decisiva en este punto, para el materialismo histórico, es
si la solución de problemas sistémicos se logra a
través de la dinámica del conflicto
social, es decir, de la revolución, o si es posible lograrlo por
medio una estrategia de integración social alternativa que garantice el desarrollo económico
y al tiempo reconstruya el lazo social fracturado. Habermas propone no sólo un aprendizaje de lo
técnico-valorable que afecta a las
fuerzas productivas, sino una ampliación hacia la conciencia
práctico-moral que fortalezca una dinámica propia e
interactiva.
Habermas plantea, en este orden, una ontogénesis de la competencia de acción, fundamentado en tres etapas
de la
comunicación, que permitirá una reubicación
del carácter interpretativo del materialismo histórico. Tales
etapas son: 1. la de la interacción
simbólica donde el símbolo se enlaza con la acción de una actividad
comunicativa; 2. la del discurso propositivo
diferenciado, donde se
separan por primera vez el hablar y
el obrar y se da un intercambio de experiencias intersubjetivas; y, 3. la del discurso argumentativo, donde existe
una consideración de las normas y roles establecidos para dar razón de las acciones realizadas.
Desde esta perspectiva
sería posible
realizar una nueva valoración que comprenda más claramente
el
desarrollo social ligado
al acto comunicativo, en
una interpretación que
da paso al reconocimiento de los diferentes matices que puede adquirir la evolución social a través de su desarrollo. Ellos supondrá, en un
primer momento, una
reflexión sobre el tipo de crisis
que afecta al capitalismo tardío, definiendo
el carácter particular asumido por la misma, y, segundo, las estrategias, en este caso comunicacionales, que permitirían dar salida a la misma. Tal es el marco desde donde debe comprenderse la propuesta de la acción comunicativa y de la ética del discurso de Habermas.
2.2.
Diagnóstico sobre el estado social.
En
Problemas de legitimación en
el
capitalismo tardío, Habermas sugiere una tipología de las crisis que afectan a las sociedades capitalistas tardías y un intento de interpretación a partir del problema de la legitimidad que
sin duda será uno de los ejes de
reflexión determinantes durante toda su obra20. Habermas concibe el sistema social como compuesto por tres subsistemas: el subsistema económico, el político-administrativo y el socio-cultural, a cada uno
de los cuales corresponden
determinadas estructuras y
sus
correspondientes funciones sociales: al
económico, las instituciones económicas y las relaciones de
producción, cuya principal
función es la distribución del poder económico y la disponibilidad de las fuerzas productivas;
al
político-administrativo corresponde las instituciones políticas, cuyas funciones esenciales son la organización
de
la racionalidad administrativa y la distribución legítima del poder; y, por último, al socio-cultural corresponden las diversas formas de vida cuya función reside en la distribución de recompensas y el desarrollo de capacidades de disposición21.
A cada uno de estos subsistemas corresponden diferentes tipos de crisis estructurales e insuficiencias estructural- funcionales: al subsistema económico corresponde una crisis económica, caracterizada por la incapacidad del estado por continuar siendo agente planificador del monopolio extranjero y órgano ejecutor espontáneo de la ley del valor. Al
subsistema
político-administrativo corresponden dos tipos de crisis diferentes: una crisis de racionalidad,
cuando la organización administrativa es desbordada por intereses individuales contrapuestos y empieza
a ser horadada por la generación de estructuras pseudoinstitucionales paralelas; y una crisis de legitimación cuando el estado se ve obligado a intervenir administrativamente en
la
tradición socio-cultural para
reducir el déficit de
legitimación
20 Ver,
por ejemplo, Jürgen Habermas, "Problemas de legitimación en el estado moderno" en La Reconstrucción del Materialismo Histórico, Madrid: Taurus, 1981, pp. 243-272.
21 J. Habermas, Problemas de legitimación en el Capitalismo Tardío, Buenos Aires: Amorrortu, 1975 pp. 42-49.
existente, originando con ello el surgimiento de efectos secundarios no programados por sus límites sistémicos. Y, por último, al subsistema
socio-cultural corresponde una crisis de motivación por la erosión de las tradiciones
pertinentes para conservar el sistema
y la
insuficiencia
del sistema para
satisfacer el sistema universal de
valores a que se ve expuesto el mundo de la vida como producto de la globalización22.
Estas crisis estructurales pueden derivar en crisis sistémicas que erosionen gravemente o, incluso, propicien una desintegración social, según el tipo de binomio en que coyunturalmente se expresen. En un primer momento, la crisis económica y la crisis de racionalidad se pueden manifestar en una crisis sistémica de autogobierno debido a que, como se dijo, el desplazamiento de la crisis económica al aparato administrativo no resuelve la insuficiencia estructural-funcional
económica sino
que
la transforma
en una crisis
fiscal
cuyo origen inmediato es
la socialización de gastos frente a la privatización de las ganancias.
Pero lo interesante en la interpretación habermasíana es su afirmación de que este nivel sistémico de la crisis en las
sociedades capitalistas nunca
se produce porque la crisis, sin abandonar el subsistema político-administrativo, se desplaza
a los límites de
este con
el subsistema socio-cultural, transformando las crisis
de legitimación y
motivación de aquellos en
una crisis no sistémica de identidad debido a que el estado, de una
parte, si
bien se descarga de su exigencia de
legitimación no logra
que el mercado se
autolegitime
por no poder este
autorregularse equitativamente y, de otra, al participar en el proceso de producción y distribución lo obliga a tener que legitimarse como cualquier estado patriarcal de una sociedad tradicional23.
De cualquier manera, como es claro, el conjunto
de
crisis potenciales de carácter estructural y/o
sistémico
conducen
a un
mismo punto: el déficit de legitimación en
el que todas las demás insuficiencias estructural-funcionales
descargan sus respectivas crisis y que hacen
del
problema de la legitimidad en el estado capitalista, como en el
estado patrimonialista, la principal y permanente fuente
de
conflicto de las sociedades moderna y tradicional. Al unirse las crisis de legitimidad y
motivación en los límites de los subsistemas político-administrativo y socio- cultural
se produce una
crisis de legitimación, la cual se expresa como crisis no sistémica
de identidad, evitando así, gracias a ese desplazamiento, el
derrumbamiento total
del sistema. La
crisis se desplaza
de
las estructuras
económicas y administrativas a las estructuras normativas de la intersubjetividad de los agentes
sociales lo que impone la necesidad de una reconstrucción normativa de la legitimidad por la insuficiencia sistémica de la sociedad de
autolegitimarse funcionalmente24.
En este proceso el derecho es el encargado de colonizar el mundo de
la
vida, efectuando la racionalización de todos sus componentes, de manera que puedan
interpretarse como
categorías sistémicas. El derecho desarrolla su tarea racionalizadora en tres pliegues sistémico-procesales diferentes de la
sociedad
en transición: primero,
es
el instrumento
organizativo
de
racionalización formal-capitalista, a nivel individual y sistémico;
segundo, es el medio racionalizador de
penetración, horadamiento y
disolución del mundo de la
vida tradicional, es decir, de los diferentes ámbitos socio-culturales que componen la sociedad tradicional; y, tercero, es la condición de posibilidad de la autolegitimación procedimental
del sistema, dándole piso inclusive, a través de
su andamiaje procedimental-
administrativo, a otras manifestaciones legitimatorias como la ciencia y la tecnología25.
22 Cada una de estas crisis supone una interpretación diferente: la crisis
económica, se origina en la intervención del estado para remediar disfunciones
del mercado y la acumulación
del capital
a través de compromisos
cuasi-políticos; la crisis de racionalidad se origina en el desplazamiento de la crisis económica al sistema político-administrativo, lo cual transforma pero no supera el conflicto económico; la crisis
de legitimación se debe a que la intervención del estado en la economía agudiza la necesidad de legitimidad estatal si bien las formas tradicionales
de legitimación han sido horadadas por su propia acción; y la crisis
de motivación
de origina en este déficit de legitimación que pretende vanamente ser cubierto por la participación electoral pero que solo ocasiona el refugio del individuo en su vida privada y su
indiferencia
política. Ibíd.., pp. 49-69.
23 Ver E. Serrano, Op. Cit., pp. 224-248.
24 Ver, en general, William Outhwaite, "Social evolution and legitimation" en Habermas: A Critical Introduction, Stanford: Stanford University
Press, 1994, pp. 58-67.
25 Ver, en general, William Outhwaite, "Rational action and societal rationalization" en Habermas: A Critical Introduction, Stanford: Stanford
University Press, 1994, pp. 68-81.
En el anterior contexto, es claro como el derecho
deviene no sólo el mecanismo de intercambio
entre
el
sistema y el mundo
de
la vida sino el instrumento de colonización del uno sobre el otro y de qué manera la conexión entre ambos ámbitos depende de
su capacidad funcional para producir y reproducir el
marco institucional-sistémico,
antes que el de interpretar los flujos mundo-vitales de la
esfera socio-cultural26. En este marco, el único tipo de legitimación aceptable es la autolegitimación procedimental del sistema si bien eso genera
un
espectro de patologías sociales que solo logran poner en evidencia la necesidad de una reconstrucción normativa de la legitimidad a partir, no de los flujos sistémico-jurídicos, sino de los
sujetos colectivos y los procesos del mundo de la vida. Los procedimientos sistémicos requieren, por tanto,
ser legitimados a partir de un sistema universal de valores
que permita fundamentar y justificar las normas y los procedimientos jurídicos locales27.
Teoría de la Acción Comunicativa (1981)
y "Ética del Discurso" en Conciencia Moral y Acción Comunicativa (1983), constituyen el esfuerzo de Habermas, primero, por elaborar un diagnóstico sobre el
derecho mostrando como deviene un instrumento de racionalización y colonización del mundo de la vida y, segundo, por plantear una teoría comunicativa y una ética procedimental del discurso que le permita a los espacios mundo-vitales resistirse a esa
colonización y recuperar el dominio perdido a partir de una democratización de la opinión pública28.
La
respuesta será, en ese momento para Habermas, a través de la acción comunicativa y una ética del discurso que,
democratizando los procedimientos de conformación
de
la voluntad pública,
sitie al sistema y, ejerciendo una presión
permanente desde y
a través de los
sujetos colectivos que conforman el
mundo de la vida,
relegitime en este mismo proceso comunicativo de democratización discursiva el lazo social desintegrado, haciendo retroceder a los procedimientos jurídico-sistémicos que colonizan los espacios mundo-vitales hasta donde la acción comunicativa colectiva lo haga necesario para garantizar la formación consensual-discursiva de su voluntad pública libre y autónoma.
2.3.
Estado social y globalización.
Habermas continúa su proyecto de investigación con un análisis de la situación del estado nación, donde encuentra una interesante paradoja. Por un lado ha surgido una serie de fenómenos
que no pueden
ser
manejados adecuadamente por el estado nación, como son el problema ecológico, el crimen organizado
a nivel mundial, la movilización constante
de capitales de un extremo al otro
del globo. Debido a que estos
problemas han desbordado la capacidad de reacción de estado nación,
éste se ha visto obligado a modificar su
forma de operar conformando una
serie de alianzas
con otros estados-nación
para establecer grupos de
cooperación dirigidos por intereses comunes; como
es el
caso de las alianzas
regionales tan en boga actualmente, en este proceso se está presentando un desdibujamiento paulatino del concepto de nacionalidad, adquiriendo cada vez más fuerza
en el mapa político el concepto de Trasnacionalidad.
El
otro componente detectado por Habermas apunta a un análisis más fino de estas alianzas, sean regionales o globales, resulta claro que pese a los avances
que en los últimos años han
experimentado dichas alianzas en su perfeccionamiento, claro ejemplo de esto puede ser el
proceso de unidad europea, estas relaciones siguen
teniendo problemas para
superar las ventajas que ofrecen los
tradicionales estados nación, es así como se
encuentra fuera de toda
duda que el estado nación se constituye en
el único medio posible para mantener las dos premisas básicas de la sociedad
liberal, la protección de la propiedad, y la regulación de la competencia.
Por eso debe asimilarse este tipo de alianzas
como un campo de conflicto
en donde los diversos intereses
particulares interactúan, donde muchas veces los estados
nación más poderosos pueden
imponer su interés sin
el menor problema.
26 Ver, también, William Outhwaite, "The colonization of the lifeword" en Op. cit,
Stanford: Stanford University Press,
1994, pp. 82-108.
27 Habermas define
las
siguientes cuatro hornadas
de juridización a partir
del
siglo
XVI,
a través de las cuales se
han
ido
expresado y
agudizando los
fenómenos antes
señalados: el
estado
burgués,
el estado burgués de
derecho, el
estado
democrático
de derecho
y el estado social y democrático
de derecho;
siendo este último
el estadio ulterior de
desarrollo
institucional cuyo objetivo es
la garantía de la
libertad y el
freno a los desmanes
del
subsistema
económico. En
su
fase de "estado interventor"
se expresa
un equilibrio de poder donde la
normación jurídica restringe
el dominio
de una clase
sobre
otra y orienta al
estado
social hacia
la plena garantía de la
libertad.
28 Al respecto ver el temprano y magistral texto de Jürgen Habermas, Historia y Crítica de la Opinión Pública, Barcelona: Gustavo Gili, 1981.
La globalización introduce medios de control y
dominación más sutiles y eficaces que los que habían
sido usados anteriormente, un claro ejemplo de esto es el Estado de Bienestar, que ha sido asimilado por la
dinámica globalizadora de una manera total, lejos de ser un medio de emancipación, se convierte en un medio
de control, vuelve la comunicación
algo completamente reglado y formal, clausurando la posibilidad
de una emancipación real29,
por medio de este modelo se concede al pueblo cierta participación en los recursos que
producen los grandes monopolios,
pero estos continúan
desarrollando toda su racionalidad sin ningún tipo de impedimentos,
lejos de generar una integración social,
favorece la división al interior de
la misma en grupos de intereses.
La democracia cae al
nivel de un
artilugio formal,
sin ninguna relevancia sobre lo realmente importante, lo económico, que está en poder
de los grupos de interés; por todo esto se puede decir que la democracia es una gran mascara
integral que cubre y da cobijo a la
racionalidad económica de los monopolios.
En esta nueva situación
se multiplican los problemas y las disputas, se presenta un
resurgimiento de la exclusión,
ante esto, Habermas considera que la única alternativa para las modernas sociedades transnacionales
reside en la política, ésta debe volverse
una política de reconocimiento que permita a un estado constitucional
democrático, resolver los problemas
de integración que han desbordado al Estado-nación.
De igual manera debe denunciar la infiltración
del poder en los procesos e
instituciones democráticas,
lo que evita que la democracia haga uso de la dinámica de auto corrección.
Para el autor el gran reto que tiene la sociología
en la actualidad es dar respuesta a la pregunta
base del derecho
racional,
cómo
construir una sociedad
de
ciudadanos libres e iguales con los medios del derecho positivo, de esta labor surge
una exigencia normativa para esta ciencia, proponer modelos normativos que
desarrollen un potencial emancipador frente a la
realidad30.
Para
Habermas es necesario construir lo que él llama
el Espacio Político Público, que no es otra cosa que un
ámbito que sirva de bisagra y permita la interconexión entre las diversas esferas integrantes de la sociedad, de esta manera el mundo de la vida puede hacer una oposición real a los dictados de la funcionalidad sistémica y la racionalidad económica.
Constituyéndose una opinión publica fuerte que pueda evitar el desenfreno de la lógica
del sistema; esto
solo
puede lograrse por medio de la implantación
de un
sistema democrático que no se
encuentre formalizado ni juridizado, esto es, la
democracia disputatoria, también llamada democracia radical; guiada por
la idea de consenso31.
Conclusión.
Desde su surgimiento a finales del siglo XIX el marxismo se ha mostrado como un pensamiento crítico de proverbial riqueza y un gran instrumento de análisis para las diversas situaciones sociales y políticas
existentes,
siendo siempre un decisivo
cuestionador de los fenómenos
sociales y políticos, sean estos manifiestos o
encubiertos. Querer hacer del marxismo una doctrina encerrada sobre si misma y convertir sus conclusiones
en dogmas o verdades reveladas, que no pueden ser cuestionadas o modificadas, es el peor daño que se puede hacer
al espíritu del pensamiento marxista. Este tipo de ortodoxia, que por mucho tiempo se consideró el único
intérprete legitimo
del pensamiento de Marx, terminó cerrándose sobre si mismo y estancando la labor creativa del marxismo, impidiendo con ello su desarrollo y una relación recíproca
y enriquecedora con la cambiante realidad social.
Pero
el marxismo jamás se limitó
a su lectura ortodoxa
y paralelamente se desarrolló una tendencia
heterodoxa en el seno de la tradición marxista que, aunque muchas veces desfasada y cayendo en
revisiones no
solo
de izquierda sino, hay que reconocerlo,
de
derecha,
no
asumió
sin embargo de manera dogmática los presupuestos y conclusiones de Marx sino que asumió la profunda conexión del marxismo con la cambiante
situación social, aceptando que ello implicaba su revisión y actualización, acorde con la nueva situación
y
29 Ver Jürgen Habermas, Tendencias a la juridización
en Teoría de la
Acción Comunicativa
(T.II), Buenos
Aires, Taurus, 1989, págs.
502-520.
30 Ver: Jurgen Habermas.”La constelación
posnacional
y el futuro de la democracia”, en La Constelación Posnacional, Paidos: Barcelona,
2000.
pp.
82-146
31 Ver también
Jürgen Habermas, Facticidad
y Validez, Madrid: Trotta, 1998.
tendencias del capitalismo global.
En este marco es que hay
que reconocer el papel de la Teoría Critica que logró presentar una lectura renovada e integral del marxismo
en las dos generaciones de
pensadores que la han constituido a
lo largo de ya casi un siglo.
Como se vio, en este contexto puede rescatarse inicialmente el trabajo realizado sobre el fenómeno del autoritarismo por Horkheimer y Adorno donde se encuentra un análisis sistemático y
totalizante de las causas de dicho fenómeno.
Su gran aporte es señalar como el
autoritarismo no tiene una sola cara, sino que puede
adquirir diferentes formas y mimetizarse de acuerdo a
como lo aconseje su estrategia para la obtención
y consolidación del poder capitalista, incluyendo
aquí el capitalismo de estado, por lo que regimenes, tan diferentes a primera vista,
como el nazismo y el estalinismo comparten los mismos fundamentos y
representan un tipo de situación equiparable.
Pertenecientes a la misma tradición critica, Neumann y Kirchheimer complementan
el trabajo de los autores anteriores, mostrando como el estado liberal posee a su interior
un núcleo autoritario que es capaz de generar un desarrollo que desembocaría en la implantación de un nuevo tipo de autoritarismo. Y que, además, en
virtud de la capacidad de mutación que le confiere
su estrecha conexión con el sistema de explotación
capitalista le permite a los grupos de interés ejercer un dominio
sobre el conjunto de actores sociales
y políticos de la sociedad. Entre más compleja es la sociedad, este dominio se ejerce de manera más eficaz, absorbiendo y desvirtuando los discursos contestatarios y
alternativos que reclaman una
opción emancipatoria.
Recogiendo las conclusiones a que habían llegado
sus
predecesores,
Habermas plantea una interpretación
de la manera en que se está presentando este fenómeno en
las sociedades contemporáneas. Lo más preocupante
del diagnóstico de Habermas es ver cómo en
la sociedad globalizada, la lógica capitalista ha logrado absorber y poner a
su servicio las instituciones que en décadas anteriores habían servido para
denunciar y combatir el
sistema de explotación capitalista,
tal como sería el
Estado Social de Derecho.
Sin desconocer sus virtudes,
Habermas señala como ha sido incluido
dentro de la lógica de dominación del capitalismo,
convirtiéndose en un medio más de manipulación ideológica y explotación, haciéndole creer a la sociedad
que existe un Estado preocupado de su bienestar
material, cuando en realidad su objetivo
prioritario es la consolidación de una
economía de mercado en el marco de un capitalismo global. El Estado social se convierte
en un medio de
apaciguamiento y una forma de consolidar una falsa conciencia sobre la injusticia presente
en las sociedades contemporáneas.
Por su intermedio el sistema capitalista logra lo
que no había logrado con
sus
métodos anteriores de dominación:
mantener
a la sociedad alejada de la toma de decisiones
vitales.
***
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