EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE EN LA ENSEÑANZA UNIVERSITARIA
VI LA CALIFICACIÓN: ¿cómo elaborar el juicio
evaluativo?
VII PROYECCIONES HACIA LA PRÁCTICA DE LA EVALUACIÓN.
CONSIDERACIONES FINALES
Miriam González Pérez
Centro de Estudios para Perfeccionamiento de la
Educación Superior.
Universidad de la Habana
Con este
articulo finalizamos la publicación de la monografía de la investigadora Miriam
González Pérez que constituyó uno de los resultados de su proyecto de
investigación, perteneciente al Programa Ramal de Investigaciones Pedagógicas
en la Educación Superior del Ministerio de Educación Superior.
VI LA CALIFICACIÓN: ¿cómo elaborar el juicio
evaluativo?.
Los diversos problemas de
debate actual en el campo de la evaluación se asocian, en mayor o menor medida,
a la calificación, de ahí que constituya un aspecto de singular relevancia al
abordar el tema de la evaluación del aprendizaje. Resulta, además, uno de los
aspectos donde teoría y práctica aparecen más disociadas. Por tal razón en el
presente trabajo se aborda la calificación como acápite independiente, aun
cuando forma parte del cómo de la evaluación; es decir, es una de sus fases o
acciones componentes. El propósito fundamental es la identificación de
problemas asociados a la calificación, incentivar la reflexión como paso
necesario para la búsqueda de soluciones, subrayar la necesidad de que dicha
búsqueda se sustente en una concepción comprehensiva, formativa de la
evaluación del aprendizaje.
La calificación se asocia a
cuestiones tales como el debate que enfrenta calidad y cantidad, evaluación y
medición, la crítica a la reducción de la evaluación a la emisión de la
calificación; las funciones clasificadoras de la educación a las que sirve la
calificación.
Sin entrar a abordar, ahora,
cada cuestionamiento a los cuales, además, se ha hecho referencia en lo que
antecede, resulta oportuno para mostrar la intensidad de las preocupaciones y
críticas, revisar algunas reflexiones que hace M. A. Santos (1993) en su
interesante obra "Hacer visible lo invisible" sobre las mediciones (y
calificaciones) en el ámbito educativo. Al respecto señala: "El fenómeno
de atribución numérica a realidades complejas supone un riesgo importante, no
solo por la imprecisión, sino por la tergiversación, agravado por el hecho de
la apariencia de objetividad que encierra el número" (p. 39). Los riesgos
los ubica, tanto en el proceso codificador "ya que se parcela una realidad
única y se califica numéricamente un hecho cualitativo desde la particular
subjetividad del calificador", y en el proceso decodificador, "ya que
se atribuye significados, quizás desde otros códigos, a los números asignados
por el calificador"..."olvidarse de este proceso de atribución y
comenzar a barajar los números y a operar estadísticamente con ellos (más
directamente, a atribuir un valor comparativo a los guarismos) es un ejercicio
descarado de arbitrariedad, con escasas apariencias de rigor para quien se
detenga a considerar desde el comienzo, el proceso evaluador" (p.40).
Por su parte, Hans Aebli
(1989), destacado profesor de Psicología Pedagógica en la Universidad de Berna,
al abordar los exámenes y las calificaciones señala atinadamente: "La medición cuantitativa de un logro no
es por sí misma incorrecta. Lo es cuando a partir de esas mediciones comenzamos
a proyectar cosas que no están contenidas en ella, y cuando se espera de una
cifra lo que ni puede ni pretende expresar. El hecho de que las notas expresen
los logros escolares de una manera abstracta y poco profunda tiene también sus
ventajas, precisamente por el hecho de que no pretenden incluir toda la
personalidad." (p. 336).
En mi opinión el asunto de
la calificación es uno de los problemas teóricos centrales de la evaluación del
aprendizaje, pues se vincula directamente con la problemática de la medición de
las cualidades o propiedades psíquicas del individuo que resultan del aprender,
así como del proceso mismo de aprendizaje.
Este lugar privilegiado en
el debate, hace que sea abordado desde distintas dimensiones y perspectivas
teóricas.
6.1
Las tendencias actuales se mueven en diferentes direcciones:
Ø En su
cuestionamiento dentro de la evaluación que llevan a propuestas de eliminación;
Ø Su aceptación,
pero con un enfoque más cualitativo, descriptivo, explicativo, con modos de
proceder propios de enfoques cualitativos, en contraposición de los
cuantitativos.
Ø La combinación de
ambos procederes y de los sistemas de referencia y el énfasis en sistemas que
atiendan lo ideográfico, lo específico o singular en el aprender del estudiante
y las exigencias de la actividad objetiva (de aprendizaje y profesional).
La
necesidad de la calificación. Ante los numerosos cuestionamientos resultan
válidas las preguntas: ¿Es necesaria la calificación? ¿Cuándo?, ¿Por qué?. Los
criterios que a continuación se exponen son propios, derivados, por supuesto,
del estudio y la reflexión de las fuentes bibliográficas y mi experiencia como
docente.
Por definición la actividad
evaluativa incluye, como un momento esencial, la calificación, en tanto
constituye la formulación y expresión del juicio valorativo sobre el objeto que
se evalúa o sobre un rasgo o aspecto del mismo, en términos tales que informen,
de modo compilado, sobre la valía y el
mérito del mismo. Como valía se
considera la medida en que el objeto evaluado responde a las necesidades que
sustentan su existencia y a su propio ser sustantivo (a su naturaleza de
acuerdo con la imagen o el modelo teórico del objeto); como mérito la calidad
con que se da a partir de los criterios que se determinen al efecto. Constituye
la expresión sintética de los resultados del procesamiento e interpretación de
los datos de que se dispone sobre el objeto de evaluación. Se asume explícita y definitivamente que calificar no es evaluar;
aquella es una parte y no el todo.
La construcción de un juicio valorativo requiere de un sistema de
referencia del que parte el evaluador y en los que inserta las evidencias o
datos que obtiene sobre el objeto y que permite, por contrastación con aquel, emitir
el juicio. La expresión de este mediante un sistema simbólico (un término del
mismo sea numérico o no) concreta la calificación. Se habla de juicio y no de
nota porque aquel es más amplio en su significado. No obstante, la calificación
siempre supone la reducción de la información que se obtiene durante el proceso
y aunque implica una compilación de dicha información, siempre hay pérdida de
la misma, restringe su riqueza y amplitud; este hecho establece límites en
cuanto al significado de un resultado calificativo. En otros términos, no es
legítimo adjudicar más significados a una calificación que lo que ella misma
porta, problema frecuente en la práctica de la evaluación, que se extiende a lo
que representan realmente los certificados escolares a efectos de selección,
promoción u otros. La calificación no aporta toda la información del
aprendizaje que se evalúa. A las certificaciones que se emiten sobre su base no
se les debe extraer más información ni conferir más valor del que realmente
tienen.
Los términos en que se
formulan los juicios son diversos, tales como adjetivos calificativos, notas
numéricas, letras u otras formas de emitir un juicio global. Los resultados se
pueden expresar también mediante informes más o menos detallados, descriptivos,
explicativos, sobre el objeto que se evalúa. Los términos que se utilicen no
son los que definen la esencia de la calificación, sino lo que ellos
significan; aunque los términos pueden diferir en cuanto a su capacidad de
expresión, siendo más o menos pertinentes en este sentido y en la medida que se
asocian a los procedimientos de calificación.
La necesidad de la
calificación puede ser abordada por sus funciones reales o potenciales. Dentro
de ellas se pueden señalar:
¨
Función de
información. Al consistir en una expresión sintética de los resultados de la
evaluación en un momento dado, viabiliza la comunicación de los mismos, a
efectos administrativos docentes (uso más connotado), pero además, el
intercambio informativo entre profesores que comparten la enseñanza de los
alumnos y entre el profesor y los estudiantes a los fines de adoptar las
acciones de regulación necesarias.
¨
Función de
valoración. Los resultados que se concretan en las calificaciones sirven de base
para hacer valoraciones globales de la enseñanza y del aprendizaje. También de
los individuos en lo relativo a los atributos objetos de evaluación y referidos
en la calificación.
¨
Función de
verificación. Por lo general se utilizan para rendir cuenta, del alumno ante el
profesor, del profesor ante la institución, de la institución ante la sociedad,
desempeñando una función de control respecto al logro del encargo social.
¨
Función de
clasificación. La calificación del aprendizaje de los estudiantes permite hacer
clasificaciones de los alumnos (en función de sus logros, los avances en
momentos dados del proceso), de los grupos, de las características del
aprendizaje que se va produciendo (naturaleza y calidad de los logros, áreas y
aspectos más o menos favorecidos, tipos de errores, etc.), del proceso de
enseñanza aprendizaje en su conjunto. Esta clasificación sirve, prácticamente,
a los fines antedichos.
La clasificación en el
ámbito educativo resulta ser peligrosa y necesaria a la vez. De ahí que al
manejar esta función se deba hacer con conocimiento de sus límites y de sus
riesgos. La reflexión crítica y sistemática sobre su uso y efectos es un
antídoto necesario a tales riesgos.
El valor de la evaluación
depende del grado que permite orientar el aprendizaje y aquellos resultados
evaluativos que se expresan en la calificación, por muy precisa que esta sea,
no son suficientes para dar respuesta a las necesidades de cada estudiante. Sin
embargo, como bien señala M. A. Verdugo (1996), necesitamos categorías para
hablar de los alumnos y guiar las decisiones sobre las ayudas que requieren,
dichas categorías son útiles porque facilitan y simplifican la comunicación
profesional entre profesores y otros especialistas al hablar de los tipos y
formas de apoyo necesitados, por lo que un sistema clasificatorio podría estar
unido a las necesidades de las personas y del proceso de enseñanza aprendizaje.
Los riesgos de la
clasificación que se produce, casi inevitablemente, con base en la
calificación, son bien conocidos aunque demasiados desatendidos. La
clasificación derivada de la calificación puede llevar a daños en los alumnos
tales como la segregación, la reducción de expectativas de rendimiento, el
desinterés, la afectación en la valoración del estudiante por parte del grupo y
por ende en la autovaloración del estudiante, como se muestra en diversas investigaciones
(P. Rico, 1987; Verdugo, 1996). Al respecto se subraya la importancia de no
encasillar a los alumnos en "buenos" y "malos" o categorías
similares.
Desde una dimensión
pedagógica, un problema central de la calificación radica en la determinación y
empleo de los criterios de calificación. Mas directamente, con la
fundamentación de los criterios que se asumen para calificar el aprendizaje.
Los criterios de calificación tienen que
corresponder con el objeto de evaluación. Ser pertinentes al mismo. De lo
contrario la evaluación no será válida.
Los procedimientos para
establecer los criterios pueden ser diversos, pero en esencia la línea de su
determinación implica:
¨
Partir del análisis del objeto de evaluación (el
aprendizaje al que se aspira), precisando los aspectos o atributos que permiten
caracterizarlo, cuantitativa y cualitativamente, en su proceso y resultados.
¨
Determinar los indicadores, cuantitativos y
cualitativos, del aprendizaje, esto es, aquellos elementos que informan sobre
el mismo, en correspondencia con los aspectos o atributos antes señalados.
¨
Definir, sobre la base de los indicadores, los
criterios que permiten juzgar sobre el aprendizaje del alumno.
¨
Expresar el resultado en términos calificadores.
Dicho juicio puede ser expresado de diversas formas, pero lo más usual es
utilizar categorías de una escala ordinal que permita agrupar y ordenar los
datos en niveles de calidad del aprendizaje.
Como se puede colegir de
este proceder general, no existen criterios generales válidos para calificar
cualquier aprendizaje de modo uniforme, porque las líneas de variabilidad son
múltiples: por el contenido del aprendizaje, la situación, la diversidad
cualitativa del estudiante, el tipo de evaluación de que se trate, su finalidad
y por los sistemas de referencia que se asuman. Se reitera, para cualquier
caso, la necesidad de contar con una teoría del objeto de evaluación, es decir,
un modelo teórico o representación de la naturaleza (características,
atributos, regularidades) de aquello que se quiere evaluar; que es fuente de
indicadores y de los criterios de calidad del aprendizaje.
6.2
Sistemas de referencias para la calificación.
Dentro de la calificación,
el asunto de los sistemas de referencia, merece un espacio particular que ayude
a comprender el proceso evaluativo, en sus bases teóricas y metodológicas
vinculadas a la medición. Al respecto G. Witzlack (1989), considera que el
problema metodológico central de la medición psicológica se encuentra en la
problemática de la formación de las escalas, vinculada a los sistemas de
referencia.
De hecho un aspecto esencial
de la medición consiste en representar un conjunto de objeto o atributos de los
mismos y sus relaciones objetivas (lo que se pretende medir), en otro sistema o
conjunto de números, símbolos u otros y las relaciones entre estos. Para que
esa “representación” proceda debe tener un sustento determinado que garantice
que un sistema puede dar cuenta del otro, de sus propiedades y expresarse en
cierta escala (por lo general nominal u ordinal).
El análisis actual de los
sistemas de referencia requiere de una visión histórica. Al tratar de tipificar
los criterios que sirven de base a la calificación, se pueden delimitar varias
formas o procedimientos que dan lugar a tipos principales de sistemas de
referencia, muchas veces considerados excluyentes; aunque en nuestra opinión se
pueden dar combinados. Estos son:
1- Los criterios referidos a normas estadísticas o “normotipo referido a normas”. En este caso la nota
o calificación que obtiene el estudiante no informa lo que ha logrado, ni cuan
bien puede actuar en tareas educativas, sino, cuán alto, bajo o promedio actuó
en comparación con otros estudiantes que también realizaron la prueba, que se
constituye en el grupo normativo. Dicho grupo normativo puede estar constituido
por todos los integrantes del grupo áulico al que pertenece el estudiante en
cuestión, o por otra población mayor que sirve de referencia (todos los
estudiantes del año de estudio, de años anteriores, del conjunto de estudiantes
que se encuentran en el mismo nivel educacional en distintas instituciones
escolares).
El criterio de calificación
parte del rendimiento que alcanzan los sujetos sometidos a la prueba o examen.
Se soporta en la consideración de que la individualidad se caracteriza por la
distancia respecto a un valor medio estadístico de una población comparable y,
además, en que la distribución de resultados debe tener un comportamiento según
una distribución que sigue la curva normal (campana de Gauss).
Este último presupuesto se
afinca en los estudios estadísticos de distribución aleatoria de fenómenos o
atributos en una población dada, que se comporta -y por tanto se espera- que un
por ciento determinado alcance niveles superiores en la medida del atributo en
cuestión, otro por ciento mayor se ubique en la media o alrededor del promedio,
y el resto en niveles inferiores.
El sistema de referencia
basada en la norma, privilegia la obtención de indicadores estandarizables del
objeto de evaluación, comunes a todos los individuos evaluados, de modo que
permita establecer la posición relativa de cada uno respecto a las medidas de
tendencia central de la población que sirve de referente. A tal efecto la
aplicación de exámenes, iguales en cuanto a contenido y forma, unifica la
situación de prueba, por lo que sus resultados sirven para establecer los
estándares y comparar las realizaciones individuales con los mismos; lo que
refuerza el valor del examen en el ámbito de la evaluación. La sobrevaloración
del instrumento involucra sus resultados, y este hecho refuerza la
consideración de dichos resultados como indicadores pertinentes del
aprendizaje.
Este supuesto referido a
norma surge a partir del desarrollo de los tests que desde el inicio del siglo
XX se da dentro de la Psicología, y la necesidad de la estandarización de sus
productos a los efectos de establecer los criterios de calificación o índices
para interpretar los resultados de un sujeto dado en un test, presuponiendo que
dicho test mida uno o más atributos de la población que sirve de referencia; y
que dicho atributo, al igual que otros rasgo o fenómeno, se distribuye
aleatoriamente en forma de una curva normal. Lo cual tiende a ser cierto.
La impronta del desarrollo
psicométrico de la Psicología sobre la educación es incuestionablemente fuerte
y su reminiscencia se extiende hasta la actualidad. De tal modo, que al
conformar los criterios de calidad de la
enseñanza, es frecuente encontrar la noción de distribución normal, tanto en profesores como en directivos y población
en general. En este sentido una enseñanza de calidad, rigurosa, tiene, por
fuerza que discriminar entre sujetos a partir de sus diferencias individuales
“naturales”. Si un programa de enseñanza o un determinado profesor tiene como
resultado (de su desarrollo o de su trabajo, según corresponda) altos índices
de aprobación y con calificaciones elevadas, cae en sospecha en cuanto a su
rigor y exigencia; aun cuando sea precisamente la exigencia de su trabajo la
que coadyuve a obtener dichos resultados.
El supuesto sobre el que se
erige este modo de establecer los criterios de calificación ha sido, desde hace
tiempo, fuertemente cuestionado teórica y prácticamente. Por una parte, la
enseñanza es un proceso no aleatorio sino dirigido, para lograr en los
estudiantes que participan en un programa de formación, determinados resultados
esperados y factibles. Si bien los estudiantes no son iguales unos a otros,
sino que se distinguen por sus diferencias individuales, este es un hecho del
que parte la enseñanza y a la cual debe responder, no para homogeneizar sino
para desarrollar al máximo posible todas las potencialidades individuales
acorde con los objetivos esperados.
La
calidad de la enseñanza, por tanto, no debe estimarse porque sus resultados
“respeten” la distribución esperada en un proceso aleatorio, sino porque promueva el avance o desarrollo de cada
uno de los sujetos implicados -con sus características diferenciales- hacia
determinadas metas u objetivos social e individualmente relevantes en un espacio
y momento histórico dado. La enseñanza se organiza y dirige precisamente al
logro de determinados fines y la capacidad para lograrlos será uno de los
indicadores de su calidad. En este sentido la distribución “normal” de los
resultados pierde su valor.
Por otra parte, la
valoración de los resultados del aprendizaje de un estudiante a partir de su
comparación con el de los demás integrantes del grupo, aumenta la relatividad
de la calificación a límites inaceptables dado que el mismo sujeto tendría calificaciones
muy diferentes en función del grupo de referencia de que se trate.
2-
Los criterios referidos a los objetivos o “normotipo referido a criterio”. En este caso el
nivel de actuación o resultados del aprendizaje que evidencia el estudiante se
califica en función de las metas o propósitos prefijados y que se expresan en
términos de objetivos del aprendizaje. Puesto que se usa un standard de
criterio (el del objetivo) en vez de una posición relativa en un grupo
normativo, a este tipo de proceder se le denomina simplemente "referencia
a criterio”, propuesta por R. Glaser en 1971 (Escuela de Ciencias de la
Educación, Managua, 1976).
El origen y auge de este
enfoque se encuentra en los avances de la pedagogía por objetivos que se
produce a mitad del presente siglo. Representa una respuesta crítica a las
limitaciones y fundamentos del procedimiento de calificación referido a normas,
pues permiten valorar el aprendizaje del estudiante con independencia del éxito
alcanzado por otros y juzgar el grado de logro de los objetivos.
La determinación de la calidad del aprendizaje se sustenta en la
distancia mayor o menor entre los objetivos y los logros del aprendizaje. Como
premisa supone objetivos pertinentes, porque como bien dice Stake (1981) “si
los objetivos están mal planteados, si las metas son estúpidas o negativas,
mientras más perfectamente se consigan “peores” resultados tendremos”.
Sin embargo el criterio del
logro de los objetivos se detiene en los resultados y desatiende las
particularidades de la actividad del estudiante al realizar las tareas que lo
llevan a tal resultado. Este hecho refleja un basamento conductista del
aprendizaje (de la psiquis en general), pues se valora el eslabón inicial y
final del proceso (estímulo-reacción).
Un avance, teóricamente
relevante, se produce a partir de los aportes de la psicología materialista
dialéctica, que establece la naturaleza social de la psiquis humana y por ende
el papel de la enseñanza en el proceso de formación. La importancia y
posibilidad de estudiar la génesis de las formaciones psicológicas del
individuo, durante su actividad vital, social, así como el principio de la
relación que existe entre la actividad externa e interna, entre otros, permiten
encaminar la búsqueda de criterios de referencia para la evaluación a partir de
las exigencias de la actividad (externa e interna) y de las regularidades de
transformación de una en otra. En este sentido están los trabajos, referidos en
el acápite anterior, sobre el diagnóstico orientado en la actividad (Witzlak y
otros, 1986) y de la formación por etapas de las acciones mentales (Galperin,
1986; Talízina, 1986) que ofrecen indicadores y criterios pertinentes al propio
proceso de formación.
En resumen, la evaluación
referida a criterios, sigue constituyendo una aproximación valiosa a la
problemática de la calificación, en la medida que trascienda el logro de los
objetivos como única fuente de criterio y se extienda al proceso mismo de
transformación que constituye el aprendizaje.
Las consideraciones hechas,
en el presente trabajo, al abordar el objeto de evaluación y los instrumentos y
técnicas (ver acápites anteriores), valen, como base, para determinar aquellos
índices o indicadores del aprendizaje pertinentes a la naturaleza del mismo. Su
especificación a los efectos de establecer niveles o gradación en cuanto a la
calidad en se da el aprendizaje requiere de un análisis de los atributos y de
las formas en que se ponen en evidencia, del objeto concreto, determinado, que
se evalúa.
3-
Los criterios referidos al estudiante: En este caso es el propio
desarrollo del alumno el que ofrece los datos básicos para decidir la
calificación e implica, más que en cualquier otro sistema de referencia,
conocer el nivel de partida del estudiante al iniciar un proceso o ciclo de
aprendizaje, así como los estados intermedios y progreso que experimente
durante la enseñanza. Constituyen indicadores potencialmente relevantes para la
calificación aspectos tales como la distancia entre el nivel inicial y final o
cualquier momento posterior determinado; la magnitud de los cambios
(cuantitativa y cualitativamente), sus direcciones, el ritmo de progreso y, en
definitiva, su capacidad de aprendizaje o de autodesarrollo,.
Este sistema de referencia
exige, evidentemente, mayor conocimiento de los alumnos y una atención más
individualizada a los mismos durante el proceso de enseñanza aprendizaje, que
la permitida por la llamada enseñanza tradicional. Requiere de técnicas que
facilite tener en cuenta las diferencias individuales de los estudiantes en el
aprendizaje. Precisa, además, de cambios de concepción sobre la finalidad y los
significados de los resultados evaluativos. Se usa con más frecuencia en la
enseñanza especial (de niños con determinados déficit o patologías) donde la
atención a las particularidades individuales es ineludible, pero es válida para
toda enseñanza en general.
Dichas exigencias limitan el
empleo de criterios de calificación referidos al alumno en las condiciones de
una enseñanza masiva, con base en concepciones tradicionales y dirigida a los
alumnos globalmente, o a un estudiante promedio virtual; marcada por un modo de
proceder “viable” a los efectos de la gestión docente (administrativamente).
También en contextos de currículos muy estructurado, poco flexibles y de
sistemas educacionales con iguales características; así como asumiendo la
homogeneidad como cualidad de la democracia y el rigor en la educación.
Es pertinente con una
concepción de la enseñanza orientada al desarrollo pleno de las potencialidades
de cada estudiante, que admite y reconoce la variabilidad individual en cuanto
a vías, formas y direcciones de ese desarrollo en un contexto socio cultural
determinado.
4-
Otros sistemas de referencia. Además de los sistemas mencionados y reconocidos
por distintos autores, existen otros, en realidad variantes de los anteriores,
pero que en muchas ocasiones son sistemas no explícitos ni totalmente
conscientes. Se trata de casos, ciertamente frecuentes, de proceder intuitivo y
por sentido común, basados en la experiencia y maestría pedagógica empírica de
los docentes. Estos sistemas, aunque insuficientes, tienen un papel no
despreciable en la evaluación efectiva del aprendizaje y acaso pueden ser
preferibles a procederes que aspiran a tal tecnificación que resultan
arbitrarios.
En cierta medida la
calificación se asocia con procederes llamados cualitativos en contraposición
con cuantitativos, en términos del viejo debate sobre la disyuntiva medición o
valoración que se da en el campo de la evaluación educativa y en el del
psicodiagnóstico y que ha tenido diversas denominaciones, como justamente
expone M.E. Solé (1988): proceder casuístico o proceder psicométrico (Gutjaht,
1967), orientación psicométrica u orientación holística (Cronbach, 1968),
medición o intuición (Vernon, 1978). En general se asocia a un proceder que se
apoya en normas de referencia subjetivas, en el sentido de criterios que
construye el evaluador a partir de su experiencia personal y concepciones no
sistematizadas ni establecidas explícitamente, sino de modo intuitivo (M E.
Solé, 1988).
6.3
Escalas y sistemas de notación.
Se ha hecho reiterada
mención a las escalas y es éste uno de los asuntos más tratados en la
literatura sobre evaluación y también en la investigación educativa, por lo que
existe suficiente y valiosa información al respeto Un tratamiento de interés
para el psicodiagnóstico, y por ende para la evaluación del aprendizaje, se
puede encontrar en los trabajos de Witzlack (1986). No obstante interesa
apuntar aquí algunas ideas sobre las relaciones entre las escalas y el sistema
de notación que se utilice para designar cada categoría o rango.
El juicio evaluativo que se
concreta en la calificación, se puede expresar, como se dijo más arriba, en
términos descriptivos valorativos y no necesariamente en una nota o en un
adjetivo calificativo; pero a los efectos de viabilizar la información se suele
expresar en términos reducidos, con símbolos (número, letras u otros). El
asunto central radica en que debe existir una coherencia entre el significado
que se le atribuya a cada símbolo y la realidad que pretende significar.
Cuando a los efectos de la
evaluación interesa precisar niveles de calidad en el aprendizaje, se hace uso
de escalas. Hasta el momento, las que más se avienen con el estado de
conocimiento sobre la naturaleza del aprendizaje, son las escalas nominales y
ordinales. Cada categoría o término de la escala porta un significado, por
tanto, los criterios para definir en qué categoría se clasifica o incluye el
juicio sobre el aprendizaje evaluado, deben estar claramente precisados y
corresponder con la esencia del objeto de evaluación.
Si se tiene en cuenta la
diversidad y riqueza de los indicadores del aprendizaje, tanto por la
singularidad del sujeto que aprende, como por la variabilidad de las
situaciones y por la apertura de los propios objetivos de la enseñanza, a los
cuales se puede acceder por diversas vías particulares o porque admiten una
rica interpretación en cuanto a su logro; es posible plantear y fundamentar
varios rangos o grados en una escala ordinal.
Desde esta óptica, en mi
opinión, la escala vigente en nuestra educación superior, de cuatro categorías
(Excelente, Bien, Regular y Mal) admite más distinciones. Esta aseveración está
avalada por la experiencia docente de varios años, tanto personal como la de
otros profesores, quienes con sus opiniones y práctica real, la hacen evidente
(Ver M. González, 1999). En principio se hace sentir la necesidad de una
categoría que se ubique entre el “excelente” y el “bien”.
Cabe, de paso, apuntar que
la denominación de “regular”, categoría limítrofe entre lo aceptable o no,
requiere de un término más coherente con la significación que se le atribuye.
En cualquier caso pudiera ser cuestionable que se considere “preparado” un estudiante
a los efectos de ejercer su profesión, con un aprendizaje que hemos valorado de
“regular”.
Las escalas de 0 a 100
“puntos” son inaceptables teóricamente, por la sencilla razón de que introducen
distinciones arbitrarias entre calidades o “cantidades” del aprendizaje que se
evalúa, que no se corresponden con la naturaleza del mismo. La diferencia, por
ejemplo, entre 56 y 57 puntos dentro de tales escalas, solo se argumenta por el
procedimiento que se haya utilizado, como si el aprendizaje se definiera por el
procedimiento que se use para su evaluación.
En realidad, en su base, se
encuentra una concepción aditiva: mientras más preguntas o items responda el
estudiante, mientras más respuestas se obtengan: más y mejor aprendizaje, como
si no importara el tipo de respuesta, sus exigencias en cuanto a demandas al
estudiante, la integración y reestructuración de la base de conocimiento del
alumno, de la representación que logre del objeto, de lo que pueda hacer con el
mismo, de la creatividad que evidencie en su estudio transformación, de las
significaciones que confiere, de los modos que enfrenta los errores, de los
cambios que se van dando en el estudiante y otros aspectos igualmente
importantes.
6.4
Procedimientos de calificación.
El procedimiento de
calificación tiene estrecha relación con el sistema de referencia que se asuma,
con las características de los instrumentos de obtención de la información y
con el tipo de información de que se trate, entre otros aspectos.
En el marco de una
evaluación referida a criterios, estos, por lo general, emanan de los objetivos
a lograr. Se asume que el objetivo precise la demanda de aprendizaje del
contenido de enseñanza correspondiente y que se expresa en las habilidades,
conocimientos, actitudes, modos de comportamiento del estudiante, vinculados
todos al contenido a aprender. Desde la perspectiva de la evaluación, el
objetivo de enseñanza constituye la primera formulación del objeto a evaluar.
La propuesta más tradicional
y primaria de este enfoque ha subrayado un proceder para la elaboración de
pruebas y para la interpretación de los resultados basados en normas con
referencia a criterios, que ha tendido a una cierta tecnificación del proceso
evaluativo. Como requisitos se plantean la clara determinación de los objetivos
y de las formas de actuación o de conducta que informen sobre el logro de
aquellos, y la especificación del
standard de actuación. De este modo, en la elaboración de pruebas referida a
criterios, se subrayan los pasos y requisitos siguientes:
¨
Se definen los objetivos de enseñanza en términos de
resultados generales del aprendizaje.
¨
Cada objetivo se define aún más, enumerando las
tareas específicas en las que los sujetos van a demostrar su actuación final.
Se sugiere el uso de términos tales como: define, distingue entre, identifica,
relaciona.
¨
Se concreta el contenido de enseñanza.
¨
Se seleccionan los ítems de prueba (preguntas,
ejercicios) de modo que refleje la conducta especificada en los objetivos de la
enseñanza.
¨
Se determina el estándar de actuación. Se supone que
el 100% es el ideal, pero esa expectativa se ajusta en la práctica sobre la
base de la experiencia. Con frecuencia dichos estándares se establecen por el
número de tareas resueltas (se utiliza un % de tareas resueltas para indicar
hasta qué punto la actuación se aproxima a la destreza requerida), asumiendo
sea una muestra representativa de los resultados de aprendizaje.
La referencia a la cantidad
de tareas y su virtual representatividad del aprendizaje logrado es uno de los
aspectos más vulnerables de este procedimiento, que tiende a atomizar el
comportamiento de los estudiantes y a legitimar un procedimiento aditivo,
cuando busca incluir todos los detalles o resultados específicos del
aprendizaje para cada objetivo y calcular su logro por el número de tareas
resueltas.
Quizás, por admitir dichas
insuficiencias se encuentran en la literatura advertencias tales como “hacer de
cada objetivo el punto central de construcción e interpretación de una
prueba... o sea, describir la conducta sobre la base del objetivo más que al
puntaje total” (Norman Gronlund, 1973). No obstante, la intención de precisión
(o de facilismo) por la vía de especificar tareas o formas de actuación simples
y particulares, excluyendo modos más ricos, complejos e integrales, aun se
constatan en la práctica evaluativa a despecho de la fundamentada crítica
teórica de que ha sido objeto desde hace tres décadas.
La clarificación de los
objetivos proyecta dos relaciones esenciales: la que se establece con el contenido
de enseñanza (vínculo objetivo contenido), y la que se da con las formaciones
psicológicas del estudiante que devienen del aprendizaje de dicho contenido
(vínculo objetivo aprendizaje). Ambos aspectos se dan al unísono. No obstante,
pueden existir ciertas diferencias de procederes por el énfasis que se haga en
uno u otro aspecto.
Evidencia de ello es la
determinación de criterios para la evaluación, con base en la estructuración de
los contenidos en temas, unidades, áreas, y la delimitación de tipos de
información a aprender. Un ejemplo de este proceder lo proporciona B. Valiño
(1989, 1999) a partir de las propuestas de Zlobin (1976). Supone la
clasificación del contenido de enseñanza de una asignatura atendiendo a la
naturaleza o tipo de ese contenido, en grupos tales:
1.
Grupo I Conceptos y procesos fundamentales, leyes y
principios básicos de la asignatura.
2.
Grupo II Hechos, demostraciones teóricas o
experimentales de sus leyes fundamentales; aplicaciones típicas de esas leyes.
3.
Grupo III Nociones históricas, fuentes de la
asignatura. Relaciones con otras asignaturas de la misma disciplina o de
disciplinas afines. Resultados de las investigaciones más recientes, datos
complementarios.
La elaboración de los
cuestionarios de exámenes y la determinación de las categorías de calificación
se establecen con base en dicha agrupación. La respuesta correcta a las
preguntas, ejercicios o cualquier tarea evaluativa correspondiente a los
contenidos del primer grupo se considera evidencia del dominio de los fundamentos
de la asignatura y constituye la condición necesaria y suficiente para la
calificación de aprobado (o equivalente). El dominio de los contenidos del
grupo I y II es suficiente para alcanzar una categoría evaluativa inmediata
superior (por ejemplo bien ó 4). Si además se logran respuestas satisfactorias
a tareas evaluativas pertenecientes al grupo III, alcanzaría la calificación
superior de la escala, en tanto se asume que manifiesta "no una mera
reproducción de conceptos, hechos y acciones, sino la generalización, la
creación, la interpretación o la elaboración de nuevos conceptos y hechos
fundamentales (material fáctico) de la asignatura" (Valiño, 1989, p.
5).
Indudablemente, esta es una
aproximación de interés y que se puede ajustar a determinados casos que permita
tal diferenciación en cuanto a los contenidos. No obstante, no debe perder de
vista las acciones del estudiante con esos contenidos, como característica del
aprendizaje que se evalúa, así como otros atributos relevantes, aunque, de hecho,
las formulaciones que se hacen dejan traslucir algunos de estos aspectos.
Vale apuntar una diferencia
básica entre los procedimientos de evaluación referido a normas y los referidos
a criterios. En el primero, las pruebas o situaciones de examen se diseñan para
obtener una amplia distribución de puntajes que permita clasificar a los
estudiantes en orden de aprovechamiento. En el segundo, ni se espera ni se
desea la distribución de puntajes; dicha distribución emana de las tareas de
aprendizaje y se asume como ideal una dispersión cero, o sea que todos los
evaluados respondan bien.
Un aspecto de interés, que
merece al menos mencionarse, es el referido a los criterios para la
calificación final que se emite al concluir un determinado proceso de
aprendizaje, correspondiente a una unidad o fase de un curriculum (una
asignatura, disciplina, módulo, ciclo) o a la carrera en su totalidad. Por su
propósito esa calificación es una expresión sumaria y conclusiva del
aprendizaje de un conjunto amplio y diverso de contenidos, que se alcanza
durante un período prolongado de aprendizaje. Tal característica le imprime
ciertas complejidades y problemáticas a la calificación en comparación con
aquella relativa a una actividad evaluativa en singular.
El elemento "aglutinador",
es decir que da unidad a los diversos y numerosos contenidos, son los
objetivos; sin desconocer las relaciones lógico-estructurales de los elementos
del contenido que lo conforman como subsistema o sistema. En estos casos el
nivel de generalidad del objetivo, que implica integración de contenidos, es
uno de los aspectos centrales a tener en cuenta al diseñar, aplicar y procesar
los resultados de la evaluación, para que sea válida. Pero el problema del
procedimiento sigue abierto en el sentido de que los objetivos generales de la
asignatura (disciplina, ciclo, carrera) se pueden valorar siguiendo diversas
vías y utilizando distintos medios.
En este sentido se presenta
frecuentemente, como alternativa, la evaluación final con base a los resultados
de un examen u otro ejercicio evaluativo equivalente, o de los resultados
parciales o continuos que el estudiante ha ido logrando y mostrando durante el
proceso. O ambos. Las decisiones al respecto dependerán de las situaciones
particulares (características de la asignatura, sus objetivos, contenido,
condiciones) y, se reitera, no hay fórmulas de validez universal. No obstante,
merecen reflexión algunas prácticas, insuficientemente fundamentadas.
Dejar la calificación final
al azar del resultado de un examen, ha sido una práctica suficientemente
criticada desde hace mucho. Por otra parte, basarla en el progreso del
estudiante durante sus estudios, si bien es una proyección acertada y aceptada,
trae asociadas con frecuencia procederes cuestionados justamente. Se trata de
sumar y calcular promedios a partir de calificaciones numéricas (o no, pero que
se convierten a números) para emitir una calificación final; lo que infringe el
principio de validez de la evaluación.
En su libro Evaluación
integral de los procesos educativos, Diego Villada Osorio (1997) propone
algunas alternativas para lo que denomina labor de cualificación, que intenta
combinar la calificación (entendida como asignación de notas) con una
evaluación integral del aprendizaje del estudiante y que incluye procedimientos
para pasar de valoraciones cualitativas a cuantitativas o viceversa, según se
requiera. Su propuesta parte de los desempeños esperados en los estudiantes y
su ponderación, en función de la asignatura y sus áreas temáticas. La calificación
final se obtiene de la “sumatoria de los resultados ponderados para cada área
temática y de los resultados ponderados para los niveles de desempeño” (pág.
153). Aunque su propuesta no rebasa los límites de lo tradicional, resultan
interesantes, como objeto de reflexión, algunos criterios pedagógicos que
plantea esenciales en el proceso (ver p.155 y 156, Villada Osorio1997).
En las concepciones que
subyacen a las normativas vigentes en la educación superior cubana, está
presente la consideración tanto de los resultados finales constatado en el
examen u otra tarea evaluativa equivalente, como la información sobre la
trayectoria de aprendizaje del alumno durante el curso. Ambos aspectos se
analizan para emitir una calificación final y existe un margen de libertad para
que el profesor precise la dirección y los aspectos que convengan en cada caso
y determine, mediante análisis integral, la calificación final del aprendizaje
de los estudiantes.
En mi experiencia docente he
constatado que esta es una aproximación, en principio, válida. No obstante
requiere ciertas precauciones para evitar prácticas mecánicas o esquemáticas.
Un aspecto relevante es la determinación de los criterios de calificación
conjuntamente con los estudiantes, a partir de los objetivos previstos, de la
situación de aprendizaje concreta y del avance que experimenta el estudiante.
Esto supone la combinación de diferentes sistemas de referencia y la
consideración de las valoraciones que hace el grupo y cada estudiante en
particular.
Resulta central en este
sentido la argumentación que cada uno (profesor, estudiante) ofrece respecto a
los criterios de calificación y a esta misma (por qué esa calificación y no
otra). Implica que a la calificación se llegue mediante un diálogo con el
estudiante, contando con la información obtenida durante y al final del curso
por el profesor y por el estudiante y con la opinión de los otros participantes
respecto a aquellos atributos que estén en capacidad de evaluar. Implica,
también, que cada resultado (incluso los de trabajos finales o de exámenes) se
analice, no de modo aislado y puntual, sino en su relación con las demás
evidencias y en sí mismo en cuanto a su alcance, es decir a la información que
realmente ofrece.
La interpretación de los
datos se soporta en el marco de referencia que ofrecen los objetivos y la
especificidad de su consecución por el estudiante determinado. La información
base para determinar los criterios de calificación y la inclusión en las
categorías, abarca atributos del aprendizaje de modo integral. Esto es, se
analiza e interpreta el desempeño de los estudiantes en cuanto al dominio de
las acciones (habilidades), el manejo de la información, su aplicación
creadora, originalidad al realizar las tareas, la valoración del contenido, su
significación, su disposición hacia el estudio y la ayuda a otros, su
responsabilidad, su avance durante el curso, la capacidad de transformar sus
puntos de vistas o de argumentarlos, entre otros aspectos, que se precisan con
los participantes. En este contexto los objetivos previstos constituyen una
guía, pero se trata de explorar qué otros aprendizajes se han producido durante
el curso. Los argumentos que esgrime el estudiante para autocalificarse y para
calificar a otros son datos relevantes para conformar el juicio evaluativo.
Un aspecto que considero
significativo (aunque puede tener muchos detractores con buenas
justificaciones) es que se crea un clima de intercambio de opiniones y
argumentos donde la clasificación del estudiante, en sí misma, pasa a un segundo
plano. De forma intencional, como profesora, adopto una postura al respecto que
favorece esta situación, dando mayor atención a las razones (explicaciones) y
mostrando cierta flexibilidad en la categorización.
Este proceder requiere
dedicar mayor tiempo que el que se utiliza tradicionalmente a la calificación.
Requiere de un intercambio personal, del diálogo, con el estudiante. Esto no
siempre es factible, pero se pueden explorar vías alternativas. La autora ha
utilizado este procedimiento en grupos de hasta 40 estudiantes, con apoyo en la
autoevaluación y la evaluación por pares y la grupal. Este proceder no se
propone como fórmula, sino como información para reflexionar.
Los resultados obtenidos son
reconfortantes. Al inicio los participantes se sorprenden y muestran ciertas
resistencias, que fácilmente se eliminan. Durante el proceso encuentran
dificultades pero las vencen en todos los casos. Al final sienten la necesidad
de expresar abiertamente el efecto educativo de este proceder y la justeza del
mismo, porque se asienta en la interpretación de datos, en la exploración de
causas, en la explicación de resultados, en el intercambio de significados, en
el compromiso y la responsabilidad compartida. Durante los años y numerosos
cursos desarrollados haciendo uso de este proceder (con diversas variantes), no
se ha presentado ningún caso de inconformidad con su calificación final, aún
cuando, no han sido pocos los estudiantes que han tenido una calificación final
por debajo de la que aspiraban y proponían.
En resumen, lo que vale
destacar es que la calificación y la forma que se realice tiene un potencial
educativo y que en el contexto de una concepción formativa de la evaluación del
aprendizaje, la calificación tiene que desplegar ese potencial educativo.
6.5
La información y utilización de los resultados.
Aunque por lo general la
calificación se considera terminal –en un proceso evaluativo dado- no necesariamente lo es, por dos razones:
porque el proceso se puede y debe extender más allá de la calificación y porque
la emisión de un juicio evaluativo puede aparecer en distintos momentos de
dicho proceso, aunque la práctica actual privilegie el uso de la calificación
como momento conclusivo, e incluso, como fin de la evaluación.
La calificación tiene
diferentes usos y destinatarios en dependencia del momento que se realiza, los
fines, las necesidades de los implicados. La información que se da y cómo se
da, también depende de los objetivos y necesidades de los estudiantes,
profesores y directivos institucionales. Lo que interesa subrayar es el
potencial educativo de la misma en dependencia de su utilización.
Las funciones formativas o
educativas de la evaluación suponen que la calificación tenga un sentido para
el estudiante acorde con las finalidades del proceso de enseñanza aprendizaje.
Ello implica que lo oriente en sus debilidades y fortalezas, que lo incite a
mejorar, que vea en los errores o insuficiencias una razón para avanzar, que
contribuya a su autoevaluación.
Esta potencialidad educativa
de la calificación se da a condición de que los estudiantes dispongan de una
clara comprensión y aceptación de los criterios de calificación, del
significado que encierra cada juicio o nota y de las vías o estrategias
pertinentes para su mejora. Este proceso comienza mucho antes de emitir la
calificación, cuando se le plantean y argumentan los indicadores y criterios de
calificación o, mejor, cuando se llega a ellos mediante la colaboración y el
trabajo conjunto de profesores y estudiantes. Es decir, significados
compartidos.
Está condicionada, además,
por el clima psicológico que se da en la relación profesor estudiante y de
estos entre sí; así como por el modo de retroalimentar los resultados. Al
respecto merece mención una experiencia planteada por M. Fernández Pérez (1994)
que permitió constatar los efectos de poner, por parte del profesor, en los
trabajos de los estudiantes, junto con los señalamientos negativos otros
positivos y viceversa. Los efectos los califica como “mayores niveles de
motivación” y los describe: relación profesor alumno más distendida y confiada,
mayor exigencia de los alumnos en la calidad de sus trabajos para ser entregado
a los profesores, un incremento inesperado de la ayuda recíproca entre los
estudiantes, actitud de solidaridad que se extendió más allá de los límites del
aula (p. 774). Con independencia de que todos los efectos descritos puedan o no
resultar de la forma de retroalimentación, es indudable su repercusión
educativa, por el interés personal que provoca en el estudiante.
Por similares razones
resulta injustificable pedagógicamente ciertas resistencias que presentan
algunos (pocos) profesores a la revisión y esclarecimiento de los resultados
obtenidos en alguna tarea evaluativa o examen, a solicitud del o los estudiantes
implicados. Además de constituir una limitación de sus derechos como personas.
En
resumen, los procedimientos de calificación y la significación de ella misma,
se mantienen como una de las problemáticas centrales de la evaluación. Las
tendencias marcan las direcciones hacia un perfeccionamiento del proceso de
calificación que combine procederes cualitativos y cuantitativos, que tenga en
cuenta la singularidad del hecho educativo y no lo reduzca a lo estandarizable,
la complementación de diversos sistemas de referencias, la atención a la
correspondencia con la naturaleza del objeto de evaluación y sus atributos como
condición para su validez.
La calificación, como todo
el proceso de evaluación, tiene que subordinarse a su función formativa en el
contexto del proceso de enseñanza aprendizaje. Como condiciones necesarias
requiere de transparencia para el estudiante, de la comprensión y concertación
de indicadores y criterios de calificación, de la garantía de su significación
pedagógica para la retroalimentación, regulación y autovaloración del
estudiante.
En realidad aun no se
dispone de la respuesta a la pregunta implícita sobre cómo lograr que una
calificación exprese la evaluación integral del estudiante. Quizás porque la
pregunta no procede, en tanto la riqueza de la evaluación integral es difícil
que se pueda atrapar y encerrar en una nota o en un término calificador.
VII. PROYECCIONES HACIA LA PRACTICA DE LA
EVALUACION.
En el presente acápite se
pretende esbozar algunas consecuencias prácticas de asumir estas concepciones
en la enseñanza universitaria y que pudieran formar parte de direcciones de
trabajo futuro.
Llevar a un primer plano la
función formativa de la evaluación implica transformación en la planificación,
en la ejecución, en la utilización de los datos que aporta la evaluación y,
consecuentemente, ajustes en las normativas vigentes contenidas en los
reglamentos ministeriales y de las universidades, así como en la preparación de
los profesores. Dentro de las consideraciones justificadas por el análisis
precedente y que pueden constituir cambios respecto a la práctica actual, se
encuentran:
En la planificación de la
evaluación del aprendizaje.
¨
Diseñar el sistema de evaluación en cada nivel
(asignatura, disciplina, año, carrera) de modo colegiado y con un carácter de proyecto, esto es, de
propuesta abierta a los cambios que emanen de su aplicación a las condiciones
concretas y específicas, a la confrontación y concertación con los estudiantes
de los objetivos, indicadores, vías, momentos y formas de evaluación. Se trata
de una planificación que orienta y regula, de modo abierto y democrático, donde
todos los implicados tienen derecho a comprender los argumentos que la
sustentan y tomar parte en las decisiones; no de un sistema que se impone y que
resulta inamovible. La planificación no es completa hasta que no se discuta con
los estudiantes.
¨
La planificación del sistema de evaluación requiere
una clarificación, por parte de los involucrados en la misma, de qué significa evaluar, de la consideración
de sus múltiples funciones y la decisión consciente de aquellas que se requiere
priorizar en el caso concreto, de modo que se determinen los fines de la evaluación. Requiere,
asimismo, prever las circunstancias y las condiciones para el logro de los
fines.
¨
El diseño del sistema de evaluación del aprendizaje
implica un análisis de su objeto como un asunto central y quizás, el más
complejo de todo el proceso de planificación. Dicho análisis parte de los
objetivos y contenido de enseñanza, ambos orientan lo que se debe evaluar, pero
en rigor, no constituyen el objeto. Ellos (objetivos y contenido) informan
sobre el aprendizaje al que se aspira y sus cualidades, pero el objeto de
evaluación es el aprendizaje mismo: su proceso y resultados. Por tanto, al planificar
la evaluación hay que clarificar también, que
se entiende por aprendizaje y debatir sobre los indicadores que pueden
mejor informar sobre dicho aprendizaje, teniendo en cuenta los objetivos y el
contenido de enseñanza aprendizaje en la asignatura, disciplina o la instancia
de que se trate y las regularidades del aprendizaje.
¨
En este último sentido se incorpora como punto de
análisis, la naturaleza interactiva del aprendizaje (sujeto, objeto, otros,
medios en general, condiciones), las regularidades del proceso de apropiación
por el estudiante del contenido a aprender, las características de las
formaciones psicológicas que se deben formar o que se forman, y, especialmente,
el contenido y formas de expresión (exteriorización, “objetivización”) de dichas
formaciones psicológicas. Este análisis se debe reflejar en las decisiones
sobre indicadores, técnicas procedimientos y criterios de evaluación.
¨
En este mismo sentido se incorpora también el
carácter integral del aprendizaje, en la dirección de la unidad de lo afectivo
y cognitivo. Por tanto se requiere prever indicadores, medios y procedimientos
que permitan obtener información, su interpretación y valoración con referencia
a un estudiante que actúa, conoce y siente a la vez. Hay que develar la dimensión
afectivo valorativa de los conocimientos y habilidades de los estudiantes y el
de las relaciones que establece con los otros (profesores, estudiantes, demás
profesionales, personas con las que debe trabajar según corresponda).
¨
El diseño del sistema de evaluación debe ser lo
suficientemente flexible como para garantizar la evaluación de aprendizajes no
previstos en los objetivos, así como para admitir el hecho de que los
estudiantes pueden llegar a similares objetivos por diferentes vías
individuales pertinentes. Por otra parte, aunque los profesores conocemos que
un mismo objetivo se puede valorar de diversas formas, vale recordarlo.
¨
Diversificar los medios e instrumentos de
evaluación. Mayor peso a modos de evaluación informales, a tareas evaluativas con
validez ecológica (en condiciones de la práctica profesional o que la modelen),
los exámenes a libro abierto, los proyectos individuales y colectivos, la
evaluación de ejecuciones durante un período prolongado de trabajo del
estudiante, y otras formas innovadoras. Desplazar, hasta donde sea posible y
conveniente, los exámenes de papel y lápiz, en el aula, por dichas formas de
evaluación.
¨
En particular estimular el uso y prueba de la
evaluación de ejecuciones (“portafolios”) en aquellas materias que sea factible.
Puede incluir ejecuciones diversas como ensayos, experimentos, informes,
monografías, tareas investigativas de diversa índole, trabajos multimedia u
otras, seleccionadas con el criterio de que muestran los mejores trabajos o
producciones del alumno en el área y las contradicciones, limitaciones y
avances que ha presentado en el curso de su desarrollo. La selección la hace el
estudiante solo o con orientación del profesor, lo que da margen de libertad al
alumno en sus decisiones y promueve la reflexión crítica y la autovaloración de
su trabajo.
¨
Prever instrumentos y procedimientos que eviten la
fragmentación en esferas o ámbitos a explorar y en aspectos demasiados
puntuales, como es común encontrar en exámenes compuestos de numerosos ítems o
preguntas específicas, de detalles. Instrumentar situaciones o tareas
integradoras, que se centren en aspectos esenciales del contenido y en las
formas de proceder con el mismo; que exijan determinadas relaciones del sujeto
con el objeto y de interacciones con otros sujetos implicados en dichas
situaciones y propicien poner de manifiesto cualidades de dichas relaciones.
¨
Diseñar preguntas o problemas que exijan el manejo
de datos y hechos de forma reflexiva, razonada, que deje en evidencia, para el
alumno, la significación y necesidad
de su conocimiento. Esto lleva a eliminar las preguntas memorísticas que
aparecen con frecuencia en los cuestionarios de exámenes, o variar el formato y
condiciones de las mismas en la dirección de permitir que el estudiante haga
uso de fuentes de información que le proporcionen los datos necesarios para
solucionar el problema o dar respuesta a la pregunta planteada.
¨
El diseño de las tareas evaluativas debe prever
variaciones en su contenido y formato de modo que resulten instrumentos potentes
para explorar direcciones diversas del desarrollo potencial del estudiante.
Esto implica romper, en determinada medida, la estandarización de la situación
de examen y de los criterios de evaluación. El contenido y la forma de la
evaluación no tiene que ser igual para todos
los estudiantes y grupos, aunque esté regida por fines comunes. Difiere por la
especificidad individual y por la multiplicidad de direcciones del desarrollo
posibles en el contexto sociohistórico dado y dentro de los límites que permiten
los objetivos y las condiciones reales de la enseñanza
¨
Diseñar tareas de evaluación que prevean una
gradación en los niveles de demanda de aprendizaje, a partir del nivel superior
que admitan los objetivos de formación (sin ignorar que los resultados del
aprendizaje pudiera trascender el nivel de los objetivos). Un recurso para ello
es la introducción de “ayudas demandantes” entendidas como información que se
le ofrece al estudiante, de requerirse, para provocar la generación y
reestructuración de sus conocimientos. Dicha información puede diferir en
contenido, extensión y formato; y en cualquier caso se debe prever en la
planificación, como parte de la concepción de los instrumentos de evaluación.
¨
Se requiere ampliar y diversificar los indicadores de
la evaluación del aprendizaje. Delimitar y dar prioridad a aquellos que
informen sobre el desarrollo de los estudiantes, tales como: actuación
independiente, autonomía de criterio, reestructuración de la base de
conocimiento, reflexión crítica, creatividad, significación que confiere a lo
que está aprendiendo y a cómo aprende, patrones y papel de las interacciones
con sus compañeros, con los profesores, consigo mismo, la distancia entre el
nivel inicial y final o cualquier momento posterior determinado, la magnitud de
los cambios (cuantitativa y cualitativamente), sus direcciones, el ritmo de
progreso y, en definitiva, su capacidad de aprendizaje o de autodesarrollo.
Todos estos aspectos en su vínculo con las materias de estudios las que
imprimen sus particularidades.
¨
Incluir, como indicador de aprendizaje, la capacidad
de autovalorarse y de evaluar a sus compañeros.
¨
La planificación de los cursos y sus clases, debe
prever el tiempo requerido para el análisis de la evaluación: sus propósitos,
las formas de entenderlos, los procedimientos, la realización, la calificación,
la retroalimentación de sus resultados y efectos. Estos asuntos se deben tratar
durante las clases, como algo inherente, propios del proceso de enseñanza
aprendizaje. Erradicar de una vez la errónea concepción de que abrir el espacio
para debatir los problemas y resultados de la evaluación durante el curso,
“roba” el tiempo necesario para enseñar los contenidos de las asignaturas.
¨
Reevaluar la organización del proceso docente en la
dirección de definir la conveniencia o no de asignar un número considerable de
semanas, de cada curso, a realizar evaluaciones finales. Valorar otras
alternativas.
En la ejecución de la
evaluación del aprendizaje.
¨
Introducir la autoevaluación y la heteroevaluación
(entre estudiante, entre profesor y estudiante) como formas de evaluación que
desempeñan un importante papel como vía o medio de aprendizaje. Colateralmente,
para producir un efecto multiplicador del papel del profesor, en especial, en
grupos numerosos.
¨
Desarrollar la evaluación en colaboración y
establecer patrones de interacción diferentes entre profesores y estudiantes.
Desplazar paulatinamente al profesor como centro en la toma de decisiones y la
responsabilidad en la evaluación, por una actividad conjunta y compartida con
los estudiantes, soportada en la argumentación y el debate de las metas,
procedimientos, indicadores y calificación y sin demeritar el papel y la
implicación de los profesores. Abrir espacio para que el estudiante comprenda y
asuma las metas contenidas en los objetivos y a su vez pueda establecer sus
metas individuales.
¨
Compartir significados que propicie una comunicación
respecto a las intenciones. Dado que una misma tarea o acción evaluativa, o un
comportamiento, se pueden interpretar de modo diferente por los sujetos del
proceso de enseñanza aprendizaje y, por tal causa, provocar efectos diversos,
es necesario clarificar su intencionalidad de forma que se potencie la
influencia educativa. La transformación en el sentido de mejora, de algún
aspecto de la evaluación, puede no surtir los efectos deseados por no
comprenderse o no compartirse sus fines.
¨
Durante la ejecución se precisan y enriquecen los
indicadores y formas de evaluación. Las fuentes de aprendizaje no son solo los
contenidos temáticos, sino además la experiencia que vivencia el estudiante, la
situación concreta y específica que se da, el “aquí y ahora”. Dicha
singularidad, por su riqueza, ofrece nuevos aprendizajes, nuevos indicadores
para los ya previstos, y diversas maneras de obtención de la información.
¨
Utilizar un mismo instrumento o procedimiento para
cumplir diversas funciones y varios fines de la evaluación simultáneamente, lo
que aumenta la racionalidad, ya que posibilita que el sistema de evaluación no
se sobrecargue de numerosas tareas evaluativas y favorece tanto a estudiantes y
profesores, porque aumenta la disponibilidad de tiempo de ambos y disminuye
tensiones y ansiedades.
¨
Utilizar el sistema de evaluación no solo para saber
hasta donde ha llegado el estudiante, sino
para provocar el propio avance, para modificar y constatar tal modificación, como indicador del desarrollo que emerge de y en la colaboración conjunta, en la
relación con el otro. Las tareas y
las formas en que se apliquen deben poner en tensión al estudiante de modo que
constituyan un reto para avanzar y para tomar conciencia de la distancia entre
el nivel de aprendizaje alcanzado, sus límites y las metas a lograr, creando un
conflicto cognitivo que lo impulse a estudiar y ofreciendo información sobre
posibles direcciones de su desarrollo.
¨
Integrar dimensiones cuantificables y cualificables
del aprendizaje (lo que debe estar previsto desde el diseño). Erradicar la
práctica de basar la evaluación, en lo que respecta a las técnicas de obtención
de información y a la calificación, en formas estandarizadas y parciales, y en
las cifras que se obtienen al asignar convencionalmente valores numéricos a las
preguntas o tareas evaluativas y establecer una nota mediante la adición. La
objetividad, principio válido de la evaluación, aumenta con la combinación de
instrumentos, fuentes, agentes (multiangulación de la información) y con la
integración de datos cuantitativos y cualitativos.
¨
Utilización combinada de diferentes sistemas de
referencia para la evaluación (para emitir el juicio evaluativo). No se trata
ya de comparar las realizaciones de cada estudiante con las de la media del
grupo o con los estándares de los objetivos de enseñanza. Se trata de combinar
sobre todo este último con los sistemas de referencia centrados en el
individuo, porque a la evaluación no le interesa tanto dar información sobre un
estado, como sobre la dinámica del desarrollo del estudiante, su potencialidad.
¨
En los sistemas de referencia se incluye el contexto
de aprendizaje. En la evaluación, y sobre todo para emitir el juicio
evaluativo, se debe tener en cuenta la situación de aprendizaje, las
condiciones reales en que transcurre el mismo; particularmente en el sentido de
las posibilidades de promover el aprendizaje. La consideración del contexto es
legítima en tanto forma parte del concepto de aprendizaje. Ello no se debe
entender como una disminución de las exigencias para el estudiante, por el
contrario, las aumenta, sobre el supuesto de que la enseñanza se orienta a
crear las condiciones adecuadas para promover aprendizajes.
¨
Dada la riqueza de indicadores, su diversidad y
variaciones individuales, la escala de calificación vigente debería admitir más
distinciones que las cuatro categorías actuales. La propia práctica docente
muestra que los profesores establecen distinciones dentro de las categorías
establecidas para reflejar lo que realmente constatan; sobre todo en aquellas
que designan niveles de calidad a partir del aprobado (actualmente denominada
con el término de “regular”). Vale advertir que no se trata de restablecer
escalas de 0 a 100 puntos, ni mucho menos, ya que estas escalas no son
admisibles porque introducen distinciones arbitrarias en niveles de
aprendizaje.
¨
La calificación y la obtención de determinadas
notas, como expresión de la misma, dejan de ocupar el lugar central y la
atención de los estudiantes y demás participantes se desplaza al proceso
evaluativo y sus diversas funciones, al logro del aprendizaje, a valorizar el
conocimiento y no la nota.
En el uso de los datos que
aporta la evaluación.
¨
Mayor repercusión en la regulación del aprendizaje
de los estudiantes y del proceso de enseñanza en general. Un estudiante puede
avanzar hasta un límite y no más, quizás, porque la forma, organización del
curso, la disponibilidad literatura y medios, la estructuración del objeto de
conocimiento, la posibilidad de interacción con otros estudiantes y con el
profesor, y otros aspectos, imponen dichos límites. O podría avanzar más de lo
supuesto, precisamente porque los elementos mencionados permiten o facilitan
dicho avance. Conocer e interpretar los datos que aporta la evaluación permite
tomar y aplicar decisiones de modo más consciente y orientado a los fines
educativos.
¨
Propiciar la atención a la necesidad del estudiante
de precisar o de reafirmar su situación en el proceso o los logros que alcanza,
de recibir la valoración de otros y de sentir el reconocimiento social de sus
compañeros y profesores, cuando lo merece.
¨
Garantizar que la calificación tenga un sentido para
el estudiante acorde con las finalidades del proceso de enseñanza aprendizaje,
que lo oriente en sus debilidades y fortalezas, que lo incite a mejorar, que
vea en los errores o insuficiencias una razón para avanzar, que contribuya a su
autoevaluación
¨
Evitar el uso de la evaluación por el profesor, con
un carácter compulsivo, de amenaza, para penalizar a los estudiantes, pues
conspira contra el clima psicológico favorable que se requiere para un
despliegue de las funciones formativas de la evaluación. Esto no implica menor
exigencia: son dos aspectos diferentes que no guardan relación causal directa o
unívoca.
¨
Relativizar el valor de la calificación como
indicador del aprendizaje de los estudiantes. Como consecuencia se debe generar
formas alternativas que complementen la información para la toma de decisiones
administrativo docentes (promoción, graduación, ubicación laboral de los
graduados universitarios). La calificación no aporta toda la información del
aprendizaje que se evalúa. A las certificaciones que se emiten sobre su base no
se les debe extraer más información ni conferir más valor del que realmente
tienen.
¨
Resulta injustificable pedagógicamente ciertas
resistencias que presentan algunos (pocos) profesores a la revisión y
esclarecimiento de los resultados obtenidos en alguna tarea evaluativa o
examen, a solicitud del o los estudiantes implicados. Además de constituir una
limitación de sus derechos como personas.
¨
El fraude académico es una patología de la
evaluación. La conducta fraudulenta tiene múltiples y diversas causas, pero una
de ellas tiene necesariamente que ver con alguna característica de la
evaluación que se practica. Identificarla para erradicarla es uno de los
aspectos del tratamiento de la información que aporta la evaluación.
En la preparación de los
profesores.
¨
Mayor presencia del tema de la evaluación del
aprendizaje en los debates de los colectivos de profesores, en los aspectos
relativos a las concepciones y la elaboración y aplicación de procedimientos
coherente con dichas concepciones. Búsqueda y análisis de información relativa
a la correspondencia o no entre intenciones y funciones de la evaluación, tanto
desde la perspectiva de los profesores como de los estudiantes.
¨
Someter a evaluación la evaluación. Reflexionar
sistemáticamente sobre qué se evalúa, qué se selecciona del contenido de
enseñanza para que sea objeto de evaluación; qué datos del aprendizaje del
estudiante se buscan, se logran obtener y cómo se valoran; qué relación se
establece entre evaluado y evaluador, cómo influyen sus percepciones mutuas,
cuáles son sus intencionalidades, entre otros aspectos.
¨
Reafirmar la necesidad de contar con una teoría del
objeto de evaluación, es decir, un modelo teórico o representación de la
naturaleza (características, atributos, regularidades) de aquello que se quiere
evaluar; que es fuente de indicadores y de los criterios de calidad del
aprendizaje.
¨
Incorporar, como práctica cotidiana, la reflexión
sobre la función de aprendizaje que desempeña la evaluación. Responder a la
pregunta ¿aprendieron mis estudiantes de esta evaluación?.
En las reglamentaciones
docentes.
¨
Las reglamentaciones docentes debieran separar lo
relativo a las normativas académico administrativas que sustentan la gestión de
la docencia (ingreso, promociones, deserciones, acreditaciones) de las normas y
orientaciones sobre la evaluación del aprendizaje, de modo tal que ésta no se
supedite, se identifique y se reduzca a aquellas. No se trata de ignorar los
vínculos reales y necesarios entre los dos aspectos, sino, conferir el peso
requerido a la evaluación y darle el tratamiento que le corresponde.
¨
Puede ser cuestionado el índice académico como
indicador de rendimiento docente de los estudiantes, así como su valor
predictivo. Como consecuencia debe disminuir su peso en las decisiones
académicas, en la valoración del estudiante y su repercusión profesional
CONSIDERACIONES FINALES
La búsqueda de respuestas a
la pregunta de cómo concebir la evaluación del aprendizaje en la enseñanza
universitaria, desde la óptica de los postulados teóricos metodológicos que
deben sustentarla, lleva a esbozar las consideraciones siguientes:
1.
La comprensión y desarrollo de la evaluación del
aprendizaje supone asentarse en una concepción relativa a la esencia del
proceso de formación de los estudiantes, en las aspiraciones u objetivos que
orientan dicha formación y la delimitación del papel de la evaluación en ese
proceso. Implica reconstruir una concepción de la evaluación del aprendizaje
desde la perspectiva teórica más general del desarrollo humano y de las metas
que una sociedad determinada se plantea en la formación de las nuevas
generaciones.
2.
Las características y condiciones de la evaluación
del aprendizaje, aquella que entran en línea con la esencia de la formación del
individuo y con las finalidades sociales que signan dicha formación en nuestra
sociedad, son las de una evaluación educativa. Su función
esencial es la formación, el desarrollo de los estudiantes. La evaluación que
se practique estará al servicio de la enseñanza, de sus finalidades y del
mejoramiento del propio proceso de enseñanza aprendizaje para la consecución de
sus propósitos relevantes social e individualmente.
3.
Desde la perspectiva teórico metodológica dicha
comprensión y proyección requiere del conocimiento de la propia historia de la
evaluación del aprendizaje, el rescate de sus aportes trascendentales y de sus
movimientos contemporáneos. Se trata de una comprensión de la evaluación como
construcción histórico social, que lleva a la delimitación de sus tendencias de
desarrollo, de su estructura y funciones, al interior de ella misma como
sistema y al exterior, en su ubicación e interdependencias con otros sistemas
mayores como el proceso educativo, el sistema educacional, la sociedad.
4.
Una proyección teórica del desarrollo humano acorde
con los postulados materialista dialécticos, la brinda el Enfoque Histórico
Cultural, fundado por L. S. Vigotski. Es esta teoría se encuentran las bases
que permite comprender la naturaleza de la formación y desarrollo del
estudiante, su carácter social, histórico cultural, el papel de la enseñanza en
el desarrollo y derivar de ello las características de la evaluación del
aprendizaje que se debe realizar como parte sustantiva del proceso de enseñanza
aprendizaje en las instituciones universitarias. Este Enfoque es pertinente,
además, con las visiones más avanzadas de la educación y sus metas futuras en
la sociedad, que en cierta medida se refleja en el concepto de enseñanza
desarrolladora.
5.
La perspectiva histórica y del análisis crítico
social, así como de la teoría de la actividad derivada del Enfoque Histórico
Cultural, lleva a identificar aquellas funciones legítimas por su significación
social y pedagógica y deslindarlas de aquellas que convierten a la evaluación
en un instrumento a otros fines sociales como los de certificación, selección,
estratificación que tiene un efecto de resonancia en el proceso de enseñanza
aprendizaje, que la desvía de la dirección formativa y produce una inversión
“ilógica”: de la evaluación al servicio de la enseñanza a una enseñanza al
servicio de la evaluación. La identificación y reflexión sobre las funciones
esperadas y reales, orienta la toma de decisiones en lo referido a las formas y
medios de la evaluación, su aplicación y el análisis de sus resultados.
6.
La evaluación educativa del aprendizaje, va a
explorar, valorar y coadyuvar al desarrollo de las potencialidades de cada
estudiante, y a la búsqueda de vías de desarrollo a partir de la
diversificación de oportunidades y espacios que la enseñanza y la propia
sociedad brinda, o debe brindar.
7.
La concepción de la evaluación como una actividad
conjunta, como un proceso de comunicación, permite comprender las múltiples
relaciones que se dan entre los elementos que intervienen en la evaluación y la
variabilidad que introduce en la misma, el evaluado, el evaluador, lo que se
aprende, la situación concreta y las condiciones de la evaluación. Sustentan el
carácter relativo de un resultado evaluativo, así como fundamenta la inutilidad
de buscar una fórmula metodológica única para la evaluación.
8.
A su vez, el carácter múltiple y variado de dichas
relaciones hacen parte de los argumentos que fundamentan la riqueza de la
evaluación en cuanto a la diversidad de direcciones y recursos, formas que
admite y, sobre todo, de la importancia de las significaciones compartidas y
personales sobre la evaluación y el carácter de las interrelaciones que se dan
en su seno, para los implicados en la misma.
9.
En resumen, la dirección de reconstruir una
concepción de la evaluación del aprendizaje que se sustente en la naturaleza
del propio proceso de aprendizaje en condiciones de la enseñanza y en los fines
de ese aprendizaje acorde con las metas formativas de la sociedad, se muestra
como un camino prometedor, que permite aproximarse a fundamentos o bases para
una teoría de la evaluación del aprendizaje y trascender las visiones puntuales
y las innovaciones que mantienen un insuficiente sustento teórico.
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