LA UTOPÍA COMO ESENCIA TRANSFORMADORA
Dra. Ileana Castillo Cedeño[1]
“La utopía posible no solamente en Latinoamérica sino en el mundo, es la reinvención de las sociedades, en el sentido de hacerlas más humanas...La utopía posible es trabajar para hacer que nuestras sociedades sean más vivibles, más deseables para todo el mundo, para todas las clases sociales”. (Freire, 2006, p.50)
Esta ponencia se realiza bajo la inspiración del impacto que en mi formación y práctica pedagógica universitaria, han tenido las ideas de Freire y Simón Rodríguez, a los cuales conocí no en el contexto latinoamericano, sino europeo, mientras cursaba mis estudios doctorales en Valladolid, España.
La oportunidad de estar presente en el congreso Nuevas Perspectivas Críticas en Educación en el año 1994, celebrado en Barcelona, se convirtió en una brebaje exquisito para el desarrollo de mi curiosidad, porque allí compartí personalmente con Freire, Manuel Castells, Ramón Flecha, Henry Giroux, Donaldo Macedo y Paul Willis, conocimientos relevantes vinculados a la pedagogía socio crítica. Este y otros acercamientos a teorías filosóficas y antropológicas, fueron generando una metamorfosis personal, que desde luego tocó el ámbito intelectual y profesional.
Al pensamiento de Simón Rodríguez llegué, gracias a un documento facilitado por un colega panameño elaborado por Daniel Prieto llamado el Juego Pedagógico, de ahí rescaté una frase que se ha hecho popular en todos los cursos que imparto:
“Lo que no se hace sentir no se entiende y lo que no se entiende no interesa”. A ésta sabia frase, tuve el atrevimiento de agregarle…”lo que no interesa no se aprende”. Simón Rodríguez, (citado por Prieto, 1990).
En este documento, Prieto comenta la experiencia que tuvo con un grupo de estudiantes acostumbrados al sistema expositivo indicando, que gracias al mismo, sus estudiantes, casi no habían leído ni escrito nada a lo largo de su carrera, aclarando que leer, va más allá del papel, implica la posibilidad de leer el contexto de la coyuntura social en que se desenvuelve la persona.
El método utilizado en la formación de éstos estudiantes, había aniquilado la capacidad de reflexión, expresión, creatividad y por tanto, cercenado la construcción de conocimientos.
Con la anterior anécdota, probablemente muchos(as) profesionales en el campo de la educación se sienten identificados (as). Y la frase : “El profesor hace como que enseña y el estudiante como que aprende” sin duda tiene mucho sentido cuando se habla de un sistema de educación bancaria el cual difiere de la educación problematizadora que Freire propone, la cual tiene carácter genuinamente reflexivo, desvelamiento permanente de la realidad lo que compromete.
En esta misma lectura, Prieto narra la posibilidad que tuvo de participar de una serie de conferencias a las que fue invitado en la Universidad Simón Rodríguez, donde obtuvo pistas sobre la importancia de la comunicación en el sistema social propuesto por éste pensador para América Latina. Eso le dio la oportunidad de sumergirse en la obra de Simón Rodríguez. Esta idea, también impulsó mi curiosidad y fui en búsqueda de un poco de información. Ciertamente, América Latina, pareciera que ha olvidado su conciencia histórica.
No puedo obviar la oportunidad que tuve de cursar un doctorado en mediación pedagógica, que sin duda, fue inspirado en gran parte, por las ideas de Freire y Rodríguez. En su diseño curricular y su implementación, se apela en gran parte a explorar el potencial creativo que existe en cada ser humano y en la capacidad que éste tiene de ejercer su autonomía dialogando permanente con la existencia. Según Freire (1965):
“Existir sobrepasa vivir, ya que es algo más que estar en el mundo. Es estar en el y con él. Y es esa capacidad o posibilidad de relación comunicativa de existente con el mundo objetivo, contenido en la propia etimología de la palabra, lo que incorpora al existir el sentido de criticidad que no tiene el simple vivir. Trascender, discernir, dialogar (comunicar y participar) son exclusividad del existir. El existir es individual y sin embargo se realiza en relación con otros existires”. (p.17).
Este valioso cultivo del que he hecho referencia, me ha permitido compartir experiencias cargadas de sentido y significado tanto para mi persona, como para mis estudiantes. Con una visión de viajante por el conocimiento, siempre intento emprender y aprender, de la aventura intelectual, que me posibilita la vida. Cada día representa una oportunidad, una puerta abierta para descubrimiento de las muchas sutilezas que se desarrollan en la cotidianidad, las cuales por lo general, pasamos desapercibidas por los ritmos alocados que nos impone nuestra sociedad.
Como profesora de diferentes cursos de grado y posgrado e investigadora en proyectos vinculados al análisis de los modelos pedagógicos tanto a nivel universitario como preescolar y escolar, y en la actualidad, como coordinadora del proyecto denominado: “Pedagogía, diversidad y comunicación” adscrito a la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia en Educación. Compruebo, que seguimos arraigados fuertemente a una visión positivista de la vida que influye poderosamente en la forma de comprender la enseña, el aprendizaje, la evaluación, la gestión, la administración. Una visión fragmentaria de la educación donde teoría y práctica se dicotomizan.
A la luz de lo anterior, decidí centrar mi ponencia en el reconocimiento de la utopía como esencia transformadora de procesos pedagógicos, que son al fin y al cabo procesos de vida. Sin utopía no hay alternativa, de ahí que se conciba tal y como la conceptualizan Fernando Ainsa y Franz Hinkelammert citados por (Ramírez, M. 1994. P 7-18) como PARADIGMA DEL FUTURO o utopía concreta, construcción que se contrapone a la utopía abstracta, apuntando a lo posible, a la fuerza que ayuda a avanzar haciendo historia sin utopía se pierde la esperanza, el sentido, la emoción y por ende, la posibilidad de creatividad y acción. Sin sueños, ilusiones y pasiones, no podemos recorrer nuevas rutas.
“Una de las tareas del educador o la educadora progresista, a través del análisis político serio y correcto, es descubrir las posibilidades –cualquiera que sean los obstáculos- para la esperanza, sin la cual poco podemos hacer porque difícilmente luchamos, y cuando luchamos como desesperanzados o desperanzadas es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo a cuerpo puramente vengativo”. (Freire. 2005. p.9)
El siglo XXI más que nunca, clama por crear espacios dialógicos, que permitan reconocer y valorar los elementos concomitantes del proceso educativo, sus condiciones históricas, epistemológicas, culturales, políticas, económicas, éticas y estéticas, las cuales fluyen y asienten la posibilidad y necesidad de bifurcaciones en la praxis.
La posibilidad de encuentro y diálogo con Simón Rodríguez y Pablo Freire, representa una oportunidad encomiable para resignificar el papel que tiene la investigación educativa como eslabón clave para asumir los desafíos pedagógicos, los cuales necesariamente exigen diálogo con la realidad cambiante, incierta y diversa.
Resulta altamente productivo para el cultivo del intelecto y el espíritu, recobrar la naturaleza sociopolítica de los planteamientos de ambos pensadores, quienes en el arte de su vida, comprometida con los más negados y silenciados, nos hacen un nuevo llamado a la concientización y a la visión de la formación de ciudadanos a través de la educación social o popular.
No cabe duda de que la Universidad de hoy, está abocada a repensar sus teorías y prácticas, desde líneas de investigación sociocríticas, que permitan comprender el mundo de la vida. Desde ésta perspectiva, la investigación educativa está llamada a aventurarse por las líneas del contraste, de la incertidumbre, el conocimiento y reconocimiento de las múltiples lecturas que se pueden hacer de la realidad.
Lo anterior exige pasar de un paradigma mecanicista de la educación y la investigación educativa, hacia una visión más incluyente, capaz de comprender las relaciones dialógicas que establece el sujeto con su entorno para darle sentido y transformarlo. Se requiere desprenderse de la idea, de que el estudiante es depositario de conocimiento, para reconocerlo como sujeto constructor de su propio destino, esto forma parte de la esencia de la pedagogía de la autonomía.
El posicionamiento de las universidades como agentes reales de transformación, se logra cuando, desde las mismas, se gestan comunidades de aprendizaje críticas y comprometidas con las nuevas demandas sociohistóricas. Cabe recordar que coexistimos con una serie de variables multicolores, que ameritan un trabajo minucioso, articulado, interdisciplinar, multidisciplinar, que ayuden a comprender que se tiene la capacidad de ir germinando nuevos sentidos, actuaciones más conscientes y pertinentes con la realidad y desde luego la humanidad. Al respecto Freire (2005) señala que:
“…la universidad que no lucha por un criterio más riguroso, por más seriedad en el ambiente de la investigación así como en el de la docencia-siempre indicotomizables-, no podrá aproximarse seriamente a las clases populares ni comprometerse con ellas”. (p. 183)
La investigación educativa está llamada a provocar y convocar la búsqueda de nuevas alternativas a muchos de los desafíos que hasta el día de hoy siguen sin ser abordados. Es necesario propiciar encuentros más fraternos entre la comunidad educativa, que hagan posible reencantar mediante la investigación, el mundo de la vida.
Es vital para lograr lo anterior, la acción comunicativa de la que nos habla Habermas, desde la cual se exige como máximas, para el logro de comprensiones y conocimientos compartidos, el que los significados y los acuerdos sean comunes, que exista disposición dialógica para llegar a la inteligibilidad en la comunicación, confianza, fe, y optimismo en que podemos aportar a la construcción de un mejor presente y futuro, de lo contrario, lo que hacemos en la academia, pierde sentido, porque le aportamos poco a la construcción de la historia que los pueblos latinoamericanos merecen.
DE LA ACCIÓN DISCURSIVA A LA ACCIÓN EMANCIPADORA:
De oprimidos y opresores, sigue estando plagada nuestra historia latinoamericana. Nuestras universidades, en sus teorías y prácticas, siguen reproduciendo grandes desigualdades. La enajenación y la exclusión se refleja desde la organización administrativa, hasta la organización académica. El currículum educativo, sigue siendo una imposición al servicio no de los intereses emancipadores, sino del mercado.
Dentro de las aulas, se vive un gran analfabetismo emocional, y desde mi punto de vista, esto es el principal problema por abordar. porque contradice el principio antropológico que Freire expone en sus múltiples obras. La concepción de un ser humano situado y posicionado en el mundo, un mundo que exige, ser mejores lectores de la realidad para ser no sólo mejor profesionales, sino mejores personas. Porque la educación debe de estar en función del ser y no del tener. Sin embargo, no podemos ignorar el capitalismo planetario, donde predomina el tener sobre el ser.
Diferentes investigaciones en el campo de la pedagogía, nos indican que pese a los esfuerzos que se realizan por erradicar el sistema de educación bancaria, los mecanismos de exclusión son cada vez más fuertes y sutiles. Gran parte de la formación socioprofesional que reciben los estudiantes, poco o ningún sentido tiene con sus vidas de ahí que se acabe la alegría y este desencantamiento aún se agudiza más, cuando pese a tener que cumplir con una serie de requisitos académicos y administrativos y haber obtenido un título académico, muchos y muchas de los egresados y egresadas se encuentran en la encrucijada del desempleo.
Lo anterior me hace recordar lo señalado por Freire (2006). La lucha no se acaba, se reinventa.
“evitar el empaquetamiento de los alumnos es una de nuestras tareas. Obviamente frente al problema del desempleo no es fácil motivar a la gente, mantenerla incluso en una posición de esperanza, pero es fundamental que discutamos con los alumnos la propia razón de ser, el origen de nuestras dificultades. Si nosotros conseguimos convencer a los jóvenes de que la realidad, por difícil que sea, puede ser transformada, estaremos cumpliendo una de las tareas históricas del momento. Hay que tener en cuenta que la historia no termina con las historia individual de cada uno”. (p.49)
Ciertamente en las sociedades contemporáneas se habla mucho de deberes y derechos; de libertades humanas. Sin embargo, se reconoce que América Latina, sigue siendo un lugar donde los niños y las niñas trabajan a corta edad, existe un creciente aumento de la prostitución de niñas y adolescentes, así como de la delincuencia. Es evidente el deterioro ambiental y la invisibilización de la diversidad y sigularidad de nuestros pueblos indígenas, y nuestras poblaciones inmigrantes. Indiscutiblemente como lo plantea Freire, se exige una nueva ética fundada en el respeto a las diferencias.
Los y las estudiantes, pasan por la universidad, pero la universidad no pasa por sus vidas. Este es un decir popular de aquellos que han perdido la fe en los procesos formativos, y es que es evidente, la fragmentación del conocimiento disciplinar y pedagógico seguimos separando. (revisar redacción)
Y LAS DESIGUALDADES SIGUEN SU CURSO…
Los pueblos latinoamericanos, han otorgado el poder de sus economías y sociedades al imperio de fuerzas globales que lejos de germinar procesos de democratización y de vida, llevan a su exterminio. Nuestras economías dependen cada vez más, de políticas de mercados internacionales, sin duda ésta es una variable que incide en la formación profesional, donde se adoptan modelos de gestión, liderazgo y prácticas pedagógicas en función de esos imperativos.
Hay una tendencia evidente de desregularización del sistema financiero, lo cual provoca la privatización de la educación, aspecto que genera grandes (profundos?) abismos y fuertes competencias por la sobrevivencia, se refleja el Darwinismo social que acarrea una gran indiferencia; una visión individualista combinada con el despilparro. La ley de sálvese quién pueda, es la que predomina. Existe una ceguera al sufrimiento.
AMÉRICA LATINA HOY SE REPIENSA Y RECONSTRUYE…
El perfume de la libertad, la democracia, la solidaridad, la esperanza, la autonomía, hoy más que nunca tienen sentido, porque nos conduce a pensar en el enorme y apasionante reto, en un mundo donde se dibujan escenarios diversos y ante todo, complejos e inciertos.
La modernidad y posmodernidad nos obliga a una permanente reflexión y acción eticopedagógica y política. De ahí que este encuentro, representa una oportunidad para en el arte de comunicarnos, entretejer conocimientos, sentimientos, emociones, ilusiones y esperanzas; utopías capaces de reconciliarse con la realidad.
Sin duda, hoy estamos en un momento apasionante de la historia de la humanidad, donde tal y como la plantea Capra, se nos invita a reflexionar y actuar, exige una gran dosis de creatividad para hacer frente a los grandes desafíos que plantea un mundo globalizado y las ideologías posmodernas. Para lo cual se requiere de profesionales intelectuales, que asuman la investigación como parte inherente de su quehacer. Exige además, una buena dosis de voluntad, de entendimiento de humildad y comprensión para ir de los discursos dogmatizantes a la comunicación dialógica, de las acciones enajenantes a las prácticas emancipadoras.
ENCUENTROS DESDE EL DIÁLOGO: APRENDIENDO EN Y PARA LA VIDA.
Lenguajear sobre conceptos, ideas profundas como las planteadas por Rodríguez y Freire, es un reto que debe asumir la Universidad de cara a propiciar un ejercicio profesional enraizado en la investigación educativa, que sin duda conlleva un compromiso de compresión encomiable de la complejidad de la existencia. Según Freire (1988). “La investigación se hará tanto más pedagógica cuanto más crítica y tanto más crítica en cuanto dejando de perderse en los esquemas estrechos de visiones parciales de la realidad…se fije en la comprensión de la totalidad”. (p.133)
Las universidades están llamadas a trazar nuevas rutas de abordaje de la formación del talento humano, para responder a las demandas socioprofesionales de una época que clama por la ética. Asegurar la inserción de los y las estudiantes principalmente aquellos para los cuales teóricamente nacieron las universidades estatales, debe ser el primer paso, desde luego, hay que asegurar su permanencia y su éxito.
La universidad como organismo vivo, debe propiciar las creación de redes cognitivas y afectivas, que permitan encuentros y reencuentros intersubjetividades en tiempos y espacios no tradicionales. Cabe recordar que no se aprende sólo en el aula o salón de clases, tampoco se aprende sólo del profesor(a). Hoy se comprende que el aprendizaje no tiene tiempos y espacios, porque se aprende día a día y se aprende para la vida, de ahí que sea tan importante la problematización pedagógica.
La universidad de hoy, sin duda, evidencia contradicciones innegables, eso representa no un obstáculo, sino una oportunidad para optar por decisiones que aporten a la construcción de sueños y esperanzas. Simón Rodríguez al igual que Freire, abogan por la revaloración de la vida cotidiana por defender la palabra.
“Todos huyen de los POBRES, los desprecian o los maltratan, alguien ha de pedir la Palabra por ellos”. Simón Rodríguez.
Los espacios académicos deben ser más genuinos, y orgánicos, deben ofrecer oportunidades reales de comunicación en y para la libertad. Todo proyecto pedagógico, debe comprenderse como proyecto político, la educación como práctica de la libertad, responde a un proceso de autoresponsabilidad y corresponsabilidad que nos concierne a todos y todas las ciudadanos del planeta. “ El hombre no sólo está en el mundo, está con el mundo. Estar con el mundo es el resultado de su apertura a la realidad, que lo hace ser un “ente de relaciones”. (Freire. 1965. p.15)
La universidad no puede limitar su quehacer a espacios y tiempos ficticios, tendría que dedicarse a remover las fronteras mentales y geográficas para llegar a aquellos y aquellas que más lo necesitan, haciendo honor a nuestro intelectual poeta Jorge de Bravo…tendría que pensarse en arrancar fronteras dejando sólo el aire, procurar que todos y todas tengan aire…para poder decir su palabra, para expresarse, y recrearse en ésta. Recordando también, que como seres humanos con fe y esperanza se nos exige usarla.
La universidad debe estar donde es necesaria, y es aquí donde se requiere de gran esfuerzo y voluntad política, ejercicio real de la democracia, que permita el desarrollo de la investigación y la formación de profesionales in situ, valorando las posibilidades maravillosas que entraña la realidad, compleja, diversa, plural, llena de esencias…Solo de esta forma podemos contribuir a que los sujetos en vez del desgarro de su terruño, lo abracen y cosechen en él el fruto de su “sapiensa”. Eso obliga a pensar en la articulación y cooperación interuniversitaria, nos obliga a pensar en estudio permanente. Recordemos lo siguiente:
“Estudiar es un quehacer exigente en cuyo proceso se da una sucesión de dolor y placer, de sensación de victoria, de derrota, de dudas y alegría. Pero por lo mismo estudiar implica la formación de una disciplina rigurosa que forjamos en nosotros mismos, en nuestro cuerpo consciente. Esta disciplina no puede sernos dada ni impuesta por nadie…o nos adherimos al estudio como un deleite y lo asumimos como una necesidad y un placer o el estudio es pura carga, y como tal, la abandonamos a la esquina”. (Freire. 2007. p.45).
La investigación educativa requiere de buen juicio, lo que supone respeto a la autonomía, a la dignidad y a la identidad de las personas con las que nos comprometamos. En idea de Rodríguez, implicaría, resistir a la pasión de dominar”.
Del buen juicio señala Freire, en su libro Pedagogía de la autonomía, sólo se obtienen ventajas. Es relevante poner en práctica de manera metódica la capacidad que se posee para indagar, comparar, dudar, verificar, cuanto más lo hagamos, más se despierta el interés, la motivación y la curiosidad y más crítico se vuelve nuestro juicio y ejercicio profesional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Freire, P. (1965). La educación como práctica de la LIBERTAD. Ediciones Pepe.
Freire, P. (2007). Cartas a quien pretende enseñar. 4ta edición. Siglo veintiuno editores. Argentina.
Freire, P. (2006). El grito manso. 2da reimpresión. Siglo veintiuno editores. Argentina.
Freire,P. (2005). Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la Pedagogía del oprimido. 1ª edición, 1ª reimpresión. Siglo veintiuno editores. Argentina.
Freire, P (1997). Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. 1ª edición, 3ª reimpresión. Siglo veintiuno editores. Argentina.
Freire.P (1988). Pedadogía del Oprimido. 40ª edición. iglo veintiuno editores. Argentina.
Prieto, D. (1990). El juego pedagógico.
Ramírez, M (1994). Simón Rodríguez y su Utopía para América. Colección: El ensayo Iberoamericano 2. Universidad Nacional Autónoma de México.
Rodríguez, S. (S.a). Luces y Virtudes sociales.
[1] Doctora en Mediación Pedagógica. Licenciada y máster en educación con énfasis en preescolar. Máster en Psicopedagogía. Egresada de Doctorado en Diseño Curricular y Evaluación Educativa de la Universidad de Valladolid, España. Especialista de en Educación del Consumidor. Ha laborado en distintos niveles del sistema educativo desde preescolar, hasta el universitario, así como también, con diversas poblaciones entre las que destacan adolescentes de comunidades en desventaja social y adultos mayores. Actualmente se desempeña como Vicedecana e investigadora en Centro de Investigación y Docencia en Educación. CIDE.
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