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domingo, 6 de febrero de 2011

EDUCACION LIBERADORA DESDE EL ENFOQUE FREIREANO


MOVIMIENTO SOCIAL POR UNA EDUCACIÓN LIBERADORA,  DESDE EL ENFOQUE FREIRIANO
Sigfredo Chiroque Chunga

La penúltima vez que conversé con Paulo Freire fue en 1993. Él me había advertido previamente: “la mitad del tiempo, tú me preguntas lo que desees; pero la otra mitad, yo pregunto lo que quiero”. La primera pregunta que me hizo fue: 

- “¿Y cómo va la lucha de los compañeros en el Perú? Porque tú vives en un país, donde quien asume una posición crítica: ou foge ou morre (o huye o muere)” (1).

La preocupación de Paulo Freire por el movimiento social y político en el Perú, no era casual. Él no solamente ha sido un pensador, sino un promotor de grupos, articulador de movimientos sociales, responsable político-administrativo de instancias educativas oficiales y hasta fundador del Partido de los Trabajadores (PT).

Pero tampoco era casual, la exigencia de conversar antes que ser unilateralmente entrevistado. Creyente del diálogo como concepción y método, lo ponía en práctica en su vida cotidiana. Por ello también, en el tema de movimiento social, supo combinar su práctica e inserción en el movimiento social, con la teorización del mismo.

DESDE SUS VIVENCIAS
Para Freire, su inserción en la práctica y la teoría pedagógica fue in crescendo a partir de vivencias cotidianas. El título de licenciado en derecho le permitió ingresar como profesor de ciencias sociales y de portugués, en colegios de Recife, a inicios de la década del 40; mientras paralelamente asesoraba sindicatos estatales. Por esa época, conoció y se casó con la maestra de Primaria Elza María Oliveira, en 1944. Y estas circunstancias de vida cotidiana lo introdujeron a la práctica educacional, a la cual se entregó con pasión, pero desde una opción por los pobres.

La ligazón de Freire con el mundo educativo se profundizó cuando, en 1947, asumió en Recife la plaza de Jefe del Departamento de Educación del “Servicio Social de la Industria”. Allí comenzó a reorientar el trabajo de las guarderías y escuelas de la SESI y a formar con los padres de familia los clubes de trabajadores, donde se analizaban los “problemas individuales de manera colectiva”, con tres principios centrales: diálogo, parlamentarización y auto-gobierno (2).

Desde esta práctica, Freire aprende la importancia del trabajo colectivo y de que -como punto de partida- deben asumirse los intereses y las necesidades de las personas, su lenguaje y el saber acumulado por ellas (3). Más tarde – en entrevista a Rosa María Torres- insistirá en que hay que partir de la conciencia aún distorsionada de la masa. Pero esto es un punto inicial que debe ser superado. Dice Freire:
“Esto significa que desde el punto de vista de la educación como un acto de conocimiento nosotros los educadores debemos siempre partir –‘partir’ es el verbo, no ‘quedarnos’- siempre de los niveles de comprensión de su medio, de la observación de la realidad, de la expresión que las propias masas populares tienen de su realidad. Es a partir del lugar en que se encuentran las masas populares que los educadores revolucionarios, a mi juicio, tienen que empezar la superación de una comprensión inexacta de la realidad y ganar una comprensión cada vez más exacta, cada vez más objetiva de la misma” (4)
La experiencia formativa desde núcleos y desde las vivencias concretas, validadas en el SESI se profundizaría cuando el izquierdista Miguel Arraes ganó las elecciones municipales de Recife. En 1960, Freire se hizo cargo de impulsar los “Círculos de Cultura” que dieron forma al “Movimiento de Cultura Popular” (MCP). Desde allí, se gestó la práctica de alfabetización, como dimensión de la educación y de la cultura popular.
“El círculo de cultura era una experiencia en que uno trabajaba con dos, tres y hasta veinte personas. El número no era lo principal, sino el grupo, que asumía proyectos de estudio. Los proyectos de los círculos de Cultura del Movimiento de Cultura Popular no tenían una programación a priori. Cada grupo decidía sobre los temas a debatir” (5).
El método de alfabetización gestado en el MCP –conocido posteriormente como “Método Paulo Freire”- suponía personas organizadas en grupo, pero que reflexionaban sobre sus propias vivencias y éstas eran de pobreza y de miseria.

LA PERSONA Y LA LIBERACIÓN
Nacido en una familia católica, Freire nunca ocultó esta raíz religiosa de su pensamiento y de su práctica. Su cercanía con los humildes le permitió acercarse a los pensadores cristianos más progresistas de su época, principalmente franceses y brasileños: Teilhard de Chardin, Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Alceu Amoroso Lima, entre otros.

Ya catedrático universitario, rápidamente se ligó a un movimiento de estudiantes católicos: la Juventud Universitaria Católica (JUC) (6). Esta ligazón no la hizo abandonando su práctica educativa con los sectores populares: barriales y campesinos. Pero, le introdujo a ser indirectamente partícipe en la gestación brasileña de la teología de la liberación, junto con el obispo Hélder Cámara y los sacerdotes Comblin, Leonardo Boff y Frey Betto. Este nexo le permitió perfilar mejor su opción central por el humanismo cristiano, en un contexto de pobreza deshumanizante.

Para Freire, es la condición humana la que debe defenderse. Es la condición humana como que la única categoría determinante y no determinada. Todo el quehacer social explica en la búsqueda de hacer al humano más humano. La opresión debe ser rechazada, en la medida que destruye la condición humana; y la liberación debe ser aceptada, porque construye la condición humana; pero el tránsito de la opresión a la liberación debe realizarse asumiendo la condición humana. El movimiento social es confluencia de personas y, por ello, debería asumir como punto de partida, como meta y como criterio de tránsito la misma condición humana.

La reflexión y la práctica educacional de Freire se enmarcan en este marco sustantivo. Por ello, podríamos hablar de las tesis de Freire como las de un humanismo pedagógico y social (7).

En su “Pedagogía del Oprimido”, Freire señala que hay una necesidad que se impone: la “persona debe ser más persona” y para ello se debe superar la situación opresora. Esto significa el reconocimiento crítico de la razón o raíz de esta situación, lo cual nos lleva hacia una acción transformadora que la altere e instaure una nueva situación, donde la persona pueda ser más. Siendo así el oprimido se libera de una situación deshumanizante y también libera al opresor de una situación deshumanizante (8).

Recordemos que en la década de 1970, se había perdido claridad en la participación conciente de todos en y cada una de las personas, en su propia liberación. Entonces, se ponía mayor peso en que el partido era el responsable de hacer las transformaciones para los pobres. En este contexto, Freire recuerda la tesis de que los actores de la liberación de los oprimidos debían ser ellos mismos.
“¿Quién mejor que los oprimidos está preparado para comprender el terrible significado de una sociedad opresora? ¿Quién sufre los efectos de la opresión con mayor intensidad que los oprimidos? ¿Quién con más claridad que ellos pueden asumir la necesidad de la liberación? Los oprimidos no tendrán su liberación por casualidad, sino por su propia práctica y ésta solamente es posible si existe la conciencia de luchar por conseguir esta nueva situación” (9)
En este marco, toda práctica humana es de interacción de sujetos; y también la educación es finalmente interacción de sujetos que enseñan y sujetos que aprenden, buscando desarrollar la condición humana de los sujetos. El diálogo educativo, entonces, no es un mero recurso didáctico; sino la comprensión profunda de una interacción entre personas. Un enfoque educativo sin diálogo se traduce en programas sociales dosificadores y que no organizan a la población. Por ello, Freire criticó las propuestas de verticales y unilaterales de “extensión”, como prácticas de trabajo con los campesinos en Chile (10).

CONCIENCIA

La salida de la opresión hacia la liberación no debe ser un simple acto del hombre, sino un acto profundamente humano. Para que ello sea así, necesariamente los sujetos deben ser concientes de los problemas que lo aquejan, de la nueva situación donde quiere llegar y del proceso de su liberación.

La tesis de la concientización formulada por Freire en 1968, tuvo inicialmente un sabor simplemente individual y grupal. La toma de conciencia era conciencia personal y nuclear y no llegaba a ser conciencia de clase. Esto generaba una suerte de mito en un cambio social por obra de personas o de núcleos segmentados de personas, como el mismo Freire autocráticamente reconoce (11).

ORGANIZACIÓN

En la lógica freiriana, importa la organización del sujeto colectivo. Sin embargo -así como en la práctica de concientización hubo un período freiriano de enfoque meramente personal y nuclear- de igual manera inicialmente Freire solamente asumía la organización y el movimiento social, con criterio meramente grupal. Solamente después reconocerá la necesidad de la organización más amplia, radical y política.

Freire desde sus primeras experiencias en el campo educacional, asumirá la necesidad de actuar de manera organizada. El impulso de “clubes de trabajadores” con sindicalistas; de “círculos de cultura” con campesinos y pobladores de “favelas”; de “republiquetas” con estudiantes universitarios; “consejos de escuela” con padres de familia; los “núcleos de acción educativa” serán preludio de formas más amplias de organización popular. Para Freire, estos grupos eran base de organizaciones más amplias, como el “Movimiento de Cultura Popular”; el “Movimiento de Alfabetización de Jóvenes y Adultos”.

Sin embargo, Paulo Freire paulatinamente fue asumiendo la necesidad de participar en organizaciones políticas que pugnasen por el cambio.
“Ni masas populares atomizadas, coherentes consigo mismo, pero que marchan al vaivén de los acontecimientos, sin un partido revolucionario y sin una vanguardia que esclarece, moviliza y organiza; pero tampoco una vanguardia que se cree ‘propietaria’ de las masas populares” (12)
En coherencia con esta manera de pensar, Paulo Freire en 1980 fue fundador del Partido de los Trabajadores (PT).

El 15 de noviembre de 1988, el PT ganó las elecciones municipales de Sao Paulo y de manera militante Paulo Freire asumió la Secretaría Municipal de Educación de Sao Paulo (1989-1991).
“Paulo Freire era la opción más lógica. Miembro fundador del PT, miembro de la Comisión de Educación del partido, presidente de la Fundación Wilson Pinheiro del PT y un verdadero mito vivo de la pedagogía crítica”.
“Como secretario de Educación, Paulo Freire no pasó tanto tiempo reflexionando teóricamente sobre el poder o teorizando sobre la politicidad de la educación sino ejerciendo el poder –si bien delimitado fragmentado- pero poder educativo finalmente” (13).j
El trabajo de Freire se centró en 4 objetivos:

  • Ampliar el acceso y permanencia al derecho de la educación, de la población de sectores populares;
  • Democratizar el poder pedagógico, haciendo que la planificación educativa fuese auto gestionada por estudiantes, docentes, padres de familia y técnicos de educación;
  • Eliminar el analfabetismo de jóvenes y adultos de Sao Paulo
  • Desarrollar la calidad educativa con tres medidas: sistema de formación permanente de los docentes; construcción colectiva de un Círculos Interdisciplinario en cada institución educativa; y ligar la educación a la vida cotidiana y construcción social, asumiendo el enfoque crítico.

Se dieron medidas concretas como:

  • Reparación de infraestructura educativa;
  • Desarrollo de bancos escolares;
  • Desarrollo de consejos de escuela;
  • Formación de Núcleos de Acción Educativa;
  • Reforma curricular, basada en la interdisciplinaria, enfoque crítico y orientación para el cambio.
  • Creación del Movimiento de Alfabetización de Jóvenes y Adultos (MOVA;
  • Desarrollo de la “escuela pública popular” (14).

Durante tres años Paulo Freire puso a pruebas nuevas formas de hacer política en educación.
“Hablaré de algunos puntos que me parecen fundamentales para la política educativa de un partido que, siendo popular no es populista; siendo revolucionario. no es autoritario; siendo demócrata, no es democratista; siendo educador, se reconoce educando de los movimientos sociales populares” (15).
Paulo Freire murió como militante del PT y ya no estuvo vivo para gozar y sufrir con el triunfo de Lula. Ni tuvo el júbilo esperanzador con el ingreso del PT al gobierno; ni tuvo que llorar con la frustración de problemas éticos en personajes del gobierno del PT. Pero lo que importa rescatar es que no solamente fue creyente del movimiento social, sino generador y militante del mismo, teniendo que asumir inclusive tareas de carácter político-administrativo.

RASGOS DE LAS ORGANIZACIONES LIBERADORAS

Para Freire, hay un criterio central en las organizaciones que se forman para la liberación humana: su coherencia con la condición humana.

Freire cree en las organizaciones y en el movimiento social, ya que asume que sin grupo y sin organización no es posible la liberación y, estaríamos condenados a aceptar una situación inhumana. La organización de hombres y mujeres resulta un imperativo para el desarrollo humano. Pero Freire analiza la ontogénesis de las organizaciones liberadoras y asume que ellas son válidas en la medida que guardan coherencia con la misma condición humana. Este criterio resulta un supuesto para Freire y desde él, derivará varios rasgos.

a) Conciencia crítica y de esperanza

Paulo Freire asume que no hay posibilidades de transformación, si las personas –de manera individual y organizada- no tienen una conciencia crítica de la realidad y si no tienen esperanza o sueño de vivir en una situación diferente, donde exista desarrollo humano. Todo movimiento social se nutre de la esperanza y del sueño.
“La esperanza es una necesidad ontológica; la desesperanza es esperanza que perdiendo su dirección, se convierte en distorsión de la necesidad ontológica. Sin embargo, mi esperanza es necesaria pero no suficiente. Ella sola no gana la lucha, pero sin ella la lucha flaquea y titubea. Necesitamos la esperanza crítica como el pez necesita el agua incontaminada… Prescindir de la esperanza que se funda no sólo en la verdad sino en la calidad ética de la lucha, es negarle uno de sus soportes fundamentales” (16).
No basta tener diagnóstico de la realidad, importa tener una utopía o sueño de una situación diferente. Justamente la crítica nace al contrastar la situación real y la situación posible. Solamente así es posible problematizar las situaciones. Sin esta crítica problematizadora, simplemente deberíamos aceptar la situación deshumanizante existente. Por ello, toda organización supone desarrollar la conciencia crítica de sus miembros.
“Quizás uno de los saberes fundamentales más necesarios… sea el que se expresa en la certeza de que cambiar es difícil, pero es posible. Es lo que nos hace rechazar cualquier postura fatalista que concede a éste o aquel factor condicionante un poder determinante, ante el cual nada se puede hacer”

“Por estas mismas razones, niego la desproblematización del futuro a la que siempre hago referencia y que supone su carácter inexorable. La desproblematización del futuro –en una comprensión mecanicista de la historia de derechas y de izquierdas- lleva necesariamente a la muerte o a la negación autoritaria del sueño, de la utopía, de la esperanza”

“El pensamiento profético, que es también utópico, implica denuncia de cómo estamos viviendo y el anuncio de cómo podríamos vivir. Por eso mismo, es un pensamiento esperanzador” (17).

b) Unión

Para Freire, uno de los rasgos más importantes del movimiento popular es su unidad. Si bien acepta la existencia del conflicto y posibles diferencias entre las personas, debe imponerse la unidad como requisito para la humanización de las prácticas sociales y económicas.

Sin unidad, los poderosos hacen lo que quieren con los pobres y se hace inviable la humanización. La organización de los pueblos resulta amenaza para los opresores y, por ello, buscan la desunión de los oprimidos.
“El dividir para mantener la opresión es otra dimensión fundamental de la teoría de la acción opresora, tan vieja como la misma opresión.
En la medida que las minorías oprimen a las mayorías, sometiéndolas a su control, buscan dividirlas y mantenerlas divididas como una condición necesaria para continuar con su poder. Los opresores no se pueden dar el lujo de consentir la unificación de las masas populares, ya que ello ciertamente significaría una seria amenaza para su hegemonía”.

“Toda unión de los oprimidos entre sí, ya es una acción en sí misma; pero ella apunta hacia una práctica mayor. Implica que tarde o temprano –al tomar conciencia de su despersonalización- descubran que serán fácil presa del dirigismo y de la dominación. Por el contrario, unidos y organizados podrán transformar sus debilidades, en fuerza transformadora, capaz de recrear el mundo para hacerlo más humano” (18).
c) Diálogo

Como hemos dicho, Freire reconoce la posibilidad de puntos de vista diversos; pero todos ellos deben converger en la unidad para defender y desarrollar la condición humana, pero –para ello- la condición sine qua non es el diálogo. La desunión es un principio de la opresión y supone el antidiálogo. La unión es principio de la liberación y supone el diálogo.
“En la teoría de acción antidialógica, la conquista es un rasgo central, pues implica un sujeto -que avasallando a otro sujeto- lo convierte en cuasi una ‘cosa’. En la teoría dialógica de la acción, los sujetos se encuentran como tales para transformar el mundo en mutua colaboración”.
“Mientras, en la teoría de acción antidialógica, la manipulación se impone como una condición indispensable al acto dominador (pues ella sirve para la conquista); en la teoría dialógica de acción, encontraremos –como su opuesto antagónico- la necesidad de la organización de las masas populares” (19).
d) Radicalidad, sin sectarismo

Cuando un grupo es de veras crítico no solamente encuentra problemas, sino que sueña en una nueva realidad posible. Para ello, importa ir a las raíces de los problemas, es decir, ser radicales; sin caer en la aceptación acrítica de medidas, es decir, tomar posición sin argumento, comportándose como sectarios. Ir a la raíz de los problemas es aplicar la criticidad con criterio de rigurosidad.
“El sectarismo es castrador, por el fanatismo en que se nutre. La radicalización –por el contrario- siempre es creadora por la criticidad que la alimenta. Mientras el sectarismo es místico y, por ello, alienante; la radicalización es crítica, por ello liberadora”.
El sectario pierde de vista la objetividad y se refugia en la subjetividad. El sectarismo parta de quien parta es un obstáculo a la liberación de los pueblos…
“En este marco, un radical jamás será una persona meramente subjetiva. Para un radical, el aspecto subjetivo toma cuerpo en una unidad dialéctica con la dimensión objetiva de la propia idea, es decir, con los contenidos concretos de la realidad sobre la cual ejerce el acto de conocer. De esta manera, la objetividad y la subjetividad se encuentran en una unidad dialéctica… que genera un actuar y un pensar certeros en y sobre la realidad que debe ser transformada” (20).

e) Proyecto y lucha

Paulo Freire murió el 2 de mayo de 1997, cuando estaba escribiendo su último libro que finalmente fue publicado con el título de “Pedagogía de la indignación”, en la medida que “está empapado de su amor humanista y su rabia e indignación política” (21)
Freire afirmó
“Tenemos derecho y deber de cambiar el mundo… Lo que no es posible es pensar en transformar el mundo, sin un sueño, sin utopía y sin proyecto… Los sueños son proyectos por los que se lucha… y toda concreción de sueños supone lucha… En realidad, la transformación del mundo a la que aspira el sueño, es un acto político, y sería una ingenuidad no reconocer que los sueños tienen sus contrasueños” (22)

f) Ni basismo, ni autoritarismo

En los movimientos populares debe conjugarse la tensión entre un enfoque que siempre da la razón a las personas que constituyen la “base” de una organización (el basismo); respecto a quienes siempre dan la razón a las autoridades o dirigentes de un grupo. Todo movimiento social debería usar la dialéctica en la relación dirigentes-dirigidos, asumiendo que esta relación supone interacción de sujetos, cada uno de los cuales tiene conciencia y libertad para actuar. Hacer olvido de esta relación dialéctica nos hace caer en el “basismo” y/o en el autoritarismo. Al respecto, Freire dice:
“Importa que aprendamos a lidiar son la tensión entre autoridad y libertad… Cuanto más auténticamente vivo esa tensión, tanto menos temo a la libertad y menos niego a la autoridad necesaria… El basismo es tan autoritario como el elitismo. El elitismo de las clases dominantes, como el elitismo de algunos líderes llamados progresistas, en el fondo, es tan reaccionario como aquéllas. Estar con las bases populares, trabajar con ellas, no significa erigirlas en propietarias de la verdad y de la virtud. Estar con ellas significa respetarlas, aprender con ellas para enseñarles también”.
“El sectarismo del que se nutre el basismo, tendría que llevarlo necesariamente a perder la visión más dinámica, contradictoria, procesual de la realidad. El exceso de certeza restringe la práctica basista y la hace indiscutiblemente autoritaria. El error del basismo no está en valorar las bases populares, sino en hacerlas únicas depositarias de la virtud. Su error no está también en criticar, negar, rechazar el intelectulismo academicista, el teoricismo arrogante, sino en rechazar la teoría misma, la necesidad del rigor, de la seriedad intelectual” (23).
Admirador de Amílcar Cabral en Guinea-Bissau, celebra que él haya rechazado al mismo tiempo el espontaneismo basista, como la manipulación autoritaria.
“Ni laxitud, ni autoritarismo burocrático. Ni una vanguardia detrás de las masas que se pierde en la polvareda que ellas van dejando en su atropellada; ni una vanguardia que se encuentra muy por delante y que –en la polvareda que deja- pierde de vista a las masas” (24)
g) Contextualizadas

La práctica liberadora es contra toda forma de deshumanización. De allí que importa –según Freire- que todo grupo “lea su realidad” y contextualice su actuar.
A nivel macro, importa que el movimiento social y político “lea la realidad” global y señale alternativas globales. Por ejemplo, en el actual período, importa luchar contra el neoliberalismo, según Freire, en la medida que este modelo constituye el sistema opresor de los humanos en el contexto contemporáneo.
Hoy en día el movimiento social debe apuntar a destruir al neoliberalismo que organiza el quehacer social y también la educación, como formas de organización inhumanas. Pero ¿por qué luchar contra el neoliberalismo? Para Freire, la respuesta es clara: se trata de modelo que genera deshumanización.“De allí la crítica permanente que siempre llevo en mí a la maldad neoliberal, al cinismo de su ideología fatalista y a su rechazo inflexible al sueño y la utopía” (25) (2:16)

 

DESDE LA EDUCACIÓN


Todo movimiento social supone prácticas educativas liberadoras. Sin educación no hay procesos intencionales de organización y de articulación de los pobres. Y cuando las personas constitutivas de un movimiento social son sujetos de la educación, entonces, hay una doble razón para asumir los criterios de la educación liberadora.
En educación, los principales actores del movimiento social deben ser los maestros y maestras. Por ello, Freire –después de establecer que la pedagogía es una esperanza para nuestros pueblos (“Pedagogía de la esperanza”, 1992) se puso hacer el prólogo que le resultó un nuevo texto que tuvo el nombre de “professora sim; tia nao; cartas a quem usa ensinar”. La publicación portuguesa salió en 1993 y la versión española (Cartas a quien pretende enseñar) en 1994. El título rechazaba la desvaloración del maestro impuesta por el sistema, pero al mismo tiempo quería mostrar que el acto de Genseñar debería darse en relaciones de afecto y racionalidad (26), donde el maestro y la maestra deben ser puntales en la constitución del movimiento social educativo y popular.
“Una de las tareas del educador o la educadora progresista, a través del análisis político serio y correcto, es descubrir las posibilidades –cualesquiera que sean los obstáculos- para la esperanza, sin la cual poco podemos hacer porque difícilmente luchamos, y cuando luchamos como desesperanzados o desesperados es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo a cuerpo puramente vengativo” (27).
Para Freire, el movimiento social, popular y educativo debe proponer alternativa pedagógica, sin que esto signifique pedagogismo. A los grupos de poder, hay que responder con proyecto pedagógico, pero con criterio político y enfoque popular.
“Todo proyecto pedagógico es político y se encuentra empapado de ideología. El asunto es saber a favor de qué y de quién, contra qué y contra quién se hace la política de la que la educación jamás prescinde” (28).
En este marco, el maestro o maestra –en cuanto tales- deberían intervenir en el movimiento social asumiendo su especificidad de inmersos en la relación enseñar y aprender, en un contexto que exige luchar contra toda forma de deshumanización y
buscando la liberación de sí mismos y de nuestros pueblos.

(1) En portugués “ou foges ou morres” tiene una pronunciación semejante a “Fujimori”, dictador
 entonces presidente del Perú.
(2) Ver FREIRE, Paulo (1959). Educaçao e atualidade brasileira. Recife (mimeo, en “Instituto Paulo Freire”, Sao Paulo). En este documento Freire da testimonio de sus primeros pasos en educación popular.
(3) En 1958, Freire concursa a la cátedra de Historia y Filosofía en la Universidad de Recife. La tesis que entonces defendió era una sistematización de sus hallazgos en la práctica educativa en SESI.
(4) TORRES, Rosa María (1986). Educación popular: Un encuentro con Paulo Freire. Quito, CECCA-CEDECO, p. 80.
(5) FREIRE, Paulo e BETTO, Frei (1986). Essa escola chamada vida. Depoimentos ao repórter Ricardo Kotscho, Sao Pualo, Editora Ática, p. 14
(6) En la década de 1960, la JUC en Brasil constituyó uno de los movimientos sociales más importantes de lucha contra la dictadura de Castelo Branco. Desde la JUC, se formó en 1966 el partido progresista “Açao Popular” que sería el preludio del “Partido dos Trabalhadores” (PT), creado en 1980.
(7) Ver sobre este punto TORRES, Carlos Alberto (1981). Leitura crítica de Paulo Freire. Sao Paulo, Editora Loyola, p. 10-11.
(8) FREIRE, Paulo (1968). Pedagogia do Oprimido. Río de Janeiro, Editora Paz e Terra, p. 33-36
(9) FREIRE, Paulo (1980). Concientizaçao. Teoria e prática da libertaçao. Sao Paulo, Editora Moraes, p. 57
(10) Ver FREIRE, Paulo (1969). ¿Extensión o comunicación? Santiago de Chile, Instituto de Capacitación e Investigación en Reforma Agraria.
(11) FREIRE, Paulo (1971). Desmistificación de la concientización. En TORRES, Carlos Alberto –compilador (1983): “La praxis educativa de Paulo Freire”. México, edic. Gemika.
(12) FREIRE, Paulo (1978). Cartas à Guiné-Bissau. Rio de Janeiro, Editora Paz e Terra, p. 23.
(13) GADOTTI, Moacir y TORRES, Carlos Alberto (1999). Paulo Freire, administrador público. En FREIRE, Paulo: “La educación en la ciudad”. Segunda Edición, México, Siglo XXI, p. 14 y 16.
(14) FREIRE, Paulo (1999). La educación en la ciudad. Segunda Edición, México, Siglo XXI, p. 16-18
(15) FREIRE, Paulo (1999). La educación en la ciudad.
Ob. c. p. 33
(16) FREIRE, Paulo (1999). Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Cuarta edición. México, Siglo XXI editores, p. 8.
(17) FREIRE, Paulo (2001). Pedagogía de la indignación. Madrid, Ediciones Morata, p. 66, 67 y 131. Esta obra póstuma de Freire fue publicada después de su muerte.
(18) FREIRE, Paulo (1968). Pedagogia do oprimido. Ob. c. p. 138 y 142.
(19) FREIRE, Paulo (1968). Pedagogia do oprimido. Ob. c. p. 165 y 175
(20) FREIRE, Paulo (1968). Pedagogia do oprimido. Ob.c. p.25 y 26.
(21) FREIRE, Paulo (2001). Pedagogía de la indignación. Madrid, Ediciones Morata, p. 23
(22) FREIRE, Paulo (2001). Pedagogía de la indignación. Ob. c. p. 64 y 65.
(23) FREIRE, Paulo (1999). La educación en la ciudad. Segunda edición, México, Siglo XXI editores, p. 158 y 159
(24) FREIRE, Paulo (1978). Cartas à Guiné-Bissau. Ob. c. p. 23
(25) FREIRE, Paulo (1998). Pedagogía de la autonomía. Segunda edición, México, Siglo XXI Editores, p. 16
(26) FREIRE, Paulo (1998). Cartas a quien pretende enseñar. Cuarta edición. México, Siglo XXI editores, p. 7-9.
(27) FREIRE, Paulo (1999). Pedagogía de la esperanza. Ob. c. p. 9.
(28) FREIRE, Paulo (1999). La educación en la ciudad. Ob. c. p. 52


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