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domingo, 20 de mayo de 2012

CALIDAD EDUCATIVA, PRACTICAS ESCOLARES Y CUERPO/SUJETO DOCENTE


CALIDAD EDUCATIVA, PRACTICAS ESCOLARES Y CUERPO/SUJETO DOCENTE                    

                                     Carlos A. Oyola   y María Cristina Fossati* 



1. Nuestro planteo

En este artículo planteamos la cuestión de la calidad educativa, en relación con la dimensión del cuerpo/sujeto de los docentes en las prácticas escolares. Cuerpo/ sujeto es una categoría teórica de la pedagogía crítica (P. McLaren, 1994, 1997; P. McLaren y H. Giroux, 1997), dando ella cuenta del profundo entramado y relación entre cuerpo y subjetividad. El término cuerpo puede ser entendido desde distintos enfoques y significados: biológico, psicológico, cultural, semiótico. No obstante, ninguna de estas perspectivas expresa la relación antes señalada. De allí, la necesidad de un concepto diferente. Dice McLaren:   
     “... me referiré al cuerpo como un “cuerpo/sujeto”, es decir, como el terreno de la carne en el que el significado se inscribe, se construye y se reconstituye. De  acuerdo  con tal  idea, el   cuerpo   ha   de   entenderse   como  la  superficie  intermedia  entre  el  individuo y  la sociedad, como lugar de la  subjetividad incorporada o “encarnada” que también refleja las sedimentaciones ideológicas de la estructura social inscripta en él” (P. McLaren, 1994).

En el marco señalado, es nuestro interés presentar una reseña de las distintas dimensiones habitualmente incorporadas en el análisis de la calidad educativa, y a la par, reflexionar  sobre la significativa ausencia y exclusión en dichos análisis, de la dimensión corporal de los agentes educativos (los docentes en este caso), involucrados en los procesos escolares. Para esto, abordamos en primer lugar, en términos descriptivos, los diferentes indicadores y dimensiones considerados de manera general en el tratamiento de la calidad  educativa; seguidamente,  realizamos una ubicación histórica de la omisión de los cuerpos de los agentes educativos en el análisis de la teoría y práctica educativa; damos cuenta luego, de la categoría  teórica  central para este artículo, que es la consideración del  cuerpo/sujeto  en  las  prácticas escolares, y de las categorías que para su indagación aporta la pedagogía crítica. finalmente, tratamos la relevancia  de esta temática (1), señalando algunas orientaciones teórico metodológicas a tener en cuenta en su investigación.    
                                         
                                                                            
2. Dimensiones e indicadores habituales en el análisis de la calidad educativa

La cuestión de la calidad en general y de la calidad educativa en particular, involucra conceptualmente aspectos ontológicos, epistemológicos, e históricos  contextuales. Escapa  al  marco temático de este artículo el análisis particularizado de los mismos, señalándose sí, básicamente, que la calidad educativa en tanto construcción social, puede interpretarse y constituirse conceptualmente según distintos criterios. Estos se sustentan en cada caso, en fundamentos éticos, pedagógicos, sociales, políticos, económicos, y culturales. Involucran asimismo una particular concepción de la educación, del proceso de enseñanza aprendizaje, de las instituciones escolares, y de los sujetos educativos. Tales fundamentos y concepciones tienen una incidencia relevante en la determinación de criterios para identificar y priorizar las dimensiones e indicadores a utilizar en el análisis y evaluación de la calidad educativa.
   
De manera general y con las variaciones de criterios generados en los distintos  fundamentos y concepciones señalados, el abordaje de la evaluación de la calidad educativa se focaliza habitualmente en dimensiones e indicadores que, en términos identificatorios y descriptivos son básicamente los siguientes (Oyola, C. A., 1998).: características de los alumnos (edad, sexo, origen social, motivación, disponibilidad de materiales de estudio, etc.); características de las escuelas (ubicación geográfica, cantidad de alumnos, cantidad de docentes, relación docente-alumnos, procesos de gestión, proyecto institucional, recursos tecnológicos, etc.); materiales didácticos; métodos de enseñanza; contenidos de aprendizaje;  infraestructura  de los   edificios   escolares;   tiempo   instructivo;    motivación    de    los    alumnos;
                                                      
características de los docentes (formación de grado, capacitación, sexo, edad, dedicación a la tarea  docente, concepciones pedagógicas que sustentan sus prácticas, etc.); tamaño del  grupo  clase; formación  disciplinar  y  pedagógica  de  los  docentes;   tipos  de  conducción   de las instituciones escolares; tiempo de permanencia de los docentes en las escuelas; planificación de las tareas escolares por parte de docentes y directivos; niveles de concreción curricular; selección de contenidos; conducción y gestión escolar; cumplimiento de objetivos institucionales; eficiencia y eficacia de las instituciones educativas; logros de los alumnos en términos de los aprendizajes disciplinares respectivos (particularmente de lengua y matemática).

En el registro de las distintas dimensiones e indicadores señalados, observamos la ausencia y exclusión de la dimensión inherente al cuerpo de los agentes educativos. Esta cuestión nos lleva a indagar sobre las razones históricas y conceptuales que sustentan esta exclusión.


3. el cuerpo/sujeto de los agentes educativos - ubicación histórica de su omisión en el análisis de la teoría y práctica educativa

Los cuerpos son dejados fuera de la consideración y análisis en la teoría y práctica educativa, tanto desde orientaciones de la modernidad, como desde las conceptualizaciones postmodernas y neoliberales. Pero en cada caso, por razones y focalizaciones diferentes (Oyola, C. y Fossati, M. C., 2000).
   
    a) en la modernidad, la omisión del cuerpo de los actores educativos responde a una doble dirección de concepciones filosófico-culturales e intereses ideológicos:

- Por una parte, como consecuencia de la influencia del pensamiento cartesiano en la cultura moderna occidental, que separó en el sujeto la dimensión corporal de la dimensión intelectual (res extensa – res pensante). Para Descartes la distinción entre sustancia pensante y sustancia extensa (corporal), es absolutamente específica en tanto cada una se define por la exclusión de la otra: lo pensante no es extenso, lo extenso no piensa. La extensión no es esencial al yo pensante; el pensamiento no es esencial a la realidad extensa. Así se forman dos sustancias separadas y claramente definidas. La consecuencia de ello es un dualismo antropológico (Ferrater Mora, J. 1969).
A partir de tal distinción, se establece la prioridad de las actividades conectadas con el pensamiento y las funciones simbólico-formales, como vía regia para  la  producción del  conocimiento.  La  dimensión  somática  y  las  funciones cenestésicas son relegadas a un lugar secundario, y si se quiere, de desvalorización como fuente de información y conocimiento.

- Por otra parte, el surgimiento de la escuela (institución típicamente moderna), se da en el marco de una separación y fractura entre sistema educativo y estructura productiva. Esto, en el sentido de que la escuela, al operar como dispositivo de imposición ideológica, separa la producción de discursos y significados culturales, de las condiciones materiales de producción.

Resulta así importante que el referente empírico de los sujetos educativos                                                                                                                                 (sus cuerpos, sus necesidades, sus sufrimientos y sus placeres), queden al margen de la escuela y fuera de los procesos escolares. Su inclusión sólo tiene lugar con fines de disciplinamiento.

    b) en la posmodernidad, la tendencia generada en las nuevas formas de organización material y semiótica, en especial en lo atinente a la cultura visual y a la homogeneización de la cultura, lleva a una desustancialización del significado o materialidad de lo visual, que exalta la apariencia, las superficies, la uniformización, produciéndose un desplazamiento y disolución de la realidad, en la realidad artificial de la imagen.

Las imágenes ya no remiten a realidades empíricas corporales, sino, a sí mismas. La imagen  cobra  materialidad  sustitutiva  de  los  cuerpos  reales.  Los  cuerpos son regulados ahora por los signos, dejando ellos de estar al servicio de los  cuerpos  (comunicar  sus  sufrimientos,  sus  exclusiones,  sus  diferencias,  sus desigualdades, etc.).

En el escenario postmoderno los cuerpos no son más relegados a  un  lugar de desvalorización como fuera dado en la modernidad; la tendencia es ahora a su exclusión, no sólo de lo educativo, sino de la totalidad del sistema sociocultural. La realidad es ahora realidad virtual.
    
    c) en el marco del proyecto neoliberal, y beneficiándose éste de las  orientaciones postmodernas señaladas, el lugar central del disciplinamiento ideológico de los cuerpos se traslada al mercado, a la dinámica del marketing y del consumo. Tal disciplinamiento sucede ahora, para los incluidos, en el mercado; para los excluidos el disciplinamiento resulta innecesario, en tanto carecen de entidad social (ésta la da el consumo, cuyo acceso está al margen de los excluidos). Y es desde tal lugar, el mercado, que el disciplinamiento opera en los distintos ámbitos institucionales, entre ellos la escuela, sus agentes, y sus prácticas.
  

4. Un marco teórico conceptual para el análisis del cuerpo/sujeto en las prácticas escolares

Como expresáramos anteriormente, por distintas razones e intereses, el cuerpo ha quedado de manera generalizada fuera del análisis, tanto a nivel de la teoría como de la práctica educativa. Sin embargo:
“Los cuerpos no son espacios aislados, monádicos, y fuera de lugar,  sino  que  son  el        resultado de tradiciones intelectuales y de la forma como  dichas  tradiciones  nos  han        disciplinado para entenderlas; los cuerpos tienen una fuerte implicación en la construcción de las metáforas a través de las cuales se construyen las tradiciones. Por lo tanto, no podemos pasar por alto los cuerpos.  Pero  aunque esto sea evidente, la institución educativa ha tenido un clamoroso éxito en ignorar el cuerpo, tanto en la teorización de la práctica educativa, como en la práctica de la teoría educativa” (McLaren, P., 1997).

La necesidad de incluir los cuerpos en el análisis de las prácticas educativas, con un significado que de cuenta de la mutua e intima  relación entre cuerpo y subjetividad, ha llevado, tal como se indicara anteriormente en la  introducción,  a  construir la categoría cuerpo/sujeto: “... me referiré al cuerpo como un “cuerpo/sujeto”, es decir, como el terreno de la carne en  el  que  el  significado se inscribe, se construye y se reconstituye. De acuerdo con tal idea, el cuerpo ha de  entenderse como la  superficie intermedia entre el individuo y la sociedad, como lugar de la subjetividad incorporada o “encarnada” que también refleja las sedimentaciones ideológicas de la estructura social inscripta en él” (McLaren, P., 1994). La constitución del cuerpo/sujeto es un proceso complejo. Para su indagación la pedagogía crítica aporta además, las categorías teóricas de: encarnamiento, deseo, inversión afectiva, resistencia, y contrahegemonía (McLaren, P., Giroux, H. A., 1997, 1998, 1991).

El cuerpo/sujeto incluye la producción de la subjetividad dada en el marco de las prácticas sociales y materiales. Podríamos decir así, que la subjetividad se construye en la intersubjetividad; que las formas materiales se subjetivizan y lo subjetivo se materializa. Se trata de un verdadero proceso de encarnamiento (2), “entendiendo por tal la relación mutuamente constitutiva de la estructura social y el deseo, es decir, la relación dialéctica entre organización material de la interioridad y los modos culturales de materialidad que subjetivamente integramos” (McLaren, P., 1997).  

A su vez el deseo, no debe entenderse de manera aislada, como un impulso vital, natural, biológico, o como un constitutivo abstracto universal; sino que el deseo se construye también socialmente. Esto hace que debamos hablar de modalidades de deseo en relación con modalidades de producción y modalidades de subjetividad. En este verdadero encarnamiento, el deseo se construye socialmente y construye lo social y cultural.
   
El  cuerpo/sujeto se inserta en …, o en el compromiso con…,  pero no lo hace neutralmente, sino que sucede un  proceso  afectivo  o  de  identificación  con  las  formas sociales y culturales apropiadas o encarnadas. McLaren utiliza la categoría de inversión afectiva para dar cuenta que el mundo se estructura tanto semántica como afectivamente. La inversión afectiva es el compromiso de afecto que ponemos en esta construcción del mundo.  Es  “la intensidad  o  el  deseo con el que invertimos en el mundo y en nuestra relación  con  él”  (McLaren,  P,  1997).  A  través  de  esta  inversión afectiva, el cuerpo se inserta en su entorno físico  y  social dando lugar a la creación de un sentido totalizado de la realidad  (Grossberg, L., 1986).

El encarnamiento puede suceder en una identificación sin problema con el símbolo apropiado, o en un ámbito de discusión o de resistencia. El cuerpo se convierte así, en el realizador de las relaciones de poder, pero también en el realizador de la resistencia al poder. Las escuelas son verdaderos lugares de encarnamiento y los cuerpos de sus actores son transformados en significantes, pero a su vez, los cuerpos no se agotan en este fenómeno, pueden ser medios de resistencia y transformación de estos significados impuestos. Hablar de encarnamiento (o intextuación), no comporta aquí un sentido metafórico, sino que se trata de un verdadero proceso de inscripción de los significados en los cuerpos, que comienzan a materializarse en posturas, movimientos, habla, disposiciones, esquemas de acción, etc.

La condición del cuerpo/sujeto, de no quedar totalmente agotado en el discurso instituido, de no ser simplemente el producto de una totalidad homogénea, convierte al mismo en un lugar de lucha, de tensiones, y conflictos. La subjetividad es producida por las condiciones socioculturales, no es autoproducida, pero conserva una autoconciencia  parcial. Tal situación, es el sustento de la posibilidad fundante del protagonismo del sujeto para la transformación social, y consiguientemente, para el cambio de las prácticas escolares. “La capacidad de los individuos de reconocer al menos, parcialmente, la constitución del yo, es lo que  hace que la liberación sea posible... También es una condición para el reencarnamiento, para formar un espacio del deseo donde podamos asumir autoconciente y críticamente, nuevas formas de subjetividad acogedoras de una   praxis, o de un autofortalecimiento y de un fortalecimiento social. No olvidemos  que podemos actuar de otras formas de las que lo hacemos.” (P. McLaren, 1997).      
                                                     
Así, el tema de la resistencia a lo que se encarna nos llevaría a plantear las acciones de transformación, en términos de desencarnar a los significados impuestos, y a reencarnar nuevos significados más humanos y elegidos. Resistencia que puede convertirse propiamente en contrahegemonía, en la medida en que se incorporen conocimientos que posibiliten un análisis crítico, que de una nueva  configuración a los lineamientos del deseo y la realización de necesidades colectivas, fuera y más allá de lo instituido hegemónicamente.

Desde esta perspectiva conceptual que plantean las categorías señaladas, aporte relevante de la pedagogía crítica, resulta una omisión epistemológicamente significativa, no tener en cuenta el papel que asumen los cuerpos, como cuerpos/sujetos, en el análisis tanto de la teoría como de la práctica educativa. Al decir  de  McLaren  “el  problema  de  las  escuelas  no  radica  en  que  ignoren  los cuerpos, sus placeres, ni el sufrimiento de la carne (aunque se admite que     ello es parte del problema), sino en que infravaloran el lenguaje y la representación, como factores constitutivos en la formación del cuerpo/sujeto como creador del significado, la historia, la raza y el género” (McLaren, P., 1997).   

La tradición educativa, ha enfatizado los aspectos discursivos, simbólicos, las operaciones lógicas, las estructuras intelectuales, inherentes a la construcción del conocimiento y de los procesos de enseñanza aprendizaje, pero ha dejado fuera del análisis lo más visible, inmediato y comprometido en las prácticas educativas: el cuerpo de sus actores. Dicho de otra manera, ha excluido del análisis el referente empírico corpóreo (el cuerpo/sujeto), en el que cotidianamente se inscriben las relaciones de poder, la estructura material e ideológica, las exclusiones sociales y culturales, los lugares asignados a los sujetos en el marco  del disciplinamiento social. “Es como si la carne se hubiese vuelto insensible para evitar así, el impronunciable terror de su propia existencia” (McLaren, P., 1997).  
                                                      

5. Orientaciones metodológicas para la investigación de la temática                                                                                                                                      
                           
A partir de lo desarrollado precedentemente, nos resultan de suma fertilidad teórica para orientar la investigación de esta temática, las categorías de cuerpo/sujeto, encarnamiento, deseo, inversión afectiva, resistencia y contrahegemonía. Estas categorías pueden direccionar, provechosamente a nivel teórico, el análisis y la exploración empírica de las prácticas educativas, respecto al lugar  e  incidencia  que  en  los  procesos  pedagógicos  tienen  los  cuerpos de los actores. Lo mismo que su importancia como categorías teóricas y referentes empíricos, a incorporar en los análisis y evaluaciones de la calidad educativa.    

Metodológicamente, creemos que la investigación de los problemas inherentes a esta temática, demandan un abordaje con carácter de modalidad cualitativa, protagónico-crítica, y de transferencia a la práctica docente. Esto implica su desarrollo en los términos siguientes:

- Focalización en los aspectos cualitativos inherentes al cuerpo/sujeto de los actores   educativos   (docentes - alumnos)   en   tanto   espacio   de   construcción  de significados sociales y culturales. Lo que significa centrar la indagación en las dimensiones y categorías inherentes a las construcciones encarnadas -intextuadas-, y cómo ellas operan y son reproducidas en las prácticas escolares. Punto de partida para poder generar la intextuación de nuevas categorías y significados, que puedan conducir a la producción de prácticas contrahegemónicas. 

- La incorporación de dichos actores durante el desarrollo de la investigación. Esto es, investigar con ellos, de manera de posibilitar su implicación en un trabajo crítico, conducente a un “darse cuenta”, a un incremento de conciencia y problematización de los significados encarnados. Situación apta para que en el transcurrir de la investigación, y antes de sus resultados finales, vayan ya generándose cambios transferibles a las prácticas educativas.   
                                                       
- Realización de la indagación desde  el  cuerpo  -abordaje corporal-.  Esto es,  no sólo hablar del cuerpo, teorizar sobre el cuerpo, sino investigar y producir conocimiento, generar teoría, desde y con el cuerpo/sujeto. Marco posibilitante para vincular la conciencia al “cuerpo/sujeto construido”, articular éste con el “cuerpo/sujeto sentido”, vía para llegar al  “cuerpo/sujeto elegido” -posibilitante de cambios y transformaciones-.             

Así, el desarrollo de la conciencia crítica dejaría de plantearse como una tarea meramente intelectual, para dar lugar a un abordaje que pueda contemplar toda la complejidad que la misma implica. Porque “la subordinación no lo es solamente de las conciencias; no basta con  denunciar la alienación, como una forma de penetración de la ideología de un sector social en la mente del otro. Lo es de las ideas y de los cuerpos, de las costumbres y de los afectos” (Puiggrós, A., 1994).

 

Notas:

(1)  La preocupación respecto a esta temática, por parte de los autores del artículo, tiene antecedente en distintos trabajos, algunos de ellos indicados en el apartado  bibliografía.
(2) Similar al concepto  de  intextuación  señalado por De Certeau  (1984). Guarda también relación conceptual con la categoría de habitus, de Bourdieu (1985, 1988, 1994).



Bibliografía


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