EDUCACIÓN CRÍTICA PARA LA JUSTICIA ECONÓMICA Y SOCIAL: UN ANÁLISIS Y MANIFIESTO MARXISTA
DAVE HILL
En el presente capítulo, establezco ciertos principios y propuestas políticas igualitarios y progresistas, con el fin de conformar un manifiesto demócrata-marxista para la escolarización y la formación docente hacia la justicia económica y social. Éste se basa en un marco teórico demócrata-marxista1 y en el análisis estructuralista neo-marxista.2
Reconozco las limitaciones estructurales que los aparatos represi- vos e ideológicos del estado, actuando en favor del capital, imponen a las iniciativas progresivas y socialistas. No obstante, este capítulo propone un cambio trasformador por medio de la formación docen- te, por medio de la escuela y de la educación, por medio de todos los trabajadores de la cultura que operan dentro de los aparatos ideoló- gicos del estado escolares, así como también dentro de los medios masivos de comunicación y por parte también del más amplio contex- to social. En el presente capítulo, sugiero una serie de principios espe- cíficos y un programa que permitan a los educadores críticos y socialis- tas combatir contra la derecha radicalizada. A lo largo de éste, analizo a la derecha tal como se manifiesta tanto en sus versiones más conser- vadoras como en la nueva socialdemocracia (La “tercera vía”: en Gran Bretaña, el Nuevo Laborismo; en Estados Unidos, el “clintonismo”).
PRÓLOGO: LA INFLUENCIA DE PETER MCLAREN EN MI PENSAMIENTO
Mi trabajo de escritura se ha visto influido por los desarrollos de la crítica marxista de Peter McLaren. En este proceso puedo distinguir cuatro fases. La primera, de 1989 a 1991, tuvo lugar una vez que yo cesara en mis funciones como representante electo del Partido Laborista y delegado sindical regional. (Esta decisión se debió a un dete- rioro auditivo; hoy en día, tengo una pérdida auditiva parcial.) Con- cluía así un periodo de 25 años como líder sindical y local del Parti- do Laborista.3 Buena parte de los años sesenta, setenta y ochenta, la pasé como activista en las calles y en huelgas con los compañeros do- centes y de otros sindicatos. Durante mucho tiempo fui obrero de la construcción, como todos los hombres de mi familia. De hecho, has- ta los treinta años trabajé parcialmente con mi padre y mis hermanos en varias obras (relaciones sociales, regímenes de trabajo y capitales culturales muy distintos de los que ponía en juego mi trabajo docen- te). Fui miembro activo del Partido Laborista de Brighton, que hasta los años ochenta todavía tenía en su seno una fuerte corriente socia- lista.4 El fin de los años setenta y todo el decenio siguiente fueron, para mí, un periodo de activismo organizacional y callejero, dentro de la Liga Antinazi antirracistay en las líneas de lucha de varias huel- gas sindicales. Pero perdí demasiado de mi capacidad auditiva como para continuar en las cámaras de representantes.
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1 Junto a otros, he esbozado los principios y la política de la izquierda para la es- colarización y/o la Formación Docente Inicial en Hill, 1989, 1990, 1991a, 1994a,
1994b, 1997b, 2000d, 2001d; Hill, Cole y Williams, 1997; Cole, Hill, Soudien y Pease,
1997; Grupo Hillcole, 1991, 1997.
2 Éste puede consultarse en Hill, 2001a, 2004f, Cole, Hill, McLaren y Rikowski,
2001.
3 En 1961, a los dieciséis años, ya me había sumado al Partido Laborista y había or- ganizado y guiado mi primera manifestación. Ésta fue en contra del accionar estadu- nidense respecto de la crisis de los misiles cubanos. Luego, en los años setenta y ochenta, organicé manifestaciones de menor y mayor alcance contra el “recorte” del gasto público, contra los fascistas, el racismo y el apartheid y a favor del mejoramien- to de los servicios educativos. En aquella época creía, y todavía creo, en el activismo callejero (la acción directa organizada) tanto como en los foros parlamentarios. En una última etapa, fui dos veces candidato del Partido Laborista al Parlamento y con- sejero de la ciudad y líder del Partido en el Consejo Municipal por varios años, duran- te los ochenta, a veces (si bien pocas) con poder político real. Me mantuve también activo como secretario local o representante de las ramas de mi sindicato local duran- te más de veinte años, a veces como delegado regional.
En 1989 abandoné la política partidaria, pero proseguí la acción sindical como re- presentante oficial y delegado regional (del sudeste inglés) por cierto tiempo.
4 Desde su fundación en 1901, el Partido Laborista británico fue una amalgama de
socialdemócratas, socialistas, marxistas y organizaciones y representantes sindicales, que forman parte orgánica y organizativa del partido. Dentro de él, la suerte de la iz- quierda socialista ha tenido varios altibajos. Alcanzó la cima en 1981 cuando el líder de la “izquierda dura”, Tonny Benn, estuvo a poco de ganar la elección como líder del partido. En los años ochenta, aquellos a quienes la prensa conservadora llamaba des- pectivamente “los fanáticos de izquierda”, pero la izquierda llamaba “buenos socialis- tas”, controlaban varias secciones del Partido Laborista y de los ayuntamientos de las ciudades, así como también autoridades educativas.
Con la victoria de Tony Blair como líder del “Nuevo Laborismo” en 1994, la izquier- da alcanzó quizá su punto más débil en toda la historia del partido. Esto ha ido cambian- do lentamente con el cambio de siglo/milenio, advirtiéndose la reemergencia de las vo- ces socialistas dentro del partido y la elección de varios ejecutivos nacionales y líderes sindicales de izquierda, votados por los miembros de los sindicatos hartos de la agenda proempresaria, proprivatización y proguerra en Iraq de Tony Blair y el Nuevo Labo- rismo (Murray, 2003).
Desde entonces, decidí luchar por mis ideales socialistas y de iz- quierda desde el trabajo teórico y docente. Esto no sólo supuso la escritura sino también la escritura en colaboración, estableciendo (con Mike Cole) el Grupo Hillcole de Educadores de Izquierda en Gran Bretaña5 y un Instituto de Estudios sobre Política Educativa independiente.6 Decidí también proseguir el doctorado, con un análisis marxista de la reestructuración de la formación docente y la escuela en Inglaterra y Gales.
En 1989, buscando estímulo, visité a varios educadores de izquier- da en los Estados Unidos y Gran Bretaña: Michael Apple, Henr y Gi- roux, Peter McLaren, Christine Sleeter y Susan Melnick. Todos ellos me hospedaron gentilmente, en parte, supongo, por tratarse en mi caso de un activista de izquierda relativamente poco instruido en lo que hacía al trabajo de escritura académica. Hasta ese momento, mis lecturas, desde los primeros días de mi carrera como activista docen- te en los barrios urbanos de Londres, había consistido ante todo en las publicaciones diarias, semanales y mensuales de izquierda, mar- xistas y trotskistas, así como también las publicaciones políticas del Partido Laborista. En aquel momento, recién había comenzado a leer a Mike Apple, Geoff Whitty, Peter McLaren, Henr y Giroux y Ma- dan Sarup.
Alrededor de 1989 comencé a publicar. Mi primer artículo académi- co de análisis marxista polémico fue “Charge of the Right Brigade: The Radical Right’s Assault on Teacher Education & Training” (1989). An- tes de ello, mi escritura se limitaba a pequeñas notas en revistas y diar- ios británicos de izquierda tales como Labour Weekly, New Socialist, Tri- bune y en publicaciones locales como el Brighton Labour Briefing, además de panfletos y volantes contra los recortes conservadores del presupuesto, por ejemplo para la Asociación de Educadores Socialista.
Los académicos estadunidenses me guiaron en mi búsqueda de un director de tesis que pudiera simpatizar con mis creencias y métodos de análisis. (Finalmente, me decidí por un supervisor radicado en
5 Para conocer en detalle el Grupo Hillcole de educadores de izquierda, véase
<http://www.tufnellpress.com> y <http://www.ieps.org.uk>.
6 Véase <http://www.ieps.org.uk>.
Gran Bretaña, Geoff Whitty, hoy Director del Instituto de Educación de la Universidad de Londres, y dicho sea de paso, uno de los pocos que se animan a contribuir abiertamente al debate socialista.)
En aquella visita, pasé una semana con Peter y Jenny McLaren; me hospedé en su estudio de Oxford, Ohio, cuando Peter trabajaba en la Universidad de Miami. (Quince años más tarde, en 2004, esto se repitió, cuando me quedé a dormir en el estudio de su casa en Holly- wood por unos pocos días.) Había entrado en contacto con él debi- do a la lectura de La vida en las escuelas (1989) y su trabajo dentro de la pedagogía crítica y sobre los maestros como intelectuales críticos transformadores junto a Henr y Giroux (Giroux y McLaren, 1986,
1989).
Su trabajo académico, tanto individual como en colaboración, impactó mi forma de pensar por su fuerza, intensidad y esperanza. Como activista de la calle y sindicalista de los años ochenta, por aquel entonces comenzaban a desalentarme el pesimismo y el determinis- mo de los teóricos marxistas de la reproducción dentro de las salas de conferencia y de la academia. Por ello, toda visión utópica, espe- ranzada y vigorosa que cayera en mis manos, alimentaba y generaba mis propias luchas teóricas y político-educativas, sobre todo cuando esa pasión y esperanza parecían fundadas, como en el caso de Peter, en Cries from the corridor (1980) y su posterior versión teórica publica- da bajo el nombre de La vida en las escuelas (1989), en el tipo de en- señanza y aprendizaje que había recibido yo durante mi crianza fami- liar y que había puesto en práctica en mi propio trabajo docente en Brixton, Londres. Tal fue el motivo de que entrara en contacto con él. (Hoy en día, sin embargo, expreso la necesidad de ser cautos res- pecto de las posibilidades de una transformación socialista por me- dio de la educación. Adopto una perspectiva más materialista que la derivada de esa perspectiva neogramsciana de la ideología domi- nante —véase la nota 2—, sin por ello dejar de reconocer la necesi- dad de sueños y utopías, así como también la necesidad de analizar y organizar nuestro trabajo hacia el logro de tales utopías.)
La segunda fase de nuestra relación tuvo lugar a mediados de los años noventa. Fue entonces cuando Mike Cole, Glenn Rikowski y yo criticamos el “posmodernismo de resistencia” de Peter (y Henr y Giroux), considerándolo no-marxista. Nuestra crítica era, y conti- núa siendo, que en última instancia —a pesar de los momentos e intenciones progresistas que pueda tener— el “posmodernismo de resistencia” no hace más que seguirle el juego al neoliberalismo reaccionario.7 De vez en cuando me encontraba con Peter y Mike Cole en los congresos internacionales. Estos encuentros producían intercambios fructíferos, divertidos y estimulantes, dándonos, a los distintos bandos, mucho en qué pensar.
La tercera fase corresponde al fin del decenio. Peter, Glenn Rikows- ki, Mike Cole y yo entablamos una fluida correspondencia, escribimos en colaboración y editamos en conjunto, discutiendo el trabajo de ca- da uno de nosotros. Glenn y Peter, en particular, habían tenido un vas- to intercambio electrónico, por ejemplo, en los sitios web de The Com- moner y Hobgoblin, el diario del marxismo humanista. Algunos de estos intercambios pueden leerse en el sitio del Instituto de Estudios sobre Políticas Educativas: <www.ieps.org.uk>.
Más tarde, los cuatro coescribimos Red chalk: On schooling, capita- lism and politics (Cole y otros, 2001), libro que surgió a raíz de una en- trevista que Peter nos hiciera a los marxistas británicos (McLaren, Cole, Hill y Rikowski, 2001) en su columna de entrevistas del Interna- tional Journal of Education Reform. También coescribimos y coeditamos Postmodernism in educational theor y: Education and the politics of human resistence (Hill y otros, 1999), una crítica marxista al posmodernismo y el neoliberlismo publicada en Gran Bretaña, y su edición revisada Marxism Against Postmodernism in Educational Theor y (Hill y otros,
2002), publicada en los Estados Unidos.
La última fase, la actual, de nuestra relación, puede verse en el tra- bajo de Peter, a veces en colaboración con Ramin Farahmandpur y Glenn Rikowski (así como también junto a otros tantos en los últimos años, como Gregor y Martin, Natalia Jaramillo, Noah de Lissavoy, Valerie Scatamburlo d’Anibale y Jill Pinkney-Pastrana), acerca de la importancia central del análisis de clases y acerca de la pedagogía revolucionaria, una “pedagogía crítica re-materializada” (McLaren,
2001, p. 27).
Esto sitúa su trabajo aún más dentro de la tradición teórica del marxismo humanista, desplazando su comprensión teórica de la pedagogía crítica hacia lo que él denomina la “pedagogía revolu- cionaria”, como parte de su búsqueda de un análisis marxista y un programa de resistencia y remplazo contra el capital neoliberal
7 Véanse, por ejemplo, Cole y Hill, 1995, 1999, 2002; Cole, Hill y Rikowski, 1997; Hill y Cole, 1993, 1995, 1996a, b; Cole, 2003, 2004a y el capítulo escrito por Mike Co- le en el presente libro.
globalizador. Se trata de un material verdaderamente emocionante:
de desarrollo y muy productivo.8
A lo largo de estas cuatro fases, Peter ha demostrado consistente amabilidad, buen humor, erudición, rabia y compromiso con la justi- cia social y económica, así como también con la igualdad. Algunas veces, no resulta nada fácil ser un educador y activista marxista o so- cialista. Peter lo hace más sencillo y y con camaradería. Tal comunión de apoyo y estímulo teórico y emocional ha sido bien recibida y es ne- cesaria para esta minoría política y teórica, sujeta a veces a la discri- minación, el oprobio y la desautorización política.9 Ser un educador encima de 21 años). Este curso estaba explícitamente destinado a desarrollar “la re- flexión crítica” impartiendo lecturas marxistas y socialistas, e intentaba elegir delibe- radamente escuelas que fueran radicales, antirracistas, antisexistas y que fueran con- scientes de la desigualdad social de clases para las prácticas docentes obligatorias. (No había demasiadas escuelas así, pero había algunas) (Hill, 2005a).
Finalmente fui despedido (“hecho superfluo”) luego de la abolición virtual de la enseñanza y la sociología crítica de los cursos de formación docente en Gran Bretaña a mediados de los años noventa. Acerca de estas experiencias, he escrito en “Brief Au- tography of a Bolshie Dimissed” (1997e), “Critical Research and the Dismissal of Dis- sent” (1997c) y “White Chalk… on a White Board: The Writing’s on the Wall for Ra- dicals in British Education” (1997d). “Brief Autobiography of a Bolshie Dismissed” está disponible en el sitio de la <www.ieps.org.uk>. En Gran Bretaña, el Consejo para la Libertad Académica y sus Estándares (siglas en inglés, CAFAS) y el grupo de izquier- da de la NATFHE documentan la persecución política y laboral de profesores de izquier- da (y de otras tendencias). (El NATFHE es uno de los dos sindicatos de profesores uni- versitarios en Inglaterra y Gales, la Asociación Nacional de Profesores de Posgrado y Educación Superior.)
Luego de un año durante el cual trabajé como pintor y decorador junto a uno de mis hermanos, mientras enseñaba en el Tower Hamlets College del East End londi- nense (de donde es mi familia), fui convocado para mi actual puesto en el University College Northampton, donde posteriormente fuera promovido al cargo de profesor titular. Es el primer cargo docente de tiempo completo que obtengo desde que debí dejar la actividad sindical como delegado, activista y organizador. Es demasiado lejos del lugar donde vivo, unos doscientos kilómetros, como para involucrarme en las reu- niones, la organización y la negociación con los administradores. Quizá no sea coin- cidencia que haya obtenido un ascenso tan importante justo cuando no puedo parti- cipar activamente del sindicato.
8 Véanse McLaren 1998a, 1998b, 1999a, 1999b, 2000; McLaren y Baltodano, 2000; McLaren y Farahmandpur, 2001a, 2002c; McLaren, Martin, Farahmandpur y Jarami- llo (2004). En la presente fase, Peter y Glenn Rikowski abordan discusiones y publica- ciones electrónicas donde desarrollan aspectos de la teoría de la educación marxista (por ejemplo, McLaren y Rikowski, 2001, 2002; Rikowski y McLaren, 2001).
9 Mis propias experiencias son las usuales de un educador radical. He sido “despla-
zado” de prácticamente todos los trabajos que he tenido, debido a mis actividades po- líticas y sindicales. No es legal hacerlo (obstaculizar, acosar y marginar a los delegados sindicales), pero ocurre. Fui “desplazado” (es decir, se me dijo que si quería una pro- moción tendría que mudarme) de mi primer trabajo docente en la Stockwell Manor Comprhensive Schoolen Londres, debido a mis actividades en la línea de lucha de las huelgas de fines de los años sesenta.
Cuando estaba en mi segundo cargo, en la Moderna Escuela Secundaria de Seño- ritas Forest de Depot. Rd. Horsham, fui llamado y amonestado por el director, debi- do a que había aparecido fotografiado en la prensa local en una protesta de obreros de la construcción. Me dijo: “si algo no esperamos es que nuestro personal sea foto- grafiado en las líneas de huelguistas. ¡Asegúrese de que no vuelva a ocurrir!” Esto me alentó a dejar el puesto, luego de asegurarme que el delegado del (demasiado mode- rado) sindicato docente local fuera remplazado por un socialista. En mi tercer pues- to, como profesor de formación docente en el Bognor College, organicé la acción in- dustrial conjunta de trabajadores académicos, administrativos y manuales, luego de lo cual fui “invitado” a encontrarme con el director de Educación de la Superintenden- cia Local, un “privilegio” prácticamente inusitado. Tras una clase sobre democracia y educación en la que hablé de Marx y Tony Benn en vez de Platón y Aristóteles, fui re- movido de los cursos de formación docente y enviado al exilio, fuera del campus.
Situación que tuvo, de hecho, por inesperada consecuencia, experiencias de aprendizaje muy satisfactorias. Di clases a presos, maestros de adultos, trabajadores jó- venes, a los refugiados vietnamitas y a sus maestros en el campo de refugiados de la is- la de Thorney, y en una sede inglesa de una universidad estadunidense, el New En- gland College. Por esa época, la directora de la Escuela de Educación, Kate Jacques, me advirtió que el Rector de nuestra Universidad le había dicho que “David Hill nun- ca recibirá un ascenso porque todo el mundo en Inglaterra sabe que es un ‘fanático de izquierda’”. Debido a cambios en el personal fui reubicado —y de hecho ascendi- do—, lo que me permitió desarrollar y coordinar un curso de formación docente crí- tico marxista: el Curso de educación Crawley para estudiantes maduros (es decir, por marxista o de izquierda que se atreva a expresar sus opiniones puede ser una tarea solitaria, aunque estimulante. Dentro de Gran Bretaña, el Grupo Hillcole de Educadores de Izquierda —que comprende una veintena de académicos socialistas y marxistas de distintas univer- sidades, colegios y escuelas, escribiendo en colaboración libros y artí- culos10— ha hecho las veces de ese ambiente de contención, retroa- limentación y crítica, sobre todo en sus primeros diez años, después de que Mike Cole y yo lo estableciéramos en 1989. En los años no- venta, Glenn y Peter han acercado a nuestro trabajo a pensadores y activistas progresistas, marxistas y socialistas de todo el mundo, tales como Helen Raduntz, Shahrzad Mojab, Ramin Farahmandpur, Brian Donovan, Grant Banfield, Helen Colley y Kevin Harris.
10 Los miembros del Grupo Hillcole han producido dos libros: Changing the future:
Redprint for education (1991) y Rethinking education and democracy: A socialist alternative for the twenty-first centur y (1997), ambos publicados por la pequeña editorial de izquierda Tufnell Press, Londres.
En los últimos años, el trabajo con Peter y sus compañeras/com- pañeros11 dentro de la unidad independiente de políticas de la iz- quierda radical del Instituto de Estudios sobre Políticas Educativas y, en particular, desde que fuera establecido en 2003 el Journal for Criti- cal Education Studies, <www.jceps.com>, la cooperación, el aprendiza- je, el estímulo, la solidaridad, la correspondencia y la discusión inter- nacional han extendido esta comunidad crítica de apoyo. El JCEPS (que editamos Peter, Pablo Gentili, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y yo), en particular, nos permite compartir experien- cias, análisis, perspectivas y programas con camaradas latinos y nor- teamericanos. ¡Tenemos un comité editor increíble!
Por mi parte, en la actualidad me veo involucrado en el Marx- SIGdel AERA y en el Foro Rojo radicado en Estados Unidos, junto a E. Wayne Ross, Rich Gibson, Sandra Mathison y Richard Brosio, entre otros. Poco tiempo atrás, el encuentro de casi todos los colaborado- res del libro que el lector sostiene ahora sus manos en el AERA 2004 con Pauline Lipman y los responsables del periódico Curriculo sem Fronteiras, entre los que se cuenta Luis Armando Gandin, ha sumado una muy necesitada dimensión global y comparativa de información, crítica y desarrollo a la necesaria tarea de analizar y criticar el capital y el neoliberalismo, el neoconservadurismo y la necesidad de desa- rrollar una organización, un programa y un activismo marxista, socia- lista y de izquierda verdaderamente democráticos. ¡Lo necesitamos!
PRIMERA PARTE: LA REESTRUCTURACIÓN DE LA FORMACIÓN DOCENTE
La educación docente crítica
Respecto de la relación entre una formación docente igualitaria radi- cal y la afirmación de la justicia económica y social en nuestras socie- dades, Allman (2000) sostiene que:
La educación tiene el potencial de alimentar las llamas de la resistencia contra el capitalismo global, así como también la pasión necesaria para em-
11 En español en el original [T.]
* Asociación Americana de Investigación Educativa.
prender la transformación socialista; en síntesis, el potencial de contribuir con una chispa que pueda encender el deseo de una transformación social revolucionaria democrática a lo largo del mundo entero. Extendiendo un poco la metáfora, tiene este potencial al tiempo mismo que la educación crí- tica y radical, casi en todas partes, corre peligro de extinguirse (p. 10).
¿Hasta dónde puede realizarse este potencial? La autonomía y la capacidad de actuar de que disponen los maestros, los formadores docentes, las escuelas y los departamentos de educación enfrentan el duro reto que les plantean las estructuras del capital y sus actuales proyectos educativos neoliberales (Cole, 2004b, 2004c, 2005; Hill,
2001a, 2003, 2004b, c, d, e, f). Por ende, es preciso ser cautos a la ho- ra de considerar el grado de autonomía real que tienen los educado- res (o cualquier otro grupo de trabajadores de la cultura, como, por ejemplo, los periodistas y los cineastas) que alimentan las llamas de la resistencia.
No obstante, identificar determinadas características de estas es- tructuras nos permite identificar un punto de partida para la acción transformadora. Como hemos advertido en varias oportunidades,12 el proyecto educativo neoliberal es tan sólo una parte del proyecto neoliberal del capitalismo globalizado.13 Los mercados educativos del mundo y la llamada “elección de los padres” entre distintos tipos de escuela son poco menos que el ápice de la estrategia educativa de la clase capitalista, con sus planes comerciales para la educación (lo que quieren que la educación haga) y sus planes comerciales en edu- cación (es decir, cómo planean ganar dinero con ella).14
La situación contextual, tanto en el nivel global como nacional, nos permite una comprensión general de cómo el movimiento de los mercados hacia la educación se relaciona con las intenciones y pro- yectos generales del capital transnacional y con las políticas que los gobiernos intentan aplicar para su beneficio. Eso nos demuestra que las escuelas continúan desempeñando un papel decisivo como una,
12 Véanse, por ejemplo, Cole, 1998, 2004b, 2004c, 2005; Hill, 2001b, 2001c, 2002a; Rikowski, 2001a, 2001b, 2001c, 2002b, 2003, 2004b, c, d, e; McLaren, 2000; Rees, 2001; McLaren y Farahmandpur, 2002c.
13 Véanse también Cole, 1998, 2004b, 2004c, 2005; Smyth y Shatlock, 1998; Ainley,
1999, 2000; McMurtr y, 1999; McLaren, 2000; Rikowski, 2000, 2001a, 2001b, 2002a,
2002b; Hatcher y Hirtt, 1999; Hartcher, 2001.
14 Hartcher, 2001; Molnar, 1999, 2001; Hill, 2001b, 2003, 2004b, c; Rikowski,
2001a, 2001b, 2001c, 2002a.
entre otras, de las fuerzas disciplinarias de la clase capitalista. Según McLaren (2000), “el propósito fundamental de la educación es hacer del mundo un lugar seguro para el capitalismo global” (p. 196), y:
Aquello que los maestros están presenciando al final del siglo es la consoli- dación de los mecanismos de control sobre el proceso de escolarización y particularmente sobre la certificación de maestros, con el propósito de reali- near la educación en función de las necesidades de una economía globaliza- da (McLaren y Baltodano, 2000, p. 35).
Tal situación ha vuelto prácticamente irreconocibles los contenidos y objetivos de los socialdemócratas (y los de los a veces contradictorios progresistas liberales) para la escolarización y la formación docente en Inglaterra y Gales, si se los compara con los de los años sesenta y seten- ta. En aquella época había, en muchas instituciones, un compromiso verdadero de analizar cuestiones de igualdad y los contextos políticos y sociales (cuando no económicos) de la política educativa.
LA DESTEORIZACIÓN DE LA FORMACIÓN DOCENTE BRITÁNICA BAJO EL CONSERVADURISMO Y EL NUEVO LABORISMO
Una de las características fundamentales de esta reestructuración ha sido la desteorización de la formación inicial docente (de aquí en adelante, FID). Durante los gobiernos del partido Conservador y del Nuevo Laborismo, las cuestiones de la igualdad y la justicia social, por no hablar de la justicia económica, han sido prácticamente elimina- das del currículum de la FDI. El estudio de los contextos sociales, po- líticos y económicos de la escolarización y la educación han sido por igual encubiertos y expurgados. En Inglaterra y Gales, lo mismo que en otras partes del mundo, la FDI se encuentra hoy día bajo riguroso escrutinio y vigilancia. Desde que el gobierno conservador introduje- ra nuevas regulaciones para la formación y la actualización docente en 1992/1993 (DFE, 1992, 1993), el “cómo” ha remplazado al “por qué” dentro de un currículum de formación docente15 eminente- mente técnico basado en la “adquisición” de un conjunto de “están-
15 Hill, 1994a, 1994b, 1997a, 1997b.
dares” estáticos y abrumadoramente conservadores. Tal movimiento ha tenido un claro impacto en la fuerza laboral docente, y por en- de en las escuelas. Hoy los maestros reciben entrenamiento en ha- bilidades específicas en vez de ser educados para analizar los “porqués” y los “por qué no”, o los contextos de los objetivos y es- tructuras curriculares, pedagógicas y educativas, así como también sus efectos sobre la reproducción de la economía, la estructura so- cial y las políticas capitalistas.
El Nuevo Laborismo, por medio de sus regulaciones de 1998 (DfEE, 1998), ha aceptado de un modo abrumador la revolución im- plementada por la derecha radicalizada en la FDI y en la escuela. Es- casas enmiendas ha sufrido el legado conservador en lo que respecta a la capacitación de los docentes, la naturaleza cambiante del traba- jo de los maestros, el currículum y los métodos de evaluación (Hill,
1999a, 2000, 2001c, 2005a, b).
De hecho, la Estrategia Nacional de Alfabetización, que domina hoy la formación para la enseñanza de la lengua inglesa, ha descon- textualizado y maniatado aún más la enseñanza de la lectura (Robert- son, 2000; Robertson y Hill, 2001).
Para millones de niños de la clase trabajadora en particular, la educación se ha vuelto un entrenamiento acrítico en habilidades bá- sicas. Cuando se considera todo lo que podría haberse hecho por pro- mover la reflexión crítica y un currículum más igualitario para la FDI, los cambios del Nuevo Laborismo, de 1997 a la fecha, resultan por de- más modestos. La política del gobierno conservador para la FDI ha sido refrendada prácticamente en todo, siendo sus fundamentos el nacio- nalismo cultural, el autoritarismo neoconservador y el antiigualitaris- mo neoliberal, competitivo e individualista.
Una política educativa que pone en práctica semejante desteoriza- ción de la formación docente es sintomática del proyecto mayor del capital, que requiere de la supresión de todo pensamiento de oposi- ción crítico y autónomo. Como bien ha advertido McMurtr y (1991), un requerimiento semejante resulta particularmente inadecuado pa- ra la educación, arrojando como resultado “estándares conflictivos de libertad”, en tanto:
En el mercado, la libertad es el disfrute de todo aquello que pueda com- prarse a los demás sin hacer preguntas y la ganancia de todo cuanto pue- da venderse a los demás sin dar ningún tipo de respuesta. En la educación, la libertad es precisamente la libertad de hacer preguntas y encontrar res-
puestas, sin importar que esto ofenda la autogratificación de las personas o no (p. 213).16
Esto es lo que ocurre con la “reducción sistemática de las institu- ciones educativas duramente conquistadas por la sociedad al grado de mercancías aptas para la adquisición y la venta privada” (1991, p.
216), donde “la mercantilización de la educación elimina la libertad crítica y el rigor académico que la educación necesita para ser algo más que un adoctrinamiento” (1991, p. 215). Rikowski establece un vínculo significativo entre el movimiento a gran escala y la concien- cia de lo local:
Las relaciones sociales capitalistas y el capital, en tanto fuerza social, se han agudizado desde la época de Marx. Hoy la lucha de clases está en todas par- tes… el capital está en todas partes, incluso dentro de “lo humano” mismo.
¡Es cosa de miedo! La educación se ve involucrada hoy en la capitalización de la humanidad, y esto es algo que debemos enfrentar (Cole, Hill, McLaren y Rikowski, 2001, p. 20; véase también Rikowski, 2001c, 2001d).
SEGUNDA PARTE: LOS PRINCIPIOS DE LA IZQUIERDA PARA LA EDUCACIÓN Y LA FDI
La izquierda radical y la educación
Frente a esta reestructuración de la FDI organizada por los conser- vadores y los del Nuevo Laborismo en Inglaterra y Gales, los educa- dores socialistas y radicales de izquierda comparten determinados principios y políticas para una teoría y práctica contrahegemónicas en lo que respecta a la formación docente. A continuación, en el cuadro 1, procederé a definir un conjunto de principios de la izquier- da radical para una educación igualitaria reteorizada. Luego, en los cuadros 2, 4 y 5, presentaré un conjunto de principios y propuestas para el currículum de la FID.
Dentro de la izquierda radical existe cierto debate acerca de las
16 Véanse también McMurtr y, 1998; Winch, 1998.
políticas específicas a implementar, sobre todo en lo que respecta a una pedagogía centrada en el estudiante y el desarrollo de los cursos. No obstante, los siguientes cuatro principios para la educación son ampliamente aceptados dentro de ella:
CUADRO 1: LISTA DE LOS CUATRO PRINCIPIOS GENERALES DE LA IZQUIER-
DA RADICAL PARA LA EDUCACIÓN
• Amplio incremento de la igualdad (de resultados).
• Suministro integral (es decir, ningún tipo de suministro privado o se- lectivo de la escolarización).
• Control democrático comunitario de la educación.
• Uso del estado local y nacional para alcanzar una sociedad justa (es decir, igualitaria) y antidiscriminatoria, abandonando el discurso me- ritocrático inequitativo de oportunidades para obtener muy desigua- les resultados.
Estos cuatro principios educativos generales de la izquierda radi- cal se expresan en los siguientes catorce principios:17
CUADRO 2: PRINCIPIOS DE LA IZQUIERDA RADICAL PARA LA EDUCACIÓN
1. Asignación de mayores recursos y fondos para la educación (obteni- dos, por ejemplo, de un incremento en la tasa del impuesto a las ga- nancias y a la riqueza, y de un recorte en el gasto de defensa), lo que permitiría, por ejemplo, una reducción en el número de alumnos por curso.
2. Punto final a la selección escolar y desarrollar una escolarización ver- daderamente integral, fortaleciendo el sistema de la educación supe- rior; es decir, un cambio en las estructuras escolares y educativas.
3. Terminar con el mercado competitivo en educación.
17 La discusión sobre estos principios puede consultarse siguiendo las citas de la nota 1 (en este mismo capítulo) junto a Cole, Hill y Shan, 1997; Hill y Cole, 1999; Co- le, Hill, McLaren y Rikowski, 2001; McLaren, Cole, Hill y Rikowski, 2001; Cole, 2004d. En Australia, esta misma discusión queda plasmada en el trabajo de Kevin Harris (1979, 1982, 1984, 1994), y en los Estados Unidos, en el de McLaren y sus asociados (por ejemplo, Aguirre, 2001; McLaren 2000, 2001; McLaren y Farahmandpur, 2001a,
2001b; McLaren y Rikowski, 2001, 2002).
4. Compromiso con políticas igualitarias destinadas a lograr resultados mucho más similares sin importar factores sociales tales como la cla- se, el género, la “raza”, la sexualidad o la discapacidad, y redistribu- ción igualitaria de los recursos dentro de y entre las escuelas.
5. Elaboración de un currículum que aspire a la transformación de la pre- sente sociedad capitalista en una sociedad democrática y socialista.
6. Rechazo de ciertos aspectos fundamentales de la educación liberal- progresista, tales como la enseñanza no estructurada, la falta de eva- luación de los resultados obtenidos por los alumnos de distintas es- cuelas y la confianza en la noción piagetiana de “estar preparado”.
7. Un currículum común igualitario y antielitista.
8. Un currículum informal (oculto) igualitario y antielitista.
9. Transformación del docente en un elemento de autoridad democráti- co y antiautoritario, fundado en la pedagogía crítica, que se compro- meta con la formación de activistas políticos críticamente reflexivos comprometidos con la lucha por la justicia social y económica y la igualdad dentro y fuera del aula.
10. Aumento del grado de control democrático que la comunidad ejerce sobre la escuela y la educación superior, así como también disminu- ción del que ejercen los “negocios”, el capital y la empresa privada.
11. Mayor participación de la comunidad en escuelas y universidades.
12. Aumento de las facultades de los gobiernos locales democráticamen- te electos (las autoridades educativas locales y de los distritos escola- res) que les permitan redistribuir los recursos, establecer un control de calidad y comprometerse, junto a otros, en el desarrollo y la difusión de políticas de igualdad (por ejemplo, políticas antirracistas, antisexistas y antihomofóbicas que busquen promover una mayor igualdad en los re- sultados obtenidos por los alumnos de la clase trabajadora y discapaci- tados).
13. Un sistema escolar cuyo objetivo sea el florecimiento de la sociedad colectiva, la comunidad, tanto como el florecimiento del individuo.
14. Fomentar dentro del aula, las escuelas y los lugares de trabajo relacio- nados con la educación culturas que sean democráticas, igualitarias, de colaboración y colegiadas (es decir, remplazar lo que a veces re- sulta una cultura brutal y verticalista con otra más abierta y democrá- tica).
Quizá la expresión más acabada de los principios políticos edu- cativos de la izquierda radical y sus propuestas legislativas para la
educación —su organización, principios y contenidos— sean los dos libros editados por el Grupo Hillcole: Changing the future: Red- print for education (1991) y Rethinking education and democracy: A socia- list alternative for the twenty-first centur y (1997).
A continuación, daré dos breves ejemplos de los más recientes programas educativos de la izquierda radical derivados de los princi- pios socialistas y marxistas, opuestos a las políticas y principios del partido conservador y del Nuevo Laborismo. El primero de ellos co- rresponde a la declaración y manifiesto del Partido Socialista (antes “Militante”) para las elecciones locales en Inglaterra y Gales en junio de 2004. Es el siguiente:
¡No a la privatización! ¡No a los recortes! ¡Vote por una alternativa socialista! La privatización se está volviendo la norma en las escuelas británicas. La “nueva” propuesta del Nuevo Laborismo son las City Academies.18 Estas es- cuelas no son otra cosa que compañías privadas, a las que les basta con jun- tar sólo dos millones de libras esterlinas en concepto de publicidad para des- pués recibir un 100% de subsidio estatal. Al mismo tiempo, presenciamos la abolición de la educación integral y la reintroducción indiscriminada de las escuelas selectivas. La educación integral, basada en el desarrollo de las dis- tintas habilidades, fue un intento de superar parcialmente la codicia y la anarquía de un mercado que, desde luego, favorece a los hijos de los ricos. Más allá de las limitaciones que pueda tener un sistema integral, su abolición representará sin duda alguna un grave retroceso.
El partido socialista propone: 1] educación gratuita y de alta calidad para todos, desde la primera infancia hasta la universidad, 2] un masivo incre- mento del gasto público en educación con el fin de brindar grupos de per- sonal más numerosos, grupos de alumnos más pequeños, recursos de calidad necesarios para asegurar la mejor educación y el apoyo individual para cada niño, 3] que todas las escuelas estén bajo el control democrático de la comu- nidad, y 4] una política de admisión equitativa y democráticamente planifi- cada basada en una concepción de la escuela genuinamente integral, coedu- cativa y barrial (The Socialist, 2004).
18 Desde 2000, en Gran Bretaña la designación City Academy hace referencia a es- cuelas secundarias de base privada que el estado terminaba subsidiando. Para el año
2006, de 27 Academies que se abrieron sólo 4 habían completado los 2 millones requeridos para su apertura y algunas de ellas no habían invertido dinero en absolu- to. El estado terminó financiando escuelas que establecieron compañías privadas. [T.]
A modo de segundo ejemplo, he aquí la política educativa de la Alianza Socialista (marxista), según puede leerse en su manifiesto pa- ra las elecciones nacionales británicas de 2001:
CUADRO 3: MANIFIESTO EDUCATIVO DE LA ALIANZA SOCIALISTA, 2001 (ELECCIONES NACIONALES BRITÁNICAS)
• Mejorar la paga y las condiciones laborales de los maestros y los de- más trabajadores de la educación.
• Detener y revertir la iniciativa privada y los planes de coadministra- ción pública-privada en educación.
• Abolir las Zonas de Acción Educativa.19
• Revisión integral del currículum nacional, con la participación (entre otros) de los sindicatos docentes y de especialistas elegidos por ellos.
• Eliminar las tablas comparativas entre escuelas y el actual sistema de evaluación.
• Poner fin al estatus de “fundaciones sin fines de lucro” y las conse- cuentes exenciones impositivas de que gozan Eton, Harrow y otras es- cuelas privadas.
• Eliminar la educación privada.
• Desde que los conservadores destruyeron el sistema alimentario es- colar, un millón de niños que viven en la pobreza no tienen acceso a una comida gratuita en la escuela (para muchos de ellos, la principal comida del día). Nosotros sostenemos que todos los niños deben te- ner un desayuno y un almuerzo gratuitos y nutritivos en la escuela.
• Clubes y campos deportivos extraescolares gratuitos para todos
aquellos que los necesiten.
19 Las Zonas de Acción Educativa (Education Action Zones) están constituidas por grupos de escuelas ubicadas en zonas marginales con el propósito de elevar los están- dares educativos dentro de su área de influencia. Compañías privadas invertían en estas escuelas públicas para desarrollar programas educativos con la libertad también de diseñar el currículum. Finalmente, las escuelas dentro de las ZAE se organizaban a través de un currículum técnico que buscaba preparar a los jóvenes y niños de esas zonas marginales para laborar como obreros especializados en las compañías inverso- ras. Después de críticas muy severas, las ZAE dieron paso a lo que posteriormente se llamó City Academies que aclaramos en la nota anterior. Educadores, teóricos de la educación y padres de familia donde operan las Academies de la ciudad están criti- cando y resistiendo la operación de estas instituciones por sus objetivos claramente ligados al fortalecimiento del capitalismo global/salvaje. [T.]
• Asegurar el suministro de un completo espectro de educación artísti- ca, deportiva y sexual en todas las escuelas.
• Desde luego, la educación no es sólo acerca de los niños. También los jóvenes y adultos de los colegios y universidades —así como también el personal que trabaja en ellos— han padecido lo suyo con los conservadores y los laboristas, quienes impusieron matrículas onerosas y dieron fin a la educación superior gratuita. Nosotros pedi- mos la abolición de todas las matrículas y préstamos estudiantiles. Pedimos una educación gratuita y becas para todos los estudiantes de educación superior, subsidiados por medio de impuestos a las grandes empresas, que requieren de trabajadores altamente califica- dos pero al día de hoy los obtienen a muy bajo precio.
• Garantizar el acceso a la educación y a los centros de capacitación de las personas de todas las edades.
• Reinstaurar el control democrático comunitario en todos los niveles educativos, incluyendo representantes de los trabajadores de la edu- cación, estudiantes y al resto de la comunidad (Socialist Alliance,
2001, p. 9).
Los principios de la izquierda radical para la Formación Docente Inicial
La similitud entre la derecha radical y el Nuevo Laborismo británico resulta notoria.20 No ocurre lo mismo con la falta de congruencia en- tre las propuestas de la izquierda radical y este eje conformado por la derecha y el Nuevo Laborismo, en tanto ambos integrantes de este úl- timo no han dudado en manifestar su antisocialismo.21
A continuación, quiero detallar una serie de principios para la jus- ticia económica y social dentro de la formación docente. Los mismos, sugiero, deberían conformar la base de la revisión y el desarrollo de la política, la teoría y —sobre todo— la práctica actual de la FDI. En la tabla que sigue, planteo estos principios básicos, junto con la posi- ción del Nuevo Laborismo, la socialdemocracia (por ejemplo, el “Vie- jo Laborismo”; el Partido Laborista anterior a la llegada de Tony Blair al poder en 1994) y la derecha radical respecto de ellos.
20 Hill, 1999a, 2000, 2001c, 2001d.
21 Véanse Cliff y Cluckstein, 1996; Driver y Martell, 1998; Giddens, 1998, 2000; Co- le, Hill, McLaren y Rikowski, 2001; McLaren, Cole, Hill y Rikowski, 2001.
CUADRO 4: QUINCE PRINCIPIOS DE LA IZQUIERDA RADICAL PARA EL CURRÍ-
CULUM DE LA FORMACIÓN DOCENTE INICIAL
(1) desarrollar las
habilidades y competencias necesarias para el trabajo dentro del aula
(2) profundizar el conocimiento de la materia
(3) fomentar el desarrollo de habilidades intelectuales críticas
(4) fomentar el compromiso con la “reflexión crítica” ética y moral y el consiguiente igualitarismo
(5) incluir información sobre cuestiones rerelacio nadas con asuntos
de igualdad, organizadas en unidades de contenido y en conceptos transversales
(6) abordaje holístico la justicia social
y económica dentro del currículum
(7) desarrollar distintas habilidades para enfrentar
la discriminación, el abuso y la marginación dentro de las aulas e instituciones
(8) desarrollar, en las instituciones, foros abiertos de justicia social e igualdad, donde alumnos y personal puedan debatir en un ambiente de confianza y apoyo
(9) fomentar la crítica de las distintas teorías e ideologías sociales y económicas acerca de la escuela y la estructura social
(10) desarrollar conocimiento y habilidades para
examinar críticamente la naturaleza ideológica de la enseñanza y del trabajo docente
(11) desarrollar conocimiento y habilidades para
examinar críticamente la naturaleza ideológica y los efectos de la política educativa y su relación con los fenómenos económicos, sociales y políticos
(12) desarrollar paralelamente la reflexión crítica, a lo largo y desde el comienzo de los cursos de FID
(13) establecer objetivos curriculares, pero no totalmente predeterminados sino más bien negociados
(14) otorgar a las instituciones de educación superior un papel central en la FDI. Oponerse a
los trayectos profesionales total o fundamentalmente basados en las escuelas
(15) aceptar de distintas trayectorias profesionales para la formación docente, que respeten la
calificación de grado para el docente y los principios antes mencionados
Estas propuestas apuntan a conseguir algo más que un regreso al sta- tu quo anterior a la victoria thatcherista de 1979 o al discurso que en 1976 pronunciara el primer ministro laboralista James Callaghan Ruskin presagiando el ocaso tanto de los fines liberales y progresistas como socialdemócratas de la formación docente y del sistema esco- lar. Por el contrario, estas propuestas reafirman los cuatro principios generales antes enunciados para la educación, exigiendo un currícu- lum básico para la formación docente.
CUADRO 5: LISTA DE PROPUESTAS DE LA IZQUIERDA RADICAL PARA UN CU-
RRÍCULUM BÁSICO DE LA FID
• Inclusión de teorías macro y micro acerca de la enseñanza y el aprendizaje, que hagan explícitos los contextos sociopolíticos y eco- nómicos del sistema escolar y de la educación. Este punto no sólo hace referencia a las habilidades y competencias a desarrollar den- tro del aula, sino también a la concepción teórica acerca de los niños, la escuela y la sociedad, su interrelación, perspectivas alternativas y los métodos de organizar el espacio dentro del aula, el sistema escolar y la relación económica y política con la sociedad.
• Adoptar y desarrollar la igualdad de oportunidades de modo tal que los niños no padezcan de ningún tipo de subcategorización, bajas ex- pectativas, estereotipación o prejuicio por parte de sus maestros o pares.
• Permitir a los docentes en formación desarrollarse como maestros críticos y reflexivos; para que sean capaces, por ejemplo, de deco- dificar la influencia de los medios masivos de comunicación, la dis- torsión ministerial (y también la de la izquierda), los prejuicios y la publicidad sobre el déficit educativo en las escuelas e instituciones de formación docente. Esto alentará el desarrollo de maestros efectivamente capaces de interrelacionar y criticar la teoría y la práctica (la propia y la de los demás).
• Estimular no sólo la reflexión técnica y situacional, sino también la re- flexión crítica, de modo tal que los docentes puedan cuestionar cual- quier política, teoría o incluso enfrentar preguntas tales como: ¿A los intereses de quién servimos? ¿Quién gana? (cuando se legitima el statu quo) ¿Quién pierde? (¿Quién debe negar su identidad para su-
marse a los ganadores, en caso de tener una posibilidad semejante?)
¿Quién tiene más posibilidades de continuar aceptando una posición subordinada y de explotación dentro de la sociedad (debido a su in- clusión dentro de un grupo oprimido)?
De las quince propuestas que a continuación se detallan, las nú- mero 1, 2 y 3 son comunes a todas las posiciones ideológicas, y debi- do a esta cuasiuniversalidad no habré de desarrollarlas in extenso. Las
4 y 5 son también ampliamente compartidas, aunque las distintas re- tóricas les conceden distintos grados de importancia. Las últimas diez
—de la 6 a la 15— son específicas de la izquierda radical.
El currículum de la FID debe incluir:
1. Habilidades y competencias necesarias dentro del aula. Además de un co- nocimiento profundo de los contenidos básicos, los docentes en for- mación necesitan desarrollar habilidades reflexivas respecto del aprendizaje, la enseñanza, el manejo de la clase y cómo motivar a to- dos sus alumnos para que aprendan. Necesitan también desarrollar habilidades que les permitan evaluar estándares y exigir, tanto como facilitar, lo mejor para todos sus alumnos (tal como establecen las ac- tuales circulares del Departamento de Formación Docente británi- co).
Debe prestarse mucha atención a lo que tienen para decir el maestro en formación, los maestros recién graduados, los directi- vos y los supervisores respecto de la adecuación de los distintos as- pectos del currículum de la FDI. Dado que la información acerca de los docentes en formación y los recién graduados sólo hace re- ferencia a cursos validados por y diseñados para satisfacer los cri- terios gubernamentales de 1989, más permisivos que los actuales, se registran serios problemas en lo concerniente a la preparación de los estudiantes para aspectos de la diversidad tales como la en- señanza de niños con necesidades educativas especiales, presentes en casi todas las escuelas del país (Blake y Hill, 1995). Los datos más recientes muestran una insatisfacción generalizada respecto de la enseñanza de los niños de la clase trabajadora y los grupos étnicos diversos o minoritarios (Hill, 2005a).
2. Conocimiento de la materia. Obviamente, los maestros necesitan saber de qué están hablando y qué desean que aprendan sus alumnos.
3. Desarrollo de habilidades analíticas e intelectuales acordes al nivel supe- rior. Esto supone que los maestros sean capaces de actuar y pensar como un graduado universitario.
4. Otorgar un papel central en la FID a las instituciones de educación supe- rior, oponiéndose a los trayectos profesionales total o fundamentalmente ba- sados en las escuelas. Las instituciones de educación superior son las más capacitadas para desarrollar las perspectivas teóricas antes es- bozadas, permitiendo a los docentes en formación interrelacionar la teoría y la práctica de modo tal que se informen mutuamente.
5. Aceptación de distintas trayectorias profesionales de formación docente, que respeten la calificación de grado para el docente y los principios antes men- cionados. Mientras se respeten los principios antes mencionados — entre ellos, la necesidad de una formación de grado— debe per- mitirse una amplia variedad de trayectos hacia la educación. Los trayectos que conducen a la práctica docente constituyen un pro- blema táctico, sujeto a estas consideraciones de los principios.
6. Un compromiso real con el desarrollo de la dimensión ético-moral de la re- flexión crítica y la preocupación de la izquierda radical por la igualdad, relacionada con el trabajo por la justicia económica y social y por el reco- nocimiento de la interconexión existente entre ambas. Si las políticas des- tinadas a garantizar la igualdad de oportunidades se limitan a la celebración de la diversidad subcultural y al establecimiento de modelos positivos y no-estereotipados, sin considerarse a sí mismas parte del desarrollo de un metarrelato de justicia e igualdad so- cial, cabe considerarlas, en esencia, conservadoras, en tanto no se- rán capaces de desafiar el statu quo económico, político y social, basa- do en la estratificación y la explotación de clase, racial, sexual y de las incapacidades físicas. Por ello, la izquierda exige que la formación docente (y la escolaridad) sean socialmente igualitarias, antirracistas y antisexistas, y que además pongan en crisis cualquier otra forma es- tructural de desigualdad y discriminación, como aquellas basadas en la sexualidad y las discapacidades.22
22 Véase Hill 1991b, 1994a, 1997b; también Cole, 2004b.
Tal perspectiva tiene el mérito, además, de poner en relieve la naturaleza parcial, y por ende ilusoria, de la justicia económica y social tal como se las entiende dentro del antiigualitario sistema económico capitalista. Desde ya, los sistemas capitalistas hacen es- casa referencia a la justicia económica, siguiendo los designios fundamentales del capitalismo.
7. Información sobre las distintas cuestiones relacionadas con el problema de la igualdad: racismo, sexismo, desigualdad de clase y homofobia, así como también discriminación y prejuicios existentes contra las personas con dis- capacidades y necesidades especiales. Muchos maestros y docentes en formación simplemente ignoran la existencia de este tipo de infor- mación respecto de la relación entre la educación y la sociedad o acerca del impacto que la subcategorización individual y la discri- minación estructural tienen en las vidas, en la educación y en las oportunidades que se ofrecen a los niños dentro del aula, en las escuelas y en la sociedad. Esto resulta particularmente cierto res- pecto de los maestros entrenados o educados con las regulaciones implementadas por el Partido Conservador en 1992 y 1993, así co- mo también con las actuales regulaciones del Nuevo Laborismo (ligeramente más benévolas).
Es preciso destinar módulos y unidades conceptuales al proble- ma de la equidad y la igualdad de oportunidades.23 Como bien se- ñala Gaine (1995), estos asuntos deben ser firmemente incorpora- dos a la agenda de la formación docente y no sólo deslizarse disimuladamente en distintos espacios. Es preciso enfrentar de manera holística los problemas de la equidad y la igualdad de oportunidades en dos sentidos. Por un lado, conceptualmente, co- mo parte de un programa holístico e igualitario que relacione las distintas formas de opresión; por el otro, desde la organización, como parte de los cursos de formación y entrenamiento docente en los que deben aparecer unidades de estudio destinadas a la in- formación, la teoría y la política en general. Como señalan Kin- cheloe y otros (2000), los maestros radicales deben traspasar las normas educativas blancas, anglosajonas, de clase media y hetero-
23 Véase Hill, 1989, donde se exponen dos cursos de este tipo a fines de los años noventa, en dos instituciones distintas: el instituto de Educación Superior West Sussex, a cargo de Dave Hill, y el Politécnico de Brighton, implementados por Mike Cole. El último de éstos fue criticado por Margaret Thatcher (Thatcher, 1993).
sexuales y animarse a explorar los conocimientos subyugados de las mujeres, los grupos minoritarios y aborígenes.
8. Una aproximación holística y de clase a los problemas de la justicia social y económica dentro del currículum. Es preciso entender que la “raza”, el género, la clase social, la sexualidad, las discapacidades y las nece- sidades especiales forman parte de una comprensión general de la justicia social y económica dentro de los cursos de formación docente. En la práctica, las desigualdades pueden ser multidi- mensionales, y el impacto de cada una de ellas, repercutir sobre las demás. Debe cuestionarse la productividad de atender a sus ne- cesidades por separado. Sin embargo, no debe ignorarse el hecho de que las desigualdades y las distintas formas de opresión pueden ser claramente unidimensionales (como ocurrió, por ejemplo, con las prácticas conocidas en los años ochenta bajo los nombres de gay-bashing y Paki-bashing).24 Si bien esta terminología ya no tie- ne un empleo tan amplio como entonces, aún resulta evidente que las personas pueden ser y son atacadas y asesinadas debido a características tales como su femineidad, en los crímenes sexuales, o a su orientación sexual o pertenencia étnica, tal el caso de los “crímenes de odio”.
No obstante, debiera prestarse atención a los vínculos existen- tes, por ejemplo, entre la discriminación racial y la discriminación de la clase trabajadora, de modo tal que el antirracismo y el mul- ticulturalismo puedan conducir hacia (y verse influidos por) el “anticlasismo” y el antisexismo. Muchos maestros pueden sustituir la palabra y el concepto de “raza” por el de “clase” (o “sexo”) en su lista de estereotipos, así como también en las políticas concer- nientes a la igualdad de oportunidades, las actividades que eligen impartir en clase o las opciones disponibles para los alumnos en la educación media. Dentro del aula, al controlar los libros de texto empleados, también puede remplazarse el concepto de “raza” por el de “sexo” o “clase”.
Del mismo modo, así como es posible prestar atención a la distin- ta cantidad de tiempo y a los distintos tipos de respuesta que los
24 Originadas en la jerga skinhead (neonazi), las expresiones gay-bashing y Paki- bashing se generalizaron entre la juventud británica y canadiense durante los años ochenta para designar arbitrarias golpizas propinadas en grupo a personas supuesta- mente homosexuales o de origen pakistaní. [T.]
maestros dan a niños y niñas dentro de la misma clase, las mismas técnicas de observación podrían aplicarse a la “raza”, la clase social, las discapacidades y la sexualidad juvenil. Esto no supone, de suyo, que todos los niños debieran invertir igual cantidad de tiempo al do- cente. La igualdad en el trato pasa por alto el hecho de que los ni- ños con mayores necesidades requieren de mayor atención. En rea- lidad, la igualdad en el tiempo destinado a cada alumno es antitética con la igualdad de oportunidades y con las políticas de equidad.
En el marco de esta sensibilización hacia las desigualdades, es preciso comprender que, dentro del sistema económico capitalis- ta y sus aparatos educativo, legal y demás, la explotación adquiere un sesgo esencial y preeminentemente clasista. Tal como varios de los capítulos de este libro señalan, la clase social constituye la for- ma de opresión estructural por excelencia dentro de la sociedad capitalista. Ella es la característica inevitable y definitoria de la ex- plotación capitalista; no así las demás formas de opresión, que por más funcionales que sean a ésta, no resultan esenciales a su natu- raleza y continuidad. Por ende, dentro del currículum de la FDI (y en todo lugar donde los maestros pudieran abrir espacios, ya sea en la escuela, la educación informal, la educación de adultos o la educación carcelaria), la existencia de variadas y múltiples formas de opresión y la similitud de sus efectos sobre los individuos y comu- nidades que las padecen no deberían servir para ocultar o descuidar un análisis (y la consecuente acción social y política) que reconozca la centralidad estructural de la explotación y el conflicto de clases.25
Como señala McLaren (2001), “la clave en esto no es privilegiar la opresión de clase por encima de otras formas de opresión, sino advertir el modo en que las relaciones de producción capitalista ofrecen el sustrato del que emergen otras formas de opresión” (p. 31). Por ejemplo, acerca de una movilización en apoyo de la acción afirmativa, McLaren advierte que:
Todos los oradores que censuraban la prohibición de la acción afirma- tiva pusieron el acento en el problema de la raza, pero ninguno men- cionó la clase social. La mayoría de los oradores estructuró su postura
25 Véase, por ejemplo, Hill, 1999b, 2001a, 2001e, 2002a; Sanders, Hill y Hankin,
1999; Aguirre, 2001; Hill y Cole, 2001; Cole, Hill, McLaren y Rikowski, 2001; Rikows- ki, 2001a, 2001b, 2001d; Hill, Sanders y Hankin, 2002; McLaren y Farahmandpur,
2002a, 2002b; McLaren y Rikowski, 2001; Rikowski y McLaren, 2001.
desde una perspectiva antirracista y antisexista, sin establecer cone- xión alguna con las características intrínsecas del capitalismo […] Las relaciones de clase quedaron desplazadas por las cuestiones de las po- líticas de la identidad. Un análisis más profundo hubiera debido iden- tificar el vínculo decisivo entre la prohibición de la acción afirmativa y la actual intensificación de la explotación capitalista, así como tam- bién sus ataques contra la clase trabajadora (citado en Rikowski y McLaren, 2001, p. 34).
McLaren y Farahmandpur (2001a, p. 299)sostienen que “reco- nocer el ‘carácter clasista’ de la educación en la escolarización ca- pitalista, y defender una ‘reorganización socialista de la sociedad capitalista’” son dos principios fundamentales de una pedagogía crítica revolucionaria.
Al hacer estos señalamientos, no dejo de ser consciente de la existencia de distintos niveles de verdad (sin por ello caer alegre- mente en el paralizante y acrítico relativismo modernista o en un relativismo posmodernismo liberal ultra-pluralista). Como bien se- ñala Allman (1999) existen, en principio, verdades metatranshis- tóricas; aquellas que “parecen atravesar la totalidad de la historia humana” (p. 136). A continuación, hay verdades transhistóricas, que han sabido mantenerse hasta la fecha pero posiblemente po- drían verse invalidadas en el futuro. En tercer lugar, hay verdades históricamente específicas de una formación histórica en particu- lar, como, por ejemplo, el capitalismo. Éste era el tipo de verdades que más interesaba a Marx al analizar la sociedad capitalista. Por último, hay verdades coyunturalmente específicas, proposiciones que sólo tienen validez dentro de una fase específica de la evolu- ción de una formación social dada, tales como la información de actualidad y los asuntos específicos, que resultan inconsistentes en mayor o menor grado, si bien puede no ocurrir lo mismo con el modo en que se las analiza. Claramente, una relación dialógica y dialéctica entre los educadores críticos y los maestros conduciría a un currículum negociado en detalle.
9. Habilidades para enfrentar comentarios e incidentes clasistas, homofóbi- cos, racistas y sexistas en distintos niveles, ya sea dentro del aula como en la institución misma. En este caso resulta fundamental abordar otros tipos de abuso, tales como la subcategorización y el maltrato físico debidos a la forma corporal, y sus nocivos efectos sobre el
aprendizaje, las vidas y la felicidad de los alumnos. (Existe, no obs- tante, el peligro de que las políticas antiabuso generalizadas indi- vidualicen el problema negando aspectos estructurales tales como el racismo, el sexismo, la clase social y la sexualidad.)
10. El desarrollo, dentro de las instituciones, de foros abiertos de justicia so- cial, donde los alumnos y el personal puedan debatir en un ambiente de confianza y apoyo. Se trata de una forma adicional de aprendizaje, donde el desarrollo personal del individuo se produce por medio del intercambio de ideas y experiencias. Los maestros aportan su conocimiento no sólo por transmisión (si bien este medio suele ser parte del repertorio de métodos de enseñanza del docente), sino también por interlocución, valorando y respetando las con- tribuciones individuales. La instauración de estos foros podría conducir a un clima de legitimación de las “voces”, los niveles de conciencia y las experiencias individuales. Tales “voces”, no obs- tante, debieran estar sujetas a la interrogación crítica, y no ser aceptadas acríticamente.26
11. Crítica de los distintos abordajes e ideologías acerca de la educación, la for- mación docente y la organización social y económica. Esto debiera in- cluir el desarrollo de habilidades para examinar críticamente la naturaleza del currículum, el currículum oculto y la pedagogía, la escolaridad, la educación y la sociedad, permitiendo a los docen- tes en formación advertir y poner en jaque las ideologías subya- centes a la selección de conocimiento que se les pide que adquie- ran e impartan a lo largo de todo el currículum. En última instancia, según señalan McLaren y Baltodano (2000), los cursos de FDI debieran “situar el proceso de escolarización en sus contex- tos políticos y socioeconómicos locales y globales, analizando las relaciones entre ambos” (p. 43).
Esto debiera incluir el estudio de las distintas ideologías que hoy existen en educación (el socialismo, el marxismo, la socialde- mocracia, el progresismo liberal, el neoconservadurismo, el neo- liberalismo, el Nuevo Laborismo, la “tercera vía” y sus respectivas expresiones políticas). En relación con ellas, debiera incluir tam-
26 Véanse Cole, Clay y Hill, 1990; Cole y Hill, 1999, 2002; Sanders, Hill y Hankin,
1999; Kincheloe, Slatter y y Steinberg, 2000; McLaren y Farahmandpur, 2001a, 2002a; Hill, Sanders y Hankin, 2002; Cole, 2003, 2004a.
bién la comprensión y el análisis del antirracismo, del multicultu- ralismo y el asimilacionismo; el análisis marxista de las clases so- ciales y el concepto de una sociedad sin clases, así como también la movilidad social meritocrática o la estratificación y la reproduc- ción elitista; el antisexismo, el nosexismo, y también el sexismo. Además, debieran abordarse los distintos modos de confrontar las cuestiones ligadas a las discapacidades físicas y los asuntos especí- ficos de las comunidades gay, lésbica y bisexual.27
12. El desarrollo del conocimiento y las habilidades necesarios para examinar críticamente la naturaleza ideológica de la enseñanza y del trabajo docen- te. En este punto, los docentes en formación debieran desarro- llar una comprensión del papel que pueden desempeñar los maestros en la transformación de la sociedad. Según sugiere Ha- rris (1994), esto es tan así que mientras los maestros retengan cierta capacidad de acción crítica en el área de la transmisión del conocimiento:
Serán capaces de adoptar la función de intelectuales…, resistiéndose así a convertirse en meros gestores de una serie de actividades diarias impuestas desde el exterior de la escuela, y de redefinir su función dentro de una práctica contrahegemónica. Por medio de su discurso y práctica de intervención en las determinaciones políticas e ideológicas de la escolaridad, los maestros podrán promover la distribución del poder, la autonomía y la democracia (p. 115).
13. El desarrollo paralelo, y no consecutivo, de la reflexión crítica, a lo largo y desde el principio de los cursos de FID. Los expertos en formación do- cente difieren en su concepción respecto de los niveles o espacios de reflexión que constituyen un punto de partida adecuado para la reflexión de los alumnos sobre el proceso de aprender-a-ense- ñar. Comentaristas tan diversos como Claderhead y Gates (1993) y la Circular 9/92 del Departamento de Educación del gobierno británico (DFE, 1992) asumen o sostienen que los tres niveles de
27 Véase el sitio web del Instituto de Estudios sobre Políticas Educativas (www.iep- s.org.uk) para un ejemplo de módulos de grado y posgrado con el potencial de desa- rrollar la educación crítica. Los mismos fueron codesarrollados por Dave Hill y Glenn Rikowski en el University College de Northampton, Gran Bretaña. Allí se exponen los propósitos, contenidos, procedimientos de evaluación y bibliografía.
reflexión deben desarrollarse en orden secuencial: es decir, que la práctica de la reflexión contexto-situacional, e incluso de la re- flexión crítica, debe reservarse para aquellos maestros que ya han alcanzado las habilidades técnicas y prácticas, así como también las habilidades de reflexión.
Según mi parecer, los tres o cuatro años que exige la forma- ción profesional de un docente ofrecen el tiempo suficiente. Por otra parte, con un apoyo adecuado (como el que planteo en la propuesta siguiente), los componentes basados en la escuela de los cursos de la formación inicial docente pueden ofrecer un es- pacio más propicio de inmersión en las prácticas de enseñanza y aprendizaje, facilitando, organizando y alentando la aplicación de la teoría en la práctica y de la práctica en la teoría.
No es posible dejar la “teoría del aprendizaje”, la “teoría crí- tica” o las cuestiones referidas al contexto social de la escolariza- ción para el “entrenamiento postinicial”, ya que muchos maestros recién recibidos jamás recibirán ningún otro tipo de entrena- miento postinicial que las actividades de educación en servicio, y estos tipos de entrenamiento resultan abrumadoramente instru- mentales y técnicos (destinados fundamentalmente a explicar có- mo “implementar” y evaluar el Currículum Nacional). Si las cues- tiones contextuales, teóricas, de justicia económica y social e igualitarias no se estudian durante la formación docente inicial, es posible que esto jamás ocurra.
La inserción docente presenta distintas fases. Como señalan Stronach y Maclure (1996), todo maestro principiante atraviesa una fase donde se le inculcan los valores e ideales de sus cursos de FID (la fase idealizada de la competencia). A esto sigue una fase de “copiar o imitar las competencias”, “encajar” dentro de la cultura escolar, de preocuparse por la disciplina y de negociar una iden- tidad con los alumnos y maestros de las escuelas. La tercera fase, una vez que el nuevo maestro se ha “establecido” y quedan de la- do los asuntos disciplinarios y de control, es la fase de la “compe- tencia realizada”, donde “a menudo se advierte la emergencia de un conjunto de creencias asombrosamente firmes respecto de la naturaleza de la educación, cómo son los niños y por qué los es- tándares son como son” (p. 81).
También Whitty (1996), realizando un informe sobre los avances del grupo de trabajo sobre las competencias de la FDI del Departamento de Educación de Irlanda del Norte, aborda el
problema de las fases del desarrollo de competencias. Su conclu- sión es que debiera concederse una importancia decisiva a “el co- nocimiento de los debates contemporáneos acerca de la educa- ción”, “la comprensión de las escuelas como instituciones y su lugar dentro de la comunidad” y “la conciencia de la importancia de una reflexión crítica informada a la hora de evaluar la propia práctica profesional” en la formación docente inicial, sin por ello dejar de desarrollarse también durante la Formación Profesional Avanzada y también durante la inserción laboral (pp. 91-92).
14. Objetivos curriculares sustancialmente prestablecidos, más que negociados. Calderhead y Gates (1993) plantean dos preguntas fundamentales: ¿debe un programa de enseñanza verdaderamen- te reflexivo tener contenidos predeterminados o éstos deben ser negociados? ¿Cómo conciliar el propósito de desarrollar áreas particulares de conocimiento, actitudes y habilidades con el pro- pósito de alentar la autonomía y la responsabilidad profesional? Se trata de dos cuestiones cruciales en buena parte de las críticas que los posmodernistas, las feministas posmodernas y los pluralis- tas liberales hacen del concepto del maestro como intelectual transformador crítico. Constituyen también elementos clave de las críticas posmodernas contra el análisis y las políticas educativas marxistas de clase, transformadoras y solidarias. Hacen referencia a la tensión entre el desarrollo de la autonomía del docente en formación por un lado, y el intento de desarrollar una ideología particular por el otro. Liston y Zeichner (1991) advierten un giro histórico significativo en su importancia dentro de la izquierda:
En varias oportunidades, se ha prestado atención a los contenidos de los programas, la habilidad del análisis crítico y el desarrollo curricu- lar, la naturaleza de las relaciones pedagógicas entre docentes y alumnos y entre formadores de docentes y los docentes en formación o en la conexión entre la formación docente y otros proyectos políti- cos que buscan enfrentar las distintas instancias del sufrimiento y la in- justicia en nuestra sociedad (p. 33).
El nudo del debate es si la “pedagogía democrático participa- tiva” debiera tipificar un curso o no. Es posible argumentar que la aplicación intensiva del método de trabajo en pequeños grupos de colaboradores, basado en la discusión y en la propia experien-
cia, que fuera típico de la escolarización y la formación docente primaria “alumnocéntrica” durante los años setenta y ochenta en Gran Bretaña, entorpecería el desarrollo de la amplia gama de aprendizajes teóricos propuestos en este capítulo. Por ende, si- guiendo los principios de la izquierda aquí esbozados, los objetivos de los cursos de formación docente, si no los contenidos destina- dos a alcanzarlos, deberían ser sustancialmente predeterminados (desde ya, luego de un debate nacional y tomando en cuenta las necesidades particulares de los estudiantes en cualquier coyuntu- ra histórica particular).
Esta propuesta aspira a la formación de un intelectual orgáni- co, no el didáctico. Como bien advierte Rikowski (2001e):
Cuando se trata de formar intelectuales orgánicos, la meta no es “de- cirles a las personas qué deben pensar”, sino permitirles pensar con claridad; brindarles las herramientas (capacidad crítica de leer y escribir en primer lugar) que les permitan abordar la acción cultural incorporando el ejercicio de la conciencia crítica (dialéctica) orien- tada hacia la transformación social (p. 63).
Más aún, los intelectuales transformadores deben enfrentar la autocrítica, sobre todo en lo concerniente a la formación de una unidad dialéctica con los alumnos y demás docentes que sea no- antagónica, con el fin de ayudar a las personas a abandonar sus “concepciones concretas del mundo (su praxis limitada)… [hacia]… una conceptualización crítica, científica o, en otras pa- labras, dialéctica (Allman, 1999, p. 115).
15. Aplicación de la evaluación crítica a la práctica y a la experiencia basa- da en la escuela. La teoría puede ofrecer los aparatos analíticos y conceptuales necesarios para reflexionar acerca de la práctica en las escuelas y en las aulas, dentro del currículum formal y del ocul- to, al mismo tiempo que la práctica puede brindar oportunidades para poner a prueba y asimilar la teoría.
Dado que las regulaciones del gobierno conservador británico de 1992 y 1993 para la formación y actualización docente (DFE,
1992, 1993) demandaron un mayor hincapié en la escuela dentro de los cursos de FID y fomentaron el desarrollo continuo de programas de FID con base en las escuelas, la desteorización de la educación docente por medio del acento puesto en la prácti-
ca desprovista de teoría constituye un problema fundamental pa- ra el desarrollo de una enseñanza eficaz, de habilidades, una con- ciencia y una enseñanza críticas y de una pedagogía crítica revo- lucionaria transformadora.
CONCLUSIÓN: POLÍTICAS DE LA TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA
Aquellos argumentos según los cuales vivimos en una era poscapita- lista, postindustrial o posmoderna pueden ser fácilmente refutados, al igual que ocurre con el argumento de la derecha (planteado de un modo ligeramente distinto por los gobiernos del Partido Conserva- dor y del Nuevo Laborismo), según el cual, el único futuro posible de la humanidad se reduce a la aplicación de la economía de libre mercado en todas las sociedades del mundo. Aún resulta viable una reorganización de izquierda de las sociedades global y nacionales (así como también de sus aparatos educativos), comprometida con la igualdad y la justicia social y económica (véase, por ejemplo, McLa- ren, 2000, 2001).
Los modelos de la derecha radical, a pesar del barniz socialdemó- crata que les ha aplicado el Nuevo Laborismo, resultan totalmente irrelevantes para este propósito. Necesitamos que la escuela y la for- mación y actualización docente contribuyan al cambio de las prácticas mismas, no a su aceptación y reproducción. Por ende, debemos enfa- tizar la necesidad de desafiar y remplazar las culturas neoliberales y neoconservadoras dominantes, no en reproducirlas y reforzarlas. La ideología sobre la escuela, el entrenamiento y la FDI de derecha y de centro están actualmente al servicio de una sociedad que sólo busca la hegemonía de unos pocos y la consolidación de sus privilegios, no la promoción de la igualdad y la justicia social y económica.
Al respecto, Paula Allman (2001) advierte:
El abordaje de la educación crítica que defiendo en mis publicaciones es un abordaje que procura permitirle a las personas tener una experiencia a es- cala de relaciones sociales proalternativa y contrahegemónicas. Se trata de fomentar relaciones sociales dentro de las cuales las personas puedan aprender a “leer” el mundo críticamente y a vislumbrar un futuro posible pa- ra la humanidad, fuera del horizonte del capitalismo (p. 13; véase también Allman, 1999).
Formadores docentes y trabajadores de la cultura de distintas pers- pectivas políticas e ideológicas seguramente estén de acuerdo con va- rias de las propuestas de este capítulo. Quizá no coincidan con la fun- ción explícitamente emancipatoria, crítica y transformadora que se adjudica a los formadores docentes, la educación y la escuela en pro de la igualdad y la justicia social y económica. No obstante, dicha función, así como también la función de los formadores docentes y de los maestros como intelectuales (y no como simples mecáni- cos o técnicos de la educación), resultan necesarias para el desa- rrollo de una ciudadanía crítica, activa y cuestionadora —reflexiva y perceptiva, además de meramente entrenada en diversas habilida- des—, capaz de luchar por una sociedad democrática, antiautorita- ria, socialmente responsable y social y económicamente justa.
Buena parte de la izquierda desertó de la batalla ideológica durante las ofensivas mediáticas y políticas neoliberales, así como también du- rante los intentos de los gobiernos, dentro del país y a nivel mundial, de fortalecer su control y hegemonía sobre la escuela y los aparatos ideo- lógicos del estado escolares. Como señala McLaren (2001), “parte del problema que enfrenta hoy la izquierda educativa es que incluso entre los educadores progresistas existe una ominosa resignación, producto de la aparente inevitabilidad del capital” (p. 28). Esto se aplica a la cau- tela con que los antiguos escritores, pedagogos e ideólogos de izquier- da británicos y estadunidenses se retiraron de la vanguardia cultural y educativa durante los años setenta y ochenta. Es una característica de la política y el análisis educativo, así como también de otros ámbitos polí- ticos, que nos ha llevado al Nuevo Partido Laborista de Tony Blair.
Reconozco y no desestimo las limitaciones que puedan tener la capacidad de acción y la autonomía de los maestros, los formadores docentes, los trabajadores de la cultura, de sus posiciones y, de he- cho, la muy limitada autonomía de la región política educativa de es- tado respecto de la economía. McLaren y Baltodano (2000) advier- ten (respecto de California en particular, pero creo que su observación bien puede extenderse a otros ámbitos) las “crecientes restricciones sobre la posibilidad de los maestros de emplear sus es- pacios pedagógicos para propósitos emancipatorios” (p. 34). De allí que personalmente conceda menos crédito que Ball (1994a, 1994b) y Smyth y Shatlock (1998) a la idea de que los maestros, y los forma- dores docentes, son capaces de “coescribir” textos tales como el cu- rrículum y las circulares de evaluación (véase Hill, 2001a; Evans, Da- vies y Penney, 1994).
Las cartas represivas que tienen en sus manos los aparatos ideoló- gicos del estado conspiran contra las posibilidades de un cambio transformador por medio de la formación docente inicial y la escolari- dad. Pero así ha sido, por lo general, tanto histórica como internacio- nalmente. No obstante, los espacios de lucha contrahegemónica exis- ten; a veces (como en los años ochenta y noventa) son más estrechos, otras veces (como en los sesenta y setenta), más amplios.
Habiendo reconocido las limitaciones, entonces, pero también la existencia de al menos cierta posibilidad de cambio transformador, debemos aprovechar cualquier espacio que se nos presente… y crear otros, forzar la apertura.
Por su propia cuenta, divorciados de los demás ámbitos de la lu- cha progresista, los movimientos organizativos e ideológicos que procuren una transformación socialista tendrán un éxito limitado. Necesitamos llevar el debate activo tanto desde como dentro de la izquierda más allá de los límites de las estructuras y procesos de la educación formal, los aparatos ideológicos del estado escolares. Pero necesitamos más que eso. Esto requiere de un compromiso crítico di- recto con las ideologías y programas liberal-pluralistas (modernistas o posmodernistas) y de la derecha radical en todas las áreas del esta- do y de la sociedad civil, dentro y a lo largo de todos los aparatos ideológicos y represivos del estado. Requiere de compromiso cívico.
En tanto trabajadores intelectuales educando maestros, la inter- vención ideológica de los formadores docentes puede tener un im- pacto mayor que el de otras secciones de la fuerza de trabajo menos di- rectamente comprometidas con la producción y la reproducción ideológica. Pero por sí misma, la actividad de los formadores docentes intelectuales y críticos, sin importar cuán ingeniosa y comprometida sea, no habrá de tener más que un impacto extremadamente limita- do en la transformación de la sociedad. A menos que se vincule con una gramática de la resistencia (Cole, 2004c), esta actividad con- trahegemónica de resistencia probablemente caiga en un suelo rela- tivamente estéril. Según sugieren McLaren y Baltodano (2000):
La reivindicación de las escuelas y de la formación docente como espacios de lucha cultural, así como también de la educación en general como un ve- hículo de la transformación social en tiempos conservadores y capitalistas, supone la organización de los padres, los alumnos y la comunidad. Asume que la sociedad necesita desarrollar educadores críticos, activistas comuni- tarios, intelectuales orgánicos y maestros cuya lucha por la justicia social
sea capaz de iluminar sus prácticas pedagógicas (p. 41; véanse también Ri- kowski, 2001e; McLaren y Farahmandpur, 2002a; Rikowski y McLaren, 2001; Cole, 2004c).
Al mantener en alto los ideales de la pluralidad de pensamiento, de la justicia social y económica y del disenso, los maestros, los forma- dores docentes y la comunidad deberán resistir el secuestro ideológi- co de nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Los maes- tros y formadores docentes son elementos demasiado valiosos en lo que hace a la educación de los niños y alumnos como para tolerar las charlatanas panaceas de los medios masivos de comunicación y los sesgados programas gubernamentales que intentan convertirlos en funcionarios acríticos del estado conservador, así como también de la sociedad y del sistema educativo esencialmente antiigualitarios e inmorales reproducidos por el estado capitalista y sus aparatos.
Las perspectivas delineadas en este capítulo, desde una posición de izquierda, se basan en la creencia de que los maestros no sólo de- ben ser técnicos y competentes dentro del aula, sino también inte- lectuales críticos, reflexivos y transformadores; es decir, que deben operar en el nivel de la reflexión crítica.
Los docentes deberíamos permitir y alentar a nuestros alumnos, ya sea en Gran Bretaña, Estados Unidos, Brasil, India o donde fuera, a obtener no sólo un conocimiento y unas habilidades básicos y avan- zados, sino también la capacidad de cuestionar, criticar, analizar y evaluar “de qué se trata”, “qué efectos tiene” y “por qué”, así como también a prestar atención e informarse acerca de la igualdad y la jus- ticia económica y social, tanto en la vida fuera del aula como entre las paredes de la escuela. Rikowski (2002c) describe a estos educado- res radicales como aquellos “que defienden la educación como par- te de una transformación social anticapitalista”.
Como dice McLaren (2001):
Nosotros, en tanto educadores radicales ¿debemos ayudar al capital a salir de la crisis o debemos ayudar a los alumnos a salir del capital? Si logramos lo pri- mero, no haremos otra cosa que darle tiempo a los capitalistas de adaptarse tanto a sus víctimas como a sus críticos. Si tenemos éxito en lo segundo, por el contrario, determinaremos el futuro de la civilización, o en realidad si te- nemos una o no (p. 31).
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DAVE HILL
En el presente capítulo, establezco ciertos principios y propuestas políticas igualitarios y progresistas, con el fin de conformar un manifiesto demócrata-marxista para la escolarización y la formación docente hacia la justicia económica y social. Éste se basa en un marco teórico demócrata-marxista1 y en el análisis estructuralista neo-marxista.2
Reconozco las limitaciones estructurales que los aparatos represi- vos e ideológicos del estado, actuando en favor del capital, imponen a las iniciativas progresivas y socialistas. No obstante, este capítulo propone un cambio trasformador por medio de la formación docen- te, por medio de la escuela y de la educación, por medio de todos los trabajadores de la cultura que operan dentro de los aparatos ideoló- gicos del estado escolares, así como también dentro de los medios masivos de comunicación y por parte también del más amplio contex- to social. En el presente capítulo, sugiero una serie de principios espe- cíficos y un programa que permitan a los educadores críticos y socialis- tas combatir contra la derecha radicalizada. A lo largo de éste, analizo a la derecha tal como se manifiesta tanto en sus versiones más conser- vadoras como en la nueva socialdemocracia (La “tercera vía”: en Gran Bretaña, el Nuevo Laborismo; en Estados Unidos, el “clintonismo”).
PRÓLOGO: LA INFLUENCIA DE PETER MCLAREN EN MI PENSAMIENTO
Mi trabajo de escritura se ha visto influido por los desarrollos de la crítica marxista de Peter McLaren. En este proceso puedo distinguir cuatro fases. La primera, de 1989 a 1991, tuvo lugar una vez que yo cesara en mis funciones como representante electo del Partido Laborista y delegado sindical regional. (Esta decisión se debió a un dete- rioro auditivo; hoy en día, tengo una pérdida auditiva parcial.) Con- cluía así un periodo de 25 años como líder sindical y local del Parti- do Laborista.3 Buena parte de los años sesenta, setenta y ochenta, la pasé como activista en las calles y en huelgas con los compañeros do- centes y de otros sindicatos. Durante mucho tiempo fui obrero de la construcción, como todos los hombres de mi familia. De hecho, has- ta los treinta años trabajé parcialmente con mi padre y mis hermanos en varias obras (relaciones sociales, regímenes de trabajo y capitales culturales muy distintos de los que ponía en juego mi trabajo docen- te). Fui miembro activo del Partido Laborista de Brighton, que hasta los años ochenta todavía tenía en su seno una fuerte corriente socia- lista.4 El fin de los años setenta y todo el decenio siguiente fueron, para mí, un periodo de activismo organizacional y callejero, dentro de la Liga Antinazi antirracistay en las líneas de lucha de varias huel- gas sindicales. Pero perdí demasiado de mi capacidad auditiva como para continuar en las cámaras de representantes.
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1 Junto a otros, he esbozado los principios y la política de la izquierda para la es- colarización y/o la Formación Docente Inicial en Hill, 1989, 1990, 1991a, 1994a,
1994b, 1997b, 2000d, 2001d; Hill, Cole y Williams, 1997; Cole, Hill, Soudien y Pease,
1997; Grupo Hillcole, 1991, 1997.
2 Éste puede consultarse en Hill, 2001a, 2004f, Cole, Hill, McLaren y Rikowski,
2001.
3 En 1961, a los dieciséis años, ya me había sumado al Partido Laborista y había or- ganizado y guiado mi primera manifestación. Ésta fue en contra del accionar estadu- nidense respecto de la crisis de los misiles cubanos. Luego, en los años setenta y ochenta, organicé manifestaciones de menor y mayor alcance contra el “recorte” del gasto público, contra los fascistas, el racismo y el apartheid y a favor del mejoramien- to de los servicios educativos. En aquella época creía, y todavía creo, en el activismo callejero (la acción directa organizada) tanto como en los foros parlamentarios. En una última etapa, fui dos veces candidato del Partido Laborista al Parlamento y con- sejero de la ciudad y líder del Partido en el Consejo Municipal por varios años, duran- te los ochenta, a veces (si bien pocas) con poder político real. Me mantuve también activo como secretario local o representante de las ramas de mi sindicato local duran- te más de veinte años, a veces como delegado regional.
En 1989 abandoné la política partidaria, pero proseguí la acción sindical como re- presentante oficial y delegado regional (del sudeste inglés) por cierto tiempo.
4 Desde su fundación en 1901, el Partido Laborista británico fue una amalgama de
socialdemócratas, socialistas, marxistas y organizaciones y representantes sindicales, que forman parte orgánica y organizativa del partido. Dentro de él, la suerte de la iz- quierda socialista ha tenido varios altibajos. Alcanzó la cima en 1981 cuando el líder de la “izquierda dura”, Tonny Benn, estuvo a poco de ganar la elección como líder del partido. En los años ochenta, aquellos a quienes la prensa conservadora llamaba des- pectivamente “los fanáticos de izquierda”, pero la izquierda llamaba “buenos socialis- tas”, controlaban varias secciones del Partido Laborista y de los ayuntamientos de las ciudades, así como también autoridades educativas.
Con la victoria de Tony Blair como líder del “Nuevo Laborismo” en 1994, la izquier- da alcanzó quizá su punto más débil en toda la historia del partido. Esto ha ido cambian- do lentamente con el cambio de siglo/milenio, advirtiéndose la reemergencia de las vo- ces socialistas dentro del partido y la elección de varios ejecutivos nacionales y líderes sindicales de izquierda, votados por los miembros de los sindicatos hartos de la agenda proempresaria, proprivatización y proguerra en Iraq de Tony Blair y el Nuevo Labo- rismo (Murray, 2003).
Desde entonces, decidí luchar por mis ideales socialistas y de iz- quierda desde el trabajo teórico y docente. Esto no sólo supuso la escritura sino también la escritura en colaboración, estableciendo (con Mike Cole) el Grupo Hillcole de Educadores de Izquierda en Gran Bretaña5 y un Instituto de Estudios sobre Política Educativa independiente.6 Decidí también proseguir el doctorado, con un análisis marxista de la reestructuración de la formación docente y la escuela en Inglaterra y Gales.
En 1989, buscando estímulo, visité a varios educadores de izquier- da en los Estados Unidos y Gran Bretaña: Michael Apple, Henr y Gi- roux, Peter McLaren, Christine Sleeter y Susan Melnick. Todos ellos me hospedaron gentilmente, en parte, supongo, por tratarse en mi caso de un activista de izquierda relativamente poco instruido en lo que hacía al trabajo de escritura académica. Hasta ese momento, mis lecturas, desde los primeros días de mi carrera como activista docen- te en los barrios urbanos de Londres, había consistido ante todo en las publicaciones diarias, semanales y mensuales de izquierda, mar- xistas y trotskistas, así como también las publicaciones políticas del Partido Laborista. En aquel momento, recién había comenzado a leer a Mike Apple, Geoff Whitty, Peter McLaren, Henr y Giroux y Ma- dan Sarup.
Alrededor de 1989 comencé a publicar. Mi primer artículo académi- co de análisis marxista polémico fue “Charge of the Right Brigade: The Radical Right’s Assault on Teacher Education & Training” (1989). An- tes de ello, mi escritura se limitaba a pequeñas notas en revistas y diar- ios británicos de izquierda tales como Labour Weekly, New Socialist, Tri- bune y en publicaciones locales como el Brighton Labour Briefing, además de panfletos y volantes contra los recortes conservadores del presupuesto, por ejemplo para la Asociación de Educadores Socialista.
Los académicos estadunidenses me guiaron en mi búsqueda de un director de tesis que pudiera simpatizar con mis creencias y métodos de análisis. (Finalmente, me decidí por un supervisor radicado en
5 Para conocer en detalle el Grupo Hillcole de educadores de izquierda, véase
<http://www.tufnellpress.com> y <http://www.ieps.org.uk>.
6 Véase <http://www.ieps.org.uk>.
Gran Bretaña, Geoff Whitty, hoy Director del Instituto de Educación de la Universidad de Londres, y dicho sea de paso, uno de los pocos que se animan a contribuir abiertamente al debate socialista.)
En aquella visita, pasé una semana con Peter y Jenny McLaren; me hospedé en su estudio de Oxford, Ohio, cuando Peter trabajaba en la Universidad de Miami. (Quince años más tarde, en 2004, esto se repitió, cuando me quedé a dormir en el estudio de su casa en Holly- wood por unos pocos días.) Había entrado en contacto con él debi- do a la lectura de La vida en las escuelas (1989) y su trabajo dentro de la pedagogía crítica y sobre los maestros como intelectuales críticos transformadores junto a Henr y Giroux (Giroux y McLaren, 1986,
1989).
Su trabajo académico, tanto individual como en colaboración, impactó mi forma de pensar por su fuerza, intensidad y esperanza. Como activista de la calle y sindicalista de los años ochenta, por aquel entonces comenzaban a desalentarme el pesimismo y el determinis- mo de los teóricos marxistas de la reproducción dentro de las salas de conferencia y de la academia. Por ello, toda visión utópica, espe- ranzada y vigorosa que cayera en mis manos, alimentaba y generaba mis propias luchas teóricas y político-educativas, sobre todo cuando esa pasión y esperanza parecían fundadas, como en el caso de Peter, en Cries from the corridor (1980) y su posterior versión teórica publica- da bajo el nombre de La vida en las escuelas (1989), en el tipo de en- señanza y aprendizaje que había recibido yo durante mi crianza fami- liar y que había puesto en práctica en mi propio trabajo docente en Brixton, Londres. Tal fue el motivo de que entrara en contacto con él. (Hoy en día, sin embargo, expreso la necesidad de ser cautos res- pecto de las posibilidades de una transformación socialista por me- dio de la educación. Adopto una perspectiva más materialista que la derivada de esa perspectiva neogramsciana de la ideología domi- nante —véase la nota 2—, sin por ello dejar de reconocer la necesi- dad de sueños y utopías, así como también la necesidad de analizar y organizar nuestro trabajo hacia el logro de tales utopías.)
La segunda fase de nuestra relación tuvo lugar a mediados de los años noventa. Fue entonces cuando Mike Cole, Glenn Rikowski y yo criticamos el “posmodernismo de resistencia” de Peter (y Henr y Giroux), considerándolo no-marxista. Nuestra crítica era, y conti- núa siendo, que en última instancia —a pesar de los momentos e intenciones progresistas que pueda tener— el “posmodernismo de resistencia” no hace más que seguirle el juego al neoliberalismo reaccionario.7 De vez en cuando me encontraba con Peter y Mike Cole en los congresos internacionales. Estos encuentros producían intercambios fructíferos, divertidos y estimulantes, dándonos, a los distintos bandos, mucho en qué pensar.
La tercera fase corresponde al fin del decenio. Peter, Glenn Rikows- ki, Mike Cole y yo entablamos una fluida correspondencia, escribimos en colaboración y editamos en conjunto, discutiendo el trabajo de ca- da uno de nosotros. Glenn y Peter, en particular, habían tenido un vas- to intercambio electrónico, por ejemplo, en los sitios web de The Com- moner y Hobgoblin, el diario del marxismo humanista. Algunos de estos intercambios pueden leerse en el sitio del Instituto de Estudios sobre Políticas Educativas: <www.ieps.org.uk>.
Más tarde, los cuatro coescribimos Red chalk: On schooling, capita- lism and politics (Cole y otros, 2001), libro que surgió a raíz de una en- trevista que Peter nos hiciera a los marxistas británicos (McLaren, Cole, Hill y Rikowski, 2001) en su columna de entrevistas del Interna- tional Journal of Education Reform. También coescribimos y coeditamos Postmodernism in educational theor y: Education and the politics of human resistence (Hill y otros, 1999), una crítica marxista al posmodernismo y el neoliberlismo publicada en Gran Bretaña, y su edición revisada Marxism Against Postmodernism in Educational Theor y (Hill y otros,
2002), publicada en los Estados Unidos.
La última fase, la actual, de nuestra relación, puede verse en el tra- bajo de Peter, a veces en colaboración con Ramin Farahmandpur y Glenn Rikowski (así como también junto a otros tantos en los últimos años, como Gregor y Martin, Natalia Jaramillo, Noah de Lissavoy, Valerie Scatamburlo d’Anibale y Jill Pinkney-Pastrana), acerca de la importancia central del análisis de clases y acerca de la pedagogía revolucionaria, una “pedagogía crítica re-materializada” (McLaren,
2001, p. 27).
Esto sitúa su trabajo aún más dentro de la tradición teórica del marxismo humanista, desplazando su comprensión teórica de la pedagogía crítica hacia lo que él denomina la “pedagogía revolu- cionaria”, como parte de su búsqueda de un análisis marxista y un programa de resistencia y remplazo contra el capital neoliberal
7 Véanse, por ejemplo, Cole y Hill, 1995, 1999, 2002; Cole, Hill y Rikowski, 1997; Hill y Cole, 1993, 1995, 1996a, b; Cole, 2003, 2004a y el capítulo escrito por Mike Co- le en el presente libro.
globalizador. Se trata de un material verdaderamente emocionante:
de desarrollo y muy productivo.8
A lo largo de estas cuatro fases, Peter ha demostrado consistente amabilidad, buen humor, erudición, rabia y compromiso con la justi- cia social y económica, así como también con la igualdad. Algunas veces, no resulta nada fácil ser un educador y activista marxista o so- cialista. Peter lo hace más sencillo y y con camaradería. Tal comunión de apoyo y estímulo teórico y emocional ha sido bien recibida y es ne- cesaria para esta minoría política y teórica, sujeta a veces a la discri- minación, el oprobio y la desautorización política.9 Ser un educador encima de 21 años). Este curso estaba explícitamente destinado a desarrollar “la re- flexión crítica” impartiendo lecturas marxistas y socialistas, e intentaba elegir delibe- radamente escuelas que fueran radicales, antirracistas, antisexistas y que fueran con- scientes de la desigualdad social de clases para las prácticas docentes obligatorias. (No había demasiadas escuelas así, pero había algunas) (Hill, 2005a).
Finalmente fui despedido (“hecho superfluo”) luego de la abolición virtual de la enseñanza y la sociología crítica de los cursos de formación docente en Gran Bretaña a mediados de los años noventa. Acerca de estas experiencias, he escrito en “Brief Au- tography of a Bolshie Dimissed” (1997e), “Critical Research and the Dismissal of Dis- sent” (1997c) y “White Chalk… on a White Board: The Writing’s on the Wall for Ra- dicals in British Education” (1997d). “Brief Autobiography of a Bolshie Dismissed” está disponible en el sitio de la <www.ieps.org.uk>. En Gran Bretaña, el Consejo para la Libertad Académica y sus Estándares (siglas en inglés, CAFAS) y el grupo de izquier- da de la NATFHE documentan la persecución política y laboral de profesores de izquier- da (y de otras tendencias). (El NATFHE es uno de los dos sindicatos de profesores uni- versitarios en Inglaterra y Gales, la Asociación Nacional de Profesores de Posgrado y Educación Superior.)
Luego de un año durante el cual trabajé como pintor y decorador junto a uno de mis hermanos, mientras enseñaba en el Tower Hamlets College del East End londi- nense (de donde es mi familia), fui convocado para mi actual puesto en el University College Northampton, donde posteriormente fuera promovido al cargo de profesor titular. Es el primer cargo docente de tiempo completo que obtengo desde que debí dejar la actividad sindical como delegado, activista y organizador. Es demasiado lejos del lugar donde vivo, unos doscientos kilómetros, como para involucrarme en las reu- niones, la organización y la negociación con los administradores. Quizá no sea coin- cidencia que haya obtenido un ascenso tan importante justo cuando no puedo parti- cipar activamente del sindicato.
8 Véanse McLaren 1998a, 1998b, 1999a, 1999b, 2000; McLaren y Baltodano, 2000; McLaren y Farahmandpur, 2001a, 2002c; McLaren, Martin, Farahmandpur y Jarami- llo (2004). En la presente fase, Peter y Glenn Rikowski abordan discusiones y publica- ciones electrónicas donde desarrollan aspectos de la teoría de la educación marxista (por ejemplo, McLaren y Rikowski, 2001, 2002; Rikowski y McLaren, 2001).
9 Mis propias experiencias son las usuales de un educador radical. He sido “despla-
zado” de prácticamente todos los trabajos que he tenido, debido a mis actividades po- líticas y sindicales. No es legal hacerlo (obstaculizar, acosar y marginar a los delegados sindicales), pero ocurre. Fui “desplazado” (es decir, se me dijo que si quería una pro- moción tendría que mudarme) de mi primer trabajo docente en la Stockwell Manor Comprhensive Schoolen Londres, debido a mis actividades en la línea de lucha de las huelgas de fines de los años sesenta.
Cuando estaba en mi segundo cargo, en la Moderna Escuela Secundaria de Seño- ritas Forest de Depot. Rd. Horsham, fui llamado y amonestado por el director, debi- do a que había aparecido fotografiado en la prensa local en una protesta de obreros de la construcción. Me dijo: “si algo no esperamos es que nuestro personal sea foto- grafiado en las líneas de huelguistas. ¡Asegúrese de que no vuelva a ocurrir!” Esto me alentó a dejar el puesto, luego de asegurarme que el delegado del (demasiado mode- rado) sindicato docente local fuera remplazado por un socialista. En mi tercer pues- to, como profesor de formación docente en el Bognor College, organicé la acción in- dustrial conjunta de trabajadores académicos, administrativos y manuales, luego de lo cual fui “invitado” a encontrarme con el director de Educación de la Superintenden- cia Local, un “privilegio” prácticamente inusitado. Tras una clase sobre democracia y educación en la que hablé de Marx y Tony Benn en vez de Platón y Aristóteles, fui re- movido de los cursos de formación docente y enviado al exilio, fuera del campus.
Situación que tuvo, de hecho, por inesperada consecuencia, experiencias de aprendizaje muy satisfactorias. Di clases a presos, maestros de adultos, trabajadores jó- venes, a los refugiados vietnamitas y a sus maestros en el campo de refugiados de la is- la de Thorney, y en una sede inglesa de una universidad estadunidense, el New En- gland College. Por esa época, la directora de la Escuela de Educación, Kate Jacques, me advirtió que el Rector de nuestra Universidad le había dicho que “David Hill nun- ca recibirá un ascenso porque todo el mundo en Inglaterra sabe que es un ‘fanático de izquierda’”. Debido a cambios en el personal fui reubicado —y de hecho ascendi- do—, lo que me permitió desarrollar y coordinar un curso de formación docente crí- tico marxista: el Curso de educación Crawley para estudiantes maduros (es decir, por marxista o de izquierda que se atreva a expresar sus opiniones puede ser una tarea solitaria, aunque estimulante. Dentro de Gran Bretaña, el Grupo Hillcole de Educadores de Izquierda —que comprende una veintena de académicos socialistas y marxistas de distintas univer- sidades, colegios y escuelas, escribiendo en colaboración libros y artí- culos10— ha hecho las veces de ese ambiente de contención, retroa- limentación y crítica, sobre todo en sus primeros diez años, después de que Mike Cole y yo lo estableciéramos en 1989. En los años no- venta, Glenn y Peter han acercado a nuestro trabajo a pensadores y activistas progresistas, marxistas y socialistas de todo el mundo, tales como Helen Raduntz, Shahrzad Mojab, Ramin Farahmandpur, Brian Donovan, Grant Banfield, Helen Colley y Kevin Harris.
10 Los miembros del Grupo Hillcole han producido dos libros: Changing the future:
Redprint for education (1991) y Rethinking education and democracy: A socialist alternative for the twenty-first centur y (1997), ambos publicados por la pequeña editorial de izquierda Tufnell Press, Londres.
En los últimos años, el trabajo con Peter y sus compañeras/com- pañeros11 dentro de la unidad independiente de políticas de la iz- quierda radical del Instituto de Estudios sobre Políticas Educativas y, en particular, desde que fuera establecido en 2003 el Journal for Criti- cal Education Studies, <www.jceps.com>, la cooperación, el aprendiza- je, el estímulo, la solidaridad, la correspondencia y la discusión inter- nacional han extendido esta comunidad crítica de apoyo. El JCEPS (que editamos Peter, Pablo Gentili, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y yo), en particular, nos permite compartir experien- cias, análisis, perspectivas y programas con camaradas latinos y nor- teamericanos. ¡Tenemos un comité editor increíble!
Por mi parte, en la actualidad me veo involucrado en el Marx- SIGdel AERA y en el Foro Rojo radicado en Estados Unidos, junto a E. Wayne Ross, Rich Gibson, Sandra Mathison y Richard Brosio, entre otros. Poco tiempo atrás, el encuentro de casi todos los colaborado- res del libro que el lector sostiene ahora sus manos en el AERA 2004 con Pauline Lipman y los responsables del periódico Curriculo sem Fronteiras, entre los que se cuenta Luis Armando Gandin, ha sumado una muy necesitada dimensión global y comparativa de información, crítica y desarrollo a la necesaria tarea de analizar y criticar el capital y el neoliberalismo, el neoconservadurismo y la necesidad de desa- rrollar una organización, un programa y un activismo marxista, socia- lista y de izquierda verdaderamente democráticos. ¡Lo necesitamos!
PRIMERA PARTE: LA REESTRUCTURACIÓN DE LA FORMACIÓN DOCENTE
La educación docente crítica
Respecto de la relación entre una formación docente igualitaria radi- cal y la afirmación de la justicia económica y social en nuestras socie- dades, Allman (2000) sostiene que:
La educación tiene el potencial de alimentar las llamas de la resistencia contra el capitalismo global, así como también la pasión necesaria para em-
11 En español en el original [T.]
* Asociación Americana de Investigación Educativa.
prender la transformación socialista; en síntesis, el potencial de contribuir con una chispa que pueda encender el deseo de una transformación social revolucionaria democrática a lo largo del mundo entero. Extendiendo un poco la metáfora, tiene este potencial al tiempo mismo que la educación crí- tica y radical, casi en todas partes, corre peligro de extinguirse (p. 10).
¿Hasta dónde puede realizarse este potencial? La autonomía y la capacidad de actuar de que disponen los maestros, los formadores docentes, las escuelas y los departamentos de educación enfrentan el duro reto que les plantean las estructuras del capital y sus actuales proyectos educativos neoliberales (Cole, 2004b, 2004c, 2005; Hill,
2001a, 2003, 2004b, c, d, e, f). Por ende, es preciso ser cautos a la ho- ra de considerar el grado de autonomía real que tienen los educado- res (o cualquier otro grupo de trabajadores de la cultura, como, por ejemplo, los periodistas y los cineastas) que alimentan las llamas de la resistencia.
No obstante, identificar determinadas características de estas es- tructuras nos permite identificar un punto de partida para la acción transformadora. Como hemos advertido en varias oportunidades,12 el proyecto educativo neoliberal es tan sólo una parte del proyecto neoliberal del capitalismo globalizado.13 Los mercados educativos del mundo y la llamada “elección de los padres” entre distintos tipos de escuela son poco menos que el ápice de la estrategia educativa de la clase capitalista, con sus planes comerciales para la educación (lo que quieren que la educación haga) y sus planes comerciales en edu- cación (es decir, cómo planean ganar dinero con ella).14
La situación contextual, tanto en el nivel global como nacional, nos permite una comprensión general de cómo el movimiento de los mercados hacia la educación se relaciona con las intenciones y pro- yectos generales del capital transnacional y con las políticas que los gobiernos intentan aplicar para su beneficio. Eso nos demuestra que las escuelas continúan desempeñando un papel decisivo como una,
12 Véanse, por ejemplo, Cole, 1998, 2004b, 2004c, 2005; Hill, 2001b, 2001c, 2002a; Rikowski, 2001a, 2001b, 2001c, 2002b, 2003, 2004b, c, d, e; McLaren, 2000; Rees, 2001; McLaren y Farahmandpur, 2002c.
13 Véanse también Cole, 1998, 2004b, 2004c, 2005; Smyth y Shatlock, 1998; Ainley,
1999, 2000; McMurtr y, 1999; McLaren, 2000; Rikowski, 2000, 2001a, 2001b, 2002a,
2002b; Hatcher y Hirtt, 1999; Hartcher, 2001.
14 Hartcher, 2001; Molnar, 1999, 2001; Hill, 2001b, 2003, 2004b, c; Rikowski,
2001a, 2001b, 2001c, 2002a.
entre otras, de las fuerzas disciplinarias de la clase capitalista. Según McLaren (2000), “el propósito fundamental de la educación es hacer del mundo un lugar seguro para el capitalismo global” (p. 196), y:
Aquello que los maestros están presenciando al final del siglo es la consoli- dación de los mecanismos de control sobre el proceso de escolarización y particularmente sobre la certificación de maestros, con el propósito de reali- near la educación en función de las necesidades de una economía globaliza- da (McLaren y Baltodano, 2000, p. 35).
Tal situación ha vuelto prácticamente irreconocibles los contenidos y objetivos de los socialdemócratas (y los de los a veces contradictorios progresistas liberales) para la escolarización y la formación docente en Inglaterra y Gales, si se los compara con los de los años sesenta y seten- ta. En aquella época había, en muchas instituciones, un compromiso verdadero de analizar cuestiones de igualdad y los contextos políticos y sociales (cuando no económicos) de la política educativa.
LA DESTEORIZACIÓN DE LA FORMACIÓN DOCENTE BRITÁNICA BAJO EL CONSERVADURISMO Y EL NUEVO LABORISMO
Una de las características fundamentales de esta reestructuración ha sido la desteorización de la formación inicial docente (de aquí en adelante, FID). Durante los gobiernos del partido Conservador y del Nuevo Laborismo, las cuestiones de la igualdad y la justicia social, por no hablar de la justicia económica, han sido prácticamente elimina- das del currículum de la FDI. El estudio de los contextos sociales, po- líticos y económicos de la escolarización y la educación han sido por igual encubiertos y expurgados. En Inglaterra y Gales, lo mismo que en otras partes del mundo, la FDI se encuentra hoy día bajo riguroso escrutinio y vigilancia. Desde que el gobierno conservador introduje- ra nuevas regulaciones para la formación y la actualización docente en 1992/1993 (DFE, 1992, 1993), el “cómo” ha remplazado al “por qué” dentro de un currículum de formación docente15 eminente- mente técnico basado en la “adquisición” de un conjunto de “están-
15 Hill, 1994a, 1994b, 1997a, 1997b.
dares” estáticos y abrumadoramente conservadores. Tal movimiento ha tenido un claro impacto en la fuerza laboral docente, y por en- de en las escuelas. Hoy los maestros reciben entrenamiento en ha- bilidades específicas en vez de ser educados para analizar los “porqués” y los “por qué no”, o los contextos de los objetivos y es- tructuras curriculares, pedagógicas y educativas, así como también sus efectos sobre la reproducción de la economía, la estructura so- cial y las políticas capitalistas.
El Nuevo Laborismo, por medio de sus regulaciones de 1998 (DfEE, 1998), ha aceptado de un modo abrumador la revolución im- plementada por la derecha radicalizada en la FDI y en la escuela. Es- casas enmiendas ha sufrido el legado conservador en lo que respecta a la capacitación de los docentes, la naturaleza cambiante del traba- jo de los maestros, el currículum y los métodos de evaluación (Hill,
1999a, 2000, 2001c, 2005a, b).
De hecho, la Estrategia Nacional de Alfabetización, que domina hoy la formación para la enseñanza de la lengua inglesa, ha descon- textualizado y maniatado aún más la enseñanza de la lectura (Robert- son, 2000; Robertson y Hill, 2001).
Para millones de niños de la clase trabajadora en particular, la educación se ha vuelto un entrenamiento acrítico en habilidades bá- sicas. Cuando se considera todo lo que podría haberse hecho por pro- mover la reflexión crítica y un currículum más igualitario para la FDI, los cambios del Nuevo Laborismo, de 1997 a la fecha, resultan por de- más modestos. La política del gobierno conservador para la FDI ha sido refrendada prácticamente en todo, siendo sus fundamentos el nacio- nalismo cultural, el autoritarismo neoconservador y el antiigualitaris- mo neoliberal, competitivo e individualista.
Una política educativa que pone en práctica semejante desteoriza- ción de la formación docente es sintomática del proyecto mayor del capital, que requiere de la supresión de todo pensamiento de oposi- ción crítico y autónomo. Como bien ha advertido McMurtr y (1991), un requerimiento semejante resulta particularmente inadecuado pa- ra la educación, arrojando como resultado “estándares conflictivos de libertad”, en tanto:
En el mercado, la libertad es el disfrute de todo aquello que pueda com- prarse a los demás sin hacer preguntas y la ganancia de todo cuanto pue- da venderse a los demás sin dar ningún tipo de respuesta. En la educación, la libertad es precisamente la libertad de hacer preguntas y encontrar res-
puestas, sin importar que esto ofenda la autogratificación de las personas o no (p. 213).16
Esto es lo que ocurre con la “reducción sistemática de las institu- ciones educativas duramente conquistadas por la sociedad al grado de mercancías aptas para la adquisición y la venta privada” (1991, p.
216), donde “la mercantilización de la educación elimina la libertad crítica y el rigor académico que la educación necesita para ser algo más que un adoctrinamiento” (1991, p. 215). Rikowski establece un vínculo significativo entre el movimiento a gran escala y la concien- cia de lo local:
Las relaciones sociales capitalistas y el capital, en tanto fuerza social, se han agudizado desde la época de Marx. Hoy la lucha de clases está en todas par- tes… el capital está en todas partes, incluso dentro de “lo humano” mismo.
¡Es cosa de miedo! La educación se ve involucrada hoy en la capitalización de la humanidad, y esto es algo que debemos enfrentar (Cole, Hill, McLaren y Rikowski, 2001, p. 20; véase también Rikowski, 2001c, 2001d).
SEGUNDA PARTE: LOS PRINCIPIOS DE LA IZQUIERDA PARA LA EDUCACIÓN Y LA FDI
La izquierda radical y la educación
Frente a esta reestructuración de la FDI organizada por los conser- vadores y los del Nuevo Laborismo en Inglaterra y Gales, los educa- dores socialistas y radicales de izquierda comparten determinados principios y políticas para una teoría y práctica contrahegemónicas en lo que respecta a la formación docente. A continuación, en el cuadro 1, procederé a definir un conjunto de principios de la izquier- da radical para una educación igualitaria reteorizada. Luego, en los cuadros 2, 4 y 5, presentaré un conjunto de principios y propuestas para el currículum de la FID.
Dentro de la izquierda radical existe cierto debate acerca de las
16 Véanse también McMurtr y, 1998; Winch, 1998.
políticas específicas a implementar, sobre todo en lo que respecta a una pedagogía centrada en el estudiante y el desarrollo de los cursos. No obstante, los siguientes cuatro principios para la educación son ampliamente aceptados dentro de ella:
CUADRO 1: LISTA DE LOS CUATRO PRINCIPIOS GENERALES DE LA IZQUIER-
DA RADICAL PARA LA EDUCACIÓN
• Amplio incremento de la igualdad (de resultados).
• Suministro integral (es decir, ningún tipo de suministro privado o se- lectivo de la escolarización).
• Control democrático comunitario de la educación.
• Uso del estado local y nacional para alcanzar una sociedad justa (es decir, igualitaria) y antidiscriminatoria, abandonando el discurso me- ritocrático inequitativo de oportunidades para obtener muy desigua- les resultados.
Estos cuatro principios educativos generales de la izquierda radi- cal se expresan en los siguientes catorce principios:17
CUADRO 2: PRINCIPIOS DE LA IZQUIERDA RADICAL PARA LA EDUCACIÓN
1. Asignación de mayores recursos y fondos para la educación (obteni- dos, por ejemplo, de un incremento en la tasa del impuesto a las ga- nancias y a la riqueza, y de un recorte en el gasto de defensa), lo que permitiría, por ejemplo, una reducción en el número de alumnos por curso.
2. Punto final a la selección escolar y desarrollar una escolarización ver- daderamente integral, fortaleciendo el sistema de la educación supe- rior; es decir, un cambio en las estructuras escolares y educativas.
3. Terminar con el mercado competitivo en educación.
17 La discusión sobre estos principios puede consultarse siguiendo las citas de la nota 1 (en este mismo capítulo) junto a Cole, Hill y Shan, 1997; Hill y Cole, 1999; Co- le, Hill, McLaren y Rikowski, 2001; McLaren, Cole, Hill y Rikowski, 2001; Cole, 2004d. En Australia, esta misma discusión queda plasmada en el trabajo de Kevin Harris (1979, 1982, 1984, 1994), y en los Estados Unidos, en el de McLaren y sus asociados (por ejemplo, Aguirre, 2001; McLaren 2000, 2001; McLaren y Farahmandpur, 2001a,
2001b; McLaren y Rikowski, 2001, 2002).
4. Compromiso con políticas igualitarias destinadas a lograr resultados mucho más similares sin importar factores sociales tales como la cla- se, el género, la “raza”, la sexualidad o la discapacidad, y redistribu- ción igualitaria de los recursos dentro de y entre las escuelas.
5. Elaboración de un currículum que aspire a la transformación de la pre- sente sociedad capitalista en una sociedad democrática y socialista.
6. Rechazo de ciertos aspectos fundamentales de la educación liberal- progresista, tales como la enseñanza no estructurada, la falta de eva- luación de los resultados obtenidos por los alumnos de distintas es- cuelas y la confianza en la noción piagetiana de “estar preparado”.
7. Un currículum común igualitario y antielitista.
8. Un currículum informal (oculto) igualitario y antielitista.
9. Transformación del docente en un elemento de autoridad democráti- co y antiautoritario, fundado en la pedagogía crítica, que se compro- meta con la formación de activistas políticos críticamente reflexivos comprometidos con la lucha por la justicia social y económica y la igualdad dentro y fuera del aula.
10. Aumento del grado de control democrático que la comunidad ejerce sobre la escuela y la educación superior, así como también disminu- ción del que ejercen los “negocios”, el capital y la empresa privada.
11. Mayor participación de la comunidad en escuelas y universidades.
12. Aumento de las facultades de los gobiernos locales democráticamen- te electos (las autoridades educativas locales y de los distritos escola- res) que les permitan redistribuir los recursos, establecer un control de calidad y comprometerse, junto a otros, en el desarrollo y la difusión de políticas de igualdad (por ejemplo, políticas antirracistas, antisexistas y antihomofóbicas que busquen promover una mayor igualdad en los re- sultados obtenidos por los alumnos de la clase trabajadora y discapaci- tados).
13. Un sistema escolar cuyo objetivo sea el florecimiento de la sociedad colectiva, la comunidad, tanto como el florecimiento del individuo.
14. Fomentar dentro del aula, las escuelas y los lugares de trabajo relacio- nados con la educación culturas que sean democráticas, igualitarias, de colaboración y colegiadas (es decir, remplazar lo que a veces re- sulta una cultura brutal y verticalista con otra más abierta y democrá- tica).
Quizá la expresión más acabada de los principios políticos edu- cativos de la izquierda radical y sus propuestas legislativas para la
educación —su organización, principios y contenidos— sean los dos libros editados por el Grupo Hillcole: Changing the future: Red- print for education (1991) y Rethinking education and democracy: A socia- list alternative for the twenty-first centur y (1997).
A continuación, daré dos breves ejemplos de los más recientes programas educativos de la izquierda radical derivados de los princi- pios socialistas y marxistas, opuestos a las políticas y principios del partido conservador y del Nuevo Laborismo. El primero de ellos co- rresponde a la declaración y manifiesto del Partido Socialista (antes “Militante”) para las elecciones locales en Inglaterra y Gales en junio de 2004. Es el siguiente:
¡No a la privatización! ¡No a los recortes! ¡Vote por una alternativa socialista! La privatización se está volviendo la norma en las escuelas británicas. La “nueva” propuesta del Nuevo Laborismo son las City Academies.18 Estas es- cuelas no son otra cosa que compañías privadas, a las que les basta con jun- tar sólo dos millones de libras esterlinas en concepto de publicidad para des- pués recibir un 100% de subsidio estatal. Al mismo tiempo, presenciamos la abolición de la educación integral y la reintroducción indiscriminada de las escuelas selectivas. La educación integral, basada en el desarrollo de las dis- tintas habilidades, fue un intento de superar parcialmente la codicia y la anarquía de un mercado que, desde luego, favorece a los hijos de los ricos. Más allá de las limitaciones que pueda tener un sistema integral, su abolición representará sin duda alguna un grave retroceso.
El partido socialista propone: 1] educación gratuita y de alta calidad para todos, desde la primera infancia hasta la universidad, 2] un masivo incre- mento del gasto público en educación con el fin de brindar grupos de per- sonal más numerosos, grupos de alumnos más pequeños, recursos de calidad necesarios para asegurar la mejor educación y el apoyo individual para cada niño, 3] que todas las escuelas estén bajo el control democrático de la comu- nidad, y 4] una política de admisión equitativa y democráticamente planifi- cada basada en una concepción de la escuela genuinamente integral, coedu- cativa y barrial (The Socialist, 2004).
18 Desde 2000, en Gran Bretaña la designación City Academy hace referencia a es- cuelas secundarias de base privada que el estado terminaba subsidiando. Para el año
2006, de 27 Academies que se abrieron sólo 4 habían completado los 2 millones requeridos para su apertura y algunas de ellas no habían invertido dinero en absolu- to. El estado terminó financiando escuelas que establecieron compañías privadas. [T.]
A modo de segundo ejemplo, he aquí la política educativa de la Alianza Socialista (marxista), según puede leerse en su manifiesto pa- ra las elecciones nacionales británicas de 2001:
CUADRO 3: MANIFIESTO EDUCATIVO DE LA ALIANZA SOCIALISTA, 2001 (ELECCIONES NACIONALES BRITÁNICAS)
• Mejorar la paga y las condiciones laborales de los maestros y los de- más trabajadores de la educación.
• Detener y revertir la iniciativa privada y los planes de coadministra- ción pública-privada en educación.
• Abolir las Zonas de Acción Educativa.19
• Revisión integral del currículum nacional, con la participación (entre otros) de los sindicatos docentes y de especialistas elegidos por ellos.
• Eliminar las tablas comparativas entre escuelas y el actual sistema de evaluación.
• Poner fin al estatus de “fundaciones sin fines de lucro” y las conse- cuentes exenciones impositivas de que gozan Eton, Harrow y otras es- cuelas privadas.
• Eliminar la educación privada.
• Desde que los conservadores destruyeron el sistema alimentario es- colar, un millón de niños que viven en la pobreza no tienen acceso a una comida gratuita en la escuela (para muchos de ellos, la principal comida del día). Nosotros sostenemos que todos los niños deben te- ner un desayuno y un almuerzo gratuitos y nutritivos en la escuela.
• Clubes y campos deportivos extraescolares gratuitos para todos
aquellos que los necesiten.
19 Las Zonas de Acción Educativa (Education Action Zones) están constituidas por grupos de escuelas ubicadas en zonas marginales con el propósito de elevar los están- dares educativos dentro de su área de influencia. Compañías privadas invertían en estas escuelas públicas para desarrollar programas educativos con la libertad también de diseñar el currículum. Finalmente, las escuelas dentro de las ZAE se organizaban a través de un currículum técnico que buscaba preparar a los jóvenes y niños de esas zonas marginales para laborar como obreros especializados en las compañías inverso- ras. Después de críticas muy severas, las ZAE dieron paso a lo que posteriormente se llamó City Academies que aclaramos en la nota anterior. Educadores, teóricos de la educación y padres de familia donde operan las Academies de la ciudad están criti- cando y resistiendo la operación de estas instituciones por sus objetivos claramente ligados al fortalecimiento del capitalismo global/salvaje. [T.]
• Asegurar el suministro de un completo espectro de educación artísti- ca, deportiva y sexual en todas las escuelas.
• Desde luego, la educación no es sólo acerca de los niños. También los jóvenes y adultos de los colegios y universidades —así como también el personal que trabaja en ellos— han padecido lo suyo con los conservadores y los laboristas, quienes impusieron matrículas onerosas y dieron fin a la educación superior gratuita. Nosotros pedi- mos la abolición de todas las matrículas y préstamos estudiantiles. Pedimos una educación gratuita y becas para todos los estudiantes de educación superior, subsidiados por medio de impuestos a las grandes empresas, que requieren de trabajadores altamente califica- dos pero al día de hoy los obtienen a muy bajo precio.
• Garantizar el acceso a la educación y a los centros de capacitación de las personas de todas las edades.
• Reinstaurar el control democrático comunitario en todos los niveles educativos, incluyendo representantes de los trabajadores de la edu- cación, estudiantes y al resto de la comunidad (Socialist Alliance,
2001, p. 9).
Los principios de la izquierda radical para la Formación Docente Inicial
La similitud entre la derecha radical y el Nuevo Laborismo británico resulta notoria.20 No ocurre lo mismo con la falta de congruencia en- tre las propuestas de la izquierda radical y este eje conformado por la derecha y el Nuevo Laborismo, en tanto ambos integrantes de este úl- timo no han dudado en manifestar su antisocialismo.21
A continuación, quiero detallar una serie de principios para la jus- ticia económica y social dentro de la formación docente. Los mismos, sugiero, deberían conformar la base de la revisión y el desarrollo de la política, la teoría y —sobre todo— la práctica actual de la FDI. En la tabla que sigue, planteo estos principios básicos, junto con la posi- ción del Nuevo Laborismo, la socialdemocracia (por ejemplo, el “Vie- jo Laborismo”; el Partido Laborista anterior a la llegada de Tony Blair al poder en 1994) y la derecha radical respecto de ellos.
20 Hill, 1999a, 2000, 2001c, 2001d.
21 Véanse Cliff y Cluckstein, 1996; Driver y Martell, 1998; Giddens, 1998, 2000; Co- le, Hill, McLaren y Rikowski, 2001; McLaren, Cole, Hill y Rikowski, 2001.
CUADRO 4: QUINCE PRINCIPIOS DE LA IZQUIERDA RADICAL PARA EL CURRÍ-
CULUM DE LA FORMACIÓN DOCENTE INICIAL
(1) desarrollar las
habilidades y competencias necesarias para el trabajo dentro del aula
(2) profundizar el conocimiento de la materia
(3) fomentar el desarrollo de habilidades intelectuales críticas
(4) fomentar el compromiso con la “reflexión crítica” ética y moral y el consiguiente igualitarismo
(5) incluir información sobre cuestiones rerelacio nadas con asuntos
de igualdad, organizadas en unidades de contenido y en conceptos transversales
(6) abordaje holístico la justicia social
y económica dentro del currículum
(7) desarrollar distintas habilidades para enfrentar
la discriminación, el abuso y la marginación dentro de las aulas e instituciones
(8) desarrollar, en las instituciones, foros abiertos de justicia social e igualdad, donde alumnos y personal puedan debatir en un ambiente de confianza y apoyo
(9) fomentar la crítica de las distintas teorías e ideologías sociales y económicas acerca de la escuela y la estructura social
(10) desarrollar conocimiento y habilidades para
examinar críticamente la naturaleza ideológica de la enseñanza y del trabajo docente
(11) desarrollar conocimiento y habilidades para
examinar críticamente la naturaleza ideológica y los efectos de la política educativa y su relación con los fenómenos económicos, sociales y políticos
(12) desarrollar paralelamente la reflexión crítica, a lo largo y desde el comienzo de los cursos de FID
(13) establecer objetivos curriculares, pero no totalmente predeterminados sino más bien negociados
(14) otorgar a las instituciones de educación superior un papel central en la FDI. Oponerse a
los trayectos profesionales total o fundamentalmente basados en las escuelas
(15) aceptar de distintas trayectorias profesionales para la formación docente, que respeten la
calificación de grado para el docente y los principios antes mencionados
Estas propuestas apuntan a conseguir algo más que un regreso al sta- tu quo anterior a la victoria thatcherista de 1979 o al discurso que en 1976 pronunciara el primer ministro laboralista James Callaghan Ruskin presagiando el ocaso tanto de los fines liberales y progresistas como socialdemócratas de la formación docente y del sistema esco- lar. Por el contrario, estas propuestas reafirman los cuatro principios generales antes enunciados para la educación, exigiendo un currícu- lum básico para la formación docente.
CUADRO 5: LISTA DE PROPUESTAS DE LA IZQUIERDA RADICAL PARA UN CU-
RRÍCULUM BÁSICO DE LA FID
• Inclusión de teorías macro y micro acerca de la enseñanza y el aprendizaje, que hagan explícitos los contextos sociopolíticos y eco- nómicos del sistema escolar y de la educación. Este punto no sólo hace referencia a las habilidades y competencias a desarrollar den- tro del aula, sino también a la concepción teórica acerca de los niños, la escuela y la sociedad, su interrelación, perspectivas alternativas y los métodos de organizar el espacio dentro del aula, el sistema escolar y la relación económica y política con la sociedad.
• Adoptar y desarrollar la igualdad de oportunidades de modo tal que los niños no padezcan de ningún tipo de subcategorización, bajas ex- pectativas, estereotipación o prejuicio por parte de sus maestros o pares.
• Permitir a los docentes en formación desarrollarse como maestros críticos y reflexivos; para que sean capaces, por ejemplo, de deco- dificar la influencia de los medios masivos de comunicación, la dis- torsión ministerial (y también la de la izquierda), los prejuicios y la publicidad sobre el déficit educativo en las escuelas e instituciones de formación docente. Esto alentará el desarrollo de maestros efectivamente capaces de interrelacionar y criticar la teoría y la práctica (la propia y la de los demás).
• Estimular no sólo la reflexión técnica y situacional, sino también la re- flexión crítica, de modo tal que los docentes puedan cuestionar cual- quier política, teoría o incluso enfrentar preguntas tales como: ¿A los intereses de quién servimos? ¿Quién gana? (cuando se legitima el statu quo) ¿Quién pierde? (¿Quién debe negar su identidad para su-
marse a los ganadores, en caso de tener una posibilidad semejante?)
¿Quién tiene más posibilidades de continuar aceptando una posición subordinada y de explotación dentro de la sociedad (debido a su in- clusión dentro de un grupo oprimido)?
De las quince propuestas que a continuación se detallan, las nú- mero 1, 2 y 3 son comunes a todas las posiciones ideológicas, y debi- do a esta cuasiuniversalidad no habré de desarrollarlas in extenso. Las
4 y 5 son también ampliamente compartidas, aunque las distintas re- tóricas les conceden distintos grados de importancia. Las últimas diez
—de la 6 a la 15— son específicas de la izquierda radical.
El currículum de la FID debe incluir:
1. Habilidades y competencias necesarias dentro del aula. Además de un co- nocimiento profundo de los contenidos básicos, los docentes en for- mación necesitan desarrollar habilidades reflexivas respecto del aprendizaje, la enseñanza, el manejo de la clase y cómo motivar a to- dos sus alumnos para que aprendan. Necesitan también desarrollar habilidades que les permitan evaluar estándares y exigir, tanto como facilitar, lo mejor para todos sus alumnos (tal como establecen las ac- tuales circulares del Departamento de Formación Docente británi- co).
Debe prestarse mucha atención a lo que tienen para decir el maestro en formación, los maestros recién graduados, los directi- vos y los supervisores respecto de la adecuación de los distintos as- pectos del currículum de la FDI. Dado que la información acerca de los docentes en formación y los recién graduados sólo hace re- ferencia a cursos validados por y diseñados para satisfacer los cri- terios gubernamentales de 1989, más permisivos que los actuales, se registran serios problemas en lo concerniente a la preparación de los estudiantes para aspectos de la diversidad tales como la en- señanza de niños con necesidades educativas especiales, presentes en casi todas las escuelas del país (Blake y Hill, 1995). Los datos más recientes muestran una insatisfacción generalizada respecto de la enseñanza de los niños de la clase trabajadora y los grupos étnicos diversos o minoritarios (Hill, 2005a).
2. Conocimiento de la materia. Obviamente, los maestros necesitan saber de qué están hablando y qué desean que aprendan sus alumnos.
3. Desarrollo de habilidades analíticas e intelectuales acordes al nivel supe- rior. Esto supone que los maestros sean capaces de actuar y pensar como un graduado universitario.
4. Otorgar un papel central en la FID a las instituciones de educación supe- rior, oponiéndose a los trayectos profesionales total o fundamentalmente ba- sados en las escuelas. Las instituciones de educación superior son las más capacitadas para desarrollar las perspectivas teóricas antes es- bozadas, permitiendo a los docentes en formación interrelacionar la teoría y la práctica de modo tal que se informen mutuamente.
5. Aceptación de distintas trayectorias profesionales de formación docente, que respeten la calificación de grado para el docente y los principios antes men- cionados. Mientras se respeten los principios antes mencionados — entre ellos, la necesidad de una formación de grado— debe per- mitirse una amplia variedad de trayectos hacia la educación. Los trayectos que conducen a la práctica docente constituyen un pro- blema táctico, sujeto a estas consideraciones de los principios.
6. Un compromiso real con el desarrollo de la dimensión ético-moral de la re- flexión crítica y la preocupación de la izquierda radical por la igualdad, relacionada con el trabajo por la justicia económica y social y por el reco- nocimiento de la interconexión existente entre ambas. Si las políticas des- tinadas a garantizar la igualdad de oportunidades se limitan a la celebración de la diversidad subcultural y al establecimiento de modelos positivos y no-estereotipados, sin considerarse a sí mismas parte del desarrollo de un metarrelato de justicia e igualdad so- cial, cabe considerarlas, en esencia, conservadoras, en tanto no se- rán capaces de desafiar el statu quo económico, político y social, basa- do en la estratificación y la explotación de clase, racial, sexual y de las incapacidades físicas. Por ello, la izquierda exige que la formación docente (y la escolaridad) sean socialmente igualitarias, antirracistas y antisexistas, y que además pongan en crisis cualquier otra forma es- tructural de desigualdad y discriminación, como aquellas basadas en la sexualidad y las discapacidades.22
22 Véase Hill 1991b, 1994a, 1997b; también Cole, 2004b.
Tal perspectiva tiene el mérito, además, de poner en relieve la naturaleza parcial, y por ende ilusoria, de la justicia económica y social tal como se las entiende dentro del antiigualitario sistema económico capitalista. Desde ya, los sistemas capitalistas hacen es- casa referencia a la justicia económica, siguiendo los designios fundamentales del capitalismo.
7. Información sobre las distintas cuestiones relacionadas con el problema de la igualdad: racismo, sexismo, desigualdad de clase y homofobia, así como también discriminación y prejuicios existentes contra las personas con dis- capacidades y necesidades especiales. Muchos maestros y docentes en formación simplemente ignoran la existencia de este tipo de infor- mación respecto de la relación entre la educación y la sociedad o acerca del impacto que la subcategorización individual y la discri- minación estructural tienen en las vidas, en la educación y en las oportunidades que se ofrecen a los niños dentro del aula, en las escuelas y en la sociedad. Esto resulta particularmente cierto res- pecto de los maestros entrenados o educados con las regulaciones implementadas por el Partido Conservador en 1992 y 1993, así co- mo también con las actuales regulaciones del Nuevo Laborismo (ligeramente más benévolas).
Es preciso destinar módulos y unidades conceptuales al proble- ma de la equidad y la igualdad de oportunidades.23 Como bien se- ñala Gaine (1995), estos asuntos deben ser firmemente incorpora- dos a la agenda de la formación docente y no sólo deslizarse disimuladamente en distintos espacios. Es preciso enfrentar de manera holística los problemas de la equidad y la igualdad de oportunidades en dos sentidos. Por un lado, conceptualmente, co- mo parte de un programa holístico e igualitario que relacione las distintas formas de opresión; por el otro, desde la organización, como parte de los cursos de formación y entrenamiento docente en los que deben aparecer unidades de estudio destinadas a la in- formación, la teoría y la política en general. Como señalan Kin- cheloe y otros (2000), los maestros radicales deben traspasar las normas educativas blancas, anglosajonas, de clase media y hetero-
23 Véase Hill, 1989, donde se exponen dos cursos de este tipo a fines de los años noventa, en dos instituciones distintas: el instituto de Educación Superior West Sussex, a cargo de Dave Hill, y el Politécnico de Brighton, implementados por Mike Cole. El último de éstos fue criticado por Margaret Thatcher (Thatcher, 1993).
sexuales y animarse a explorar los conocimientos subyugados de las mujeres, los grupos minoritarios y aborígenes.
8. Una aproximación holística y de clase a los problemas de la justicia social y económica dentro del currículum. Es preciso entender que la “raza”, el género, la clase social, la sexualidad, las discapacidades y las nece- sidades especiales forman parte de una comprensión general de la justicia social y económica dentro de los cursos de formación docente. En la práctica, las desigualdades pueden ser multidi- mensionales, y el impacto de cada una de ellas, repercutir sobre las demás. Debe cuestionarse la productividad de atender a sus ne- cesidades por separado. Sin embargo, no debe ignorarse el hecho de que las desigualdades y las distintas formas de opresión pueden ser claramente unidimensionales (como ocurrió, por ejemplo, con las prácticas conocidas en los años ochenta bajo los nombres de gay-bashing y Paki-bashing).24 Si bien esta terminología ya no tie- ne un empleo tan amplio como entonces, aún resulta evidente que las personas pueden ser y son atacadas y asesinadas debido a características tales como su femineidad, en los crímenes sexuales, o a su orientación sexual o pertenencia étnica, tal el caso de los “crímenes de odio”.
No obstante, debiera prestarse atención a los vínculos existen- tes, por ejemplo, entre la discriminación racial y la discriminación de la clase trabajadora, de modo tal que el antirracismo y el mul- ticulturalismo puedan conducir hacia (y verse influidos por) el “anticlasismo” y el antisexismo. Muchos maestros pueden sustituir la palabra y el concepto de “raza” por el de “clase” (o “sexo”) en su lista de estereotipos, así como también en las políticas concer- nientes a la igualdad de oportunidades, las actividades que eligen impartir en clase o las opciones disponibles para los alumnos en la educación media. Dentro del aula, al controlar los libros de texto empleados, también puede remplazarse el concepto de “raza” por el de “sexo” o “clase”.
Del mismo modo, así como es posible prestar atención a la distin- ta cantidad de tiempo y a los distintos tipos de respuesta que los
24 Originadas en la jerga skinhead (neonazi), las expresiones gay-bashing y Paki- bashing se generalizaron entre la juventud británica y canadiense durante los años ochenta para designar arbitrarias golpizas propinadas en grupo a personas supuesta- mente homosexuales o de origen pakistaní. [T.]
maestros dan a niños y niñas dentro de la misma clase, las mismas técnicas de observación podrían aplicarse a la “raza”, la clase social, las discapacidades y la sexualidad juvenil. Esto no supone, de suyo, que todos los niños debieran invertir igual cantidad de tiempo al do- cente. La igualdad en el trato pasa por alto el hecho de que los ni- ños con mayores necesidades requieren de mayor atención. En rea- lidad, la igualdad en el tiempo destinado a cada alumno es antitética con la igualdad de oportunidades y con las políticas de equidad.
En el marco de esta sensibilización hacia las desigualdades, es preciso comprender que, dentro del sistema económico capitalis- ta y sus aparatos educativo, legal y demás, la explotación adquiere un sesgo esencial y preeminentemente clasista. Tal como varios de los capítulos de este libro señalan, la clase social constituye la for- ma de opresión estructural por excelencia dentro de la sociedad capitalista. Ella es la característica inevitable y definitoria de la ex- plotación capitalista; no así las demás formas de opresión, que por más funcionales que sean a ésta, no resultan esenciales a su natu- raleza y continuidad. Por ende, dentro del currículum de la FDI (y en todo lugar donde los maestros pudieran abrir espacios, ya sea en la escuela, la educación informal, la educación de adultos o la educación carcelaria), la existencia de variadas y múltiples formas de opresión y la similitud de sus efectos sobre los individuos y comu- nidades que las padecen no deberían servir para ocultar o descuidar un análisis (y la consecuente acción social y política) que reconozca la centralidad estructural de la explotación y el conflicto de clases.25
Como señala McLaren (2001), “la clave en esto no es privilegiar la opresión de clase por encima de otras formas de opresión, sino advertir el modo en que las relaciones de producción capitalista ofrecen el sustrato del que emergen otras formas de opresión” (p. 31). Por ejemplo, acerca de una movilización en apoyo de la acción afirmativa, McLaren advierte que:
Todos los oradores que censuraban la prohibición de la acción afirma- tiva pusieron el acento en el problema de la raza, pero ninguno men- cionó la clase social. La mayoría de los oradores estructuró su postura
25 Véase, por ejemplo, Hill, 1999b, 2001a, 2001e, 2002a; Sanders, Hill y Hankin,
1999; Aguirre, 2001; Hill y Cole, 2001; Cole, Hill, McLaren y Rikowski, 2001; Rikows- ki, 2001a, 2001b, 2001d; Hill, Sanders y Hankin, 2002; McLaren y Farahmandpur,
2002a, 2002b; McLaren y Rikowski, 2001; Rikowski y McLaren, 2001.
desde una perspectiva antirracista y antisexista, sin establecer cone- xión alguna con las características intrínsecas del capitalismo […] Las relaciones de clase quedaron desplazadas por las cuestiones de las po- líticas de la identidad. Un análisis más profundo hubiera debido iden- tificar el vínculo decisivo entre la prohibición de la acción afirmativa y la actual intensificación de la explotación capitalista, así como tam- bién sus ataques contra la clase trabajadora (citado en Rikowski y McLaren, 2001, p. 34).
McLaren y Farahmandpur (2001a, p. 299)sostienen que “reco- nocer el ‘carácter clasista’ de la educación en la escolarización ca- pitalista, y defender una ‘reorganización socialista de la sociedad capitalista’” son dos principios fundamentales de una pedagogía crítica revolucionaria.
Al hacer estos señalamientos, no dejo de ser consciente de la existencia de distintos niveles de verdad (sin por ello caer alegre- mente en el paralizante y acrítico relativismo modernista o en un relativismo posmodernismo liberal ultra-pluralista). Como bien se- ñala Allman (1999) existen, en principio, verdades metatranshis- tóricas; aquellas que “parecen atravesar la totalidad de la historia humana” (p. 136). A continuación, hay verdades transhistóricas, que han sabido mantenerse hasta la fecha pero posiblemente po- drían verse invalidadas en el futuro. En tercer lugar, hay verdades históricamente específicas de una formación histórica en particu- lar, como, por ejemplo, el capitalismo. Éste era el tipo de verdades que más interesaba a Marx al analizar la sociedad capitalista. Por último, hay verdades coyunturalmente específicas, proposiciones que sólo tienen validez dentro de una fase específica de la evolu- ción de una formación social dada, tales como la información de actualidad y los asuntos específicos, que resultan inconsistentes en mayor o menor grado, si bien puede no ocurrir lo mismo con el modo en que se las analiza. Claramente, una relación dialógica y dialéctica entre los educadores críticos y los maestros conduciría a un currículum negociado en detalle.
9. Habilidades para enfrentar comentarios e incidentes clasistas, homofóbi- cos, racistas y sexistas en distintos niveles, ya sea dentro del aula como en la institución misma. En este caso resulta fundamental abordar otros tipos de abuso, tales como la subcategorización y el maltrato físico debidos a la forma corporal, y sus nocivos efectos sobre el
aprendizaje, las vidas y la felicidad de los alumnos. (Existe, no obs- tante, el peligro de que las políticas antiabuso generalizadas indi- vidualicen el problema negando aspectos estructurales tales como el racismo, el sexismo, la clase social y la sexualidad.)
10. El desarrollo, dentro de las instituciones, de foros abiertos de justicia so- cial, donde los alumnos y el personal puedan debatir en un ambiente de confianza y apoyo. Se trata de una forma adicional de aprendizaje, donde el desarrollo personal del individuo se produce por medio del intercambio de ideas y experiencias. Los maestros aportan su conocimiento no sólo por transmisión (si bien este medio suele ser parte del repertorio de métodos de enseñanza del docente), sino también por interlocución, valorando y respetando las con- tribuciones individuales. La instauración de estos foros podría conducir a un clima de legitimación de las “voces”, los niveles de conciencia y las experiencias individuales. Tales “voces”, no obs- tante, debieran estar sujetas a la interrogación crítica, y no ser aceptadas acríticamente.26
11. Crítica de los distintos abordajes e ideologías acerca de la educación, la for- mación docente y la organización social y económica. Esto debiera in- cluir el desarrollo de habilidades para examinar críticamente la naturaleza del currículum, el currículum oculto y la pedagogía, la escolaridad, la educación y la sociedad, permitiendo a los docen- tes en formación advertir y poner en jaque las ideologías subya- centes a la selección de conocimiento que se les pide que adquie- ran e impartan a lo largo de todo el currículum. En última instancia, según señalan McLaren y Baltodano (2000), los cursos de FDI debieran “situar el proceso de escolarización en sus contex- tos políticos y socioeconómicos locales y globales, analizando las relaciones entre ambos” (p. 43).
Esto debiera incluir el estudio de las distintas ideologías que hoy existen en educación (el socialismo, el marxismo, la socialde- mocracia, el progresismo liberal, el neoconservadurismo, el neo- liberalismo, el Nuevo Laborismo, la “tercera vía” y sus respectivas expresiones políticas). En relación con ellas, debiera incluir tam-
26 Véanse Cole, Clay y Hill, 1990; Cole y Hill, 1999, 2002; Sanders, Hill y Hankin,
1999; Kincheloe, Slatter y y Steinberg, 2000; McLaren y Farahmandpur, 2001a, 2002a; Hill, Sanders y Hankin, 2002; Cole, 2003, 2004a.
bién la comprensión y el análisis del antirracismo, del multicultu- ralismo y el asimilacionismo; el análisis marxista de las clases so- ciales y el concepto de una sociedad sin clases, así como también la movilidad social meritocrática o la estratificación y la reproduc- ción elitista; el antisexismo, el nosexismo, y también el sexismo. Además, debieran abordarse los distintos modos de confrontar las cuestiones ligadas a las discapacidades físicas y los asuntos especí- ficos de las comunidades gay, lésbica y bisexual.27
12. El desarrollo del conocimiento y las habilidades necesarios para examinar críticamente la naturaleza ideológica de la enseñanza y del trabajo docen- te. En este punto, los docentes en formación debieran desarro- llar una comprensión del papel que pueden desempeñar los maestros en la transformación de la sociedad. Según sugiere Ha- rris (1994), esto es tan así que mientras los maestros retengan cierta capacidad de acción crítica en el área de la transmisión del conocimiento:
Serán capaces de adoptar la función de intelectuales…, resistiéndose así a convertirse en meros gestores de una serie de actividades diarias impuestas desde el exterior de la escuela, y de redefinir su función dentro de una práctica contrahegemónica. Por medio de su discurso y práctica de intervención en las determinaciones políticas e ideológicas de la escolaridad, los maestros podrán promover la distribución del poder, la autonomía y la democracia (p. 115).
13. El desarrollo paralelo, y no consecutivo, de la reflexión crítica, a lo largo y desde el principio de los cursos de FID. Los expertos en formación do- cente difieren en su concepción respecto de los niveles o espacios de reflexión que constituyen un punto de partida adecuado para la reflexión de los alumnos sobre el proceso de aprender-a-ense- ñar. Comentaristas tan diversos como Claderhead y Gates (1993) y la Circular 9/92 del Departamento de Educación del gobierno británico (DFE, 1992) asumen o sostienen que los tres niveles de
27 Véase el sitio web del Instituto de Estudios sobre Políticas Educativas (www.iep- s.org.uk) para un ejemplo de módulos de grado y posgrado con el potencial de desa- rrollar la educación crítica. Los mismos fueron codesarrollados por Dave Hill y Glenn Rikowski en el University College de Northampton, Gran Bretaña. Allí se exponen los propósitos, contenidos, procedimientos de evaluación y bibliografía.
reflexión deben desarrollarse en orden secuencial: es decir, que la práctica de la reflexión contexto-situacional, e incluso de la re- flexión crítica, debe reservarse para aquellos maestros que ya han alcanzado las habilidades técnicas y prácticas, así como también las habilidades de reflexión.
Según mi parecer, los tres o cuatro años que exige la forma- ción profesional de un docente ofrecen el tiempo suficiente. Por otra parte, con un apoyo adecuado (como el que planteo en la propuesta siguiente), los componentes basados en la escuela de los cursos de la formación inicial docente pueden ofrecer un es- pacio más propicio de inmersión en las prácticas de enseñanza y aprendizaje, facilitando, organizando y alentando la aplicación de la teoría en la práctica y de la práctica en la teoría.
No es posible dejar la “teoría del aprendizaje”, la “teoría crí- tica” o las cuestiones referidas al contexto social de la escolariza- ción para el “entrenamiento postinicial”, ya que muchos maestros recién recibidos jamás recibirán ningún otro tipo de entrena- miento postinicial que las actividades de educación en servicio, y estos tipos de entrenamiento resultan abrumadoramente instru- mentales y técnicos (destinados fundamentalmente a explicar có- mo “implementar” y evaluar el Currículum Nacional). Si las cues- tiones contextuales, teóricas, de justicia económica y social e igualitarias no se estudian durante la formación docente inicial, es posible que esto jamás ocurra.
La inserción docente presenta distintas fases. Como señalan Stronach y Maclure (1996), todo maestro principiante atraviesa una fase donde se le inculcan los valores e ideales de sus cursos de FID (la fase idealizada de la competencia). A esto sigue una fase de “copiar o imitar las competencias”, “encajar” dentro de la cultura escolar, de preocuparse por la disciplina y de negociar una iden- tidad con los alumnos y maestros de las escuelas. La tercera fase, una vez que el nuevo maestro se ha “establecido” y quedan de la- do los asuntos disciplinarios y de control, es la fase de la “compe- tencia realizada”, donde “a menudo se advierte la emergencia de un conjunto de creencias asombrosamente firmes respecto de la naturaleza de la educación, cómo son los niños y por qué los es- tándares son como son” (p. 81).
También Whitty (1996), realizando un informe sobre los avances del grupo de trabajo sobre las competencias de la FDI del Departamento de Educación de Irlanda del Norte, aborda el
problema de las fases del desarrollo de competencias. Su conclu- sión es que debiera concederse una importancia decisiva a “el co- nocimiento de los debates contemporáneos acerca de la educa- ción”, “la comprensión de las escuelas como instituciones y su lugar dentro de la comunidad” y “la conciencia de la importancia de una reflexión crítica informada a la hora de evaluar la propia práctica profesional” en la formación docente inicial, sin por ello dejar de desarrollarse también durante la Formación Profesional Avanzada y también durante la inserción laboral (pp. 91-92).
14. Objetivos curriculares sustancialmente prestablecidos, más que negociados. Calderhead y Gates (1993) plantean dos preguntas fundamentales: ¿debe un programa de enseñanza verdaderamen- te reflexivo tener contenidos predeterminados o éstos deben ser negociados? ¿Cómo conciliar el propósito de desarrollar áreas particulares de conocimiento, actitudes y habilidades con el pro- pósito de alentar la autonomía y la responsabilidad profesional? Se trata de dos cuestiones cruciales en buena parte de las críticas que los posmodernistas, las feministas posmodernas y los pluralis- tas liberales hacen del concepto del maestro como intelectual transformador crítico. Constituyen también elementos clave de las críticas posmodernas contra el análisis y las políticas educativas marxistas de clase, transformadoras y solidarias. Hacen referencia a la tensión entre el desarrollo de la autonomía del docente en formación por un lado, y el intento de desarrollar una ideología particular por el otro. Liston y Zeichner (1991) advierten un giro histórico significativo en su importancia dentro de la izquierda:
En varias oportunidades, se ha prestado atención a los contenidos de los programas, la habilidad del análisis crítico y el desarrollo curricu- lar, la naturaleza de las relaciones pedagógicas entre docentes y alumnos y entre formadores de docentes y los docentes en formación o en la conexión entre la formación docente y otros proyectos políti- cos que buscan enfrentar las distintas instancias del sufrimiento y la in- justicia en nuestra sociedad (p. 33).
El nudo del debate es si la “pedagogía democrático participa- tiva” debiera tipificar un curso o no. Es posible argumentar que la aplicación intensiva del método de trabajo en pequeños grupos de colaboradores, basado en la discusión y en la propia experien-
cia, que fuera típico de la escolarización y la formación docente primaria “alumnocéntrica” durante los años setenta y ochenta en Gran Bretaña, entorpecería el desarrollo de la amplia gama de aprendizajes teóricos propuestos en este capítulo. Por ende, si- guiendo los principios de la izquierda aquí esbozados, los objetivos de los cursos de formación docente, si no los contenidos destina- dos a alcanzarlos, deberían ser sustancialmente predeterminados (desde ya, luego de un debate nacional y tomando en cuenta las necesidades particulares de los estudiantes en cualquier coyuntu- ra histórica particular).
Esta propuesta aspira a la formación de un intelectual orgáni- co, no el didáctico. Como bien advierte Rikowski (2001e):
Cuando se trata de formar intelectuales orgánicos, la meta no es “de- cirles a las personas qué deben pensar”, sino permitirles pensar con claridad; brindarles las herramientas (capacidad crítica de leer y escribir en primer lugar) que les permitan abordar la acción cultural incorporando el ejercicio de la conciencia crítica (dialéctica) orien- tada hacia la transformación social (p. 63).
Más aún, los intelectuales transformadores deben enfrentar la autocrítica, sobre todo en lo concerniente a la formación de una unidad dialéctica con los alumnos y demás docentes que sea no- antagónica, con el fin de ayudar a las personas a abandonar sus “concepciones concretas del mundo (su praxis limitada)… [hacia]… una conceptualización crítica, científica o, en otras pa- labras, dialéctica (Allman, 1999, p. 115).
15. Aplicación de la evaluación crítica a la práctica y a la experiencia basa- da en la escuela. La teoría puede ofrecer los aparatos analíticos y conceptuales necesarios para reflexionar acerca de la práctica en las escuelas y en las aulas, dentro del currículum formal y del ocul- to, al mismo tiempo que la práctica puede brindar oportunidades para poner a prueba y asimilar la teoría.
Dado que las regulaciones del gobierno conservador británico de 1992 y 1993 para la formación y actualización docente (DFE,
1992, 1993) demandaron un mayor hincapié en la escuela dentro de los cursos de FID y fomentaron el desarrollo continuo de programas de FID con base en las escuelas, la desteorización de la educación docente por medio del acento puesto en la prácti-
ca desprovista de teoría constituye un problema fundamental pa- ra el desarrollo de una enseñanza eficaz, de habilidades, una con- ciencia y una enseñanza críticas y de una pedagogía crítica revo- lucionaria transformadora.
CONCLUSIÓN: POLÍTICAS DE LA TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA
Aquellos argumentos según los cuales vivimos en una era poscapita- lista, postindustrial o posmoderna pueden ser fácilmente refutados, al igual que ocurre con el argumento de la derecha (planteado de un modo ligeramente distinto por los gobiernos del Partido Conserva- dor y del Nuevo Laborismo), según el cual, el único futuro posible de la humanidad se reduce a la aplicación de la economía de libre mercado en todas las sociedades del mundo. Aún resulta viable una reorganización de izquierda de las sociedades global y nacionales (así como también de sus aparatos educativos), comprometida con la igualdad y la justicia social y económica (véase, por ejemplo, McLa- ren, 2000, 2001).
Los modelos de la derecha radical, a pesar del barniz socialdemó- crata que les ha aplicado el Nuevo Laborismo, resultan totalmente irrelevantes para este propósito. Necesitamos que la escuela y la for- mación y actualización docente contribuyan al cambio de las prácticas mismas, no a su aceptación y reproducción. Por ende, debemos enfa- tizar la necesidad de desafiar y remplazar las culturas neoliberales y neoconservadoras dominantes, no en reproducirlas y reforzarlas. La ideología sobre la escuela, el entrenamiento y la FDI de derecha y de centro están actualmente al servicio de una sociedad que sólo busca la hegemonía de unos pocos y la consolidación de sus privilegios, no la promoción de la igualdad y la justicia social y económica.
Al respecto, Paula Allman (2001) advierte:
El abordaje de la educación crítica que defiendo en mis publicaciones es un abordaje que procura permitirle a las personas tener una experiencia a es- cala de relaciones sociales proalternativa y contrahegemónicas. Se trata de fomentar relaciones sociales dentro de las cuales las personas puedan aprender a “leer” el mundo críticamente y a vislumbrar un futuro posible pa- ra la humanidad, fuera del horizonte del capitalismo (p. 13; véase también Allman, 1999).
Formadores docentes y trabajadores de la cultura de distintas pers- pectivas políticas e ideológicas seguramente estén de acuerdo con va- rias de las propuestas de este capítulo. Quizá no coincidan con la fun- ción explícitamente emancipatoria, crítica y transformadora que se adjudica a los formadores docentes, la educación y la escuela en pro de la igualdad y la justicia social y económica. No obstante, dicha función, así como también la función de los formadores docentes y de los maestros como intelectuales (y no como simples mecáni- cos o técnicos de la educación), resultan necesarias para el desa- rrollo de una ciudadanía crítica, activa y cuestionadora —reflexiva y perceptiva, además de meramente entrenada en diversas habilida- des—, capaz de luchar por una sociedad democrática, antiautorita- ria, socialmente responsable y social y económicamente justa.
Buena parte de la izquierda desertó de la batalla ideológica durante las ofensivas mediáticas y políticas neoliberales, así como también du- rante los intentos de los gobiernos, dentro del país y a nivel mundial, de fortalecer su control y hegemonía sobre la escuela y los aparatos ideo- lógicos del estado escolares. Como señala McLaren (2001), “parte del problema que enfrenta hoy la izquierda educativa es que incluso entre los educadores progresistas existe una ominosa resignación, producto de la aparente inevitabilidad del capital” (p. 28). Esto se aplica a la cau- tela con que los antiguos escritores, pedagogos e ideólogos de izquier- da británicos y estadunidenses se retiraron de la vanguardia cultural y educativa durante los años setenta y ochenta. Es una característica de la política y el análisis educativo, así como también de otros ámbitos polí- ticos, que nos ha llevado al Nuevo Partido Laborista de Tony Blair.
Reconozco y no desestimo las limitaciones que puedan tener la capacidad de acción y la autonomía de los maestros, los formadores docentes, los trabajadores de la cultura, de sus posiciones y, de he- cho, la muy limitada autonomía de la región política educativa de es- tado respecto de la economía. McLaren y Baltodano (2000) advier- ten (respecto de California en particular, pero creo que su observación bien puede extenderse a otros ámbitos) las “crecientes restricciones sobre la posibilidad de los maestros de emplear sus es- pacios pedagógicos para propósitos emancipatorios” (p. 34). De allí que personalmente conceda menos crédito que Ball (1994a, 1994b) y Smyth y Shatlock (1998) a la idea de que los maestros, y los forma- dores docentes, son capaces de “coescribir” textos tales como el cu- rrículum y las circulares de evaluación (véase Hill, 2001a; Evans, Da- vies y Penney, 1994).
Las cartas represivas que tienen en sus manos los aparatos ideoló- gicos del estado conspiran contra las posibilidades de un cambio transformador por medio de la formación docente inicial y la escolari- dad. Pero así ha sido, por lo general, tanto histórica como internacio- nalmente. No obstante, los espacios de lucha contrahegemónica exis- ten; a veces (como en los años ochenta y noventa) son más estrechos, otras veces (como en los sesenta y setenta), más amplios.
Habiendo reconocido las limitaciones, entonces, pero también la existencia de al menos cierta posibilidad de cambio transformador, debemos aprovechar cualquier espacio que se nos presente… y crear otros, forzar la apertura.
Por su propia cuenta, divorciados de los demás ámbitos de la lu- cha progresista, los movimientos organizativos e ideológicos que procuren una transformación socialista tendrán un éxito limitado. Necesitamos llevar el debate activo tanto desde como dentro de la izquierda más allá de los límites de las estructuras y procesos de la educación formal, los aparatos ideológicos del estado escolares. Pero necesitamos más que eso. Esto requiere de un compromiso crítico di- recto con las ideologías y programas liberal-pluralistas (modernistas o posmodernistas) y de la derecha radical en todas las áreas del esta- do y de la sociedad civil, dentro y a lo largo de todos los aparatos ideológicos y represivos del estado. Requiere de compromiso cívico.
En tanto trabajadores intelectuales educando maestros, la inter- vención ideológica de los formadores docentes puede tener un im- pacto mayor que el de otras secciones de la fuerza de trabajo menos di- rectamente comprometidas con la producción y la reproducción ideológica. Pero por sí misma, la actividad de los formadores docentes intelectuales y críticos, sin importar cuán ingeniosa y comprometida sea, no habrá de tener más que un impacto extremadamente limita- do en la transformación de la sociedad. A menos que se vincule con una gramática de la resistencia (Cole, 2004c), esta actividad con- trahegemónica de resistencia probablemente caiga en un suelo rela- tivamente estéril. Según sugieren McLaren y Baltodano (2000):
La reivindicación de las escuelas y de la formación docente como espacios de lucha cultural, así como también de la educación en general como un ve- hículo de la transformación social en tiempos conservadores y capitalistas, supone la organización de los padres, los alumnos y la comunidad. Asume que la sociedad necesita desarrollar educadores críticos, activistas comuni- tarios, intelectuales orgánicos y maestros cuya lucha por la justicia social
sea capaz de iluminar sus prácticas pedagógicas (p. 41; véanse también Ri- kowski, 2001e; McLaren y Farahmandpur, 2002a; Rikowski y McLaren, 2001; Cole, 2004c).
Al mantener en alto los ideales de la pluralidad de pensamiento, de la justicia social y económica y del disenso, los maestros, los forma- dores docentes y la comunidad deberán resistir el secuestro ideológi- co de nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Los maes- tros y formadores docentes son elementos demasiado valiosos en lo que hace a la educación de los niños y alumnos como para tolerar las charlatanas panaceas de los medios masivos de comunicación y los sesgados programas gubernamentales que intentan convertirlos en funcionarios acríticos del estado conservador, así como también de la sociedad y del sistema educativo esencialmente antiigualitarios e inmorales reproducidos por el estado capitalista y sus aparatos.
Las perspectivas delineadas en este capítulo, desde una posición de izquierda, se basan en la creencia de que los maestros no sólo de- ben ser técnicos y competentes dentro del aula, sino también inte- lectuales críticos, reflexivos y transformadores; es decir, que deben operar en el nivel de la reflexión crítica.
Los docentes deberíamos permitir y alentar a nuestros alumnos, ya sea en Gran Bretaña, Estados Unidos, Brasil, India o donde fuera, a obtener no sólo un conocimiento y unas habilidades básicos y avan- zados, sino también la capacidad de cuestionar, criticar, analizar y evaluar “de qué se trata”, “qué efectos tiene” y “por qué”, así como también a prestar atención e informarse acerca de la igualdad y la jus- ticia económica y social, tanto en la vida fuera del aula como entre las paredes de la escuela. Rikowski (2002c) describe a estos educado- res radicales como aquellos “que defienden la educación como par- te de una transformación social anticapitalista”.
Como dice McLaren (2001):
Nosotros, en tanto educadores radicales ¿debemos ayudar al capital a salir de la crisis o debemos ayudar a los alumnos a salir del capital? Si logramos lo pri- mero, no haremos otra cosa que darle tiempo a los capitalistas de adaptarse tanto a sus víctimas como a sus críticos. Si tenemos éxito en lo segundo, por el contrario, determinaremos el futuro de la civilización, o en realidad si te- nemos una o no (p. 31).
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