PSICOLOGÍA POSITIVA Y EDUCACIÓN. ESBOZO DE UNA EDUCACIÓN DESDE Y PARA LA FELICIDAD
Agustín Caruana Vañó
INTRODUCCIÓN
Para abordar este complejo, aunque estimulante, tema comenzaré por presen- tar una opinión particular. La voz de una persona culta y formada sobre la fe- licidad, la de mi amigo Fidel. Continuaré con las opiniones de venerables filó- sofos, y con las aportaciones de la emergente ciencia de la felicidad. Final- mente, realizaré el esbozo de una posible educación desde y para la felicidad, a fin de establecer un marco general a las valiosas, sugerentes y creativas apli- caciones educativas de aspectos relevantes de la Psicología Positiva, reunidas en este volumen.
Psicología Positiva. La ciencia de la felicidad
La Psicología Positiva busca promover el cambio desde una Psicología centra- da en la preocupación por reparar el daño (enfoque hegemónico tras la II Guerra Mundial) hasta otra centrada en desarrollar las cualidades positivas, las fortalezas de las personas y la prevención de la enfermedad mental (Se- ligman, 2005).
En el campo de acción de la Psicología Positiva podemos diferenciar varios planos. El plano de las experiencias subjetivas positivas, que aborda temas como el bienestar subjetivo, la satisfacción vital, la fluidez, el optimismo y la esperanza. Asimismo se ocupa del desarrollo de rasgos individuales positi- vos: capacidad de amar, coraje, habilidades interpersonales, la sensibilidad estética, la perseverancia, el perdón y la compasión, la originalidad, la visión de futuro, el talento (sobredotación) y la sabiduría. El plano grupal busca el conocimiento y desarrollo de las virtudes cívicas que llevan a las personas a ser mejores ciudadanos: La responsabilidad, la protección, el cuidado, el am- paro, el altruismo, el civismo, la moderación, la tolerancia, el trabajo ético (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).
Por tanto, para este nuevo enfoque, la psicología debe ocuparse de construir competencias, no de corregir deficiencias, siendo su objetivo final hacer más felices a las personas, comprendiendo y construyendo emociones positivas,
gratificaciones y significado, y con ese fin se busca complementar lo que ya se sabe sobre tratar enfermedades y reparar el daño con conocimientos para im- plementar el bienestar individual y de las comunidades (Seligman, Parks y Steen, 2004).
La escalera hacia la felicidad
He invitado insistentemente a mi amigo Fidel a colaborar en este volumen, pero se ha negado, con una tenacidad digna de mejor causa, alegando “que no sabía nada de estos temas”. Pero ambos en el fondo sabíamos que no podía faltar, que de alguna manera debía estar presente. Y la inspiración para hacer realidad este deseo mutuo llegó el 5 de mayo de 2010, después de recibir su email y mantener el siguiente diálogo:
- «Querido amigo, mentor, padre psicopedagógico y otros menesteres que tu querida Conselleria te otorgue. Adjunto te remito mi escalera de la felicidad*, por si quieres citarme en tu libro. Ya me dirás algo. Un abrazo y me alegro de ser tu amigo».
- Mi respuesta fue, inicialmente, desconfiada, como no podía ser de otra manera ante un consu- mado bromista, tahúr del Misisipi, como es Fidel. Un ser dotado de la rara, por infrecuente, sensibilidad para ver el “aura” de las personas. Experto en enología, parapsicología y ciencias más o menos ocultas de todo tipo. Orgulloso nieto de una célebre curandera a la que recurrían en ocasiones ciertos médicos de la época y que disfruta, siguiendo su camino, aunando ciencia y espiritualidad. Así que le contesté receloso: « ¿Es tuyo de verdad o sacado de Internet?»
- A lo cual me contesta: «Hola. Te prometo, palabrita del niño Jesús, que es mío. Después de leer unos cuantos libros, de entre los que almacena mi mujer, y meditar al respecto, llegué a esas conclusiones. El libro que estas leyendo† no aporta nada diferente a lo que pone en mi escalera. Leí el índice y sólo hace alusión a algunos aspectos, aunque, como ves, hay más puntos a tener en cuenta para ser feliz. Mi propuesta recoge: todo lo que se ha dicho, todo lo que se dice y todo lo que se dirá para ser feliz. Espero críticas constructivas. Un abrazo».
- A su vez le contesto: «Hola Fidel, te creo si tú lo dices. Pero suena a “amalgama” de recetas co- mo las que circulan por Internet. Por eso -respetando tu opción personal- yo siempre recurro a la ciencia. Sus aportaciones son más escuetas y humildes pero fundamentadas: construir el co- nocimiento científico cuesta tiempo y dinero a la humanidad».
- A lo que -lleno de compasión, paciencia y amabilidad ante mi cruda respuesta- me responde:
«Querido amigo, yo, contigo, al fin del mundo. Pero, qué es eso de la ciencia. Si todo fuese cien-
tífico qué harán los de filosofía, los de ética... los soñadores como yo. Si eres tan científico como piensas y si lo que no se puede medir no tiene futuro, ¿podrías medir o sólo valorar el aprecio que yo te tengo? Un abrazo inmensamente inmedible pero con el corazón».
* Denominación que recuerda La Escalera de Jacob, mencionada en la Biblia (Génesis
28,11-19), por la que los ángeles ascendían y descendían del cielo. Fue vista por el patriarca
Jacob durante un sueño.
† Ver Lyubomirsky (2008).
LOS MISTERIOS DE LA FELICIDAD (La escalera de Fidel)
Esta es la escalera, de diez peldaños, que te conducirá a tu felicidad. Todos los peldaños son importantes, aunque el tamaño de cada uno depende de ti. Saltarse uno, o varios, difi- culta la ascensión a la meta.
La felicidad es el viaje, no el fin, trabaja para conseguirla. Vivir las experiencias de la vida, es obligatorio. Sufrirlas o gozarlas, es opcional.
“EL AMARSE PERMITE PODER AMAR A LOS DEMÁS”. Decirnos cosas positivas di- ariamente. A mayor apego, a personas o cosas, menor felicidad. Refuerza a las personas que quieres, sé amable y agradecido y recibirás mucho más. Acepta a los demás como son, tú sólo eres el dueño de tu cambio. Alégrate del éxito ajeno tanto como del propio. Trata a los demás como te gustaría ser tratado.
“EL PENSAMIENTO POSITIVO PERMITE LOGRAR TODOS TUS OBJETIVOS”. La ley de la atracción facilita que se hagan realidad todos tus deseos a través de dichos pensamientos (cuidado con lo que sueñas conscientemente, esto podría hacerse realidad). Sabrás si son positivos o negativos dependiendo de los sentimientos que generen. La mente es una herramienta a tu servicio, tú decides que tipo de pensamiento quieres tener en cada momento, visualiza lo que desees con dichos pensa- mientos y tendrás lo que buscas. Ten fe.
“EL AUTOCONOCIMIENTO PERMITE NUESTRA EVOLUCIÓN PERSONAL”. La reflexión diaria sobre nuestras mejores acciones y aquellas susceptibles de mejorar lo facilitarán. Nuestro mejor maestro será nuestros errores, debiendo además aprender a ver lo positivo hasta en los problemas (analiza las causas y verás sus soluciones, pero necesitas afrontarlos para evolucionar). La vida está llena de lecciones para evolucionar. El mejor método del autoaprendizaje será la enseñanza. Sé cada día mejor, mantén lo positivo y mejora lo negativo, sabiendo que tu alrededor cambia en la misma dirección.
“LAS METAS PERSONALES PERMITEN AVANZAR POR EL CAMINO DE LA DIVINIDAD”. Deben ser claras, escritas y con dimensión temporal para su logro. Planificar es ahorrar tiempo, lo único que no se puede comprar. Reducir las necesidades favorece el éxito. Recuerda, que lo urgente no te nuble lo prioritario. Comple- ta: “Yo necesitaría…” Y piensa en el porqué de dichas creencias. Sólo ayuda a quien te pida ayuda.
“EL DISFRUTAR EL PRESENTE PERMITE A UNO SENTIR QUE ESTÁ PLÁCIDAMENTE VIVO”. Si dentro de unas semanas te dijeran que vas a morir, ¿qué te gustaría hacer? Pues empieza a hacerlo ya. Lo importante no es hacer lo que uno quiera, sino querer siempre lo que uno hace en cada momento. Lo único real es el presente, el aquí y el aho- ra. Supera la carga afectiva del pasado. Vive en la naturaleza.
“EL AUTOCONTROL PERMITE DECIDIR CONTINUAMENTE LO QUE QUIERES HACER”. Tú eres el dueño de tu voluntad. Todas las acciones positivas tienen consecuencias positivas para uno mismo, pero igual sucede con las negativas. Si la mente está ordenada, la vida está ordenada. Huir de los extremos, moderación. Culpar a otros de nuestros problemas es renunciar a nuestro poder de cambio. La relajación permite saborear el plato de la vida, medita diariamente. Aprende a respirar igual que debes aprender a vivir. Los rituales, los hábitos, generan tranquilidad. Cuida tu postura, ella permite el flujo de energía en tu cuerpo.
“EL EJERCICIO PERMITE GOZAR DE UNA SALUD FÍSICA Y MENTAL”. La actividad física y la mental tienen su reflejo en una armonía interna. Iniciar la curación de la mente, el cuerpo o el espíritu produce un cambio global en el resto de las partes. Escucha los mensajes de tu cuerpo.
“LA ALIMENTACIÓN ADECUADA PERMITE TENER LA ENERGÍA NECESARIA PARA VIVIR LA VIDA”. Come lento, tran- quilo, poco. Pero existen muchas cosas que al entrar en tu cuerpo sólo consumen su energía, suprímelas. Menos grasas, más fibra, frutas y verduras.
“EL SUEÑO, EL DESCANSO, TE PERMITEN SER CONSCIENTE DE TU REALIDAD”.
“EL HUMOR PERMITE TENER UNA VIDA ALEGRE”. Un día sin risas es un día perdido.
Este artículo nace como un compromiso autoimpuesto que, después de la ci- tada correspondencia, voy a dedicar a Fidel, y a los más de 6.709.132.764 Fi- deles que pueblan este mundo. Aunque yo, por cercanía y conocimiento, apre- cie y valore con más cariño su opinión, seguro que cada uno de ellos tiene su decálogo o escalera de la felicidad (con más o menos peldaños). Y es más que previsible que no coincidan entre sí dichos decálogos, o que lo hagan sólo en parte. Tampoco es probable que coincidan en el orden de prioridad de sus ele- mentos, ni en la forma de definirlos. Ante esta abundancia de opiniones, ma- tices, expresiones singulares, basadas en la experiencia de cada cual, con ma- yores o menores dosis de ingenio o creatividad, podemos adoptar, básicamen- te, dos posiciones:
1) Aceptar que cada cual tenga “su verdad” sobre la felicidad. Respetar la idio- sincrasia de cada uno y su visión personal, asumiendo que las diferencias in- dividuales son “sagradas”. No tendría, pues, sentido decir a nadie lo que pue- de/debe hacer o dejar de hacer para alcanzar la felicidad, ya que todos los se- res humanos, siguiendo su propio camino o criterio, tendrían idénticas opor- tunidades de alcanzarla.
2) Asumir que es posible descubrir elementos que contribuyen al bienestar de la mayoría de las personas, siendo las variantes, excepciones que confirmarí- an esa regla general. La ciencia sería la encargada de tratar de buscar esas verdades universales, de sentar las bases de una sabiduría colectiva, y cada individuo sólo tendría que adaptarlas a su peculiar idiosincrasia.
LA FELICIDAD EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO
Sin duda, algunas de las ideas de los clásicos estarían, en la actualidad, fuera de nuestra escala de valores (su concepción de la mujer, posiciones políticas ante las diversas formas de gobierno, defensa de la guerra, justificación de las diferencias entre personas y clases sociales, etc.). Creo que esta sección debe verse simplemente como lo que es, una relación incompleta de opiniones de algunos de los más venerables pensadores de la antigüedad sobre la felicidad.
En el siglo VI antes de Cristo surgieron en la India líderes espirituales que formaron escuelas y sectas. Uno fue Buda, pero hubo otros muchos que tuvie- ron una influencia más limitada. Ajita Kesambala, coetáneo de Buda, lideró al grupo de los lokatayas. Este grupo consideraba que: «Sólo en esta vida cabe alcanzar la felicidad, pues no hay otra vida. Y la felicidad depende de los pla- ceres de los sentidos y de las relaciones humanas satisfactorias» (Mosterín,
2007a, p.65). Este pensamiento es una de las primeras versiones que se cono- cen de la filosofía materialista.
Otro grupo lo forman los jainas, cuyo primer filósofo conocido fue Umavasti que vivió en el siglo III. Los jainas y los budistas manejaron algunas de las versiones más antiguas de la popular fábula del elefante (p. 72):
Un elefante llegó un día a una aldea donde vivían seis ciegos, que no sabían lo que era un elefante. Informados de su llegada, los ciegos acudieron a su encuentro. Ya que no podían verlo, se pusieron a palparlo, tocando cada uno una parte distinta. Luego se pusieron a discutir. “El elefante es como una columna”, dijo el hombre que había abrazado su pata. “No, es como una cuerda” replicó el que había tocado su co- la. “Más bien como una gruesa rama de árbol”, afirmó el que había tocado su trom- pa. “Se parece a un abanico”, dijo el que había tocado su oreja. “Es como una pared”, sentenció el que había tocado su costado. “Es como un tubo sólido”, aseguró el que había agarrado su colmillo. Los 6 ciegos empezaron a discutir acaloradamente, de- fendiendo sus respectivas interpretaciones, basadas en la experiencia, pero no lo- graban ponerse de acuerdo. Un sabio pasó por allí y les dijo que se calmasen. “No hay nada que discutir. Todos tenéis razón. Lo que pasa es que cada uno de vosotros ha estado en contacto con una parte distinta el elefante, pero el elefante tiene todas las propiedades que habéis mencionado.
Esta fábula tiene varios mensajes o moralejas. El más evidente es el mensaje de tolerancia hacia las diversas opiniones e interpretaciones de la realidad. Pero también pone de manifiesto la riqueza de la diversidad humana, que nunca debería ser fuente de conflictos sino de aprendizaje compartido o co- operativo. Por otro lado y trasladándonos al tema de la felicidad, el cuento nos invita a reflexionar sobre las casi infinitas concepciones de la misma que son tantas como personas existen.
Según la moral jainista todo ser vivo es eterno, individual y único, y sus accio- nes producen un karma* acumulativo que trae consecuencias. La mala acción genera karma†, siendo una de las peores acciones la de causar daño mediante violencia a otro ser vivo. Una de las reglas básicas del jainismo es la no- violencia, o causar daño a otros seres vivos, y esta es su principal aportación a la moral universal. La paz eterna, lo que en términos de este artículo, podría- mos equiparar como la suprema felicidad, se alcanza limpiando el alma de restos de suciedad, de impurezas producidas por las malas acciones. Ello se consigue siguiendo ciertas reglas morales.
En el siglo VI a. C. vivió Siddhartha Gautama (también llamado Buda, el des- pierto, el iluminado). Hijo de una familia noble, adinerada, que abandonó to- dos sus privilegios materiales para buscar sentido al sufrimiento, al dolor, en definitiva, a la vida. Se convirtió en un asceta errante hasta que un día, cuan-
* La idea del karma también la comparten otras tradiciones religiosas y filosóficas de India
(budismo, brahmanismo).
† Los filósofos jainistas contemporáneos matizan que sólo la mala acción intencional con- tamina el alma y produce karma.
do tenía 35 años, se sentó debajo de un árbol (la higuera sagrada, Ficus reli- giosa) y decidió no levantase hasta haber desentrañado el misterio del sufri- miento y la liberación. Buda también asume y desarrolla la ley del karma, lo que somos es el resultado de lo que hemos hecho, y proclama las 4 nobles verdades: (1) Toda la existencia está impregnada de sufrimiento. (2) El origen del sufrimiento se encuentra en el ansia de vivir, que es fruto de la ignorancia. (3) La supresión de deseos y pasiones nos lleva a la paz, a la ausencia de an- siedad y agitación. (4) El camino que conduce al nirvana tiene 8 sendas: pala- bra correcta, conducta correcta, modo de vida correcto, esfuerzo correcto, re- cuerdo correcto, meditación correcta, opinión correcta e intención correcta. Alcanzar el nirvana sería alcanzar la felicidad.
El más relevante maestro del pensamiento chino es Kon Qui (en occidente, Confucio, 551-479 a. C.) que adopta una moral deontológica (hay que hacer las cosas bien porque es lo adecuado sin pensar en sus consecuencias o la uti- lidad o provecho que obtengamos de ello). Dedicó la parte central de su dis- curso filosófico a defender la “benevolencia” entendida como el amor a los demás hombres y formuló una de las primeras versiones de la regla de oro de la ética «lo que no quieras para ti no se lo hagas tú a los otros» o «no hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti». Como nos recuerda Singer, (2002, p. 309):
Todas las tradiciones éticas importantes aceptan… una versión de la regla de oro… “ama a tu prójimo como a ti mismo”, dijo Jesús. “Lo que te resulta odioso no se lo hagas a tu vecino”, dijo el rabino Hillel*, Confucio resumió esta enseñanza en térmi- nos muy similares: “Lo que no quieras que te hagan a ti, no lo hagas a los demás». El Mahabharata, la gran épica hindú, afirma: “Que ningún hombre haga a otro lo que sería repugnante para él mismo”.
Sin embargo esta actitud no nos viene dada por la naturaleza ni por los de- más, sino que hemos de adquirirla como resultado de nuestro propio esfuer- zo.
Otro importante pensador chino fue Mo Di (479-400 a. C.) que postuló que el “amor universal” traería la paz al mundo y la felicidad a los individuos. Cuan- do todos los hombres hayan aplicado el principio de la benevolencia tanto en su mente como en sus acciones el mundo encontrará la paz y el ser humano la felicidad. Posteriormente Zhuang Zhou (369-286 a. C.) uno de los principales filósofos maoístas señaló que el dé, (concepto que recuerda el griego arete, virtud, excelencia o esencia de las cosas) la naturaleza de cada cosa, es algo interno a ella, algo que la constituye desde dentro y cuyo desarrollo es su feli-
* Hilel o Hillel, llamado el Viejo (Ha-Zaquen) o el Sabio (70 a. C. - 10 d. C.) fue un rabino y maestro judío, el primer erudito que sistematizó la interpretación de la ley escrita. Su lema era "No hagas a tu prójimo lo que odies que te hagan a ti".
cidad. Cada especie tiene su propia naturaleza, cada individuo su propia per- sonalidad, desarrollando el dé, lo que realmente somos, hallaremos la felici- dad. Hay que respetar el dé de las cosas, y tratar a cada cosa, animal o perso- na, conforme a lo que es, no según nos gustaría que fuese (Mosterín, 2007b, p. 143):
El sabio maoísta ha entrado en contacto con el dào y ha realizado plenamente su na- turaleza, su dé. No se fuerza a sí mismo, sino que actúa espontáneamente. Y no fuer- za a los demás. Simple y sin ataduras ni ambiciones, conforme con su destino, es fe- liz. Su felicidad es inconmovible, pues aquello en que se basa, el dáo, no se lo pue- den quitar. Su felicidad es imperturbable, pues no depende de nada, basada como está en lo que es permanente en el universo. Por todo ello el sabio, feliz y tranquilo, cuida su salud y vive largos años, encara la muerte con serenidad y vacía su corazón, que ya antes de morir es como un lago de aguas tranquilas, como un espejo en que se refleja el majestuoso decurso del universo… Este ideal de vida es un ideal asocial. El sabio se preocupa de sí mismo… Pero tampoco incordia a los demás ni interfiere en sus vidas… Son los gobiernos, las leyes, las ambiciones y los moralismos los que crean los problemas, apartando a los humanes de la vida espontánea y natural, de la felicidad solitaria y sencilla.
Es de rigor seguir con los filósofos griegos. Demócrito de Abdera (460- 370 a. C.) primer filósofo griego que habló de temas morales, define la felicidad co- mo el buen ánimo (euthymía): un estado anímico de serenidad, equilibrio, optimismo, buen humor, firmeza de carácter, buena voluntad y ausencia de temor y de envidia. Para conseguirlo propuso actuar con moderación y medi- da, no buscando excesivas riquezas, ni placeres, ni lujos, evitar la envidia y la ambición no pensando en los que tienen más que nosotros sino en quienes tienen menos y viven peor. Al parecer Platón (427-347 a. C.) sólo trata tan- gencialmente el tema en su diálogo Fílebos, señalando que el máximo bien del ser humano es la ‘buena vida’, que consiste en una mezcla de placer y sabidu- ría que lleva a la felicidad (Mosterín, 2006a).
Para Antístenes (444-365 a. C.) filósofo griego fundador de la escuela cínica:
«Lo que el hombre necesita para ser feliz es la virtud moral, el autodominio, la indiferencia al resto del mundo, y eso no se obtiene con palabras ni filosofí-
as, sino con el ejemplo y la ascesis» (Mosterín, 2007c, p. 51). Los cínicos lla-
maban a la felicidad virtud y ésta estaba conformada como un combinado de autosuficiencia, independencia, desprecio por el mundo y sus convenciones sociales, junto con los bienes y ambiciones materiales que esclavizan al ser humano*.
* Diógenes de Sinope (412-323 a. C.) llevó la aplicación de la filosofía cínica estrictamente y de forma extrema: iba medio desnudo por las calles atenienses, hacía sus necesidades en la calle, no se lavaba ni cortaba el pelo, vivía de limosna y comía lo que le echaban, llegando a vivir en un tonel. Actualmente, con el nombre de Diógenes, nos referimos a un trastorno del comportamiento que se caracteriza por el total abandono personal y social y por el
Según Epicuro (341-270 a. C.), el principal objetivo de la filosofía es ayudar a las personas a ser felices, aliviando sus sufrimientos y preocupaciones. El sa- bio epicúreo trata de alcanzar el placer pleno, que consiste en la ausencia de dolor y de ansiedad. La ausencia de ansiedad y la confiada esperanza en la continuación futura de esa ausencia de dolor corporal constituyen el placer mental. La unión de ambos es la felicidad. Para proporcionar esta seguridad es extraordinariamente importante la amistad (una especie de pacto, implíci- to, de ayuda y benevolencia mutua). De hecho sus seguidores vivían en una comuna, el Jardín de Epicuro, «cultivando la amabilidad, la generosidad y la amistad recíproca» (p. 57). Los deseos pueden dividirse -según Epicuro- en tres grupos (1) deseos naturales y necesarios; (2) deseos naturales e innecesa- rios; (3) deseos innaturales e innecesarios. Sólo los primeros son relevantes para nuestra supervivencia y felicidad. Para los epicúreos la felicidad se en- cuentra en la vida sencilla, retirada y sosegada, y en la posesión del mínimo necesario para no pasar hambre, ni sed, ni frío.
Para la escuela fundada por Zenon de Kition (332-262 a. C.), el estoicismo, la felicidad (eudaimonia), el buen ánimo o alegría serena (euthyimía) y la im- perturbabilidad e impasibilidad (apátheia), se obtienen cuando vivimos de acuerdo con el providente y necesario orden cósmico (vivir conforme a la na- turaleza) y en el dominio de las pasiones. Para los escépticos, cuyo principal representante es Pirrón (365-275 a. C.), a la felicidad se llega eliminando de raíz las inquietudes, los temores y los problemas que a su vez se consigue abs- teniéndonos de enjuiciar y aseverar. Calmando las opiniones y equilibrando las pasiones se alcanza la felicidad. Los problemas no deberían ser resueltos sino terapéuticamente disueltos, así cesarían de atormentarnos y nuestra mente alcanzaría la serena calma de la ausencia de juicios y de opiniones, la felicidad.
Aristóteles (384-322 a. C.) abordó el tema de la felicidad en sus 3 tratados so- bre la ética, Gran Ética, Ética Eudemia y Ética Nicomáquea, en las que en- contramos una misma concepción de la ética teleológica, en la que se conside- ra que lo bueno para el ser humano es aquello que le conduce a la felicidad. El bien supremo del ser humano, de existir, sería aquel en el que confluyen todos los demás fines. Y no es otro que la felicidad (eudaimonia) pues perseguimos la felicidad por sí misma mientras que todas las demás cosas las buscamos para llegar a ella. Pero ¿cómo define la felicidad?, básicamente como una acti- vidad, una forma acertada o correcta de actuar. Y sólo se actúa de esta manera cuando se hace conforme a la virtud perfecta (arete). La virtud es la capacidad o excelencia característica de cada animal. Cuando el ser humano actúa de
aislamiento voluntario en el propio hogar, acompañados en muchos casos de la acumula- ción de grandes cantidades de dinero o de desperdicios domésticos.
forma excelente, dando lo mejor de sí mismo, de forma virtuosa, disfruta de la felicidad. Así, «La felicidad ha de consistir en una actividad conforme a la vir- tud, ha de durar toda la vida y ha de ir acompañada de circunstancias exter- nas mínimamente favorables» (Mosterín, 2006b, p. 320).
El cristianismo tiene como líder espiritual a Jesús de Nazaret. En el Sermón de la Montaña se proclaman los requisitos para la felicidad cristiana. Según Mateo son dichosos (Nueva Biblia Española: Mt 5, 1-12):
Los que eligen ser pobres… Los que sufren.
Los no violentos.
Los que tienen hambre y sed de justicia. Los que prestan ayuda.
Los limpios de corazón.
Los que trabajan por la paz.
Los que viven perseguidos por su fidelidad.
La fórmula de Jesús de Nazaret para llevar una ‘buena vida’, una vida feliz, que incluye su versión de la regla de oro de la ética, la encontramos la siguien- te cita del evangelio de Mateo (Mt 22, 36-40):
Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? El le contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente” este es el mandamiento principal y primero, pero hay un segundo no menos importante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos penden la Ley y los Profetas.
Los estoicos de la época romana como Panecio (185-110 a. C.), señalaron que la felicidad se alcanza viviendo conforme a las tendencias, capacidades, im- pulsos o propensiones de que nos ha dotado la naturaleza a cada uno. Epicte- to (55-135 d. C.) diferenciaba entre lo que depende de nosotros (todos nues- tros actos propios) y lo que no depende de nosotros, y sostiene que nunca po- dremos alcanzar la felicidad ni la tranquilidad si nos preocupamos por aque- llo que no depende de nosotros, temiéndolo o deseándolo. También Cicerón (106-43 a. C.) se postula a favor de la ética estoica y sostiene que la felicidad del sabio viene de su ausencia de temor a la muerte y al dolor, a que resiste las penas y domina sus pasiones. Pero, coincidiendo con Panecio, sostiene que no se trata de que el hombre viva conforme a la naturaleza en general, sino con- forme a su propia naturaleza personal a sus capacidades y disposiciones (Mosterín, 2007d).
Por su parte Séneca (4 a. C.- 65 d. C.) que amasó una enorme fortuna aunque despreciaba las riquezas, expuso su idea de la felicidad en De vita beata (So-
bre la felicidad) matizando que tener bienes no es lo mismo que tener apego a dichos bienes, insistiendo en la tesis clásica del estoicismo de que la única fe- licidad consiste en vivir conforme a la naturaleza, alcanzando la virtud y la sabiduría (p. 48):
La vida feliz es, por tanto, la que está conforme a su naturaleza; lo cual no puede su- ceder más que si, primero, el alma está sana y en constante posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las cir- cunstancias, cuidadosa sin angustias de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna, si usa los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos… de ello nace una constante tranquilidad y li- bertad… nos viene una gran alegría, inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonía del alma, y la magnanimidad con la dulzura, pues toda ferocidad procede de la debilidad.
Y más adelante (p. 53):
Es feliz, por tanto, el que tiene un juicio recto; es feliz el que está contento con las circunstancias presentes, sean las que quieran, y es amigo de lo que tiene; es feliz aquel para quien la razón es quien da valor a todas las cosas de su vida.
A la doctrina mística musulmana o método sistemático de unión íntima con Dios, se llama sufismo*. Rūmī (1207-1273), prodigioso y prolífico poeta místi- co persa ha dejado una profunda huella en el pensamiento musulmán (Galin- do, 1994):
La alegría es una fuente que mana muy de dentro: “somos gente feliz sin oro ni ri- quezas, / permanecemos tranquilos en el dolor y mansos ante el miedo, / felices y sumisos hasta la última revolución del firmamento. No creas que estamos, como tú, solamente medio contentos” (p. 80).
Porque la alegría verdadera brota de un corazón puro: “Sé feliz, porque el sufí tiene espíritu claro y limpio; / el sufí es feliz en lo íntimo de su alma. / El sufí es puro, la pena no permanece en él (p. 173).
Los sufíes enseñan que en la completa unión con el Dios-Amor, se encuentra la auténtica y completa felicidad: «El Amor es la causa de la alegría: “El Amor es el que produce el júbilo de la criaturas / Es la causa de la felicidad infinita (Rūmī)» (Galindo 1994, p. 126).
Ibn Arabī (1165-1240), nacido en Murcia y muerto en Damasco, considerado como el mayor genio especulativo del sufismo islámico, nos dejó la versión musulmana de la regla de oro de la ética que todo lo resume y compendia:
* La palabra sufí viene del árabe y significa de lana, y por extensión, vestido de lana. Los sufíes -los hombres vestidos de lana- son los místicos musulmanes.
“Todo cuanto querrías que Dios hiciese contigo, hazlo tú con sus criaturas exacta- mente”, “lo mismo que Dios quiere que hagas con tu prójimo quiere también El hacer contigo. Esfuérzate, pues, por lograr esa virtud, cuya herencia es la caridad en los corazones de los hombres” (p. 210).
Spinoza (1632-1677) se pregunta ¿cómo conseguir que la razón lleve al ser humano a la felicidad y la superación de las pasiones?, y en su Ética (Parte IV, Proposición XXI y demostración) señala:
Nadie puede desear ser feliz, obrar bien y vivir bien, si no desea al mismo tiempo ser, obrar y vivir, esto es existir en acto… El deseo de vivir felizmente, o sea de vivir y obrar bien, etc., es la esencia misma del hombre, es decir, el esfuerzo que cada uno realiza por conservar su ser.
En la proposición XXVIII afirma: «El supremo bien del alma es el conoci- miento de Dios, y su suprema virtud la de conocer a Dios». Y más adelante señala (Parte V, Proposición XLII y demostración):
La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al con- trario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella… la feli- cidad consiste en el amor hacia Dios, cuanto más goza el alma de esta felicidad tanto más conoce, tanto mayor es el poder que tiene sobre los afectos tanto menos padece por causa de los afectos que son malos. Y así, en virtud de gozar el alma de ese amor divino o felicidad, tiene el poder de reprimir las concupiscencias.
Arthur Schopenhauer (1788-1860) en El arte de ser feliz rechaza dos posturas extremas, por un lado el estoicismo, el hombre normal no está preparado para este camino de renuncia y austeridad por tanto no es un camino adecuado. En el otro extremo se encuentra el maquiavelismo, es decir alcanzar la felicidad a costa de la felicidad de los demás. Tampoco adecuada para el hombre corrien- te a quien no le reconoce la inteligencia necesaria para ello. Por tanto la felici- dad estaría en un camino medio sin tener que abrumarse con renuncias ni sa- crificios insoportables, pero tampoco sin utilizar a los demás como simples medios para los propios fines. ¿En qué consiste la felicidad humana? ¿Cuáles son los objetivos a perseguir?:
(1) Alegría de ánimo, temperamento feliz. La capacidad para el sufrimiento y la alegría.
(2) La salud del cuerpo (en estrecha relación con lo anterior). (3) La tranquilidad del espíritu.
Entre sus cincuenta reglas destacaremos sólo algunas, por ausencia de espa- cio, a saber:
- El hombre sabio y prudente aspira a la ausencia de dolor y sufrimiento.
Más que aspirar a placeres y alegrías sin límite.
- La envidia es causa de infelicidad y hay que evitarla.
- Es fundamental conocernos bien a nosotros mismos.
- La riqueza es como el agua de mar: cuanto más se beba más sed se tendrá.
Lo mismo vale para la fama.
- Adoptar la actitud de hacer con buena voluntad lo que se pueda y tener la voluntad de soportar el sufrimiento inevitable.
- Reflexionar a fondo sobre una cosa antes de emprenderla, pero, una vez llevada a cabo… no angustiarse con repetidas consideraciones.
- Conocer nuestros límites y limitar el propio ámbito de acción.
- Razonar: sométete a la razón si quieres someterlo todo.
- Cultivar la alegría y cuidar la salud.
- Estar activos: emprender algo o, incluso, sólo aprender algo, es necesario para la felicidad del ser humano.
Nietzsche (1844-1900) uno de los pensadores modernos más influyentes del siglo XIX, nos ha dejado algunas opiniones sobre la felicidad que no me resis- to a compartir -expresadas de forma libre y resumida- para completar esta sección:
- La esperanza no aporta felicidad genuina (Humano, demasiado humano).
- Relación entre la felicidad y el sufrimiento o el dolor: el ser humano no es- tá preparado para la felicidad duradera (Humano, demasiado humano). Los hombres desconfían de todo exceso de felicidad y recuperan la con- fianza cuando se ven afligidos por algún dolor intenso (Aurora). «Muy cer- ca del sufrimiento del mundo y a menudo sobre un terreno volcánico el hombre ha establecido el pequeño jardín de su felicidad» (Humano, dema- siado humano, p. 290).
- Los preceptos morales -tanto religiosos como de los filósofos clásicos- no contribuyen en nada a la felicidad de los individuos ni al bien de la huma- nidad (Aurora). La aspiración cristiana a la “paz del alma”, esa oronda feli- cidad de la buena conciencia, lleva a una existencia “vacuna”, que no hay que buscar ni envidiar en absoluto (El ocaso de los ídolos).
- Existen dos tipos de felicidad. La felicidad instintiva e irracional (producto de la actividad creativa del genio) (Aurora) y la fundada en el conocimien- to racional: Platón y Aristóteles, Descartes y Spinoza situaron la felicidad en la actividad de la razón ¡Qué gozo debió proporcionarles a todos el co- nocimiento! (Aurora).
- Felicidad y sentimiento de poder. La felicidad la produce tanto el senti- miento de que el poder crece cuando una resistencia queda superada (Ge- nealogía de la Moral), como en carecer totalmente de poder por un instan- te, de ser un juguete en manos de las fuerzas primordiales. Este último tipo de felicidad implica un gran reposo: el alivio de una carga pesada, un des- canso que no cansa (Aurora).
- Ser más o menos feliz no es argumento a favor o en contra de la sabiduría de un individuo o de la veracidad o falsedad de sus doctrinas: Muchos hombres no son capaces más que de una felicidad mínima y esto no es un argumento contra su sabiduría… (Aurora). La felicidad y la virtud no son argumentos, una cosa puede ser verdadera aun cuando sea nociva y peli- grosa en el más alto grado (Más allá del bien y del mal).
- La felicidad en las acciones y vivencias cotidianas. ¡Qué poco basta para ser feliz! (Así habló Zaratustra, El ocaso de los ídolos). Las experiencias, los acontecimientos de la vida, lo que éstos nos hacen reflexionar y los ensue- ños que ello suscita, crecen y se acumulan día a día constituyendo una ri- queza inmensa y enloquecedora (Aurora). Además, comportarse como personas felices nos acaba haciendo felices, como les pasó a los filósofos cínicos, que hacían manifestación pública de su felicidad, intentando pare- cer felices acababan siendo felices de veras (Aurora).
- La felicidad y la vida emocional. Casi siempre que hay placer en lo absurdo, si hay risa, hay felicidad (Humano, demasiado humano). Las expresiones altruistas de cordialidad, afabilidad, cortesía contribuyen a la felicidad y a la civilización más que la compasión, la misericordia o el sacrificio (Humano, demasiado humano). La compasión no trae verdadera felicidad (Aurora).
- Proponerse metas y buscarlas a pesar de las adversidades, es una buena fórmula para ser feliz: «La fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una línea recta, una meta…» (El anticristo, p.28; El ocaso de los ídolos, p.44). La felicidad es una meta individual, singular, una pasión poderosa que su- pera toda pasión (Aurora, p. 272):
Nosotros los aeronautas del espíritu. A todos esos pájaros atrevidos que vuelan hacia espacios lejanos, les llegará ciertamente un momento en el que no podrán avanzar más y habrán de posarse en un mástil o en un pelado arrecife, sintiéndose felices por haber dado con tan miserable cobijo. Pero ¿cabe concluir de aquí que no queda ante ellos un espacio libre e infinito y que han volado todo lo que podrían vo- lar?… ¿Dónde queremos ir? ¿Queremos atravesar el mar? ¿Adónde nos arrastra esta pasión poderosa, que supera toda pasión?
- Felicidad y carácter: la felicidad huye de los pesimistas, de los hombres fundamentalmente tristes que se traicionan cuando son felices (Más allá del bien y del mal). Sin embargo, es mejor ser optimista, ver el lado bueno, porque es mejor estar loco de felicidad que estarlo de infelicidad, es mejor bailar torpemente que caminar cojeando. Aprended, pues, de mi sabiduría: incluso la peor de las cosas tiene dos reversos buenos (Así habló Zaratus- tra).
Bertrand Russell (1872-1970) divide su libro La conquista de la felicidad en causas de infelicidad y de felicidad. Entre las causas de infelicidad enumera las siguientes:
- No creer en la felicidad causa la infelicidad. A quienes teniendo todo lo que desean no se sienten felices y piensan que no tiene sentido buscarla, Rus- sell les dedica su célebre frase: «una parte de la felicidad es carecer de al- gunas cosas».
- La competencia, entendida como la lucha por el éxito. Para Russell el éxito sólo puede ser un ingrediente de la felicidad y saldrá muy caro si para ob- tenerlo se sacrifican todos los demás ingredientes.
- Tanto un exceso de aburrimiento (un deseo frustrado de que ocurra algo)
como de excitación -su contrario-, llevan a situaciones indeseables.
- Para Russell no hay nada tan agotador como la fatiga física excesiva y, so- bre todo, la nerviosa (por permanente indecisión). Ni nada tan estéril co- mo el egocentrismo, la carencia total de miras elevadas (p.71): «El hombre capaz de centrar sus pensamientos y esperanzas en algo que trascienda puede encontrar cierta paz en los problemas normales de la vida, algo que le resulta imposible al egoísta puro».
- La envidia hace desgraciadas a las personas.
- El sentimiento de pecado hace desdichado al hombre y es una de las más importantes causas de infelicidad en la vida adulta.
- La manía persecutoria. Es imposible que alguien se sienta bien cuando piensa que todo el mundo le trata mal o quiere su mal*.
* Su receta para prevenirla es muy ilustrativa: (1) Recuerda que tus motivos no son siempre tan altruistas como te parecen a ti. (2) No sobreestimes tus propios méritos. (3) No esperes que los demás se interesen por ti tanto como te interesas tú. (4) No creas que la gente pien- sa tanto en ti como para tener algún interés especial en perseguirte. Y advierte que las sa-
- Miedo a la opinión pública. En realidad el capítulo habla del rechazo al di- ferente, de la intolerancia y del daño que produce porque «casi todo el mundo necesita un entorno amistoso para ser feliz» (p.113). El único re- medio para este mal es aumentar la tolerancia y el afecto y respeto mutuos.
Para Russell la felicidad que denomina básica consiste en un interés amistoso y en reaccionar, ante las personas y cosas que nos rodean, de la forma más amistosa y no hostil posible, así como en tener un abanico de intereses. En su receta para alcanzar la felicidad incluye lo siguientes ingredientes: El cariño, la familia, el trabajo, los intereses no personales, el esfuerzo y la resignación.
El actual Dalai Lama, afirma rotundamente que el propósito de la vida es bus- car la felicidad y, puesto que satisfacer las necesidades físicas es relativamente más sencillo, deberíamos dirigir nuestros mayores esfuerzos a alcanzar la paz mental. El método o fórmula que propone para alcanzarla es desarrollar el amor y la compasión (Dalai Lama y Cutler, 2010).
Actualmente la filosofía de la ciencia sitúa el concepto de bienestar en un lu- gar destacado cuando hablamos de la felicidad. Así para Mosterín (2008) la felicidad es el resultado de la fórmula:
Bienestar + consecución de nuestros últimos fines
La felicidad tendría dos componentes, uno hedonista de placer y bienestar, y otro de satisfacción íntima por el logro de nuestras principales metas:
Vivir en bienestar, gozar de los placeres terrenales, dar un sentido a nuestra vida marcándole metas capaces de hacernos vibrar y tensar nuestras energías, esforzar- nos en su consecución y observar que hemos tenido éxito en la empresa: he ahí la fe- licidad (p. 104).
Es absurdo negar el destino o rasgarse las vestiduras ante sus golpes ciegos. Al des- tino y a la muerte sólo cabe mirarlos cara a cara y aceptarlos, como aceptamos la presencia de las montañas y carecer de plumas. Pero el destino no sólo golpea. También ofrece a veces oportunidades inesperadas de bienestar, placer o deleitosa contemplación. Si las dejamos pasar, nuestra felicidad saldrá disminuida. Por eso el agente racional está siempre alerta y despierto, dispuesto a echar mano con energía y decisión de las oportunidades que el destino le depare. Entre la muerte y el destino nos queda siempre un cierto margen de maniobra y libertad. Sobre ese estrecho margen de maniobra construimos el frágil edificio de nuestra felicidad (p. 105).
tisfacciones basadas en el autoengaño nunca son sólidas, es mejor construir nuestra vida en torno a supuestos verdaderos por desagradables que sean, afrontar la verdad.
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD
Ya hemos visto opiniones para todos los gustos, de filósofos, pensadores, ve- nerables fundadores de religiones que se han diseminado por todo el mundo con enorme influencia y éxito, junto a la opinión de mi amigo Fidel. Hablando en términos musicales cada cual canta su canción y podemos disfrutar de sus diferentes músicas, letras e interpretaciones y mostrar nuestras preferencias. Pero nos transmiten propuestas distintas, a veces no reconciliables o compa- tibles entre sí. Tratar de armonizar todas esas propuestas sería como compo- ner un extraño popurrí, cuyo resultado sería desastroso, artificial e inútil.
Por el contrario, y siguiendo con la metáfora musical, podemos decir que to- dos los científicos cantan la misma canción prácticamente con la misma letra y música. En el enfoque de la psicología científica, los autores de reconocido prestigio, tanto en sus libros (Seligman 2007; Lyubomirsky, 2008; Diener y Biswas-Diener, 2008), como en sus artículos (Myers, 2010; Diener y Ryan,
2009; Sheldon y Lyubomisrky, 2007; Kesebir y Diener, 2008; Lyubomirsky, King y Diener, 2005; Lyubomirsky, Sheldon y Schkade, 2005; Fredrickson y Branigam, 2005; Fredrickson, 2004) transmiten un mismo mensaje en el te- ma de la felicidad. Sin duda cada autor destaca la parte de la canción que me- jor conoce o domina. Pueden incluso diferir en su interpretación según su es- tilo o preferencias personales. Hay debate, sin duda, sobre el rigor metodoló- gico en la forma de obtener los datos, y discusión o discrepancias sobre las implicaciones de los mismos. Pero puede resulta redundante y, quizás aburri- do, leer una vez y otra las mismas afirmaciones y similares conclusiones.
El pensamiento científico
Y eso es consecuencia directa de ir dejando de lado creencias, ideologías, in- tuiciones y ocurrencias más o menos brillantes, para guiarnos por la raciona- lidad científica también en el tema de la felicidad. ¿Qué es la racionalidad científica?, «la racionalidad científica se basa en la profunda desconfianza en la razón. La historia de la ciencia es un cementerio de ideas plausibles y evi- dentes para sus autores que luego resultaron no corresponder a la realidad» (Mosterín, 2008, p. 140). La ciencia tiene ciertas características propias que la distinguen claramente de las ideologías o idearios tradicionales. A saber, la consistencia, la objetividad, la provisionalidad, el progreso y la universalidad.
- Consistencia. Las teorías científicas no deben caer en contradicciones.
Cuando un nuevo dato resulta inconsistente (contradictorio) con la teoría,
o el dato es erróneo o hay que cambiar la teoría.
- Objetividad. Las ideas científicas han de corresponderse con la realidad y ser realistas y verdaderas. Para ello deben contrastarse empíricamente.
- Provisionalidad. «La ciencia sólo afirma sus conclusiones y tesis mientras no aparezcan nuevos datos o mediciones que pongan en duda su objetivi- dad y nos obliguen a abandonarlas o revisarlas» (p. 144).
- Progreso. «El método científico busca, valora y consigue el progreso de un modo que es ajeno a los idearios tradicionales, que más bien valoran la es- tabilidad, la fidelidad al origen y la ortodoxia. En la ciencia podemos dis- tinguir la historia (los datos) y la teoría (los esquemas formales o generales que los explican u organizan)» (p.145). El progreso se da en ambos niveles: la aparición de nuevos datos debe llevar a nuevas teorías que los expliquen y organicen.
- Universalidad. «La ciencia actual es universal. La misma ciencia se enseña en las universidades y centros de investigación de todo el mundo… La uni- versalidad de la racionalidad científica se opone a la parroquialidad de las culturas étnicas, nacionales, tradicionales y dogmáticas» (p. 156).
El estudio científico de la felicidad
La ciencia nos ofrece una nueva forma de examinar el tema de la felicidad y eludir esa “legión” de decálogos, escaleras y recetas diferentes. Para ello utili- za el método científico (en cualquiera de sus variantes) utilizando medidas válidas y muestras amplias y representativas. No basta con utilizar encuestas, son necesarios experimentos y estudios longitudinales para comprender qué lleva a la felicidad. Entre las formas de medir la felicidad encontramos (Dien- er y Biswas-Diener, 2008):
- Autoinformes. Preguntar (es una de las medidas más sencillas) a las perso- nas si se sienten felices y cuánto. Los autoinformes correlacionan con las medidas biológicas, sugiriendo que es un buen camino para medir felici- dad. Aunque tienen sus limitaciones: dependen del estado de ánimo del momento, de la capacidad de introspección, etc.
- Informes de terceras personas, que se supone conocen bien a los partici- pantes del estudio (su pareja, su mejor amigo/a, etc.).
- Elaborar listados de pensamientos diarios. Las personas más felices se muestran más rápidas y recuerdan más cantidad de sucesos positivos de sus vidas, las personas deprimidas son más lentas y se centran en aspectos negativos.
- El método de muestreo de experiencias. Se facilita un dispositivo a los su- jetos del estudio que emite una alarma de forma aleatoria en determinados momentos del día. En ese momento deben rellenar un informe detallado sobre su estado de ánimo.
- Estudios experimentales de infinidad de diseños. Por ejemplo, en el labo- ratorio, midiendo las expresiones faciales, el número de veces que una per- sona sonríe ante determinados vídeos, etc.
- Estudios biológicos:
- Estudios del cerebro con técnicas de neuroimagen cerebral, buscando los correlatos biológicos de la vida emocional. (Davidson 2004 y 2005, Ekman, Davidson, Ricard, y Wallace, 2005). O mediante microelectro- dos para detectar centros y estructuras hedónicas.
- Hormonas circulantes en sangre. Otro enfoque biológico consiste en medir hormonas circulantes en sangre y cerebro. Sabemos que deter- minados niveles sanguíneos de serotonina y dopamina en ciertas regio- nes cerebrales se relacionan con sentimientos de felicidad (ciertos fár- macos antidepresivos actúan sobre los niveles de serotonina).
Neuroanatomía de la felicidad
Las aportaciones de Davidson y sus colaboradores al tema de la felicidad se centra en tres supuestos (Davidson, 2005):
Las personas tienen diferentes niveles de felicidad y estas diferencias se aso- cian con diferentes características biológicas subyacentes.
La regulación de emociones juega un papel crucial en la modulación de dichas
diferencias en felicidad.
La felicidad puede considerarse o verse como el producto de habilidades que pueden incrementarse mediante el entrenamiento mental.
Características biológicas subyacentes
Las emociones activan estructuras tanto cerebrales subcorticales como corti- cales. Existe un creciente cuerpo de conocimientos que demuestran que te- nemos dos sistemas fundamentales que están relacionados con la motivación y con los sentimientos positivos o negativos (Davidson e Irwin, 1999):
El sistema de aproximación. Genera estados afectivos positivos relacionados con el acercamiento, que un organismo experimenta cuando se dirige hacia una meta deseada, como son el entusiasmo y el orgullo entre otros.
El sistema de alejamiento. Genera ciertos estados afectivos negativos relacio- nados con el incremento de la distancia entre el organismo y la fuente de es- timulación (aversiva). Por ejemplo el miedo y el asco-repugnancia.
Hay cierta información de que estos sistemas se implementan en circuitos neurológicos parcialmente independientes o separados entre sí. Los elemen- tos que integran dichos circuitos son: el córtex prefrontal derecho e izquierdo (sectores ventro-medial, dorsolateral y orbitofrontal), el cuerpo estriado (que incluye los núcleos caudado, putamen y accumbens), el córtex cingulado an- terior y el córtex insular.
Estilos afectivos y regulación emocional
El término estilo afectivo se refiere a las diferencias consistentes entre indivi- duos en cuanto a sus parámetros básicos de reactividad y regulación emocio- nal. Está gobernado por circuitos que integran los siguientes elementos entre otros (Davidson, 2004): El córtex prefrontal, (CPF) especialmente sus secto- res dorsolateral y ventromedial, el córtex orbitofrontal, la amígdala, el hipo- campo, el córtex cingulado anterior y el córtex insular. Estas estructuras tra- bajan juntas para procesar, generar y regular tanto la información como el comportamiento emocional.
Uno de los componentes del etilo afectivo es la capacidad de regular las emo- ciones negativas, particularmente la de reducir su duración. En diversos estu- dios Davidson y colaboradores (Davidson, 2003 y 2004; Davidson, Irwin,
1999; Davidson, Putnam, Larson, 2000; Davidson, Sutton, 1995), definieron la regulación emocional como aquellos procesos que amplifican, atenúan o
mantienen una emoción. Los elementos centrales del circuito de la regulación
emocional son el córtex orbitofrontal y las estructuras con que se interconec- ta, incluyendo otros territorios prefrontales, el córtex cingulado anterior y la amígdala.
Entrenamiento mental
Davidson (2005) se plantea si es posible incrementar la felicidad o estamos atrapados irremediablemente en ese rango fijo (ver fórmula de la felicidad de Seligman, 2007) y sugiere que la clave para incrementar los niveles de felici- dad se encuentra en la regulación emocional. Su tesis central es que la regula- ción emocional voluntaria induce cambios en los circuitos cerebrales involu-
crados en las emociones, y el cultivo intencional de ciertas formas de emoción positiva puede tener un efecto beneficioso tanto en la salud mental como en la física.
En diversos estudios en el laboratorio de neurociencia ha utilizado el siguien- te paradigma:
- Expone a los participantes a imágenes emocionalmente desagradables (que provocan asco o repugnancia).
- Les enseña técnicas cognitivas de control emocional.
- Les pide que traten de aplacar y reducir las emociones negativas, e incluso, en una fase posterior, de generar estados afectivos positivos.
- Estudia estructuras cerebrales con el escáner de Resonancia Funcional Magnética con Imágenes (RMIf) constatando cambios en la amígdala y en el córtex prefrontal ventromedial (CPF-vm).
Así se ha comprobado que ambas estructuras están en estrecha conexión neu- rológica. Durante la regulación emocional se dan altos niveles de activación del CPF-vm y bajos niveles de activación amigdalar (y viceversa). De ahí con- cluye que el CPF-vm es la parte del cerebro que puede potenciarse mediante en entrenamiento en regulación emocional (técnicas de autocontrol emocio- nal).
En otros estudios de neuroimagen cerebral y con EEG, realizados con monjes budistas experimentados, mientras meditaban (en concreto centrados en pensamientos de “compasión pura”) se observó un incremento masivo de on- das gamma en las regiones parietal y frontal del cerebro que persistían duran- te largos periodos. Se comprobó fehacientemente que los efectos se debían al entrenamiento, y no a diferencias persistentes entre los participantes. Ade- más, encontraron una relación entre el número de horas de entrenamiento en meditación y el porcentaje de cambio en la señal gamma.
Por tanto mediante el cultivo sistemático de la mente se puede mejorar el bienestar de las personas (su nivel de felicidad). Aplicando sistemáticamente procedimientos de entrenamiento en técnicas de regulación emocional (técni- cas cognitivo conductuales, meditación, etc.), se producen cambios en la acti- vidad cerebral y en el funcionamiento inmunológico.
Esto es posible gracias a la estructura y función del cerebro. Nuestros cere- bros son flexibles y adaptables (Davidson, 2004). El cableado cerebral no es fijo ni estático (teoría de la plasticidad cerebral). Hoy sabemos que las dife- rencias biológicas entre las personas no se deben a causas exclusivamente hereditarias. Lo biológico y lo cultural están íntimamente entrelazados, como
señala Davidson (2001): «La influencia de las experiencias vitales en el mode- lamiento de los circuitos cerebrales que subyacen en las emociones es muy potente. La arquitectura neural proporciona un camino final común o com- partido, por medio del cual la cultura, los factores sociales y genéticos actúan juntos.»
Centros cerebrales del placer
Otra forma de abordar el tema de las estructuras neurobiológicas implicadas en la felicidad consiste en analizar los “puntos hedónicos” (hedonic hotspots) implicados en los circuitos de placer del cerebro (Kringelbach y Berridge,
2009; Smith, Mahler, Peciña y Berrigde, 2010). Para estos autores conocer los mecanismos neurobiológicos del placer es muy importante, ya que el compo-
nente hedónico de la felicidad es el más accesible desde el punto de vista de la
neurociencia.
Los puntos hedónicos mejor conocidos son el núcleo accumbens, el núcleo pálido ventral, el tallo cerebral, el núcleo parabraquial del puente, y diversos córtex (orbitofrontal, cingulado, prefrontal medial, e insular). Estos puntos se encuentran diseminados por el cerebro (como un archipiélago) pero interac- túan formando un circuito funcional integrado, controlado por reglas jerár- quicas y organizadas.
El placer podemos verlo como parte de un estado afectivo positivo. Todos los estados afectivos comparten unas mismas estructuras neurológicas y tienen dos componentes. (1) Objetivo: conductuales, fisiológicos y reacciones neuro- lógicas. (2) Subjetivo: experiencia subjetiva de la emoción.
El sistema psicológico de recompensa tiene 3 componentes:
Gustar. Es el componente placentero primario del sistema de recompensa. Querer. Motivación hacia la recompensa. No es necesariamente consciente. Aprender. Realizar asociaciones, representaciones y predicciones sobre futu- ras recompensas basadas en experiencias pasadas.
El placer se transforma en procesos motivacionales, en parte activando el se- gundo componente de recompensa llamado “querer”, que hace atractivo el estímulo. Este componente depende del sistema mesolímbico y utiliza la do- pamina como neurotransmisor. Los mecanismos de este componente son ampliamente subcorticales, y separables de la planificación consciente me- diada corticalmente (lo que explica el conflicto interno de adictos a las drogas que “quieren” tomarlas pero rechazan su consumo a nivel consciente).
Paralelamente a la red hedónica existe una red cerebral que va más allá del placer, que es más amplia (con muchas más estructuras y circuitos) y se aso- cia a una concepción de la felicidad que incluye procesos cognitivos superio- res, como un concepto de “yo-personal” que confiere sentido a la vida, que se compromete con objetivos y valora su satisfacción vital global. Se trata, por tanto, de placeres más elevados y otros aspectos de la felicidad superiores. Existen evidencias científicas de que ambas redes (la hedónica y la amplia) están estrechamente relacionadas anatómica y funcionalmente.
Seligman, en el campo psicológico, diferencia entre felicidad placentera y feli- cidad basada en el “sentido o el significado” y entiende que la felicidad es un tema de equilibrio, o balance entre ambas. Demasiado placer sin otra finali- dad puede ser destructivo. El hedonismo así entendido dejaría vacías a las personas. Por otro lado, plantearse una vida repleta de metas y objetivos sin que se obtenga de ello sentimientos agradables dejaría mucho que desear. La felicidad auténtica requiere tanto placer como sentido.
El concepto científico de felicidad
La forma en que la ciencia (Seligman, 2007; Diener y Biswas-Diener, 2008; Lyubomirsky, 2008; Myers, 2010) ha resuelto el tema de la multiplicidad de ideas y concepciones sobre la felicidad para poder abordarlo científicamente fue considerarla como “bienestar subjetivo”, un estado subjetivo definido por cada individuo, con dos 2 componentes:
El componente emocional. La felicidad incluye emociones positivas -en su sentido más amplio y flexible-, y agradables, como la alegría y la gratitud. Ello no implica la ausencia de emociones negativas. La felicidad es posible con una cierta dosis de sentimientos negativos, lo importante es que predominen las emociones positivas.
El otro componente de la felicidad es cognitivo, o de pensamiento. Cuando nos sentimos felices consideramos que nuestra vida va bien. Las personas tendemos a evaluar nuestras vidas -juzgando cómo nos va- y a este compo- nente le llamamos “satisfacción vital o con la vida”: incluye una evaluación de cómo nos va en general y qué áreas de nuestra vida entran en dicha evalua- ción. Así, cada persona puede considerar su grado general de satisfacción vital o el grado de satisfacción en ciertas áreas (salud, trabajo, relaciones interper- sonales, amistades, matrimonio, dinero, uno mismo, etc.). Los científicos han acuñado el concepto de “flourishing” (florecer, prosperar, crecer) para referir- se a las evaluaciones positivas que se realizan sobre estos importantes aspec- tos vitales.
Las fórmulas de la felicidad
La tesis de Diener y Biswas-Diener (2008) se concreta en la siguiente fórmula de la felicidad:
Bienestar subjetivo = estados afectivos positivos - estados afectivos negativos
+ satisfacción vital + crecimiento personal (“flourishing”)
Por tanto para estos autores los componentes esenciales para llevar una bue- na vida son tener una vida llena de emociones positivas (de todo tipo), emo- ciones negativas ocasionales, y que gire en torno a actividades en las que dis- frutemos y que estén guiadas hacia el logro de ciertos valores que nos plan- teamos como metas y que les dan sentido al esfuerzo que nos exigen.
Seligman (2007) que busca aumentar el nivel de felicidad duradera, plantea otra fórmula:
F = R + C + V
F= nivel de felicidad duradera. R= rango fijo.
C= circunstancias de la vida.
V= factores que dependen del control de la voluntad.
Lyubomirsky (2008) expresa en un gráfico los porcentajes en que estas varia- bles influyen en la felicidad (Figura 1).
Según demuestran los estudios, con tozuda insistencia, el 50% de las diferen- cias entre los niveles de felicidad de las personas depende de un rango fijo (o valor de referencia) determinado genéticamente. Además, en los estudios se ha visto que sólo el 10% de las discrepancias en nuestros niveles de felicidad se explica por las diferencias en las circunstancias de la vida (ser rico o pobre,
sano o enfermo, hermoso o poco agraciado). El 40% restante de nuestros ni- veles de felicidad depende de nuestro comportamiento, de las actividades de- liberadas que hacemos todos los días.
Para Seligman, en conjunto, las variables R (el timonel genético, la rueda de molino hedonista y el rango fijo) tienden a evitar que el nivel de felicidad au- mente. Pero existen dos fuerzas C y V, que sí pueden modificar el nivel de feli- cidad.
El facto R (rango fijo)
Lo primero que nos advierte Seligman (2007) es que el dogma de la ductili- dad humana (que sostiene que con el esfuerzo suficiente, todos los estados emocionales y los rasgos de personalidad pueden mejorar) naufragó irreme- diablemente en la década de los 80. Cientos de estudios realizados convergen en señalar una dirección única: aproximadamente el 50% de casi todos los rasgos de personalidad es atribuible a la herencia genética.
Cada persona tiene un rango fijo y personal de felicidad, un nivel específico y en gran parte heredado al que volvemos invariablemente. Nuestra felicidad oscila entre unos valores límite que están determinados genéticamente. Te- nemos un nivel medio o habitual de felicidad. De modo que, incluso tras cir- cunstancias vitales muy favorables o muy adversas, tendemos a volver nues- tros niveles habituales de felicidad, con el que hemos nacido. Dos fenómenos psicológicos se han propuesto para explicar esta realidad.
Adaptación
Seligman (2007) habla de “La rueda de molino hedonista” que hace que las personas nos acostumbremos con rapidez y de modo inevitable a lo bueno y lo demos por supuesto. Myers (2010) añade que tenemos tendencia a juzgar los estímulos en relación a lo que hemos vivido previamente. Vamos ajustando nuestro nivel “normal” (neutro: ni positivo ni negativo) según nuestras expe- riencias. Cuando mejoramos en algo nos produce una alegría inicial, un in- cremento del placer, pero pronto nos adaptamos a este nivel y lo considera- mos normal y necesitamos algo mejor para sentir otra oleada de felicidad. Sa- tisfacción, insatisfacción, éxito o fracaso son relativos a nuestra experiencia reciente. A medida que se acumulan bienes materiales y logros, las expectati- vas aumentan. Las cosas buenas y los grandes logros ejercen una influencia sorprendentemente baja en el incremento de la felicidad, salvo de forma efí- mera. La satisfacción tiene un corto periodo, una vida media corta.
El lado bueno es que esto sucede también para las experiencias negativas. No obstante, la adaptación tiene límites. Existen ciertos sucesos negativos a los que nunca nos acostumbramos, o a los que sólo nos adaptamos muy lenta- mente. La muerte de un hijo, o del cónyuge, en un accidente automovilístico son ejemplos de ello. Los familiares que cuidan enfermos de Alzheimer mues- tran un bienestar subjetivo que va deteriorándose con el tiempo y las perso- nas de países muy pobres dicen ser mucho menos felices que las de los ricos.
Comparación con los demás
Estamos constantemente comparándonos con los demás. Nos sentimos bien o mal en función de los demás. Somos poco ingeniosos o pesados sólo cuando otros son brillantes o ágiles. El concepto psicológico de “deprivación relativa” describe la sensación de que estamos siendo tratados peor que otros con quienes nos comparamos.
Dependiendo de con quién o quiénes nos comparemos, nuestro nivel de feli- cidad se verá más o menos amenazado. El éxito no nos inmuniza contra la en- vidia. Siempre habrá alguien que tenga más. Por eso resultará de mayor utili- dad tener presente el proverbio persa que dice «Lloré porque no tenía zapatos hasta que encontré un hombre que no tenía pies». O bien escuchar atenta- mente a Séneca: «Recuerda, querido Lucilio, los bienes que has adquirido, y en vez de considerar cuántas personas hay sobre ti, cuenta cuántas hay deba- jo. Si quieres ser grato a los dioses y a tu propia condición, piensa a cuántos te has adelantado» (Epístola XV). La envidia es un gran enemigo de la felicidad, como nos han recordado Demócrito, Séneca, Schopenhauer, Nietzsche, Rus- sell, entre otros.
Las circunstancias
Las conclusiones que se expondrán en este apartado son el fruto de décadas de estudios sobre la felicidad. A pesar de ello la ciencia de la felicidad es rela- tivamente joven, y no podemos decir que los resultados obtenidos sean apli- cables y generalizables a todas las personas. La ciencia ofrece resultados pro- visionales hasta que nuevos y mejores estudios ofrezcan evidencias más sóli- das y concluyentes. En todo caso la información científica nos ofrece la mejor comprensión de la felicidad de que disponemos en la actualidad.
Algunas circunstancias generan mayor felicidad. Lo malo es que cambiar tales circunstancias puede ser poco práctico y costoso. En la siguiente tabla se re- sume muy brevemente lo que se ha descubierto en los últimos 35 años acerca del grado de incidencia que las circunstancias externas tienen sobre la felici- dad.
Soy consciente de que algunas de estas conclusiones resultan llamativas pero no hay espacio en este artículo para explicarlas detalladamente. Remito a las personas interesadas a los trabajos de Seligman (2007), Diener y Biswas- Diener (2008), Lyubomirsky (2008) y Diener y Ryan. (2009) (Tabla 1).
Tabla 1. Influencia de las circunstancia externas en la felicidad.
(Basado en Seligman 2007)
Aumenta la felicidad:
- Vivir en una democracia sana, no en una dictadura empobrecida, tiene un gran efecto.
- Estar casado. Aunque no sabemos si es causa o consecuencia: ¿se casan más los más felices o son más felices los casados?
- Emociones. Lo importante es que en el balance final predominen las positivas. De ahí que evitar acontecimientos y emociones negativos tenga un efecto moderado.
- Formarse un entramado de relaciones sociales afectuoso y enriquecedor.
- Practicar una religión que tenga un mensaje prosocial, no centrada en aspectos negati- vos o que genere emociones negativas.
No vale la pena molestarse en:
- Ganar más dinero. Pasando de cubrir las necesidades básicas, más dinero no aporta más felicidad*. Las personas materialistas son menos felices†.
- Gozar de buena salud aunque importa mucho más la salud subjetiva que la objetiva
(excepto enfermedades muy graves que tienen mayor impacto).
- Elevar el nivel de estudios no tiene ningún efecto sobre la felicidad.
- Cambiar de raza -si estuviera en nuestra mano- o mudarse a un clima más soleado no tendría ningún efecto sobre la felicidad.
Factores que dependen del control de la voluntad
¿Es posible incrementar la felicidad? Como señala Lyubomirsky (2008) si te- nemos en cuenta nuestra escasa capacidad de intervención sobre el restante
60% (herencia y circunstancias más o menos fuera de nuestro alcance) nues- tra principal opción para incrementar nuestros niveles de bienestar y felicidad
es a través de nuestro comportamiento libre, consciente y voluntario.
La propuesta de Seligman (2007) se centra en incrementar las emociones positivas. Y sostiene que pueden encauzarse las emociones en una dirección positiva cambiando la forma de experimentar sentimientos sobre el pasado
* « ¿Peguntas cuál es el límite de la riqueza? El primero, es tener lo necesario, y el segundo, lo suficiente» (Séneca, Epístola II).
† «Nunca hizo rico al hombre el dinero. Porque solamente sirve para aumentar la codicia…
Porque cuando más se tiene, puede tenerse mucho más» (Séneca, Epístola CXIX).
(incrementando la satisfacción, complacencia, realización personal, orgullo y serenidad), de pensar sobre el futuro (aumentando el optimismo, la esperan- za, la fe y la confianza), y de vivenciar el presente (alegría, éxtasis, tranquili- dad, entusiasmo, euforia, placer, fluidez).
Sobre las emociones positivas relacionadas con el pasado propone algunos modos de sentirse más feliz de forma duradera:
(1) En primer lugar, olvidar la teoría de que el pasado determina el futuro. Es un dogma estéril, ajeno a la evidencia y provoca una pasividad asfixiante. Alimentar antiguos sentimientos de agravio, o el victimismo, sólo llevan a perpetuar espirales de sentimientos, pensamientos y comportamientos nega- tivos.
(2) Modificar los recuerdos de forma voluntaria:
- Acrecentar la gratitud sobre los hechos buenos del pasado.
- Aprender a perdonar.
La felicidad en el presente está constituida por los placeres y las gratifica- ciones. Los placeres guardan relación con los sentidos y las emociones y pue- den ser fácilmente reconocidos, favorecidos e intensificados. Los placeres tie- nen un claro componente sensorial y emocional, son efímeros e implican muy poco o nulo pensamiento. Hay tres conceptos procedentes del estudio científi- co de las emociones positivas que pueden ayudar a incrementar la cantidad de felicidad transitoria en su vida:
- Habituación. El mismo placer deja de hacer el mismo efecto si repetimos la experiencia con rapidez. Se debe a la actividad neuronal. Conviene dejar que transcurra un tiempo antes de repetir (“el segundo plato de postre gus- ta menos que el primero”).
- Disfrute o saboreo. Entendiendo por saborear o disfrutar la conciencia del placer y la atención consciente y deliberada ante la experiencia placentera.
- La atención. La atención consciente de la experiencia presente se produce de forma mucho más fácil en un estado mental lento que cuando uno pasa a toda prisa por una actividad o acontecimiento mientras piensa en el futu- ro*. La meditación trascendental es una buena técnica para potenciar la
* La atención al presente impedirá que la vida sea "…lo que te sucede mientras estás ocu- pado haciendo otros planes", como escribió John Lennon en su canción 'Beautiful boy': "Life is what happens to you while you're busy making other plans".
atención y la relajación. Algunas aplicaciones educativas de esta técnica se desarrollan en el interesante artículo que cierra este libro.
Las gratificaciones, por el contrario, están relacionadas con la puesta en prác- tica de fortalezas y virtudes personales. Por gratificaciones se entiende aque- llas actividades que nos gusta mucho realizar, pero que no van necesariamen- te acompañadas de una sensación cruda de placer. Las gratificaciones duran más que los placeres, implican más pensamientos, no se convierten fácilmen- te en un hábito y nuestras fortalezas y virtudes las refuerzan. Las gratificacio- nes nos involucran por completo; quedamos inmersos y absortos en ellas y perdemos la conciencia propia; por ejemplo, disfrutar de una gran conversa- ción, escalar montañas, leer un buen libro, etc. Un concepto fundamental en este punto es el de fluidez de M. Csikszentmihalyi cuyas aplicaciones educati- vas se tratan con profundidad en este monográfico.
Respecto a las emociones futuras positivas, infinidad de estudios han mostra- do que la esperanza y el optimismo pueden desarrollarse. Ser capaces de anti- cipar con la mayor precisión las recompensas (sentimientos o emociones po- sitivos) o las consecuencias desagradables (sentimientos o emociones negati- vos) de nuestras acciones es crucial en la toma de decisiones acertadas en nuestras vidas. Diener y Biswas-Diener (2008) nos advierten de los errores cognitivos más comunes en este tipo de predicciones, que ponen en riesgo nuestra felicidad futura:
- Falacia del paraíso. Estar tan absorto con los futuros aspectos positivos de una situación que se ignoran los negativos. Por ejemplo, tener únicamente en cuenta el atractivo físico de otra persona para decidir casarse con ella.
- El sesgo del impacto. Sobrevalorar el impacto emocional -sea positivo o negativo- de tomar ciertas decisiones, ya que al final nos adaptamos a casi todo. Tendemos a infravalorar nuestra capacidad de adaptación y nuestra resiliencia.
- No tener experiencias personales. ¡Pruébalo antes! Antes de tomar deci- siones importantes (sobre la profesión, lugar donde vivir, la vida en pareja, etc.) deberíamos tener nuestra propia experiencia de prueba al respecto.
- Satisfactores frente a maximizadores. Se han identificado dos estilos de toma de decisiones: 1) satisfactores, personas menos exigentes que se con- tentan con que se cumplan unos requisitos mínimos; 2) maximizadores, que buscan lo mejor, valorando exhaustivamente todas las posibles opcio- nes. Estos últimos obtienen mejores resultados, pero tienden a mostrarse menos satisfechos con sus logros. Consiguen más pero lo disfrutan menos.
- El error de la mascota encantadora. Querer frente a gustar. El niño/a que quiere una mascota, pero no valora si va a disfrutar con ella durante toda la vida del animal, una vez se pase el efecto de la novedad y/o la satisfacción de haberla conseguido.
Otros procesos psicológicos que juegan un importante papel en el nivel de fe- licidad de las personas son la atención, la interpretación y la memoria: las personas más felices se centran en lo positivo (atención), ven el lado bueno de las cosas (interpretación) y tienen recuerdos más provechosos.
ESBOZO DE UNA EDUCACIÓN DESDE Y PARA LA FELICIDAD
En primer lugar, el requisito fundamental para una educación para la felici- dad es que se haga desde la felicidad. No veo preciso extenderme en explica- ciones, ya que se puede comprender fácilmente que un profesorado ‘quema- do’, o unos adultos (padres, etc.) disgustados e infelices no resultan los agen- tes idóneos para llevar a buen puerto tan ambicioso objetivo. Es prioritario mejorar los niveles de felicidad de todas las personas implicadas en el proceso educativo.
Dado que existe una predisposición hereditaria que nos obliga a movernos dentro de unos límites heredados de felicidad y que las emociones, como la inteligencia, la personalidad, la altura y el peso, y facultades físicas diversas, tienen un importante componente genético, resulta inevitable preguntarnos, como hizo Fordyce es sus trabajos pioneros (1997 y 2000) si es posible incre- mentar la felicidad (¿podemos ser más felices?). No tiene ningún sentido ela- borar una propuesta educativa para intervenir sobre un aspecto inmodificable de la condición humana. La respuesta unánime de los científicos es afirmativa (Fordyce, 1997 y 2000; Diener y Biswas-Diener, 2008; Lyubomirsky, 2008; Morris, 2009; Seligman, 2007, Sheldon y Lyubomirsky, 2007). Y ¿cómo po- dría hacerse? Como hemos visto algo, aunque sea poco, se puede intervenir sobre las circunstancias (Tabla 1) pero, sobre todo, podemos sacar el mejor provecho posible de ese 40% de margen voluntario de actuación. Del mismo modo que la inteligencia se puede utilizar de muchas maneras, podemos ele- gir entre diversas opciones de comportamiento y adquirir hábitos que incre- menten o disminuyan nuestra probabilidad de ser felices.
En todo caso porqué habríamos de esforzarnos en ser más felices, además de porque en sí misma la felicidad es una meta deseable que nos proporciona un estado de ánimo placentero. Bárbara Fredrickson ha propuesto y difundido en numerosos trabajos (Fredrickson, 2004; Fredrickson y Branigan, 2005) su teoría de “ensanchar y construir”, que, básicamente, sostiene que los senti-
mientos positivos amplían nuestro repertorio de ideas y de acciones y nos ayudan a cimentar (construir) recursos mentales duraderos que nos resulta- rán de utilidad en experiencias futuras. Hoy sabemos que la felicidad propor- ciona a las personas muchísimas ventajas adicionales, consecuencias, efectos o funciones beneficiosos en múltiples áreas de la vida: en el campo de la sa- lud, en las relaciones interpersonales y afectivas, en el mundo profesional y laboral, en la capacidad de cooperación, etc.
Educación para la felicidad
El primer programa para enseñar felicidad se lo debemos a Fordyce (1997 y
2000) quien, partiendo de investigaciones y lecturas sobre la documentación científica identificó 14 rasgos asociados a la felicidad. Su propuesta se basa en
un principio muy sencillo: si uno puede ser como es la gente feliz, podrá tam-
bién ser feliz. De forma muy resumida su programa es el siguiente:
(1) Lecciones introductorias. Breve revisión sobre los conocimientos básicos sobre la felicidad.
(2) Los 14 rasgos fundamentales asociados a la felicidad:
1. Ser más activo y mantenerse ocupado.
2. Dedicar más tiempo a la vida social.
3. Ser productivo en un trabajo significativo.
4. Organizarse mejor y planificar las cosas.
5. Evitar las preocupaciones.
6. Reducir expectativas y aspiraciones (o adecuarlas correctamente).
7. Desarrollar un pensamiento positivo y optimista.
8. Centrarse en el presente.
9. Trabajar en busca de una personalidad sana (procurarse la salud mental).
10. Desarrollar una personalidad sociable y atractiva.
11. Ser uno mismo (‘natural’, ‘espontáneo’, ‘auténtico’, ‘sincero’, etc.).
12. Eliminar los sentimientos y problemas negativos.
13. Las relaciones íntimas son la primera fuente de felicidad.
14. El secreto fundamental: valorar la felicidad, considerar que es algo impor- tante y luchar por conseguirla.
Como hemos visto, el concepto de felicidad, tal y como la entiende la ciencia psicológica actual (bienestar subjetivo), tiene tres elementos fundamentales: el componente emocional, el cognitivo y el conductual. Hemos de tener en cuenta estos tres elementos para desarrollar una educación desde y para la felicidad. Numerosos manuales (Diener y Biswas-Diener, 2008; Fernández- Abascal, 2009; Lyubomirsky, 2008; Myers, 2010, Morris, 2009; Seligman,
2007; Snyder y Lopez, 2005; Vázquez y Hervás, 2009) han señalado los pa- trones emocionales, de pensamiento y comportamiento de las personas más felices, y propuesto temáticas y contenidos que señalan el camino para perfi- lar una propuesta -indudablemente provisional y manifiestamente mejorable- de áreas temáticas y contenidos de una educación para la felicidad (Tabla 2).
Tabla 2. Educación para la felicidad: áreas temáticas y contenidos
Áreas temáticas Contenidos
1º. La felicidad. El bien-
estar subjetivo. Psicología Positiva y felicidad.
Conceptos de felicidad. Concepto científico. Fórmula de la felicidad.
Neurobiología de la felicidad. Evaluación de la felicidad.
Placeres y gratificaciones.
Fenómenos de habituación y comparación social.
2º. La vida emocional Las emociones.
Estados afectivos positivos.
La fortaleza del sentido del humor y capacidad de diversión. Saborear las alegrías de la vida.
Inteligencia emocional.
Competencias emocionales personales. Gestión de las propias emociones.
4º. La fluidez, las grati- ficaciones y las fortale-
zas. Las virtudes y las fortalezas personales. Practicar y desarrollar las fortalezas.
Fluir.
La motivación intrínseca.
Las gratificaciones. Posponer las gratificaciones.
6º. Habilidades cogniti-
vas y pensamiento posi- tivo. El pensamiento positivo. Optimismo.
Papel de la atención, las interpretaciones y la memoria. Técnicas y estrategias cognitivas.
Errores cognitivos. Distorsiones, creencias erróneas, expec-
tativas irreales. El riesgo de pensar demasiado. El proceso de toma de decisiones.
Fortalezas de conocimiento: Deseo de aprender. Amor al co-
nocimiento. Juicio, pensamiento crítico y apertura de mente. Creatividad, ingenio y originalidad. Curiosidad e interés por el mundo. Perspectiva (sabiduría). Inteligencia social. Reflexionar, argumentar y debatir.
7º. Las relaciones socia-
les. El apoyo social. Las relaciones sociales y familiares afectuo-
sas y enriquecedoras.
Las competencias emocionales sociales. Habilidades sociales y de comunicación.
Conciencia social y la empatía. Fomentar actitudes prosocia-
les, y la consideración hacia los demás.
La resolución de conflictos interpersonales.
Fortalezas: Amabilidad y generosidad. Capacidad de amar y ser amado. Liderazgo. Trabajo en equipo y lealtad. Civismo y ciudadanía.
8º. La salud mental. La salud mental.
Técnicas y estrategias de manejo del estrés, la ansiedad. Combatir el pesimismo y la depresión.
Fortalezas: Modestia y humildad. Cuidado, prudencia y dis- creción. Autocontrol y auto-regulación.
9º. La resiliencia, y la dureza (‘Hardiness’). La resiliencia.
Superación de conflictos y traumas. El crecimiento postrau- mático.
Competencias emocionales personales: autoconocimiento, autoestima, autoconfianza.
La autoeficacia.
La ‘dureza’. Compromiso, control interno y valorar las difi- cultades como un reto o una oportunidad.
10º. Valores y metas. Los valores.
Perseguir metas y objetivos en la vida.
Fortalezas: Honestidad e integridad. Valentía y compromiso. Tenacidad, diligencia y perseverancia.
Motivación y esfuerzo.
11º. Hábitos positivos. Adquirir hábitos positivos. El cuidado de la salud física.
El ejercicio físico.
Hábitos de higiene del sueño. Actuar como las personas felices*.
12º. Sentido de la vida y
trascendencia. Significado de la vida.
Trascendencia, egocentrismo. Espiritualidad, religión.
La meditación. ‘Mindfulness’
Fortalezas de trascendencia: Gratitud. Perdón y misericor- dia. Aprecio y disfrute de la belleza y la excelencia. Espiritua- lidad, sentido y fe. Esperanza, optimismo y visión de futuro. Ilusión, entusiasmo y energía.
* Recordemos el citado comentario de Nietzsche sobre los cínicos, que intentando parecer felices acababan siendo felices de veras (Aurora).
Recursos y orientaciones generales para desarrollar estos conte- nidos
Para desarrollar estos contenidos son cada vez más abundantes y de mayor calidad los recursos bibliográficos disponibles (ver manuales previamente ci- tados). Además, algunos de estos contenidos los han tratado, con brillantez, ingenio y originalidad, los valiosos profesionales cuyas colaboraciones consti- tuyen la verdadera riqueza del presente volumen. Sus aportaciones van con- venientemente acompañadas de propuestas para su aplicación educativa, así como de actividades pensadas para diversos niveles educativos, aunque fácil- mente adaptables a otros. El esfuerzo realizado ha sido enorme pero el resul- tado es estimulante, ya que, con innovadora lucidez y valentía, sus contribu- ciones han abierto nuevas sendas que ofrecen vías de crecimiento y progreso hacia nuevos horizontes educativos.
En cuanto al componente emocional hemos visto que lo fundamental es que predominen las emociones positivas sobre las negativas, no hay necesi- dad de erradicar completamente las negativas (algo que no está al alcance del común de los mortales). Seligman (2007) ha apuntado algunas ideas: promo- ver sentimientos de gratitud y el perdón (pasado), disfrutar de los placeres y de experiencias gratificantes (presente, fluidez), y potenciar el optimismo y la esperanza respecto al futuro.
La educación emocional consiste en un proceso educativo, continuo y perma- nente, para potenciar el desarrollo de la personalidad integral, con su compo- nente emocional y cognitivo, y cuya última finalidad es aumentar el bienestar personal y social. En publicaciones previas hemos propuesto numerosas acti- vidades de educación emocional, reunidas en dos programas (Caruana, 2005 y 2007) que convenientemente utilizadas y, si es preciso, adaptadas, pueden resultar de gran utilidad. En el presente volumen también se pueden encon- trarse actividades originales para el desarrollo emocional.
Respecto al componente cognitivo, de satisfacción con la vida, de valora- ción positiva de nuestros logros en diferentes áreas, es muy importante ser capaz de, entre otras cosas, anticipar con la mayor precisión las recompensas. Diener y Biswas-Diener (2008) nos han advertido de los errores cognitivos más comunes en este tipo de predicciones, que ponen en riesgo nuestra felici- dad futura. También han subrayado la importancia de ciertos procesos psico- lógicos que juegan un importante papel en el nivel de felicidad de las perso- nas, como son la atención, la interpretación y la memoria: las personas más felices se centran en lo positivo (atención), ven el lado bueno de las cosas (in- terpretación) y tiene recuerdos más provechosos. En el presente volumen
también se pueden encontrar actividades para desarrollar el componente cognitivo.
En cuanto al componente comportamental recordemos que Aristóteles definió la felicidad, básicamente como una actividad, una forma correcta de actuar, y Kant (1724-1804) sostiene que mediante una acertada educación el hombre aprende «que sólo su buena conducta le hace digno de la felicidad» (Pedagogía, p.88). La educación para la felicidad busca la adquisición de hábitos positivos, formas habituales de comportarnos que implementen la po- sibilidad de llevar una vida más plena y satisfactoria.
La ciencia actual parece apoyar esta idea. En un estudio de Robert Nozick (ci- tado en Diener y Biswas - Diener, 2008) se ofreció a estudiantes la disyuntiva hipotética entre utilizar una “máquina de experiencias” o vivirlas realmente. La máquina estaba preparada para inyectarles en su organismo las sustancias necesarias (dopamina, opiáceos, serotonina, etc.) y en la dosis exacta para producirles la sensación de felicidad permanente. A su vez, se inyectarían en el cerebro de los sujetos del estudio, experiencias de triunfo profesional o académico, imágenes de amor con su pareja, escenas familiares o con amista- des placenteras, etc. La “trampa” estaba en que una vez conectados a dicha máquina no podrían trabajar más, ni tener relaciones, ni experiencias vitales reales, serían perfectamente felices, sacrificando vivir realmente.
El 95% de los estudiantes optaron por vivir realmente: trabajar, tener relacio- nes sociales, incluso experiencias dolorosas frente a la ficticia felicidad de la máquina. Sólo un 5% eligió la vía fácil. La conclusión de Nozick es que las personas prefieren merecer esa felicidad y sentirse felices por las razones co- rrectas: conducir su vida según sus propios criterios y valores aunque ello su- ponga pagar el precio de la ansiedad, de los disgustos o los contratiempos. Siempre que obtengan la enorme satisfacción de perseguir sus metas persona- les, un cierto grado de esfuerzo y dificultad hacen más gratificante la recom- pensa*.
La felicidad está más en lo que hacemos que en lo que tenemos. Hacer lo co- rrecto, según nuestros valores, a veces no resulta placentero en el momento, pero incrementa nuestra felicidad a medio o largo plazo y nos hace crecer co- mo personas, aumentando nuestra riqueza psicológica†. Además el esfuerzo
* Véase la cita de Nietzsche: “Nosotros los aeronautas del espíritu…”.
† Diener y Biswas-Diener (2008) proponen el concepto de riqueza psicológica cuyos prin- cipales componentes serían: satisfacción vital y felicidad; espiritualidad y sentido de la vi- da; actitudes y emociones positivas; relaciones sociales afectuosas; actividades y trabajo
atractivos; valores y proponerse metas para alcanzarlos; salud física y mental; recursos
materiales necesarios para satisfacer nuestras necesidades.
realizado para el logro de nuestras metas es, en si mismo, ya una recompensa. Para crecer necesitamos sentirnos competentes, tener la capacidad de tomar decisiones importantes sobre nuestras vidas y ayudar a los demás. Superar el hedonismo inmediato y mirar más allá.
Para adquirir y consolidar hábitos nuevos y saludables Lyubomirsky (2008)
aconseja respetar las siguientes claves del bienestar sostenible:
(1) Las emociones positivas deben prevalecer sobre las negativas.
(2) Oportunidad y variedad. Debe proponerse que las actividades se realicen en tiempo y forma adecuados. Es muy importante acertar en la elección del momento, la frecuencia y la duración. Es fundamental favorecer la variedad de actividades, e introducir cambios en la forma de aplicar la misma activi- dad. El peligro de habituación es real. Si caemos en la rutina o el aburrimiento las actividades pierden eficacia.
(3) Adquirir y consolidar nuevos hábitos es más fácil con ayuda, con apoyo social de cualquier tipo: informativo (información sobre ideas o métodos de realizar determinadas actividades), tangible (poner los medios materiales, transporte, etc. para su ejecución), y emocional (por ejemplo aliviar inquietu- des y temores ante determinadas actividades).
(4) Resultan imprescindibles la motivación, el esfuerzo y el compromiso. Para alcanzar cualquier objetivo es necesario: (1) Tomar la decisión. (2) Aprender lo que hay que hacer. (3) Hacer el esfuerzo semanal o diario para conseguirlo. (4) Comprometerse con el objetivo durante un largo periodo.
Modalidades de intervención educativa
Por supuesto estas áreas temáticas y contenidos pueden y deben trabajarse con el profesorado y con los padres (escuela de padres). La formación perma- nente del profesorado es una herramienta fundamental y la red de CEFIRES es el sistema que puede garantizar la formación de los docentes buscando in- crementar su bienestar subjetivo y satisfacción en la vida en general y en el desarrollo de su profesión en particular. La participación en este volumen de compañeros/as asesores/as de formación que, con notable esfuerzo y a pesar de sus apretadas agendas, pudieron responder afirmativamente a mi invita- ción a colaborar (no están todos los que son pero son excelentes todos los que están), y el respaldo del Servicio de Formación del Profesorado para que esta obra vea la luz, son elementos estimulantes y esperanzadores que aportan el necesario impulso inicial a esta línea de actuación.
Para actuar en los centros educativos, con alumnado, con los contenidos y temáticas que estamos proponiendo, resultan especialmente atractivas las ví- as de intervención en educación socioemocional citadas por Vaello (2005):
- Entrenamiento incidental planificado (EIP) o técnica del caso. Utilizar cualquier situación que se presente en clase que tenga relación con la edu- cación para la felicidad. Y abordarla con intención formativa. Precisa un trabajo y preparación previa del profesorado. Su potencial educativo es enorme. Me parece una opción muy atractiva.
- Tratamiento tutorial. En trabajos anteriores sobre educación emocional hemos apostado por una propuesta de intervención siguiendo el modelo de programas, incidiendo, fundamentalmente, a través del plan de acción tu- torial (PAT) (Caruana, 2005 y 2007). Esta opción queda abierta aunque, con la experiencia acumulada, vemos que no siempre resulta viable des- arrollar completa y sistemáticamente programas de este tipo, dado que la disponibilidad de sesiones de tutoría, libres de otros contenidos necesa- rios, resulta insuficiente en los centros educativos de Secundaria. Como re- cuerda Vaello (2005), falta tiempo, requiere una preparación del profeso- rado tutor y puede resultar una aplicación educativa descontextualizada.
- Inclusión curricular. Aprovechar las oportunidades que cada materia ofre- ce para tratar esta temática.
- Tratamiento interdisciplinar. Actuación coordinada y transversal de varios departamentos para desarrollar este tipo contenidos.
- Intervención incidental intuitiva e improvisada. Reaccionar cuando surge cualquier situación que se presente. No es planificada y carece de rigor y sistematicidad.
CONCLUSIONES
Volviendo a la estimulante imagen de la escalera de Fidel, ahora la podemos comparar con las menos divertidas áreas temáticas y contenidos sólidamente cimentados en hallazgos científicos, para constatar coincidencias o discrepan- cias. La grata sorpresa inicial es que por caminos bien distintos se puede llega a conclusiones similares: él, veloz como una liebre, llega tras una ágil re- flexión personal; yo, lento como una tortuga, tras una laboriosa y concienzuda labor de revisión buscando anclar todas y cada una de mis conclusiones en el rigor de los hallazgos científicos; labor hercúlea y extenuante, sin duda, aun- que finalmente gratificante.
No obstante, a pesar de las evidentes coincidencias, veo excesivamente opti- mista (propio de su carácter) su afirmación de que su propuesta «recoge: todo lo que se ha dicho, todo lo que se dice y todo lo que se dirá para ser feliz». Por ello, siguiendo su petición, tras resaltar los puntos de acuerdo añadiré, a mo- do de críticas constructivas, las insuficiencias y limitaciones de las recomen- daciones para ser feliz recogidas en su escalera. La ciencia va siempre más allá, muchos pasos por delante, en riqueza de información, precisión y varie- dad de conceptos, construcción del marco teórico fundamentado en que mo- vernos y sugerencias para conquistar la felicidad. La ciencia mueve a tantas personas y recursos, que superar las posibilidades de un sólo individuo (no caigamos en el “john-henrismo”*).
Un acuerdo inicial, que considero muy importante, es que coincidimos en que el tema de la felicidad no es un asunto menor, cursi o ramplón, más bien al contrario, ha merecido la atención no sólo de ilustres filósofos sino también de científicos de renombre que, además, lo han vuelto a poner de candente actualidad. No pertenecemos, pues, a ese grupo de descreídos y desencanta- dos de que hablaba Russell. Además parece que coincidimos también en que es posible aumentar la felicidad, que no se trata de un aspecto inmodificable o inaccesible de la naturaleza humana, refractario a todo tipo de intervención. Desde la educación tenemos la oportunidad de diseñar y desarrollar actuacio- nes para hacer más felices a las personas.
En su último escalón encuentro otra importante coincidencia: la felicidad es un viaje. Como señalan Diener y Biswas-Diener (2008) la felicidad es más bien un proceso que un destino emocional, algo más que lograr unas condi- ciones vitales deseables en el trabajo, la familia, la salud, etc. Como hemos oído a nuestros abuelos “lo más importante es disfrutar del viaje”.
La capacidad de amar y ser amado es una de las principales fortalezas a des- arrollar. La amabilidad y la gratitud son elementos, esenciales para construir la felicidad, destacados por los estudios científicos. Aquí quiero subrayar su versión de la regla de oro de la ética «trata a los demás como te gustaría ser tratado». En este camino tiene excelentes compañías: el maestro chino Kon Qui (Confucio), Jesús de Nazaret, el rabino Hillel, el Mahabharata, y el sabio
* Según Sherman James quien lo describió, se define como «la creencia de que cualquier reto se puede superar, siempre y cuando uno se esfuerce lo suficiente» (Sapolsky, 2008, p.
462). Síndrome que toma el nombre de John Henry, héroe afroamericano, trabajador del ferrocarril con extraordinarias condiciones físicas. En un esfuerzo por salvar su trabajo y el
de sus compañeros, John Henry reta al inventor de la maquina a una competencia: John
Henry contra el martillo de vapor, de modo que el que terminara de martillear los rieles primero sería el ganador. Al final John Henry resulta ser el vencedor, pero en el proceso sufre un ataque cardiaco y muere.
musulmán Ibn Arabī, y otros muchos humanos anónimos militantes de la amabilidad y la consideración hacia los demás. Conocer a los demás, desarro- llando la empatía, es fundamental para aplicar adecuadamente esa regla. La ciencia, de nuevo nos ofrece una ayuda inmensa, ya que podemos encontrar infinidad de estudios científicos cuyo objeto es conocer mejor la empatía: sus características, sus funciones, sus beneficios, etc.
El otro elemento esencial fundamental es conocernos a nosotros mismos, que, además, también puede ayudarnos para ser cada día mejores personas, como sugiere en su escalera. Para resistir mejor las adversidades de la vida nos se- rán de gran utilidad todos los hallazgos científicos sobre la resiliencia, la du- reza (‘hardiness’), el crecimiento postraumático, etc. y sus prometedoras aportaciones para la superación de conflictos y traumas, que van conforman- do un creciente cuerpo de conocimientos que, sin duda, ayudarán a las perso- nas a superar conflictos y situaciones difíciles.
Que la envidia es un gran enemigo de la felicidad ya nos lo habían advertido prestigiosos pensadores: Demócrito, Séneca, Schopenhauer, Nietzsche, Rus- sell, entre otros. Alegrarse del éxito ajeno y erradicar la envidia de nuestras vidas resulta un extraordinario consejo. La ciencia analiza los mecanismos psicológicos subyacentes, y nos habla de evitar las comparaciones sociales con quienes tienen más que nosotros, conducta nada aconsejable para sentirnos satisfechos y por tanto felices.
Considerar que la mente es una herramienta a nuestro servicio es una suge- rencia especialmente atractiva y esperanzadora. La ciencia avala la gran im- portancia de promover el optimismo cognitivo y la esperanza. Pero, además, analiza estos procesos en detalle y aporta numerosos estudios que han puesto en evidencia la importancia de la atención, las interpretaciones y la memoria, y nos ha advertido de los errores cognitivos en la toma de decisiones que po- nen en riesgo nuestra felicidad.
Ignoro si las metas personales -como afirma en su escalera- nos permitirán avanzar en el camino de la divinidad. De lo que no hay duda es que nos hacen avanzar en el camino de la felicidad. Los científicos han constatado que tener valores y perseguir metas y objetivos coherentes con esos valores es una de las claves de una vida feliz. En este camino nos ayudará un mejor conocimiento de las características y de los beneficios psicológicos de fortalezas tales como la honestidad, la valentía, el compromiso, la diligencia y la perseverancia, así como la motivación y el esfuerzo, cuyo estudio propicia la Psicología Positiva.
Coincide Fidel con el propio padre de la Psicología Positiva (Seligman, 2007)
en la importancia de disfrutar de las alegrías de la vida, del presente. Selig-
man, además, concreta formas en que podemos hacerlo avaladas por la cien- cia: dosificando sabiamente los placeres, saboreándolos, etc. Cultivar el senti- do del humor resultará, asimismo, de gran ayuda para incrementar la fre- cuencia de emociones positivas y que prevalezcan sobre las negativas en el ba- lance final.
Seligman, además nos invita a ir más allá de los placeres inmediatos para dis- frutar de las gratificaciones, recordándonos que sólo poniendo en juego nues- tras mejores fortalezas podremos aumentar la cantidad de experiencias grati- ficantes y de fluidez vivenciadas. Las aportaciones de Csikszentmihalyi mues- tran el camino para buscar este tipo de experiencias especiales que tanto con- tribuyen al bienestar.
El autocontrol emocional también parece un camino seguro hacia el bienes- tar. Estudios con neuroimagen han mostrado que aplicando sistemáticamente procedimientos de entrenamiento en técnicas de regulación emocional (técni- cas cognitivo conductuales, meditación, etc.) se producen cambios en la acti- vidad cerebral y en el funcionamiento inmunológico. Como han señalado neu- rocientíficos como Davidson el cerebro es flexible y adaptable, el cableado ce- rebral no es fijo ni estático (teoría de la plasticidad cerebral). En sus estudios Davidson y colaboradores se atreven a sugerir que quizás éste sea un camino para influir sobre el componente constitucional y hereditario que determina el 50% de nuestra capacidad para ser felices.
Además, en la citada escalera no veo convenientemente reflejados otros as- pectos que han merecido la atención de los científicos porque juegan un papel crucial en la conquista de la felicidad y de los que disponemos abundante y sólida información. Así, en cuanto a las circunstancias externas hoy sabemos que en el nivel de felicidad influye bastante: vivir en uno de los llamados paí- ses ricos, democráticos y con un régimen de libertades y de derechos sociales avanzados, en vez de en una dictadura empobrecida; disponer de un entra- mado de relaciones sociales afectuoso y enriquecedor; estar satisfactoriamen- te casado. Sabemos, además, que no es preciso eliminar toda emoción o sen- timiento negativo, basta con que estén en minoría y que practicar una religión con mensaje prosocial aporta numerosos beneficios psicológicos.
Sin embargo, dado su poco o nulo efecto sobre el nivel de felicidad, Seligman nos advierte que para incrementar el nivel de felicidad no vale la pena moles- tarse en ganar cada vez más dinero, basta con cubrir las necesidades básicas. Los estudios muestran además, que las personas materialistas son menos feli- ces. Pensadores como Demócrito, y el sabio musulmán Rūmī ya señalaron que las riquezas no llevaban a la felicidad. Séneca también advierte de los riesgos de la codicia, contra la que también existe la correspondiente maldi-
ción bíblica: «porque no supo calmar su codicia, / nada se salvaba de su avi- dez, / nadie escapaba a su voracidad; / por eso no durará su bienestar.» (Job
20, 20-21).
El ejercicio físico, la alimentación sana y la higiene del sueño constituyen pie- zas insoslayables para construir una vida plena. Los hábitos saludables con- tribuyen a la sensación de felicidad. No obstante, excepto padecer enferme- dades muy graves, tener problemas de salud afecta poco. Es mucho más im- portante la valoración subjetiva de la misma que la salud objetiva. Elevar el nivel de estudios, cambiar de raza -si estuviera en nuestra mano- o mudarse a un clima más benigno o soleado (algo difícil en nuestro caso) no tendría nin- gún efecto sobre la felicidad.
Para incrementar la felicidad de las personas, disponemos de ese amplio 40% de actividades dependientes de la voluntad que sugiere la ciencia como el me- jor camino posible. Aristóteles y Kant apuntaban en la buena dirección. Aris- tóteles, cuando considera la felicidad como una actividad, una forma acertada o correcta de actuar. Y Kant, cuando sostiene que sólo su buena conducta nos hace dignos de la felicidad.
Kant sostiene que el arte de la educación debe ser razonado y contribuir al de- sarrollo de la naturaleza humana, y al logro de la felicidad, convirtiéndonos en personas morales y prudentes. En su obra Pedagogía, afirma, «Únicamente por la educación el hombre puede llegar a ser hombre» (p.31). De modo que concluiré con su esperanzadora frase, sin ignorar que la palabra “buena” le añade un matiz de desafío y exigencia: «Una buena educación es precisamen- te el origen de todo el bien en el mundo» (p.36).
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