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domingo, 11 de marzo de 2012

PSICOLOGÍA POSITIVA Y EDUCACIÓN. ESBOZO DE UNA EDUCACIÓN DESDE Y PARA LA FELICIDAD


PSICOLOGÍA POSITIVA Y EDUCACIÓN. ESBOZO DE UNA  EDUCACIÓN DESDE Y PARA LA FELICIDAD


Agustín Caruana Vañó



INTRODUCCIÓN


Para abordar este complejo, aunque estimulante, tema  comenzaré por presen- tar una  opinión particular. La voz de una  persona culta y formada sobre  la fe- licidad,  la de mi amigo Fidel. Continuaré con las opiniones de venerables filó- sofos,  y con  las  aportaciones de  la emergente ciencia  de  la felicidad. Final- mente, realizaré el esbozo  de una  posible  educación desde  y para  la felicidad, a fin de establecer un marco  general a las valiosas,  sugerentes y creativas apli- caciones educativas de aspectos relevantes de la Psicología  Positiva, reunidas en este volumen.


Psicología Positiva. La ciencia de la felicidad


La Psicología  Positiva  busca  promover el cambio  desde  una Psicología  centra- da  en  la preocupación por  reparar el daño  (enfoque hegemónico tras  la II Guerra Mundial) hasta otra  centrada en desarrollar las cualidades positivas, las fortalezas de las personas y la prevención de la enfermedad mental (Se- ligman, 2005).


En  el campo  de  acción  de  la Psicología  Positiva  podemos diferenciar varios planos. El plano  de las experiencias subjetivas positivas, que  aborda temas como  el bienestar subjetivo, la satisfacción vital, la fluidez,  el optimismo y la esperanza. Asimismo se ocupa  del  desarrollo de  rasgos individuales positi- vos:  capacidad de  amar, coraje,  habilidades interpersonales, la sensibilidad estética, la perseverancia, el perdón y la compasión, la originalidad, la visión de futuro, el talento (sobredotación) y la sabiduría. El plano  grupal busca  el conocimiento y desarrollo de las virtudes cívicas  que  llevan  a las personas a ser mejores ciudadanos: La responsabilidad, la protección, el cuidado, el am- paro,  el altruismo, el civismo,  la moderación, la tolerancia, el trabajo ético (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).


Por  tanto, para  este  nuevo  enfoque, la psicología debe  ocuparse de construir competencias, no de corregir deficiencias, siendo su objetivo  final hacer  más felices  a las  personas, comprendiendo y construyendo emociones positivas,
gratificaciones y significado, y con ese fin se busca  complementar lo que ya se sabe sobre  tratar enfermedades y reparar el daño  con conocimientos para  im- plementar el bienestar individual y de  las  comunidades  (Seligman, Parks  y Steen,  2004).


La escalera hacia la felicidad


He  invitado insistentemente a mi amigo  Fidel  a colaborar en este  volumen, pero se ha negado, con una tenacidad digna  de mejor  causa,  alegando “que no sabía  nada  de estos  temas”.  Pero  ambos en el fondo  sabíamos que  no podía faltar,  que de alguna manera debía  estar  presente. Y la inspiración para  hacer realidad este  deseo  mutuo llegó el 5 de mayo  de 2010,  después de recibir  su email y mantener el siguiente diálogo:


- «Querido amigo,  mentor, padre psicopedagógico y otros  menesteres que tu querida Conselleria te otorgue. Adjunto te remito mi escalera de la felicidad*, por si quieres citarme en tu libro. Ya me dirás  algo. Un abrazo y me alegro de ser tu amigo».

- Mi respuesta fue, inicialmente, desconfiada, como no podía  ser de otra  manera ante  un consu- mado  bromista, tahúr del Misisipi,  como  es Fidel.  Un ser  dotado de la rara,  por  infrecuente, sensibilidad para  ver el “aura”  de las personas. Experto en enología, parapsicología y ciencias más  o menos ocultas de todo  tipo.  Orgulloso nieto  de una  célebre  curandera a la que recurrían en ocasiones ciertos  médicos de la época y que disfruta, siguiendo su camino, aunando ciencia y espiritualidad. Así que le contesté receloso: « ¿Es tuyo de verdad o sacado  de Internet?»

- A lo cual me contesta: «Hola. Te prometo, palabrita del niño Jesús, que es mío. Después de leer unos  cuantos libros,  de entre los que  almacena mi mujer, y meditar al respecto, llegué  a esas conclusiones. El libro que estas  leyendo† no aporta nada  diferente a lo que pone en mi escalera. Leí el índice  y sólo hace alusión a algunos aspectos, aunque, como ves, hay más puntos a tener en cuenta para  ser feliz. Mi propuesta recoge: todo lo que se ha dicho, todo lo que se dice y todo lo que se dirá para ser feliz. Espero críticas constructivas. Un abrazo».

- A su vez le contesto: «Hola  Fidel, te creo si tú lo dices. Pero suena a “amalgama” de recetas co- mo las que circulan por Internet. Por eso -respetando tu opción  personal- yo siempre recurro a la ciencia.  Sus aportaciones son más escuetas y humildes pero  fundamentadas: construir el co- nocimiento científico  cuesta  tiempo y dinero a la humanidad».

- A lo que  -lleno  de compasión, paciencia y amabilidad ante  mi cruda  respuesta- me responde:
«Querido amigo,  yo, contigo,  al fin del mundo. Pero, qué es eso de la ciencia.  Si todo fuese cien-
tífico qué harán los de filosofía, los de ética...  los soñadores como yo. Si eres tan científico  como piensas y si lo que no se puede  medir no tiene  futuro, ¿podrías medir o sólo valorar el aprecio que yo te tengo?  Un abrazo inmensamente inmedible pero con el corazón».







*  Denominación que  recuerda La Escalera de  Jacob, mencionada en  la  Biblia  (Génesis
28,11-19), por la que los ángeles  ascendían y descendían del cielo. Fue vista por el patriarca
Jacob durante un sueño.
† Ver Lyubomirsky (2008).
LOS  MISTERIOS DE LA FELICIDAD (La escalera de Fidel)

Esta  es la escalera, de diez peldaños, que  te conducirá a tu  felicidad.  Todos  los peldaños son importantes, aunque el tamaño de cada uno depende de ti. Saltarse uno, o varios,  difi- culta la ascensión a la meta.


La felicidad es el viaje, no el fin, trabaja para conseguirla. Vivir las experiencias de la vida, es obligatorio. Sufrirlas o gozarlas, es opcional.

“EL AMARSE PERMITE  PODER  AMAR A LOS DEMÁS”. Decirnos cosas  positivas di- ariamente. A mayor  apego,  a personas o cosas,  menor felicidad.  Refuerza a las personas que quieres, sé amable y agradecido y recibirás mucho  más.  Acepta a los demás como son, tú sólo eres el dueño de tu cambio.  Alégrate  del éxito ajeno  tanto como del propio. Trata  a los demás como te gustaría ser tratado.


“EL PENSAMIENTO  POSITIVO  PERMITE   LOGRAR  TODOS  TUS  OBJETIVOS”.  La  ley  de  la atracción facilita que se hagan  realidad todos tus deseos  a través  de dichos  pensamientos (cuidado con lo que  sueñas conscientemente, esto  podría hacerse realidad). Sabrás  si son  positivos o negativos dependiendo de los sentimientos que generen. La mente es una  herramienta a tu servicio,  tú decides que  tipo  de pensamiento quieres tener en cada  momento, visualiza  lo que  desees  con dichos  pensa- mientos y tendrás lo que buscas.  Ten fe.


“EL  AUTOCONOCIMIENTO  PERMITE   NUESTRA  EVOLUCIÓN  PERSONAL”.  La  reflexión   diaria sobre  nuestras mejores acciones  y aquellas susceptibles de mejorar lo facilitarán. Nuestro mejor  maestro será  nuestros errores, debiendo además aprender a ver  lo positivo  hasta en  los problemas (analiza las causas  y verás sus soluciones, pero necesitas afrontarlos para  evolucionar). La vida está llena de lecciones para  evolucionar. El mejor  método del autoaprendizaje será  la enseñanza. Sé cada  día mejor,  mantén lo positivo  y mejora lo negativo, sabiendo que tu alrededor cambia  en la misma dirección.


“LAS METAS PERSONALES  PERMITEN AVANZAR POR  EL CAMINO  DE  LA DIVINIDAD”.  Deben  ser claras,  escritas y con dimensión temporal para  su logro. Planificar es ahorrar tiempo, lo único  que no se puede comprar. Reducir las necesidades favorece  el éxito. Recuerda, que lo urgente no te nuble  lo prioritario. Comple- ta: “Yo necesitaría…” Y piensa en el porqué de dichas  creencias. Sólo ayuda a quien  te pida ayuda.


“EL DISFRUTAR EL  PRESENTE PERMITE  A UNO SENTIR  QUE ESTÁ PLÁCIDAMENTE  VIVO”. Si dentro de unas  semanas te dijeran que vas a morir, ¿qué te gustaría hacer?  Pues empieza a hacerlo ya. Lo importante no es hacer lo que uno quiera, sino querer siempre lo que uno hace en cada momento. Lo único real es el presente, el aquí y el aho- ra. Supera la carga afectiva del pasado. Vive en la naturaleza.


“EL AUTOCONTROL PERMITE  DECIDIR  CONTINUAMENTE  LO QUE QUIERES  HACER”. Tú eres  el dueño de  tu voluntad. Todas las acciones  positivas tienen consecuencias positivas para  uno mismo, pero igual sucede  con las negativas. Si la mente está ordenada, la vida está ordenada. Huir  de los extremos, moderación. Culpar  a otros  de nuestros problemas es renunciar a nuestro poder  de cambio.  La relajación permite saborear el plato  de la vida, medita diariamente. Aprende a respirar igual que debes  aprender a vivir. Los rituales, los hábitos, generan tranquilidad. Cuida tu postura, ella permite el flujo de energía en tu cuerpo.


“EL EJERCICIO PERMITE  GOZAR DE UNA SALUD FÍSICA Y MENTAL”. La actividad física y la mental tienen su reflejo en una armonía interna. Iniciar la curación de la mente, el cuerpo  o el espíritu produce un cambio  global en el resto  de las partes. Escucha los mensajes de tu cuerpo.


“LA ALIMENTACIÓN ADECUADA PERMITE  TENER LA ENERGÍA NECESARIA PARA VIVIR LA VIDA”. Come lento,  tran- quilo, poco. Pero existen  muchas cosas que al entrar en tu cuerpo  sólo consumen su energía, suprímelas. Menos grasas,  más fibra, frutas  y verduras.

“EL SUEÑO, EL DESCANSO, TE PERMITEN SER CONSCIENTE DE TU REALIDAD”.

“EL HUMOR PERMITE  TENER UNA VIDA ALEGRE”. Un día sin risas es un día perdido.
Este  artículo nace  como  un compromiso autoimpuesto que,  después de la ci- tada  correspondencia, voy a dedicar a Fidel,  y a los más  de 6.709.132.764 Fi- deles que pueblan este mundo. Aunque  yo, por cercanía y conocimiento, apre- cie y valore  con más  cariño  su opinión, seguro  que cada  uno  de ellos tiene  su decálogo  o escalera de la felicidad  (con más o menos peldaños). Y es más que previsible que no coincidan entre sí dichos  decálogos, o que lo hagan sólo en parte. Tampoco es probable que coincidan en el orden de prioridad de sus ele- mentos, ni en la forma  de definirlos. Ante esta  abundancia de opiniones, ma- tices, expresiones singulares, basadas en la experiencia de cada cual, con ma- yores o menores dosis de ingenio o creatividad, podemos adoptar, básicamen- te, dos posiciones:


1) Aceptar  que cada cual tenga  “su verdad”  sobre  la felicidad. Respetar la idio- sincrasia de cada  uno  y su visión  personal, asumiendo que las diferencias in- dividuales son “sagradas”. No tendría, pues,  sentido decir a nadie  lo que pue- de/debe hacer  o dejar  de hacer  para  alcanzar la felicidad, ya que todos  los se- res humanos, siguiendo su propio camino o criterio, tendrían idénticas opor- tunidades de alcanzarla.


2) Asumir  que es posible  descubrir elementos que contribuyen al bienestar de la mayoría de las personas, siendo las variantes, excepciones que confirmarí- an  esa  regla  general. La ciencia  sería  la encargada de  tratar de  buscar esas verdades universales, de sentar las  bases  de  una  sabiduría colectiva,  y cada individuo sólo tendría que adaptarlas a su peculiar idiosincrasia.


LA FELICIDAD EN LA HISTORIA DEL  PENSAMIENTO


Sin duda, algunas de las ideas  de los clásicos  estarían, en la actualidad, fuera de nuestra escala  de valores  (su concepción de la mujer, posiciones políticas ante  las diversas formas de gobierno, defensa de la guerra, justificación de las diferencias entre personas y clases  sociales,  etc.).  Creo que esta  sección  debe verse  simplemente como  lo que  es, una  relación incompleta de opiniones de algunos de los más venerables pensadores de la antigüedad sobre  la felicidad.


En  el siglo  VI antes de  Cristo  surgieron en  la India líderes  espirituales que formaron escuelas y sectas.  Uno fue Buda, pero hubo  otros  muchos que tuvie- ron una influencia más limitada. Ajita Kesambala, coetáneo de Buda, lideró  al grupo  de los lokatayas. Este  grupo  consideraba que:  «Sólo  en esta  vida cabe alcanzar la felicidad, pues  no hay otra  vida. Y la felicidad  depende de los pla- ceres  de los sentidos y de las relaciones humanas satisfactorias» (Mosterín,
2007a, p.65).  Este pensamiento es una de las primeras versiones que se cono- cen de la filosofía materialista.
Otro  grupo  lo forman los jainas, cuyo primer filósofo conocido fue Umavasti que  vivió en el siglo III.  Los jainas  y los budistas manejaron algunas de las versiones más antiguas de la popular fábula del elefante (p. 72):


Un elefante llegó un día a una  aldea  donde vivían seis ciegos, que no sabían lo que era  un elefante. Informados de su llegada,  los ciegos acudieron a su encuentro. Ya que  no podían verlo,  se pusieron a palparlo, tocando cada  uno  una  parte distinta. Luego se pusieron a discutir. “El elefante es como una columna”, dijo el hombre que había  abrazado su pata.  “No, es como una cuerda”  replicó  el que había  tocado  su co- la. “Más bien como una  gruesa  rama  de árbol”,  afirmó  el que había  tocado  su trom- pa. “Se parece  a un abanico”,  dijo el que había  tocado  su oreja. “Es como una pared”, sentenció el que había  tocado  su costado. “Es como un tubo  sólido”, aseguró el que había  agarrado su colmillo.  Los 6 ciegos empezaron a discutir acaloradamente, de- fendiendo sus  respectivas interpretaciones, basadas en  la experiencia, pero  no  lo- graban ponerse de acuerdo. Un sabio  pasó  por  allí y les dijo que  se calmasen. “No hay nada  que discutir. Todos tenéis  razón.  Lo que pasa  es que cada uno de vosotros ha estado en contacto con una  parte distinta el elefante, pero  el elefante tiene  todas las propiedades que habéis  mencionado.


Esta  fábula  tiene  varios  mensajes o moralejas. El más  evidente es el mensaje de  tolerancia hacia  las  diversas opiniones e interpretaciones de  la realidad. Pero  también pone  de  manifiesto la riqueza de  la diversidad humana, que nunca debería ser  fuente de conflictos sino  de aprendizaje compartido o co- operativo. Por  otro  lado  y trasladándonos al tema  de  la felicidad, el cuento nos invita  a reflexionar sobre  las casi infinitas concepciones de la misma que son tantas como personas existen.


Según la moral  jainista todo ser vivo es eterno, individual y único,  y sus accio- nes producen un karma*  acumulativo que trae  consecuencias. La mala  acción genera karma†, siendo una  de las peores acciones la de causar daño  mediante violencia  a  otro  ser  vivo.  Una  de  las  reglas  básicas   del  jainismo es  la  no- violencia,  o causar daño  a otros  seres  vivos, y esta es su principal aportación a la moral  universal. La paz eterna, lo que en términos de este artículo, podría- mos  equiparar como  la suprema felicidad, se alcanza  limpiando el alma  de restos de suciedad, de impurezas producidas por  las malas  acciones. Ello se consigue siguiendo ciertas reglas morales.


En el siglo VI a. C. vivió Siddhartha Gautama (también llamado Buda,  el des- pierto, el iluminado). Hijo de una  familia  noble,  adinerada, que abandonó to- dos sus privilegios materiales para  buscar sentido al sufrimiento, al dolor,  en definitiva, a la vida. Se convirtió en un asceta  errante hasta que un día, cuan-


* La idea del karma también la comparten otras  tradiciones religiosas y filosóficas  de India
(budismo, brahmanismo).
† Los filósofos  jainistas contemporáneos matizan que sólo la mala  acción  intencional con- tamina el alma y produce karma.
do tenía  35 años,  se sentó  debajo  de un árbol  (la higuera sagrada, Ficus  reli- giosa) y decidió  no levantase hasta haber desentrañado el misterio del sufri- miento y la liberación. Buda  también asume y desarrolla la ley del karma, lo que  somos  es el resultado de  lo que  hemos hecho,  y proclama las  4 nobles verdades: (1) Toda la existencia está impregnada de sufrimiento. (2) El origen del sufrimiento se encuentra en el ansia  de vivir, que es fruto  de la ignorancia. (3) La supresión de deseos  y pasiones nos lleva a la paz, a la ausencia de an- siedad y agitación. (4) El camino que conduce al nirvana tiene  8 sendas: pala- bra correcta, conducta correcta, modo  de vida correcto, esfuerzo correcto, re- cuerdo correcto, meditación correcta, opinión correcta e intención correcta. Alcanzar el nirvana sería alcanzar la felicidad.


El más  relevante maestro del pensamiento chino  es Kon Qui (en  occidente, Confucio,  551-479 a. C.) que  adopta una  moral  deontológica (hay  que  hacer las cosas bien porque es lo adecuado sin pensar en sus consecuencias o la uti- lidad  o provecho que  obtengamos de ello). Dedicó  la parte central de su dis- curso  filosófico  a defender la “benevolencia” entendida  como  el amor  a los demás hombres y formuló una  de las primeras versiones de la regla de oro de la ética «lo que no quieras para ti no se lo hagas tú a los otros» o «no hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti».  Como nos  recuerda Singer, (2002, p. 309):


Todas  las tradiciones éticas  importantes aceptan… una  versión  de la regla  de oro… “ama a tu prójimo como  a ti mismo”,  dijo Jesús. “Lo que te resulta odioso  no se lo hagas  a tu vecino”, dijo el rabino Hillel*, Confucio resumió esta enseñanza en térmi- nos muy similares: “Lo que no quieras que te hagan  a ti, no lo hagas a los demás». El Mahabharata, la gran  épica hindú, afirma: “Que ningún hombre haga a otro  lo que sería repugnante para  él mismo”.


Sin embargo esta  actitud no nos  viene  dada  por  la naturaleza ni por  los de- más,  sino  que hemos de adquirirla como  resultado de nuestro propio esfuer- zo.


Otro importante pensador chino fue Mo Di (479-400 a. C.) que postuló que el “amor  universal” traería la paz al mundo y la felicidad  a los individuos. Cuan- do todos  los hombres hayan  aplicado el principio de la benevolencia tanto en su mente como en sus acciones el mundo encontrará la paz y el ser humano la felicidad. Posteriormente Zhuang Zhou (369-286 a. C.) uno de los principales filósofos  maoístas señaló  que  el dé,  (concepto que  recuerda el griego  arete, virtud, excelencia o esencia  de las cosas)  la naturaleza de cada  cosa,  es algo interno a ella, algo que la constituye desde  dentro y cuyo desarrollo es su feli-


* Hilel o Hillel, llamado el Viejo (Ha-Zaquen) o el Sabio (70 a. C. - 10 d. C.) fue un rabino y maestro judío, el primer erudito que sistematizó la interpretación de la ley escrita. Su lema era "No hagas a tu prójimo lo que odies que te hagan  a ti".
cidad.  Cada especie  tiene  su propia naturaleza, cada  individuo su propia per- sonalidad, desarrollando el dé, lo que  realmente somos,  hallaremos la felici- dad.  Hay que respetar el dé de las cosas, y tratar a cada cosa, animal o perso- na, conforme a lo que es, no según  nos gustaría que fuese  (Mosterín, 2007b, p. 143):


El sabio maoísta ha entrado en contacto con el dào y ha realizado plenamente su na- turaleza, su dé. No se fuerza a sí mismo, sino que actúa  espontáneamente. Y no fuer- za a los demás. Simple  y sin ataduras ni ambiciones, conforme con su destino, es fe- liz. Su felicidad  es inconmovible, pues  aquello  en que se basa,  el dáo, no se lo pue- den  quitar. Su felicidad  es imperturbable, pues  no depende de nada,  basada como está en lo que es permanente en el universo. Por todo ello el sabio,  feliz y tranquilo, cuida su salud y vive largos años,  encara la muerte con serenidad y vacía su corazón, que ya antes  de morir  es como un lago de aguas  tranquilas, como un espejo  en que se refleja el majestuoso decurso del universo… Este ideal de vida es un ideal asocial. El sabio  se preocupa de sí mismo… Pero tampoco incordia a los demás ni interfiere en sus vidas… Son los gobiernos, las leyes, las ambiciones y los moralismos los que crean  los problemas, apartando a los humanes de la vida espontánea y natural, de la felicidad  solitaria y sencilla.


Es de rigor seguir  con los filósofos griegos.  Demócrito de Abdera  (460- 370 a. C.) primer filósofo griego  que habló  de temas morales, define  la felicidad  co- mo  el buen  ánimo (euthymía): un  estado anímico de  serenidad, equilibrio, optimismo, buen  humor, firmeza  de carácter, buena voluntad y ausencia de temor y de envidia. Para  conseguirlo propuso actuar con moderación y medi- da, no buscando excesivas  riquezas, ni placeres, ni lujos, evitar  la envidia  y la ambición no  pensando en  los que  tienen más  que  nosotros sino  en  quienes tienen menos y viven peor.  Al parecer Platón (427-347 a. C.) sólo trata tan- gencialmente el tema  en su diálogo  Fílebos,  señalando que el máximo bien del ser humano es la ‘buena vida’, que consiste en una  mezcla  de placer  y sabidu- ría que lleva a la felicidad  (Mosterín, 2006a).


Para  Antístenes (444-365 a. C.) filósofo griego  fundador de la escuela  cínica:
«Lo que el hombre necesita para  ser feliz es la virtud moral, el autodominio, la indiferencia al resto  del mundo, y eso no se obtiene con palabras ni filosofí-
as, sino con el ejemplo y la ascesis» (Mosterín, 2007c, p. 51). Los cínicos  lla-
maban a la felicidad  virtud y ésta  estaba conformada como un combinado de autosuficiencia, independencia, desprecio por  el mundo y sus  convenciones sociales,  junto  con  los bienes  y ambiciones materiales que  esclavizan al ser humano*.


* Diógenes  de Sinope (412-323  a. C.) llevó la aplicación de la filosofía cínica estrictamente y de forma  extrema: iba medio  desnudo por las calles atenienses, hacía sus necesidades en la calle, no se lavaba ni cortaba el pelo, vivía de limosna y comía lo que le echaban, llegando a vivir en un tonel.  Actualmente, con el nombre de Diógenes, nos  referimos a un trastorno del  comportamiento que  se caracteriza por  el total  abandono personal y social  y por  el
Según  Epicuro (341-270  a. C.), el principal objetivo  de la filosofía es ayudar a las personas a ser felices, aliviando sus sufrimientos y preocupaciones. El sa- bio epicúreo trata de alcanzar el placer  pleno,  que  consiste en la ausencia de dolor  y de  ansiedad. La ausencia de ansiedad y la confiada esperanza en  la continuación futura de  esa  ausencia de  dolor  corporal constituyen el placer mental. La unión de ambos es la felicidad. Para  proporcionar esta  seguridad es extraordinariamente importante la amistad (una  especie  de pacto,  implíci- to, de ayuda  y benevolencia mutua). De hecho  sus  seguidores vivían  en una comuna, el Jardín de Epicuro, «cultivando la amabilidad, la generosidad y la amistad recíproca» (p.  57). Los deseos  pueden dividirse -según  Epicuro- en tres grupos (1) deseos  naturales y necesarios; (2) deseos  naturales e innecesa- rios;  (3) deseos  innaturales e innecesarios. Sólo los primeros son  relevantes para  nuestra supervivencia y felicidad. Para  los epicúreos la felicidad  se en- cuentra en la vida sencilla,  retirada y sosegada, y en la posesión del mínimo necesario para  no pasar hambre, ni sed, ni frío.


Para  la escuela  fundada por Zenon  de Kition (332-262 a. C.), el estoicismo, la felicidad  (eudaimonia), el buen  ánimo o alegría  serena (euthyimía) y la im- perturbabilidad e impasibilidad (apátheia),  se  obtienen cuando vivimos  de acuerdo con el providente y necesario orden cósmico  (vivir conforme a la na- turaleza) y en el dominio de las pasiones. Para  los escépticos, cuyo principal representante es Pirrón (365-275  a. C.), a la felicidad  se llega eliminando de raíz las inquietudes, los temores y los problemas que a su vez se consigue abs- teniéndonos de enjuiciar y aseverar. Calmando las opiniones y equilibrando las pasiones se alcanza  la felicidad. Los problemas no deberían ser resueltos sino  terapéuticamente  disueltos, así  cesarían de  atormentarnos y  nuestra mente alcanzaría la serena calma  de la ausencia de juicios  y de opiniones, la felicidad.


Aristóteles (384-322 a. C.) abordó el tema  de la felicidad  en sus 3 tratados so- bre  la ética,  Gran Ética, Ética Eudemia y Ética Nicomáquea, en las que  en- contramos una misma concepción de la ética teleológica, en la que se conside- ra que lo bueno para  el ser humano es aquello  que le conduce a la felicidad. El bien supremo del ser humano, de existir,  sería aquel en el que confluyen todos los demás fines. Y no es otro  que la felicidad  (eudaimonia) pues  perseguimos la felicidad  por  sí misma mientras que  todas  las  demás cosas  las buscamos para  llegar a ella. Pero ¿cómo define  la felicidad?, básicamente como una acti- vidad, una forma  acertada o correcta de actuar. Y sólo se actúa  de esta manera cuando se hace conforme a la virtud perfecta (arete). La virtud es la capacidad o excelencia característica  de  cada  animal. Cuando el ser  humano actúa  de


aislamiento voluntario en el propio  hogar,  acompañados en muchos casos  de la acumula- ción de grandes cantidades de dinero o de desperdicios domésticos.
forma  excelente, dando lo mejor  de sí mismo, de forma  virtuosa, disfruta de la felicidad. Así, «La felicidad  ha de consistir en una actividad conforme a la vir- tud,  ha de durar toda  la vida y ha de ir acompañada de circunstancias exter- nas mínimamente favorables» (Mosterín, 2006b, p. 320).


El cristianismo tiene como líder espiritual a Jesús de Nazaret. En el Sermón de la Montaña se proclaman los requisitos para  la felicidad  cristiana. Según Mateo son dichosos (Nueva Biblia Española: Mt 5, 1-12):


Los que eligen ser pobres… Los que sufren.
Los no violentos.
Los que tienen hambre y sed de justicia. Los que prestan ayuda.
Los limpios  de corazón.
Los que trabajan por la paz.
Los que viven perseguidos por su fidelidad.


La fórmula de Jesús de Nazaret para  llevar  una  ‘buena vida’, una  vida  feliz, que incluye su versión de la regla de oro de la ética, la encontramos la siguien- te cita del evangelio de Mateo (Mt 22, 36-40):


Maestro, ¿cuál  es el mandamiento principal de la Ley? El le contestó: “Amarás  al Señor  tu Dios con todo  tu corazón, con toda  tu alma,  con toda  tu mente” este  es el mandamiento  principal y primero, pero  hay  un  segundo no  menos importante: “Amarás  a tu prójimo como a ti mismo”.  De estos  dos mandamientos penden la Ley y los Profetas.

Los estoicos  de la época  romana como Panecio (185-110 a. C.), señalaron que la felicidad  se alcanza  viviendo  conforme a las tendencias, capacidades, im- pulsos  o propensiones de que nos ha dotado la naturaleza a cada uno.  Epicte- to (55-135 d. C.) diferenciaba entre lo que  depende de nosotros (todos nues- tros  actos propios) y lo que no depende de nosotros, y sostiene que nunca po- dremos alcanzar la felicidad  ni la tranquilidad si nos preocupamos por aque- llo que  no depende de nosotros, temiéndolo o deseándolo. También Cicerón (106-43 a. C.) se postula a favor de la ética  estoica  y sostiene que la felicidad del sabio viene de su ausencia de temor a la muerte y al dolor,  a que resiste las penas y domina sus pasiones. Pero, coincidiendo con Panecio, sostiene que no se trata de que el hombre viva conforme a la naturaleza en general, sino con- forme   a  su  propia naturaleza  personal a  sus  capacidades  y  disposiciones (Mosterín, 2007d).


Por su parte Séneca  (4 a. C.- 65 d. C.) que amasó una enorme fortuna aunque despreciaba las riquezas, expuso  su idea de la felicidad  en De vita beata (So-
bre la felicidad) matizando que tener bienes  no es lo mismo  que tener apego a dichos  bienes, insistiendo en la tesis clásica del estoicismo de que la única  fe- licidad  consiste en  vivir conforme a la naturaleza, alcanzando la virtud y la sabiduría (p. 48):


La vida feliz es, por tanto, la que está conforme a su naturaleza; lo cual no puede  su- ceder más que si, primero, el alma está sana  y en constante posesión de su salud;  en segundo lugar,  si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las cir- cunstancias, cuidadosa sin angustias de su cuerpo  y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven  para  la vida, sin admirarse de ninguna, si usa los dones de la fortuna, sin ser esclava  de ellos… de ello nace una  constante tranquilidad y li- bertad… nos viene una  gran  alegría,  inquebrantable y constante, y al mismo  tiempo la paz y la armonía del alma,  y la magnanimidad con la dulzura, pues toda ferocidad procede de la debilidad.

Y más adelante (p. 53):


Es feliz, por  tanto, el que tiene  un juicio recto;  es feliz el que está  contento con las circunstancias presentes, sean  las que  quieran, y es amigo  de lo que  tiene;  es feliz aquel para quien  la razón es quien  da valor a todas  las cosas de su vida.


A la doctrina mística musulmana o método sistemático de unión íntima con Dios, se llama  sufismo*. Rūmī  (1207-1273),  prodigioso y prolífico  poeta  místi- co persa  ha dejado una  profunda huella  en el pensamiento musulmán (Galin- do, 1994):


La alegría  es una  fuente  que mana muy de dentro: “somos  gente  feliz sin oro ni ri- quezas,  / permanecemos tranquilos en el dolor  y mansos ante  el miedo,  / felices y sumisos hasta la última revolución del firmamento. No creas  que estamos, como tú, solamente medio  contentos” (p. 80).

Porque la alegría  verdadera brota  de un corazón  puro:  “Sé feliz, porque el sufí tiene espíritu claro y limpio;  / el sufí es feliz en lo íntimo de su alma.  / El sufí es puro,  la pena no permanece en él (p. 173).


Los sufíes  enseñan que en la completa unión con el Dios-Amor, se encuentra la auténtica y completa felicidad: «El Amor es la causa  de la alegría: “El Amor es el que produce el júbilo  de la criaturas / Es la causa  de la felicidad  infinita (Rūmī)» (Galindo 1994, p. 126).


Ibn  Arabī (1165-1240),  nacido  en Murcia  y muerto en Damasco, considerado como  el mayor  genio  especulativo del  sufismo islámico, nos  dejó  la versión musulmana de la regla de oro de la ética que todo lo resume y compendia:



* La palabra sufí viene  del árabe  y significa  de lana, y por extensión, vestido  de lana. Los sufíes -los hombres vestidos de lana- son los místicos musulmanes.
“Todo cuanto querrías que  Dios hiciese  contigo,  hazlo  tú con sus  criaturas exacta- mente”, “lo mismo  que  Dios  quiere  que  hagas  con  tu  prójimo quiere  también El hacer  contigo.  Esfuérzate, pues,  por lograr  esa virtud, cuya herencia es la caridad en los corazones de los hombres” (p. 210).


Spinoza  (1632-1677)  se pregunta ¿cómo  conseguir que  la razón  lleve  al ser humano a la felicidad  y la superación de las pasiones?, y en su Ética (Parte IV, Proposición XXI y demostración) señala:


Nadie  puede  desear ser  feliz, obrar  bien  y vivir bien,  si no desea  al mismo  tiempo ser, obrar  y vivir, esto es existir  en acto… El deseo de vivir felizmente, o sea de vivir y obrar  bien,  etc., es la esencia  misma del hombre, es decir,  el esfuerzo  que cada  uno realiza por conservar su ser.


En  la proposición XXVIII afirma: «El  supremo bien  del  alma  es el conoci- miento de Dios, y su suprema virtud la de conocer a Dios».  Y más  adelante señala (Parte V, Proposición XLII y demostración):


La felicidad  no es un premio que se otorga  a la virtud, sino que es la virtud  misma, y no gozamos  de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al con- trario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos  de ella… la feli- cidad consiste en el amor  hacia Dios, cuanto más goza el alma de esta felicidad  tanto más conoce,  tanto mayor  es el poder  que tiene  sobre  los afectos  tanto menos padece por causa de los afectos que son malos.  Y así, en virtud  de gozar el alma de ese amor divino o felicidad,  tiene el poder  de reprimir las concupiscencias.


Arthur Schopenhauer (1788-1860) en El arte de ser feliz rechaza dos posturas extremas, por un lado el estoicismo, el hombre normal no está preparado para este camino de renuncia y austeridad por tanto no es un camino adecuado. En el otro extremo se encuentra el maquiavelismo, es decir alcanzar la felicidad  a costa de la felicidad  de los demás. Tampoco adecuada para  el hombre corrien- te a quien  no le reconoce la inteligencia necesaria para  ello. Por tanto la felici- dad estaría en un camino medio  sin tener que abrumarse con renuncias ni sa- crificios  insoportables, pero  tampoco sin  utilizar a los demás como  simples medios para  los propios fines. ¿En qué consiste la felicidad  humana? ¿Cuáles son los objetivos a perseguir?:


(1) Alegría de ánimo, temperamento feliz. La capacidad para  el sufrimiento y la alegría.
(2) La salud  del cuerpo (en estrecha relación con lo anterior). (3) La tranquilidad del espíritu.


Entre sus cincuenta reglas  destacaremos sólo algunas, por  ausencia de espa- cio, a saber:

- El hombre sabio  y prudente aspira a la ausencia de  dolor  y sufrimiento.
Más que aspirar a placeres y alegrías sin límite.
- La envidia  es causa de infelicidad y hay que evitarla.
- Es fundamental conocernos bien a nosotros mismos.
- La riqueza es como el agua de mar:  cuanto más se beba más sed se tendrá.
Lo mismo  vale para  la fama.
- Adoptar la actitud de hacer  con buena voluntad lo que se pueda y tener la voluntad de soportar el sufrimiento inevitable.
- Reflexionar a fondo  sobre  una  cosa  antes de emprenderla, pero,  una  vez llevada a cabo… no angustiarse con repetidas consideraciones.
- Conocer  nuestros límites  y limitar el propio ámbito de acción.
- Razonar: sométete a la razón  si quieres someterlo todo.
- Cultivar  la alegría  y cuidar la salud.
- Estar  activos:  emprender algo o, incluso, sólo aprender algo, es necesario para  la felicidad  del ser humano.


Nietzsche (1844-1900) uno  de los pensadores modernos más  influyentes del siglo XIX, nos ha dejado algunas opiniones sobre  la felicidad  que no me resis- to a compartir -expresadas de  forma  libre  y resumida- para  completar esta sección:


- La esperanza no aporta felicidad  genuina (Humano, demasiado humano).

- Relación  entre la felicidad  y el sufrimiento o el dolor:  el ser humano no es- tá  preparado para  la felicidad  duradera (Humano, demasiado humano). Los hombres desconfían de  todo  exceso  de  felicidad  y recuperan la con- fianza cuando se ven afligidos  por algún  dolor intenso (Aurora). «Muy cer- ca del  sufrimiento del  mundo y a menudo sobre  un  terreno volcánico  el hombre ha establecido el pequeño jardín de su felicidad» (Humano, dema- siado humano, p. 290).


- Los preceptos morales -tanto religiosos como  de los filósofos  clásicos-  no contribuyen en nada  a la felicidad  de los individuos ni al bien de la huma- nidad (Aurora). La aspiración cristiana a la “paz del alma”, esa oronda feli- cidad  de la buena conciencia, lleva a una  existencia “vacuna”, que  no hay que buscar ni envidiar en absoluto (El ocaso de los ídolos).


- Existen dos tipos  de felicidad. La felicidad  instintiva e irracional (producto de la actividad creativa del genio)  (Aurora) y la fundada en el conocimien- to racional: Platón y Aristóteles, Descartes y Spinoza  situaron la felicidad en la actividad de la razón  ¡Qué gozo debió  proporcionarles a todos  el co- nocimiento! (Aurora).

- Felicidad y sentimiento de  poder. La felicidad  la produce tanto el senti- miento de que el poder crece cuando una  resistencia queda superada (Ge- nealogía de la Moral), como en carecer totalmente de poder por un instan- te, de ser un juguete en manos de las fuerzas  primordiales. Este último tipo de felicidad  implica  un gran  reposo: el alivio de una  carga  pesada, un des- canso que no cansa (Aurora).


- Ser más  o menos feliz no es argumento a favor o en contra de la sabiduría de  un  individuo o de  la  veracidad o falsedad de  sus  doctrinas: Muchos hombres no son capaces  más  que de una  felicidad  mínima y esto no es un argumento contra su sabiduría… (Aurora). La felicidad  y la virtud no son argumentos, una  cosa  puede  ser  verdadera aun  cuando sea nociva  y peli- grosa en el más alto grado  (Más allá del bien y del mal).


- La felicidad  en las acciones y vivencias  cotidianas. ¡Qué poco basta  para  ser feliz! (Así habló Zaratustra, El ocaso de los ídolos).  Las experiencias, los acontecimientos de la vida, lo que éstos  nos hacen  reflexionar y los ensue- ños que ello suscita, crecen  y se acumulan día a día constituyendo una  ri- queza   inmensa y  enloquecedora (Aurora).  Además,   comportarse  como personas felices  nos  acaba  haciendo felices,  como  les pasó  a los filósofos cínicos,  que hacían manifestación pública de su felicidad, intentando pare- cer felices acababan siendo felices de veras (Aurora).


- La felicidad  y la vida emocional. Casi siempre que hay placer  en lo absurdo, si hay risa,  hay felicidad  (Humano, demasiado humano). Las expresiones altruistas de cordialidad, afabilidad, cortesía contribuyen a la felicidad  y a la  civilización   más   que   la  compasión,  la  misericordia  o  el  sacrificio (Humano, demasiado humano). La compasión no trae  verdadera felicidad (Aurora).


- Proponerse metas y buscarlas a pesar  de  las  adversidades, es una  buena fórmula para  ser feliz: «La fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una línea  recta,  una  meta…» (El anticristo, p.28;  El ocaso de los ídolos,  p.44). La felicidad  es una  meta  individual, singular, una  pasión poderosa que su- pera toda pasión (Aurora, p. 272):


Nosotros los  aeronautas del  espíritu. A todos  esos  pájaros atrevidos que  vuelan hacia  espacios lejanos, les  llegará  ciertamente un  momento en  el que  no  podrán avanzar más  y habrán de posarse en un mástil  o en un pelado  arrecife, sintiéndose felices por haber dado  con tan  miserable cobijo. Pero ¿cabe concluir de aquí que no queda  ante  ellos un espacio  libre e infinito y que han volado todo lo que podrían vo- lar?… ¿Dónde  queremos ir? ¿Queremos atravesar el mar?  ¿Adónde  nos arrastra esta pasión poderosa, que supera toda pasión?

- Felicidad y carácter: la felicidad  huye  de  los  pesimistas, de  los  hombres fundamentalmente tristes que  se traicionan cuando son  felices  (Más allá del bien y del mal). Sin embargo, es mejor  ser optimista, ver el lado bueno, porque es mejor  estar  loco de felicidad  que estarlo de infelicidad, es mejor bailar  torpemente que caminar cojeando. Aprended, pues,  de mi sabiduría: incluso  la peor  de las cosas  tiene  dos reversos buenos (Así habló Zaratus- tra).


Bertrand Russell  (1872-1970) divide  su libro  La conquista de la felicidad en causas  de infelicidad y de felicidad. Entre las causas  de infelicidad enumera las siguientes:


- No creer en la felicidad  causa  la infelicidad. A quienes teniendo todo lo que desean no se sienten felices y piensan que no tiene  sentido buscarla, Rus- sell les dedica  su célebre  frase:  «una parte de la felicidad  es carecer de al- gunas  cosas».


- La competencia, entendida como la lucha  por el éxito. Para  Russell  el éxito sólo puede  ser un ingrediente de la felicidad  y saldrá muy caro si para  ob- tenerlo se sacrifican todos  los demás ingredientes.


- Tanto  un exceso  de aburrimiento (un  deseo  frustrado de que  ocurra algo)
como de excitación -su contrario-, llevan a situaciones indeseables.


- Para  Russell  no hay nada  tan  agotador como la fatiga  física excesiva  y, so- bre  todo,  la nerviosa (por  permanente indecisión). Ni nada  tan  estéril  co- mo el egocentrismo, la carencia total  de miras  elevadas (p.71): «El hombre capaz  de  centrar sus  pensamientos y esperanzas en  algo  que  trascienda puede  encontrar cierta  paz en los problemas normales de la vida, algo que le resulta imposible al egoísta  puro».


- La envidia  hace desgraciadas a las personas.


- El sentimiento de pecado  hace  desdichado al hombre y es una  de las más importantes causas  de infelicidad en la vida adulta.


- La  manía persecutoria. Es  imposible que  alguien se  sienta bien  cuando piensa que todo el mundo le trata mal o quiere su mal*.




* Su receta  para  prevenirla es muy ilustrativa: (1) Recuerda que tus motivos  no son siempre tan altruistas como te parecen a ti. (2) No sobreestimes tus propios méritos. (3) No esperes que los demás se interesen por ti tanto como te interesas tú. (4) No creas que la gente pien- sa tanto en ti como para  tener algún  interés especial  en perseguirte. Y advierte que las sa-

- Miedo a la opinión pública. En realidad el capítulo habla  del rechazo al di- ferente, de  la intolerancia y del  daño  que  produce porque «casi  todo  el mundo necesita un  entorno amistoso para  ser  feliz»  (p.113). El único  re- medio  para  este mal es aumentar la tolerancia y el afecto y respeto mutuos.


Para  Russell  la felicidad  que denomina básica  consiste en un interés amistoso y en reaccionar, ante  las personas y cosas  que  nos  rodean, de la forma  más amistosa y no hostil  posible,  así como en tener un abanico de intereses. En su receta  para  alcanzar la felicidad  incluye  lo siguientes ingredientes: El cariño, la familia,  el trabajo, los intereses no personales, el esfuerzo y la resignación.


El actual  Dalai Lama, afirma rotundamente que el propósito de la vida es bus- car la felicidad  y, puesto que satisfacer las necesidades físicas es relativamente más sencillo,  deberíamos dirigir  nuestros mayores esfuerzos a alcanzar la paz mental. El método o fórmula que  propone para  alcanzarla es desarrollar el amor  y la compasión (Dalai Lama y Cutler,  2010).


Actualmente la filosofía  de la ciencia  sitúa  el concepto de bienestar en un lu- gar  destacado cuando hablamos de la felicidad. Así para  Mosterín (2008) la felicidad  es el resultado de la fórmula:


Bienestar + consecución de nuestros últimos fines


La felicidad  tendría dos componentes, uno  hedonista de placer  y bienestar, y otro de satisfacción íntima por el logro de nuestras principales metas:


Vivir en  bienestar, gozar  de los placeres terrenales, dar  un  sentido a nuestra vida marcándole metas capaces  de hacernos vibrar  y tensar nuestras energías, esforzar- nos en su consecución y observar que hemos  tenido éxito en la empresa: he ahí la fe- licidad (p. 104).


Es absurdo negar  el destino o rasgarse las vestiduras ante  sus golpes ciegos. Al des- tino  y a la muerte sólo cabe  mirarlos cara  a cara  y aceptarlos, como  aceptamos la presencia de  las  montañas y carecer de  plumas. Pero  el  destino no  sólo  golpea. También ofrece  a veces oportunidades inesperadas de bienestar, placer  o deleitosa contemplación. Si las dejamos pasar, nuestra felicidad  saldrá disminuida. Por eso el agente  racional está siempre alerta y despierto, dispuesto a echar  mano  con energía y decisión de las oportunidades que el destino le depare. Entre la muerte y el destino nos  queda  siempre un  cierto  margen de  maniobra y libertad. Sobre  ese  estrecho margen de maniobra construimos el frágil edificio de nuestra felicidad  (p. 105).





tisfacciones basadas en el autoengaño nunca son  sólidas,  es mejor  construir nuestra vida en torno  a supuestos verdaderos por desagradables que sean, afrontar la verdad.
LA CIENCIA DE LA FELICIDAD


Ya hemos visto opiniones para  todos  los gustos,  de filósofos,  pensadores, ve- nerables fundadores de religiones que se han  diseminado por  todo  el mundo con enorme influencia y éxito, junto  a la opinión de mi amigo Fidel. Hablando en términos musicales cada cual canta  su canción y podemos disfrutar de sus diferentes músicas, letras  e interpretaciones y mostrar nuestras preferencias. Pero  nos transmiten propuestas distintas, a veces no reconciliables o compa- tibles  entre sí. Tratar de armonizar todas  esas propuestas sería  como compo- ner un extraño popurrí, cuyo resultado sería desastroso, artificial e inútil.


Por el contrario, y siguiendo con la metáfora musical, podemos decir  que to- dos los científicos cantan la misma canción prácticamente con la misma letra y música. En el enfoque de la psicología científica, los autores de reconocido prestigio, tanto en sus  libros  (Seligman 2007; Lyubomirsky, 2008; Diener  y Biswas-Diener, 2008), como  en  sus  artículos (Myers,  2010;  Diener  y Ryan,
2009; Sheldon y Lyubomisrky, 2007; Kesebir  y Diener, 2008; Lyubomirsky, King y Diener, 2005; Lyubomirsky, Sheldon y Schkade, 2005; Fredrickson y Branigam, 2005; Fredrickson, 2004) transmiten un mismo  mensaje en el te- ma de la felicidad. Sin duda  cada autor destaca la parte de la canción que me- jor conoce  o domina. Pueden incluso  diferir  en su interpretación según  su es- tilo o preferencias personales. Hay debate, sin duda, sobre  el rigor  metodoló- gico en  la forma  de obtener los datos, y discusión o discrepancias sobre  las implicaciones de los mismos. Pero puede  resulta redundante y, quizás  aburri- do, leer una vez y otra las mismas afirmaciones y similares conclusiones.

El pensamiento científico


Y eso es consecuencia directa de ir dejando de lado  creencias, ideologías, in- tuiciones y ocurrencias más o menos brillantes, para  guiarnos por la raciona- lidad  científica también en  el tema  de  la felicidad. ¿Qué  es  la racionalidad científica?, «la racionalidad científica se basa  en la profunda desconfianza en la razón.  La historia de la ciencia  es un cementerio de ideas  plausibles y evi- dentes para  sus autores que  luego  resultaron no corresponder a la realidad» (Mosterín, 2008, p. 140). La ciencia tiene ciertas características propias que la distinguen claramente de  las  ideologías o idearios tradicionales. A saber, la consistencia, la objetividad, la provisionalidad, el progreso y la universalidad.


- Consistencia.  Las  teorías  científicas no  deben caer  en  contradicciones.
Cuando un nuevo  dato  resulta inconsistente (contradictorio) con la teoría,
o el dato es erróneo o hay que cambiar la teoría.


- Objetividad. Las ideas  científicas han  de corresponderse con la realidad y ser realistas y verdaderas. Para ello deben contrastarse empíricamente.

- Provisionalidad. «La ciencia  sólo afirma sus conclusiones y tesis  mientras no aparezcan nuevos  datos  o mediciones que  pongan en duda  su objetivi- dad y nos obliguen a abandonarlas o revisarlas» (p. 144).


- Progreso. «El método científico  busca,  valora  y consigue el progreso de un modo  que es ajeno  a los idearios tradicionales, que más bien valoran la es- tabilidad, la fidelidad al origen  y la ortodoxia. En la ciencia  podemos dis- tinguir la historia (los datos) y la teoría (los esquemas formales o generales que los explican u organizan)» (p.145). El progreso se da en ambos niveles: la aparición de nuevos  datos  debe llevar a nuevas teorías que los expliquen y organicen.


- Universalidad. «La ciencia  actual  es universal. La misma ciencia  se enseña en las universidades y centros de investigación de todo el mundo… La uni- versalidad de la racionalidad científica se opone  a la parroquialidad de las culturas étnicas, nacionales, tradicionales y dogmáticas» (p. 156).


El estudio científico de la felicidad


La ciencia  nos  ofrece  una  nueva  forma  de examinar el tema  de la felicidad  y eludir  esa “legión” de decálogos, escaleras y recetas diferentes. Para  ello utili- za el método científico  (en  cualquiera de  sus  variantes) utilizando medidas válidas  y muestras amplias y representativas. No basta  con utilizar encuestas, son  necesarios experimentos y estudios longitudinales para  comprender qué lleva a la felicidad. Entre las formas de medir la felicidad  encontramos (Dien- er y Biswas-Diener, 2008):


- Autoinformes. Preguntar (es una de las medidas más sencillas) a las perso- nas  si se sienten felices  y cuánto. Los autoinformes correlacionan con las medidas biológicas, sugiriendo que  es un  buen  camino para  medir felici- dad.  Aunque  tienen sus  limitaciones: dependen del  estado de  ánimo del momento, de la capacidad de introspección, etc.


- Informes de terceras personas, que  se supone conocen bien  a los partici- pantes del estudio (su pareja, su mejor  amigo/a, etc.).


- Elaborar listados de  pensamientos  diarios. Las  personas más  felices  se muestran más  rápidas y recuerdan más  cantidad de sucesos  positivos de sus vidas, las personas deprimidas son más lentas y se centran en aspectos negativos.

- El método de muestreo de experiencias. Se facilita  un dispositivo a los su- jetos del estudio que emite  una alarma de forma  aleatoria en determinados momentos del día.  En ese momento deben rellenar un  informe detallado sobre su estado de ánimo.


- Estudios experimentales de infinidad de diseños. Por ejemplo, en el labo- ratorio, midiendo las expresiones faciales,  el número de veces que una per- sona sonríe ante  determinados vídeos, etc.


- Estudios biológicos:

- Estudios del  cerebro con  técnicas de  neuroimagen cerebral, buscando los correlatos biológicos  de la vida emocional. (Davidson 2004 y 2005, Ekman, Davidson, Ricard,  y Wallace,  2005). O mediante microelectro- dos para  detectar centros y estructuras hedónicas.


- Hormonas circulantes en  sangre. Otro  enfoque biológico  consiste en medir hormonas circulantes en  sangre y cerebro. Sabemos que  deter- minados niveles  sanguíneos de serotonina y dopamina en ciertas regio- nes  cerebrales se relacionan con sentimientos de felicidad  (ciertos fár- macos antidepresivos actúan sobre  los niveles de serotonina).


Neuroanatomía de la felicidad


Las aportaciones de Davidson y sus  colaboradores al tema  de la felicidad  se centra en tres supuestos (Davidson, 2005):


Las personas tienen diferentes niveles  de felicidad  y estas  diferencias se aso- cian con diferentes características biológicas subyacentes.
La regulación de emociones juega un papel crucial en la modulación de dichas
diferencias en felicidad.
La felicidad  puede  considerarse o verse  como el producto de habilidades que pueden incrementarse mediante el entrenamiento mental.


Características biológicas subyacentes


Las emociones activan estructuras tanto cerebrales subcorticales como  corti- cales.  Existe  un  creciente cuerpo de  conocimientos que  demuestran que  te- nemos dos sistemas fundamentales que están relacionados con la motivación y con los sentimientos positivos o negativos (Davidson e Irwin,  1999):
El sistema de aproximación. Genera estados afectivos  positivos relacionados con  el acercamiento, que  un  organismo experimenta cuando se dirige  hacia una meta  deseada, como son el entusiasmo y el orgullo  entre otros.


El sistema de alejamiento. Genera ciertos  estados afectivos  negativos relacio- nados con el incremento de la distancia entre el organismo y la fuente de es- timulación (aversiva). Por ejemplo el miedo  y el asco-repugnancia.


Hay  cierta  información de  que  estos  sistemas se  implementan en  circuitos neurológicos parcialmente independientes o separados entre sí. Los elemen- tos que integran dichos  circuitos son: el córtex prefrontal derecho e izquierdo (sectores ventro-medial, dorsolateral y orbitofrontal), el cuerpo estriado (que incluye  los núcleos caudado, putamen y accumbens), el córtex cingulado an- terior y el córtex insular.


Estilos afectivos y regulación emocional


El término estilo afectivo se refiere  a las diferencias consistentes entre indivi- duos  en cuanto a sus parámetros básicos  de reactividad y regulación emocio- nal. Está  gobernado por circuitos que integran los siguientes elementos entre otros  (Davidson, 2004): El córtex prefrontal, (CPF) especialmente sus secto- res dorsolateral y ventromedial, el córtex orbitofrontal, la amígdala, el hipo- campo,  el córtex cingulado anterior y el córtex  insular. Estas  estructuras tra- bajan  juntas para  procesar, generar y regular tanto la información como  el comportamiento emocional.


Uno de los componentes del etilo afectivo  es la capacidad de regular las emo- ciones  negativas, particularmente la de reducir su duración. En diversos estu- dios  Davidson y colaboradores (Davidson, 2003  y 2004;  Davidson, Irwin,
1999;  Davidson, Putnam, Larson, 2000; Davidson, Sutton, 1995), definieron la regulación emocional como  aquellos procesos que  amplifican, atenúan  o
mantienen una emoción. Los elementos centrales del circuito de la regulación
emocional son el córtex orbitofrontal y las estructuras con que se interconec- ta, incluyendo otros  territorios prefrontales, el córtex cingulado anterior y la amígdala.


Entrenamiento mental


Davidson (2005) se plantea si es posible  incrementar la felicidad  o estamos atrapados irremediablemente en ese rango fijo (ver fórmula de la felicidad  de Seligman, 2007) y sugiere que la clave para  incrementar los niveles  de felici- dad se encuentra en la regulación emocional. Su tesis central es que la regula- ción emocional voluntaria induce cambios en los circuitos cerebrales involu-
crados en las emociones, y el cultivo intencional de ciertas formas de emoción positiva puede  tener un efecto beneficioso tanto en la salud  mental como en la física.


En diversos estudios en el laboratorio de neurociencia ha utilizado el siguien- te paradigma:


- Expone  a los participantes a imágenes emocionalmente desagradables (que provocan asco o repugnancia).
- Les enseña técnicas cognitivas de control emocional.
- Les pide que traten de aplacar y reducir las emociones negativas, e incluso, en una fase posterior, de generar estados afectivos  positivos.
- Estudia estructuras  cerebrales con  el  escáner de  Resonancia Funcional Magnética con Imágenes (RMIf) constatando cambios en la amígdala y en el córtex prefrontal ventromedial (CPF-vm).


Así se ha comprobado que ambas estructuras están en estrecha conexión neu- rológica.  Durante la regulación emocional se dan  altos  niveles  de activación del CPF-vm y bajos  niveles  de activación amigdalar (y viceversa). De ahí con- cluye que el CPF-vm  es la parte del cerebro que puede  potenciarse mediante en entrenamiento en regulación emocional (técnicas de autocontrol emocio- nal).


En otros  estudios de neuroimagen cerebral y con EEG, realizados con monjes budistas  experimentados, mientras  meditaban  (en  concreto  centrados  en pensamientos de “compasión pura”)  se observó  un incremento masivo  de on- das gamma en las regiones parietal y frontal del cerebro que persistían duran- te largos  periodos. Se comprobó fehacientemente que los efectos  se debían al entrenamiento, y no  a diferencias persistentes entre los participantes. Ade- más, encontraron una relación entre el número de horas de entrenamiento en meditación y el porcentaje de cambio  en la señal gamma.


Por  tanto mediante el cultivo  sistemático de  la mente se  puede  mejorar el bienestar de las personas (su nivel de felicidad). Aplicando sistemáticamente procedimientos de entrenamiento en técnicas de regulación emocional (técni- cas cognitivo  conductuales, meditación, etc.), se producen cambios en la acti- vidad cerebral y en el funcionamiento inmunológico.


Esto  es posible  gracias  a la estructura y función del cerebro. Nuestros cere- bros  son  flexibles  y adaptables (Davidson, 2004). El cableado cerebral no es fijo ni estático (teoría de la plasticidad cerebral). Hoy sabemos que  las dife- rencias biológicas entre las  personas no  se  deben a  causas  exclusivamente hereditarias. Lo biológico  y lo cultural están íntimamente entrelazados, como
señala Davidson (2001): «La influencia de las experiencias vitales en el mode- lamiento de  los circuitos cerebrales que  subyacen en  las  emociones es muy potente. La arquitectura neural proporciona un  camino final  común o com- partido, por medio  del cual la cultura, los factores sociales  y genéticos actúan juntos.»


Centros cerebrales del placer


Otra  forma  de abordar el tema  de las estructuras neurobiológicas implicadas en la felicidad  consiste en analizar los “puntos hedónicos” (hedonic hotspots) implicados en  los  circuitos de  placer  del  cerebro (Kringelbach y Berridge,
2009; Smith,  Mahler, Peciña  y Berrigde, 2010).  Para estos autores conocer los mecanismos neurobiológicos del placer  es muy importante, ya que el compo-
nente hedónico de la felicidad  es el más accesible  desde  el punto de vista de la
neurociencia.


Los puntos hedónicos mejor  conocidos son  el núcleo  accumbens, el núcleo pálido  ventral, el tallo  cerebral, el núcleo  parabraquial del puente, y diversos córtex (orbitofrontal, cingulado, prefrontal medial, e insular). Estos  puntos se encuentran diseminados por  el cerebro (como  un archipiélago) pero  interac- túan  formando un  circuito funcional integrado, controlado por  reglas  jerár- quicas  y organizadas.


El placer  podemos verlo como parte de un estado afectivo  positivo. Todos  los estados afectivos  comparten unas  mismas estructuras neurológicas y tienen dos componentes. (1) Objetivo:  conductuales, fisiológicos  y reacciones neuro- lógicas. (2) Subjetivo: experiencia subjetiva de la emoción.


El sistema psicológico de recompensa tiene 3 componentes:


Gustar. Es el componente placentero primario del sistema de recompensa. Querer. Motivación hacia la recompensa. No es necesariamente consciente. Aprender. Realizar  asociaciones, representaciones y predicciones sobre  futu- ras recompensas basadas en experiencias pasadas.


El placer  se transforma en procesos motivacionales, en parte activando el se- gundo  componente de  recompensa llamado “querer”, que  hace  atractivo el estímulo. Este  componente depende del sistema mesolímbico y utiliza  la do- pamina como  neurotransmisor. Los  mecanismos de  este  componente  son ampliamente subcorticales, y separables de  la planificación consciente me- diada  corticalmente (lo que explica el conflicto  interno de adictos a las drogas que “quieren” tomarlas pero rechazan su consumo a nivel consciente).
Paralelamente a la red  hedónica existe  una  red  cerebral que  va más  allá  del placer,  que es más  amplia (con muchas más  estructuras y circuitos) y se aso- cia a una  concepción de la felicidad  que  incluye  procesos cognitivos superio- res, como un concepto de “yo-personal” que confiere sentido a la vida, que se compromete con objetivos y valora  su satisfacción vital  global.  Se trata, por tanto, de  placeres más  elevados y otros  aspectos de  la felicidad  superiores. Existen evidencias científicas de que  ambas redes  (la hedónica y la amplia) están estrechamente relacionadas anatómica y funcionalmente.


Seligman, en el campo  psicológico, diferencia entre felicidad  placentera y feli- cidad  basada en el “sentido o el significado” y entiende que la felicidad  es un tema  de equilibrio, o balance entre ambas. Demasiado placer  sin otra  finali- dad  puede  ser  destructivo. El hedonismo así  entendido dejaría vacías  a las personas. Por otro  lado,  plantearse una  vida repleta de metas y objetivos sin que se obtenga de ello sentimientos agradables dejaría mucho que desear. La felicidad  auténtica requiere tanto placer  como sentido.


El concepto científico de felicidad


La forma  en que  la ciencia  (Seligman, 2007; Diener  y Biswas-Diener, 2008; Lyubomirsky, 2008; Myers,  2010)  ha resuelto el tema  de la multiplicidad de ideas  y concepciones sobre  la felicidad  para  poder abordarlo científicamente fue considerarla como  “bienestar subjetivo”, un estado subjetivo definido por cada individuo, con dos 2 componentes:


El componente emocional. La felicidad  incluye  emociones positivas -en  su sentido más amplio  y flexible-, y agradables, como la alegría  y la gratitud. Ello no implica  la ausencia de emociones negativas. La felicidad  es posible  con una cierta  dosis  de sentimientos negativos, lo importante es que  predominen las emociones positivas.


El otro  componente de la felicidad  es cognitivo, o de pensamiento. Cuando nos  sentimos felices  consideramos que  nuestra vida  va bien.  Las  personas tendemos a evaluar nuestras vidas  -juzgando cómo  nos  va- y a este  compo- nente le llamamos “satisfacción vital o con la vida”: incluye una evaluación de cómo  nos  va en general y qué  áreas  de nuestra vida entran en dicha  evalua- ción. Así, cada persona puede  considerar su grado  general de satisfacción vital o el grado  de satisfacción en ciertas áreas  (salud, trabajo, relaciones interper- sonales, amistades, matrimonio, dinero, uno mismo, etc.). Los científicos han acuñado el concepto de “flourishing” (florecer, prosperar, crecer)  para  referir- se a las evaluaciones positivas que se realizan sobre  estos  importantes aspec- tos vitales.
Las fórmulas de la felicidad


La tesis de Diener  y Biswas-Diener (2008) se concreta en la siguiente fórmula de la felicidad:

Bienestar subjetivo = estados afectivos positivos - estados afectivos negativos
+ satisfacción vital + crecimiento personal (“flourishing”)


Por tanto para  estos  autores los componentes esenciales para  llevar una  bue- na vida son tener una  vida llena  de emociones positivas (de todo  tipo),  emo- ciones  negativas ocasionales, y que gire en torno a actividades en las que dis- frutemos y que  estén  guiadas hacia  el logro  de ciertos  valores  que  nos  plan- teamos como metas y que les dan sentido al esfuerzo que nos exigen.


Seligman (2007) que  busca  aumentar el nivel de felicidad  duradera, plantea otra  fórmula:
F = R + C + V


F= nivel de felicidad  duradera. R= rango  fijo.
C= circunstancias de la vida.
V= factores que dependen del control de la voluntad.


Lyubomirsky (2008) expresa en un gráfico los porcentajes en que estas  varia- bles influyen  en la felicidad  (Figura 1).


Según  demuestran los estudios, con tozuda insistencia, el 50% de las diferen- cias entre los niveles  de felicidad  de las personas depende de un rango  fijo (o valor  de referencia) determinado genéticamente. Además,  en los estudios se ha visto que sólo el 10% de las discrepancias en nuestros niveles  de felicidad se explica por las diferencias en las circunstancias de la vida (ser rico o pobre,
sano  o enfermo, hermoso o poco agraciado). El 40% restante de nuestros ni- veles de felicidad  depende de nuestro comportamiento, de las actividades de- liberadas que hacemos todos  los días.


Para  Seligman, en conjunto, las variables R (el timonel genético, la rueda de molino  hedonista y el rango  fijo) tienden a evitar  que el nivel de felicidad  au- mente. Pero existen dos fuerzas  C y V, que sí pueden modificar el nivel de feli- cidad.


El facto R (rango fijo)


Lo primero que  nos  advierte Seligman (2007) es que  el dogma  de la ductili- dad humana (que  sostiene que  con  el esfuerzo suficiente, todos  los estados emocionales y los rasgos  de personalidad pueden mejorar) naufragó irreme- diablemente en la década de los 80.  Cientos  de estudios realizados convergen en  señalar una  dirección única:  aproximadamente el 50%  de  casi  todos  los rasgos  de personalidad es atribuible a la herencia genética.


Cada persona tiene  un rango  fijo y personal de felicidad, un nivel específico  y en  gran  parte heredado al que  volvemos  invariablemente. Nuestra felicidad oscila  entre unos  valores  límite  que  están determinados genéticamente. Te- nemos un nivel medio  o habitual de felicidad. De modo  que,  incluso  tras  cir- cunstancias vitales  muy  favorables o muy  adversas, tendemos a volver nues- tros  niveles  habituales de felicidad, con el que hemos nacido. Dos fenómenos psicológicos se han propuesto para  explicar  esta realidad.


Adaptación


Seligman (2007) habla  de “La rueda de molino  hedonista” que  hace  que  las personas nos acostumbremos con rapidez y de modo  inevitable a lo bueno y lo demos  por supuesto. Myers (2010)  añade que tenemos tendencia a juzgar  los estímulos en  relación a lo que  hemos vivido  previamente. Vamos  ajustando nuestro nivel “normal” (neutro: ni positivo  ni negativo) según  nuestras expe- riencias. Cuando mejoramos en  algo nos  produce una  alegría  inicial,  un  in- cremento del placer,  pero  pronto nos  adaptamos a este  nivel y lo considera- mos normal y necesitamos algo mejor  para  sentir otra  oleada  de felicidad. Sa- tisfacción, insatisfacción, éxito  o fracaso  son  relativos a nuestra experiencia reciente. A medida que se acumulan bienes  materiales y logros,  las expectati- vas aumentan. Las cosas  buenas y los grandes logros  ejercen una  influencia sorprendentemente baja  en el incremento de la felicidad, salvo de forma  efí- mera. La satisfacción tiene un corto periodo, una vida media  corta.
El lado bueno es que esto sucede  también para  las experiencias negativas. No obstante, la adaptación tiene  límites. Existen ciertos  sucesos  negativos a los que  nunca nos  acostumbramos, o a los que  sólo  nos  adaptamos muy  lenta- mente. La muerte de un hijo, o del cónyuge,  en un accidente automovilístico son ejemplos de ello. Los familiares que cuidan enfermos de Alzheimer mues- tran  un  bienestar subjetivo que  va deteriorándose con el tiempo y las perso- nas de países  muy pobres dicen ser mucho menos felices que las de los ricos.


Comparación con los demás


Estamos constantemente comparándonos con los demás. Nos sentimos bien o mal en función de los demás. Somos  poco ingeniosos o pesados sólo cuando otros  son brillantes o ágiles. El concepto psicológico de “deprivación relativa” describe la  sensación de  que  estamos siendo tratados  peor  que  otros  con quienes nos comparamos.


Dependiendo de con quién  o quiénes nos comparemos, nuestro nivel de feli- cidad se verá más o menos amenazado. El éxito no nos inmuniza contra la en- vidia. Siempre habrá alguien que tenga  más.  Por eso resultará de mayor  utili- dad tener presente el proverbio persa  que dice «Lloré porque no tenía  zapatos hasta que  encontré un  hombre que  no  tenía  pies».  O bien  escuchar atenta- mente a Séneca:  «Recuerda, querido Lucilio,  los bienes  que  has  adquirido, y en vez de considerar cuántas personas hay sobre  ti, cuenta cuántas hay deba- jo. Si quieres ser grato  a los dioses  y a tu propia condición, piensa a cuántos te has adelantado» (Epístola XV). La envidia  es un gran  enemigo de la felicidad, como  nos  han  recordado Demócrito, Séneca,  Schopenhauer, Nietzsche, Rus- sell, entre otros.


Las circunstancias


Las conclusiones que  se expondrán en este  apartado son  el fruto  de décadas de estudios sobre  la felicidad. A pesar  de ello la ciencia  de la felicidad  es rela- tivamente joven,  y no podemos decir  que  los resultados obtenidos sean  apli- cables  y generalizables a todas  las personas. La ciencia  ofrece resultados pro- visionales hasta que nuevos  y mejores estudios ofrezcan evidencias más  sóli- das y concluyentes. En todo  caso la información científica nos ofrece la mejor comprensión de la felicidad  de que disponemos en la actualidad.


Algunas circunstancias generan mayor  felicidad. Lo malo es que cambiar tales circunstancias puede  ser poco práctico y costoso. En la siguiente tabla  se re- sume  muy brevemente lo que se ha descubierto en los últimos 35 años  acerca del grado  de incidencia que las circunstancias externas tienen sobre  la felici- dad.

Soy consciente de que algunas de estas  conclusiones resultan llamativas pero no hay espacio  en este artículo para  explicarlas detalladamente. Remito  a las personas interesadas a  los  trabajos de  Seligman (2007),  Diener  y Biswas- Diener  (2008), Lyubomirsky (2008) y Diener  y Ryan. (2009) (Tabla 1).


Tabla 1. Influencia de las circunstancia externas en la felicidad.
(Basado  en Seligman 2007)

Aumenta la felicidad:

- Vivir en una democracia sana,  no en una dictadura empobrecida, tiene un gran efecto.
-    Estar  casado.  Aunque  no sabemos si es causa  o consecuencia: ¿se casan  más  los más felices o son más felices los casados?
-    Emociones. Lo importante es que en el balance final predominen las positivas. De ahí que evitar acontecimientos y emociones negativos tenga un efecto moderado.
- Formarse un entramado de relaciones sociales afectuoso y enriquecedor.
-    Practicar una religión  que tenga  un mensaje prosocial, no centrada en aspectos negati- vos o que genere  emociones negativas.

No vale la pena molestarse en:

-    Ganar  más  dinero. Pasando de cubrir  las necesidades básicas,  más  dinero no aporta más felicidad*.  Las personas materialistas son menos felices†.
- Gozar  de buena salud  aunque importa mucho  más  la salud  subjetiva que  la objetiva
(excepto  enfermedades muy graves que tienen mayor impacto).
- Elevar el nivel de estudios no tiene ningún efecto sobre la felicidad.
-    Cambiar de raza -si estuviera en nuestra mano- o mudarse a un clima más soleado  no tendría ningún efecto sobre la felicidad.



Factores que dependen del control de la voluntad


¿Es posible  incrementar la felicidad? Como señala Lyubomirsky (2008) si te- nemos en cuenta nuestra escasa  capacidad de intervención sobre  el restante
60% (herencia y circunstancias más  o menos fuera  de nuestro alcance) nues- tra principal opción  para  incrementar nuestros niveles de bienestar y felicidad
es a través  de nuestro comportamiento libre, consciente y voluntario.


La propuesta de Seligman (2007) se centra en incrementar las emociones positivas. Y sostiene que pueden encauzarse las emociones en una  dirección positiva cambiando la forma  de  experimentar sentimientos sobre  el pasado


* « ¿Peguntas cuál es el límite de la riqueza? El primero, es tener lo necesario, y el segundo, lo suficiente» (Séneca,  Epístola II).
† «Nunca hizo rico al hombre el dinero. Porque solamente sirve para  aumentar la codicia…
Porque cuando más se tiene,  puede  tenerse mucho  más»  (Séneca,  Epístola CXIX).
(incrementando la satisfacción, complacencia, realización personal, orgullo  y serenidad), de pensar sobre  el futuro (aumentando el optimismo, la esperan- za, la fe y la confianza), y de vivenciar el presente (alegría, éxtasis,  tranquili- dad, entusiasmo, euforia, placer,  fluidez).


Sobre  las emociones positivas relacionadas con el pasado propone algunos modos  de sentirse más feliz de forma duradera:


(1) En primer lugar,  olvidar  la teoría de que el pasado determina el futuro. Es un  dogma  estéril, ajeno  a  la  evidencia y provoca  una  pasividad asfixiante. Alimentar antiguos sentimientos de  agravio,  o el victimismo, sólo  llevan  a perpetuar espirales de sentimientos, pensamientos y comportamientos nega- tivos.


(2) Modificar los recuerdos de forma  voluntaria:


- Acrecentar la gratitud sobre  los hechos  buenos del pasado.
- Aprender a perdonar.

La felicidad  en el presente está  constituida por  los placeres y las gratifica- ciones.  Los placeres guardan relación con los sentidos y las emociones y pue- den ser fácilmente reconocidos, favorecidos e intensificados. Los placeres tie- nen un claro componente sensorial y emocional, son efímeros e implican muy poco o nulo pensamiento. Hay tres conceptos procedentes del estudio científi- co de las emociones positivas que pueden ayudar a incrementar la cantidad de felicidad  transitoria en su vida:


- Habituación. El mismo  placer  deja de hacer  el mismo  efecto si repetimos la experiencia con  rapidez. Se debe  a la actividad neuronal. Conviene  dejar que transcurra un tiempo antes de repetir (“el segundo plato de postre gus- ta menos que el primero”).


- Disfrute o saboreo. Entendiendo por saborear o disfrutar la conciencia del placer  y la atención consciente y deliberada ante  la experiencia placentera.


- La atención. La atención consciente de la experiencia presente se produce de forma  mucho más fácil en un estado mental lento  que cuando uno pasa a toda  prisa  por una actividad o acontecimiento mientras piensa en el futu- ro*.  La meditación trascendental es  una  buena técnica  para  potenciar la



* La atención al presente impedirá que la vida sea "…lo que te sucede  mientras estás  ocu- pado  haciendo otros  planes", como  escribió  John Lennon en  su  canción 'Beautiful boy': "Life is what happens to you while you're busy making other  plans".
atención y la relajación. Algunas  aplicaciones educativas de esta  técnica  se desarrollan en el interesante artículo que cierra  este libro.


Las gratificaciones, por el contrario, están relacionadas con la puesta en prác- tica de fortalezas y virtudes personales. Por gratificaciones se entiende aque- llas actividades que nos gusta  mucho realizar, pero que no van necesariamen- te acompañadas de una  sensación cruda  de placer.  Las gratificaciones duran más que los placeres, implican más pensamientos, no se convierten fácilmen- te en un hábito y nuestras fortalezas y virtudes las refuerzan. Las gratificacio- nes  nos  involucran por  completo; quedamos inmersos y absortos en  ellas  y perdemos la conciencia propia; por  ejemplo, disfrutar de una  gran  conversa- ción, escalar montañas, leer un buen  libro,  etc. Un concepto fundamental en este punto es el de fluidez de M. Csikszentmihalyi cuyas aplicaciones educati- vas se tratan con profundidad en este monográfico.


Respecto a las emociones futuras positivas, infinidad de estudios han mostra- do que la esperanza y el optimismo pueden desarrollarse. Ser capaces  de anti- cipar  con la mayor  precisión las recompensas (sentimientos o emociones po- sitivos)  o las consecuencias desagradables (sentimientos o emociones negati- vos)  de  nuestras acciones es  crucial  en  la toma  de  decisiones acertadas en nuestras vidas.  Diener  y Biswas-Diener (2008) nos  advierten de los errores cognitivos más  comunes en  este  tipo  de  predicciones, que  ponen en  riesgo nuestra felicidad  futura:


- Falacia  del paraíso. Estar  tan  absorto con los futuros aspectos positivos de una  situación que se ignoran los negativos. Por ejemplo, tener únicamente en cuenta el atractivo físico de otra persona para  decidir casarse con ella.


- El sesgo  del  impacto. Sobrevalorar el impacto emocional -sea  positivo  o negativo- de tomar ciertas decisiones, ya que al final nos adaptamos a casi todo.  Tendemos a infravalorar nuestra capacidad de adaptación y nuestra resiliencia.


- No tener experiencias personales. ¡Pruébalo antes!  Antes  de  tomar deci- siones  importantes (sobre  la profesión, lugar donde vivir, la vida en pareja, etc.) deberíamos tener nuestra propia experiencia de prueba al respecto.


- Satisfactores frente a  maximizadores. Se han  identificado dos  estilos  de toma  de decisiones: 1) satisfactores, personas menos exigentes que se con- tentan con  que  se cumplan unos  requisitos mínimos; 2)  maximizadores, que buscan lo mejor,  valorando exhaustivamente todas  las posibles opcio- nes.  Estos  últimos obtienen mejores resultados, pero  tienden a mostrarse menos satisfechos con sus logros. Consiguen más pero lo disfrutan menos.

- El error de la mascota encantadora. Querer frente a gustar. El niño/a que quiere una mascota, pero no valora si va a disfrutar con ella durante toda la vida del animal, una  vez se pase  el efecto de la novedad y/o la satisfacción de haberla conseguido.


Otros  procesos psicológicos que juegan  un importante papel  en el nivel de fe- licidad  de  las  personas son  la atención, la interpretación y la memoria: las personas más felices se centran en lo positivo  (atención), ven el lado bueno de las cosas (interpretación) y tienen recuerdos más provechosos.


ESBOZO DE UNA  EDUCACIÓN DESDE Y PARA LA FELICIDAD


En primer lugar,  el requisito fundamental para  una  educación para  la felici- dad  es que se haga  desde  la felicidad. No veo preciso  extenderme en explica- ciones,  ya que  se puede  comprender fácilmente que  un profesorado ‘quema- do’, o unos  adultos (padres, etc.) disgustados e infelices  no resultan los agen- tes  idóneos para  llevar  a buen  puerto tan  ambicioso objetivo.  Es prioritario mejorar los niveles de felicidad  de todas  las personas implicadas en el proceso educativo.


Dado  que  existe  una  predisposición hereditaria que  nos  obliga  a movernos dentro de unos  límites  heredados de felicidad  y que  las emociones, como  la inteligencia, la personalidad, la altura y el peso,  y facultades físicas  diversas, tienen un  importante componente genético, resulta inevitable preguntarnos, como hizo Fordyce  es sus trabajos pioneros (1997 y 2000) si es posible  incre- mentar la felicidad  (¿podemos ser más felices?).  No tiene  ningún sentido ela- borar una propuesta educativa para  intervenir sobre  un aspecto inmodificable de la condición humana. La respuesta unánime de los científicos es afirmativa (Fordyce, 1997 y 2000; Diener  y Biswas-Diener, 2008; Lyubomirsky, 2008; Morris, 2009; Seligman, 2007, Sheldon y Lyubomirsky, 2007). Y ¿cómo  po- dría  hacerse? Como  hemos visto  algo, aunque sea  poco,  se puede  intervenir sobre  las circunstancias (Tabla  1) pero,  sobre  todo,  podemos sacar  el mejor provecho posible  de ese 40% de margen voluntario de actuación. Del mismo modo  que la inteligencia se puede  utilizar de muchas maneras, podemos ele- gir entre diversas opciones de comportamiento y adquirir hábitos que  incre- menten o disminuyan nuestra probabilidad de ser felices.


En todo  caso porqué habríamos de esforzarnos en ser más  felices, además de porque en sí misma la felicidad  es una meta  deseable que nos proporciona un estado de ánimo placentero. Bárbara Fredrickson ha propuesto y difundido en numerosos trabajos (Fredrickson, 2004; Fredrickson y Branigan, 2005) su teoría de  “ensanchar  y construir”,  que,  básicamente, sostiene que  los senti-
mientos positivos amplían nuestro repertorio de  ideas  y de  acciones y nos ayudan a cimentar (construir) recursos mentales duraderos que  nos  resulta- rán  de utilidad en experiencias futuras. Hoy sabemos que la felicidad  propor- ciona  a las personas muchísimas ventajas adicionales, consecuencias, efectos o funciones beneficiosos en múltiples áreas  de la vida:  en el campo  de la sa- lud,  en las relaciones interpersonales y afectivas, en el mundo profesional y laboral, en la capacidad de cooperación, etc.


Educación para la felicidad


El primer programa para  enseñar felicidad  se lo debemos a Fordyce  (1997 y
2000) quien, partiendo de investigaciones y lecturas sobre  la documentación científica identificó 14 rasgos  asociados a la felicidad. Su propuesta se basa en
un principio muy sencillo:  si uno puede  ser como es la gente  feliz, podrá tam-
bién ser feliz. De forma  muy resumida su programa es el siguiente:


(1) Lecciones  introductorias. Breve  revisión sobre  los conocimientos básicos sobre  la felicidad.


(2) Los 14 rasgos  fundamentales asociados a la felicidad:


1. Ser más activo y mantenerse ocupado.
2. Dedicar más tiempo a la vida social.
3. Ser productivo en un trabajo significativo.
4. Organizarse mejor  y planificar las cosas.
5. Evitar las preocupaciones.
6. Reducir expectativas y aspiraciones (o adecuarlas correctamente).
7. Desarrollar un pensamiento positivo  y optimista.
8. Centrarse en el presente.
9. Trabajar en busca de una personalidad sana (procurarse la salud  mental).
10. Desarrollar una personalidad sociable  y atractiva.
11. Ser uno mismo  (‘natural’, ‘espontáneo’, ‘auténtico’, ‘sincero’, etc.).
12. Eliminar los sentimientos y problemas negativos.
13. Las relaciones íntimas son la primera fuente de felicidad.
14. El secreto fundamental: valorar la felicidad, considerar que es algo impor- tante y luchar por conseguirla.


Como hemos visto, el concepto de felicidad, tal y como  la entiende la ciencia psicológica actual  (bienestar subjetivo), tiene  tres  elementos fundamentales: el componente emocional, el cognitivo  y el conductual. Hemos de  tener en cuenta estos  tres  elementos para  desarrollar una  educación desde  y para  la felicidad. Numerosos manuales (Diener y Biswas-Diener, 2008; Fernández- Abascal,  2009; Lyubomirsky, 2008; Myers,  2010,  Morris, 2009; Seligman,
2007; Snyder  y Lopez,  2005; Vázquez  y Hervás, 2009) han  señalado los pa- trones emocionales, de pensamiento y comportamiento de las personas más felices, y propuesto temáticas y contenidos que señalan el camino para  perfi- lar una propuesta -indudablemente provisional y manifiestamente mejorable- de áreas  temáticas y contenidos de una educación para  la felicidad  (Tabla 2).



Tabla 2. Educación para la felicidad: áreas temáticas y contenidos      
Áreas temáticas    Contenidos      
1º. La felicidad.  El bien-
estar  subjetivo.    Psicología  Positiva  y felicidad.
Conceptos de felicidad.  Concepto científico. Fórmula de la felicidad.
Neurobiología de la felicidad. Evaluación de la felicidad.
Placeres y gratificaciones.
Fenómenos de habituación y comparación social.      
2º. La vida emocional    Las emociones.
Estados afectivos positivos.
La fortaleza del sentido del humor y capacidad de diversión. Saborear las alegrías  de la vida.
Inteligencia emocional.
Competencias emocionales personales. Gestión  de las propias emociones.      
4º. La fluidez, las grati- ficaciones y las fortale-
zas.    Las virtudes y las fortalezas personales. Practicar y desarrollar las fortalezas.
Fluir.
La motivación intrínseca.
Las gratificaciones. Posponer las gratificaciones.      
6º. Habilidades cogniti-
vas y pensamiento posi- tivo.    El pensamiento positivo.  Optimismo.
Papel de la atención, las interpretaciones y la memoria. Técnicas  y estrategias cognitivas.
Errores cognitivos. Distorsiones, creencias erróneas, expec-
tativas  irreales. El riesgo de pensar demasiado. El proceso de toma de decisiones.
Fortalezas de conocimiento: Deseo de aprender. Amor al co-
nocimiento. Juicio, pensamiento crítico y apertura de mente. Creatividad, ingenio  y originalidad. Curiosidad e interés por el mundo. Perspectiva (sabiduría). Inteligencia social. Reflexionar, argumentar y debatir.      
7º. Las relaciones socia-
les.    El apoyo  social.  Las relaciones sociales  y familiares afectuo-
sas y enriquecedoras.
Las competencias emocionales sociales. Habilidades sociales y de comunicación.
Conciencia social y la empatía. Fomentar actitudes prosocia-   
 
    les, y la consideración hacia los demás.
La resolución de conflictos  interpersonales.
Fortalezas: Amabilidad y generosidad. Capacidad de amar  y ser amado. Liderazgo.  Trabajo  en equipo  y lealtad. Civismo y ciudadanía.      
8º. La salud mental.    La salud mental.
Técnicas  y estrategias de manejo del estrés, la ansiedad. Combatir el pesimismo y la depresión.
Fortalezas: Modestia y humildad. Cuidado, prudencia y dis- creción.  Autocontrol y auto-regulación.      
9º. La resiliencia, y la dureza (‘Hardiness’).    La resiliencia.
Superación de conflictos  y traumas. El crecimiento postrau- mático.
Competencias  emocionales  personales:  autoconocimiento, autoestima, autoconfianza.
La autoeficacia.
La ‘dureza’.  Compromiso, control interno y valorar  las difi- cultades como un reto o una oportunidad.      
10º. Valores y metas.    Los valores.
Perseguir metas y objetivos  en la vida.
Fortalezas: Honestidad e integridad. Valentía  y compromiso. Tenacidad, diligencia y perseverancia.
Motivación y esfuerzo.      
11º. Hábitos positivos.    Adquirir hábitos positivos. El cuidado de la salud física.
El ejercicio físico.
Hábitos de higiene  del sueño. Actuar como las personas felices*.      
12º. Sentido de la vida y
trascendencia.    Significado  de la vida.
Trascendencia, egocentrismo. Espiritualidad, religión.
La meditación. ‘Mindfulness’
Fortalezas de  trascendencia: Gratitud. Perdón y misericor- dia. Aprecio y disfrute de la belleza y la excelencia. Espiritua- lidad,  sentido y fe. Esperanza, optimismo y visión  de futuro. Ilusión, entusiasmo y energía.   








* Recordemos el citado  comentario de Nietzsche sobre  los cínicos,  que intentando parecer felices acababan siendo  felices de veras (Aurora).
Recursos y orientaciones generales para desarrollar estos conte- nidos


Para  desarrollar estos  contenidos son  cada  vez más  abundantes y de mayor calidad los recursos bibliográficos disponibles (ver manuales previamente ci- tados). Además,  algunos de estos  contenidos los han  tratado, con brillantez, ingenio y originalidad, los valiosos  profesionales cuyas colaboraciones consti- tuyen  la verdadera riqueza del presente volumen. Sus aportaciones van con- venientemente acompañadas de propuestas para  su aplicación educativa, así como de actividades pensadas para  diversos niveles  educativos, aunque fácil- mente adaptables a otros.  El esfuerzo realizado ha sido enorme pero  el resul- tado  es estimulante, ya que,  con innovadora lucidez  y valentía, sus contribu- ciones  han  abierto nuevas sendas que ofrecen  vías de crecimiento y progreso hacia nuevos  horizontes educativos.


En cuanto al componente emocional hemos visto  que  lo fundamental es que  predominen las emociones positivas sobre  las negativas, no hay  necesi- dad de erradicar completamente las negativas (algo que no está al alcance  del común de los mortales). Seligman (2007) ha apuntado algunas ideas:  promo- ver sentimientos de gratitud y el perdón (pasado), disfrutar de los placeres y de experiencias gratificantes (presente, fluidez),  y potenciar el optimismo y la esperanza respecto al futuro.


La educación emocional consiste en un proceso educativo, continuo y perma- nente, para  potenciar el desarrollo de la personalidad integral, con su compo- nente emocional y cognitivo, y cuya última finalidad es aumentar el bienestar personal y social.  En publicaciones previas hemos propuesto numerosas acti- vidades de educación emocional, reunidas en dos programas (Caruana, 2005 y 2007) que  convenientemente utilizadas y, si es preciso, adaptadas, pueden resultar de gran  utilidad. En el presente volumen también se pueden encon- trarse actividades originales para  el desarrollo emocional.


Respecto al componente cognitivo, de satisfacción con la vida, de valora- ción  positiva de  nuestros logros  en  diferentes áreas, es muy  importante ser capaz de, entre otras  cosas, anticipar con la mayor  precisión las recompensas. Diener  y Biswas-Diener (2008) nos  han  advertido de  los errores cognitivos más comunes en este tipo de predicciones, que ponen en riesgo nuestra felici- dad futura. También han  subrayado la importancia de ciertos  procesos psico- lógicos  que  juegan  un importante papel  en el nivel de felicidad  de las perso- nas,  como  son  la atención, la interpretación y la memoria: las personas más felices se centran en lo positivo  (atención), ven el lado bueno de las cosas (in- terpretación) y tiene  recuerdos más  provechosos. En  el  presente volumen
también se  pueden  encontrar  actividades para   desarrollar el  componente cognitivo.


En  cuanto al componente comportamental recordemos que  Aristóteles definió  la felicidad, básicamente como  una  actividad, una  forma  correcta de actuar, y Kant  (1724-1804) sostiene que  mediante una  acertada educación el hombre aprende «que  sólo su buena conducta le hace  digno  de la felicidad» (Pedagogía, p.88). La  educación para  la  felicidad   busca  la  adquisición de hábitos positivos, formas habituales de comportarnos que implementen la po- sibilidad de llevar una vida más plena  y satisfactoria.


La ciencia  actual  parece  apoyar esta idea. En un estudio de Robert Nozick (ci- tado  en Diener  y Biswas - Diener, 2008) se ofreció a estudiantes la disyuntiva hipotética entre utilizar una  “máquina de experiencias” o vivirlas  realmente. La máquina estaba preparada para  inyectarles en su organismo las sustancias necesarias (dopamina, opiáceos, serotonina, etc.)  y en  la dosis  exacta  para producirles la sensación de felicidad  permanente. A su vez, se inyectarían en el cerebro de  los  sujetos del  estudio, experiencias de  triunfo profesional o académico, imágenes de amor  con su pareja, escenas familiares o con amista- des  placenteras, etc.  La “trampa” estaba en que  una  vez conectados a dicha máquina no podrían trabajar más,  ni tener relaciones, ni experiencias vitales reales,  serían perfectamente felices, sacrificando vivir realmente.


El 95% de los estudiantes optaron por vivir realmente: trabajar, tener relacio- nes  sociales,  incluso  experiencias dolorosas frente a la ficticia  felicidad  de la máquina. Sólo un  5% eligió  la vía fácil.  La conclusión de  Nozick  es que  las personas prefieren merecer esa felicidad  y sentirse felices por las razones co- rrectas: conducir su vida según  sus propios criterios y valores  aunque ello su- ponga  pagar  el precio  de  la ansiedad, de  los disgustos o los contratiempos. Siempre que obtengan la enorme satisfacción de perseguir sus metas persona- les, un cierto  grado  de esfuerzo y dificultad hacen  más  gratificante la recom- pensa*.


La felicidad  está  más  en lo que hacemos que en lo que tenemos. Hacer  lo co- rrecto, según  nuestros valores,  a veces no resulta placentero en el momento, pero  incrementa nuestra felicidad  a medio  o largo plazo y nos hace crecer  co- mo  personas, aumentando  nuestra riqueza psicológica†. Además  el esfuerzo


* Véase la cita de Nietzsche: “Nosotros los aeronautas del espíritu…”.
† Diener  y Biswas-Diener (2008) proponen el concepto de riqueza psicológica  cuyos prin- cipales  componentes serían: satisfacción vital y felicidad; espiritualidad y sentido de la vi- da;  actitudes y emociones positivas; relaciones sociales  afectuosas; actividades y trabajo
atractivos; valores  y proponerse metas para  alcanzarlos; salud  física  y mental; recursos
materiales necesarios para satisfacer nuestras necesidades.
realizado para  el logro de nuestras metas es, en si mismo, ya una recompensa. Para  crecer  necesitamos sentirnos competentes, tener la capacidad de tomar decisiones importantes sobre  nuestras vidas y ayudar a los demás. Superar el hedonismo inmediato y mirar más allá.


Para  adquirir y consolidar hábitos nuevos  y saludables Lyubomirsky (2008)
aconseja respetar las siguientes claves del bienestar sostenible:


(1) Las emociones positivas deben prevalecer sobre  las negativas.


(2) Oportunidad y variedad. Debe proponerse que  las actividades se realicen en tiempo y forma  adecuados. Es muy  importante acertar en la elección  del momento, la frecuencia y la duración. Es fundamental favorecer la variedad de actividades, e introducir cambios en la forma  de aplicar la misma activi- dad. El peligro  de habituación es real. Si caemos  en la rutina o el aburrimiento las actividades pierden eficacia.


(3)  Adquirir y consolidar nuevos  hábitos es más  fácil con  ayuda,  con  apoyo social  de cualquier tipo:  informativo (información sobre  ideas  o métodos de realizar determinadas  actividades), tangible (poner  los  medios materiales, transporte, etc. para  su ejecución), y emocional (por  ejemplo aliviar  inquietu- des y temores ante determinadas actividades).


(4) Resultan imprescindibles la motivación, el esfuerzo y el compromiso. Para alcanzar cualquier objetivo  es necesario: (1) Tomar  la decisión. (2) Aprender lo que hay que hacer.  (3) Hacer  el esfuerzo semanal o diario  para  conseguirlo. (4) Comprometerse con el objetivo  durante un largo periodo.


Modalidades de intervención educativa


Por  supuesto estas  áreas  temáticas y contenidos pueden y deben trabajarse con el profesorado y con los padres (escuela de padres). La formación perma- nente del profesorado es una  herramienta fundamental y la red  de CEFIRES es el sistema que puede  garantizar la formación de los docentes buscando in- crementar su bienestar subjetivo y satisfacción en la vida  en general y en el desarrollo de su profesión en particular. La participación en este  volumen de compañeros/as asesores/as de formación que, con notable esfuerzo y a pesar de sus  apretadas agendas, pudieron responder afirmativamente a mi invita- ción a colaborar (no están todos  los que son pero son excelentes todos  los que están), y el respaldo del Servicio de Formación del Profesorado para  que esta obra  vea la luz, son elementos estimulantes y esperanzadores que  aportan el necesario impulso inicial a esta línea de actuación.
Para  actuar en  los  centros educativos, con  alumnado, con  los  contenidos y temáticas que estamos proponiendo, resultan especialmente atractivas las ví- as de intervención en educación socioemocional citadas por Vaello (2005):


- Entrenamiento  incidental planificado (EIP)  o  técnica   del  caso.  Utilizar cualquier situación que se presente en clase que tenga  relación con la edu- cación  para  la felicidad. Y abordarla con  intención formativa. Precisa  un trabajo y preparación previa  del  profesorado. Su  potencial educativo es enorme. Me parece  una opción  muy atractiva.


- Tratamiento tutorial. En  trabajos anteriores sobre  educación emocional hemos apostado por una propuesta de intervención siguiendo el modelo de programas, incidiendo, fundamentalmente, a través  del plan  de acción  tu- torial  (PAT) (Caruana, 2005 y 2007). Esta  opción  queda abierta aunque, con  la experiencia acumulada, vemos  que  no  siempre resulta viable  des- arrollar completa y sistemáticamente programas de este  tipo,  dado  que  la disponibilidad de  sesiones de  tutoría, libres  de  otros  contenidos necesa- rios, resulta insuficiente en los centros educativos de Secundaria. Como re- cuerda Vaello (2005), falta  tiempo, requiere una  preparación del profeso- rado tutor y puede  resultar una aplicación educativa descontextualizada.


- Inclusión curricular. Aprovechar las oportunidades que cada  materia ofre- ce para  tratar esta temática.


- Tratamiento interdisciplinar. Actuación coordinada y transversal de varios departamentos para  desarrollar este tipo contenidos.


- Intervención incidental intuitiva e improvisada. Reaccionar cuando surge cualquier situación que  se presente. No es planificada y carece  de rigor  y sistematicidad.


CONCLUSIONES


Volviendo  a la estimulante imagen de la escalera de Fidel,  ahora la podemos comparar con las menos divertidas áreas  temáticas y contenidos sólidamente cimentados en hallazgos científicos, para  constatar coincidencias o discrepan- cias. La grata  sorpresa inicial es que por caminos bien distintos se puede  llega a  conclusiones similares: él,  veloz  como  una  liebre,  llega  tras  una  ágil  re- flexión personal; yo, lento como una tortuga, tras una laboriosa y concienzuda labor  de revisión buscando anclar todas  y cada  una  de mis conclusiones en el rigor  de los hallazgos científicos; labor  hercúlea y extenuante, sin duda, aun- que finalmente gratificante.
No obstante, a pesar  de las evidentes coincidencias, veo excesivamente opti- mista  (propio de su carácter) su afirmación de que su propuesta «recoge: todo lo que se ha dicho, todo lo que se dice y todo lo que se dirá para  ser feliz». Por ello, siguiendo su petición, tras  resaltar los puntos de acuerdo añadiré, a mo- do de críticas  constructivas, las insuficiencias y limitaciones de las recomen- daciones para  ser  feliz recogidas en  su  escalera. La ciencia  va siempre más allá, muchos pasos  por delante, en riqueza de información, precisión y varie- dad  de conceptos, construcción del marco  teórico  fundamentado en que mo- vernos  y sugerencias para  conquistar la felicidad. La ciencia  mueve  a tantas personas y recursos, que  superar las posibilidades de un  sólo  individuo (no caigamos en el “john-henrismo”*).


Un acuerdo inicial,  que considero muy importante, es que coincidimos en que el tema  de la felicidad  no es un asunto menor, cursi  o ramplón, más  bien  al contrario, ha merecido la atención no sólo de ilustres filósofos  sino  también de científicos de renombre que,  además, lo han  vuelto  a poner de candente actualidad. No pertenecemos, pues,  a ese grupo  de descreídos y desencanta- dos de que hablaba Russell.  Además  parece  que coincidimos también en que es posible  aumentar la felicidad, que no se trata de un aspecto inmodificable o inaccesible de la naturaleza humana, refractario a todo  tipo  de intervención. Desde la educación tenemos la oportunidad de diseñar y desarrollar actuacio- nes para  hacer  más felices a las personas.


En su último escalón  encuentro otra  importante coincidencia: la felicidad  es un  viaje.  Como  señalan Diener  y Biswas-Diener (2008) la felicidad  es más bien  un  proceso que  un  destino emocional, algo más  que  lograr  unas  condi- ciones  vitales  deseables en  el trabajo, la familia,  la salud,  etc.  Como  hemos oído a nuestros abuelos “lo más importante es disfrutar del viaje”.


La capacidad de amar  y ser amado es una  de las principales fortalezas a des- arrollar. La amabilidad y la gratitud son elementos, esenciales para  construir la felicidad, destacados por  los estudios científicos. Aquí quiero subrayar su versión de la regla  de oro de la ética  «trata a los demás como  te gustaría ser tratado». En este  camino tiene  excelentes compañías: el maestro chino  Kon Qui (Confucio), Jesús de Nazaret, el rabino Hillel, el Mahabharata, y el sabio



* Según  Sherman James quien  lo describió, se define  como  «la creencia de que  cualquier reto se puede  superar, siempre y cuando uno se esfuerce lo suficiente» (Sapolsky,  2008, p.
462).  Síndrome que toma  el nombre de John Henry,  héroe  afroamericano, trabajador del ferrocarril con extraordinarias condiciones físicas. En un esfuerzo  por salvar su trabajo y el
de sus compañeros, John Henry  reta  al inventor de la maquina a una  competencia: John
Henry contra el martillo de vapor, de modo  que el que terminara de martillear los rieles primero sería  el ganador. Al final  John Henry  resulta ser el vencedor, pero  en el proceso sufre un ataque cardiaco y muere.
musulmán Ibn  Arabī,  y otros  muchos humanos anónimos militantes de  la amabilidad y la consideración hacia  los demás. Conocer  a los demás, desarro- llando  la empatía, es fundamental para  aplicar adecuadamente esa regla.  La ciencia,  de nuevo  nos  ofrece  una  ayuda  inmensa, ya que  podemos encontrar infinidad de estudios científicos cuyo objeto  es conocer mejor  la empatía: sus características, sus funciones, sus beneficios, etc.


El otro elemento esencial fundamental es conocernos a nosotros mismos, que, además, también puede  ayudarnos para  ser cada  día mejores personas, como sugiere en su escalera. Para  resistir mejor  las adversidades de la vida nos se- rán  de gran  utilidad todos  los hallazgos científicos sobre  la resiliencia, la du- reza  (‘hardiness’),  el  crecimiento postraumático,  etc.  y  sus  prometedoras aportaciones para  la superación de conflictos y traumas, que van conforman- do un creciente cuerpo de conocimientos que, sin duda, ayudarán a las perso- nas a superar conflictos y situaciones difíciles.


Que la envidia  es un gran  enemigo de la felicidad  ya nos lo habían advertido prestigiosos pensadores: Demócrito, Séneca,  Schopenhauer, Nietzsche, Rus- sell, entre otros.  Alegrarse del éxito  ajeno  y erradicar la envidia  de nuestras vidas  resulta un  extraordinario consejo.  La ciencia  analiza los  mecanismos psicológicos subyacentes, y nos habla  de evitar  las comparaciones sociales  con quienes tienen más  que  nosotros, conducta nada  aconsejable para  sentirnos satisfechos y por tanto felices.


Considerar que  la mente es una  herramienta a nuestro servicio  es una  suge- rencia  especialmente atractiva y esperanzadora. La ciencia  avala  la gran  im- portancia de promover el optimismo cognitivo  y la esperanza. Pero,  además, analiza estos  procesos en detalle  y aporta numerosos estudios que han puesto en evidencia la importancia de la atención, las interpretaciones y la memoria, y nos ha advertido de los errores cognitivos en la toma  de decisiones que po- nen en riesgo nuestra felicidad.


Ignoro si las metas personales -como  afirma en su escalera- nos  permitirán avanzar en el camino de la divinidad. De lo que no hay duda  es que nos hacen avanzar en el camino de la felicidad. Los científicos han  constatado que tener valores  y perseguir metas y objetivos coherentes con esos valores  es una de las claves de una  vida feliz. En este  camino nos  ayudará un mejor  conocimiento de las características y de los beneficios psicológicos de fortalezas tales  como la honestidad, la valentía, el compromiso, la diligencia y la perseverancia, así como la motivación y el esfuerzo, cuyo estudio propicia la Psicología  Positiva.


Coincide  Fidel con el propio padre de la Psicología  Positiva  (Seligman, 2007)
en la importancia de disfrutar de las alegrías de la vida,  del presente. Selig-
man,  además, concreta formas en que podemos hacerlo avaladas por la cien- cia: dosificando sabiamente los placeres, saboreándolos, etc. Cultivar  el senti- do  del  humor resultará, asimismo, de  gran  ayuda  para  incrementar la fre- cuencia de emociones positivas y que prevalezcan sobre  las negativas en el ba- lance final.


Seligman, además nos invita  a ir más allá de los placeres inmediatos para  dis- frutar de las gratificaciones, recordándonos que sólo poniendo en juego nues- tras  mejores fortalezas podremos aumentar la cantidad de experiencias grati- ficantes y de fluidez vivenciadas. Las aportaciones de Csikszentmihalyi mues- tran  el camino para  buscar este tipo de experiencias especiales que tanto con- tribuyen al bienestar.


El autocontrol emocional también parece  un  camino seguro  hacia  el bienes- tar. Estudios con neuroimagen han mostrado que aplicando sistemáticamente procedimientos de entrenamiento en técnicas de regulación emocional (técni- cas cognitivo  conductuales, meditación, etc.) se producen cambios en la acti- vidad cerebral y en el funcionamiento inmunológico. Como han señalado neu- rocientíficos como Davidson el cerebro es flexible y adaptable, el cableado ce- rebral no es fijo ni estático (teoría de la plasticidad cerebral). En sus estudios Davidson y colaboradores se atreven a sugerir que quizás  éste sea un camino para  influir  sobre  el componente constitucional y hereditario que  determina el 50% de nuestra capacidad para  ser felices.


Además,  en  la citada  escalera no  veo convenientemente reflejados otros  as- pectos  que han merecido la atención de los científicos porque juegan  un papel crucial  en la conquista de la felicidad  y de los que  disponemos abundante y sólida  información. Así, en cuanto a las circunstancias externas hoy sabemos que en el nivel de felicidad  influye bastante: vivir en uno de los llamados paí- ses ricos,  democráticos y con un régimen de libertades y de derechos sociales avanzados, en  vez de en  una  dictadura empobrecida; disponer de un  entra- mado  de relaciones sociales  afectuoso y enriquecedor; estar  satisfactoriamen- te casado. Sabemos, además, que no es preciso  eliminar toda  emoción o sen- timiento negativo, basta  con que estén  en minoría y que practicar una religión con mensaje prosocial aporta numerosos beneficios psicológicos.


Sin embargo, dado  su poco o nulo  efecto sobre  el nivel de felicidad, Seligman nos advierte que para  incrementar el nivel de felicidad  no vale la pena  moles- tarse  en ganar cada  vez más  dinero, basta  con cubrir las necesidades básicas. Los estudios muestran además, que las personas materialistas son menos feli- ces.  Pensadores como  Demócrito, y el sabio  musulmán Rūmī  ya señalaron que  las  riquezas no  llevaban a la felicidad. Séneca  también advierte de  los riesgos  de la codicia,  contra la que  también existe  la correspondiente maldi-
ción bíblica:  «porque no supo  calmar su codicia,  / nada  se salvaba  de su avi- dez, / nadie  escapaba a su voracidad; / por eso no durará su bienestar.» (Job
20, 20-21).


El ejercicio  físico, la alimentación sana  y la higiene  del sueño  constituyen pie- zas insoslayables para  construir una  vida  plena.  Los hábitos saludables con- tribuyen a la sensación de felicidad. No obstante, excepto  padecer enferme- dades  muy graves,  tener problemas de salud  afecta  poco.  Es mucho más  im- portante la valoración subjetiva de la misma que  la salud  objetiva. Elevar  el nivel de estudios, cambiar de raza -si estuviera en nuestra mano- o mudarse a un clima más benigno o soleado (algo difícil en nuestro caso) no tendría nin- gún efecto sobre  la felicidad.


Para  incrementar la felicidad  de las personas, disponemos de ese amplio  40% de actividades dependientes de la voluntad que sugiere la ciencia  como el me- jor camino posible.  Aristóteles y Kant apuntaban en la buena dirección. Aris- tóteles, cuando considera la felicidad  como una actividad, una forma  acertada o correcta de actuar. Y Kant, cuando sostiene que sólo su buena conducta nos hace dignos  de la felicidad.


Kant sostiene que el arte de la educación debe ser razonado y contribuir al de- sarrollo de la naturaleza humana, y al logro de la felicidad, convirtiéndonos en personas morales y prudentes. En su obra  Pedagogía, afirma, «Únicamente por  la educación el hombre puede  llegar  a ser hombre» (p.31). De modo  que concluiré con  su esperanzadora frase,  sin  ignorar que  la palabra “buena”  le añade un matiz  de desafío  y exigencia: «Una  buena educación es precisamen- te el origen  de todo el bien en el mundo» (p.36).


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