LOS MODELOS DIDÁCTICOS COMO INSTRUMENTO DE ANÁLISIS Y
DE INTERVENCIÓN EN LA REALIDAD EDUCATIVA
En una época en la que estamos viviendo la aplicación de reformas del sistema educativo, no sólo en España sino en muchos otros países (y especialmente en países latinoamericanos), hay algunas cuestiones que siguen siendo claves en el ámbito de la educación, "claves" en el sentido literal, en cuanto que su planteamiento y las respuestas correspondientes serían "piezas maestras" de la construcción educativa. Así, por ejemplo: ¿qué tipo de conocimiento creemos que hay que proporcionar hoy a los jóvenes durante la educación obligatoria?; ¿qué cultura escolar habría que proponerles?; ¿qué tipo de socialización les tendría que facilitar esa cultura?; ¿qué vinculaciones existen entre ese modelo de cultura escolar y los sistemas de ideas -no tan formalizados, pero funcionales- que los alumnos manejan al margen de (y a pesar de) la enseñanza escolar?... La mayoría de estas cuestiones se pueden incluir en una cuestión más amplia e integradora: ¿qué modelo didáctico consideramos adecuado como instrumento de análisis y de intervención en la realidad educativa? El concepto de "modelo didáctico" puede ser, en ese sentido, una potente herramienta intelectual para abordar los problemas educativos, ayudándonos a establecer el necesario vínculo entre el análisis teórico y la intervención práctica; conexión que tantas veces se echa de menos en la tradición educativa, en la que, habitualmente, encontramos "separadas", por una parte, las producciones teóricas de carácter pedagógico, psicológico, sociológico, curricular... y, por otra, los materiales didácticos, las experiencias prácticas de grupos innovadores, las actuaciones concretas de profesores en sus aulas...
¿Es necesaria una "escuela alternativa"?
Cualquier intento de renovar la realidad educativa ha
de partir de una reflexión, en profundidad, acerca del tipo de escuela que se
propone, cuestión que puede ser tratada desde la óptica de qué modelo didáctico
se considera deseable. Habitualmente los grupos renovadores en el campo de la
educación suelen optar por un modelo didáctico (o por un tipo de escuela)
"alternativo", propuesta que se ha convertido en ingrediente habitual
del discurso innovador, y así ha llegado hasta la actualidad. Esto puede
parecer, en principio, sorprendente, cuando se plantea en un contexto
jurídico-político como el actual, en el que se supone que la asunción
mayoritaria por parte de la sociedad española, a través de sus representantes
políticos, de un marco educativo nuevo y bien definido, haría innecesario el
radicalismo de dicho enfoque. En estos término esboza la cuestión el profesor
H. Capel en una reciente reseña de tesis(1),
al preguntarse "hasta cuándo debe continuar" esta dinámica
(iniciada como oposición a la escuela del franquismo) de proponer "proyectos
alternativos" (o "alternativas de resistencia") al
sistema educativo vigente; según Capel, "en una sociedad democrática
debería haber un consenso sobre lo que se ha de enseñar, y es imaginable que en
algún momento no serán ya necesarios esos proyectos alternativos",
dado que vivimos "en un régimen democrático, donde las estructuras
deben, ante todo, reforzarse y consolidarse -y en todo caso reformarse- pero no
amenazarse ni cambiarse", y habida cuenta, por lo demás, que esa
resistencia frente al sistema podría también ser utilizada desde posiciones
reaccionarias contrarias a las posiciones progresistas en educación.
Aunque ésta es, sin duda, una cuestión de gran calado,
que merece ser abordada con mayor detenimiento, a los efectos de lo que aquí se
propone podrían hacerse algunas precisiones. Por lo general, cuando en los
grupos renovadores planteamos "alternativas" al sistema vigente,
estamos refiriéndonos no tanto al sistema educativo legalmente vigente cuanto
al sistema realmente operante, es decir, al que se plasma en la organización
real de los centros (con sus carencias, frente a lo previsto incluso en el
marco legal, como, por ejemplo, número de alumnos por aula, escasez de
profesores para atender la diversidad...), en la dinámica habitual de la
enseñanza en las aulas (con la tendencia a la rutinización de la actividad
docente), en las carencias formativas de los profesores (como muestra, por
ejemplo, el hecho de que aún no se haya puesto en marcha la formación de
profesores de Secundaria según lo establecido en la LOGSE en 1990) o en los
libros de texto mayoritariamente vigentes por obra y gracia del sistema de
mercado... y, sobre todo, en la concepción social dominante acerca del papel
que ha de jugar la enseñanza en nuestra sociedad, concepción que resulta ser
bastante conservadora en relación al propio sistema legal vigente.
Por tanto, los planteamientos renovadores que estamos
llamando alternativos -muy minoritarios, por otra parte- no tienen por qué
poner en peligro la consolidación del sistema democrático vigente, antes bien
pueden estimular el desarrollo de las potencialidades progresistas del propio
sistema, frente a la permanencia y cristalización de los modos y tradiciones
conservadoras en la enseñanza, lo que redundaría, con seguridad, en el avance
hacia una democracia más sólida y más arraigada, más allá de la mera democracia
formal. De hecho, puede decirse que el actual currículum oficial ofrece un
marco con bastantes posibilidades para desarrollar una educación de carácter
progresista, posibilidades que en la realidad son poco aprovechadas; por lo que
las propuestas denominadas alternativas -que necesariamente han de ser "de
resistencia" frente a la fuerza de lo dominante- no tienen por qué entrar
en contradicción frontal con ese marco básico, pero no hay que llamarse a
engaño con respecto al vigor renovador que pueda llegar a tener un mero cambio
legal. Dicho con otras palabras, un análisis crítico de la evolución del
sistema educativo nos puede mostrar que, aunque cambie formalmente el sistema
educativo e incluso sea asumido por la propia administración el "lenguaje
renovador", el currículum oculto permanece, en sus rasgos básicos, en
coherencia con el modelo social dominante.
Por lo demás, la búsqueda de este tipo de alternativas
ha de considerarse como un intento permanente y a largo plazo de mejorar la
sociedad (que tiende a "reproducirse" a través de la escuela), lo
cual no sólo sería legítimo democráticamente sino deseable desde el punto de
vista del desarrollo humano. Esos intentos de mejora han sido justificados y
fundamentados por muchos grupos innovadores desde perspectivas de pensamiento
que proporcionan un sólido apoyo para desarrollar una crítica del modelo
dominante y elaborar alternativas, en las que pueden coexistir los propósitos
utópicos y las propuestas realizables(2).
Reproducción y transformación en la escuela
Prácticamente todas las corrientes sociológicas que
han analizado el sentido de la escuela (véase, por ejemplo, Lerena, 1976 y Fernández
Enguita, 1990) admiten como una de las funciones básicas de la misma en las
sociedades industriales la preparación de los individuos de las nuevas
generaciones para su futura incorporación al mundo del trabajo. Pero existen
importantes discrepancias a la hora de interpretar qué significado tendría esa
preparación, cómo se realizaría y qué consecuencias se derivarían en relación
con la reproducción del modelo de sociedad o con su posible transformación.
Estas discrepancias aumentan si se tiene en cuenta que otra de las funciones
importantes atribuidas a la escuela es precisamente la formación de los futuros
ciudadanos para su intervención en la vida pública: ¿se trataría, entonces, de
una intervención tendente a la transformación de la sociedad o a su
mantenimiento?...
La perspectiva de la sociología de la educación
tradicional había puesto el énfasis en la función "socializadora" de
la escuela, entendida como aprendizaje de los jóvenes para vivir en sociedad y
como preparación selectiva de los mismos para las futuras funciones que
resultaran más adecuadas a sus capacidades; lo que se planteaba desde unos
supuestos ficticios de igualdad de oportunidades que, a la postre, seguirían
dando como resultado las desigualdades características del modelo social
vigente. La sociología crítica marxista (y la pedagogía crítica), por su parte,
desarrolló, como respuesta a este planteamiento, la "teoría de la
reproducción social y cultural", que interpreta la función de la
escuela como instrumento de legitimación de las desigualdades y de las
jerarquías sociales, por su decisivo papel en el funcionamiento y, sobre todo,
en la reproducción de la sociedad capitalista (Bourdieu y Passeron, 1970;
Lerena, 1976 y 1983; Fernández Enguita, 1986 y 1990; Varela y Álvarez-Uría,
1991).
De hecho, la institución educativa contribuye a que la
población escolar vaya asumiendo los principios y normas "de sentido
común" que rigen el orden social vigente (Apple, 1979). Así, va transmitiendo
y consolidando (a veces explícitamente, muchas más veces de manera latente) los
valores de la ideología social dominante, cuales son el individualismo, la
competitividad, la insolidaridad, la igualdad "formal" de
oportunidades -cuyo resultado vuelve a ser la "desigualdad primitiva",
pero admitida ahora como justa e inevitable-, etc., es decir una ideología que
compagina, paradójicamente, el individualismo con la uniformidad y el
conformismo social (Pérez Gómez, 1992a y 1995). De este modo, la labor permanente
de la escuela contribuye a la aceptación de una sociedad desigual y
discriminatoria, que se pretende presentar como resultado natural e inevitable
de las diferencias individuales tanto en capacidades como en esfuerzo. Este
proceso, que va minando poco a poco las posibilidades de los más desfavorecidos
y que va consolidando la desigualdad social, al tiempo que alienta el
individualismo frente a la solidaridad, constituye uno de los pilares
fundamentales de la socialización escolar entendida como "reproducción".
Por lo demás, es un proceso que se va adaptando de forma sutil, a veces sinuosa
y casi nunca de manera abierta, a las nuevas dificultades, requerimientos y
contradicciones que se presentan en las sociedades postindustriales, en las que
ni la preparación exigida para el trabajo resulta ser la misma que se requería
en la sociedad industrial clásica ni la reproducción social en el contexto
escolar se manifiesta de la misma forma que hace décadas.
Así que, cualquier planteamiento educativo que se
pretenda crítico y alternativo no puede prescindir de este supuesto básico. Hay
que añadir, además, a esta consideración que cada vez se otorga mayor
importancia a los influjos recibidos por los alumnos no simplemente como
consecuencia de la transmisión explícita en el currículum oficial, sino también
como fruto de las interacciones sociales de todo tipo que tienen lugar en el
contexto del centro escolar y del aula, y que, a la postre, forman parte de la
corriente de ideas que conecta el recinto escolar con el resto de la sociedad;
se trata, en definitiva del "currículum oculto" (Torres
Santomé, 1991), que termina por convertirse en el verdadero currículum
operante, que garantiza la socialización del alumnado según la lógica del
sistema dominante. Dicho con palabras de W. Doyle (1977), la socialización se
produce no sólo a través de la "estructura de tareas académicas"
sino también mediante la "estructura de relaciones sociales"
en el contexto escolar.
Pero la nueva sociología de la educación -surgida de la
propia sociología crítica marxista- ha abierto, a partir de finales de los 70,
una perspectiva posibilista y más optimista frente al análisis de la teoría de
la reproducción. Ha ido surgiendo así lo que algunos autores denominan "teoría
de la resistencia" (Apple, 1982; Giroux, 1990), según la cual, aunque
el sistema escolar tienda a reproducir la lógica social dominante, ese proceso
de reproducción no es monolítico, sino que presenta fisuras y contradicciones,
que pueden ser ventajosamente aprovechadas desde proyectos alternativos que
promuevan posiciones contrahegemónicas; la escuela no cumpliría, pues,
solamente una función de "reproducción" sino que también participaría
en el proceso de "producción" de las relaciones sociales, por lo que
los agentes del sistema escolar (profesores y alumnos, concretamente) pueden
tener un papel activo y contribuir a cambiar las condiciones de la sociedad,
como "agentes transformadores". Por tanto, en el sistema escolar, el
discurso de la ideología dominante convive con otros discursos y pensamientos
contrahegemónicos, lo que convierte a la escuela en un espacio de contradicción
y de transformación social(3).
Por lo demás -como acabo de indicar más arriba-, las
exigencias que hoy se plantean a la escuela en relación con su función de
preparación para el trabajo también ofrecen novedades, retos y contradicciones
importantes, tanto en sí mismas (dados los diferentes requerimiento del mundo
del trabajo asalariado y burocrático, por una parte, y del pujante mundo del
trabajo autónomo, por otra) como en relación con la formación de los individuos
para la participación en la futura vida social. En efecto, mientras que la
sociedad parece continuar exigiendo, por un lado, sumisión y aceptación
disciplinada de la desigualdad a los futuros trabajadores, también parece pedir
a esas mismas personas participación activa y responsable y lucha por la
igualdad de derechos en cuanto ciudadanos. Claro que este tipo de contradicción
la resuelve la cruda realidad cuando se comprueba que en nuestro modelo de
democracia simplemente se termina exigiendo una mera apariencia de
participación y una igualdad formal de derechos, sin que necesariamente esto
haya de traducirse en actuaciones participativas permanentes y en la aplicación
real a los distintos campos de la igualdad legal (Pérez Gómez, 1992a).
Estas contradicciones son el reflejo de las
inevitables resistencias (a la dominación y a la uniformidad) de los individuos
y de los grupos que desarrollan su actividad en ese contexto, y resulta ser un
fenómeno, al fin y al cabo, semejante al que se da en cualquier otro sistema o
subsistema social. La vida en el aula -bajando a un ámbito educativo concreto-
puede describirse, pues, como un escenario vivo, en el que se dan complejas
interacciones y en donde se negocian significados y se intercambian, de forma
explícita o tácita, ideas, valores e intereses diferentes y con frecuencia
enfrentados; hay, por tanto, espacios para la autonomía, para la diferencia y
para el mantenimiento de posiciones alternativas, hasta el punto de que las
reacciones y resistencias de los actores escolares (alumnos y profesores
principalmente) pueden llegar a constituir un importante freno a las tendencias
reproductoras de la institución escolar. Existe, pues, la
"posibilidad" de transformar la sociedad, lo que pasaría, a su vez,
por la transformación de la escuela y por la transformación del conocimiento,
aspectos, todos, que -asumiendo la perspectiva del Proyecto IRES(4)-
habría que considerar indesligables. Es precisamente en estas contradicciones
que se están señalando donde tendría que situar un proyecto alternativo el
centro de su lucha por la transformación del modelo educativo dominante,
concibiendo la escuela como un sistema en el que existe una permanente tensión
dialéctica entre las tendencias conservadoras y reproductoras de dicho modelo
dominante y las tendencias transformadoras que propugnan otro modelo de
desarrollo humano.
La escuela tradicional y los intentos de cambio
Para valorar más adecuadamente las posibilidades de un
proyecto educativo alternativo, es necesario conducir el análisis crítico hacia
los entresijos del funcionamiento del sistema escolar. Para ello resulta
especialmente adecuado -como decía al principio- el concepto de "modelo
didáctico"(5). La idea de modelo didáctico permite
abordar (de manera simplificada, como cualquier modelo) la complejidad de la
realidad escolar, al tiempo que ayuda a proponer procedimientos de intervención
en la misma y a fundamentar, por tanto, líneas de investigación educativa y de
formación del profesorado al respecto(6).
Dicho en término sencillos, el modelo didáctico es un instrumento que facilita
el análisis de la realidad escolar con vistas a su transformación. Podemos,
así, caracterizar como distintos "tipos" de modelos didácticos tanto
la realidad escolar tradicional como las tendencias transformadoras, como,
asimismo, los proyectos alternativos en construcción(7).
Al iniciar este análisis, es necesario constatar la
vigencia de un modelo didáctico tradicional fuertemente arraigado en nuestra
sociedad(8). El modelo didáctico tradicional
(véase Cuadro 1)(9) pretende formar a los alumnos dándoles
a conocer las informaciones fundamentales de la cultura vigente. Los contenidos
se conciben, pues, desde una perspectiva más bien enciclopédica y con un
carácter acumulativo y tendente a la fragmentación (el saber correspondiente a
un tema más el saber correspondiente a otro, etc.), siendo la referencia única
la disciplina; es decir, el conocimiento escolar sería una especie de selección
divulgativa de lo producido por la investigación científica, plasmado en los
manuales universitarios (cuyo contenido llega posteriormente a las etapas de
enseñanza no universitaria). No se toman en consideración las concepciones o
ideas de los alumnos, dándose, además, por supuesto que no hay que tener
especialmente en cuenta los intereses de esos alumnos, sino que dichos
intereses deben venir determinados por la finalidad social de proporcionarles
una determinada cultura. Respecto a la manera de enseñar, no se suelen contemplar
específicamente unos principios metodológicos sino que se parte de la
convicción de que basta con un buen dominio, por parte del profesor, de los
conocimientos disciplinares de referencia; el método de enseñanza se limita,
entonces, a una exposición, lo más ordenada y clara posible, de "lo que
hay que enseñar" -ya que el contenido "viene dado" como síntesis
del conocimiento disciplinar-, con apoyo (distinto según los casos) en el libro
de texto como recurso único o, al menos, básico; ello puede ir acompañado de la
realización de una serie de actividades -más bien "ejercicios"-, con
una intención de refuerzo o de ilustración de lo expuesto, y en todo caso
ateniéndose a la lógica, eminentemente conceptual, del conocimiento que se
intenta transmitir. Aunque no se suele decir explícitamente, cae por su propio
peso que lo que se pide al alumno es que escuche atentamente las explicaciones,
cumplimente diligentemente los ejercicios, "estudie", casi
inevitablemente memorizando, y luego repase la lección o "unidad
didáctica", y reproduzca lo más fielmente posible, en el correspondiente
examen (o "control"), el discurso transmitido en el proceso de
enseñanza (discurso que se supone idéntico, al menos en cuanto a su lógica
básica, en el libro de texto y en las explicaciones del profesor).
Esta concepción tradicional mantiene, efectivamente,
una división de los saberes por asignaturas de una forma que ha llegado a
parecer "natural" a base de perdurar y perpetuarse. Y es que la
escuela tradicional se apoya en ciertas evidencias "de sentido común",
como el hecho de que la humanidad ha ido produciendo "conocimiento
eficaz", que "se puede conservar y acumular trasmitiéndolo a
las nuevas generaciones" (Pérez Gómez, 1992c), bajo la forma de la
especialización disciplinar que hoy conocemos(10).
Desde esa óptica la función básica de la escuela sería transmitir a esas
generaciones "los cuerpos de conocimiento disciplinar que constituyen
nuestra cultura" (Ibid.). Sin duda esta perspectiva sigue vigente en
la mayoría de las prácticas de enseñanza de nuestras escuelas.
Uno de los problemas principales que se puede plantear
en relación con este enfoque es la dificultad para relacionar las lógicas tan
distintas del conocimiento científico y del conocimiento de los alumnos; pero,
de hecho, esto no llega a ser un problema para esta perspectiva, ya que no
tiene en cuenta el conocimiento de los alumnos ni como punto de partida ni como
obstáculo para la construcción de nuevos conocimientos. Otro problema,
conectado con el anterior, sería si se puede considerar el conocimiento
científico como el único referente epistemológico para el "conocimiento
escolar".
La característica fundamental, pues, de este modelo
didáctico tradicional es su obsesión por los contenidos de enseñanza,
entendidos por lo general como meras "informaciones" más que como
conceptos y teorías. Pero, si se piensa detenidamente, el alumno de hoy no
suele tener deficiencias en cuanto a la cantidad de información recibida -si
bien estas cantidades presentan un desajuste con respecto a lo que oficialmente
se suele considerar informaciones "importantes"- ni en cuanto al
desarrollo de muchas de sus habilidades, sino más bien "en el sentido
de sus adquisiciones y en el valor de las actitudes formadas", es
decir, que el déficit generado por nuestra cultura contemporánea reside en
aspectos como la capacidad de pensar, de organizar racionalmente la
información, de buscar su sentido, de forma que los esquemas de significados
que el alumno va consolidando le sirvan como "instrumentos
intelectuales para analizar la realidad" (Pérez Gómez, 1992b). De ahí
que la compleja función que hoy se plantea, como reto, a la escuela sea,
fundamentalmente, facilitar y promover la reconstrucción crítica del
pensamiento cotidiano (Pérez Gómez, 1992b; Porlán, 1993; García Díaz, 1998).
Con la evolución social -aunque siempre con retraso-
la escuela tradicional ha ido dejando en el camino los aspectos más externos
que simbolizaban "lo tradicional como obsoleto" (Trilla,
1996): determinadas costumbres como el castigo físico, los modales rancios y
desfasados, los métodos de enseñanza acientíficos basados en el mero verbalismo
y la repetición, los libros con contenidos demasiado anticuados con respecto al
desarrollo científico, el mobiliario arcaico y el ambiente arquitectónico
disfuncional... y, por supuesto, los antiguos planes de estudio; y ha ido
adecuándose, también externamente, a los nuevos requerimientos de las
sociedades industriales avanzadas, cambiando el currículum, los edificios, los
libros de texto, etc., etc., pero sin modificar sus verdaderas funciones
básicas, sin replantear a fondo su finalidad y -coherentemente- sin cambiar
tampoco en profundidad la formación de los enseñantes. Se ha buscado, por
tanto, una escuela más moderna, más técnica (Gimeno Sacristán, 1982), pero
igualmente garante de la función de reproducción social que la sociedad,
supuestamente, espera de ella.
Ese intento de superación del modelo didáctico
tradicional se puede denominar modelo didáctico tecnológico (véase Cuadro
1). Aquí, la búsqueda de una formación más "moderna" para el
alumnado -entendida, en cualquier caso, como formación cultural, no como
desarrollo personal- conlleva la incorporación a los contenidos escolares de
aportaciones más recientes de corrientes científicas, o incluso de algunos
conocimientos no estrictamente disciplinares, más vinculados a problemas
sociales y ambientales de actualidad. Asimismo, se insertan -más que
integrarse- en la manera de enseñar determinadas estrategias metodológicas (o
técnicas concretas) procedentes de las disciplinas. Se suele depositar, a este
respecto, una excesiva confianza en que la aplicación de esos métodos va a
producir en el alumno el aprendizaje de aquellas conclusiones ya previamente
elaboradas por los científicos. Para ello se recurre a la combinación de
exposición y ejercicios prácticos específicos, lo que suele plasmarse en una
secuencia de actividades, muy detallada y dirigida por el profesor, que
responde a procesos de elaboración del conocimiento previamente determinados
(en cuanto que es un camino ya recorrido por la ciencia de referencia), y que
puede incluso partir de las concepciones de los alumnos con la pretensión de
sustituirlas por otras más acordes con el conocimiento científico que se
persigue. Sin embargo, junto con este "directivismo" encontramos, a
veces, otra perspectiva en la que la metodología se centra en la actividad del
alumno, con tareas muy abiertas y poco programadas que el profesor concibe como
una cierta reproducción del proceso de investigación científica protagonizado
directamente por dicho alumno. Se da así una curiosa mezcla de contenidos
disciplinares y metodologías "activas"(11),
que, por encima de su carácter "dual" (es decir, esa mezcla de
tradición disciplinar y de activismo), encuentra cierta coherencia en su
aplicación, satisfaciendo por lo demás diversas expectativas del profesorado y
de la sociedad. A la hora de la evaluación se intenta medir las adquisiciones
disciplinares de los alumnos, aunque también hay una preocupación por comprobar
la adquisición de otros aprendizajes más relacionados con los procesos
metodológicos empleados.
El planteamiento tecnológico originario, formalmente
más riguroso (frente al carácter "precientífico" y
"artesanal" del modelo tradicional), pretende racionalizar los
procesos de enseñanza, programar de forma detallada las actuaciones docentes y
los medios empleados y medir el aprendizaje de los alumnos en términos de
conductas observables -no en vano busca su apoyo científico fundamental en las
tendencias conductistas de la psicología. Se preocupa no sólo por la enseñanza
de contenidos más adecuados a la realidad actual -elaborados por expertos y
enseñados por profesores adiestrados en su tarea-, sino que otorga especial
relevancia a las habilidades y capacidades formales (desde las más sencillas,
como lectura, escritura, cálculo..., hasta las más complejas, como resolución
de problemas, planificación, reflexión, evaluación...), que permitirían,
precisamente, al alumno una mayor capacidad de adaptación (Pérez Gómez, 1992c).
Bajo este supuesto subyacen algunas creencias más
profundas y no totalmente explicitadas como las siguientes: que la enseñanza es
causa directa y única del aprendizaje; que el indicador fiable del aprendizaje
que los alumnos van consiguiendo es su capacidad para desarrollar conductas
concretas, determinadas de antemano; que todo lo que se enseña adecuadamente
tiene que ser adecuadamente aprendido, si los alumnos poseen una inteligencia y
unas actitudes "normales"; que la programación de unos determinados
contenidos y la aplicación de unas determinadas técnicas (tarea desarrollada
por expertos en educación y en las diversas materias del currículum) pueden ser
aplicadas por personas diferentes (los profesores) y en contextos variados, con
la probabilidad de obtener resultados similares; etc. En definitiva, este
modelo didáctico, que podríamos considerar como "una alternativa
tecnológica a la escuela tradicional" (Porlán y Martín Toscano, 1991),
responde a una perspectiva positivista, obsesionada por "la eficiencia"
(Gimeno Sacristán, 1982) y que otorga un papel central a los objetivos (así
como el tradicional lo otorgaba a los contenidos). Aunque no haya llegado a
tener mucha vigencia real entre nosotros, se mantiene como una especie de
modelo idealizado (con cierta aureola de rigor y eficacia) en la consideración
de muchos profesores.
Un problema importante que se plantea a este enfoque
es vincular el desarrollo de las capacidades (que se proponen como objetivos)
al contenido con el que se trabajarían y al contexto cultural, pues parece
difícil que puedan desarrollarse descontextualizadas e independientes de contenidos
específicos. Por otra parte, tampoco este enfoque tiene en cuenta realmente las
ideas o concepciones de los alumnos, con todas sus implicaciones, pues, cuando
llega a tomarlas en consideración, lo hace con la intención de sustituirlas por
el conocimiento "adecuado", representado por el referente
disciplinar.
Hay que reconocer, en todo caso, que este modelo
didáctico supone un avance, con respecto al modelo tradicional, que va más allá
de lo meramente formal, pues hay cambios de fondo, aunque sean limitados e
incompletos, visibles en aspectos (que hay que interpretar desde la
"ilusión eficientista") como los siguientes (Porlán y Rivero, 1998):
se incorpora la idea de programación como un instrumento profesional
imprescindible; se hace más explícito lo que se pretende conseguir (los
objetivos), sin dejar que quede como mero implícito; se "modernizan"
los contenidos escolares tomando como referencia la actualización disciplinar;
se reivindica la idea de "actividad" de aprendizaje del alumno; se
pretende una evaluación "objetiva" (imparcial, basada en datos) del
alumno, incorporando cierta "medición" de procesos (pruebas iniciales
y finales, por ejemplo)... Comparte, sin embargo, este modelo con el
tradicional un absolutismo epistemológico de fondo, según el cual hay una
realidad científica "superior" que constituye el núcleo del contenido
que ha de ser aprendido. Y ello constituye la base de la "racionalidad
instrumental", cuyo uso abusivo como principio universal explicativo de la
realidad y rector de los comportamientos ha sido duramente contestado desde la
epistemología más reciente (Porlán, 1993; Pérez Gómez, 1994).
La otra reacción, minoritaria, periférica y de signo
bien distinto, al modelo didáctico tradicional es la del modelo didáctico
espontaneísta-activista (véase Cuadro 1), que se puede considerar
como "una alternativa espontaneísta al modelo tradicional"
(Porlán y Martín Toscano, 1991). En este modelo se busca como finalidad educar
al alumno imbuyéndolo de la realidad que le rodea, desde el convencimiento de
que el contenido verdaderamente importante para ser aprendido por ese alumno ha
de ser expresión de sus intereses y experiencias y se halla en el entorno en
que vive. Esa realidad ha de ser "descubierta" por el alumno mediante
el contacto directo, realizando actividades de carácter muy abierto, poco
programadas y muy flexibles, en las que el protagonismo lo tenga el propio
alumno, a quien el profesor no le debe decir nada que él no pueda descubrir por
sí mismo. En todo caso, se considera más importante que el alumno aprenda a
observar, a buscar información, a descubrir... que el propio aprendizaje de los
contenidos supuestamente presentes en la realidad; ello se acompaña del fomento
de determinadas actitudes, como curiosidad por el entorno, cooperación en el
trabajo común, etc. En coherencia con lo anterior, lo que se evalúa no es tanto
ese contenido de fondo cuanto los contenidos relativos a procedimientos
(destrezas de observación, recogida de datos, técnicas de trabajo de campo,
etc.) y actitudes (de curiosidad, sentido crítico, colaboración en equipo...),
adquiridos en el propio proceso de trabajo; sin embargo, a veces el desarrollo
de la evaluación no resulta del todo coherente, dándose modalidades en que se
mezcla un proceso de enseñanza absolutamente abierto y espontáneo con un
"momento" de evaluación tradicional que pretende "medir
niveles" de aprendizaje como si de una propuesta tradicional se tratara.
Tampoco en este modelo se tienen en cuenta las ideas o concepciones de los
alumnos sobre las temáticas objeto de aprendizaje, sino que, más bien, se
atiende a sus intereses (más o menos explícitos); se contempla, así, en el
desarrollo de la enseñanza, una motivación de carácter fundamentalmente
extrínseco, no vinculada propiamente al proceso interno de construcción del
conocimiento.
Esta posición supone una crítica de carácter
ideológico-político a la cultura racionalista y academicista. Ahora el centro
de atención se traslada de los contenidos y del profesor hacia el aprendizaje y
el alumno; y, puesto que se supone que dicho alumno puede aprender por sí
mismo, de forma espontánea y natural, el profesor ejerce, más bien, una función
de líder afectivo y social que de transmisor del conocimiento; se evita la
directividad, pues se considera que perjudica el interés del que aprende. Esta
concepción mantiene, pues, como cierta la creencia "empirista" de que
el alumno puede acceder directamente al conocimiento, que se halla
"en" la realidad. En relación con el conocimiento escolar se tienen
en cuenta, por tanto, dos referentes fundamentales, los intereses de los
alumnos y el entorno, pero no se contemplan, prácticamente, las aportaciones
del conocimiento científico.
Este modelo educativo hunde sus raíces, en definitiva,
en las ideas roussonianas acerca de la bondad natural del hombre y de las
disposiciones naturales del individuo hacia el aprendizaje. La escuela, en ese
sentido, lo que tendría que hacer es facilitar lo más posible el proceso de
aprendizaje "natural" de los niños, por ello habría que respetar su
desarrollo espontáneo. En cierta manera es una pedagogía de la "no
intervención", del paidocentrismo, de la importancia del descubrimiento
espontáneo y de la actividad del alumno en general. El punto más débil de este
enfoque es su carácter idealista, pues no tiene en cuenta que el desarrollo del
hombre, tanto individual como colectivamente, está condicionado por la cultura;
parece ignorar, asimismo, que vivimos en una sociedad de clases y, por tanto,
desigual social, económica y culturalmente, por lo que abandonar el desarrollo
del niño a un supuesto crecimiento espontáneo es "favorecer la
reproducción de las diferencias y desigualdades de origen" (Pérez
Gómez, 1992c).
Habría que destacar, no obstante, que gran parte de
los movimientos pedagógicos renovadores de los siglos XIX y XX han bebido
básicamente en la filosofía general inspiradora de este modelo, cuyas
aportaciones aún habrán de ser sopesadas más serenamente, sobre todo en cuanto
a su papel de caldo de cultivo de otras alternativas más elaboradas, basadas en
la idea de investigación escolar. Aparte del influjo básico de Rousseau, esta
corriente pedagógica se nutre de las aportaciones de Piaget. En efecto, al
interesarse casi exclusivamente por el carácter de aprendices de los niños y
por sus procesos de maduración espontánea, se presta una especial atención al
desarrollo de las destrezas formales del pensamiento, quedando en segundo
término el contenido, propiamente dicho, del pensamiento, lo que constituye, en
todo caso, una interpretación sesgada del enfoque piagetiano, pues el
razonamiento y la capacidad de pensar no son actividades formales
independientes de los contenidos con que se ejercen, contenidos que vienen
mediados por la cultura. También tiene la filosofía espontaneísta una estrecha
relación con las pedagogías relacionadas con el entorno, especialmente las de
Decroly y Freinet.
En el caso español la filosofía de este modelo hunde
ciertas raíces en algunas tradiciones renovadoras clásicas, como la Institución
Libre de Enseñanza o las aportaciones vinculadas a la idea de escuela nueva
como, por ejemplo, las de Ferrer i Guardia o Luzuriaga. Más recientemente las
manifestaciones de esa filosofía se plasman, sobre todo, en los activos
"Movimientos de Renovación Pedagógica", que reciben un importante
influjo de la línea freinetiana del "Movimiento de Cooperazione
Educativa" (MCE) italiano. La vitalidad de estos movimientos de renovación
se manifiesta, sobre todo, a través de actividades como las escuelas de verano,
a partir de los años sesenta y setenta, destacando, por ejemplo, por su
centramiento en el estudio del entorno el "Movimiento de Mestres Rosa
Sensat", en Cataluña. En todo caso, se puede apreciar, tanto en Italia
como posteriormente en España, una cierta evolución que va superando el
primitivo "activismo ingenuo" de muchas de estas aportaciones y va
generando, en algunos casos, interesantes propuestas basadas en el concepto de
"aprendizaje escolar como investigación".
En esta línea de búsqueda se están planteando "modelos
didácticos alternativos". En el Proyecto IRES concretamente se ha
definido y concretado ese modelo alternativo como "Modelo Didáctico
de Investigación en la Escuela". Me voy a referir, de forma
sintética, a sus principales rasgos. Este modelo didáctico de carácter
alternativo se propone como finalidad educativa el "enriquecimiento del
conocimiento de los alumnos" en una dirección que conduzca hacia una
visión más compleja y crítica de la realidad, que sirva de fundamento para una
participación responsable en la misma. Se adopta en él una visión relativa,
evolutiva e integradora del conocimiento, de forma que en la determinación del
conocimiento escolar constituye un referente importante el conocimiento
disciplinar, pero también son referentes importantes el conocimiento cotidiano,
la problemática social y ambiental y el conocimiento que en el IRES se denomina
"metadisciplinar" (es decir, grandes conceptos, procedimientos
y valores que constituyen una cosmovisión deseable). Este conocimiento escolar
integrado puede ir adoptando significados cada vez más complejos, desde los que
estarían más próximos a los sistemas de ideas de los alumnos hasta los que se
consideran como meta deseable para ser alcanzada mediante los procesos de
enseñanza; esa trayectoria desde formulaciones más sencillas del conocimiento
escolar hasta formulaciones más complejas es considerada como una "hipótesis
general de progresión en la construcción del conocimiento" (Grupo
Investigación en la Escuela, 1991) y se halla orientada, en todo caso, por el
conocimiento metadisciplinar. Las ideas o concepciones de los alumnos -y no
sólo sus intereses- constituyen, así, una referencia ineludible, afectando
tanto a los contenidos escolares contemplados como al proceso de construcción
de los mismos.
En este modelo, la metodología didáctica se concibe
como un proceso (no espontáneo) de "investigación escolar"
desarrollado por parte del alumno con la ayuda del profesor, lo que se
considera como el mecanismo más adecuado para favorecer la "construcción"
del conocimiento escolar propuesto; así, a partir del planteamiento de "problemas"
(de conocimiento escolar) se desarrolla una secuencia de actividades dirigida
al tratamiento de los mismos, lo que, a su vez, propicia la construcción del
conocimiento manejado en relación con dichos problemas. El proceso de
construcción del conocimiento es recursivo, pudiéndose realizar el tratamiento
de una determinada temática en distintas ocasiones con diferentes niveles de
complejidad, favoreciéndose, asimismo, el tratamiento complementario de
distintos aspectos de un mismo tema o asunto dentro de un proyecto curricular.
La evaluación se concibe como un proceso de investigación que intenta dar
cuenta, permanentemente, del estado de evolución de las concepciones o ideas de
los alumnos, de la actuación profesional del profesor y, en definitiva, del
propio funcionamiento del proyecto de trabajo.
Como puede apreciarse por esta escueta descripción, se
trata no tanto de un modelo identificable en la realidad escolar cuanto de un
modelo deseable, que, en todo caso, es considerado en el Proyecto IRES como una
referencia-marco para el análisis del desarrollo de la enseñanza y para la
orientación de la intervención profesional. Así, pues, en relación con la
cuestión planteada al comienzo acerca de la necesidad de construir una "escuela
alternativa", asumo la hipótesis de que es posible la transformación
de la escuela existente (trabajando en el espacio dialéctico de la
reproducción-producción) y de que esa transformación puede ser orientada por un
modelo didáctico alternativo, como el que acabo de esbozar.
Dimen-siones analiza-das
|
MODELO DIDÁCTICO TRADICIONAL
|
MODELO DIDÁCTICO TECNOLÓGICO
|
MODELO DIDÁCTICO ESPONTANEÍSTA
|
MODELO DIDÁCTICO ALTERNATIVO (Modelo de
Investigación en la Escuela)
|
Para qué enseñar
|
*
Proporcionar las informaciones fundamentales de la cultura vigente.
* Obsesión por los contenidos
|
*
Proporcionar una formación "moderna" y "eficaz".
* Obsesión por los objetivos. Se sigue una
programación detallada.
|
* Educar
al alumno imbuyéndolo de la realidad inmediata.
* Importancia del factor ideológico.
|
*
Enriquecimiento progresivo del conocimiento del alumno hacia modelos más
complejos de entender el mundo y de actuar en él.
* Importancia de la opción educativa que se tome.
|
Qué enseñar
|
* Síntesis
del saber disciplinar.
* Predominio de las "informaciones" de
carácter conceptual.
|
* Saberes
disciplinares actualizados, con incorporación de algunos conocimientos no
disciplinares. Contenidos preparados por expertos para ser utilizados por los
profesores.
* Importancia de lo conceptual, pero otorgando
también cierta relevancia a las destrezas.
|
*
Contenidos presentes en la realidad inmediata.
* Importancia de las destrezas y las actitudes.
|
*
Conocimiento "escolar", que integra diversos referentes
(disciplinares, cotidianos, problemática social y ambiental, conocimiento
metadisciplinar).
* La aproximación al conocimiento escolar deseable
se realiza a través de una "hipótesis general de progresión en la
construcción del conocimiento".
|
Ideas e intereses de los alumnos
|
* No se
tienen en cuenta ni los intereses ni las ideas de los alumnos.
|
* No se
tienen en cuenta los intereses de los alumnos.
* A veces se tienen en cuenta las ideas de los
alumnos, considerándolas como "errores" que hay que sustituir por
los conocimientos adecuados.
|
* Se
tienen en cuenta los intereses inmediatos de los alumnos.
* No se tienen en cuenta las ideas de los alumnos.
|
* Se
tienen en cuenta los intereses y las ideas de los alumnos, tanto en relación
con el conocimiento propuesto como en relación con la construcción de ese
conocimiento.
|
Cómo enseñar
|
*
Metodología basada en la transmisión del profesor.
* Actividades centradas en la exposición del
profesor, con apoyo en el libro de texto y ejercicios de repaso.
* El papel del alumno consiste en escuchar
atentamente, "estudiar" y reproducir en los exámenes los contenidos
transmitidos.
* El papel del profesor consiste en explicar los
temas y mantener el orden en la clase.
|
*
Metodología vinculada a los métodos de las disciplinas.
* Actividades que combinan la exposición y las
prácticas, frecuentemente en forma de secuencia de descubrimiento dirigido (y
en ocasiones de descubrimiento espontáneo).
* El papel del alumno consiste en la realización
sistemática de las actividades programadas.
* El papel del profesor consiste en la exposición y
en la dirección de las actividades de clase, además del mantenimiento del
orden.
|
*
Metodología basada en el "descubrimiento espontáneo" por parte del
alumno.
* Realización por parte del alumno de múltiples
actividades (frecuentemente en grupos) de carácter abierto y flexible.
* Papel central y protagonista del alumno (que
realiza gran diversidad de actividades).
* El papel del profesor es no directivo; coordina la
dinámica general de la clase como líder social y afectivo.
|
*
Metodología basada en la idea de "investigación (escolar) del
alumno".
* Trabajo en torno a "problemas", con
secuencia de actividades relativas al tratamiento de esos problemas.
* Papel activo del alumno como constructor (y
reconstructor) de su conocimiento.
* Papel activo del profesor como coordinador de los
procesos y como "investigador en el aula".
|
Evalua-ción
|
* Centrada
en "recordar" los contenidos transmitidos.
* Atiende, sobre todo al producto.
* Realizada mediante exámenes.
|
* Centrada
en la medición detallada de los aprendizajes.
* Atiende al producto, pero se intenta medir algunos
procesos (p.e. test inicial y final).
*Realizada mediante tests y ejercicios específicos.
|
* Centrada
en las destrezas y, en parte, en las actitudes.
* Atiende al proceso, aunque no de forma
sistemática.
* Realizada mediante la observación directa y el
análisis de trabajos de alumnos (sobre todo de grupos).
|
*
Centrada, a la vez, en el seguimiento de la evolución del conocimiento de los
alumnos, de la actuación del profesor y del desarrollo del proyecto.
* Atiende de manera sistemáticas a los procesos.
Reformulación a partir de las conclusiones que se van obteniendo.
* Realizada mediante diversidad de instrumentos de
seguimiento (producciones de los alumnos, diario del profesor, observaciones
diversas...).
|
Cuadro 1: Rasgos básicos de los modelos didácticos analizados.
Fuente: Reelaborado por F.F. García Pérez a partir de fuentes diversas
(citadas) del Proyecto IRES.
NOTAS
1. Se trata de la reseña siguiente:
García Pérez, Francisco. El medio urbano en la educación secundaria obligatoria. Las
ideas de los alumnos y sus implicaciones curriculares. Tesis
Doctoral dirigida por los Drs. Rafael Porlán Ariza y José Manuel Souto
González. Universidad de Sevilla, Facultad de Ciencias de la Educación,
Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales, 1999. 2
vols. 1.121 ] 779 págs. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y
Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796], Nº 194, 8 de
enero de 2000.
2. Un análisis más amplio de la
filosofía crítica presente en los grupos innovadores que forman la Federación Icaria
(o Fedicaria) puede consultarse, por ejemplo, en los artículos de Cuesta
Fernández (1999) y de Rozada (1999) en el nº 3 de la revista-anuario Con-Ciencia
Social, que sirve de plataforma a dicha federación. A la posición concreta
del Proyecto IRES -al que pertenezco- me referiré más abajo en relación
con la defensa de un modelo didáctico alternativo.
4. El Proyecto "Investigación
y Renovación Escolar" (IRES) -del que formo parte- es un amplio
programa de investigación educativa, puesto en marcha en 1991 por profesores
universitarios y de otros niveles educativos desde Sevilla, que ha dado lugar a
una gran diversidad de iniciativas y producciones de carácter educativo, tanto
en relación con el currículum de los alumnos como en relación con la formación
de los profesores. Teniendo como referencia central un modelo didáctico alternativo
(el "Modelo de Investigación en la Escuela"), el Proyecto IRES
pretende trabajar en el campo (triangular) de interacciones delimitado por la
investigación educativa, la experimentación curricular y el desarrollo
profesional de los profesores. En la bibliografía se recogen diversas
aportaciones relacionadas con este proyecto, de las que destaco las siguientes:
Grupo Investigación en la Escuela, 1991; Porlán, 1993; García Díaz, 1998;
Porlán y Rivero, 1998. Para conocer más detenidamente el carácter de este
proyecto y las principales publicaciones relacionadas con el mismo puede
consultarse en Biblio 3W el artículo El Proyecto IRES (http://www.ub.es/geocrit/b3w-205.htm).
El Grupo de Didáctica de las Ciencias Sociales (como subgrupo dentro del IRES)
se integra, asimismo, en la Federación Icaria de grupos innovadores (Fedicaria).
Sobre el la formación de esta federación y su proceso de consolidación puede
consultarse Castán, Cuesta Fernández y Fernández Cuadrado, 1996; una síntesis
de los proyectos integrados en Fedicaria puede verse en Grupo Ínsula Barataria
(Coord.), 1994; más detalladamente puede conocerse el planteamiento del grupo
Gea-Clío a través del artículo de X.M. Souto (1999) en Biblio 3W, El
Proyecto Gea-Clío (http://www.ub.es/geocrit/b3w-161.htm).
5. Sobre el concepto de modelo
didáctico puede consultarse una amplia y diversa bibliografía. En relación con
el enfoque adoptado en este artículo, puede verse: Escudero Muñoz, 1981; Gimeno
Sacristán, 1981; Cañal, 1988; Grupo Investigación en la Escuela, 1991, vol. I;
Merchán y García Pérez, 1994.
6. En el caso del IRES se concibe el
modelo didáctico con un carácter de teoría más global, que no es identificable,
simplemente, con "modelo de enseñanza" o con "estilo
educativo", en cuyos casos se suele asimilar la idea a la de "método
de enseñanza" o a "metodología pedagógica" (como conjunto de
decisiones tomadas en torno a distintos temas, como el papel del profesor, la
concepción de las tareas escolares, etc.).
7. Para esta caracterización me baso
en diversas aportaciones producidas en el contexto del Proyecto IRES,
especialmente en las siguientes: Grupo Investigación en la Escuela, 1991, vol.
1; Porlán, 1993, cap. 5; García Díaz y García Pérez, 1989, 5ª ed. 1999, cap. 6;
Porlán y Martín Toscano, 1991; Merchán y García Pérez, 1994; Azcárate, 1999;
Martín del Pozo, 1999.
8. Aunque la idea de escuela
"tradicional" puede ser entendida desde distintas perspectivas
(Trilla, 1996) -y, por tanto, su análisis en detalle requeriría muchos
matices-, con frecuencia el término se utiliza connotando una valoración
peyorativa; es decir, constituye una especie de estereotipo que agrupa un
conjunto de atributos educativos no deseables, que, por tanto, deben ser
sustituidos o superados por otro planteamiento, que se considera, por contra,
deseable.
9. En este cuadro recojo una
síntesis los rasgos básicos de los distintos modelos, asumiendo el riesgo de
cierta visión simplificadora y estereotipada; lo que puede ser contrarrestado
con los matices, valoraciones y comentarios que el texto incluye.
10. Este sistema se ha ido gestando
a través de hitos históricos como la época del Renacimiento o la Ilustración,
mediante un proceso de "pedagogización del saber" (Varela,
1995), hasta el siglo XIX, momento en el que cristalizó mediante la
consolidación de las disciplinas escolares de la forma que hoy las conocemos,
fuertemente insertadas en sus nichos (es decir, en sus respectivos entramados
de relaciones) en un sistema escolar minuciosamente estructurado. Así, pese a
que hoy este entramado de disciplinas tradicionales se presenten como el saber
más valioso, destilado a lo largo del proceso histórico, la sociología crítica
de la educación ha demostrado suficientemente hasta qué punto son meras
construcciones sociales, producto de los intereses dominantes en una
determinada época histórica (cfr., para una visión general, Popkewitz (Ed.),
1987; Chervel, 1988; Goodson, 1995; y, concretamente, para las disciplinas más
emblemáticas del Área de Ciencias Sociales, Capel et al., 1983, para la
Geografía, y, para la Historia, Cuesta Fernández, 1997 y 1998.
11. Modalidad relativamente
frecuente en didáctica de la Geografía (véase, por ejemplo: Audigier, 1992 y
1993; Audigier, Crémieux y Tutiaux-Guillon, 1994; García Pérez, 1997).
BIBLIOGRAFÍA CITADA:
APPLE, M.W. Ideology and
Curriculum. London: Routledge and Kegan Paul, 1979. (Trad. cast.: Ideología
y currículum. Madrid: Akal, 1986).
APPLE, M.W. Education and
power. Londres: Routledge and Kegan Paul Ltd., 1982 (Trad. cast. Educación y poder. Madrid: Paidós-M.E.C., 1987).
AUDIGIER, F. Pensar la geografia escolar. Un repte per
a la didàctica. Documents d'Anàlisi Geogràfica, 1992, nº 21, p. 15-33.
AUDIGIER, F. Sur la didactique de la géographie.
Thèses de primptemps (cru 1993). Géographes Associés, 1993, nº 12, p.
52-58.
AUDIGIER, F.; CRÉMIEUX, C. y TUTIAUX-GUILLON, N.
(1994). La place des savoirs scientifiques dans les didactiques de l'histoire
et de la géographie. Revue Française de Pédagogie, 1994, nº 106, p.
11-23.
AZCÁRATE, P. Metodología de enseñanza. Cuadernos de
Pedagogía, 1999, nº 276, p. 72-78.
BOURDIEU, P. y PASSERON, J. La reproduction.
París: Minuit, 1970 (Trad. cast. La reproducción: elementos para una teoría
del sistema de enseñanza. Barcelona: Laia, 1977).
CAÑAL, P. Un marco curricular en el modelo sistémico
investigativo. In PORLÁN, R.; GARCÍA, J.E. y CAÑAL, P. (Comps.). Constructivismo
y enseñanza de las ciencias. Sevilla: Díada, 1988, p. 137-156.
CAPEL, H. García Pérez, Francisco. El medio urbano
en la educación secundaria obligatoria. Las ideas de los alumnos y sus implicaciones
curriculares. Tesis Doctoral dirigida por los Drs. Rafael Porlán Ariza y
José Manuel Souto González. Universidad de Sevilla, Facultad de Ciencias de la
Educación, Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales y Sociales,
1999. 2 vols. 1.121 ] 779 págs. Biblio 3W. Revista Bibliográfica de
Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9796],
2000, nº 194, 8 de enero del 2000.
CAPEL, H. et al. Ciencia para la burguesía.
Renovación pedagógica y enseñanza de la geografía en la revolución liberal
española (1814-1857). Barcelona: Publicaciones de la Universidad de
Barcelona, 1983.
CASTÁN, G.; CUESTA FERNÁNDEZ, R. y FÉRNÁNDEZ CUADRADO,
M. Reforma educativa, materiales didácticos y desarrollo curricular en Ciencias
Sociales. Balance provisional de cinco años (1990-1995). In Grupo de Didáctica
de las Ciencias Sociales del Poyecto IRES (Coord.). La experimentación
curricular en Ciencias Sociales. Planteamientos y perspectivas.
Ponencias del V Seminario sobre Desarrollo Curricular en el Área de Ciencias
Sociales, Geografía e Historia (Educación Secundaria Obligatoria). Sevilla:
Alfar, 1996, p. 151-175.
CHERVEL, A. L'histoire des disciplines scolaires.
Réflexions sur un domaine de recherche. Historiens et Géographes, 1988,
nº 38, 59-119.
CUESTA FERNÁNDEZ, R. Sociogénesis de una disciplina
escolar: la Historia. Barcelona: Pomares-Corredor, 1997.
CUESTA FERNÁNDEZ, R. Clío en las aulas. La
enseñanza de la Historia en España entre reformas, ilusiones y rutinas.
Madrid: Akal, 1998.
CUESTA FERNANDEZ, R. La educación histórica del deseo.
La didáctica de la crítica y el futuro del viaje a Fedicaria. Con-Ciencia Social, 1999, nº 3, p. 70-97.
DOYLE, W. Learning the
Classroom Environment. An Ecological Analysis. Journal of Teacher Education,
1977, vol. 28, nº 6, p. 51-55.
ESCUDERO MUÑOZ, J.M. Modelos Didácticos.
Barcelona: Oikos-Tau, 1981.
FERNÁNDEZ ENGUITA, M. Integrar o segregar. La
enseñanza secundaria en los países industrializados. Barcelona: Laia, 1986.
FERNÁNDEZ ENGUITA, M. La cara oculta de la escuela.
Madrid: Siglo XXI, 1990.
GARCÍA DÍAZ, J.E. Hacia una teoría alternativa
sobre los contenidos escolares. Sevilla: Díada, 1998.
GARCÍA DÍAZ, J.E. y GARCÍA PÉREZ, F.F. Aprender
investigando. Una propuesta metodológica basada en la investigación.
Sevilla: Díada, 1989, 5ª ed. 1999.
GARCÍA PÉREZ, F.F. La didáctica como aplicación
metodológica. Con-Ciencia Social, 1997, nº 1, p. 281-288.
GIMENO SACRISTÁN, J. Teoría de la enseñanza y
desarrollo del curriculum. Madrid: Anaya, 1981.
GIMENO SACRISTÁN, J. La pedagogía por objetivos.
Obsesión por la eficiencia. Madrid: Morata, 1982.
GIROUX, H.A. Los profesores como intelectuales.
Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Barcelona: Paidós-MEC, 1990.
GOODSON, I.F. Historia del Currículum. La
construcción social de las disciplinas escolares. Barcelona:
Pomares-Corredor, 1995.
GRUPO ÍNSULA BARATARIA (Coord.). Enseñar y aprender
CC.SS. Algunas propuestas de Modelos Didácticos. Madrid: Mare Nostrum,
1994.
GRUPO INVESTIGACIÓN EN LA ESCUELA. Proyecto
Curricular "Investigación y Renovación Escolar" (IRES). (Versión
provisional). "Presentación" y cuatro vols. Sevilla: Díada, 1991.
LERENA, C. Escuela, ideología y clases sociales en
España. Barcelona: Ariel, 1976.
LERENA, C. Reprimir y liberar. Crítica sociológica
de la educación y de la cultura contemporáneas. Madrid: Akal, 1983.
MARTÍN DEL POZO, R. Las materias escolares.
Cuadernos de Pedagogía, 1999, nº 276, p. 50-56.
MERCHÁN, F.J. y GARCÍA PÉREZ, F.F. El Proyecto IRES:
una alternativa para la transformación escolar. Reflexiones desde el Área de
Ciencias Sociales. Signos. Teoría y práctica de la educación, 1994, nº
13, p. 58-69.
PÉREZ GÓMEZ, A.I. Las funciones sociales de la
escuela: de la reproducción a la reconstrucción crítica del conocimiento y la
experiencia. In GIMENO, J. y PÉREZ, A.I. Comprender y transformar la
enseñanza. Madrid: Morata, 1992a, p. 17-33.
PÉREZ GÓMEZ, A.I. El aprendizaje escolar: de la
didáctica operatoria a la reconstrucción de la cultura en el aula. In GIMENO,
J. y PÉREZ, A.I. Comprender y transformar la enseñanza. Madrid: Morata,
1992b, p. 63-77.
PÉREZ GÓMEZ, A.I. Enseñanza para la comprensión. In
GIMENO, J. y PÉREZ, A.I. Comprender y transformar la enseñanza. Madrid:
Morata, 1992c, p. 78-114.
PÉREZ GÓMEZ, A.I. La cultura escolar en la sociedad
posmoderna. Cuadernos de Pedagogía, 1994, nº 225, p. 80-85.
PÉREZ GÓMEZ, A.I. La escuela, encrucijada de culturas.
Investigación en la Escuela, 1995, nº 26, p. 7-24.
POPKEWITZ, Th.S. (Ed.). The
formation of school subject matter: The struggle for creating an American
institution. Nueva York:
The Falmer Press, 1987.
PORLÁN, R. Constructivismo y escuela. Hacia un
modelo de enseñanza-aprendizaje basado en la investigación. Sevilla: Díada,
1993.
PORLÁN, R. y MARTÍN TOSCANO, J. El diario del
profesor. Un recurso para la investigación el aula. Sevilla: Díada, 1991.
PORLÁN, R. y RIVERO, A. El conocimiento de los
profesores. Una propuesta formativa en el área de ciencias. Sevilla: Díada,
1998.
ROZADA, J.Mª. Ideas y dudas sobre una enseñanza
crítica de las ciencias sociales en la escuela comprensiva. Con-Ciencia
Social, 1999, nº 3, p. 42-69.
RUIZ VARONA, J.M. Teoría crítica y enseñanza de las
Ciencias Sociales. El subdesarrollo como problema social y contenido educativo.
Tesis doctoral inédita, dirigida por el Dr. A. Luis Gómez. Universidad de
Oviedo: Departamento de Educación, 1997.
SOUTO, X.M. El proyecto Gea-Clío. Biblio 3W.
Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona
[ISSN 1138-9796], 1999, nº 161, 17 de junio de 1999.
TORRES SANTOMÉ, J. El currículum oculto.
Madrid: Morata, 1991
TRILLA, J. Tendencias educativas: Escuela tradicional.
Pasado y presente. Cuadernos de Pedagogía, 1996, nº253, p. 14-19.
VARELA, J. (1995). El estatuto del saber pedagógico.
In VV.AA. Volver a pensar la educación (Congreso Internacional de
Didáctica). Vol. II. Prácticas y discursos educativos. Madrid: Morata,
1995, p. 61-69.
VARELA, J. y ÁLVAREZ URÍA, F. Arqueología de la
escuela. Madrid: La Piqueta, 1991.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
ÁNIMO: TODAS Y TODOS TIENEN LA PALABRA...COMENTEN...