PEDAGOGÍA CRÍTICA EN LA ÉPOCA DE LA
RESIGNACIÓN
Peter McLaren
Escuela de Postgrado en Educación y Estudios de la Información Universidad de California, Los Ángeles
Traducción: Aldemar Giraldo Hoyos
Peter McLaren propone en este artículo una revisión minuciosa del neoliberalismo y
la
globalización como “otro nombre para el imperialismo”, examina el papel de la educación crítica y a
la vez ahonda en los desafíos que ésta presenta como “pedagogía critica revolucionaria”.
En estos días no está de moda ser un educador radical. El gambito1 político
de los educadores progresistas en estos días parece silenciarse frente al caos, con la esperanza de que lo peor pasará pronto. Identificar tu política como Marxista entre las odas rimbombantes
de la máquina militar y el interés unilateral de los Estados Unidos de crear un Nuevo Orden Mundial, es invitar al escarnio y al ridículo desde muchos sectores, incluyendo algunos de la izquierda. Es someter el
trabajo de uno a todo tipo de crítica, desde la cruda agresividad hasta la Filípica sofisticada. Los cargos fluctúan desde ser un izquierdista ingenuo a
estar atado a
un
alabeo temporal, a estar enganchado a un patriarca antediluviano, a caer descontroladamente en un sentimentalismo barato o utopismo
romántico.
A los marxistas
se les acusa de asumir
una posición política insostenible, la cual les posibilita a usar el
manto del revolucionario, como “académicos de
silla giratoria”, que no tienen que ensuciarse las
manos en las luchas diarias de clase, y profesores del montón que ocupan las líneas del frente en las escuelas de nuestros mayores centros urbanos. El análisis Marxista es también frecuentemente ridiculizado como elitista en su supuesto esoterismo impenetrable, y
si sucede que tienes que enseñar en una universidad, tu trabajo puede ser fácilmente menospreciado como un activismo de torre de marfil –aun por otros
compañeros que
también
trabajan en universidades.
Los
críticos a menudo suponen que tú
eres responsable de ser apartado definitivamente de las vidas de profesores y estudiantes hasta que se pruebe otra cosa. Parte de la crítica es productiva y garantizada, pero, la mayoría es un intento desesperado para disminuir los serios desafíos al
capitalismo –desplazar el trabajo que
intenta
delinear el aura de inevitabilidad que rodea al capitalismo global. Mientras parte de la misma es sustantiva –incluyendo la crítica bien recibida del lenguaje cifrado de algunos académicos
y un desafío a los educadores radicales para que se comprometan en posibilidades pedagógicas
concretas– la mayoría es de poco valor e
insignificante, como la de un revisor de libros que critica a
una autora para ayudarle a escoger la cubierta de su libro o lo que está usando en su foto de autora.
Parte del problema
enfrentado
por la
izquierda educativa de
hoy es que, incluso, entre los educadores progresistas (o de
avanzada) existe una siniestra
resignación producida por la aparente inevitabilidad del capital, aun como instituciones financieras que amplían la
capacidad
en
proporción
inversa al
BARBECHO, Revista de Reflexión Socioeducativa Nº2, pp. 8-12. Diciembre-Abril 2003
descenso en los niveles de vida y la seguridad del trabajo. El canto del cisne para el análisis
marxista
ocurrió aparentemente
cuando el muro de Berlín se vino abajo. La creencia de que no hay alternativa al capitalismo ha pululado a lo largo del panorama político global antes de la caída de la Unión Soviética y el bloque oriental, adhiriéndose ella misma como un hongo, tanto a
los sueños regionales como nacionales. Los vientos de la Guerra Fría habían diseminado sus esporas a los sitios más lejanos
del globo.
Después
de dejarlas
letárgicas
durante una década,
estas esporas han sido
reactivadas y
han destruido
aparentemente
nuestra capacidad de soñar de otra manera. Hoy, la mayoría de
las naciones le rinden homenaje al capital, como la clave para la supervivencia de la democracia.
Mojados por las lágrimas de los pobres y
cultivados por la clase trabajadora, los sueños que brotan del suelo no perturbado por el capital son aquéllos diseñados por la clase dominante. Arados y desgarrados
por carteles internacionales
de corporaciones transnacionales,
libremercaderes
y aventureros políticos globales se alistaron
para
aprovecharse de las naciones del Tercer Mundo en serias deudas financieras con el
Oeste, las semillas del capitalismo han producido una cosecha en
tiempo récord. Las fábricas del sueño capitalista son no
sólo salas de juntas corporativas y estudios de producción de redes de medios que trabajan juntos para mantener
el sueño capitalista vivo, sino un espíritu de resignación de la masa que impide a la mayor parte de
la
población caer en la cuenta de que el capitalismo y la explotación son equivalentes funcionales, que la globalización del capital es justo otro nombre para el imperialismo.
No es propiamente que los capitalistas, quienes se aprovechan del trabajo vivo de los obreros, crean que ellos les proporcionan el trabajo, sino que los obreros
mismos están condicionados a creer que sin sus explotadores, ellos no existirían. Las entrañas del pobre eviscerado sirven ahora como mecanismos de beatificación para los adivinos de las corporaciones de inversión.
La economía política internacional de hoy es el pan de la clase dominante global, y la burguesía la ve como su mayor oportunidad en décadas para unir sus filas. Los libremercaderes han estado dándole el visto bueno del Nuevo Orden Mundial para saquear y
explotar los recursos del planeta y para invertir en los mercados globales sin restricción y con impunidad. La amenaza concomitante del monstruo destructivo del capital es la obliteración de
cualquier esperanza para la civilización, dejar en paz la democracia. La clase trabajadora está acostumbrada a sentirse agradecida por las maquiladoras que están brotando en países diseñados para proporcionar trabajo barato
y vertederos
de basura para
la polución de las democracias occidentales. Se les enseña que el socialismo y
el comunismo son originariamente perniciosos y pueden llevar sólo a una dictadura totalitaria. En
resumen,
el capitalismo
y la legitimidad
del monopolio
de la propiedad privada han sido presentados como de sentido común.
La "revolución del mercado
libre", impulsada
por la acumulación
capitalista continua de un ganador que se lo lleva todo, ha dejado la
infraestructura social de los Estados Unidos en harapos (para no mencionar otras partes del globo). A través
de políticas de incremento de sus intereses financieros-industriales- militares, continúa apretando sus temblorosos labios burgueses, mostrando sus colmillos imperialistas y chupando la sangre vital de las venas abiertas de Sur América y
otras regiones del globo. El repentino colapso de la Unión Soviética en los noventa y la transición al capitalismo de la Europa Oriental han traído como consecuencia la llegada de casi cinco billones de personas al mercado mundial.
La globalización del capitalismo y su amante político, el neoliberalismo, trabajan juntos para
democratizar el
sufrimiento,
obliterar la
esperanza y asesinar
la
justicia. La lógica de la privatización y el libre mercado –donde el trabajo social es el medio y la medida de valor y el trabajo social sobrante yace en el corazón del beneficio– ahora, odiosamente, estructura arquetipos de
ciudadanía, administra
nuestras percepciones de lo que debería constituir la "buena sociedad", y crea formaciones ideológicas que producen funciones necesarias
para el capital en relación con el trabajo. A medida que aumenta la
financiación de las escuelas por parte de
corporaciones que funcionan como industrias de servicios para el capitalismo transnacional, y
como un comité burgués de especulación y profesionalismo educativo que continúa guiando la política y la práctica educativa, la población de los Estados Unidos afronta una realidad educativa desafiante. Los liberales exigen la necesidad
de controles
del capital, controles en el cambio extranjero, la estimulación del crecimiento y los salarios, regulación de derechos laborales para las naciones que solicitan préstamos a los Estados Unidos, y la supresión de la ayuda financiera de la banca y el capital hasta que ellos se rindan a la centralidad del problema del salario e
insistan en los derechos laborales. Sin embargo, muy pocos exigen la abolición del capital mismo.
La comercialización de la educación superior, el cultivo burocrático del capital intelectual y
su sometimiento a
la
maquinaria del capital, la aparición de socios comerciales industriales, el movimiento de investigación hacia la arena comercial del beneficio
y al
servicio de
organizaciones
de comercio y consorcios académicos corporativos, han cosechado en
las instituciones de
aprendizaje
superior una profunda sospecha de aquéllos que ven la educación como un vehículo para
la democracia.
En
manos de los
fanáticos
tecnócratas,
los maestros están siendo reproletariarizados
y el trabajo está siendo controlado, desplazado y destruido. La autonomía y la independencia del profesor y el control sobre el trabajo han sido reducidos severamente, mientras el conocimiento y
el control del sitio de trabajo están más y más en manos de la Administración.
La izquierda
educativa
se encuentra
sin
una agenda
revolucionaria para desafiar los efectos y las consecuencias del nuevo capitalismo en las aulas de clase
de la
nación. Consecuentemente,
somos testigos de
la orientación progresiva y desenfrenada de la pedagogía hacia los procesos productivos dentro del capitalismo avanzado. La educación ha sido reducida a un
subsector de la economía, diseñado para crear ciberciudadanos dentro de una teledemocracia de imágenes en rápido movimiento, representaciones y
opciones de estilos de vida originados por la aparente inocuidad del capital financiero. El
capitalismo ha
sido nacionalizado como una realidad de sentido común –aun como una parte de
la naturaleza misma– mientras el término "clase social" ha sido reemplazado por el término menos antagónico, "estatus socioeconómico". Es
imposible examinar la reforma educativa en
los
Estados Unidos sin tener en
cuenta
las fuerzas continuas de la globalización y el progresivo
desvío del capital hacia canales especulativos y
financieros –lo que algunos han llamado "capitalismo de casino a escala mundial".
El proyecto básico de la pedagogía crítica durante las últimas décadas ha sido para esbozar los problemas y oportunidades
de la lucha política a través del medio educativo.
Es incoherente
conceptualizar
la pedagogía
crítica, como lo hacen muchos de sus exponentes corrientes, sin un vínculo con la lucha política y anticapitalista. Una vez
considerada por los cobardes guardianes del sueño americano, como un
término de
oprobio, la pedagogía crítica se
ha vuelto tan completamente psicologizada, tan liberalmente humanizada, tan
tecnologizada, y tan conceptualmente
posmodernizada, que su corriente relación
con mayores
luchas de liberación parece severamente atenuada, si no fatalmente terminada.
Mientras su urgencia fue una vez motivo de interés, y su mensaje endurecido tenía la presión de absoluta orden detrás del mismo, la
pedagogía crítica, aparentemente, se ha colapsado en una licenciosa ética y en un complaciente relativismo, lo
cual ha desplazado la lucha contra la explotación capitalista con su énfasis en la multiplicidad de formas de opresión interpersonal. La red conceptual, conocida como pedagogía crítica, ha sido diseñada tan ampliamente y a veces tan arrogantemente
que ha llegado a asociarse
con algo criado fuera de las difíciles e infestadas aguas de la práctica educativa, desde el mobiliario del aula de clase organizado en un círculo de "amistoso diálogo" hasta currículos "hechos a la medida"2,
diseñados para aumentar la autoimagen de los estudiantes. Es equivalente a
la educación multicultural que puede vincularse a una política de diversidad que incluye "respeto a la diferencia" a través de la celebración de días de fiesta "étnicos" y temas como "el mes de la historia negra" y "Cinco de Mayo". Yo soy el primero en observar que la pedagogía crítica ha sido, desafortunadamente, subvalorada por los seguidores, quienes han asumido mal su proyecto fundamental. De hecho, si el término "pedagogía crítica" es llevado a los debates educativos
corrientes,
tenemos
que juzgarla como si hubiera sido domesticada ampliamente en la forma como muchos de sus primeros exponentes lo hicieron; tal es el
caso del temido autor brasileño, Paulo Freire.
En los Estados Unidos la
pedagogía crítica, lamentablemente, ha fracasado en los intentos de crear "comunidades
de aprendices"
en las aulas de clase, por parte de
educadores
progresistas,
para tender
un puente entre
la cultura estudiantil y la cultura de la escuela, para comprometerse en el entendimiento transcultural, para integrar el contenido y la enseñanza multicultural a través del curriculum, para desarrollar técnicas que reduzcan el prejuicio racial y
estrategias
de solución de conflictos, para
desafiar la enseñanza y el aprendizaje eurocéntrico, como también las "formaciones
ideológicas" de la historia de la inmigración europea, por medio de la cual muchos profesores blancos juzgan a los estudiantes afroamericanos, latinos y
asiáticos, para desafiar el fundamento meritocrático de la política pública que intencionalmente es políticamente
neutral y ciega al color de la raza, para crear narrativas generadas en el profesor como una forma de analizar la enseñanza a
partir de una perspectiva "transformadora", para mejorar el logro académico en escuelas culturalmente diversas, para afirmar y utilizar múltiples perspectivas
y formas de enseñanza
y aprendizaje,
y para decosificar el curriculum y exponer "metanarrativas de exclusión". Estos intentos son bienvenidos, hasta donde puedan llegar, pero no son suficientes.
De cara
a
una intensificación contemporánea de
relaciones capitalistas globales y
la
crisis estructural permanente (antes que un cambio en la naturaleza del capital mismo), necesitamos desarrollar una pedagogía
crítica capaz de comprometer
la vida diaria como vivida en su medio.
Necesitamos, en otras palabras, atacar al
capital. Esto significa desconocer que la
estructura del capital global determinó la incapacidad para compartir el poder con el oprimido, su implicación en el racismo, en el sexismo, y en las relaciones homofóbicas, su relación funcional con el nacionalismo xenófobo, y
su tendencia hacia el imperio. Esto significa desconocer la dependencia de la izquierda educativa del mismo
objeto de su negación: el capital. Significa luchar por desarrollar
un concepto lateral, policéntrico de alianzas anticapitalistas en la diversidad para retardar el movimiento metabólico
del capitalismo –con el objetivo eventual
de eliminarlo completamente. Significa buscar una filosofía educativa que esté diseñada para resistir la "capitalización"
de la subjetividad, una pedagogía que hemos llamado
(después de la educadora
marxista británica,
Paula Allman) pedagogía
crítica revolucionaria.
La clave para la resistencia, según nuestro punto de vista, es desarrollar una pedagogía crítica que capacite a la clase trabajadora para descubrir cómo el valor de su fuerza de trabajo está siendo explotado por el capital, pero, también, cómo la iniciativa
y la fuerza de la clase
trabajadora
pueden destruir este
tipo de determinación y
forzar una recomposición de las relaciones de clase, confrontando
directamente
el capital y todas sus dimensiones
multicéfalas. Se pueden realizar esfuerzos para romper el control del capital de la creación de nueva fuerza de trabajo y para resistir la interminable subordinación de la vida al trabajo en la fábrica social de la vida diaria (Cleaver, 2000; véase también
Rickowski, 2001). Los estudiantes y
los trabajadores de la educación se pueden preguntar ellos mismos: ¿cuál es
el
daño máximo que ellos pueden infringirle al mandato
del capital,
al dominio
de la forma de valor del capital? Al final, la pregunta que
tenemos que formular es: ¿Nosotros, como educadores radicales, ayudamos
al capital a
encontrar su
salida de
la crisis
o ayudamos
a los estudiantes
a encontrar su salida del capital? El éxito del primer desafío sólo determinará
el tiempo futuro para que los capitalistas se adapten tanto a sus víctimas como a sus críticos, y el éxito del último desafío determinará el futuro de la civilización, o si lo tendremos o no.
La lucha entre lo
que
Marx llamó nuestras "fuerzas vitales", nuestras disposiciones, nuestras identidades interiores y nuestro exterior objetivo, nuestras capacidades y competencias humanas y las formaciones sociales dentro de las cuales son producidas, asegura la
producción de una forma de agencia humana
que refleje las contradicciones dentro de la vida social capitalista. Con todo, estas contradicciones también proporcionan transparencia
con relación al ser social. Muestran la posibilidad de
resolver colectivamente las contradicciones de
"la vida diaria" a través de la praxis revolucionaria / transformadora
(Rikowski,
2001a; Allman,
1999). La
subjetividad crítica opera
fuera del compromiso práctico, sensual dentro de las formaciones sociales que capacitan en vez de constreñir las capacidades humanas. Aquí la pedagogía crítica refleja la multiplicidad y la creatividad del compromiso humano mismo: la identificación de
experiencias
compartidas e
intereses comunes; el
desenmarañamiento
de
los
hilos que conectan los procesos sociales a
la
experiencia individual; aclarando la obviedad oculta de la vida diaria; el reconocimiento de una posición social compartida; descolgando la puerta que separa el compromiso práctico de la reflexión teórica; el
cambio del mundo por el
cambio de la naturaleza de uno.
Los principios que
ayudan a
modelar
y
a guiar
el desarrollo
de nuestras fuerzas vitales en la lucha por la justicia social a
través de la praxis crítica/revolucionaria,
han sido discutidos profundamente por Allman (2001a, pp.
177-186). Estos incluyen: principios de
respeto mutuo, humildad, apertura, confianza y cooperación; un compromiso para aprender a "leer el mundo" críticamente
y dedicar el esfuerzo necesario para conseguir la transformación social; vigilancia
con respecto al proceso de transformación de uno mismo
y adhesión a los principios y
objetivos del grupo; adopción de una "ética de autenticidad" como un principio guía; internalización de la justicia social como pasión; adquisición de un pensamiento crítico, creativo y esperanzador; transformación de uno mismo a través de la transformación de las relaciones sociales del aprendizaje y la enseñanza; establecimiento de la
democracia como una
forma fundamental de vida; desarrollo de una curiosidad crítica; y
profundización de la solidaridad y el compromiso de uno hacia uno mismo y la transformación social del proyecto de humanización.
Finalmente, la
pregunta que tenemos que formular es: ¿Nosotros, como educadores radicales, ayudamos al capital a encontrar una salida de la crisis o ayudamos a los estudiantes a encontrar su salida del capital? El éxito del primer desafío sólo hará posible que los Bush y los Blair continúen su guerra contra la clase trabajadora del mundo; el éxito del último determinará el
futuro de nuestro
planeta, o si lo tendremos o no.
NOTAS
1
N.T.: En ajedrez, jugada consistente en sacrificar al principio de la partida algún peón o pieza para lograr una posición
favorable.
2
N.T.: "feel-good" en el original.
BIBLIOGRAFÍA
Allman, P. (1999):
Revolutionary Social Transformation: Democratic
Hopes, Political Possibilities and Critical Education. Westport, Connecticut: Bergin
& Garvey.
--- (2001a): Critical Education Against Global Capitalism: Karl Marx and
Revolutionary Critical Education. Westport, Connecticut: Bergin & Garvey. Cleaver, H. (2000):
Reading Capital Politically. Leeds, Antitheses and Edinburgh,
AK Press.
Davies, S. y Guppy, N. (1997):
Globalization and Educational Reforms in Anglo- American Democracies. En Comparative Education Review, vol. 41, nº 4,
435-459.
Dinerstein, A. y Neary, M. (2001): Marx, Labour and Real Subsumption, or How
No Logo becomes No To Capitalist Everything. Unpublished paper.
Freire, P.
(1998): Pedagogy of
the
Heart. New York, Continuum.
Hill, D. y Cole, M. (2001): Social Class, en D. Hill & M. Cole (Eds.): Schooling and
Equality: Fact, Concept and Policy. London,
Kogan Page.
Marx, K. (1973):
Critique
of the
Gotha
program.
New York,
International
Publishers.
--- (1844)
[1977]: Economic
and Philosophical
Manuscripts
of 1844. Moscow, Progress Publishers.
--- (1863) [1972]: Theories of Surplus Value – Part Three. London, Lawrence & Wishart.
--- (1865) [1977]: Capital: a critique of political economy – Volume 3. London, Lawrence & Wishart.
--- (1866) [1976]:
Results
of the Immediate Process
of Production, Adenda a
‘Capital’, Vol.1. Harmondsworth, Penguin.
--- y Engels,
F. (1850):
Address of the Central
Committee to the Communist
League, London.
McLaren, P.
(1995):
Critical
pedagogy
and predatory
culture:
Oppositional politics in a postmodern era. London and New York, Routledge.
--- (1997): Revolutionary multiculturalism: Pedagogies of
dissent
for
the new millennium. Boulder-Colorado, Westview Press.
--- (1998a)(3ª Ed.): Life in schools: An introduction
to critical pedagogy in the foundations of education. New York, Longman.
--- (1998b):
Revolutionary pedagogy in post-revolutionary times: Rethinking the political economy of critical education. En Educational Theory, 48(4), 431-
462.
--- (2000): Che Guevara, Paulo Freire,
and the pedagogy of revolution. Boulder- CO, Rowman & Littlefield.
--- y Farahmandpur, R. (2001): Educational Policy and the Socialist Imagination: Revolutionary Citizenship as a Pedagogy of Resistance. En Educational Policy, vol.13, nº 3, 343-378.
--- (1999): Critical pedagogy, postmodernism, and the retreat from class: Towards a contraband pedagogy. En Theoria, nº 93, 83-115.
--- (2000): Reconsidering Marx in post-Marxist times: A
requiem for postmodernism? En Educational Researcher, 29(3), 25-33.
Rikowski, G.
(2000): That Other
Great Class of
Commodities:
Repositioning Marxist Educational Theory. Paper presentado al
British Educational Research Association Conference 2000, Cardiff University, session 10.21,
9th September.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
ÁNIMO: TODAS Y TODOS TIENEN LA PALABRA...COMENTEN...