LA INFANCIA.
UNA LECTURA DESDE LA PERSPECTIVA DEL GÉNERO
Carolina Franch, Luna Follegati, Isabel Pemjean
67 Cátedra UNESCO “Estudios de Género” Universidad de Chile
El 20 de Noviembre
del año 2009, se celebraron veinte años de la Convención de los Derechos
del Niño, por las Naciones
Unidas. Veinte
años que han significado el reconocimiento a nivel mundial
de los derechos humanos básicos que poseen los niños y niñas en todas partes del mundo, haciéndonos reflexionar nuevamente sobre los desafíos que siguen estando
presentes para los estados que han ratificado dicha Convención68. En la actualidad, desde las políticas de infancia, se habla de la necesidad de desarrollar una perspectiva orientada hacia
la concepción integral
y universal de los derechos
de los/as niños/as y adolescentes, cuya traducción requiere
una la revisión de nuestros marcos normativos que incluyan el enfoque de derechos69.
El enfoque
de derechos, especialmente el relacionado con la infancia, constituye un marco para el proceso
de desarrollo humano,
pues exige que se tomen medidas para asegurar que los derechos
civiles, políticos, sociales y culturales sean componentes igualmente importantes en las estrategias de reducción de la pobreza70.
Una educación no
discriminatoria, que iguale
las posibilidades de
los niños y las niñas, estaría siendo consecuente con esta perspectiva, sobre todo si consideramos a la infancia como el punto
de partida natural
y lógico para el comienzo de las políticas
y
prácticas
de
desarrollo
educativo
y
humano
64 Investigadores del centro interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG), Departamento de Antropología, Facultad
de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Participantes Cátedra UNESCO de Estudios
de Género que dirige la académica Sonia Montecino. Carolina
Franch es antropóloga social y magister
en estudios de Género y Cultura de la U.CH. y realiza estudios de doctorado en Ciencias Sociales.
Isabel Pemjean es
académica, con estudios
superiores en la Facultad de Ciencias de U. CH. Luna Follegati
es Licenciada en Historia y Magister en Comunicación Política y realiza estudios de Doctorado de Filosofía Política en la U.CH.
65 Follegati, Luna. “Políticas Públicas y Desarrollo para la Primera
Infancia: La Experiencia Chilena
(2006 - 2009). En Espacios para la Primera Infancia. OREALC/UNESCO; JUNJI; INTEGRA; MINEDUC, Santiago
de Chile, Febrero
2010, Andros Impresores.
66
CEPAL. Unicef. SECIF. Construir Equidad Desde la Infancia y la Adolescencia. Santiego de Chile.
67 Artigas, Carmen. La Incorporación del Concepto de Derechos Económicos, Socieles, y Culturales
al Trabajo de la CEPAL. Naciones Unidas.
Santiago de Chile, 2003. P.7.
con enfoque de género. Para ello, es fundamental explicitar la igualdad de oportunidades para ambos sexos, amparado por
el
compromiso de los Estados en cuanto a la difusión y promoción
de los derechos de niños y niñas.
Para el estudio desde la perspectiva de género, la articulación que se produce en la infancia entre los momentos de socialización y aprendizaje del funcionamiento social, parámetros, estereotipos y roles, son radicales para la transformación de los sistemas sexistas, que potencian estructuras inequitativas, desiguales y excluyentes.
Cuando hablamos de infancia y de enfoque de derecho,
debemos
hablar también del respeto a la diversidad, la no discriminación y la igualdad de oportunidades de todos los niños y niñas. En este sentido, la perspectiva de género es fundamental, una lucha histórica, que promueve los derechos, independientemente del origen étnico, racial, religioso, generacional o económico.
Para este texto hemos decidido
realizar un análisis crítico
de nuestra cultura en relación a las demandas de un nuevo siglo.
El año 2010 fue emblemático, por la conmemoración de los 200 años de la Independencia de Chile, que desplegó una serie de actos y ceremonias en todo el territorio chileno. Frente a este escenario, hay preguntas que resuenan
y gatillan. Celebrar,
para nosotras, como investigadoras que trabajan en las coordenadas de los estudios del género, significa reflexionar sobre cómo se ha vivido y, sobre todo, cómo se producen y materializan las desigualdades. Creemos que desde ahí podemos fomentar, cultivar y propiciar otros sentidos de lo que significa una cultura política que contemple la diversidad, asumiendo una responsabilidad colectiva para la comprensión más acabada de lo que hemos construido.
En este caso en particular, el ojo se agudiza en el ambiente
educativo, puesto que creemos que éste debe ser una pieza clave para articular un sistema donde se protejan,
potencien y respeten
las prácticas democráticas, incluyentes e igualitarias. Tal como se establece
en el artículo 26 de los Derechos
Humanos (1948): “Toda persona
tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción debe ser obligatoria” 71. Nos urge evaluar,
por tanto, como ésta se
68 Naciones Unidas.
Declaración Universal de Derechos
Humanos. Versión Digital.
Página Naciones Unidas: http://157.150.195.10/es/documents/udhr/index.shtml#a26
pone en escena en nuestro país develando las potencialidades y obstáculos que debe enfrentar en ello.
Así, en estas páginas,
se reúnen núcleos
de reflexión que, desde la interdisciplinariedad, se abocan al relieve
de órbitas territoriales
diversas, para plantear directrices y plataformas óptimas
de debate en las materias
de educación, género, infancia
y derechos.
Lo anterior muestra con creces que la
perspectiva de género ha generado una fisura trascendental al introducir nuevas
preguntas y apuestas
al ámbito educacional, trastocando los paradigmas impulsores que la tradición
ha convertido en convenciones incuestionables.
Por ello, realizaremos un recorrido argumental
donde estableceremos en un primer momento, la importancia del proceso de socialización de género para las personas y cómo se
vincula este proceso con el sistema educativo. Luego de ello creemos fundamental rastrear
históricamente las implicancias de la exclusión de las mujeres en los espacios educativos
institucionales, relacionando la lucha feminista
por el acceso a éstos,
con la respuesta que se dio desde el Estado
a sus demandas.
Sin embargo,
la tarea por la igualdad
de derechos de las niñas y mujeres no sólo acaba con el acceso a la educación. El aula educativa
está inserta en una ideología de género que continúa segregando y diferenciando las oportunidades y posibilidades de las niñas respecto
de los niños. En este tercer momento, el cuestionamiento se aplica a las instancias educativas y a los contenidos, estereotipos y prejuicios que allí se producen y reproducen.
Finalmente, nuestra
inquietud radica, a modo de conclusión, en establecer una reflexión teórica y crítica sobre las implicancias de las actuales
perspectivas sobre educación y las reales
posibilidades de transformación que éstas desarrollan en lo relativo al género, como también cuáles son los actuales desafíos para la incorporación certera de ésta, en las aulas. Así, a través del presente artículo,
nos posicionamos en una lectura que, desde la perspectiva del derecho y del género, potencie un debate que busque efectivamente la igualdad de los derechos
de los niños y niñas, propiciando personas capaces de respetar la diferencia, la diversidad y las posibilidades de los otros y otras, en un contexto democrático.
La socialización de Género desde el aspecto educativo
“No se nace mujer: se llega a serlo”. Así comienza la cuarta parte del conocido libro de Simone de Beauvoir “El Segundo Sexo”72. Si bien, hace más de cincuenta años que dicha frase se dio a conocer públicamente, la radicalidad de su contenido permanece vigente
al momento
de abordar
la problemática del aprendizaje y educación
como procesos que interceden, forjan y configuran nuestras subjetividades. El aprendizaje de las personas se desarrolla en un contexto donde la familia y el entorno cultural y social son el epicentro
fundamental para la construcción de las identidades futuras. La identidad de género, la diferenciación entre ser niño o niña ocurre justamente durante los primeros años de existencia, reafirmándose y construyéndose a lo largo de toda la infancia.
Sin lugar a dudas, el contexto familiar adquiere
una importancia primordial en cuanto a la transmisión de roles y estereotipos de género. La carga histórica, cultural y social que se transmite a hombres y mujeres desde los primeros momentos del proceso de aprendizaje, se enmarcan y complementan con la construcción de la enseñanza en tanto procesos propios del quehacer educativo. Determinante es por ello la educación que, desde la primera infancia, se le transmite e imparte a los niños y niñas. Los roles de género se reproducen
y sustentan fuertemente en el aparataje educativo institucional, en los mecanismos de enseñanza y en las prácticas educativas en el aula y el hogar.
La socialización de género es importante desde la perspectiva educativa, pues nos habla del proceso para ‘aprender’ a ser hombre o mujer, el asumir roles, actitudes propias e identificarse e interpretarse desde dichos parámetros. Lo fundamental del proceso de socialización de género, radica
en el
reparto y división de roles y tareas
asignados para niños y
niñas, lo que se traduce en una restricción a las posibilidades de acceso al desarrollo educativo e integral.
Ejemplo de ello es la histórica exclusión de mujeres y sectores discriminados de la población para acceder a los sistemas educativos formales o bien, estando en ellos, la diferenciación en cuanto a los contenidos y características de la enseñanza.
La socialización primaria, es entendida como el proceso por medio del cual la persona se convierte en miembro de la sociedad73, a través
del contacto
69
Beauvoir, Simone De. El Segundo Sexo. Ed. Debolsillo. Buenos Aires, 2010. P 207.
70
Marcos, Luis Andrés. Para una Democracia Educativa.
Revista electrónica Foro de Educación
Nº 7 y 8. Mayo 2006. Pag. 9
con el otro, de la incipiente construcción de subjetividad por diferenciación de lo distinto. Esta primera etapa se puede dar en los distintos espacios desde donde se desenvuelven los niños y niñas, tanto en el hogar como en la escuela, jardines Infantiles, plazas, etc. Desde ahí comienzan a construirse los roles de género que posicionarán a la persona adulta. El segundo proceso de socialización se da específicamente en los espacios institucionales o formales de educación,
siendo uno de los lugares adecuados para la transformación de prácticas excluyentes y discriminatorias que se configuran en los primeros contactos de las personas con su entorno social.
Si bien el proceso de socialización primaria, desde el género, se trastoca y configura desde las propias concepciones y consideraciones de la cultura en la cual está inmerso/a el individuo, la secundaria nos abre dos problemáticas, referidas específicamente al aspecto educativo. Por una parte, la exclusión de un sector de la población de los sistemas educativos formales, principalmente las mujeres, grupos étnicos y raciales, nos hablan de la inequidad en el acceso y los espacios de desarrollo posibilitados por los estados.
La perspectiva de género, ya en la década de los 70’ nos recuerda los complejos
procesos de inclusión/exclusión que se han desarrollado, amparados en los sistemas políticos, sociales y culturales, que han privilegiado un posicionamiento de lo masculino
por sobre lo femenino.
La matriz política que ha mantenido la dicotomía inclusión/exclusión, ha calado profundamente los imaginarios sociales, asentando y monopolizando históricamente el conocimiento en los hombres. En términos
históricos, la importancia del
acceso a los espacios educativos
genera una distinción en las relaciones
y espacios de poder, quedando esto arraigado en un sector de la sociedad. Así, el proceso de socialización secundaria ha excluido históricamente a ciertos grupos
del acceso al conocimiento, configurando distinciones entre los espacios
de poder y prestigio al que podían acceder hombres,
mujeres, indígenas, negros, etc., espacios de poder que, por cierto, configuran y sustentan el aparataje
social.
La importancia de la educación, en este sentido, se podría conceptualizar mediante la necesidad de alcanzar niveles cada vez más amplios y reales de inclusión en la sociedad, junto con una igualdad en el acceso al conocimiento donde toda la población pudiese optar a los mismos niveles de desarrollo y posibilidades. Es por ello que el contexto
democrático, en cuanto sistema
político que sustentan la mayoría de los Estados en la actualidad, deberá velar no solamente por el acceso al establecimiento educativo, sino también por su calidad y las relaciones sociales que se reproducen en dichos espacios mediante las herramientas y contextos educativos que se despliegan en sus aulas y lugares de contacto.
Por el contrario, los sistemas político-institucional y de enseñanza han fomentado históricamente una inequidad relativa a la construcción de estereotipos y roles de género, imposibilitando el desarrollo y acceso igualitario a las prácticas ciudadanas, educativas y profesionales de hombres y, especialmente
de mujeres.
¿Qué implicancias ha adquirido el acceso al sistema educativo en la conformación de los sistemas de
género? Veamos a continuación
algunos aspectos.
La reproducción de los sistemas
de género: una mirada histórica
desde la perspectiva institucional
De fundamental importancia para los estudios de género, es el lograr reconocer los mecanismos por los cuales
se han podido legitimar sistemas
de jerarquización y dominio,
siendo la escuela uno de los espacios
por excelencia desde donde se ha logrado generar
un proceso de institucionalización social de normas, valores
y costumbres de un grupo determinado74, constituyéndose los agentes educativos como legitimadores de los conocimientos, saberes y costumbres de una sociedad particular. En este sentido, la histórica ausencia
de las mujeres en los espacios
educativos nos habla de cómo se han construido los sistemas de género y los lugares que se le han atribuido
en este contexto. Para ello, primordial es reconocer
su lucha por el acceso a la educación, como mecanismo de trasformación de los sistemas de
género actualmente imperantes.
Las diferencias entre dónde, qué y cómo aprendían hombres
y mujeres se debe en parte a la
división de la organización de la sociedad en espacios privado y público. Al restringir el desenvolvimiento femenino
al primero, por oposición los varones quedan adscritos
al segundo, accediendo
exclusivamente al sistema educativo. Se
subdividieron con ello
las actividades de
hombres y mujeres, asignando los valores de prestigio a las actividades masculinas, frecuentemente asociadas al espacio público.
71 Fainholc, Beatriz. La Mujer en la Educación
y la Cultura. Ed. Sudamericana. Buenos Aires, 1994. P. 9.
Desde la antigüedad se argumentó que las mujeres, por sus características físicas, debían ser excluidas de la ley, la guerra y la educación. Esta creencia es la que se ha construido como axioma en el
sistema educacional y la que ha estado en la base de las desigualdades diagnosticadas. Con el advenimiento de la modernidad y el resurgimiento de los pensamientos
filosóficos y humanistas greco-latinos, las concepciones teóricas y políticas hasta entonces
vigentes, se transformaron en relación a las nuevas disyuntivas y paradigmas implementados por los filósofos, juristas e ilustrados de la época. Sin embargo,
las situaciones de subordinación y exclusión de las mujeres no se vieron radicalmente transformadas. El pensamiento rousseauniano, continuando con el legado griego, privó de la ciudadanía a las mujeres, consagrando a la familia como un componente esencial en la sociedad, definiéndola como una unidad jerárquica donde los hombres tenían el poder de la autoridad sobre todos/as sus miembros/as. De este modo instaló, discursiva e ideológicamente, la división occidental entre público-político v/s doméstico-privado.
En este esquema las mujeres no eran ciudadanas, pues debían dedicarse a las tareas relacionadas con la maternidad y el matrimonio. Como colectivo, debieron ser mantenidas bajo el control real y simbólico de los hombres.
El desarrollo
moderno de la noción de Estado tampoco generó un cambio al respecto.
La lucha por la superación
del escenario de subordinación y dominación de los grupos excluidos de la práctica
ciudadana, ha sido constantemente una lucha de las mujeres
y los grupos discriminados de la sociedad. El goce ciudadano, implicaba un acceso
a los espacios educativos, pues los futuros participantes de la vida pública, debían
tener la educación necesaria para el acceso a la participación política,
económica y administrativa de la nueva racionalidad estatal instaurada
desde la Revolución
Francesa. Bajo la idea de Nación,
se conformó también
una asimilación y
homogenización identitaria, aludiendo necesariamente a un pasado
común, heroico, guerrero, racional y masculino, reproduciendo los parámetros de dominación ya existentes en las culturas europeas
y greco-latinas anteriores
a la modernidad.
La Declaración de los Derechos
del Hombre en este contexto,
vino a coronar esta situación
de exclusión. Así, la tan alabada
universalidad de derechos se redujo a un sujeto masculino ideal que poseía
ciertos atributos reconocidos internacionalmente y que respondían a los mismos parámetros de la racionalidad moderna,
afincando cultural y occidentalmente a las mujeres
al
circunscrito espacio doméstico. Sin embargo, las voces disonantes no tardaron en llegar. Las incipientes feministas de finales
del siglo XVIII75 inauguraron la crítica radical,
al discutir la supuesta naturalidad de lo femenino
reducido a los ámbitos de la reproducción y al hogar y de la supremacía masculina. Desde este momento, se desarrolló
una visión inclusiva
de la democracia, que preconiza
un verdadero sistema igualitario de derechos/deberes para abolir el de privilegios- discriminación. La lucha por la participación política, coincidió con la del acceso igualitario a las aulas y universidades, defendiendo la capacidad
de las mujeres para alcanzar cuotas de conocimiento, obteniendo altos grados de educación
y, con ello, poder para integrarse
a otras esferas que les eran restringidas.
En Chile,
a modo de contexto, es sólo en 1860 cuando se dicta la Ley de Instrucción Primaria,
en la cual se autorizó
el ingreso de las mujeres
a la escuela pública.
En ese tiempo había una base común en las materias,
pero con actividades diferenciadas; por ello nació el curso de “economía
doméstica”.
La problemática del siglo XX -desde
la perspectiva de género- se perfila justamente en los contenidos que se imparten
en los establecimientos educativos. Entendiendo a la escuela como el espacio donde se desarrollan los conocimientos y perspectivas de desarrollo de las personas,
la diferenciación en el trato y temas abordados desde el aula es una de las temáticas trascendentales a la hora de buscar una mayor equidad
en las posibilidades de las personas, en sus expectativas futuras
y en sus relaciones humanas.
¿Cuál es entonces la importancia de que los niños y niñas sean socializados en el marco de estereotipos patriarcales de género?
Principalmente, la reproducción de las inequidades en las futuras generaciones influye en temas
tan relevantes como la
prevalencia de la violencia de género y la
gobernabilidad democrática y representativa de una
nación. Es por ello que la escuela,
en tanto paradigma
de la institución formadora y socializadora, se configura
como uno de los espacios
donde se institucionalizan valores, costumbres y creencias, entre
ellos, los imaginarios y estereotipos de género. El acceso a la educación formal de las mujeres en el aparato
institucional fue, sin lugar
a dudas, un importante paso para la igualdad entre
los géneros.
72 Como es por ejemplo,
el texto de la “Vindicación de los Derechos
de la Mujer” en 1792 de Mary Wollenstonecraft y la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” en 1791 de Olympia de Gouges.
Sin embargo, el espacio educativo democrático deberá velar por la igualdad de posibilidades de desarrollo tanto de hombres como de mujeres: una igualdad que se produzca y reproduzca desde
la escuela.
Estereotipos
de Género
desde el Espacio
Escolar
Según los indicadores de
educación,
en
Chile las brechas
en el acceso
y la formación se han ido acortando progresivamente. En efecto, el CENSO 2002 nos indicó que el 5.2% de las mujeres y el 5.6% de los varones mayores de 10 años son analfabetos/as; a la vez, su representación en la matrícula de enseñanza básica y media es casi paritaria y su promedio de años de estudio es bastante similar (10.3% y 10% respectivamente).
Sin embargo, y a pesar de la impresión que estos datos puedan causarnos, debemos tener claro que las desigualdades continúan manifestándose en los resultados de las evaluaciones (SIMCE, PSU), así como en la elección de carreras y trabajos, siendo las de los varones
las mejor remuneradas76. Tales diferencias comienzan a manifestarse desde la educación inicial, producto
de las segregaciones de género presentes en las instituciones educativas. El sexismo opera como una ideología discriminatoria que obstaculiza la participación equitativa de las mujeres. Durante el tiempo que las personas permanecen en el sistema escolar, estas ideologías se refuerzan de tal manera que es probable llegar a pensar en ellas como “naturales”.
Para terminar con estas exclusiones y desigualdades no basta solucionar aquello que está explícito, como las correcciones en el currículo
prescrito, sino también y de modo más fundamental, con “las prácticas
docentes y otros mecanismos
de socialización que operan en el ámbito escolar y que se plasman en el Currículo
Oculto de Género (COG)”77 (Guerrero, Hurtado, Azúa y Provoste, 2008:49). Éste se refiere al “conjunto interiorizado y no visible, velado para el nivel conciente, de construcciones de pensamiento, valoraciones, significados y creencias
que estructuran, construyen y determinan las relaciones y las prácticas sociales entre hombres y mujeres”78.
73 Las carreras feminizadas como educación de párvulos, continúan
siendo las peor remuneradas. A la vez, aquellos que tiendien a femenizarse ven mermadas sus remuneraciones progresivamente, por ejemplo
la de las ciencias sociales.
Y dentro de las áreas bien pagadas,
como las del área de la salud, encontramos mayoritariamente a los varones en las mejor remuneradas, como las distintas
especialidades de cirugía, y a las mujeres en las peor pagadas, por ejemplo matronas y enfermeras.
74 Guerrero, E; Hurtado, ; Azúa, X y Provoste,
P. Material de Apoyo con Perspectiva de Género para Formadores y Formadoras. Santiago de Chile. 2008. P. 49.
75 Lovering, A y Sierra,
G. El Curriculum Oculto de Género. Disponible en: http://educacion.jalisco.gob.mx/consulta/educar/07/7
El COG se expresa en todas las dimensiones y prácticas de un proceso de enseñanza-aprendizaje, tales como los textos escolares y materiales educativos, en las prácticas docentes y en las relaciones entre estudiantes, profesores/as, directivos/ as y auxiliares, cuando se caracterizan por ser androcéntricos79, sobre generalizados80 o sobre específicos81, y por ende son
insensibles a las
diferencias de género.
Los materiales educativos presentan uno de los ejemplos más destacados pues solemos encontrar en ellos representaciones de lo femenino y lo masculino que resultan discriminatorias para las mujeres. Por ejemplo, en el relevamiento casi exclusivo de figuras varoniles en el papel de héroes y de ellas como sus acompañantes o en el uso del lenguaje y de iconografías. En lo físico podemos ver la segregación cotidiana del espacio en la escuela, asignando el uso del patio para el fútbol en los recreos, generalmente juego de
varones, replegando a las mujeres a los pasillos.
Por otra parte, los/as docentes suelen tener expectativas de aprendizaje diferenciadas para alumnos y alumnas, fomentando áreas del conocimiento divididos por género, asignando mayor importancia a los varones
en las
disciplinas científicas y a las mujeres en las sociales.
En el aula, esto se traduce en una preferencia de a quién se le otorga la palabra, en los ejemplos utilizados en cada uno de los casos y en la entrega del liderazgo en los trabajos grupales,
entre otros, construyendo valores y habilidades sexistas que, claramente, influyen en la conformación de las identidades de los y las infantes.
En este sentido, una de las principales herramientas para introducir el enfoque de género en las instituciones educativas y, a la vez, una de nuestras deudas más importantes, es sensibilizar y capacitar
a los y las docentes en estas materias. Más allá de los cambios institucionales que se puedan realizar, son profesores y profesoras quienes manejan, construyen y dirigen las prácticas, valores y aptitudes que se
transmiten en clase. Son
ellos/as, al fin y al
cabo, los/as principales encargados/as de la socialización secundaria y es a través de ellos/as que podremos aportar con calidad a la ya lograda cobertura educacional.
76 Cuando se presenta la experiencia masculina
como central a la experiencia humana, y por ende, como única y relevante.
77 Cuando un estudio, texto, teoría o práctica se centra sólo en el análisis de la conducta
masculina y luego la presenta
como válida para ambos sexos.
78 La sobre especificidad consiste
en presentar como específico de las mujeres o de los hombres necesidades, características o actitudes que en realidad las presentan
las unas y los otros.
En efecto, en el fracaso de la incorporación del objetivo transversal de género en educación, no son las modificaciones al currículo oficial lo que ha fallado, sino la escasa formación docente capacitada en género. Posiblemente esto se debe a que el género se ve como una
imposición curricular para sus mallas,
sin una adecuada instalación por parte de agentes efectivos que logren transmitir la importancia de lo que significa pensar en estos términos. Entonces, cuando los y las docentes se paran en sus respectivas salas de clase, siguen generando prácticas discriminatorias y aplicando disposiciones tácitas e implícitas, que fomentan que su quehacer profesional no contribuya a modificar sino a perpetuar estas prácticas. De hecho, las desigualdades estructurales en este estamento dicen bastante por sí mismas. En sus jerarquías propias, donde se asocian
los puestos de poder con
las mejores remuneraciones, a pesar de ser una carrera altamente feminizada82, son los varones quienes copan las plantas directivas, representando las mujeres casi las tres cuartas partes de las docentes de aula.
Hay, por tanto, una cultura educativa estructurada, compleja y profunda, desde donde se están reproduciendo estereotipos de género, inequidades que han sido condenadas internacionalmente.
¿Cuáles son las alternativas que podemos vislumbrar en este contexto, en orden de propiciar
una infancia que se construya sobre una mayor igualdad de género?
Infancia, Educación
y Género: Propiciando espacios democráticos de igualdad
Hablar de una educación que propicie espacios
democráticos nos remite a pensar y potenciar
la
construcción
de
una
experiencia
formativa que desarrolle valores, habilidades y actitudes que den cuenta de un giro epistemológico importante, tanto cultural como socioemocional, afincado
en los enfoques de género y derecho. Estos deben instalar
una ética política
basada en una convivencia donde todos y todas participan, comparten y se desarrollan plenamente. La educación debe así ser ese territorio capaz
de incluir, de manera pertinente, a la amplia
gama de sectores
excluidos, promoviendo la equidad y posicionándose como un pilar central de la convivencia social.
79 Sólo debemos considerar que las mujeres representan el 70% del personal
docente, lo que se acentúa en la educación básica alcanzando el 74%, y más aún en la parvularia
y diferencial donde representan casi el total.
Lo anterior, como sabemos y hemos reseñado en estas páginas, no se encuentra exento de complejidades ya que significa, la mayoría de las veces, de-construir un sistema de rutinas, aprendizajes y sobre todo de imaginarios que, a pesar de sus buenas intenciones, tiende a reproducir
las desigualdades, lo que muestra que siempre el cambio genera resistencias.
Es por ello que, al visibilizar las
lógicas de las prácticas tanto históricas (exclusión de las mujeres del aparato pedagógico formal) como recientes en los ámbitos escolares (currículo oculto), podemos ir presentando una reflexión crítica que re-signifique tales acciones y reformule dichas prácticas mediante la aplicación de otras nuevas, con lógicas diferentes basadas en perspectivas que priorizan la diferencia y la igualdad.
Ahora bien, efectivamente, siempre es más fácil señalar qué cambiar, sin embargo, la imposibilidad emerge en el cómo hacerlo. Para nadie es un
misterio que en Chile sí existen iniciativas,
reformas y programas de intervención que han apuntado a ello, buscando favorecer
cambios orientados a modelos escolares diferentes, instalando disposiciones, conocimientos y demandas que se alejen de las visiones y creencias anteriores.
Cómo explicar entonces que hace poco tiempo83, se aprobó la nueva reforma educacional, impulsada por el Ministerio de Educación, la cual no contempla los objetivos transversales de género ni los planes de igualdad promovidos al respecto. Nuevamente estos aspectos son desechados en los programas y reformas, evidenciando la dificultad sincera de promover capacidades nuevas que desarticulen ideologías tradicionales de género en el sistema educacional.
Al parecer, sigue siendo funcional continuar con la lógica dicotómica y dual de la diferencia de los sexos, que rápidamente retorna en desigualdad. Lo que ocurre así es que, en pleno siglo XXI, las inequidades de las posiciones de género se reestructuran y aún más, se encuentran lejos de desaparecer. La división asignada a los roles de hombres y mujeres, desde la infancia,
en cuanto a su valoración, adquieren diferencias profundas donde prioridades, motivaciones y exigencias
sociales separan, de manera radical, lo masculino de lo femenino. Es decir, la educación como contexto socializador, no ha
80 Aprobada el 19 de enero
de 2011
por el Senado Chileno.
logrado transformarse para potenciar espacios inclusivos, democráticos y equitativos.
La inclusión no puede pensarse
ni quedarse solo en el acceso de cobertura. Los anhelos y luchas para el sistema educacional deben apuntar a significar una nueva organización sexual y social del trabajo y no a la rearticulación constante de las diferencias más sostenidas. La educación debe trasladarse de ser esa especie de depósito sedimentario, que devela tales continuidades, hacia un terreno óptimo de espacios
democráticos de igualdad.
Somos conscientes de que nos quedan tareas
y compromisos pendientes, urgentes, por encarar
y solucionar, pero mientras siga existiendo la negación rotunda del género y del
enfoque de derechos, quedando como directrices voluntaristas de algunos/as, es poco lo que podemos
seguir avanzando en propuestas de calidad. En consecuencia, las innovaciones requieren gestionar primero un diálogo eficaz,
basado en la escucha
activa. Para ello es fundamental potenciar metodologías cualitativas que nos señalen qué es lo que sucede
en las escuelas, contemplando en ello, los espacios comunes,
patios, pasillos, baños, alrededores de los colegios,
además de las aulas, salas de profesores, etc. Pero no pensados como espacios
físicos, sino como agentes radicales
en la instalación de dinámicas y relaciones sociales,
es decir de género y, por tanto, con sentido de poder 84, valoración y prestigio85.
Incluir a la comunidad educativa (padres, madres,
apoderados/as, auxiliares, docentes, alumnado,
directores/as de establecimientos y Estado) en la toma de decisiones, también es una iniciativa ya pensada y formulada, lo que debemos hacer entonces, es encaminarnos al logro concreto
de esa articulación que traspase las fronteras del discurso bien intencionado.
Por último, pero no por ello menos importante, queremos mencionar que si la educación
es vista y promovida como la posibilidad de modernización y desarrollo de una sociedad, considerada internacionalmente
como
una de las prioridades a atender en los planes
gubernamentales, su asignación
81
Scott, Joan. Género: una Categoría
útil para el Análisis Histórico. En: The American Historical Review Vol. 91 Nº. 5. 1991
82 Ortner, Sherry. Is Female to Male as Nature is to Culture?. Feminist Studies, /(2):
5.31. Revisado y reimpreso en Michelle Rosaldo
y Louise Lamphere. Eds. Woman, Culture and Society. Stanford: Stanford
University Press.1972
presupuestaria no da cuenta
de la misma importancia. Al contrario, los presupuestos nacionales evidencian una desatención en cuanto a los recursos humanos y de infraestructura que son destinados
para tales funciones.
La educación
es, por tanto, un tema actual pero no actualizado desde los niveles políticos, ni de las gestiones administrativas. Si la educación
es un tema de todos/as y para todos/as,
no puede dejarse
en manos de unos pocos.
La educación debe salir al espacio público,
incorporando lo privado,
para convertirse en una inquietud de la mayoría.
Debe entonces escapar a los espacios
restringidos de las aulas y de los/as educadores/as y formadores/as y entenderse como un proceso continuo que va de la casa a la calle, a la escuela, a la universidad, a la plaza y que retorna nuevamente a las casas. En este desplazamiento participan diversos agentes: familia, estado, colegio, religión, etc. Cuando entendemos
ello, dejamos de inscribirla como proceso parcial
y fragmentario y comenzamos a pensarla como una relación múltiple
que implica traspasos de conocimientos, saberes,
pero también de valoraciones,
expectativas, ordenes y mandatos.
La responsabilidad a nivel educativo, desde tales ángulos de compresión, radica en potenciar la educación como un territorio que garantice la formación de personas desde la diversidad, como un terreno
para el ejercicio efectivo de la ciudadanía, que busque promover el desarrollo integral de las personas para que puedan ser miembros activos en la sociedad, de
manera participativa, desde la más temprana edad86. Esta vía tiene la potencia
de modificar las relaciones de género desde la infancia, transformando a nuestros/as niños y niñas en agentes de cambio, capaces
de desenvolverse más equitativamente y apostando, por tanto, a una sociedad
más democrática. En este sentido,
interpelar al sistema educativo tradicional, no quiere destruir
las iniciativas anteriores, sino someterlas a una crítica profunda,
para retomar las fortalezas, evitar reproducir los errores y propiciar una emancipación democrática.
83 Lansdown, Gerisom.
¿Me Haces Caso? El Derecho de los Niños Pequeños a Participar en las Desiciones que los Afectan. Cuadernos sobre Desarrollo Infantil
Temprano Nº 36 Fundación
Bernard can Leer. La Haya, Países Bajos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Artigas, Carmen. La Incorporación del concepto de derechos económicos, sociales y culturales al trabajo de la Cepal. Naciones Unidas.
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