La Familia: una comunidad de amor, educación y desarrollo.
Olga Franco
La habana 2010
¿Por qué la familia?
La familia, desde tiempos inmemoriales
sigue siendo, el puntal esencial de la estructuración de la personalidad de los
niños. Prácticamente en todas las definiciones, más allá de la posición que se
asuma para estudiar a la familia, se hace referencia a los factores comunes:
habitación común, descendencia común, un mismo techo, mismos apellidos, mismos
padres, mismo grupo, misma historia.
Es,
definitivamente, el primer contexto de educación, aprendizaje y desarrollo para
las personas y en este sentido es importante esclarecer que en su seno aprenden
no sólo los niños sino también los adultos. En la familia se ofrece cuidado y
protección a los hijos y se asegura su
subsistencia en condiciones decorosas. También ella contribuye a su socialización
en relación con los valores socialmente aceptados.
La
naturaleza de las relaciones interpersonales es el factor clave del desarrollo
del niño en la familia, para que puedan ser autónomos, emocionalmente
equilibrados y capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios.
Una
función básica de la familia es la función socializadora. En ella, los
valores, las reglas, las costumbres de cada familia están al servicio de la
estabilidad familiar; funcionan como sello de identidad para las distintas
familias y favorecen el sentido de pertenencia.
Desde esta perspectiva, la familia se
presenta como el mejor contexto para acompañar a los nuevos vástagos, para
transitar los cambios que implica necesariamente la vida que se va
construyendo, para dotarlos de las capacidades para vivir en sociedad.
Si
bien se podría decir que la familia no es el único contexto donde se educa, es
una realidad que el ambiente de proximidad e intimidad que en ella se
proporciona, la hace especialmente efectiva en esta tarea.
Las
reglas familiares están, en general, implícitas y provienen de las familias de
origen y se transmiten de generación en generación. Las reglas pueden funcionar
como vehículos concretos de expresión de los valores, pues, en general,
responden a una determinada escala, sea esta explícita o no.
También
pueden expresar la tradición y ser el principal obstáculo para el cambio. Las
reglas familiares constituyen indicadores de comunicación por excelencia.
Mediante ellos se determina quién habla, con quién, quién tiene derecho a qué,
cómo se expresan los afectos, qué se penaliza, que se premia, a quién le
corresponde hacer qué.
Las
reglas cuando están en función de las metas y los valores familiares
contribuyen al crecimiento de la familia, pero si son excesivas, puede resultar
un factor estresante. Lo importante aquí es la consistencia de las reglas o
sea, reglas claras que indican a las personas los límites entre lo que se puede
y lo que no se puede, que colaboran para dar seguridad a los hijos.
La
familia se instituye así, como el primer paso importante hacia la cultura, pues
en ella se organiza el sistema de valores, la manera de pensar y de comportarse
de sus miembros, de acuerdo con la pertenencia cultural. La familia instaura
entonces el compromiso de cada uno de sus miembros con un proyecto de relaciones
que se construye en un determinado tiempo y espacio y que define, por lo tanto,
los valores que en cada unidad familiar se ponen en juego.
“Más
allá de la estructura, la historia, la cultura, la composición de la familia
sus funciones primeras siguen siendo las mismas: favorecer lo mejor posible a
nivel de las relaciones, las condiciones necesarias y suficientes de un
dispositivo que permita favorecer la capacidad psíquica de cada uno de sus
miembros para producir sentido a fin de inscribir su existencia en su historia
y la de los otros. La relación padres-hijos, a través de la educación en
valores, constituye la primer y fundamental escena de esta meta a lograr.” 1
La
familia emerge como la instancia primera donde se experimenta y organiza el
futuro individual donde se dan las contradicciones entre: "pertenecer
a" y a la vez lograr la autonomía, parecerse y diferenciarse.
Un elemento importante en el contexto
educativo de la familia es el sentido del humor, tan obligatorio como lo son la
disciplina, la educación académica o los valores. Las relaciones entre padres e
hijos son más sanas, menos tensas y más cordiales cuando estos permiten y
dedican más tiempo a las diversiones, el buen humor y la risa.
Cuando existe un sentido del humor saludable en el seno familiar, los problemas se analizan en su dimensión más precisa, sin llegar a extremos de sobrevaloración o de subvaloración. De este modo, al asumir la perspectiva del humor ante los errores y debilidades facilita reorientar situaciones que, de otro modo, aumentarían las tensiones y los conflictos y, además, amplía el campo de experiencias, pues como se conoce: se aprende tanto o más de los errores que de los aciertos.
La risa es una de las expresiones que más beneficios aporta a la persona. Es la expresión de una emoción tan importante como la alegría; aporta al cerebro alivio y bienestar, libera tensiones y favorece una respuesta emocional única orientada al optimismo y el bienestar. Todo esto se refleja también en la salud. Y además, da lugar a un ambiente positivo y cordial. Al pasar más tiempo juntos, en actividades lúdicas y divertidas, es posible enseñar a los niños a no sobredimensionar los problemas mediante el buen humor y la alegría.
Pero hay que tener también muy en cuenta que el humor
puede utilizarse para perjudicar, ridiculizar o consolidar y reproducir
estereotipos, por lo que es necesario educar en la conciencia del daño que se
puede hacer a los demás. Este aprendizaje elemental ayudará a los niños a
desarrollar su sentido del humor sin perder la empatía (capacidad social básica
que permite saber cómo se siente el otro y actuar en consecuencia).
Otro asunto a destacar es, que las
emociones desempeñan un papel primordial en la vida del ser humano y tienen
mucho que ver con el comportamiento, por tanto, al regular las emociones, se
puede lograr la regulación del comportamiento. Todo lo que produzca una emoción
o sentimiento, es una clave que nos está revelando la importancia que en algún
sentido tiene ese hecho para nosotros, tanto si es positivo como si es
negativo.
En relación directa con lo anterior se
encuentra la comunicación entre los miembros de la familia. Siempre se ha
asegurado que la buena comunicación une la familia, pero debemos reflexionar
acerca de que no existe una regla básica para ello. Cada familia es un mundo
distinto, que tienen un lenguaje único. No obstante, se hace necesario encontrar fórmulas para
mejorar la comunicación en este ámbito y la clave para lograrlo está, en la
voluntad, el interés y la disposición, por parte de los padres, para que este
espacio sea creado y vivido intensamente, en la medida de lo posible.
Si lo que se quiere es una familia
unida, la mejor vía, el más acertado camino, es la comunicación. Por ello, se
recomienda escuchar activa y reflexivamente cada una de las intervenciones de
los hijos y valorar hasta qué punto
merecen prioridad frente a la tarea que estén realizando los padres; en
cualquier caso, la respuesta ha de ser lo suficientemente correcta para no
menospreciar su necesidad de comunicación.
La práctica más favorecedora en el logro de una educación
valiosa de los hijos en el hogar, es hablar a los niños. El lenguaje es el primer sistema de señales que emplea el bebé para
relacionarse con su medio y para aprender de lo que le rodea. Desde la más
temprana edad, el niño aprende a identificar los sonidos y su significado, e
incluso a distinguir el tono del que le habla.
Desde los primeros momentos de la vida, el bebé capta la
intensidad del afecto, aprecia si se le sujeta o se le abraza; valora el tono
afectivo de la mirada del adulto cuando le acerca un juguete. También ocurre
esto entre las personas adultas y entre los miembros de una familia. El
lenguaje es social, y está limitado por los conocimientos de cada uno. Los símbolos
son personales, inagotables. La posibilidad de combinar ambos lenguajes (verbal
y gestual) implica comunicación.
Los gestos, las miradas, la expresión del rostro, ponen
de manifiesto actitudes, sentimientos, predisposiciones y motivaciones que permiten
una comunicación interpersonal trascendente y favorecen la armonía familiar.
Esta
reflexión nos conduce a pensar en la coeducación familiar. Como se sabe, los
niños y las niñas son el reflejo de sus progenitores, como sus modelos primeros
y más cercanos; por tanto, un ambiente familiar cargado de sexismo, en el que,
pese a la aparente igualdad, los espacios, los tiempos, las áreas en las que se
involucran sus integrantes, son desiguales, y pueden favorecer la transmisión de estereotipos que
siguen limitando a la mujer al ámbito doméstico, sobrecargada en sus funciones,
dedicada, ella exclusivamente, a la educación de sus hijos, y al servicio por
entero de los demás, y conferir al hombre un “poder” de elección y decisión
mayor, que en muchos casos impone y ejerce por la fuerza, y que se transfiere
indirectamente, en muchos casos a los hijos e hijas para conseguir sus
objetivos.
En
este sentido se hace imprescindible cuidar la manera de actuar; es importante
“predicar con el ejemplo” y empezar a buscar igualdad en las relaciones, en la
vida personal, familiar, de pareja, y defender derechos de igualdad, una
participación y toma de decisiones equilibradas, tanto en la vida privada
(ámbito doméstico) como en la pública, que impida que los hijos e hijas puedan
pensar que es posible dominar a una persona, anularla, controlarla.
Hablar
de coeducación en la familia, no significa hablar de un patrón de educación,
ajeno a las diferencias individuales. Está claro que, en esencia, ningún
individuo es igual a otro, cada uno de los hijos e hijas, tiene capacidades,
cualidades y potencialidades diferentes y en función de ellas requieren un tipo
de normas educativas distintas, pero que nunca estarían en función del sexo.
Si a las hijas se les pide que sean quienes se ocupen de las
tareas familiares, del cuidado de los mayores, de la realización de las tareas
domésticas, fundamentando en ello su feminidad; si se les inculca la
importancia del cuidado de su aspecto físico como único pilar de su autoestima;
si se matricula a los hijos en judo, en un equipo de pelota; si se les compran
pistolas, espadas, carritos y, a las hijas se les proporciona su ingreso al
ballet, la gimnasia rítmica y se les regalan muñecas, cocinitas y accesorios de
limpieza, etc. se estará contribuyendo a instaurar roles diferenciados que
fomentan la desigualdad.
Pasando a otro tema, cuando de educación familiar se
trata lo primero que viene a la mente es la educación de los buenos modales,
las costumbres, el buen comportamiento. Los niños deben saber cómo comportarse
en cualquier lugar donde se encuentren y es precisamente la familia el modelo a
imitar para lograr estos aprendizajes. El comportamiento adecuado y el empleo
de las eternas palabras mágicas “gracias”, “por favor”, “con permiso”, “disculpe”,
sin las cuales la vida se hace mucho más vulgar y triste, son retos muy
importantes que tiene ante sí la familia de hoy. Los pequeños hacen más lo que
ven hacer y no lo que se les dice que
hagan. Un hogar donde haya cooperación es un lugar donde se consigue y se vive
el bienestar de todos.
Y no puede faltar una reflexión dedicada al tiempo libre bien aprovechado. Dedicar parte del tiempo libre de los niños a convivir con la familia, no significa que tienen que estar encerrados entre las cuatro paredes del hogar. Con la familia se puede estar en la calle, en los paseos, haciendo deportes al aire libre o compartiendo las diversas actividades sociales en que participan las familias en la comunidad y fuera de ella.
Esta
convivencia familiar, les llevará a ayudarse unos a otros. Ese es el
enriquecimiento personal y familiar, que los padres deben fomentar
en la educación de sus hijos, mediante el valor humano de la
convivencia familiar.
En
síntesis, podemos decir que la familia supone:
·
Un proyecto vital de existencia
con un propósito educativo compartido, donde hay un fuerte compromiso
emocional,
·
Un contexto de desarrollo
tanto para los hijos como para los padres, hermanos, abuelos y otros miembros
de esta célula,
·
Un
escenario de encuentro intergeneracional, matizado por la alegría y el disfrute y el crecimiento de todos
·
Una
red de apoyo para las etapas de transiciones y para las crisis.
La
familia es el pilar de la sociedad, que prosperará o declinará en
función de lo que hagan cada uno de sus componentes al interior de esta y lo
que haga el conjunto de las familias en la comunidad. Será mucho más fácil para
los hijos, recibir buena educación de los padres, si tienen un arraigado
concepto de pertenencia a la familia, pues, por esta razón, admitirán mucho mejor
los consejos
y observaciones de los padres y otros adultos.
La
familia es el terreno donde se comparten las alegrías y las penas,
el lugar donde se aprende a convivir en sociedad y donde se comparte,
en beneficio de los otros, todo lo material y espiritual que se posee. Es
donde se aprende y se enseña, donde se protege
a los más débiles y donde se sienten protegidos por los demás. En la familia se
aprende a servir y a ser servido, a dar y a recibir,
sin cuestionamientos egoístas.
“La familia no es un hotel de paso, es el lugar donde se reúnen
sus componentes, para apoyarse unos con otros y disfrutar de la
mutua compañía. Es el refugio en la adversidad, pero también el hospital,
donde se curan las enfermedades o sentimientos de sus miembros” 2.
Los valores humanos de la confianza, la
lealtad, la generosidad, la fidelidad, la sinceridad, la laboriosidad, la
solidaridad, la responsabilidad y el respeto deben ser vividos en la familia
para ser felices. Si el interior de la familia, es una comunidad de amor, educación y
formación, se decidirá mejor el éxito de los hijos, pues aprenderán a ser más
fuertes, más preparados y más solidarios al heredar las virtudes y valores
humanos de sus padres y abuelos.
Y a propósito de los abuelos, consideramos no puede excluirse
en estas reflexiones el tema de esos seres maravillosos que derraman amor por
dondequiera que van y que merecen el mayor respeto. Los abuelos pueden proporcionar un apoyo
colmado de experiencias y ofrecer una serie de consejos útiles para atender a
los niños en el hogar. El encuentro de los abuelos con sus nietos es siempre
muy enriquecedor para ambas partes. A muchos pequeños les encantan estar con
sus abuelos por diferentes razones. Unos, porque al lado de los abuelos no
reciben tantas órdenes ni obligaciones. Otros, porque pueden hacer cosas
distintas con ellos, como, comer dulces y galletas, pasear y realizar una
infinidad de actividades que hacen que con ellos se sientan más libres. Algunos
nietos ven a sus abuelos como un amigo, una especie de guía; también como seres divertidos, cariñosos,
halagadores, mimosos y que gustan de estar con ellos.
En sentido general, los abuelos sienten mucho placer con sus nietos. Estar con ellos es también una forma de renovarse personalmente. Es tener más participación en la familia, y sentirse más jóvenes y actualizados. Si los abuelos van a estar con los nietos, lo ideal es que haya un acuerdo entre las partes, para el bien del niño y de todos. Para eso, es necesario que entre los padres y los abuelos exista una relación sosegada, específica y verdadera, libre de celos, en la que reine el respeto a las exigencias y a los hábitos del otro.
Para cerrar, propongo leer y analizar algunas sentencias
conocidas relacionadas con la familia
·
El amor empieza en la familia.
Si no nos amamos los que convivimos las 24 horas, ¿cómo vamos a amar a los que
no vemos, más que una sola vez en la vida?
·
Para poder transformar el
mundo, primero hay que dar tres vueltas por la propia casa.
·
Cada
familia debe ser una escuela, donde los padres y los hijos, puedan reflexionar
y aprender juntos.
·
De
nada sirve complacer a los hijos en
todos sus caprichos, si no les brindamos una verdadera familia.
·
La
familia es el espejo de la sociedad y desde ella se fragua el futuro de la
humanidad
·
La
familia es una comunidad, en la que todos son amados por lo que son y no por lo
que tienen.
·
Los
trapos sucios de la familia, se lavan dentro de la casa.
·
Por severo que sea un padre
al juzgar a su hijo, nunca es tan severo como un hijo al juzgar a su padre.
·
Traten de estar más tiempo
en casa, porque la familia es mucho más que la casa donde se vive, es el lugar
donde uno es esperado.
Concluyo mis reflexiones expresando que si no nos
consideráramos "cómplices", lo que significa estar íntimamente envueltos
en la vida y la felicidad de nuestros hijos, sería imposible cumplir bien el
rol de padres y madres. Nuestro papel es, independientemente de compañeros de
viaje, el de conductores. Debemos "sentarnos delante" y guiarlos, a
veces empujando y a veces frenando. No podemos ser sus "amiguitos",
ni "sentarnos en su fila", ni hacer de hijos, como en el juego de
roles. Debemos hacerles disfrutar del viaje de la vida, del que nosotros somos
sus primeros guías.
Finalmente deseo expresar que este
libro es el resultado de muchos momentos de reflexión, de valoración acerca de
la prioridad que se otorga en nuestro país a la educación en el hogar y a la
búsqueda de las mejores ideas para su preparación y orientación, con el fin de
lograr el protagonismo imprescindible en la formación y desarrollo de los
hijos. Con él me propuse ofrecer algunas consideraciones
relacionadas con diferentes temas actuales que cobran en el hogar una
importancia capital, por el lugar que ocupa la familia en la sociedad.
En sus páginas los educadores y los
propios padres podrán algunas respuestas a la pregunta que encabeza estas
palabras introductorias: la importancia de amar a los niños en un clima de
verdadera comprensión y con la exigencia necesaria; el significado de propiciar un estado emocional positivo
para alcanzar la felicidad en el hogar; la importancia de saber hablarles a los
niños y saber escucharlos; el acercamiento a la naturaleza para conocerla,
comprenderla y cuidarla; el juego en el hogar y su relación con el reforzamiento
de los vínculos afectivos en la familia; el desarrollo del gusto por la lectura
desde tempranas edades y como un último tema, algunas ideas acerca de la
significación de educar las buenas costumbres y conductas sociales desde el
hogar.
Estas reflexiones pueden resultar
útiles para los educadores preescolares en su
trabajo con la familia, fundamentalmente para favorecer ese ambiente de
comprensión, respeto, amor y bondad que siempre debe prevalecer en la comunicación
de los padres y los otros integrantes del grupo familiar, con los pequeños
miembros de ese núcleo humano, cuyas funciones constituyen la base de la
educación en la sociedad. Siempre es saludable recordar lo que alguien dijo:
El mejor olor, el del pan;
el
mejor sabor, el del chocolate;
el
mejor amor, el de los niños
1 Lefebvre, A. (2000):De
quelques fonctions paradoxales au sein de la relation parents-enfants en: Le
parent éducateur, de Jean Pierre Pourtois y Huguette Desmet , Paris:
Presses Universitaires de France.
2
ESCUELA PARA PADRES El tiempo libre de los hijos. (III) La
familia como valor humano.
http://blog.micumbre.com/2008/10/02/el-tiempo-libre-de-los-hijos-iii-la-familia-como-valor-humano/
feos
ResponderEliminaryo creo que nos quiere enseñar todo lo que tenemos que saber para llevarnos bien con nuestras familias
Eliminarxd esto es solo por tarea
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