Entradas populares

Buscar este blog

martes, 20 de noviembre de 2012

La Familia: una comunidad de amor, educación y desarrollo.



La Familia: una comunidad de amor, educación y desarrollo.

Olga Franco
La habana 2010
 
¿Por qué la familia?

La familia, desde tiempos inmemoriales sigue siendo, el puntal esencial de la estructuración de la personalidad de los niños. Prácticamente en todas las definiciones, más allá de la posición que se asuma para estudiar a la familia, se hace referencia a los factores comunes: habitación común, descendencia común, un mismo techo, mismos apellidos, mismos padres, mismo grupo, misma historia.
Es, definitivamente, el primer contexto de educación, aprendizaje y desarrollo para las personas y en este sentido es importante esclarecer que en su seno aprenden no sólo los niños sino también los adultos. En la familia se ofrece cuidado y protección a los hijos y  se asegura su subsistencia en condiciones decorosas. También ella contribuye a su socialización en relación con los valores socialmente aceptados.
La naturaleza de las relaciones interpersonales es el factor clave del desarrollo del niño en la familia, para que puedan ser autónomos, emocionalmente equilibrados y capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios.
Una  función básica de la familia es la función socializadora. En ella, los valores, las reglas, las costumbres de cada familia están al servicio de la estabilidad familiar; funcionan como sello de identidad para las distintas familias y favorecen el sentido de pertenencia.

Desde esta perspectiva, la familia se presenta como el mejor contexto para acompañar a los nuevos vástagos, para transitar los cambios que implica necesariamente la vida que se va construyendo, para dotarlos de las capacidades para vivir en sociedad.
Si bien se podría decir que la familia no es el único contexto donde se educa, es una realidad que el ambiente de proximidad e intimidad que en ella se proporciona, la hace especialmente efectiva en esta tarea.
Las reglas familiares están, en general, implícitas y provienen de las familias de origen y se transmiten de generación en generación. Las reglas pueden funcionar como vehículos concretos de expresión de los valores, pues, en general, responden a una determinada escala, sea esta explícita o no.
También pueden expresar la tradición y ser el principal obstáculo para el cambio. Las reglas familiares constituyen indicadores de comunicación por excelencia. Mediante ellos se determina quién habla, con quién, quién tiene derecho a qué, cómo se expresan los afectos, qué se penaliza, que se premia, a quién le corresponde hacer qué.
Las reglas cuando están en función de las metas y los valores familiares contribuyen al crecimiento de la familia, pero si son excesivas, puede resultar un factor estresante. Lo importante aquí es la consistencia de las reglas o sea, reglas claras que indican a las personas los límites entre lo que se puede y lo que no se puede, que colaboran para dar seguridad a los hijos.
La familia se instituye así, como el primer paso importante hacia la cultura, pues en ella se organiza el sistema de valores, la manera de pensar y de comportarse de sus miembros, de acuerdo con la pertenencia cultural. La familia instaura entonces el compromiso de cada uno de sus miembros con un proyecto de relaciones que se construye en un determinado tiempo y espacio y que define, por lo tanto, los valores que en cada unidad familiar se ponen en juego.
“Más allá de la estructura, la historia, la cultura, la composición de la familia sus funciones primeras siguen siendo las mismas: favorecer lo mejor posible a nivel de las relaciones, las condiciones necesarias y suficientes de un dispositivo que permita favorecer la capacidad psíquica de cada uno de sus miembros para producir sentido a fin de inscribir su existencia en su historia y la de los otros. La relación padres-hijos, a través de la educación en valores, constituye la primer y fundamental escena de esta meta a lograr.” 1
La familia emerge como la instancia primera donde se experimenta y organiza el futuro individual donde se dan las contradicciones entre: "pertenecer a" y a la vez lograr la autonomía, parecerse y diferenciarse.
Un elemento importante en el contexto educativo de la familia es el sentido del humor, tan obligatorio como lo son la disciplina, la educación académica o los valores. Las relaciones entre padres e hijos son más sanas, menos tensas y más cordiales cuando estos permiten y dedican más tiempo a las diversiones, el buen humor y la risa.
 
Cuando existe un sentido del humor saludable en el seno familiar, los problemas se analizan en su dimensión más precisa, sin llegar a extremos de sobrevaloración o de subvaloración. De este modo, al  asumir la perspectiva del humor ante los errores y debilidades facilita reorientar situaciones que, de otro modo, aumentarían las tensiones y los conflictos y, además, amplía el campo de experiencias, pues como se conoce: se aprende tanto o más de los errores que de los aciertos.

La risa es una de las expresiones que más beneficios aporta a la persona. Es la expresión de una emoción tan importante como la alegría; aporta al cerebro alivio y bienestar, libera tensiones y favorece una respuesta emocional única orientada al optimismo y el bienestar. Todo esto se refleja también en la salud. Y además, da lugar a un ambiente positivo y cordial. Al pasar más tiempo juntos, en actividades lúdicas y divertidas, es posible enseñar a los niños a no sobredimensionar los problemas mediante el buen humor y la alegría.

Pero hay que tener también muy en cuenta que el humor puede utilizarse para perjudicar, ridiculizar o consolidar y reproducir estereotipos, por lo que es necesario educar en la conciencia del daño que se puede hacer a los demás. Este aprendizaje elemental ayudará a los niños a desarrollar su sentido del humor sin perder la empatía (capacidad social básica que permite saber cómo se siente el otro y actuar en consecuencia).
Otro asunto a destacar es, que las emociones desempeñan un papel primordial en la vida del ser humano y tienen mucho que ver con el comportamiento, por tanto, al regular las emociones, se puede lograr la regulación del comportamiento. Todo lo que produzca una emoción o sentimiento, es una clave que nos está revelando la importancia que en algún sentido tiene ese hecho para nosotros, tanto si es positivo como si es negativo.

En relación directa con lo anterior se encuentra la comunicación entre los miembros de la familia. Siempre se ha asegurado que la buena comunicación une la familia, pero debemos reflexionar acerca de que no existe una regla básica para ello. Cada familia es un mundo distinto, que tienen un lenguaje único. No obstante,  se hace necesario encontrar fórmulas para mejorar la comunicación en este ámbito y la clave para lograrlo está, en la voluntad, el interés y la disposición, por parte de los padres, para que este espacio sea creado y vivido intensamente, en la medida de lo posible.

Si lo que se quiere es una familia unida, la mejor vía, el más acertado camino, es la comunicación. Por ello, se recomienda escuchar activa y reflexivamente cada una de las intervenciones de los  hijos y valorar hasta qué punto merecen prioridad frente a la tarea que estén realizando los padres; en cualquier caso, la respuesta ha de ser lo suficientemente correcta para no menospreciar su necesidad de comunicación.

La práctica más favorecedora en el logro de una educación valiosa de los hijos en el hogar, es hablar a los niños. El lenguaje es el primer sistema de señales que emplea el bebé para relacionarse con su medio y para aprender de lo que le rodea. Desde la más temprana edad, el niño aprende a identificar los sonidos y su significado, e incluso a distinguir el tono del que le habla.

Desde los primeros momentos de la vida, el bebé capta la intensidad del afecto, aprecia si se le sujeta o se le abraza; valora el tono afectivo de la mirada del adulto cuando le acerca un juguete. También ocurre esto entre las personas adultas y entre los miembros de una familia. El lenguaje es social, y está limitado por los conocimientos de cada uno. Los símbolos son personales, inagotables. La posibilidad de combinar ambos lenguajes (verbal y gestual) implica comunicación.
Los gestos, las miradas, la expresión del rostro, ponen de manifiesto actitudes, sentimientos, predisposiciones y motivaciones que permiten una comunicación interpersonal trascendente y favorecen la armonía familiar.
Esta reflexión nos conduce a pensar en la coeducación familiar. Como se sabe, los niños y las niñas son el reflejo de sus progenitores, como sus modelos primeros y más cercanos; por tanto, un ambiente familiar cargado de sexismo, en el que, pese a la aparente igualdad, los espacios, los tiempos, las áreas en las que se involucran sus integrantes, son desiguales, y pueden  favorecer la transmisión de estereotipos que siguen limitando a la mujer al ámbito doméstico, sobrecargada en sus funciones, dedicada, ella exclusivamente, a la educación de sus hijos, y al servicio por entero de los demás, y conferir al hombre un “poder” de elección y decisión mayor, que en muchos casos impone y ejerce por la fuerza, y que se transfiere indirectamente, en muchos casos a los hijos e hijas para conseguir sus objetivos.
En este sentido se hace imprescindible cuidar la manera de actuar; es importante “predicar con el ejemplo” y empezar a buscar igualdad en las relaciones, en la vida personal, familiar, de pareja, y defender derechos de igualdad, una participación y toma de decisiones equilibradas, tanto en la vida privada (ámbito doméstico) como en la pública, que impida que los hijos e hijas puedan pensar que es posible dominar a una persona, anularla, controlarla.
Hablar de coeducación en la familia, no significa hablar de un patrón de educación, ajeno a las diferencias individuales. Está claro que, en esencia, ningún individuo es igual a otro, cada uno de los hijos e hijas, tiene capacidades, cualidades y potencialidades diferentes y en función de ellas requieren un tipo de normas educativas distintas, pero que nunca estarían en función del sexo.

Si a las hijas se les pide que sean quienes se ocupen de las tareas familiares, del cuidado de los mayores, de la realización de las tareas domésticas, fundamentando en ello su feminidad; si se les inculca la importancia del cuidado de su aspecto físico como único pilar de su autoestima; si se matricula a los hijos en judo, en un equipo de pelota; si se les compran pistolas, espadas, carritos y, a las hijas se les proporciona su ingreso al ballet, la gimnasia rítmica y se les regalan muñecas, cocinitas y accesorios de limpieza, etc. se estará contribuyendo a instaurar roles diferenciados que fomentan la desigualdad.

Pasando a otro tema, cuando de educación familiar se trata lo primero que viene a la mente es la educación de los buenos modales, las costumbres, el buen comportamiento. Los niños deben saber cómo comportarse en cualquier lugar donde se encuentren y es precisamente la familia el modelo a imitar para lograr estos aprendizajes. El comportamiento adecuado y el empleo de las eternas palabras mágicas “gracias”, “por favor”, “con permiso”, “disculpe”, sin las cuales la vida se hace mucho más vulgar y triste, son retos muy importantes que tiene ante sí la familia de hoy. Los pequeños hacen más lo que ven hacer y no lo que se les  dice que hagan. Un hogar donde haya cooperación es un lugar donde se consigue y se vive el bienestar de todos.

Y no puede faltar una reflexión dedicada al tiempo libre bien aprovechado. Dedicar parte del tiempo libre de los niños a
convivir con la familia, no significa que tienen que estar encerrados entre las cuatro paredes del hogar. Con la familia se puede estar en la calle, en los paseos, haciendo deportes al aire libre o compartiendo las diversas actividades sociales en que participan las familias en la comunidad y fuera de ella.

Esta convivencia familiar, les llevará a ayudarse unos a otros. Ese es el enriquecimiento personal y familiar, que los padres deben fomentar en la educación de sus hijos, mediante el valor humano de la convivencia familiar.
En síntesis, podemos decir que la familia supone:
·       Un proyecto vital de existencia con un propósito educativo compartido, donde hay un fuerte compromiso emocional,
·       Un contexto de desarrollo tanto para los hijos como para los padres, hermanos, abuelos y otros miembros de esta célula,
·       Un escenario de encuentro intergeneracional, matizado por la alegría  y el disfrute y el crecimiento de todos
·       Una red de apoyo para las etapas de transiciones y para las crisis.
La familia es el pilar de la sociedad, que prosperará o declinará en función de lo que hagan cada uno de sus componentes al interior de esta y lo que haga el conjunto de las familias en la comunidad. Será mucho más fácil para los hijos, recibir buena educación de los padres, si tienen un arraigado concepto de pertenencia a la familia, pues, por esta razón, admitirán mucho mejor los consejos y observaciones de los padres y otros adultos.

La familia es el terreno donde se comparten las alegrías y las penas, el lugar donde se aprende a convivir en sociedad y donde se comparte, en beneficio de los otros, todo lo material y espiritual que se posee. Es donde se aprende y se enseña, donde se protege a los más débiles y donde se sienten protegidos por los demás. En la familia se aprende a servir y a ser servido, a dar y a recibir, sin cuestionamientos egoístas.

“La familia no es un hotel de paso, es el lugar donde se reúnen sus componentes, para apoyarse unos con otros y disfrutar de la mutua compañía. Es el refugio en la adversidad, pero también el hospital, donde se curan las enfermedades o sentimientos de sus miembros”  2.

Los valores humanos de la confianza, la lealtad, la generosidad, la fidelidad, la sinceridad, la laboriosidad, la solidaridad, la responsabilidad y el respeto deben ser vividos en la familia para ser felices. Si el interior de la familia, es una comunidad de amor, educación y formación, se decidirá mejor el éxito de los hijos, pues aprenderán a ser más fuertes, más preparados y más solidarios al heredar las virtudes y valores humanos de sus padres y abuelos.

Y a propósito de los abuelos, consideramos no puede excluirse en estas reflexiones el tema de esos seres maravillosos que derraman amor por dondequiera que van y que merecen el mayor respeto.  Los abuelos pueden proporcionar un apoyo colmado de experiencias y ofrecer una serie de consejos útiles para atender a los niños en el hogar. El encuentro de los abuelos con sus nietos es siempre muy enriquecedor para ambas partes. A muchos pequeños les encantan estar con sus abuelos por diferentes razones. Unos, porque al lado de los abuelos no reciben tantas órdenes ni obligaciones. Otros, porque pueden hacer cosas distintas con ellos, como, comer dulces y galletas, pasear y realizar una infinidad de actividades que hacen que con ellos se sientan más libres. Algunos nietos ven a sus abuelos como un amigo, una especie de guía; también  como seres divertidos, cariñosos, halagadores, mimosos y que gustan de estar con ellos.
 
En sentido general, los abuelos sienten mucho placer con sus nietos. Estar con ellos es también una forma de renovarse personalmente. Es tener más participación en la familia, y sentirse más jóvenes y actualizados. Si los abuelos van a estar con los nietos, lo ideal es que haya un acuerdo entre las partes, para el bien del niño y de todos. Para eso, es necesario que entre los padres y los abuelos exista una relación sosegada, específica y verdadera, libre de celos, en la que reine el respeto a las exigencias y a los hábitos del otro.

Para cerrar, propongo leer y analizar algunas sentencias conocidas relacionadas con la familia
·          El amor empieza en la familia. Si no nos amamos los que convivimos las 24 horas, ¿cómo vamos a amar a los que no vemos, más que una sola vez en la vida?
·          Para poder transformar el mundo, primero hay que dar tres vueltas por la propia casa.  
·          Cada familia debe ser una escuela, donde los padres y los hijos, puedan reflexionar y aprender juntos.
·          De nada sirve complacer a  los hijos en todos sus caprichos, si no les brindamos una verdadera familia.
·          La familia es el espejo de la sociedad y desde ella se fragua el futuro de la humanidad
·          La familia es una comunidad, en la que todos son amados por lo que son y no por lo que tienen.
·          Los trapos sucios de la familia, se lavan dentro de la casa.
·          Por severo que sea un padre al juzgar a su hijo, nunca es tan severo como un hijo al juzgar a su padre.
·          Traten de estar más tiempo en casa, porque la familia es mucho más que la casa donde se vive, es el lugar donde uno es esperado.
Concluyo mis reflexiones expresando que si no nos consideráramos "cómplices", lo que significa estar íntimamente envueltos en la vida y la felicidad de nuestros hijos, sería imposible cumplir bien el rol de padres y madres. Nuestro papel es, independientemente de compañeros de viaje, el de conductores. Debemos "sentarnos delante" y guiarlos, a veces empujando y a veces frenando. No podemos ser sus "amiguitos", ni "sentarnos en su fila", ni hacer de hijos, como en el juego de roles. Debemos hacerles disfrutar del viaje de la vida, del que nosotros somos sus primeros guías.

Finalmente deseo expresar que este libro es el resultado de muchos momentos de reflexión, de valoración acerca de la prioridad que se otorga en nuestro país a la educación en el hogar y a la búsqueda de las mejores ideas para su preparación y orientación, con el fin de lograr el protagonismo imprescindible en la formación y desarrollo de los hijos. Con  él  me propuse ofrecer algunas consideraciones relacionadas con diferentes temas actuales que cobran en el hogar una importancia capital, por el lugar que ocupa la familia en la sociedad.

En sus páginas los educadores y los propios padres podrán algunas respuestas a la pregunta que encabeza estas palabras introductorias: la importancia de amar a los niños en un clima de verdadera comprensión y con la exigencia necesaria; el significado  de propiciar un estado emocional positivo para alcanzar la felicidad en el hogar; la importancia de saber hablarles a los niños y saber escucharlos; el acercamiento a la naturaleza para conocerla, comprenderla y cuidarla; el juego en el hogar y su relación con el reforzamiento de los vínculos afectivos en la familia; el desarrollo del gusto por la lectura desde tempranas edades y como un último tema, algunas ideas acerca de la significación de educar las buenas costumbres y conductas sociales desde el hogar.

Estas reflexiones pueden resultar útiles para los educadores preescolares en su  trabajo con la familia, fundamentalmente para favorecer ese ambiente de comprensión, respeto, amor y bondad que siempre debe prevalecer en la comunicación de los padres y los otros integrantes del grupo familiar, con los pequeños miembros de ese núcleo humano, cuyas funciones constituyen la base de la educación en la sociedad. Siempre es saludable recordar lo que alguien dijo:

El mejor olor, el del pan;
el mejor sabor, el del chocolate;
el mejor amor, el de los niños



1 Lefebvre, A. (2000):De quelques fonctions paradoxales au sein de la relation parents-enfants en: Le parent éducateur, de Jean Pierre Pourtois y Huguette Desmet , Paris: Presses Universitaires de France.

2 ESCUELA PARA PADRES El tiempo libre de los hijos. (III) La familia como valor humano.
 http://blog.micumbre.com/2008/10/02/el-tiempo-libre-de-los-hijos-iii-la-familia-como-valor-humano/


3 comentarios:

ÁNIMO: TODAS Y TODOS TIENEN LA PALABRA...COMENTEN...