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viernes, 14 de junio de 2013

"EL PENSAMIENTO DE IGNACIO MARTIN-BARO Y SU APORTE A LA PSICOLOGIA SALVADOREÑA"

MONOGRAFIA:
"EL PENSAMIENTO DE IGNACIO MARTIN-BARO Y SU APORTE A LA PSICOLOGIA SALVADOREÑA"
(Causas históricas y Análisis Descriptivo)

TRABAJO MONOGRAFICO PRESENTADO POR:
José Santiago Aquino Barahona Nancy Eugenia Escobar Vargas Eida Cristina Salas Díaz
Asesor: Oscar Picardo Joao, MEd.
PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIATURA EN PSICOLOGIA JULIO DE 1999

 
      ABSTRACT
          Uno de los mayores aportes del presente estudio, ha sido, además de sistematizar el acervo bibliográfico y el desarrollo del pensamiento de Ignacio Martín-Baró, el víncular éste a factores socio-políticos, teológicos y universitarios. En efecto, el aporte intelectual de M. Baró es una respuesta con un debido compromiso a una realidad problemática, desde la perspectiva de la Psicología Social.Un recorrido histórico por la vida de M. Baró, por la historia de El Salvador en las décadas de los 70 y 80, por la historia universitaria, y por el entorno teológico de su época, dan cuentas de un modo muy peculiar de pensar, al que podría catalogarse como "Psicología Social de la Liberación".
          "Desideologizar" es la clave de su pensamiento; aporte fundamental y valiente que implicó el propio costo de su vida, y es aquí donde adquiere sentido su producción intelectual, en tanto que está rubricada con su propia sangre, dato que nos indica mucho de su convicción.
          Hasta la fecha no se había llevado un estudio completo de los antecedentes que influyeron en el pensamiento de M. Baró, así como tampoco, una investigación que sistematizara -por lo menos descriptivamente- toda su obra.
          Estudiar el pensamiento de M. Baró, implica el conocimiento a fondo de una etapa difícil de la Historia salvadoreña, historia difícil y sangrienta; historia con la que dialoga, interpela y psicoanaliza M. Baró de modo permanente.
          Finalmente el estudio hace caer en la cuenta que M. Baró ha sido el psicólogo con mayor producción intelectual y con mayor impacto en la historia de la psicología salvadoreña, justificación básica que invita a conocer y estudiar sus aportes a la Ciencia.
           
           
INTRODUCCION
El presente Estudio Monográfico, elaborado como trabajo de graduación para acceder al grado de Licenciatura en Psicología, tiene la pretensión de realizar un análisis descriptivo sobre la obra de Ignacio Martín-Baró, así como un análisis de las Causas que posibilitaron dicha producción intelectual. Efectivamente, el acervo bibliográfico en torno al autor mencionado nos presenta un voluminoso material que constituye un posible aporte a la Psicología Salvadoreña, concretamente en el campo de la Psicología Social; en tal sentido el problema del estudio se define en torno al análisis cualitativo de los aportes de M. Baró en el campo psicológico; y el objetivo fundamental planteado consiste en recopilar, clasificar y analizar todos los aportes del autor mencionado para construir un juicio en donde se verifique si efectivamente existe un aporte sustancial al campo psicológico, dato que hipotéticamente se presupone.
El esquema temático de esta monografía posee tres bloques de estudio: el primero, presenta los rasgos biográficos del autor estudiado; el segundo, analiza los diversos factores del entorno que influyeron o coadyuvaron a los aportes de M.Baró, considerando aspectos teologales, socio-políticos y universitarios, entre otros; el tercero, y más importante, describe analíticamente los aportes de M. Baró, considerando fuentes psicológicas en primer lugar, y otros aportes complementarios en segundo lugar.
La sistematización de los rasgos biográficos de M.Baró, -que obviamente incluye el devenir académico- ayuda a comprender el porqué y para qué de su obra; no se trata de una vida rutinaria y común con cierta dedicación al rubro académico, o con cierto compromiso profesional; por el contrario, se trata de un modus vivendi dedicado plenamente a la actividad científica, a la producción intelectual y al quehacer psicológico. Ciertamente su status quo como miembro de la Compañía de Jesús, asignado a trabajar en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA), influyó en dicho compromiso, y así respondió con honestidad y coherencia a las exigencias de la realidad nacional, produciendo un cuerpo de obras muy pertinentes, fundando el Instituto Universitario de Opinión Pública de la UCA (IUDOP) y trabajando en el campo pastoral con las comunidades, lugar en donde se encontró con la realidad problemática de los salvadoreños.
Su rúbrica martirial in odium iustitiae, el 16 de noviembre de 1989, hace que sus aportes vayan más allá de simples teorías innovadoras en materia psicológica; sin lugar a dudas, su obra está firmada con una convicción sangrienta, y es que M.Baró buscó incansablemente la verdad y denunció con coraje y honestidad las ideologizaciones, desenmascarando incluso a una psicología tímida e ineficiente que se prostituía al sistema. Su inquisición racional sobre la realidad llegó a tal extremo de ocuparse en el auscultamiento de la opinión ciudadana, con la finalidad de contrastar las teorías con la realidad. Esta búsqueda incesante de la verdad y esa preocupación transparente y ética por la realidad, hizo que sectores ideologizados y enfermizos por el fantasma comunista llevaran a asesinarlo a él y a sus compañeros jesuitas.
M.Baró no es una respuesta científica y profesional casual, sino causal; las causas de su producción intelectual en el campo de la psicología social están asociadas a múltiples factores, entre los que podemos destacar: a) Realidad Nacional; b) Realidad Universitaria; y c) Realidad Teológica-Fiducial. En efecto, la Realidad Nacional condicionada por las variables de la guerra fría, o más bien, por las tendencias comunistas y anticomunistas, configuraron un panorama problemático, bélico y cruento; la guerra de doce años considerada por la Comisión de la Verdad como "El Paroxismo de la Violencia" (ONU, 1992), agudizó más los problemas históricos-sociales de El Salvador, hoy catalogados como "Nudo Gordiano", es decir: Pobreza y Marginación socio-cultural (CND, 1998). Por otra parte, la UCA comenzaba a cambiar su rumbo a finales de la década del sesenta; dejando de ser una institución apática a los problemas del país da un giro copernicano, y su "inspiración cristiana" es afectada por los grandes cambios que da la iglesia Latinoamericana a raíz del Concilio Vaticano II (1962) y de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín (1968); a esto hay que yuxtaponer la figura de un nuevo rector que asume tal cargo en 1976: Ignacio Ellacuría, intelectual determinante para la propia UCA y para la Provincia de jesuitas centroamericanos. Enlazando con el tema teológico-fiducial, los efectos de estos aires de cambio eclesiales conocidos como "aggiornamiento" generan dos nuevos efectos: al interior de la Compañía de Jesús se da la Congregación General XXXII en 1975 que introduce un nuevo mandato en la orden religiosa: "...la lucha por la Fe y la lucha por la Justicia que la misma fe exige..." (SJ, 1975); por otra parte, surge en el marco de Medellín un nuevo movimiento teologal conocido como Teología de la Liberación que establece al "pobre como sujeto principal de la fe" y define la conocida "opción preferencial por los pobres".
Este amplio contexto y preámbulo definitivamente configura el pensamiento de M.Baró, y ayuda a comprender más a fondo las vertientes de su pensamiento de perfil "social".
La obra de M. Baró es muy extensa y podría clasificarse en dos bloques de pensamiento: en primer término, los aportes sobre Psicología (particularmente en el área social), y en segundo término, escritos académicos; a pesar que éstos últimos están vinculados a los escritos psicológicos por determinadas circunstancias, los temas pueden ser clasificados en estos dos rubros para mayor claridad en el estudio. Así mismo, se podrían catalogar sus aportes psicológicos en áreas o períodos de madurez intelectual, no obstante por razones de tiempo y espacio se trataran los escritos psicológicos en dos áreas fundamentales: Psicología de la Liberación (o escritos psicológicos desideologizadores) y Psicología Social.
En una primera revisión bibliográfica se han recopilado los siguientes títulos (todos de M. Baró): Acción e Ideología; Problemas de Psicología Social en América Latina; La desatención social del poder opresor; El valor psicológico de la represión política mediante la violencia; Entre el individuo y la sociedad; Las estructuras sociales y su impacto psicológico; La naturaleza social del ser humano; El hacinamiento residencial; El papel del psicólogo en Centroamérica; Guerra y salud mental; Violencia política, guerra y trauma psicosocial; De la guerra sucia a la guerra psicológica; Violencia en Centroamérica; ¿Trabajador alegre o trabajador explotado?; La mujer puerto y cárcel de la sociedad salvadoreña; Hacia una psicología de la liberación; La docencia, investigación y proyección, principios y orientación; Una nueva universidad para una nueva pedagogía; La opinión pública salvadoreña; entre otras.
 
 
 
 
 
 
I.- ASPECTOS BIOGRAFICOS DE I. MARTIN BARO
 
 
El padre Ignacio Martín Baró, S.J. nació el 7 de noviembre de 1942, en Valladolid, España. A los dieciséis años entró en el noviciado de la Compañía de Jesús de Orduña, el 28 de septiembre de 1959. Posteriormente, sus superiores lo trasladaron al noviciado de Villagarcía y de ahí lo enviaron al de Centroamérica, donde hizo su segundo año de noviciado. A finales de septiembre de 1961 sus superiores lo enviaron a la Universidad Católica de Quito, donde estudió humanidades clásicas durante 1961 y 1962. Después fue enviado a Bogotá, donde estudió filosofía en la Universidad Javeriana. En 1964 obtuvo el bachillerato en filosofía y al año siguiente la licencia en filosofía y letras. En 1966 regresó a El Salvador. Sus superiores lo enviaron a enseñar al Colegio Externado "San José", donde fue profesor e inspector hasta 1967, el mismo año comenzó a dar clases en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA). En 1967 volvió a salir de El Salvador para realizar estudios de teología en Frankfurt y Lovania, finalizándolos en San Salvador , donde hizo su último año. En 1970 obtuvo su bachillerato en teología en Eegenhoven. Una vez terminada la teología comenzó sus estudios de psicología en la UCA, donde, además, era profesor en otras áreas. En 1975 obtuvo la licencia en esta materia.
Estando en la UCA, entre 1972 y 1975 fue decano de estudiantes y miembro del Consejo Superior Universitario. Entre 1971 y 1974 fue jefe del Consejo de redacción de ECA y en 1975 y 1976, fue su director. En 1971 y 1972 dio clases de psicología en la Escuela Nacional de Enfermería de Santa Ana.
A estas alturas hizo un nuevo paréntesis para estudiar un postgrado en psicología en Estados Unidos. En 1977 obtuvo la maestría en ciencias sociales en la Universidad de Chicago y dos años más tarde, en 1979, el Doctorado en psicología social y organizativa en la universidad. En la tesis de la maestría escribió sobre las actitudes sociales y los conflictos grupales en El Salvador y en la del Doctorado, sobre la densidad poblacional en las clases bajas salvadoreñas. Terminados sus estudios regresó a San Salvador, nuevamente en la UCA, donde reanudó sus clases de psicología. Desde 1981 fue Vicerrector académico y miembro de la Junta de Directores. En 1989, al dividirse en dos esa vicerrectoría, se convirtió en Vicerrector de postgrado y Director de investigaciones. En 1982 asumió la dirección del departamento de psicología .
En 1986 fundó y dirigió el Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP), uno de las entidades de mayor relevancia para la vida nacional, cuyos beneficios llegan hasta nuestros días. Además fue miembro del consejo editorial de UCA Editores y de los consejos de redacción de las revistas ECA, de la Revista de Psicología de El Salvador y de Polémica (Costa Rica).
Debido a su talante y a su producción intelectual fue profesor invitado de la Universidad Central de Venezuela, de la Universidad de Zulia ( Maracaibo), de la Universidad de Puerto Rico (recinto Río Piedras ), de la Universidad Javeriana de Bogotá, de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Costa Rica. Pertenecía a la American Psychological Association (APA) y de la Sociedad de Psicología de El Salvador; era vicepresidente para México, Centroamérica y el Caribe de la Sociedad Interamericana de Psicología.
La vida del M.Baró puede ser descrita brevemente diciendo que fue escritor, maestro, universitario y pastor. Como escritor tenía una pluma fácil y un lenguaje exquisito. Cultivaba mucho la lengua castellana. Sus comentarios eran agudos. Sus primeros artículos aparecieron en ECA en 1966. Publicó once libros y una larga lista de artículos, científicos y culturales, en diversas revistas latinoamericanas y norteamericanas. Siempre tenía seis o siete artículos pendientes. A quienes le pedían contribuciones les decía que lo esperaran, pues le costaba negarse. Era feliz escribiendo directamente en la computadora y perfeccionando gráficos. Cuidó mucho sus propias publicaciones y las de otros, cuando éstas estuvieron bajo su responsabilidad, como cuando fue jefe de redacción de ECA o las de la Revista de Psicología de El Salvador. Corregía las pruebas personalmente y difícilmente se le escapaban las erratas y cuidaba en extremo las referencias bibliográficas de sus escritos.
M.Baró fue un gran maestro. La docencia ocupó una gran parte de su vida y formó a muchas generaciones de psicólogos. Comenzó a interesarse en la psicología en Bogotá, donde leyó abundantes libros de psicología por su cuenta; buscó la asesoría de algunos de los mejores profesores de psicología de la Universidad Javeriana. Muy pronto se interesó en la psicología social y de sus primeras clases salió su primer libro en 1972: "Psicodiagnóstico de América Latina". Después siguieron otros textos universitarios, en los cuales integró la psicología social tradicional en el contexto de la guerra civil salvadoreña. M.Baró insistió en que la psicología debía enfrentar los problemas nacionales y que debía ser desarrollada desde la condiciones sociales y las aspiraciones históricas de las mayorías populares. Creía que los estudiantes debían aprender a analizar el comportamiento humano en su propio contexto. En sus clases y escritos rechazó la postura cómoda, pero falsa, de una psicología totalmente imparcial; en su lugar enseñó una psicología comprometida críticamente con los diferentes proyectos alternativos de sociedad existentes en América Latina. Tuvo una reconocida habilidad para integrar diversas teorías y para cuestionar creencias establecidas. Estaba convencido del papel desideologizador de la psicología social y por eso cuestionó los principales modelos teóricos de psicología, a los cuales consideraba inadecuados para enfrentar las situaciones de violencia colectiva prevalecientes en El Salvador. Fue un profesor agudo, capaz de relacionar conceptos aparentemente contradictorios. Creía que había un orden en el universo que los psicólogos y los científicos sociales podían descubrir eventualmente.
Como profesor siempre se preocupó por proporcionar a sus alumnos una visión del mundo objetiva y amplia. Con frecuencia afirmaba la necesidad de universalizar la psicología y de informar a los psicólogos de realidades diferentes a las suyas. Consecuente consigo mismo, al regresar de sus viajes compartía con sus alumnos lo que había observado, hablado y aprendido. Relacionaba lo que había observado fuera con la realidad salvadoreña. Por ejemplo, el no haber visto niños en las calles en determinadas horas del día porque todos estaban en la escuela, mientras que en El Salvador se pueden ver niños en las calles durante todo el día. En sus contactos personales con otros colegas siempre estaba haciendo sugerencias útiles, les enviaba materiales, les ofrecía ayuda y les insistía en publicar sus trabajos más importantes. En este sentido creía que las asociaciones profesionales de psicólogos debían promover redes de comunicación y cooperación docente, de investigación y de práctica profesional alrededor del mundo para promover una psicología relevante y sensible a las necesidades de las mayorías.
En 1986, como una proyección de la psicología social, emprendió con gran entusiasmo la fundación del Instituto de Opinión Pública (IUDOP) y comenzó a trabajar compulsando la opinión pública sobre los procesos y problemas importantes. Concibió los resultados de las encuestas como un espejo que podía reflejar en la misma opinión pública una imagen más exacta de las complejidades de la sociedad salvadoreña. Quería que el IUDOP canalizara la expresión del sentir de los salvadoreños sin filtros ni mediatizaciones partidistas. De esta forma, el IUDOP se convirtió en una fuente de información veraz, válida y fiable sobre la opinión pública. M.Baró dirigió 25 encuestas en los tres años que dirigió el IUDOP. Los temas sobre los cuales preguntaba iban desde la salud y el empleo, hasta la democracia y la guerra y la paz. El IUDOP fue el que más exactamente proyectó el resultado de las elecciones legislativas de 1988 y presidenciales de 1989. Esta última fue su prueba de fuego. Los resultados de las primeras encuestas daban que ganaría ARENA. La democracia cristiana lo atacó y quiso desprestigiarlo; lo mismo que hicieron otros medios de comunicación. Las encuestas previas a las elecciones confirmaron y precisaron las primeras proyecciones. Al final la realidad le dio la razón.
Al preguntar por las raíces de la guerra, fue objeto de fuertes críticas y a veces de la ira de la extrema derecha salvadoreña. Cuando el IUDOP encontró niveles muy bajos de identificación partidaria, disgustó a muchos de los políticos nacionales. Cuando dio a conocer los resultados de la encuesta sobre el Debate Nacional, mostrando un fuerte apoyo popular para el diálogo y la negociación, un periódico matutino lanzó un furioso ataque contra el IUDOP.
M.Baró era sumamente cuidadoso con los resultados de las encuestas. Nunca los sensacionalizó ni puso en peligro a los encuestados ni a los encuestadores. Reclutó y entrenó un equipo de supervisores de campo y de encuestadores influenciados por sus ideales y principios, y por su pasión para registrar la respuesta de cada uno de los estratos sociales. Los encuestadores con frecuencia eran regresados por retenes militares y a veces fueron detenidos por subversivos. En la última encuesta que hizo se perdieron varios centenares de encuestas cuando cuatro hombres armados secuestraron el vehículo del IUDOP. Los informes de los resultados de las encuestas los editaba personalmente con gran cuidado. Los resultados de las principales encuestas hechas en 1987 y 1988 han sido publicadas por UCA editores en dos tomos preparados por él. Cuando lo mataron estaba negociando un acuerdo para dar a conocer semanalmente por televisión los resultados de las encuestas de IUDOP.
Hasta ahora ha sido el único en dar a conocer completamente su método y la tasa de rechazo en cada encuesta del país. El obstáculo más grande que encontró fue el miedo generalizado. "La gente oculta sus sentimientos políticos reales, incluso en su propia casa", reconoció. Y luego añadió que no había ningún lugar seguro para expresar lo que uno piensa, ni siquiera en la oficina del psicólogo, lo cual imposibilita la práctica de la terapia. El paciente , explicaba , no se fía hasta no estar seguro de las ideas políticas del terapista.
En 1988, M.Baró y otros colegas de Centroamérica, México y Estados Unidos establecieron el Programa Centroamericano de Opinión Pública para unir a los institutos universitarios de opinión pública. M.Baró estaba preocupado por los abusos de las encuestas de opinión pública por parte de los gobiernos y de ciertas firmas comerciales; bajo su dirección el Programa Centroamericano de Opinión Pública desarrolló un código profesional de prácticas y éticas para guiar a los encuestadores centroamericanos. En los últimos meses de su vida dirigió la preparación de informes del estudio político más grande de Centroamérica, el cual consiste de cuatro mil entrevistas en profundidad hechas en El Salvador, Costa Rica y Nicaragua. Estaba organizando , además, una comisión internacional de académicos para monitorear y evaluar todas las encuestas pre-electorales de Nicaragua.
M.Baró fue un universitario a quien la UCA debe mucho. Siempre tuvo cargos administrativos. Unos más pesados que otros. En los últimos tres años se quejó bastante de la rutina administrativa y en varias coacciones, probablemente cuando se sentía más hastiado, amenazaba con renunciar. Al final se quedó en la vicerrectoría porque no era fácil sustituirlo. De él dependía, en parte, la calidad académica de la universidad, pues supervisaba las contrataciones de los profesores y su rendimiento. Bajo su vicerrectoría estaban, además, la biblioteca, el centro de cómputo y las investigaciones de la universidad.
Su atención hacia las personas era admirable. Recibía a muchos visitantes extranjeros interesados en conocer la realidad del país y el papel de la universidad en el proceso salvadoreño. Los periodistas lo asediaban pidiéndole entrevistas, las cuales aumentaron en los últimos tres años con el IUDOP. M.Baró era una persona muy ordenada. Su oficina estaba llena de libros, folders y papeles, pero sabía dónde encontrar cada cosa. Le molestaba tener su escritorio lleno de papeles y con frecuencia trataba de limpiarlo. Una de las cosas que más cuidaba eran sus libros; su oficina estaba llena de ellos. Cuando decidió ampliarla, mandó a hacer nuevos estantes que llenó de inmediato con libros. Prácticamente mandaba a encuadernar todo lo que caía en sus manos.
Era un trabajador polifacético y superdotado. Tenía tiempo para hacer todas estas cosas porque era el primero en llegar a su oficina. A las cinco y media de la mañana ya estaba trabajando. A medio día interrumpía su trabajo, pero a las dos de la tarde volvía a su oficina. Regresaba a su casa después de dar una última clase, a las ocho de la noche. Este ritmo de trabajo fue haciendo estragos en su salud, como es natural. Padeció de dolores en la espalda y en un brazo, el cual fue intervenido quirúrgicamente. Ninguno de estos malestares interrumpió su trabajo. Se levantaba de su escritorio para hacer algunos ejercicios y seguía trabajando . Poco antes de que lo asesinaran tuvo una neumonía que al principio no cuidó bien hasta que el médico y el superior le ordenaron quedarse en la cama. En los últimos tres años se quejó bastante de cansancio. Había decidido aceptar más invitaciones para salir al exterior, tomando así alguna distancia y descansar un poco de la rutina universitaria.
Finalmente M.Baró fue también un pastor. Atendió sacerdotalmente la colonia Zacamil y la parroquia de Jayaque. A comienzos de la década, cuando no hubo quien atendiera sacerdotalmente la colonia Zacamil, él se ofreció y estuvo prestando sus servicios los fines de semana. Dejó la colonia cuando consiguieron sacerdotes que la atenderían a tiempo completo. Entonces buscó trabajo en la parroquia de Jayaque. Comenzó atendiendo un cantón los fines de semana, pero acabó responsable de la parroquia durante el último año.
Entre la gente sencilla se transformaba. Se volvía alegre, reía mucho y se mostraba cariñoso, sobre todo con los niños. Alegraba las reuniones y las fiestas con su guitarra y su voz. Siempre llevaba dulces para los niños y jugaba con ellos. Buscó una imagen de la Virgen para una ermita, material de construcción para un puente... En sus clases de la UCA pedía cosas para la parroquia - dulces, galletas, e incluso un altar. Los adultos lo buscaban para conversar. El dinero que recibía por sus actividades en el extranjero lo usaba para comprar cosas para la comunidad parroquial; asimismo, con ese dinero ayudaba a mucha gente . Organizó cursillos y paseos con los miembros de su parroquia. Cuando estuvo enfermo de neumonía, mucha gente de Jayaque lo visitó en su casa y en la oficina. La gente de Jayaque recuerda su última homilía, en la cual, dicen, estuvo muy lúcido, como si previera lo que iba a pasar. Todavía se oye su último grito en el día de su asesinato:"Esto es una injusticia, son ustedes una carroña".
En uno de sus últimos escritos, M.Baró describió cómo sería manejado su asesinato, "ante todo se trata de crear una versión oficial de los hechos, una 'historia oficial', que ignora aspectos cruciales de la realidad, distorsiona otros e incluso falsea o inventa otros. Esta historia oficial se impone a través de un despliegue propagandístico intenso y muy agresivo, al que se respalda incluso poniendo en juego todo el peso de los más altos cargos oficiales... Cuando, por cualquier circunstancia, aparecen a la luz pública hechos que contradicen frontalmente la 'historia oficial' , se tiende alrededor de ellos un 'cordón sanitario'... que los regala a un rápido olvido... La expresión pública de la realidad... y, sobre todo, el desenmascaramiento de la historia oficial... son consideradas actividades 'subversivas' - y en realidad lo son, ya que subvierten el orden de mentira establecido. Se llega así a la paradoja de que quien se atreve a nombrar la realidad o a denunciar los atropellos se convierte por lo menos en reo de la justicia" (Web, nachob, 1999).
 
 
II.- CONTEXTO SOCIAL Y ENTORNO PERSONAL: Factores influyentes en el pensamiento de Ignacio Martín Baró.
 
 
Este segundo apartado tiene la pretensión de delimitar los horizontes contextuales y el entorno más inmediato que influye significativamente en el desarrollo del pensamiento de M. Baró. Ciertamente existen factores experienciales e históricos que determinan no sólo el carácter y el temperamento de una persona, sino también el perfil y talante de la producción intelectual; en efecto, no existe una absoluta imparcialidad o emancipación de ideas sobre la realidad, por el contrario las personas se identifican por una construcción psicológica, educativa y experiencial de ideas con ciertos aspectos históricos.
Se podría afirmar con certeza que existen tres ámbitos o factores que inciden en el pensamiento de M. Baró; en primer lugar, la interpelación de la realidad nacional problemática y bélica; en segundo lugar, el exigitivo medio universitario en donde vive; y en tercer lugar, los factores teológicos fiduciales que suponen un compromiso con la fe y la justicia.
II.1.- EL SALVADOR: UNA REALIDAD NACIONAL PROBLEMÁTICA Y BÉLICA: : Escenario para la respuesta de Ignacio Martín Baró
 
 
Por rigor, es necesario delimitar históricamente esta etapa histórica catalogada en este estudio como una realidad nacional problemática y bélica, en función y en relación al quehacer intelectual de M. Baró. Para ello se analizará sintéticamente las décadas de los setenta y ochenta, escenario sociopolítico íntimamente relacionado con el autor estudiado. Es sumamente difícil desarraigar esta etapa histórica del pasado inmediato; y es que los problemas políticos contemporáneos de El Salvador están encadenados y articulados por transiciones muy homogéneas que datan desde el abuso de la colonia, pasando por las etapas oligárquicas cafetaleras, oligárquicas militares hasta los Acuerdos de Paz firmados en Chapultepec en 1992.
Algunos historiadores señalan un quiebre en las tensiones socio-políticas a partir de 1969, fecha en que se da la guerra con Honduras (AaVv MINED, 1994); otros vinculan la historia contemporánea del conflicto de doce años (1980-1992) con la fase ditactorial del general Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944), argumentando la tesis de la hegemonía militar. En cualquier caso, lo cierto es que la guerra civil que vivió El Salvador está íntimamente asociada con los factores de la guerra fría, es decir con el Comunismo marxista (apoyado por la URSS) y con el anticomunismo capitalista (apoyado por los EEUU). En efecto, al caer el muro de Berlín en 1989, se debilitaron las tensiones mundiales y esto preparó el terreno para la paz en nuestro país.
Durante los años 70 se intensificó una lucha política permeada por los fraudes electorales, tanto en elecciones para Alcaldes y Diputados como en elecciones Presidenciales, en 1970, 1972, 1974, 1976, 1978 y 1979; los intentos políticos de la Unión Nacional Opositora (UNO) (coalición del PDC, UDN y MNR) frente a un PCN impregnado de militares generaron un desaste político pautado por levantamientos militares, estados de sitio, represiones y crecimiento de violencia; por otra parte, mientras los movimientos de protesta se organizaban cada vez más en torno a ideologías de izquierda, la derecha respondía con la emergencia de cuerpos civiles de seguridad, tales como ORDEN, FALANGE, y Unión Guerrera Blanca (UGB); a esto habría que sumar los intentos de Reformas Agrarias que intensificaron la crisis en el gobierno del General Molina (LPG, 1990).
Ante la difícil situación, mientras los cuerpos de seguridad estatales estructuraban procesos represivos, se intensificaba y radicalizaba una izquierda cada vez más organizada compuesta por el Partido Comunista (PC), las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP), las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), grupos que posteriormente conformarían como bloque el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
A inicio de los 80 después de agotar los esfuerzos de las Juntas Revolucionarias de Gobierno se inicia un conflicto interno catalogado como guerra civil con el suficiente apoyo internacional para el devenir armamentístico. La lucha armada se cristaliza, principalmente, en ocho Departamentos del país: San Salvador, Santa Ana, Chalatenango, Cabañas, San Vicente, La Paz, Morazán y Usulután; múltiples ofensivas, ataques de artillería, masacres, bombardeos, daños a la infraestructura, asaltos, secuestros, y otros males, se desarrollan en un marco de guerra regular, la cual poco a poco se agudiza y tecnifica a través de la constitución de Batallones de Infantería de Reacción inmediata (BIRI). Ambos bandos creían con seguridad que habría un ganador y agotaron los medios para lograrlo. No habría que dejar de mencionar el protagónico rol que jugó la iglesia en el conflicto, el cual acarreó la muerte de un Arzobispo, veintidós sacerdotes, cuatro religiosas y miles de celebradores de la palabra (ONU, 1992).
Mientras tanto, durante la década de los 80 comenzaron los conatos para buscar la Paz, convocando a múltiples diálogos relativamente infructuosos, pero que en su conjunto sirvieron para conocer las demandas y finalmente lograr la anhelada paz; La palma, Cesori, Nunciatura, fueron algunos de los escenarios (LPG, 1990).
Además de las setenta y cinco mil víctimas que cobró el conflicto, se creó un ambiente violento y deshumanizador durante estas décadas; se intensificó la pobreza y la marginación sociocultural; se deterioró el patrimonio e infraestructura nacional; se modificaron los patrones socioculturales; se desvalorizó la vida, tanto como el aumento de traumas personales y sociales ante la violencia; la sociedad se dividió debido a la emergencia de ideologías antagónicamente opuestas, también se dividieron las instituciones, e inclusive emergieron ciertas entidades como respuestas o reacciones a hechos bélicos; la mujer y la niñez se constituyeron en sujetos de extrema marginación; se generaron profundos procesos migratorios, tanto internos como externos; se desintegró la familia, debido a factores migratorios y de asesinatos; se modificaron los patrones familiares y en muchos casos cambiaron los roles sociales; se implementaron nuevos modelos transculturizados de carácter oficial; se deterioró la política y se generó una falta de credibilidad institucional; se instalaron verdaderos sistemas de persecución; y en general se ocasionó un profundo indisciplinamiento social que afectó a todos.
Este panorama funesto y apocalíptico fue el contexto que moldeó la respuesta académica, científica y psicológica de M. Baró; la profunda crisis del país exigía una respuesta seria, reflexiva y comprometida; y en gran medida, esta realidad problemática afectó y condicionó la respuesta profesional, contexto insoslayable para comprender y analizar el pensamiento y producción intelectual de M. Baró.
II.2.- LA UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA "JOSE SIMEON CAÑAS" (UCA) Y EL COMPROMISO ACADÉMICO: : El Lugar sustancial (quid) desde donde hacer psicología.
 
 
Tal como se anotó anteriormente, un segundo factor influyente en la producción intelectual de M. Baró está relacionado con su vida académica en el seno de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA). Comprender el desarrollo histórico de esta institución coadyuva a entender el quehacer universitario de sus académicos; en efecto, la concepción universitaria de sus líderes, particularmente de Ignacio Ellacuría, Segundo Montes e Ignacio Martín Baró, supone una visión de compromiso con la politicidad universitaria.
Hacia el 20 de Abril de 1959, circuló la noticia que se pretendía fundar la Universidad Católica Centroamericana, hecho que fue visto con desconcierto por el Arzobispo según declaró dos días más tarde; no obstante el 7 de junio del mismo año todavía circulaba el rumor (LPG, 1990), luego se disipó esta iniciativa más no la idea de fundarla.
Antes de pensar en la idea de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) como tal, el antecedente más inmediato se remonta a un hecho muy significativo y cercano a esta institución. Mons. Luis Chávez y González Arzobispo de San Salvador a inicios de los sesenta tenía la idea de fundar una universidad católica dirigida por jesuitas, como hay muchas en diferentes países; con esta inquietud se acercó a los Padres Joaquín López y López, s.j. y Francisco Xavier Aguilar s.j., quienes hicieron llegar la idea al Padre Provincial de la Compañía de Jesús P. Luis Acherandio, quien automáticamente descartó la idea so pretexto de que los jesuitas en Centroamérica ya atendían la Landivar en Guatemala, la UCA de Managua, la Santa María en Panamá y en Costa Rica también tenían responsabilidades académicas. No obstante esta idea inicial poco a poco se fue cristalizando en un nuevo proyecto.
Tal como se ha anotado anteriormente en 1965 un grupo de padres de familia "católicos" se acercó al gobierno y a la Compañía de Jesús" con la intención de fundar una universidad alternativa que respondiera a sus inquietudes conservadoras en vista que la Universidad de El Salvador era considerada como un recinto de la izquierda política. Esta nueva universidad era de carácter privada, con capital y acciones y orientada a satisfacer las demandas de una educación profesionalizante de una élite (WebUCA, en línea).
Además de las consideraciones políticas sobre la Universidad de El Salvador, habían considerables supuestos sobre las deficiencias de calidad académica, y otras concernientes a la demanda de la creciente educación media (Samayoa, 1994) no obstante el mayor obstáculo era el ideológico, consideraban que la UES era una institución definidamente comunista, y los intereses de este grupo promotor eran diametralmente opuestos: anticomunistas. A pesar que poco a poco se fue debilitando la iniciativa de los padres de familia, la de los Jesuitas prosperó con dos directrices: en primer lugar, que la universidad sería una corporación de utilidad pública administrada por una junta de directores; y en segundo lugar, que la universidad se orientaría al desarrollo económico y social de la región. Los miembros de la Societatis Iesu que impulsaba esta iniciativa eran P. Gondra, P. Ibizate, P. Aranguren, P. Landarech, entre otros, la Universidad se denominó Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA), y su talante se define como "de Inspiración y vitalidad Cristiana" (Ellacuría, 1975), distanciándose de la visión de Universidad Católica la cual se rige por principios jerárquicos y por documentos eclesiales que velan por la ortodoxia.
Por su parte la Universidad de El Salvador, a través de las personas de Fabio Castillo y José María Méndez, y algunos grupos políticos de la oposición, veían con desconfianza a este proyecto, y obviamente como un instrumento de la clase oligárquica por lo cual se opusieron férreamente, sin embargo el gobierno se situaba en la antípoda de esta visión y con una óptica anticomunista vislumbró una buena oportunidad para debilitar a la UES, y así se aprobó una desventurada Ley de Universidades Privadas con escasos trece artículos el 24 de Marzo de 1965, por Decreto Legislativo Nº 244 (Diario O.,1965). El 13 de septiembre de 1965 se publicó en el Diario Oficial los Estatutos, y el 15 de septiembre comenzaban las clases en locales de Don Rua con trescientos cincuenta y siete estudiantes; al inicio la UCA contaba con las carreras de economía, administración de empresas e ingeniería industrial (eléctrica, mecánica y química); cabe acotar que la plena autonomía de la UCA no fue inmediata, en una fase inicial se dependía casi absolutamente de la UES, no obstante el sistemático bloqueo a la UCA posibilitó en un segundo momento en donde se definió la propia autonomía académica. Para 1967 la UCA contaba con quinientos cuarenta y un alumnos, y para 1968 con setecientos diecinueve estudiantes. En este contexto los padres salesianos solicitaron los locales y la UCA se tuvo que mover hacia las instalaciones del Colegio Externado San José mientras se buscaba un nuevo local. Tres años más tarde, en 1969 se funda la Facultad de Ciencias del Hombre y de la Naturaleza con las carreras de filosofía, psicología y letras (WebUCA, en línea).
Hacia 1968 ya estaban en diseños los edificios en un nuevo campus, en el que está actualmente, y un año más tarde se trasladó a estas instalaciones, a los primeros edificios hoy conocidos como "A" y "B"; el crecimiento del estudiantado continuaba ascendente, hacia 1969 ya contaba con un mil treinta y un estudiantes lo que generó la preocupación por la expansión y el desarrollo; en vista que las instituciones financieras locales no podían proporcionar los recursos necesarios de largo plazo y bajo interés, se consideró la posibilidad de gestionar un préstamo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con el apoyo del Consejo Nacional de Planificación Económica de El Salvador (CONAPLAN) quien ayudó en los preparativos del proyecto; el Banco Central de Reserva dio su apoyo, y se firmó el préstamo el 27 de octubre de 1970; el discurso leído por el P. José M. Gondra en el contexto del préstamo lo había escrito el P. Ellacuría y ya dejaba entrever los principios y fundamentos liberadores por los cuales se debe regir una universidad: América Latina ante su Liberación (ECA, 1971). El plan del préstamo era amplio y consideraba infraestructura física, aulas, cubículos, biblioteca, equipos, etc., el cual se ejecutó desde 1971 a 1974 la primera etapa, y a partir de 1978 la segunda etapa con el segundo préstamo.
Hacia 1972 se llevó a cabo una revisión organizacional interna diaganosticando el exceso de docencia y administración y la poca investigación institucional; con un modelo matricial se comenzó a reorganizar a partir de la creación de Departamentos como unidades especializadas y dedicadas a promover la investigación y la proyección social, y la docencia como un servicio a determinada Facultad; en este sentido el Departamento se define como una unidad disciplinar e interfuncional (WebUCA, en línea). Con esta nueva estructura se creó a finales de 1972 un "Manual de Organización y consideraciones justificativas". Así mismo, la reorganización incluía la creación de nuevas entidades como un Instituto de Investigaciones, Centro de Proyección Social y Secretaría de Comunicaciones. Los primeros proyectos de investigación fueron realizados con apoyo del Banco Mundial, uno sobre los costos y beneficios sociales de la estratificación rural en el país y otro sobre procesos políticos y electorales; ambas fueron publicadas como libros. Posteriormente el Instituto desapareció pero la cultura de investigar prevaleció de modo sistemático, también el Centro de Proyección Social le dio paso al Centro de Servicio Social.
Hacia 1973 se llevó a cabo una profunda revisión de planes de estudio con los siguientes criterios: a) incorporar una base educativa general; b) orientación ética, lógica y cultural al servicio del pueblo; c)área común a todas las carreras; y d)materias selectivas para ampliar la cultura. Esta reforma permitió mayor flexibilidad curricular, y donde se profundizó más fue en el área de ingeniería. Durante este año la UCA pasó un período de crisis financiera en tanto que los fondos diversificados de ingreso no abastecían a las demandas operativas lo que llevó a subir las cuotas; un año más tarde, en búsqueda de la equidad se estableció un sistema de cuotas diferenciadas para los estudiantes y un sistema de escalafón para quienes trabajaban en la UCA.
A mediados de los setenta la UCA comienza a cambiar su rumbo, se distancia considerablemente de las intenciones por la que fue fundada y adquiere un perfil muy peculiar a partir de cinco factores primarios: 1) La iglesia Latinoamericana comienza a transformarse con los criterios del Vaticano II a inicios de la década de los sesenta; se llevan a cabo la II y III Conferencia del Episcopado Latinoamericano en donde emergen temas capitales como la opción preferencial por los pobres, justicia, etc.; 2) Emerge la Teología de la Liberación como un momento segundo de reflexión y análisis a partir de la vivencia pastoral, cuyo sujeto histórico es el pobre y la pobreza estructural y estructurante, 3) Se lleva a cabo en 1975 la XXXII Congregación General de la Compañía de Jesús en Roma, y en documento, Decreto 1,2 se define el significado de ser jesuita hoy: "comprometerse bajo el estandarte de la cruz en la lucha más crucial de nuestro tiempo: la lucha por la fe y por la justicia, que la misma fe exige"; 4) El padre Ellacuría asume la rectoría de la UCA en 1979, -y la vicerectoría de proyección social-; ciertamente el P. Ellacuría estaba vinculado a la UCA desde 1967 como docente; en 1972 como Jefe del Departamento de Filosofía; en 1974 como fundador y director del Centro de Reflexión Teológica (CRT); y en 1976 como Director de la Revista ECA. 5) La realidad histórica salvadoreña en su contexto socio político estaba degradando a la persona humana y pisoteando sus derechos; como lugar manifestativo y presencial de la realidad, ésta realidad histórica deshumana interpelaba a la "inteligencia sentiente" (Z. Xubiri) en busca de una respuesta y de una guía ética que indicara el camino.
En este contexto el P. Ignacio Ellacuría, s.j. publica un artículo capital en 1975: "Diez Años Después ¿es posible una universidad distinta? (ECA, 1975); aquí define el P. Ellacuría el concepto de "Dimensión política de la Universidad" que sería tratado más a fondo en los artículos "Universidad y Política" (1980) y "Universidad, Derechos Humanos y Mayorías Populares" (1982). Así mismo denuncia que existen dos formas falsificadoras de cumplir la misión política: una, robusteciendo el sistema imperante con una respuesta a sus demandas y exigencias; otra, enfrentarse al sistema según el modo de hacer de un partido político de la oposición o de las organizaciones populares. La alternativa por el carácter crítico, ético y político de una universidad debe de entenderse como "conciencia crítica y creadora de la realidad nacional", pero conciencia no implica solamente una visión ética, sino que hace explícita referencia a "con-ciencia", es decir con cientificidad. La misión política universitaria debe tener su propio horizonte: la realidad nacional, su ámbito: la cultura, su modo: la palabra eficaz, su talante: beligerancia y un objetivo definido: transformación estructural de la sociedad. Estos rasgos pensados por el P. Ellacuría tienen sus propios impedimentos coyunturales y estructurales, sean la sociedad, lo económico, la resistencia socio-política, la falta de recursos, entre otros; pero sin lugar a dudas la Universidad debe ser más conciencia critica de la sociedad que un recinto para fabricar profesionales.
Las ideas del P. Ellacuría y el momento histórico de diez años de vida exigieron un alto en el camino; así 1975 fue un año dedicado a evaluar y a reflexionar sobre el trecho recurrido y planificar un rumbo adecuado; el tema de transformación de la sociedad exigía respuestas claras y evidentes; la obra del ex Rector de la UCA Román Mayorga Q. "La universidad para el cambio social" (1976) complementa la visión del P. Ellacuría, y refleja el ideal de esta época, también el artículo de Ignacio Martín Baró "Una nueva universidad para una nueva pedagogía". En 1976 la junta de directores comenzó una serie de consultas para replantear la misión de la UCA de cara al segundo préstamo del BID, de esta consulta salió un documento como marco para la discusión que duró cinco meses en donde participaron veinte personas; los resultados de este proceso están recogidos en "Las funciones fundamentales de la universidad y su operativización (UCA, 1979); dicho documento cuenta con tres apartados en donde se definen identidad, funciones de docencia, investigación y proyección social, y operativización de los dos anteriores. Las reducciones profesionalizantes de las carreras fueron reformadas con una dimensión ética y lógica, se revisaron los métodos didácticos y evaluativos, se consolidó el registro académico, se establecieron lineamientos para la admisión y se sentaron las bases para los posgrados; así mismo, se revitalizó el Centro de Reflexión Teológica creado en 1974 y se crearon nuevas carreras humanísticas como sociología y ciencias políticas. En la década de los ochenta, a pesar de la situación difícil generada por el conflicto, se abrieron nuevas carreras: química agrícola e ingeniería eléctrica en 1982, ingeniería agronómica con especialidad en economía agrícola, profesorado en ciencias sociales y en ciencias religiosas y morales en 1983, ciencias jurídicas en 1984, arquitectura en 1987; en 1985 inició el programa de Maestría en Teología que se legalizó diez años después y en 1987 la Maestría en Administración de Empresas. Durante está década se robusteció la editorial universitaria UCA Editores creada en la década de los setenta; entre 1979 y 1984 la UCA contaba con nueve revistas, entre las que se destacan: ECA, Proceso, Revista Latinoamericana de Teología; también la producción literaria se incrementó considerablemente. En 1985 al cumplir veinte años la UCA se volvió a revisar la identidad y misión, y los resultados de este proceso teórico se recogen en "Planteamiento Universitario" (1989). A finales de los ochenta vuelve la crisis financiera a nivel nacional que también afectó a la UCA, concretamente en las exigencias del BID, no obstante el gobierno Demócrata Cristiano asumió parte de los compromisos de la UCA, luego después del asesinato de los jesuitas en 1989, hacia 1991 el Congreso de los Estados Unidos liberó dicha deuda.
El P. Ellacuría estaba convencido que la Proyección Social de la Universidad era la función más importante; ésta proyección social marcada indeleblemente con un juicio crítico a la sociedad, con una inquisición racional sobre la realidad y con una opción preferencial por las clases desfavorecidas generaron el martirio de seis sacerdotes y dos colaboradoras el 16 de noviembre de 1989 Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes, Amando López, Joaquín López y López, Juan Ramón Moreno, Elba y Celina Ramos, en el contexto de la ofensiva del FMLN; ciertos grupos políticos concertados con grupos oligárquicos del sector económico, financiero y productivo y con militares, no resistieron la verdad y decidieron desplazarla con la muerte; en las obras de Martha Doggett "Una muerte anunciada. El asesinato de los jesuitas en El Salvador" (1994) y de Teresa Whitfield "Pagando el precio. Ignacio Ellacuría y los jesuitas asesinados en El Salvador" (1998), se encuentran los pormenores de este hecho lastimoso para el país. Los rectores de la UCA después del asesinato han sido el P. Estrada y el P. J. Tojeira. Esta proyección social aguda e inquisidora comenzó desde los inicios de la UCA por medio de sus instrumentos de investigación y publicación, posteriormente se intensificó a través del Instituto de Opinión Pública de la UCA (IUDOP), el Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI), la Radio YSUCA y el Instituto de los Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA).
Para 1997 la UCA cuenta con una población estudiantil que supera los siete mil cuatrocientos estudiantes, y con más de trescientos docentes, ofreciendo un total de veintisiete carreras, entre ellas tres maestrías y un doctorado en filosofía iberoamericana. Los rectores de la UCA han sido: Florentino Idoate, Luis Acherandio, Román Mayorga Quiroz, Ignacio Ellacuría, Miguel Estrada, Francisco Xavier Ibizate y José María Tojeira.
Sin lugar a dudas la UCA puede considerarse la primera universidad privada, no sólo por su antigüedad sino también por su seriedad académica, obviamente considerando que tiene el apoyo institucional de la Compañía de Jesús y convenios de cooperación externa; pero sin lugar a dudas, lo que ha enaltecido a esta universidad ha sido el trabajo científico y comprometido de hombres de la talla de Ignacio Ellacuría, Segundo Montes e Ignacio Martín Baró (O.Picardo, 1999).
II.3.- LA LUCHA POR LA FE Y POR LA JUSTICIA: Dimensión teológico-fiducial de Ignacio Martín Baró
 
 
Para comprender la realidad teológico fiducial –o de fe- que influyó significativamente en el compromiso intelectual de la obra de M. Baró, es necesario recorrer algunos hechos eclesiales de vital importancia, tales como el Concilio vaticano II (1962), la segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana, en Medellín (1968), la Teología de la Liberación y la Congregación general XXXII de la Compañía de Jesús (1975). Existe en estos acontecimientos una lógica estructural y estructurante de vital importancia, y por su incidencia personal, los aspectos fiduciales están íntimamente relacionados con las creencias y valores de M. Baró; en este caso, la articulación entre fe y ciencia es fundamental, en tanto y en cuanto la fe posibilita una analogía de compromiso con la justicia, factor que determina su preocupación social desde la psicología.
Comenzando con el Concilio Vaticano II, hay que afirmar que este acontecimiento afectó a toda la Iglesia, y en ella a la Compañía de Jesús. Los Concilios Ecuménicos en la historia de la Iglesia han sido veintiuno, comenzando con Nicea en el 325 d.C. hasta el Vaticano II (1962-1965); estos Concilios se pueden catalogar como respuestas eclesiales a la evolución del pensamiento y de la humanidad.
Particularmente el Concilio Vaticano II, más que un evento reformador, fue renovador; los dos protagonistas de este concilio Juan XXIII y Pablo VI, se caracterizaron por ser dos Papas muy progresistas, e intentaron con dicho Concilio recuperar el espíritu genuino del cristianismo.
Cuatro Constituciones (Lumen Gentium, Dei verbum, Sacrosanctum Concilium, Gaudium et Spes); nueve Decretos (Ad Gentes, Inter Mirifica, Orientalium Ecclesiarium, Unitatis Redintegratio, Christus Dominus, Optatam Totius, Presbyterorum Ordinis, Perfactae Caritatis, apostolicam Actuositatem); tres Declaraciones (Gravissimum Educationis Momentum, Dignitatis Humanae, Nostra Aetate); y seis Mensajes a la humanidad, son los resultados de este magno evento que sacudió a la iglesia en un verdadero "aggiornamento" (CVII, 1997).
Los efectos del Concilio consistieron en una ruptura radical con el conservadurismo tridentino, dando paso a ideas más progresistas, y desterrando una concepción de la fe eminentemente litúrgica, cúltica y dogmática; así mismo, otro de los grandes aportes fue la apertura a lo vernáculo y a la integración de elementos culturales, particularmente permitiendo una socialización de la Biblia, que hasta la fecha era un privilegio jerárquico sacerdotal.
Como se anotó, la revolución eclesial del Concilio Vaticano II llegó a Latinoamérica, concretamente a la segunda conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM II) que se levó a cabo en Medellín, Colombia en 1968. Allí todos los Obispos del continente discernieron los "signos de los tiempos Latinoamericanos", y elaboraron un documento muy comprometedor sustentado en un título que de por sí dice mucho: Promoción Humana, anteponiéndolo a los temas de evangelización y eclesiales.
En este contexto, tres temas fundamentales impregnaron todos los aportes de Medellín: opción preferencial por los pobres, liberación y justicia; sustentados en un eje transversal histórico, los Obispos, se distanciaron prudencialmente de lo fiducial para acercarse a un marco antropológico problemático: "Existen muchos estudios sobre la situación del hombre Latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo" (CELAM II, 1977), con éste párrafo comenzaba el documento de Medellín (Promoción Humana, 1 Justicia, I hechos).
En este contexto y desde esta perspectiva, no hay que olvidar la situación Latinoamericana, similar a la descrita en el apartado de la realidad nacional salvadoreña; un panorama funesto de pobreza en un marco cruento pautado por el anticomunismo y el comunismo; corrupciones, dictaduras, militarismo, fraudes políticos, persecuciones, migraciones masivas, destierros, deuda externa, exilios, represión, asesinatos, entre otros males, era el panorama del continente.
La iglesia Latinoamericana sensibilizada por el evangelio rejuvenecido a través del Concilio Vaticano II, descubrió en el pobre al mismo Dios y se solidarizó con él, comprometiéndose y luchando para liberarlo de las injusticias sociales y del mayor pecado: los empobrecedores.
Una respuesta inmediata de Medellín fue la Teología de la Liberación, la cual se puede definir como una reflexión sobre la fe que utiliza métodos pocos convencionales para el análisis; se trata de un "momento segundo –de reflexión- sobre la praxis histórica –primer momento- (Ellacuría); otros la definen como un modo teológico que utiliza tres mediaciones: analítica, hermenéutica y práctica (Boff), dicho de un modo más sencillo: ver-juzgar-actuar.
La Teología de la Liberación en muchos casos se auxilió del método de análisis marxista, como una herramienta epistemológica para conocer y comprender la realidad; así mismo, como método teológico intentó recuperar lo más genuino de la experiencia cristiana desmitificando la fe y la Biblia. La Teología de la Liberación se popularizó a través de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB´s) enarbolando un nuevo sujeto histórico: el pobre.
En este sentido, la opción preferencial por los pobres estableció una dinámica liberadora, es decir, por medio de la teología se intentaba desarrollar un discurso liberador buscando en Jesús un modelo de compromiso solidario. A partir de aquí, era incomprensible una visión de fe o de iglesia aislada de la justicia. Pensadores como Gustavo Gutiérrez (Perú), Segundo Galilea (Colombia), Juan Luis Segundo (Uruguay), Leonardo y Clodovis Boff (Brasil), Jon Sobrino (El Salvador), Enrique Dussel (México), entre muchos otros fueron los padres de este nuevo modo de hacer teología; por justicia, hay que decir que existieron influjos de teólogos progresistas europeos, católicos y protestantes, algunos de ellos apoyaron posteriormente este movimiento ( Rhanner, Moltmann, Bultmann, etc.).
Finalmente, en lo que respecta a las influencias teológicas fiduciales, es importante citar un hecho relevante que se llevó a cabo al interior de la Compañía de Jesús, en 1975: la Congregación general XXXII.
Como Orden Religiosa, la Compañía de Jesús, desde 1970 sintió la necesidad de adaptarse a los cambios exigidos por el Concilio Vaticano II y de revisar algunos tópicos internos, y a través del sucesor de San Ignacio de Loyola, P. Pedro Arrupe, se convocó a la trigésima segunda Congregación General de dicha Orden. En la agenda de selección sobre puntos a tratar, según votación, emergieron los tema de pobreza y de promoción de la justicia (SI, 1975).
Uno de los aportes más relevantes de esta Congregación en su Decreto, particularmente en el numeral 2 afirma: "¿Qué significa hoy ser compañero de Jesús?. Comprometerse bajo el estandarte de la cruz en la lucha crucial de nuestro tiempo: la lucha por la fe y la lucha por la justicia que la misma fe exige" (SI, 1975), frase lapidaria, que está latente en la lápida de los mártires en la UCA. Estas y otras consideraciones de tal Congregación configuró un nuevo rumbo para la Compañía de Jesús, derrotero que en la provincia Centroamericana se tomó muy en serio, recordemos que ya en 1977 el P. Rutilio Grande S.J. era asesinado en el Paisnal por su compromiso con la fe y la justicia, punto de partida de una secuela de persecuciones que acabó con el asesinato de los seis jesuitas en la UCA.
Como podemos apreciar en este preámbulo teológico – fiducial emerge el tema de la justicia que conlleva al compromiso social, es obvio la hilvanación que se puede delinear desde el campo de la fe hacia el ámbito de la Psicología social. En términos más generales, cuando conjugamos los tres tópicos tratados descubrimos un gran antecedente de mucha influencia para comprender el pensamiento de M. Baró.
Es la realidad nacional problemática que exige una respuesta profesional, en este caso desde la psicología social; es la UCA un lugar privilegiado para elaborar tal respuesta, contando con múltiples instrumentos a partir de las funciones universitarias de docencia, investigación y proyección social; y existe un antecedente de fe comprometida con la justicia que demanda de modo más radical y ético un compromiso serio para liberar a las mayorías empobrecidas.
M. Baró es más que un Psicólogo Social, es un académico, un hombre de fe, un sacerdote preocupado por los asuntos pastorales, un inquisidor de la realidad que busca a través de la opinión un diagnóstico, es un profesional inconforme con las teorías importadas; es en síntesis, un psicólogo comprometido con los signos de los tiempos que busca la verdad, que desideologiza para comprender la realidad problemática más allá de la periferia aparente; en medio de una guerra se preocupa por sus efectos traumáticos, y denuncia con valor los verdaderos males de la violencia, y en muchos casos a los responsables directos.
III.- ANALISIS DESCRIPTIVO DE LA PRODUCCIÓN INTELECTUAL DE IGNACIO MARTIN BARO
Llegando al punto neurálgico del estudio monográfico, se ha decidido dividir la obra de M. Baró en dos bloques de pensamiento: el primero, lo referente al campo psicológico, estrictamente, y el segundo, recopilación de otros escritos académicos, que si bien no son pertinentes al plano de la psicología siempre poseen cierta lógica que de un modo u otro los yuxtapone.
Se advierte, que en lo referente a la producción intelectual del campo psicológico, un problema no resuelto de modo tácito, es el establecimiento de un rango de prioridad en tales escritos, dicho de otro modo, cuáles son las obras más importantes, y cuáles las menos importantes; a pesar que existen libros o artículos de M. Baró que trascendieron en la esfera psicológica, concretamente los que tratan temas de Psicología Social, se opta, en primer lugar, por considerar todos los escritos importantes, aunque lógicamente se traten en este estudio con mayor rigor e intensidad éstos últimos debido a la tradición, y a que tales escritos constituyan en mayor acervo; pero el orden seleccionado en este caso será siguiendo la cronología editorial de los mismos. Hay que destacar, finalmente, que en muchos casos los artículos (de carácter científico) de M. Baró aparecen publicados en la Revista de Estudios Centroamericanos (ECA), como también en la Revista de Psicología de El Salvador, o en el Boletín de Psicología, y hasta en sus libros; por razones de tiempo no se pudo llevar a cabo un estudio exhaustivo a cerca del verdadero orden de producción que sería lo ideal. Así mismo es necesario anotar, una vez más, que el estudio es descriptivo, y que no pretende realizar juicios cualitativos, sino recopilar y comentar.
III.1.- PENSAMIENTO PSICOLOGICO
Tal como se ha anotado anteriormente, un alto porcentaje de los escritos psicológicos de M. Baró responden en su mayoría a problemas vinculados al conflicto y a la guerra civil misma. Como se insinuó anteriormente, cuando se anota una referencia o se cita un "artículo" de M. Baró, se entiende que es un documento científico que generalmente sigue las normas de la APA.
La violencia en Centroamérica: Una Visión Psicosocial, es uno de los artículos de M. Baró que recoge la visión de sufrimiento que vive la región a causa de los diversos conflictos, y pretende dar algunas respuestas científicas desde la óptica psicosocial. En primer lugar M. Baró denuncia que la violencia que vive la región imposibilita la liberación de pronunciar la palabra histórica de los pueblos; en segundo término, indica que dichos procesos de violencia incrementan la delincuencia y la criminalidad, tesis comprobada en investigaciones realizadas en El Salvador y Guatemala, en donde "quienes al abrigo o como consecuencia de la confrontación bélica, han asumido la violencia como su herramienta de trabajo, y han convertido al asalto y aún el secuestro en su ocupación más habitual" (M.Baró, 19901).
Según M. Baró hay que trabajar para establecer una reconciliación social que permita establecer un nuevo marco para la convivencia, en el que se reduzcan al mínimo el empleo de la violencia, abierta o encubierta, y esto "no es sólo un problema de orden político; es un problema también de orden psicológico y cultural." (M.Baró, 19901).
En este caso la psicología podría aportar importantes soluciones al problema, examinando previamente dos pasos fundamentales para hacer frente a la violencia generalizada en Centroamérica: "En primer lugar, es preciso desenmarañar el análisis diagnóstico que parece prevalecer en el área acerca de la naturaleza y causas de la violencia. En segundo lugar, debemos examinar todos aquellos elementos que nos ofrece la investigación psicosocial para intervenir constructivamente en el ámbito de la violencia, sobre todo de la violencia política" (M.Baró, 19901).
Inmediatamente M. Baró plantea un análisis semántico del concepto "violencia", para él el término es muy genérico y exige un tratamiento más profundo para evitar el enmascaramiento que encubre procesos y comportamientos muy diferentes; en efecto, violencia es el bombardeo sobre un cantón donde se sospecha que hay guerrilleros, violencia es el asesinato de un líder sindical, y violencia es la tortura infringida a un opositor político.
Para M. Baró existen tres modalidades de violencia en la realidad salvadoreña: a) la violencia de los comportamientos delictivos; b) la violencia de la represión política; y c) la violencia de la confrontación bélica (M.Baró, 19901). Es importante destacar que todo acto de violencia va acompañado por su justificación, y es aquí donde aparece con toda claridad el carácter ideológico de la violencia, es decir (a) que expresa o canaliza ciertas fuerzas e intereses sociales concretos en el marco de un conflicto estructural de clases; y (b) que tiende a ocultar esas fuerzas e intereses que lo determinan. El carácter ideológico de los comportamientos violentos permite comprender dos tesis bien conocidas: 1) el que siempre y únicamente se considere como malo o injustifique el comportamiento violento del otro y no el propio; 2) el que la justificación social de la violencia engendra la proliferación tanto de la justificación como de la violencia misma (M.Baró, 19901).
Ante esta "nuda realidad" (X. Zubiri), M. Baró plantea "Un plan psicosocial contra la eficacia de la violencia", a partir de dos grandes aportes de la psicología al análisis de la violencia: "a aquellos que se refieren a las agresiones individuales y aquellos que se refieren a las agresiones institucionales"; una salida que tradicionalmente se ha propuesto para que la frustración no aboque a la agresión ha sido la de propiciar formas catárticas, es decir, encontrar medios para que las personas puedan desahogar sus frustraciones sin causar daños a terceros; otra alternativa más reciente para encausar la energía generada por las frustraciones hacia objetivos alternativos a la agresión, lo constituye el entrenamiento en el control personal –citando a C. Binkoff- . El control personal consiste en una serie de técnicas empleadas en la practica clínica, que pretenden dar a la persona recursos para orientar su comportamiento a los fines que estime conveniente, sin verse arrastrado a acudir a acciones violentas por la fuerza de los problemas y frustraciones cotidianas. Estas técnicas incluyen métodos de relajamiento, formas de autoconocimiento y habilidades mentales (M.Baró, 19901).
Nos encontramos con un documento tan dócil y sencillo, como valiente y propositivo; M. Baró denuncia la violencia e indica con rigor lo que acontece en la realidad, y análogamente propone una alternativa psicológica para disipar las actitudes violentas, más allá de una catarsis dirigida, propone un método en donde el sujeto constructivamente participa en un instrumento interno de control mental.
En el artículo De la Guerra sucia a la guerra psicológica: El Caso de El Salvador, M. Baró define conceptualmente desde la perspectiva psicológica los componentes y elementos que están constituyendo la guerra sucia, concretamente analizando el caso de El salvador.
En primer lugar anota que la guerra sucia es una práctica dirigida a todos aquellos vinculados con las actividades insurgentes, sean la base material o intelectual, real o potencial de apoyo; y delimita el concepto con un ejemplo histórico entre 1980 y 1983 en el país, citando las 27,000 víctimas que han sido sujeto de secuestro, tortura, desaparición y hasta asesinatos. Esta guerra sucia logró tres grandes objetivos: a) desarticular las organizaciones populares de masa; b) eliminar figuras de oposición más significativas; y c) debilitar las bases de apoyo del movimiento revolucionario (M.Baró, 19902).
Esta guerra sucia se valió de un medio: la guerra psicológica, la cual se disfraza de un ropaje democrático, influyendo en las creencias de los adictos, y practicando mecanismos violentos, de hecho "uno de los mecanismos de presión psicológica más comúnmente empleado en la tortura, es el de hacer sentir a la persona que se encuentra sola, que sus familiares, amigos y compañeros lo han abandonado" -citando a Watson- (M.Baró, 19902). Obviamente este tipo de prácticas acarrea serias consecuencias psicosociales, que van desde la propia eliminación de las personas, pasando por las lesiones corporales y psicológicas, dejando éstas últimas, serios traumas generados por el ambiente permanente de hostigamiento e inseguridad. Finalmente, se puede detectar una consecuencia colectiva asociada a la devaluación de la lucha, a través del desprestigio moral de quienes asumen las causas revolucionarias.
Nuevamente nos encontramos con un escrito radical y sin miedo que denuncia las practicas más inhumanas que se dan en la realidad salvadoreña, se trata de un escrito desideologizador que desenmascara, y analiza con precisión científica y conceptual el hecho deshumanizador de la guerra sucia y de sus medios: la guerra psicológica. Si bien no encontramos un aporte brillante e innovador, lo valioso del documento es la voluntad de verdad real y la honestidad de decir y definir tales prácticas en un contexto violento; dicho de otro modo, desenmascarar y denunciar lo que se estaba vivenciando en el país.
En el artículo El hacinamiento Residencial: ideologización y verdad de un problema real, M. Baró nos revela que los problemas de la densidad residencial y del hacinamiento han sido estudiados tanto por la psicología como por la sociología, no obstante, revisando los modelos teórico se descubre que no ha habido un aporte sustancial para la solución de estos problemas; en este sentido, propone un nuevo modelo desde la psicología social que pretende integrar las posibles soluciones ante dicho problema partiendo de un análisis que considera el espacio social como un bien producido y organizado de acuerdo a los intereses dominantes de cada sociedad; la mala distribución de este espacio provoca situaciones de alta densidad que desembocan en un verdadero hacinamiento (M.Baró, 19903).
El hacinamiento se define como una experiencia de escasez espacial causada por la presencia de demasiadas personas en una determinada situación; las consecuencias de este fenómeno se midieron en una investigación cuyo modelo consideró cien familias de los sectores urbano-marginales de San Salvador, en cinco grupo según el tipo de vivienda.
Los resultados muestran que hay una relación directa entre densidad objetiva (social y espacial) y experiencia de hacinamiento, pero el carácter negativo del hacinamiento depende de los factores, como el tipo de vivienda y la actividad involucrada. Tanto la densidad como el hacinamiento contribuyen a la insatisfacción de las personas con su vivienda, que pueden llegar a perjudicar ciertos aspectos de su vida familiar; además se comprobó que tanto la densidad como el hacinamiento contribuyen a estructurar la situación de carencia y marginación que caracteriza los sectores populares salvadoreños (M.Baró, 19903).
El Psicólogo en el contexto Centroamericano, es un artículo que define con precisión la misión fundamental de éste profesional de cara a las exigencias de una realidad histórica social problemática; en este sentido, el trabajo profesional del psicólogo debe definirse frente a las circunstancias concretas de la población a la que debe atender, tomando en cuenta con seriedad la situación actual de los pueblos Centroamericanos, caracterizada por tres elementos: a) la injusticia estructural; b) las guerras o cuasi-guerras revolucionarias; y c) la pérdida de la soberanía nacional (M.Baró, 19904)
Si bien el psicólogo no es llamado a resolver estos problemas políticos de gran magnitud, sí debe contribuir, desde su especificidad a buscarles ciertas respuestas convincentes. Para ello se propone como horizonte de su quehacer la concientización, es decir, el ayudar a que las personas superen su identidad alienada (personal y social), así como también ayudar a la transformación de las condiciones opresivas de su entorno.
El aceptar la concientización, como parte de la tarea profesional del psicólogo y como horizonte de su función social, no requiere tanto el cambiar el campo de trabajo, sino más bien cambiar la perspectiva, tanto teórica como practica, desde la que se trabaja. Ello supone que el psicólogo Centroamericano se deba replantear su conocimiento y su praxis, asumiendo la perspectiva de las mayorías populares y opte por acompañarlas en su camino histórico hacia la liberación (M.Baró, 19904).
En éste último párrafo encontramos la esencia del pensamiento de M. Baró, fusionando la tarea profesional y científica del psicólogo con la mística liberadora pautada por el compromiso de la justicia y de la opción por los más pobres.
"El problema de la salud mental debe ubicarse en el contexto histórico en donde cada individuo elabora y realiza su existencia en las telarañas de las relaciones sociales" (M.Baró, 19905), así sitúa M. Baró el tema de la salud mental en su artículo Guerra y Salud Mental.
En este contexto, M. Baró propone cambiar la perspectiva de la salud mental y de los trastornos mentales, viéndolos no desde dentro hacia fuera, sino de afuera hacia adentro; no como la encarnación de un funcionamiento individual interno, sino como la materialización en una persona o grupo del carácter humanizador o alienante de una estructura de relaciones históricas.
Esta perspectiva permite apreciar en un amplio sentido el impacto que sobre la salud mental de un pueblo pueden tener aquellos acontecimientos que afectan las relaciones humanas; obviamente, habría que destacar la guerra, como uno de los hechos que causa profundos efectos negativos, por lo que tiene de crisis socio-económica, por su dimensión de catástrofe y por lo que arrastra de irracionalidad y deshumanización (M.Baró, 19905).
Pero M. Baró no explica una teoría al margen de la realidad, escribe sobre la guerra salvadoreña, y explica lo que ésta tiene de alteración y conformación de las relaciones sociales, a las cuales califica como violentas, polarizadas y mentirosas. En base a esta realidad es innegable el deterioro colectivo de las relaciones sociales. La guerra de El Salvador está precipitando numerosas crisis y trastornos personales en quienes ya no pueden descifrar adecuadamente las de su situación vital. Como no se puede asumir que la guerra tenga un efecto uniforme en la población, el análisis prosigue de acuerdo a las siguientes coordenadas: la clase social, el involucramiento en el conflicto y la temporalidad.
En La violencia política y la guerra como causas del trauma Psicosocial en El Salvador, nuevamente encontramos el rol desideologizador de M. Baró en su análisis.
Frente a una falsa imagen que el país pretende ofrecer al gobierno norteamericano como una "incipiente democracia", varios hechos cotidianos en las relaciones sociales más básicas muestran una realidad muy distinta: la de un país en guerra civil. Desde una perspectiva psicosocial, la guerra salvadoreña se puede definir por tres características: a) la polarización social, intencionalmente buscada por los grupos rivales; b) la mentira institucionalizada, que con el tiempo va alcanzando nuevos niveles; y c) la violencia, que ha pasado a ser preponderantemente bélica, con la consiguiente militarización del país (M.Baró, 19906).
Esta situación de guerra produce un trauma psicosocial, es decir, la cristalización traumática en las personas y grupos, en donde se debilitan las relaciones sociales deshumanizándose cada vez más. La polarización tiende a somatizarse, la mentira institucionalizada precipita graves problemas de identidad, y la violencia aboca a una militarización de la misma mente. De ahí la urgencia de emprender una tarea psicosocial de despolarización, desideologización y desmilitarización del país (M.Baró, 19906).
La familia, puerto y cárcel para la mujer salvadoreña, es un excelente análisis, que más allá de la perspectiva de género, plantea la situación real de la mujer en un contexto condicionado por estereotipos y creencias que sustentan una falsa moral y un referente desfigurado para el psicólogo salvadoreño.
Según M. Baró las creencias que en nuestra sociedad se tienen a cerca de la familia existente en la sociedad salvadoreña, repercuten negativamente en el desarrollo personal y social de la mujer; esta visión está sustentada en tres estereotipos sobre la familia salvadoreña: 1) sobre la naturaleza de la familia, se tiende a creer que existe un tipo único de familia ideal, que correspondería a la naturaleza humana y que habría sido querido directamente por Dios; esta familia ideal sería monógama, patriarcal, matricéntrica y estable. 2) sobre la distribución de funciones familiares, se cree que dicha distribución ideal del trabajo familiar asigna al hombre el papel de proveedor externo, y la mujer el de mantenedora interna; mientras que el hombre tendría que buscar el sustento para la familia, a la mujer le corresponde el cuidado del hogar. 3) sobre las relaciones entre padres e hijos, está bastante extendida la creencia de que la crianza y educación de los hijos, principalmente en los primeros años, es sobre todo responsabilidad de la madre; a este respecto, la practica muestra que en la mayoría de los casos es la madre , y no el padre, el que asume la representación de la familia frente a las actividades educativas, y esto se da aunque ambos cónyuges trabajen (M.Baró, 19907).
En un segundo momento del artículo M. Baró explica el sentido psicosocial de los estereotipos sobre la familia; de este modo, en primer lugar estos estereotipos llevan a una comprensión de los roles familiares como si se trataran de exigencias propias de la naturaleza humana, y por consiguiente inmutables; dicho de otro modo, el que no se conforma a tales roles sabe que no está cumpliendo con su papel y/o responsabilidad social; en segundo lugar, esas creencias estereotipadas sobre la familia asignan a la mujer un papel de subordinación social al hombre, al ubicar como horizonte peculiar a la familia y el hogar trabajen (M.Baró, 19907). En última instancia, las creencias estereotipadas asignan a la familia la función de mantener un orden social vertical, autoritario y discriminatorio, en el que la mujer constituye de hecho un ser de segunda categoría.
Ante esta descripción, se define –primero- a la familia como "puerto", así para la mujer salvadoreña el hogar representa sus dominios; socialmente, es el hogar el ámbito que se le asigna para su realización, y por lo general en el hogar la mujer cuenta con un poder incuestionable y una capacidad de decisión muy amplia. Es en el hogar y en todo lo relativo a la vida familiar donde la mujer recibe más atención y respeto, y es una de las pocas áreas en la que se escucha su parecer; estos aspectos positivos de la vida familiar son los que permiten afirmar que la familia es el puerto más seguro, que social y personalmente, nuestra sociedad ofrece a la mujer. Si para muchas mujeres salvadoreñas la familia constituye un puerto de acogida donde obtiene poder, respeto, dignidad y campo para el desarrollo de sus virtudes, para otras mujeres –segundo- el puerto se convierte en "cárcel"; esto supone, sobre todo, un empobrecimiento tanto para la existencia de la mujer como para la misma familia. El empobrecimiento de la mujer se puede sintetizar en dos puntos: a) La mujer se vuelve dependiente del hombre, en una relación unilateral de sumisión; es el hombre el que determina el destino de la mujer, su éxito o fracaso. b) La mujer entra en una vía segura de frustración existencial, tan pronto como supera la etapa inicial de la fuerte demanda a su papel familiar como madre. Llegada a su edad adulta, a su madurez, la mujer se encuentra sin una tarea significativa, sin un horizonte para su existencia personal, sin un quehacer que le permita desarrollar y realizar sus potencialidades humanas trabajen (M.Baró, 19907).
Posiblemente el artículo Hacia una psicología de la Liberación represente la síntesis más genuina del pensamiento de M. Baró; es en este documento en donde esboza una visión de la psicología que tiene una misión concreta que cumplir.
El punto de partida es que los aportes de la psicología a la historia de los pueblos Latinoamericanos ha sido muy pobre, ya que siempre ha querido imitar una psicología de corte norteamericano, sin pensar, ni mucho menos analizar que las formas de pensar, actuar y hasta de dar terapias son muy diferentes, tomando en cuenta las circunstancias de Estados Unidos y de Latinoamérica. Estas diferencias ponen de manifiesto las profundas limitaciones del quehacer psicológico latinoamericano, en muchos casos movidas por un mimetismo cientista respecto a la psicología norteamericana, carente de una adecuada epistemología y aferrada con frecuencia a falsos dilemas que en nada responden a los problemas más importante de los pueblos trabajen (M.Baró, 1986).
Es muy importante enfatizar que desde la sugestión y el impulso de la teología latinoamericana de la liberación se propone un nuevo horizonte del quehacer para la psicología, consistente en el aporte eficaz a las necesidades de las mayorías populares (M.Baró, 1986).
Es necesario aportar para rescatar la memoria histórica de los pueblos, buscando una verdadera desideologización de sus experiencias cotidianas, de este modo las tareas más urgentes a las que debe responder una psicología de la liberación son tres:
1) El aporte social de la psicología en Latinoamérica, superando las limitaciones precarias, que al compararlas con otras áreas del quehacer intelectual se descubre un gran vacío, por ejemplo con el desarrollo sociológico y el descubrimiento de la teoría de la dependencia, que ha dado razones del subdesarrollo de nuestros países sin recurrir a explicaciones derogatorias de la cultura latinoamericana ligadas a la concepción de la ética protestante.
A diferencia de la cultura sajona, la cultura latinoamericana tiende a conceder un importante papel a las características de las personas y a las relaciones interpersonales. En un país como El Salvador, el Presidente de la República se constituye en un referente inmediato de casi todos los problemas, desde los más grandes a los más pequeños, y a él se le atribuye la responsabilidad de su resolución, lo que lleva a acudir al presidente lo mismo que para reclamarle sobre la guerra que sobre un pleito de vecinos.
2) La esclavitud de la psicología latinoamericana, patentada en una verdadera miseria que no hunde sus raíces en una historia vinculada a factores dependientes desde el período colonial hasta nuestros días, y que tampoco coincide con la historia neocolonial que ha sido impuesta durante siglos a través del "garrotazo cultural" que diariamente reciben los pueblos, y que con frecuencia encuentra en la psicología un instrumento más, entre otros, para moldear las mentes, siendo así un valioso aliado para tranquilizar conciencias y explicar las indudables ventajas modernistas y tecnológicas.
Dentro de las principales causas de la miseria histórica de la psicología latinoamericana, encontramos tres, todas relacionadas entre sí: 1) mimetismo cientista, que incluye la aceptación acrítica de las teorías y la interpretación ahistórica, siendo esta realidad un fundamento ideologizador. 2) Carencia de una epistemología adecuada, constituyendo una visión deformada de la realidad a través de pseudovalores individualistas, hedonistas, ahistóricos y homeostáticos. 3) Falsos dilemas, falsedad que no depende tanto porque no representen dilemas teóricos, sino más bien porque no responden a las interrogantes de la realidad de los pueblos latinoamericanos; y se refiere a tres dilemas: a) psicología científica frente a la psicología con alma; b) psicología humanista frente a la psicología materialista; y c) psicología reaccionaria frente a la psicología progresista (M.Baró, 1986)
Finalmente M. Baró plantea la Psicología de la Liberación indicando que la psicología latinoamericana debe romper su propia esclavitud, y propone tres elementos de análisis para construir la nueva psicología liberadora: a) Desde la perspectiva cristiana lo que se opone a la fe en Dios no es el ateísmo, sino la idolatría, es decir las creencias en falsos dioses, y en dioses que producen muerte. La fe cristiana se fundamenta en un dios de vida que busca condiciones históricas que den vida a los pueblos, y en el caso concreto de los pueblos latinoamericanos esta búsqueda de la vida exige un primer paso: la liberación de la opresión mental sobre las mayorías. b) La verdad practica tiene primacía sobre la verdad teorética; la ortopraxis sobre la ortodoxia. Para la teología de la liberación, más importantes que las afirmaciones son las acciones, y lo más expresivo de la fe es el hacer, más que el decir. c) La fe cristiana llama a realizar una opción preferencial por los pobres. La teología de la liberación afirma que a Dios hay que buscarlo entre los pobres y marginados, y con ellos y desde ellos se debe vivir la fe.
En tal sentido para construir una verdadera psicología de la liberación que responda a las necesidades reales de los pueblos latinoamericanos se debe: fijar un nuevo horizonte, asimilar una nueva epistemología y cristalizar una nueva praxis (M.Baró, 1986).
En 1989 se publicaba la primera edición de uno de los aportes más importantes de M. Baró: Acción e Ideología, hoy ya en su octava edición; en él explana con intensidad una visión de la psicología en acción que busca la verdadera desideologización a través de una visión dialéctica, intentando así esbozar el objeto real de la Psicología Social.
Tras la búsqueda de un instrumento intelectivo que sirva como vehículo para alcanzar el verdadero objetivo de la psicología social, M. Baró revisa el "psicologismo", cuya reducción consiste en abstraer los problemas de la historia y referirlos a los individuos, y también el "sociologismo" que reduce todos los problemas a variables sociales, negando la participación activa del sujeto; finalmente plantea el método "dialéctico", el cual parece ser que es el más adecuado para el estudio del objeto de la Psicología Social, ya que considera que tanto la persona como la sociedad se construyen mutuamente, sin que se pueda entender la una sin la otra (M.Baró, 1997).
Si se acepta como objeto de estudio de la Psicología Social a la acción en cuanto ideológica, lleva a buscar un objetivo que supere las intenciones positivas de "entender, predecir y controlar la conducta". Este objetivo debe posibilitar una mayor libertad individual y grupal mediante la toma de conciencia sobre los determinismos sociales de la acción. Habiendo un mayor conocimiento de esos determinismos habría la posibilidad de opciones más personales y una acción más consciente.
La afirmación de que el ser humano es de naturaleza social significa que el ser y el actuar de cada persona están referidos al ser y actuar de los demás; pero no toda acción humana es igualmente social. Según la etología –que es la ciencia que estudia la conducta animal en su medio ambiente natural- considera que lo social del ser humano está en la posesión de los mismos instintos que plantean las mismas exigencias y reclaman respuestas en común. (M.Baró, 1997)
Sin embargo, la sociedad para el conductismo radical, no es más que la suma de individuos y sus conductas. Así mismo, lo social es para cada individuo un dato externo, es el lugar en donde se encuentran los estímulos y esfuerzos necesarios para la satisfacción; la visión de esta corriente anula una dimensión fundamental del ser humano, y desfigura una práctica profesional centrada en las periferias de la realidad.
Haciendo un análisis psicosocial, bajo una concepción antropológica más amplia, se podría centrar en tres tipos de estructuras sociales: las relaciones primarias, las relaciones funcionales y las relaciones estructurales; en tal sentido, para la concepción de M. Baró, las relaciones primarias poseen aquellos vínculos humanos que se producen en grupos primarios y que tienen un carácter personalizante.
En el campo de la descripción de patologías psicosociales M. Baró incurrió con rigor en su aporte titulado La desatención social del poder opresor, publicado en el libro Problemas de Psicología Social en América Latina; se trata de una visión objetiva, desde la psicología social, a las formas y modo de actuar de los poderes públicos.
En este documento encontramos, en primer lugar, una definición acertada de la Desatención Selectiva; tomando en cuenta que uno de los procesos psicológicos más importantes en la regulación de las relaciones interpersonales es la "percepción", la psicología demuestra de una manera irrebatible que percibir y conocer son procesos eminentemente activos; la persona mediante su percepción y su conocimiento crea en cierta forma el mundo, o al menos lo recrea.
"Es importante definir, que nuestra percepción del mundo no es casual y que si lo percibimos así y no de otra manera, ello es debido a la eliminación selectiva de una serie de datos y formas" (M.Baró, 1978).
En la desatención selectiva, el individuo registra el dato o el hecho, sin embargo no presta atención a su significado, al menos a su significado con respecto a la propia personalidad o estilo de vida; mediante la desatención selectiva estructuramos un mundo en el cual queda protegida nuestra debilidad. De hecho, la desatención selectiva aparece en dos tipos de actividades: o cuando tenemos que realizar una tarea muy importante y difícil, o cuando nos encontramos en situaciones embarazosas que pueden afectar nuestra seguridad. (M. Baró, 1978).
El yo va a permanecer alerta, vigilante a fin de que entren en la conciencia datos cuyo significado pueda afectar la ejecución de esa difícil tarea o dejar al descubierto la debilidad del propio yo. Se trata pues, de un mecanismo de seguridad, y en el fondo de un mecanismo de defensa que previene la aparición de la angustia.
En lo que respecta a la selectividad social, hay que decir que el mecanismo de la desatención selectiva se da en la microescena individual, pero también en la microescala social. Lo que le sucede a un individuo que por su debilidad interna se siente incapaz de afrontar los cambios, les ocurre también a muchas sociedades. El político, el educador, el religioso, el estudiante, el profesional, etc., manifiesta una desatención selectiva que le permite conservar su mundo, su "status" y su situación de privilegios sociales. La desatención selectiva social puede adoptar formas muy diversas como: el desplazamiento, el mimetismo y el nominalismo.
El desplazamiento es un mecanismo de desatención selectiva que se funda en la importancia que se concede a los problemas secundarios, privados o pseudoproblemas. Con el desplazamiento, los verdaderos problemas quedan relegados al margen perceptivo; uno de los recursos que más ayuda al desplazamiento es la burocratización de las funciones públicas; se llevan papeles, se regulan formalmente los problemas sin preocuparse para nada de su alcance fundamental. La segunda forma general de desatención selectiva social, muy unida a la anterior, lo constituye el nominalismo; es la manera más generalizada de cómo los poderes oficiales desatienden selectivamente los problemas de fondo de los pueblos; a nivel gubernamental, el nominalismo se manifiesta a través de los discursos oficiales. La tercera y última forma de desatención selectiva lo constituye el mimetismo político; por mimetismo político se entiende aquella manera de percibir y afrontar las realidades locales y nacionales, al confiar servilmente las teorías y planteamientos ajenos, perdiendo así la capacidad de percibir las dimensiones de los problemas. (M. Baró, 1978).
Esta realidad manifestada en la desatención social tiene una consecuencia que genera una disociación vital, desvinculando la práctica política oficial de la realidad misma
Hacia 1975 M. Baró publicaba en ECA uno de sus escritos más críticos en relación a la realidad que vivía el país: El valor psicológico de la represión política mediante la violencia.
La violencia represiva en El Salvador tenía un uso institucional; por medio de los medios de comunicación se difunde la realidad sobre la aplicación de medios represivos violentos contra los opositores políticos (reales o supuestos) por parte de las fuerzas de seguridad del gobierno y otras entidades pseudociviles a través de: encarcelamiento, golpizas, maltratos, torturas e incluso llegan hasta la eliminación, simple y sistemática, principalmente de los líderes de los movimientos organizados; situación que se da a lo largo del continente Latinoamericano (M. Baró, 1975).
El hecho de que gran parte de esta violencia represiva sea ejercida indirectamente, mediante cuerpos u organismos a los que no se les reconoce ninguna institucionalidad, hace que muchas de estas entidades sean abrigadas y protegidas por el gobierno.
Los efectos de la violencia represiva no son nada evidentes, por lo menos a mediano y largo plazo; por ejemplo, en Brasil la violencia represiva parece haber producido resultados positivos, por lo menos desde el punto de vista desarrollista; en Uruguay, parece haber colaborado a la implantación de un caos socio-económico casi total; mientras que en Checoslovaquia la violencia dominadora de los rusos y sus aliados parece haber generado una situación de bonanza; en España la violencia franquista parece haber posibilitado un progreso económico notable; la misma violencia en Portugal ha hecho posible que todo un imperio se hundiera en días.
No se puede atribuir los resultados de toda una línea política a la simple variable de la violencia represiva, es necesario calibrar, dentro de lo posible, hasta dónde llega el influjo de la violencia represiva, y cuál puede ser su condicionamiento sociopolítico precisamente para deslindar su conveniencia o inconveniencia (M. Baró, 1975).
Si hablamos de esta conveniencia o inconveniencia, significa establecer un juicio de valor que supone criterios de orden político; entendiendo por político lo totalizador de la existencia histórica de la humanidad.
La conveniencia o inconveniencia política de una determinada medida dependerá de su racionalidad frente a los objetivos de una sociedad concreta; esta racionalidad viene señalada por las diversas ciencias sociales, como lo son la economía, sociología y psicología, entre otras, la cuales deben iluminar con sus conocimientos el camino de las opciones públicas. Por ejemplo, un gobierno debe hacer una elección respecto al valor de la educación en sus planes políticos; para el logro de este objetivo educativo deben señalar el camino las ciencias de la educación.
Analizando los aspectos propios de la violencia represiva, es necesario distinguir los efectos en las distintas personas que de una u otra manera entran en un proceso de este tipo de violencia, tomando en cuenta, en primer lugar los ejecutores u autores de actos violentos; en segundo lugar, las personas objetos de la violencia, es decir, aquellos que se convierten en el blanco de la represión; y en tercer lugar, aquellas personas que de una u otra manera se han convertido en espectadores, ya sea, en inmediatos o mediatos, de la violencia represiva, concretamente al espectador o a todo aquel que llega a tener noticias de la represión, sea por conocimiento directo o indirecto.
Los efectos en la violencia en el represor, parte de un primer efecto que en principio produce el acto violento en su ejecutor, y se trata de una disonancia cognitiva; la disonancia cognitiva consiste en una situación de malestar psíquico que se produce en el individuo ante dos o más conocimientos contradictorios, que de alguna manera implican una incoherencia o inconsistencia en él mismo. La disonancia cognoscitiva constituye una situación de desequilibrio que impulsa al individuo hacia su superación (M. Baró, 1975).
La disonancia se puede superar de muy diversas maneras: se puede cambiar u otros conocimientos disonantes, lo que implica un cambio en las creencia de la conducta; esta disonancia suele ser tenida en cuenta en el entrenamiento de quienes, por oficio van a verse obligados a matar a otros seres humanos como en el caso de los soldados; la manera más frecuente de cómo se previene esta disonancia es negando uno de los dos conocimientos, particularmente el de la humanidad de la víctima.
En lo que respecta a los efectos de la violencia represiva en el espectador, en el caso que el espectador pueda identificarse claramente de la víctima, se produce la devaluación que convierte a la víctima en "chivo expiatorio"; por otro lado esto produce una sensación de bienestar y de autoaprecio comparativo: "yo soy bueno", "yo no soy así"; éste es precisamente el tipo de reacción que se produce.
Para que se pueda producir esta desidentificación es necesario, al menos, una pequeña posibilidad de discriminar aquellos factores que están relacionados con el castigo, en otras palabras es necesario que se pueda identificar a la víctima como: comunista, guerrillero, criminal o cualquier otro atributo socialmente punible a partir de una serie de rasgos más o menos definidos; rasgos respeto a los cuales el espectador se pueda desidentificar, es decir pueda encontrar en otro, pero no en sí mismo (M. Baró, 1975).
Cuando el espectador se identifica de alguna manera con la víctima encuentra en sí mismo algunos o todos los rasgos y conductas por los que otros individuos han sido reprimidos, se va entones a producir un aprendizaje vicario, es decir, el castigo aplicado a la víctima sirve como situación modélica de aprendizaje para el espectador.
La experiencia que permite la formación de hábitos y su fijación no tiene que producirse necesariamente en el sujeto de aprendizaje, sino que se puede producir en otros sujetos que los van a recibir como modelos; en ellos se discriminaron las conductas, los estímulos de control, los refuerzos positivos y negativos, todo lo cual hace que el individuo aprenda en cuerpo ajeno (M. Baró, 1975).
Finalmente, la conclusión del documento plantea una serie de reflexiones a modo de proposiciones sobre los efectos antes enunciados, que según la psicología, la violencia represiva puede producir en una determinada sociedad.
Como el castigo, la violencia represiva es capaz de inhibir a la ejecución de determinadas conductas, al menos mientras su amenaza sea superior a la fuerza de la necesidad o aspiración que esas conductas tratan de satisfacer. La violencia represiva no produce por sí ningún cambio conductual, sino se posibilita a su aplicación de aprendizaje de conductas alternativas para la satisfacción de la necesidad o aspiración en juego, tan pronto cese la violencia aparecerán y con mayor fuerza las conductas reprimidas. La eficacia de la violencia represiva para impedir ciertas acciones es mayor en el reprimido que en el espectador;. sin embargo, políticamente interesa más que el hecho de que éstos son más que los reprimidos; en la medida en que la violencia represiva no consiga su fin inhibidor en los espectadores, su efecto puede resultar aún más contraproducente para los objetivos del represor. Mientras es eficaz la violencia represiva mantenida durante largo tiempo produce una reacción de pasividad generalizada en la población. La violencia represiva aumenta el nivel de frustración de diversos grupos sociales y por tanto su agresividad. La violencia represiva produce una polarización cognoscitiva entre los grupos sociales, que agudiza la oposición entre el grupo "nosotros" y el opuesto "ellos". Formalmente esta violencia constituye un modelo que enseña y refuerza los hábitos de respuesta violenta en los individuos como la forma más eficaz para resolver los problemas sociales y políticos; una ponderación cuidadosa es éstas consecuencias de la violencia represiva lleva a un juicio muy negativo sobre ella desde el punto de vista de su efectividad psicológica (M. Baró, 1975).
Paradójicamente, poco conocida en El Salvador, es la publicación de una reedición corregida y aumentada de Psicología Social desde Centroamérica (II). Sistema, Grupo y Poder, la cual se encuentra en línea, en una pagina Web de la Universidad Autónoma de Barcelona, administrada por el Psicólogo Social Juan Muñoz.
De esta obra se destaca el tema del "Grupo Humano", tratada por M. Baró con una profundidad analítica minuciosa; el viaje documental que nos propone M. Baró va desde lo más cotidiano y común del grupo humano, hasta un complejo análisis en donde dialoga con múltiples autores. La primera preocupación planteada es sobre la definición conceptual de grupo, la cual a partir de su contenido genérico y de su carga abstracta hace que se puedan realizar múltiples hermenéuticas (senecaWeb, 1999).
La utilización indiscriminada del término grupo para realidades tan variadas y distintas puede servir de un filtro ideológico que asimile unilateralmente o distrosionadamente la diversidad de naturaleza y sentido de los grupos que existen en cada circunstancia histórica y que tienen un significado social real. Por ejemplo, en El Salvador, ocurre algo así, cuando las grandes corporaciones empresariales incluyen entre las empresas privadas tanto a las grandes industrias y comercios, como a los talleres de costura en donde trabajan dos o tres personas, como si se tratara de un solo grupo con los mismos caracteres e intereses.
M. Baró viaja por los diccionarios, consulta a Robert Merton, a Didier Anzieu y Armando Bauleo, y finalmente, dialogando con sociólogos y psicólogos, particularmente con Marvin Shaw, llega al punto de definir seis criterios para definir un grupo: a) la percepción de los miembros; b) una motivación compatible; c) metas comunes; d) una organización; e) la interdependencia; y f) la interacción (senecaWeb, 1999).
Posteriormente analiza la postura de S. Freud a partir de su concepción de "solidaridad mecánica"; la visión de Freud está expuesta en dos de sus obras "Toten y Tabú" (1913/1967) y "Psicología de las masas" (1921/1972). Desde el marco conceptual del psicoanálisis, el grupo tiene que ser analizado con categorías psicológicas, ya que, como dice el mismo Freud a propósito del marxismo, "tampoco la sociología, que trata de la conducta del hombre en la sociedad, puede ser otra cosa que psicología aplicada" (M. Baró citando a Freud); desde esta perspectiva, el análisis de Freud parte de los planteamientos de Le Bon, acerca de la conducta de las masas, termina reflexionando sobre la configuración del yo individual; en última instancia, Freud considera que la realidad del grupo debe remitirse a lo que para él constituye el eje articulador de la configuración humana, el conflicto edípico.
Según Freud la existencia de los grupos tiene que examinarse a la luz de dos preguntas: ¿qué es lo que vincula a los miembros de un grupo con el jefe o cabeza?, y ¿qué es lo que vincula a los miembros del grupo entre sí?; para Freud ambas preguntas tienen una misma respuesta: vínculos amorosos y/o libidinosos, en donde el jefe o cabeza es un tema fundamental como analogía de la figura paterna en una familia (senecaWeb, 1999)
Posteriormente M. Baró escudriña la teoría grupal de Lewin, definida como solidaridad orgánica; obviamente por su escuela académica, Lewin es un hijo de la Gestalt, aunque se le considera un heterodoxo que recurre a una "topología que delimita "espacios vitales", los cuales se definen como factores psicológicos o circunstanciales que, en cada situación concreta, pueden determinar la conducta del individuo.
El carácter y talante de M. Baró le llevan siempre a adoptar una reflexión crítica sobre las teorías, como se ha visto no es un mimetista que copia lo que le conviene; después de consultar a Freud y Lewin, de modo dialéctico presenta una síntesis que supera la tesis y la antítesis; así de ambas teorías deduce que hay ciertas coincidencias importantes: un grupo es algo más que superposición de individuos; los grupos poseen un carácter dinámico; no obstante, M. Baró también indica los grandes defectos de estas teorías: parcialidad de los paradigmas, perspectiva individualista y ahistoricismo (senecaWeb, 1999).
M. Baró opta finalmente por una teoría dialéctica para su visión psicosocial, la cual debe cumplir con las siguientes características: 1) dar cuenta de la realidad social sin desvincular lo individual; 2) debe ser comprehensiva incluyendo grupos pequeños y grandes; y 3) carácter histórico. De este modo la definición que deduce de grupo es: "aquella estructura de vínculos y relaciones entre personas que canaliza en cada circunstancia sus necesidades individuales y/o los intereses colectivos" (senecaWeb, 1999).
En el estudio encontramos una gama de definiciones y análisis, entre las cuales se destacan: identidad grupal, formalización organizativa, relaciones con otros grupos, conciencia de pertenencia a un grupo, poder grupal, actividad grupal, tipologías grupales, entre otros.
III.2.- PENSAMIENTO ACADEMICO
 
 
En esta segunda parte, como se anotó al principio, se incluyen los escritos académicos de M. Baró, cuya característica de los mismos es que: a) no son escritos estrictamente psicológicos, aunque se establezcan mínimas referencias; b) tienen que ver con temas relevantes y pertinentes relativos a su status profesional.
Cuatro documentos conforman este análisis, dos que tienen que ver con temas estrictamente académicos o universitarios, y dos que tocan temas relativos a la realidad nacional. Posiblemente, existan otros documentos de este tipo, inclusive alguno de carácter religioso o pastoral, no obstante podrían estar inéditos o en archivos de la Compañía de Jesús.
¿Trabajador alegre o trabajador explotado?. La identidad nacional del salvadoreño, es un estudio que refleja el resultado del ejercicio de los análisis de opinión pública, llevados a cabo a través de IUDOP.
La identidad nacional, según M. Baró, se compone de una base objetiva de elementos compartidos por una población, más una conciencia sobre esas características comunes que movilizan a las personas como grupo nacional. Esa conciencia se expresa en la imagen que las personas tienen sobre lo que caracteriza a los miembros de la nación.
Los datos obtenidos al encuestar a dos grandes grupos de salvadoreños, uno, de los sectores medios metropolitanos de San Salvador, y otro, representativo de la población salvadoreña en general, y mediante una serie de discusiones con grupos representativos de diversos sectores sociales, muestran que la generalidad de salvadoreños tienden a ver su identidad nacional en un rango predominante: el de "trabajador", y con algunos rasgos secundarios adicionales como los de "alegre" y "religioso" (M. Baró, 19908).
Sin embargo, bajo esta aparente representación común, se oculta una percepción muy particular, de lo que ese ser trabajador significa especialmente para el grupo que representa a la población mayoritaria del país: en discusión libre a cerca de lo que es ser salvadoreño, el rasgo que emerge como predominante es el de una persona "sufrida y explotada".
En abstracto la imagen del salvadoreño como trabajador alegre parece ser bastante positiva, pero cuando se examina la vivencia concreta de la mayoría de los salvadoreños, se ve que es experimentada de un modo mucho más negativo: el salvadoreño es en sí trabajador, pero porque las circunstancias le obligan a luchar desde el comienzo de la vida por su propia supervivencia; el salvadoreño es alegre, pero para la mayoría de las personas existe un trasfondo de explotación y sufrimiento permanente.
La ideologización de esta imagen tal y como se trasmite y se refuerza en los comienzos a través del discurso social dominante, desde el sistema escolar hasta el sistema político, pasando por los medios de comunicación masiva, tiende a ocultar esas características negativas de la representación de la identidad nacional.
Ser salvadoreño, debe entonces suponer o asumir lo que de positivo hay en la realidad actual, pero integrando a un proyecto de identidad nueva que debe construirse, una identidad que se funde en unas condiciones sociales distintas, en las cuales el trabajo no suponga explotación, y la alegría no se funde en la inconsciencia sobre la propia realidad histórica (M. Baró, 19908).
La opinión pública salvadoreña, es un dosier que reflexiona sobre las actividades del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) durante los años 1987 y 1988, instituto fundado por el propio M. Baró.
La actividad del IUDOP da a conocer, de manera fidedigna, la opinión de los diversos sectores de la población salvadoreña sobre los principales problemas, procesos y políticas de la vida nacional; esta actividad ha supuesto un elemento nuevo y dinámico en la vida sociopolítica del país, su pretensión ha sido y sigue siendo posibilitar al pueblo salvadoreño la formalización de su conciencia, es decir, mostrar con precisión científica, lo que los diversos grupos de la población sienten en cada momento frente a los principales problemas nacionales (M. Baró, 1989).
Si el IUDOP mantiene este nivel de exigencia es porque así lo quiere su carácter académico, en tanto que se trata de un organismo universitario, y se lo permite su independencia ideológica y económica: el IUDOP no tiene vinculación con ningún partido político, ni sus encuestas son realizadas por encargo de ningún grupo o empresa.
Sintetizamos en tres puntos la experiencia del IUDOP: a) el deseo de la población salvadoreña de dar a conocer sus puntos de vista; b) la disminución del temor a expresar el propio parecer; y c) el alto grado de conciencia sobre la situación problemática del país.
La opinión de los salvadoreños no tiene la uniformidad que pretenden muchos políticos; desde mediados de 1987 el trabajo del IUDOP ha ido adquiriendo una dimensión centroamericana al establecer lazos con otros institutos o centros universitarios interesados en realizar un trabajo similar de sondeo de la opinión pública en sus respectivos países.
La opinión pública salvadoreña, es un documento que posee ocho tópicos que tratan diversos temas de la realidad nacional; los primeros cinco se refieren a problemas puntuales, los tres restantes tratan temas estructurales.
El primero, analiza: Las condiciones de vida de los salvadoreños, tomando en cuenta la vivienda en la ciudad y en el campo; la vivienda constituye un lugar en donde las personas echan raíces sociales; una mala vivienda o lo que es peor, la carencia de vivienda, desarraiga socialmente a las personas, privándolos de ese espacio donde se forma la primera identidad personal y social de los individuos, tanto campesinos como urbanos-marginales.
El segundo analiza: la escolaridad; el promedio de escolaridad es de nueve años, indicador que corresponde a la terminación de la educación básica en los sectores marginales, los cuales tienden a abandonar la escuela desde los primeros años de la primaria, generando otro tipo de ausentismo y analfabetismo.
El tercero analiza: empleo y desempleo; como es de esperar las tasas de desempleo es significativamente mayor entre los sectores bajos, marginales y rurales, mucho más que en los sectores altos.
El cuarto analiza: ingresos personales; el ingreso promedio de las personas pertenecientes a los sectores medio-alto y alto es de 9.2 veces mayor que el de los campesinos, y 6 veces mayor que el de los sectores marginales; mientras que el ingreso promedio de las personas que han alcanzado un nivel de educación superior es sólo 4.4 veces mayor que el de las personas analfabetas. Las personas de los sectores relativamente bajos a menudo no tienen una idea muy clara de lo que realmente perciben, ya sea por la forma de cómo reciben sus salarios, o bien por la diversidad e irregularidad de las fuentes con las que complementan su economía familiar.
El quinto analiza: salud; en la ciudad se encuentra de un mayor porcentaje de enfermedades respiratorias e infecto-contagiosas; en el campo es mayor el porcentaje de enfermedades gastrointestinales, claramente relacionadas con la falta de alimentación.
Entrando en los temas estructurales, el primer tema auscultado es sobre Religión; la afiliación religiosa se distingue entre católicos practicantes y católicos no practicantes; todas las confesiones cristianas no católicas se engloban como evangelistas. Llama la atención el elevado porcentaje de quienes indican no pertenecer a ninguna confesión religiosa en los adultos-jóvenes (de 18 a 30 años), en cambio, el grupo de las personas mayores tienden a confesarse religiosamente vinculados con alguna iglesia, ya sea como católico practicante o ya sea como evangélico.
Sobre las creencias religiosas, se preguntó: ¿Cree Usted en Dios?, prácticamente la totalidad de los salvadoreños encuestados respondió que sí; y que el fin principal de la religión es precisamente transmitir la fe en Dios, con frecuencia visto como "juez de vida". "Por medio de la religión nos enseñan que existe un Dios, que como padre nos ama pero también nos castiga para que seamos buenos y hagamos su voluntad"; otros identifican la salvación con distintos tipos de comportamientos de carácter moral.
Acerca de las practicas religiosas, la frecuencia de asistencia sigue una curva relativamente normal, aunque como era de esperar, el polo de la asistencia nula o baja es más elevado que el de la asistencia, muy asidua. Entre los católicos practicantes y los pertenecientes a otras confesiones no cristianas, la moda está en una asistencia de 3 ó 4 veces por mes, lo que en el caso de los católicos, corresponde a la asistencia a misa dominical obligatoria; entre los evangélicos la moda se ubica en el polo de mayor frecuencia, 9 veces o más por mes.
Sobre el papel de la iglesia, uno de los aspectos que más suele dividir a las personas, respecto a la actividad de las iglesias es el juicio sobre si deben dedicarse al quehacer restringidamente espiritual o si debe involucrarse también en problemas profanos, es decir, en los problemas que afectan a la sociedad.
Un segundo aspecto estructural se refiere a los problemas del país; en este rubro, el problema más mencionado es el de la guerra y la violencia político-militar; en segundo lugar se encuentra el problema de la crisis económica y el alto costo de la vida, y en tercer lugar, el problema de la falta de empleo y la falta de puestos de trabajo.
Evaluando la situación económica, la crisis es considerada uno de los problemas más importantes del país, que sin duda alguna es un problema que preocupa a un alto porcentaje de las familias salvadoreñas. La situación sobre los derechos humanos es otra preocupación; procurar una mejoría sobre el respeto a dichos derechos, como también a la vida y a la integridad física, respetar la libertad y el derecho a reunión, son temas que se han encontrado dentro de las inquietudes de la población. Por otra parte, la población manifiesta algunas soluciones preferidas para los problemas país, como por ejemplo: crear fuentes de trabajo, respuesta muy generalizada tanto en los sectores urbanos como en los rurales.
Otro tema estructural del documento es la guerra civil; como es sabido desde 1980 El Salvador se encontraba en una guerra civil; según cálculos, relativamente conservadores, a finales de 1988 había costado la vida a unos 70,000 salvadoreños, fruto de las diversas practicas violentas entre un ejército tradicional (Fuerza Armada) y un ejército guerrillero (FMLN); la causa más frecuente mencionada es la ambición y lucha por el poder de todos los contendientes, en segundo lugar la crisis económica -causada por el conflicto- y la injusticia estructural.
Al analizar el tema de soluciones al conflicto, la respuesta mayoritaria es que la mejor solución a la guerra consiste en el diálogo y la negociación entre las partes enfrentadas; en cierta medida la población tiene expectativas sobre el fin de la guerra, y tienden a expresar su apoyo a las soluciones políticas, particularmente al diálogo y la negociación. Hay una clara convicción en la necesidad de un diálogo para lograr la paz; el término diálogo a pasado a ser en el lenguaje cotidiano sinónimo de las conversaciones para negociar la paz y constituye uno de los principales indicadores de la ideología política de cada grupo. No obstante, se hallaron algunos obstáculos para el diálogo, como la intransigencia entre los contendientes por la ambición al poder que tienen. A mediados de 1987 hubo un notable incremento de la agitación laboral, que se tradujo en una multiplicación de los paros, huelgas y manifestaciones sindicales y se percibe que el candidato a la presidencia por ARENA Alfredo Cristiani para las elecciones de marzo de 1989 tiene cualidades para establecer el diálogo con el FMLN.
Otro dato interesante relativo al conflicto armado, es que la mayoría no considera al conflicto como algo aislado; de hecho toda el área Centroamericana se encuentra convulsionada en procesos similares, aunque cada país tiene sus propias peculiaridades. El 7 de agosto de 1987 los cinco presidentes de las repúblicas centroamericanas firmaron, en Guatemala, "el procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica", acuerdo conocido como Esquipulas II.
Esquipulas II supone un compromiso con el programa de reconciliación, pacificación y democratización de cada país centroamericano. Para conseguir la reconciliación nacional cada presidente se comprometía a iniciar un diálogo con los grupos opositores, a decretar una amnistía y a crear una comisión de reconciliación. Finalmente para afianzar la democracia, los gobiernos se comprometieron a impulsar un proceso pluralista y participativo, que se basara en la promoción de la justicia social, el respeto a los derechos humanos y el derecho de cada pueblo a determinar libremente su medio económico, político y social.
El tema de la injerencia extranjera también es tratado en el documento; el gobierno de El salvador y el Estadounidense sostienen que los problemas del área centroamericana han sido accionados por la agresión del "comunismo internacional"; la Unión Soviética estaría buscando su expansión en el continente latinoamericano y para ello dispondría de Cuba como cabeza y puente, y desde Nicaragua a partir de 1979. En tal sentido, el gobierno norteamericano mantiene su injerencia en una política de ayuda a las democracias del área y una defensa de su propia seguridad nacional frente a las amenazas comunistas.
En este marco, también se inserta el análisis de la oposición política; los sectores medios y altos de la sociedad tienden a insistir más en la mala administración del gobierno actual, también señalan su incapacidad de gobernar, manifiestan que existe corrupción y que existe un verdadero fracaso en las políticas económicas. Por otra parte otras instituciones como la iglesia, la Comisión de Derechos Humanos no gubernamental y otros grupos políticos, tratan de dar respuestas a algunas de las necesidades primordiales de la convivencia social.
En cuanto a las preferencias partidarias, se denota un rechazo mayoritario de la población a los partidos políticos, justificado por un escepticismo a cerca de la realidad partidista en el país; la población encuestada afirma que los políticos sólo se acuerdan del pueblo cuando se acercan las elecciones y luego se les olvida cumplir todo lo que prometieron; sobre la disposición del voto se ofrecen diversas hipótesis, la más superficial es aquella propiciada desde las esferas oficiales sobre la votación democrática del pueblo salvadoreño; la opinión sobre los candidatos a la presidencia a noviembre de 1988, en cuanto a las exigencias de la población son: a) capacidad para generar fuentes de trabajo; terminar la guerra y resolver la crisis económica; b) honestidad del candidato, que no sea corrupto ni demagogo, sino que sea trabajador y cumpla lo prometido; y c) carácter democrático del candidato (M. Baró, 1989).
Hacia 1972 M. Baró escribió un acertado artículo universitario con carácter profético, titulado Una nueva pedagogía para una nueva universidad. La reflexión parte de la visión actual -en 1972- de las universidades latinoamericanas, las cuales padecían de problemas estructurales.
La universidad Latinoamericana debe programar su labor, debe disponer toda su estructura, toda su organización, todos sus recursos, para cumplir su misión, la cual abarca desde la infraestructura física (edificios, aulas, etc.) hasta la dedicación de su personal académico, pasando por todos los curricula, estatutos y reglamentos para generar una verdadera autonomía. La programación se opone al desorden incoherente, y se opone a la burocracia ineficaz.
Las universidades deben generar cultura, la cual es entendida por M. Baró como una convicción comprometida históricamente en donde se hace ciencia para el hombre mismo. Así mismo, la universidad tiene que tener un pensamiento critico, lo que exige una investigación científica de la realidad que se dedique a tratar los problemas nacionales; es función de la investigación y de la docencia constituir un fiel reflejo de la realidad, todo esto mediante un criterio critico.
Según M. Baró, la misión universitaria latinoamericana de generar cultura a través de un sistema de aprendizaje didáctico, en primer lugar requiere de flexibilidad para adoptar formas diversas a partir de variables como las necesidades vitales y problemas existentes; así mismo, un segundo principio que debe fundamentar la nueva pedagogía es la creatividad. Este principio nos obliga a desterrar la pasividad del estudiante de una vez por todas; los métodos activos deben ser los únicos con vigencia en la nueva universidad, para ello debe motivarse al estudiante, y permitir que sus motivaciones entren en el juego dialéctico del trabajo universitario, es decir, que pueda integrar sus problemas existenciales en la labor universitaria, evitando la repetición y acomodación e impulsando una verdadera participación e imaginación científica. (M. Baró, 1972).
Un tercer principio es la dialogocidad, es decir la estructura pedagógica dialogal, esto exige un enfoque pedagógico horizontal y no vertical; hay que eliminar de la universidad toda estructura impositiva y opresora, las relaciones verticales son nocivas.
En ningún caso la universidad debe olvidar su responsabilidad de construir y buscar la verdad social, y para ello es indispensable excluir toda relación verticalista en las actividades académicas y científicas, que son sinónimo de opresión.
En sintonía con el documento anterior, y cerrando el apartado de revisión de documentos, está el artículo titulado Docencia, Investigación y Proyección Social. Principios y orientaciones; en él hace una lectura desde la UCA sobre estas funciones universitarias rescatando su vital importancia para el desarrollo nacional.
Para M. Baró, la UCA afirma que intenta cumplir sus objetivos mediante la triple función de la investigación, docencia y proyección social, ante todo el "destinatario"; se ha dicho que la UCA debe estar al servicio del pueblo salvadoreño, en el sentido de estar al servicio de quienes en nuestra sociedad padecen la situación de opresiva injusticia, que son la mayoría de la población salvadoreña, y por tanto servirle, en gran parte, de inmediato (M. Baró, 1976).
La UCA ha formulado en diversas ocasiones como objetivo la operativización de sus diversas funciones, se podrían sintetizar como los objetivos principales: perseguir la liberación histórica del pueblo salvadoreño, trabajando en la liberación de su conciencia. Esta liberación histórica implica un proceso político que sólo se puede realizar mediante el empleo del poder. Lo que la UCA tiene que procurar es liberar la conciencia de la sociedad salvadoreña; conciencia que una vez liberada propicie el cambio mediante la creación de un nuevo poder comunitario, y esto es una consecuencia querida, pero cuya realización ya no compete a la universidad en cuento tal.
Ante todo, hay que liberar la conciencia académica respecto a los pequeños intereses particulares; hay que aprender a mirar la realidad y a mirarla con ojos nuevos, desde la perspectiva del dominado, y no desde la perspectiva del dominador. El saber sobre la realidad de El Salvador y del pueblo salvadoreño, es necesario vincularlo al saber científico. Las creencias tienen que ser dinámicas, es decir, desbordando el ámbito de la propia individualidad; de poco servirá liberar la conciencia si ello no contribuye a generar una nueva conciencia nacional; en este sentido, es importante comprometer la propia conciencia, lo que implica un compromiso a través del trabajo universitario en la formulación de un saber comunitario sobre El Salvador y sus problemas. (M Baró, 1976).
Una nueva conciencia nacional va a implicar la clarificación de lo que son los salvadoreños, y de porqué son así, también la desarticulación de los mitos sociales que oscurecen y deforman la comprensión de la realidad; el desenmascaramiento de tantas estructuras y organizaciones al servicio de los intereses nacionales, únicamente sirven a los propios intereses particulares.
Este objetivo permite desglosar la necesidad de las tres funciones universitarias y sus características: La Investigación debe ser fuente que alimente la propia conciencia; la UCA necesita investigar para adquirir una conciencia cada vez más profunda y perspicaz sobre lo que es la realidad de El salvador y su pueblo. Si no hay investigación el saber estará filtrado por los esquemas de quienes proporcionan la imagen de la realidad, sean éstos los esquemas de una ciencia elaborada desde otras perspectivas o sean los esquemas cotidianos de la experiencia de los miembros de una clase social privilegiada; si la UCA no investiga, estará siempre atada al carro de la dependencia científica y su saber sobre la realidad salvadoreña será siempre un saber dependiente, un saber prestado, un saber de segunda mano (M. Baró, 1976).
Si la investigación debe ser la fuente, la Docencia debe ser el vehículo de la conciencia; una docencia dinámica debe propiciar la estructuración de ese saber sobre la realidad; la docencia debe primero aprender a comprender los problemas y conflictos ayudando a encontrar al menos una solución.
De nada servirá adquirir una conciencia lúcida sobre los problemas del pueblo salvadoreño si no se es capaz de transmitir esa conciencia, y de Proyectarla Socialmente, propiciando la formación de una conciencia y de una dinámica nacional; una conciencia nacional implica que toda la nación, en sus diversos estratos y niveles, adquiera un saber lúcido sobre los determinismos de su propia realidad; por ello se habla de una liberación de la conciencia: hace falta que la conciencia enajenada se pueda volver hacia sus propias raíces, hacia la propia realidad conflictiva, en un encuentro que dinamice la liberación histórica , tanto a nivel político como total (M. Baró, 1976)
IV.- APORTES DE LA MONOGRAFIA PARA LA PSICOLOGIA A PARTIR DEL PENSAMIENTO DE MARTIN BARO
La primera pregunta con la que se podría introducir este apartado es: ¿Qué significa ser Psicólogo/a hoy en El Salvador?; si bien Martín Baró respondió con certeza en su momento, y tuvo la capacidad y la valentía de captar los signos de los tiempos, hoy desde este ejemplo modélico los candidatos a psicólogos debemos preguntarnos constantemente ¿cuál es la misión del psicólogo?, o bien ¿qué espera la sociedad de éste gremio?.
Posiblemente lo más importante, a modo de punto de partida, sea comenzar con este tipo de preguntas, y es que Martín Baró deja un mensaje muy evidente en su obra: el profesional se debe a la sociedad y a los problemas sociales. Sensibilidad es la clave para comprender y analizar la Psicología Social; todo cientista social se debe a esta causa, y más allá de la cuestión financiera de supervivencia se encuentra un marco ético de responsabilidades. El primer aporte que se encuentra "entre líneas" es la responsabilidad ética del psicólogo; pero una ética muy peculiar, pautada por la solidaridad con los más débiles, y una ética que no se limita a decir o teorizar sobre lo "bueno", sino que fundamentalmente tiene la pretensión práctica de "denunciar lo malo".
Esta ética profesional supone un antecedente científico-epistemológico, y es que en la obra de Martín Baró se encuentra un marco disciplinar del conocimiento que se podría bosquejar del siguiente modo: a) capacidad de asombro y/o sensibilidad por los problemas; b) problematización de tal realidad; c) inquisición racional sobre la realidad; d) conceptualización de la realidad; y e) soluciones y alternativas para enfrentar la realidad. En efecto, se observa en toda la obra de Martín Baró que trata sobre los problemas más agudos del país, y que estos problemas son enfrentados a la luz de las principales teorías y corrientes psicológicas, hasta llegar a ciertas conclusiones y recomendaciones. Este es el segundo aporte.
El poseer un conocimiento agudo, le llevó a Martín Baró a cuestionar las "teorías prestadas", particularmente el conductismo norteamericano; el ingenio y la producción de conocimientos le llevó a crear una Psicología Social "Liberadora", producto, obviamente de su vinculación a la Teología de la Liberación (Sobrino, Gutiérrez, Ellacuría). En tal sentido, y como tercer aporte, se vislumbra una idea capital: el psicólogo debe crear nuevas teorías, y adaptar las corrientes a los problemas circunstanciales que agobian a la sociedad -y a los pacientes - . Esto permite percibir la descuidada actitud científica de los profesionales, que por lo general se sustentan en el "saber por autoridad" y en el "mimetismo" (copiar fórmulas y teorías).
Un cuarto aporte significativo se encuentra en su análisis psicológico; Martín Baró dialoga sustancialmente con las corrientes Freudianas y combina la deducción -social- y la inducción -personal- en un esquema eminentemente dialéctico; esto indica la importancia de dos elementos: a) no excluir corrientes; y b) poseer un método de trabajo amplio. Más allá de un ejercicio psicologista, psicométrico, mimético y sin creatividad, Martín Baró invita a la aventura intelectual yuxtaponiendo elementos sociales a los análisis individuales. De aquí se deduce también la identidad académica, científica e intelectual de Martín Baró, quien fue más allá de la simple docencia, y enseño sus propias ideas sustentadas en la investigación, en la proyección social y en el ejercicio pastoral; éste último le engrosó la sensibilidad, al tratar con humildes campesinos en el Cantón de Jayaque (W. Urquiza, 1999).
Coraje, valentía, sinceridad, responsabilidad, honestidad, son algunos conceptos que se encuentran conjugados en un talante "desenmascarador y desideologizador" de su obra; en El salvador, concretamente en la década de los ochenta, la "verdad" se encontraba opacada por el crimen, el fraude, la opresión; denunciar estos males sociales, señalarlos, estudiarlos y discurrir sobre ellos fue una tarea imperiosa de Martín Baró; ciertamente El Salvador fue el paciente por excelencia, y su clínica la realidad. En este contexto y desde esta perspectiva, encontramos otro gran aporte -quinto- de Martín Baró desde la psicología social: una psicología comprometida con la verdad, al costo que sea, inclusive de la propia vida.
Es importante señalar que el espectro social del estudio en la obra de Martín Baró fue amplio, pertinente y significativo; trató con seriedad y profesionalidad el tema de la guerra, y sus variaciones sintomáticas y psicopatológicas, abordó el tema de género, se preocupó por la salud mental, estudió los tipos de violencia, categorizó el poder, analizó la ideología, e investigó sobre otros temas capitales para la psicología social recurriendo a un novedoso sistema -para la época- de opinión pública. En efecto, Martín Baró fue un pensador holístico y total, sin descuidar la particularidad y precisión de los problemas, lo cual se puede considerar como otro aporte -sexto- de relevante importancia.
A partir de estos seis aportes o antecedentes es posible esbozar un Perfil del Psicólogo, que responda a la pregunta ¿cuál es la misión del psicólogo o qué significa ser psicólogo hoy en El Salvador?; evidentemente, las circunstancias han cambiado, ya no estamos en un entorno de guerra -aunque sí de violencia y de postguerra- sin embargo la historia es maestra de la vida, y tiene algo que decirnos para el presente. Lo que Martín Baró construyó no sólo es válido sino necesario, para que no se repita la historia cruenta y para que se excluyan aquellas estructuras del pasado que aún campean en ciertos círculos de nuestra sociedad, particularmente en la clase política.
Entonces, ¿qué significa ser psicólogo hoy en El Salvador?:
  1. Construir un nuevo imaginario ético que responda a las exigencias actuales y a la problemática concreta en un proceso de transición democrática; en donde se encuentran variadas patologías sociales que deben ser señaladas por los profesionales, particularmente por los psicólogos, asumiendo con responsabilidad el compromiso de ser conciencia crítica de la sociedad, y en virtud de la misión misma de la Universidad.
  2. Trabajar profundamente para esbozar un marco cognitivo o epistemológico que permita conocer la realidad en cuanto tal, con sus amenazas y oportunidades, y que en definitiva está dinámicamente interactuante con los procesos históricos del país.
  3. Tomar conciencia de la importancia de la investigación científica con la suficiente dosis de creatividad; crear y producir conocimiento y difundirlo para lograr impactos que transformen la sociedad en un espacio más digno para las personas.
  4. Contar con instrumentos metodológicos adecuados y pertinentes, amplios y críticos, que sean útiles para mediar con la realidad y sus problemas a través de una forma básica que permita Ver la realidad, Juzgar la Realidad y Actuar en la realidad.
  5. Estar comprometido con la verdad y en ella con la justicia; ser profesional es más que un simple status, implica un servicio determinante a la sociedad cuando ella lo necesite.
  6. Contar con una visión integral de la realidad que permita un marco cultural amplio y adecuado para enfrentar los retos locales y regionales, especialmente en el área de desempeño profesional y en sus especialidades.
IV.1.- Influencias del pensamiento de M. Baró en el desempeño del psicólogo
El pensamiento de M. Baró como Psicólogo Social en sus veinte años de producción intelectual es un autor poco estudiado por los profesionales; probablemente, debido a que la Psicología Social es un subespecialidad muy joven, sin embargo su obra y sus aportes siguen guiando y orientando al profesional egresado, particularmente, de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", quienes poseen una visión social más amplia de la realidad y de los problemas de los diferentes sectores de la sociedad salvadoreña.
En este sentido, las expectativas más obvias, después de haber estudiado al autor y de conocer su creatividad intelectual, sería que fuera estudiado con más profundidad, ya que es un aporte salvadoreño.
Por múltiples razones laborales, los psicólogos ejercen su profesión más enfocados a los aspectos individuales, sean los campos clínicos, industrial, y/o escolares; además, es obvio que nuestra sociedad y la academia no da espacios para sobrevivir del ejercicio de una verdadera Psicología Social. En este sentido, y concluyendo, la influencia de M. Baró en los psicólogos salvadoreños es sumaente limitada; inclusive en el campo de la producción intelectual, ya que se conocen escasas revistas especializadas de psicología y escasos libros escritos por psicólogos salvadoreños, lo que habla de una producción intelectual muy limitada, elemento que no concuerda con las ideas y actividades del propio M. Baró.
IV.2.- Análisis de problemas actuales a luz del pensamiento de M. Baró (Delincuencia)
El fenómeno de la delincuencia en El Salvador tienen sus raíves en varis factores sociales, algunos de ellos son: a) la extrema pobreza existente; b) el desempleo; c) la mala distribución de las riquezas; y d) la situación de posguerra.
Este fenómeno, históricamente, siempre ha existido, pero se podría afirmar que se ha agudizado a partir del conflicto armado y de su entorno problemático durante las décadas de los setenta y ochenta; así mismo, la delincuencia da manifestaciones más dramáticas después de los Acuerdos de Paz, en vista de que, muchos de los miembros de los diversos cuerpos represivos y militares, tanto del ejército como de la Guerrilla fueron desmovilizados (GN, Policía de Hacienda, Agrupaciones Paramilitares, Batallones de Reacción Inmediata, Comandos Urbanos, entre otros), quedando así sin trabajo, o bajo un influjo de la cultura violenta construida en la guerra que deshumanizó a muchos actores protagónicos.
Estos cambios significativos dentro de la sociedad salvadoreña, trajeron consigo el aumento del desempleo existente, el hacinamiento, la migración, ya que más de sesenta mil personas –entre las FFAA y el FMLN- quedaron sin ingresos económicos que le permitan la mínima supervivencia.
Después de plantear este escenario, debemos dialogar con M. Baró, y extraer su juicio; obviamente la primera tarea sería la desideologización de los diversos fenómenos asociados a la delincuencia; posteriormente se podría establecer una categorización de los diversas manifestaciones de este fenómeno (por ejemplo: crimen organizado, crimen común, secuestros, etc.). Así mismo, desde la perspectiva de M. Baró, recurriendo a su agudo análisis, establecería un verdadero mapa de los actores vinculantes en el fenómeno delincuencial, como por ejemplo: la impunidad judicial, la falta de profesionalización de la PNC, el sistema jurídico-penal incongruente, entre otros.
De toda esta compleja visión, M. Baró sin lugar a dudas denunciaría, desde la Psicología Social, estas variable ocultas que se enmascaran en hechos periféricos; de hecho, en la actualidad el IDHUCA a través de su Director Benjamín Cuellar junto con el IUDOP (organismos muy vinculados a M. Baró) están desenmascarando varios crímenes de la delincuencia.
IV.3.- Contribución de M. Baró a la desidologización de la situación de la mujer en El Salvador
M. Baró plantea dos situaciones muy claras referente a la mujer en El Salvador: por un lado, las creencias que sustentan una falsa moral; por otro, un "puerto seguro" que se convierte en "cárcel".
En lo que se refiere al primer aspecto sobre las creencias, a juicio de M. Baró, éstas inciden de modo negativo en lo que respecta al desarrollo social y personal de la mujer. Sustentando lo anteriormente anotado en tres "Estereotipos": a) se cree que existe un tipo único de familia real que ha sido querido por Dios (monógama, patriarcal y matricéntrica); b) la distribución de las funciones asignan al hombre el papel de proveedor externo, y la mujer de mantenedora interna; y c) referente a las relaciones de padres e hijos, los primeros años corresponden a la madre, y el padre asume la representación de la familia frente a las diversas actividades educativas en una etapa posterior.
Desde el punto de vista psicosocial, el que no se conforma con los roles no está cumpliendo con su papel y su responsabilidad ante la sociedad. Además se le asigna a la familia la función de mantener un orden social vertical, autoritario y discriminatorio, ya que la mujer constituye un hecho de segunda categoría.
El "Puerto Seguro se convierte en cárcel"; en este punto es notorio que la mujer se vuelve dependiente del hombre, en una relación de sumisión; el hombre determina el destino de la mujer, en éxito o fracaso. Superando el papel de madre y llegando a su edad adulta ella se ve sin un horizonte, sin un quehacer, que le permita desarrollarse y realizarse.
Desde este punto de vista, la visión critica de M. Baró es sumamente realista; y aunque esta esté en un espacio seguro –el hogar- la mujer sigue estando atada a los estereotipos que exige la sociedad; aunque trabaje fuera del hogar, siempre debe llegar a administrar su "puerto". Para desideologizar esta realidad, el psicólogo junto al maestro y a otros profesionales vinculados al desarrollo humano, deben incluir en sus agendas el tema de género y de equidad de oportunidades, sólo así, implementando una nueva cultura desde las bases del desarrollo se puede comenzar a romper este paradigma; obviamente será necesario contar con la concientización de los padres y de otras estructuras relacionadas a la evolución psicológica de la persona.
 
 
 
 
IV.- CONCLUSIONES
Después de haber recorrido en una lectura absoluta toda la obra de M. Baró, así como sus antecedentes, se pueden llegar a una serie de conclusiones que sistematicen y ordenen ciertas ideas fundamentales producto de éste ejercicio académico; en este sentido, las conclusiones son:
  1. Es evidente que los antecedentes que se estudiaron previo a la descripción del pensamiento de M. Barón tienen una importancia capital, lo que hace, que el desconocimiento de los mismos limite la comprensión del discurso del autor.
  2. La realidad nacional salvadoreña en las décadas de los 70 y 80, fue un factor determinante para que se diera históricamente la respuesta de M. Baró; principalmente la vivencia de injusticia y opresión violenta que vivía el país.
  3. Los factores universitarios como escenario "desde donde" realizar una producción intelectual crítica fueron fundamentales, unidos a una fuerza intelectiva que aglutinaba el P. Ignacio Ellacuría y el P. Segundo Montes, siendo así factores igualmente importantes.
  4. Los movimientos de "liberación" propiciados por el ambiente eclesial a partir del Concilio Vaticano II y de la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, fueron determinantes en el pensamiento de M. Baró.
  5. La lectura de M. Baró da suficientes indicios para encontrar en sus contenidos rasgos de la Teología de la Liberación, y de los compromisos exigidos por la Congregación General XXXII de la Compañía de Jesús; ambas realidades permeadas por la preocupación de la "justicia".
  6. El aporte "social" en el pensamiento psicológico de M. Baró es fundamental, y al examinar sus escritos se hallan indicios de una gran creatividad crítica en su análisis de las entidades y efectos sociales del procesos histórico salvadoreño.
  7. El tema de la "Ideologización" y "desideologización" es una constante en toda la obra de M. Baró; tal preocupación por desenmascarar la mentira y la falsedad es un fundamento teórico de sus teorías psicosociales.
  8. Se ha podido detectar en las lecturas, que M. Baró aplica una metodología dialéctica para el análisis, y recurre a los conceptos psicoanalíticos para presentar su discurso.
  9. La concepción profesional de la psicología desde la óptica de M. Baró, implica un verdadero compromiso con la politicidad histórica de la realidad.
  10. M. Baró realiza críticas permanentes a las actitudes cómodas y acríticas de utilizar teorías y dilemas prestados de otra cultura, e invita al desarrollo de una profesión -psicología- creativa y dinámica.
  11. Según se investigó, particularmente en la biblioteca "Florentino Idoate" de la UCA, no existe un trabajo de investigación que recoja y sistematice, a modo de catálogo bibliográfico, toda la obra de M. Baró, lo que hace de este estudio monográfico un verdadero aporte a la ciencia psicológica, y al estudio y difusión del pensamiento psicológico salvadoreño.
  12. El gran paciente de M. Baró fue El Salvador, se puede apreciar en su producción como examina, analiza y conceptualiza cada patología socio-política del país, sin descuidar ninguna, y llamándola siempre por su nombre real, sea represión, violencia, pobreza, injerencia, guerra sucia, guerra psicológica, dehumanización, entre otras.

 
 
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URQUIZA, Waldemar; entrevista (alumno y compañero de trabajo en la Compañía de Jesús).

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