EL TEMA DE LA CONCIENCIA EN LA PSICOLOGÍA DE VYGOTSKI
Y EN LA PEDAGOGÍA DE FREIRE:
IMPLICACIONES PARA LA EDUCACIÓN©
Wanda C. Rodríguez Arocho Universidad
de Puerto Rico
Recinto de Rio Piedras
La dedicatoria del 10mo. Encuentro Nacional de Educación y
Pensamiento a Paulo Freire me pareció una oportunidad propicia para
relacionar sus ideas con las de Lev S. Vygotski, autor sobre cuya obra he
estado trabajando durante los últimos años (Rodríguez Arocho, 1995, 1996abc,
1997a). Como con cualquier otro tema o
asunto, el punto lógico de inicio del proyecto era una revisión de la
literatura pertinente al tema. El resultado de la búsqueda bibliográfica, lo
mismo por los medios tradicionales que por vía de la Internet, me confrontó con que, aunque se cuentan por miles las
referencias particulares a Lev S. Vygotski y a Paulo Freire, las referencias que aluden a ellos
conjuntamente, o que de alguna forma vinculan sus ideas, son muy escasas. Aún refinando la búsqueda y dirigiéndola a
fuentes más específicas, como aquéllas que enfocan la educación desde la
perspectiva sociococultural, la vinculación seguía siendo escasa. Este fue el caso con la búsqueda en los
volúmenes sobre el discurso histórico y teórico en el enfoque sociocultural al
estudio de la mente (Rosa & Valsiner, 1994), la literacia y otras formas de
acción mediada (Wertsch & Ramírez, 1994), enseñanza, aprendizaje e
interacción (Merced & Coll, 1994), y la educación como construcción
cultural (Alvarez & del Río, 1994), que
recopilan los trabajos de la I
Conferencia de Investigación Sociocultural, celebrada en Madrid en
1994.
Me pareció particularmente
notable que la ausencia de referencias cruzadas se observó aún en las
presentaciones provenientes de Brasil, las cuales dominaron ampliamente la
representación latinoamericana en la referida Conferencia. Por ser Freire
oriundo de ese país, y por la pertinencia de su trabajo al tema de la literacia
como acción mediada y mediadora, esperaba encontrar referencias a su obra en
las investigaciones y conceptualizaciones de los representantes del enfoque
sociocultural en Brasil. No fue
así. Tampoco fue así el texto de Moll
(1990) sobre Vygotski y la educación, el de Daniels (1993) sobre la actividad
educativa en Vygotski y el de Cole (1996) sobre psicología cultural, en el que
la escuela es un tema recurrente. El
artículo de Goodman & Goodman sobre lenguaje integral incluido en el texto
de Moll tiene una referencia a Freire; los de textos de Daniels & Cole,
ninguna.
El desconcierto ante el hallazgo
descrito provocó la reflexión que hoy deseo compartir con ustedes. En ese sentido, este trabajo es una forma de
reacción a la situación descrita y contempla dos propósitos. El primero es
documentar la existencia de una notable afinidad en las ideas Lev S. Vygotski y
Paulo Freire, particularmente en lo que concierne al rol de la educación en la
formación y transformación de la conciencia. El segundo propósito es intentar
problematizar, en el sentido freiriano del término, el asunto de la falta de
vinculación entre la obra de Vygotski y la de Freire, que se observa tanto en
la literatura educativa como en la que aborda la psicología desde la
perspectiva sociocultural (Wertsch, del Río & Alvarez, 1994; Cole, 1996;
Martin, Nelson & Tobach, 1995; Wertsch, 1991).
Para Freire (1972) problematizar
es una actividad mediante la cual transformamos nuestra conciencia del mundo.
Se trata de una actividad en la que no se aceptan irreflexivamente las
transferencias de información como si fueran transferencias bancarias de una
cuenta a otra. En lugar de fundamentarse
en lo comunicado, en lo transferido, la problematización se fundamenta en la
comunicación, en la actividad dialógica.
En el sentido freiriano, la problematización representa uno de los
atributos de la conciencia: su capacidad no sólo para pensar sobre los objetos
y los eventos sino para pensarse a sí misma, su capacidad para examinar tanto
el contenido como los procesos del pensamiento. No se trata de una estrategia pedagógica
para utilizarla con los alumnos y las alumnas en ese intercambio que llamamos
educación, aunque podemos plantearnos como uno de los objetivos de la educación
diseñar y realizar actividades a partir del diálogo y la indagación
colaborativa. La problematización no es una actividad para realizarse
exclusivamente en el ámbito de las aulas sino una actividad que debemos
realizar permanente en nuestros intercambios existenciales.
En la exposición del tema haré
referencia, fundamentalmente, a los textos más conocidos de Vygotski,
Pensamiento y Lenguaje (1934/1993) y La
historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores
(1931/1997), y al texto más citado de
Freire, Pedagogía del Oprimido (1972). En cuanto al orden de la presentación,
primero abordaré el tema de la
conciencia en Vygotski y en Freire. Destacaré en la exposición los fundamentos
filosóficos que guiaron sus acercamientos al tema de la conciencia, la
conceptualización de conciencia que emerge de esos acercamientos y el rol que
ambos asignaron a la mediación cultural, particularmente al lenguaje, en la
formación de la conciencia. Esta exploración sirve de base para reflexionar en
torno a la pertinencia del tema de la
conciencia en los debates actuales sobre educación y, finalmente, para
problematizar respecto a la escasa literatura que vincula los textos de
Vygotski y de Freire.
VYGOTSKI, FREIRE Y LA LECTURA DE SUS OBRAS DESDE EL PRESENTE
Lev S. Vygotski nació en
noviembre de 1896 en Orsha, una ciudad de provincia en Belorusia, y murió en
Moscú en el verano de 1934. Paulo Freire
nació en 1921 en Recife, un estado al noreste de Brasil, y murió en Río de Janeiro en mayo de 1997.
Aunque sus existencias transcurrieron en contextos históricoculturales
diferentes, sus vidas presentan al menos dos interesantes coincidencias. Primero, ambos estudiaron derecho y se
titularon como abogados. Sin embargo, no
es por sus ejecutorias en ese campo por lo que les recordamos en el presente
sino por su trabajo en dos disciplinas que ambos integraron magistralmente en
sus concepciones teóricas y en su práctica: la psicología y la educación.
Segundo, ambos asumieron un compromiso con mejorar las condiciones de sectores
sociales marginalizados y vieron en la educación la vía para adelantar el
cumplimiento de dicho compromiso.
Entre 1924 y 1934 Vygotski
elaboró una compleja construcción teórica sobre el origen históricocultural de
las funciones mentales superiores.
Freire, por su parte, a partir de las mismas premisas en que se
fundamentó la obra de Vygotski, desarrolló una filosofía y una práctica de la educación de la que emana una pedagogía
crítica de sus propias teorías y métodos.
Vygotski, desde la psicología, y
Freire, desde la educación, convergen en la idea de que el origen de la
conciencia está ineludiblemente ligado a los procesos históricoculturales y
prácticas sociales. La educación es una
práctica social que tiene una historia y que refleja los valores y creencias de
la sociedad en que dicha práctica se realiza.
Vygotski y Freire entendieron que la educación, en su forma
institucionalizada, cumple la función de mantener el orden social establecido.
Sin embargo, también se percataron de que en la práctica social la educación puede
ser transformada mediante nuestras acciones. Transformar las prácticas
institucionalizadas de la educación era, tanto para Vygotski como para Freire,
una condición necesaria para propiciar alteraciones en las formas de
organización y funcionamiento de la conciencia.
Esta convicción representó para ambos grandes dificultades personales y
resultó en la censura directa e indirecta de sus obras por los sectores que
ostentaban el poder en la época que a cada uno le tocó vivir.
Transformaciones históricoculturales
resultaron en cambios en las estructuras de poder que limitaban nuestro acceso
a los trabajos de Vygotski y de Freire. Progresivamente, su discusión en las
esferas de la psicología y la educación contemporáneas se ha legitimado. Esta
legitimación se inserta en lo que en la psicología y la educación se ha llamado
la revolución cognoscitiva (Rodríguez Arocho, 1994, 1997b) y las
transformaciones históricoculturales que ésta refleja y, a la vez, contribuye a
crear. Estos cambios han favorecido nuestro
redescubrimiento de textos escritos hace algunos años y han facilitado una
relectura de los mismos. Sin embargo,
debemos tener presentes tres cosas respecto a esta relectura que, sin que ello
nos desvíe del tema a elaborar, es pertinente mencionar. Primero, debe tenerse en perspectiva que la
legitimación de discursos teóricos que adelanten transformaciones educativas es
útil para el cambio en visión de mundo que opera en las postrimerías del Siglo
XX. La legitimación misma amerita ser
objeto de estudio pues, como señala Rosa (1994) en un trabajo en el que discute
la falta de reflexividad histórica en la psicología, es importante dar cuenta de los cambios en
saberes que las disciplinas ofrecen.
Para este análisis y, siguiendo el trabajo de Michel Foucault (1972) en
su arqueología del conocimiento, se proponen las categorías de “mercado simbólico” y “economía política” de los procesos de
producción, distribución y consumo del conocimiento. El asunto planteado es que
la legitimación misma se inserta en procesos históricosociales. El nuevo orden
socioeconómico y geopolítico que llamamos globalización requiere de personas
con destrezas para utilizar las nuevas tecnologías, ubicar y manejar con
rapidez información que cambia continuamente, trabajar en equipo y desempeñar
sus funciones en ambientes culturales diversos. Los cambios que se han vinculado a la
postmodernidad requieren nuevas formas de entender y explicar el mundo
(Featherstone, 1995; Harvey, 1990).
Lo segundo que debemos tener en
cuenta al acercarnos a la legitimación de nuestras relectura de Vygotski y de
Freire es que ésta aún refleja las
formas tradicionales de parcelar el conocimiento, por muy inter o
transdisciplinario que se autoproclame nuestro discurso. Esto tiene dos implicaciones. Primero, nos presenta problemas de la
psicología y la educación sin profundizar en sus fundamentos históricos y
filosóficos, lo que limita que captemos la complejidad de los mismos. De hecho,
textos sobre Vygotski y Freire ignoran o tratan muy superficialmente los
supuestos epistemológicos y ontológicos que dieron origen a sus propuestas, así
como los contextos históricosociales e institucionales en que dichas propuestas
se articularon. La segunda implicación de parcelar las contribuciones de
Vygotski y Freire es que se limita nuestro entendimiento de los problemas
medulares que tocan tanto a la psicología como a la educación, como aquéllos
relacionados a la subjetividad, al conocimiento y al aprendizaje (Bruner, 1986, 1990). Estos problemas demandan una perspectiva
integradora para su abordaje, como lo entendieron Vygotski y Freire.
Lo tercero que debemos tomar en
cuenta en nuestra relectura de Vygotski y de Freire es que cualquier lectura es
un proceso reconstructivo en el que otorgamos significado a lo que leemos.
Estos significados, elaborados desde nuestras experiencias formativas en
particulares contextos históricoculturales, sociales e institucionales,
interactúan con los significados de los autores de los textos y se inscriben, a
su vez, en experiencias formativas y contextos específicos. Esto implica que lo que sigue es una entre
una infinidad de lecturas posibles de los textos a que los haré
referencia.
EL TEMA DE LA CONCIENCIA EN VYGOTSKI Y EN FREIRE
Para entender la síntesis entre
psicología y educación que se traduce de la obra de Vygotski y de Freire es
necesario anclar su trabajo en la noción de conciencia que ambos compartían.
Este análisis exige un poco de contextualización histórico-filosófica. La introducción de Blanck & Silvestri
(1994) a su texto sobre Vygotski y Mijail Bajtín, un contemporáneo y
compatriota suyo cuya teoría del enunciado ha dado pie a interesantes
elaboraciones del enfoque históricocultural, nos facilita esta contextualización.
En el recuento de “los
peregrinajes de la conciencia”, Blanck & Silvestri (1994) plantean que
la categoría conciencia, como toda categoría con larga historia, ha sufrido las
transformaciones que el propio proceso histórico implica. Estos autores nos recuerdan que antes que la
psicología se estableciera como disciplina particular la conciencia era un tema
del dominio de la filosofía. Explican
que “en forma muy amplia, y en
vinculación con su etimología, el término conciencia designa un saber: el saber
sobre el hecho de saber, la intelección del saber” (p. 25). La intelección implica el acto de entender o
conocer. La conciencia, por lo tanto, implica actividad cognoscitiva.
En la filosofía antigua y
medieval se superpuso a este concepto una significación ética. Desde esta
significación, la conciencia se equiparó a la capacidad individual para
discernir entre el bien y el mal y asumir la responsabilidad personal por
nuestras acciones. Con la filosofía moderna europea, encarnada en el legado de
Descartes, se consolida esta concepción individual de la conciencia (Bechtel,
1988a). En esta filosofía la conciencia
recibe una significación introspectiva que remite al conocimiento como un acto
personal. En la frase “pienso, luego existo”,
Descartes estableció la conciencia de uno mismo como fundamento y punto
de inicio de todo conocimiento verdadero.
Los idealistas alemanes elaboraron esta
idea de la centralidad de la conciencia individual en la explicación del
conocimiento, como se refleja en las filosofía de Kant y de Hegel.
En su conjunto, la tradición
filosófica esbozada fue recogida por la psicología cuando ésta se estableció
como disciplina independiente. Se aceptó
como supuesto que la introspección y la autoconciencia pertenecen al individuo
y ocurren en un nivel separado de la existencia cotidiana del ser humano.
Aunque la psicología inicia su existencia como disciplina independiente con el
proyecto de explicar la conciencia, es importante notar que se trata de una
conciencia reducida a la experiencia subjetiva.
Temprano en su desarrollo la psicología se bifurcó en dos proyectos, uno
que buscaba explicar la conciencia a partir de reflejos fisiológicos y otro que
la explicaba a partir de atributos metafísicos inherentes a nuestra especie
(Bechtel, 1988b). Para Vygotski esta bifurcación era un problema fundamental en
la psicología (1925/1993). Su obra puede interpretarse como un intento de
solución a este problema.
Vygotski irrumpió en el escenario
de la psicología de su tiempo en 1924 con una aguda crítica a la forma en que
la psicología había abordado el problema de la conciencia (Vygotski,
1925/1997). Para Vygotski la explicación
del origen de la conciencia debía buscarse no en los recovecos del sistema
nervioso central ni en el despliegue sin límites del espíritu sino en la
evolución histórica y cultural de la que ambos son parte. Vygotski dedicó los siguientes diez años de
su vida a elaborar una explicación del origen históricocultural de las
funciones mentales superiores que superara las limitaciones de los
acercamientos de la psicología a la conciencia. Desarrolló este trabajo en los
primeros años de la Revolución Rusa de 1917; época en que jóvenes intelectuales
de diversas disciplinas se comprometen con un ambicioso proyecto de
transformación social con conciencia del significado histórico de dicho
proyecto. La autobiografía de Alexander
R. Luria (1979), estrecho colaborador de Vygotski, es un impresionante testimonio
de la mística revolucionaria en que se engendró y desarrolló el enfoque
históricocultural al estudio de la mente.
La conceptualización materialista de la historia desarrollada por Karl
Marx guiaba la gesta revolucionaria y la obra de estos intelectuales.
Está ampliamente documentado que
Vygotski y Freire derivan su conceptualización de la conciencia de la filosofía
marxista. Desde ella, la conciencia representa la forma más elevada en el
desarrollo de la psiquis o mente e incluye tanto las formas sensoriales de
captación de la realidad como los procesos mentales superiores que definen su
esencia social. Esta esencia refleja las
necesidades sociales y las formas de estructura y funcionamiento de la vida social.
La autoconciencia, el razonamiento, la voluntad y los sentimientos, que
consideramos los rasgos distintintivos de nuestra condición humana y atributos
de la mente individual, son destilados de nuestra vida en sociedad (Guryev,
1990). Desde esta perspectiva, la
conciencia es “el nivel supremo de la
reflexión mental de la realidad objetiva, inherente al ser humano
exclusivamente en virtud de su esencia históricosocial” (Petrovsky & Yaroshevsky, 1985,
p.60).
Según Harré y Lamb (1986), hay
tres ideas fundamentales en la obra de Vygotski que se vinculan directamente al
materialismo histórico. Esta ideas también están presentes en la obra de
Freire. En primer lugar, está la idea de
que las formas de conciencia individual tienen su origen en la apropiación de
las formas de la actividad colectiva.
Segundo, está idea de que la mente se conforma y transforma mediante la
actividad y no mediante la recepción pasiva de estímulos. Finalmente, la idea de que gran parte de lo
que se considera mental o cognoscitivo se fundamenta en la historia cultural y
las interacciones que caracterizan la vida social, particularmente en la
colaboración.
En un artículo en que analiza los
fundamentos de la obra de Vygotski, Benjamin Lee (1985) elabora en detalle la
relación de las ideas mencionadas con cuatro tesis marxistas que Freire también
comparte. Estas tesis resaltan que el
origen de la conciencia debe buscarse en las interacciones sociales que
caracterizan la actividad humana; que la conciencia es una unidad funcional
multideterminada que, aunque puede describirse en términos de procesos
particulares (tanto individuales como sociales), sólo puede explicarse dando
cuenta de las relaciones que guardan entre sí dichos procesos; que a estos procesos subyacen las leyes de la
dialéctica y que en la historia de la humanidad la conciencia representa un
salto cualitativo en el que los procesos
mentales biológicos son subordinados a procesos superiores de orden
históricocultural. El interaccionismo,
el funcionalismo, la dialéctica y la relación entre lo biológico y lo social
son las nociones centrales en estas tesis.
Estas tesis son recogidas por
Vygotski en su idea de que la conciencia es un sistema funcional que se
desarrolla en el curso de la evolución históricocultural. Para Vygotski (1925/1993), “la conciencia se desarrolla como un todo,
modificando en cada nueva etapa su estructura interna y la relación de las
partes, y no como la suma de los cambios parciales que se producen en el
desarrollo de cada función aislada” (p.209). Estas modificaciones son posibles en virtud
de la interacción social y del lenguaje que la posibilita.
Como evidencian sus referencias
al trabajo de Kohler, Vygotski conocía el trabajo de la psicología de la
Gestalt y sabía que ésta había demostrado que algunos primates eran capaces de
utilizar herramientas para enfrentar situaciones, tanto naturales como creadas
experimentalmente. Marx y Engels habían
relacionado el uso de herramientas a la
capacidad para el trabajo por la forma en que éstas permiten organizar la actividad
para conseguir un fin en forma eficiente. Si los primates evidenciaban
capacidad para el uso de herramientas, esta capacidad no podía considerarse
particularmente humana. La conclusión de
Vygotski fue que otra cosa debía ocurrir en el salto cualitativo que se observa
entre el uso no institucional, ahistórico y asocial que hacen los animales de
las herramientas y el uso que de ellas hacemos los humanos (Lee, 1985). Esa otra cosa es la mediación. Mientras que en los animales actúan en
respuesta a estímulos inmediatos, los humanos respondemos a estímulos
atravesados por significados que elaboramos en el curso de la vida social.
La gran contribución de Vygotski
fue postular que es en la mediación por
signos, más que en el uso de herramientas, lo que explica las formas
exclusivamente humanas de organizar la actividad productiva. Según Vygotski, es
en la mediación semiótica, que posibilita la comunicación humana y la
apropiación de los instrumentos culturales, donde radica el origen de la
conciencia y desde donde deben explicarse sus cambios. Esta teoría fue
elaborada a partir del marco filosófico señalado, es decir, el materialismo
histórico o dialéctico, y de numerosas
investigaciones realizadas por Vygotski y sus colaboradores y colaboradoras. Estas investigaciones llevaron a Vygotski a
concluir que el momento más significativo en el curso del desarrollo
intelectual, el que marca el origen de las formas puramente humanas de
inteligencia práctica y abstracta, ocurre cuando el habla y la actividad,
convergen. A partir de ese momento de
convergencia, que ocurre gracias al intercambio social, la cría humana gana un
progresivo control sobre sus acciones gracias a su capacidad para utilizar los
signos.
A base de las referidas investigaciones,
que se caracterizaron por la aplicación
de un método genético que buscaba estudiar los procesos en el transcurso de sus
transformaciones, Vygotski planteó que la conciencia y el control aparecen sólo
en una etapa avanzada, luego de una etapa no consciente e involuntaria. Las funciones mentales como atender
selectivamente, recordar y razonar ocurren cotidianamente en el intercambio
entre la gente. En el curso de su desarrollo, la cría humana se apropia
de esas funciones, las utiliza y las practica.
En este proceso de apropiación reconstruye estas funciones como
actividades intra psíquicas, aunque la internalización implica una
transformación de la actividad. En otras
palabras, la internalización no implica una reproducción fiel y exacta sino un proceso
de elaboración. Vygotski planteó que
para poder someter una función al control intelectual debemos habernos
apropiado de ella primero. En sus
propias palabras, “para dominar hay que
disponer de aquello que debe ser sometido a nuestra voluntad. Para tomar conciencia hay que tener conciencia de aquello de lo que se debe
tomar conciencia” (1934/1993, p.111).
Esta apropiación de la función ocurre en un proceso de intercambio
social, histórico y culturalmente situado.
En vista de que el uso y la práctica ocurren en el
intercambio social, Vygotski postuló que la dimensión social de la conciencia
es primera en los hechos y en el tiempo y que la dimensión individual es
derivada y sigue a la primera. Sin embargo,
Vygotski estableció que ambas formas de conciencia se determinan recíprocamente
en el curso del desarrollo. Es decir, la
conciencia, tanto la individual como la social, se transforma en el curso de la
actividad social. Las actividades sociales cambian en el curso de nuestra
evolución como personas en contextos que también evolucionan, lo que da paso a
transformaciones en la conciencia.
Freire (1972) recoge también esta idea cuando dice que: “los seres humanos somos dimensiones
concretas e históricas de una realidad determinada” (p.121) y que “a través de su actividad los seres humanos
crean la historia y se hacen seres históricosociales” (p.123).
Vygotski propuso que para
explicar tanto la conciencia social como la individual era necesario recurrir a
la mediación. La mediación, particularmente
la mediación lingüística, es también central en la pedagogía de Freire. En el curso de nuestro desarrollo aprendemos
a ser y somos en el mundo por nuestra relación con otras personas. La naturaleza de nuestra reflexión sobre
nuestra propia existencia también está mediada por la relación con otros. La conciencia se origina en las relaciones
sociales y sufre transformaciones en el transcurso de ellas. La educación formal es una de los modos en
que las sociedades que han adoptado la escuela como institución buscan guiar la
dirección a estas transformaciones. La
educación es una práctica social. El
principal medio de intercambio en la relación de esa actividad es el lenguaje.
LA MEDIACIÓN SEMIÓTICA Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CONCIENCIA
La idea de que la mediación
semiótica explica el origen y la organización de la conciencia guió el interés
de Vygotski y el de Freire por el lenguaje, en general, y por los procesos de
alfabetización, en particular. Los
signos son herramientas que median la comunicación entre las personas, a la vez
que surgen como producto de la actividad de las personas. En el proceso de apropiarse del lenguaje por vía de la
interacción con las personas en su entorno, la cría humana aprende a utilizarlo
para codificar su experiencia, analizarla y generalizarla. El progresivo dominio del lenguaje en el
curso de desarrollo humano resulta en una organización extremadamente compleja
de nuestra actividad mental.
El lenguaje que aprendemos en el
proceso de socialización informal, ofrece las herramientas para el manejo de la
realidad al nivel de lo concreto y específico a nuestra cotidianidad. En las sociedades en que la instrucción se ha institucionalizado,
la escuela introduce conceptos y categorías producidas por los saberes
disciplinados. Vygotski se refirió a
estos conceptos como científicos, ya que siguen las reglas de la lógica que
guían la actividad científica. La
escuela tiene la función de enseñarnos a pensar fuera de los límites de lo
concreto. Al darnos tanto las categorías
y los modos de razonamiento, la escuela asume un rol determinante en la
organización de nuestro pensamiento (Bruner, 1986, 1996).
Las categorías que recibimos en
el curso de nuestra educación guían la forma en que dirigimos la atención,
analizamos y sintetizamos la estimulación sensorial, el ordenamiento de
nuestras sensaciones en percepciones, y la articulación de estas sensaciones y
percepciones en complejos sistemas de información. Luria (1986) evidenció que la memoria, el
pensamiento lógico y la imaginación también son influidos por el mundo de los
objetos particulares y de los significados verbales que recibimos por vía del
lenguaje. Si estos complejos sistemas de organización son la forma en que se
expresa la conciencia, si su emergencia
depende de la apropiación del lenguaje y si éste sólo podemos adquirirlo en la
interacción con otros seres humanos, entonces más que en el lenguaje como
abstracción, el énfasis queda en la acción comunicativa que media tanto la
educación informal como la formal.
La acción comunicativa puede
darse en el curso de una conversación con la presencia física de
interlocutores, puede darse en la lectura con interlocutores explícitos e
implícitos, y puede darse por sistemas simbólicos alternos. A partir de la
conceptualización semiótica de la conciencia que adoptaron, tanto Vygotski como
Freire reconocieron que la conciencia se conforma y transforma por medio de la
palabra y que ésta tiene pluralidad de significados que se construyen en
contextos de la actividad comunicativa.
Vygotski y Freire coinciden en
reconocer que las palabras son signos y como tales pueden utilizarse para
transformar el pensamiento. En la
acepción común del término un signo es una señal; el signo es un objeto que representa
a otro objeto o acontecimiento distinto de él mismo. Vygotski y Freire también coinciden en que la
representación se construye desde el conocimiento que se tiene en un momento
particular e implica una interpretación del evento que es condensado en el
signo. Es decir, la significación del
signo está atada a un contexto. Esto es
así porque el signo es arbitrario y no guarda otra relación con el objeto que
representa que no sea la que dos o más hablantes acuerden conferirle. En consecuencia, Vygotski y Freire también
coinciden en que ni el conocimiento, ni la interpretación ni la construcción
son obra de un individuo sino de conjuntos de personas que realizan las
actividades de nombrar, significar y razonar conjuntamente. Estas actividades se realizan por medio del
lenguaje. El punto central aquí, como
señala Rivière (1984), es que “en la
medida en que el lenguaje se convierte en la herramienta fundamental del
pensamiento éste sufre transformaciones tanto microgenéticas como
macrogenéticas” (p.85).
Dado que las palabras reflejan
entendidos sociales respecto a la realidad compartida por grupos específicos,
el signo tiene una ineludible carga ideológica.
Por lo tanto, conocer las palabras que utiliza un determinado grupo y
las formas en que las utiliza es el primer paso para entender la significación
que dicho grupo concede a la palabra.
Comprender los discursos que se articulan por vía de esas palabras es
condición necesaria para reflexionar sobre sus implicaciones y para actuar
conforme a esas reflexiones. El
conocimiento, la comprensión y la negociación de significados tienen como
prerequisito el diálogo y el cuestionamiento colaborativo.
Paulo Freire tradujo la
conceptualización semiótica de la conciencia en una práctica educativa de
profundas implicaciones porque no sólo asume el lenguaje como mediador en la
formación de la conciencia, sino que hace énfasis en la necesidad de tomar
conciencia del propio lenguaje en tanto es mediador del pensamiento. En
múltiples instancias de su texto Pedagogía
del oprimido, se revela: (1) la relación entre la conciencia personal y la
conciencia social, (2) la importancia del contexto en el proceso de
significación del signo y (3) la naturaleza ideológica de la
palabra-significado. En este texto Freire
asume la posición que Vygotski elaboró respecto a la relación entre lenguaje y
pensamiento, particularmente al sentido de la palabra como unidad de
análisis. En referencia a esta relación,
Freire (1972) escribió lo siguiente “muchas
veces educadores y políticos hablan sin ser entendidos. Su lenguaje no
sintoniza con la situación concreta de los hombres a quienes habla. Y su habla es un discurso más, alienante y
alienado… De este modo, a fin de que haya comunicación eficiente entre ellos,
es preciso que el educador y el político
sean capaces de conocer las condiciones estructurales en que el pensamiento y
el lenguaje de su pueblo se constituyen dialécticamente” (p.116).
La necesidad de situar
sociohistóricamente el discurso también fue trabajada por Freire en la noción
de “unidad epocal”, por la que se
refirió a la especificidad y particularidades de los contextos
históricoculturales. Para Freire, una
unidad epocal se caracteriza por sus “temas
generadores”. La conceptualización freiriana de los temas generadores
captura la idea del poder condensación que Vygotski atribuyó al signo. Para
Freire los temas generadores “contienen
en sí la posibilidad de desdoblarse en otros tantos temas que, a su veces,
provocan nuevas tareas que deben ser cumplidas” (p.125). La noción de temas generadores captura la
idea vygotskiana del signo, que implica la condensación de actividades, a la
vez que crea la posibilidad de otras actividades.
La campaña de alfabetización de
Freire entre los campesinos brasileños revela, sobre todo, su convicción de que
la conciencia puede transformarse por vía de la educación. No de cualquier
educación sino de la educación liberadora. Esta es por definición, según
Freire, una educación problematizadora. El cuestionamiento de lo que se da por
sentado, la rebelión contra la educación bancaria, y la problematización de la
palabra misma para resignificarla son condiciones que Freire establece como
necesarias para la reorganización de la conciencia.
Las posibilidades de
reorganización de la conciencia se amplifican cuando, además del uso reflexivo
de la palabra hablada, contamos con la
lectura y la escritura como herramientas.
Este convencimiento llevó a Freire a proponer que alfabetizar es concienciar.
Su campaña de alfabetización se
fundamentó en el convencimiento de que la literacia opera cambios fundamentales
en las funciones mentales. A la misma
conclusión llegó Vygotski en función de la investigación que realizó su colega
Alexander Luria.
A principios de la década de 1930
Luria viajó a Asia Central para estudiar los efectos de la alfabetización en
grupos de campesinos en una investigación que buscaba someter a prueba algunos
de los postulados de Vygotski. La
precaria condición de salud de Vygotski le impidió acompañar a Luria y su
equipo de trabajo. Los detalles de los hallazgos del estudio fueron publicados
en los Estados Unidos en 1976 en un libro titulado, Cognitive Development: Its Cultural and Social Foundations. La
conclusión general del trabajo destaca que la introducción de cambios en la
actividad social, entre ellos una campaña de alfabetización y escolarización,
resultó en cambios cualitativos en todas las funciones mentales superiores que
transformaron actividades cotidianas en prácticas reflexivas.
El habla y la escritura son
herramientas que median nuestra actividad y, al hacerlo, le dan forma esencial.
Con estas herramientas, los humanos producimos, reproducimos y transformamos
nuestras formas de pensar y de actuar. La educación es una práctica social cuyo
propósito explícito es facilitar el acceso y manejo de estas herramientas
mediante las cuales se construirá nuestro entendimiento de las cosas. Sin
embargo, esta práctica social con el potencial de abrir posibilidades de
entendimiento puede también limitarlas o cerrarlas cuando la educación es
bancaria. Esta noción de Freire implica
la negación del diálogo y captura la idea de un monólogo interminable en que el
educador o la educadora depositan en el alumno o la alumna un saber acabado y
fijo que estos guardarán y utilizarán cuando lo necesiten. Ante este tipo de educación, Freire aboga por
una educación problematizadora y liberadora, como Vygotski abogó por un
aprendizaje que incidiera en la zona de desarrollo próximo, que facilitara y
guiara el movimiento del nivel actual de entendimiento a un nivel de mayor
complejidad cognoscitiva.
Aprender a leer y a escribir
implica algo más que la adición de una destreza. La enseñanza-aprendizaje de la
lectoescritura es una oportunidad para conocer y discutir significados, para
promover la reflexión y la acción. La
lectura y la escritura son herramientas que posibilitan el acercamiento a otras
personas, la interpenetración de ideas y la transformación de las realidades
que las palabras reflejan. También son herramientas que en el proceso de ser
transforman nuestra conciencia porque nos dan un mayor dominio sobre lo que nos
rodea. Para Vygotski y para Freire la actividad educativa transcurre en
contextos socioculturales e institucionales que deben tomar la experiencia
cotidiana como punto de partida para nombrarla y renombrarla; para significarla
y resignificarla, según se expande el universo de significados. La enseñanza de la lectura y la escritura
debe insertarse en esos contextos para de ahí proceder a su generalización. En
tanto herramientas, la lectura y la escritura nos dan acceso a otro nivel en la
manipulación de la realidad.
LA CONCEPTUALIZACIÓN SEMIÓTICA DE LA CONCIENCIA Y LA EDUCACIÓN
Algunas de las implicaciones de
la conceptualización semiótica de la conciencia son evidentes y han recibido
atención en los textos que examinan las aplicaciones de las propuestas de
Vygotski y de Freire a la educación.
Entre estas implicaciones se destacan la importancia de la actividad en
la construcción del conocimiento, el énfasis de que esa actividad es más
productiva cuando implica acciones cooperativas y colaborativas, que el
lenguaje media estas actividades y que las mismas están situadas histórica,
cultural, social e institucionalmente. También se destaca el rol fundamental
que cumple la alfabetización en el desarrollo de funciones mentales como la
memoria lógica, el razonamiento, la reflexión y el control voluntario de
procesos mentales.
En alguna medida, el discurso de
la pedagogía contemporánea, amparándose en elaboraciones teóricas de la
psicología, particularmente en el trabajo de Jean Piaget y Lev S. Vygotski, ha
incorporado estas nociones. Esta
pedagogía se caracteriza por proclamar, de entrada, que se adhiere a los
postulados constructivistas y que rechaza de plano todo lo que sea educación
bancaria. Esta postura, que se origina en una autocrítica de la pedagogía
tradicional, sin duda ha resultado en cambios importantes en la forma en que
conceptualizamos la relación entre las materias que se enseñan en la escuela y
el manejo de esas materias en términos de procedimientos. El énfasis que se ha puesto en
reconceptualizar la educación a partir de ideas que subrayan la actividad del
aprendiz, las interacciones entre quien enseña y quien aprende, la
especificidad del contexto en que ocurren estas interacciones y los materiales
y estrategias que se utilizan en su realización, si bien nos libera de
prácticas tradicionales no implican, necesariamente, una ruptura con la
educación bancaria, en el sentido que Freire dio al término.
No debemos olvidar que Freire
postuló que en la concepción bancaria de la educación, el conocimiento se
conceptualiza como una dádiva que conceden los que piensan que lo tienen a
quienes consideran que no lo tienen. Se
proyecta, de este modo, una ignorancia absoluta de los otros que niega la
educación y el conocimiento como procesos de indagación y búsqueda de saber.
Procede preguntarnos en qué medida la práctica constructivista en la educación
ha enfrentado el problema de los significados.
La pedagogía debe ser crítica de
sí misma. Es arriesgado pensar que podemos realizar transformaciones profundas
sin tocar problemas sustantivos que, más allá de la retórica en los documentos
oficiales de política educativa, pocas veces nos plateamos. El problema es que
si pensamos esto, más importante aún, si aceptamos el lenguaje de la educación
sin cuestionarlo, nuestras acciones quedan confinadas a esas prácticas bien
intencionadas y teóricamente fundamentadas.
Pero, ¿cómo sabemos que con ellas logramos las transformaciones que nos
proponemos como objetivo?
En su obra Psicología y pedagogía, Jean Piaget (1980) planteó hace algunos
años que, en virtud de la posición en que se encuentra, corresponde a quien
educa plantearse continuamente ¿Cuál es el fin de la enseñanza que practica?
¿Es su fin propiciar la acumulación de datos o propiciar el aprendizaje
significativo? Podemos añadir en el
contexto de lo expuesto, ¿Significativo para quién? ¿Qué actividades realizamos
para explorar los temas generadores, los significados que derivan de las
actividades cotidianas? ¿Cómo se
relacionan estas actividades con las programadas en la escuela?
En el marco que emana de las
propuestas de Vygotski y de Freire la educación es una práctica social que
busca promover el desarrollo de funciones mentales que sin ella ni siquiera se
originarían. La memoria lógica, el
razonamiento lógico, el juicio crítico, la reflexividad, la conciencia y la
voluntad toman su forma en ese intercambio que llamamos educación. Como hemos visto, ese intercambio se efectúa
por medio del lenguaje. Si la educación no enfrenta el problema del
significado, de la pluralidad de punto de vistas que la propia noción de
significado implica, la escuela será un territorio alienante para un sector de
la sociedad. Las cifras de fracasos
escolares, de deserción escolar y de otros problemas que enfrentan nuestras
escuelas sugieren que, para algunos sectores de nuestra población, ya lo es.
PROBLEMAS Y PROBLEMATIZACIÓN
En este trabajo he desarrollado
la idea de que existe gran afinidad entre los planteamientos de Vygotski y de
Freire en torno al origen de la conciencia y el rol de la mediación cultural en
su organización y reorganización. ¿Por
qué a pesar de esta afinidad sus trabajos no se relacionan en la literatura
educativa y psicológica? No tengo una
respuesta definitiva a esta pregunta. Sin embargo, quisiera, compartir algunas
especulaciones en el ánimo de promover reflexión y discusión sobre el
asunto.
Lo primero que se me ocurre es
que las corrientes que han dominado la psicología y la educación en nuestro
hemisferio han desconocido, con notables excepciones, la naturaleza ideológica
del signo. El discurso psicoeducativo desde el que hemos construido nuestras
prácticas se ha caracterizado por ser ahistórico y evitar entrar abiertamente
en debates sociopolíticos. En el caso
de Vygotski, como señala Lee (1985), esto ha llevado a que se mencione de
pasada y por obligación que el discurso de este autor parte de una filosofía
marxista. Luego se procede a discutir sus ideas psicológicas y educativas al
margen de las proposiciones de las que derivan su sentido. En el caso de Freire, esta mención de pasada
no es posible porque su discurso proclama un compromiso político. Freire fue
claro al referirse a la concienciación como el acto de aprender a percibir las
contradicciones sociales, políticas y económicas y a tomar acción contra los
elementos opresivos de la realidad. Relacionar sus ideas a las de Vygotski
requiere, pues, hacer manifiesto el vínculo ideológico que los unía. Esto crea dificultades en un sistema que se
organiza y estructura a partir de una ideología opuesta al marxismo. Esta ideología opuesta nos permite el acceso
a las herramientas que ofrecen Vygotski y Freire, pero impone tácitamente
algunos límites a sus usos. El concepto
más conocido de Freire, la noción de educación bancaria, nos permite elaborar
un ejemplo de esta situación.
Una lectura de las referencias a
la educación bancaria en la literatura pedagógica sugiere que se utiliza la
noción para criticar los métodos utilizados por el educador o la educadora para
comunicar la información; que la educación podría dejar de ser bancaria si
buscamos métodos más activos y participativos para comunicar la misma
información. Miles de educadores y educadoras repiten la noción de educación
bancaria sin tomar conciencia de que Freire no estaba reaccionando
exclusivamente a los métodos educativos sino a la falta de reflexividad tanto
con respecto a los significados que comunicamos como a las formas de
razonamiento que se nos enseñan para manejarlos. Estas formas las desarrollamos en el curso de
la educación y por el medio que posibilita el intercambio educativo, el
lenguaje.
Del mismo modo que hemos
delimitado la discusión del concepto de educación bancaria a las prácticas
pedagógicas, hemos limitado la
significación de la noción de oprimido y opresor. Los trabajos de Freire han tenido mayor
acogida y han sido mas influyentes en América Latina, Asia y Africa. Su discurso parece apelar más al tercer
mundo, donde evidentemente existen serios problemas con el acceso a la
alfabetización y la escolarización relacionados a condiciones socioeconómicas
concretas. ¿Es acaso que los problemas en las relaciones de poder se limitan a
ese mundo? El caso es que no tendemos a
percibirnos ni como oprimidos ni como opresores cuando reflexionamos en torno a
nuestra actividad en el contexto educativo.
Dada la complejidad de la educación y su inserción en la construcción
cultural, planteo la posibilidad que podamos asumir ambos roles en diferentes
contextos. El asunto es complejo y
amerita discusión pero, ¿cuándo lo abordamos?
Los textos y las conferencias educativas no parecen considerar este un
asunto medular.
La educación como promotora del
desarrollo de la conciencia tiene que ser educación problematizadora.
Pero
esto implica problematizarse a sí misma, ser reflexiva y crítica de sus propias
prácticas. Para Freire (1972), “…la educación
problematizadora implica un acto permanente de develación de la realidad. La
educación bancaria busca la inmersión; la liberadora, la emersión. Este debe ser el resultado de la inserción
crítica en la realidad“ (p. 92).
Conforme a su propio discurso, sería más apropiado hablar de
realidades.
Los planteamientos de Vygotski y
de Freire nos llevan a concluir que el nivel de conciencia que tengamos de los problemas de la educación
dependerá de nuestra reflexión crítica de las realidades educativas. En vista
de que la educación es un práctica social su transformación requiere del
diálogo y la negociación de significados. Esta negociación se inscribe en un
momento histórico particular que no debemos perder de perspectiva. Como señala Bruner (1986), los problemas de
la educación no pueden comprenderse al margen de los cambios
históricoculturales que vivimos.
Las transformaciones que estamos
viviendo nos están llevando a la reconceptualización de nociones centrales en
la psicología y en la educación como son las nociones de sujeto, conocimiento y
realidad. En un conjunto, las ideas
elaboradas por Vygotski y Freire se nos presentan como herramientas útiles para
trabajar los retos que presenta la desintegración del ideal de la certeza y las
múltiples caras de la incertidumbre.
Interesantes trabajos de reciente publicación comienzan a configurar una
perspectiva de la cognición que es muy afín con las ideas de Vygotski y de
Freire y que reconoce la intrincada relación entre la conciencia y las prácticas
sociales. Los trabajos en torno a la mente discursiva (Harré, 1994), las
cogniciones compartidas (Resinik, Levine & Teaslye, 1991), la cognición
distribuida (Salomon, 1993) y la cultura de la educación (Bruner, 1996), entre
otros, ofrecen un importante material para abonar a la discusión de los
problemas de la educación desde una perspectiva que reconoce la intrincada
relación entre lenguaje y pensamiento, entre conciencia e historia cultural,
entre mente y sociedad. Su lectura, y la problematización de los argumentos que
plantean estos trabajos, abre nuevas posibilidades a la educación como
construcción cultural.
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