EL JUEGO:
UN CONTEXTO DE DESARROLLO Y
APRENDIZAJE
1. INTRODUCCIÓN
La fuerza motivadora y el
interés intrínseco que los niños incluyen en sus juegos nacen de la propia
naturaleza epistemológica de ser humano; por eso juego y aprendizaje
necesariamente están relacionados. Se considera el juego infantil como una
actividad de gran potencialidad para el desarrollo y el aprendizaje.
El juego infantil constituye un
escenario psicosocial donde se produce un tipo de comunicación rica en matices,
que permite a los niños y niñas indagar en su propio pensamiento, poner a
prueba sus conocimientos y desarrollarlos progresivamente en el uso interactivo
de acciones y conversaciones entre iguales.
“El
juego nunca deja de ser una ocupación de principal importancia durante la
niñez". La vida de los niños es jugar y jugar, la naturaleza implanta
fuertes inclinaciones o propensiones al juego en todo niño normal.
Los
niños juegan por instinto, por una fuerza interna que los obliga a moverse,
manipular, gateara, ponerse de pie, andar, prólogos del juego y del deporte que
la disciplina. Juegan movidos por una necesidad interior, no por mandato, orden
o compulsión exterior, la misma necesidad que haría que un gato persiga una
pelota que rueda y que juegue con ella como lo haría con un ratón.
El
juego profundamente absorbente es esencial para el crecimiento mental. Los
niños capaces de sostener un juego intenso acercan a la probabilidad de llegar
al éxito cuando haya crecido.
Durante
el juego el niño inicia gozosamente su trato con otros niños, ejercita su
lenguaje hablando y mímica, desarrolla y domina sus músculos, adquiriendo
conciencia de su utilidad
El
juego es un medio valioso para adaptarse al entorno familiar y social, por tal
manera se le debe desalentar a los niños con advertencias como "No hagas
eso", "Es Peligroso", "Te vas a lastimar"…., la mejor
manera es animarlo y proporcionarle lugares seguros donde el pueda desarrollar
Es
necesario recordar que el niño juega porque es un ser esencialmente activo y
porque sus actos tienen que desenvolverse de acuerdo con el grado de su
desarrollo mental.
2. CONCEPTO DE JUEGO
A lo largo de la
evolución biológica de las especies se observa con curiosidad que el juego es
una conducta asociada a la capacidad cerebral de las criaturas, dándose una
razón directa entre la cantidad de juego y la cantidad de masa cerebral de las
mismas. En criaturas de estructura elemental no se observa este tipo de
conducta; por el contrario, tiene su apogeo en los mamíferos, y dentro de
éstos en el hombre llega a ser una institución cultural. Si partimos de la base
de que la cultura es la forma peculiar que el ser humano ha elegido para
adaptarse, progresar y dominar el medio ambiente en que se desenvuelve, el
juego sería un escalón inicial.
Con el término
juego se designa cualquier manifestación libre de energía física o psíquica
realizada sin fines utilitarios.
El juego es sin
duda una actividad;
- Libre. No se puede obligar a un jugador a que participe
si que el juego deje de ser inmediatamente lo que es.
- Delimitada. Dentro de unos límites de espacio y de tiempo
precisos y fijados de antemano.
-Reglamentada. Sometida a convenciones que suspende las normas que rigen
ordinariamente y establecen temporalmente mente una nueva ley, que es la única
que cuenta.
Se suele asociar la
actividad lúdica con las primeras edades. No creemos que esto sea así. Parece
que tan sólo a los niños se les reconozca el derecho a jugar. El adulto, en
cambio, ha de ser una persona seria con el fin de poderse enfrentar con éxito a
las responsabilidades que ha de adoptar en su vida como tal. Sostener esto
implica negar la seriedad que comporta el juego; éste puede representar para el
adulto un medio equilibrador de su vida y favorecer en gran manera su relación
con los demás. De hecho, de una u otra forma, el juego está presente en la vida
del individuo desde que nace hasta la muerte. De formas diferentes, en
consonancia con las características evolutivas pero acompañando al hombre en su
evolución.
3.
LA IMPORTANCIA DEL
JUEGO EN EL DESARROLLO INFANTIL
La
mayoría de los padres, muchos educadores y pediatras, algunos psicólogos y
todos los niños piensan que el juego es importante para el desarrollo infantil.
El
juego constituye un modo peculiar de interacción del niño con su medio, que es
cualitativamente distinto del adulto. Hoy, la mayoría de los especialistas en
el tema reconocen que el término “juego” designa una categoría genérica de
conductas muy diversas. En una reciente puesta en común sobre el tema, P.K. Smith (1983) señala que su aspecto
más singular consiste en la orientación del sujeto hacia su propia conducta,
más que en un tipo de conducta particular.
Este
control sobre la propia actividad, que se contrapone al ejercicio originado por
los estímulos externos, necesidades y metas propio de los comportamientos no
lúdicos, tiene mucho que ver con la distorsión de la realidad que supone el
proceso de asimilación, tanto biológica como psicológica.
Sin
embargo, esta tesis de que el juego tiene una razón de ser biológica y psicológica,
que constituye una forma de adaptación a la realidad que es propia de los
organismos jóvenes, ha chocado frecuentemente con la idea de que el juego
equivale a “tiempo perdido”, que es una actividad nociva que interfiere con las
que, en su lugar, se deberían “reforzar”, fomentar o enseñar.
En
versión más moderada, el juego sería un mal menor, una liberación de energías
que el pequeño no puede, o no conseguimos, que dedique a ocupaciones más
serias.
Si
se entiende al niño como una mera réplica, en diminuto, del adulto, no puede
comprenderse la importancia que tiene el juego en su desarrollo. En la
psicología ha sido el enfoque conductista, tanto en su versión clásica
pavloviana como la más moderna de Skinner,
uno de los que más ha insistido en la similitud de las leyes que rigen tanto el
comportamiento adulto como el infantil.
De
hecho no han dudado nunca de la validez de extender unos principios a cualquier
comportamiento humano, por completo que éste pudiera parecer.
Muchos
de los estudios sobre el juego en las dos últimas décadas se deben a biólogos.
Comparando el desarrollo en especies muy distintas han observado que son las de
aparición filogenético más tardía las que juegan más y durante más tiempo.
Cabría preguntarse qué función cumplen estas actividades lúdicas para que hayan
sido seleccionadas en el curso de la evolución.
J. S. Bruner (1984), por ejemplo,
relaciona el juego con la prolongada inmadurez de los mamíferos, que les hace
depender de sus progenitores durante periodos muy prolongados de tiempo. Al
tener aseguradas las necesidades básicas las crías de estas especies pueden
jugar, es decir, pueden dedicarse a actividades que no están directamente
relacionadas con los fines biológicos que tiene el comportamiento adulto.
La
realidad es que son precisamente aquellas especies en las que el comportamiento
adulto es más flexible y más complejo, en las que el medio al que han de
adaptarse es más variable, las que prolongan durante más tiempo la dependencia
de las crías y las que, consiguientemente, ofrecen a éstas unas mayores
posibilidades de juego.
Una
versión antropomórfica de esta teoría, y muy difundida entre las creencias
populares, es la de que el niño juega porque no tiene que trabajar. La
oposición juego-trabajo trae consigo la adjudicación
al primero de todas aquellas características opuestas a la concepción del
trabajo como castigo de la humanidad. Es libre, espontáneo, creativo,
placentero, etc. Consiguientemente, si lo propio del adulto era trabajar, lo
característico del niño debería ser jugar.
¿Cuáles
son los rasgos comunes que nos permiten calificar como juego tanto el golpear
un objeto del bebé de pocos meses como las “comiditas” y las “guerras” de los
niños de 4 ó 5 años y las partidas de dominó de los adultos? Probablemente la
misma definición de lo que es el juego ha sido una de las cuestiones más
debatidas en la literatura sobre el tema.
Algunas
de las primeras teorías psicológicas sobre el juego llevaron la identificación
entre la infancia y juego hasta el extremo de definir aquélla por éste (Groos, 1896), o viceversa (Buytendijk, 1935). Pero si el juego es
característico de la infancia, es cierto que ninguna es tan prolongada como la
humana.
El
hombre juega más durante más tiempo y a juegos que son específicamente humanos.
Pero, aunque designemos con un mismo término a actividades tan diversas, no se
debe eludir sus diferencias ni el hecho de que aparezcan, siguiendo un orden,
en momentos diferentes del desarrollo. Como se saber cualquiera que tenga un
trato habitual con niños, “no se juega a cualquier cosa en cualquier edad”,
cada tipo de juego es predominante en un determinado momento de la vida y las
formas lúdicas más elaboradas se construyen sobre otras más simples.
4.
TEORÍAS PSICOLÓGICAS SOBRE EL JUEGO
Se
han hecho referencia anteriormente a algunas teorías tradicionales, como la de K.
Groos, que veía en el juego un valor adaptativo en tanto que preejercicio
de aquellos instintos aún no desarrollados y necesarios para la supervivencia
de individuo y especie.
Algunas
de las más modernas teorías funcionales tendrían en Groos un insigne precedente. El problema con estas teorías es que
son necesariamente parciales, pues si el juego consiste en un orientación del
individuo hacia su propia conducta, en una disociación entre los medios y el
fin que se persigue, de modo que el placer se obtiene por la puesta en
funcionamiento de esos medios, cabría suponer que cualquier conducta o
habilidad es susceptible de verse beneficiada por su práctica en el juego.
Como
R. Fajen (1981) ha señalado, habría
una posible versión “simulada”,
no-literal, lúdica, de la mayor parte de los comportamientos “serios” o
literales. En realidad, todos estos estudios etológicos se centran en el juego
motor. Las teorías a las que dan lugar ignoran las características peculiares
tanto del juego simbólico como del de reglas.
Freud vincula el juego a los
sentimientos inconscientes y al símbolo como disfraz en el que éstos se
ocultan. La realización de deseos, que en el adulto encuentran expresión a
través de lo sueños, se llevan a cabo en el niño a través del juego.
Pero
en su trabajo sobre una fobia infantil, Freud
(1920) se ve obligado a reconocer que en el juego hay algo más que
proyecciones del inconsciente y resolución simbólica de deseos conflictivos.
Tiene también que ver con experiencias reales, en especial si éstas han sido
desagradables y han impresionado vivamente al niño. Al revivirlas en su
fantasía llega a dominar la angustia que le produjeron éstos originariamente.
El
interés del psicoanálisis por el juego ha sido fundamentalmente clínico, como
expresión de otros procesos internos y cuya importancia estriba, precisamente,
en el acceso que permiten a ellos. No considera, por tanto, más que un tipo de
juego simbólico.
Para
Piaget, al cual le dedicaremos mas
adelante un punto, el juego consiste en un predominio de la
asimilación sobre la acomodación.
Cualquier
adaptación verdadera al medio supone, en la teoría, un equilibrio entre ambos
polos. Y si la imitación es el paradigma de predominio de la acomodación, el
juego, en el que se distorsiona esa realidad externa a favor de la integridad
de las propias estructuras, será el paradigma de la asimilación.
Al
mencionar las teorías psicológicas sobre el juego infantil hay que referirse
necesariamente a la obra de L. S.
Vygotsky (1982) y a la de sus
colaboradores y discípulos, especialmente de D. B. Elkonin (1980), que
ha recogido una interesantísima muestra de estas investigaciones.
Ambos
autores consideran que la unidad fundamental del juego infantil es el juego
simbólico colectivo, o como ellos le llaman, el “juego protagonizado”,
característico de los últimos años preescolares. Se trata, por tanto, de un
juego social, cooperativo, de reconstitución de papeles adultos y de sus
interacciones sociales.
La
condición necesaria para que un determinado comportamiento pueda ser
interpretado como lúdico, estribaría en su componente de ficción. Por esta
misma razón, cuando la teoría aborda el caso de los juegos de reglas, concibe a
éstos como un mero cambio en el énfasis de sus componentes de ficción y de
regulación.
Los
juegos de ficción o juegos protagonizados tendrían ya unas reglas. Lo que
ocurre es que dichas reglas sólo serían implícitas mientras que el énfasis en
estos juegos estaría en su componente de ficción. Las reglas aparecerían de
forma explícita, mientras que el componente de ficción se tornaría implícito.
Elkonin insiste en la importancia
que tiene la cooperación ya en estos niveles de juego protagonizado. La
interacción de roles que en él tienen lugar supone un continuo ejercicio de
descentramiento para poder colocarse en el punto de vista de otro.
C. Garvey (1982) señala que las
conversaciones de los niños, cuando juegan entre sí, tiene una riqueza
lingüística y una complejidad que no alcanzan cuando la conversación se
establece con un adulto o en su presencia.
Estas
diferencias entre el comportamiento en situaciones de interacción espontánea
con los iguales frente al adulto, llevan a valorar más aún las experiencias de Elkonin.
Cabe
la hipótesis de que, al igual que ocurre con ciertos aspectos del lenguaje las
situaciones de juego nos proporcionen una visión más realista de las auténticas
capacidades del niño preescolar. Es este sentido en el que Vygotsky (1982) calificaba al juego como “guía del desarrollo”.
Bruner (1984) ha confirmado que, en lo
referente a la adquisición del lenguaje, “las formas más complejas
gramaticalmente y los usos pragmáticos más complicados aparecen en primer lugar
en contractos de juego”.
Si
concebimos el juego como la categoría genérica no tiene sentido seguir
invalidando su utilidad como concepto, porque agrupa una gran variedad de
conductas distintas.
Pero
además, las sucesivas transformaciones que las estructuras biológicas y
psicológicas van sufriendo en el curso del desarrollo, es imposible poder
entender la importancia del juego.
Se
ve, por tanto, que todas estas teorías psicológicas hacen prevalecer un tipo de
juego sobre otras formas lúdicas, generalizando su formulación a todas ellas
sin matizar sus diferencias estructurales.
4.1. Otras
teorías
Ahora bien, el
juego es la cosa más evidente que existe, pero las explicaciones psicológicas
muchas veces no nos explican en que consiste la esencia del juego, que de esta
forma, en cuanto totalidad, queda desfigurado en la exposición psicológica. En
esta teoría se hace destacar algo, que ciertamente va unido al juego, pero que
no constituye su verdadera esencia, ni su carácter peculiar, o se añade algo de
lo cual puede prescindir el juego, sin dejar de ser juego. La explicación
teórica del juego tendría que emprender el camino opuesto, tendría que partir
de la evidencia del juego y tendría que tratar de explicar cómo es que perdemos
esa evidencia, cómo es que no jugamos ya, cómo se puede comprender lo que no es
juego y como podemos recuperar la evidencia perdida del juego, el paraíso
perdido.
Las explicaciones
psicológicas no son superfluas, pero no pueden expresar lo esencial. Sólo dicen
qué aspecto tiene lo evidente, cuando no se ve su evidencia; que aspecto tiene
el juego cuando, por ejemplo, se piensa que el trabajo es lo evidente, lo que
todavía no es más que una mera teoría, por más que sea considerado como una
realidad por algunos educadores de buena fe, aunque no del todo sinceros.
Precisamente el que trabaja se pregunta por el sentido del trabajo y en su
trabajo tiene que tomar nuevos impulsos. Sólo cuando el trabajo se vuelve
juego, cuando lo realiza “jugando”, ya no pregunta más. Sin embargo, el que
juega, sobretodo los niños, no pregunta porqué, cómo y para qué juega.
Las teorías del
juego dicen que todo juego tiene repercusiones; y todo juego supone una
situación en la cual nace y de la cual depende la posibilidad de su existencia.
Estas repercusiones y condiciones previas no son el juego mismo y no afectan a
su esencia. Si que nos muestran, sin embargo, cómo el juego está enmarcado en
el conjunto de la vida cultural y de los sentidos. Las explicaciones no captan
la esencia del juego, sino el significado que tiene ésta para la vida activa.
La esencia del juego
no consiste en la actividad, ni en el fin, ni en un significado que emane de él
y que lo desborde. Su esencia está cerrada completamente en él mismo; tiene
sentido por si mismo.
Stern realiza un resumen de las teorías del juego en Psicología
general, en el cual podemos ver como las divide en teorías del presente,
teorías del pasado y teorías del futuro.
o
Entre las teorías del presente tenemos la explicación que
da Herbert Spencer sobre el juego. Spencer considera que el niño juega más
y durante un tiempo largo, pues muchas de sus tareas vitales se las resuelve el
educador. Como el hombre se tiene que deshacer de alguna manera de las energías
que luchan por salir afuera, se agarra a lo más cercano, imita las actividades
que ve en los otros. Esta teoría hace resaltar una de las condiciones previas
del juego, es decir, que tiene que surgir un “excedente” para que surja el
juego.
La terapia de
restablecimiento de M. Lazarus parte
del gran consumo de fuerza que la vida laboral exige del hombre y que hace
necesaria la compensación. La recuperación no sólo se puede alcanzar mediante
el descanso, sino también poniendo en movimiento las otras fuerzas que están
pasivas durante el trabajo. Esta teoría está más pensada en el adulto que en
niño; para el primero el juego es como un trabajo bajo otras condiciones y en
unas circunstancias especiales, sin ser una actividad orientada hacia un fin.
En este hecho se encuentra la posibilidad de una compensación mucho más
esencial y profunda que la única compensación que se tiene aquí en cuenta y que
se deba a un cambio en las metas de la actividad. El efecto compensador puede
ser valorado terapéuticamente.
Otras teorías
actuales tratan del contenido del
juego. Basan el juego en el instinto de imitación y consideran que puede
compensar los sentimientos de inferioridad. El juego ofrece la posibilidad de
hacer reaccionar instintos reprimidos, pero decir que el juego “no es otra cosa
que” compensación de los sentimientos de inferioridad, reactivación de lo
reprimido, ampliación de la esfera, del yo, y efecto del instinto de imitación,
es confundir la esencia con uno de sus posibles efectos, que destruye la
esencia cada vez que aparece.
o
Entre las teorías del pasado la de Stanley Hall intenta aplicar al juego la ley fundamental de la biogénesis.
Según esta ley “en los juegos de los niños vuelven a revivir las formas
primitivas del ser humano”; de esta forma, el hombre tiene la posibilidad de
“poner en movimiento las aspiraciones originarias adquiridas por herencia pero
no adaptadas ya a la cultura del presente y con esto de hacerlas reaccionar de
una forma inocua e inofensiva”. De esta forma el juego es valorado solamente
por la importancia que juega en la vida activa, pero no según su propio
sentido, por el sentido que lleva en sí mismo.
En el juego pueden
aparecer nuevamente, si no unos contenidos fijos, sí actitudes anteriores que
van cubiertas por una postura más formal que se ha ido adquiriendo. “en este
sentido es indudable que todo hombre es más primitivo cuando juega que cuando
actúa seriamente” opina William Stern.
La psicología analítica de Jung nos
ha recordado nuevamente que el juego podría sacar a la superficie unos
contenidos, unas formas y también unos valores primitivos, biogenéticamente
anteriores cuya consideración tendría mucha importancia para la vida sana y
para la creación de una cultura. Nuevamente se ha indicado algo que se da con
más facilidad en el juego que en la actividad orientada hacia un fin, pero no
se ha dicho nada que constituya la base o la esencia el juego. Pero decir que
el hombre que juega es “más primitivo” que el serio, esto es una definición del
término “primitivo”.
o
Las teorías del futuro ponen el acento en el hecho de que
en el juego se puede preparar lo que está por llegar. Según Kart Groos el juego es un ejercicio
previo, como ya se ha dicho anteriormente. Un estudio y una práctica orientados
hacia una meta no serían suficientes. Tendríamos que referirnos a la segunda
fase de desarrollo, según la división de Charlotte
Bühler, en la cual el niño, dejándose llevar sin reparo alguno por la
fantasía y sin preocuparse por ninguna realidad, empieza a poner metas a sus
acciones. W. Stern añade que el juego
puede ser también una “predicción anticipada”, posee no sólo un valor de
expresión en cuanto diagnóstico sino también en cuanto pronóstico y, partiendo
del punto de vista del niño mismo, puede ser considerado como una “fase
previa”. Pero nuevamente tenemos que indicar que el juego no se realiza con
miras a estas cosas, que el juego no es una actividad orientada a un fin, ni
siquiera de forma inconsciente; que la repercusión es algo que sigue al juego
sin ser buscado; que sólo se da cuando no ha sido buscada. Lo esencial
en el juego es que se basta a sí mismo, que descansa en sí, y sólo si se tiene
en cuenta esta única característica esencial se puede comprender sus
condiciones previas, así como sus repercusiones también así se pueden
comprender los efectos terapéuticos de unos procesos que se dan con más
facilidad en la actitud lúdica.
4.2. Piaget y la naturaleza
cognitiva del juego
Hay
tres trabajos fundamentales que tratan sobre el juego en la abundantísima obra
de Piaget. El primero (1932) es un estudio sobre la moralidad
de los niños y el desarrollo de la conciencia sobre las normas morales y la
justicia. En éste, Piaget trata del
juego de reglas y define los juegos de los niños como admirables instituciones
sociales. El segundo trabajo en el que Piaget
(1946) aborda el tema del juego es un estudio sobre el desarrollo de la
función simbólica en el niño, en el que se puede observar lo que él llama una
teoría estructural. Efectivamente, en esta obra plantea una teoría de la
naturaleza de los juegos en relación con las estructuras cognitivas del sujeto.
Estas dos obras nos proporcionan ideas claras sobre qué es el juego para Piaget. Éste no es otra cosa que un matiz, una orientación personal
en el funcionamiento de las estructuras cognitivas generales. Este matiz, esta
orientación, es de naturaleza subjetiva y personal, y en términos de
invariantes funcionales es básicamente asimilación deformante.
Así
pues, la evolución de los juegos infantiles se debe concebir como evolución del
conocimiento. Es lógico encontrar primero un juego de acción, de naturaleza
sensorio-motora, posteriormente un juego de representación, de naturaleza
simbólica, y más tarde un juego combinatorio que incluye normas convencionales
que son para Piaget los juegos
reglados.
El
tercer trabajo de Piaget sobre el
tema es un artículo en el que responde a la crítica que el trabajo de Sutton-Smith (1966) le plantea, crítica
en parte debida a la incorrecta interpretación de ciertos postulados
piagetianos como el del egocentrismo intelectual y, en parte, a la parcialidad
que cualquiera puede descubrir si intenta tomar la teoría piagetiana como un conjunto
global de ideas para explicar la totalidad de la conducta infantil.
De
los tres, el trabajo más importante sobre el juego es el de 1946, en el que Piaget desarrolla su teoría de la
función simbólica.
Piaget define el juego como una
conducta de “orientación”, como una actividad que encuentra su fin en sí misma.
El juego es considerado una actividad auto-orientada hacia sí misma, una
conducta autotélica. Hay otras conductas que él llama las reacciones
circulares. Efectivamente, durante el período sensorio-motor, el juego no se
diferencia del resto del comportamiento más que por una cierta “orientación” lúdica
que el niño da a ciertas reacciones circulares “serias”. Esta orientación viene
dada por la relajación infantil hacia el equilibramiento de los esquemas
sensorio-motores.
La
teoría piagetiana tiende a establecer un camino evolutivo desde el autotelismo
al egocentrismo y desde éste a la conducta social. Este camino está siendo
criticado en la actualidad y desde luego ya lo fue en los años de las primeras
publicaciones por autores como Vygotsky
(1956, 1986) o Wallon (Palacios,
1983).
El
abandono del autotelismo como conducta primitiva, lo relaciona Piaget con la diferenciación en la
acción del proceso asimilatorio y acomodatorio. Diferenciación que no sobrevendrá
hasta pasado el primer año de vida.
Para
Piaget, el juego es siempre más
egocéntrico y sólo perderá este carácter en el último escalón del proceso
evolutivo, esto es, en el penúltimo estadio del juego reglado, con la
incorporación de la conciencia moral sobre la naturaleza de las reglas (Piaget,
1932).
La
espontaneidad es estudiada por Piaget como la segunda característica del juego,
exponiendo que tanto la conducta indagatoria, como la conducta científica,
tienen características de conducta espontánea frente a la conducta obligada
socialmente. Coloca así Piaget el
juego y la actividad científica en una misma dimensión, si bien en niveles
diferentes. El juego supone una espontaneidad no controlada (libre), mientras
que el comportamiento científico es una espontaneidad controlada. De cualquier
manera, el criterio espontaneidad es explicable si se interpreta el juego como
la asimilación relajada del esfuerzo acomodatorio a la realidad o conducta
obligada.
El
tercer criterio o del placer, es analizado pro Piaget en términos de
contraposición a la conducta seria, la cual busca habitualmente una meta. Para
él, el placer es la cara efectiva del autotelismo.
Para
Piaget, como para Vygotski (1933-80), el juego es el lugar
de satisfacción de deseos inmediatos. Pero mientras que Vygotski habla de deseos y necesidades
epistemológicas, Piaget acepta la
interpretación psicoanalítica de que se trata de deseos de naturaleza yoica
(compensaciones, desplazamientos, etc.).
El
cuarto criterio es la falta de organización del juego, la carencia de
estructura organizada por oposición a la tendencia al orden lógico del
pensamiento. De nuevo Piaget parece renunciar al principio establecido por él
mismo de la organización constructivista y adaptativa de toda acción y proceso
psicológico, y anuncia su idea de la falta de organización interna del
pensamiento simbólico frente a la organización y desarrollo del pensamiento
como representación simbólica de la realidad o pensamiento lógico.
De cualquier manera el origen de esta desorganización
derivaría de la naturaleza exclusivamente asimilatoria que Piaget atribuye a la acción lúdica, ya que es la acomodación o ajuste a la evidencia
externa la que reequilibra las estructuras cognitivas del sujeto.
Un quinto criterio sobre la naturaleza del juego
es el ser “resolución de conflictos personales”. Dice Piaget que el juego
ignora los conflictos cognitivos o evidencias de incoherencia interna de lo que
pensamos, o si los encuentra es para liberar al yo mediante una resolución de compensación
o de liquidación, mientras que la actividad seria se debate en conflictos
insolubles cuya resolución nos obliga a cambiar nuestras ideas y a abandonar
nuestro egocentrismo. Piaget (1946),
alude también a otros criterios como la superposición de motivos que se dan en
el juego, pero de nuevo lo resuelve reduciéndola al papel de la asimilación en
el juego, que permite no hacer
verdaderamente frente al conflicto que la realidad plantea al sujeto.
Demuestra
cómo cada una de las características de las teorías generales del juego,
(Groos, Buytendijk, Claparède, Spenser, Hall), son perfectamente asimilables a
lo que él ha llamado la polarización de la asimilación en el proceso de
funcionamiento de las invariantes funcionales (Flavell, 1979). Esta polarización
permite que, ante un conflicto cognitivo dentro de un juego, el niño pueda
renunciar a acomodar su pensamiento y su acción y relajar los esfuerzos
equilibradotes.
-
Evolución de los juegos y desarrollo psicológico.
A
través de esta vía, Piaget va a intentar articular una serie de
paralelismos entre la evolución de las estructuras básicas del conocimiento y
las formas que adquiere el comportamiento lúdico infantil. Tratará de demostrar
cómo llega el juego de sensorio-motor a simbólico, y de simbólico a reglado, y
cómo en cada uno de estos estadios se mantiene la diferencia funcional entre el
comportamiento serio y el lúdico y el parecido de ambos como expresiones de
estructuras epistemológicas.
Para
Piaget, al relacionar juego y
estructura cognitiva cierra las puertas a análisis culturales y antropológicos
que había iniciado él mismo y que están presentes en su primer trabajo sobre la
naturaleza social de los juegos, en el tema concreto de la adquisición de la
conciencia moral (Piaget, 1932).
La
teoría de Piaget establece los principios psicológicos básicos para formular un
concepto del juego infantil que lo define como parte del proceso cognitivo en
particular y de desarrollo en general; sin embargo la consideración del juego
como asimilación deformante y por tanto como subjetivo y egocéntrico, dificulta
de hecho su consideración de marco social para la adquisición de conocimientos.
Por el contrario, considerando el juego infantil como un comportamiento que
incluye siempre la actividad, que tiene naturaleza simbólica, y que es, por
tanto, una conducta representativa que se organiza en torno a unas reglas, es
más fácil elaborar una teoría psicológica acorde con un paradigma general del
desarrollo y el aprendizaje infantil, y que permita su utilización como marco
educativo.
5. TIPOS DE JUEGO
Siguiendo
la teoría de Piaget (1932, 1945,
1966) podemos clasificar los juegos en cuatro categorías: motor, simbólico, de
reglas y de construcción. Exceptuando la última, los juegos de construcción,
las otras tres formas lúdicas se corresponden con las estructuras específicas
de cada etapa en la evolución intelectual del niño: el esquema motor, el
símbolo y las operaciones intelectuales. Y, al igual que sucede con estas
últimas, los juegos de reglas son los de aparición más tardía porque se costruyen”
a partir de las dos formas anteriores, el esquema motor y el símbolo,
integrados en ellos y subordinados ahora a la regla.
5.1. El juego motor
Los
niños pequeños, antes de empezar a
hablar, juegan con las cosas y las personas que tienen delante. Golpean un
objeto contra otro; lo tiran para que se lo volvamos a dar, etc. Exploran
cuanto tienen a su alrededor y, cuando descubren algo que les resulta
interesante, lo “repiten” hasta que deje de resultarles interesante. Y es importante
señalar que el interés infantil no coincide con el del adulto.
Si
aprende, por ejemplo, a abrir el cajón de su armario, repetirá la acción a
pesar de nuestros ruegos para que se estén quietos y de nuestras advertencias
de que pueden pillarse o de que pueden romperlo.
Para
quienes sabemos el funcionamiento de un cajón nos resulta difícil entender la
satisfacción que pueda proporcionar el abrirlo y cerrarlo tantas veces. Para
el niño pequeño la tiene, y al repetir
ese conocimiento recién adquirido, llega a consolidarlo.
En
otras ocasiones el interés no estará tanto en el cajón mismo como en el enfado
que nos provoca su incansable manipulación. No sabe exactamente por qué los
demás le sonríen o se enfadan con él, y para descubrirlo, tiene que comprobar qué
es la que nos agrada o nos molesta. Cuanto mayor sea esta actividad infantil,
mayor será el conocimiento que obtenga sobre las personas y las cosas que le
rodean.
Este
carácter repetitivo del comportamiento lo adoptamos también los adultos cuando
interaccionamos con niños de estas edades. Y si la interacción tiene lugar con
una cierta frecuencia, los niños llegan a solicitar con la sonrisa o la mirada
esos gestos y ruidos raros que constituyen los primeros “juegos sociales”. Es
un modo de demostrar que nos reconocen.
Los
estudios sobre cómo adquieren los niños el lenguaje han puesto de manifiesto la
importancia de estas interacciones tempranas con el adulto. Nos dirigimos a
ellos con un lenguaje distinto del que utilizamos con quienes ya hablan.
El
objetivo no es otro que tratar de establecer una comunicación con un ser que
aún no dispone del medio privilegiado que es el lenguaje. Y estos antecesores
del diálogo aparecen en esas situaciones que se repiten en el cuidado diario
del niño.
Bruner (1984), ha llamado a estas
situaciones “formatos” para la adquisición del lenguaje, refiriéndose con ello
a la estructuración que el adulto hace de ellas y a la facilitación que
promueve para que el pequeño inserte sus acciones y sus vocalizaciones en dicha
estructura.
5.2. El juego simbólico
Aunque
hay distintos tipos de juegos, muchos consideran el juego de ficción como el
más típico de todos, el que reúne sus características más sobresalientes. Es el
juego de “pretender” situaciones y personajes “como si” estuvieran presentes.
Fingir,
ya se haga en solitario o en compañía de otros niños, abre a éstos a un mofo
nuevo de relacionarse con la realidad. Al
jugar, el niño “domina” esa realidad por la que se ve continuamente dominado.
Con
el desarrollo motor se amplía enormemente su campo de acción, se le permite o
se le pide participar en tareas que antes le estaban vedadas y, sobre todo,
aparecen mundos y personajes suscitados por el lenguaje.
Los
psicoanalistas han insistido, con razón, en la importancia de estas elaboraciones
fantásticas para poder mantener la integridad del yo y dar expresión a los
sentimientos inconscientes.
Con
independencia de si las fantasías ocupan con anterioridad un lugar, o no, en la
mente infantil, lo cierto es que no será hasta el segundo año de vida cuando
aparezcan las primeras manifestaciones de fingir que se come de un plato vacío
o que se duerme con los ojos abiertos. Buena parte de estos primeros juegos de
ficción son individuales, o si se realizan en presencia de otros niños,
equivalen a lo que se ha llamado juego “en paralelo”, en el que cada jugador
desarrolla su propia ficción con esporádicas alusiones al compañero.
Esta
ausencia de cooperación entre jugadores ha llevado a Piaget (1945) a definir el juego simbólico como “egocéntrico”,
centrado en los propios intereses y deseos.
En
un interesante estudio, C. Garvey (1979)
sostiene que el juego es social desde el principio, que su carácter individual
y privado es un aspecto secundario de una actividad que se genera siempre en un
contexto social.
Sus
análisis de las conversaciones infantiles mientras jugaban muestran que desde
edad tan temprana se diferencian claramente las actividades que son juego de
las que no lo son, y que, cuando la situación es ambigua, los niños recurren al
lenguaje para hacérsela explícita unos a otros.
No
se trata de la mera imitación de una persona concreta, sino del concepto mismo
de cada rol social definido por sus acciones más características y, con
frecuencia, exageradas.
La
coordinación de acciones y papeles sólo se logra, a una edad en la que aún no
es posible la elaboración de reglas arbitrarias y puramente convencionales, por
una continua referencia a lo que sucede “de verdad”. De este modo surge el
contraste entre el conocimiento que cada jugador posee de los papeles
representados.
Cuando
hay discrepancias en la síntesis de las acciones el recurso último es la vida
real o un reforzamiento del carácter puramente fantástico del juego con
afirmación explícita del mismo por los jugadores.
Una
aportación fundamental de este tipo de juegos es descubrir que los objetos no
sirven sólo para aquello que fueron hechos, sino que pueden utilizarse para
otras actividades más interesantes. Un simple palo se transforma en caballo, en
espada o en puerta de una casa.
5.3 Juegos de reglas
El
final de preescolar coincide con la aparición de un nuevo tipo de juego: el de
reglas. Su inicio depende, en buena medida, del medio en el que se mueve el
niño, de los posibles modelos que tenga a su disposición.
La
presencia de hermanos mayores y la asistencia a aulas de preescolar situadas en
centros de primaria, facilitan la sensibilización del niño hacia este tipo de
juegos.
Pero
en todos los juegos de reglas hay que “aprender” a jugar, hay que realizar unas
determinadas acciones y evitar otras, hay que seguir “unas reglas”. Si en los
juegos simbólicos cada jugador podía inventar nuevos personajes, incorporar
otros temas, desarrollar acciones sólo esbozadas, en los de reglas se sabe de
antemano lo que “tienen que hacer” los compañeros y los contrarios. Son
obligaciones aceptadas voluntariamente y, por eso, la competición tiene lugar
dentro de un acuerdo, que son las propias reglas.
Los
preescolares se inician en estos juegos con las reglas más elementales y, sólo
a medida que se hagan expertos, incorporarán e inventarán nuevas reglas. Ese
conocimiento mínimo y la comprensión de su carácter obligatorio les permite
incorporarse al juego de otros, algo mayores que ellos, especialmente cuando la
necesidad de jugadores rebaja sus exigencias sobre la competencia de los
mismos.
Pero,
en analogía ahora con el juego simbólico, la obligatoriedad de estas reglas no
aparece ante el niño preescolar como derivada del acuerdo entre jugadores, sino
que tiene un carácter de verdad absoluta. Creen que sólo existe una forma de
jugar cada juego, la que conocen. Y, por superficial que este conocimiento sea,
opinan que no sería legítimo alterar sus reglas.
En
los cursos finales de Primaria los jugadores serán plenamente conscientes de
que las reglas no tienen otro valor que el que les confiere la voluntad de
quienes las adoptan. Basta la decisión de la mayoría para modificarlas o
introducir otras nuevas. La práctica continuada de esa cooperación permitirá,
por fin, tomar conciencia de que las reglas no son más que la formulación
explícita de esos acuerdos.
El
preescolar, para resolver la contradicción entre la regla y sus intereses, debe
recurrir a un tipo de juego anterior, el simbólico, donde ha llegado a
descubrir, en otro nivel, ese mismo valor de la cooperación y de su
negociación.
5.4 Juegos de construcción
Este
es un tipo de juego que está presente en cualquier edad. Desde el primer año de
la vida del niño existen actividades que cabría clasificar en esta categoría:
los cubos de plástico que se insertan o se superponen, los bloques de madera
con los que se hacen torres, etc.
El
niño preescolar se conforma fácilmente con cuatro bloques que utiliza como
paredes de una granja o de un castillo. Pero a medida que crezca querrá que su
construcción se parezca más al modelo de la vida real o al que se había trazado
al iniciarla. Hacer una grúa que funcione de verdad o cocinar un pastel
siguiendo una receta, pueden ser actividades tan divertidas como el mejor de
los juegos. Pero justamente en la medida en que tiene un objetivo establecido
de antemano y que los resultados se evaluarán en función de dicho objetivo se
aleja de lo que es mero juego para acercarse a lo que llamamos trabajo.
En
resumen, el juego es importante en el desarrollo del niño porque le permite el
placer de hacer cosas, de imaginarlas distintas a como se nos aparecen, de
llegar a cambiarlas en colaboración con los demás, descubriendo en la
cooperación el fundamento mismo de su vida social.
6.
DIFERENCIAS EN LOS JUEGOS SIMBÓLICOS Y
EN LOS JUGUETES DE LAS NIÑAS Y
LOS NIÑOS
Los
estudios de diferentes investigadores en distintos países, incluidos los
realizados con niños españoles (López Tabeada, 1983), coinciden en que la mayor
diferencia entre “juegos de niños” y “juegos de niñas” se produce precisamente
en los juegos simbólicos colectivos. La mayoría de las niñas eligen temas como
“las mamás”, “las maestras” o “las peluqueras” como los favoritos. En general,
roles sociales de los que tienen una experiencia directa.
Por
el contrario, los niños de las mismas edades refieren jugar a “indios y
vaqueros”, “Supermán” o “Tarzán”. Las acciones de estos personajes tienen poco
que ver, a primera vista, con las actividades de sus varones adultos
contemporáneos.
Es
evidente que en la elección del tema de juego está influyendo la identificación
sexual de quienes participan en él. Y, de nuevo, hay que recordar el carácter
genérico que tiene estos papeles sociales en el juego infantil. Por eso,
independientemente del trabajo profesional de sus madres reales, del talante
progresista y de indiscriminación sexual que pueda tener la educación del
centro escolar, la mayoría de las niñas de esta edad sigue entendiendo el rol
social de la mujer en torno a la casa y a algunas profesiones típicamente
“femeninas”.
Los
niños, al utilizar personajes fantásticos o de épocas y lugares remotos, quizá
están expresando atributos de poder y de aventura que confieren específicamente
al varón. En cualquier caso mostrarían, al mismo tiempo, una falta de
información sobre las actividades sociales y productivas de los adultos de su
mismo sexo. En la sociedad urbana, en particular, el mundo laboral del padre
está alejado del conocimiento y entorno real del niño.
Aunque
una buena parte de los juguetes comerciales sirve precisamente como soporte a
estos juegos simbólicos, cabe establecer una diferencia importante entre ambos.
Los
juegos colectivos son producto de las relaciones entre los mismos niños y se
mantienen y transmiten, en buena medida, de espaldas a la sociedad adulta.
Los
juguetes, por el contrario, son una mercancía y, en cuando tal, sujeta a las
leyes de producción y consumo del sistema.
Si
comparamos ahora las preferencias de juego y de juguetes observamos que se
produce un cierto retraso en cuanto a su evolución según la edad.
Los
juegos simbólicos colectivos dejan de ser predominantes al finalizar el primer
curso de primaria, dando paso a los juegos de reglas.
Los
juguetes de apoyo al juego simbólico, que están confinados fundamentalmente al
ámbito del hogar, siguen siendo los preferidos de los alumnos de segundo de
primaria, justo cuando comienzan a ser ya expertos jugadores del “rescate”, “la
goma” o “las canicas”.
Esta
breve incursión sobre las diferencias sexuales en los juegos simbólicos
colectivos sirve para poner de manifiesto las potencialidades y limitaciones de
este tipo de juego. Juegos y juguetes agrandan y hacen más reales los
personajes fingidos.
En
los años en que somos capaces de hacer aún pocas cosas, y cuando tantas veces
nos dejan hacer incluso menos de las que podríamos, necesitamos “imaginar” que
las realizamos. Y esta imaginación será indispensable al adulto que quiere
mejorar o construir la realidad sobre la que actúa. No basta con tener ideas
para modificar las cosas. Hace falta también sobar cómo realizarlas. Pero sin
ideas, sin imaginación, no hay cambio posible.
Este
abrir la imaginación a situaciones que no están presentes es la aportación
fundamental del juego simbólico. Su limitación nos la muestra las preferencias
de temas de jugo, que están mucho más cerca de la sociedad que conocen que de
la que podrían soñar.
7. EL APRENDIZAJE ESCOLAR
Y LA NATURALEZA
COGNITI VA DEL JUEGO
El
sujeto supone, en primer lugar, una posición psicológica particular de parte
del sujeto que juega, que está basada en el convencimiento de que, lo que está
realizando, es una actividad libre que no va a ser enjuiciada y en la que
dispone de un espacio personal y social que tiene un margen de error, que en
otras actividades no se le permite. Es por tanto una plataforma de expresión en
la medida en que, durante el juego, se siente en un espacio propio, aunque
compartido flexiblemente, y que le comunica con los demás.
Para
jugar, el sujeto debe disponer de condiciones de relajación psicológica.
También en el juego deben estar presentes actitudes y deseos de jugar y de
creerse “jugando” la trama. Los niños encuentran de forma rápida las actitudes
y los escenarios adecuados para desarrollar un juego y, si tienen buenas
relaciones entre sí, una pequeña contraseña es suficiente para introducirse en
él.
Dentro
del juego puede suceder cualquier cosa; esto es, una vez abierto el escenario
psicológico y el escenario real lo que sucede puede parecerse a cualquier otra
actividad; se diferenciará de ella en
que lo que se hace es “jugando”, esto es, con el presupuesto de que
nadie debe ofenderse por lo que allí, lo cual no significa que el juego no sea
una cosa importante para quien lo hace, sino que de sus acciones no deben
esperarse consecuencias graves ni irreversibles.
Esta
facilidad para empezar un juego no debe confundirse con la resistencia a los
ataques externos del mismo; el juego es frágil, dependiendo del arma que se use
contra él. El autoritarismo adulto y la censura son letales; en un contexto
rígido o inseguro afectivamente, el juego no se desarrolla o muere. Hay que
tener esto en cuenta para comprender por qué juego y escuela viven de hecho tan
separados. La escuela es tan normativa que difícilmente permite el desarrollo
de los aspectos más profundos del juego.
Efectivamente,
el marco o escenario que el juego necesita está muy lejos de ser frecuente en
la escuela. Se ha descrito (Bruner, 1984)
hasta qué punto los niños que ejecutan tareas que requieren habilidades
manipulativas, de forma lúdica, aventajan a los que las realizan en serio, y se
ha encontrado este factor de relajación de la tensión sobre los resultados,
como el origen del éxito. Sin embargo, estas virtudes de las actividades no
normativas son poco conocidas todavía en los ámbitos escolares.
Pero
el juego no ha recibido la atención que se merece por ninguno de los contextos
educativos en los que el niño crece, y todavía se suele oponer juego y
aprendizaje. Además, las actitudes de los educadores y los padres siguen siendo
adversas a la utilización de tiempo de juego en la escuela y muy dudosas sobre
el valor educativo del mismo.
Aunque
está generalizada una concepción de que el juego tiene un valor catártico de
expulsión y desahogo de energías acumuladas durante el trabajo, son pocos los
adultos que aceptan las formas más activas de expresión lúdica como naturales y
socialmente positivas (Smith y Boulton,
1988).
Esta
idea de que el juego es útil educativamente como forma de explosión de energía
y de reciclaje para después seguir trabajando, creemos, preside en el
generalizado uso del recreo y el aspecto de campo de batalla que a veces
observamos en los patios de los colegios, con verdadera pasividad por parte de
los vigilantes-educadores.
8.
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN E INVESTIGACIÓN EN LOS JUEGOS.
El
juego es una conducta intrínseca motivada. Nadie puede jugar si de verdad no lo
desea, de ahí que no se puede imponer, sin violencia, el sentido del juego, ya
que si se impone, no será considerado como tal por los jugadores. El juego es
una forma natural de intercambio de los esquemas de conocimiento que tienen los
niños y niñas. Los marcos lúdicos no están cerrados a los adultos; por el
contrario, un adulto que verdaderamente quiera y sepa jugar, es un compañero
ideal. Esto permite al educador pensar en el escenario lúdico como un posible
escenario pedagógico.
Jugar
no es estudiar ni trabajar, pero jugando, el niño aprende, sobre todo, a
conocer y comprender el mundo social que le rodea. El juego es un factor
espontáneo de educación y cabe un uso didáctico del mismo, siempre y cuando, la
intervención no desvirtúe su naturaleza y estructura diferencial.
La
capacidad lúdica, como cualquier otra, se desarrolla articulando las
estructuras psicológicas globales, esto es, no sólo cognitivas, sino afectivas
y emocionales, con las experiencias sociales que el niño tiene. La escuela debe
ser un lugar que proporcione al niño buenas experiencias en general. Un uso
educativo del juego puede ayudar al desarrollo integral del sujeto, si en él se
producen procesos que ejerciten sus capacidades.
Un
modelo didáctico o cualquier estrategia educativa que utilice el juego como
apoyatura comportamental espontánea debe considerar la naturaleza psicológica
que éste tiene y considerar su estructura y su contenido, si quiere partir de
la realidad. Para diseñar una estrategia didáctica no basta conocer los
fundamentos psicológicos, que siempre son teóricos; hay que indagar y descubrir
cuáles son las formas concretas que se producen en los niños de nuestra clase,
en el tema que les ocupa, el contenido y la forma de sus juegos y las
posibilidades educativas que éstos tienen.
Durante
preescolar y primeros años de la escolaridad obligatoria, los niños desarrollan
un tipo de juego, que hemos llamado juego de representación de roles o
sociodramático, lo cual siendo simbólico es más complejo que el simple “hacer
que si”. El juego sociodramático se caracteriza por la reproducción de escenas
de fenómenos de intercambio social y de comunicación entre personas. En dichos
juegos, los niños reproducen papeles sociales que los adultos suelen desempeñar
en su vida cotidiana, ya sea profesional o sencillamente de relación.
Este
tipo de juego pone de manifiesto el complejo entramado de ideas que los niños
tienen sobre los temas que representan y refleja el estado natural en el que
reposan los conocimientos sociales en su mente.
El
estudio detallado del tipo de comunicación (verbal o no verbal) y de acciones
que ocurren dentro del juego sociodramático, nos revela detalles
extraordinariamente sutiles, del tipo de información que los niños poseen sobre
lo que hacen las personas en su vida cotidiana. El intercambio lúdico de estos
conocimientos constituye un marco de aprendizaje espontáneo.
9. LA
EDUCACION Y EL JUEGO
La
importancia del juego en la educación es grande, pone en actividad todos los
órganos del cuerpo, fortifica y ejercita las funciones síquicas. El juego es un
factor poderoso para la preparación de la vida social del niño; jugando se
aprende la solidaridad, se forma y consolida el carácter y se estimula el poder
creador.
En
lo que respecta al poder individual, los juegos desenvuelven el lenguaje,
despiertan el ingenio, desarrollan el espíritu de observación, afirma la
voluntad y perfeccionan la paciencia. También favorecen la agudeza visual,
táctil y auditiva; aligeran la noción del tiempo, del espacio; dan soltura,
elegancia y agilidad del cuerpo.
La
aplicación provechosa de los juegos posibilita el desarrollo biológico,
psicológico, social y espiritual del hombre. Su importancia educativa es
trascendente y vital. Sin embargo, en muchas de nuestras escuelas se prepondera
el valor del aprendizaje pasivo, domesticador y alienante; no se da la
importancia del caso a la educción integral y permanente. Tantas escuelas y
hogares, pese a la modernidad que vivimos o se nos exige vivir, todavía siguen
lastrados en vergonzosos tradicionalismos.
La
escuela tradicionalista sume a los niños a la enseñanza de los profesores, a la
rigidez escolar, a la obediencia ciega, a la criticidad, pasividad, ausencia de
iniciativa. Es logocéntrica, lo único que le importa cultivar es el memorismo
de conocimientos. El juego está vedado o en el mejor de los casos admitido
solamente al horario de recreo.
Frente
a esta realidad la
Escuela Nueva es una verdadera mutación en el pensamiento y
accionar pedagógico. Tiene su origen en el Renacimiento y Humanismo, como
oposición a la educación medieval, dogmática autoritaria, tradicional,
momificante. Tiene la virtud de respetar la libertad y autonomía infantil, su
actividad, vitalidad, individualidad y colectiva. Es paidocentrista. El niño es
el eje de la acción educativa. El juego, en efecto, es el medio más importante
para educar.
10.
IMPORTANCIA DEL JUEGO EN LA
ESCUELA
Las
afirmaciones de Schiller, el citado
poeta y educador dice: "que el hombre es hombre completo sólo cuando
juega". De ello se desprende de que la dinámica del juego, entran en
desarrollo completo el ansia de libertad, la espontaneidad en la acción, el
espíritu alegra el anhelo de creación, la actitud ingenua y la reflexión,
cualidades que en esencia distingue nuestro ser en el juego el hombre despoja
todo lo que se encuentra reprimido, ahogado en el mundo interior de su persona.
Desde
el punto de vista psicológico el juego es una manifestación de lo que es el
niño, de su mundo interior y una expresión de su mundo interior y una expresión
de su evolución mental. Permite por tanto, estudiar las tendencias del niño, su
carácter, sus inclinaciones y sus deficiencias.
En
el orden pedagógico, la importancia del juego es muy amplio, pues la pedagogía
aprovecha constantemente las conclusiones de la psicología y la aplica la
didáctica.
El
juego nos da la más clara manifestación del mundo interior del niño, nos
muestra la integridad de su ser.
La
importancia de los juegos se puede apreciar de acuerdo a los fines que cumple,
en la forma siguiente:
- Para el desarrollo físico.- Es importante para el desarrollo físico del individuo, porque las actividades de caminar, correr, saltar, flexionar y extender los brazos y piernas contribuyen el desarrollo del cuerpo y en particular influyen sobre la función cardiovascular y consecuentemente para la respiración por la conexión de los centros reguladores de ambos sistemas.
Las
actividades del juego coadyuvan al desarrollo muscular y de la coordinación
neuro-muscular. Pero el efecto de la actividad muscular no queda localizado en
determinadas masas, sino repercute con la totalidad del organismo.
Hay
cierta diferencia entre gimnasia y juego, la complejidad de los movimientos
usados en el juego hacen de él un ejercicio sintético, mientras que la gimnasia
resulta una actividad analítica que se dirige en ciertos momentos hacia un
sector determinado del cuerpo. El juego, por constituir un ejercicio físico
además de su efecto en las funciones cardio-vasculares, respiratorias y cambios
osmóticos, tiene acción sobre todas las funciones orgánicas incluso en el
cerebro. La fisiología experimental ha demostrado que el trabajo muscular
activa las funciones del cerebro.
- Para el desarrollo mental.- Es en la etapa de la niñez cuando el desarrollo mental aumenta notablemente y la preocupación dominante es el juego. El niño encuentra en la actividad lúdica un interés inmediato, juega porque el juego es placer, porque justamente responde a las necesidades de su desenvolvimiento integral. En esta fase, cuando el niño al jugar perfecciona sus sentidos y adquiere mayor dominio de su cuerpo, aumenta su poder de expresión y desarrolla su espíritu de observación. Pedagogos de diversos países han demostrado que el trabajo mental marcha paralelo al desarrollo físico. Los músculos se tornan poderosos y precisos pero se necesita de la mente y del cerebro para dirigirlos, para comprender y gozar de las proezas que ellos realizan.
Durante
el juego el niño desarrollará sus poderes de análisis, concentración, síntesis,
abstracción y generalización. El niño al resolver variadas situaciones que se
presentan en el juego aviva su inteligencia, condiciona sus poderes mentales
con las experiencias vividas para resolver más tarde muchos problemas de la
vida ordinaria.
El
juego es un estímulo primordial de la imaginación, el niño cuando juega se
identifica con el tiempo y el espacio, con los hombres y con los animales,
puede jugar con su compañero real o imaginario y puede representar a los
animales y a las personas por alguna cosa, este es el período del animismo en
el niño.
Esta
flexibilidad de su imaginación hace que en sus juegos imaginativos puede
identificarse con la mayoría de las ocupaciones de los adultos.
- Para la formación del carácter.- Los niños durante el juego reciben benéficas lecciones de moral y de ciudadanía. El profesor Jackson R. Sharman de la Universidad de Colombia decía:
"Educar
al niño guiándolo a desarrollar una conducta correcta hacia sus rivales en el
juego y hacia los espectadores".
- Para el cultivo de los sentimientos sociales.- Los niños que viven en zonas alejadas y aisladas crecen sin el uso adecuado y dirigido del juego y que por ello forman, en cierto modo, una especie de lastre social. Estos niños no tienen la oportunidad de disponer los juguetes porque se encuentran aislados de la sociedad y de lugares adecuados para su adquisición. El juego tiene la particularidad de cultivar los valores sociales de un modo espontáneo e insensible, los niños alcanzan y por sus propios medios, el deseo de obrar cooperativamente, aprenden a tener amistades y saben observarlas porque se dan cuenta que sin ellas no habría la oportunidad de gozar mejor al jugar, así mismo, cultivan la solidaridad porque no pocas veces juegan a hechos donde ha de haber necesidad de defender al prestigio, el buen hombre o lo colores de ciertos grupos que ellos mismos lo organizan, por esta razón se afirma que el juego sirve positivamente para el desarrollo de los sentimientos sociales.
La
mayoría de los juegos no son actividades solitarias, sino más bien actividades
sociales y comunicativas, en este sentido se observa claramente en los Centros
Educativos; es ahí donde los niños se reúnen con grandes y pequeños grupos, de
acuerdo a sus edades, intereses, sexos, para entablar y competir en el juego; o
en algunas veces para discutir asuntos relacionados con su mundo o simplemente
realizar pasos tratando confidencialmente asuntos personales.
Es
interesante realizar paseos tratando confidencialmente asuntos personales.
Es
interesante provocar el juego colectivo en que el niño va adquiriendo el
espíritu de colaboración, solidaridad, responsabilidad, etc. estas son valiosas
enseñanzas para el niño, son lecciones de carácter social que le han de valer
con posterioridad, y que les servirá para establecer sus relaciones no
solamente con los vecinos sino con la comunidad entera.
Cuando
se fomenta la
Educación Física y sus diversas disciplinas en los Centros
Educativos, son los profesores, autoridades, padres de familia y ciudadanía en
general los llamados en velar y observar por el buen desarrollo de éstas
actividades físicas, porque los niños cultivan tan agudamente su inteligencia.
Los problemas internos que tienen los individuos se pueden solucionar apelando
al juego por ejemplo el ajedrez que permite la concentración mental del hombre
y meditar intensamente para solucionar dificultades, para conseguir victoria.
11.
EL DIBUJO DEL NIÑO, UNA FORMA DE JUEGO
Durante
toda la infancia y hasta el comienzo de la adolescencia, la mayoría de los
niños se entregan regularmente, y a menudo con verdadero frenesí, a una serie
de actividades gráficas, expresivas y que tienen relaciones complejas con la
realidad. Con diversas técnicas los niños trazan una cierta forma de
representación del mundo. Igual que sucede en las otras formas de la actividad
lúdica, en ésta se asocian el placer, la exploración, el ejercicio de los posibles y la ausencia de
significación productiva. El juego, el dibujo, el humor, el arte, pertenecen a
una misma familia de conducta; utilizan, es verdad, los mismos instrumentos que
otras actividades; son el reflejo del conjunto de las estructuras de acción de
que el niño puede disponer; participan también, por su propio carácter, en la
elaboración de estas estructuras. Pero, sobre todo, están en la encrucijada del
mundo exterior (la “realidad”) y del mundo interior, y permiten la expresión de
los conflictos o contradicciones entre estos dos órdenes de realidad.
ü BIBLIOGRAFÍA:
RONDAL,
JEAN-ADOLPHE; HURTIG, MICHEL: Introducción
a la psicología del niño. Ed. Herder
GARCÍA SICILIA, J.;
IBAÑEZ, ELENA Y OTROS: Psicología
evolutiva y educación infantil. Ed. Santillana
Your blog has been a true revelation. Thanks! Also check the can you open carry in maryland
ResponderEliminar