ORGANIZACIÓN DE ESTADOS
IBEROAMERICANOS Para la Educación, la Ciencia y la Cultura
Organización y perspectivas
de la
Educación Inicial en
Iberoamérica: “Principales tendencias”
Gabriela Diker[1]
CONTENIDO:
1. Introducción
2. La tensión fundacional del Nivel Inicial:
asistir o educar
3. Avances en la definición de la identidad
del Nivel Inicial.
a) Los
objetivos del nivel inicial
b) Los
contenidos previstos en los marcos curriculares
c) La
existencia de tramos o carreras de formación de docentes para el nivel inicial
d) Los
tipos de instituciones destinadas a la atención de la primera infancia:
4. Progresiva sistematización del nivel.
a) La
aprobación de normas que regulan la organización y funcionamiento del nivel
b) La
inclusión de estas regulaciones en leyes generales de educación que establecen
el marco normativo de la organización del conjunto del sistema educativo.
c) La
dependencia administrativa de unidades de gestión del sector educativo:
d) La
sanción de la obligatoriedad de algún tramo del nivel inicial.
5. Expansión de la obligatoriedad del nivel
como obligación del Estado.
a) La
obligatoriedad como obligación del Estado
b) La
obligatoriedad escolar y su relación con la función social del nivel:
c) La
contracara de la obligatoriedad: la educación inicial como un derecho de los
niños y de los padres.
6. Jerarquización de la formación de docentes
del Nivel Inicial.
a) Niveles
de titulación y requisitos para el ejercicio docente.
b) La
especificidad de los trayectos o carreras de formación de docentes para el nivel inicial
7. Expansión cuantitativa del nivel.
8. Convivencia de normas crecientemente
homogéneas y dispositivos institucionales heterogéneos.
9. Estímulo a la participación creciente de la
familia y de la comunidad
1. Introducción
Este trabajo retoma y analiza la información sistematizada
en el documento “Organización y perspectivas de la educación inicial en
Iberoamérica”, producido por el equipo del Observatorio de la Educación
Iberoamericana de la OEI, bajo la dirección de Cristina Armendano. Dicho
documento compila información sobre la organización del Nivel Inicial en los 21
países de la región referida a: legislación vigente, dependencia
administrativa, objetivos, organización, planes de estudio o marco curricular,
titulación y formación de los docentes del nivel. Asimismo ofrece datos estadísticos
sobre la evolución de la matrícula en los últimos años, unidades educativas y
docentes en ejercicio según dependencia (pública o privada) para cada país.
Sobre la base de esta información se esbozan aquí las
principales tendencias que caracterizarían la expansión y el funcionamiento del
Nivel Inicial en la región. En relación con el concepto de “tendencia” cabe
realizar dos aclaraciones: en primer lugar, que la identificación de tendencias
pretende únicamente describir la orientación que va asumiendo en la región la
creciente expansión del nivel; en este sentido las tendencias no suponen
valoración alguna acerca de las
definiciones político educativas adoptadas por cada país ni proponen en
sí mismas una direccionalidad. En segundo lugar, que la idea misma de tendencia
remite a la orientación de un proceso que está en curso. Desde esta
perspectiva, y teniendo en cuenta que cada uno de los países de la región se
encuentra en diferentes momentos del proceso de expansión y organización de su
nivel inicial, las tendencias identificadas en este documento no deben ser
consideradas como una descripción de la situación de cada caso nacional en
particular, sino más bien, como una herramienta que señala la direccionalidad
que ese proceso va asumiendo en la mayor parte de ellos.
En un momento en el que la atención de la primera infancia
constituye una prioridad en la agenda político educativa de buena parte de los
países del mundo, tanto por su función social, como por la necesidad de
garantizar el cumplimiento del derecho de los niños a la educación desde su
nacimiento, analizar la orientación que va asumiendo la organización y la
expansión de las instituciones de nivel inicial puede resultar útil para
redefinir o consolidar los lineamientos políticos vigentes, así como también
para plantear nuevos cursos de acción que tiendan al logro de los propósitos
formulados para el nivel.
2. La tensión fundacional del nivel inicial: asistir o educar
Las definiciones políticas actuales respecto del Nivel
Inicial y las tendencias vinculadas con su expansión, organización y
funcionamiento, suponen un cierto modo de resolver los dilemas y los debates
que han atravesado la conformación histórica del nivel. Entre éstos, interesan
destacar: 1) la tensión entre la función asistencial y la función educativa del
nivel; 2) la discusión acerca de la especificidad pedagógica del nivel,
especialmente respecto de los objetivos, contenidos y métodos propios del nivel
primario.
Respecto de estas dos cuestiones encontramos que ya en la
primera mitad del siglo XIX, Froebel señalaba la necesidad de llevar adelante
una propuesta pedagógica para los niños pequeños que se diferenciara “de las
instituciones preescolares de su tiempo que o bien sólo vigilaban a los niños o
les impartían enseñanza escolar” (Heiland, 1990:37). “Kindergarten” o “jardín
de infancia” fue la denominación que Froebel acuñó para designar lo que él
consideraba debía ser “una nueva escuela desde los grados iniciales a los
finales, en la que los niños podrían crecer, desarrollarse y madurar de manera
natural” (Bowen, 1992:433). La primera idea de Froebel era que en estas
instituciones se ofreciera la totalidad de la experiencia educativa a través de
los conocidos “dones”, “ocupaciones”, canciones maternas y ejercicios
cinéticos. Así, “a partir de unos inicios con las relaciones espaciales y la
experiencia sensorial, el niño iba a ser llevado a un conocimiento de la
coherencia del mundo, a abarcar la integración de los mundos material y
espiritual mediante las matemáticas y el lenguaje como instrumentos destinados
a ayudar a una conciencia intuitiva de la esencia de la naturaleza” (ibidem).
Por diversas razones que no cabe analizar aquí, el kindergarten o jardín de
infantes terminó destinado únicamente a la primera infancia, conservando casi
exclusivamente para esta franja etárea el enfoque de juego creativo.
Con esta breve referencia a Froebel pretendemos mostrar que,
desde su mismo origen, el jardín de infantes fue pensado: 1) como una
institución educativa, en la que, bajo ciertas condiciones didácticas, el juego
creativo contribuye al proceso de construcción del conocimiento por parte de
los niños; 2) como una propuesta diferente en sus contenidos y métodos, de las
propuestas tradicionales de escolarización; 3) como un modelo de
institucionalización de la infancia contrapuesto al modelo de guarda,
protección y vigilancia de los niños, propios de las casas cuna, orfanatos,
guarderías fabriles, etc.
Sin embargo, aunque esta concepción del jardín de infantes
ya había sido tempranamente instalada en el campo de la Pedagogía, hubo que
esperar más de cien años para que los Estados definieran como una prioridad
política, el desarrollo de instituciones específicamente educativas destinadas
a la primera infancia. En efecto, hacia finales del siglo XIX, el desarrollo de
los sistemas educativos latinoamericanos centró históricamente sus esfuerzos en
la universalización de la educación elemental, dejando al nivel inicial sin
definición política, institucional ni pedagógica hasta bien entrada la segunda
mitad del siglo XX. Como consecuencia de la ausencia de políticas estatales que
impulsaran la expansión de los jardines de infantes y definieran pautas
homogéneas de organización y funcionamiento, y como consecuencia también de la
carencia de mecanismos de supervisión y control estatales, el desarrollo
histórico del nivel muestra como un rasgo característico la diversificación de
su oferta (Harf y otros, 1996). Según los casos nacionales, podrán encontrarse
en este período salas de jardín de infantes anexas a escuelas primarias o a
escuelas normales; jardines de infantes creados por iniciativa privada; salas
maternales en casas cuna u hospitales; guarderías fabriles; etc..
Lo que interesa destacar en relación con el tema que nos
ocupa, es que cada una de estas ofertas instaló un modo particular de entender
la función social del jardín de infantes y su especificidad pedagógica. Así,
mientras que las salas de jardín que funcionaban en las escuelas normales se
convertían –siguiendo los principios del normalismo de la época- en espacios de
experimentación de los principios froebelianos o –ya en las primeras décadas
del siglo XX- de las propuestas de inspiración escolanovista[2],
las salas maternales se definían por su carácter netamente asistencial con una
fuerte impronta de los “cuidados de tipo médicosanitarios frente a la
preocupación por la situación de abandono de los niños ante la creciente
incorporación de la mujer al mercado de trabajo[3] y la
extrema pobreza en que vivían un número importante de familias” (ibidem:19).
Hacia la segunda mitad del siglo XX, y en el marco de las
políticas propias del llamado Estado Benefactor, se registra en distintos
países de la región, una expansión de la oferta de instituciones infantiles
sostenidas por el Estado. Esta expansión parece responder a por lo menos dos
necesidades propias del proceso de modernización e industrialización
crecientes: 1) la progresiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo
(tanto en el sector industrial como en el sector servicios), y la consiguiente
ampliación de sus derechos sociales y laborales; 2) la profundización del papel
del Estado como “salvaguarda” de la salud –y por consiguiente, de la productividad-
de su población y la identificación de la escuela como una institución
privilegiada de preservación de la higiene[4]
(Ospina López, 1990). De hecho, se trata de un período de auge de la
puericultura en las escuelas infantiles y de extensión de las campañas de
mejoramiento de la salud y alimentación infantiles, las vacunaciones y la
difusión de normas de higiene a través de las escuelas (Harf y otros, 1996).
Interesa destacar que, con independencia del estado de la discusión pedagógica
acerca de la educación infantil, el desarrollo de la oferta destinada a los
niños pequeños parece responder en este período más a razones asistenciales que
pedagógicas.
Recién hacia la décadas del sesenta y setenta el nivel
inicial comienza a tener mayor presencia en las políticas educativas estatales,
tanto en el terreno normativo como en el terreno presupuestario[5].
En efecto, empiezan a aparecer en algunos países de la región algunas
regulaciones sobre el funcionamiento de las instituciones del nivel y a sostenerse
su expansión, bajo el reconocimiento de la educación inicial como “el primer
nivel del sistema educativo”. Esta expansión coincide con la fuerte influencia
de distintas corrientes psicológicas[6], en
los debates acerca de la especificidad pedagógica del nivel, que instalarán
definitivamente la idea de que la educación inicial cumple una función en
relación con el desarrollo evolutivo infantil. Esta convicción, que asumirá
obviamente, distintos enfoques y perspectivas, establecerá una distinción
fundamental entre las características del nivel inicial y las del nivel
primario.
Como mostraremos más adelante, es a partir de la década del
noventa que se instala la meta de universalización de por lo menos el ciclo
superior del nivel, cuya concreción podría asumirse como la culminación del
proceso de expansión de la educación inicial en la región. Ahora bien, el
rápido recorrido que intentamos realizar aquí, muestra claramente que esta
expansión se sostiene sobre un terreno atravesado por dos lógicas diferentes y
coexistentes (la asistencial y la educativa) y por debates acerca de las
características pedagógicas que debería tener el nivel, que aún no han sido del
todo saldados.
De algún modo, es el contrato fundacional[7]
del nivel inicial lo que está hoy en cuestión y su revisión forma parte de los
procesos de organización y expansión del nivel que se están promoviendo
actualmente. Así, el contrato fundacional del nivel inicial basado en “la
socialización, el espacio de juego y el cultivo de hábitos para la vida
cotidiana” está siendo revisado en dirección a una definición del nivel como
espacio de transmisión y democratización del conocimiento” (Harf y otros,
1996). Por su parte, el contrato fundacional de la oferta educativa para los
niños más pequeños ( 0 a 3 años), centrado en la atención asistencial de la
infancia para la satisfacción de necesidades básicas como alimentación, sueño,
higiene (actividades de crianza), también está siendo revisado en dos
direcciones: por un lado, en dirección a la integración de esta oferta como un
ciclo del nivel inicial; por otro en dirección a su transformación en un ámbito
que ofrezca situaciones de aprendizaje significativas para los niños (ibidem).
La revisión de estos “contratos” no implica, claro está, la
resolución de las tensiones y debates apuntados. Como se intentará mostrar más
adelante, estas tensiones siguen presentes en la configuración actual del nivel
inicial en Iberoamérica y se expresan en la estructura misma del nivel, en la
formulación de sus objetivos curriculares e institucionales, en los tipos de
instituciones que se ocupan de la atención de la infancia en cada caso
nacional, etc. Ahora bien, también es posible verificar a través de los datos
disponibles sobre el desarrollo del nivel inicial en cada país, un intento de
articular posiciones que a primera vista, pueden parecer contrapuestas. En este
sentido, se considerarán la tensión entre la función asistencial y la función
educativa del nivel inicial y la discusión acerca de su especificidad, no como
dilemas que contraponen miradas irreconciliables de su función social y
pedagógica , sino como claves de lectura útiles para abordar distintos aspectos
de la organización del nivel y analizar sus tendencias de desarrollo en
Iberoamérica.
A partir de los datos disponibles se identifican y analizan
siete tendencias en la expansión y organización del nivel inicial en la región,
que constituyen sendos capítulos de este informe:
§ Avances
en la definición de la identidad del Nivel Inicial.
§ Progresiva
sistematización del nivel.
§ Expansión
de la obligatoriedad del nivel como obligación del Estado.
§ Jerarquización
de la formación de docentes del Nivel Inicial.
§ Expansión
cuantitativa del nivel.
§ Convivencia
de normas crecientemente homogéneas y dispositivos institucionales
heterogéneos.
§ Estímulo
a la participación creciente de la familia y de la comunidad.
3. Avances en la definición de la identidad
del Nivel Inicial.
La estructura misma del nivel que se ha adoptado en cada
país, la formulación de sus objetivos
curriculares e institucionales y los tipos de instituciones que se ocupan de la
atención de la infancia en cada caso nacional, expresan con particular
visibilidad la coexistencia en la actualidad, de por lo menos cuatro definiciones
diferentes de la función social del Nivel Inicial:
§ función
asistencial
§ función
pedagógica
§ función
socializadora
§ función
preparatoria para la escolaridad elemental, primaria o básica.
La función
asistencial se hace presente toda vez que las instituciones de nivel
inicial asumen la tarea de dar respuesta a las necesidades básicas de la
población infantil: alimentación, prevención y tratamiento de la salud,
inclusive vivienda. En algunos casos, se trata de instituciones originalmente
asistenciales que han ido asumiendo funciones educativas; en otros, de
instituciones educativas que, frente a los procesos de empobrecimiento de la
población o frente al ingreso de sectores de la población tradicionalmente
excluidos de la educación inicial, han asumido algunas funciones asistenciales.
La función
socializadora, se refiere a aquellas acciones que se proponen centralmente
el logro de dos tipos de objetivos: por un lado, la formación de pautas de
convivencia y de interacción grupal y comunitaria; por otro lado, la formación
de hábitos de alimentación e higiene. Nuevamente aquí, la función socializadora
puede aparecer como una dimensión de acciones que se proponen otros objetivos
centrales. Sin embargo, la fuerte presencia que tiene esta función,
especialmente en la formulación de los objetivos del nivel, amerita que se la
considere en particular.
La función pedagógica
se vincula con la enseñanza intencional y sistemática de un conjunto de
contenidos curriculares específicos del nivel así como también con la
construcción de unas estrategias de exploración del medio y de aprendizaje
distintos de los familiares. Aunque en términos genéricos se podría afirmar que
todas las otras funciones señaladas tienen una dimensión pedagógica,
pretendemos aquí delimitar los procesos de enseñanza y aprendizaje propios de
este tramo de la escolaridad de los niños.
La función
preparatoria para el nivel primario es una especificación de la función
pedagógica y representa probablemente la función más tradicional del nivel
inicial. Se trata aquí de enfatizar el carácter propedéutico del nivel de cara
al ingreso a la escolaridad elemental. Este carácter propedéutico se manifiesta
de dos maneras diferentes: por un lado, en una suerte de “adelanto” de algunos
contenidos propios de la escuela primaria en el jardín, adquiriendo cada vez más
presencia en los marcos curriculares del nivel inicial, contenidos
correspondientes a las áreas curriculares centrales del nivel primario,
especialmente la introducción a la lecto – escritura y al cálculo; por otro
lado en la introducción de los niños a los códigos y las reglas propias de la
cultura escolar.
Desde ya, es característico del funcionamiento de un sistema
educativo, que cada nivel prepare para el pasaje al nivel subsiguiente. De
hecho, la llamada articulación entre niveles descansa, entre otras cosas, en la
continuidad de los aprendizajes alcanzados. Ahora bien, el punto es si lo que
define la identidad de un nivel es la preparación para la escolaridad
subsiguiente o la presencia de unos objetivos, unos contenidos y unas
modalidades de enseñanza y aprendizaje específicos. En el caso del nivel
inicial este es un punto particularmente relevante, si se tiene en cuenta que
en la mayor parte de los casos su misma denominación lo define como el tramo
inmediatamente anterior a la escuela primaria: pre-escolar, pre-primaria,
etc.
Aunque las funciones apuntadas no son excluyentes entre sí y
es esperable encontrar en cada caso nacional la coexistencia de varias de estas
funciones, el énfasis puesto en una u otra señala un cierto modo de establecer la
identidad del nivel inicial. Con el fin de señalar en qué direcciones se está
definiendo la identidad del nivel inicial en los países de la región, se
analizan a continuación los objetivos establecidos para el nivel, los tipos de
contenidos previstos en los marcos curriculares, la existencia de tramos o
carreras de formación de docentes para el nivel inicial y los tipos de
instituciones destinadas a la atención de la primera infancia que forman parte
del nivel.
a)
Los objetivos del Nivel Inicial:
El análisis de los objetivos del Nivel Inicial definidos en
cada país, revela la coexistencia de las cuatro funciones anunciadas. Aunque en
cada caso nacional los énfasis y las formulaciones de los objetivos presentan
diferencias, es posible identificar algunas características recurrentes:
En primer lugar, en todos los casos se formulan para el
nivel, objetivos vinculados con la función
de socialización de los niños. En efecto, aunque con diferencias en su
formulación, todos los países de la región incluyen entre los objetivos del
nivel cuestiones como: la integración y convivencia grupal y social, la
formación de actitudes de respeto, colaboración, solidaridad, compañerismo,
etc. También se destaca en muchos casos, la función socializadora asociada a la
formación de hábitos de salud, orden y/o higiene (Colombia, Honduras,
Nicaragua, Guatemala, entre otros).
En cuanto a los objetivos vinculados con la enseñanza
sistemática o lo que hemos denominado “función
pedagógica del nivel inicial”, se destaca la función de inciación en
diversos campos de conocimiento. Si bien en algunos casos se explicitan ya
desde los objetivos estos campos de conocimiento (lenguaje, matemática,
tecnología, el conocimiento del mundo natural, etc.), por lo general los
objetivos se formulan en términos de las actividades que el niño desarrollará
en las instituciones del nivel: exploración, indagación, observación, etc.
También asociada a la función pedagógica del nivel inicial, aparece
recurrentemente la fórmula “estimular la curiosidad” de los niños sobre
distintos aspectos del entorno. Por último, se destacan como contenidos a ser
enseñados de manera sistemática, todos aquéllos vinculados con la comunicación
(verbal y no verbal).
También aparecen en todos los países, objetivos vinculados
con la promoción del desarrollo de
los niños en diferentes áreas: social, afectiva, psicomotriz, cognitiva,
expresiva, etc. En algunos casos incluso se conserva aún el objetivo de
“promover la maduración”. Este rasgo que, como mostramos más arriba, es
resultado de la influencia de distintas corrientes y enfoques de la psicología
del desarrollo o de la llamada psicología evolutiva en la discusión pedagógica
sobre el nivel inicial, constituye en la actualidad una de las notas más
características y específicas de la identidad del nivel.
En relación con la función
asistencial del nivel, se explicitan en algunos casos objetivos asociados
con la atención alimentaria y de salud de la población infantil con necesidades
básicas insatisfechas (Bolivia, Chile, Colombia, El Salvador, Perú, Uruguay)
La llamada función
preparatoria para el nivel primario, sólo es explicitada en los objetivos
de 8 de los 21 casos nacionales analizados (Bolivia, Ecuador, Guatemala,
Honduras, Panamá, Portugal, República Dominicana, Uruguay). Esta preparación se
vincularía tanto con los hábitos, destrezas y habilidades elementales para el
aprendizaje, como con la adaptación al régimen escolar. Sin embargo, son 16 los
países que utilizan todavía la denominación “pre-escolar”, “pre-primario” o
inclusive “trayecto de transición” para designar al ciclo superior del nivel
inicial o bien a las instituciones en las que éste se realiza. La extensión de
esta denominación habla de la persistencia de la función propedéutica del nivel
inicial respecto del nivel primario como nota característica de identidad (o de
debilidad de esta identidad). Al respecto se ha señalado que el nivel inicial “no
es “pre-escolar” pues el niño de este nivel asiste a una “escuela” (el Jardín
de Infantes) y ya se encuentra escolarizado. El denominarlo “pre-primario” sólo
hace referencia al carácter de “etapa previa a...”, restándole la identidad que
le es inherente” (Harf y otros, 1996:4).
Por último, interesa señalar la presencia generalizada de
tres tipos de objetivos que también dan cuenta de la dirección que asume la
identidad del nivel inicial en la actualidad:
§ Objetivos
que refieren directamente a la estimulación
de la creatividad o de la “imaginación creadora”. Herencia froebeliana,
estos objetivos aparecen en algunos casos asociados al juego y en otros a la
introducción en distintos lenguajes expresivos. En conjunto los encontramos
entre los objetivos formulados por casi la mitad de los países de la región
(Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, México,
Nicaragua, Paraguay, República Dominicana, Uruguay).
§ Objetivos
que refieren a la articulación de las
instituciones de nivel inicial con la familia y la comunidad, sea para la
promoción de instituciones comunitarias de atención de los niños, sea para
fortalecer la capacidad de orientación de las familias en la educación de sus
hijos pequeños. Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador,
Nicaragua, Panamá, Perú, Portugal y Uruguay refieren a esta cuestión en la
formulación de los objetivos del nivel. Este parece ser otro rasgo específico
de la identidad del nivel inicial, ya que en ningún otro nivel educativo se
plantea con tanta claridad la articulación con la comunidad ni la “extensión”
de la función educativa de sus instituciones a las familias.
§ Objetivos
vinculados con la prevención, detección
y atención temprana de problemas físicos, psíquicos y/o sociales en los niños.
Si bien este tipo de objetivos aparece en pocos casos (Argentina, Bolivia,
Chile, Perú, Portugal y Uruguay), entendemos que también puede estar señalando
un nuevo rasgo de identidad del nivel. En este punto cabe advertir que no
disponemos de datos acerca de quiénes son los profesionales encargados de la
detección y atención de problemas físicos y psíquicos.
b) Los contenidos previstos en los marcos
curriculares:
Una característica generalizada de los marcos curriculares
aprobados en los distintos países de la región, es la referencia a la necesidad
de promover un aprendizaje integral/ integrado/ integrador/ armónico/
articulado/ global en los niños menores de seis años. Esta pretensión de
integralidad de los aprendizajes se concreta en propuestas curriculares que,
utilizando las distintas herramientas que provee la tecnología curricular
actual, buscan combinar el desarrollo de las áreas socio-afectiva, cognitiva, motora
y expresiva con la enseñanza de contenidos específicos.
Ahora bien, aún cuando el propósito de proveer aprendizajes
integrales aparece como una constante en todos los casos nacionales, se
registran tres modalidades de organización
curricular diferentes.
§ La
organización de contenidos curriculares en torno de las áreas básicas de la
escuela primaria: lengua, matemática, ciencias sociales y naturales, las cuales
reciben por lo general otra denominación. Por lo general junto con estas áreas
se incluyen también las áreas expresiva y física. Cabe destacar que esta opción
es la menos frecuente (Argentina, Brasil, México, Portugal y República
Dominicana).
§ La
organización de los contenidos en torno de ejes o áreas de desarrollo, tal como
se propone en Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú,
Venezuela.
§ La
combinación de ambos criterios de organización, recurriendo a herramientas
curriculares tales como ejes, áreas, núcleos, ámbitos, etc. Realizan esta
opción Bolivia, Cuba, Paraguay, Chile, Uruguay, El Salvador, Guatemala y
España.
Aunque la diferencia entre las dos primeras alternativas
puede parecer sutil, expresa énfasis diferentes: en el primer caso, el acento
está puesto en los conocimientos a enseñar y la lógica de organización propias
de cada área de contenidos; en el segundo caso, el acento está puesto en las
características del niño. Esto no significa, claro está, que si se considera la
lógica de las disciplinas curriculares no se tomen en cuenta las características
del niño o viceversa. Lo que sí creemos es que estos énfasis expresan distintos
modos de resolver una tensión propia de la definición curricular del nivel:
acompañar el desarrollo evolutivo o enseñar contenidos de manera sistemática.
En relación con esta tensión, parece predominar una tendencia a articular ambos
propósitos y a plasmarlos en unos criterios de organización curricular que
combinen áreas de desarrollo y contenidos de enseñanza.
En cuanto a la selección
de contenidos que define con más claridad la identidad del nivel, se
destaca la presencia en todos los casos de contenidos vinculados con lo que
suele denominarse “áreas expresivas”. El acercamiento a distintos lenguajes
artísticos se propone con dos objetivos: diversificar y valorar las formas de
expresión de las que dispone el niño y estimular su creatividad. Este último
punto, además de constituir un aspecto recurrente en las propuestas de todos
los países de la región, representa uno de los rasgos que más distingue al
nivel inicial del resto de los niveles del sistema educativo. En efecto, en
ningún tramo de la trayectoria educativa se pondrá tanto acento en el objetivo
de desarrollar la creatividad como en el nivel inicial.
c) La existencia de tramos o carreras de
formación de docentes para el nivel inicial:
La mayor parte de los países cuenta ya con carreras
superiores especialmente destinadas a la formación de docentes para el nivel
inicial. Este rasgo da cuenta de un avance sustantivo en el reconocimiento de
la especificidad del nivel respecto del resto del sistema. Más adelante
analizaremos en detalle esta cuestión y trataremos de determinar si los
contenidos de la formación de estos docentes adopta características
particulares, adecuadas a la identidad del nivel.
d) Los tipos de instituciones destinadas a la
atención de la primera infancia:
Si bien como señalaremos más adelante, el panorama
institucional del nivel inicial es profundamente heterogéneo, encontramos en
casi todos los casos la existencia de instituciones especialmente destinadas al
cumplimiento de los objetivos formulados para el nivel, con características
distintivas respecto de las instituciones de nivel primario y las instituciones
asistenciales, por lo menos para el segmento de edad entre los cuatro y los
seis años.
4. Progresiva sistematización del nivel.
Se registra en la mayor parte de los países de la región,
una tendencia a la inclusión del nivel inicial (en particular de su ciclo
superior) en la estructura de los sistemas educativos nacionales. Se tomarán
como indicadores de esta tendencia la existencia de normas que regulan la
organización y funcionamiento del nivel; la inclusión de estas regulaciones en
leyes generales de educación que establecen el marco normativo de la
organización del conjunto del sistema educativo; la dependencia administrativa
de las instituciones infantiles; la sanción de la obligatoriedad de algún tramo
del nivel inicial.
a) La aprobación de normas que regulan la
organización y funcionamiento del nivel:
Todos los países cuentan con instrumentos normativos que
establecen, entre otros aspectos, la estructura del nivel inicial y sus
objetivos fundamentales. Estas regulaciones alcanzan, por lo general, al
conjunto de las instituciones destinadas a la atención de la población
infantil, sean estas formales o no formales, estatales o privadas. La
existencia de este tipo de normas en el conjunto de los países de la región
expresa un consenso en torno a la necesidad de que el Estado regule y controle
la oferta educativa dirigida a la primera infancia. Interesa señalar que en
casi todos los casos estas normas son específicas del nivel, excepto en el caso
de Nicaragua, donde las regulaciones sobre el nivel inicial forman parte del
Reglamento General de Educación Primaria y Secundaria.
b) La inclusión de estas regulaciones en leyes
generales de educación que establecen el marco normativo de la organización del
conjunto del sistema educativo.
Si bien esta característica no se registra aún en la
totalidad de los casos nacionales analizados, puede señalarse como una
tendencia que comienza a generalizarse a partir de la década del noventa, años
en los que se lleva a cabo la mayor parte de las reformas estructurales de los
sistemas educativos de la región (de hecho, prácticamente todas las leyes
generales de educación han sido sancionadas en esa década). La inclusión del
nivel en las leyes generales de educación supone el reconocimiento explícito
del nivel inicial como el primer nivel del sistema educativo, sea éste obligatorio
o no.
c) La dependencia administrativa de unidades
de gestión del sector educativo:
Como tendencia general se puede afirmar que la gestión y
supervisión de los servicios del nivel inicial recae en los ministerios,
secretarías o direcciones de educación, sean éstas de nivel nacional,
provincial/ estatal o municipal. Sin embargo, la multiplicidad de instituciones
de atención a la infancia y la coexistencia de la función educativa con la
función asistencial del nivel hace que en 5 de los 21 países de la región,
coexistan organismos del sector educativo con organismos de gestión de otras
áreas: Bienestar Familiar, Bienestar Social, Ministerio de Trabajo, Salud.
Estas áreas tienen a su cargo por lo general, el sostenimiento y control de
instituciones de atención a la infancia prioritariamente asistenciales.
d) La sanción de la obligatoriedad de algún
tramo del nivel inicial.
En 7 países se ha declarado obligatorio el ciclo superior
del nivel inicial que puede abarcar, según los casos, uno o dos años. Sólo
Costa Rica ha declarado obligatorio el nivel inicial desde los 0 a los 6 años.
A la vez algunos países se encuentran en este momento en proceso de aprobación
de nuevas normas que extenderían la obligatoriedad al nivel.
Esta tendencia a la sistematización del nivel inicial
expresada en las normas legales que regulan su estructura y funcionamiento,
debería contrastarse con las realidades institucionales de cada país, dado que
por ejemplo, la mayor o menor proporción de la oferta educativa no formal
respecto de la oferta educativa formal constituye también un indicador del
grado de sistematización del nivel inicial. Al respecto no disponemos de datos
cuantitativos que nos permitan estimar el peso diferencial de cada tipo de oferta.
Sin embargo, la cantidad y variedad de programas e instituciones no formales
destinadas a la atención de la población infantil que ha sido informada por
cada uno de los países que participan del proyecto, permite suponer que aún
queda mucho camino por recorrer en dirección a la articulación del nivel
inicial con el conjunto de los sistemas educativos nacionales.
No obstante entendemos que las disposiciones normativas y
los avances de cada país en la sanción de la obligatoriedad del nivel supone el
compromiso de los Estados por extender la oferta formal de educación inicial,
al menos en los tramos que se establezcan como obligatorios. Sin dejar de
asegurar la asistencia primaria de los niños, el reconocimiento del nivel
inicial como el “primer nivel del sistema educativo”, supone un desplazamiento
del énfasis de las funciones asistenciales hacia las funciones pedagógicas del
nivel, lo cual supone la instalación de unas formas de organización
institucional, unos objetivos y unas tareas propias de la oferta educativa
formal.
5.
Expansión de la obligatoriedad del nivel como obligación del Estado.
Tal como se ha adelantado son siete los países que han
declarado obligatorio algún tramo del nivel inicial: Argentina, Colombia, Costa
Rica, República Dominicana, El Salvador, Panamá y Venezuela. Otros tantos
países se encuentran en proceso de aprobación de normas que extiendan la
obligatoriedad educativa en el mismo sentido.
a)
La obligatoriedad escolar como obligación del Estado:
Desde la configuración misma de los sistemas de educación
modernos, se ha entendido que la obligatoriedad escolar es la herramienta
normativa más potente de la que se dispone para asegurar la universalización de
un nivel o trayecto educativo. Sin embargo es evidente que su sola sanción no
promueve automáticamente la obligatoriedad. En efecto, es necesario desplegar
un conjunto de políticas de Estado que aseguren, por un lado, una oferta
educativa capaz de albergar a toda la población en edad, y por otro, la
disponibilidad de mecanismos de control que obliguen a las familias a enviar a
sus hijos a la escuela.
En relación con esta cuestión, analizaremos a continuación
el impacto sobre la expansión que ha tenido la sanción de la obligatoriedad de
un tramo del Nivel Inicial, en los países mencionados.
Argentina: en
este país se sanciona la obligatoriedad de la sala de cinco años en 1993. La
evolución de la matrícula correspondiente a esta edad entre los años 1994 y
2000 muestra un crecimiento total para el período de 117.703 alumnos, lo cual
representa un incremento del 16,6 %. Sin embargo, el crecimiento no es
sostenido en su ritmo e inclusive en algunos años del período (1998 y 1999), la
matrícula de sala de cinco años registra un decrecimiento. No disponemos de
información para formular hipótesis que expliquen el comportamiento de la
matrícula en el tramo obligatorio del nivel; lo que sí podemos señalar es que
la tendencia hacia la universalización de la sala de cinco es todavía inestable
a pesar de la sanción de la ley de obligatoriedad. Ahora bien, cuando se
compara el crecimiento de la matrícula según dependencia, se observa que el
incremento de alumnos registrado para el conjunto del nivel, fue absorbido casi
en su totalidad por la oferta estatal.
Colombia: la obligatoriedad
de la sala de cinco años es sancionada en este caso en el año 1994. Si bien el
conjunto del nivel registra una expansión importante entre los años 1996 y 2000
(no disponemos de datos anteriores), con una tasa de crecimiento de la
matrícula entre 1996 y 1998 de un 8,4%, la tasa de escolarización no llega aún
al 50%. En cuanto a la participación del Estado en la expansión de la matrícula
del nivel, cabe señalar que el crecimiento de la matrícula del sector público y
privado es bastante similar, aunque con una leve diferencia a favor del
primero. Si bien no disponemos de más datos contextuales se podría afirmar que,
a pesar de la sanción de la obligatoriedad, en Colombia el nivel se expande
tanto por la participación del sector privado como por la del sector
estatal.
Costa Rica: el
carácter obligatorio de la educación preescolar comprende el servicio educativo
para los niños y niñas de 0 a 6 años de edad desde el año 1997. En este caso se
registra un crecimiento sostenido de la matrícula del nivel a partir del año
1990, con fuerte participación del Estado en el sostenimiento de la oferta
(actualmente la oferta pública constituye el 90% del conjunto). Por otra parte,
la tasa de escolarización correspondiente a la población de entre 5 y 6 años supera,
en el año 1999, el 82%. No disponemos de datos de cobertura referidos al ciclo
maternal. No obstante, los datos absolutos de matrícula muestran diferencias
muy sustantivas con la matrícula del ciclo superior (denominado en Costa Rica,
“de transición”).
República Dominicana:
desde el año 1996 es obligatoria la sala de cinco años. Si bien no disponemos
de datos de cobertura referidos específicamente a la población de esa edad, la
comparación de los datos absolutos de matrícula muestra una concentración de
alumnos en la sala de cinco años, que llega al 61,3% de la matrícula total del
nivel. En cuanto a la expansión registrada a partir de la sanción de la
obligatoriedad, sólo podemos decir que entre los años 1996/7 y 2000/01, se
registra una tasa de crecimiento promedio para el conjunto del nivel del 4,3%,
debiéndose la mayor expansión al sector privado y semi-oficial, que registran
tasas del 8,2% y 8,5% respectivamente, frente a una tasa de crecimiento de
apenas el 1,15% para el sector público.
El Salvador: el
nivel inicial ha sido declarado obligatorio desde los 4 a los 6 años de edad.
Si se analiza la evolución de la matrícula correspondiente a esa edad, se
registra un crecimiento importante a partir de los años 1993-1994, aunque la
tasa de escolarización bruta alcanza apenas al 40% de la población. No
disponemos de datos en serie histórica que permitan analizar la participación
del Estado a partir de la sanción de la obligatoriedad. Sin embargo cabe
destacar que, para el año 2000 la oferta de dependencia pública constituía el
78% del conjunto.
Panamá: la ley de
educación del año 1995 establece la obligatoriedad de la educación inicial para
los niños de 4 a 5 años. No disponemos de datos en serie histórica ni tampoco
de datos de cobertura del nivel. No obstante, la comparación de la matrícula
2001 del Pre-jardín (tramo obligatorio del nivel inicial) con la del Jardín,
parece señalar que se está todavía muy lejos de universalizar el pre-jardín.
Venezuela: la
educación inicial es obligatoria en este país para los niños de 5 años desde el
año 1980. A pesar de que sólo este tramo es obligatorio, se registró en el país
una tasa de crecimiento de la matrícula del nivel, relativamente pareja por
edades. De todos modos, la sala de cinco años concentra la mayor parte de la
matrícula del nivel, alcanzando a representar casi el 45% del total. Llama la
atención la baja de la matrícula total registrada en los años 1995-1996, pero
carecemos de datos contextuales que permitan formular alguna hipótesis
explicativa.
Los casos analizados muestran que, en efecto, la sanción de
la obligatoriedad no se correlaciona directamente en el corto plazo con la
expansión del nivel. También que, dependiendo del caso nacional y de la
tradición de cada país respecto de la participación del sector público o
privado en la educación, la expansión se realizará más sobre la base de un
sector que sobre el otro. En cualquier caso está claro que la obligación del
Estado es asegurar oferta gratuita y accesible a la población en los tramos
escolares obligatorios, con independencia del sector del que dependa esa
oferta.
En este punto cabe señalar que algunos países establecen en
sus marcos legales que, aunque el nivel no sea obligatorio, en el sentido que
se constituya en un requisito para el ingreso a la escuela primaria, es
obligación del Estado sostener y regular el servicio (es el caso por ejemplo,
de Cuba y Brasil).
b) La obligatoriedad escolar y su relación con
la función social del nivel:
La obligatoriedad escolar supone la aspiración de
universalizar el acceso a un tramo de la escolaridad, sobre la base de un
consenso en torno de la función social que éste cumple. Desde esta perspectiva,
y considerando que en casi todos los países se sancionó la obligatoriedad del
último año del nivel inicial, se puede sostener que los tramos obligatorios
están tendencialmente más asociados a la función educativa del nivel
inicial -y en particular a la función
preparatoria del nivel para la escolaridad elemental-, mientras que en los
tramos no obligatorios se intensifica la función asistencial.
c) La contracara de la obligatoriedad: la
educación inicial como un derecho de los niños y de los padres.
Históricamente la sanción de la obligatoriedad cumplió la
función de otorgarle al Estado la capacidad de aplicar sanciones a las familias
que no cumplieran con la ley, dado que se trataba de extender un tipo de
institución nueva (la escuela masiva), que no era reconocida como necesaria por
buena parte de la población, que requería además que sus hijos se incorporaran
tempranamente a tareas productivas. En la actualidad, cuando la extensión de la
educación formal es una demanda social, la obligatoriedad escolar supone
prioritariamente el compromiso del Estado de asegurar la oferta educativa.
Desde esta perspectiva, la obligatoriedad viene a garantizar
el derecho de los niños de recibir educación sistemática desde su primera
infancia, y también, el derecho de los padres a disponer de instituciones que
se ocupen de la atención integral de sus hijos durante la jornada laboral.
Ahora bien, como hemos visto, la obligatoriedad se aplica en casi todos los
casos a partir de los cinco años. Queda pendiente definir modos de asegurar la
oferta educativa para los niños más pequeños, por otras vías que no sean bajar
la edad de la educación obligatoria.
En este sentido, las
alternativas propuestas por Cuba y Brasil marcan una dirección que podría ser
retomada por otros países, toda vez que pone el acento en el derecho de los
niños y las familias pero remarcando la obligación del Estado.
6. Jerarquización de la formación de
docentes del Nivel Inicial.
La tendencia hacia la jerarquización y profesionalización de
la formación de los docentes de nivel inicial, forma parte de un movimiento más
amplio que en la última década ha impulsado la reforma de la formación de
docentes de todos los niveles. En el marco de estos movimientos de reforma,
bajo la convicción de que una formación inicial “profesionalizante” debe tener
una duración mayor y trayectos más complejos, tales como grado y posgrado, se
propuso “en las últimas dos décadas, en casi todos los países occidentales, una
modificación en la articulación y la duración de los estudios de los futuros
docentes: profundización de aspectos disciplinarios; presencia más equilibrada
de las ciencias de la educación; obtención de la licenciatura o el doctorado”
(Ghilardi, 1993:29), en general a través de un desplazamiento de la formación
del profesorado hacia la universidad (Diker y Terigi, 1997).
Este desplazamiento supone en algunos casos directamente el
traspaso de las carreras hacia las universidades; en otros, una combinación
entre éstas y centros superiores no universitarios, combinación acompañada por
una división de tareas según la cual la universidad se ocupa en general, de la
formación disciplinaria, y los institutos de la formación pedagógica; mientras que
en otros se limita a pretender una importación del modelo de organización
académica e institucional de las universidades hacia los profesorados de nivel
terciario, o aún un tutelaje de las primeras sobre los segundos.
Aunque con diferentes matices, la consolidación y la
racionalización de la formación del profesorado basada en la universidad han
formado parte de las reformas de muchos países del mundo (véase al respecto,
Perrenoud, 1994; Popkewitz, 1994; Varela y Ortega, 1990). Si bien son muchas
las razones que han sustentado estas reformas en el terreno de la formación,
interesa destacar aquéllas que se refieren a la necesidad de jerarquizar la
carrera docente. Al respecto se ha sostenido que es la revalorización de la
complejidad de la formación de docentes lo que ha promovido este movimiento
hacia el nivel superior, en particular en lo que respecta a la formación de
docentes de nivel primario e inicial.
Así, si tradicionalmente las representaciones acerca de la
formación de un maestro coincidían en que “con un poco de instrucción y de buen
sentido, cualquiera es capaz de enseñar en el nivel primario”, en la
actualidad, “la evolución de los
programas, de las didácticas, de la gestión de los establecimientos, hace cada
vez menos aceptable la idea de que la formación de maestros debe ser
proporcional a la edad de sus alumnos. Desarrollar la inteligencia y la
personalidad de niños de cinco años no parece menos calificado, a la luz de las
ciencias humanas, que enseñar la filosofía a nivel del bachillerato a alumnos
fuertemente seleccionados, aún si no son las mismas competencias, ni el mismo
equilibrio entre competencias didácticas de un lado, y matrices de saberes
disciplinarios del otro” (Perrenoud, 1994:7. Original en francés).
La tendencia hacia la jerarquización de los docentes de
nivel inicial forma parte entonces de estas discusiones y tendencias más
generales. En este marco consideraremos como indicadores de jerarquización de
la formación de docentes del nivel, así como también de la preponderancia de la
función educativa sobre la función asistencial: a) la existencia de titulación
de nivel superior (universitario o no universitario), y b) la definición de
unos trayectos curriculares específicos para la formación de docentes de nivel
inicial.
a)
Niveles de titulación y requisitos para el ejercicio docente:
Casi en todos los casos nacionales se registra desde la
década del noventa, una clara tendencia hacia la jerarquización de las carreras
de docentes del nivel inicial, dado que en casi todos los países de la región,
estas carreras corresponden al nivel superior universitario o no universitario.
Esta situación se da en los siguientes países: Argentina, Chile, Colombia,
Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, México, Panamá, Paraguay,
Portugal, República Dominicana, Venezuela y Uruguay. En el caso de Brasil, se
ha establecido como plazo máximo el año 2007, para que la titulación de nivel
superior se constituya en un requisito de ejercicio en el nivel inicial.
La duración de las carreras en el nivel superior, oscilan
entre 3 y 5 años en todos los casos y ofrecen una diversidad de titulaciones:
licenciado, profesor, diplomado, especialista, tecnólogo, bachiller
universitario, entre otros. En algunos casos, como en República Dominicana,
existen incluso maestrías en Educación Inicial.
En los países donde todavía no se ha producido el pasaje de
la formación al nivel superior, la titulación es expedida en general por
Escuelas Normales o instituciones formadoras de docentes de nivel medio.
Ahora bien, aún cuando se haya dispuesto en la mayor parte
de los países de la región, la creación de carreras de nivel superior, todavía
“conviven” en el ejercicio docente, maestros con las nuevas titulaciones y
maestros normalistas de nivel inicial o de nivel primario e idóneos. Esta
situación es sin dudas, resultado de una transición que es necesario pensar en
el mediano y largo plazo. Lo que interesa destacar no obstante, es la
direccionalidad de los cambios introducidos en la formación de docentes del
nivel.
También interesa señalar que en varios países se prevé,
dentro de los marcos normativos actuales, la presencia de una diversidad de
perfiles no docentes en las instituciones infantiles, a los que se les exige
distintos niveles de formación:
§ Auxiliares
docentes
§ Auxiliares
pedagógicos
§ Guardianas
§ Instructores
comunitarios
§ Asistentes
educacionales
§ Promotores
educativos
§ Cuidadoras
§ Enfermeras
§ Animadoras
§ Voluntarios
§ Colaborador
docente
Los niveles de formación exigidos varían obviamente según
los roles y los países. Sólo interesa destacar que oscilan entre escolaridad
obligatoria cumplida como único requisito (en el caso de voluntarios de la
comunidad), cursos de formación o capacitación específica o algún trayecto de
formación técnica superior.
Estos perfiles pueden tener presencia tanto en instituciones
formales, donde colaboran con los docentes titulados, como en instituciones o
iniciativas no formales.
b) La especificidad de los trayectos o carreras de formación de
docentes para el nivel inicial:
En la casi totalidad de los casos y con independencia del
nivel de formación, se registra la existencia de carreras específicas para la
formación de docentes del nivel. Con independencia de los títulos que se exigen
para el ejercicio (especialmente en los casos en los que no se dispone de
personal titulado suficiente), el diseño y aprobación de estas carreras supone
un reconocimiento de la especificidad de los contenidos del nivel inicial y de
las estrategias de enseñanza adecuadas a la primera infancia.
En efecto, si se analizan los contenidos o áreas
curriculares que constituyen los tramos o carreras de formación inicial,
encontramos, como elementos comunes:
§ Contenidos
vinculados con la llamada formación general o básica para el ejercicio docente.
§ Contenidos
referidos a las características del nivel inicial y a las características del
sujeto del nivel, con fuerte predominancia de la psicología evolutiva o del
desarrollo.
§ Contenidos
vinculados con las áreas curriculares del nivel, que son objeto de enseñanza.
Este conjunto de contenidos incluye conocimientos disciplinarios y didácticos,
aunque con distintos énfasis según el caso.
Aunque es probable que se trate de una estrategia
generalizada, cabe mencionar que Cuba, Bolivia, España, Portugal y República
Dominicana refieren directamente a la existencia de programas o instituciones
de formación permanente o capacitación de los docentes en ejercicio, tanto en
servicio como fuera de servicio.
7. Expansión cuantitativa del nivel.
Aunque los datos estadísticos disponibles no son del todo
comparables, intentaremos establecer aquí algunas tendencias vinculadas con la
expansión cuantitativa del nivel inicial en Iberoamérica.
En principio cabe destacar que es a partir de mediados de la
década del noventa aproximadamente que se produce, en la mayor parte de los
países, un movimiento de expansión del nivel que quiebra la tendencia de
evolución de la matrícula de años anteriores.
El siguiente cuadro compara la matrícula de la educación
inicial en datos absolutos en la última década en cada país. Dadas las
limitaciones de la información disponible (no en todos los casos se dispuso de
información estadística de la matrícula correspondiente a los años 1990 y
2000), los datos no son comparables en todos los casos entre países. No
obstante, resulta interesante comparar el crecimiento en la cantidad de alumnos
que asisten a instituciones infantiles en los últimos años, dentro de cada país.
|
Matrícula
educación inicial
|
|
1990/1991
|
2000/2001
|
|
Argentina
|
998.629 (datos 1994)
|
1.246.597
|
Bolivia
|
182.302 (datos 1997)
|
215.602
|
Brasil
|
3.628.285
|
4.421.332
|
Chile
|
319.359
|
498.625
|
Colombia
|
879.471 (datos 1996)
|
1.034.182 (datos 1998)
|
Costa
Rica
|
46.638
|
69.679 (datos 1999)
|
Cuba
|
786.370 (datos 1994/5)
|
878.566
|
Ecuador
|
115.024
|
167.582 (datos 1997/98)
|
El
Salvador
|
S/d
|
205.892 ( datos 2000)
|
España
|
1.004.481
|
1.164.156
|
Guatemala[8]
|
217.748 (datos 1996)
|
351.825
(datos 2000)
|
Honduras
|
84.064 (datos 1997)
|
92.079 (datos 1999)
|
México
|
2.734.054
|
3.423.608
|
Nicaragua
|
63.201
|
166.715
|
Panamá
|
S/d
|
33.124 ( datos 2001)
|
Paraguay
|
S/d
|
112.119 ( datos 1998)
|
Perú
|
797.263
|
1.127.122
|
Portugal
|
S/d
|
124.311 ( datos 1997/98)
|
República
Dominicana
|
175.885 (datos 1996/97)
|
208.259
|
Uruguay
|
44.806 (datos 1995)
|
66.906 (datos 1998)
|
Venezuela
|
634.812
|
696.362 (datos 1995/96)
|
Fuente: OEI.
Organización y perspectivas de la educación inicial en Iberoamérica. Mayo 2002.
Elaboración propia.
Los datos expuestos muestran que en todos los países de la
región se registra un movimiento de expansión de la matrícula del nivel en los
últimos años, movimiento que ha sido acompañado por el crecimiento de la
oferta. En efecto, en todos los casos se registra también una expansión tanto
del número de unidades educativas como del número de docentes que forman parte
del nivel.
Ahora bien, a pesar de esta tendencia a la expansión del
nivel, la mayor parte de los países están todavía lejos de cubrir las necesidades
educativas del conjunto de la población en edad. A continuación se presentan
las tasas de escolarización alcanzadas en cada caso:
|
Año de
referencia
|
Tasa de
escolarización
|
Grupos de edad
|
Argentina
|
1996
|
54%
|
3 – 5
|
Bolivia
|
2000
|
46,1%
|
4 – 5
|
Brasil
|
1997
|
58%
|
4 – 6
|
Chile
|
1996
|
98%
|
5
|
Colombia
|
2000
|
46,8%
|
5
|
Costa Rica
|
1999
|
82,8%
|
5 – 6
|
Cuba
|
2000/01
|
99,6%
|
0 – 5
|
Ecuador
|
1996/97
|
56%
|
5
|
El Salvador
|
1997
|
40%
|
4 – 5
|
España
|
2000/01
|
92,4%
|
3 - 5
|
Guatemala[9]
|
2000
|
51,1%
|
4 –6
|
Honduras
|
1994
|
14%
|
4 – 5
|
México
|
2000/01
|
82,6%
|
5
|
Nicaragua
|
2001
|
26%
|
3 – 5
|
Panamá
|
1996
|
76%
|
5
|
Paraguay
|
1997
|
61%
|
5
|
Perú
|
1997
|
40%
|
3 – 5
|
Portugal
|
1995/96
|
61,5%
|
3 – 5
|
República Dominicana
|
1997/98
|
33%
|
3 – 5
|
Uruguay
|
1996
|
45%
|
3 – 5
|
Venezuela
|
1996/97
|
44%
|
3 – 5
|
Fuente: OEI.
Organización y perspectivas de la educación inicial en Iberoamérica. Mayo 2002.
Elaboración propia.
En cuanto a la participación del Estado en el sostenimiento
y gestión directa de la oferta de nivel inicial, se registra en casi todos los
casos una mayor presencia del Estado sobre las ofertas privadas. A modo de
ejemplo, exponemos a continuación los datos correspondientes a la distribución
de la matrícula del nivel según dependencia.
|
Alumnos educación inicial por dependencia
|
|
|
Estatal/ oficial/ público
|
Privado
|
Argentina
|
72%
|
28%
|
Bolivia
|
91%
|
9%
|
Brasil
|
75%[10]
|
25%
|
Chile
|
48%[11]
|
50%[12]
|
Colombia
|
55%
|
45%
|
Costa Rica
|
90%
|
10%[13]
|
Cuba
|
100%
|
---
|
Ecuador
|
s/d
|
s/d
|
El Salvador
|
78%
|
22%
|
España
|
66%
|
34%
|
Guatemala[14]
|
75%
|
25%
|
Honduras
|
73%
|
27%
|
México
|
90%[15]
|
10%
|
Nicaragua16
|
29%
|
17%
|
Panamá
|
s/d
|
s/d
|
Paraguay
|
68%
|
22%[16]
|
Perú
|
79%
|
21%
|
Portugal
|
s/d
|
s/d
|
República Dominicana
|
52%
|
48%18
|
Uruguay
|
80%
|
20%
|
Venezuela
|
79%
|
21%
|
Fuente: OEI.
Organización y perspectivas de la educación inicial en Iberoamérica. Mayo 2002.
Elaboración propia.
La preponderancia de la presencia estatal en
la oferta del servicio correspondiente al nivel, indica también el protagonismo
que el Estado asume en la implementación de líneas de reforma del nivel
inicial, así como también en su desarrollo.
8.
Convivencia de normas crecientemente homogéneas y dispositivos institucionales
heterogéneos.
Aunque las leyes sancionadas en los últimos años en la mayor
parte de los países de la región presentan similitudes importantes, los tipos
de instituciones que en cada caso atienden a la población de 0 a 6 años son muy
diversos.
Esta diversidad es resultado del cruce de distintas
variables: dependencia (público -
privado); tipo de oferta (formal -no formal); localización (rural – urbano);
dependencia administrativa (áreas Educación – Salud – Bienestar Social, otros).
Asimismo es producto de la coexistencia de instituciones y ofertas creadas en
distintos momentos históricos para la atención de diversas problemáticas
infantiles.
Entre los muchos tipos de ofertas dirigidas a la población
de 0 a 6 años existentes actualmente en los países de la región, se destacan
los siguientes:
§ Dentro de la oferta de educación formal:[17]
-
Instituciones educativas anexas a
establecimientos de nivel primario o secundario.
-
Instituciones educativas autónomas (con
autoridades propias)
-
Instituciones educativas nucleadas (comparten
autoridades)
-
Casas Cunas y Escuelas Maternales
§ Dentro de la oferta de educación no
formal:
-
Instituciones y programas de educación no formal
destinados a la atención de niños de sectores urbano marginales.
-
Instituciones y programas de educación no formal
destinados a la atención de niños en zonas rurales.
-
Instituciones y programas destinados de
educación no formal destinados a la atención de niños pertenecientes a
comunidades indígenas.
-
Programas educativos dirigidos a padres de niños
pequeños (de 0 a 3 años)
-
Programas orientados a la asistencia nutricional
y sanitaria de la población infantil.
-
Instituciones y programas de protección de la
infancia.
Todos estos tipos de instituciones y programas se definen
por lo general como ofertas de atención integral de la infancia. La
preponderancia de su función educativa dependerá en cada caso del énfasis que
presente cada una de estas ofertas. Cabe destacar no obstante, que esta función
aparece articulada en casi todos los casos con una dimensión fuertemente
asistencial.
Los programas e instituciones definidos más arriba en
función de sus destinatarios y/u objetivos centrales, se diversifican aún más,
si se considera su dependencia. En efecto, estas ofertas podrán depender:
-
del Estado, y dentro de éste, de las áreas de Educación,
Salud, Trabajo, Bienestar Social u otras.
-
de organizaciones intermedias (sindicatos,
empresas, otros) - de particulares
-
de centros comunitarios
-
de Organismos no gubernamentales.
Volviendo a la cuestión planteada inicialmente -homogeneidad
normativa y heterogeneidad institucional-, se podría sostener que la expansión
del nivel inicial se sostiene sobre una estrategia distinta de la del nivel
primario. En efecto, mientras que el nivel primario se ha expandido sobre la
base de un modelo institucional único (no sólo dentro de cada sistema educativo
nacional sino a través de distintos países), el nivel inicial parece sustentar
su crecimiento sobre una variedad de dispositivos institucionales.
Tal heterogeneidad puede responder a una diversidad de
necesidades y tipos de población, o puede ser el resultado de aplicar una
regulación normativa homogénea a un panorama de instituciones previas. En
cualquier caso, una evaluación de la eficacia de las instituciones existentes
para cumplir los objetivos del nivel que prevén las normas vigentes, deberá
considerar previamente alguna de estas hipótesis.
9. Estímulo a la participación creciente de la familia y de la comunidad
Tanto desde la normativa legal vigente, como desde los
objetivos explícitos de la educación inicial en los países de la región se
registra el acento puesto en el apoyo social y pedagógico a las prácticas
educativas familiares, para fomentar y aumentar su competencia educativa.
Asimismo, y a través de los programas de atención integral a
la primera infancia, no escolarizados, se observa una implicación creciente de
la comunidad en su conjunto y que coloca en le centro de su actividad a la educación y la promoción del conjunto de
la infancia.
De esta forma, “la participación permanente de la familia y
la comunidad, configurando comunidades educativas, que tengan como foco común
de su actuar, el aprendizaje relevante y significativo de los niños”[18],
se convierte en un criterio de calidad esencial para el adecuado desarrollo de
cualquier propuesta educacional para niños.
[1] Licenciada en Ciencias de
la Educación – Universidad de Buenos Aires (UBA) Especialista en Historia de la
Educación y Pedagogía.
[2] Enmarcados en los
principios de la corriente pedagógica de la Escuela Nueva, los pedagogos que
más influencia tuvieron en la complejización y reformulación de los principios
froebelianos fueron María Montessori y Ovidio Decroly.
[3] Nos referimos, claro está,
a contextos de urbanización e industrialización creciente, y no a la
participación de la mujer en el trabajo rural. Este último es un fenómeno que
precede la modernización de los Estados latinoamericanos y presenta problemas
de otro orden en relación con la crianza de los hijos.
[4] Si bien la relación
higiene-educación se remonta a las primeras décadas del siglo, es en este
período que se hace más visible la acción del Estado en este terreno.
[5] Hay por supuesto,
excepciones en la región, como es el caso de Costa Rica que en su Constitución
Política del año 1949 ya incluía el nivel preescolar en su definición de
educación pública.
[6] Básicamente nos referimos
al psicoanálisis por un lado y a distintas corrientes de la llamada psicología
del desarrollo.
[7] La noción de “contrato
fundacional” refiere al primer acuerdo entre la sociedad y el Estado acerca de
la función de la escuela. El contrato fundacional especifica el mandato social
del que cada institución es portadora, el sentido social que se le asigna
(Frigerio y Poggi, 1993)
[8] Se consideran los alumnos
de pre-primaria bilingüe y de educación de párvulos en conjunto.
[9] Se consideran los alumnos
de pre-primaria bilingüe y de educación de párvulos en conjunto.
[10]
Se incluye aquí la dependencia federal, estadual y municipal.
[11]
Dependencia municipal.
[12]
Se incluyen alumnos de instituciones particulares subvencionadas y no
subvencionadas.
[13]
Se incluye dependencia privada y semi-pública.
[14]
Se consideran los alumnos de pre-primaria bilingüe y de educación de párvulos
en conjunto.
[15] Se incluyen dependencias
federal y estatal y autónomo. 16 El 54%
restante corresponde a instituciones comunitarias.
[16] Se incluyen dependencias
privada y privada subvencionada. 18 Se
incluyen dependencias privada y semi-oficial.
[17] Desde ya, las
denominaciones varían según los países.
[18] Peralta, M. V. (2000)
Calidad y modalidades alternativas en Educación Inicial, La Paz, Bolivia,
CERID/ Maysal.
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