Ética y Política en Psicología: Las dimensiones no
reconocidas
Ethics and Politics in Psychology:
Twilight dimensions
Maritza Montero
Universidad Central de Venezuela mmontero@reacciun.ve
Resumen Abstract
Se plantea una
revisión de la concepción paradigmática A revision of the paradigmatic
structure attributed to tripartita de la psicología (tres dimensiones:
ontológica, Psychology is presented, arguing the insufficiency of
epistemológica y metodológica), dominante en el the dominant conception
proposed by Lincoln & Guba campo a partir de la propuesta de Lincoln y Guba
(1985). As that conception limits the
paradigmatic (1985), la cual es contrastada con experiencias dimensions to
three domains: ontology, epistemology provenientes de la praxis (acción e
investigación que and, methodology; two other are added: ethics and producen
teoría). En particular se presenta una
politics. These new dimensions are
defined, and estructura paradigmática de cinco dimensiones: discussed from a
critical perspective. An ontological
ontología, epistemología, metodología, ética y política y proposal based on a
conception of the Being and the se analiza la propuesta ontológica que plantea
una relation is analysed and illustrated with experiences reconceptualización
del Ser y de la Relación, coming from praxis (action and research producing
discutiendo las dimensiones ética y política, desde una theory).
perspectiva crítica.
Palabras
clave: Paradigma;
Praxis; Ontología; Ética; Keywords:
Paradigm; Praxis; Ontology; Ethics;
Política;
Ser; Relación Politics; Being; Relation
LAS DIMENSIONES DE LOS PARADIGMAS
Es bien sabido cuan confusa y polisémica es la noción de
paradigma usada en las ciencias (Masterman, 1975), pero también, al mismo
tiempo sabemos cuan popular y extenso es su uso. No entraré pues, en la discusión acerca de
cuál de las acepciones que le es atribuida es mejor o peor. Simplemente iré directo al punto al cual
siempre se termina arribando cuando se trata este tema: cómo lo define quien habla y qué entiendo
entonces por paradigma. Paradigma, a los
fines del tema que presento, es un modelo o modo de conocer, que incluye tanto
una concepción del individuo o sujeto cognoscente, como una concepción del
mundo en que vive y de las relaciones entre ambos. Esto supone un conjunto
sistemático de ideas y de prácticas que rigen las interpretaciones acerca de la
actividad humana, acerca de sus productores (Munné- 1989- habla de un modelo
del hombre), de su génesis y de sus efectos sobre las personas y sobre la
sociedad, señalando modos preferentes de hacer para conocerlos (Montero,
1993). El carácter ejemplar consiste,
como dice Kuhn (1962/1971: 13), en "proporcionar modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica".
Es decir, generar una corriente de opinión y de acción entre los quienes
hacen ciencia. Así que, para que haya un
paradigma, usando las palabras de Munné (1989),
es necesario "generar una comunidad científica, informal, pero bien
diferenciada, caracterizada por disponer de unos canales de comunicación
propios, por compartir un mismo enfoque epistemológico, por emplear una
terminología conceptual común, por utilizar un método o métodos particulares, e
incluso por asumir una similar escala de valores" (Munné, 1989: 32).
En este sentido, la noción de paradigma, paradigmáticamente,
ha sido entendida como un ámbito del saber configurado por tres dimensiones
fundamentales: Ontología, epistemología
y metodología. Al menos, para el campo
de las ciencias sociales, es así como suele ser presentado a partir de la obra
ejemplar, modelar, paradigmática, de Lincoln y Guba (1985): Naturalistic Inquiry. Allí, simplemente, se introducen esos tres
aspectos asumiendo su carácter de modos de expresión del saber científico, en
función de los cuales los autores pasan a examinar los paradigmas que a su
juicio han dominado el campo de las ciencias sociales durante el siglo XX. En 1990, Guba, nuevamente, después de definir
el concepto de paradigma como un "conjunto de creencias que guía la
acción", sea en la vida cotidiana, sea en una indagación sistemática, pasa
a usar esta trilogía de elementos, diciendo que tanto los paradigmas pasados
cuánto los emergentes, "pueden ser caracterizados por la forma en que sus
proponentes responden a tres preguntas básicas, que pueden ser caracterizadas
como ontológica, epistemológica y metodológica" (Guba, 1990: 17) y que constituyen
el punto de partida para determinar qué es la investigación y cómo se la lleva
a cabo.
La primera pregunta (ontología) es: ¿Cuál es la naturaleza
de lo cognoscible? O, dicho de otra
forma: ¿Cuál es la naturaleza de la realidad?
La segunda (epistemología) se enuncia como: ¿Cuál es la
naturaleza de la relación entre quien conoce (el investigador o indagador) y lo
conocido o cognoscible?.
La tercera (metodología) plantea ¿cómo debe hacer el
indagador/a para encontrar el conocimiento? No discutiré, y de hecho creo que
nadie en su sano juicio lo haría (paradigma obliga), la pertinencia de los tres
aspectos tan puntualmente planteados por Lincoln y Guba, pero si señalaré que a
mi modo de ver, la historia no termina allí.
Que hay mas tela que cortar en
esto de definir y describir qué es y cómo se hace una investigación, sea
naturalista o experimental.
Al igual que muchos otros investigadores, y a mi debido
tiempo, quedé encantada por la forma elegante, aparentemente clara y sencilla,
en que los autores citados presentaban su análisis comparativo, en función de
esos tres elementos, de la estructura paradigmática del positivismo, el
post-positivismo, la teoría crítica y el construccionismo, corrientes que han
regido las ciencias sociales durante el siglo XX. Hasta que traté de usar el modelo en función
de las teorías que corresponderían preferentemente a cada uno de esos
paradigmas. Varios cuadros y muchas
tachaduras y correcciones después, llegué a un acuerdo negociado con el
modelo: La cosa se hacía mas accesible,
mas manejable y mas clara para mí, cuando partía de una división previa: complejidad y simplificación. A la que
debía luego añadir, al colocar los
paradigmas, una clasificación extra para incluir las expresiones teóricas en
proceso de tránsito entre ellos. Pero no
sin que forzara los criterios de admisión y de rechazo de teorías en las
respectivas casillas. Y al final, aunque el ejercicio personalmente me resultó
de utilidad, pues suscitó en mi una serie de reflexiones, disgustos y contradicciones,
encontré que un cuadro tal no era tan productivo como aparentaba ser. Que terminaba convirtiéndose en un tablero
fijo que apenas reflejaba una particular perspectiva del campo contemplado.
Así que vuelta a andar y esta vez, decidí partir de todo lo
que no había entrado en la tabla. Y
partir también de un examen de mi propia práctica y de la de otros
investigadores e investigadoras, así como de teorías que encajaban
perfectamente y también de aquellas que no se ajustaban al modelo, y preguntarme
qué pasaba después de haber respondido a las preguntas antes hechas y de buscar
a cuál paradigma pertenecían. ¿Se
reflejaban todos los aspectos constituyentes, característicos, que tipifican
esas prácticas y teorías, en los tres aspectos? ¿Da cuenta esa interpretación
de lo qué es un paradigma, y de lo que es el quehacer científico?
La respuesta a estas interrogaciones fue negativa. Mucho estaba quedando fuera, si bien
efectivamente se podía decir quién conocía, qué era lo conocido, cómo se
concebía el proceso de conocer, y que vías se empleaban para producir el
conocimiento. Y es que lo que se queda
afuera se dirige en primer lugar a ese aspecto con el cual comencé a describir
qué entiendo por paradigma. Campo en el
cual no estoy sola, ni soy pionera.
Otras dos dimensiones quedan fuera de esa clasificación tripartita: la ética y la política. Y esta omisión es tanto más evidente, que si
se lee la obra de Lincoln y Guba, así como de muchos otros investigadores que
siguen sus postulados, se verá que la preocupación ética está presente, como
también el interés por los aspectos políticos de la investigación social. El vacío reside en que ni ética ni política
son vistas como parte del modelo, sino que son presentadas como accesorios
dignificantes, como aspectos que no pueden dejar de ser considerados so riesgo
de ser tachados negativamente. O como dice Barnes (1984 cit. Por Smith, 1990):
"el compromiso ético y político" es intrínseco al proceso de
investigación social", sólo que después de esa afirmación, nada mas es
agregado. Lo cual hace de la frase algo así como una declaración de rigor, con
carácter meramente formal. La consideración de las dimensiones ética y política
como parte de un paradigma necesita entonces un análisis más específico.
En el cuadro siguiente se puede ver cómo se estructura un
paradigma de acuerdo con lo que planteo:
ESTRUCTURA
DEL
PARADIGMA
|
ÁMBITO
|
PREGUNTAS CARACTERÍSTICAS
|
Ontología
|
“El ser como ser” (Aristóteles). El sujeto (activo) del
conocimiento o ser del conocimiento. El ser del objeto que es conocido o lo
que son las cosas.
|
Cuál es la
naturaleza de lo cognoscible? (Guba,
1990). Cuál es la naturaleza de la
realidad? (Guba, 1990). Quién conoce?, quién o qué es conocido?
|
Epistemología
|
Relación entre el sujeto cognoscente y objeto conocido. La
construcción del conocimiento. El estudio crítico de la ciencia, del
conocimiento
|
Cuál es la
naturaleza de la relación entre quien
conoce y lo conocido (o cognoscible)?
|
Metodología
|
Los modos de producción
de
conocimiento
|
Cómo debe hacer quien conoce para producir
conocimiento?
|
Ética
|
Juicio de apreciación aplicado a la distinción entre el
bien y el mal. La concepción del Otro y su lugar en la producción del
conocimiento
|
Quién es el otro?
Cuál es el lugar del otro en la
producción de conocimiento? Quién
conoce?
|
Política
|
Lo relativo a la vida organizada colectivamente, al espacio
público. Lo concerniente a los derechos y deberes civiles y a las relaciones
de poder y su dinámica, en ese espacio.
|
Qué tipo de relaciones tenemos con el otro? Para quién es el conocimiento?
|
Comencemos por la ética. Lo primero es un examen de lo que
se llama ética cuando se habla de
ciencia, que curiosamente, no parece ser muy diferente de lo que ocurre en el
sentido común. Lo primero que
encontramos es que ética y moral no sólo se confunden sino que son términos usados
como sinónimos. Lo segundo, y
consecuencia de lo anteriormente dicho, es que las secciones destinadas a la
ética suelen ser enumeraciones de normas que deben ser observadas por los
investigadores. Con lo cual debemos
añadir un nuevo término a la confusión:
deontología. Esto es, el estudio
de los deberes que deben ser cumplidos en el ejercicio de una profesión u
ocupación.
La ética ha sido definida (Lalande, 1953: 419) como el
estudio que tiene por "objeto el juicio de apreciación en cuanto se aplica
a la distinción del bien y del mal" y cuyo núcleo central es, y ya lo
decía Aristóteles (Ética a Nicómaco, 1952, V3. 1130), la equidad que se basa en
la justicia. La ética supone una
reflexión general de carácter social, relacional, de la cual se derivan los
mandamientos específicos que cada persona deberá implementar en su conducta
cotidiana. Así, la moral es el conjunto
de prescripciones, de normas, cuyo cumplimiento se exhorta a seguir en una
época y en una sociedad o en una cultura determinadas. Como su etimología lo
indica (viene del latín mores, es decir costumbres), la moral concierne a los
modos de hacer, de comportarse.
Ciertamente, ética y moral van juntas, la primera influyendo
en la segunda, pero no son términos intercambiables. No obstante, como se dijo, de lo que se suele
hablar y que es frecuente encontrar en los manuales y tratados científicos, es
del conjunto de reglas a seguir para observar una conducta moralmente
intachable, pero no necesariamente ética. En efecto, las normas socialmente aceptables, pueden ser
excluyentes de ciertas categorías o grupos, o pueden condonar prácticas que los
lesionen. A la vez, todo esto refleja una
posición ética anterior a ellas que determina su sentido y orientación. Los "códigos de ética profesional",
entonces, son conjuntos de reglas de conducta pertenecientes al orden moral,
que caen en el campo, siempre aplicado, de la deontología o teoría de los
deberes. Reflejan la ética porque esas normas suponen una concepción del mundo,
de la sociedad, del yo y del otro, así como de las formas consideradas en un
momento y en un espacio dados, como correctas y deseables para el bien común,
para el bienestar de toda la sociedad.
Ejemplo de
esta fusión entre ética, moral y deontología son los trabajos de Smith (1990),
House (1990); May (1980); Barnes (1984).
En el caso de Smith, sin embargo, algunas de las propuestas que hace
para la regulación de la producción de conocimiento, trascienden el aspecto
moral, aun cuando están enunciadas en el estilo de reglas de conducta a
observar.
Este
autor, quien manifiesta que todo lo relativo a los valores que intervienen en
una investigación es tan importante como lo epistemológico, señala que los
investigadores deben estar atentos a evitar los siguientes aspectos:
• La
omisión o el descuido en el tratamiento de todo lo relativo a los valores.
• La
necesidad de incluir la perspectiva de los actores presentes en el contexto de
la investigación, de tal manera que la
teoría que usa el/la investigadora esté coordinada con la acción que lleva a
cabo, de acuerdo con esa perspectiva.
• La
necesidad de dar cuenta de las acciones que se realizan en los mismos términos
que se lo hace para las que ejecutan los sujetos, de tal manera que el mundo de
una y otros puedan relacionarse.
• Respetar
los derechos de "los sujetos humanos" (Evitar el manejo burocrático
del cumplimiento de normas "éticas", que tiende a posponer su
observación. (Smith, 1990: 154155).
Las normas que regulan el ejercicio de la actividad
científica y la forma de expresar la teoría y de relacionarse con el objeto de
investigación, conciernen a la moral, y se traducen en la deontología. A su
vez, los aspectos deontológicos, que deben estar presentes en toda disciplina
científica, rigen su práctica y acompañan al método, La concepción del mundo,
de los sujetos que en él son, del origen, aplicación y propiedad del
conocimiento y de las relaciones que los unen, pertenecen a la ética. Por eso
son éticas las preguntas que se planteaba Hare en 1964 (cit. Por Smith, 1990: 149), en relación con las actividades que
como ocurre con la investigación social, involucran a otras personas en eses
que guían a la investigación? (Smith, 1990:149).
• ¿A
quién favorece la investigación?
• ¿Daña
o lesiona a alguien esta investigación?
De tal manera que en la base
del acto de conocer está siempre el ser humano, como Uno y como Otro. Entonces,
cuando considero que el campo ético configura una dimensión fundamental de todo
paradigma, es porque en toda concepción del quehacer científico hay también
explícito o implícito, una concepción del Otro.
Al igual que se define al sujeto cognoscente, aquel que realiza la
actividad de conocer, se suele definir, muchas veces por complemento o por
oposición o contraste, al Otro. Sea este
el objeto de la aplicación del conocimiento, o el objeto a conocer. Y no es este un aspecto ni sencillo ni para
ser tratado con ligereza, pues las mas de las veces la concepción no sólo del
Otro en general, sino del ser humano que fundamenta una investigación, una teoría,
un método debe ser deducida de ontológicos, epistemológicos y peor aun con los
metodológicos, en cuyo ámbito no pocas veces se enuncia una intención y se
lleva a cabo algo muy diferente, al actuar.
ÉTICA Y OTREDAD
¿Cuál es la razón para colocar a la ética en la concepción
del Otro y no considerar que basta expresarla y contenerla en las normas de
conducta deseables dentro de una sociedad?
Evidentemente, los códigos de ética o las normas que regulan
la conducta del buen ciudadano o los decálogos, entre otras instrucciones para
el buen convivir y el comportarse de la manera mas elevada y digna, son
necesarios, útiles, saludables e inevitables.
Pero el que concepción del otro, o del prójimo, si así se quiere, esté
casi siempre implícita, significa que cae en el campo de la naturalización, de
lo aceptado como perteneciente al orden "natural" de las cosas. Por lo tanto no discutible. Y esto conduce a que el Otro sea considerado
como el Uno, como prójimo no sólo por proximidad sino por parecido. Alguien que hasta en su oposición y
negatividad está definido desde el Yo o desde el Uno. Semejante complementario u opuesto por
contraste: malo allí donde desde la posición del Uno se ha definido qué es
bueno; obscuro donde impera lo claro o viceversa.
En el fondo, como también en la superficie, que no es cosa
ligera, el bien y el mal son construidos
en función de la relación que mantenemos con los otros. Les hacemos y nos hacen bien, les causamos y
nos causan mal. El bien y el mal se dan
en nuestras relaciones con los otros y con el mundo, y toda relación con el mundo es esencialmente
social.
A esta limitación del Otro, que lo reduce a ser la parte
externa del Uno, la expresión del espíritu de aventura del Yo, la desviación
que todos guardamos y que se define en función de la norma, Dussel (1974)
enfrenta una modificación o una reestructuración epistemológica y
metodológica: la analéctica (del griego
anas, es decir, que está mas allá, que es de otro plano, más arriba, lo que
podríamos llamar la exterioridad), con la cual pretende superar el carácter
restringido de la dialéctica e incorporar la analogía como un modo de conocer,
paralelo y a la vez, opuesto a la dialéctica en una misma totalidad.
La restricción de la dialéctica reside en que sus elementos:
tesis, antítesis y síntesis, se ubican todos en un mismo campo definido desde
la tesis. Así, la tesis lo es por que
antecede a esa antítesis que se le opone y cuyo ámbito está definido desde la
tesis, que le propone horizontes y límites.
A su vez, la síntesis, sólo puede surgir de ambas y las tres constituyen
una totalidad, que puede engendrar otra igualmente constituida. Hay pues en la dialéctica un elemento
primero, a partir del cual se origina el conocimiento. Se supera en ella el carácter cerrado de las
premisas silogísticas, pero se mantiene la misma estructura tripartita,
sustentada por un elemento que en la dialéctica deja de ser "mayor",
aceptando el diálogo con su opuesto, pero propiciando ese intercambio desde sí.
Dussel (1974) define a la analéctica como la extensión de la
dialéctica (también la llama ana-dialéctica), como un "momento del método
dialéctico" que incorpora una nueva posibilidad en la construcción del
conocimiento: La Otredad o alteridad excluida de aquellos que no sólo son
diferentes (como antitéticos a lo que es opuesto, pero complementario), sino
extraños, distintos, inesperados, exteriores. Supone aceptar como sujeto
cognoscente a alguien no imaginado, a alguien no igual.
El aceptar una Otredad
distinta, no construida necesariamente a partir del Uno, supone admitir formas
de conocer totalmente otras y supone también, y necesariamente, el diálogo y la
relación con ese Otro en un plano de igualdad basado en la aceptación de la
distinción y no en la semejanza o complementariedad.
POLÍTICA, CIENCIA Y CONOCIMIENTO
Ya es una práctica común al mencionar la palabra política,
fuera del contexto partidario, el definirla en su sentido amplio. En efecto, la sola mención del término
política asusta, eriza o pone en guardia al más adormilado escucha de cualquier
conferencia. No podía ser diferente
entonces cuando se enuncia la dimensión política de un paradigma. Así que después de traer a colación el
obligado recuerdo de que la palabra viene del griego polis, y se refiere a lo
concerniente a la ciudad y a la ciudadanía, a lo público, es necesario señalar
igualmente por qué es esta otra dimensión de un paradigma.
Punch (1998) al tratar el tema de la ética y la política en
relación con la investigación cualitativa, señala que por política se entiende
en ese contexto, desde la "micropolítica de las relaciones personales
hasta las culturas y los recursos de las unidades de investigación y de las
universidades, los poderes y las políticas [entendiendo por tales los programas
de acción institucionales] de los
departamentos de investigación gubernamentales, y en última instancia, la mano
(pesada o no) del Estado central" (Punch, 1998: 159). A todo lo cual agrega el "contexto de la política" y sus
restricciones, los cuales no explica, aunque manifiesta que influyen en la
práctica de la investigación.
Así, la política parece estarse refiriendo, como ya habíamos
anunciado, a la vida pública y a cómo nos relacionamos con otras personas, en
ella. Pero también, y este es quizás el
meollo de la política, se refiere al poder y a las líneas de acción, es decir
del hacer y del decir, que de él emanan en una sociedad. Producir conocimiento entonces tiene
consecuencias políticas y puede ser el producto de una política. Saber es un fenómeno con consecuencias
políticas; publicar o privatizar el conocimiento es un hecho político y también
lo es el lugar que se ocupa en la relación de conocimiento. Todo paradigma, pues, tiene una dimensión
política.
Pero al igual que ocurre con la
ética, del aspecto político se suelen encontrar menciones explícitas e
implícitas que podrían desviar al analista de su camino, conduciéndolo hacia el
campo, necesario y reconocido, de las
condiciones necesarias para la producción del conocimiento o influyentes en el
proceso de producirlo, el cual aunque necesario de considerar, es apenas un
aspecto del tema. Un ejemplo de esto,
son los trabajos de Smith (1990) y de
House (1990), en los cuales se analiza el tristemente célebre proyecto Camelot
mostrando su carácter interventor en la política (entendida como acción de
gobierno y como orientación de esa acción), en los países latinoamericanos, si
bien en ambos se hace el mayor énfasis en los aspectos morales concernientes al
ocultar los intereses que impulsaban tal estudio.
UN PARADIGMA NO ES LA SUMA DE SUS DIMENSIONES
Las cinco dimensiones de un paradigma (ontología,
epistemología, metodología, ética y política), no son compartimentos estancos
que pueden ignorarse entre sí. Toda
epistemología está directamente relacionada con una concepción ontológica, que
define al ser y al objeto del conocimiento, en función de los cuales se produce
una relación cognoscitiva. A su vez, el
método que se aplique refleja igualmente a esos dos aspectos. Y quien habla de ontología, de epistemología
y de metodología no puede dejar de referirse a la ética y a la política. El punto central de la ética reside, como
hemos visto, en la concepción del Otro,
en su definición y en los alcances de su participación en la relación con el
sujeto cognoscente. Esto es, en la
definición de ese Otro como objeto o como sujeto, como ente cognoscente o como
objeto de conocimiento. A su vez, la
admisión de la existencia de una carga valorativa en la construcción del
conocimiento, supone un ámbito o dimensión política. Y las cinco dimensiones
interactuan en todo momento, son inseparables.
De hecho, en las
mismas obras en las cuales sólo se habla de tres dimensiones, sus autores no dejan de incluir aspectos tanto éticos
como morales y deontológicos, así como también incluyen algunas reflexiones de
orden político. La dificultad parece
estar, no en admitir que esos aspectos deben ser considerarse, sino en
reconocer su rango de dimensión o elemento paradigmático básico.
El sistema construido por Dussel, antes mencionado,
ejemplifica esa integración: Con la analéctica, Dussel (1974; 1988; 1998)
pretende dar mayor alcance a la dialéctica (de allí la palabra
"extensión" antes usada), en tanto incorpora aquello no ligado al
mundo de vida del Yo, desde el cual se plantea el conocimiento. Y mediante ella introduce una concepción
epistemológica, a la vez que configura un método y como veremos luego, genera
también una concepción ontológica que tiene fundamentación ética y
consecuencias políticas. De hecho, la
concepción ontológica de una Otredad constituida por Otros independientes de
los Unos, o de los Nosotros, no limita sus raíces filosóficas a Dussel. Esa concepción también se alimenta de la obra
de Levinas (1977) y de Buber (1923/1956), quienes ya anuncian lo que hoy se
conoce como una "episteme de la relación".
En efecto, a partir de esa ontología basada no en el Ser
individual, en el Uno, sino precisamente en la relación entre el Uno y el Otro,
y unida estrechamente a ella es que surge la concepción de la episteme de la relación. Es decir, de una
concepción sistemática de la relación entre sujeto y objeto de conocimiento,
que proporciona un ámbito referencial para la construcción teórica y
metodológica de una época. La dimensión
epistemológica está entonces integrada por un conocer por relaciones. No significa esto la pérdida de la
individualidad, sino la noción de que somos en la relación. El Uno se reconoce como tal por la presencia
del Otro y por la relación que sostienen entre sí. Se es en la relación y no se puede ser fuera
de ella. La individualidad entonces es
un elemento de la relación, que se construye por ella y en ella.
Esta episteme de la relación pone en tela de juicio y
discute el valor de verdad de una afirmación sobre la cual se ha construido el
edificio psicofilosófico que ha servido de ámbito a la ciencia moderna, y por
ende también a la psicología: el imperio
del individuo como soberano de la conciencia; unidad única entre millones de
semejantes. Ser social por antonomasia y sin embargo, defensor de una
individualidad que, paradójicamente, sólo puede existir si existe el grupo, la
sociedad. Y la paradoja se hace tanto más evidente en el hecho que se nos
defina por aquello que nos niega y que condena al mismo ser que nos
atribuimos: la individualidad.
Esta episteme no expulsa sin embargo al individuo. Tampoco
significa despersonalización, ni desaparición de la distintividad de cada
individuo. Se refiere a un fenómeno en el cual se es con los otros, sin dejar
de ser singular. Pero se es en relación, no de manera aislada. Nadie puede existir sin el Otro, a menos que
como una vez mas, ya dijera Aristóteles: fuésemos animales salvajes o dioses
(1952). Y es justamente de esa
singularidad que surge la necesidad de reconocer al Otro en su distintividad y
no como la extensión del Uno o su complemento por contrario.
Victoria Camps (1993) ilustra esa contradicción cuando dice:
“el individuo deja de serlo cuando abdica de su autonomía. Ser individualista en el sentido que damos
normalmente a este término, pensar sólo en la propia supervivencia y en la del
grupo a que uno pertenece, ser egoísta, eso no es ser autónomo...” (p. 23),
“pues es adaptarse ciegamente a las normas establecidas, para lo cual - se
tiene – que evitar a toda costa la permeabilidad de otros comportamientos y
estilos de vida...”. Agregando luego,
aunque no sin cierta timidez: “La autonomía... no es incompatible con el
diálogo y con la necesidad del otro” (Camps, 1993, p. 24).
En la
posición de Camps se denuncia el individualismo que adocena, se señala la
necesidad de aceptar la diversidad-Otra, la Otredad, que nos hace autónomos, o
como diría Levinas (1977/1995), que nos hace libres; pero se mantiene al Yo, al
individuo, como unidad ontológica.
EN CONCLUSIÓN
Si bien ética y política en la construcción del conocimiento
son aspectos cuya presencia no escapa a algunos investigadores, ocupan un lugar
borroso en lo que se suele admitir como estructura paradigmática. Lo más usual es que los analistas y
gnoseólogos se preocupen mucho por descubrir cuál es la teoría que subyace a
una obra, cuál es el método empleado y también, aunque ya en menor grado, cuál
es el modelo de ser humano que habita a una explicación, a un estudio, a una interpretación. Pero ética y política quedan en una especie
de zona de penumbra, borrosa y vaga, apenas dibujada. Son dimensiones desconocidas.
Sin embargo, tal imprecisión y
borrosidad es engañosa, pues toda construcción del conocimiento las incluye,
pero naturalizándolas como si fuesen aspectos propios del objeto conocido,
intrínsecos a el, o bien como si fuesen parte del ritual de investigación, de
los múltiples gestos de la cotidianeidad científica, como si fuesen esencia del
ser y del vivir. Se ejecuta así un acto
de escamoteo que limita a los tres aspectos reconocidos al ocultar la
concepción del Otro, reduciendo el Ser del conocimiento; al desaparecer el tipo
y naturaleza de relación que, en tanto que productores de saber, se tiene con
ese Otro, limitando entonces a la relación misma. En la agenda de investigación de quien quiera
mirar al mundo para producir conocimiento sobre él, es necesario incluir una
mirada crítica sobre la estructura de las acciones que construyen el saber y
hacerse las preguntas develadoras.
REFERENCIAS
Aristóteles (1952). Ética
a Nicómaco. Encyclopedia Britannica.
Buber, M. (1923/1956). Yo
y Tu. Buenos Aires: Galatea/Nueva Visión.
Camps, V. (1993). Paradojas
del individualismo. Barcelona: Drakontos.
Dussel, E. (1974). Método
para una filosofía de la liberación.
Salamanca: Sígueme.
Dussel, E. (1988). Introducción
a la filosofía de la liberación. Bogotá:
Nueva América.
Dussel, E. (1998). La ética de la liberación. México:
UNAM.
Fernández, P. (1995). La
psicología política un fin de siglo mas tarde. Barcelona, España;
Anthropos.
Guba, E. (coord.) (1990). The paradigm dialog. Newbury Park. EE.UU: Sage.
House, E.R.
(1990) An ethics of qualitative field studies. En E. Guba (Coord.) The paradigm dialog (pp.158-187). Newbury Park, EE.UU: Sage.
Kuhn,
T.S. (1962/1982). La estructura de las
revoluciones científicas. México:
FCE.
Lalande, A (1953) Vocabulario técnico y crítico de la
filosofía. Buenos Aires: El Ateneo.
2 vols.
Levinas,
E. (1977). Totalidad e infinito. Ensayos
sobre la exterioridad. Salamanca, España: Sígueme.
Lincoln, Y. y Guba, E. (1985). Naturalistic
Inquiry. Beverly Hills, EE.UU: Sage.
Masterman,
M. (1975). La naturaleza de los paradigmas.
En Lakatos, I. Y A. Musgrave (coords.), La crítica y el desarrollo del conocimiento (pp. 159-202). México:
Grijalbo.
May, W.
(1980). Doing ethics: the bearing of ethical theories in fieldwork. Social Problems. 27, 358370.
Montero, M.
(1993). Permanencia y cambio de paradigmas en
la construcción del conocimiento científico. Interacción
social. 3. 11-24.
Munné, F. (1989) El individuo y la sociedad. Barcelona: PPU.
Punch, M.
(1998) Politics and ethics in qualitative research. En N.K. Denzin y Lincoln,
Y. (coords.), The landscape of
qualitative research. Theories and issues (pp. 156-184). Thousand Oaks,
EE.UU: Sage
Smith, L.M. (1990). Ethics,
field stud
|
Usted
es libre de copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra bajo las
siguientes condiciones:
Reconocimiento:
Debe reconocer y citar al autor original.
No comercial.
No puede utilizar esta obra para fines comerciales.
Sin obras derivadas. No se puede
alterar, transformar, o generar una obra derivada a partir de esta obra.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
ÁNIMO: TODAS Y TODOS TIENEN LA PALABRA...COMENTEN...