Repaso de las distintas concepciones
y modelos de la inteligencia y del talento. Una perspectiva evolutiva desde el
punto de vista de la Psicología
Humanista.
Por: Dra. Miriam Hume Figueroa
Profesora Titular de la UCLM
Departamento de Psicología
Escuela Universitaria de Magisterio de Toledo
Correo electrónico: Miriam.Hume@uclm.es
Introducción
A
lo largo de la historia se han ido dando diferentes explicaciones acerca de la
procedencia del talento. En la época clásica los griegos creían que el talento
provenía de los dioses. En la
Edad Media el talento se asociaba a aspectos patológicos. En
la segunda mitad del siglo XIX se empezó a considerar la importancia de la
transmisión hereditaria de la inteligencia al igual que de otras
características. Así, Lamark sostuvo erróneamente que las características del
hombre podían variar debido a los hábitos y comportamientos adquiridos en el proceso
de adaptación al medio y en función de las condiciones ambientales. Darwin
sugiere que la causa de la variación se debe a la mutabilidad de las especies y
afirma que las características de los progenitores se manifiestan en sus
descendientes. Mendel por su parte demostró que los caracteres hereditarios
dependen de factores independientes entre sí, que permanecen estables de
generación en generación y que en la descendencia se combinan de acuerdo a
leyes estadísticas.
Estas
ideas influenciaron a Galton, quien en 1869 en su obra Hereditary Genius,
enfocaba la cuestión de las aptitudes humanas partiendo de postulados genéticos
y estadísticos. Este autor hace hincapié en la heredabilidad de la inteligencia
argumentando que las personas eminentes procedían de generaciones sucesivas de
familias igualmente eminentes.
En
1904 Binet introdujo un nuevo enfoque que ejerció una influencia considerable
en posteriores estudios sobre la identificación de los alumnos más capaces.
Construyó un instrumento eficaz para medir la inteligencia desde los
rendimientos medios de cada grupo de edad, es decir, tomó como referencia el
desarrollo normal del sujeto. Su contribución más importante ha sido el
concepto de edad mental que se refiere a que los individuos pueden hallarse en
un nivel intelectual por encima o por debajo de su edad cronológica.
Posteriormente
Terman (1925) en sus investigaciones sobre estudiantes superdotados californianos
concluía que éstos poseían aptitudes superiores que sobrepasan de forma manifiesta
la capacidad media de los niños de su misma edad. Considera superdotado a aquel
sujeto con una puntuación superior a 130 en los tests que determinan el
cociente intelectual. Los resultados de sus estudios evidenciaron que esos
estudiantes no sólo eran más inteligentes sino que también superaban a sus
compañeros en los aspectos físico, social y psicológico, echando por tierra la
teoría patológica del genio que sostenía que éstos eran emocionalmente
inestables y predispuestos a la locura.
Cabe
mencionar las contribuciones de dos autoras Cox (1926) y Hollingworth (1926).
La primera, estudiando personajes relevantes de la historia descubre que no
todos los que habían sido identificados como superdotados en la niñez de adulto
llegaban a alcanzar la eminencia, es decir, el elevado cociente intelectual no
era suficiente para lograrla. Y apunta las cualidades personales necesarias
para alcanzarla que, según ella son: la persistencia en la tarea y el esfuerzo,
la confianza en las propias habilidades y una gran fortaleza o fuerza de
carácter. La segunda realizó esfuerzos para identificarlos a través de pruebas
estandarizadas de inteligencia y escalas de medidas de talentos especiales,
diferenció entre inteligencia general y talentos específicos, determinó que estos
alumnos no rendían igualmente bien en todas las circunstancias y situaciones
posibles, señaló la vulnerabilidad emocional de éstos y puso en marcha
programas para alumnos superdotados en Nueva York (Reyero y Tourón, 2003).
Una
nueva vía para el estudio del talento la abren DeHaan y Havinghurst (1957) al
diferenciar seis dominios de excelencia: a) habilidad intelectual, b)
pensamiento creativo, c) habilidad científica, d) liderazgo social, e)
estrategias mecánicas, y f) talento para las artes. El estudiante talentoso
sería aquel que está en el 10% superior de su grupo de edad en uno o más de los
dominios mencionados. De cara a la participación de estos alumnos en programas
educativos especiales sugieren que se tome en consideración sus cualidades personales,
intereses, estímulos y motivaciones, amén de sus defectos o incapacidades.
Un punto de vista diferente de
plantear la cuestión es el análisis factorial que incorpora los aportes de la
estadística. Spearman (1863-1945) fue uno de los primeros investigadores en
enfocar el estudio de la inteligencia desde esta perspectiva. Postuló la teoría
de los dos factores: un factor general (g) y uno más específico (s).
Thurstone
mediante la utilización del análisis factorial obtuvo un grupo de siete
factores que denominó “Habilidades Mentales Primarias”. Estos son: la capacidad
verbal y numérica, el razonamiento inductivo, la rapidez perceptual, las
relaciones espaciales, la memoria y fluidez verbal (Thurstone y Thurstone,
1947).
Del
enfoque factorial surge la definición de inteligencia como la combinación de
una serie de factores intelectuales que posibilitan una producción general
significativamente distinta de la del grupo de los sujetos con inteligencia
media. A partir de los enfoques factoriales el concepto de inteligencia se
considera desde una perspectiva multidimensional que incluye todo tipo de
habilidades.
Representante
de este modelo es Guilford, para quien la sobredotación surge de la combinación
de producción convergente y divergente. Guilford, basándose en la teoría de la
información, postula el modelo tridimensional de la estructura del intelecto
donde figuran contenidos, operaciones y productos.
Según
opina Castelló (1992) el modelo de la estructura del intelecto de Guilford
sigue siendo el más representativo de los modelos factoriales, porque destaca
por la ampliación definitiva de los componentes de la inteligencia, incluyendo
aspectos no implicados en las actividades escolares, como la creatividad o producción
divergente y la inteligencia social. Este modelo es el que mayor impacto ha
tenido en las concepciones actuales de la inteligencia y por consiguiente del
talento.
Por
último, Tannembaum (1993) y otros señalan las repercusiones que tuvo en EE.UU.
el lanzamiento al espacio del satélite ruso Sputnik en 1957 de cara al impulso
que se empezó a dar a la identificación, educación y desarrollo de la
creatividad y del talento en los alumnos más aventajados.
Definición de talento
El
diccionario de uso del español de María Moliner (1998) en una acepción define
el talento como la capacidad para obtener
resultados notables en el ejercicio de la inteligencia. Es sinónimo de entendimiento, de inteligencia. Se aplica a la
persona que tiene esta capacidad. Puede también decirse “poco talento”, con el
significado de poca inteligencia o inteligencia inferior a la normal. En
otra acepción es la habilidad o aptitud
para una cosa determinada. Y talentoso sería entonces el sujeto dotado de talento.
Suele
establecerse una diferenciación entre inteligencia general y habilidades
específicas o talentos. Esta distinción según muchos autores es artificial ya
que normalmente los alumnos que muestran algún talento también poseen una
inteligencia por encima de la media, aunque esta relación no siempre se da en sentido
inverso.
Existe
una gran cantidad de definiciones con respecto al individuo sobredotado
dependiendo de la teoría sobre la inteligencia que se asuma. Mencionaremos dos:
una clásica y otra más actual. La primera es la que recoge el Informe Marland (1972)
que sostiene que los niños superdotados o con talentos son aquellos que por
virtud de habilidades extraordinarias son capaces de elevadas realizaciones.
Requieren programas educativos diferenciados y apoyos que van más allá de los
recursos de los programas educativos ordinarios. Se incluyen en este concepto
aquellos estudiantes que han demostrado alcanzar el éxito y/o poseer un
potencial de habilidad en algunas de las siguientes áreas: habilidad
intelectual general, aptitud académica específica, pensamiento creativo y
productivo, habilidades de liderazgo, habilidades en las artes visuales o
representativas y habilidades psicomotrices.
Y la segunda
definición caracteriza al alumno con altas capacidades como aquel que posee no sólo
diversas habilidades, sensibilidad y creatividad por encima de la media, sino
también vitalidad, capacidad de trabajo, espíritu de superación, capacidad de
concentración, fuerza de voluntad, perfeccionismo, curiosidad intelectual,
ingenio, manejo de estrategias cognitivas y metacognitivas, intereses variados,
excelente memoria, facilidad y rapidez de aprendizaje, lugar de control
interno, perseverancia, motivación intrínseca por el aprendizaje, ambición y
metas distantes y tendencia a comportarse de acuerdo a valores universales.
Este tipo de estudiante suele combinar y poner en marcha una buena parte de sus
recursos intelectuales y personales al servicio de una o varias actividades en
el ámbito académico y en la vida cotidiana que lo diferencian ostensiblemente
de los niños de su edad. Si está motivado, si se esfuerza
y las condiciones contextuales le son propicias puede, de adulto, llegar a
desplegar rendimientos excepcionales (Hume, 2000).
La relación entre herencia,
ambiente y educación
La
vía de transmisión genética de la inteligencia se ha intentado probar por
distintos caminos como por ejemplo por experimentos realizados con animales,
estudios de la inteligencia en gemelos univitelinos, en hijos adoptivos, en sujetos
con retraso y sobredotación intelectual, así como por investigaciones sobre el
funcionamiento cerebral: la cantidad de conexiones neuronales, las respuestas
eléctricas cerebrales, los potenciales evocados, y el equilibrio o dominancia
de alguno de los hemisferios cerebrales, no alcanzando finalmente resultados
concluyentes definitivos.
Nos
enfrentamos a la clásica controversia de la psicología evolutiva: ¿es la
herencia o el ambiente el que pesa más en el desarrollo, en concreto en el despliegue
de la inteligencia? No se trata de realizar una estimación en porcentajes, como
la que se atrevieron a realizar Eysenck, atribuyendo el mayor peso al factor
genético y Watson otorgándolo a los factores ambientales. Sabemos que, con
relación a la inteligencia, la importancia del ambiente es fundamental, como lo
demuestran hasta ahora las investigaciones realizadas, aunque no es menos
cierto que un alumno genéticamente mejor dotado es capaz de sacar mucho más
partido de un ambiente estimulante que otro menos dotado.
La
hipótesis geneticista fue defendida por Burt en los años cincuenta. Éste
sostuvo que “por inteligencia, el psicólogo entiende la capacidad intelectual
innata y completa. Es hereditaria, o al menos innata, no debiéndose a la
enseñanza o al adiestramiento...” (Carroll, 1987).
Otros
tres renombrados investigadores en la misma línea geneticista son: Eysenck,
quien afirma que la inteligencia tiene un sustrato biológico que se transmite
fundamentalmente por la herencia y que ésta es responsable en un 80% del grado
de inteligencia que alcance un individuo, correspondiendo solamente el 20% a la
influencia del ambiente, Jensen (1988) que sostuvo que “la demostrada alta
heredabilidad de las diferencias individuales en “g” indica que hay un
substrato biológico de “g”, presumiblemente en la estructura neuronal y en la
fisiología de la corteza cerebral” y Scarr (1988) que asevera que “las
diferencias individuales en experiencias intelectuales puede considerarse que
son un resultado de diferencias genéticas individuales, más que un resultado de
oportunidades, favorables o desfavorables…A menos que su medio ambiente sea
notablemente restringido, las personas se darán cuenta de lo que son capaces y
de que tienen interés en aprender y en hacer”.
Dentro
del continuo geneticismo – ambientalismo se sitúan en un extremo autores como
Fodor que con su hipótesis modularista defiende que el desarrollo está
condicionado por factores genéticos que regulan su interacción con el medio
donde éste actuaría como un simple estimulador o un modelador. En el centro se
hallaría Kamin que reconoce que debe haber una base genética en la transmisión
de la inteligencia. Sostiene que “lo que sí puede decirse es que las altas
capacidades tienen un sustrato genético, estos individuos se desarrollan desde
muy temprana edad, siendo muy importante que este desarrollo se dé en un
ambiente adecuado para que pueda llegar al máximo de sus capacidades” (Kamin,
1983). Para este autor el medio ambiente comienza a influir en el niño desde el
momento en que éste nace o aún antes de nacer. Y en otro extremo se sitúa
Vigostsky quien afirma que el ambiente tiene el papel más importante en el
desarrollo humano ya que el niño es guiado en su desarrollo a través de
mecanismos culturales que están presentes en la interacción con el adulto.
Karmiloff-Smith
en su libro “Más allá de la modularidad” (1994) emplea el concepto de
“modularización”, según el cual los módulos con los que el niño nace no están
tan predeterminados como indica Fodor, por lo que el ambiente puede
“modularizar” mejorando las estructuras existentes y haciendo que se creen
módulos nuevos, es decir, la mente se modularizaría a medida que avanza el
desarrollo. No podemos soslayar la considerable influencia del ambiente en el
desarrollo de las potencialidades y con ello no estamos negando la tesis
hereditaria. Sabemos que el ambiente puede reprimir las dotes hereditarias o
por el contrario impulsar su desarrollo al máximo nivel.
Por
lo que conocemos hasta el momento la inteligencia es el producto de la
interacción entre factores hereditarios – los genes recibidos de los padres - y
ambientales – la influencia del contexto socioeconómico, educativo, familiar y
de múltiples factores que pueden afectar el desarrollo de la inteligencia. Nos
situamos en la línea de los que sostienen esta hipótesis interaccionista, argumentando
que la capacidad congénita es considerablemente influenciada por factores
externos.
Estamos en sintonía con quienes defienden
la maleabilidad de la inteligencia a través de la práctica formal, deliberada y
sistemática en todo tipo de estudiantes. El postulado de la modificabilidad
cognitiva da pie a la intervención para un auténtico mejoramiento cognitivo
(Sternberg, 1981; Sternberg y Salter, 1987; Sternberg y Powell, 1983;
Nicherson, Perkins y Smith, 1984; Ruiz y Otaiza, 1987; Ruiz, 1989; Brown,
Campione y Day, 1981; Haywood, 1985; Feuerstein y col., 1980 y otros).
El enfoque teórico de Feuerstein
está fundamentado en el concepto de la “modificabilidad” cognitiva estructural
y concibe al ser humano como un sistema abierto, flexible, autoplástico,
impredictible y susceptible de experimentar cambios estructurales
significativos y duraderos. En la modificabilidad cognitiva intervienen dos
grandes conjuntos de factores, unos ligados a la naturaleza y a lo biológico
que son las potencialidades genéticas y otros relativos a las interacciones del
sujeto con el ambiente sociocultural en el cual se halla inmerso. Como se ha
señalado el ambiente puede ser provechoso o desfavorable para el desarrollo de
potencialidades heredadas.
La
intervención para la modificabilidad cognitiva de Feuerstein puede ser aplicada
con niños que se hallan por debajo de la media, en la media y por encima de la
media en inteligencia con objeto de lograr un mejoramiento de los procesos
cognitivos, afectivos y motivacionales a través del entrenamiento e
interiorización de habilidades y estrategias cognitivas y metacognitivas de
aprendizaje.
Autores como Vigotsky, 1979;
Feuerstein y cols., 1980; Campione, Brown y Ferrara, 1987, estiman que los
agentes culturales y, en concreto, los mediadores de experiencias de
aprendizaje tiene un papel fundamental en el desarrollo cognitivo. Por lo que pretender reducir el desarrollo
del niño a solamente un factor (herencia o ambiente) empobrece la visión del
complejo ecosistema en que evoluciona el ser humano, aunque no podemos
desconocer que el peso explicativo de los distintos factores no es el mismo en
todos los niños (Fortes y cols., 2000).
Problemas teóricos y
metodológicos de la investigación en el área
Las
dificultades que surgen en las investigaciones sobre los alumnos con altas
capacidades podemos agruparlas básicamente en tres: 1) las que se generan
debido a la gran variedad de teorías y conceptos para designar a este tipo de
alumnos, 2) las que provienen del hecho de establecer criterios superiores o
inferiores para incluir o excluir sujetos en la categoría de alumnos con altas
capacidades y 3) las que surgen de la selección de los instrumentos adecuados
para la correcta identificación de los estudiantes más capaces.
A nivel teórico puede llegar a
desorientar al lego en la materia la gran cantidad de ideas y teorías aportadas
por diversos autores sobre la definición y características de los estudiantes
con altas capacidades. Podemos clasificarlas en: a) teorías explícitas, y b)
teorías implícitas.
Las
explícitas analizan la inteligencia y el talento de acuerdo con criterios
estandarizados estrictos, cuyas variables son verificables desde el punto de
vista psicológico y educativo. Entre las teorías explícitas se suele
distinguir: a) las cognitivas que subrayan el punto de vista de la psicología
cognitiva, siendo el estudio de las variables y antecedentes cognitivos del
talento su elemento principal de investigación. Dentro de este enfoque se
hallan autores como Jackson y Butterfield; Borkowski y Peck; Davidson y
Sternberg. b) las del desarrollo: analizan la importancia del desarrollo en la
aparición del talento. Conceden relevancia a los aspectos evolutivos y
contextuales, así como a variables cognitivas y personales, incluyendo la
creatividad, motivación y afectividad. En este enfoque se incluyen autores como
Gruber, Csikszentmihaly y Robinson; Feldman; Walters y Gardner; Albert y Runco;
y Hume. Y c) las centradas en talentos específicos: entienden que el talento
puede producirse en un dominio específico y no necesariamente en todos los
dominios posibles. Entre los representantes de este enfoque se encuentran
Stanley y Benbow, con el modelo para la identificación e intervención con
adolescentes talentosos en matemáticas y Bamberger, con el modelo para
identificar precozmente el talento musical.
Las
implícitas consideran que las habilidades cognitivas son parte del talento, que
éste puede desarrollarse y expresarse de distintas maneras, que la sociedad enaltece
algunos talentos más que otros y que a lo largo de su vida el talentoso será
recompensado en algunos momentos y no siempre. Entre los representantes de este
enfoque se hallan autores como Tannenbaum, Renzulli, Gallagher, Courtright,
Feldhusen y Haensly, por mencionar algunos.
Posteriormente
han ido surgiendo nuevas teorías y modelos que amplían y enriquecen la
concepción del talento, abarcando otros componentes que incluyen, habilidades y
cualidades personales, así como variables psicosociales y culturales.
Otro
problema con que suelen encontrarse los investigadores en este área está
relacionado con los criterios utilizados para identificar alumnos con altas
capacidades. No hay consenso entre los distintos autores. Unos defienden el
criterio de alejarse dos desviaciones típicas por encima de la media en pruebas
psicométricas (cociente intelectual igual o superior a 130) otros son
partidarios de considerar la franja de alumnos que se halla por encima del
percentil 90 en una o varias habilidades, capacidades o inteligencias y otros
se refieren en términos de porcentajes y amplían la zona hasta el 20% de los
alumnos que alcanzan las mejores puntuaciones en diversas pruebas.
Con
vista a resolver este problema y minimizar el riesgo de error en la identificación
de estudiantes sobredotados en el Seminario Internacional de Alumnos
Superdotados, llevado a cabo en Madrid en 1981, se concluye que el estudio
debería abordarse con criterios pluridimensionales contemplando modelos de
diagnóstico tanto cualitativos como cuantitativos. Si se pretende que el margen
de error en la selección de alumnos con altas capacidades sea mínimo no se debe
considerar de forma exclusiva: a) los resultados de los clásicos tests
psicométricos de inteligencia, b) los resultados de tests que miden otras
habilidades, c) los resultados en pruebas de creatividad, d) los resultados en
pruebas de personalidad, e) los resultados en cuestionarios sobre valores, f)
la información de los cuestionarios cumplimentados por profesores, padres, compañeros
y autoinformes del propio interesado, y g) los datos proporcionados por las
escalas de observación cualitativas que intentan determinar la calidad y
perfección en la tarea que demuestran los alumnos con altas capacidades.
En
relación con la aplicación de tests psicométricos se recomienda prudencia en su
utilización y se sugiere: a) no emplearlos como criterio único en la selección
de alumnos con altas capacidades, porque la información que proporcionan es
poco descriptiva y de escaso valor diagnóstico y predictivo para el futuro
desenvolvimiento creativo y personal del sujeto, b) utilizarlos con cautela,
evitando etiquetar al niño como altamente dotado ya que no se tiene seguridad
de que ese chico vaya a desarrollar en el futuro comportamientos excepcionales
y, c) no considerar sus resultados como lo más importante y decisivo a la hora
de identificarlos, puesto que sabemos que existen distintos tipos y
combinaciones de inteligencias que no se reflejan en el cociente intelectual
(Hume, 2000).
Por
lo que respecta a la medición de algunos aspectos cualitativos del estudiante
con altas capacidades como la creatividad, la moralidad y otras características
personales podemos aseverar que son de difícil medición a través de tests,
cuestionarios, encuestas y autoinformes, y que se requiere utilizar otra
metodología que incluya los estudios longitudinales y de campo con el fin de
poder observar y valorar directamente las actuaciones del sujeto a lo largo del
tiempo dentro de un contexto dado y no sólo quedarnos con la información que
éste nos proporciona.
Pero
teniendo en cuenta la dificultad de llevar a cabo estudios longitudinales y de
campo y con el fin de minimizar el riesgo de error insistimos en la utilización
de criterios pluridimensionales que contemplen la medición de variables tanto
cognitivas como personales desde un punto de vista cuantitativo pero también
cualitativo, es decir no interesa sólo la puntuación alcanzada en un
determinado tests sino también el nivel de perfección y excelencia logrado en
la tarea.
Los
problemas de índole metodológico con que nos encontramos son múltiples y
diversos. Así al aplicar tests psicométricos como al emplear cuestionarios para
ser cumplimentados por padres, profesores, compañeros y por el propio alumno nos
salen al encuentro una serie de problemas. No podemos dejar de preguntarnos
cuestiones tales como: ¿son fiables los resultados que arrojan los tests?,
¿podemos fiarnos de la información que obtenemos a través de los cuestionarios
que se aplican a padres, profesores, compañeros y al propio alumno?, ¿cómo
medir el talento potencial en niños pequeños o incluso en bebés?, ¿a qué edad
son más seguras esas medidas?, ¿se puede medir la creatividad?, ¿se pueden
medir los valores?, ¿se puede medir la sensibilidad?, ¿se puede medir la
capacidad de trabajo y el compromiso con la tarea? y en tal caso ¿cómo hacerlo
con cierta garantía de éxito?
Es
obvio que no tenemos respuesta a todos estos interrogantes. Nuestra postura es
que a pesar de todos los problemas a nivel teórico y metodológico planteados,
afinando más podremos encontrar el camino idóneo para llevar a cabo una
correcta identificación de alumnos con altas capacidades, siempre y cuando
contemplemos toda la información recabada a través de criterios múltiples
cuantitativos y cualitativos que abarquen la medición de todas las facetas de
la persona. Pero además es necesario tener en cuenta la evolución del individuo
a lo largo de la vida a través de estudios longitudinales y analizar el
contexto en que está inmerso ya que éste
podrá actuar como facilitador u obstaculizador del despliegue de sus
habilidades.
El desarrollo de las teorías de
la inteligencia y del talento
Han transcurrido más ocho décadas desde
el famoso simposio de 1921 y veinte años del de 1986 en los cuales se eligió a
psicólogos relevantes para que expresaran sus ideas sobre el concepto de
inteligencia y acerca de las futuras líneas de investigación que se proyectaban
sobre ella.
Sternberg y Berg (1986) señalan las
diferencias entre las conclusiones a las que se llega en ambos simposios: a) el
campo de estudio de la inteligencia ha evolucionado desde la atención casi
exclusiva a los aspectos psicométricos hacia el interés por el procesamiento de
la información, por el contexto cultural y por las interrelaciones entre ambos,
b) la predicción de la conducta era más importante en el primer simposio,
mientras que en el segundo es relevante la comprensión de ésta, c) desde el
simposio de 1921 hasta el de 1986 se ha avanzado en la comprensión de las bases
cognitivas y culturales de los resultados de los tests, y d) casi no se ha
aclarado el problema relativo a la naturaleza de la inteligencia.
Si bien entonces los expertos no
pudieron llegar a una definición no circular de la inteligencia y de sus
dimensiones básicas, aún hoy persiste la falta de consenso en su definición.
Autores como Gardner explican que no haya una única definición, debido a que la
inteligencia no es un concepto unitario sino plural. A lo largo de más de un
siglo se han ido desarrollando y sucediendo conceptos y modelos diferentes para
explicar tanto la inteligencia como el talento. Es obvio que lo que ha ido
cambiando no es la inteligencia ni el talento en sí, sino la idea que tenemos
de éstos.
En relación con la naturaleza de la
inteligencia, se ha ido evolucionando desde aquellos primeros intentos que la
fundamentaban en “lo que miden los tests” a los procesos que subyacen en los
comportamientos inteligentes. Actualmente se ha avanzado algo más al dar
importancia no sólo a los procesos mentales, sino también a los diferentes
aspectos de la personalidad que influyen en los comportamientos inteligentes,
así como al estilo de vida del adulto que llega a actualizar una parte
importante de su potencial intelectual y personal, llegando a alcanzar un óptimo
nivel de autorrealización, tendiéndose así a desdibujar la división artificial
entre inteligencia y personalidad. También se ha avanzado al aceptar que
ciertos aspectos y tipos de inteligencia evolucionan más allá de la adolescencia
en la vida adulta e incluso en la vejez.
A lo largo de más de un siglo las
distintas concepciones de la inteligencia se han ido agrupando en diferentes
corrientes que configuran cuatro grandes bloques. En el primero: La naturaleza de la inteligencia es eminentemente
biológica y relativamente permanente, no tiene relación con factores sociales,
económicos ni culturales. Consta de una serie de aspectos operacionales y
cuantificables que pueden ser medidos a través de tests de inteligencia o pruebas
de habilidades y rendimiento. Los tests pretenden reflejar esas características
innatas, estables y uniformes del sujeto. De acuerdo con este modelo, las
diferencias individuales en inteligencia se explican más por las diferencias
genéticas del individuo que por las oportunidades que le haya ofrecido o no el
medio (Jensen, 1989; Scarr, 1988). Representantes de este enfoque son Galton,
Binet, Spearman, Burt, Wechsler, Jensen, Eysenck y Terman, entre otros. De
todos modos no debe olvidarse que Binet y Spearman se interesaron también por
la comprensión de los procesos que intervienen para que un sujeto alcance un
determinado resultado en un test.
A partir de ese modelo de
inteligencia se deriva el de sobredotación, que consiste en que el sujeto nace
con unas características excepcionales que pueden reflejarse a través de los
resultados de pruebas de inteligencia, en las que tendría que alcanzar un
cociente intelectual igual o superior a 130, o destacar en pruebas que miden el
factor general de inteligencia. Según este modelo, la inteligencia no puede
modificarse y el sobredotado puede considerarse afortunado en esta especie de
lotería genética.
Este modelo se construye sobre la
concepción de la inteligencia como capacidad general que Wechsler define como la capacidad global o compleja del individuo
para actuar con un determinado objetivo, para pensar de una forma racional y
para tener relaciones útiles con su medio. También están presentes en este modelo la teoría de los factores general
y específico de inteligencia de Spearman, así como las habilidades mentales
primarias de Thurstone: capacidad verbal, capacidad numérica, razonamiento
inductivo, rapidez perceptual, relaciones espaciales, memoria y fluidez verbal,
y la teoría multifactorial de la inteligencia de Guilford, que incluye en su
modelo tridimensional operaciones, contenidos y productos, así como la
distinción entre inteligencia fluida, libre de influencias culturales, y la
cristalizada, dependiente de la educación y la cultura, que propugnan Cattell
y Horn. El modelo que propone este último, junto con los de Cattell y Guilford,
pueden considerarse como puentes entre la tradición psicométrica y la cognitivo-experimental
de la inteligencia (Andrés Pueyo, 1997).
Desde el punto de vista biológico,
este modelo ha pretendido relacionar el funcionamiento cerebral con la
inteligencia, estudiando las correlaciones entre los índices electrofisiológicos
del funcionamiento cerebral y neuronal con el cociente intelectual (Andrés
Pueyo, 1993). Son representativos de esta corriente los trabajos de Chalke y
Ertl (1965), Ertl (1969, 1971, 1973), Callaway (1975), Paz Caballero y Muñiz
(1985), Cosculluela (1990), Eysenck y Barret (1985), Hendrickson (1982) y
Barret y Eysenck (1992).
Esos investigadores han
procurado hallar un indicador biológico de la inteligencia, libre de
influencias socioculturales, a través del análisis de los potenciales
cerebrales evocados. Han descubierto la relación existente entre cociente
intelectual y potenciales evocados, así parece que los cocientes intelectuales
elevados correlacionan con latencias cortas, amplitudes grandes y baja
variabilidad de los potenciales evocados. De acuerdo con esta corriente de
investigación, el elevado grado de eficiencia neuronal de los sujetos con altas
capacidades quedaría reflejado en la latencia, amplitud y variabilidad de los
potenciales evocados de sus ondas cerebrales, que lo diferenciarían
significativamente del individuo con capacidad media.
Un segundo modelo derivado de los modelos multifactoriales lo postula
Gardner, quien se sirve de éstos para distinguir ocho tipos de inteligencias:
lingüística, musical, lógico-matemática, viso-espacial, corporal-cinestésica,
intrapersonal, interpersonal y naturalista, de lo que se desprenden formas
diferentes de ser talentoso. Así, dependiendo de si destacan en una o más de
estas habilidades y si desarrollan posteriormente alguno de estos
comportamientos, podrían ser calificados como talentos lingüísticos,
musicales, etc. Posteriormente, Gardner y colaboradores subdividen estos
tipos y diferencian hasta veinte clases de inteligencia.
Según este modelo, la
sobredotación consiste en una serie de habilidades hereditarias de las que sólo
pueden medirse por pruebas de inteligencia la lingüística y la
logicomatemática. Las habilidades específicas musical, visoespacial,
corporal-cinestésica y naturalista deben medirse a través de pruebas
específicas no incluidas en las pruebas tradicionales de inteligencia. Y las
habilidades intrapersonal e interpersonal pueden detectarse en los niños
pequeños a través de la observación en clases o a través de juegos y
actividades diversas en los recreos. A pesar de que todas estas habilidades
están íntimamente relacionadas con nuestra dotación genética, según lo que
postula este modelo, se puede intervenir para en cierto grado modificarlas, ya
que el temperamento y todas nuestras predisposiciones hereditarias no
configuran del todo nuestro destino.
En los años setenta surge el tercer modelo al producirse una
aproximación cognitivista al estudio de la inteligencia, basándose en el
paradigma del procesamiento de información, según el cual se da más importancia
a la calidad de información que procesa el sujeto que a los resultados
cuantitativos de los tests. Como representantes de este modelo podemos señalar
a Rüppell, Butterfield, Jackson, Davidson, Hunt, Carroll y el más destacado,
Sternberg. La inteligencia, según este enfoque paradigmático, no es un rasgo
que se pueda medir a través de tests, sino que es una compleja gama de habilidades
cognitivas y no cognitivas que pone el sujeto en funcionamiento al
enfrentarse a una tarea, en la cual están implicados los procesos de asimilar, elaborar
y crear información, y plantear y resolver problemas.
Distintos investigadores han
estudiado los procesos mentales que contribuyen a la resolución de problemas
desde perspectivas diferentes. Unos, en relación con la velocidad absoluta que
emplea el sujeto para el procesamiento de la información en tareas sencillas, que
se denomina como procesamiento bottom-up.
Otros, en términos de la precisión y estrategias que utiliza el sujeto para la
resolución de tareas más complejas, conocido como procesamiento top-down. Los trabajos de Hunt (1985,
1989), Detterman (1992) y Carroll (1989), de acuerdo con modelos factoriales y
de correlatos cognitivos, pretenden explicar la inteligencia a partir de
procesos cognitivos elementales desde el modelo de procesamiento bottom-up, llegando incluso a utilizar
la investigación cronométrica para estudiar las operaciones cognitivas.
Sternberg, desde un punto de
vista cognitivo, se preocupa fundamentalmente de definir los componentes
universales de la inteligencia desde los procesos superiores del pensamiento o top-down, procesamiento más complejo que
requiere que intervenga la información de más alto nivel almacenada en la memoria.
En 1984, formula la teoría triárquica de la inteligencia, integrada por tres
subteorías. Una, la componencial o
capacidad de adquirir nuevos conocimientos y eficacia en la resolución de
problemas. Implica un tipo de procesos mentales internos que regula la
conducta inteligente, diferenciando cinco clases de componentes:
metacomponentes que tienen un papel clave en el desarrollo intelectual,
componentes de ejecución, adquisición, comprensión y transferencia. Otra es la experiencial o capacidad de afrontar
tareas y situaciones desconocidas, para lo que el individuo debe ser capaz de
diferenciar la información relevante de la irrelevante, combinar la información
ya seleccionada de modo creativo y compararla selectivamente. Para intentar
evaluar la inteligencia es importante subrayar la diferencia entre la novedad
de una situación y los automatismos desarrollados por el aprendizaje, ya que
Sternberg sugiere que la inteligencia se evalúa mejor a través de tareas que se
presentan por primera vez al sujeto. Y la tercera subteoría es la contextual, consistente en la capacidad
de adaptación consciente, transformación y selección de un ambiente adecuado
a las habilidades de la persona. En esta subteoría, Sternberg limita el
dominio de la inteligencia a un conjunto de actividades mentales que son
relevantes en la adaptación exitosa del sujeto a su medio.
Los componentes y
metacomponentes pueden ser medidos mediante no sólo pruebas artificiales
alejadas de la experiencia del sujeto, sino también a través de tests que
contemplan situaciones de su vida real. En los sobredotados, desde el punto
de vista cognitivo, se han medido los procesos básicos y superiores. Entre los
primeros están la velocidad y eficiencia del procesamiento, los procesos
atencionales y de aprendizaje, la capacidad de la memoria inmediata, el
funcionamiento de la memoria operativa y la capacidad de codificación y
recuperación de la información, y entre los segundos se han investigado los
procesos y estrategias de apoyo al procesamiento o metacognición.
De acuerdo con el modelo que
propone Sternberg, un sujeto que destaca en el funcionamiento componencial es
considerado “listo”, si descolla en
habilidades que exijan insight es
catalogado de “creativo” y, finalmente, si sobresale en aspectos contextuales,
es decir, cuando tiene que operar en situaciones de realidad, posee
“inteligencia práctica”, de lo que se desprende que habría distintos tipos de
bien dotados.
Según este modelo, los alumnos con
altas capacidades no sólo poseen un bagaje amplio de información, sino que
procesan y elaboran ésta cualitativamente mejor que el alumno con capacidad
media. Se diferencian de éste en su mejor funcionamiento tanto componencial
como metacomponencial al poseer una mejor autogestión de sus recursos
intelectuales.
Otra corriente la constituye el cuarto modelo de inteligencia, que
surge de la combinación de enfoques psicométricos y cualitativos flexibles, que
incluyen no sólo factores cognitivos, sino también rasgos de personalidad. Se
basan en los rendimientos excepcionales observables como indicadores de buena
dotación. De acuerdo con este modelo, es posible llevar a cabo intervenciones
para que el sujeto potencialmente talentoso pueda actualizar sus potencialidades.
Lideran esta corriente, entre otros, Renzulli, Feldhusen, Mönks, Gagné y, en España,
García Yagüe (1986), Beltrán y Pérez (1993) y Hume (2000), entre otros.
En su famosa Teoría de los Tres Anillos,
Renzulli (1978), incluye tres grupos de características personales cognitivas y
no cognitivas que interactuando entre sí producen la superdotación: 1) inteligencia o habilidad por encima de la
media, que consiste en la capacidad de procesar y automatizar la
información, y también inteligencia específica, es decir, su expresión en
situaciones de trabajo específico de la vida real; 2) compromiso con la tarea, que es una forma de motivación que implica
perseverancia, concentración, resistencia a la fatiga y dedicar muchas horas a
la tarea, y 3) creatividad, que
incluye las dimensiones de originalidad, ingenio, dejar de lado los convencionalismos,
una especial habilidad para idear proyectos efectivos y originales, fluidez de
ideas y flexibilidad de puntos de vista para enfocar un asunto o tarea.
Dos grandes aportaciones le
debemos a Renzulli. La primera es que gracias a su teoría es posible ampliar el
foco de atención pasando del 2 o 3 % superior tradicionalmente aceptado como
indicador de superdotación intelectual al 15 o 20 % de alumnos que logran
puntuaciones superiores en cualquier área de trabajo; y la segunda, que la
superdotación no es una característica fija con la que se nace y tampoco es un
atributo que permanece constante a lo largo de los años sin que el sujeto tenga
que esforzarse, sino que puede variar y ser o no desarrollada manifestándose a
través de comportamientos puntuales en determinadas circunstancias, no siempre.
Renzulli distingue dos tipos de estudiantes talentosos: los académicos y los
creativos. Sin embargo, es a los segundos a los éste considera como
verdaderamente talentosos. Aquéllos a quienes la sociedad les otorgará
reconocimiento por los resultados de sus trabajos o productos creativos
aportados.
Mönks (1985, 1988) completa la
teoría de los tres anillos de Renzulli añadiendo la tríada social: familia,
colegio y compañeros. Mantiene que el desarrollo de la superdotación depende
de una interrelación efectiva de seis grupos de factores: inteligencia por
encima de la media, creatividad, compromiso con la tarea más los otros tres
que integran el marco social ya mencionado. En este modelo podemos también
incluir los aspectos socioculturales y psicosociales que inciden en la
problemática del superdotado. Tannenbaum, Csikszentmihalyi, Mönks y otros
tienen en cuenta las variables socio-económico-culturales que pueden influir
sobre quienes corresponde tomar las decisiones educativas y económicas, así
como estimar si es prioritaria o no la investigación o la intervención sobre
los alumnos sobredotados.
En nuestra opinión dentro de los
modelos mixtos en España, uno de los más importantes ha sido el de García
Yagüe, que considera además de los factores de inteligencia, creatividad y
rendimiento escolar, otros aspectos de desarrollo psicosocial, como la
popularidad dentro de su grupo, la imagen que proyectan a sus padres y
profesores, los intereses escolares y extraescolares, la madurez y equilibrio
personal, y variables del contexto sociofamiliar en el que se encuentra inmerso
el alumno intelectualmente bien dotado.
Otro modelo que podríamos
englobar dentro de éstos es de filtrado o criba, consistente en varias fases.
En la primera fase se recopila información a través de pruebas colectivas de
inteligencia general, baterías de aptitudes específicas y opinión de profesores
y compañeros; en la segunda fase se recoge información individual sobre
rendimiento académico y personalidad, y finalmente, se aplican pruebas para
evaluar la creatividad y el tipo de inteligencia en que destacan, con objeto de
poner en marcha programas de adaptación curricular individual ajustados al
perfil de cada sujeto (Pérez, 1993; Hume 2004).
Con todo, creemos que un modelo
de inteligencia más completo e integrador tendría que extender los diferentes
conceptos y teorías que se manejan sobre la inteligencia y el talento hacia
conceptos y teorías más amplias que, desde una perspectiva evolutiva de la
inteligencia dentro del ciclo vital, contemplen importantes dimensiones que no
están presentes en los modelos vigentes, como son las emociones y los valores.
Se han hecho ya esfuerzos por
revisar esas concepciones restringidas de inteligencia. Podemos citar, por
ejemplo, a Gardner y su Teoría de las Inteligencias Múltiples, a Sternberg y su
Teoría Triárquica de la Inteligencia,
a Salovey con la denominada Inteligencia
Emocional, además del Modelo de Superdotación de los Tres Anillos de
Renzulli y el de Desintegración Positiva de Dabrowski.
Se ha conseguido salir de los
dominios del enfoque inicial centrado en el estudio de destrezas y
conocimientos relacionados con la competencia cognitiva basada en lo académico,
para avanzar e investigar el funcionamiento intelectual y personal del
individuo con altas capacidades en diferentes contextos de la vida real:
laboral, social, familiar, artístico, deportivo y de ocio.
Hasta aquí hemos descrito
distintos modelos de inteligencia de los que se derivan diferentes modelos de
sobredotación. Como puede apreciarse, todos son modelos que aspiran al desarrollo
de ciertos aspectos de lo que se estima que es la inteligencia sin plantearse
el desarrollo holístico de ésta. Pero si, como sostiene Marina (1993), la
inteligencia es ante todo la posibilidad que tiene ésta de crearse a sí misma y
este acto de creación o autopoyesis
es guiado siempre por proyectos, el proyecto o modelo de inteligencia humana
que nos parece más inteligente no es simplemente el de la inteligencia
unilateralmente desarrollada, sino el de la persona que a lo largo del curso de
su vida potencia el desarrollo de sus diferentes tipos y combinaciones de
inteligencias, actualiza sus potencialidades creativas, desarrolla una
personalidad integrada y equilibrada, con una dimensión ética, alcanza buenos
niveles de autorrealización y, con la experiencia acumulada y la integración
alcanzada, avanza hacia el nivel de mayor plenitud humana, que es la
sabiduría.
Sin embargo, desafortunadamente este
nuevo modelo de ser humano inteligente no ha logrado todavía consolidarse como
tal ni reemplazar a los otros modelos de inteligencia que están tan arraigados.
Tampoco ha sido posible derivar de éste la definición de individuo
holísticamente inteligente y sustituirla por la que comúnmente se maneja. Los
intentos por abrirse paso de estas nuevas concepciones humanistas y holistas han
sido insuficientes e infructuosos, aunque hay que reconocer que en comparación
con lo que investigan los psicólogos cognitivos, desde las filas humanistas se
investiga realmente poco acerca de los infrecuentes niveles de evolución que
pueden alcanzar las personas que logran la actualización e integración de sus
potencialidades y viven autorrealizándose, e incluso las que logran llegar a
los niveles de desarrollo más alto hasta ahora conocidos, que son las personas
sabias. Abrigamos la esperanza de que se opere un cambio al respecto debido al
impulso que está dando la Psicología Positiva a las investigaciones sobre
las fortalezas y virtudes, las emociones positivas, el desarrollo del potencial
humano, el bienestar subjetivo y la plenitud o felicidad (Seligman, 2005).
Inteligencia, creatividad y
talento. Sus interrelaciones
Aunque
la noción de genio se remonta a los griegos, la de creatividad aparece en el
vocabulario psicológico a principios del siglo XX. Autores como Dearbon en
1898; Colvin y Meyer en 1906 proponen el estudio de las cualidades imaginativas
y en 1916, Chasel publica su test sobre originalidad.
La creatividad se ha estudiado a través de
numerosos enfoques, lo que a nuestro juicio se debe a la falta de claridad del
concepto y a los diferentes criterios empleados. No entraremos aquí a exponer
el enorme abanico de definiciones existentes. Tan sólo nos referiremos a la
definición clásica que proponen Torrance y Myers (1976). Para estos autores la
creatividad es “una forma de captar o ser sensible a los problemas,
deficiencias, lagunas del conocimiento, elementos pasados por alto, faltas de
armonía, etcétera; de reunir una información válida; de definir las
dificultades o de identificar el elemento olvidado; de buscar soluciones, de
hacer suposiciones o formular hipótesis sobre las deficiencias; de examinar y
reexaminar estas hipótesis, modificándolas y volviéndolas a comprobar,
perfeccionándolas y finalmente comunicar sus resultados”.
La creatividad
es uno de los criterios utilizados para identificar a alumnos con altas
capacidades. Para algunos autores como Marian Scheifele (1964), Renzulli (1978) y muchos otros investigadores
es la creatividad la característica que distingue en último término el trabajo
y el comportamiento del verdadero superdotado. En la misma línea se hallan
Sternberg y Lubart (1997) quienes no están de acuerdo con los autores que piden
como prueba de la creatividad no necesariamente productos creativos, sino sólo potencial
para producirlos. Según los mencionados autores es diferente poseer el
potencial para ser creativo y ser realmente creativo, es decir, manifestar ese
potencial a través de realizaciones.
El criterio
de la creatividad se empleaba principalmente para seleccionar a sujetos con
talento en diversas áreas: música, pintura, danza, literatura, etc. Sin embargo,
en la actualidad algunos investigadores se centran en áreas científicas, como
matemáticas, física y química. Citamos el ejemplo de Julian Stanley que se ocupó
desde la Johns Hopkins
University de seleccionar a alumnos con alta capacidad matemática para
ofrecerles programas intensivos en este campo del saber donde el desarrollo de
la creatividad es un objetivo prioritario. Stanley (1981) opina que la mejor
forma de llegar a ser creativo en matemáticas es “aprender matemáticas de
personas rigurosamente creativas”.
Desde hace
más de cuarenta años se investiga la posible relación y conexión existente
entre inteligencia y creatividad con resultados dispares. Mientras Getzels y
Jackson (1962) y Wallach y Kogan (1967) no las relacionan y sostienen que
sujetos que alcanzan elevadas puntuaciones en tests de inteligencia, en los de
creatividad pueden obtener resultados mediocres y viceversa. Otros, como
Guilford afirman que el pensamiento divergente o creativo no se puede aislar
del pensamiento convergente, pues son complementarios y están implicados en el
funcionamiento creativo (Guilford, 1986). Y Renzulli (1978) que incluye en su
concepción de la inteligencia el grupo de factores o características que
definen la creatividad como la fluidez, flexibilidad, originalidad, apertura a
la experiencia, receptividad a lo nuevo y diferente, curiosidad, especulación,
espíritu aventurero y gusto por asumir riesgos. Este autor hace más de un
cuarto de siglo postuló la teoría de la superdotación de los Tres Anillos,
según la cual la interacción de tres grupos de características, inteligencia,
creatividad y compromiso con la tarea por encima de la media, estarían en la
base de todo comportamiento superdotado. La creatividad aislada, o alguna
característica separada perteneciente a los otros dos grupos por sí sola, no es
suficiente para desplegar comportamientos superdotados, es necesaria la
intervención de los tres grupos, aunque dependiendo del tipo de tarea uno
podría tener más peso que otro.
Hay autores
que sostienen que la creatividad puede ser desarrollada. Según Taylor (1975) la
investigación sobre la creatividad se ha centrado en: a) la personalidad
creativa, b) la formulación creativa de problemas, c) el proceso creativo, d)
los productos creativos, e) los ambientes creativos, f) la creatividad y la
salud, y g) la creatividad y la inteligencia. Taylor inició un programa de
desarrollo creativo centrado en: 1) trasladar las propias ideas al ambiente, 2)
formular problemas básicos o genéricos, 3) transformar las ideas por medio de
oposiciones o analogías, 4) generar resultados con características creativas, y
5) facilitar estas destrezas por medio de la exposición a estimulación
sensorial directa.
La medición
de la creatividad es una tarea difícil, pues los factores que la componen son
huidizos y se resisten en muchos momentos a la medida. Aún así, Hume en 1989
intentó averiguar si existían diferencias significativas en este importante
conjunto de habilidades en una muestra representativa de adolescentes con altas
capacidades de Sevilla, Cádiz y Málaga en comparación con un grupo control.
Para ello eligió de las pruebas de creatividad de Torrance (Torrance Tests of
Creative Thinking, TTCT), dos pruebas verbales: Plantear Preguntas y Nuevos
Usos y dos figurativas: Líneas Paralelas y Círculos. A través de estas pruebas
midió cuatro factores de creatividad: fluidez, flexibilidad, originalidad y
elaboración. Comparó el grupo de alumnos
con altas capacidades con un grupo control, teniendo en cuenta la variable
sexo.
Las
diferencias estadísticamente significativas (0,05) que encontró al comparar el
grupo de sujetos con altas capacidades con el grupo control fueron las
siguientes:
1)
Superan a los alumnos de
inteligencia media en los factores flexibilidad y elaboración en la prueba
Líneas Paralelas.
2)
Aventajan significativamente
a los alumnos del grupo control en los factores fluidez, flexibilidad,
originalidad y elaboración en la prueba Círculos.
3)
Sobrepasan a los estudiantes con
capacidad media en la medida total en flexibilidad figurativa (Pruebas Círculos
y Líneas Paralelas) y en la medida total en elaboración figurativa.
4)
Al establecer una comparación
entre sexos, las chicas con altas capacidades superan significativamente a los
chicos de su grupo en sólo un factor: fluidez de la prueba verbal Plantear
Preguntas, pero no en la otra prueba verbal (Nuevos Usos), ni en los otros
factores en las pruebas figurativas (Círculos y Líneas Paralelas).
Advierte una
ligera tendencia en los alumnos de altas capacidades a sobrepasar a los del
grupo control en todos los factores medidos, aunque en las pruebas verbales esa
diferencia no es estadísticamente significativa. El hallazgo más importante de
ese estudio fue detectar en los sujetos con altas capacidades una destacable
habilidad para desestructurar figuras cerradas, revelando así el aspecto
divergente de su pensamiento creativo, que los diferencia marcadamente del
alumno con capacidad media.
Catorce años
después Hume en 2003 vuelve a intentar medir la creatividad en adolescentes con
altas capacidades de Toledo de la misma edad que la de los andaluces. En esta
reciente investigación a pesar de no estar del todo convencida de poder
cuantificar la creatividad mediante tests intentó evaluarla, vale decir,
objetivarla a través de la aplicación de otro test, el CREA. Incluyó la
medición de la inteligencia creativa, porque en su concepción de la inteligencia
la conducta creativa o productiva es un componente relevante. Utilizó esa
prueba de creatividad porque le daba una medida indirecta y le permitía
evaluar, en sujetos que se hallaban en la temprana adolescencia, la posibilidad
de producción del comportamiento creativo, y no lo logros alcanzados porque a
esas edades no son demasiado significativos.
Los
resultados encontrados no responden a sus expectativas, al menos a estas edades
(12-13 años), ya que partía de la hipótesis de que existe cierta correlación
entre inteligencia y creatividad. Los resultados hallados muestran que algo
menos de la mitad de los alumnos obtiene puntuaciones baja y muy baja en
creatividad, en conjunto representan al 45,8% del total. Un tercio alcanza
puntuaciones dentro de la media. Y halló una cuarta parte de éstos que se sitúa
en las franjas alta y muy alta, según baremos españoles. Destaca que el 14,2%
de las chicas alcanza puntuaciones dentro de ese rango elevado, lo que
corresponde a un 4% más que los chicos (10,2%).
CREATIVIDAD (N=98 alumnos de Toledo)
|
||||
Muy Alta
Centil 85-98
7 alumnos
(7,1%)
|
Alta
Centil 70-80
17 alumnos
(17,3%)
|
Media
Centil 40-65
29 alumnos
(29,5%)
|
Baja
Centil 25-35
9 alumnos
(9,1%)
|
Muy baja
Centil 1-20
36 alumnos
(36,7%)
|
Tabla 1
Según
algunos autores se pueden interpretar estos resultados, por una parte,
matizando que al parecer por encima de determinado nivel de inteligencia
podemos hallar dos tipos de alumnos: los muy creativos y los no creativos y,
por otra, demuestra que con los instrumentos existentes para medir la
creatividad tal vez no se pueda realmente medir ésta. Por ello, Hume (2004)
sintonizándose con Alonso Monreal (2000), sostiene que debe siempre
contrastarse los resultados de las pruebas con la conducta real de los sujetos.
Es evidente que no es lo mismo poseer talento para ser creativo que llegar a
plasmar ese potencial en alguna obra creativa.
Por
último decir que creemos que, en los estudiantes con altas capacidades que
son también potencialmente creativos, la
creatividad puede ser desarrollada a través de programas especiales, que pueden
ser de enriquecimiento u otros específicos. Se trataría de lograr que los
talentosos demuestren esa potencialidad mediante la generación de algún
producto creativo, aunque somos conscientes de que para que ello ocurra y la
creatividad florezca es preciso esperar, ya que como bien lo ha expresado Boden
(1994) “el desarrollo de la creatividad necesita tiempo y esfuerzo”.
Determinantes biológicos de la
inteligencia
Las
bases biológicas de la inteligencia se hallan en el cerebro y en el sistema
nervioso. Las funciones glandulares parecen ejercer considerable influencia.
Según algunos autores la inteligencia al parecer está relacionada con la
variable resistencia de las neuronas, con cambios metabólicos y con la sangre
que riega el cerebro. Se han llevado a cabo numerosas investigaciones sobre la
cantidad de conexiones neuronales, las respuestas eléctricas cerebrales, los
potenciales evocados y la dominancia de alguno de los hemisferios cerebrales,
sin llegar a resultados satisfactorios. Hasta el momento lo único que se ha
podido comprobar sobre el funcionamiento cerebral es que no existe una relación
lineal entre el peso, tamaño o volumen cerebral con la inteligencia.
Debemos
aquí señalar que predominan los estudios en la línea de descubrir las causas
que impiden un correcto desarrollo físico o cognitivo, pero que son relativamente
pocas las investigaciones que se han realizado para indagar sobre las posibles diferencias
o alteraciones en los sujetos con altas capacidades con respecto a los
individuos de capacidad media que pudieran estar originando ese elevado
desarrollo cognitivo.
La perspectiva evolutiva del
desarrollo de la inteligencia y del talento
Piaget
ha estudiado el desarrollo de la inteligencia desde una perspectiva evolutiva,
desde el nacimiento hasta la adolescencia tardía. Define la inteligencia como
un proceso biológico de morfogénesis y adaptación. Según Piaget habrían cuatro
factores que explicarían el desarrollo, a saber: los procesos madurativos, la
experiencia adquirida por el sujeto en sus intercambios con el mundo físico, la
experiencia social y la equilibración o regulación. Distingue en el desarrollo
intelectual la existencia de tres estructuras cualitativamente diferentes o
estadios, el estadio sensomotor, el de preparación y estructuración de las
operaciones concretas y el de las operaciones formales. El desarrollo de la
inteligencia sigue un orden de adquisición constante para todos los sujetos,
aunque la edad pueda variar según la experiencia social y los niveles de
inteligencia.
En
el enfoque de Piaget destaca la noción de equilibrio, que consiste en los
procesos de asimilación, cuando se adquieren nuevos conceptos y se integran en
el esquema mental existente, y acomodación, cuando un nuevo esquema mental es
creado en orden a comprender un nuevo concepto, o cuando, existiendo un esquema
mental, se va desarrollando una modificación. Desde esta perspectiva, aunque
Piaget no estudió este tema, existe evidencia de que los estudiantes con altas
habilidades están más capacitados que los alumnos con menor dotación
intelectual para asimilar y acomodar la información.
Las
críticas a la teoría de Piaget son muchas y variadas. Mencionaremos algunas: a)
posee insuficiencias metodológicas, b) debido a su carácter estructural la
teoría piagetiana no es capaz de explicar los procesos y procedimientos de
resolución de problemas que emplean los sujetos, c) se centra en las
interacciones del niño con los objetos más que con las personas, d) presta poca
atención a las características y contenido de la tarea, e) subestima las
competencias de los niños en su teoría de los estadios, d) existe dificultad
para operativizar los procesos de transición de un estadio a otro, e) no estaba
interesado en estudiar las diferencias individuales en inteligencia y talento,
f) se centra sólo en el estudio de una inteligencia: la lógico-matemática, y g)
no estudia la evolución de la inteligencia más allá de la adolescencia.
Los
neopiagetianos Pascual Leone (1970) y Case (1974, 1978) intentan reconciliar
los modelos de cambios cualitativos descritos por Piaget con los cambios
cuantitativos propuestos por el modelo de Procesamiento de la Información. El
modelo de Pascual Leone relaciona los estadios evolutivos con el crecimiento de
la atención mental de manera que puede predecir el desarrollo cognitivo en
función de su atención mental, que es la que marca las posibilidades y los
límites del niño. Case considera que el desarrollo intelectual se realiza en
función de la evolución de los esquemas anteriores a través de una secuencia
jerárquica crecientemente sofisticada de
estructuras mentales.
Los
autores que se encuadran dentro del paradigma del procesamiento de la
información como Chi (1985) y Carey (1985, 1990) difieren de Piaget y de los
neopiagetianos, pues consideran que lo que se desarrolla son capacidades
referidas a dominios específicos, no existiendo cambios de estructuras
cualitativas ni cuantitativas. Este enfoque se centra más en los cambios
conceptuales que no necesariamente van acompañados de cambios lógicos, como
creía Piaget.
Pero
si nos trasladamos más allá de la adolescencia descubrimos que la teoría de
Piaget es insuficiente tanto epistemológica como empíricamente para explicar la
evolución y la riqueza del pensamiento de los adultos (Corral, 1997). Surgen una serie de interrogantes en relación
con el desarrollo cognitivo más allá de la adolescencia tardía: a) ¿qué ocurre
después del desarrollo lógico formal que culmina a los 17-20 años?, b) ¿se
acaba el desarrollo de las estructuras cognoscitivas?, c) ¿sólo queda para el
adulto perfeccionarse y enriquecerse mediante sus experiencias vitales?, d) ¿es
correcto identificar pensamiento lógico-formal con pensamiento complejo en su
más alto grado?, y e) ¿es posible que existan otras formas de pensamiento
superior que no sea el pensamiento lógico-formal? (Corral, 1997).
Sabemos
que el conocimiento es inacabable y que el pensamiento no deja de evolucionar,
renovarse y reconstruirse. Corral (1997) intenta responder a dos preguntas que
nos parecen fundamentales: 1) ¿se desarrollan durante la vida adulta formas de
cognición dinámicas o dialécticas? y 2) ¿el pensamiento lógico-formal de
segundo orden (que, según Piaget e Inhelder, es el logro intelectual más
elevado) tiende, si se dan ciertas condiciones, hacia un pensamiento
post-formal o lógico- formal de tercer orden?
Al
referirnos al pensamiento formal lo primero que debemos hacer es distinguir
entre operaciones de segundo y de tercer orden. Las de segundo orden son las
lógico-formales descritas por Piaget (A:B::C:D). Las de tercer orden son por
ejemplo, poder reflexionar sobre analogías de analogías tales como (A:B::B:C)::
(E:F::G:H), y las operaciones dialécticas y relativistas que se construyen en
vida adulta. Las posibles pérdidas en atención o capacidad mental podrían ser
compensadas por el aumento en la habilidad para relacionar unos dominios de
conocimiento con otros y en un crecimiento de la movilidad cognitiva.
El
pensamiento dialéctico es una forma de pensamiento postformal que, según Corral
se caracteriza por: a) comprensión de las contradicciones y oposiciones. Los
problemas tienen más de una solución, b) conciliar soluciones entre puntos de
vista opuestos, conjugando distintas soluciones para un problema, c) concepción
de lo absolutamente imposible, por ejemplo comprender principios de la física,
d) aceptación de la incertidumbre. Saber que hay cosas que no conocemos por su
misma naturaleza y no sólo debido a nuestra ignorancia, e) conjugar principios
distintos sean éstos contrapuestos o no, sin negar ninguno, f) descubrimiento
de situaciones engañosas, g) reconocer la utilización de procedimientos
erróneos, h) poder llevar a cabo descentraciones sin aferrarse a una previa
fija de resolver una tarea, i) mayor grado de apertura para enfrentarse a
situaciones nuevas o desconocidas, j) mayor desarrollo de la habilidad de
síntesis y relación, k) comprensión de la dinámica de la vida, l) comprensión
del fenómeno de la complementariedad, m) actitud epistemológica prudente y
humildad cognoscitiva y n) mayor nivel de autoconocimiento y de autoconciencia
(Corral, 1997).
Desde
esta visión podríamos afirmar que los alumnos con altas capacidades tienen un
desarrollo cuantitativo y cualitativo más rápido y diferente que el alumno de capacidad
intelectual media, es decir: a) que son capaces de construir un mayor número de
esquemas, b) que lo hacen prematuramente, c) que desarrollan capacidades y
destrezas en dominios específicos antes que los sujetos de su edad, y d) que
comienzan precozmente a desarrollar el pensamiento postformal que lo va a diferenciar
significativamente del alumno con capacidad media.
Modelos clásicos y actuales de
la inteligencia y del talento
Teniendo en cuenta las distintas
teorías se pueden diferenciar ciertos modelos explicativos del talento. Los
agruparemos en dos grandes bloques: modelos clásicos y modelos actuales y
explicaremos sucintamente cada uno.
I.
Modelos clásicos
- Modelos basados en capacidades. Sin ser exhaustivos podemos situar dentro de estos modelos los siguientes:
a)
El modelo de Terman, que hace referencia a una sola capacidad, la capacidad
general. Introduce una definición unidimensional de la superdotación estimada
en la cima del 1% en la capacidad de inteligencia general del Test de
Inteligencia Stanford-Binet. Esta medida y cuantificación de la inteligencia
permitió objetivarla, pero posteriores investigadores demostraron la
parcialidad y debilidad de este modelo en relación con la intervención y la
predicción de conductas en los niños y adolescentes superdotados.
b)
El modelo de Marland ya mencionado, que define a los talentosos como
estudiantes que debido a su alta capacidad demuestran elevada realización y
requieren programas educativos especiales para su beneficio y el de la
sociedad. Manifiestan alta capacidad intelectual general, aptitud académica,
pensamiento creativo, artes visuales y representacionales, habilidad
psicomotora y de liderazgo.
c)
El modelo de Taylor (1986) que contempla seis capacidades: académica, creatividad,
planificación, comunicación, pronóstico y decisión.
d)
El modelo de Gardner (1985) sugiere que la inteligencia se manifiesta en al
menos ocho competencias hasta ahora definidas: lingüística, lógica-matemática,
espacial, musical, corporal-kinestésica, intrapersonal, interpersonal y
naturalista. Aún quedarían pendientes las descripciones de otras inteligencias
como podrían ser las inteligencias existencial, espiritual, moral y ecológica,
entre otras.
e)
El modelo de Cohn su definición de superdotado está basada en los niveles del
factor “g”, partiendo del modelo jerárquico de Vernon.
- Modelos basados en el rendimiento. Definen el talento como la capacidad de un rendimiento superior en cualquier área de la conducta humana en los campos académico, artístico y en el ámbito de las relaciones humanas (Passow, 1955). Incluiremos dentro de este modelo los que figuran a continuación:
a)
Como ya se ha explicado el modelo de Renzulli (1978) propone la teoría de los
Tres Anillos, describiendo la sobredotación como la interacción entre tres
grupos básicos de rasgos humanos, a saber, capacidad general por encima de la
media, altos niveles de implicación en la tarea y elevada creatividad. Los
alumnos sobredotados son aquellos que poseen o son capaces de desarrollar este
conjunto compuesto de rasgos y aplicarlos a cualquier área potencialmente
valiosa de realización humana (Renzulli y otros, 1981).
Renzulli considera que un alumno puede poseer
características excepcionales pero si no presenta, a la vez, una disposición
activa, no debe ser calificado como superdotado, ya que toda superdotación debe
resultar productiva en la práctica. Por ello este autor, desde una perspectiva
educativa, pretende que la intervención psicopedagógica sea efectiva para
lograr la actualización de las potencialidades de los superdotados que se
concretaría en una producción original y excepcional.
Actualmente su modelo se extiende a dos tipos de áreas:
las áreas de ejecución general (matemáticas, filosofía, ciencias de la vida,
artes visuales, ciencias sociales, leyes, música y artes del movimiento) y las
áreas de ejecución específicas que son prácticamente todas en las que un sujeto
puede ejercitarse (Genovard y Castelló, 1998).
b)
El modelo de Mönks (1992) asume la concepción de la sobredotación de los Tres
Anillos de Renzulli y la amplía
incluyendo la dimensión evolutiva y los marcos sociales específicos del
colegio, los compañeros y la familia. Considera la superdotación como un
fenómeno dinámico, dependiente de los cambios evolutivos del individuo y de su
entorno. La excepcionalidad es el resultado de la interacción de todos los
factores mencionados.
c)
El modelo de Feldhusen (1992) considera que existen una serie de habilidades
determinadas por los genes que emergen prematuramente y que se nutren de
experiencias familiares, escolares y sociales. Diferencia la superdotación del
talento. Para este autor la superdotación es el “conjunto de inteligencia(s),
aptitudes, talentos, estrategias, pericia, motivaciones y creatividad, que
conducen al individuo a un rendimiento productivo en áreas, ámbitos y
disciplinas valoradas en ese momento por la cultura” y talento es el “conjunto
de aptitudes o inteligencias, estrategias de aprendizaje y disposiciones del
conocimiento y motivaciones (actitudes) que predisponen al individuo al éxito
en una ocupación, vocación, arte o negocio”. En nuestra opinión la frontera que
pretende establecer entre superdotación y talento es casi imperceptible.
Su modelo incluye la elevada capacidad intelectual general,
creatividad, habilidades metacognitivas, autoconcepto positivo, motivación,
estilos de aprendizaje y talentos especiales tales como:
académico-intelectuales, artístico-creativo y vocacionales.
d)
Se puede incluir aquí también el modelo de Gagné (1991), pues este autor
diferencia entre las competencias que muestra el alumno superdotado y el
rendimiento que manifiesta el alumno talentoso. Este modelo se explica más
adelante con mayor detalle.
- Modelos basados en componentes cognitivos
Estos
modelos se basan en las aportaciones de la psicología cognitiva y centran sus
estudios en los procesos cognitivos a través de los cuales se alcanzan
realizaciones excepcionales. Las diferencias del alumno sobredotado con el
alumno de capacidad intelectual media y con el que se halla por debajo de la
media se pueden comprender mejor teniendo en cuenta el funcionamiento mental de
estos alumnos. Al tener claro el funcionamiento mental de todos los alumnos,
tanto a nivel cuantitativo como cualitativo, es más fácil detectar cuáles son
sus necesidades educativas y qué se puede hacer para mejorar el funcionamiento
cognitivo de éstos.
Representantes
de este modelo son Sternberg y Davidson (1985). Se centran en los procesos
cognitivos en la elaboración de la información y analizan los metacomponentes
de la inteligencia en la denominada Teoría Triárquica de la Inteligencia. Ésta
pretende definir la inteligencia mediante tres subcategorías (individual,
experiencial y contextual). Plantea la superdotación como algo complejo que se
puede manifestar de diversas maneras.
a) Como mencionamos
anteriormente el modelo de Sternberg propone tres teorías, la primera
denominada componencial que relaciona inteligencia – mundo interno del
individuo. La inteligencia depende de las habilidades y estrategias de
procesamiento de la información. Especifica los mecanismos mentales que llevan
a un comportamiento inteligente. Éstos son: los metacomponentes que informan
sobre qué hacer para planificar algo, los componentes de ejecución que llevan a
su realización y los componentes de adquisición que conducen al aprendizaje de
cómo hacer algo. La segunda: la teoría experiencial, relaciona inteligencia –
mundo externo e interno del individuo. La inteligencia tiene un propósito, está
orientada hacia unas metas y consiste en la habilidad de aprender de la
experiencia y la capacidad de adaptarse al ambiente en el que la persona está
inserta. La capacidad para tratar la novedad es el insight que puede ser de tres clases: comparación, combinación y codificación
selectiva. Y la tercera teoría es la contextual en la cual la inteligencia no
puede ser entendida fuera de un determinado contexto socio-cultural. Relaciona
la inteligencia con el mundo externo del individuo. Destaca tres grandes
habilidades para un comportamiento inteligente en relación con el medio:
adaptación, transformación y selección.
Los
alumnos con altas capacidades se diferencian de los alumnos que poseen inteligencia
media a través de los insight skills
en sus tres formas: codificación, combinación y comparación. La codificación
selectiva ayuda a discriminar la información más relevante; la combinación
selectiva reduce informaciones incompletas pero útiles para la solución de
problemas y la comparación establece las semejanzas o diferencias entre la
información nueva con los conocimientos anteriores.
Sternberg
sostiene que en el individuo con altas capacidades estos insight skills se hallan muy acentuados. La competencia intelectual
del alumno con alta capacidad se explica por la eficacia, rapidez e idoneidad
con la que estos estudiantes usan los componentes de su inteligencia individual
(metacomponentes, componentes de ejecución y de adquisición). En opinión de
Prieto y Sternberg, 1993, lo que diferencia a los sobredotados de los alumnos de
capacidad media es su capacidad de insight
para resolver problemas por procedimientos distintos a los que suelen utilizar
los sujetos de su edad. Los alumnos altamente capacitados son capaces de un
mayor autogobierno mental y son los que mejor gestionan sus recursos
intelectuales y personales.
b) El modelo de
Borkowski y Peck (1986) subraya la importancia de componentes y estrategias
metacognitivas.
c) El modelo de
Jackson y Butterfield (1986) también considera los componentes cognitivos,
aunque son más partidarios de estudiar los rendimientos actuales de los alumnos
sobredotados más que esas capacidades potenciales que éstos aún no han
manifestado en ninguna realización.
- Modelos psico-socio-culturales
En
éstos subyace la idea de que los contextos ocupan un lugar importante en el
desarrollo de las personas y de alguna manera condicionan las necesidades y los
distintos comportamientos. Las sociedades en cada época histórica deciden qué
tipo de productos pueden ser considerados originales y establecen qué
comportamientos merecen ser reconocidos como excepcionales. Dentro de estos
modelos podemos mencionar el de Tannenbaum (1986) y el de Mönks (1992).
a)
El modelo de Tannenbaum ha
planteado una definición psicosocial de la sobredotación y la concibe como la
conjunción de cinco factores que influyen en el rendimiento superior: capacidad
general (Factor “G”), o la inteligencia general que miden los tests, habilidades
específicas, factores no intelectuales (fuerza personal, motivación, voluntad
para hacer sacrificios, autoconcepto), influjos ambientales (hogar, colegio,
comunidad), que proporcionan estímulo y apoyo y el factor suerte o
circunstancias imprevistas que ofrecen oportunidades para que aflore el
potencial excepcional.
b)
El modelo de Mönks (1992), como
hemos dicho, hace suyo el modelo de
Renzulli, añadiéndole la tríada social: contexto familiar, escolar y núcleo de
amigos. En su opinión en el desarrollo de la elevada capacidad además de la
personalidad del alumno influye el ambiente que le rodea. Así un ambiente
adecuado proporcionará al estudiante autoconfianza, responsabilidad,
interdependencia e interés por el aprendizaje.
c)
También podríamos incluir aquí a
otros autores que hacen énfasis en la importancia de los diferentes contextos
en el comportamiento del sobredotado como Csikszentmihalyi y Robinson (1986) y
Albert y Runco (1986).
II.
Modelos actuales
a)
Modelo Diferenciado de
Superdotación y Talento de Gagné formulado inicialmente en 1991, pero
posteriormente modificado por el autor en 2000. En éste se realiza una sutil
distinción entre superdotación (aptitudes y competencias) y talento
(rendimiento). La superdotación la define como “la competencia que está
claramente por encima de la media en uno o más dominios de la aptitud humana” y
el talento como “el rendimiento que se sitúa claramente por encima de la media
en uno o más campos de la actividad humana (Gagné, 1991).
Este modelo utiliza cinco dominios de aptitudes:
intelectual, creativo, socioafectivo, sensomotriz y otras habilidades menos
reconocidas o estudiadas. Considera la creatividad como un componente clave
para el rendimiento superior especialmente en las áreas de ciencias y artes.
Acompañan la capacidad superior las aptitudes socio-afectivas para las
relaciones humanas, la empatía o el liderazgo y las aptitudes sensorio-motrices
como la fuerza, flexibilidad y destreza, entre otras.
Gagné en su modelo sugiere además que existen unos
elementos internos y externos denominados catalizadores que moderan la
transformación de las aptitudes en talentos. Distingue entre catalizadores
intrapersonales: intelectual, motivación, volición, autogestión y personalidad
y catalizadores ambientales: medio (físico, social, cultural, familiar),
personas, recursos, sucesos y suerte. Ambos catalizadores pueden provocar un
efecto positivo o negativo en el proceso de desarrollo y actualización de las
habilidades naturales. Según Gagné el talento implica superdotación, pero no al
revés. El criterio para ser considerado talentoso es que el sujeto rinda dentro
del 10% superior en uno o más campos de la actividad humana (Gagné, 1993;
Tourón y otros, 1998; Pérez, Domínguez y Díaz, 1998; Domínguez y Pérez, 1999).
En este modelo los campos del talento aplicables a chicos
en edad escolar son: 1) acción social: periodismo, puestos administrativos,
etc.; 2) artes: visuales, música, teatro, etc.; 3) comercio: venta, gestión,
talento empresarial, etc.; 4) ocio: ajedrez, vídeo-juegos, rompecabezas,
cartas, etc.; 5) escolar: lenguas, ciencias naturales, humanidades, etc.; 6) deportes:
individuales y de equipo y 7) tecnología: oficio, electrónica, informática,
etc.
b)
Modelo Global de la Superdotación de
Pérez y Díaz (1995) se sintetiza en los siguientes puntos: 1) retoma las
propuesta de Renzulli, 2) distingue siete núcleos de capacidad: matemática,
lingüística, espacial, motriz, musical, artística e interpersonal, 3) reconoce
las diferencias en los estilos intelectuales y las formas de autogobierno
mental según Sternberg, 4) incorpora la idea de inteligencia fluida y cristalizada,
que denomina “probable” y “posible”, respectivamente, 5) tiene en cuenta el
contexto: escuela, familia y entorno socioeconómico, y 6) considera factores de
personalidad como el auto-conocimiento y el autocontrol.
Este modelo en síntesis es un patrón que combina
distintas variables tanto cualitativas como cuantitativas, considera la
inteligencia, el cociente intelectual, como condición necesaria pero no
suficiente para el desarrollo de la superioridad; las oportunidades y el
contexto, así como la motivación y ciertos factores de personalidad determinan
el desarrollo de la capacidad superior.
c)
Modelo psico-social de los
factores que componen la superdotación de Tannenbaum (1997). Este autor realiza
algunas modificaciones a su modelo de los cinco factores que ya mencionamos. 1) han de darse todos los
factores en combinación, 2) la falta de uno no se compensa por la presencia de
otro, 3) se necesita un mínimo nivel de cada uno, 4) la creatividad no aparece
diferenciada porque es consecuencia de todos los anteriores y está presente en
el producto, 5) existen factores estáticos y dinámicos que en relación con la
inteligencia corresponde a la inteligencia fluida y cristalizada, y con
respecto al factor suerte los elementos estáticos van ligados a la falta de
expectativas de cambio y los dinámicos al efecto del puro azar, y 6) la
superdotación debe demostrarse y esto sólo ocurre en los adultos que realizan
productos valorados socialmente. Los niños sólo podrían ser potencialmente
superdotados, pero no de forma manifiesta.
d)
Modelo explicativo de la
superdotación de Prieto y colaboradores (1997). Este modelo abarca cuatro
componentes: 1) altas habilidades que incluye la capacidad intelectual general
y las habilidades específicas, 2) capacidad de manejo del conocimiento en
dominios generales y particulares de contenido de manera cualitativa y
cuantitativa, 3) factores de personalidad en el que incluye las habilidades
inter e intrapersonales, y 4) ambiente. Según este modelo cada componente está
presente de forma distinta en cada sujeto y lleva a precisar si éste es
superdotado, talentoso, experto o creativo. El criterio es que se den niveles
mínimos de todos o de la mayor parte de ellos. Éstos se combinan entre sí de
forma interactiva y las influencias entre ellos son recíprocas y no sólo
sumativas.
e)
Modelo evolutivo global e
integrador explicativo de la buena dotación intelectual de Hume (2000). Esta
autora considera que el modelo de individuo intelectualmente bien dotado debe
estar respaldado y derivarse de una teoría sobre la inteligencia. Este modelo
se fundamenta en la teoría que concibe la inteligencia como un potencial
biopsicológico que se va actualizando a lo largo de la vida. La inteligencia es
autopoiética, plural y maleable. Dentro de esta conceptualización no sólo caben
los distintos tipos de inteligencias, sino también la creatividad,
sensibilidad, motivación y otras cualidades personales que incluyen la
vertiente ética. Se contempla la dimensión evolutiva del niño por lo que la
medición se lleva a cabo a través de sucesivos estudios longitudinales. Ésta se
efectúa mediante la valoración de los rendimientos excepcionales y productos originales,
así como por el nivel de desarrollo personal, de autorrealización y de
sabiduría alcanzado. La evaluación es de índole tanto cuantitativa como
cualitativa, poniendo el acento en esta última. La medición debe llevarse a cabo
siempre dentro de un contexto determinado.
Según
esta teoría el alumno con altas capacidades se halla por encima de la media en
uno o varios de los tipos de inteligencias descritos por Gardner, que bien
puede seguir un camino de construcción ascendente, o bien uno de
desaprovechamiento y emparejamiento con la media. La vía favorable se produce
si el alumno trabaja y se esfuerza y si sus intereses y motivación lo impulsan
a movilizar sus recursos intelectuales, creativos y personales dentro de un
ambiente propicio. Podrá no sólo alcanzar altos niveles de perfección, originalidad
y excelencia, sino también un elevado desarrollo de su personalidad, englobando
el crecimiento axiológico (Hume, 2000).
La
actualización de las potencialidades se efectúa a lo largo de la vida y se
manifiesta externamente no sólo con rendimientos excepcionales, sino que
también a nivel interno se traduce en experiencias profundas de “fluidez” o
“flujo” como la describe Csikszentmihalyi (1990, 1998) y de autorrealización
como la define Maslow (1973), que favorecen su crecimiento personal.
En
las últimas etapas de su vida puede encaminarse hacia el nivel de mayor
plenitud humana que conocemos como sabiduría. Ésta implica un funcionamiento
intelectual, creativo, afectivo, social, volitivo, axiológico y experiencial
integrado, que se manifiesta frente al mundo trascendiendo las preocupaciones
más egoicas del ser humano. Es en ese estado de equilibrio y plenitud del
desarrollo humano donde se pueden alcanzar los mayores niveles de
autoconciencia y auto-trascendencia.
Este
modelo utiliza criterios de identificación pluri-dimensional y holístico. De
cara a la participación en programas especiales de enriquecimiento, no excluye
la auto-selección del estudiante que no haya sido identificado como alumno con
alta capacidad por ningún otro criterio pero que demuestra una elevada
motivación hacia el tema del programa que se oferta. Evalúa al alumno en
situaciones académicas y extra-académicas, teniendo en cuenta el contexto en el
que está inmerso el alumno. Contempla la evaluación de siete dimensiones en
distintos momentos a lo largo del curso de la vida de acuerdo con el estadio
evolutivo del individuo como puede apreciarse en la siguiente tabla.
Modelo Evolutivo Global e
Integrador de Buena Dotación Intelectual (Hume, 2000)
|
||||||
Dimensiones a evaluar y
etapas evolutivas
|
||||||
Inteligencias
|
Creatividad
|
Producción excepcional (al menos en un dominio)
|
Personalidad
|
Moralidad
|
Autorrealización
|
Sabiduría
|
Niñez, adolescencia y juventud
|
Niñez, adolescencia, juventud y madurez
|
Juventud y madurez
|
Niñez, adolescencia y juventud
|
Niñez, adolescencia, juventud y madurez
|
Madurez y senectud
|
Madurez y senectud
|
Evaluación
del contexto socio-económico-cultural en el que se halla el sujeto
|
Tabla 2
El desarrollo de la inteligencia
y del talento desde un enfoque humanista
Por lo general, se ha venido
utilizando en la identificación de los alumnos con altas capacidades uno o más
de los modelos enunciados en este artículo, teniendo en cuenta los resultados
psicométricos, el modo como el sujeto procesa la información, su producción
creativa y su desarrollo personal. Sin embargo, apreciamos fragmentariedad en
éstos al observar que privilegian ciertos aspectos relacionados con la
evolución de características intelectuales del individuo, dejando de lado otros
de enorme importancia para su evolución integral, como los factores afectivos
o los axiológicos. De todos modos, reconocemos que el modelo propuesto por
Renzulli sí contempla el compromiso personal y afectivo del sujeto con la tarea
a la que se aboca auto-motivándose, manteniendo un esfuerzo sostenido,
aguantando el cansancio y demostrando gran fuerza de voluntad para continuar
en el trabajo, a pesar de que a cada momento le surgen interrupciones procedentes
tanto de su interior como del exterior que pretenden apartarlo de la tarea. Es
indudable que estos aspectos tienen que ver con el grado de inteligencia
emocional que posea el individuo.
Pero, a diferencia de Renzulli,
vamos a centrar nuestro interés en estudiar, más que “comportamientos
superdotados”, a la persona que integra características excepcionales. No
queremos perder la visión completa de la persona al centrarnos demasiado en sus
comportamientos, porque por ese camino se corre el riesgo de caer en el
dualismo y mecanicismo que la distorsiona. La persona posee características
intelectuales y no intelectuales. Dentro de estas últimas se contempla su
temperamento, motivación, otros rasgos de personalidad, valores y aspectos
afectivos y sociales, que junto con las propiedades intelectuales y creativas
resultan fundamentales para lograr éxito en los diversos ámbitos en los que los
sujetos interactúan con el mundo cotidiano.
Desde el marco de la llamada Tercera Fuerza o Psicología Humanista, nos atreveríamos a definir un tipo de
persona holísticamente bien dotada, teniendo en cuenta todas sus dimensiones
como ser humano integrado que se encamina en la fase adulta hacia la consecución
de su autorrealización y auto-trascendencia. Habría que diferenciar dos
niveles: uno, constituido por aquellos que sólo buscan su autorrealización
personal, como señalaba Maslow, al que denominaremos individuo personalmente desarrollado, y otro, formado por las
personas que buscan no sólo su autorrealización sino también su auto-trascendencia,
es decir, actualizar su dimensión transpersonal. Esta diferenciación
resultaría artificial si la persona estuviera libre de bloqueos y mecanismos
neuróticos, ya que en este caso ambos procesos tenderían a darse juntos.
Los psicólogos humanistas animan
al individuo a descubrir valores y a verificar éstos en la propia naturaleza
humana. Maslow se quejaba de que la educación no colabora a enseñar a los niños
a mirar dentro de sí, a que se auto-conozcan y descubran valores. Surge aquí
la paradoja, que ya había señalado Rogers, de que cuanto más nos adentramos en
nuestra identidad como seres humanos específicos, más nos acercamos a la
especie humana en general, es decir, auto-trascendemos nuestro ego, que es precisamente lo que propugna
la psicología transpersonal.
Un punto de vista que va
cobrando cada vez más fuerza desde filas cognitivas es que la inteligencia no
es sólo cognoscitiva sino también afectiva. Los sentimientos están unidos al
intelecto cumpliendo la función de unificar elementos cognitivos y evaluativos
y, por tanto, ayudándonos a dirigir la acción, nuestro comportamiento. En
efecto, la inteligencia extrae datos y procesa información, crea nueva
información y la introduce en el sistema afectivo, lo que a su vez crea nuevos
sentimientos, valores y necesidades, como enseña Marina (1993).
Gardner (1995), dentro de su
teoría de las inteligencias múltiples, integró las inteligencias de tipo no
académico, como la intrapersonal e interpersonal, e incluso estuvo dudando
sobre si incluir a la inteligencia moral o espiritual, aunque luego lo
desestimó por considerar que ésta era, en realidad, una mezcla de las
inteligencias intrapersonal e interpersonal, añadiéndole un componente valorativo
que ya contemplaba su teoría.
Pero, en general, en las explicaciones
cognitivas de la inteligencia se echan de menos relevantes aspectos de la
personalidad que estimamos deberían estar presentes, como, por ejemplo, la
evolución emocional y moral del individuo más inteligente que la media. Por
esta vía nos encaminamos a conectar el tema de la inteligencia con la
sabiduría, incorporando al excepcional funcionamiento cognitivo el infrecuente
elevado nivel de desarrollo afectivo-axiológico del sujeto.
Orwoll y Perlmutter (1990),
estudiando las ideas que sobre la sabiduría sostenían Erikson (1968, 1978,
1982), Jung (1953, 1959, 1971) y Kohut (1977, 1978), encontraron dos
indicadores de ésta basados en la personalidad: auto-desarrollo y auto-trascendencia.
El auto-desarrollo se da en personas
excepcionalmente maduras e integradas y requiere de niveles poco comunes de
autoconciencia y desarrollo psicológico que las lleva a estar abiertas a las
experiencias, a confiar en la autorregulación organísmica, a ser productivas, a
involucrarse en intereses y objetivos significativos, a tener capacidad de amar
y a poseer “auto-objetividad”. Otro componente de las personas sabias es la auto-trascendencia o capacidad de trascender
el ser. Surge en niveles avanzados de la evolución de la personalidad y lleva
al sujeto a trascender las preocupaciones individuales y dirigirse hacia las
más colectivas o universales.
En esta misma línea, pero hace
más de medio siglo, Kazimierz Dabrowski postulaba la teoría de la
desintegración positiva y distinguía cinco niveles de desarrollo, desde las
estructuras más inmaduras hasta las más complejas y avanzadas de la
personalidad. Para Dabrowski, en el primer nivel, o de integración primaria, predomina el egocentrismo. Los sujetos no han
desarrollado la autoconciencia ni la capacidad empática, tan sólo se centran
en procurarse placer personal. En el segundo nivel, o de desintegración uni-nivelada, los sujetos se mueven según los
valores corrientes predominantes o de moral relativista. El motivo principal es
su satisfacción personal, aunque comienzan a sentirse incómodos porque no tienen
claridad en sus valores que empiezan a pugnar por ocupar el lugar central y
perfilarse en una nítida jerarquía. En el tercer nivel, o de desintegración espontánea de niveles
múltiples, se produce el conflicto porque la persona ya tiene claro los
valores por los que quiere regirse pero no logra realizarlos. Se produce una
lucha interna entre los valores a los cuales aspira, o valores del ser en la
concepción de Maslow, y los valores más bajos por los que se mueve y que le
producen insatisfacción. En este nivel, la persona es más auto-consciente,
responsable, y se implica en su evolución, lo que la impele a alcanzar niveles
más altos de integridad y autenticidad. En el cuarto nivel, o de desintegración multi-nivelada organizada,
se encuentran los sujetos que ya han vislumbrado el camino hacia la auto-actualización.
Son sujetos que han desarrollado altos niveles de responsabilidad,
autenticidad, juicios reflexivos, empatía, compasión, autonomía de pensamiento
y acción y capacidad de liderazgo y de entregarse al servicio de los demás. En
el quinto nivel, o de integración secundaria,
el sujeto supera la desintegración al conseguir la actualización del ideal de
personalidad. Ha trascendido los valores egoístas y vive de acuerdo con valores
universales altruistamente al servicio de la humanidad (Dabrowski y Piechowski,
1977).
Sobre la base de lo que
Dabrowski denomina las sobre-excitabilidades
o potencial de desarrollo emocional, intelectual, imaginativo, psicomotor y
sensual, el sobredotado va construyendo su personalidad hasta llegar a la fase
adulta. Según Silverman (1992), en la evolución hasta alcanzar el quinto nivel
del que hablaba Dabrowski el individuo profundiza en el desarrollo de su
personalidad, reforzando su sistema de valores y el compromiso intrínseco de
llegar a ser mejor persona y colaborar a la mejora de su medio. Encontramos una
íntima conexión entre los planteamientos de Dabrowski acerca de la evolución
emocional y axiológica de los sobredotados con la teoría del hombre
autorrealizado que postula Maslow, como intentaremos explicar.
Hasta este momento hemos estado
refiriéndonos al niño y al adolescente con altas capacidades. Ahora corresponde
dirigir la atención hacia el adulto autorrealizado, lo que implica una mayor
actualización o realización de esa buena dotación manifestada durante su niñez
y adolescencia. Partamos de la base de que la autorrealización no es un estado
final y definitivo sino un largo proceso que dura toda la vida, como ya hemos
dicho. Es un permanente “llegar a ser”
en el cual ser totalmente actualidad no se alcanza nunca. Por lo que, a nuestro
juicio, el enfoque más oportuno cuando hablamos de actualización de
potencialidades y de alcanzar la sabiduría, debe ser evolutivo, cognitivo,
afectivo, axiológico y personalístico del individuo que se halla en constante
interacción con un medio específico. La evolución del proyecto creativo del
niño con altas capacidades en cuanto a sus necesidades, motivos, finalidades y
valores lo vemos desplegado a lo largo del curso de su vida y realizado, en buena
parte, en el superdotado adulto autorrealizado.
Por los años treinta Maslow
comenzó a estudiar a las personas más sanas de su medio, es decir a aquéllas
más creativas, santas o sabias con el propósito de indagar acerca de las
posibilidades máximas de desarrollo que ofrece la naturaleza humana. Las
preguntas que inicialmente se planteó fueron: ¿cuánto puede llegar a crecer
sana y positivamente la especie humana?, ¿de qué son capaces los seres humanos
psicológicamente sanos?, ¿hasta qué límite se puede actualizar el potencial
humano? Al preguntarse sobre si lo que personalmente considera bueno el ser
autorrealizado, vale decir los valores sentidos y vividos por ellos, es también
bueno para los demás, Maslow pretendía indagar sobre los valores últimos y
extrapersonales, es decir, los posibles valores esenciales para todos los seres
humanos o valores pensados.
Al analizar a las pocas personas
que él conocía que podían ser consideradas autorrealizadoras descubrió que eran
impulsadas por diecisiete metanecesidades que coinciden con lo que siempre se
han considerado valores fundamentales, como la verdad, bondad, belleza,
justicia, orden, esfuerzo, autosuficiencia, sencillez, necesidad de
perfección, singularidad, vitalidad, trascendencia de la dicotomía, significación,
riqueza, totalidad, espíritu juguetón y finalidad. Estos valores pensados del
ser representan, según el enfoque de la Tercera Fuerza, la más alta dignidad
creada por el hombre, y el individuo al vivir de acuerdo con ellos alcanza, en
palabras de Maslow, “la máxima felicidad que conocemos” al ser “gratificaciones
de metanecesidades”. Ese estado de felicidad es el estado emocional que
conlleva la autorrealización.
Como es sabido, Maslow propone
una pirámide de necesidades que va desde las necesidades orientadas hacia la
supervivencia, que son relativamente fuertes, hasta las que se orientan hacia
el crecimiento o metanecesidades, que son más débiles. Estableciendo una
relación entre la Pirámide
de Necesidades de Maslow y los niveles de evolución postulados en la Teoría de la Desintegración Positiva
de Dabrowsky, podemos decir que la gente puede vivir en distintos niveles de
esta jerarquía motivacional cuando las necesidades fisiológicas, de protección
y seguridad, de amor y pertenencia y de valoración son satisfechas, lo que
corresponde al primer nivel de Dabrowski. A partir de ahí comienzan a emerger,
según Maslow, las necesidades orientadas hacia el crecimiento, que sumen al
individuo en un estado de inquietud e insatisfacción que lo lleva a querer
convertirse en la persona que se propone ser. Es entonces cuando se puede
relacionar con el segundo nivel, que denominó Dabrowski de desintegración uninivelada, donde la persona, aunque todavía no es
capaz de evaluar claramente una jerarquía con la que poder distinguir lo que es de lo que debería ser, empieza, sin embargo, a sentirse desasosegada,
manifestándose ya claramente esta inquietud en el tercer nivel o de desintegración espontánea de niveles múltiples,
donde surge con nitidez el conflicto de valores con una serie de síntomas de
crisis existencial y de profunda insatisfacción consigo misma. En el cuarto
nivel descrito por Dabrowski el individuo inicia el camino por el largo proceso
de la autoactualización y muestra ya indicadores de ello que se reflejan en
los valores de responsabilidad, autenticidad, autonomía, juicios reflexivos,
empatía y otros asociados con la realización de valores del ser. Finalmente,
mientras que para Dabrowski en el quinto nivel el individuo vive actualizando
los valores pensados y sentidos acerca del ideal de personalidad, la desintegración
es superada y la persona vive con un alto nivel de autorrealización y
comprometida con causas altruistas, para Maslow este nivel correspondería a la
autotrascendencia, que es para él el nivel más alto alcanzado por el hombre.
Cuatro
décadas después del florecimiento de la Psicología Humanista,
surge la Psicología Positiva
liderada por Seligman, quien dando un giro radical en su orientación, elabora y
promueve una concepción más positiva de la especie humana. Se centra en las
fortalezas humanas y sostiene que es preciso identificar y utilizar nuestras
fortalezas y virtudes para mejorar nuestra vida y la de los que nos rodean.
Utilizando el método científico pretende descubrir lo mejor del ser humano y
hacer que florezca su potencial. Busca comprender los procesos que subyacen a
las cualidades del ser humano. Su objetivo es que el individuo alcance mejor
calidad de vida y bienestar subjetivo o felicidad. La Psicología Positiva al
igual que la Psicología Humanista
pretende identificar fortalezas o meta-necesidades para prevenir la enfermedad
y potenciar el desarrollo personal de los individuos. Pero ese desarrollo no se
limita sólo a lo personal sino que
trasciende lo individual y tiene repercusiones sociales benéficas para
todos.
En la famosa investigación sobre
más de un millar de superdotados californianos que inició Terman en 1921, uno
de los aspectos indagados versó acerca de lo que, según la opinión de los
encuestados, podía considerarse triunfar
en la vida. Las respuestas dadas se pueden ordenar según distintos niveles
de la jerarquía de necesidades, partiendo de las más básicas como, por ejemplo,
ganar suficiente dinero, tener una vida confortable, construir un matrimonio y
vida familiar felices, siguiendo con otras motivaciones de índole psicológica,
como alcanzar la madurez emocional, construir una personalidad equilibrada o
lograr la paz del espíritu, para plantearse finalmente metas que trascienden el
nivel de satisfacción de necesidades centradas en la persona, como contribuir
a la ciencia y al bienestar del hombre, ayudar a los demás y cambiar el mundo
haciéndolo mejor. En este último nivel se superaría la dicotomía
egoísmo-altruismo.
Pero aún debemos ir más lejos. El
estudio evolutivo de la realización de las posibilidades del ser humano inevitablemente
tendrá que hacerse dentro de un marco más amplio que el del estudio de la
personalidad, incluyendo en ella la inteligencia. Es preciso abordar el tema
de la sabiduría que, según Jung, Erikson y otros pensadores, es el más alto
nivel de desarrollo posible de una persona y va más allá de la mera evolución
del potencial cognitivo del ser humano.
A pesar de que Maslow se
lamentaba hace más de cinco décadas de que no se pudieran tratar ciertos temas
psicológicos, como la autorrealización y autotrascendencia, mediante la
estructura científica clásica, Sternberg, Baltes y Smith (1990) pretendieron
estudiar científicamente desde un enfoque no estrictamente cognitivo un tema
tan poco abordable como la sabiduría. Preguntas como ¿qué se entiende por
sabiduría?, ¿por qué tan pocas personas llegan a esos niveles de desarrollo?,
¿qué tipo de personas tienen mayores probabilidades de alcanzar la sabiduría?,
¿cuando hablamos de sabiduría, a qué nos estamos refiriendo: al desarrollo de
la inteligencia, de la afectividad, de la conciencia?, suelen surgir cuando acometemos
el estudio de la sabiduría. Respondiendo a la última pregunta, Dabrowski, Jung,
Maslow y otros coinciden en afirmar que la sabiduría constituye la cima del
desarrollo del ser humano sano e integrado, incluyendo su inteligencia,
afectividad, valores y nivel de conciencia. Ésta se daría en la fase adulta y
se reflejaría en el actuar cotidiano y estilo de vida de esa persona.
En relación con los
interrogantes anteriores, es evidente que las mayores probabilidades de
alcanzar ese nivel radican en las personas sanas, inteligentes, sensibles,
creativas, energéticas, comprometidas con su proceso de crecimiento personal
y social y profundamente éticas. Y en cuanto a que pocas personas alcanzan la
sabiduría, la respuesta estaría en que ello, por una parte, exige una mezcla de
muchas cualidades y experiencias difícil de encontrar reunidas y desarrolladas
en un solo individuo, se da en personas extraordinarias, y, por otra, los
valores predominantes de la sociedad en distintas culturas se orientan la
mayoría de las veces hacia otro sentido. ¿Cómo conseguir que la sabiduría sea
algo admirado y fomentado en nuestra cultura? ¿Es el sabio hoy en día un ser
escaso que está en serio peligro de extinción?
Un marco social y cultural
determinado es necesario para la expresión de las potencialidades humanas, pero
al ser estas necesidades superiores todavía débiles en la mayoría de las
personas son por lo mismo fáciles de sustituir por otras que no van en la línea
de aspirar al desarrollo de la plenitud humana y de la sabiduría en el sentido
que la hemos definido. Para que un buen número de personas llegue a
actualizarse en estos niveles de plenitud humana es conveniente que la sociedad
vaya en la misma dirección, promoviendo activamente este tipo de crecimiento.
En nuestros días podemos
comprobar que tan sólo contadas personas pueden transitar todo el sendero
evolutivo que conduce a la sabiduría y que la mayoría se queda bloqueada en el
camino y estancada en su crecimiento personal. Precisamente porque no podemos
confiar simplemente en la evolución natural de los individuos altamente
capacitados ya que para acceder a esos elevados niveles se hace necesaria la
intervención consciente para el desarrollo no sólo de talentos especiales sino
también de una personalidad integrada.
Pero cuando hablamos de
intervención no nos estamos refiriendo a una intervención positivista dirigida
a alcanzar metas concretas, sino a facilitar al alumno con altas capacidades el
medio o los medios adecuados para que encuentre la oportunidad de desarrollar
sus potencialidades y lograr su autorrealización. Aristóteles sostuvo que el
paso de la potencia al acto se producía en ausencia de obstáculos, por ello se
hace necesaria una acción interventora que remueva escollos y ayude a la
eclosión del talento.
Sintonizándonos
con lo que pensaba Aristóteles respecto al sabio, creemos que la intervención
con estudiantes con altas capacidades debería orientarse en dos niveles al
mismo tiempo: favorecer el desarrollo de su mente e impulsar la evolución de
su dimensión ética y espiritual. Por un lado, la intervención se centraría en
el ámbito académico a través de programas especiales de enriquecimiento y de
otro tipo que tuvieran en cuenta las especiales características del alumno
altamente dotado con un doble objetivo: que encuentre un camino hacia la consecución
de comportamientos superdotados y que pueda desarrollar sus áreas cognitivas
más débiles. Y paralelamente, por otro lado, la intervención se enfocaría hacia
el crecimiento y maduración personal lo que correspondería, según la Teoría de las Inteligencias
Múltiples de Gardner, al desarrollo de las inteligencias intrapersonal e
interpersonal y, en términos de Goleman, al de la Inteligencia Emocional,
incluyendo además el desarrollo del área axiológica o inteligencia moral.
Modelos de intervención en
alumnos con altas capacidades
En 1980 ya Baltes y Danish distinguen tres
tipos de intervención psicológica: preventiva, correctiva y enriquecedora.
¿Cuál de éstas emplearemos con los alumnos con altas capacidades? En nuestra
opinión la intervención es aplicable no sólo a los niños deficientes y normales
provenientes de medios desfavorecidos, sino que también es justo aplicarla
idealmente a todos los niños y, por supuesto, a los más capaces. Nos parece
apropiado escoger para éstos la tercera, es decir, aquella que pretende
optimizar el despliegue del potencial del individuo, que si se emplea en el
momento oportuno evitaría las intervenciones correctiva y preventiva.
¿Es legítimo intervenir en niños
con altas capacidades para incrementar su inteligencia? La respuesta es
rotundamente afirmativa, pero al mismo tiempo repetimos y subrayamos que no se
trata solamente de estimular el desarrollo de sus habilidades intelectuales,
sino a la par el de las áreas afectivo-axiológica y social de su personalidad.
Hume se suma a los que defienden que todas las capacidades del ser humano son
susceptibles hasta cierto grado de ser modificadas, no sólo los factores
cognitivos o inteligencia computacional,
sino también aspectos de la personalidad.
Nos preguntamos cómo podemos
intervenir para espolear el desarrollo integral en los estudiantes con altas
capacidades. Una vía la constituyen las diferentes formas de intervención
psicopedagógica que pueden emplearse con los alumnos con altas capacidades:
aceleración y adelantamiento de cursos, compactación del currículo, cursos
intensivos de especialización durante los períodos vacacionales, clases
especiales dentro del colegio, clases extraescolares, colegios especiales,
programas de enriquecimiento o diferenciación curricular dentro de la clase
regular cuyo objetivo sea atender las necesidades especiales de los sobredotados.
Otro tipo de actuación va dirigida al desarrollo armónico personal a través de
formas que sugiero sean de psicoterapia humanista.
De entre las estrategias de
intervención psicopedagógicas mencionadas, desde el desarrollo y puesta en
funcionamiento de la Ley
de Educación vigente en España se permiten tres: una, la modificación del
currículo para adaptarlo a las necesidades educativas de los alumnos con
altas capacidades mediante las denominadas adaptaciones curriculares individuales,
otra es la flexibilización del período de escolarización de estos alumnos o
salto de curso. Y una tercera forma de intervención más idónea con las chicas y
chicos con altas capacidades es la que se lleva a cabo a través de programas de
enriquecimiento. En ellos actúa la intervención psicopedagógica en una doble
vertiente. Por una parte, con la finalidad de desarrollar, además de los
procesos psicológicos básicos, la metacognición y la creatividad y, por otra,
favorecer que el alumno avance cuanto le sea posible en campos específicos de
su interés, como matemáticas, ciencias, literatura, arte, historia, deportes,
por mencionar algunos.
Un ejemplo de este tipo de
intervención la ideó el profesor Renzulli de la Universidad de
Connecticut en los años setenta, como ya se ha expuesto. El Dr. Renzulli
desarrolló el modelo triádico, que incluye tres tipos y niveles de enriquecimiento:
el primero consiste en experiencias para mostrar a los alumnos temas y áreas de
estudio extracurriculares; el segundo tipo se orienta al desarrollo de los
procesos de pensamiento y de habilidades metacognitivas, de investigación y de
comunicación de resultados; y, finalmente, el tercer tipo de enriquecimiento,
que es el más avanzado, se dirige al desarrollo de investigaciones sobre
problemas reales. A través de este modelo de enriquecimiento, Renzulli y
colaboradores ponen a los alumnos en contacto con una variada gama de experiencias,
brindándoles la ocasión de descubrir sus intereses, estimular su motivación,
desarrollar su esfuerzo y capacidad de trabajo, su inteligencia y creatividad,
y plasmarla en una obra concreta.
El sistema de puerta giratoria triple, como lo
denominó Renzulli, es un enfoque basado en investigaciones para la
identificación de alumnos sobredotados y la ideación de programas especiales que
atiendan a sus particulares intereses y necesidades intelectuales y creativas.
Para poner en marcha este programa, Renzulli, a finales de los setenta, se
planteó cuatro objetivos generales. Primero, proporcionar varios tipos y
niveles de enriquecimiento a un espectro más amplio de la población de alumnos con
altas capacidades. Segundo, integrar el programa especial a la clase regular.
Tercero, minimizar las preocupaciones acerca de elitismo y las actitudes
negativas respecto al alumno con altas capacidades que participa en programas
especiales. Cuarto, mejorar la cantidad y calidad de enriquecimiento para
todos los alumnos y promover una irradiación de excelencia en el medio escolar.
Ésta consiste en que el comportamiento del alumno sobredotado ejerce un efecto
favorable y contagioso sobre los demás alumnos. Actualmente, después de más de treinta y cinco años desde su puesta en
funcionamiento, se puede decir que estas metas se han ido cumpliendo
satisfactoriamente.
El modelo de Renzulli pretende
desarrollar comportamientos creativos excepcionales en alumnos que se hallan
por encima de la media en inteligencia, creatividad, motivación y capacidad de
trabajo. Las ventajas del programa son, por una parte, su flexibilidad, ya que
está abierto a todos los alumnos que quieran inscribirse en él, permitiendo la
participación de aquellos que estén motivados y demuestren su capacidad, lo
que posibilita la inclusión de alumnos que normalmente no habrían sido
seleccionados para estos programas; y por otra, al estar integrado en la clase
regular, los alumnos se familiarizan con este programa y lo ven con normalidad,
sirviendo a la vez como fuente de motivación para los demás alumnos de la
escuela.
Otro ejemplo de modelo de
intervención psicopedagógica en campos específicos como las matemáticas, lo
dirigió desde los años setenta durante más de cuatro décadas, Julian Stanley
profesor de Johns Hopkins University de Baltimore, Maryland. Este modelo
combina el aceleramiento con el enriquecimiento, dedicándose el programa a
detectar a través de pruebas de aptitud a alumnos con habilidades
excepcionales en matemáticas antes de cumplir los trece años, a los que se les
ofrecen programas de enriquecimiento que les permitan avanzar rápidamente en
matemáticas en el currículo regular para continuar con las matemáticas de
cursos superiores a nivel universitario.
La segunda vía de actuación son
las opciones de intervención psicoterapéuticas que son varias, aunque recomendamos
enfoques psicoterapéuticos en los que subyace una visión holista del desarrollo
de las potencialidades del ser humano hasta sus máximos niveles. Hay muchos
caminos posibles de intervención psicoterapéutica para el desarrollo armónico
de la personalidad. Una de las vías es la psicoterapia que se plantea como
objetivo el desarrollo del potencial humano. Hume prefiere esta línea de
intervención por parecerle que es la que mejor se ajusta al propósito que persigue,
sin que ello signifique que los otros enfoques de psicoterapia no puedan servir
también a estos fines.
Esta forma de intervención puede
simultanearse con los programas de enriquecimiento psicopedagógico, porque se
orienta más globalmente al desarrollo de la personalidad de los alumnos con
altas capacidades. Este tipo de intervención suele emplearse con personas sanas, es decir, que no presentan
graves problemas o trastornos en su personalidad, con vista a la consecución
del siguiente objetivo: ayudarlas en su trabajo de auto-conocimiento, que según
la Teoría de
las Inteligencias Múltiples de Gardner corresponde al desarrollo de la
denominada por éste inteligencia intrapersonal. Pretende que la persona sea
capaz de: a) explorar, profundizar y ampliar su capacidad de darse cuenta, de
ser más auto-consciente, b) descubrir y desarrollar valores como la libertad,
responsabilidad, autenticidad y, en general, los valores del ser o valores B, como los denomina Maslow, c)
dejar de apoyarse neuróticamente en los otros y de desgastarse y alejarse de
sí misma manipulando a los demás, d) crecer, integrarse, desarrollar su
originalidad y sus peculiaridades, y pueda crear y consolidar su propio centro
de gravedad o auto-apoyo, que se asemeja al concepto de “auto-dependencia” de Bucay, e) liberarse de
los bloqueos neuróticos que impiden la buena autorregulación organísmica y el
cierre adecuado de las necesidades psicofisiológicas, y f) encaminarse hacia
el logro de los más elevados niveles de actualización y autorrealización. Esta
modalidad de intervención en personas con altas capacidades puede resultar
bastante acertada, puesto que va en la misma dirección del desarrollo del
individuo que aspira al despliegue de su talento e, incluso más, a alcanzar un
nivel superior: la sabiduría.
Ese elevado nivel, al parecer,
no se alcanza por el simple desarrollo evolutivo auto-generado no consciente,
sino que, muy por el contrario, se debe al trabajo consciente del individuo. Es
necesario primero que el individuo logre darse cuenta de los bloqueos
neuróticos que impiden su crecimiento, tome conciencia del punto donde se halla
estancado y luche por avanzar en su camino evolutivo pero de forma consciente.
El trayecto no se presenta nada fácil y conlleva esfuerzo personal y alguna dosis
de sufrimiento. Al mismo tiempo que el individuo se va auto-conociendo, descubre
o, si se me permite, inventa los valores con los que quiere construir su
proyecto de vida. Como muy bien lo expone Wilber (1991), “el ser humano
desintegrado y alienado puede, a través de un proceso psicoterapéutico, llegar
a reintegrarse, unificarse y alcanzar otros niveles de conciencia en los cuales
puede llegar a trascender su propio ser”. Sabemos que es posible hacer
reaprendizajes conscientes y modificar de alguna manera la trayectoria de
experiencias y aprendizajes negativos que pueden habernos marcado durante
ciertos períodos de nuestra vida. No estamos totalmente determinados y contamos
con un margen de actuación para cambiar y avanzar algún trecho en nuestra
evolución. Los resultados de investigaciones sobre resiliencia nos muestran
cómo en situaciones extremas es cuando el ser humano tiene la oportunidad de
volver a construir su forma de entender el mundo y su sistema de valores. Los
seres humanos resilientes son capaces de reconstruirse, de aprender y crecer
después de una experiencia traumática. Las respuestas de resiliencia
representan un ajuste saludable ante la adversidad. Implican no sólo resistir
sino rehacerse y salir fortalecidos.
Pero, tal como lo expresó
Maslow, la tendencia a conseguir esos máximos niveles de desarrollo personal
no tiene tanta fuerza como la orientación a satisfacer las necesidades básicas
fisiológicas y psicológicas. ¿Qué es, entonces, lo que impulsa al individuo a
la consecución de esos niveles máximos? Lo primero y más fundamental es el
estado de insatisfacción consciente que experimenta la persona. Surge en el
momento en el que empieza a cuestionarse su estilo de vida y a sentirse cada
vez más descontenta. Este estado algunas veces la lleva a solicitar ayuda
psicológica o psiquiátrica. La persona experimenta desorientación, se angustia
al no saber lo que quiere. Lo que sí tiene claro es que no quiere seguir como
está.
Desde la Tercera Fuerza dentro del
enfoque psicoterapéutico humanista-gestáltico-experiencial y existencial, lo
primero que se suele hacer es conducir al sujeto por el largo camino que lleva
al auto-conocimiento y al descubrimiento de ciertas tendencias, impulsos,
escotomas, escaras y emociones negadas en sí mismo.
Por ser este un enfoque
holístico, no se establecen divisiones de la persona en cuerpo y mente. Al
mismo tiempo que se hace un trabajo en niveles psicológicos para trascender
las dicotomías y recuperar las partes alienadas de la psique, se trabaja a
nivel corporal, intentando que el sujeto se haga consciente de su cuerpo, se sensibilice
y atienda a las tensiones, bloqueos y partes no sentidas de éste. Los
bloqueos cumplen la función de reprimir sentimientos o impulsos peligrosos o
inaceptables, es decir, son formas de resistencia a determinadas emociones.
Por esto, para poder disolverlos, la persona tendrá que aceptar y abrirse a
esas emociones. El objetivo es eliminar los bloqueos, recuperar las
sensaciones corporales, sentir la energía y vitalidad corporal. Se suele
describir esta experiencia de unidad psicofísica como algo muy placentero.
A medida que avanza en su
proceso evolutivo consciente y gradual va recorriendo el largo camino de auto-conocimiento
y superación de bloqueos neuróticos, y va logrando un buen nivel de auto-actualización
en su vida real, por lo que se encuentra en condiciones de hallar el sentido de
su vida en ese nivel de plena salud y autorrealización. Sin embargo, paradójicamente
a mayor integración de cognición, afecto y personalidad en un sujeto, se
produce un mayor debilitamiento de las características centradas en sus
necesidades más básicas y en su ego. Lo habitual es que la persona, después de
haber alcanzado esos niveles, trascienda lo individual y conecte con aquello
que va más allá de su persona, adquiriendo así una perspectiva más universal. El
individuo está integrado y, sin embargo, deja de estar identificado
exclusivamente con su ego y empieza a desapegarse de sus preocupaciones
individuales.
Este debilitamiento de las
características centradas en el ego es lo que permite una mayor intuición del
otro, del mundo y de la naturaleza. Se empieza a gestar un nivel de conciencia
diferente al habitual, donde brotan sentimientos y valores universales, y a
revelar que el ser humano va más allá del organismo individual. En este nivel,
la persona comienza a vivir más allá de sus necesidades egoicas y corporales
y a implicarse en causas que atañen y afectan a los demás.
De esta manera se cumplen los
fines de toda terapia de corte humanista que son en definitiva, que la persona
logre fluir según el continuum de su
conciencia, confiando en su autorregulación organísmica, que aumente su
contacto y su funcionamiento espontáneo y auténtico, que amplíe su capacidad de
darse cuenta para incluir aspectos nuevos del ambiente, que alcance el máximo
despliegue de sus potencialidades que abarca, además del desarrollo de los
aspectos bio-psico-sociales, el de las dimensiones axiológica y espiritual, encaminándose
así hacia el logro de su plenitud humana.
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